Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Derecho Privado Iii PDF
Derecho Privado Iii PDF
Definición de Contrato
Son actos jurídicos los actos voluntarios lícitos que tienen por fin inmediato
establecer entre las personas relaciones jurídicas, CREAR, MODIFICAR, TRANSFERIR,
CONSERVAR O ANIQUILAR DERECHOS.
La tesis amplia afirma que son contratos todos los actos jurídicos bilaterales patrimoniales,
cualquiera sea el efecto que persigan (crear, modificar, transferir, extinguir) y cualquiera
sea la clase de derechos patrimoniales sobre los que incidan (personales, reales,
intelectuales).
La tesis restrictiva circunscribe el uso del término a los negocios bilaterales creadores de
obligaciones, denominando a los demás "convenciones".
Las tesis intermedias: una, coincide con la amplia en cuanto a la variedad de efectos del
contrato (crear, modificar, transferir, extinguir) pero lo circunscribe al campo obligacional,
en tanto que otra, circunscribiéndolo, también, al campo obligacional, da un paso más hacia
la tesis restrictiva, pues excluye los acuerdos extintivos.
1) Pluralidad de partes
2) Consentimiento
3) Contenido
Junto con los elementos de existencia existen otros requisitos que si bien son
EXTRINSECOS al negocio, en cuanto no integran su esencia deben formar parte de la
situación INICIAL de hecho para que un contrato o acto jurídico pueda ser eficaz y no
resultar invalido. Por ese motivo se los denomina requisitos de VALIDEZ.
Aparicio enumera
- Esenciales: son aquellos sin los cuales el contrato en general o un tipo específico no
puede existir. Si hablamos de los contratos en general son los requisitos de EXISTENCIA.
En cuanto a cada figura los elementos varían: en la compraventa será el precio y la cosa.
- LEGITIMACION
- el tiempo
- lugar
Si bien en el derecho romano fueron conocidas las figuras de convención, pacto y contrato,
los primeros eran conceptos equivalentes. Y, en la actualidad, la doctrina moderna los
distingue del siguiente modo: la convención es el género aplicable a toda clase de acto o
negocio jurídico bilateral, el contrato en nuestro derecho actúa en el campo de las
relaciones jurídicas creditorias u obligacionales, y el pacto alude a cláusulas accesorias que
modifican los efectos naturales del contrato.
LIBERTAD DE CONTRATAR
Normas Imperativas
También la ley puede establecer de modo imperativo ciertos derechos a favor de la parte
mas débil del contrato que no pueden ser enervados por pactos en contrario
Orden Publico
El dato exterior de que una disposición legal no puede ser derogada por la voluntad de las
partes y constituye un limite a la autonomía de estos no es suficiente para concluir que esa
norma comprometa al orden publico.
El orden publico es un conjunto de principios subyacentes que en caso de existir en un
supuesto determinado sirven de RAZON O MOTIVO a la imperatividad de una disposición
legal sin que se confunda con ella
Al establecer la libertad de las partes para determinar el contenido del contrato, la misma
norma consagra el principio de la autonomía de la voluntad, aunque con ciertos límites.
López de Zavalía (1997) define a este principio en términos de poder; afirma que la
autonomía privada es el poder que compete a los particulares para crear normas jurídicas.
No es común a los contratos, sino a todos los negocios jurídicos, siendo la expresión
autonomía de la voluntad producto o fruto de una pasajera concepción histórica.
Clasificar los contratos significa agruparlos en categorías según sus caracteres y efectos
jurídicos.
Conviene distinguir previamente los contratos según el fin que persiguen y su objeto
inmediato:
a) Por el fin jurídico, esto es, por la clase de efecto que tienden a producir: crear, modificar,
transferir o extinguir. Bajo este aspecto, hay figuras puras que persiguen una sola clase de
fin, y las hay mixtas que tienden a fines de diversa especie (como la novación que extingue
y crea).
b) Por el objeto inmediato sobre el que inciden: derechos reales, personales, intelectuales.
Aquí también cabe hablar de figuras puras y de figuras mixtas (v.g., el mutuo transfiere la
propiedad y engendra la obligación de restituir non idem sed tantum).
c) Ambas clasificaciones pueden combinarse. El grado máximo de pureza estará dado por
aquellas figuras que persiguen un solo tipo de fin incidiendo sobre un solo tipo de objeto.
El contrato creditorio
Cuando el fin es crear, y el objeto está constituido por obligaciones, nos encontramos ante
la figura del contrato creditorio, obligatorio u obligacional.
Cabe aclarar que aun cuando el nombre de contrato creditorio en rigor sólo debería
aplicarse a la figura pura,: sea la figura pura o mixta, en tanto que uno de los efectos
principales consista en la creación de una obligación, el contrato debe ser tratado como
creditorio
Los contratos son unilaterales cuando se forman con la voluntad de un solo centro de
intereses; y son bilaterales cuando requieren el consentimiento unánime de dos o más
centros de intereses. Por lo tanto, los contratos son siempre negocios bilaterales y no se
tienen en cuenta el número de centros, sino los efectos del contrato.
Oneroso Y Gratuitos
La segunda clasificación que trae la ley en el art. 967 y 968, divide a los contratos en a
título gratuito y a título oneroso.
Según el costo de las ventajas, es decir, si al momento de celebrase traen aparejadas
ventajas para una o para las dos partes, los contratos se clasifican en onerosos o gratuitos.
A su vez, los contratos onerosos se dividen en conmutativos y aleatorios.
En la vida de relación son más comunes los contratos onerosos. En éstos, cada una de las
partes se somete a un sacrifico y cuyos extremos son equivalentes.
En los contratos gratuitos, una sola de las partes efectúa el sacrificio, y la otra sólo es
destinataria de una ventaja.
Oneroso: cuando las ventajas que procuran a una u otra de las partes no les es concedida
sino por una prestación que ella le ha hecho o que se obliga a hacerle
Los contratos son ONEROSOS cuando cada una de las partes se somete a un
sacrificio para conseguir una ventaja. Entre ésta y el sacrificio existe una RELACION DE
EQUIVALENCAI que es suficiente que tenga un carácter subjetivo en cuanto a cada parte.
Cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas, entonces el contrato se
denomina conmutativo.
Y cuando no es posible apreciar dicha relación inicialmente o ab-initio, dado que las
ventajas o las pérdidas para uno de ellos, o para todos, dependen de un acontecimiento
incierto (es decir, cuando no se sabe si acaecerá o se ignora el momento en el cual se
verificará), se dice que el contrato es aleatorio.
Contratos formales
Según la exigencia de forma para su validez, los contratos pueden clasificarse en formales
o no formales.
Son formales aquellos para los cuales la ley exige una forma para su validez, por lo que
son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma es requerida solo para
que el contrato produzca sus efectos propios, pero sin sanción de nulidad, no quedan
concluidos como tales mientras no se otorgue el instrumento previsto, pero sí valen como
contratos en los que las partes se obligaron a cumplir con determinada formalidad.
Por el contrario, son no formales cuando la ley no dispone una forma determinada para su
celebración, en cuyo caso la forma asumida sólo constituye un medio de prueba del
contrato, pero no afecta su validez.
Según la reglamentación legal, es decir, según la ley los regule especialmente o no, los
contratos se clasifican en nominados e innominados.
Contratos atípicos
El el art. 970 del Código diferencia a los contratos nominados de los innominados según si
la ley los regule especialmente o no. La sanción del Código ha venido a incorporar
contratos que antes denominábamos atípicos, fundamentalmente vinculados con los
contratos comerciales modernos, tales como la franquicia, el factoraje, la agencia, la
concesión, etc., que en la práctica comercial se utilizaban con mucha frecuencia, pero que
no tenían una regulación legal. Claramente, la realidad negocial es inagotable, por lo que
es propio que, con el transcurso del tiempo y el desarrollo de la tecnología, la gama de
contratos atípicos se amplíe. El Código, previendo esto, dispone pautas específicas sobre
las cuales deben regirse los contratos innominados, las que están especificadas en el art.
970.
Subcontrato
El Código establece una regulación expresa para el subcontrato, lo cual constituye una
novedad. Específicamente, el art. 1.069 lo define como un nuevo contrato, “a través del
cual el subcontratante crea a favor del subcontratado una nueva posición contractual
derivada de la que aquél tiene en el contrato principal. Reconocemos, entonces, la
existencia de un contrato principal que sirve de base, pero que es independiente del
subcontrato, que tiene autonomía. Y las partes se denominan: subcontratante y
subcontratado.
.
Pensamos en los contratos base en que existen prestaciones pendientes a cargo de una o
de ambas partes. En esos casos, el art. 1.070 dispone que esas prestaciones pendientes
puedan ser subcontratadas, en todo o en parte, dando lugar a la formación del subcontrato.
Lógicamente, esto es posible en la medida en que esas prestaciones no constituyan
obligaciones que deban ser cumplidas personalmente por una de las partes, en cuyo caso
la subcontratación no sería posible.
Acciones del subcontratado. A la parte subcontratada se le conceden:
Contratos de consumo
La incorporación de los contratos de consumo en el Código Civil, que antes sólo estaban
contemplados en la Ley de Defensa del Consumidor (24.240), fue uno de los temas más
discutidos en la sanción de la ley 26.994 que dio nacimiento al nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación.
Resulta valioso remitirnos a los argumentos manifestados en los “Fundamentos del
Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación” (2012), en el que se debatió
concretamente el tema. Así, se dijo:
También que, equiparado al consumidor, es quien sin ser parte de una relación de
consumo como consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios en
forma gratuita u onerosa como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar
o social, siempre que no tenga vínculo con su actividad comercial, industrial, artesanal o
profesional.
En especial cabe mencionar la figura del “consumidor expuesto”, incluido en la ley especial
dentro de la definición general de consumidor. Ello ha sido una traslación inadecuada del
Código de Defensa del Consumidor de Brasil (artículo 29), que contempla esta noción en
relación a las prácticas comerciales, pero no como noción general.
Son múltiples las formas que pueden utilizar las partes para dar a conocer sus intenciones:
“formal o no formal, positiva o tácita, o inducida por una presunción de la ley”, siempre y
cuando “la eficacia del acto no dependa de la observancia de formalidades previstas previa
y específicamente por la ley o por las partes”.
a) oralmente;
b) por escrito;
c) por signos inequívocos; o por la ejecución de un hecho
material.
La manifestación de la voluntad es tácita cuando se infiere de ciertas conductas. A
diferencia de la manifestación expresa, éstas no tienen por fin directo la exteriorización de
la voluntad, pero resultan incompatibles con una voluntad diversa. Concretamente, el
Código dispone que se da “cuando la voluntad resulta de los actos por los cuales se la
puede conocer con certidumbre”, si esa certidumbre no surge de manifestaciones directas.
Asimismo, dispone que “carece de eficacia cuando la ley o la convención exigen una
manifestación expresa”. En consecuencia, la manifestación tácita de la voluntad requiere,
para su admisión, que no se verifiquen las condiciones establecidas en el art. 264 del
Código, a saber:
Consentimiento
Noción y naturaleza. Dado que el contrato es un acto jurídico bilateral, el “consentimiento”
se impone como condición para su existencia, aunque el contrato en cuestión sea unilateral
o real. Esto es así porque el hecho de que sólo una de las partes quede obligada o que se
perfeccione con la entrega de su objeto no excluyen, en absoluto, la necesidad del referido
acuerdo.
Etimológicamente, la expresión “consentimiento” deriva del latín consensus, que proviene,
a su vez, de cum y sentire, es decir, sentir, pensar, opinar en común, lo cual supone el
acuerdo de dos o más voluntades sobre un mismo punto.
Asimismo, el Código establece una regulación expresa para los casos de cláusulas
abusivas, recogiendo principios tomados de la Ley de defensa del consumidor. Considera
que se tienen por no escritas, y, por lo tanto, no tienen efecto las cláusulas .
La sanción para las cláusulas abusivas es que se las tengan por no convenidas, es decir,
por no escritas, no produciendo ninguno de sus efectos.79
Control judicial de las cláusulas abusivas: el art. 989 del Código dispone expresamente que
el control administrativo de este tipo de cláusulas no impide su control judicial. Esto es
relevante, pues existen contratos (como, por ejemplo, los contratos de seguros que
requieren de la conformidad de la Superintendencia de Seguros de la Nación), que,
inclusive contando con dicha conformidad, pueden ser sometidos a control judicial en
relación al carácter abusivo de sus cláusulas. Si el juez declara la nulidad parcial del
contrato, simultáneamente debe integrarlo de conformidad con las reglas previstas en el
art. 964 del Código.
Oferta
Concepto
A diferencia del Código Civil reformado, el actual Código Civil y Comercial de la Nación,
define expresamente a la oferta: “La oferta es la manifestación dirigida a persona
determinada o determinable, con la intención de obligarse y con las precisiones necesarias
para establecer los efectos que debe producir de ser aceptada”.81
Requisitos
La oferta debe estar dirigida a una persona determinada o determinable, debe ser completa
y contener la intención de obligarse. Según el art. 972 del Código, son requisitos de la
oferta:
El art. 972 sólo exige que contenga las precisiones necesarias para establecer los efectos
que debe producir de ser aceptada, aunque no contenga todos los elementos constitutivos
del contrato. Esto implica que la oferta es completa aún cuando carezca de cuestiones
accesorias, lo que puede variar, lógicamente, de acuerdo con las circunstancias
particulares del caso.
En aquel sentido, en los principios UNIDROIT se establece que: “una propuesta para
celebrar un contrato constituye una oferta, si es suficientemente precisa e indica la
intención del oferente de quedar obligado en caso de aceptación”.
Invitación a ofertar
El tema de la direccionalidad de la oferta está relacionado con las ofertas hechas al público,
es decir, a personas indeterminadas. El Código diferencia la invitación a ofertar de la oferta
en sí misma.
Es decir, la oferta al público es efectiva cuando de ella surge la clara intención de obligarse.
De lo contrario, se la considera una invitación a ofertar.
Esta declaración no supone en sí misma una oferta, al faltarle la completitividad y la
voluntad conclusiva del oferente, de modo que no puede ser aceptada sin más por las
personas a las que se dirige, quienes, de interesarse en la invitación, deberán elaborar sus
propias ofertas de contrato en los términos del art. 972 del Código.
La manera de instrumentación de esta figura puede ser diversa, yendo desde las
comunicaciones públicas y generales hasta las notificaciones particulares y privadas. El
llamado a licitación privada participa de estas características.
