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Universidad de Buenos Aires

Facultad de ciencias Sociales


Carrera de Ciencias de la Comunicación

Teorías y prácticas de la comunicación I, cátedra Mangone


Módulo 1: Introducción a la comunicación
“La comunicación”1
Definir la comunicación
El término “comunicación” comporta y/o sugiere actualmente una serie de significados
diferentes y aun opuestos. Por una parte, “comunicar” es poner en contacto o vincular lugares,
polos, individuos no conectados; este significado positivo supone una relación intencional,
recíproca, interaccional, de ida y vuelta entre dispositivos o sujetos que cumplirían indistintamente
las funciones de emisor y receptor. Se trata del sentido de “comunicación” más cercano al vocablo
latino “communico”: poner en común, compartir, ponerse de acuerdo, estar en comunión y demás.
Este sentido supone la existencia de un código o sistema de signos compartido, sin el cual la
comunicación no podría tener lugar.
Por otra parte, el término remite a la transmisión intencional de información de manera
unidireccional, en general mediante dispositivos tecnológicos cuyos poderosos emisores envían
mensajes a una cantidad enorme de receptores separados entre sí; en este sentido, “comunicar” ya
no se asocia al fomento de la participación y el intercambio de roles en la situación comunicativa,
sino a maniobras de influencia, persuasión y manipulación de los mensajes; en otros términos, al
funcionamiento de los mensajes en el ámbito del conocimiento (nuevo o existente), de los valores y
las ideologías.
Finalmente, el alcance de “comunicación” se determina a partir del contexto o situación; en
ciertas circunstancias, el simple contacto fático (tecnológico o sin mediación de un soporte externo
al hombre) basta para hablar de comunicación; en otras, sólo se considera que hay comunicación
cuando se produce una profunda comprensión de los mensajes y un cambio de actitud. Así, dos
personas que hasta entonces no se conocen u otras dos que se encuentran separadas por una gran
distancia “se comunican” por el simple hecho de presentarse o saludarse telefónicamente, mientras
que otras dos que conviven desde hace años, tienen proyectos en común, crían hijos, etcétera
concluyen en que “ya no se comunican”, o en que, como dicen algunos especialistas en la relación

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Por Carlos Mangone

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entre padres e hijos, tienen problemas de “incomunicación”. Estos sentidos de “comunicación”
están ligados, como se ve, a pautas de conducta y costumbres.
Ahora bien, todos los sentidos analizados coinciden en que la comunicación es una actividad
específicamente humana y voluntaria, diferenciada de los envíos de señales no intencionales que
producen otros seres vivos, como los animales o las plantas. (Por tanto, el uso pronominal que se
observa en frases como “la cocina se comunica con el patio”, en el que “comunicarse” se aplica a
cosas inanimadas y significa “tener correspondencia o paso” no será considerado aquí como
expresión de comunicación.)
En principio, formularemos, entonces, una definición amplia, capaz de abarcar la mayor
cantidad posible de los rasgos y las diferencias expuestas para la comunicación humana: La
comunicación es una forma de la interacción social intencional que actúa sobre los modos de
conocimiento y de valoración de los actores sociales, y ayuda a dar significado a la realidad; se
produce en un cierto contexto cultural, a través de información codificada.

Influencia, persuasión y manipulación


Como se dijo, la transmisión unidireccional de información se asocia a maniobras de
influencia, persuasión y manipulación de los mensajes. En realidad, toda comunicación entre
individuos, mediados o no por soportes tecnológicos, produce una mutua –aunque desigual–
influencia, es decir, determinados efectos. En ciertas circunstancias, en efecto, una sola palabra o un
solo gesto alcanzan para provocar rubor, angustia, incomodidad o felicidad en el interlocutor. La
influencia en la comunicación es, por tanto, inevitable.
Ahora bien, es posible que el emisor busque, mediante su acto comunicativo, obtener el
consenso del receptor; por ejemplo, que se manifieste de acuerdo con determinadas creencias
políticas o religiosas, que consuma ciertos bienes, que realice tal o cual valoración estética y demás.
En este caso, se habla de persuasión. La conformidad parcial o total con los mensajes recibidos y la
realización de las conductas indicadas son expresiones de la eficacia de mensajes –masivos,
institucionales o interpersonales–, cuyos dispositivos argumentativos logran la adhesión sin
violentar aparentemente la libertad de elección y decisión de los receptores. En la persuasión, se
produce en cierta manera una correspondencia entre los objetivos de los mensajes y las expectativas
y necesidades de los receptores. Como se habrá inferido, esto es evidente en la publicidad.
En ocasiones, la influencia que alcanzó el nivel de la persuasión no deja ya margen para que
los receptores desoigan las indicaciones de los mensajes. En estos casos, se produce una
manipulación (del latín, “manipulus”: que se puede tener en una mano y también unidad militar)
que coarta la libertad de información de los individuos. La comunicación manipulatoria se ejerce en

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sociedades con autoritarismo político, en las existen la censura y un discurso oficial muy
dominante, así como en sociedades formalmente libres pero con sistemas de información muy
concentrados u oligopólicos, en donde la libertad de elegir resulta muy restringida.
Es muy difícil que la manipulación se concrete totalmente, porque los individuos pueden
resistir y leer críticamente los mensajes; sin embargo, para que esto ocurra, resulta necesario contar
con competencias culturales que permitan decodificar los mensajes en función de los propios
intereses y no de los objetivos mercantiles de los grandes medios o de los objetivos políticos del
autoritarismo.

Redes de comunicación
Como se habrá inferido, más allá del vínculo interpersonal, que constituye la red de
comunicación más básica y simple, en la sociedad existe una innumerable cantidad de situaciones
comunicacionales estructuradas en forma de red, es decir, como sistemas de conexiones e
interconexiones. Así, el concepto de red es útil para analizar la comunicación en diferentes
dimensiones: interpersonal, grupal, social, masiva.
En las redes se pone en juego el propio concepto de comunicación, en tanto conducta
intencional, recíproca y que busca resultados estratégicos de influencia. En el caso de las redes
comunicacionales interpersonales, por ejemplo, se pone en juego el número de miembros que el
sistema debe tener para que la combinación de relaciones comunicacionales sea efectiva.
Históricamente, el número de diez o doce integrantes ha gozado de gran prestigio por su capacidad
de interconexión; es el caso de los apóstoles, las unidades de infantería, ciertas formaciones
deportivas y demás, si bien la red no debe jerarquizar los lugares de emisión y debe asegurar la
capacidad deliberativa de cada lugar de emisión para dar lugar a una comunicación en sentido
estricto.
El concepto de red de comunicación también puede servir a los fines de interpretar el carácter
de determinadas áreas: social, tecnológica y económica, así como de reflexionar acerca de los
efectos culturales de su funcionamiento. Un ejemplo históricamente importante es la red de
ferrocarriles argentinos, que, cuando gozaba de dinamismo, implicó una poderosa fuerza de
desarrollo, aunque centralizada hacia el puerto de Buenos Aires y desigual. La “lectura” del diseño
de esa red comunicacional proporciona información acerca de las intenciones con las cuales se la
estructuró.
Desde este punto de vista, el sistema económico y productivo también puede ser representado
como una red comunicacional. Por ejemplo, la producción en cadena propia del fordismo se

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corresponde con una red unilineal, de secuencia consecutiva, cuyo destino final es la meta de
terminar un producto.
Finalmente, el concepto de red puede ser utilizado para analizar ciertos funcionamientos de la
política: la familia funciona como una red comunicacional desde donde fluye información que es
usada para construir los consensos necesarios para que las medidas adoptadas sean aceptadas sin
mayores oposiciones.

