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FORMACIÓN EN ASESORAMIENTO SISTÉMICO INTEGRATIVO,

CONSTELACIONES FAMILIARES Y SISTÉMICAS


Nivel 1, 2010/2011

Fin de semana intensivo: 6 al 8 de mayo 2011

Tema: La actitud terapéutica

Contenidos:

 Características de la relación de ayuda


 ¿Qué me lleva a escoger una profesión de ayuda? (vocación – encargo)
 Autodefinición como ayudador@ / terapeuta / asesor@

 Actitud terapéutica como actitud del terapeuta y del cliente:


- Libre de intenciones y expectativas
- Libre de temor
- En concordancia con la realidad que se muestra
- Respetar el destino de la persona
- Empatía sistémica: respetar a mi propia familia para poder respetar a
la familia del otro
- La percepción centrada en los recursos
- La connotación positiva
- Obrar sin actuar, mediante la imagen acertada
- La fuerza del mínimo

 Transferencia y contratransferencia
 Límites
 El cuidado del cuidador

Material:

 Textos de Bert Hellinger


 Extracto del libro “Las enseñanzas de Don Juan” de Carlos Castaneda
 Extracto del libro “Manual de terapia y asesoría sistémicas de A. v.
Schlippe y J. Schweitzer
 Extracto del libro “El Focusing en Psicoterapia” de Eugene T. Gendlin
 Artículo: ¿Qué significa ayudar? – Una mirada sobre la relación
terapéutica desde las Constelaciones
Libre de intenciones
La primera premisa para la comprensión fenomenológica es una actitud desinteresada.
Quien guarda intenciones, aborda la realidad con contenidos propios, pretendiendo,
quizás, cambiarla de acuerdo con una imagen preconcebida, o influir y convencer a
otros según esta imagen. Pero así actúa como si frente a la realidad se hallara en una
posición superior, como si ella fuera el objeto para su sujeto, y no al revés, él el objeto
de la realidad. Aquí se evidencia la renuncia que nos exige el desistir de nuestras
intenciones, incluso de nuestras buenas intenciones. Aparte de que también la sensatez
exige esta renuncia, ya que, como muestra la experiencia, aquello que obramos con
buenas intenciones, e incluso con la mejor de las intenciones, frecuentemente sale mal.
La intención no sustituye a la comprensión.

Libre de temor
La segunda premisa para esta comprensión es una actitud libre de temor. El que siente
miedo de lo que la realidad saca a la luz, se pone anteojeras. Y el que siente miedo ante
lo que otras personas pensarán y harán si él comunica lo que percibe, se está cerrando
ante cualquier comprensión ulterior. Y quien, como terapeuta, tiene miedo de encarar la
realidad de un cliente, por ejemplo la realidad de que sólo le queda poco tiempo, acaba
infundiendo miedo al otro, porque éste ve que el terapeuta no está a la altura de esa
realidad.

La concordancia
Una actitud libre de intenciones y de temor permite la concordancia con la realidad tal
como es, también con su lado temible, arrollador y terrible. Por tanto, el terapeuta está
en concordancia con la felicidad y la desdicha, con la inocencia y la culpa, con la salud
y la enfermedad, con la vida y la muerte. Pero justamente de esta concordancia gana la
comprensión y la fuerza de enfrentarse también a la fatalidad, y en concordancia con
esta realidad, a veces puede darle un giro.

La fuerza
RAIMUND Realmente eres bastante fuerte.

HELLINGER Sí, lo soy. ¿Sabes por qué? Porque el mundo me parece bien tal como es,
también lo espantoso. Puedo asentir a ello, tal como es. Así, también puedo decir estas
cosas, porque asiento a ello. Todo lo grande saca su fuerza de lo espantoso; y quien
pretende apartar la vista de este hecho se hace castillos en el aire.

