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COLEGIO ADVENTISTA JAIME WHITE-5TO DE SECUNDARIA PASTOR: CARLOS CARRILLO T.

La verdadera educación desarrolla el carácter—La educación y el adiestramiento de los jóvenes es una obra importante y solemne. El gran objetivo que ha de
lograrse debería ser el apropiado desarrollo del carácter, que la persona pueda estar preparada adecuadamente para cumplir los deberes de la vida presente y
entrar al fin en la vida futura e inmortal. La eternidad revelará la manera en que se ha realizado el trabajo. Si los ministros y los maestros sintieran plenamente
su responsabilidad, veríamos hoy un estado diferente de cosas en el mundo. Pero son demasiado estrechos en sus opiniones y propósitos. No se dan cuenta de
la importancia de su obra ni de sus resultados.—Testimonies for the Church 4:418 (1880).

El mayor valor es edificar el carácter—Los alumnos [en la escuela de adventista] trabajan duramente y con fidelidad. Están acrecentando la fortaleza de sus
nervios y su solidez, como también su actividad muscular. Esta es la debida educación; como resultado de ella nuestras escuelas producirán hombres que no
serán ni débiles ni ineficientes y unilateralmente educados, sino que dispondrán de una preparación equilibrada, tanto en lo físico como en lo moral y lo
espiritual.

Los edificadores del carácter no deben olvidarse de poner un fundamento que permita que la educación sea del máximo valor. Exigirá abnegación, pero hay
que hacerlo. El adiestramiento físico, debidamente dirigido, prepara para el trabajo mental intenso. Pero cuando se atiende uno solo de estos factores, el
resultado es siempre un ser humano deficiente.

Muchos no comprenden los verdaderos principios—Muchos estudiantes están tan apurados por completar su educación que no son cabales en nada de lo que
emprenden. Pocos tienen el suficiente valor y dominio propio como para actuar por principios. La mayoría de los alumnos dejan de entender el verdadero
objetivo de la educación, y por ello dejan de actuar como para alcanzarlo. Se aplican al estudio de las matemáticas o de las lenguas, mientras descuidan el
estudio mucho más esencial para la felicidad y el éxito de la vida. Muchos que pueden explorar las profundidades de la tierra con el geólogo o atravesar los
cielos con el astrónomo no muestran el menor interés en el maravilloso mecanismo de su propio cuerpo. Otros pueden decir cuántos huesos hay en el
esqueleto humano y describir correctamente cada órgano del cuerpo, y sin embargo son tan ignorantes de las leyes de la salud y la curación de las
enfermedades, como si la vida fuera controlada por el destino ciego en lugar de serlo mediante leyes definidas e invariables.—The Signs of the Times, 23 de
enero de 1893; Fundamentals of Christian Education, 71, 72.

La educación no es sólo la del cerebro—Los alumnos que han obtenido conocimiento de los libros sin adquirir un conocimiento del trabajo práctico no pueden
aseverar que tienen una educación simétrica. Las energías que debieran haberse consagrado a los quehaceres de diversos ramos, han sido descuidadas. La
educación no consiste en usar solamente el cerebro. El trabajo físico es parte también de la educación esencial para todo joven. Falta una fase importante de
la educación si no se enseña al alumno a dedicarse a un trabajo útil.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 292, 293; 235 (1913).

Se debe esforzar la mente y el cuerpo por igual—Mucho se ha dicho y escrito con respecto a la importancia de educar la mente para servir al máximo. Esto ha
llevado a veces a la opinión de que si se educa el intelecto para desarrollar sus más elevadas capacidades, se fortalecerán la naturaleza física y moral para el
desarrollo de un hombre completo. El tiempo y la experiencia han demostrado que esto es un error. Hemos visto hombres y mujeres que se graduaron de los
colegios que de ningún modo estaban capacitados para usar adecuadamente el maravilloso organismo físico con que Dios los proveyó. El cuerpo entero está
diseñado para la acción, no para la inacción.

Si no se ejercitan las capacidades físicas tanto como las mentales, se fuerzan en exceso estas últimas. A menos que cada parte de la maquinaria humana realice
sus tareas asignadas, las capacidades mentales no pueden ser usadas al máximo por largo tiempo. Las capacidades naturales deben ser gobernadas por las
leyes naturales, y las facultades deben ser educadas para trabajar en forma armoniosa y de acuerdo con estas leyes. Los maestros de nuestras escuelas no
pueden descuidar ninguno de estos detalles sin rehuir su responsabilidad. El orgullo puede conducirlos a procurar alcanzar una elevada norma mundana de
logros intelectuales a fin de que los alumnos hagan una demostración brillante; pero cuando se viene a las adquisiciones sólidas—las que son esenciales para
capacitar a los hombres y las mujeres para todas las emergencias de la vida práctica—tales alumnos sólo están parcialmente preparados para hacer de la vida
un éxito. Su educación defectuosa a menudo los conduce al fracaso en cualquier ramo de trabajo que emprendan.—Testimonies for the Church 5:522 (1889).