Clasificar la comunicación
Los intentos de clasificar la comunicación han sido múltiples. Dichos intentos responden a
distintas concepciones sobre la comunicación, parten de distintas disciplinas –Matemática,
Lingüística, Psicología, Sociología– y suponen diversos modelos –técnicos, lingüísticos,
psicológicos, psicosociológicos–, algunos de los cuales serán tratados en los prácticos. El carácter
de los participantes, los objetivos de la comunicación, las formas de los mensajes, los temas
tratados, el ámbito elegido y los canales utilizados son, entre otros, criterios empleados para
caracterizar, aunque siempre incompletamente, una situación comunicativa. Veamos aquí dos
ejemplos.
Según los alcances de su influencia, la comunicación podría clasificarse como micro, meso y
macro comunicación. La dimensión comunicacional es un aspecto muy importante: cuanto más se
expande la llegada de la emisión, más necesarios son, por una parte, recursos tecnológicos
complejos y, por otra, instancias intermedias entre la emisión y la recepción que controlen el
correcto funcionamiento del circuito. La comunicación de masas, aunque ficcionalice diálogos
afectivos e íntimos con los receptores, se ubicará dentro de la macrocomunicación.
La mesocomunicación, también llamada “comunicación intermedia”, utiliza tanto recursos
formales como informales; en este caso, el “feedback” o posibilidad de que el receptor asuma el rol
de emisor puede ser inmediato o diferido en el tiempo. La comunicación que se produce en el marco
de las instituciones, donde coexisten mensajes formales y diferidos –como las circulares, los
informes y los carteles– con mensajes informales “cara a cara” –como los intercambios orales–
constituye un ejemplo de mesocomunicación.
La microcomunicación, por su parte, comprende las interacciones interpersonales “cara a
cara”, desde las más íntimas y familiares hasta las propias de los ámbitos informales de la vida
cotidiana, como los clubes, los bares y los lugares de estudio y trabajo.
Desde otra perspectiva que considera los condicionamientos a la comunicación, ésta se
clasifica en masiva, institucional e interpersonal. En principio, se afirma que en la comunicación
interpersonal, por su carácter informal, no hay restricciones para ejercer la comunicación y tratar

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cualquier tema, en oposición a las limitaciones que imponen el carácter público de las
comunicaciones de masas y el ámbito jerarquizado de las instituciones.
Sin embargo, una de las paradojas de la comunicación es que, muchas veces, la distancia
permite, como en el caso de las cartas o de un desconocido con quien se traba conversación en un
bar– manifestar opiniones, sentimientos y juicios de valor que caen bajo la inhibición cuando la
relación es “cara a cara” con alguien socialmente cercano.
Por otra parte, en la conversación interpersonal, el tiempo y el espacio inclinan a los
participantes a optar por ciertos temas adecuados: dos compañeros de oficina en horario laboral
charlan más de lo relacionado con el trabajo; dos hinchas de fútbol en una tribuna, de su equipo; dos
adolescentes que acaban de conocerse en un bar, de su vida y de sus gustos. En cualquiera de esos
contextos se podría comentar también la política económica, algún escándalo de la farándula, el
clima, las declaraciones de una celebridad o la estructura del átomo, sin embargo, esto es menos
probable.
Por último, estar cara a cara hace que los interlocutores constituyan en un tiempo mínimo un
contexto en común al que hacer referencia, el cual se amplía cuando se conocen desde antes del
intercambio. Esto da lugar a que parte del contenido de las réplicas sea implícito, es decir,
sobreentendido, como en Te queda mejor tu color.
Como se ve, sujeto, lugar, tiempo y universo de referencia, son factores que complican las
posibilidades de plantear una tipología de los actos de comunicación.

La comunicación no verbal
Una tipología común, incompleta como todas, opone la comunicación verbal a la no verbal.
Si bien el lenguaje verbal es el principal instrumento con el que cuenta el hombre para
comunicarse y aquello que lo distingue fundamentalmente de otras especies, desde los lejanos
tiempos utilizó –primero, como única posibilidad de relación y, luego, como un importante
complemento– un conjunto de recursos no verbales que, aunque no tienen la estructura formal de
una verdadera lengua, son parte inherente de la cultura de una sociedad. Antes de desarrollar el
lenguaje articulado, el hombre se manejaba sólo con esta serie de elementos para comunicarse con
sus semejantes: el espacio, el cuerpo, los objetos.
Durante mucho tiempo, la comunicación interpersonal fue asimilada a la comunicación
verbal, lo que dejó de lado el hecho de que, inevitablemente, se producen y se reciben mensajes no
verbales –no expresados por palabras– o paraverbales –superpuestos a los verbales, como la
entonación. Estos mensajes pueden ser o no intencionales, y envían siempre una información que es

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decodificada por los receptores y que los ayuda no sólo para comprender el sentido, sino también
para desenvolverse adecuadamente en el sistema cultural.
Por otra parte, la actual cultura audiovisual que, reproduce continuamente representaciones
de cuerpos, gestos y miradas, ha vuelto imprescindible el análisis de los significados de la
comunicación no verbal: sólo por esta vía pueden producirse mensajes lo menos ambiguos posible.
Esto ocurre también en el marco de una globalización cultural que ha promovido la migración de
millones de personas y, en consecuencia, intercambios culturales lingüísticos y paralingüísticos: la
incorporación en una nueva cultura exige el conocimiento del código no verbal.
Como se verá más en detalle en los prácticos, es posible afirmar que la primera relación no
verbal que establece el hombre es el espacio. Cada cultura tiene un manejo diferente del espacio, ya
que otorga a éste un significado particular; para comprobar esto, basta observar que, en las
diferentes lenguas, la definición de lo cercano y lo lejano presenta matices semánticos distintos.
En la comunicación humana, la noción de espacio integra el concepto de territorio,
delimitación geográfica que implica una pertenencia colectiva y marca relaciones de exclusión e
inclusión o fronteras entre un “adentro” y un “afuera”; en este sentido, el espacio territorial ayuda a
construir las identidades por afirmación y por diferenciación. Las distancias marcadas y los
“permisos” para eliminarlas adquieren sentido en el marco de cada cultura; por esta razón, para los
sajones y los latinos, para los occidentales y los orientales en general, etcétera, el espacio íntimo, el
personal, el social y el público se representan de manera diferente: el saludo protocolar con el
apretón de manos resulta escaso para culturas efusivas y excesivo para otras que ponen “distancia”
ante lo recientemente conocido.
Otra de las formas clave de comunicación no verbal es la mirada que, por un lado, sirve para
el reconocimiento del otro y de uno mismo, y, por el otro, a los fines de delimitar la inquietud de la
tranquilidad. La mirada fija y persistente resulta molesta para la mayoría de las culturas y significa
–como para los animales–, amenaza. El movimiento de ojos regula la conversación, determina los
asentimientos y los énfasis y se diferencia según los sexos, las edades y los niveles de confianza.
Los gestos faciales, por su parte, acompañan toda interacción verbal y ayudan a la correcta
interpretación de los mensajes. Movimientos de la cabeza, de las cejas, la propia sonrisa o el
mensaje más ambiguo de las lágrimas (alegría o tristeza) tienen sentidos diversos en las culturas y
varían en frecuencia y énfasis según los produzcan mujeres u hombres y según las generaciones a
que éstos pertenezcan.
El “lenguaje de las manos”, la postura del cuerpo, el contacto táctil y el olfato son otras
formas de comunicación no verbal.