Asimismo, el Código contiene una regulación especial para las ofertas emitidas en el marco
de contratos de consumo, específicamente, las ofertas por medios electrónicos previstas en
el art. 1.108.
misma. Tal como señala Alterini (2012), “en el derecho moderno, el oferente y, en su caso,
sus sucesores, están obligados a mantener la oferta durante el tiempo de su vigencia, a
menos que la retracten útilmente” (2012, p. 246). El oferente queda obligado a cumplir o a
indemnizar, y, en ese caso, no se trataría de responsabilidad precontractual, sino de
responsabilidad contractual. Este es el sistema que sigue nuestro actual Código, al
establecer su carácter vinculante, la posibilidad de retractación, su caducidad por muerte e
incapacidad y el deber de reparar cuando su extinción perjudica al destinatario.
Antes dijimos que la oferta es vinculante. Ahora bien, la oferta no obliga indefinidamente a
quien la emite. Por lo contrario, siempre tiene un plazo de vigencia. Puede que el oferente
lo haya fijado específicamente o no lo haya hecho. El Código sólo regula los casos en los
que no se ha fijado un plazo para la aceptación de la oferta. Y así distingue, teniendo en
cuenta la no existencia de plazo fijado, entre dos modalidades de contratación: entre
presentes o entre ausentes. Ello de conformidad con los párrafos segundo y tercero del art.
974 del Código.
En el caso de contratos entre presentes, la oferta se efectúa a una persona presente, o
bien se formula por un medio de comunicación instantáneo, sin la fijación de un plazo para
la aceptación. La oferta sólo puede ser aceptada inmediatamente; de lo contrario, pierde su
fuerza obligatoria.
En los contratos entre ausentes, en los que no se haya fijado un plazo para la aceptación,
es decir, los casos en los que hay un lapso de tiempo entre la oferta y la aceptación (a
diferencia del caso de los contratos entre presentes o por medios de comunicación
instantáneos), el oferente no queda vinculado a su oferta indefinidamente. La solución que
nos da el artículo es que la oferta tiene carácter vinculante hasta el momento en que puede
razonablemente esperarse la recepción de una respuesta, expedida por los medios usuales
de comunicación.
Aún cuando el Código no lo dice expresamente, si el oferente ha fijado un plazo de vigencia
de la oferta, la aceptación solo puede realizarse en ese plazo para que se produzca el
perfeccionamiento del contrato.
Una vez emitida la declaración contractual de oferta, puede acaecer una serie de
circunstancias que modifiquen su eficacia jurídica, en la medida en que la aceptación no se
produzca en forma inmediata.
Retractación
Es una manifestación de voluntad del oferente que tiene por efecto retirar la oferta. El
Código permite que el oferente retire libremente su oferta, en tanto el destinatario tome
conocimiento de la retractación antes de haber conocido la oferta, o en el mismo momento
de conocerla.
Este sistema difiere del seguido por el Código Civil Alemán, en el cual la oferta es
irrevocable (salvo reserva en contrario). Y no pierde vigor en caso de muerte o incapacidad
del oferente.
Así, nuestro Código establece que “la oferta dirigida a una persona determinada puede ser
retractada si la comunicación de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo
tiempo que la oferta”.94 De manera similar, en los principios de UNIDROIT, al referirse al
retiro de la oferta, se establece que “cualquier oferta, aun cuando sea irrevocable, puede
ser retirada si la notificación de su retiro llega al destinatario antes o al mismo tiempo que la
oferta”.
Debe entenderse que la retractación no sólo debe haber sido hecha, sino también remitida
en tiempo útil, de manera que sea recibida por el destinatario por lo menos hasta el mismo
momento en que llegue la oferta. En esos casos, la retractación de la oferta no acarreará
ninguna consecuencia jurídica para el oferente.
Caducidad
Supone la pérdida de eficacia de la declaración por el acaecimiento de determinados
hechos objetivos, tales como el fallecimiento o incapacitación del proponente o destinatario.
Contrato plurilateral
La oferta puede ser efectuada por varias personas y estar dirigida a uno o varios
destinatarios. Estamos ante casos de contratos plurilaterales, es decir, casos en que la
oferta emana de diferentes personas o tiene varios destinatarios.
En este sentido, el Código plantea que, en esos casos, no hay contrato sin el
consentimiento de todos los interesados.100 Es decir, para que se perfeccione el contrato
se requiere la aceptación de todas las personas que intervinieron en la oferta (en caso de
varios ofertantes) y de todos los destinatarios (en caso de que la oferta esté dirigida a
varias personas). Ello es así porque se infiere que existe la intención de que todos los
interesados sean las partes contratantes.
Ahora bien, la norma contempla la posibilidad de que por disposición legal, o de las partes,
se autorice a la mayoría a concluirlo en nombre de todos (el contrato sería concluido por
todos los ofertantes y/o destinatarios originales), o bien que se permita su celebración entre
todos los que lo consintieran (caso en el que el contrato se perfeccionaría entre los
oferentes y/o destinatarios que aceptaran la celebración en esos términos).
Aceptación
Modos de aceptación
Retractación de la aceptación
Caducidad
A diferencia del Código Civil, que no contemplaba la posible caducidad de la aceptación, y
sí la de la oferta, el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación prevé el caso genérico de
muerte o incapacidad de cualquiera de las partes (proponente o destinatario).
Aún cuando el Código se refiere a la muerte o incapacidad del destinatario de la oferta,
como un supuesto de caducidad de la oferta y no de la aceptación, brinda una solución al
caso. Concretamente, dispone la caducidad de la oferta para el caso de muerte o
incapacidad del destinatario de la oferta, producido antes de la recepción de su aceptación.
Es decir, no habiéndose perfeccionado el contrato antes de la recepción de la aceptación,
la muerte o incapacidad del aceptante anterior a ese momento, suponen su caducidad, sin
más consecuencias jurídicas. Las dudas presentes en la codificación anterior, para el
mismo caso, quedan disipadas en el nuevo Código al acogerse la teoría de la recepción y
no la de la expedición como relevante para el perfeccionamiento del contrato.
Acuerdo parcial
El Código contiene una disposición específica para el caso de los acuerdos parciales.
Dispone textualmente:
Acuerdo parcial. Los acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas,
con la formalidad que en su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los
elementos esenciales particulares. En la duda, el contrato se tiene por no concluido. No se
considera acuerdo parcial la extensión de una minuta o de un borrador respecto de alguno
de los elementos o de todos ellos.
La noción de acuerdos parciales está relacionada con la etapa de formación del contrato.
Las partes comienzan tratando determinados aspectos del contrato, que van a ser parte de
su contenido, y van arribando a acuerdos o pactos parciales. De esta manera, el contenido
del contrato se va conformando de manera progresiva, en función de los graduales
acuerdos respecto de determinados puntos del contrato. En el marco de esas
negociaciones, es posible que las partes documenten por escrito esos avances, a través de
lo que comúnmente se denomina minutas o puntualización, donde sirven de prueba los
puntos en los que han manifestado su acuerdo, o inclusive su desacuerdo.
Ahora bien, se considera celebrado el contrato cuando la totalidad de los aspectos sobre
los que debía referirse, y que las partes sometieron a discusión, fueron aprobados por los
involucrados. Es por ello que el artículo requiere:
Para que se perfeccione el contrato en estos casos, por vía de regla, el acuerdo de los
contratantes debe extenderse a todos los puntos materia de discusión. En principio, los
acuerdos fragmentarios o parciales que dejen cuestiones futuras a resolver no constituyen
oferta ni aceptación en sentido técnico, sino meras tratativas inconclusas.
No obstante, aunque el contrato sea entre ausentes, deberá ser juzgado en cuanto al
momento de perfeccionamiento por las reglas relativas a los contratos entre presentes
cuando existe inmediatez en la emisión de las respectivas declaraciones contractuales y,
correlativamente, instantaneidad en la formación del consentimiento.
Tratativas contractuales
Libertad de negociación
El Código otorga amplias libertades a las partes para realizar tratativas tendientes a la
celebración del contrato. Concretamente, el art. 990 consagra el principio de libertad de
negociación disponiendo que “las partes son libres para promover tratativas dirigidas a la
formación del contrato, y para abandonarlas en cualquier momento”. Este artículo se
corresponde con el principio UNIDROIT que establece: “Las partes tienen plena libertad
para negociar los términos de un contrato y no son responsables por el fracaso en alcanzar
un acuerdo”. Y es coherente con el principio de libertad de contratación asentado en el art.
958 del Código.
La etapa precontractual se inicia con los acercamientos serios y direccionados de los
tratantes, quienes comienzan a dialogar con miras a celebrar uno o más contratos.
“El proceso de gestación contractual comienza con el primer contacto, o acercamiento, de
quienes en el futuro serán las partes en el contrato, así como con las tratativas iniciales”
(Mosset Iturraspe, 1995, p. 108). Las partes inician los contactos, precisan los puntos de
discusión, fijan elementos y cláusulas que podrían formar parte del futuro contrato sin
originar por ello vínculo alguno, ya que durante esta etapa el contrato constituye un
esquema meramente hipotético
Este momento debe evaluarse con amplitud, dadas las dificultades de hecho que importa la
prueba de iniciación de tratativas. Si bien, como dijimos, no son idóneas para concluir el
contrato, creemos necesaria la seriedad de los acercamientos, que deben realizarse con
una razonable voluntad de contratar
eventualmente (en caso de arribar a un acuerdo), no siendo suficientes las propuestas
ambiguas o consideraciones ligeras.
Puede ocurrir que la etapa precontractual se inicie por la manifestación unilateral de una de
las partes de su voluntad de contratar, o por voluntad de ambos tratantes que se someten
al proceso de negociaciones. Pero esas manifestaciones no constituyen una oferta, pues
no llegan a cumplir con las características exigidas por el art. 972 del Código (es decir, una
manifestación unilateral de la voluntad que esté dirigida a una persona determinada o
determinable, que sea efectuada con la intención de obligarse y con las precisiones
necesarias para establecer sus efectos en caso de ser aceptada).
Asimismo, existen básicamente dos formas de conclusión de la etapa precontractual:
El régimen de la capacidad está regulado en el Capítulo 2, Título Primero, del Libro Primero
del Código Civil y Comercial.
El Código reconoce a la capacidad de derecho como la aptitud de la que goza toda persona
humana para ser “titular de derechos y deberes jurídicos”, y establece que “la ley puede
privar o limitar esta capacidad respecto de hechos, simples actos, o actos jurídicos
determinados”.
a) la persona por nacer;
b) la persona que no cuenta con la edad y grado
de madurez suficiente, con el alcance dispuesto en la sección 2ª del capítulo 2 [es decir,
todas las reglas establecidas para la persona menor de edad];
c) la persona declarada incapaz por sentencia
judicial, en la extensión dispuesta en esa decisión [conf. art. 24 Código].
El Código se refiere expresamente a los actos realizados por persona incapaz o con
capacidad restringida. Así, dispone:
Persona fallecida:
Luego de su fallecimiento, los actos entre vivos anteriores a la inscripción de la sentencia
no pueden impugnarse, excepto que la enfermedad mental resulte del acto mismo, que la
muerte haya acontecido después de promovida la acción para la declaración de
incapacidad o capacidad restringida, que el acto sea a título gratuito, o que se pruebe que
quien contrató con ella actuó de mala fe.141
Representación.
Representación voluntaria y aparente
La representación puede ser legal cuando resulta de una regla de derecho, sin tener en
cuenta la voluntad de la persona que resulta representada. Es el caso, por ejemplo, de la
representación de los incapaces.
Es orgánica cuando resulta del estatuto de una persona jurídica. Este es el caso de la
representación que ejerce el órgano de Dirección en una sociedad. El Presidente de una
sociedad tiene su representación y es en virtud de ella que cuando celebra un negocio sus
efectos se producen en cabeza de la sociedad representada.
Es voluntaria cuando resulta de un acto jurídico, y hay voluntad del representado para que
otro actúe como representante suyo. Y es aparente cuando no hay representación expresa,
pero una persona actúa de manera en que induce a otra a celebrar un acto jurídico,
haciéndolo creer, razonablemente, que está tratando con su representante, en cuyo caso la
ley entiende que se le ha otorgado tácticamente poder suficiente.
Se enumeran los casos de a) quien tiene la administración de un establecimiento abierto al
público, como apoderado para los actos propios de la gestión ordinaria; b) los empleados
para las gestiones propias de las funciones que llevan a cabo; y c) los empleados que
entregan mercaderías fuera del establecimiento, como facultados para recibir el precio de
ellas.
Efectos
Ratificación
Los artículos 370 y 371 del Código se refieren al tiempo y forma de manifestación de la
ratificación.
El poder es “la aptitud para celebrar contratos en la medida de las facultades otorgadas al
representante para comprometer directamente al representado” (Alterini, 2012, p. 283).
Los poderes generales o especiales son aquellos que le permiten al representante ejercer
una serie de actos de representación o sólo alguno específico. El Código dispone que
los poderes conferidos, en términos generales, sólo incluyan a los actos propios de
administración ordinaria y los necesarios para su ejecución. Luego enumera aquellos casos
para los cuales se requieren facultades expresas.
Copia
La ley confiere expresas facultades a los terceros para que soliciten al representante que
suscriba y entregue copia firmada por él del instrumento del que surge la representación.
Responsabilidad
El Código Civil y Comercial prevé las consecuencias para quien actúa sin representación, o
bien excede los límites de la representación conferida. La consecuencia es la
responsabilidad por los daños que la otra parte sufra por haber confiado en la
representación y en la validez del acto celebrado con quien decía ser representante o
actuar dentro de los límites autorizados. Ello en la medida en que el tercero no haya sido
culpable, o bien conociera la falta de poder o su exceso.
Extinción
c) Por la revocación del poder efectuada por el representado. Un poder puede ser
conferido de modo irrevocable, en tanto sea para actos especialmente determinados,
limitado por un plazo cierto, y en razón de un interés legítimo que puede ser solamente del
representante, o de un tercero, o común a representante y representado, o a representante
y un tercero, o a representado y un tercero. Se extingue llegado el transcurso del plazo
fijado y puede revocarse si media justa causa.
Se aplican al objeto de los contrato las disposiciones de la Sección 1ª, Capítulo 5, Título
IV, del Libro Primero del Código Civil y Comercial de la Nación.
Tal como sostiene Alterini (2012), “con el sustantivo objeto del contrato se designa a la
prestación a propósito de la cual se produce el acuerdo de voluntades y en torno a la cual
se ordena la economía del contrato” (p. 197). Él distingue entre el objeto inmediato del
contrato, que consiste en la obligación que se genera a raíz del contrato, y el objeto
mediato:
(…) que a su vez es el objeto de la obligación, vale decir, la cosa o el hecho, positivo o
negativo, que constituye el interés del acreedor. El objeto de la obligación consiste en el
bien apetecible para el acreedor sobre el cual recae su interés implicado en la
relación jurídica. (…) Así el objeto de la obligación de entregar la cosa vendida que tiene a
su cargo el vendedor es la cosa misma; esta cosa, precisamente, es lo que pretende el
comprador, acreedor de aquella obligación. El contenido de la obligación es cierta conducta
humana, a la que se designa técnicamente como prestación; se trata del comportamiento
del deudor destinado a satisfacer el interés del acreedor respecto de ese objeto. En el
ejemplo dado, el contenido de la obligación del vendedor consiste en su comportamiento
tendiente a entregar al comprador la cosa vendida, que –como vimos- es el objeto, centro
de su interés. (Alterini, 2012, p. 198).
