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NUMANCIA

Jornada primera

[Cipión, Yugurta, Gayo Mario y Quinto Fabio, hermano de Cipión (romanos)]

Cipión se lamenta de lo larga que está siendo la guerra contra los numantinos. Habla con
Yugurta sobre la mejor manera de conseguir una victoria. Después manda a Gayo Mario a que
reúna a todo el ejército para arengarlos y acabar con todos los vicios que están perjudicando a
los soldados ante su falta de actividad.

Entran los soldados y Cipión se sube a una peña para darles la arenga. Les dice que dejen de
beber y acostarse con prostitutas y cojan las armas para luchar contra los numantinos para
acabar con una guerra que ya dura dieciséis años. Les exige que venzan a los numantinos para
que la fama del Imperio no se vea manchada por no ser capaces de vencer a un pequeño pueblo
de España. Les promete que si vencen a los numantinos él será generoso con su paga.

Gayo Mario habla por todos los soldados y le dice a Cipión que todos ellos sienten vergüenza,
pero que lucharán ferozmente para demostrar su valentía, para intentar así compensar sus faltas.
Cipión lo acepta y un soldado le informa de que se acercan dos numantinos embajadores que
esperan a que les dejen entrar. Cipión permite su entrada.

Estos le comunican que han ido hasta él para firmar la paz, porque hasta aquel momento no
habían tenido como enemigo a un general como él. Le dicen que la guerra ha durado demasiado
y que ha perjudicado a ambos bandos. Recalca también la firmeza de Numancia, que no han
conseguido derrotar.

Cipión rechaza su oferta de paz y les dice que la guerra continúa. Uno de los numantinos le
contesta que su arrogancia les dará fuerza para seguir luchando y que el cielo les ayudará a ellos
por no haber aceptado la oferta de paz que le traían.

Cuando los embajadores se marchan, Quinto Fabio dice que no han ganado la guerra por su
descuido y no por la fuerza de los numantinos. Su hermano Cipión le dice que se deje de
amenazas y dirija toda su fuerza a la batalla. Le explica que van a hacer un foso alrededor de
toda Numancia y en su construcción van a ayudar todos, desde el soldado más bajo hasta él
mismo. Quinto Fabio felicita a su hermano por su buena idea.

Se marchan y sale España. Esta se queja amargamente al cielo de que siempre ha sido invadida
y gobernada por pueblos extranjeros. Exige libertad y por eso le pide al cielo que ayude a los
numantinos, pues son el único pueblo que todavía lucha por la libertad de España. También
cuenta que los romanos ya han excavado el foso alrededor de la ciudad, impidiendo tanto la
salida como la entrada de cualquiera, así como que los numantinos luchen contra los romanos.
El único lugar en el que no hay foso es en el río Duero y por ello le pide ayuda.

Sale el Duero con otros tres ríos más. Este profetiza la caída de Numancia, aunque “no podrán
las sombras del olvido oscurecer el sol de sus hazañas”. El Duero le dice también que llegará el
tiempo en el que los romanos se verán oprimidos por los que hoy están abatidos, es decir, le
cuenta cómo los godos vencerán a los romanos. Le dice que su época de esplendor llegará con
Felipe II, llamado el rey del mundo. Todas las naciones extranjeras envidiarán a España. El
Duero espera que todo esto le sirva de alivio ante la derrota de Numancia. España le contesta
que en parte sus profecías la han aliviado. El Duero se despide y se marcha.
Jornada segunda

[Teógenes, Caravino, otros cuatro numantinos, gobernadores de Numancia y Marquino,


hechicero]

Teógenes se lamenta ante los numantinos por el foso hecho por los romanos, que les impiden
enfrentarse a ellos. Define a los romanos como cobardes por atacarlos con tan malas artes.
Espera que por ello el cielo los favorezca a ellos y no a sus enemigos. Pregunta si alguien tiene
alguna idea de cómo pueden solucionar aquello.

Caravino propone que, en vistas de que no se pueden enfrentar a los romanos en una batalla, les
ofrezcan a los romanos la posibilidad de un combate singular para acabar con la guerra. O si no,
ya encontrarán otra forma de acabar con ellos.

Uno de los numantinos propone morir, para acabar con el sufrimiento y hacerlo honrosamente,
pues si ellos se mataban impedirían que lo hiciesen los romanos. Otro lo secunda diciendo que
lo mejor es arrojarse al foso o luchar en campo abierto contra los romanos. El tercer numantino
también acepta la idea del suicidio, porque así tendrán una muerte rápida, ya que de todas
maneras terminarán muriendo de hambre. El cuarto propone que antes de suicidarse, les
planteasen a los romanos un combate singular que decida el camino y victoria de la guerra. Dice
que los romanos son demasiado orgullosos para no aceptar el combate. Ellos deben mandar a un
numantino allí presente que es capaz de luchar contra tres romanos a la vez. También pide que
se le pregunte a Marquino si los hados les serán favorables. Ordena que se le haga un sacrificio
a Júpiter para que los ayude. Tiempo tienen de suicidarse y por ello deben agotar primero todas
las demás vías.

Teógenes se ofrece voluntario para luchar contra el romano en el combate singular y Caravino
se ofrece para ser su araldo. Los demás numantinos declaran que ellos se encargarán de hacer
los sacrificios a Júpiter.

Se van y entran Marancio y Leoncio, otros dos numantinos. Leoncio le recrimina a Marancio
que esté enamorado en tiempos de guerra. Este le replica que aunque esté enamorado no ha
faltado nunca a su puesto ni ha hecho nada mal. Le explica que estaba enamorado de Lira antes
de que empezara la guerra y que su padre le había dado permiso para casarse con ella, pero con
la llegada de la guerra no han podido hacerlo. Leoncio le responde que se tranquilice, que
cuando venzan a los romanos podrá tener la vida que siempre había soñado y a Lira como
esposa.

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