Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
RESUMEN
Los conceptos de calidad surgen en la industria y en general en los negocios con el
propósito de fortalecer la percepción de los empleados de la organización sobre la
importancia de trabajar siempre con calidad y hacerlos conscientes de que la única
forma de lograrlo es mediante el desarrollo de una cultura de calidad sólida. A partir de
los años 60s esto ha sido la base de las economías desarrolladas para asegurar los
satisfactores y bienestar de su población. México no ha sido la excepción y desde los
80s se inició un fuerte movimiento de promoción y adopción de los conceptos de calidad
total para hacer más competitiva su economía ante la súbita apertura a que fue obligado
debido al inicio de la globalización que se aceleró con la aparición masiva de la
tecnología digital y de las comunicaciones. Rápidamente, las empresas mexicanas se
dieron cuenta que no era suficiente el mejoramiento de su propia eficiencia y eficacia y
de que no operaban de forma independiente, sino apoyadas por los demás sectores y
grupos sociopolíticos y económicos. Fue así que empezaron a demandar el
mejoramiento de calidad en todos los servicios, desde gobierno hasta salud y
educación. Entonces los sistemas de administración por calidad total fueron
introduciéndose en éstos hasta estar presentes prácticamente en todos los giros de la
economía, lo que a la larga traerá como consecuencia un cambio de cultura más
favorable para la competitividad del país. Sin embargo, este cambio pudiera ser muy
lento si se deja simplemente a que las fuerzas del mercado lo vayan obligando y es aquí
donde el sistema educativo debe asumir su compromiso para acelerar el cambio de
cultura entre la población, colaborando en el desarrollo de una cultura de colaboración,
aprendizaje, actitud de servicio, mejoramiento continuo e innovación y de riesgo no sólo
para adaptarse al cambio, sino para provocarlo de tal forma que logremos una
economía pro-activa que asegure el bienestar presente y futuro de la población.
INTRODUCCIÓN
Es un hecho inevitable que en esta época, casi en cualquier parte del mundo -México
no es la excepción-, la clave del éxito reside en ser competitivos, entendiendo por éxito
que la sociedad pueda obtener los satisfactores materiales y/o emocionales que le
permitan vivir con calidad. Los satisfactores pueden ser muchos y muy variados, así
como las expectativas de cada individuo con respecto al nivel de éstos; sin embargo, en
todos los casos se requiere que las organizaciones dedicadas a generar dichos
satisfactores sean competitivas. Ser competitivo significa tener la capacidad de atraer el
interés de todos los grupos socio-económicos involucrados.
Ser competitivo es cada vez más complicado, pues los consumidores demandan con
mayor intensidad niveles de calidad más estrictos, así como mejores precios y tiempos
de respuesta, la sociedad demanda mayor respeto a la ecología y los inversionistas
demandan mayor rendimiento para su capital.
Las organizaciones competitivas serán la base para que la economía de un país sea
fuerte y sólida. Todo se puede lograr si un país cuenta con una población competente,
lo cual significa gente capaz de crear e innovar, que cuente con las facultades
necesarias para desarrollar y operar sistemas tanto tecnológicos como organizacionales
que generen satisfactores de óptima calidad. Ello no significa que países como México,
cuyas economías no han podido proporcionar todos los satisfactores que requiere su
sociedad, no hayan contado con gente de calidad. Definitivamente que la ha habido y la
sigue habiendo, pero no en la proporción que se necesita para inclinar la balanza a
favor. Hace falta mucha más gente de calidad en todos los ámbitos de la actividad
humana. La calidad de una persona se presenta desde la perspectiva de los
conocimientos, habilidades, actitudes y valores de una persona que le permiten
contribuir a que la organización (empresarial, social, educativa, etc.) en la que se
desempeña profesionalmente, sea competitiva.
Los países de Latinoamérica necesitan una mayor cantidad de personas de calidad que
desarrollen y operen organizaciones altamente competitivas que puedan incursionar
exitosamente en los mercados mundiales en busca de los satisfactores que la sociedad
demanda y merece. Para esto es indispensable que conozcan tanto su situación actual
como las características de sus economías, para así poder desarrollar una cultura de
calidad y competitividad integrales. Personas de calidad pueden desarrollar y operar
organizaciones de calidad, que a su vez generarán productos y servicios de calidad.
La calidad se ha convertido en el pilar fundamental de la sociedad para enfrentar el reto
del cambio de paradigma en la forma de operar. Este cambio no es un hecho aislado
que ocurre en el tiempo, a partir del cual simplemente las cosas son diferentes. El
cambio de paradigma se refiere a un proceso de constantes cambios que ocurren en
lapsos muy cortos y a los que las organizaciones y la gente deben adaptarse
rápidamente para seguir siendo competitivas. Las razones que obligan al cambio son
muchas: los avances tecnológicos en la manufactura, en la informática y en las
comunicaciones; la evolución de los sistemas económicos y financieros mundiales; los
dramáticos cambios sociopolíticos que están sacudiendo al mundo desde fin del siglo
XX; la maduración de muchos de los segmentos de consumidores en todo el mundo; la
misma fuerza que ejercen las organizaciones en los mercados en su intento por seguir
siendo competitivas dentro de ellos, y muchas otras causas.