No para rehuir las cargas de la vida—Instrúyase a los jóvenes en el sentido de que la educación no tiene como propósito enseñarles a esquivar las tareas
desagradables ni las pesadas responsabilidades de la vida; que su propósito, en cambio, consiste en alivianar el trabajo mediante la enseñanza de mejores
métodos y la fijación de metas más elevadas. Enséñeseles que el verdadero propósito de la vida no consiste en obtener toda la ganancia posible para sí mismo,
sino en honrar a su Hacedor al hacer su parte en una tarea que beneficie al mundo, y al ayudar a los que son más débiles e ignorantes.—La Educación, 221,
222 (1903).

Se necesita un desarrollo armonioso—El correcto empleo de uno mismo es la lección más valiosa que se puede aprender. No debemos realizar trabajo mental
y detenernos allí, ni hacer trabajo físico solamente; debemos emplear de la mejor manera las diversas piezas que componen la maquinaria humana: el
cerebro, los huesos, los músculos, la cabeza y el corazón.—The Youth’s Instructor, 7 de abril de 1898; HHD 173.

La ignorancia no aumenta la espiritualidad—Los jóvenes no deberían ocuparse en la obra de explicar las Escrituras y disertar sobre las profecías, cuando no
conocen las importantes verdades bíblicas que tratan de dar a conocer a otros. Pueden ser deficientes en los ramos comunes de educación y dejar, por tanto,
de hacer el bien que podrían si hubiesen gozado de las ventajas de una buena escuela. La ignorancia no aumenta la humildad o espiritualidad de ningún
seguidor profeso de Cristo. Un cristiano intelectual apreciará mejor que nadie las verdades de la Palabra divina. Cristo puede ser glorificado mejor por los que
le sirven inteligentemente. El gran objeto de la educación es habilitarnos para hacer uso de las facultades que Dios nos ha dado, de manera tal que exponga
mejor la religión de la Biblia y se acreciente la gloria de Dios.—EC 39 (1872).

La educación requiere esfuerzos esmerados—Los maestros deben inducir a los alumnos a pensar y a comprender claramente la verdad por sí mismos. No
basta que el maestro explique o que el alumno crea; se ha de provocar la investigación e incitar al alumno a enunciar la verdad en su propio lenguaje para
demostrar que ve su fuerza y se la aplica. Con esmerado esfuerzo deben grabarse así en la mente las verdades vitales. Podrá ser éste un procedimiento lento;
pero vale más que recorrer con demasiada prisa asuntos importantes sin darles la consideración debida. Dios espera de sus instituciones que sobrepujen a las
del mundo por cuanto le representan. Los hombres verdaderamente unidos con Dios mostrarán al mundo que él es quien maneja el timón.—Joyas de los
Testimonios 2:427 (1900).
Establecer hitos bien definidos—Establezcan los jóvenes hitos bien definidos mediante los cuales puedan guiarse en las emergencias. Cuando venga una crisis
que exija poderes físicos activos y bien desarrollados y una mente clara, fuerte y práctica; cuando se deba hacer un trabajo difícil en el que cada movimiento
sea importante, y en el que las perplejidades sólo puedan afrontarse buscando la sabiduría de Dios, entonces los jóvenes que hayan aprendido a vencer las
dificultades por el ferviente esfuerzo podrán responder al llamado por obreros: “Heme aquí, envíame a mí”. Sean los corazones de los jóvenes y las señoritas
tan transparentes como el cristal; que sus pensamientos no sean triviales sino santificados por la virtud y la santidad. No necesitan ser de otra manera. Con la
pureza del pensamiento mediante la santificación del Espíritu, sus vidas pueden ser refinadas, elevadas y ennoblecidas.—Special Testimonies, Serie B, 1:31, 32,
julio de 1900.

Es importante la formación de hábitos correctos—Debiera ser el firme propósito de cada joven apuntar alto en todos sus planes para la obra de su vida.
Adopten para su gobierno en todas las cosas la norma que presenta la Palabra de Dios. Este es el deber positivo del cristiano, y debiera ser también su placer
positivo. Cultiven el respeto por sí mismos porque ustedes son la posesión adquirida de Cristo.

El éxito en la formación de hábitos correctos, el progreso en lo que es noble y justo, les dará una influencia que todos valorarán. Vivan para algo además del
yo.

Si sus motivos son puros y abnegados, si siempre están buscando el trabajo que alguien debe hacer, si siempre están atentos para mostrar atenciones
bondadosas y actos de cortesía, inconscientemente están edificando su propio monumento. Esta es la obra que Dios invita a realizar a todo niño y joven.—
Special Testimonies, Serie B, 1:32, julio de 1900.

