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La a-diccién, un bien-decir del inconsciente (Algunas reflexiones en torno a las “drogas”) Jestis R. Martinez Malo Partiré de un enunciado fuerte, pesado y tal vez hasta inaguantable para muchos: las drogas no existen. Ningtin producto, sustancia o preparado es en si y por si mismo una droga en el sentido en que se usa el término hoy en dia, en forma no sélo colo- quial, sino incluso en sus usos técnico, juridico y hasta pretendidamente cientifico. No existen las drogas sino los sujetos que utilizan clertos productos, sustancias 0 preparados para un fin particular y especifico. Hay mucha gente implicada en que a una sustancia, producto o preparado deter- minado se le considere una “droga”: ~ los que se encargan de sembrar o producir, preparar y distribuirla; - los encargados de publicitarla; - los encargados de determinar las acciones encaminadas a combatir su produc- ion, distribucién y venta, asi como a establecer las sanciones correspondientes de acuerdo con los aparatos juridico-legales establecidos; ~ los encargados de investigar lo relacionado con las cuestiones epidemiolégicas, sociales y neurobiologicas asociadas al consumo de ciertos productos; ~ los encargados de elaborar y poner en accién las campafias y politicas de salud piiblica; los encargados de atender directamente a los usuarios (médicos, psicélogos, psi- quiatras, trabajadores sociales y demas personal de los sistemas sanitarios). Existen, en cambio, sujetos para quienes —tomados en su mas estricta singulari- dad— el consumo de tal producto, sustancia o preparado tiene fines especificos y particulares completamente desconocidos para todos los que conforman el listado anterior. Como vemos, son muchos los encargados, tal vez demasiados, que pretenden atender lo que ha sido tan mal definido, asi como tan imprecisamente circunscrito, “eso” que ha llegado a ser nombrado con tan diversos como equivocos y ambiguos términos, tales como drogodependencia, toxicomania, drogadiccién, farmacodepen- 45 = Jesis R. Mantinez Mato: dencia, y que ha sido considerado como un problema médico, psicolégico, social, epidemiol6gico, de salud publica, econémico, legal, cultural, etc., ya sea en forma aislada o entremezclado para hacer de esto una indigesta ensalada. Partamos del enunciado ya mencionado: no hay drogas, lo que hay son sujetos. De Jo cual se deriva que no existen los drogodependientes, los toxicémanos, los droga- dictos, ni tampoco los farmacodependientes. Lo que hay son sujetos, quienes toma- dos en su més estricta singularidad utilizan cierto 0 ciertos productos 0 sustancias para fines particulares y especificos. A esto prefiero llamarlo no “adiccién’, sino a- diccién. Veamos por qué. La diccién (del latin dictio onis) es un derivado de decir (dicere), “es la accion de decir, el discurso, el modo de expresion”.' Si la dicciénes: “palabra, sonido 0 conjun- to de sonidos articulados que expresan una idea. Una manera de hablar o escribir, considerada como buena o mala tinicamente por lo acertado 0 desacertado del em- pleo de las palabras o construcciones. La manera de pronunciar’,’ la a-diccién es entonces la falta de palabra para expresar algo, es una manera de escribir algo, puede ser también la mala manera de pronunciar o decir algo, aun a pesar de que el diccio- nario defina en una de sus acepciones a la adiccién como: “el habito de quienes se dejan dominar por el uso de alguna o algunas drogas téxicas” Laa-dicciénes, por lo tanto, la falta de un decir, o bien, un mal-decir. Algo que falta de ser dicho y que se expresa de otra manera; algo que es mal dicho, a la manera de un Iapsus, que es un mal-decir para la diccién, pero un bien-decir del inconsciente. Laa-diccién es un bien-decir del inconsciente, Es la ausencia de diccién o