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Josean Vergara
“En la educación, los padres e hijos son los consumidores y el
administrador de la escuela y los profesores, los productores”.
Milton Friedman & Rose Friedman (Libres para elegir).
Resumen
Partiendo de las reflexiones filosóficas desarrolladas por Adorno y la teorización
de Lacan sobre el discurso universitario, planteamos una dialéctica entre filosofía y
psicoanálisis, un espacio de diálogo y reflexión en relación al conocimiento, al saber y
a su influencia en el espacio social, a su vez, esbozamos las incidencias de este saber
cosificado en el interior del espacio reflexivo y crítico que el sistema capitalista intenta
eliminar.
Palabras clave: discurso, saber, conocimiento, cosificación, intelectual, pensador
crítico, maestro.
6
Freud, S. [1913]. El interés pedagógico. El interés por el psicoanálisis. Argentina, Amorrortu (2007), p.
192.
busca ´borrar` su finitud, solapando su falta en ser, mostrando su impotencia para
hacer irrumpir el deseo.
El conocimiento desde la filosofía nos permite hacer un paralelo con el
discurso universitario planteado por Lacan en El seminario XVII El reverso del
psicoanálisis [1969-1970], en él nos encontramos con la figura de un educador
que no se dirige al Otro para alcanzar un saber, rompiendo de este modo con la
figura socrática, en contraposición, el saber universitario sabe e impone su saber
a los demás.
Este todo saber ´engaña` al sujeto freudiano, en tanto se presenta como
impersonal, alejado de toda subjetividad. El discurso universitario bajo este ardid
pretende organizar el mundo del saber a través del conocimiento científico.
Las instituciones escolares y universitarias se desarrollan al amparo de
este engaño, transformando a sus maestros y alumnos en un grupo orquestado de
fieles repetidores. Los individuos viven bajo la sombra de un saber de amo
(Hegel), el cual se cobija bajo un aura de aparente inocencia.
“Precisamente, es manifiesto que han tratado de arreglárselas con este
agujero remolinante, dado cierto número de medidas concernientes a la
universidad. Y, por Dios, se remite correctamente a los términos de ciertos
discursos fundamentales, puede tener algunos escrúpulos, digamos, para actuar,
puede pensarlo dos veces antes de precipitarse a aprovechar las perspectivas que
se abren. Es una responsabilidad ser el vehículo para que se difunda carroña por
esos pasillos”7.
Desde la filosofía crítica este conocimiento capitalista y posmoderno no
sirve de nada, sólo para llenar las estanterías de la cosificación. Este
conocimiento no participa del progreso, instalándose en el exilio de lo
hegemónico, en el aislamiento de la plenitud marcada por el discurso; retomando
la teorización lacaniana el discurso universitario se presenta como una perversión
del discurso del amo, cuya consecuencia es la expulsión del $ y el fomento de un
Yo fuerte, de un Yo idéntico a sí mismo.
Desde el psicoanálisis el discurso universitario se funda en la reiteración
del saber, en tanto el saber es una de las metas del tratamiento psicoanalítico: el
saber de la relación del sujeto con el orden simbólico, su meta es que el saber se
repita sin cesar, ya que esa repetición de saber produce goce.
Freud observó el inconsciente en la función de un saber en ejercicio,
demostrando la manera en que el sujeto freudiano se halla guiado, sin saberlo,
por una red articulada de representaciones que la consciencia no reconoce como
propias.
Lacan articula el saber recogiendo la problemática freudiana, mostrando
como descubre sus coordenadas en relación a lo que el análisis estructural del
lenguaje ha permitido establecer.
La red significante antecede al sujeto en la exterioridad material del
lenguaje, siendo lo único que posibilita su representación. Lacan lo llama el lugar
del Otro, situando la función del saber en la articulación del sujeto y el Otro, allí
donde Freud postuló lo inconsciente.
