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Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

LA EFICIENCIA DEL IMPERIO EN LAS FILIPINAS COLONIALES, 1698-1820


Author(s): Luis Alonso Álvarez
Source: Investigación Económica, Vol. 58, No. 223 (enero-marzo, 1998), pp. 197-232
Published by: Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/42777495
Accessed: 03-09-2017 16:06 UTC

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Investigación Económica, vol. LVIIL223, enero-marzo de 1998, pp. 197-232

LA EFICIENCIA DEL IMPERIO EN LAS FILIPINAS


COLONIALES, 1698-1820*

Luis Alonso Álvarez**

La historia de los dos últimos siglos del imperio español en las islas
Filipinas presenta algunos contrastes en gran medida sorprenden-
tes, que llamaron y llaman todavía poderosamente la atención de
historiadores e investigadores. El primero resulta de que mientras
las islas se mantuvieron durante casi tres centurias sin apenas some-
ter a explotación sus recursos naturales -sin desarrollar su econo-
mía interna-, en el siglo xix se produjo un vuelco total en la situa-
ción anterior, al punto de configurarse una rica agricultura
azucarera, arrocera y tabacalera. Un segundo aspecto a considerar
deriva de que en tanto los territorios españoles de ultramar busca-
ron y encontraron con mayor o menor éxito el camino que les con-
duciría a la emancipación política respecto de la metrópoli peninsu-
lar, las Filipinas -juntamente con las Antillas- mantuvieron durante
un siglo una sólida fidelidad a la Corona española.

* El trabajo que aquí se presenta constituye un avance resumido de una de las partes que confor-
man el proyecto de investigación realizado en colaboración con los profesores Josep M. Delgado yjo-
sep M. Pradera (de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona), Patricio Hidalgo (Universidad Autó-
noma de Madrid) y Manuel M. de Artaza (Universidad de Santiago de Compostela), financiado por la
DGICYT española y el gobierno autónomo de Galicia, y que lleva por título El imperio insular. Política co-
lonial y cambio económico en las Antillas españolas y Filipinas, 1 759-1868. A ellos y al profesor Ángel Fer-
nández, experto de la Universidad de La Coruna en Economía de la empresa, les agradezco la lectura
crítica que han realizado del mismo. Las dos primeras versiones del trabajo han sido presentadas al
simposio internacional California and Philippine History, 1571-1996 , Stockton-California, 1996 y al VIII
Simposio de Historia Econòmica, Cambio institucional e historia econòmica, Bellaterra-Barcelona, 1996.
Asimismo agradezco la colaboración de los dictaminadores anónimos que consideraron que este tra-
bajo debía publicarse.
** Director del Departamento de Historia e Instituciones Económicas, Universidad de La Coruna,
España, correo electrónico:healonso@ctv.es

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198 Luis Alonso Álvarez

Referente al primero de los aspec


prendido a fines del siglo xvm el c
después delegado filipino en las Cort
los Reyes:

Los políticos modernos se admiran de


de 200 años de conquistadas, se hallen
do de su primera adquisición. No pued
biéndose desde luego reconocido sus pr
ciones, en tan dilatado tiempo estén sin

Pero nuestro hombre no vivió lo suf


tan sólo unas décadas más tarde las estadísticas del comercio exte-
rior de las islas, todavía bíýo soberanía española, revelaban una acti-
vidad insólita en el archipiélago colonizado por Legaspi, que apar
cía como uno de los primeros exportadores netos de product
tropicales entre los países del Sudeste Asiático. En concreto, para
año 1868, las exportaciones filipinas -sin contabilizar el taba
transferido a las fábricas de la península por cuenta de la hacien
española, que se elevaba a 3.1 millones de pesos- ascendieron a 1
millones, de los cuales 4.8 se dirigieron a Inglaterra.2 Pocos año
después, en 1879, alcanzaban ya los 18.8 millones de pesos, 37.2
de los cuales llegaron a la metrópoli peninsular. En 1881, el arch
piélago vendió en el mercado internacional azúcar, abacá y taba
-en rama y elaborado- por valor de 12, 8 y 3 millones de pesos re
pectivamente.3
Pero al mismo tiempo, y tal como señalábamos antes, no deja d
sorprender que en el imperio continental, a principios del siglo xix,
cuando se iniciaba un proceso de emancipación ininterrumpida qu
finalizaría sólo con la consecución de la independencia completa

1 Archivo de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas, Manila y Ávila (en adelante apsr), Hi
toria civil de Filipinas, tomo 4, doc. 18. Otra copia en ibid., doc. 21. Es en este ùltimo documento e
donde aparece la firma de don Ventura de los Reyes.
- Memoria de 1869 del cónsul británico acreditado en Manila, citada por el viajero alemán F. Jagor
Viajes por Filipinas, Madrid, 1875, p. 10.
3 Balanza o estadística general de comercio exterior de España con sus provincias de ultramar y potencias ex
tranjeras en los años de 1849-1885, Madrid, 1852-1887.

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en el imperio insular -las Antillas y las Filipinas-, por el


se observa una permanencia española de casi un siglo,
dad de que esa continuidad se edificò sobre una bas
nueva sin correspondencia con la anterior, como acaba
probar para el caso del archipiélago asiático.
Las claves de este doble fenòmeno -que en conjunto
ta las dos caras de una misma realidad- podemos en
como es mi intención demostrar, en la mejora de la
el control colonial en las islas, superior al de la Am
nental. Piénsese que las reformas de la Ilustración en
II afectaron en mayor medida al imperio insular que
tal, entre otras razones porque comenzaron a experim
primer lugar en áreas hasta entonces marginales.4 En
la política ilustrada no había perseguido otro objetivo
tar unos vastos territorios productores de plata a las
gencias del comercio mundial, a la producción de n
de mercancías que se estaban difundiendo en los mer
nacionales.
Pese a todo ello, esta pretendida eficiencia de la administrac
española en las islas, ha sido cuestionada con frecuencia. Es má
imperio español en América se convirtió con el paso del tiemp
una especie de paradigma de la corrupción y de la ineficiencia
las distintas historiografías nacionalistas. Que la administración
pañola en América era corrupta, y el fraude habitual, es algo d
que difícilmente alguien se atreva a dudar. Pero corrupción y fra
de, como veremos, no eran más que procedimientos para alcan
esos objetivos de eficiencia. Es más, durante el siglo xviii y gran
te del XIX, el sistema colonial implantado en las islas no presenta
para los contemporáneos exactamente las mismas connotacion
negativas a las que hemos aludido. ¿Cuál es pues la razón por la
se sigan manteniendo los lugares comunes? La explicación está en
consideración de los nuevos administradores del imperio insu
tras el desastre español de 1898: Estados Unidos, quien se conv

4 J. M. Fradera y J. M. Delgado, "Cuba, laboratorio del nuevo sistema colonial español (1


1833)", Simposio Internacional de Historia de Cuba , Bellaterra (Barcelona), 1993.

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en el nuevo gestor de los territorios e


justificar su política anexionista, reco
movimiento ilustrado filipino de fines
tanizar la presencia de los antiguos colo
toria repite con frecuencia. Y esa es la
a convertirse en el origen de todos los
pinos.
A continuación se verá que no se puede seguir sosteniendo la afir-
mación anterior de que el imperio colonial en las islas Filipinas
constituía un régimen ineficiente. Acredita la eficiencia el que du-
rante el transcurso del siglo xvm se produce una paulatina caída en
los costes de mantenimiento del imperio en las islas que asegura-
ban la continuidad del objetivo fundamental de la presencia españo-
la: la obtención de elevados beneficios marginales para los colonos
españoles, beneficios derivados de la intermediación comercial en-
tre Asia y América y razón fundamental de la presencia española en
el archipiélago asiático. Esta minimización de costes ha de entender-
se, en nuestro caso, como una caída del gasto institucional que la
Corona mantenía en las islas para asegurar el beneficio de los colo-
nos españoles, que repercute ya desde principios de siglo sobre los
tributantes filipinos.
Para lo anterior se efectuará un estudio sobre los costes que exigía
el mantenimiento de la presencia española en las islas en tres mo-
mentos -a finales del siglo xvn, a mediados del xvm y a principios
del XIX- a partir de la reconstrucción de los ingresos tributarios,
con objeto de medir el descenso de la implicación de la Corona y los
colonos españoles y el aumento de la participación de los campesi-
nos filipinos, tanto en cifras absolutas como relativas. Posteriormen-
te se analizará el mecanismo que permitía la repercusión de los cos-
tes sobre los filipinos -el bandola system- para concluir, finalmente,
que estas reformas fiscales abrieron el camino a la aparición de un
mercado -de trabajo y de productos-, fundamental para iniciar la
explotación de los recursos internos -tabaco, abacá, azúcar...- que
sustituirían a la economía del galeón, desaparecido con la indepen-
dencia de México, y asegurarían en último término el mantenimien-
to de la fidelidad de los filipinos a la Corona española durante el
Siglo XIX.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 201

