Está en la página 1de 6

PREHISTORIA DEL URUGUAY

La prehistoria del Uruguay es un período amplio, complejo y variable, puesto que es 40 veces
mayor que el denominado período histórico del país. A lo largo de miles de años, distintos
grupos fueron habitando este territorio. Una comarca que algunas veces les fue fértil y
feraz, mientras en otras fue desoladora y mortificante. Que llegó a tener áreas desertizadas
en el noroeste hace 7.000 años, con extensos arenales en los que se desplazaban llamas y
guanacos. Y que poseyó importantes bosques semi-tropicales en su región central, apenas
tres mil años después.

LOS COMIENZOS

El que hoy llamamos río Uruguay, corría en el norte con apenas 20 mts. de ancho, en un
amplio valle que se veía desde la elevada la orilla. Vientos helados cruzaban los suelos apenas
cubiertos por arbustos y duras gramíneas. Las huellas de un Gliptodonte se percibían en el fino
polvo depositado, mientras un enorme Milodon trepaba lentamente hacia la altura del
próximo cerro, aún cubierto de nieve.
Un pequeño grupo de seres humanos, cubiertos en largos mantos de pieles bordeaba la
escarpa con ojos atentos al nuevo paisaje que se les presentaba. Este debió ser el panorama al
ingreso de los primeros habitantes en nuestro territorio. Nuestro almanaque indicaría que
faltan aún mas de diez mil años para el nacimiento de Cristo.
En esta escena, se comienza a escribir la prehistoria del Uruguay. Un período vasto, amplio,
complejo y variable, puesto que es 40 veces mayor que el denominado período histórico del
país. Una prehistoria que es además casi desconocida para la gran mayoría de los uruguayos, y
expresamente ignorada (cuando no caricaturizada) en la educación formal.
A lo largo de miles de años, distintos grupos fueron habitando este territorio. Una comarca
que algunas veces les fue fértil y feraz, mientras en otras fue desoladora y mortificante. Que
llegó a tener áreas desertizadas en el noroeste hace 7.000 años, con extensos arenales en los
que se desplazaban llamas y guanacos. Y que poseyó importantes bosques semi-tropicales en
su región central, apenas tres mil años después.

El océano cubrió -nuestras hoy turísticas playas-, sumergiéndolas bajo seis metros, para
retroceder en otros momentos, dejando mas de 70 a 100 km. de nuevas costas y de un tan
inmenso como desconocido territorio costero a la curiosa exploración.
Un panorama cambiante en lo geográfico y en lo climático. Casi siempre sorprendente, y en el
que los aborígenes tuvieron un extraordinario rol: adaptarse a dramáticos cambios de flora y
de medio ambiente, en los que no sólo sobrevivieron, sino que desarrollaron además variadas
y complejas relaciones sociales y culturales. Todo ello, junto a una renovadora capacidad para
inventar y para modificar herramientas.
De izquierda a derecha: Punta de Lanza Simbólica, signo de mando encontrada en el Río Queguay, Punta Hoja de Laurel
encontrada en San Gregorio (Tacuarembó) Colección Tadei, Punta Hoja de Sauce encontrada en la Barra de Valizas (Rocha)
Colección Beltrán Pérez.

Pero también para reconstituir sus sistemas


de asentamiento (las formas de ocupación del
medio) y los procesos aún mas complejos, de
obtención de alimentación y de recursos para
la subsistencia.
Esta prehistoria del Uruguay, es una larga
epopeya de héroes anónimos que queda
subsumida en los pocos textos que la
mencionan, bajo el inadecuado y restringido
rótulo de "la cultura indígena".
No hubo una cultura indígena. En realidad, hubieron varias
y muy distintas: siempre prestas para responder a los
cambios del medio, con nuevos cambios técnicos y culturales. Con habilidad
para modificar no solo las herramientas, sino, también los sistemas de vinculación y
organización entre sus miembros. Establecieron algunas veces asentamientos permanentes y
otras, adoptaron la estrategia de pequeñas bandas de alta maniobrabilidad, gran velocidad de
desplazamientos y reducido impacto ambiental.
Las cambiante situaciones del medio, no se resolvieron sólo con cambios morfológicos en las
herramientas que usaron. Y mucho menos con un supuesto e inventado aumento de
complejidad en las mismas (una lineal evolución de lo simple a lo complejo), producto de una
forma europeizante de pensar las culturas del resto del mundo. Lo hicieron con un manejo
complejo de las relaciones sociales, como otra estrategia igualmente eficaz para someter el
medio.
Dentro de ese marco de constante cambio y adaptación, es que podremos entender ese
extenso, vasto pasado prehistórico del Uruguay. Dentro de esos parámetros es que podremos
observar y entender los cambios materiales que los arqueólogos uruguayos están
investigando. Que no podrán ser entendidos nunca, si suponemos (como hoy se hace) que
ellos ocurrieron en un Uruguay similar al actual.