Recogiendo el pensamiento de Heidegger y relacionándolo con el
conocimiento ofertado por el discurso universitario nos enfrentamos “con un ser
7
Lacan, J. [1969-70]. Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. El seminario de Jacques Lacan. Barcelona,
Paidós (1992), p. 182.
arrojado a la locura, a la temporalidad”8, a la falsa plenitud encarnada en la
repetición de un saber que no produce goce, donde el sujeto freudiano escapa de
su finitud huyendo hacia lo inauténtico. La estructura cosificada del discurso
universitario niega a los individuos que sean en su poder ser.
El malestar propio de la experiencia humana incluye siempre la
oportunidad de una renovación del saber, una búsqueda, un deseo de saber, sin
esta referencia el carácter del individuo se enfrenta a un desamparo total.
La repetición permanente de un conocimiento establecido y no construido
nos dirige al miedo, éste nos presenta la oportunidad y la posibilidad de descubrir
un saber propio que dirija nuestra existencia hacia el distanciamiento de una
estructura cosificada y sin fisuras.
Desde el análisis esta deconstrucción del saber cosificado nos permite
captar la existencia del ser parlante en sus encrucijadas constitutivas. El sujeto al
abrirse al saber se enfrenta al goce, donde la existencia se torna frágil, precaria y
exiliada de un discurso repetitivo y cosificado.
El sujeto que logra descubrir algo de su saber inconsciente escapa a la
repetición de un saber establecido, dando testimonio del modo en que el
pensamiento estructurado no es suficiente para ampararlo y sostenerlo en una
unidad firme, cosificada y sin fisuras.
El sujeto vive un desamparo estructural en el actual discurso, en la
repetición del saber se hace patente la manera en que la existencia pierde la
posibilidad de hacerse a sí misma.
El discurso universitario actual, fruto de la mercantilización y de la
capitalización presenta a un individuo sujeto a una existencia que duerme en su
tedio, un ente cerrado en sí mismo que responde a mecanismos condicionados
que pueden ser fortalecidos y programados.
El miedo puede entregar el significado a aquel objeto del mundo que nos
atemoriza, y por tanto salir de la repetición de un conocimiento estancado en los
márgenes del discurso. El miedo conceptualizado por Heidegger esquiva la
verdad del todo saber de un discurso que atraviesa la existencia del sujeto: “El
miedo no termina de “abrirnos” al mundo, aunque es un puente decisivo hacia
esa apertura”.9 Esta apertura provocada por el miedo nos sitúa, desde una
perspectiva analítica, frente a un saber que no se sabe por el Yo, pero que es
sabido por el inconsciente. El miedo descrito por Heidegger nos enfrenta a
nuestra existencia cuando ella no logra sostenerse por sí misma, cuando el saber
instituido por el discurso universitario se desvanece ante la duda sobre nuestro
propio saber inconsciente.
La civilización y todos sus ámbitos fueron alcanzados por el movimiento
en espiral producto de este conocimiento cosificado; en su interior nos
encontramos en una circularidad sin corte, alejados del propio saber: arraigados
en un conocimiento único y en la modalidad de goce que este organiza.
El discurso universitario amparado en el sistema capitalista ha
mundializado el saber (europeización universitaria [Plan Bolonia]), rompiendo
las identidades culturales y nacionales, negando la individualidad del sujeto
freudiano.
8
Alemán, J. Notas sobre el miedo y la angustia (entre Heidegger y Freud). Derivas del Discurso
Capitalista. Málaga, Miguel Gómez Ediciones (2003), p. 35
9
Ibíd, p. 35.
Este saber de amo crece bajo el amparo del discurso capitalista,
transformándose en un rechazo a la imposibilidad, expulsando la individualidad y
rigiéndose bajo la relación de un uno=todo, transformándose en una voluntad sin
límite, sin nada que la cuestione en su verdad.
El discurso universitario en su movimiento circular se muestra eterno, sus
giros constituyen un ad infinitum; en cada vuelta este conocimiento cosificado
marcha hacia la retroalimentación de una verdad única, anestesiando al individuo
en su relación con el saber de su propio deseo.