La investigación se extiende entre los años finales del siglo xv


los comienzos del xix, algo que necesita una explicación por l
rente arbitrariedad de las fechas. Es precisamente hacia fina
seiscientos y comienzos del setecientos cuando fenecen las ú
encomiendas concedidas por la Corona durante los siglos an
res,5 salvo las de adscripción religiosa.6 Los derechos tributario
vengados a sus titulares se incorporaron definitivamente a l
hacienda -asistimos, así, al surgimiento de nuevos derechos d
piedad-, iniciándose un proceso de transferencia de renta de los
comenderos a la Corona, que se traduce en una minimizació
coste institucional, cuyo estudio pretende ser una parte del obj
aquí planteado. Por otro lado, la fecha de 1820 que cierra la inve
gación refleja el final de una economía en la que los alcaldes
res y corregidores -las autoridades provinciales que habían a
do la administración territorial que sucede a las encomie
perdieron sus últimos privilegios en el peculiar sistema de tr
rencia de renta que constituye el bandala system y que es m
también de una parte importante de este trabajo.
Finalmente, esta investigación presenta un valor añadido p
historia fiscal del México colonial -las islas Filipinas constituían
capitanía general que dependía administrativa y económicam
del virreinato de Nueva España-, a medida que pretende dem
cómo fue decayendo significativamente el aporte del situado m
no en el transcurso del siglo xvm hasta desaparecer por comp
comienzos del xix, coincidiendo con los movimientos emanci
rios de la América española. La ruptura de esta dependencia
conduciría en el archipiélago asiático a la implantación de form
ternativas de tributación -entre ellas el estanco del tabaco-, que
auguraron políticas coloniales basadas en la explotación de los re
sos agrícolas del territorio, y permitieron sustituir una econom
intermediación, como la que mantenía el archipiélago median
comercio entre Asia y América a través del galeón de Acapulco,
una economía productiva a comienzos del siglo xix.

3 El estudio más detallado sobre la encomienda filipina es sin duda el de Patricio Hidalgo, Encomie
buto y trabajo en Filipinas (1570-1608), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid/ Ediciones Polifem
(> Sobre las propiedades de la Iglesia en las Filipinas, véase el trabajo de Dennis M. Roth, T
Estates of the Philippines , Albuquerque, University of New Mexico Press, 1977.

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LOS COSTES DE LA ECONOMÍA FILIPINA HASTA COMIENZOS DEL SIGLO XIX

Durante una gran parte del periodo colonial hasta comienzos del
siglo XIX, la economía filipina se derivaba de la intermediación co-
mercial entre Asia y América. Como es de sobra conocido, el galeón
de Manila transportaba al puerto novohispano de Acapulco, en régi-
men de monopolio, ciertos productos asiáticos, especialmente sedas y
algodones chinos e indostánicos, muy cotizados en la América espa-
ñola, sobre todo desde que los navios de la compañía británica de las
Indias Orientales a finales del siglo xvii los habían difundido amplia-
mente en Europa, compitiendo en gran medida con la oferta de teji-
dos tradicionales. Los retornos de este comercio consistían habitual-
mente en plata, que en parte servía para compensar los déficit
comerciales que mantenía Manila con China e India, conformando el
resto la parte del beneficio comercial y financiero que justificaba la
continuidad de la relación colonial y la presencia española en las islas.
Lo que nos interesa, para nuestro trabajo, es comprobar cómo la
administración española en Manila consigue mantener esos bene-
ficios, resultado de la seguridad en la llegada de la plata mexicana
-permitiendo así la reproducción del sistema- con una minimiza-
ción en los costes a lo largo de todo el siglo xvin, como veremos de
inmediato.
Dejando de lado los derivados de la propia actividad comercial y
financiera ( costes directos)? los costes ( indirectos ) que el Estado asumía

7 Calificamos aquí como costes directos a los asumidos por los agentes económicos con presencia en
las islas y asociados directamente a la actividad intermediadora entre Asia y América, por lo que no se
han considerado en un estudio de tipo institucional. Por un lado, era imprescindible una disponibili-
dad de géneros asiáticos en Manila en cantidad suficiente como para completar la carga anual del ga-
león. Esto no constituía problema: periódicamente acudían al puerto los juncos chinos y con la misma
frecuencia se dirigían hacia el continente los navios filipinos que transportaban las mercancías que
más tarde serían comercializadas en la feria de Acapulco. En este caso, el coste estaría conformado por
el valor de estas mercancías y por el del transporte y los seguros de las embarcaciones que las traslada-
ban a Manila. Dentro de los costes directos, destacaremos en segundo lugar la financiación de la com-
pra y el seguro de las mercancías adquiridas en Asia que se dirigían a América. Estas actividades esta-
ban vinculadas a unas instituciones que recibían el nombre de Obras pías, controladas por el clero
español -las órdenes regulares y el arzobispado de Manila. Junto a la financiación del comercio y del
transporte, se detecta en tercer lugar el coste de la adquisición de los permisos por parte de los comer-
ciantes para poder remitir sus mercancías a América. Estos permisos, denominados boletas , eran distri-
buidos anualmente de acuerdo con una larga tradición y complicada normativa entre todos los esta-
mentos que componían la colonia europea de Manila. Los comerciantes compraban esos permisos al
resto de vecinos de la ciudad, ampliando de este modo su capacidad de exportación. En cuarto lugar,

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para garantizar la reproducción de la actividad econòmica


las o, lo que es lo mismo, permitían "obligar al cumplimien
contratos, desalentar los delitos contra la propiedad, reduc
ligros inherentes a los proyectos a largo plazo y, en genera
los costes de transacción en la actividad económica",8 res
una triple naturaleza: militar, religiosa y administrativa.
Los costes de protección del territorio y de sus gentes exigían
zación de recursos financieros para la defensa del imperi
las agresiones exteriores de los musulmanes de las islas del
danao y Joló) y de otros competidores europeos (básicamen
ses), y también frente a los enemigos interiores, constituid
por los filipinos no cristianizados como por los previament
cados, que detentaban una larga tradición de revueltas an
cas. Las principales partidas que componían los costes d
ción iban desde el pago de los salarios a los militares y m
guarnecer armadas y destacamentos y al sostenimiento de
en el interior de las islas cristianizadas y fortalezas disuasiv
rritorios de frontera. Junto a lös de protección, los costes d
zación suponían también un desvío de recursos destinado
de los estipendios a los doctrineros o misioneros regulares,
dos por el interior de la isla de Luzón y las Visayas, ante la
dad de los gestores españoles para suplir administrativamen
bor y las peculiaridades de la colonización filipina que e
desde el siglo xvi la utilización del convencimiento por l
cristianización en mayor medida que el recurso a la fuerza an
guada presencia de europeos. La instrucción religiosa de
nos poseía además en términos fiscales una ventaja adici
se ha de considerar el coste que implicaba el pago de los derechos de entrada y salid
dado que en Filipinas estaban exentos de la satisfacción de esos derechos. En quinto
destacar el coste de la construcción de los propios galeones, desde el empleo necesario
prescindibles, como la madera, para el abastecimiento de la cual existía toda una am
que se remontaba a los tiempos pasados, la jarcia, el hierro para las anclas, etc. Finalme
considerar también como un coste directo el mantenimiento del galeón durante las do
estancia en Acapulco, los pagos a los mandos y a la tripulación, el mantenimiento de la
fendía el galeón, los alimentos para la travesía, las armas, etcétera.
8 Lance E. Davis y Robert A. Huttenback, Mammon and the Pursuir of Empire, The Politi
British Imperialism, 1860-1912, Cambridge, cup, 1986, p. 118. La traducción literal corr
bajo más actualizado de los autores, "Los hombres de negocios, el Raj y el sistema de ga
el imperio británico, 1860-1912", en David W. Galenson (comp.), Los mercados en la hist
MTss, 1991, pp. 252-253.

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204 Luis Alonso Álvarez

que los naturales convertidos eran los ú


rio conquistado, retroalimentando, por
relación colonial.
Entre los principales costes de evangelización o instrucción re
giosa pueden señalarse, además, los emolumentos al arzobispo d
Manila y los obispos de Nueva Segovia, Cebú y Nueva Cáceres y
financiación de las obras de beneficencia (hospitales) y enseñan
(colegios y universidad). Finalmente, entre los costes de administraci
destacaban en primer lugar los del sostenimiento del aparato de ge
tión de la colonia -entre los que se incluían el ejercicio de la jus
cia, la organización de la Hacienda y los pagos de salarios de los fun
cionarios y alcaldes mayores-. El conjunto de costes aseguraba
mantenimiento sin excesivos traumas sociales de la economía im
rial basada hasta principios del ochocientos en el eje articulador
galeón de Acapulco.