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La comunicación institucional
A mitad de camino entre la micro y la macrocomunicación, los mensajes institucionales
adoptan formas tanto de la comunicación interpersonal y grupal, como de la comunicación de
masas, y organizan un conjunto de mensajes que adquieren características propias. Un emisor
privilegiado de la comunicación institucional, junto con los organismos públicos y las
organizaciones sociales, son las empresas.
En este comienzo del siglo XXI, después de más de ciento cincuenta años de capitalismo, las
empresas han logrado una rehabilitación social. Si antes eran presentadas como un espacio de
acumulación económica privada, de explotación laboral y búsqueda afanosa de lucro, y su estrategia
comunicacional estaba basada en el producto a través del prestigio que adquiría la marca, en los
últimos tiempos predominan los mensajes en los cuales ofrecen la imagen de una institución con
objetivos comunitarios; así, en lugar de la marca, predomina el lema institucional (“Estamos para
servirlo”).
Este pasaje de la empresa a la institución coincide paradójicamente con la transformación de
las instituciones públicas y sociales en verdaderas empresas que buscan la eficacia en la gestión. De
allí la importancia tanto de la llamada comunicación externa de la empresa-institución como de la
denominada comunicación interna o de gestión. Una eficiente comunicación global de la empresa es
aquella que concreta un mensaje coherente hacia adentro y hacia fuera del espacio de trabajo, y que
logra que los significados de sus discursos produzcan una identificación positiva tanto en los
consumidores como en los ejecutivos, los empleados y los obreros que conforman su personal.
La moderna comunicación institucional construye su legitimidad en las campañas públicas,
en mensajes “no comerciales”; para esto, se utilizan los recursos retóricos y estéticos de la
publicidad, pero, a la vez, se ofrece un discurso que se hace cargo no sólo de las necesidades
materiales de los consumidores, sino también de sus expectativas culturales y espirituales.
Como se verá más en detalle hacia el final de la cursada, cuando se aborde específicamente el
tema comunicación y empresa, la comunicación institucional apela a dos tipos principales de
discurso institucional que pueden combinarse. Por un lado, el discurso puede traducir una
identificación con la empresa por su categoría, por su superioridad; se trata de un “Digo quién soy”,
en el que la legitimidad se alcanza con la sola mención de la empresa y sus atributos,
frecuentemente exagerados mediante superlativos e hipérboles. Por otra parte, el discurso puede
traducir una identificación con el “espíritu de servicio”; en esta caso, en el mensaje predomina el
receptor de los mensajes, concebido como beneficiario de la tarea de la empresa, así como la
interpelación cálida y afectiva.

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Fenómenos micro y macrocomunicaionales: rumor, secreto y chisme en la comunicación
Existen informaciones que nacen y circulan interpersonalmente y que, luego, son reflejadas
por los medios de comunicación de masas, revestidas de cierta autoridad con respecto a su
veracidad: son los rumores. A diferencia de las mentiras, que pueden ser verosímiles si poseen
alguna cuota –aunque sea mínima– de verdad, el rumor es un sustituto de las noticias que no surge
de canales institucionales y que responde a una insatisfacción con respecto a la oferta de
información que brindan los medios. Si bien los estudios demuestran que la gran mayoría de los
rumores son verdaderos, éstos adquieren autoridad sólo cuando se comprueba su verdad o son
puestos en circulación por alguna institución de la comunicación social; en otros términos, necesitan
una certificación.
En la microcomunicación, es decir, en espacios acotados, el rumor adopta la forma de
murmuración. Ésta se limita a grupos pequeños, locales, cuyos miembros están unidos por vínculos
personales, y se relaciona con detalles un tanto íntimos de los rasgos y las conductas de personas
específicas. El rumor, en cambio, generaliza mucho más y sufre una serie de transformaciones a
medida que va circulando de persona en persona; así, cumple en algunas circunstancias la función
de un arma de combate; es el caso, por ejemplo, de la “guerra psicológica”, que busca mellar la
moral de las tropas enemigas en el desarrollo de una contienda bélica.
Rumores y murmuraciones suelen proliferar con un sentido de resistencia en sociedades con
un nivel de censura muy alto, en las que predomina el secreto. Curiosamente, en la sociedad actual,
que, como vimos, suele denominarse “de la información”, todavía abunda, por razones de Estado
(privado o público), el secreto: militar, financiero, clínico-médico, etcétera. Por otra parte, y como
una nueva paradoja de la tecnología, los sistemas de control de la información pueden conocer tanta
información acerca de los individuos como ellos mismos o, inclusive, más (algo similar ocurre con
los países y el control satelital de su territorio). Por lo tanto, los aparatos de búsqueda y
almacenamiento de la información operan contra el secreto como resistencia del individuo contra la
invasión de su privacidad y a favor del secreto que permite a esos mismos aparatos tener un poder
adicional sobre los individuos aislados.
Por último, habría que referirse a un fenómeno macrocomunicacional que se ha convertido en
núcleo central de la televisión mundial y que se relaciona directamente con el rumor, la
murmuración y el secreto; se trata del chisme, forma degradada de la información no autorizada.
Más allá de los bajos costos de los programas de chisme, el género explota la curiosidad de las
personas sobre la vida cotidiana de los ricos y los famosos, colocándolos en una posición de
“creadores” de información.

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La noción de información
Hemos dicho que comunicar implica transmitir información. Conviene, por lo tanto, que nos
detengamos a analizar la noción de información.
El concepto de información puede ser analizado desde diferentes perspectivas. Por una parte, en
el campo de la estadística y la probabilidad, la teoría de la información, de origen matemático, aplica
criterios que permiten prever con algún grado de fundamento la aparición de una señal. La señal es una
cantidad de energía determinada y no un signo o relación cultural entre una expresión (significante) y
un concepto (significado). Desde esta perspectiva, un emisor codifica un mensaje mediante la selección
de señales de una fuente o repertorio y el mensaje es decodificado por un receptor; ni el emisor ni el
receptor deben ser necesariamente humanos: puede tratarse también de máquinas o de organismos. La
fuente puede tener una memoria que organice las probabilidades de ocurrencia de una señal; por
ejemplo, puede contemplar que la terminación en consonantes n y s de las palabras castellanas es muy
superior a la terminación en cualquier otra consonante. Así, la información sería una medida de la
frecuencia relativa o de la probabilidad de ocurrencia –una medida estadística– de una señal o un
mensaje.
La teoría de la información contempla también la posibilidad de ocurrencia de fenómenos
desestabilizadores de la comunicación o ruidos, es decir, la distorsión producida a partir de un
inadecuado funcionamiento del canal o sistema físico-técnico que sirve de vehículo a las señales.
Los factores desestabilizadores son neutralizados mediante la redundancia, proceso por el cual se
reiteran las señales, los mensajes –o de parte de ellos– para reforzar las posibilidades de
decodificación. En la práctica, la redundancia se mide como el excedente relativo de señales en
relación con el número mínimo que habría sido necesario para transmitir la información.
La extrapolación de este modelo a la comunicación humana recibe, entre otras, la crítica de
suponer un receptor que, meramente, identifica lo codificado por el emisor, cuando, en realidad, la
recepción es una nueva actividad de construcción del mensaje. En efecto, el receptor realiza
inferencias, aplica estrategias de selección de la información e, incluso, actúa como emisor mientras
el emisor emite; por ejemplo, haciendo gestos que van condicionando la emisión.
Desde el punto de vista de una de las ramas de la psicología cognitiva contemporánea, el
procesamiento de información posibilita la construcción de conocimiento. El conocimiento es
pensado no como una copia de la realidad, sino como el resultado de la interacción entre las
capacidades innatas y las posibilidades informativas que otorga el medio. Para realizar dicha
construcción, la persona cuenta, fundamentalmente con esquemas que construyó en su relación con
el medio. Los esquemas son representaciones de las situaciones, de los conceptos y demás que