Actuar sin obrar – mediante la imagen interior acertada


Los cambios en un sistema se producen a través de la imagen interior acertada. Os daré
un ejemplo de un curso:
Una vez, al hablar de que era la imagen interior la que actuaba, una participante contó lo
siguiente:

-Hace dos años, estuve en Viena, en un curso sobre guiones familiares, donde
configuré la Constelación de mi familia actual. En la primera imagen que configuré, mi
hijo menor, bastante más joven que sus dos hermanos, se encontraba entre mi marido y
yo. La realidad era que muchas veces aún dormía con nosotros y que era imposible
sacarlo de nuestro dormitorio, es decir, sólo a duras penas y cerrando la puerta a llave.
Cuando volví a casa ...

La interrumpí preguntando:

-¿Qué se hizo en la Constelación Familiar?

La participante:

-Se le puso al pequeño al lado de los mayores. Cuando volví a casa, pensé:
‘¿Qué haré ahora?’ Pero desde ese momento él mismo no dijo nunca más que quería
venir a nuestra habitación. Yo no dije nada, y él ya no viene, sino que se va a su propia
habitación.

Exige una disciplina interior especial confiar en la imagen interior acertada, sin
interferir en el proceso, hablando u obrando precipitadamente. De esta manera puedes
actuar sin obrar.

Órdenes del Amor, Bert Hellinger, 2001


(primera edición alemana, 1994)

Guiarse por la realidad reconocida


LINZ ¿Podrías describir más concretamente los elementos que consideras importantes
de Milton Erickson y de sus discípulos?

HELLINGER Lo primero sería que Milton Erickson reconoce a la persona de la manera


que es y que reconoce las señales de la manera que son, guiándose directamente por
estas señales del cliente. Este proceso se desarrolla a varios niveles: en un primer plano,
por ejemplo, escuchando lo que una persona dice; y en un segundo plano, por ejemplo,
percibiendo los movimientos casi imperceptibles que la persona realiza. A este nivel se
emiten señales que muchas veces difieren totalmente de lo que se expresa verbalmente.
El terapeuta ve y diferencia estos niveles. Es esto lo que muchas veces asombra a los
clientes, y me preguntan: “Cómo lo ves? ¡Si yo dije otra cosa totalmente diferente!”

Pero yo vi sus reacciones.


Tomar la dirección
HELLINGER Una vez configurada la constelación, no dejo la solución únicamente en
manos del cliente. Así, por ejemplo, no dejo que busque sólo el lugar en el que se
encuentra bien. Cuando alguien configura la constelación de su familia, de mi
percepción y de mi experiencia me viene una imagen de la manera en que el orden está
perturbado y cómo debería ser corregido. Ésta es la imagen que me guía para buscar la
solución. Es decir, yo mismo configuro las imágenes intermedias y de solución, pero
siempre contando con la colaboración del cliente. Así compruebo la imagen por su
efecto, viendo si éste afirma la imagen o si aún se requieren otros pasos más.

LINZ Es decir, ¿también compruebas tu imagen interior?

HELLINGER Sí, siempre, en cada caso. Por tanto, nadie tiene que creer simplemente lo
que digo o hago. Sin embargo, no le dejo la iniciativa al cliente, ya que no encontraría la
solución por sí sólo. Si supiera hacerlo, no necesitaría acudir a mí. Una vez encontrada
la imagen de solución, le pido al cliente que ocupe su lugar en la constelación tomando
la posición que su representante tenía. De esta manera tiene la posibilidad de comprobar
por sus propias reacciones si la solución es la correcta para él.

Ir hasta el límite
LINZ Muchas veces, partiendo de la imagen de solución, le haces ver al cliente
consecuencias aparentemente muy duras.

HELLINGER Enfrento a la persona con las máximas consecuencias de aquello que en su


familia ocurre; por ejemplo, que morirá un hijo si él abandona a la familia. Y también lo
enfrento con los pasos necesarios para llegar a una solución, por ejemplo que debe
inclinarse profundamente ante su padre y darle la honra. O, quizás, que tiene que salir
de la familia; también eso puede ser una consecuencia en algunos casos.

LINZ ¿Qué significa eso en concreto?

HELLINGER Que la persona en cuestión renuncie a sus exigencias. Una madre, por
ejemplo, que dio a su hijo ya no tiene ningún derecho sobre él. En un caso así, tiene que
marcharse y dejar el hijo con el padre.