De conformidad con lo que dispone el Código, el objeto “debe ser lícito, posible,
determinado o determinable, susceptible de valoración económica y corresponder a un
interés de las partes, aun cuando éste no sea patrimonial”.
Objetos prohibidos
El objeto de los contratos no puede ser prohibido. De conformidad con el art. 1.004:
No pueden ser objeto de los contratos los hechos que son imposibles o están prohibidos
por las leyes, son contrarios a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona
humana, o lesivos de los derechos ajenos; ni los bienes que por un motivo especial se
prohíbe que lo sean.
Esta norma se corresponde con el art. 279 que refiere al objeto de los actos jurídicos.
Determinación por un tercero [énfasis agregado]. Las partes pueden pactar que la
determinación del objeto sea efectuada por un tercero. En caso de que el tercero no realice
la elección, sea imposible o no haya observado los criterios expresamente establecidos por
las partes o por los usos y costumbres, puede recurrirse a la determinación judicial, petición
que debe tramitar por el procedimiento más breve que prevea la legislación procesal.
Los bienes futuros pueden ser objeto de los contratos. Y, en ese caso, el contrato funciona
como una promesa de transmitirlos, lo que está subordinado a la condición de que lleguen
a existir, excepto que se trate de contratos aleatorios.
Bienes ajenos, bienes litigiosos, gravados o sujetos a medidas cautelares
Los bienes ajenos pueden ser objeto de los contratos. Si el que promete transmitirlos no ha
garantizado el éxito de la promesa, sólo está obligado a emplear los medios necesarios
para que la prestación se realice y, si por su culpa, el bien no se transmite, debe reparar los
daños causados. Debe también indemnizarlos cuando ha garantizado la promesa y ésta no
se cumple. El que ha contratado sobre bienes ajenos como propios es responsable de los
daños si no hace entrega de ellos.
Los bienes litigiosos, gravados, o sujetos a medidas cautelares, pueden ser objeto de los
contratos, sin perjuicio de los derechos de terceros. Quien de mala fe contrata sobre esos
bienes como si estuviesen libres debe repararlos daños causados a la otra parte si ésta ha
obrado de buena fe.
Causa
A la causa de los contratos se aplican las disposiciones de la Sección 2ª, Capítulo 5, Título
IV, del Libro Primero de este Código. Son disposiciones vinculadas a la causa de los actos
jurídicos.
Noción
Necesidad
El art. 1.013 del Código recepta el principio de la necesidad de causa, disponiendo que “la
causa debe existir en la formación del contrato y durante su celebración, y subsistir durante
su ejecución. La falta de causa da lugar, según los casos, a la nulidad, adecuación o
extinción del contrato”.
Según Lorenzetti (2010), esta norma es necesaria para el control de la ilicitud de los
motivos, ya que se puede invalidar el acto probando la ilicitud de los motivos.
La frustración del fin será desarrollada más adelante, cuando nos refiramos al Capítulo 13
del Título II del Código, el cual regula los casos de extinción, modificación y adecuación del
contrato. Se regula un caso de resolución del contrato, por la frustración definitiva de la
finalidad del contrato. Esto está vinculado con la causa de los contratos, pues la frustración
del fin es un capítulo inherente a la causa, entendida ésta como móvil determinante, razón
de ser o fin individual o subjetivo que las partes han tenido en vista al momento formativo
del negocio. Como dijimos, más adelante estudiaremos los requisitos y sus efectos.
Todo contrato requiere una forma, entendida como un hecho exterior por el que la voluntad
se manifiesta. Seguidamente, nos referiremos a la forma de los contratos en nuestra
legislación.
La forma es el modo de ser del acto, la manera en que se hace reconocible en el medio
social. En nuestro derecho rige el principio de libertad de formas, según el 1.015 del
Código. Cuando la forma es exigida con mayor rigorismo y con carácter absoluto, es decir,
de manera constitutiva, visceral, si la misma no es observada, acarreará la nulidad del
acto.164
Ahora bien, cuando la forma requerida para los contratos lo es sólo para que éstos
produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales
mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los
que las partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad.
Si, por el contrario, la ley o las partes no imponen una forma determinada, ésta debe
constituir sólo un medio de prueba de la celebración del contrato.
Libertad de formas
En este sentido, estima Alterini (2012) que “los contratos, en principio, son no formales.
Pueden ser celebrados verbalmente, por escrito, mediante manifestaciones indirectas de la
voluntad, siempre que pueda inducirse que ésta existe” (2012, p. 214).
De igual manera, Mosset Iturraspe (1995): “La regla es la libertad de formas; la libre
elección por las partes de los modos de exteriorizar la voluntad” (p. 258).
Modificaciones al contrato
El art. 1.016 del Código dispone, en relación a la forma y a las modificaciones del contrato,
que “la formalidad exigida para la celebración del contrato rige también para las
modificaciones ulteriores que le sean introducidas, excepto que ellas versen solamente
sobre estipulaciones accesorias o secundarias, o que exista disposición legal en contrario”.
Es que, en principio, si se impone que un contrato lleve una forma determinada, parece
lógico que las modificaciones subsiguientes también respeten la forma dispuesta para el
contrato original.
La escritura pública
a) Hace plena fe sobre la realización del acto, la fecha, el lugar y los hechos que el
oficial público anuncia como cumplidos ante él o por él, en tanto esto no sea declarado
falso en juicio civil o criminal;
El art. 1.018 del Código regula el caso del otorgamiento pendiente del instrumento:
Es decir que el incumplimiento del otorgamiento del instrumento previsto trae aparejado la
conversión del negocio jurídico en una obligación de hacer, siendo aplicables las reglas
previstas para estas obligaciones, excepto que se prevea como sanción la nulidad por la
falta de la forma.
La sección 6a del título 4, del Libro I del Código, se encarga de regular los instrumentos
privados y particulares.
En cuanto al valor probatorio de los instrumentos particulares, éste debe ser apreciado por
el Juez, quien deberá tener en cuenta la coherencia entre lo sucedido y lo relatado, la
precisión y claridad técnica del texto, los usos y prácticas, las relaciones precedentes, la
confiabilidad de los soportes y de los procedimientos técnicos usados.
Es muy importante tener en cuenta que cuando un instrumento privado se presenta en un
juicio, la persona contra quien se presenta ese instrumento (cuya firma se le atribuye)
deberá declarar si la firma le pertenece. Si así lo declara, entonces ello implica un
reconocimiento de firma. Esto es sumamente relevante ya que el reconocimiento de la
firma implica el reconocimiento del cuerpo del instrumento privado, y no puede ser luego
impugnado por quien lo reconoció (excepto que hayan existido vicios en el acto del
reconocimiento).
Frente a terceros (no contratantes), los instrumentos privados tienen eficacia probatoria
solo desde su fecha cierta, la que se logra a través de hechos que crean una certeza
absoluta respecto a ella. El Código manifiesta: “adquieren fecha cierta el día que acontece
un hecho del que resulta como consecuencia ineludible que el documento ya estaba
firmado o no pudo ser firmado después”. Un ejemplo de adquisición de fecha cierta de un
instrumento privado es el otorgamiento de certificación notarial de las firmas.
Este caso implica una conversión del acto, bajo apercibimiento de que el juez lo haga a
pedido de la parte interesada. Esta solución no se aplica en los casos en que la forma está
impuesta bajo sanción de nulidad, ya que, en ese caso, se trataría de contratos solemnes
absolutos en los que la conversión no es posible.
Carga de la prueba
La expresión “onus probandi” alude a quien tiene la carga procesal de demostrar un hecho;
en este caso, la existencia de un contrato y el resto de las vicisitudes que puedan derivarse
de una relación contractual. Es un principio propio del derecho procesal que tiene múltiples
derivaciones.
Medios de prueba
Los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos para llegar a una razonable
convicción según las reglas de la sana crítica, y con arreglo a lo que disponen las leyes
procesales, excepto disposición legal que establezca un medio especial. Los contratos
que sea de uso instrumentar no pueden ser probados exclusivamente por testigos.
El Código, a través de esa norma, dispone una regla general que es la amplitud de medios
de prueba. No hay una descripción concreta de los medios de prueba, por lo que todos
serán aptos en la medida en que formen una razonable convicción según las reglas de la
sana crítica. La excepción constituye el caso de los contratos que tengan un medio de
prueba específico.
En relación a la sana crítica, como sistema de apreciación judicial de las pruebas, éste
funciona, siguiendo a Alterini (2012), de manera que
(…) el juez tiene libertad para formar un criterio sobre el caso según su convicción, pero
requiere que el juzgador exhiba el proceso de razonamiento que lo ha llevado a su
conclusión, que diga por qué tiene probado un hecho, lo que constituye una garantía para
el sujeto de derechos, ya que le permite saber la razón que motivó el pronunciamiento
judicial. (p. 434).
En el caso de los contratos formales en los que se exige una determinada forma para su
validez, es claro que la forma es esencial y debe respetarse. Si una donación de un
inmueble se hace por instrumento privado, poco importará que se pruebe esta
circunstancia, ya que la escritura pública es exigida bajo pena de nulidad.
Sin embargo, en otros casos, cuando la forma se aconseja a los efectos de la prueba del
contrato, entonces también se puede lograr ese cometido (probar el contrato) por otros
medios.
El art. 1.020 del Código dispone:
Prueba de los contratos formales. Los contratos en los cuales la formalidad es requerida a
los fines probatorios pueden ser probados por otros medios, inclusive por testigos, si hay
imposibilidad de obtener la prueba de haber sido cumplida la formalidad o si existe principio
de prueba instrumental, o comienzo de ejecución. Se considera principio de
prueba instrumental cualquier instrumento que emane de la otra parte, de su causante o de
parte interesada en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato.
De conformidad con ese artículo, los contratos a los que la ley les asigna una formalidad
específica (a los efectos de su prueba) pueden ser probados por otros medios de prueba.
El artículo se refiere a la imposibilidad de obtener la prueba designada por ley justamente
por no haber cumplido con la forma requerida o por la imposibilidad de presentarla a los
efectos requeridos.
Cobra, en estos casos, especial relevancia la noción de principio de prueba por escrito,
entendida como la existencia de cualquier instrumento que emane de la otra parte, de su
causante o de parte interesada en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato.
Como señala Alterini (2012), “el principio de prueba por escrito constituye un indicio,
resultante de un instrumento no firmado por la otra parte que, teniendo relación directa con
el contrato, resulta elemento de juicio útil para tenerlo por probado” (2012, p. 449).
Aun cuando el Código Civil y Comercial de la Nación no incluye una disposición expresa
vinculada a la utilización de medios electrónicos, la utilización cada vez más difundida de
estos medios en la contratación no puede ser negada. Entendemos que su falta de
mención no significa que no se le atribuya valor probatorio. Por lo contrario, las diferentes
modalidades que supone el uso de la tecnología para la celebración de los contratos
constituyen medios de prueba en los términos del art. 1.019 del Código.
Esto está estrictamente vinculado con el valor que se le atribuye a la información en
materia de contratos y cobra mayor relevancia en materia de contratos de consumo. En
contratación con consumidores, el Código impone una obligación muy fuerte a cargo del
proveedor en relación a la información (contenido y modo) brindada al consumidor respecto
de todos los elementos y condiciones de la contratación, y lo sumamente novedoso es que
esta obligación comprende el suministro de información respecto del uso de la tecnología
para concretar la contratación. Esto está regulado en la sección 2a del capítulo 2, del título
III, del Libro III del Código.
VICISITUDES
Excepción de incumplimiento
Si bien se ha manifestado que las convenciones forman para las partes una regla a la cual
deben someterse como a la ley misma, frente al incumplimiento emerge el derecho a favor
de la parte cumplidora de exigirle a aquélla, judicialmente, la satisfacción de las
prestaciones objeto del contrato.
Existen diversas alternativas frente al incumplimiento. Una de las posibilidades es la
suspensión del cumplimiento. En el caso de los contratos bilaterales (es decir, cuando las
partes en el momento de la celebración se obligan recíprocamente cada una con una
prestación), donde existen prestaciones que deben cumplirse simultáneamente por las
partes (es importante tener en cuenta a qué casos es aplicable esta figura), ante el
incumplimiento de una de las partes, la otra puede suspender el cumplimiento de las
prestaciones que le correspondan. Ello, hasta tanto la contraria cumpla u ofrezca cumplir.
(Suspensión del cumplimiento) (1) Cuando las partes han de cumplir simultáneamente,
cada parte puede suspender el cumplimiento de su prestación hasta que la otra ofrezca su
prestación. (2) Cuando las partes han de cumplir de modo sucesivo, la parte que ha de
cumplir después puede suspender su cumplimiento hasta que la parte que ha de hacerlo
primero haya cumplido.
Tutela preventiva
Asimismo, el Código contempla una suerte de tutela preventiva en los casos en los que
(aún no existiendo incumplimiento todavía de la otra parte), una de ellas sufre “un
menoscabo importante en su capacidad para cumplir, o en su solvencia”. Esa situación
provoca que la otra parte tenga incertidumbre respecto a la posibilidad de que la otra
cumpla, lo que supone una amenaza de daños en sus derechos.
Sujetos responsables
El saneamiento abarca las garantías de evicción (parágrafo 2 de la Sección 4 del Título II,
del Libro Tercero del Código) y de vicios ocultos (parágrafo 3 de la Sección 4 del Título II
del Libro Tercero del Código). Estas garantías son cláusulas naturales en los contratos a
título oneroso. Tal como señala Garrido Cordobera (2015), la diferencia entre estas dos
instituciones, en términos generales, es que la primera (la evicción) tiende a defender al
adquirente frente a la turbación de derecho y se concreta por la actividad del enajenante,
en el juicio, para proteger el derecho del adquirente. La segunda (la garantía por vicios
ocultos) no está fundada en un cuestionamiento del derecho a la cosa o de la existencia de
un derecho sobre la misma sino, en cambio, en que la cosa enajenada tiene vicios ocultos,
que, al manifestarse, la destruyen o la tornan inadecuada para el fin determinable de su
adquisición, por lo cual el vendedor es deudor de esta garantía.