LO QUE SE CONOCE

En un período tan dilatado, fueron tomadas varias soluciones como parte de consistentes
estrategias de manejo de los recursos, para lograr estabilidad de los grupos humanos en el
medio.
Sobre la costa del Uruguay y en las islas que quedaron hoy bajo la represa internacional de
Salto Grande, las excavaciones permitieron hallar (entre otros fósiles) una gran cantidad de
finos artefactos líticos (de piedra). Muchos demuestran una detallada técnica de manufactura
y un gran conocimiento y manejo de los aspectos técnicos para obtener hojas bifaciales (o sea
que fueron talladas en ambas caras) que tienen apenas 3 a 4 mm de espesor. Raederas que
muestran en sus agudos filos, los daños producidos por su intenso uso hace mas de cinco mil
años. Puntas de proyectil conocidas como "cola de pescado" (por su peculiar formato), que
además de sorprender por su alta precisión técnica, son indicadoras de remotas tradiciones
que van mas allá de los ocho mil años de antigüedad.

Muestras de diferentes tipos de puntas de flechas de distintos departamentos de la República, parte de la Colección Tadei,
salvo la más pequeña, que es un microlito
encontrado en la Barra de Valizas (Rocha) y
pertenece a la Colección C. Mozo.

Con los grandes cambios climáticos,


los arqueólogos rescatan también
una variación en la ubicación de los
sitios, hallándose ahora una gran
cantidad de ellos en las zonas
centrales el país. Las herramientas
varían allí, no solo porque las
fuentes de provisión de piedras son distintas, sino que cambian adaptándose a la nueva fauna
y del medio.
Alrededor de los cinco a seis mil años antes del presente, surgen en todo el país, una sucesión
de montículos, casi todos construidos artificialmente. En oportunidades están aislados: en
otras forman grupos de veinte o más. Unas veces las estructuras parecen estar dispuestas al
azar: mientras que en otras se distribuyen adoptando formas circulares, elípticas o de
herradura.
La función que ellos cumplieron es tan compleja y distintiva, como las conductas de sus
diversos constructores. Unas veces emergen en ellas complejas formas de enterramiento:
tanto individuales como múltiples. La variación de los ajuares fúnebres, sugiere un fuerte
contenido de búsqueda de diferenciación social, lo que implicaría distribución de tareas en los
grupos. En otras, los montículos son apenas utilizados como depósito secundario de los
muertos, o aún para eventuales tareas de horticultura.
Algunos montículos fueron utilizados para tareas cotidianas, mientras otros han servido de
atalayas en lugares estratégicos. O para control en la obtención de materia prima. Así es
posible hallar en sus proximidades, grandes bifaces, núcleos y choppers (instrumentos simples
unifaciales) que debieron ser utilizados para manejar (entre otras) la abundancia de madera
producto de importantes zonas boscosas.
Recientes trabajos en Artigas cerca de las áreas con grabados prehistóricos, señalan la
presencia de cerámica Ya mil seiscientos años antes de Cristo. O sea, cuando Micenas dejaba
de ser una simple aldea para ir rodeándose de murallas, o cuando la mayoría de las islas del
Pacifico aún no tenían presencia humana.
Mas complejas sociedades de horticultores y pescadores, ocuparon y prosperaron en la boca
de los ríos Uruguay y Negro. Allí desarrollaron muy elaboradas formas cerámicas sumadas a
una mas que compleja y variada decoración.

Apéndices con representaciones de la fauna, decoraban tridimensionalmente los bordes de


platos y vasijas. Mientras mas al norte, otras formas cerámicas imitaban aves para realizar en
las ceremonias ligadas a la alteración de la conciencia. Varios investigaciones apuntan a
explicar ese particular fenómeno cultural.

Trozos de cerámica con decoración imbricada e incisa encontrados en Las Cañas, Departamento de Río Negro. Colección
Tadei.

Desde hace unos dos mil quinientos años atrás, tanto simples como complejas formas
predominantemente geométricas y de color rojo, fueron cuidadosamente pintadas en
centenas de bloques de piedra en los departamentos del área central. De las cuales apenas
unos cien subsisten, pese al intenso vandalismo con que desaprensivamente se las daña,
eliminando otra fuente de conocimiento del pasado.
En el noroeste, se continúan las investigaciones para documentar conjuntos de grabados que
se inician hace más de seis mil años, reflejando una permanente actividad artística que se
continúa hasta el año 800 de nuestra era.

LAS GRANDES INVASIONES

Alrededor del año 1500 D.C., en veloces canoas llegaron desde el norte invasores que
montaron importantes campamentos sobre las orillas de los principales ríos. Entre sus hábitos
mas notorios estaba el uso de horticultura estacional con introducción de nuevas especies, y se
hicieron mas notorios aún por su canibalismo ritual: eran los guaraníes.