Éstas son intervenciones terapéuticas de gran trascendencia y pide mucho valor hacerse
responsable de un paso así. Pero sólo confrontando a la persona con todas las
consecuencias de su comportamiento y con las condiciones para una solución, la
decisión se hace inevitable y posible.
Quedarse con la realidad aunque sea chocante
LINZ En tus grupos terapéuticos, sin embargo, ¿una y otra vez habrá participantes que
se mostrarán chocados de la manera tan directa en que los confrontas?

HELLINGER Tan sólo confronto al participante con una realidad visible.

LINZ ¡Que tú ves!

HELLINGER Y que el otro, por supuesto, conoce. Únicamente es chocante para aquéllos
que no quieren ver lo que es.

Así, por ejemplo, en un curso hubo una mujer con una enfermedad mortal incurable; es
decir, ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Ella quería configurar a su familia, pero
yo le dije:

-Cogeré únicamente a dos personas: tú y la muerte. Elige a alguien para ti y elige


a alguien para la muerte.

Eso es chocante para alguien de fuera. Para esa mujer, sin embargo, no fue así, ya que
sabía que iba a morir. Eligió a una mujer más baja como representante de ella misma, y
una mujer más alta para la muerte. Colocó a las dos mujeres una en frente de la otra,
muy cerca, pecho a pecho. La mujer más baja que representaba a la cliente levantó la
vista, se quedó mirando a la muerte y dijo:

-Tengo una sensación cálida y siento el aliento suave de la muerte en mi cara.

También la muerte tenía una sensación de calidez frente a esa mujer.

Le dije a la mujer que representaba a la cliente que le dijera a la muerte: “Te doy la
honra.” Así lo hizo, y la muerte y la mujer se cogieron de las manos muy suavemente,
de ambas manos, mirándose con gran cariño.

Ésta es la realidad que sale a la luz, la realidad que actúa precisamente porque pudo salir
a la luz. Pensando, sin embargo, que la muerte es algo horrible, se tiene miedo de sacar
a la luz esta verdad. Cuando yo saco a la luz un asunto de esta índole, siempre se trata
de una realidad que se presenta de la manera que es, con toda seriedad. Es algo que no
se contradice, es decir, el cliente no lo contradice. Quizás, a otros les infunda miedo esta
realidad, por lo que intentan resistirse diciendo que la enfermedad no será tan grave y
que aún debería haber algo más que enfrentarse con el final. Es este tipo de comentarios
que yo no permito, aunque parezca duro en ese momento.

LINZ ¿Qué consecuencias tendrían estas objeciones si las permitieras?

HELLINGER En un caso así, la realidad se encontraría transferida a un nivel de


opiniones y de arbitrariedades, lo cual es inadmisible. Es aquí donde mi trabajo se hace
directo y denso: no tolero que la realidad se minimice.

LINZ ¿Cuáles serían los efectos para el cliente si toleraras la arbitrariedad?


HELLINGER Le debilita. La realidad, en cambio, por muy dura que parezca, le hace
fuerte y libre en cuanto la mira abiertamente y la reconoce. Una vez, por ejemplo,
después de configurar la constelación familiar de una cliente, le dije que su matrimonio
ya no tenía salvación, que los hijos tenían que ir con el marido y que ella debía quedarse
sola. Otros participantes querían hacer objeciones y presentarle soluciones más
cómodas, pero yo los corté. Lo que le había dicho no era un producto de mi imaginación
sino que había quedado claro en el curso de la constelación, tanto para ella como para
mí. Más tarde, uno de los participantes me contó que durante la noche siguiente se pasó
tres horas altercando conmigo porque pensaba que había sido demasiado duro con ella.
La mañana siguiente, sin embargo, aquella mujer vino al grupo radiante y el otro
participante se dio cuenta de que su preocupación por ella y su lucha interior conmigo
habían sido innecesarias.

LINZ ¿Cómo te ves a ti mismo en una intervención de tanta responsabilidad?

HELLINGER En primer lugar me considero una persona que saca a la luz determinadas
realidades, siendo éstas realidades las que ayudan y curan, no yo. Sea cual fuere la
decisión que se toma después, no tiene nada que ver conmigo.