El financiamiento de los costes del imperio:


EL SISTEMA TRIBUTARIO FILIPINO

¿Cómo se financiaban los costes de mantenimiento del im


las islas Filipinas? Frente a lo que sucedía en la América pr
de plata, las Filipinas fueron consideradas por los contemp
como una colonia atípica, que se mantuvo anexionada al im
pañol sobre todo por razones de índole extraeconómica.9
no reportaba ingresos a la Corona -otra cosa era a los euro
tablecidos en Manila-, sino que aquélla debía compensar los
tributarios del archipiélago asiático a través del situado anual
remitía de Nueva España.10 Una mirada a las cifras de la f
filipina11 a finales del siglo xvii nos confirma esta situación

y Según Phelan, si "España permaneció en la colonia financieramente insolvente [...], es


a la presión ejercida por la Iglesia" John Leddy Phelan, The hispanization of the Philippines. S
and filipino responses 1565-1700, Madison, The University of Wisconsin, Press, 1959, p. 94.
10 Véase el trabajo específico sobre el situado en Leslie E. Bauzón, Deficit Government.
the Philippine Situado 1606-1804 , Tokio, The Centre for East Asian Cultural Studies, 1981.
1 1 La elaboración de las grandes cifras de la fiscalidad del archipiélago ha sido una tar
cuya explicación exigiría un espacio mucho mayor que el de una simple referencia a pie d
jando de lado las cifras de comienzos del siglo xix, que aparecen reproducidas en la cono

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i al final):12 9.86% procedía de la actividad comercial, 8.75%


buto de naturales, 2.10% del cobro de monopolios, 24.39
actividades económicas, mientras que el grueso de los ing
cales, 54.88%, estaba conformado por el situado mexicano
Simplificando, para aclarar aún más el panorama, pode
blecer tres categorías de tributos según el origen del in
aportación real procedente de México (situado), las contr
sobre los filipinos (tributo y monopolios) y los derivados d
dad mercantil que gravaban fundamentalmente a los co
pañoles (impuestos sobre el tráfico naval y el resto de a
económicas). En conjunto, la aportación de la Corona resu
terada (54.88%), mientras que la de los naturales filipinos
en torno a 10.85% (8.75 + 2.10%) y la de los colonos español
vaba a 34.25 (cuadro n).13 El grueso del financiamiento del
imperio procedía básicamente de las aportaciones de
pero con un complemento no desdeñable de los colonos
Por el contrario, la contribución de los filipinos era m
comparamos con las pesadas cargas fiscales que gravaban
los territorios del imperio. Ello explicaría la tradición de la
grafía de los siglos XVI y xvii que achacaba a la pobreza de
nos el establecimiento de una fiscalidad tan reducida. Pero esta reali-
dad tributaria inicial se va a mantener, no obstante, como un tópico
para la historiografía del siglo xviii, un periodo de grandes transfer

Tomás de Comyn, Estado de las islas Filipinas en 1810, brevemente descrito por don [...], Manila Imprent
de Repullés, 1820, la reconstrucción a grandes rasgos de la fiscalidad de los siglos xvii y xvm ha exig
do buenas dosis de paciencia, dado que los escasos estudios existentes -entre ellos el de J. Cosano Mo
yano, Filipinas y su Real Hacienda (1750-1800), Córdoba, Pub. del M. P. y C. A. de Cordoba, 1986- re
sultaban inservibles porque no contabilizan el tributo indígena que, como veremos, constituía ya en
siglo xvm uno de los componentes básicos del sistema fiscal. Tan solo ha sido posible una aproxim
ción indirecta a las cifras para mediados del siglo a partir de la obra de Juan de la Concepción, Hist
ria general de las islas Philipinas, Manila, I. del Seminario Conciliar, 1788-1792, donde aparecen refle
dos los gastos efectuados con el tributo anual. Para finales del xvii, las cuentas del tributo indígena
junto con las demás partidas fiscales, se reproducen en el juicio de residencia del gobernador Fau
Cruzat, ahn, Consejos, 21 022.
12 Las cifras que se ofrecen, aunque se apoyan en evidencias empíricas, han de ser considerad
más como tendencias aproximativas que como cifras reales hasta que no dispongamos de un est
dio más pormenorizado y crítico de la Hacienda filipina durante los siglos xvii y xvm. Fuentes: Par
1695, ahn, Consejos, 21 022; para 1757 y 1809, véanse Fr. Juan de la Concepción, Historia general de
islas Philipinas , Manila, Imprenta del Seminario Conciliar, 1788-1792 y Tomás de Comyn, Estado d
las islas Filipinas en 1810, brevemente descrito por [...], Manila, Imprenta de Repullés, 1820.
,J Idem.

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maciones que prepararon las nuevas rea


poránea. Si repasamos con detenimiento la
observaremos cómo uno tras otro los distintos autores insisten hasta
la saciedad en que fueron consideraciones extraeconómicas las que
mantuvieron las islas adscritas al imperio:

Conquistadas las Islas Philipinas, todos unánimes informaron al so-


berano que eran provincias pobres, y que los indios no podrían pa-
gar sino un corto tributo. Llegados los informes de Philipinas, man-
dó S. M. que en las mismas islas se celebrase una junta y determinase
el tributo que podían pagar los indios al Soberano. Puede decir-
se que todos los de la junta miraron con mucha compasión al indio,
si se atiende al corto tributo que le señalaron; por consiguiente fue
preciso que la Corona gastase muchos tesoros para mantener aque-
llos establecimientos.14

¿Pero respondía ya a estas consideraciones la fiscalidad filipina


del setecientos? La respuesta ha de ser forzosamente negativa si nos
atenemos a las cifras. Entre fines del siglo xvil y las primeras déca-
das del XVIII la Corona recuperó la mayor parte de las encomiendas
concedidas a particulares -aunque no las de instituciones religio-
sas- durante y después de la conquista.15 La inserción de las enco-
miendas en la administración territorial implicaba un importante
trasvase de renta de particulares a la Corona en la medida en que el
tributo de encomienda se incorporó a la fiscalidad pública. La gráfi-
ca 1 adjunta -así como el cuadro m del apéndice final- 16 nos mani-
fiestan claramente esta evidencia: del conjunto de tributos existen-
tes en las islas a fines del siglo xvn (105 626), la participación de los
encomenderos particulares suponía 37.2% -es decir, casi 40 000 tri-

14 El texto citado procede de un interesante y anónimo "Memorial sobre Filipinas y estado de los
indios, por un conocedor del país", ca. 1780, en apsr, Historia civil de Filipinas , tomo 3, doc. 32.
El declive de la encomienda, como institución, se extiende entre 1621 y 16r>t>, para acabar por
desaparecer del horizonte filipino por real cédula de 17 de septiembre de 1721, aunque no de manera
absoluta (Phelan, 1959, 97). Otros autores, sin embargo, señalan la real cédula de 6 de diciembre de
1 720 como la que ordena la incorporación a la Corona de todas las encomiendas, salvo las concedidas
a perpetuidad (José Cosano Moyano, "Aspecto fiscal de la encomienda de particulares en Filipinas du-
rante la segunda mitad del siglo xvm", en Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias , Bellas Le-
tras y Nobles Artes , 108 (1985). Véase también Patricio Hidalgo Nuchera, 1995.
H> ahn, Consejos , leg. 21 022.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 207

butos-, cifra que en gran parte quedará absorbida por la C


las primeras décadas del siglo xviii. Así, hacia mediados d
partida de mayor entidad en la fiscalidad filipina resulta ser
buto de naturales (52.54%), mientras que el situado ha de
significativamente a 27.72% (cuadro i). Si agregamos la p
ción en los ingresos del Estado de cada uno de los grupos
pantes (cuadro n) tendremos que, en 1757, tanto la Coro
los colonos españoles han perdido peso en el financiamiento
perio (27.72 y 14.07% respectivamente), mientras que la p
autóctona ha incrementado su participación de una manera
cativa hasta alcanzar 58.19%. La situación fiscal se ha invertido ra-
dicalmente en el siglo xvm mediante transferencia de impuestos a la
población campesina.

GRÁFICA 1 . Distribución de los tributos según su procedencia a fines


del siglo XVIII

Si observamos la situación a comienzos del siglo xix, antes de la


desaparición del sistema de galeón, el panorama se ha ido modifi
cando en el sentido ya observado para el xvm: en términos absolu
tos la tributación se ha multiplicado por siete respecto del punto de
partida (cuadro i), pero la participación de la economía filipina en
la tributación de las islas ha alcanzado ya 74.00% (cuadro il), estable-
ciéndose la de los españoles en 25.98% y desaparecidas las antigua
compensaciones fiscales de la Corona. En suma, de cada cuatro pe

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208 Luis Alonso Álvarez

sos que recaudaba la hacienda filipina


por los naturales y sólo uno por los com
ñoles, lo que significaba que hacia comi
nos financiaban de una manera signif
habiendo incrementado su participac
sentido inversamente proporcional a
la Corona, procedente de las cajas me
les (véase la gráfica 2). 17

GRÁFICA 2. Financiamiento de los costes d


1 695- 1809 ( porcentajes )

Pero las cifras ofrecidas más arriba


integridad de la fiscalidad que recaía so
se componía de tributo y monopolio
los estados contables, sino también de c

17 Las del cuadro i.

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Coste y beneficio del imperio en las Fiupinas coloniales 209

Tributación filipina y costes del imperio

Los filipinos habían de contribuir anualmente con tres tipos de im


puestos: de ellos, el tributo de naturales es el único que aparece re
gido en las cifras de las haciendas o cajas provinciales. Pero te
mos además, los repartimientos y las prestaciones personales, estos
últimos, administrados directamente por las comunidades y p
ello contabilizados únicamente en las llamadas cajas de comun
o haciendas locales. Se ha de señalar, en todo caso, que ninguna
estas cifras aparece reflejada en los ingresos que el Estado espa
obtenía por recaudación de impuestos en las islas Filipinas -só
las liquidaciones que efectuaban las autoridades territoriales a
hacienda central de Manila, descontados los gastos originados
las provincias-, razón por la cual los gobernadores de las islas
sentaban a la hacienda mexicana de la que dependían estados c
tables siempre deficitarios -y que por ello precisaban de la co
pensación anual del situado-, pero que no reflejaba la condi
tributaria real.