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permiten manejarlos internamente y enfrentarse a situaciones iguales o parecidas en la realidad,
tratándolas como información. En otras palabras, los procesos de comunicación organizan y
convierten los datos, las situaciones, etcétera en unidades de información. Los datos están
potencialmente al alcance de la persona, pero deben ser organizados selectivamente. Así, el
conocimiento no es acumulación de información, sino un modo particular de organización de la
información en la mente.
Uno de los presupuestos básicos de la psicología cognitiva es que la mente humana es
comparable, en términos generales, a un ordenador. En ambos casos existe un hardware y un
software: por un lado, el soporte físico mediante el que se realiza la incorporación de información
(en el caso del ordenador, el soporte electrónico, y en el del ser humano, los circuitos neuronales), y,
por otro, una serie de programas que sirven para ordenar y utilizar la información que se tiene.
Además, como el ordenador, la mente humana tiene dos tipos de memoria: una es la permanente,
donde se almacena toda la información que se ha introducido, y otra es la transitoria, con la que
puede trabajar hasta que la información se transfiere a la memoria permanente. La memoria a corto
plazo tiene una capacidad limitada, al igual que la de los ordenadores; esa limitación se ha
precisado en alrededor de siete elementos, que podrían retenerse durante unos veinte o treinta
segundos. Para que mayor cantidad de informaciones nuevas pasen a formar parte de la memoria a
largo plazo, es necesario mejorar las estrategias de relación con la información que ya se posee;
procesar la información, mantenerla durante algún tiempo y otorgarle algún tipo de plan.
En general, la comparación mente humana-ordenador en relación con la información recibe la
crítica de dejar de lado los problemas que impone el significado: un programa informático es ante
todo una construcción formal y sintáctica; si un programa fuera capaz de operar los símbolos chinos
para construir una pregunta, por ejemplo, la construiría formalmente, según reglas sintácticas, pero
sin entender el significado de una sola palabra del chino.
Una tercera acepción toma la información como una práctica discursiva y como una
institución de la sociedad moderna, también llamada “sociedad de la información” por estar
caracterizada, a la vez, por el flujo de noticias y la informatización. Desde este punto de vista, la
información tiene una dimensión histórica y social; se canaliza a través de soportes específicos,
como la prensa o los medios audiovisuales; utiliza formatos reconocibles, como los géneros
periodísticos, y construye consensos para la toma de decisiones o acerca de lo que se denomina la
“actualidad”. Desde esta línea, la sociedad actual es una sociedad informatizada, informativa e
informada.
A partir de las acepciones de información vistas, se podría interrogar la función de los medios
masivos. Así, podrá observarse que la redundancia, mecanismo central en la comunicación

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interpersonal (con el gesto se refuerza la afirmación verbal, con ciertas estructuras textuales se
resume (algo dicho), cumple una función totalmente diferente en la comunicación de masas de
carácter audiovisual: sobre todo en los mensajes publicitarios y promocionales de las industrias
culturales, la redundancia tiende a producir una sobreinformación con efectos “desinformadores”,
ya que la posibilidad de recibir adecuadamente tal cantidad de mensajes repetidos queda anulada
por la saturación.
Por otra parte, retomando los principios de la psicología cognitiva, si el conocimiento es el
resultado de la interacción entre las capacidades innatas y las posibilidades informativas que otorga
el medio exterior a la persona, las posibilidades informativas se ven limitadas por los medios
masivos. Ciertamente, éstos manejan un concepto de información que, en reiteradas oportunidades,
no sirve para la construcción de una visión autónoma de la realidad, ya que su “actualidad” no
jerarquiza la información pertinente para la comprensión de los fenómenos, sino que selecciona la
información (real o falsa) que puede circular como mercancía, es decir, que resulta rentable.

La dimensión comunicacional de la cultura y la dimensión cultural de la comunicación


Comunicación y cultura son términos estrechamente vinculados. Su relación no es solamente
un problema de palabras o de conceptos, sino que la historia demuestra que las prácticas culturales
se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interpersonales y tecnológicos. Senderos,
ríos, personas, cables, frecuencias y ondas vehiculizan transportes, individuos, mensajes, palabras e
imágenes. Los hombres se reconocieron en la mirada de los otros, se acercaron, formaron
comunidades y, al mismo tiempo, se alejaron para formar otras comunidades en territorios más
distantes, para lo cual necesitaban también mecanismos de conexión y comunicación. La aparición
de nuevas tecnologías, de las más simples a las más complejas, que permitieron al hombre
desplazarse y comunicarse reformularon en la cultura las nociones de espacio y tiempo, que, en
realidad, son representaciones humanas.
Del hombre muy sedentario de las cavernas, se pasó al nómade que se alejaba del peligro o,
en otros términos, de la emigración en busca de nuevos destinos al anclaje en un territorio. Las
culturas agrícolas, los descubrimientos de la navegación, la formación de las ciudades, las crisis
económicas, las guerras, etcétera fueron factores que colaboraron en la existencia de un movimiento
de oscilación en uno y en otro sentido –emigrar y arraigarse–, lo que promovió el intercambio
cultural y la creación de nuevas formas de comunicación.
En primera instancia, las tecnologías deslumbraron al hombre, que reaccionó como ante
aquellos fenómenos de la naturaleza que no comprendía; luego pasó a conocerlas y a utilizarlas en
su provecho. Las tecnologías fueron y son innovaciones surgidas de las necesidades sociales, ya que

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se caracterizan por solucionar problemas que se le plantean al hombre, aunque originan nuevos
problemas para los que hay que buscar soluciones distintas.
La utilización de las tecnologías deja efectos culturales, moldea reacciones y conductas
humanas, condiciona la comunicación social y caracteriza toda una época. Hubo etapas
caracterizadas por el movimiento de la navegación; otras, por la cultura del caballo como medio de
transporte y trabajo; en nuestro siglo, el automóvil hizo construir autopistas que, como en Los
Ángeles, dejan poco espacio para el simple peatón. Hay asistimos a la cultura del teléfono móvil, de
la conferencia por Internet, del “chateo”, que también dejan efectos culturales entre quienes los
utilizan. El chateo entre personas desconocidas, por ejemplo, sirve para reflexionar sobre diversas
relaciones entre comunicación y cultura. Para esas personas, chatear significa comunicarse; implica
un umbral de relación y vínculo que, sin embargo, generalmente, no pasa de una conversación sobre
cuestiones secundarias. De todas maneras, el chateo permite ocultar la verdadera identidad (aspecto
que en otro tipo de comunicación se percibe muy negativamente) y, de esa manera, despejar los
efectos de los prejuicios sobre la raza, el sexo, la ideología o la religión de los participantes, que
sólo se manifestarían a partir de algunas de expresiones. Como vemos, la tecnología permite
avances culturales y, al mismo tiempo, plantea interrogantes acerca de sus efectos.
Ahora bien, en realidad, cualquier modificación cultural acentúa un proceso social
preexistente, que ya se ha desarrollado lo suficiente como para articularse con la nueva tecnología y
acelerar su crecimiento. En este sentido, la sociedades no separan más a los individuos porque éstos
chateen, usen constantemente teléfonos móviles, o escuchen música en sus walkman sin mirar al
prójimo; por el contrario, el aislamiento de las personas en las sociedades modernas es el resultado
de procesos sociales y económicos que tienen su correlato en una fragmentación cultural,
productiva y familiar. Paradójicamente, en muchas oportunidades, ese aislamiento y esa
fragmentación son compensados por una cultura de masas que devuelve al hombre la imagen de
pertenecer a una comunidad y de poseer una identidad.

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Universidad de Buenos Aires
Facultad de ciencias Sociales
Carrera de Ciencias de la Comunicación
DOCUMENTO DE LA CÁTEDRA MANGONE, COMUNICACIÓN I
Teorías y prácticas de la comunicación I, cátedra Mangone
“La cultura”2
Aparición de la cultura
La comunicación y la cultura están estrechamente vinculadas; en efecto, la historia demuestra
que las prácticas culturales se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interpersonales
y tecnológicos. Por esta razón, dado que ya nos hemos introducido algunas las nociones básicas
sobre la comunicación, pasaremos a ocuparnos de la cultura.
Imaginemos un momento en que el hombre, ya erguido y en la búsqueda de sustento,
descubre por azar que, al mover fuertemente el árbol que le da alimento, los frutos caen.
Acostumbrado a batirse contra fenómenos naturales que no entiende y contra seres que lo superan
en fuerza, como los grandes animales, el hombre comprende entonces una relación de causa y
efecto que lo incorpora en una dimensión cultural. Dejando de lado que, en realidad, los procesos de
evolución implican millones de años, podemos pensar que se ha producido una modificación
fundamental en el vínculo entre el hombre y la naturaleza: en cierto momento, aquél interrumpió el
ciclo natural y comenzó a usar los productos de ésta en su provecho. A partir de allí, la necesidad de
transmitir esta experiencia forzará a su organismo a encontrar un instrumento adecuado que
comunique y que permita, de alguna manera, archivar la información que se volvió consciente. El
“trabajo” del hombre sobre la naturaleza, la conciencia de los efectos concretos que la aplicación de
técnicas produce sobre la Tierra y su entorno, el desarrollo, entonces, de su “inteligencia” sobre la
realidad, así como la aparición del lenguaje y la representación del tiempo —en función de la
previsión y el futuro— son los requisitos necesarios para el desarrollo de la dimensión cultural.
Cultura, desde entonces, se va a asociar a esta doble instancia –un tanto paradójica–:
conservar experiencias del pasado para transmitirlas y plantearse estrategias hacia el futuro,
compartir proyectos y objetivos.
La posibilidad de compartir las experiencias a partir del desarrollo de los mecanismos de
transmisión y comunicación —al respecto, será fundamental la aparición del lenguaje articulado—
permitirá el pasaje de la mencionada dimensión cultural a una “cultura” propiamente dicha, muchas
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Por Carlos Mangone