LINZ ¿Qué ocurre en el interior del cliente cuando encara la realidad de esta manera?

HELLINGER Ya no se hace ilusiones. De esta manera, su visión y sus actos cobran otra
seriedad y otra fuerza. Así, aún actuando en contra de su conocimiento, sabe lo que
hace, ya no actúa por un mero impulso.

“Preguntas a un amigo” en Órdenes del Amor, Bert Hellinger, 2001


(primera edición alemana, 1994)

No hay nada más fuerte que la familia


HELLINGER Para mí es importante ayudar a las personas a solucionar sus conflictos, y
ponerlas en contacto con fuerzas sanadoras en su propia familia. En el fondo, no es sólo
terapia, sino un servicio de reconciliación. En este sentido, también soy "cura de almas".
Y me siento maestro. La palabra terapeuta no me dice gran cosa.

TEN HÖVEL ¿Por qué no le dice gran cosa la palabra terapeuta? Por su propia historia
ud. mismo conoce el campo del cura de almas, y conoce el campo del terapeuta porque
fueron terapeutas los que le formaron y lo tuvieron en terapia. ¿Ahora se encuentra en
medio de estos dos grupos?

HELLINGER Yo relaciono el concepto de terapeuta con la idea de manejar algo; que


estoy tratando algo con la idea de poder controlarlo. Sin embargo, mi comprensión del
destino y de las fuerzas que actúan es demasiado grande para verme como una persona
que interviene y consigue algo.

TEN HÖVEL Me parece comprensible este rechazo de la manipulación en relación a la


psicoterapia tradicional. Pero hoy en día ya existen un gran número de escuelas
terapéuticas que no se conciben como causantes sino, en todo caso, como asistentes en
el proceso de sanación de determinadas heridas, como personas que ofrecen un espacio
en el que otros pueden encontrar la sanación.

HELLINGER Incluso eso me parece demasiado. En el fondo, tan sólo me alío con los
padres, o con otras personas que sufrieron una injusticia, para hacerlas entrar en juego.
Aquello que sana emana de ellos, no de mí. Al mismo tiempo me opongo a todos
aquéllos que se inmiscuyen, crean una carga para el sistema y lo trastornan con su
arrogancia, obstaculizando así las fuerzas sanadoras. No hago nada más.

En todo caso, me definiría como terapeuta familiar, ya que le ayudo a un sistema a


encontrar su camino y su orden.

TEN HÖVEL ¿De dónde saca ud. la seguridad de que ese sistema encontrará su orden?

HELLINGER Los sistemas familiares tienen tal fuerza, tal poder de vinculación y algo
tan conmovedor para todos -cualquiera que sea su actitud ante la familia-, que me fío
plenamente de ellos. La familia le da la vida al individuo. De ahí proviene, con todas
sus posibilidades y limitaciones. A través de la familia llega a un pueblo determinado, a
una región determinada; a través de ella es involucrado en determinados destinos y tiene
que llevarlos.

No hay nada más fuerte que la familia. Si pretendo intervenir considerándome superior
a esa familia, interfiero en el orden. Por tanto, me acerco a la familia como alguien que
la valora.

Reconocer lo que es, Bert Hellinger y Gabriele ten Hoevel, 2000


(primera edición alemana, 1996)

Por tanto el Sabio


Enseña sin palabras
Obra sin-acción
Sin embargo nada queda sin realizar
Cuando la existencia se manifiesta
No se opone a ella
Actúa pero no se apropia
En la obra realizada
No exige que se le reconozcan méritos
Y es porque no pretende el mérito
Que éste no se le puede arrebatar
(de Tao Te King de Lao Tse,
versión de José M. Tola)