Como dijimos, en los contratos a título oneroso, estas garantías son cláusulas naturales.
Por lo tanto, esta responsabilidad por saneamiento existe aunque no haya sido dispuesta
por las partes. Sin embargo, en ejercicio de su libertad de contratación, las partes pueden
ampliar estas garantías, disminuirlas e incluso suprimirlas. Ello de conformidad con el art.
1.036 del Código.
Interpretación restrictiva de la disminución de la responsabilidad por saneamiento
A pesar de la libertad que el art. 1.036 del Código les da a las partes para fijar los
alcances de la responsabilidad por saneamiento, luego dispone expresamente
una regla: la interpretación restrictiva que debe hacerse de aquellas cláusulas que
suprimen y/o disminuyen la responsabilidad por saneamiento. Creemos que esta norma se
incluye a los efectos de evitar abusos a través de cláusulas que limiten esta
responsabilidad y perjudiquen al co- contratante.
De manera coherente con lo que hemos dicho, el Código prevé circunstancias en que las
cláusulas de limitación y disminución de la responsabilidad se tienen, directamente, por no
convenidas. Es decir, dichas cláusulas no producen efectos. A saber:
Ya dijimos que la obligación de saneamiento comprendía tanto la evicción como los vicios
ocultos. Concretamente, la responsabilidad por evicción es la que asegura que el derecho
transmitido exista y sea legítimo. Esto comprende:
Exclusiones
La responsabilidad por evicción también tiene exclusiones, es decir, casos en los que el
transmitente no es responsable. A saber:
a) cuando las turbaciones de hecho sobre el bien son
causadas por terceros. Como dijimos anteriormente, el transmitente sólo es
responsable cuando esas turbaciones de hecho son causadas por su parte.
Cuando se inicia un juicio en contra del adquirente de la cosa, del que puede resultar la
evicción de la misma, entonces el deudor de la garantía de evicción (garante) debe
comparecer en ese juicio en defensa del adquirente. Esto es lo que se denomina citación
por evicción, y está contemplado en el art. 1.046 de nuestro Código. Cada régimen de
procedimiento provincial determinará la intervención del garante, pero nuestra ley aclara
que el adquirente puede seguir actuando en el proceso.
Gastos de defensa
Vinculada con la citación por evicción, se prevé que el garante asuma los gastos de
defensa que ha debido afrontar el adquirente en el proceso judicial. Para que el adquirente
pueda cobrarlos, la ley le requiere que a) cite al garante al proceso en los términos del art.
1.046 del Código; b) que en caso de haberlo citado y el garante haberse allanado, no
continúe con la defensa y sea vencido.
Cesación de la responsabilidad
Las partes pueden ampliar la garantía por vicios ocultos, de conformidad con la
disponibilidad que les confiere el art. 1.036 del Código.
Todas estas constituyen ampliaciones de la garantía legal por vicio. En ese sentido es que
se puede establecer que:
De conformidad con lo que venimos exponiendo, analizaremos los casos en los que no hay
responsabilidad por defectos ocultos. Uno de esos casos se refiere a:
La ley le impone una carga al adquirente ante la existencia de defectos ocultos: denunciar
al garante la existencia de los mismos en un plazo determinado. El plazo para el ejercicio
de esta carga es de 60 días de la manifestación del vicio.
En algunos casos, el vicio no se manifiesta en un solo instante, sino que aparece
gradualmente. En ese caso, el plazo de 60 días se cuenta desde que el adquirente estuvo
en condiciones de advertirlo.
La consecuencia del incumplimiento de la carga de denunciar el defecto en el plazo
establecido trae aparejada la extinción de la responsabilidad por defectos ocultos. Ahora
bien, esta responsabilidad no se extingue si el enajenante conocía o debía conocer la
existencia de los vicios, es decir, cuando existe mala fe del enajenante.
Asimismo, la caducidad de esta garantía caduca de pleno derecho por el transcurso del
tiempo, dependiendo si se trata de cosas inmuebles (tres años desde la recepción de la
cosa), o mueble (seis meses desde la recepción o puesta en funcionamiento, lo que sea
posterior).
Régimen de las acciones
La resolución del contrato por parte del adquirente de la cosas es posible cuando: a) existió
un vicio redhibitorio (con todas las características enumeradas en el art. 1.051 inc. b); b) si
las partes ampliaron las garantías estableciendo esta posibilidad de resolución del contrato.
Defecto subsanable
Cuando la cosa se pierde o deteriora como consecuencia de los defectos que tenía,
entonces el garante es responsable de esta pérdida o deterioro. Esta norma es coherente
con todo lo desarrollado anteriormente.
Extinción
Frustración de la finalidad
La ley contempla un caso particular de resolución del contrato, entendida como la extinción
por la frustración definitiva de la finalidad del contrato. En este caso, se quiebra la causa
del contrato.
Esta teoría no había tenido recepción legislativa antes de la reforma introducida por ley
26.994.Sin embargo, su uso se había extendido jurisprudencialmente y ha tenido mucho
desarrollo doctrinario.
A través del art. 1.090 del Código se autoriza a la parte perjudicada por la frustración de la
finalidad del contrato a declarar su resolución.83 Ello en tanto se den ciertas condiciones. A
saber:
Imprevisión
Este instituto se encuentra regulado en el art. 1.091 del Código, el cual establece:
Si en un contrato conmutativo de ejecución diferida o permanente, la prestación a cargo de
una de las partes se torna excesivamente onerosa, por una alteración extraordinaria de
las circunstancias existentes al tiempo de su celebración, sobrevenida por causas ajenas a
las partes y al riesgo asumido por la que es afectada, ésta tiene derecho a plantear
extrajudicialmente, o pedir ante un juez, por acción o como excepción, la resolución total o
parcial del contrato, o su adecuación. Igual regla se aplica al tercero a quien le han sido
conferidos derechos, o asignadas obligaciones, resultantes del contrato; y al contrato
aleatorio si la prestación se torna excesivamente onerosa por causas extrañas a su álea
propia.
La teoría de las bases del negocio jurídico estima que, para la celebración de un contrato,
las partes tienen en cuenta ciertas circunstancias básicas que son propias del negocio
jurídco en cuestión, por ejemplo, la equivalencia en las contraprestaciones. De tal manera,
si esas circunstancias básicas no se dan (como si se arrienda un balcón para presenciar un
desfile que no se lleva a cabo, hipótesis contemplada por la jurisprudencia inglesa en los
denominados Casos de la Coronación de Eduardo VII) o si ulteriormente resultan
modificadas (como cuando se encarece súbitamente el valor de mercaderías vendidas a un
precio fijo), el acto deviene ineficaz por insubsistencia de las bases que lo sustentaron.
(Alterini, 2012, p. 403).
Uno de los supuestos que frecuentemente nos lleva a considerar la teoría de la imprevisión,
es la inflación, la que no siempre puede tornar aplicable esta teoría, en tanto en épocas de
inflación, al celebrar contratos, las partes deben contemplar las consecuencias que tendrá
la inflación sobre sus obligaciones.
Desindexación Nº 23.928 y con una autoridad económica que había descartado de plano la
alteración de la paridad cambiara de un peso equivalente a un dólar, es un hecho
indudablemente imprevisible. En conclusión, la mayoría de la doctrina sostiene que la
devaluación monetaria brusca y no prevista abre el camino para invocar imprevisión.
Luego, tanto la "onerosidad excesiva" como el hecho desencadenante que debe ser
"extraordinario en atención a las circunstancias existentes al tiempo de la celebración",
quedan librados al arbitrio judicial.
Por último, se debe hacer referencia a los efectos dados por los extremos del instituto, es
decir, a requerir (extrajudicialmente o judicialmente) ya sea la vía de la resolución total o
parcial del contrato o la de su adecuación.
Lesión. Evolución
La rescisión bilateral
(…) cabe concluir que es aplicable a todo tipo de contrato, bilateral o unilateral, sin que
importe que las prestaciones estén a cargo de una o de ambas partes, mientras no se
hayan ejecutado y estén pendientes. (…) La bilateralidad de la rescisión es requerida no
porque hay correspondencia bilateral de prestaciones sino porque fueron necesarias dos
voluntades para crear el contrato. Es bilateral, entonces, no en razón de las prestaciones
debidas — concepto de bilateralidad aplicable a la clasificación del los contratos— sino en
razón de las voluntades que los gestaron, concepto de bilateralidad aplicable a la
clasificación de los actos jurídicos”. (Leiva Fernández, 2015, p. 636).
La rescisión implica dejar sin efecto el contrato (rescindir un contrato significa dejarlo sin
efecto, por medio de lo que en la ciencia jurídica se conoce como distracto60). Y ello sólo
opera ex nunc, es decir que la rescisión, excepto se pacte lo contrario, sólo tiene efectos
para el futuro y no afecta derechos de terceros.
El contrato también puede ser extinguido por la declaración de una de las partes. Esta
declaración puede ejercitarse a través de diferentes mecanismos: rescisión unilateral,
revocación o resolución, dependiendo de los casos en los que el propio contrato o la ley
permitan tal facultad. Sobre la primera:
La revocación es la facultad de una de las partes de dejar sin efecto un acto en las
circunstancias previstas y sancionadas por el legislador. No es exclusiva del ámbito
contractual, pues aparece en materia de testamentos y legados. (…) Tanto la revocación
como la rescisión dejan subsistentes los efectos ocurridos en el período transcurrido desde
la existencia del contrato hasta su cesación como consecuencia de la revocación o
rescisión. (Garrido Cordobera, 2015, p. 201).
Operatividad de los efectos de la extinción por declaración de una de las partes
Operada la extinción del contrato (ya sea por rescisión, revocación o resolución), las partes
deben darse lo que han recibido como consecuencia del contrato, o su valor, aplicándose
las normas de las obligaciones de dar para restituir (contempladas en los artículos 759 a
761 del Código66).
El Código, además, establece algunas reglas adicionales para el caso de los contratos
bilaterales:
a) la restitución debe ser recíproca y simultánea;
b) las prestaciones cumplidas quedan firmes y producen
sus efectos en cuanto resulten equivalentes, si son divisibles y han sido recibidas sin
reserva respecto del efecto cancelatorio de la obligación;
c) para estimar el valor de las restituciones del acreedor, se
toman en cuenta las ventajas que resulten o puedan resultar de no haber efectuado la
propia prestación, su utilidad frustrada y, en su caso, otros daños.
En los casos en que hubo ejecuciones parciales del contrato por parte de quien ha
incumplido (entendido como parte deudora), entonces el acreedor (cumplidor) solo puede
resolver íntegramente el contrato en tanto y en cuanto la prestación parcial, ejecutada de
esa manera, no le produzca ningún beneficio o interés.
Es sumamente relevante que comprendan los casos en los que el incumplimiento puede
motivar la resolución de los contratos bilaterales con prestaciones recíprocas. Es que no
cualquier incumplimiento puede justificar este mecanismo de extinción. El incumplimiento
debe ser esencial, evaluando este carácter en relación a la finalidad del contrato.
De conformidad con el art. 1.085 del Código, cuando en el marco de un proceso judicial de
cumplimiento de contrato se dicta una sentencia que ordena el cumplimiento, condenando
al deudor, la ley prevé que esta resolución lleva implícita el apercibimiento de que si no se
cumple la condena en la etapa de ejecución de sentencia, entonces el acreedor puede
optar por la resolución del contrato.
(...) en el presente artículo se autoriza el uso del jus variandi ya dentro del proceso judicial y
se establece que ante el incumplimiento de la sentencia que condena a efectuar la
prestación, es decir, a cumplir, el acreedor puede optar por dirigir el procedimiento hacia la
resolución e indemnización de daños y perjuicios sin necesidad de incoar otro proceso.
(Leiva Fernández, 2015, p. 672).
Cláusulas resolutorias
El art. 1.086 del Código viene a incorporar la regulación del pacto comisorio expreso.
Así es que permite que las partes puedan establecer que la resolución del contrato se
produzca ante determinados incumplimientos. Pueden pactar que el pacto comisorio se
ejerza ante incumplimientos de carácter general o ante otros más específicos, ya que en
ejercicio de su autonomía de la voluntad pueden decidir la relevancia que los
incumplimientos puedan tener en el marco específico del contrato celebrado.
Es claro que algunos incumplimientos de por sí justifican el ejercicio de la facultad
resolutoria. Pensemos, por ejemplo, en el caso de una compraventa en la que, quien debe
pagar un precio en dinero, no lo hace.
Pero hay otro tipo de incumplimientos que son más dudosos, pues pueden tratarse de
deberes secundarios de conducta que no están ligados con las obligaciones principales del
contrato. Pues bien, el art. 1.086 le da a las partes la posibilidad de que definan qué
incumplimientos justificarían el ejercicio del pacto comisorio.
El pacto comisorio expreso “es una cláusula accidental del contrato en virtud de la cual la
parte cumplidora tiene derecho a resolver el contrato ante el incumplimiento de la otra”
(Alterini, 2012, p. 456). Como dijimos, el art. 1.086 del Código regula este instituto.
Para que produzca efectos, la parte que ejerce el pacto comisorio debe comunicarle a la
incumplidora, de manera fehaciente, su intención de resolver el contrato.
Algunos casos previstos por la ley: en el contrato de cuenta corriente bancaria (art. 1.404
inc. a del Código); en el caso de la revocación del mandato (art.
1.332 del Código), el desistimiento unilateral de la obra por el
locatario de obra (art. 1.261 del Código) y en el contrato de comodato (arts. 1.539 y 1.541
del Código).
Concepto
El art. 1.123 del Código Civil y Comercial establece que hay compraventa cuando una de
las partes contratantes (llamada vendedor) se obliga a transferir la propiedad de una cosa,
y la otra parte (llamada comprador) se obliga a pagar por ella un precio en dinero.
Este contrato no supone transferencia de la propiedad, ni la entrega específica del precio
pactado, sino la obligación de hacerlo. La obligación es válida aún en la llamada
compraventa manual o al contado, que se consuma y concluye en forma instantánea con la
entrega simultánea de la cosa y el precio.
La compraventa tiene una inmensa importancia en las relaciones económicas y jurídicas de
los hombres; con frecuencia traspasa las fronteras y adquiere un interés internacional.
Respecto a sus caracteres, se encuentran los siguientes:
b) Es consensual, porque produce todos sus efectos por el sólo hecho del
consentimiento y sin necesidad de la entrega de la cosa o del precio.
d) Es oneroso.
Ahora bien, sí se aplican las reglas del contrato de obra, que más adelante estudiaremos, si
quien encarga la manufactura o producción de las cosas tiene también la obligación de
proporcionar una porción substancial de los materiales necesarios.