la mala diccién de algo que es particular para cada sujeto, llamémosle a-dicto, algo que es del orden de la verdad y, por lo tanto, ademas de no poder ser generalizable, es imposi- ble su diccién completa Es precisamente porque esto no es tomado en cuenta, que los “tratamientos” mé- dicos, psiquiatricos, psicoterapéuticos y hasta psicoanaliticos de las llamadas “adicciones” fracasan tan pronto como comienzan: por hacer de la a-diccin un con- tinuo, sin el guién que, a manera de barra, separa a la @ de la diccién, es decir, de la palabra, y la convierte en un continuo que pretende expresar una “patologia” especi- fica, inequivoca y hasta generalizable. La adiccion —para los médicos, psiquiatras, psicoterapeutas e incluso para mu- chos psicoanalistas— es una enfermedad. Y, hasta donde entiendo, una ausencia de decir o un mal-decir no son, en modo alguno, ninguna enfermedad. Para jueces, Joan Corominas y José Pascual, Diccionario critico etimolégico castellano e hispdnico, T. I, Editorial Gredos, Madrid, 1984. Voz: Decir. Real Academia Espaftola, Diccionario de la Lengua Espariola, T. |, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1984, 208 edicion. Voz: diccién. Ibid, Vor: adiccién. 46 - —LA A-DICCION, UN BIEW-DECIR DEL INCONSCIENTE—— ae abogados, juristas, legisladores y para todos los que conforman los aparatos buro- craticos encargados del control de ciertos productos es, en la mayor parte de los paises, un delito que hay que perseguir y reprimir. En cambio, para los grandes sabios que enfundados en sus batas blancas experimentan en laboratorios con ratas, gatos y hasta con uno que otro miembro de la raza humana, las adicciones no son més que moléculas y mas moléculas que ejercen su accién sobre determinadas célu- las de infimas y aun muy dudosamente delimitadas regiones de la topografia cere- bral. Para aquellos que cosechan, producen, elaboran, distribuyen y venden los pro- ductos llamados “drogas”, la adiccién no representa otra cosa excepto nitimeros con muchos ceros —y mientras mas mejor— generalmente impresos en el codiciado papel verde de los délares. También son numeros y nada mas que nuimeros para epidemidlogos, sanitaristas, psicélogos sociales’ y demas encargados de estudiar y medir incidencias, prevalencias, niimeros de usuarios, asi como edades de inicio, patrones de consumo, sexo, estado civil, niveles econémicos, escolares, etc., de los mismos, asi como de medir los impactos econémicos que todo esto produce: cifras, tablas, cuadros, estadisticas y al final, qué? Cuando ms, alguna recomendacin ara que las autoridades correspondientes establezcan alguna politica sanitaria y/o educativa, o bien alguna medida judicial cuyos éxitos han sido, por lo menos hasta ahora, tan relativos como inciertos. {Qué decir pues, con otras palabras, acerca de la ausencia de palabras y/o sobre lo que es del orden del mal-decit? #Luso de ciertos productos naturales y de algunos de sus derivados no procesados, ni tratados quimicamente, ni mucho menos sintetizados, precede —en siglos y hasta uno que otro milenio— a las sustancias y productos que en la actualidad son llama- dos “psicotrépicos” Existen muchos testimonios de muy variados pueblos, quienes, en los mas diver- Sos tiempos y lugares (incluso hoy en dia), han recurrido —insertos en rituales reli giosos y funerarios, en actividades guerreras y hasta en actividades curativas (0 shamanicas, como gustaria decir a nuestra diccion “occidental”}— al uso de ciertas sustancias 0 productos consideraclos por nuestra moderna ciencia biomédica y nues- ‘ros aparatos juridicos como “psicotrépicos”. Veamos tan solo una referencia, que dentro del orden del mito, asi lo demuestra: * Asi como nos cuestionamos la existencia de una pretendida “psique” humana, pode- mos ir mas lejos y arrogarnos el derecho a