La percepción centrada en los recursos


Distingo rigurosamente la percepción de la observación. La observación conduce a
conocimientos parciales unidos a una pérdida de la visión global. Si observo el
comportamiento de una persona, tan sólo veo detalles y la persona se me escapa. Si, por
lo contrario, me expongo a la percepción, se me pierden los detalles e inmediatamente
capto lo esencial, el núcleo, y todo esto, además, al servicio del otro.
La percepción de otra persona únicamente es posible si me abro a ella
desinteresadamente y dispuesto a relacionarme. De esta manera se desarrolla un lazo
muy íntimo, acompañado, a pesar de todo, del más alto respeto y de una cierta distancia.
La condición previa es que cada uno sea apreciado como especial y que no se establezca
ninguna norma a la que uno tenga que subordinarse. Aquí no se trata de correcto o falso,
sino de encontrar ayuda y soluciones. En mi imaginación tengo la libertad de jugar; en
cuanto percibo al otro teniendo en cuenta sus intereses, esta libertad ya no existe.
La percepción, por tanto, únicamente puede ser efectiva refiriéndose a las soluciones.
Refiriéndose a los diagnósticos, fracasa inmediatamente, a no ser que los diagnósticos
estén enteramente al servicio de la solución. Toda intervención que no se una a las
fuerzas de desarrollo, por ejemplo, haciendo suposiciones o menospreciando a otros,
tiene un efecto contraproducente.
Lo curioso es que una persona a la que comunico lo percibido se transforma ante mis
ojos. La percepción, por tanto, es un proceso creativo con un cierto efecto. Todo esto
alberga misterios que no comprendo, pero pueden verse y ser aprovechados.
Para la percepción lo esencial es la realización de un acto y no la verdad. Siempre se
trata de saber «¿qué hago ahora?, ¿qué es posible?». Esto es lo que como terapeuta hago
para el otro; es decir, mientras éste me relata algo, yo me pregunto: «¿Qué es lo
adecuado ahora?» De esta manera estoy en contacto con algo más grande; no pretendo
ayudar, sino que veo todo en el contexto de un orden.
Así, es la intuición la que actúa, llena de amor y de respeto.
Si a uno se le ocurre algo respecto a otra persona, algo que se le quiera decir, se mira al
interesado para comprobar si aquella idea lo nutre y le sirve, o si lo perturba y
debilita. La percepción no es un acontecimiento que pueda ser buscado.
Cuando me expongo a alguien, la percepción aparece como un relámpago y
el resultado es absolutamente sorprendente. No se trata de algo que yo pueda
inventarme. A veces me da miedo. Si en un caso así me retiro, se rompe algo
en mi propia alma.

La fuerza se encuentra en el mínimo


Un criterio importante para el respeto es el no querer curar ni salvar al otro, una actitud
de la que existen grandes modelos. Se trata de un bien común de la humanidad: el
comprender que la persona puede actuar a través de su mera presencia, una presencia
activa, sin intervenir. Se trata de una fuerza concentrada que actúa a través de la
no-acción, una actitud que no tiene nada que ver con retirarse. La abstención no aporta
nada. En el Tao Te King de Lao Tse esta actitud se describe muy bien.
Hay una observación curiosa en terapias: si al terapeuta se le ocurre lo que podría
ayudar y se abstiene de decirlo, la idea se le ocurre al cliente. A veces es más fácil
encontrar una solución si el terapeuta renuncia a ella. Tampoco está en sus manos influir
en lo que los clientes hacen de lo que él dice. Una vez puse el ejemplo de Jesús, que
tampoco tiene la culpa de que el joven rico se marchara. Esto incluye un gran respeto.
La cualidad que distingue una buena terapia es la ausencia de intenciones y de fines por
parte del terapeuta, es decir que yo, hasta un cierto grado, renuncie a ejercer una
influencia.
....
La fuerza se encuentra en el mínimo. En cuanto un terapeuta hace una sugerencia, ésta
actúa igual que un germen: contiene la fuerza concentrada. En cuanto el terapeuta
pretende llevarla a la práctica, la fuerza se pierde. Es decir, se da un impulso, y todo lo
demás permanece en el interesado para que vaya actuando. Por tanto, después corregí
mi hipótesis hacia abajo: en una buena terapia basta con un veinte por ciento. Eso se
llama eficacia.
Felicidad dual, Gunthard Weber (ed.), 1999
Primera edición alemana, 1993

