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Del nacimiento a los 6 años: al principio los niños muestran apego a los seres de su misma
especie (seres humanos) y normalmente prefieren a quien les cuida.
A partir de que empiezan a conocer, ya distinguen entre los conocidos y los desconocidos y
hacen apego con esos conocidos.
Los bebés muestran clara preferencia por las figuras de apego, ya que lo utilizarán más adelante
para ir ganando la independencia, tanto física como intelectual (desde el primer año hasta los
seis años). El contacto físico es necesario hasta el año. Prefieren estar con quien les cuida
habitualmente, aunque aún no rechazan a los desconocidos, esto pasa a partir del 5º mes. A
partir de este momento se crean vínculos más complejos que tienen que ver con cierta
independencia motora del niño y son capaces de reconocer a su figura de apego además de
evocarlas, por ello comienzan sus protestas en ausencia de éstas, así que el reencuentro le va a
producir una gran alegría. Podemos comprobar que el apego está establecido cuando ocurren
síntomas como reconocimiento de la figura de apego, evocación de ésta, el rechazo de
desconocidos. Cuando el apego esté bien determinado será cuando el niño se vea capacitado
para explorar el mundo, lo que conlleva su primera independencia (camina y habla). Esta
independencia no ocurre a la vez, ni a la misma edad en todos los niños.
De los 4 a los 6- 8 años, los niños ya hablan, han aplicado su conocimiento, tienen autocontrol,
y se inicia el aprendizaje escolar. A esa edad ya han elaborado los celos intrafamiliares.
En esta época, los niños lo quieren hacer todo con sus padres o con sus figuras de apego. Es el
momento más armónico familiarmente. Es cuando comienzan a ir a clase los niños, al cole. Es
en el colegio donde abre nuevos mundos y donde puede tener problemas de tipo poco grave
como reñir con un compañero etc. También puede haber problemas familiares que afecten a la
educación del niño. Lo peor que puede pasar es la muerte, desaparición de una de las figuras de
apego o la separación de los padres, ya que les genera miedos que nunca habían aparecido
porque es cuando empiezan a tener conciencia de que la gente no es eterna y que el mal
también te puede tocar a ti. Aquí lo más importantes es hacerles ver que los vínculos con ellos
son irrompibles. Esto se ha confundido con la evitación del castigo: hay que poner límites. Por
eso el problema más grave es que uno de los uno de los progenitores desaparezca. El vínculo se
rompe. Tienen que, ante esta situación, comprender el desarrollo del ciclo vital.
La escuela, ya hay que considerarla como un factor que interviene en esas edades. Con el tiempo
la escuela se ha vuelto más “amable” y acogedora (está llena de juguetes, colores, pinturas…)
en estos primeros años para que los niños tengan menos problemas para incorporarse.
Durante la adolescencia la figura de apego sigue teniendo importancia ya que los jóvenes
pueden seguir dependiendo de los padres para abrirse al mundo. A partir de ahora la relación
con los padres cambia puesto que uno se tiene que afirmar ante ellos, parece que no necesita a
los padres, pero en realidad no es así tan sólo no se precisa de su presencia tanto como antes,
incluso muchos rehúyen de la presencia de los padres. Los hijos confían en sus padres y
reconocen que no tenerlos sería una gran pérdida, pero no quieren estar con ellos. Lo quieren
como referente es lo de afuera.