preguntarnos si existe acaso una "psique social” o algo que se le parezca. a7 — Jesis R. Martinez Mato: Entonces Helena, hija de Zeus, ordené otra cosa. Eché en el vino que estaban be- biendo una droga contra el Ianto y la célera, que hacia olvidar todos los males. ‘Quien la tomare, después de mezclarla en la crétera, no logrard que en todo el dia Je caiga una sola lagrima en las mejillas, aunque con sus propios ojos vea mori a su madre y a su padre o degollar con el bronce a su hermano 0a su mismo hijo. Tan. excelentes y bien preparadas drogas guardaba en su poder la hija de Zeus, por habérselas dado la egipcia Polidamma, mujer de Ton, cuya fértil tierra produce muchisimas drogas y la mezcla de unas es saludable y la de otras nociva [...J” Si quisiéramos hacer una reseiia hist6rica de los usos que, a través del tiempo, se han hecho de diversas sustancias, llenariamos muchas hojas con hermosos relatos y bellas descripciones; por ejemplo, cuando Herodoto describe ancestrales rituales guerreros y funerarios de los escitas, quienes sentados alrededor de la hoguera, en visperas o durante las treguas de las batallas, tiraban al fuego granos de céftamo y se embriagaban aspirando el humo, al igual que los griegos bebiendo el vino. De entre los testimonios més antiguos destacan: aquel que atribuye el uso del opio a ciertas tribus sumerias, asi como la mencién en antiquisimos libros sagrados hin- dies de la bien conocida cannabis, “néctar divino" enviado por Shiva a los hombres para producirles placer, fuerza, valor, coraje y, de paso, aumentar su deseo sexual. Con relacién a la utilizacién de esta misma planta, se cree que desde hace cerca de 4000 afios se utilizaba en China y que el excesivo uso del fruto del céfiamo producia visiones de demonios y permitia la comunicacién con los espiritus. Mas recientemente, y mas cerca de nosotros, tenemos lo que Gordon Wasson lla ‘mé “la cultura micégena” entre mazatecos, chinantecos, mijes, zapotecos, mixtecos, nahuas, otomies y tarascos, por el difundido uso que en rituales religiosos, adivinatorios y shaménicos hacian —y hacen— de “las pequefias flores de los dioses”, el teondincatl o carne de Dios, hongos sagrados de las diversas especies del psylocibe (caerulescens, aztecorum, caerulipes, mexicana, wassonii, semperviva, etc.) Y qué decir del lugar que ha ocupado en los legendarios rituales de los cora y los tarahumara la Lophophora williamsiio peyote, planta anheladamente buscada en las largas peregri- naciones anuales al sacro Wirikuta, para la recoleccién de esta cactacea e ingerirla después en sagrada comunién con las divinidades en las ceremonias huicholes. ‘También se podria decir mucho del mexicanfsimo ololihuqui, conocido como Rivora corymbosa para los botanicos y como “semnillas de la Virgen” para mixtecos, zapotecos y chinantecos oaxaquefios, quienes la usan como parte de rituales adivinatorios en ceremonias religiosas. Esta planta, en su estado natural, al igual que el “hermano violiceo oscuro del grano”, del Seigle ivre 0 centeno embriagado, del Tollkoriz 0 Homero, La Odisea, Canto V: Lo de Lacedemonia. 48 —La A-DICCION, UN BIEN-DECIR DEL. INCONSCIENTE—— grano enloquecido, del Ergot o Claviceps purpiirea, contienen la amida y la hidroxietilamida del acido lisérgico las inocentes semillas, mientras que el hongo ascomiceto que parasita algunos cereales, hongo conocido en nuestra lengua como cornezuelo de centeno, contiene ergotina. Esta ultima sustancia, alcaloide derivado de Ja ergotamina se encuentra en dicho hongo, mismo que, desde la antigiiedad clasica, era consumido en los rituales de Eleusis: Hleusis era la experiencia suprema en la vida de un iniciado. Era una experiencia fisica y mistica: los iniciados temblaban, tenian una sudoracién fria, vértigo y una vision que hacia que todo lo antes