El saber del discurso universitario considera al individuo como centro
de todas las cosas, amo del discurso, dominador de sí mismo y de los demás,
desconociendo el saber del Otro, superponiendo un conocimiento bajo las leyes
de la razón, amparando su discurso en las condiciones universales del
conocimiento científico, desconociendo el descentramiento del sujeto.
El conocimiento cosificado dirige al sujeto freudiano hacia la repetición
de un saber, todo existe y nada puede ser re-significado; no existe conocimiento
que escape a la reincidencia del discurso, coartando la posibilidad de
descubrimiento y elección, ya que no existe ningún saber descubierto por el
sujeto, siendo arrojado al tedio y al determinismo.
El psicoanálisis desde su perspectiva plantea una satisfacción en el saber,
lo que Spinoza llamo beatitud, Freud designó Befriedigung y Lacan denominó
Jouissance. Dicho saber inconsicente es individual y anhelado, pese a que
siempre quedará incompleto por más energía que le sea consagrada. El saber es
consecuencia de la articulación de los significantes en el universo simbólico del
sujeto. El inconsciente es un saber que no tiene conocimiento de sí, un saber que
el sujeto del inconsciente no sabe que sabe.
La ´rebeldía` del inconsciente condiciona que el saber no sea un
conocimiento absoluto, sino más bien un saber sobre la verdad sobre el deseo que
habita en cada uno. El discurso universitario por su parte plantea la unificación
de dicho saber, solapando ese saber individual del sujeto, arrastrándolo al tedio
reiterativo de la imposición establecida por el discurso.
El descubrimiento del inconsciente supone la existencia de un saber que
no se sabe, a diferencia del discurso universitario que nos presenta un saber
repetitivo y cosificado, un saber sin querer saber nada de sus consecuencias. El
psicoanálisis frente a este discurso universitario plantea el desligamiento del
imperativo de saber lo que se dice: “La irreductibilidad del inconsciente
condiciona que el saber que se juega en el análisis no sea un conocimiento
absoluto”10.
Desde la filosofía crítica la repetición de un saber cosificado nos instala
frente a instituciones (escuelas, universidades) donde se instruye a los sujetos
freudianos en un hablar unificado, transformando a los individuos instruidos en
seres mudos, invadidos por la palabra vacía, viéndonos enfrentados al mayor de
los absurdos. El individuo instruido repite un conocimiento frente a su auditorio,
perdiendo la capacidad de hablar entre sus iguales, volviendo el desarrollo y la
evolución del conocimiento en un todo estanco.
El conocimiento institucionalizado del discurso universitario se
transforma en un gesto áspero, enfrentándonos a la imposibilidad de aislar dicho
veneno. La imparcialidad en la discusión sobre cualquier asunto desaparece,
invadiendo los círculos más estrechos. El discurso universitario envuelve a los
individuos en un espacio de consignas estructuradas, desarrollando un aura de
10
Montalbán Peregrín, M. Sujeto y discurso en psicoanálisis. Comunidad e inconsciente: el psicoanálisis
ante el hecho social. Málaga, Miguel Gómez Ediciones [2009]. P, 73
repetición que se multiplica e invade los espacios privados y su relación con los
objetos de apariencia neutral. La rigidez cadavérica del conocimiento cosificado
afecta la célula de la intimidad. La aparente inocencia del discurso universitario,
producto de su constante repetición, enmudece el espíritu del sujeto freudiano.
Esta ´herida` que golpea al sujeto es un producto del conocimiento
globalizador del discurso universitario, el cual hace de la existencia justificada
una existencia injustificable, rompiendo el sentido del mundo, dirigiéndonos al
universo del absurdo.
La instauración de este conocimiento cosificado, respaldado por el
discurso universitario y apadrinado por el discurso capitalista rompe la
comunicación con el propio saber y con el saber del Otro, provocando un proceso
de congelación del individuo y de su relación con el entorno; un tiempo de
separación y de distanciamiento del Otro, de repetición de un conocimiento
establecido, de exilio y rechazo hacia nuestro propio saber. Este suceso marca la
caída en el engaño de un Yo fuerte, en detrimento de la búsqueda del saber del
Otro.
