Tipo de mecanismo psíquico que se va constituyendo durante la época de la sexualidad
infantil, por las diferentes formas de vínculos que se establecen con los objetos a través de las diferentes zonas erógenas, las que alternan su predominio en ese período, y a cuyas satisfacciones les va poniendo diques. Estos diques culminan al finalizar el período del complejo de Edipo, con la instauración del superyó; así se termina de configurar la represión primaria de la sexualidad infantil, la que puede llegar al sepultamiento de la misma. Cada vez que el predominio pasa de una zona erógena a otra hay cierta represión de la relevada, «Los que fueron dioses de una época, pasan a ser los diablos de la posterior» (versos del Fausto de Goethe citados por Freud). Éste ya es de por sí un cierto nivel de represión primaria al que podríamos llamar <<normal» o propio de la evolución. En el pasaje del período oral al anal, los niños suelen sentir rechazo a la leche o a la nata de la leche. Las heces, antes tan valoradas, tan placenteras, pasan a ser el prototipo de lo asqueroso y lo repugnante. También al exhibicionismo o el «vo- yeurismo» infantil, incluso al sadismo o el masoquismo propios de este período de la vida se les pone este dique, que hasta impide su reconocimiento por el yo como algo propio. Además producen represión los hechos traumáticos, es decir, los « [...] factores cuantitativos como la intensidad hipertrófica de la excitación y la ruptura de la protección antiestímulo» (Inhibición, síntoma y angustia, 1925, A.E. T.XX, Pág. 90). Cuando el monto de excitación erógena fue tal que el aparato psíquico no pudo ligar la excitación con otras representaciones, debió surgir una defensa extrema contrainvistiendo esas cantidades de excitación. Desde entonces la contrainvestidura requiere un gasto energético que la mantiene «fijada» (una de las formas de constitución de la fijación es, justamente, la represión primaria) y cuyo logro consiste en transformar lo placentero en displacentero. El ejemplo más característico de ésta es la formación reactiva, la que llega a producir rasgos de carácter yoicos. Por lo tanto la prehistoria de la sexualidad infantil es el período en que surgen estas represiones primarias, y esta historia es «en alto grado individual» (La represión, 1915, A.E. T.XIV, Pág. 145); repitamos: diferente en cada individuo. Las huellas de los sucesos de esa prehistoria individual quedan a veces como represiones primarias, cuando se tuvieron que usar contrainvestiduras (único mecanismo de la represión primaria) para defender al yo de la invasión de las cantidades de excitación. Se generaron así puntos de fijación, pues la contrainvestidura no se hace de una vez y para siempre, sino que debe ser mantenida. La sexualidad infantil culmina, como sabemos, al finalizar el período del complejo de Edipo, junto con todo el drama que en él se vive (<<el hecho más traumático de la sexualidad infantil»), y los efectos definitivos que deja en la conformación del aparato psíquico. Entre otras cosas, transcurre durante el período de la primacía fálica sobre las otras zonas erógenas, cuando ésta subsume en sí a las anteriores haciéndolas pertenecer a una unidad que será el yo. Este yo deseará al objeto, objeto que tomará, en este período, las características de incestuoso. Lo cual, junto a otros motivos de la misma importancia, hará necesaria la represión de toda la sexualidad infantil, con sus fijaciones previas ya establecidas pero ahora resignificadas desde el complejo de Edipo, para poder acceder a la cultura, como requisito imprescindible. La estructura resultante es producto de una identificación, es el superyó, el que constituye a su vez una suerte de inmensa contrainvestidura (<<formación reactiva» lo llama Freud), contra la aparición en el yo de la pulsión ahora reprimida, pero pugnando por retornar de ese estado. Desde este momento, lo que hasta aquí se hizo divide las aguas y lo llamaremos represión primaria (<<esfuerzo de desalojo» agrega entre paréntesis el traductor); vendrá posteriormente la represión que se presenta en la clínica, especialmente en los adultos, que en realidad se dedica a reforzar a la anterior, y a la que llamaremos represión secundaria (<<esfuerzo de dar caza»). Esta represión que secunda a la anterior utilizará otros mecanismos para cumplimentar su eficacia, principalmente desinvestirá la representación Prec (en las neurosis transferenciales), con lo que representación-cosa del lnc no conseguirá expresión en el Prec, por lo tanto en el yo y desde este momento en la Cc. El segundo mecanismo es la contrainvestidura que ya usaba la represión primaria pero que ahora estará con preferencia ubicada en el aparato perceptivo, constituyendo principalmente el mecanismo de la resistencia de represión del yo. Por último lo reprimido primariamente atrae desde el lnc a la representación Prec, ayudando a la represión secundaria.