El tributo de naturales

El llamado tributo de naturales constituía la forma de imposición


más antigua establecida por los españoles en el imperio (con el
que habían de contribuir todos los filipinos sometidos a su domi-
nio), y en las islas Filipinas sus orígenes se remontan a la época
de Legaspi, aunque se apoya en primitivas formas de tributación
con las que los datus nativos gravaban a sus subordinados. Así
lo confirman todos los cronistas de la conquista y lo mantienen
en los siglos xvii y xviii los responsables de la administración es-
pañola.
Su justificación teórica, como indicaron los tratadistas contempo-
ráneos, estribaba en el reconocimiento por parte de los filipinos, del
vasallaje debido a la Corona, algo que se empleaba como "gastos ne-
cesarios para el sustento del rey y defensa del reino". Su legitimidad
procedía, pues, de "una convención entre el rey y la república": el
rey se comprometía a administrarle justicia y defenderla de sus ene-

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210 Luis Alonso Álvarez

migós, y ésta "se obliga de acudir con e


sustento del rey y para los gastos que
Aunque las necesidades fiscales irían
de tributo, como el de mestizos o sangl
celencia lo constituye el de naturales. I
las lógicas exenciones al pago del mis
como las de los que no han recogido cos
pedidos,19 reservas que irán aumentand
Hasta finales del siglo xvn, apenas ex
pación de las autoridades coloniales po
la base tributaria a partir de los filipin
ción, los llamados "igorrotes". En este
gobernador Cruzat se dan instruccion
sobre cómo han de realizarse "las entra
dicción para reducir los indios alzado
ramente el comercio de los naturales
trechamente prohibir a todos los habit
contrato, comunicación o comercio al
apóstatas o fugitivos o demás castas d
montes de estas islas".21 En otro lugar
da en los montes de las provincias de e
los indios alzados y montaraces en las
ga, Calamianes e isla de Negros, Otón,

...pues no es dudable que constreñidos


la necesidad, se reducirán a la obedien
rán nuestra santa fe por medio de la pr
tros de doctrina, que por su parte ayud
ambas magestades.22

18 Véase al respecto Fr. Miguel de Benavides, Tratado mu


acerca de los tributos que pagan los yndios y la obligación que t
la, ca. 1605. apsr, sección miscelánea, tomo 1, ff. 193 y ss.
Manual para uso de confesores , manuscrito anónimo de f
lánea , tomo 1).
20 Benavides, Tratado muy docto , ca. 1605.
Ordenanzas del gobernador Cruzat, 1696.
22 Idem.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 211

La recaudación del tributo corría inicialmente a cargo de lo


pios encomenderos (para los tributos de encomiendas part
o de funcionarios reales (para los tributos de la Corona), h
más adelante los alcaldes mayores acabaron por asumir esta f
en las provincias de su jurisdicción. Para ejercer con eficacia
bajo, el recaudador se apoyaba ya desde épocas muy tempr
la jerarquía social de los filipinos. Efectivamente, eran cabeza
rangay previamente seleccionados, que como autoridades de f
común conocían a la perfección las contingencias de la po
quienes se encargaban de recaudar formalmente los tributos,
nalmente eran centralizados en la persona del recaudador. A
dos del siglo XVII y sobre todo en el periodo en que come
cesar los derechos de los últimos encomenderos y el gobie
mete una reforma en la administración territorial, la Instrucc
gobernador Hurtado de Corcuera adopta una decisión en es
do que contribuirá a proporcionar a los alcaldes mayores y
dores la facultad de gestionar la recaudación del tributo.
Como relatan las fuentes consultadas, desde los comienzos de la
colonia se daba libertad a los filipinos en la cobranza del tributo
para hacerlo efectivo en especie o en metálico. Como resultaba na-
tural, los tributantes preferían el pago en dinero, expuesto a la ero-
sión de la inflación. Por el contrario, las autoridades fiscales y sobre
todo los encomenderos preferían el cobro en especie para mantener
de esa manera las necesidades de la población europea en Manila y
asegurar el abastecimiento del galeón, lo que además les permitía
especular con los precios. Muy pronto (en 1604), no obstante, acabó
por fijarse que una parte del tributo había de entregarse en plata y
la otra en especie,23 para lo que se instituyó una tasación de los pro-
ductos a los precios de mercado en aquellos momentos.24 En este
sentido, se establecieron también los productos con los que habían
de contribuir los filipinos de cada provincia. Así, a comienzos del
siglo XVII, en la Pampanga se cobraban dos fanegas de arroz, una ga-
llina y cinco reales, mientras que en los llocos y Cagayán, el indio es-

Benavides, Tratado muy docto, ca. 1605.


-4 Patricio Hidalgo, Orígenes del tributo indígena en Filipinas. La polémica de la tasación", Revis-
ta Complutense de Historia de América , 18:1992. Con fuentes primarias alternativas, la información de
Patricio Hidalgo coincide con la de Phelan, 1959, 96.

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212 Luis Alonso Álvarez

cogía el pago en mantas de abacá o


siglo XVII, la Instrucción de Corcuera s
en especie y la gallina al precio y confo
ción, y lo demás en reales, como en ell
En general, y si nos atenemos exclu
impositiva, habremos de reconocer co
que era muy baja. Por ello, no resulta i
literatura de la época con expresione
la Corona más die lo que saca de la tie
de México dinero porque no basta lo qu
les" o, comparando la pequenez del trib
mensión del tributo americano. Cabrí
que impulsaron a la Corona a establece
ta el punto de tener que compensar los
do. La respuesta podría estar en la natu
investida de consideraciones religiosas
cia portuguesa, y mientras no se establ
caciones que fijaron definitivamente
nas. En este contexto, carecería de senti
la americana, donde la titularidad de las tierras nunca fueron cues-
tionadas por el rey de Portugal. De este modo, acabaría por impo-
nerse el pago de un tributo moderado -el equivalente a 8 reales,
más tarde elevados a 10 (12 en algunas, pocas provincias)27 según
la normativa de don Luis Pérez Dasmariñas- , que era pagado ínte-
gramente por matrimonio (el tributo "entero") y en mitad por in-
dio soltero.28 Más adelante, las órdenes de los gobiernos de Manila
establecerán la edad de tributación en los dieciséis años para los
adultos casados, mientras que para los solteros las edades estarían
comprendidas entre los veinte años para los hombres y los veinti-
cinco para las mujeres.29

2r' Benavides, Tratado muy docto, ca. 1605.


-u Instrucción del gobernador H. de Corcuera, 1642.
27 El incremento de los dos reales se hizo en concepto de situado -figura que no se ha de confundir
con la compensación mexicana-, a pagar a la Corona (también los de encomienda privada). De ellos,
medio real se ingresaría como diezmo y 1.5 reales para paga de los militares del campo de Manila (Pa-
tricio Hidalgo, 1992). v
28 Manual para uso de confesores , fines del siglo xvi.
29 Benavides, Tratado muy docto , ca. 1605.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 213

El repartimiento forzoso

La cuestión de los repartimientos forzosos, tan estudiados


toriografía americanista, resulta prácticamente descon
los estudiosos de la economía filipina,30 al aparecer ésto
dos en el resto de figuras tributarias. De hecho resulta dif
nocerlos en las evidencias empíricas, pero gozaron de au
turaleza jurídica, como veremos en las distintas Instruccio
Lós repartimientos fueron tan antiguos como la conqu
gieron de la necesidad de los conquistadores de asegura
subsistencia. Frente a lo que acontecía en el virreinato del
de tan sólo tenemos constancia de repartos de mercancías-
forma similar a lo que había acaecido en Nueva España
motivado por la dependencia fiscal del archipiélago y las
comerciales-,32 el reparto filipino, denominado por los tag
dola (compra) -de ahí la expresión de bandola system- a
bién el doble carácter que poseía el mexicano, tanto en s
dad de reparto de mercancías como, sobre todo, la de repart
En el primer caso, los alcaldes mayores distribuían un c
productos entre los filipinos que, por ley, estaban obliga

30 En la obra de síntesis más reciente sobre la historia de las Filipinas (la Philippine
the Social Sciences , Quezon City, Philippine Social Sciences Council, 1993), no aparece r
na a los repartimientos, mientras que se dedican amplios comentarios al resto de figu
De entre los historiadores de tradición angloamericana, tan solo John Leddy Phelan, 19
la importancia del repartimiento en el conjunto de la economía filipina.
31 Sobre el reparto de mercancías peruano, existe abundante bibliografía. Véanse en
trabajos ya clásicos de Guillermo Lohmann Villena, El corregidor de indios en el Perú b
Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1957 y Jürgen Gölte, Repartos y rebeliones. Tú
contradicciones de la economía colonial, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1980. R
intentado comparar los repartos mexicano y andino en "El impacto del reparto de m
economía colonial de México y Perú a partir de las diferencias de sus sociedades pr
Heráclio Bonilla (comp.), El sistema colonial en la América española, Barcelona, Crítica,
32 Sobre el reparto novohispano, véanse los trabajos de Brian R. Hamnett, Politics an
thern Mexico, 1750-1821, Cambridge, cup, 1971 y "Dye Production, Food Supply, and t
pulation of Oaxaca, 1750-1820", Hispanic American Historical Review, 51(1), 1971; Hor
"El comercio de repartimiento de los alcaldes mayores y corregidores en la región de
en el siglo xvm", en Estudios sobre política indigenista española en América, vol. 3, Vallado
de Valladolid, 1977 y Margarita Menegus Bornemann, "Economía y comunidades ind
to de la supresión del sistema de reparto de mercancías en la intendencia de México, 1
xican Studies/Estudios Mexicanos, 5 (2), 1989. Para una interpretación neoclásica y recie
bajo de Jeremy Baskes, "Coerced or voluntary? The repartimiento and market p
peasants in late colonial Oaxaca",/. Lat. Amer. Stud., 28 (1966), 1-28.