Encarar la verdad tal como se muestra


A veces, el terapeuta dice algo que suena terrible, a pesar de que todos los presentes
perciben su concordancia con la realidad. Algunos terapeutas, sin embargo, temen decir
lo percibido, aunque esté a la luz para todos. Pero únicamente resulta terrible para el
terapeuta que piensa que los clientes le creen todo, que no piensan ni deciden por ellos
mismos y que, por tanto, el terapeuta es responsable de ellos en todos los sentidos.
Cuando se comunica la percepción de algo que ha salido a la luz, aunque parezca
amenazante, el cliente mismo empieza a mirarlo detenidamente. Así ve la seriedad y, de
repente, tiene fuerza.

En cambio, cuando el terapeuta piensa que debería proteger al cliente, que no debería
decir lo que percibe, el cliente acaba sintiendo miedo del terapeuta, y con razón. Ya que
ese terapeuta le engaña. Ése sería un amor que engaña, si es que podemos llamarlo
amor. Muchas veces no es más que cobardía.

La claridad únicamente se da para aquél que ha superado el temor, como tan bien lo
describe Castaneda en sus libros del chamán don Juan. El miedo más grande de los
terapeutas es: “¿Qué pasa si digo lo que sé?”, o: “¿Qué dicen mis compañeros
terapeutas si digo lo que sé?”. Y así se crea una comunidad de cobardes conspirados.
Eso, sin embargo, es un desprecio de la grandeza de la realidad y de la grandeza del
destino, y del alma de todos los implicados.

Cuando el terapeuta afirma claramente su percepción, el cliente tiene un interlocutor y


una orientación. No tiene porqué estar de acuerdo con esa percepción, también puede
estar en contra, pero tiene una orientación. En cambio, cuando el terapeuta no lo encara
como interlocutor responsable, el cliente no tiene ninguna orientación.

El rayo
PARTICIPANTE El país está lleno de terapeutas que constelan familias, en parte, a un
precio carísimo. ¿Es posible también que una persona cause daños si no trabaja con el
suficiente cuidado y la suficiente competencia?
HELLINGER El rayo únicamente cae sobre aquél que levanta la mano. Se requiere un
gran arte para poder dañar a otra persona. Quien dice que le causaron un daño, en
cualquier momento es libre de dejar todo eso atrás y de seguir viviendo en un sentido
positivo. Cuando se les reprocha a determinados terapeutas el haber perjudicado a
alguien, por parte del cliente significa una negación de tomar su vida en sus propias dos
manos.

Ir con el alma
El alma se mueve paso a paso. Por eso, el que ayuda sólo da un paso con ella en cada
momento. Después, el alma sigue trabajando sola y cuando se ha preparado el siguiente
paso, el que ayuda la acompaña de nuevo. Así, también la interrupción de un trabajo es
una intervención terapéutica que le devuelve su fuerza al alma. Cuando da señales de
nuevo, el terapeuta puede abordarlos. Él responde a aquello que le llega desde el alma.
De esta forma sigue en diálogo con ella.

El manantial no pregunta por el camino, Bert Hellinger, 2008


(primera edición alemana, 2001)
Carlos Castaneda – “Las Enseñanzas de Don Juan”

- Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su


propósito es deficiente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán,
pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.

Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus
pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es
nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca
lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el
hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se
convierte en un campo de batalla.

Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo
terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del
camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr,
su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.

- ¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?


- Nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de
conocimiento. Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre
inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo
habrá puesto fin a sus ansias.

- ¿Y qué puede hacer para superar el miedo?


- La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a
él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar
lleno de miedo, pero no detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su
primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se
fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.

Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su
primer enemigo natural.

- ¿Ocurre de golpe, don Juan, o poco a poco?


- Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
- ¿Pero volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?
- No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto
de su vida. Porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente
que borra el miedo. Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer
esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo
rodea todo. El hombre siente que nada está oculto.

Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan
difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega.
Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto
se le antoje, porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene
claridad, y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es
como si viera algo claro pero incompleto. si el hombre se rinde a esa ilusión de poder,
ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando
debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el
aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.

- ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en
consecuencia?