visto fuera ceguera: una sensacién en la que se mezclaban la reverencia, el miedo y la estupefaccién; de una brillantez que causa- ba un profundo silencio; lo que se habia visto y sentido no podia ser comunicado; no se podia pronunciar palabra alguna. Estos sintomas son, sin lugar a dudas, la experiencia inducida por un alucinogeno {...] Alli celebraban el regalo divino a la humanidad: el grano cultivado y eran iniciados en los maravillosos poderes del inframundo a través del hermano violaceo oscuro del grano." En la Edad Media este hongo fue empleado por curanderos y comadronas para producir abortos y en casos en los que habia cierto tipo de problemas durante el parto, ya que la ergotina produce, entre otros efectos, contracciones del iitero. Asi mismo, provoca contraccién de los musculos lisos y un potente efecto vasoconstrictor. Es sabido que durante el medioevo, en buena parte del continente europeo ocurrie- ron intoxicaciones masivas —conocidas mas tarde como “ergotismo” — causadas por la ingestion de pan en el que el trigo empleado habia estado contaminado por dicho hongo. A estos envenenamientos— “viajes” se les conocié como “Fuego de San Anto- nio”,” pues Hlevaron a miles de personas no sélo a la gangrena y a la muerte, sino también a la “insania”, descrita como visiones terrorificas que frecuentemente cau- saban “locura permanente”. © Richard Evans Schlyes y Albert Hofmann, Plants of the Gods. Origins of Hallucinogenic Use, McGraw-Hill Book Company, New York, 1979, p. 102. Existe ya una edicin de este magnifico libro en el F.C. F. La traduccién de este fragmento es mia ‘También se le conocié como el Fuego Sagrado, dado que los afectados describian siem: pre una extrafia sensacién de ardor y hasta de quemadura en las manos y los pies, previas a la gangrena, momificacion y atrofia que ocasionaba la pérdida de dedos, pies 0 de las extremidades, asi como de la nariz o de los pabellones auriculares. San Anto nio es el santo patrono protector contra el fuego, la epilepsia y las infecciones. Duran te las cruzadas, sus restos mortales (murié en el afio 105 D.C.) fueron levados de Fgipto, en donde vivia como ermitaflo, a Dauphiné, en Francia, en donde permanecen enterrados. Fue en ese lugar, en 1039, en donde se produjo el primer envenenamiento masivo con cornezuelo de centeno del que se tiene noticia. Alli se fundé un hospital para los enfermos de este Fuego Sagrado, bajo el cuidado de la recién creada Orden de San Antonio. 49 ———— Jesus R. Martinez Mato————— ——— El cornezuelo de centeno, desde entonces, se ha usado en medicina, pero no fue sino hasta 1836 que se incorporé a la farmacopea y hasta 1921 que se aisl6 uno de sus principios activos: la ergotamina. La ergotina también se ha utilizado, hasta nues tros dias, como un potente analgésico en la migrafia. De los alcaloides del cornezuelo de centeno, la ergotamina y la ergotoxina son derivados del écido lisérgico, uno de sus componentes naturales. Ambos componen- tesactivos tienen poderosas propiedades alucinégenas y se encuentran intimamente emparentados, en su estructura molecular, asi como en los efectos que producen, con los principios activos de las Semillas de la Virgen. De la ergotamina se obtiene, desde hace unos sesenta afios,’ mediante nada complejos procesos de laboratorio, la 25-dietilamida del Acido lisérgico, mejor conocido como LSD-25, simplemente LSD, € incluso “écido" 0 “aceite”. Bastenos con los parrafos anteriores para mostrar suficientemente que, a lo largo de la historia, el uso de ciertas plantas y productos de ellas obtenidos ha producido grandes servicios a pueblos diversos, remotos entre si, tanto en tiempo como en sus demarcaciones geogréficas. Rituales misticos, religiosos y shamédnicos inscritos en el cuerpo social de una cultura determinada en la cual los