Asimismo, se delimita la compraventa de la permuta, señalando que si el precio consiste
parte en dinero y parte en otra cosa, el contrato es de permuta si es mayor el valor de la
cosa, y de compraventa en los demás casos.
La cosa y el precio
Existen elementos comunes a todos los contratos (la capacidad y el consentimiento, por
ejemplo), y otros elementos que le son propios a cada uno de ellos. En el caso del contrato
de compraventa, los elementos propios son: la cosa y el precio, tal como surge de la
definición establecida por el art. 1.123 del que resultan claramente identificables estos
elementos.
La cosa
En cuanto a la cosa pasible de ser vendida, el Código establece en su art. 1.129 que
“pueden venderse todas las cosas que pueden ser objeto de los contratos”. 7 Por lo tanto,
serán aplicables las normas vinculadas al objeto de los contratos reguladas en el capítulo 5
del Título II “Contratos en general” del Libro III, así como las disposiciones de la sección 1,
Capítulo 5, Título IV del Libro I referidas al objeto de los actos jurídicos.
El Código regula los casos de cosa cierta que dejó de existir, cosa futura y cosa ajena en
los artículos 1.130, 1.131 y 1.132, respectivamente:
a) La cosa cierta deja de existir: como la cosa es un elemento propio del contrato, si se
trata de la venta de una cosa cierta que deja de existir al tiempo de perfeccionarse el
contrato, entonces éste no produce efecto alguno. En cambio, si deja de existir pero
parcialmente, el comprador interesado en la cosa, aun cuando exista en parte, podría
requerir la entrega de esa parte con la correspondiente reducción del precio en forma
proporcional. Asimismo, las partes pueden asumir expresamente el riesgo de que la cosa
deje de existir, ya sea porque haya perecido o esté dañada, en cuyo caso el comprador no
puede exigir el cumplimiento del contrato.
b) Cosa futura: se pacta la venta de una cosa que, al momento de la celebración del
contrato, todavía no existe. Por ello es que el contrato queda supeditado a la condición de
que la cosa llegue a existir. Es éste un contrato sujeto al régimen de las obligaciones
condicionales. De igual manera que en el caso del punto “a”, el comprador puede asumir
expresamente el riesgo de que la cosa no llegue a existir, sin poder reclamar esto al
vendedor cuando la no existencia de la cosa no haya obedecido a su culpa.9
c) Cosa ajena: la venta de la cosa total o parcialmente ajena es válida. El Código remite
a los casos en que se permite que los bienes ajenos constituyan el objeto de los contratos,
de conformidad con el art. 1.008 del Código. En ese sentido, debe tenerse en cuenta la
extensión de la promesa del vendedor para poder conocer sus efectos; así:
El precio
El precio es otro de los elementos del contrato de compraventa. Para que éste último
quede legalmente configurado, es preciso que el precio reúna las siguientes características:
Determinación del precio por un tercero: se prevé la posibilidad de que sea un tercero el
que determine el precio, ya sea que a éste se lo designe en el contrato o con posterioridad.
En caso de que no hubiere acuerdo sobre el tercero, o que por cualquier motivo éste no
quiera o no pueda determinar el precio, entonces será el juez quien fije el precio.
Como regla general, se establecen plazos para dar certeza jurídica y para no impedir o
dificultar el tráfico de modo permanente. Se dispone que puedan establecerse por un plazo
que no supere los 5 años para las cosas inmuebles y los 2 años para las cosas muebles.
En caso de que las partes opten por fijar un plazo mayor, este se reduce al máximo legal
de 5 o 2 años de acuerdo con el caso. Se trata de un plazo perentorio y que no puede ser
prorrogado.
Boleto de compraventa
La figura del boleto de compraventa fue incorporada al Código Civil por medio de la ley
17.711 a través del artículo 1185 bis y del agregado de una parte final al artículo 2355. La
mención en esos dos artículos, sumada a las disposiciones de los arts. 1184 y 1185, ha
provocado ríos de tinta sobre la naturaleza jurídica de esta figura jurídica. Hay quienes
caracterizan a este acuerdo como un precontrato. Desde esta perspectiva, el boleto
de compraventa inmobiliaria, celebrado mediante instrumento privado no puede ser
entendido como un contrato definitivo que permite la transmisión o constitución de un
derecho real. Es pues un “antecontrato” o acuerdo previo, o “contrato preparatorio”, o
“precontrato” que genera los efectos propios de esos actos, pero de ninguna manera reúne
los requisitos sustanciales que la ley privada exige. (…) La posición que se ha logrado
imponer en doctrina es la que indica que el boleto de compraventa importa un contrato en
que las partes se obligan válidamente a celebrar un contrato de compraventa de inmuebles.
Este contrato del artículo 1185 es sin duda alguna un contrato verdadero, firme, serio,
definitivo y perfecto, pero no como contrato de compraventa sino como contrato que obliga
a concluir el de compraventa (…). Ello en alusión al régimen del Código Civil derogado. En
cuanto a la ley 26.994, no ha “esclarecido la cuestión de la naturaleza jurídica del boleto de
compraventa, pues no lo define ni determina sus alcances. En cuanto a las consecuencias
para las partes, podrá recurrirse a lo establecido en la parte general, especialmente lo
previsto por el art. 1018” (otorgamiento pendiente del instrumento). (Crovi, 2014, pp. 35-
36).
En la Sección 8ª del Código Civil y Comercial se regula la figura del boleto de compraventa
de inmuebles. La normativa lo contempla en los artículos 1.170 y 1.171.
En relación a esto, en los “Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la
Nación” (2012) se dispone:
El art. 1.170 se refiere a la prioridad que tiene el adquirente de buena fe sobre terceros que
trabaron medidas cautelares sobre el inmueble, enumerando una serie de supuestos:
a) Cuando el comprador contrató con quien es el titular registral del inmueble o puede
colocarse en la posición de quien contrató con el titular mediante un eslabonamiento
perfecto con esos adquirentes sucesivos.
b) Cuando el comprador pagó un mínimo del 25% del precio antes de que la cautelar
fuera trabada.
c) Cuando el boleto tiene fecha cierta (al respecto, nos remitimos a lo explicado en
relación a la fecha cierta de los instrumentos privados, de conformidad con el art. 317 del
Código).
La consecuencia de ello es que el juez deba disponer que se otorgue a favor del comprador
la correspondiente escritura pública. De esta manera, el art. 1.171 considera que para que
el boleto de compraventa sea oponible al concurso o quiebra del vendedor, los requisitos
son: a) que tenga fecha cierta; b) que el comprador sea un adquirente de buena fe; c) que
el comprador haya abonado más del 25% del precio convenido.
En estos textos se alude a la obligación nuclear y típica del contrato, transferir y pagar el
precio, así como a los deberes colaterales, los cuales son absolutamente diferentes en
cuanto a su entidad y funciones. Sin embargo, se ha mantenido la idea de incluirlos en un
solo artículo para cada parte, porque de este modo queda claro que el vendedor o el
comprador tienen un plexo de obligaciones y deberes, si bien de distinta entidad. Es labor
de la doctrina desarrollar aisladamente cada uno de ellos. (Comisión para la elaboración
del proyecto de Ley de reforma, actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial
de la Nación, 2012, p. 140, recuperado de http://goo.gl/rGbU0F).
a) Conservar la cosa:
Esta obligación no surge directamente de los artículos 1.137 a 1.140 que enumeran las
obligaciones del vendedor, pero sí de otras disposiciones
aplicables a este contrato. Así, se menciona al art. 746 que regula las obligaciones de dar,
disponiendo que el deudor de una cosa cierta debe conservarla en el mismo estado en que
se encontraba cuando contrajo la obligación (Esper, 2015).
Atento que el vendedor debe entregar la cosa, entonces también está obligado a
conservarla sin cambiar su estado, hasta el momento en que haga efectiva la entrega, por
lo que es un cargo inherente a la obligación de entrega. Se la caracteriza como una
actividad preparatoria que pondrá el vendedor en condiciones de cumplir su promesa. La
custodia no es, por tanto, una prestación en sentido técnico ni puede ser objeto del reclamo
del comprador por sí misma. Lo que a éste le interesa es que la cosa se le entregue. No
hay, pues, una custodia-deber, como la del depositario, sino solamente la carga propia de
todo deudor de preparar y hacer posible el cumplimiento de la prestación.
Los gastos de conservación de la cosa corren por cuenta del vendedor, pues eso es lo que
está dispuesto respecto de los gastos de entrega, (art. 1.138) y ya se ha dicho que la
custodia no es sino un aspecto de la entrega. Pero no hay inconveniente en que las partes
estipulen lo contrario, puesto que, en este sentido, rige la autonomía de la voluntad y las
normas a que se hace referencia operan como derecho supletorio en caso de que las
mismas nada hayan dicho.
b) Transferir la propiedad de la cosa:
Por otra parte, los gastos de entrega y los vinculados a la obtención de los instrumentos
necesarios para concretar la transferencia, en principio están a cargo del vendedor.
Decimos en principio porque ello es así en tanto no se pacte lo contrario, existiendo libertad
para convenir quien resultará responsable de ello.
Por las garantías de evicción y vicios redhibitorios de conformidad con las disposiciones de
la parte general de los contratos.
Respecto al comprador, el Código regula sus obligaciones en el art. 1.141. Ellas son:
De acuerdo con el Código, esto requiere el pago de los gastos de recibo, incluidos los de
testimonio de la escritura pública y los demás posteriores a la venta.
El Código no enumera cuáles son concretamente estos gastos, pero en gran medida están
vinculados a los usos y costumbres. El costo del testimonio de la escritura pública involucra
a las compras de inmuebles y al resto de las transferencias onerosas a las que se
refiere el art. 1.124, e involucra los demás gastos notariales, tales como los honorarios de
los escribanos intervinientes, costos de los timbrados, etc., que son abonados por los
compradores. Hay gastos posteriores a la venta, como, por ejemplo, los gastos de
inscripción, tasas y otros derivados del contrato (Esper, 2015).
El Capítulo 26 del Título IV del Libro Tercero del Código Civil y Comercial de la Nación
regula la cesión de derechos y la cesión de deudas.
Cesión de derechos
Concepto
Se establece que hay contrato de cesión cuando una de las partes transfiere a la otra un
derecho. Se aplican a la cesión de derechos, siempre que no haya reglas específicas
establecidas en el capítulo 26 del Código, las reglas de:
a) La compraventa, cuando la cesión se hizo con la
contraprestación de un precio en dinero.
b) La permuta, cuando la cesión se hizo mediante la
transmisión de la propiedad de un bien.
Es formal, ya que la cesión debe hacerse por escrito, sin perjuicio de los casos en que se
admite la transmisión del título por endoso o por entrega manual. Deben otorgarse por
escritura pública: la cesión de derechos derivados de un acto instrumentado por escritura
pública; la cesión de derechos hereditarios; la cesión de derechos litigiosos. Si la cesión no
involucra derechos reales sobre inmuebles, también puede hacerse por acta judicial.
Puede ser onerosa o gratuita. En el primer caso (venta, permuta), será bilateral y
conmutativa porque las prestaciones son recíprocas y se presumen equivalentes; en el
segundo (donación), será unilateral.
Objeto
En cuanto al objeto, la norma es amplia: todo derecho puede ser cedido, excepto que lo
contrario resulte de la ley, de la convención que lo origina, o de la naturaleza del derecho.
No pueden cederse los derechos inherentes a la persona humana.
Respecto a la forma de la cesión, como regla general, se requiere que se haga por escrito,
sin perjuicio de los casos en que se admite la transmisión del título por endoso o por
entrega manual.
Asimismo, existen casos en que se requiere su otorgamiento mediante escritura pública: a)
la cesión de derechos derivados de un acto instrumentado por escritura pública; b) la
cesión de derechos hereditarios; c) la cesión de derechos litigiosos y d) si la cesión no
involucra derechos reales sobre inmuebles, también puede hacerse por acta judicial.
Cesión de créditos. Concepto. Tipos. Efectos entre partes y con relación a terceros.
Oportunidad del traspaso del crédito. Garantías
Los pagos del crédito que efectuare el deudor cedido, antes de la notificación de la cesión,
lo liberan (así como cualquier otra causa de extinción de la obligación). Esto es así, ya que
de conformidad con el art. 1.620, la cesión sólo tiene efectos una vez notificada por los
medios previstos expresamente, por lo que, antes de ello, no puede ser oponible al cedido.
Cesión de deudas
En la Sección 2a del Capítulo 26, Título IV, del Libro Tercero, el Código Civil y Comercial
de la Nación regula la cesión de deuda, la asunción de deuda y la promesa de liberación.
Concepto: hay cesión de deudas cuando acreedor, deudor y un tercero convienen que éste
último debe pagar la deuda, sin que exista novación de la obligación. Esto exige
conformidad de los tres: del acreedor, del deudor original y del tercero que se hace cargo
de la deuda. Si, en cambio, el acreedor no prestara conformidad para la cesión de la deuda
de la cual es acreedor con la consecuente liberación del deudor, el tercero será un deudor
subsidiario.
Como señala Alterini (2012), “las relaciones negociales, en el mundo moderno son
esencialmente dinámicas y el contrato -en cuanto sirve como título para la obtención de
bienes- frecuentemente debe sufrir mutaciones en algunos de sus sujetos” (2012, p. 427).
Y continúa, “en el mundo real de los negocios actuales, que suele pertenecer a los
megacontratos, es frecuente que por diversas causas (…) uno de los contratantes quiera
separarse del contrato en curso y colocar al tercero en su misma posición contractual”
(2012, p. 427).
Efectos
Locación de cosas
Concepto y elementos esenciales
El art. 1.187 da una definición del contrato de locación de cosas, disponiendo que es aquél
en el que una parte se obliga a entregar a otra el uso y goce temporario de una cosa (parte
denominada locador), a cambio del pago, por la otra, de un precio en dinero (parte
denominada locatario).
El contrato se configura con:
a) La obligación del locador de conceder el uso y goce de una cosa. En ese sentido,
coincidimos con Leiva Fernández (2014) en cuanto a que “se delimita el concepto de uso
como el referido a la utilización de la cosa misma dada en locación, y el de goce como el
aprovechamiento o disfrute de los frutos o productos ordinarios de esa cosa” (2014, p. 49).
Es sumamente relevante entender el alcance de la concesión del uso y goce en la
locación, y no confundirlo con la transmisión de un derecho real de dominio o de la posesión
sobre la cosa. En el contrato de locación el locatario reconoce la posesión en cabeza del locador.
El derecho del locatario es un derecho de fuente contractual, en tanto nace del contrato
celebrado entre las partes (locador-locatario), y, por lo tanto, es personal. Sin embargo,
tiene algunas características propias de los derechos reales: Por ejemplo, en el caso de
enajenación de la cosa locada, la locación “subsiste durante el tiempo convenido, aunque
la cosa locada sea enajenada”; el tenedor cuando es turbado, tiene acciones para
mantener la tenencia (art. 2.242).