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veces identificada con el término “civilización”, es decir, la comunión en un tiempo y en un espacio
de valores, ideas, creencias, rituales y formas de vida.
El hombre empezará a simbolizar la nueva relación con la naturaleza de múltiples maneras.
Inicialmente, identificará los fenómenos físicos y climáticos como sobrenaturales y proyectará
sobre ellos la angustia de una existencia finita y débil. La religión y el arte canalizarán gran parte de
estas nuevas inquietudes y serán la base de las primeras manifestaciones conscientemente
“culturales”. No por casualidad, si bien todas las personas “tienen cultura”, los primeros individuos
reconocidamente “cultos” se encuentran en las filas de los clérigos, los filósofos y los artistas, es
decir, los especialistas en interpretar los códigos culturales de cada civilización.
Una cultura, como se ve, se define en principio por la serie de prácticas que ponen en juego
palabras e imágenes en los rituales celebratorios que cada civilización realiza para confirmar su
identidad, conservar su memoria, diferenciarse de otra cultura y asegurar la incorporación de los
nuevos integrantes.
Es fácil notar que, desde los comienzos, en el funcionamiento de la cultura están presentes
elementos que se pueden observar actualmente, en tiempos de dominios audiovisuales, relaciones
globales de comunicación y multiplicación casi infinita de mensajes: una idea del pasado, una
visión de los tiempos futuros, técnicas de producción y transmisión de la experiencia, procesos de
simbolización, relaciones entre la palabra y la imagen, rituales y celebraciones. El dominio sobre la
naturaleza quizá sea mayor y más efectivo, pero la angustia existencial de los comienzos es la
misma.

La relación cultura, comunicación y tecnología


Desde el momento en que el hombre —en la etapa del deshielo de los glaciares y con un
clima más benigno— salió de su caverna, comenzó un largo camino en que sus costumbres y sus
prácticas de subsistencia estuvieron determinadas por las condiciones del medio que lo rodeaba. Al
salir de la caverna, amplió su campo visual y los órganos se adaptaron a las nuevas funciones, de la
piel que servía como cortinón de la boca de la caverna tomó la idea de cubrirse el cuerpo con una
indumentaria. Desde entonces, la vida cotidiana del hombre estará signada por un proceso
ambivalente de relación gregaria con otros (así va a llegar a comunicarse y desarrollar la facultad
del lenguaje) y de búsqueda de una autonomía personal (que se refleja en la paulatina separación de
la tribu, de la que dependía para defenderse del clima y de los grandes animales).
El modo en que el hombre logra el sustento y en que vive en sus horas de descanso y ocio
explican, en cada época, por una parte, sus relaciones con su hábitat y con la tecnología y, por otro
lado, las formas que adquieren sus creencias. La tendencia a lo gregario se simboliza en la

14
formación de aldeas, pueblos y ciudades; en la colaboración para lograr el sustento y, luego, para
realizar el trabajo creador. Los hombres se juntan para sobrellevar las inclemencias del tiempo, la
angustia por la finitud de la vida y para vencer el cansancio de la tarea diaria.
Sin embargo, como vimos, al mismo tiempo que se iguala en el conjunto, el hombre
comienza un proceso de diferenciación a través de una serie de símbolos, de posesiones, de formas
de actuar, de lenguas, de costumbres culturales.
Ya en la Revolución industrial, el creciente urbanismo hacinó grandes muchedumbres que
fueron buscando en los suburbios y en la casa propia su territorio, de la misma manera que, en los
tiempos primitivos, se lo demarcaba para deslindar un espacio. De esta forma, las innovaciones
tecnológicas ligadas a los procesos productivos se desarrollaron también en función de nuevas
necesidades, como las distancias entre el trabajo y la residencia, la conformación de la casa y del
espacio público. La cultura se fue llenando de variantes comunicacionales. En el espacio público,
senderos que se convirtieron en rutas y, posteriormente, en calles (lo que a su vez fue exigiendo
vehículos que trasladaran a las personas más rápido y cómodamente). En la parte privada, pasos
comunicantes como los pasillos, las galerías, las escaleras. A fines del siglo XIX, en los países más
avanzados se consolidó la idea burguesa de un hogar propio y, dentro de él, de habitaciones que
brindaran albergue y privacidad a cada miembro de la familia. Esta disposición del hábitat
reformuló la higiene social y privada, y resultó un proceso de autonomía de los individuos que
culminó en este comienzo de siglo y milenio, en el que los sectores sociales más pudientes pueden
utilizar su ambiente (y el propio automóvil como tal) con comodidades que anteriormente eran
compartidas por todo un grupo familiar: televisor, equipo de música, teléfono, etcétera.
Si bien actualmente nos encontramos con un formidable desarrollo de las tecnologías, las
preguntas centrales acerca de su aparición, su desarrollo y su crisis en relación con la cultura no
cambian mucho desde los tiempos remotos, cuando el hombre advirtió que, ejerciendo una
determinada técnica sobre la naturaleza, producía una modificación que mejoraba su nivel de
existencia y ahorraba gasto de energía. De allí que, ante la aparición de nuevas tecnologías, resulta
importante preguntarse no sólo qué funciones tradicionales viene a cumplir, sino también en qué
medida mejora realmente el nivel de vida de la sociedad y qué efectos culturales produce. Por otra
parte, no hay que dejar de advertir que la relación paulatina que inicialmente tuvo el hombre con los
fenómenos de la naturaleza (temor, adoración, ignorancia, conocimiento, utilización) puede
trasladarse a las reacciones que manifestó en este siglo frente a cada nueva tecnología.
Una clasificación de las funciones de la tecnología en la cultura reconocería por lo menos las
siguientes:

15
1) Mejorar los resultados prácticos de la actividad: Esto se observó claramente en el
“progreso” de las armas con el fin de contraponer la mayor fuerza de los animales. Es la búsqueda
de una mayor eficacia y una mayor productividad, y se sintetizaría en la ecuación de más potencia y
más velocidad en la producción, así como el incremento de lo producido. Vale hoy para analizar
tecnologías que hacen hincapié en la rapidez y en la producción masiva y en todo tipo de traslados
en el espacio.
2) Archivar la información para transmitirla en el tiempo: Se trata de técnicas fundamentales
para la aparición y la conservación de una cultura como civilización e implican sistemas de
codificación como los signos icónicos o verbales. La complejidad creciente de las sociedades
requirió instrumentos cada más sofisticados para almacenar la información ya sistematizada y
jerarquizada, cuya transmisión en el tiempo permitiera integrar a futuros individuos en la cultura
preexistente. La escritura, la imprenta y la moderna cibernética determinan momentos cruciales de
esta función tecnológica que supera los límites de la memoria en las culturas orales.
3) Controlar y dominar: En oportunidades, resulta una condensación de los progresos de las
funciones militares y de archivo de las tecnologías, ya que implica el control de los registros, las
identidades y las posesiones de los sujetos y los grupos sociales. Algunos especialistas debaten
acerca del progreso tecnológico de la humanidad en relación con las tareas de control y dominio, y
consideran para ello la función de las primitivas armas que sirvieron al hombre para ser más
autónomo del poder de los animales, así como de las actuales tecnologías de destrucción masiva de
la era nuclear y neutrónica.
Si se tuviera que optar por una función de la tecnología que abarcara los principales rasgos de
las mencionadas funciones, sería la de ahorrar esfuerzo, tanto muscular como intelectual. La
coronación en la cultura moderna serían la suma de la informatización (capacidad de
almacenamiento de información y simplificación del trabajo intelectual) y la robotización en todas
sus formas (sustitución del trabajo físico humano de carácter rutinario o peligroso).
Ahora bien, en ocasiones, los objetivos buscados entran en contradicción con los
resultados reales de su aplicación, es decir, se producen las llamadas “paradojas del
progreso tecnológico”: la incomunicación de la sociedad de la información, la alienación
tecnológica o posibilidad de que se produzca un gran gasto de energías físicas e
intelectuales por el esfuerzo de ahorrarlas, etcétera. Tomemos un ejemplo: la videocasetera
es aprovechada en un 10% de sus funciones; es dominada por el hombre que la ha creado
en su provecho, pero, en cierta manera, empieza a volverse en contra de su libertad de
dominarla; y no se ha llegado a dominar por completo la video cuando ya viene el DVD;

16
como en la cinta del gimnasio, el hombre corre cada vez más rápido para estar siempre en
el mismo lugar.

