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Para mí el Perú fue matriz de América, recinto cercado por altas y misteriosas

piedras, por dentelladas de espuma singular, por ríos y metales, de cauce


profundísimo. Los incas dejaron no una pequeña corona de fuego y martirio en las
manos atónitas de la historia, sino una amplia, extensa atmósfera cincelada por
los dedos, por las manos capaces de conducir los sonidos hacia la melancolía y la
reverencia de levantar las piedras colosales frente al tiempo infinito. Entre los
pueblos de Chile y Perú hay aún heridas sin cerrar. No solo los deportistas y los
diplomáticos y los estadistas deben empeñarse en restañar esa sangre del
pasado, sino también y con mayor razón los poetas, cuyas almas tienen menos
fronteras que las de los demás.

Pablo Neruda

Vallejo debe ser repatriado. No puede continuar rodeado de muertos que hablan
francés. Debe hacérsele un monumento, él que sin uniforme consiguió más
honores que un general. Vallejo no es solo un gran poeta, el primer poeta
peruano, fue un hombre, un hombre de principios. No fue un frívolo artepurista, no
un bailarín de sociedad, fue un hombre integral, patéticamente peruano,
formidablemente americano. Fue para mí un honor conocerlo.

Pablo Neruda

Los envidiosos han hecho un gran trabajo tratando de arrojar sombras sobre
nuestra amistad. Tiran el cadáver de Vallejo contra mí. Los mismos envidiosos
harían lo contrario si yo fuera el muerto. Le dirían: Neruda es más grande.
Pondrían mi cadáver sobre él. Como, por desgracia, Vallejo está muerto, hacen lo
contrario. Nuestra amistad es tan generosa y grande que no sufre a pesar de toda
esa envidia.

Pablo Neruda

A quien fue para mí el más querido de los peruanos, el más grande de los poetas
y el más hermano entre mis hermanos. Tenías algo de mina, de socavón lunar,
algo terrenalmente profundo… Eras grande, Vallejo. Eras interior y grande, como
un gran palacio de piedra subterránea, con mucho silencio mineral, con mucha
esencia de tiempo y de especie. Y allá en el fondo el fuego implacable del espíritu,
brasa y ceniza… ‹‹las arrugas de las áridas sierras… el crepúsculo negro / en tus
ojos / recién desenterrados…››.

Pablo Neruda

He leído con gran emoción las palabras de Alejandro Romualdo sobre Javier
Heraud. También el doloroso examen de Washington Delgado, las protestas de
César Calvo, de Reynaldo Naranjo, de Arturo Corcuera, de Gustavo Valcárcel.
También leí la desgarradora relación de Jorge A. Heraud, padre del poeta Javier.
Me doy cuenta de que una gran herida ha quedado abierta en el corazón del Perú
y que la poesía y la sangre del joven caído siguen resplandecientes, inolvidables.
Morir a los veinte años acribillado a balazos, desnudo y sin armas en medio del río
Madre de Dios, cuando iba a la deriva, sin remos… el joven poeta muerto allí,
aplastado allí en aquellas soledades por las fuerzas oscuras. Por nuestra América
oscura, por nuestra edad oscura. No tuve la dicha de conocerlo. Por cuanto
ustedes lo cantan, lo lloran, lo recuerdan, su corta vida fue un deslumbrante
relámpago de energía y de alegría. Honor a su memoria luminosa. Guardaremos
su nombre bien escrito, bien grabado en lo más alto, y en lo más profundo para
que siga resplandeciendo. Todos lo verán, todos lo amarán mañana, en la hora de
la luz.

Pablo Neruda

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