Con el depósito: en la locación de cosas se persigue el uso y goce de la cosa, mientras que
en depósito la cosa es entregada con una finalidad de guarda y custodia por parte de quien
la recibe. Por eso es que, de acuerdo con el art. 1.358, el depositario no puede usar la cosa
y debe restituirla con sus frutos cuando le fuera requerido.
Con el comodato: en el comodato también se entrega una cosa para que la otra parte se
sirva de ella, pero este contrato necesariamente es gratuito. El comodatario no debe pagar
precio al comodante por el uso de la cosa. El comodatario no tiene derecho a los frutos.
Plazos
(…) simplifica la normativa sobre locación inmobiliaria unificando los plazos mínimos para
todos los destinos de la locación de inmuebles (es decir, sin importar si el destino es
habitacional, comercial o industrial) o de parte de inmuebles y los establece en dos años.
Esto soluciona el tema de la duración mínima de las locaciones con destino mixto, y
aquellas en las que los celebrantes por inadvertencia no refieren el destino para el que se
ocuparía el inmueble. (…) se exige la tenencia de la cosa para que el locatario pueda
renunciar válidamente al plazo mínimo, como recaudo para evitar las renuncias
sistemáticas y anticipadas. (Leiva Fernández, 2014, p. 59).
Los plazos mínimos se constituyen a favor del locatario, por eso es que todo contrato
celebrado por un plazo inferior, o sin determinación del plazo, debe ser considerado hecho
por el término mínimo de dos años.
La télesis de la norma y del instituto, permite que el arrendatario rescinda el contrato
perdiendo el beneficio del plazo mínimo legal. Obviamente este beneficio no cabe al
locador, ni siquiera alegando necesidad y urgencia en la restitución del bien locado.
Siempre el arrendador deberá respetar el plazo fijado contractualmente, que nunca podrá
ser inferior a los dos años. (Carnaghi, 2015, Apartado III, punto 2).
Locaciones excluidas del plazo mínimo legal. Conforme el art. 1.199 del Código, no se
aplica el plazo mínimo legal a los contratos de locación de inmuebles o parte de ellos
destinados a:
El parágrafo 1, de la Sección 4a del Código, establece las obligaciones del locador (arts.
1.200 a 1.204).
2) Conservación de la cosa:
El locador debe conservar la cosa locada en estado de servir al uso y goce convenido y
efectuar a su cargo la reparación que exija el deterioro originado en su calidad o defecto,
en su propia culpa, o en la de sus dependientes o en hechos de terceros o caso fortuito.
Si al efectuar la reparación o innovación se interrumpe o turba el uso y goce convenido, el
locatario tiene derecho a que se reduzca el canon temporariamente en proporción
a la gravedad de la turbación o, según las circunstancias, a resolver el contrato.
3) Pago de las mejoras: “El locador debe pagar las mejoras necesarias hechas por el
locatario a la cosa locada, aunque no lo haya convenido, si el contrato se resuelve sin culpa
del locatario, excepto que sea por destrucción de la cosa”.
4) La frustración del uso o goce de la cosa:
Si por caso fortuito o fuerza mayor, el locatario se ve impedido de usar o gozar de la cosa,
o ésta no puede servir para el objeto de la convención, puede pedir la rescisión del
contrato, o la cesación del pago del precio por el tiempo que no pueda usar o gozar de la
cosa. Si el caso fortuito no afecta a la cosa misma, sus obligaciones continúan como antes.
El art. 1605 del Código Civil de Vélez Sarsfield consideraba vicio redhibitorio que el
inmueble se vuelva oscuro por edificarse en predio lindero, lo que era lógico porque
actividad productiva cesaba con la caída del sol por no existir la luz eléctrica. En esta época
es inadecuado mantener el planteo. Ni la solución, porque lo que Vélez anunció como vicio
redhibitorio, no es tal, ya que el defecto, no se origina en la cosa objeto del contrato, sino
en otra causa ajena cual es la construcción lindera inexistente al momento de contratar la
locación. (2014, p. 63).
1) Prohibición de variar el destino: “El locatario puede usar y gozar de la cosa conforme a
derecho y exclusivamente para el destino correspondiente”. 60 No puede variarlo aunque
ello no cause perjuicio al locador.
Sólo tiene derecho a reclamar el valor de las mejoras necesarias al locador, mas no tiene
derecho a reclamar el pago de mejoras útiles y de mero lujo o suntuarias. Por ejemplo, si
quiere cambiar los picaportes de las puertas por unos bañados en oro, no podrán luego
reclamarlas al locador, pues no revisten el carácter de necesarias.
Asimismo, el art. 1.224 prevé las facultades sobre las mejoras útiles o suntuarias,
estableciendo:
El locatario puede retirar la mejora útil o suntuaria al concluir la locación; pero no puede
hacerlo si acordó que quede en beneficio de la cosa, si de la separación se sigue daño
para ella, o separarla no le ocasiona provecho alguno.
El locador puede adquirir la mejora hecha en violación a una prohibición contractual,
pagando el mayor valor que adquirió la cosa.
5) Pago del canon convenido: “La prestación dineraria a cargo del locatario se integra con
el precio de la locación y toda otra prestación de pago
Antes de la sanción de la ley 26.994, la ley de locaciones urbanas (ley 23.091) regulaba el
régimen que debían respetar los contratos de locación destinados a vivienda, estableciendo
ciertos principios en protección del locatario. Hoy, el Código Civil y Comercial de la Nación
incorpora algunas normas de la ley 23.091 a su régimen, concentrando en sus
disposiciones toda la regulación atinente a la locación de inmuebles urbanos.
El nuevo art. 1218 recibe la regla del derogado art. 1622, en cuanto prohíbe la tácita
reconducción y autoriza la continuación del contrato bajo sus mismos términos aun vencido
el plazo contractual.
Sin embargo existe una diferencia entre la regla derogada y la del art. 1218. Consiste en
dilucidar quién es el legitimado para dar por concluida la locación luego de vencido el plazo
contractual, pues el artículo derogado solo legitima al locador, y el actual 1218 (…) pone en
pie de igualdad a locador y locatario, autorizando que sea cualquiera de ambas partes
quien comunique a la otra su voluntad de concluir el vínculo locativo prolongado en el
tiempo pese a estar vencido el plazo contractual. (…) la recepción de pagos durante la
continuación de la locación no altera lo dispuesto sobre la no existencia de tácita
reconducción. Es un principio admitido sin fisuras con anterioridad, aunque quizás
innecesario, puesto que la continuación de la locación bajo sus mismos términos implica
necesariamente el pago, cobro y otorgamiento de recibo de alquileres. Y quien paga, cobra
exige u otorga recibo lo hace en virtud de los deberes seguidos de la continuación de la
locación que está en sus manos utilizar o no, y no porque exista tácita reconducción. Si el
monto del alquiler pagado luego de vencido el plazo contractual excede al anteriormente
pagado no corresponde asumir que hay un nuevo contrato. (Leiva Fernández, 2015,
Apartado XXV).
b) La resolución anticipada.
Aún cuando el contrato tiene un plazo mínimo de duración, la ley le acuerda (sólo al
locatario) la posibilidad de concluir anticipadamente el contrato. Esto es coherente con la
disposición del art. 1.198, en tanto está estipulada en beneficio del locatario.
El Código prevé en el art. 1.221 las reglas para la resolución anticipada. A saber:
“a) si la cosa locada es un inmueble y han transcurrido seis meses de contrato, el locatario
debe notificar en forma fehaciente su decisión al locador”. Si bien establece este deber, no
fija un tiempo de antelación con el que debe efectuarse la notificación. Asimismo, prevé:
“b. en los casos del artículo 1199 [excepciones al plazo mínimo legal], debiendo [el
locatario] abonar al locador el equivalente a dos meses de alquiler”.
Casos de resolución del contrato imputables al locador o al locatario:
Procedimiento de desalojo:
(…) las obligaciones del fiador cesan automáticamente al vencimiento del plazo de la
locación, excepto la que derive de la no restitución en tiempo del inmueble locado.
Se exige el consentimiento expreso del fiador para obligarse en la renovación o prórroga
expresa o tácita, una vez vencido el plazo del contrato de locación.
Es nula toda disposición anticipada que extienda la fianza, sea simple, solidaria como
codeudor o principal pagador, del contrato de locación original.
Facultad de retención:
El art. 1.226 del Código Civil y Comercial faculta al ex locatario retenedor a percibir los
frutos naturales que produzca la cosa retenida imputando su valor a compensar la suma
que le es debida. Desde luego que el ex locatario no está obligado a hacerlo aun en caso
de retener la cosa que tuvo alquilada; es una facultad, no un deber (Leiva Fernández,
2015).
Concretamente, el art. 1.226 prevé: “El ejercicio del derecho de retención por el locatario lo
faculta a percibir los frutos naturales que la cosa produzca. Si lo hace, al momento de la
percepción debe compensar ese valor con la suma que le es debida”.
En los contratos con prestaciones pendientes cualquiera de las partes puede transmitir a un
tercero su posición contractual, si las demás partes lo consienten antes,
simultáneamente o después de la cesión. Si la conformidad es previa a la cesión, ésta sólo
tiene efectos una vez notificada a las otras partes, en la forma establecida para la
notificación al deudor cedido.
Entre sublocador y sublocatario rigen las normas previstas en el contrato respectivo y las
de este Capítulo.
Está implícita la cláusula de usar y gozar de la cosa sin transgredir el contrato principal.
Acción directa del locador contra el sublocatario: sin perjuicio de sus derechos respecto al
locatario, el locador tiene acción directa contra el sublocatario para cobrar el alquiler
adeudado por el locatario, en la medida de la deuda del sublocatario. También puede exigir
de éste el cumplimiento de las obligaciones que la sublocación le impone, inclusive el
resarcimiento de los daños causados por uso indebido de la cosa.
Acción directa del sublocatario contra el locador: el sublocatario tiene acción directa contra
el locador para obtener a su favor el cumplimiento de las obligaciones asumidas en el
contrato de locación.
Finalización de la sublocación: la conclusión de la locación determina la cesación del
subarriendo, excepto que se haya producido por confusión.
Obras y servicios
El capítulo 6 del Título IV del Libro Tercero del Código regula el contrato de obras y
servicios, estableciendo una Sección 1a en la que se regulan disposiciones comunes a los
contratos de obras y de servicios. Luego, en la Sección 2a, se prevén disposiciones
particulares para las obras. Y, por último, en la Sección 3a se fijan normas para los
servicios.
A través de la regulación se deja atrás la noción de “locación de obra y de servicio”
Concepto
Hay contrato de obra o de servicios cuando una persona, según el caso el contratista o el
prestador de servicios, actuando independientemente, se obliga a favor de otra, llamada
comitente, a realizar una obra material o intelectual o a proveer un servicio mediante una
retribución.
El contrato es gratuito si las partes así lo pactan o cuando por las circunstancias del caso
puede presumirse la intención de beneficiar.
“Las disposiciones de este Capítulo se integran con las reglas específicas que resulten
aplicables a servicios u obras especialmente regulados”.
La calificación del contrato, como de obra o servicio, puede generar dificultades. La ley
establece una pauta al respecto: así es que prevé en el art. 1.252:
Si hay duda sobre la calificación del contrato, se entiende que hay contrato de servicios
cuando la obligación de hacer consiste en realizar cierta actividad independiente de su
eficacia. Se considera que el contrato es de obra cuando se promete un resultado eficaz,
reproducible o susceptible de entrega.
Si la obra o el servicio se ha contratado por un precio global o por una unidad de medida,
ninguna de las partes puede pretender la modificación del precio total o de la unidad de
medida, respectivamente, con fundamento en que la obra, el servicio o la unidad exige
menos o más trabajo o que su costo es menor o mayor al previsto, excepto lo dispuesto en
el artículo 1091.
Efectos
Obligaciones del contratista y el prestador
El art. 1.256 establece las obligaciones comunes al contratista y prestador de servicios.
Ambos están obligados a:
Otros efectos
Muerte del comitente: “La muerte del comitente no extingue el contrato, excepto que haga
imposible o inútil la ejecución”.
Desistimiento unilateral:
El comitente puede desistir del contrato por su sola voluntad, aunque la ejecución haya
comenzado; pero debe indemnizar al prestador todos los gastos y trabajos realizados y la
utilidad que hubiera podido obtener. El juez puede reducir equitativamente la utilidad si la
aplicación estricta de la norma conduce a una notoria injusticia.
La ruptura de esta etapa del negocio por el comitente puede producirse de dos formas, una
abrupta o intempestiva o bien ser el resultado de una decisión razonada y fundada
siguiendo los lineamientos de la buena fe negocial. A los efectos de la reparación es el
primer supuesto (ruptura abrupta o intempestiva) en particular el que habrá de generarla,
debiendo repararse los denominados daños al interés negativo que habrán de comprender
los gastos efectivamente realizados (daño emergente) y la pérdida de chance por la
frustración de las razonables expectativas generadas. El artículo 1261 (…) atiende
expresamente a los supuestos de desistimiento del comitente, estableciendo que el mismo
puede hacerlo por su propia voluntad, vale decir, que no se requiere la existencia de una
causa, pudiendo hacerlo efectivo aunque la ejecución se haya iniciado, imponiendo la
obligación de indemnizar al prestador por todos los gastos, trabajos y las utilidades que
hubiera podido obtener por el contrato. (Lovece, 2014, p. 92).
Mandato
Concepto
El art. 1.319 del Código define al contrato de mandato estableciendo que éste existe
“cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en interés de otra”.
Efectos
El Código prevé que cuando una persona sabe que alguien está realizando algo en su
interés y no lo impide, pudiendo hacerlo, entonces se ha dado tácitamente un mandato.
Ello, siguiendo a Esper (2015), confirma que la ejecución del mandato supone su
aceptación, aunque hubiese una declaración expresa. El autor entiende que esa
disposición es redundante en virtud de la existencia de un principio general fijado por el
Código en el art. 262 que considera a la ejecución de un hecho material como expresiva de
la voluntad.
Podemos mencionar a un mandato con o sin representación. Según Mosset Iturraspe
(2014), hay mandato con representación:
Luego continúa diciendo que en el mandato sin representación “(…) hay encargo pero falta
el negocio de apoderamiento; de ahí que el mandatario deba cumplir con la celebración de
los actos jurídicos en su propio nombre, aunque en interés ajeno” (2014, p. 144).
El mandante puede conferirle poder al mandatario para ser representado, en cuyo caso le
son aplicables las disposiciones previstas en materia de representación, a las que ya nos
hemos referido.