Las definiciones de cultura


El término “cultura” deriva del latín, “colere”, que significa cultivar, cuidar, criar. En su
sentido original se entiende por el cuidado y perfeccionamiento de un objeto a través de la actividad
humana. Por extensión, el significado implicó el propio mejoramiento espiritual y artístico del
hombre. Un hombre “cultivado” será luego aquel que dispone de ciertas capacidades para producir
o recibir mensajes de alguna complejidad formal y que, además, accede a la información de la
historia y de la filosofía. El racionalismo humanista y, posteriormente, el Iluminismo dieron al
concepto de cultura un significado de resultado, dejando de lado, en principio, los procesos que
permiten ese “cultivo”. Una reacción romántica, ejemplificada en el alemán Johann Gottfried
Herder, suma a los resultados los procesos de formación y autoformación del espíritu y del
conocimiento. Al extenderse el concepto a las prácticas sociales que vayan más allá del sistema
educativo o de la producción artística, el significado de “cultura” comienza a integrar todo aquello
que participa de la vida social y cotidiana de los individuos. Nos acercamos, así, a una concepción
más antropológica de la cultura, que se podría definir como el conjunto de respuestas colectivas a las
necesidades vitales. Esta amplia caracterización incluye la llamada “cultura material”, la tecnología y
las normas que regulan las relaciones productivas en una determinada sociedad, así como los valores,
las reglas jurídicas, los sistemas simbólicos, la religión, el arte, la producción económica y la
superestructura política.
Luego, esta ampliación a “todo hacer” del hombre va a ser limitada en parte al nivel de los
símbolos y de los discursos; la cultura será definida entonces como una estructura significativa que
ayuda a construir identidades en espacios relativamente acotados.
Como se ve, las definiciones de la cultura o consideraciones de lo que está adentro y afuera de la
cultura dependen del punto de vista del que las enuncia, sea un sujeto, un movimiento o una civilización, y
determina. En la historia no faltan ejemplos de pueblos que denominaron a otros “incultos” sólo porque no
hablaban su propia lengua. De allí el significado de “bárbaro”: los griegos percibían las lenguas extranjeras
como un continuo “bar-bar-bar”. Este etnocentrismo explica a veces los juicios desvalorizantes sobre las
costumbres ajenas, también culturales, que los individuos producen cotidianamente, así como las
descalificaciones sobre formas de vestirse (el “mal gusto”), de comer (“no tiene cultura gastronómica”), de
hablar (“utiliza lenguaje vulgar”), etcétera.

Clasificaciones de la cultura
Cultura alta, masiva y popular

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El carácter amplio o restringido del concepto de cultura y la intolerancia frente a la diversidad
cultural dan lugar a distintos tipos de clasificaciones. Por ejemplo, existe una clasificación en
“niveles de cultura”. La cultura históricamente considerada más importante se identifica con lo que
usualmente denominamos “arte”. Desde este punto de vista, un hombre cultivado, educado, es
aquel que puede sentir, percibir y comprender una obra artística en todas sus dimensiones, para lo
cual pone en funcionamiento una serie de competencias innatas y adquiridas por educación familiar
y escolar que le permiten no sólo contemplar con naturalidad la obra, sino también extraerle la
mayor cantidad de sentidos posibles. La poesía en particular y la literatura en general; la música
especialmente; la pintura, la escultura y, por mucho tiempo, el teatro formaron parte de la formación
cultural más reconocida y excelsa. Si bien la propia palabra “arte” supone artilugio, técnica de
simulación de la realidad, las producciones del arte se entienden como piezas únicas, irrepetibles y
dignas de ser conservadas y transmitidas de generación en generación por la tradición cultural.
Quizás, el ejemplo que condense los aspectos centrales de esta cultura sea la ópera, en donde
intervienen varias de las formas mencionadas (la música, el teatro, la plástica en la escenografía, la
danza, etcétera).
En esta clasificación, paralelamente a estas producciones culturales, dirigidas a un público
minoritario (en oportunidades, integrado por los mismos autores) e inscriptas en una cultura letrada,
las clases populares sin instrucción ni alfabetización no tienen cultura; sin embargo, desde una
perspectiva más amplia, es evidente que desarrollan prácticas culturales propias, muchas veces
como contrapunto con esa cultura elitista y de sociedades muy estratificadas. En estas prácticas de
cultura popular, no está tan presente la idea de autor, de un sujeto dotado de amplias competencias
intelectuales, sino que la creación se percibe como algo colectivo que da identidad al conjunto que
participa de la manifestación cultural como productor y receptor al mismo tiempo. Esta recepción, a
diferencia de lo que ocurre con la cultura alta, es participativa y transformadora. Como ocurría con
el mito y con la leyenda, que se iban transformando mientras se transmitían a través del espacio y
del tiempo, en las prácticas de la cultura popular aparecen nuevos “ingredientes” que surgen de la
creatividad de los protagonistas. Las fiestas religiosas populares, los juegos y deportes, la música
popular, los carnavales, las ferias artesanales, las fiestas de la producción agrícola, son, entre otras,
manifestaciones de profunda raigambre cultural que, en muchos pueblos, resultan al mismo tiempo
fiesta, trabajo y creencia.
La cultura popular, que, como se advierte, abarca mucho más que el denominado “arte”, no
produce piezas únicas; quizás, el mejor ejemplo sería la artesanía, que tiene algo de arte (por ser
casi siempre distinta) y también lo repetido de la manufactura (propia de la etapa industrial previa a
la estandarización de las mercancías).