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214 Luis Alonso Álvarez

prar. Por el contrario, en el segundo y


buida a los alcaldes mayores una ca
serviría para adquirir de los naturale
aunque, como veremos, solía adoptar
tercalarse con el tributo y el tercero d
nes personales.
A mediados del siglo xvn, la Instruc
otras variedades de repartos en funci
lares, reales y municipales. Los primer
compras realizadas por determinados
a los que se Ies adelantaba dinero a cu
otros géneros, quedaron prohibidos
"Estoy informado -señalaba Corcuera-
dichos indios muchas derramas y repar
sas". Más importantes fueron los repa
de Su Magestad", que "cada año se ech
dicciones por ser necesarias, forzosas
se pueden sustentar estas Islas".34 Fin
mientos municipales, cuya justificación
del alcalde mayor y demás funcionarios
El reparto filipino de mayor entidad
las cajas de Manila, consistía en la distr
merario previamente asignada por el
alcaldes mayores para financiar la adqu
ductos necesarios para abastecer los r
cia de la ciudad de Manila y el avitua
Cavite. Previamente al reparto, el alc
bierno de las islas de los productos m
ción -arroz, vino, carbón, madera, c
precios de mercado de los mismos.36
conformaba un arancel o "tasación", c
en función de variables como el núme

33 Se prohiben los superiores a 5 pesos y en tanto no se


se la Instrucción del gobernador H. de Corcuera, 1642.
34 Idem.
35 Idem.
36 Manual para uso de confesores , fines del siglo XVI.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 215

duetos necesarios, y los alcaldes se encargaban de ejecutarlo


provincias respectivas. Desde mediados del siglo xvn se imp
publicación de los aranceles por parte de los alcaldes.
Durante el siglo xvii y derivado de la guerra hispano-holan
una contienda fundamentalmente naval, se produjo una may
manda de productos necesarios para el avituallamiento milit
mentos para la tropa y pertrechos para los navios. Esta demand
cubierta con repartimientos en dinero -que en muchos casos
llegaría a poder de los campesinos filipinos-,37 lo que fort
una institución que apenas había tenido incidencia ni tradici
la sociedad filipina.

Las prestaciones personales

Los filipinos debían realizar, además, de manera gratuita y per


ca, un conjunto de prestaciones personales a la administración
ñola, entre las que destacaban los polos -junto con la tanoría
guardia ,39 y algún otro-, y cuya duración acabó fijándose en 4
anuales que se destinaban a trabajos en obras de utilidad pú
En los orígenes de la conquista, los polos surgieron adosado
encomiendas como forma de trabajo gratuito para los españo
comenderos en ausencia de esclavitud institucional.40 No obs
la figura cayó casi en desuso a medida en que la encomiend
no era territorial como en América sino sólo un pretexto para
bir su titular una renta, acabó siendo desplazada por otra ac
más lucrativa como era la vinculada al comercio del galeón, q
a los españoles nuevas oportunidades para enriquecerse.41
ello queda confirmado por la legislación primitiva, en la que
sistía en que los naturales filipinos no podían "ser forçados a

37 Según Phelan, en 1616 las deudas en concepto de bandalas y polos se elevaban a 300 000
ascendiendo éstas sólo tres años después a un millón (Phelan, 1959, 100).
38 La tanoría consistía en un servicio semanal ante el Tribunal, por el cual los indígenas (d
dos entonces semaneros) debían realizar la limpieza del edificio, la custodia de los presos y a
trabajo similar. Véase F.Jagor, 1875, 311.
39 La guardia se dedicaba a realizar gratuitamente una semana de ronda nocturna. F.Jagor,
40 La encomienda era especialmente lucrativa debido a que los encomenderos recogían su t
también en forma de servicios personales, lo que originó uno de los primeros conflictos ent
sia y el Estado en las Filipinas (Phelan, 1959, 95).
41 Leslie E. Bauzon, 1981, 11.

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216 Luis Alonso Álvarez

cortar, arrastrar madera, o piedra, ni


niéndolos, pues, la necesidad de los c
de mano de obra semigratuita para tr
te intensivo de empleo, como la constr
portante en las provincias de Luzón-
tala de árboles (los llamados cortes de
naval y su conducción a los astilleros
(tanto el de milicias provinciales com
casa de los españoles, conventos y mi
(servidores en los navios) e interior (re
la guerra con los holandeses, que pus
cia española en el archipiélago, propo
gura del polo -y del propio repartim
ciante de empleo y bastimentos bara
navios y fundición de munición para la
zado el peligro holandés, la costumb
siones, estableciendo la ley. En los prim
sistía en que habían de realizar los po
que fuera "en bien de todos". Sé except
pales,^ pero en todo caso, "si alguno p
contribuya y pague al que acude por él
A mediados del siglo xvn, la exenció
tendida entre los filipinos que, como in
do de Corcuera, "por haberse dado muc
cios personales, ha venido a caer la c
flacos, que son los pobres timaguas, c
acabando".46 Por ello, la Instrucción de
servas, estableciendo las siguientes ca
yores de 60 años, los cabezas de barang
dero y sucesor, los ocho cantores, do
un portero por parroquia, y el gober
ministros y oficiales de justicia mientr

42 Manual para uso de confesores , fines del siglo xvi.


«John L. Phelan, 1959, 99.
44 Manual para uso de confesores, fines del siglo xvi. Los p
43 Idem. Se redimía con la cantidad de 6 o 7 pesos que c
4b Instrucción del gobernador H. de Corcuera, 1642.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 217

de su cargo. En esta época, el objeto de los polos lo consti


obras comunales, que se impulsaron. En la citada Instrucción
a "que aderesen y reparen las puertas de los caminos y q
limpios los ríos que hubieren en vuestras jurisdicciones [...],
do todas las malezas, corrales y los demás estorvos para q
por su natural corriente, con que cesarán los daños que se
sado a las tierras y sementeras".47

El bandala system

En general, el sistema tributario canalizaba todo tipo de producto


servicios hacia el sostenimiento de la economía exterior. Sin embar-
go, de no violentarse el sistema, éste no funcionaría con plena efi-
ciencia. Porque junto a la aplicación de la legislación tributaria, se
superponía una utilización ilegal de la normativa, donde el fraude y
la corrupción resultaban simples componentes del sistema. Esta
aplicación ilegal de la normativa tributaria sobre los filipinos, am-
pliamente permitida y tolerada por la administración española, era
lo que hacía que el sistema de control colonial funcionase con la
suficiente eficiencia como para que con medios escasos se consi-
guiesen objetivos máximos. Y es precisamente tal hecho, lo que
constituía lo que se denomina el bandala system, subordinando el
conjunto de la economía campesina a las necesidades de la econo-
mía exterior del galeón.
Pese a que existe algún precedente en la literatura anglosajona,
que denomina con el nombre de bandala system a la organización de
la economía y la sociedad filipinas hasta comienzos del siglo xix,48 a
mi juicio no se ha estudiado con suficiente profundidad su significa-
do e implicaciones que impregnaban en su totalidad la realidad co-
lonial del archipiélago.

47 Idem.
4W Veanse John L. rhelan, 1959, 99, el primero en emplear esta expresión, y J. Kathirithamby-Wells,
"The age of transition: The mid-eighteenth to the early nineteenth centuries", en Nicholas Tailing
(comp.), The Cambridge history of Southeast Asia, Cambridge, CUP, 1992, vol. i, p. 61 1. La inexistencia de
fonemas bilabiales fricativos sonoros (v, f) en idioma tagalo aconseja escribir bandala en lugar de va ri-
dala.