En el mandato representativo, de conformidad con el art. 366 del Código, los actos
efectuados por el mandatario (siempre que se encuentren dentro de los límites del poder
que le fuera conferido) obligan directamente al mandante y a los terceros, pese a lo cual,
en principio, el mandatario no queda obligado frente a los terceros.
Ahora bien, tal como lo dispone el art. 1.321 del Código, es posible que la representación
no exista en el mandato. Por tal motivo, se puede hablar de mandato representativo o
mandato sin representación. Esta distinción, que no estaba presente en el Código Civil
derogado, se vuelve clara en la nueva regulación efectuada por la ley 26.994.
Entonces, en el caso particular del mandato sin representación, en el que no hay poder
conferido al mandatario conforme lo dispone el art. 1.321 del Código, éste actúa en
nombre propio pero en interés del mandante. Mosset Iturraspe (2014) destaca que:
Es que el encargo debe ser ejecutado fielmente, de acuerdo con las instrucciones
impartidas por el mandante, considerando la naturaleza y el tipo de negocio de que se trate
y siempre haciéndolo dentro de los límites de la función asignada (Esper, 2015). En ese
sentido, cobra relevancia la aplicación del art. 366 del Código, que delimita los casos de
actuación en ejercicio del poder y las consecuencias derivadas de ello (que los actos del
mandatario obliguen directamente al mandante y a los terceros. Ello en el caso del
mandato con representación).
Siguiendo a Mosset Iturraspe (2014):
Aceptado el mandato lo que era facultad se vuelve deber. El mandatario aparece entonces
obligado a ejecutar el encargo: celebrar el acto jurídico encomendado o bien celebrar y
cumplir dicho acto. Y si el objeto fuere plural, los actos jurídicos encomendados. (2014, p.
157).
Los anteriores tres incisos se relacionan, ya que hacen referencia al deber de suministrar
información por parte del mandatario de circunstancias que pueden afectar de algún modo
el contrato de mandato. Se entiende que es parte del buen obrar del mandatario comunicar
cualquier situación que involucre el desarrollo del contrato.
El Código prevé como obligación del mandatario la de rendir cuentas de su actividad junto
con la de entregar lo recibido como consecuencia del mandato. Coincidimos con Mosset
Iturraspe (2014) en que “esta importantísima esta obligación, que alcanza, lo diga o no la
ley, a todo aquel que colabora en un negocio ajeno, que hace de gestor o intermediador,
maneja bienes o fondos de otro, está dispuesta expresamente para el mandatario” .
Es un deber tradicional del mandatario, que debe respetarse durante todo el encargo y no
sólo al momento de finalizar la gestión del mandatario (Esper, 2015).
En cuanto al inciso “g”, la norma es clara. Si el mandatario usó en su beneficio sumas de
dinero recibidas en virtud del contrato de mandato, entonces debe devolver esas
cantidades más los correspondientes intereses moratorios computados desde el momento
en que los utilizó en su beneficio.
Y por último:
Debe, como titular del interés, poner la cooperación necesaria y posible para que el
encargado llegue al resultado querido por ambos. (…) El resultado prometido por el
mandatario no puede lograrse, normalmente si el mandante no pone a su disposición todos
los medios a su alcance para esa finalidad. (Mosset Iturraspe, 2014, p. 180).
Asimismo, debe compensarle, en cualquier momento que le sea requerido, todo gasto
razonable en que se haya incurrido para ese fin. Para que proceda la compensación de
gastos, la ley impone tres requisitos: 1) que el mandatario requiera el reembolso, lo que
puede realizar en cualquier tiempo, incluso antes de concluido el mandato; 2) que los
gastos sean razonables, de acuerdo con las circunstancias de tiempo, lugar, personas, etc.,
del encargo realizado, lo que variará según cada caso; y 3) que el mandato sea la causa de
la erogación realizada (Esper, 2015).
Mandato irrevocable
Como regla, el mandato es revocable; esto es, puede ser extinguido por decisión unilateral
del mandante, tal como lo prevé el art. 1.329 inc. c. La revocación pone fin al contrato de
mandato.
Si bien, como regla, el mandato puede ser revocado, cuando la revocación es ejercida sin
justa causa en el marco de un contrato de mandato que fue otorgado por tiempo
determinado o por asunto determinado, y la misma se produce antes del vencimiento del
plazo o de la culminación del asunto o negocio, entonces el mandante debe indemnizar los
daños causados al mandatario como consecuencia de la extinción del contrato que los
vinculara.
Por otra parte, si el mandato fue dado por plazo indeterminado, el mandante debe dar aviso
por un plazo adecuado a las circunstancias o, en su defecto, indemnizar los daños que
cause su omisión. El Código contempla una suerte de indemnización sustitutiva del
preaviso para los casos en que éste se omita.
De manera coherente, también se prevé el caso en el que el mandatario es el que renuncia
al mandato conferido. En esos casos, la renuncia (en tanto sea intempestiva y sin causa
justificada) lo obliga a indemnizar los daños causados al mandante.
PRIVADO III - 2016
Por último, nos referimos al caso del mandato irrevocable. En casos excepcionales, el
Código permite que se pacte el carácter irrevocable del mandato, delegando su regulación
a lo estipulado en los inc. b y c del art. 380, que regula los casos de extinción del poder.18
De acuerdo a Mosset Iturraspe (2014), “la cesación o extinción significa el fin del contrato,
la conclusión de la situación que vincula a las partes, mandante- mandatario, y por ende, la
terminación de las relaciones jurídicas que las ligan” (2014, p. 186). Luego continúa
diciendo, con razón, que la culminación del mandato “significa también la terminación de
una situación que legitima la actuación del mandatario en interés del mandante, sea en
nombre del mandante, sea en nombre propio” (2014, p. 186).
Causales y efectos
El art. 1.329 del Código enumera los casos de extinción del mandato. Se pueden distinguir
entre causas normales de extinción de este contrato a las siguientes:
Fianza
Contrato de Fianza
En la definición prevista en el art. 1.574 del Código Civil y Comercial, se establece que:
Hay contrato de fianza cuando una persona se obliga accesoriamente por otra a satisfacer
una prestación para el caso de incumplimiento. Si la deuda afianzada es de entregar cosa
cierta, de hacer que sólo puede ser cumplida personalmente por el deudor o de no hacer, el
fiador sólo queda obligado a satisfacer los daños que resulten de la inejecución.
La fianza debe convenirse por escrito y puede garantizar obligaciones actuales o futuras,
inclusive las obligaciones de otro fiador. La fianza garantiza la obligación principal, sus
accesorios y los gastos que pueda acarrear el cobro para el acreedor.
Es importante que se tenga en cuenta que, en el contrato de fianza, la prestación que está
a cargo del fiador debe ser equivalente a la del deudor principal o menor, pero no podría
ser más onerosa. Si así lo fuera, el contrato no sería inválido, pero judicialmente podría
requerirse su reducción para que devenga similar a la obligación garantizada.
Para hacer una distinción entre garantías reales y garantías personales, podemos decir lo
siguiente.
Las garantías personales son aquellas que afectan el patrimonio de una persona, aunque
no determinados bienes individuales de ese patrimonio. La fianza es la garantía personal
por excelencia, y la desarrollaremos a continuación.
Las garantías reales, en cambio, son aquellas que afectan determinados bienes y dan lugar
a la constitución de derechos reales de garantía, tales como la hipoteca y la prenda, con las
particularidades específicas de estos derechos.
De acuerdo con el art. 478 del Código de Comercio, derogado por ley 26.994, la fianza era
civil o comercial según lo fuera la obligación principal, en la aplicación del principio de que
lo accesorio tiene la naturaleza jurídica de lo principal.
Con el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, la distinción entre fianza civil y
comercial se extingue, quedando equiparadas en cuanto a su regulación y a sus efectos.
PRIVADO III - 2016
Modalidades
Fianza solidaria: en principio, el fiador no es responsable solidario con el deudor. Por esa
razón es que cuenta con el beneficio de excusión previsto en el art. 1.583 del Código, que
le permite exigir que primero sean ejecutados los bienes del deudor.
Sin embargo, la fianza puede ser solidaria en dos casos: a) cuando expresamente lo
convengan las partes; b) cuando el fiador renuncie al beneficio de excusión. En ese caso,
el acreedor podrá demandar indistintamente el cobro a ambas partes (deudor o fiador).
Fiador principal pagador: si una persona se obliga como principal pagador, aunque se
consigne que es fiador (cláusula que vemos en numerosos contratos, “fiador principal
pagador”), se considera deudor solidario. En consecuencia, no tiene los beneficios del
fiador y se le aplican las normas de las obligaciones solidarias.
Efectos
Ahora, si el principal obligado no da cumplimiento tal como se pactó en tiempo y forma con
su obligación, el que será responsable es el fiador.
Es necesario destacar que su obligación tiene carácter accesorio y subsidiario; por esta
razón, cuenta con los siguientes recursos:
Por otra parte, en el caso del “fiador del fiador” (si el fiador hubiera dado, a su vez, otro
fiador en garantía de sus obligaciones de afianzamiento) éste último goza del beneficio de
excusión respecto del deudor principal y del primer fiador. El acreedor deberá ejecutar en
primer término al deudor principal, luego al primer fiador y recién entonces estará en
condiciones de dirigir su acción contra el segundo.
Si hay varios cofiadores de una misma obligación, y uno de ellos cumple en exceso de lo
que le corresponde, entonces queda subrogado en los derechos que tiene el acreedor,
sobre los otros fiadores.
PRIVADO III - 2016
Extinción de la fianza
c) cuando pasaron cinco años desde que se dio la fianza general por obligaciones futuras
y éstas no nacieron. Ello, para no dejar ligado indefinidamente al fiador en las obligaciones
contraídas;
d) cuando el acreedor, siendo requerido por el fiador, no inicia las acciones judiciales en
contra del deudor dentro de los 60 días de ser requerido, o lo hace pero deja perimir la
instancia. Ello es así, en tanto supone un desinterés del acreedor en perseguir el cobro de
la deuda;
e) por novación de la obligación principal, aun cuando haya reserva en esa novación, de
que el acreedor continuara el cobro contra el fiador.
Extinguida la fianza, la evicción de aquello que el acreedor recibió en pago de la deuda por
el deudor no hace renacer la fianza. El fiador queda liberado, aun cuando el deudor deba
responder por la evicción de aquello que entregó al cumplir con el pago de la deuda.
d) hayan pasado 5 años desde el otorgamiento de la fianza, excepto que la obligación que
se afianzó tenga un plazo superior. Esto es importante, ya que, en principio, pasado ese
lapso de tiempo, la fianza queda extinguida;
e) si el deudor asumió riesgos excesivos, de los que se entiende que puede verse
perjudicada su capacidad de pago de la deuda;
f) el deudor quiere irse del país sin dejar bienes suficientes para el pago de la deuda.
Donación
La donación es una figura que se puede definir conforme a lo expresado por el Código,
pero en ciertas ocasiones se confunde con liberalidades realizadas entre vivos, puesto que
no todo acto a título gratuito es donación. No lo son, por ejemplo, los actos de última
voluntad.
De acuerdo con el art. 1.542, hay donación cuando una parte se obliga a transferir
gratuitamente una cosa a otra, y ésta lo acepta. De esta definición se desprenden los
siguientes elementos:
a) Es un acto entre vivos. Los actos de última voluntad, llamados testamentos, tienen un
régimen legal distinto.
c) La transferencia debe ser a título gratuito; esto es, una de las partes hace un sacrificio,
se desprende de bienes, sin contraprestación por la otra parte. Sin embargo, es posible que
el contrato de donación obligue al donatario a hacer o pagar algo, ya sea en beneficio del
donante o de un tercero, y esto no desnaturaliza la esencia gratuita del acto.
d) Se requiere la aceptación del donatario. De acuerdo con el art. 1.545, esa aceptación
puede ser expresa o tácita. Nos remitimos a las formas de aceptación estudiadas en la
Lectura 1. En cuanto a la forma, está sujeta a las reglas que se aplican a las donaciones.
Es importante tener en cuenta que la aceptación debe producirse en vida de ambas partes,
donante y donatario.
PRIVADO III - 2016
Liberalidades
Entendemos a las liberalidades como actos a título gratuito, a través de los cuales una
persona dispone voluntariamente de sus bienes en beneficio de otro, otorgándole una
ventaja material. Esto es en sentido amplio. Por eso, la donación, como contrato, es una
especie de bilateralidad.
Como es una liberalidad, un acto a título gratuito, sólo pueden ser donantes las personas
que tengan capacidad plena para disponer de sus bienes. Los menores emancipados
pueden hacer donaciones, excepto de aquellos bienes que hubiesen recibido a título
gratuito. Pero sí podrían donar bienes que hayan adquirido con razón de su trabajo.
En cuanto a la capacidad de los donatarios, deben ser capaces para aceptar la donación.
PRIVADO III - 2016
Si no lo son (en el caso de los incapaces), entonces sus representantes legales pueden
aceptarlas por ellos. Si la donación tuviera un cargo, el Juez debería autorizarla. Por otra
parte, los tutores y curadores no pueden recibir donaciones de las personas que hayan
estado bajo su tutela o curatela, hasta antes de la rendición de cuentas y el pago de las
sumas que les debieran.
Como dijimos, la donación supone la transferencia de la propiedad de una cosa. Ahora
bien, no puede ser objeto del contrato de donación:
b) Cosas respecto de las cuales el donante no tenga el dominio, es decir, cosas ajenas.
Forma y prueba
Clases de donaciones
Donaciones mutuas: son aquellas que se hacen a dos o más personas, recíprocamente. En
estos casos, la nulidad de una de ellas afecta a la otra, pero la ingratitud o el
incumplimiento del cargo sólo afecta al donatario que es culpable.
Donaciones remuneratorias: son aquellas realizadas en recompensa de servicios prestados
al donante por el donatario, que resultan estimables en dinero y por los cuales podía éste
exigir judicialmente el pago al donante. En el instrumento por el que se concreta la
donación debe constar qué es lo que se pretende remunerar. De lo contrario, se entiende
que es gratuita. Se considera que la donación remuneratoria es un acto a título oneroso si
se limita a una equitativa retribución de los servicios recibidos (en ese caso, está sujeta a la
garantía por evicción y vicios ocultos). En el excedente se aplican las normas de las
donaciones.
Donación con cargo: se denomina cargo a la obligación accesoria impuesta al que recibe
PRIVADO III - 2016
Donaciones inoficiosas
En principio, la donación es irrevocable por voluntad del donante. La ley sólo admite la
revocación en estos supuestos:
b) Ingratitud del donatario. Se la puede dejar sin efecto sólo por causas graves, que el
Código enumera taxativamente: 1) atentado contra la vida del donante, sus ascendientes o
descendientes; 2) injurias graves en su persona o en su honor al donante, sus
ascendientes o descendientes; 3) si priva al donante injustamente de bienes que integran
su patrimonio; 4) negativa a prestarle alimentos al donante (sólo si el donante no puede
obtener alimentos de las obligaciones que resultan de los lazos familiares).