18
Finalmente, en esta tensión entre cultura alta y cultura popular aparecieron, con el proceso
mencionado de la revolución industrial, las llamadas industrias culturales que, a imagen y
semejanza de la producción de bienes materiales, entregaron la posibilidad de acceder a los bienes
culturales masivamente. Algunos estudioso, entonces, introdujeron el concepto de “cultura masiva”.
Aquí, si bien retorna la idea de autor, el carácter de la producción distingue claramente el
alcance del concepto respecto del artista tradicional que manejaba casi totalmente los elementos de
su obra. El cine, la televisión, la radio, la prensa, la publicidad, el diseño, el arte multimediático, la
fotografía son producidas casi siempre desde modelos muy establecidos que se conectan
directamente con los llamados “gustos” de las masas. Existe una cadena de “autores” que suman sus
destrezas para entregar en cantidad –y, a veces, también en calidad–, los productos de la cultura
audiovisual que predomina actualmente. A diferencia de la cultura alta y de la popular, en la cultura
de masas rige la ley de la ganancia mercantil y, por lo tanto, el prestigio o la tradición están
subordinados a la fama, la popularidad y al “rating” (en ventas, en cantidad de espectadores, en
tirada de revistas y demás).
Hasta hace algún tiempo, quedaba muy claro qué práctica pertenecía a cada nivel de cultura,
lo que, a su vez, hablaba de clases sociales nítidamente distinguidas; sin embargo, actualmente, la
diferenciación resulta mucho más compleja. Las prácticas de la cultura alta se conservan y difunden
en tecnologías, soportes y formatos de la cultura masiva (composiciones musicales, fragmentos de
ópera, literatura, pinturas, etcétera); la propia cultura masiva adopta temáticas y transforma estilos
de la cultura alta: utiliza las competencias que la escuela enseña a los individuos sobre la literatura
clásica, la formación musical o la historia para producir los argumentos de películas, de historietas y
series, y, además, en relación con la cultura popular, se permite el lujo de difundirla de manera
documental, pintoresca y folclórica, por lo que la cultura popular se adapta a la forma de circulación
de la cultura masiva para obtener repercusión y visibilidad.
Un ejemplo permitiría advertir mejor esta mezcla de culturas que es conocido con el nombre
de “hibridez”. Hasta hace pocos años, el fútbol –tal vez, el deporte más popular del mundo– tenía
más allá del campo de juego un contexto de prácticas populares que no eran relevadas en absoluto
por la cultura masiva: cantos de tribuna, indumentaria, banderas y estandartes, archivo de la
memoria de las instituciones, personajes relevantes de los clubes, tradiciones, etcétera. A medida
que la industria audiovisual cubrió las prácticas del fútbol profesional a tal punto que hoy es su
sostén económico, fue extendiendo su mirada hacia esos contextos, y éstos empezaron a producir
sus prácticas teniendo en cuenta que, a partir de entonces, iban a ser televisados.
Algo parecido ocurrió con el carnaval, tal vez la manifestación de cultura popular más
relevante por el componente trasgresor y de contrapunto con la cultura oficial. El carnaval producía

19
–y, en parte, produce– el simulacro de la inversión de roles sociales: el rey es pordiosero; el pobre,
rey; el animal viste ropas de humano; el hombre, de animal; los sexos se intercambian, etcétera. Sin
embargo, el carnaval que, junto con la risa, fue en la Edad Media una fuente de resistencia frente a
la opresión y una válvula de escape para las clases populares, resultó paulatinamente incorporado a
la cultura oficial y “registrado” como parte del cronograma anual del turismo.
Por lo tanto, se observa una neutralización del potencial cuestionador de la cultura popular no
a partir de su represión y su censura, sino mediante su incorporación como mercancía cultural en de
los innumerables mensajes de las industrias culturales.

Culturas y subculturas
En cada sociedad, si bien predominan determinadas visiones del mundo, funcionan también
sistemas de valores y de signos que abarcan espacios más limitados y que ayudan a la construcción
de identidades a través de prácticas culturales específicas. Habitualmente, se denomina a esos
sistemas “subculturas”, no porque se los considere de menor importancia, sino por su menor
alcance de influencia social.
Se podría afirmar que todo conjunto de signos con un determinado grado de coherencia
interna, una fuerte diferenciación con respecto a otros agrupamientos culturales y una identificación
como grupo se define como subcultura; ejemplos muy importantes son la subcultura juvenil y la
subcultura femenina. La subcultura juvenil, por ejemplo, se caracteriza por el uso de ciertos
vocablos y giros propios (aunque a veces originados en los consumos de la cultura masiva), por el
afán de diferenciarse de los adultos en conductas, opiniones y signos exteriores como la
indumentaria; esto establece una diferenciación y cohesiona al conjunto. Hay que advertir, sin
embargo, que el concepto de subcultura disimula en parte las diferencias sociales y económicas de
sus integrantes.
También hay subculturas determinadas por el espacio geográfico: la subcultura rural, la
marítima, la del río y de la sierra y, aunque es la predominante y, por lo tanto, es difícil denominarla
de esta manera, la propia cultura urbana.
Otras subculturas se refieren a gustos o afinidades electivas, como los “hobbies”, las
aficiones deportivas o los diversos gustos musicales, como es el caso de la cultura del “ rock” (la
cultura “heavy”, la cultura “pop”, la “punk”, entre otras). En muchas oportunidades, las subculturas
pueden integrarse en las estrategias del sistema cultural general y, si los tuvieron, perder los
aspectos contestatarios o transgresores que les dieron origen. Un buen ejemplo es la subcultura
hippie de los años sesenta, que, en principio, cuestionó la sociedad de consumo, simbolizada en la
gran ciudad, y, luego, en los años setenta, fue absorbida por la misma cultura consumista, lo que la

20
despojó de sus aspectos más transgresores y la opuso muchas veces a la juventud politizada. En
otros casos, desde el comienzo de su desarrollo, las subculturas en aparecen en cierta forma como
dominadas.
El concepto de subcultura resulta muy útil sobre en la época de las culturas audiovisuales, en
que la segmentación de los consumos culturales busca la identificación de los individuos como
parte de un subconjunto económico, social y cultural. Las subculturas deben “negociar” su
autonomía con el sistema cultural en su conjunto y, en numerosas oportunidades, son reconocidas
por la publicidad, el diseño, los géneros cinematográficos y la oferta televisiva; principalmente, la
de transmisión por cable.

Cultura, sociedad y comunicación verbal


Como se observó, las relaciones entre cultura y comunicación verbal son muy estrechas, ya
que el desarrollo del pensamiento y la capacidad de abstracción del hombre están directamente
vinculados a la posibilidad de transmitir a otros la experiencia de transformación de la naturaleza.
Por otro lado, el lenguaje como institución social que se produce a partir de interacciones
entre individuos y grupos refleja en su estructura los condicionamientos propios de la sociedad en la
cual funciona. Al ser manejado por sujetos que se ubican en diferentes escalas sociales, el lenguaje
cumple funciones diferentes. Como lo indican estudios sociolingüísticos, las clases de menores
ingresos económicos, que acceden a un nivel de instrucción básico o insuficiente, hacen un
instrumental y práctico del lenguaje verbal; muchas veces, lo que se denomina el “habla popular”
termina transformando la lengua. Las clases más acomodadas, en cambio, generalmente hacen un
uso conservador de la lengua, aunque también está vinculado a fines prácticos, en este caso,
preservar su ubicación de dominio.
Las capas medias de la sociedad, por su parte, además de buscar los fines comunicacionales
básicos, protagonizan prácticas más vinculadas a la eficacia comunicacional y estética; en otras
palabras, toman el lenguaje no sólo como instrumento de comunicación, sino también como objeto
de reflexión. El comercio, la docencia, las tareas administrativas, la actividad cultural, el discurso
político, la publicidad y los medios masivos dependen en general para ser eficaces del control de la
organización del discurso y son tareas habitualmente emprendidas por integrantes de la clase media
y de la pequeña burguesía.
Tradicionalmente, las jergas populares estuvieron fuera tanto del ámbito de la escuela –que
históricamente fijó las normas lingüísticas promedio– como de los medios masivos de
comunicación. Sin embargo, a medida que las industrias culturales se desarrollaron, comenzaron a
influir en el habla popular al mismo tiempo que adoptaban muchos de los giros y de las palabras de

21
propias de ella. Es el caso del lenguaje informal, coloquial, que incluye los giros habitualmente
denominados “malas palabras”, tema de gran importancia en el discurso televisivo actual. El
lenguaje informal —criticado y no adoptado por la escuela y ausente por décadas de los medios—
era el usado en el seno familiar con la salvedad de los términos “vulgares”. En cierta forma, era una
manera de transgredir la censura oficial de una gran cantidad de términos que pertenecían
legítimamente a la lengua y que, sin embargo, quedaban afuera. Cuando los medios los adoptan y
los imponen como norma lingüística promedio, su uso pasa a ser “oficial”y el poder de trasgresión
de la jerga popular ya no es tanto. Lo que suponía un enriquecimiento del uso del lenguaje, se
transforma, al ser utilizado de manera estereotipada y repetida, en un gran empobrecimiento que,
lamentablemente, se traslada a las propias aulas del sistema educativo. Un ejemplo claro de lo
mencionado es el uso como muletilla en el habla adolescente y juvenil de algunas de las llamadas
"malas" palabras, que si bien han perdido su sentido negativo, muestran limitaciones en el uso del
vocabulario personal.
Se trata, como es fácil ver, de un proceso común a cualquier relación social en la cual se
ponga en juego la influencia lingüística: aquellas instituciones que tienen poder político, social y
cultural en la sociedad son las que poseen más posibilidades de ejercer el dominio en los parámetros
del uso de la lengua.