El sostenerse a sí mismos es una parte importante de la educación—Mientras estudian, muchos alumnos recibirán una educación más valiosa si se sostienen a
sí mismos. En vez de incurrir en deudas o depender del sacrificio de los padres, los jóvenes de ambos sexos deben depender de sí mismos. Así apreciarán el
valor del dinero y el tiempo, las fuerzas y las oportunidades, y estarán menos expuestos a la tentación de adquirir hábitos de ociocidad y derroche. Las
lecciones de economía, laboriosidad, abnegación, administración práctica de los negocios y firmeza de propósito que así aprendan, constituirán una parte
importante del equipo necesario para librar la batalla de la vida. Y la lección del sostén propio, aprendida por el alumno, contribuirá en gran medida a
preservar las instituciones de enseñanza de las deudas con las cuales tantos colegios han tenido que luchar, y que han contribuido a menoscabar su utilidad.—
La Educación, 221 (1903).

La educación moldea la organización social—En el mundo entero la sociedad está en desorden, y se necesita una transformación radical. La educación dada a
la juventud moldeará toda la organización social.—El Ministerio de Curación, 317 (1905).

Necesidad de enseñar agricultura—Nuestros colegios podrían ayudar eficazmente a disminuir la desocupación. Miles de seres impotentes y hambrientos, que
diariamente incrementan las filas de los criminales, podrían ganarse la vida en forma feliz, sana e independiente, si se los orientara hacia el trabajo de labrar la
tierra para que lo hicieran con inteligencia y habilidad.—La Educación, 220 (1903).

La educación continúa toda la vida—En la escuela de Cristo, los estudiantes nunca se gradúan. Entre los alumnos se cuentan tanto viejos como jóvenes. Los
que prestan atención a las instrucciones del divino Maestro, adelantan constantemente en sabiduría, refinamiento y nobleza del alma. Y así están preparados
para entrar en aquella escuela superior donde el progreso continuará durante toda la eternidad.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 50; 41
(1913).

La verdadera ambición—Queridos jóvenes, ¿cuál es el blanco y el propósito de la vida de ustedes? ¿Ambicionan una educación a fin de tener renombre y
posición en el mundo? ¿Han pensado lo que no se atreven a expresar, de que un día puedan estar en la cima de la grandeza intelectual; que pueden sentarse
en los concilios deliberantes y legislativos y ayuden a dictar leyes para la nación? No hay nada de malo en esas aspiraciones. Cada uno de ustedes puede dejar
su huella. No deberían conformarse con logros insignificantes. Apunten alto y no escatimen esfuerzos para alcanzar esa norma.—The Review and Herald, 19 de
agosto de 1884; Fundamentals of Christian Education, 82.

El conocimiento más esencial—Progresen los jóvenes tan rápidamente y tanto como puedan en la adquisición de conocimientos... Al aprender algo,
comuníquenlo a otros... Así su inteligencia adquirirá disciplina y poder. El uso que hagan de sus conocimientos determinará el valor de su educación. Dedicar
mucho tiempo al estudio, sin hacer esfuerzo alguno por comunicar a otros lo que se aprende, es a menudo un impedimento más bien que una ayuda para el
verdadero desarrollo. En el hogar y en la escuela debe el estudiante esforzarse por aprender a estudiar y a comunicar el conocimiento adquirido. Cualquiera
que sea su vocación, tendrá que aprender y enseñar durante toda su vida.—El Ministerio de Curación, 313 (1905).

La educación más esencial para que obtengan nuestros jóvenes hoy, y que los preparará para los grados más altos en la escuela de arriba, es una educación
que les enseñará cómo revelar la voluntad de Dios al mundo.—The Review and Herald, 24 de octubre de 1907; Fundamentals of Christian Education, 512.

El conocimiento esencial es el conocimiento de Dios y de Aquel a quien envió.

¿Qué “curso universitario” puede igualar a éste?—“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo”. Tenemos un mundo que amonestar... Miles
de jóvenes... debieran estar entregándose a esta obra... Preste todo educador cristiano... y ayude a los jóvenes que están bajo su cuidado a obtener la
preparación necesaria para unirse a las filas de los obreros.

Es esencial impartir conocimiento—Es necesario para su completa educación que los estudiantes tengan tiempo para hacer obra misionera, tiempo para
familiarizarse con las necesidades espirituales de las familias que viven en derredor de ellos. No deben estar tan recargados de estudios que no tengan tiempo
para usar el conocimiento que han adquirido. Tienen que ser estimulados a hacer esfuerzos misioneros en favor de los que están en el error, llegando a
conocerlos y llevándoles la verdad. Trabajando con humildad, buscando sabiduría de Cristo, orando y velando en oración, pueden comunicar a otros el
conocimiento que ha enriquecido sus vidas.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 531, 532; 422 (1913).

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