En ninguno de estos casos es necesaria la condena penal para que se considera válida la
ingratitud como causal de revocación, bastando la prueba de que al donatario le es
imputable el hecho lesivo.
Sólo el donante es legitimado activo para solicitar la revocación de la donación por esta
causal (ingratitud) al donatario, no pudiendo hacerlo sus herederos ni pudiendo requerirse a
los herederos del donatario. Ahora bien, si la acción es promovida por el donante y éste
luego fallece, puede ser continuada por sus herederos, mas no iniciada por ellos.
Extinción de la revocación de la donación por ingratitud: en los casos en que el donante,
conociendo la causa de la ingratitud, perdona al donatario. También en los casos en que no
promueve la revocación dentro del plazo de un año (plazo de caducidad) desde el
momento en que conoció el hecho que configuró la ingratitud.
PRIVADO III - 2016
c) Supernacencia de hijos del donante (cuando nacen hijos del donante con posterioridad
a la donación, si esto fue expresamente estipulado).
Dentro de las condiciones resolutorias que suelen imponerse en las donaciones, una de las
más frecuentes e importantes es la reversión por pre-muerte del donatario. Es decir, sujeta
a la condición de que el donatario, o el donatario, su cónyuge y sus descendientes, o el
donatario sin hijos, fallezcan antes que el donante.
De acuerdo con esta cláusula (que debe ser expresa y en beneficio del donante), los
bienes donados retornan al patrimonio del donante si el donatario fallece antes que aquél.
Esto es, el donante tiene legitimación para exigir que las cosas transferidas sean
restituidas. La legitimidad y aun la utilidad de esta cláusula son evidentes.
La donación es un acto intuitae personae. Por ejemplo, el donante quiere beneficiar a
María, pero no tiene el interés en que luego reciban los bienes sus herederos. En ese caso,
la reversión adquiere utilidad, ya que esta cláusula le asegura que si el donatario fallece
primero, los bienes volverán a su poder y no irán a manos de quien no quiere.
Comodato
Concepto
Habrá comodato cuando una persona entrega gratuitamente a otra una cosa inmueble o
mueble no fungible para que ésta la use devolviéndole luego la misma cosa.
El comodatario sólo adquiere un derecho personal de uso de la cosa. Además, el uso debe
ser gratuito. Desde el momento en que se paga algo por él, deja de ser comodato y se
transforma en otro contrato como el de locación.
Existen dos partes en este contrato: comodante que es quien se obliga a entregar la cosa,
y comodatario que es quien recibe la cosa y se sirve de ella.
Si el préstamo es de cosas fungibles, se rige por las normas del comodato sólo si el
comodatario se obliga a restituir las mismas cosas que ha recibido.
Tiene los siguientes caracteres:
Régimen legal
El contrato de comodato está regulado en el Capítulo 21 (Título IV, Libro Tercero) del
Código, en los arts. 1.533 a 1.541. Seguidamente, analizaremos sus efectos.
Efectos
Las obligaciones del comodatario no son otra cosa que limitaciones al derecho que se le
concede, ya sea en cuanto a su extensión y alcance (obligación de cuidar la cosa y usarla
conforme con lo pactado o su naturaleza), ya sea en cuanto a su duración (obligación de
restitución). Se considera que:
b) debe pagar los gastos ordinarios de la cosa y los realizados para servirse de ella, tales
como los gastos de la nafta, aceite, cambios de gomas de un automóvil prestado; los de
reparación de una casilla y alambrados de un inmueble realizados por el comodatario a fin
de entrar a usarlo; los gastos comunes (calefacción, agua caliente, servicio de portería,
etc.) de una propiedad horizontal. No puede solicitar al comodante el reembolso de los
gastos ordinarios, conforme lo dispone el art. 1538 del Código;32
c) debe conservar la cosa con prudencia y diligencia;
d) debe responder por la pérdida o deterioro de la cosa, incluso causados por caso
fortuito, excepto que pruebe que habrían ocurrido igualmente si la cosa hubiera estado en
poder del comodante. Los deterioros sufridos por la cosa por culpa del comodatario obligan
a éste a resarcir al dueño todos los daños y perjuicios sufridos. Ordinariamente el comodatario
cumplirá devolviendo la cosa y pagando, además, la indemnización correspondiente;
e) restituir la misma cosa con sus frutos y accesorios en el tiempo y lugar convenidos. El
comodatario no tiene derecho a apropiarse de los frutos y menos de los aumentos
sobrevenidos a la cosa. Nada se opone a que las partes dispongan lo contrario y en tal
caso habrá, además de comodato, una donación de frutos. La autorización al comodatario
para conservar para sí los frutos, puede resultar inclusive tácitamente de la circunstancia
de que la cosa dada en comodato no pueda usarse, conforme con su naturaleza, sino
aprovechando de sus frutos. A modo de ejemplo, el comodato de una vaca lechera supone
PRIVADO III - 2016
Las obligaciones del comodante están establecidas en el art. 1.540 del Código Civil y
Comercial y son las siguientes:
c) Responder por los daños causados por los vicios de la cosa que oculta al comodatario.
ordinarios son a cargo del comodatario, tal como surge del inc. b del art. 1.536.35
El comodato finaliza por varias causas, entre las que se contemplan: la destrucción de la
cosa, el vencimiento del plazo, la voluntad unilateral del comodatario y la muerte del
comodatario (excepto se haya pactado lo contrario o el contrato no haya tenido en cuenta
especialmente a la persona, o sea, no haya sido intuito personae).
Mutuo
El contrato de mutuo está regulado en el Capítulo 20, del Título IV (“Contratos en
particular”), del Libro Tercero (“Derechos personales”) del Código Civil y Comercial.
Concepto
Préstamo de consumo
Lo esencial del mutuo es que se trata de un préstamo de uso y que, por las características
de las cosas fungibles, el mutuario puede cumplir con su obligación de restitución o, si no,
devolviendo otras cosas de la misma especie y calidad.
De acuerdo con el artículo 232 del Código, son “cosas fungibles aquellas en que todo
individuo de la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y pueden sustituirse
por otras de la misma calidad y en igual cantidad”. Como derivación de la calidad de las
cosas, se produce la transmisión de la propiedad al mutuario y la obligación de restituir
otras de la misma calidad y especie. Al tratar la categoría de cosas fungibles y su relación
con las cosas consumibles, en los Fundamentos al Anteproyecto se ha dicho:
(…) En general en el derecho se consideran los bienes fungibles en dos sentidos: como
aquellos que no se pueden usar conforme a su naturaleza si no se acaban o consumen, y
como aquellos que tienen el mismo poder liberatorio, es decir, que se miran como
equivalentes para extinguir obligaciones. En oposición a esto, las cosas no fungibles son
aquellas que no tienen poder liberatorio equivalente porque poseen características propias
y por consiguiente, no pueden ser intercambiables por otras. En definitiva, se quita una de
las acepciones de cosas fungibles y se las deja solamente como aquéllas que tienen poder
PRIVADO III - 2016
liberatorio equivalente, por lo cual pueden sustituirse por otras de la misma calidad y en
igual cantidad. La fungibilidad, entonces, involucra poder de sustitución.
Ello es relevante pues tanto en las normas del contrato de mutuo como del contrato de
depósito siempre se utiliza la categoría de cosas fungibles.
Cuando seguidamente analicemos el contrato de depósito, veremos que se contempla la
figura del depósito irregular. El art. 1.367 del Código, especifica que cuando, en el marco
de un contrato de depósito, el depositante entrega al depositario cantidad de cosas
fungibles y asimismo le concede la facultad de servirse de ellas, se las sujeta a las reglas
del mutuo.
Es importante tener en cuenta que se aplican al mutuo, en forma supletoria, las
disposiciones relativas a las obligaciones de dar sumas de dinero o de género, según el
caso que corresponda en función de la naturaleza de las cosas entregadas por el contrato.
Onerosidad
El mutuo es un contrato oneroso, tal como lo dispone el art. 1.527, excepto pacto en
contrario.
Mutuo de otras cosas fungibles: si el mutuo es de otro tipo de cosas fungibles, los intereses
son liquidados en dinero, tomando en cuenta el precio de la cantidad de cosas prestadas
en el lugar en que debe efectuarse el pago de los accesorios, el día del comienzo del
período, excepto pacto en contrario.
“Los intereses se deben por trimestre vencido, o con cada amortización total o parcial de lo
prestado que ocurra antes de un trimestre, excepto estipulación distinta”. El recibo dado por
los intereses de un período, sin reserva, hace presumir que se han pagado los anteriores.
Asimismo, en caso de mutuo gratuito, después del incumplimiento del mutuario, y no
habiendo convención sobre los intereses moratorios, “rige lo dispuesto para las
obligaciones de dar sumas de dinero”.
Como dijimos, si bien el mutuo es oneroso por regla, las partes pueden pactar que éste sea
gratuito. En ese caso, si se ha pactado la gratuidad del mutuo, los intereses que haya
pagado el mutuario voluntariamente son irrepetibles
Régimen legal
PRIVADO III - 2016
Sin embargo, la ley autoriza al mutuante a no hacer esa entrega en los casos en que, luego
del contrato, hayan cambiado la situación del mutuario de que hagan incierta la posibilidad
de la restitución. Por ejemplo, en el caso de que haya sospechas ciertas del cambio de
fortuna del mutuario.
Responsabilidad por mala calidad o vicios de la cosa: según el art. 1.530 del Código, el
mutuante es responsable de los perjuicios que sufra el mutuario por la mala calidad o vicios
de la cosa prestada; por ejemplo, si el vino estaba agriado o los granos en malas
condiciones (ello cuando la cosa prestada no se tratare de dinero).
En el préstamo gratuito, el mutuante sólo es responsable cuando ha habido mala fe, esto
es, cuando, conociendo los defectos o vicios de la cosa, se los ocultó al mutuario. Pero si
es oneroso, responde también por los vicios cuya existencia ignoraba.
.También debe cumplir con el pago de los intereses convenidos. De lo contrario, esa falta de pago
le permite al mutuante resolver el contrato con la consecuencia derivada de ello, es decir, requerir
la devolución de lo prestado más los intereses hasta que se concrete la restitución.
Depósito
El Contrato de depósito está regulado en el Código Civil y Comercial en el Capítulo 11, del
Título IV (“Contratos en particular”), del Libro Tercero (“Derechos personales”).
Muchos son los contratos que obligan a una de las partes a guardar y conservar la cosa de
otro. El mandatario debe guardar las cosas cuya administración le ha sido confiada; el
empresario las cosas que se ha comprometido a reparar; el comodatario la que se le ha
prestado; el transportador las que lleva de un lugar a otro. Pero, en todos estos casos, la
obligación de guarda es accesoria de otra principal, que constituye el verdadero objeto del
contrato. En el contrato de depósito, en cambio, la finalidad esencial es precisamente la
guarda de la cosa.
PRIVADO III - 2016
Concepto
De acuerdo con el Código, hay contrato de depósito cuando una parte se obliga a recibir de
otra una cosa con la obligación de custodiarla y restituirla con sus frutos. Es un contrato
consensual y se presume oneroso.
El contrato puede ser gratuito, pero ello debe ser expresamente pactado.
Clases
Depósito irregular: el Código en la Sección 2a, art. 1.367, lo distingue como aquel en el que
se entrega una cantidad de cosas fungibles, que no se encuentra en saco cerrado, caso en
el cual el depositario adquiere el dominio y debe restituir la misma cantidad y calidad. Es
importante remarcar que es el carácter de cosas fungibles (entendida esta peculiaridad
como la capacidad de sustitución) lo que le da al contrato el rasgo de irregular.
depositario, y, por otra, que esta falta de elección se debe a un acontecimiento que lo
somete a una necesidad imperiosa. Es importante no confundir esto con la falta de
consentimiento para la contratación, que debe estar presente, pues se trata de un contrato.
Solo media una restricción a la libertad contractual-en su acepción primaria, como decisión
de contratar o no y de elegir con quien hacerlo- tal como puede verificarse en otras
modalidades de la contratación moderna (así en los contratos celebrados por adhesión a
cláusulas generales predispuestas). (Pita, 2014. p. 306).
a) El hotelero no responde si los daños o pérdidas son causados por caso fortuito o fuerza
mayor ajena a la actividad hotelera. Tampoco responde por las cosas dejadas en los
vehículos de los viajeros.
b) Los viajeros que lleven consigo efectos de valor superior al que ordinariamente llevan
los pasajeros, deben hacerlo saber al hotelero, y guardarlos en las cajas de seguridad que
se encuentren a su disposición en el establecimiento. En este caso, la responsabilidad del
hotelero se limita al valor declarado de los efectos depositados. Si los efectos de los
pasajeros son excesivamente valiosos en relación con la importancia del establecimiento, o
su guarda causa molestias extraordinarias, los hoteleros pueden negarse a recibirlos.
Excepto en esos casos, toda cláusula que excluya o limite la responsabilidad del hotelero
se tiene por no escrita.
Efectos
PRIVADO III - 2016
Los efectos del contrato serán analizados seguidamente, al estudiar el régimen legal y las
obligaciones del depositante y depositario.
Régimen legal
La prohibición del uso de la cosa, ya que el depositario tiene sólo la guarda: esto significa
que no puede usar las cosas (sin el permiso del depositante) y debe restituirlas, con sus
frutos, cuando le sea requerido. Esta prohibición de uso de la cosa es lo que diferencia en
mayor medida al contrato de depósito del comodato.
La restitución de la cosa hecha por el depositario al depositante: la misma debe restituirse,
en el lugar en el que debía ser custodiada, al depositante o a la persona que éste indique.
¿Cuándo? Puede convenirse un plazo, en cuyo caso el depositario debe hacerlo a su
vencimiento. El plazo se entiende en beneficio del depositante, ya que en el contrato de
depósito es preeminente el interés del depositante, lo que le permite a éste reclamar la
restitución en cualquier momento. Tal como señala Pita, “se le confiere al depositante una
facultad de restitución ad nutum, no querida de invocación de justa causa, ni susceptible de
generar, como regla, responsabilidad para quien la ejercita” (2014, p. 294).
Ahora bien, cuando el depósito es gratuito, se entiende que el depositario puede exigirle al
depositante, en todo tiempo, que reciba la cosa depositada. Esto es lógico, porque, siendo
el contrato gratuito, el depósito se hace como una suerte de cortesía.