Urnas funerarias Isla de Vizcaíno. Colección Museo de Historia Natural en Montevideo

Curiosamente casi en el mismo momento, por el sudeste aparece otro grupo invasor también
navegante. En forma similar también eligieron como sitios de desembarco y emplazamiento,
las desembocaduras de los ríos o bahías notorias. En lugar de canoas, se desplazaban en
barcos que traían como mecanismo de desplazamiento, unas curiosas y muy amplias telas
extendidas. A diferencia también del otro grupo invasor, su tez era blanca y algunos tenían
pelos en la cara que les cubrían hasta el cuello. Usaban armas de corte largas, y pequeños
útiles que lanzaban junto a humo y fuego, la muerte. Una muerte que fue masiva e
indiscriminada para los indígenas, pero que no tenía carácter ritual. Además de nuevas
especies vegetales, abandonaron en el territorio vacas y caballos.
Estos últimos produjeron una real revolución en las formas de manejo del medio, en los grupos
existentes. Las distancias que eran mensurables en días, se redujeron a horas. La subsistencia
cuidadosamente balanceada con el manejo de la fauna, se volvió totalmente dependiente del
ganado, más fácil de prender y con mejor volumen de aprovechamiento y diversidad de
abastecimiento. Esta doble invasión desde el norte y el sudeste, cambió radicalmente las
culturas indígenas que habitaban el territorio de Uruguay. Debieron luchar por la posesión de
sus medioambientes, disputar por el ganado cerril y salvaje, sufrieron una limitación de
desplazamientos por la lenta pero progresiva invasión de la campaña, y apenas un siglo y
medio después, otra nueva invasión desde el norte. Que selectivamente va abatiéndose sobre
los grupos y sus malocas, aprisionando hombres y mujeres para y trasladarlos como esclavos a
Brasil.
Apenas en 200 años, la caza de aborígenes; las letales nuevas enfermedades traídas por los
europeos; el incesante acoso y la continua destrucción de sus asentamientos, incluso de las
propias "reducciones" establecidas por órdenes religiosas; el desigual armamento en los
combates, alteró radicalmente la presencia en esta tierra. Por un lado en cuanto a cantidad de
indígenas, que descendió abruptamente a apenas un 30% (resultado también de éxodos tanto
al sudeste del actual Brasil, como a las provincias litorales de la mesopotamia argentina). Por
otro en su visibilidad, que como estrategia de supervivencia, alcanzó grados mínimos a los
efectos de no hacerse notar en la campiña.
Se adoptaron complementariamente nuevas conductas sociales: los grupos indígenas llevaron
ahora al máximo rendimiento la alta movilidad que ofrecían los caballos y conjuntamente,
utilizaron una doble táctica de reducir los integrantes de los grupos y evitar los asentamientos
estables para sobrevivir. Su presencia física (cada vez menos notoria, lo cual no implica que
fuera igualmente escasa) se limitó a fugaces y relampagueantes apariciones en los sitios
donde podían abastecerse y en forma mas rápida aún, desaparecer. Una táctica que fue
utilizada mímicamente por los caudillos de la nueva nación que se formará.
Sin embargo estas valiosas estrategias de supervivencia han sido leídas en forma equívoca por
muchos historiadores, cuando citan el nomadismo y la ausencia de asentamientos
permanentes, como características negativas de sus culturas. Así como atribuyen la buscada
baja visibilidad, a una real ausencia física: ¿acaso les era posible no elaborar dichas cambios
conductales, sin encaminarse al suicidio colectivo?
Sin embargo, el etnocidio llegó cuando abandonaron dichas estrategias. Cuando fueron
perseguidos en planificadas matanzas como en los primeros años de la independencia. Cuando
los indígenas pasaron a integrar los cuerpos principales de los ejércitos nacionales, a instancias
de promesas que luego fueron abandonadas por el retiro de sus autoatribuidos jefes, o cuando
los caudillos que los comandaban, se integraron a los altamente inestables sistemas políticos
en formación.

Monumento a los Ultimos Charrúas, sito en el Prado de Montevideo sobre la Avenida Delmira Agustini, inaugurado en 1938.
Es una obra de los escultores Edmundo Pratti, Gervasio Furest y Enrique
Lussich.

Cuando en Francia mueren mientras son expuestos al


público en el Musee de l'Homme primero y en circos
después, aquellos que la historia mítica uruguaya
denominó "los últimos Charrúas".
Todo esto determinó que Uruguay es uno de los tres
países de América sin culturas indígenas vivientes. Y
que sus sistemas político y educativo, no han podido
aún expiar el inventario de sus culpas.
Este pretende ser el gran preámbulo a una extensa como compleja prehistoria del Uruguay. En
la que ambiente, fauna, flora y humanos, se han modificado a lo largo de mas de 100 siglos,
dando estos últimos múltiples respuestas y novedosas soluciones a la única realidad que
perdura: el cambio.
Una lección que los neo-orientales (hoy definitivamente uruguayos) aún no hemos aprendido.

También podría gustarte