- No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de


hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero
impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a
transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni
ansiará nada.

- Pero ¿qué tiene que hacer para evitar la derrota?


- Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para
ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar,
sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda
que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo
enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni
tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ese será el
verdadero poder.

Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él
lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo
todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder!

El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es


rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza
tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.

Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de
pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado
en un hombre cruel, caprichoso.

- ¿Perderá su poder?
- No, nunca perderá su claridad, ni su poder.
- ¿Entonces qué lo distinguirá de un hombre de conocimiento?
- Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El
poder es sólo una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo,
ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder.

- La derrota a manos de cualquiera de esos enemigos es definitiva?


- Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre, no
hay nada que hacer.
- ¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se
corrija?

- No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado.


- ¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza?
- Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de
volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la
lucha y se abandona.

- Pero entonces, don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo


durante años, pero finalmente lo conquiste.

- No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo nunca lo conquistará, porque se


asustará de aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante
años en medio del miedo, terminará conquistándolo porque nunca se habrá abandonado
a él en realidad.

- ¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, don Juan?


- Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que
el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a
raya a todas horas, manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede
ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores,
llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su
poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.

El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y
casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más
cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que
solamente podrá ahuyentar por un instante.

Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente;


un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que todo su
poder está bajo control, pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de
descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la
fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura
vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento.

Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces
ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan sólo por esos momentitos en que
logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad,
poder y conocimiento son suficientes.
¿Qué significa ayudar?

Una mirada sobre la relación terapéutica desde


Constelaciones

Sylvia Kabelka, 2009

“Los humanos, en todos los sentidos dependemos de la ayuda de otros. Sólo


así podemos desarrollarnos. Al mismo tiempo, también dependemos de
poder ayudar a otros. Quién no es necesario, quien no puede ayudar a otros,
acaba solo y se atrofia. Por tanto, la ayuda no sólo sirve a los demás sino
también a nosotros mismos.”

Bert Hellinger

Los seres humanos somos seres relacionales, por lo que, consciente o


inconscientemente, vivimos en un constante intercambio con los demás.
Incluso donde sólo parece haber uno que toma y otro que da, donde la
relación, aparentemente, fluye en una única dirección –por ejemplo, entre
paciente y terapeuta–, siempre se trata de una relación humana con su
necesidad de equilibrio y de “orden” para poder dar su fruto.

De la misma manera que en las relaciones de pareja, entre padres e


hijos, entre hermanos y amigos existen los llamados “Órdenes del Amor”
que determinan si una relación se logra o no, así también en la relación
terapéutica existen unas leyes a respetar para que la ayuda se logre.

Bert Hellinger resume estos “Órdenes de la Ayuda” en cinco puntos:

1. Para poder ayudar eficazmente, la empatía del ayudador se dirige a


toda la red de relaciones que envuelve a la persona, convirtiéndose
así en una empatía sistémica.
En muchas terapias, el interés se centra exclusivamente en el cliente
que se nos presenta, en sus necesidades y demandas individuales. En
Constelaciones, nuestra mirada se dirige al individuo y, más allá de él,
hacia toda su familia, tanto de origen como actual. Es decir, siempre
procuramos ver a la persona en su contexto, con todos sus vínculos
vitales, teniendo en cuenta las necesidades del sistema entero. Sabemos
que muchas dolencias físicas y psíquicas son la expresión de un
desorden en el sistema, cuando la persona no ocupa su propio lugar o
adopta actitudes de inferioridad o superioridad que no le corresponden.

Por tanto, una buena solución para un cliente siempre parte del respeto
hacia las demás personas con las que se encuentra vinculado.

La experiencia nos muestra que una persona que experimenta sus


relaciones importantes como plenas y equilibradas, también siente que
toda su vida tiene sentido; cuando esta sensación arraiga en el alma,
también el cuerpo responde con alivio.