Todo este proceso de constantes cambios empezó a tomar importancia al término de la
Segunda Guerra Mundial y, en forma curiosa, son los países más directamente
involucrados en este conflicto quienes hoy entablan una férrea lucha por dominar los
mercados mundiales, además de que han generado el conocimiento más importante del
que se dispone para la administración y operación de organizaciones altamente
competitivas: Estados Unidos de América como el gran triunfador de la guerra por un
lado, y Japón como el gran perdedor, por el otro. Es en aquel país, y después en éste,
por influencia estadounidense, donde se empezó a gestar esta revolución de la calidad
que ahora se ha esparcido por todo el planeta.
A nivel del individuo, con una cierta cultura que en determinado momento pudiera
decidir desechar para buscar un estilo de vida más acorde con sus necesidades, el
efecto de una decisión como esta se refleja, en primer lugar, en el grupo social al que
pertenece, pero luego comienza a afectar la cultura del grupo. De lo anterior surge la
pregunta ¿Es la cultura a la que un individuo pertenece responsable de todo su
comportamiento?; es decir, ¿se está condicionado a los patrones establecidos por la
cultura donde se vive? La respuesta es que no necesariamente es así, pues todo
hombre sigue siendo dueño de su aprendizaje y en cualquier momento puede
reelaborar por sí mismo lo aprendido. Esto quiere decir que en todo momento una
persona que pertenece a una cultura, y que se comporta según sus reglas, puede
cambiar sus patrones de comportamiento con base en una decisión personal.
El concepto de la pro-actividad propuesto por Covey es esencial para el proceso de
cambio personal. Este concepto sostiene que todo estímulo que recibe un individuo
genera una reacción, la cual puede ser inconsciente o consciente. El enfoque de pro-
actividad propuesto, afirma que ante cada estímulo, el ser humano tiene la innegable
capacidad de decidir cómo va a responder.
La capacidad de cada ser humano para responder a los estímulos que le llegan es
influida por los siguientes factores:
1. Inteligencia para predecir los escenarios futuros de las diversas opciones de
respuesta.
2. Conciencia moral para decidir el mejor camino, basándose en un criterio ético.
3. Voluntad para una vez tomada la decisión, ejecutarla y reforzarla.
CONCLUSIONES
Es innegable el hecho de que las posibilidades de éxito en el desarrollo de una cultura
de calidad para responder a los retos y al cambio de paradigma, están en función de la
habilidad de las organizaciones y sobre todo del sistema educativo, para desarrollar los
hábitos característicos de ésta. El concepto de cultura es muy amplio, confuso,
intangible y, por lo tanto, difícil de definir. Por ello es necesario referirse a algún grupo
social, para poder determinar las características de comportamiento de los individuos
del mismo que definen su cultura. Sin embargo, se pueden conocer las características
culturales que debe tener una sociedad y sus individuos para enfrentar con éxito el reto
de la competitividad mundial mediante la calidad total. Existen varios estudios y teorías
que ayudan al mejor entendimiento de un patrón cultural, así como de sus diferencias
con otros. Uno de los más importantes es el de Hofstede, que se centra en cinco
dimensiones culturales. Se puede hacer referencia al valor ideal de estas dimensiones
para que la cultura sea campo propicio para la implantación de la calidad total, aunque
siempre en el entendimiento de los riesgos que implica individualizar un modelo
genérico. El cambio de la cultura organizacional requiere de individuos con una cultura
personal congruente con la que se pretende implantar en la organización. Una persona
que ha desarrollado una cultura de calidad conoce y pone en práctica su capacidad
para trabajar en equipo; el planear, controlar y mejorar los procesos con los que se
relaciona mediante el uso de las metodologías de calidad, y los hábitos y valores
relacionados con ello; además, tiene una actitud de servicio hacia los clientes tanto
internos como externos de su proceso, a quienes siempre trata de satisfacer. Las
culturas no pueden ser evaluadas o comparadas en forma objetiva. Una cultura es
exitosa en la medida en que ayuda a la sociedad a enfrentar los retos que se le
presentan. Por lo tanto, mientras los retos cambien, el patrón cultural tendrá que sufrir
modificaciones en lo referente a los hábitos, las prácticas y algunos valores. El sistema
educativo tiene un rol importantísimo en el cambio hacia una cultura de calidad total
caracterizada por individuos que colaboran en sus redes de influencia (no compiten
entre sí) en la búsqueda de innovación y el mejoramiento continuo. Para esto, las
escuelas deberán primero implementar sistemas de administración por calidad total
para transformar su organización y cambiar su cultura interna, y así estar en
condiciones de infundir los valores de calidad en la formación de sus estudiantes,
preparándolos para enfrentar un mundo cada vez más global, tecnológico e
interdependiente.