conceptos de “farmacodependencia, drogadiccién o adiccién’, brillaron por su ausencia. ii Estas conceptualizaciones son relativamente nuevas, surgidas en el mundo occiden- tal moderno, mientras que para los pueblos y culturas que mencionamos antes (iy El poeta y quimico mexicano Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit (1903-1942), en su labora torio, cambiaba la estructura molecular de la ergotina hasta dejarla "remozada, plena de actividad y milagro”. Pero, cual era el remozamiento final de la molécula? y zqué “actividad y milagro o milagros” producia de esta tan “remozada” manera? El trabajo de Cuesta con la ergotina, zhasta donde habra legado?, 2se quedé un paso antes que Albert Hofmann en la sintesis del LSD-25? 0 ¢descubrié, sin “patentarlo”, la 25- dietilamida del acido lisérgico, antes de que lo hiciera el quimico suizo? Tal vez, sin proponérselo y sin tener el mérito que le corresponderia y que hoy en dia tiene Hofmann, el mexicano, si no descubrié la 25-dietilamida del écido lisérgico algunos afios antes que el quimico suizo, por lo menos estuvo muy cerca de hacerlo al descubrir algin alcaloide cercano, derivado también de la ergotina. En 1943 —un afio después de la muerte de Cuesta— Hofmann, investigador de los laboratorios Sandoz, en Basilea, des: cubrié y sintetiz6 por vez primera, (por lo tanto, “oficialmente”), la N,N-dietil-lisergamida 0 dietilamida del acido lisérgico, mejor conocido como LSD-25 (el LSD fue lo que él mismo llamé My Problem Child, titulo que lleva el libro en el que describe su descubri- mierito). Hofmann, trabajando con el acido d-lisérgico (presente en el cornezuelo de centeno) ingirié “accidentalmente” esta sustancia, descubriendo asi sus poderosos efec: tos alucinégenos. Al continuar su trabajo, sintetiz6 la molécula del LSD-25. Por esta raz6n, el mérito del descubrimiento, llamémosle “oficial”, de este potente alucindge- no, le ha correspondido hasta ahora al europeo y no al mexicano. 50 [La ArDICCION, UN BIEN-DECIR DEL INCONSCIENTE todos aquellos que no mencionamos también), el uso de dichos productos no cons- tituia ningin problema. Al parecer, el primer estudio que se pretendié cientifico sobre alguno de ellos fue el publicado en 1845 por Jean Moreau de Tours, Del hashis y de la alienacién mental, desde cuyo titulo el autor establece una relacién entre la utilizacién de este producto y la locura. Y de ahi en adelante ocurre, con mayor rapidez cada vez, la medicalizacién de! asunto. Clasificaciones, nomenclaturas, patologizaciones, categorias diagnésticas y sindromaticas, tratamientos, etc., hasta Megar al DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, en su cuarta versién, publicado por la American Psychiatric Association en 1994), en donde lo que esta en juego es la droga, férmaco o sustancia, el organismo, la funcién, el trastorno, la dependencia, el abuso, la intoxicaci6n, la tolerancia, la abstinencia, etc. No vamos a entrar a analizar, ni siquiera a transcribir, la larga lista de conceptualizaciones y categorizaciones establecida por comités de “expertos” que norman, a nivel mundial, los criterios para fijar dichos conceptos y categorias. No es el tema de este trabajo. Solamente diré que en dicha lista existe un gran ausente: el sujeto que hace de cierta sustancia o producto un objeto de placer y, en ocasiones, —bastantes— hasta de necesidad, Lo que dejan ver estos conceptos es, en sintesis, una ecuacién que podriamos formular en los siguientes términos: a partir del encuentro de una persona con el objeto llamado droga, de ahi en més, dicha persona seré o devendrd un adicto. Esto no quiere decir otra cosa mas que es el objeto —Ilamado de antemano droga— quien convierte a la persona en un adicto. Nada mas falso que esto. El objeto llamado droga no convierte a un sujeto en adicto; es