La concepción educativa del capitalismo se enmarca en esta perspectiva,
persiguiendo al conocimiento como finalidad económica, obstaculizando el
desarrollo de la individualidad del sujeto freudiano, fomentando la exclusión en
un conocimiento adquirido a través del poder del dinero.
El discurso universitario amparado bajo el alero del capitalismo utiliza la
educación como un modo de adoctrinamiento, alejándose de las premisas
formativas alentadas por Freud, transformando el conocimiento en una
formalización de creencias y volviendo a su ´comunidad de escuchas` en simples
comparsas de un saber mediado por el capital.
La educación deja de ser un bien público en el interior de la sociedad
capitalista, el conocimiento es transformado en un bien administrado por un
monopolio económico, transformándose en un bien supremo alcanzable previo
pago de un precio.
Desde una perspectiva filosófico/crítica el conocimiento y su entorno
inmediato (escuelas y universidades) se diluyen en la globalidad, olvidando las
diferencias, el multiculturalismo, la tolerancia y su tradición republicana.
Su finalidad no es saber ni comprender al individuo actual, así como
tampoco permitir y motivar el descubrimiento de su propio saber, sino cuestionar
y borrar toda forma previa desarrollada con anterioridad al conocimiento
científico, desarrollando una institucionalidad regida por las élites del mercado.
El intelectual en dicho escenario se ha normalizado en el todo cosificado,
acomodándose a los requerimientos de la industria mediática. El quiebre que
antaño marcaba el intelectual en relación con el conocimiento estandarizado, hoy
se difumina en el espacio de la totalidad. El intelectual posmoderno persigue el
aplauso fácil y el reconocimiento mediático. El pensador crítico, a su vez, se
enmarca en las antípodas de dicha institucionalización, apostando al traspaso de
los márgenes cosificadores del discurso.
El intelectual persigue corregir el discurso imperante, pero siempre
buscando el beneplácito de lo establecido, mientras el pensador crítico busca
llevar su saber reflexivo hacia el cuestionamiento más profundo, alejando su
pensar de todo compromiso con el orden establecido.
“El intelectual no se puede acercar al crítico social sin poner en peligro sus
propias premisas, a saber, que el sistema es intocable. El crítico social, en
cambio, se acerca sin peligro al intelectual al que trata de desenmascarar en sus
límites, en sus prejuicios, en sus mitos a los que se aferra acríticamente. Por ello,
el crítico social siempre será un marginado o un marginal, más aún, será de su
marginalidad de donde saque su energía y el potencial de su fuerza crítica” 11.
La mirada global del saber crítico se enfrenta al entramado cultural y
social bajo los cuales ha nacido el discurso imperante, negándose al equilibrio
precario de una estructura defectuosa, corriendo el velo que cubre el vacío de una
socialización marcada por la repetición de un conocimiento globalizado.
¿Qué nos queda entonces? Corregir el discurso y transformarnos en
intelectuales a merced de la estructura del saber o desarrollar un pensamiento
crítico, sin ataduras ni compromisos como lo hicieron Adorno, Freud y Lacan.
Es aquí donde las reflexiones de Xabier Insausti toman más vigencia que
nunca: “Lo que ahora se trata de desarrollar es un pensamiento crítico y plural, en
la que todas las concreciones culturales diversas encuentren su lugar diferenciado
y singular y una forma política adecuada a su propia definición, y no se repita la
imposición inquisitorial de una “casta” o ideología sobre las demás. En
definitiva, de desarrollar “críticamente” las singularidades, pero no como
absolutamente encontradas, sino como diferenciadas y respetadas en esa
diferencia”12.
11
Insausti, X. El pensador crítico y el intelectual. Diálogos de pensamiento crítico. Santiago de Chile,
Universidad de Chile – Universidad del País Vasco UPV/EHU (2012), p. 199.
12
Ibíd, p. 207.