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218 Luis Alonso Álvarez

Como hemos señalado, el funcionamien


apoyaba sobre estas tres figuras fiscales'qu
mías de los naturales: el llamado propiam
los repartimientos forzosos de mercancía
prestaciones personales. Se ha destacado
estas figuras tributarias funcionaba en
legislación, y desde el principio de la con
toria rebasó ampliamente la naturaleza ori
virtió en un instrumento de transferencia
les y, al tiempo, de desarticulación de l
Esta nueva funcionalidad, como veremos
amplio abanico de excepciones a la ley, le
das -ilegales- las más.
Este sinfín de irregularidades, surgidas
mentos de la conquista en la recaudación
cer una maraña de intereses que están en
de avituallamiento de la ciudad de Manil
una primitiva red de distribución interio
capital. Las irregularidades eran de vario
la cantidad recaudada, como a la forma d
dalidades de cobro. Habitualmente se rec
do, previamente al comienzo de lo que p
nuestros días el ejercicio fiscal. A cuenta d
los filipinos determinadas prestaciones
muchas otras cossas a los yndios, como d
personal, etc., a cuenta de los tributos ven
EU pesado de las mercancías provocaba
frecuentes: el recaudador no permite al in
haciéndole mil trapazas y engaños, máxi
que vaya de más en cada paso es much
además al pago en especie de productos q
ros): "que paguen en lo que más vale o
tiempo, como cuando hay mucho arroz y b
También era habitual que el recaudador n

49 Hasta tal punto, que uno de los capítulos del citado Manual
cativo título de "De los muchos engaños que pueden y suelen v

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 219

po de la cosecha, que es cuando estaba estipulado por la le


cuando van a cobrar arroz, algodón, etc., no van en el tiem
cosecha, que es cuando el yndio lo tiene y vale barato, sin
después, quando no lo hay o vale muy caro", en cuyo caso
gan a adquirir el producto en otras provincias, habiendo
portarlo ellos por su cuenta. Normalmente, en esta prime
en que el cobro de los tributos lo realizaba indirectamente
na a través de un recaudador y no corría a cargo de los alc
era obstáculo para que las autoridades provinciales y locales e
ran desligadas del movimiento de mercancías realizado. Lo
les de confesores alertan para "que el cobrador no vaya a
con el encomendero, porque será ocasión a que cobre por f
nefas para que assi le quepa mayor parte".
Las normativas que sustituían a las ya anticuadas señalab
vos fraudes tributarios, y confirmaban la persistencia de los
Así, en el Tratado del arzobispo Benavides se indicaba cóm
caudadores recogían el tributo en especies no acordadas,
mente las no abundantes en la zona y, por tanto, las más car
exigían cantidades mayores de las estipuladas, sin dejar a los
les la cantidad suficiente de producto para la manutención
y la siguiente cosecha; cómo les engañaban con medidas s
a las legales y con las diferencias en las monedas de plata
nas o no); cómo les obligaban a acarrear las mercancías d
pueblos a la cabecera de las provincias e incluso a la capit
llegar a exigir el pago del tributo a los propios muertos.30 A
dos del siglo XVII, el número de fraudes existentes en la tri
era tan elevado que la legislación llegó a prohibirlos de ma
versal, exigiendo a los alcaldes mayores que extremasen su ce
Desde la promulgación de las Leyes de Indias, el ejercicio de
tividades mercantiles estaba vedado a los funcionarios reales. Pero
la norma se incumplía abiertamente por lo que resultaban necesa
rios recordatorios periódicos en forma de órdenes ejecutivas. D
este modo, en la real cédula del 15 de junio de 1751, se prohibía a

50 Benavides, Tratado muy docto, ca. 1605. En este sentido, constituye todo un paradigma el título de
uno de los epígrafes del Manual de confesores : "Del tributo que suelen cobrar a los muertos."
Jl Ordenanzas del gobernador H. de Corcuera, 1642.

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220 Luis Alonso Álvarez

solutamente a los alcaldes mayores y ot


comercio en poca o mucha cantidad por
nen con sus empleos, aun con el pretexto
consecuencia [...] que ni éstos, los curas
cas se mezcle en semejante ejercicio". Lo
continuación se indicase en una anotació
tulo no se halla en práctica, por lo que l
cian pagando el indulto anual".52 El llam
una figura recogida por los tratadistas c
en el pago al gobernador de una cantida
a los alcaldes para realizar todo tipo de
personales.
La extinción de los derechos de propiedad de las últimas enco-
miendas en las islas, en 1721, provocó una reforma en la administra-
ción territorial -se estructura definitivamente el país en provin-
cias- al frente de las cuales se colocaba ya siempre a un funcionario
real, por lo que paulatinamente alcaldes mayores y corregidores fue-
ron asumiendo también funciones tributarias, además de las del
mantenimiento de la justicia y la seguridad públicas.54 Esto significa-
ría que la función que hasta entonces habían asumido los recauda-
dores de impuestos pasaba íntegramente a poder de estos funciona-
rios reales, que llegaron a verdaderos grados de virtuosismo en lo
que respecta a la búsqueda de nuevos mecanismos de apropiación
del excedente indígena a través de la fiscalidad. La razón, que era la
misma que para los alcaldes americanos, ha sido ya apuntada por al-
gunos autores.55 Como en las Indias, los alcaldes procedían de estra-
tos sociales empobrecidos, pese a su condición de españoles, por lo
que habían de solicitar un gravoso financiamiento para la compra
de su cargo y el "indulto de comercio" al gobernador, algo que co-
múnmente realizaban ciertos comerciantes y, en especial, las únicas
instituciones de crédito existentes en las islas hasta la aparición en

52 Puede verse, tanto la normativa, como las anotaciones al margen en el Real Reglamento del año
de 1734 con las adiciones del de 1769 [...] para régimen y gobierno del comercio de estas islas , Sampaloc,
1811, p. 26.
53 F. Jagor, 1875, 110.
-)4 Rosario M. Cortés, voz "Encomienda" en Philippine Encyclopedia of the Social Sciences , 1993, 212.
33 Véase, entre otros, J. Gölte, Repartos y rebeliones. Túpac Amaru y las contradicciones de la economía
colonial , Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1980.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 221

el siglo XIX de los primeros intermediarios financieros: l


pías.56 Por ello, entre los objetivos primordiales de todo alca
yor figuraba el de enriquecerse prontamente para poder dev
deuda contraída y retirarse del cargo con una renta suficien
permitiese vivir durante el resto de sus días. Por lo cual, cua
de principios del siglo xviii se trató de suplir con el tributò e
fiscal que había producido la menor dotación en situado,
de los analistas de la realidad filipina enfatizaron este abu
cido desde muy atrás por la Corona pero nunca abiertame
teado.57 Más adelante, cuando el sistema de plantación emp
fundirse, y el poder de los alcaldes había sido ya muy re
continuaron subsistiendo los mismos problemas.58
No obstante, la cuestión del fraude tributario cobra una m
mensión cuando se superpone a las otras dos realidades qu
cían en la carga fiscal y que gravaban también las precaria
mías de los filipinos: los repartimientos y los polos.
El sistema de repartimientos estaba igualmente viciado en
genes, por cuanto los alcaldes no suministraban información
na de precios y productos a su superior, toda vez que esta oc
constituía la base sobre la que se asentaba la trama de interes
vinciales a la que antes se hacía alusión. A mediados del siglo
ordenó que el informe previo del reparto había de hacerlo el
de acuerdo con el cura doctrinero. Se intentaba evitar así los abusos
frecuentes que generaba el establecimiento del arancel.59 De est
modo, se pagaba a los filipinos a precio inferior al de arancel, que y
era bzyo, "porque lo ordinario es valer muy más caro en su comú
trato de como se lo hacen pagar y con la ocasión de la tasa se compr
gran suma y montón para el rey".60 Se compraba además una mayor
cantidad de producto del ordenado repartir, distribuyendo lógic
mente -cuando así ocurría- el alcalde su propio dinero o crédito. Fi-
nalmente, el producto era transportado gratuitamente por los natu-
rales, como veremos, hacia la capital, donde era vendido a precios de

56 F.Jagor, 1875, 110.


3/ Francisco Leandro de Viana, Informe al Consejo de Indias , 1760, en AGI, Filipinas, 610.
30 Tomás de Comyn, 1820, 134.
5J Instrucción del gobernador H. de Corcuera, 1642.
60 Manual para uso de confesores , fines del siglo xvi.

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222 Luis Alonso Álvarez

mercado en momentos de escasez. De ese modo el alcalde se benefi-


ciaba doblemente, tanto de la compra a los filipinos a precio inferi
al del arancel -que ya era más bajo que el del mercado- como de
venta en Manila a precios de mercado, cuando este último result
más favorable, ahorrándose además los costes del transporte a la ca
pital. A veces, el mecanismo se complicaba, lo que sucedía cuando
reparto -que no se olvide, era forzoso- se transformaba en un r
parto a la peruana. En estos casos, los naturales, que se habían q
dado sin mercancías para la subsistencia por efecto de la bandala, t
nían que comprar nuevamente a los alcaldes a precios superiore
los del mercado, los productos previamente cedidos.61
Si a esto agregamos que muchas veces se hacía coincidir el cob
del tributo con la distribución de la bandala, el efecto económico s
bre la población campesina era doblemente indeseable, porque
obligaban a endeudarse y a integrarse irremediablemente en el con
junto de transportistas gratuitos que servían las redes interprov
ciales de distribución que los mismos alcaldes y principales control
ban, lo que a su vez aceleraba la desarticulación de las propi
economías domésticas.
Un caso concreto que nos comenta el Manual de confesores pu
constituir el paradigma: "Toman a los yndios 8 000 fanegas de arr
a menos precio contra la voluntad de los yndios forzándolos"
ese modo, "queda su comunidad sin bastimento necesario". Y,
"por haberse introducido aquel montón, siendo más de lo que el r
ha menester para repartir a particulares, lo poco que queda se enc
rece mucho más, y después la República ha de comprar más caro
la tasa".62
Hacia principios del siglo xix, un funcionario describía así la
tuación:

Llegado pues un año, en que por haberse malogrado las cosechas,


adquieren las producciones un valor excesivo, y de consiguiente muy
superior al precio de la tasa ordinaria, que es siempre el más ínfimo,
y en que los indios, no pudiendo cumplir lo contratado sin un grava-

61 Manual para uso de confesores , fines del siglo xvi.


Idem.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 223

men considerable y aventurar la subsistencia de sus numero


lias, imploran el favor del alcalde, para que haciendo present
perioridad su situación calamitosa, les alcance la remisión
del tributo en especie, ofreciendo su satisfacción en dinero,
samente el caso en que, cifrando sus provechos en la mis
provincia de su mando, trata aquél de abusar con más inj
la autoridad accidental de que se halla revestido. Así es qu
de proceder como mediador benéfico, y apoyar las justas solic
los naturales, se desentiende al pronto de sus ruegos; y tran
en recaudador celoso, promulga bandos, envía sus satélites a
a arrebatar el grano, y exige inexorable la cobranza, hasta qu
cesidad le obliga a suspenderla.63

Cuando el alcalde finalizaba la recogida en especie, com


seguidamente el proceso inverso de cara a la liquidación a
toridad gubernativa:

Conseguido el objeto principal, esto es, hecho ya dueño de


gos y escasa cosecha de sus desventurados súbditos, de i
muda de condición, se humana, plañe, describe en los térm
patéticos al gobierno el estrago hecho en los plantíos por los
rales, y la imposibilidad absoluta de recaudarse el tributo en
por aquel año; obtiene fácilmente la anulación de la obliga
tratada, y formalizando la recaudación de algunos tributos e
(meramente para salvar las apariencias), pone impunemen
ma mano a la obra de maldad que había principiado, aplicá
mismo todos los frutos recogidos por sus cobradores, y a
la Real Hacienda la totalidad del tributo en dinero.64

Mediante la bandala, los alcaldes compraban, así, a bajo precio en


momentos de mayor abundancia -normalmente tras la cosecha-,
permitiendo así que los filipinos dispusiesen de líquido para cum-
plir su obligación tributaria.65 Como de este modo se retiraba de la

63 Comyn, 1820, 137.


64 Ibid., 138.
)5 Hasta el punto que algún autor identifica descabelladamente reparto de dinero con crédito. Véa-
se al respecto Jeremy Baskes, "Coerced or voluntary? The repartimiento and market participation of
peasants in late colonial Oaxaca Lat. Amer. Stud 28 (1966), 1-28.

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224 Luis Alonso Álvarez

circulación local una parte importante d


ducía una escasez que derivaba en que m
caldes volviesen a vender a los filipinos a
cancías que les había recogido anterio
filipinos] sus bastimentos contra o fue
precio cuando hay abundancia, y así hac
entonces lo venden a precio excesivo."66
bre los precios no afectaban sólo a la ec
lipinos, sino que se extendía también a
de Manila: "Cogiendo para sí el alcalde m
herramientas, etc., lo encarece todo y así
dos. Y el alcalde mayor lo revende muy
[provincia] con gran daño de ella, deján
El resultado de tales manipulaciones so
un lado, el surgimiento de una corrient
cías hacia el mercado de Manila a precio
de este modo un primitivo mercado inter
pranos de la conquista, que tiene una cara
dola de propiedad real- y otra oculta: la q
y principales, acumulada por el diferenci
ciones del mercado local.68 El esquema s
cogida de los tributos, ya que el exceso
buto y no liquidado al rey servirá para re
filipinos, presionados de este modo por
de poner en producción tierras que hast
mía de autoconsumo no les obligaba a tr
el gobernador Corcuera cuando indicaba

Tendréis especial cuidado de que los ind


sino que siembren cada uno las tierras que
toy informado que algunos de la Pampan
de esta costa y Camarines, dejan de sembr

66 Manual para uso de confesores , fines del siglo xvi.


67 Idem.
68 El primitivo mercado interior -cuyo estudio específico urge- quedaría conformado, además,
por los productos procedentes de las haciendas religiosas, algunas de las cuales se encontraban ubica-
das en las tierras más fértiles de las provincias próximas a la ciudad de Manila. Véase al respecto Den-
nis M. Roth, 1977.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 225

montuosas y sin labrar, por ser f loxos y no querer acudir a ello, m


dareis las labren, cultiven y siembren.6®

A fines del siglo xvii se sigue insistiendo en lo mismo:

No permitáis que los indios de vuestra jurisdicción anden vagam


dos sino que siembre cada uno las tierras que tuviere, de temporal
de riego, pues se convierte en utilidad y provecho suyo en el de la R
pública; y porque en algunas de las provincias dejan los naturale
sembrar por floxera y querer andarse holgazanes, de que resulta h
cerse montuosas las tierras y haber carestía de mantenimiento.70

Se explicita también:

que los indios siembren palmas de cocos, cada uno la cantidad


pudiere y se le señalare [...], por ser todo muy necesario para el su
tento y servicio de los indios y útil de esta ciudad y buen despach
los bajeles de armada, respecto que de las palmas se hace el vinagre
aceite con que se alumbran en las iglesias y muchas casas de esp
les y con el bonoe de que también se hace cuerda para el uso de
Real Campo y otros presidios.71

Es deseable, sigue insistiendo Corcuera, que los filipinos "críen


llinas y babues, de suerte que cada uno tenga seis gallinas y un gal
un lechón de vientre [...], para que de esta suerte haya abund
cia",72 algo que medio siglo después se sigue confirmando: "críen
llinas y marranos de suerte que cada indio ha de tener seis gallin
un gallo y una lechona de vientre [...] para que [...] haya abund
de lo referido, pues por no haberse observado se ha experimen
carencia".73
Como en el tributo y la bandola, en el polo eran frecuentes las
irregularidades que los desviaron de su sentido original. Aparte del

(>,) Instrucción de H. de Corcuera, 1642.


70 Ordenanzas de Cruzat, 1696.
71 Instrucción del gobernador H. de Corcuera, 1642.
7- Idem.
7A Ordenanzas del gobernador Cruzat, 1696.

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226 Luis Alonso Álvarez

ya comentado de las excesivas reserva


caldes mayores concedían en su prop
unos naturales más que a otros y, como
con el pago de una cantidad llamada o
XVIII se elevaba a 5 pesos y tres reale
los alcaldes-,74 acabaron recayendo so
aunque cobrando el alcalde mayor las
los liberados graciosamente como los
La legislación posterior del seiscient
dades en la gestión de los polos, acudi
minadas prestaciones cuando "hay caba
ven para llevar las cargas".75 Asimism
que supuso el pago del servicio, se te
nes, que no sólo afectaban a los viejos
cabezas de barangay, los empleados ec
sino también a los enfermos habituales
bro necesario para el trabajo". Llegaro
en el siglo xvn y primera mitad del xv
gobernador Cruzat se llega a señalar
permitir y deben impedir la esclavitud
quiera que contravenga a la libertad d
figurarnos en qué medida los poderes
barato o gratuito para el transporte de
Frente a ello, los naturales muy poc
formas más usuales de resistencia fuer
duales y consistieron en el abandono
recurso al alcoholismo y la huida a las
frecuente en la isla más colonizada de Luzón donde era más eviden-
te la presencia española. De ese modo muchos de los antiguos trib
tantes acababan por retirarse a vivir entre los no cristianizados que
poblaban el interior de las provincias de llocos, Cagayán y Panga
nán, algo que los contemporáneos pudieron constatar muchas v

74 ^Informe de Don Francisco Leandro de Viana", 1760 (agi, Filipinas , 610).


7 > Ordenanzas del gobernador Cruzat, 1696.
7h Idem.
77 Una práctica duramente criticada por los religiosos y autoridades españolas, que calificaban a
los filipinos de "vagos y poco adictos al trabajo" o de "floxa constitución".

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 227

ces.78 Sólo de una manera excepcional, acudían los naturales a l


vuelta violenta contra los alcaldes mayores y las tropas que el
no de Manila enviaba para someterles.
Presionados, pues, los filipinos por la vía del tributo, las band
los polos convenientemente utilizados por esa compleja red de
res provinciales y locales, ponían su fuerza de trabajo a disp
de un entramado de intereses que canalizaban sus excedentes
neficio propio hacia los mercados de Manila y Cavité. De este m
el bandola system, plenamente consolidado desde principios de
XVIII, acabaría por conformar no solamente un comercio inter
satisfacía plenamente las necesidades de alimentos y servicios d
europeos residentes en la capital del archipiélago, dotando asim
de los inputs necesarios al puerto de Cavité para la reproducció
comercio exterior, sino que además había contribuido a liberar
za de trabajo para la actividad productiva, abriendo así nuev
tencialidades para la economía agraria del archipiélago.
El declive del sistema coincide a todas luces con el crecimiento de
la plantación. El primer paso estaría en la liberalization del comer-
cio interior -decretado por el Consejo de Indias según rc de 5 de
julio de 1770 y confirmado por el bando de 26 de noviembre de 1776
del gobernador don Pedro de Sarrió durante su primer mandato in-
terino-, que privaba a los alcaldes mayores del monopolio del co-
mercio interprovincial que tenían establecido de facto y a los que
acusa de tenerlo "estancado".79 Probablemente -aunque esto necesi
ta de posteriores estudios- esté relacionado sobre todo con la legis-
lación que frenó los repartimientos en América en 1782 y estableció
una remuneración para las alcaldías y corregimientos, tras las re-
vueltas de Túpac Amaru, preocupada la Corona por el elevado cos-
te social que suponía el mantenimiento de la fiscalidad directa
como financiadora principal del crecimiento económico. Es verosí-
mil que en las Filipinas, donde la inercia legislativa era palmaria y
los gobernadores retrasaban voluntariamente la aplicación de las le-
yes en función de sus intereses personales, la prohibición a los alcal-

78 "Informe del alcalde mayor de Cagayán al gobernador", Lál-loc, 1782, en apsr, Cagayán, tomo I,
núm. 10.