condicin necesaria, mas en ningiin caso sera suficiente. Propongo cam- biar la ecuacién anterior, a la que lamaré médica, por la siguiente: es UN sujeto quien a UN objeto “x” le otorga el estatuto de “droga” y convierte su uso en una a-diccién. Esta operacién de inversion de términos desplaza el acento del objeto al sujeto y sélo asi, “desmedicalizando' el asunto, es posible un abordaje clinico de la a-diccién. Al mismo tiempo, se opera un segundo y no menos importante desplazamiento: de considerar ala adiccién como una entidad patolégica bien establecida en la nosologia psiquiatrica, con caracteristicas generales y hasta universales, se pasa a considerar a laa-diccién como un sintoma, como lo que representa algo para alguien, como lo que le permite a tal sujeto dar cierta consistencia a algo que no la tiene sin eso (sin el sintoma), La vision médico-psiquidtrica otorga estatutos privilegiados al objeto llamado droga —miés aiin, al objeto que de antemano, de entrada, que a priori, es llamado droga por otros— asi como al objeto viviente (el organismo, pues asi es Hamado: organismo vivo) y acta sobre este tiltimo al que se considera enfermo y sufriente y al que, por Jo tanto, hay que curar. 51 = Jesus R. Martinez Malo~——— Es cierto, el cuerpo existe, pero el cuerpo es mas, mucho més que un organismo: es “sustancia gozante”; es cuerpo de goce y como tal hay que tomarlo, por lo que cabe la siguiente pregunta: .qué determina en el sujeto que utiliza alguna o algunas sustancias el paso que va, primero, de la obtencién de placer con el consumo de cierto producto a la necesidad de seguirlo obteniendo —el placer— por esta via? Esta pregunta viene al caso ya que es completamente cierto que no todo aquel individuo que ha consumido o consume cierta sustancia o producto y obtiene algin placer de ello llegaa establecer una relacién de necesidad con esa sustancia o producto, lo cual es un argumento pesado en contra de quienes piensan y “diccionan” que es la sustan- cia, es decir, el objeto llamado droga, el que vuelve adicto al individuo. iEsacaso en este punto preciso, el momento en el que se da el paso —de la obten- cién de placer a la necesidad— por el cual el producto es convertido en “droga” por el sujeto? Y, zqué determina ese paso, si es que acaso hay determinacién alguna? Por supuesto, no podemos contestar ni minimamente siquiera la segunda pregun- ta, pues caeriamos en la posicion médica y psiquidtrica cuestionada antes. Toda generalizaci6n es forzosamente vana y hariamos de toda posible respuesta, en caso de intentar dar alguna, una nueva categorizacion digna de ingresar en la siguiente edicién del DSM. Lo que si podemos intentar, por lo menos en forma aproximativa, es acercarnos a Ja primera pregunta. No es raro escuchar —incluso de entrada— de alguien que habla de ello: “uso tal 0 cual producto porque me gusta como me siento”. Esto es mas que suficiente para interesarse en este punto preciso y desinteresarse, por fin, de viejos esquemas y estereotipos, tales como: si hubo una fijacién en la etapa oral (chabria acaso una etapa intravenosa, otra olfativa, una més intra o subdérmica, o cualquier otra relacionada con la via de ingreso al cuerpo del producto en cuestién?); 0 si el padre era alcohdlico (hijo de tigre, pintito, como decimos en México?) o la madre anoréxica y por eso la joven adolescente no come, sino que devora anfetaminas, etc Qué significa “porque me gusta como me siento"? (Es que acaso no le gustaba como se sentia antes de empezar a utilizar el producto o no le gusta cémo se siente sin el efecto que dicho producto le produce? Deciamos antes que la sustancia o el preparado es condicién necesaria, pero nun- casuficiente” para que alguien convierta a ese producto en “droga”. Una vez que se ” Otra cosa ocurre en la “intoxicacién” —o, para