2. El ayudador se encuentra con la otra persona a un mismo nivel, de


adulto a adulto.
Este punto resulta directamente del anterior. Si yo, en todo momento,
tengo en cuenta a los padres de mis clientes, si los respeto
verdaderamente, podré resistir a la tentación de sustituirlos o de darle al
cliente aquello que supuestamente no pudo recibir de ellos. Cuando una
persona se presenta como necesitada ante el terapeuta, fácilmente se
crea una relación desigual, similar a la relación madre-hijo / padre-hijo,
donde un adulto tiene que cuidar de un niño. Si en terapia accedemos a
este tipo de relación, se crean dependencias, el terapeuta se sentirá
forzado a invertir mucha energía para que su cliente mejore, y el cliente,
para poder abandonar la relación terapéutica, en algún momento tendrá
que rebelarse contra el terapeuta con mayor o menor agresividad, igual
que un adolescente lo hace con sus padres.

La ayuda eficaz se da entre iguales, cuando el terapeuta puede confiar


en las propias fuerzas del cliente y de su familia, y cuando también el
cliente está dispuesto a respetar al terapeuta sin exigirle cuidados o
atenciones que no corresponden a esta relación.

Un recurso en esta situación puede ser el siguiente: al principio de cada


sesión, nos tomamos unos momentos para visualizar a los padres del
cliente detrás de éste, y a los padres del terapeuta detrás de él – de esta
forma emprendemos el trabajo como humanos a un mismo nivel.

3. La ayuda debe tener en cuenta las circunstancias especiales de la


persona, externas e internas, interviniendo sólo hasta donde estas
circunstancias lo permiten.
Por circunstancias entendemos aquí hechos que determinan y a veces
limitan la vida de una persona como, por ejemplo, una enfermedad
grave, su pertenencia a una etnia perseguida, sus implicaciones en
sucesos de guerra, o las consecuencias de una culpa personal o ajena.
También nos referimos aquí a las circunstancias internas, como pueden
ser la misión inconsciente de una persona en el seno de su familia o las
implicaciones en el destino de su grupo.

El ayudador que obvia estas circunstancias o intenta minimizarlas ante


su cliente, se interpone entre la persona y su destino. Asimismo, la pena
que podemos sentir al percibir la gravedad del destino de otro, en el
fondo le debilita. Aquí, la actitud que ayuda sería la fortaleza para, junto
con nuestros clientes, encarar la realidad y, a veces, limitarnos a una
inclinación profunda ante ese sino insondeable.

4. El ayudador únicamente debe dar lo que tiene, y la persona que


busca ayuda sólo debe esperar y tomar aquello que realmente
necesita.
También aquí, el criterio de una ayuda válida se resume en una pregunta
simple: la ayuda que le ofrezco al otro, ¿le debilita o le fortalece
internamente? O, con otras palabras: todo paso que una persona puede
dar por sus propias fuerzas, le hace avanzar y crecer. Donde el terapeuta
interviene antes de tiempo, con mucha facilidad acaba invalidando al
cliente. Así, también un trabajo con Constelaciones requiere una máxima
seriedad, tanto en la persona que lo solicita como en el terapeuta que lo
acompaña, para poder desplegar todo su potencial. Donde una
Constelación se plantea desde la curiosidad, desde el tanteo o como
excusa para depositar la responsabilidad de mis decisiones en otro, la
terapia está destinada a fracasar.

5. El ayudador abre su corazón para todos los miembros de la familia


del cliente, sin juicios ni rechazos. De esta manera, también en el
cliente y en su sistema puede darse la reconciliación.
Este último “orden de la ayuda” probablemente sea el más exigente. En mi
experiencia se trata de un ejercicio de por vida: abrir el corazón para todos
aquellos que hasta ahora rechazaba o temía, uno por uno, día tras día, como
un gesto que se repite y repite, dejando su huella silenciosa en nuestro
interior. Muchas veces, éste constituye el paso decisivo en terapia, el punto
en que la persona realiza un auténtico crecimiento y una verdadera
integración, el momento en que las partes enfrentadas encuentran la paz –
pero sólo puede acompañarlo quien ha recorrido este camino primero.

Así, pues, en cada uno de estos puntos, la ayuda se convierte en una


oportunidad que la vida brinda a ambos, tanto al ayudador como al
ayudado, y a ambos se les exige un esfuerzo sincero en este ir y venir de su
relación.

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