7y En apsr, Historia civil de Filipinas , tomo 3, does. 24 y 25 (repetido).

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228 Luis Alonso Álvarez

des de comerciar se impusiese muy len


ría por extinguirse de una manera na
la plantación, desplazado el papel econ
alcaldes por el de los sangleyes en el co
mercio interprovincial y el abastecim
sentido, las observaciones realizadas p
mienzos del siglo XIX son bien signific
todavía la práctica del comercio interio
actividad monopolistica de los alcaldes.8
mo reconocía más adelante, "la totalida
vechan exclusivamente los indios princ
de ambos sexos [sic] y algunos chino
trata de "una casta industriosa y dueña
rario", algo que conseguían mediante
cosechas de añil, azúcar, arroz, etc.".
pese al mantenimiento de algunos ob
alcaldes, estaba empezando a imponer
cretos -del 23 de septiembre y del 3
sentenciar lo que ya debía ser una prá
En conclusión, las irregularidades o
sistema fiscal nos permiten señalar que
to de naturales, se cobraba indistintam
a conveniencia de las disponibilidad
mayor de la provincia. Por lo que toca
cosa similar: se repartía a precios de
(variables) según las fluctuaciones de la
alcalde mayor de la provincia. Finalm
dos a un mismo tratamiento. En su dis
tismo y el clientelismo, es decir, que e
ción de sus intereses, apremiar a algu
de prestaciones personales o liberarlo
80 Todavía en 1776, un bando del gobernador recordaba
ba a los alcaldes, dado que pagaban la alcabala por sus mer
nas, tomo 3, does. 24 y 25.
81 J. Kathirithamby- Wells, "The age of transition", en N
82 Comyn, 1820, 43.
™ Ibid., 51.
84 Ibid., 44.

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 229

que buscaba el establecimiento- de una red de trabajo g


allá de los 40 días anuales por persona establecidos po
los cortes de maderas, necesarias para la construcción
en los servicios comunitarios, el transporte de mercancí
tal, el servicio militar y doméstico, etcétera.
El sistema estaba controlado por las autoridades ter
Eran las provincias las que suministraban a la capital
servicios necesarios para el funcionamiento de la eco
rior, del galeón. Eran pues los alcaldes mayores y cor
que dirigían este proceso de trasvase de la economía in
la externa en beneficio personal, pese a la prohibición
legislación a los funcionarios de la administración del
actividades comerciales.
Pero junto a los alcaldes y corregidores se situaban las élites loca-
les. Es impensable que funcionase un sistema tributario coerciti
sin la injerencia de éstas, que lo hacían por prestigio social y aprov
chamiento económico. Eran dichas élites locales las que daban es
bilidad al sistema tributario, y sólo cuando se alteraba este equi
brio se producían las conocidas y temidas sublevaciones. La histo
colonial filipina bajo dominio español estuvo plagada de sublevac
nes, pero fue especialmente relevante la acaecida en el siglo xvi
coincidiendo con la invasión inglesa de Manila de 1762, aunque s
alcanzar el carácter general de la revuelta americana de Túpac Ama
ru: sólo afectó con carácter general a tres de las provincias de la is
de Luzón - Pangasinán, llocos y Cagayán- de las cerca de treint
que componían la administración territorial de las islas en aquel
momentos.

Conclusión

La eficiencia del sistema colonial

En conjunto, podemos decir que la administración colon


tró estar dotada de una gran eficiencia para lograr sus
Por un lado, se produce una minimización importante d
dios empleados. La burocracia territorial disponible era

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230 Li is Alonso Alvarez

integraba sólo de los alcaldes mayores, los


fes militares (que muchas veces coincidían
La inmensa mayoría de los recursos hu
constituida por los propios naturales, que
dores, servicio para los misioneros y alca
fensa del territorio. Además, el conjunto
casi totalidad de la economía a través de la
tuida por el tributo, los repartimientos y
esta economía de medios -que tienden a m
siglo XVIII-, se conseguía una máxima
para alcanzar los objetivos deseados: por u
galeón a Acapulco y sobre todo la llegada
permitía la reproducción del sistema y, por
ta hacia los españoles residentes en las isl
tes, financieros (las órdenes religiosas) y au
litares.
Pero estos beneficios observables en el corto plazo se vieron re-
forzados ampliamente en el largo. En primer lugar, permitieron la
creación de un embrión de lo que en el futuro sería un mercado de
trabajo. Cuando la economía dependía exclusivamente de la salida
anual del galeón, hasta comienzos del siglo xix, el empleo necesario
era reducido y limitado. Pero el sistema admitía la posibilidad de ob-
tener recursos laborales superiores aumentando la tributación o la
base tributaria. Cuando a principios del mismo siglo xix se produjo
la expansión de la economía tabaquera y la posibilidad derivada de
colonización de los recursos interiores, el sistema ya había creado
ese mercado de trabajo, poniendo a disposición de la agricultura el
empleo necesario para las faenas del campo.
Sin embargo, la importancia del sistema no se redujo sólo en el
largo plazo a proporcionar un mercado de trabajo adecuado a las
necesidades de la economía de plantación que se desarrollara en el
siglo XIX. Proporcionó además la necesaria cohesión social que la
colonia requería para mantenerse fiel a sus vínculos con la metrópo-
li a través de la incorporación de los principales a la participación en
el beneficio, lo que fungía como un auténtico pacto colonial. Mien-
tras que en los territorios de la América continental se quebró el
nexo que les mantenía unidos a la metrópoli, en Filipinas no es has-

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Coste y beneficio del imperio en las Filipinas coloniales 231

ta la segunda mitad del xix cuando empiezan a producirse


de conflictos que cuestionaban la presencia española en e
Asiático. Y los que entonces surgieron obedecían más a al
nes puntuales de ese pacto tácito existente entre la admin
española y las élites locales. Todo ello, acabaría por consoli
sólida estabilidad social que bloquearía durante mucho tie
formación de núcleos independentistas similares a los que
guraron en la América colonial.

Cuadro I. Ingresos de la hacienda filipina en 1695, 1757 y


en pesos ( porcentajes entre paréntesis )

Principales ingresos 1695 1757 1809


Tributo de naturales 32.262 265.038 506.215
(8.75) (52.54) (19.28)
Real situado 202.273 139.832 0
(54.88) (27.72) (0.00)
Monopolios (tabaco, alcoholes, juegos, etc.) 7.740 "" 2
(2.10) (5.65) (54.72)
Almojarifazgo y aduanas 36.342 25.507 289.195
(9.86) (5.05) (11.01)
Otros 89.898 45.534 393.133
(24.39) (9.02) (14.97)
Total 368.515 504.411 2 625.176
(100) (100) (100)
Fuente: Véanse en el texto las referencias a pie de página

Cuadro II. Financiación de los costes del im


1695, 1757 y 1809 (porcentajes)
1695 1757 1809

Corona española 54.88 27.72 0.00


Colonos españoles 34.25 14.07 25.98
Filipinos 10.85 58.19 74.00
Fuente: Véanse en el texto las referencias a pie d

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232 Luis Alonso Álvarez

Cuadro III. Tributos reales y de encomie


en Filipinas (número de tributos
Tributo de
Provincias Tributo real encomienda Totales

Tondo 6 227 1 141 7 368


Cavité 1 165.5 0 1 165.50
Mariveles 355.5 166 521.5
Bulacán 3 716.5 683.5 4 400
Pampanga 5 445 2 183 7 628
Pangasinán 7 672.5 3 351 11 023.5
llocos 6 431.75 3 532 9 963.75
Cagayán 4 106.25 1 762.5 5 868.75
Laguna de Bay 3 667.5 2 549 6 216.5
Tayabas 1 230.75 669.25 1 900
Camarines 3 800.5 2 605 6 405.5
Albay 2 240 706 2 946
Leyte 2 016 5 314 7 330
Balayán 1 351.5 1 247 2 598.5
Mindoro 751.5 1 303.5 2 055
Panay * 3 608 2 863 6 471
Otón 7 207.5 2 429 9 636.5
Isla de Negros 656.75 1 572.75 2 229.5
Zebú 2 769.75 3 550.75 6 320.5
Caraga 675 1 305.5 1 980.5
Calamianes 1 220 377.5 1 597.5
Totales 66 314.75 39 311.25 10 562.6

Fuente: Véanse en el texto las referencias a pi

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