Hamarla de otra manera, la produccién de clertos efectos, tanto subjetivos como objetivos, inducidos quimicamente en el cuerpo— en la cual el producto o sustancia es, en la gran mayoria de los casos, condi- cién necesaria y, ademés, suficiente. La introduccién de la quimica en el cuerpo por cualquier via decididamente produce efectos, quiérase 0 no. Si alguien no est conven: cido de esto, basta que ingiera una pequefia tableta de LSD-25, 0, sin vomitarlos, unos "botoncitos” de peyote, inhale un poco de polvo blanco o introduzca en su cuer: po cualquier otro de estos productos o sustancias y que después nos relate su expe 52 LA ADICCION, UN BIEN-DECIR DEL INCONSCIENTE ————— tiene la condici6n necesaria, posibilitada por los artilugios de la quimica, y se ha obtenido un plus que no es de otra cosa mas que de goce por la produccién de imagenes” o la obtencidn de otros efectos placenteros, de ahi en més, de ese goce asi obtenido se puede pasar a la necesidad de seguir gozando de los efectos producidos por la quimica, Ikimense a éstos excitacidn, exaltacién, ensofiacién, relajamiento, tranquilidad, “viaje”, “pasén’, “estar hasta la madre” o como se prefiera. Esta necesidad, asi creada, llega a no poder ser abandonada. Este sujeto, sujetado yaa la necesidad, no puede —en tanto le es necesaria— tener otra mejor posibilidad de goce (no seria mejor llamar a esto necesidad en vez de “dependencia”, tal como se entiende cominmente?) Goce mortifero, incluso, en los alarmantes estados en los que se toca y se traspasa el limite en el que el cuerpo y, por Jo tanto, la vida, estén en juego. En juego en tanto que el cuerpo, sustancia gozante, no goza, hasta donde sabemos, muerto. Goce a cualquier costo, sin ningin limite, obtenido a cualquier precio, incluyendo el riesgo de la mnerte (qué es si no una “sobredosis” mortal producida, digamos por heroina © barbituricos, en la que el cuerpo Ilegé y sobrepas6 el limite permitido al goce?) Goce a cualquier costo, sin importar el precio que se pague, y no me refiero al costo econémico, sino a la economia del goce puesta en juego en ese “ya no es suficiente”, por lo que se busca y encuentra ese plus, ese més, mds y cada vez més, que no es otra cosa que lo que en otros ambitos se denomina “tolerancia’ y “adiccién miltiple" y simulténea a mas de un producto. Goce necesario del cuerpo obtenido por esta via, a cualquier precio, expuesto a agar el precio de una posible ausencia de él —del goce— con sufrimiento, dolor y hasta la muerte (gpodemos acaso pensar de otra manera a la asi llamada “abstinen- cia” en todas y cualquiera de las posibilidades sindromaticas establecidas por los expertos en diagnéstico y estadistica?) °° Prefiero, con mucho, hablar de “produccién de imagenes” y no de “alucinaciones”. Si hablamos de estas tltimas, siguiendo a Lacan, tendriamos que hablar de palabras, de palabras impuestas tnica y especificamente, a diferencia de los muy varlados tipos y subtipos que el término “alucinacién” implica para la nosologia y la semiologia psi- quiatricas, incluso para las corrientes més clasicas y no solamente para la norteameri- cana, madre de todos los Diagnostic and Statistical Manuals que ha habido y tambien de los por venir. Para la psiquiatria, en sus diferentes escuelas y tendencias, existen alucinaciones visuales, actisticas, actistico-verbales, olfativas, gustativas, cenestésicas, negativas, positivas, alucinaciones psiquicas o pseudoalucinaciones, psicomotoras, psicosensoriales, falsas alucinaciones, etc. 53 Jesus R. MARTINEZ MaLo——————— Vv Para terminar, insistiré en que no es el objeto que a priories nombrado droga el que “convierte”, incluso en el sentido més religioso que se quiera, a un sujeto en adicto, Fs el sijeto quien franquea el paso que va de la obtencién del placer producido como efecto de una accién quimica en el cuerpo a la necesidad de que su cuerpo goce de esta manera y, entonces si, hacer de esa introduccién de moléculas al cuerpo una a- diccion. Como hemos visto muy someramente en estas breves reflexiones, los usos de ciertos productos en su estado natural, preparados de sus derivados y hasta procesa- dos, han sido diversos a lo largo de la historia. En antiguos y actuales usos, inscritos en un cuerpo social determinado y, por lo tanto, en un orden simbélico, no existe ni nos es permitido hablar de farmacodependencia, ni de adiccién, ni siquiera con la grafia que he propuesto. Los iniciados en los rituales tenian prohibido, bajo la pena de ser excluidos del grupo social, difundir los misterios que les habian sido revelados en las visiones que habian experimentado gracias al "hermano oscuro del grano”, en el transcurso de los rituales hierogamicos eleusinos. En lo alto de la Sierra Mazateca oaxaquefia no cual- quiera puede oficiar la mistica comunién de la “carne de Dios”, ni tampoco es cual- quiera a quien se le permite ir a Wirikuta en busqueda de los pequefios botones del eyotl, ni mucho menos tampoco es cualquiera quien tiene el don y el privilegio de recibir a Dios en su cuerpo. Desde el apacible suefio del patriarca Noé, producido por el producto de la vid por él mismo elaborado, hasta nuestros dias, existen el vino y los productos fermentados y destilados, mas no todos los que gustan de un buen vino devienen alcohélicos. La modernidad ha cambiado las cosas. Antes de la década de los sesenta, por lo menos en México, los “marihuanos” eran la escoria, formaban parte del lumpen pro- Jetario citadino, se fumaba en cuarteles alejados, entre la soldadera rasa, se fumaba aescondidas y en pocilgas. Hoy se debate, como asunto legislativo, su despenalizacién. En otros paises, su posesién en ciertas cantidades y su consumo son legales y estan reglamentados, es decir, ha pasado a formar parte de un cuerpo social. La cocaina era tun producto caro, solo accesible para algunos privilegiados de cierto estrato social. Hoy se consigue a la vuelta de cualquier esquina, escuela, antro o plaza pitblica. Es cierto, la oferta ha generado y posibilitado la demanda, pero ese es otro asunto com- plejo ¢ imposible de erradicar por decreto. Todo esto es producto de la modernidad. ‘También son producto de la modernidad la farmacodependencia, la toxicomania, la adiccién y todos sus agentes, que van desde el productor (y toda la larga lista de personajes enumerados al principio de este trabajo) hasta el asi llamado farmacodependiente, toxicémano o adicto, al igual que todas las categorizaciones y conceptos médicos, juridicos, epidemiolégicos y neurobiolégicos relacionados. — LA A-DICCION, UN BIEN-DECIR DEL INCONSCIENTE — 7 Lo que no es moderno, es el serhablante'' y su diccién, sea buena o mala, sea la suya un bien-decir, un mal-decir o hasta una falta de decir. De este sujeto mal-diciente (que somos todos y cualquiera de los sereshablantes) se ocupa el psicoanalisis, asi como de sus objetos (de aquellos que llamamos parciales, por supuesto). No cabe ninguna duda de que el sujeto, ese serhablante que somos todos y cual- quiera, esta no sélo tocado sino tomado por esa modernidad, por sus esquemas, moldes, estereotipos, propuestas, imagenes y objetos. Todo esto, quiérase o no, hace que ese sujeto haga suyos, de una o de otra forma, dichos atributos. De ese objeto que la modernidad llama a priori droga se ocupan otros: policias, soldados, psiquiatras, epidemidlogos, legisladores, traficantes, etc., mientras que el psicoandlisis, por lo menos el lacaniano, se ocupa del serhablante, una de cuyas consecuencias es la a-diccién. Vale, cada quien a lo suyo. "Si, escrito indisolublemente junto.

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