22
EDMOND MARC Y DOMINIQUE PICARD:
La interacción social. Cultura, instituciones y comunicación

Capitulo 1. “Los modelos de Comunicación”

1. Si se intenta describir y analizar el proceso de la comunicación, se llega, en un primer


momento a hacer un recuento de los diferentes modelos que han intentado formalizarlo.
Los primeros han sido modelos técnicos, elaborados para dar cuenta de la transmisión
de las señales en los sistemas de comunicación.
Sin embargo, pronto se vio que los esquemas que se inspiran en los funcionamientos
mecánicos no pueden esclarecer más que parcialmente la comunicación humana. Esta,
como se apoya esencialmente en el lenguaje, se ha estudiado entonces a través de modelos
lingüísticos.
Pero éstos también tienen sus límites. La comunicación es ciertamente una relación
por medio del lenguaje, pero es al mismo tiempo una relación psicosocial. Es necesario,
pues, abordarla también desde este ángulo.
En fin, concebida al principio con una relación lineal entre una fuente y un
destinatario, la comunicación se ha revelado como un proceso interactivo, perspectiva que
se expresa especialmente en los modelos de interlocutores.

1. Los Modelos técnicos


1. El modelo de referencia es sin duda el de Shannon y Weaver (1949) que presenta la
comunicación como la transferencia de un mensaje bajo la forma de señal, desde una
fuente de información, y por medio de un emisor y un receptor; esta transmisión
puede ser afectada por fenómenos parasitarios llamados “ruidos”:

Canal
EMISOR RECEPTOR

FUENTE mensaje código Des- mensaje DESTINATARIO


codificación

ruido 23
Este esquema, derivado de la telecomunicación, se ha aplicado a las comunicaciones
humanas en la medida en que existen también, cuando hablamos con alguien, factores que
perturban la transmisión de información, algunos de naturaleza energética y otros de
naturaleza informacional.
Otro interés de este esquema reside en que, al subrayar los procesos de “codificación”
y “descodificación” (procesos que se encuentran en la comunicación a través del lenguaje),
permite esclarecer las razones por las cuales una señal es raras veces idéntica cuando se
recibe a como era en su emisión. Pero las limitaciones de esta analogía consisten en que el
código del lenguaje no tiene las mismas características que un código formal (por el cual a
un significante corresponde un único significado, como por ejemplo en el morse).

2. Casi en la misma época, Norbert Wiener inventa el término “cibernética” (1948), que
tiene una resonancia inmediata aportando a la comprensión de la comunicación una noción
esencial dos puntos la de feedback.
Esta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de
restringir su significado), designa la reacción del receptor al mensaje emitido y su retorno
hacia el emisor. Se pueden distinguir, al menos, tres funciones diferentes del feedback (R.
Escarpit, 1976, pág. 50).
a) Una función de “regulación”, destinada a “mantener una situación estable” (es el
principio del termostato, que mantiene una temperatura constante a pesar de las variaciones
ambientales). En este caso, el emisor envía una señal, y el receptor le reenvía las respuestas
que indican los efectos de este mensaje (por ejemplo, en la comunicación humana, todas las
señales que expresan que el receptor ha recibido bien el mensaje y que la emisión puede
proseguir).
b) Una función de “acumulación cíclica” destinada “a hacer evolucionar una situación “en
espiral” “ por el añadido de instrucciones del programa de base de los mensajes reenviados
en feedback cuando cada uno de ellos pasa por el emisor”; en este caso el receptor reenvía
al emisor sus propias señales a las cuales añade nuevos datos (es lo que pasa, por ejemplo,

24
cuando el emisor desarrolla un razonamiento y utiliza ciertos argumentos en respuesta a las
objeciones planteadas por el receptor).
c) Una función de “acumulación didáctica” destinada “a reenviar hacia la memoria de la
fuente informaciones sucesivas sobre los efectos de sus mensajes”. Existe en este caso la
constitución de un saber y almacenamiento en la memoria; lo cual permite a la fuente
nuevas estrategias de comunicación que integran las experiencias pasadas.
La introducción de la noción de feedback en el análisis de la comunicación constituye
el paso esencial de la comunicación constituye el paso esencial de la comunicación a la
interacción. Conduce a considerar que la fuente y el destinatario son de hecho “emisores-
receptores” que ejercen funciones diferenciales en un proceso circular y no lineal (como en
el esquema de Shannon y Weaver).
Inspirados por funcionamientos mecánicos, los modelos técnicos tienen la ventaja de
proponer una formulación muy general de los procesos de comunicación. Sin embargo, no
dan cuenta de la naturaleza específica del lenguaje verbal, lo que justifica el recurso a los
modelos de tipo lingüístico.

2. Los modelos lingüísticos


1. Una de las tentativas más fecundas para proponer un modelo de análisis de la
comunicación inspirado en la lingüística es el de Roman Jakobson. Este ha subrayado
que no se puede asimilar un intercambio de mensajes a la transmisión física de la
información. Es necesario, pues, describir la comunicación humana en toda la
complejidad de los elementos que hace intervenir.
Utiliza un modelo “componencial” con el que intenta mostrar las funciones
comunicativas específicas de cada componente. Su descripción distingue seis factores
esenciales: “el emisor envía un mensaje al destinatario. Para ser operante, el mensaje
requiere, en principio, de un contexto en el que envía (...), contexto perceptible para el
destinatario y que es verbal o susceptible de ser verbalizado. A continuación el mensaje
requiere un código común, al menos en parte, al emisor y al destinatario. Finalmente, el
mensaje necesita un contacto, un canal físico y una conexión psicológica entre el emisor y
el destinatario, contacto que le permita establecer y mantener la comunicación” (R.
Jakobson, 1963, Págs. 213-214, subrayado por nosotros). El concepto de contexto aquí

25
tiene doble significado de “entorno de una unidad determinada” y de “conjunto de
condiciones sociales” a las que se refiere el mensaje.
Un mensaje es una secuencia de señales donde la sustancia es la información que
transmite y su forma supone una “codificación” y la identificación una “descodificación”
(de donde se introduce el componente código); por contacto, se entiende la unión física y la
conexión psicológica que existe entre destinatario y emisor.
A estos seis factores, Jakobson añade seis funciones lingüísticas que expresan
diferentes dimensiones de la comunicación.
-La función expresiva o emotiva que se refiere al emisor y que comprende la expresión
afectiva de la actitud del sujeto respecto a lo que dice.
-La función conativa orientada al destinatario y que devuelve la acción que el emisor quiere
ejercer sobre él por medio de la comunicación.
-La Función metalingüística que se ejerce cuando el emisor y destinatario verifican que
utilizan el código en el mismo sentido.
-La función denotativa, cognitiva o referencial que ésta orientada hacia el contexto y del
que depende el significado del mensaje (cuando hace referencia a los elementos de este
contexto).
-La función poética, que se refiere a la forma del mensaje en la medida en que esta forma
tiene un valor expresivo en sí misma.
Así se llega al esquema siguiente:

CONTEXTO
(f. referencial)

EMISOR MENSAJE DESTINATARIO


(f. emotiva) (f. poética) (f. conativa)

CONTACTO
(f. fáctica)

CÓDIGO
(f. metalingüística)

26
Jakobson con este modelo se esfuerza en separar los aspectos dominantes del
intercambio lingüístico dando la espalda a una visión abstracta y mecanicista de la
comunicación. En su ensayo Lingüística y teoría de la comunicación (en 1964, pág. 87 y
sig.), prosigue, por otra parte, su reflexión denunciando a los que “postulan un código
desligado de la comunicación efectiva (y) existiendo peligro de reducir el lenguaje a un
ficción escolástica” (pág. 95), también se plantea el feedback y la actitud activa del
destinatario en la escucha: “existe sin lugar a dudas feedback entre palabras y escucha, pero
la jerarquía de los dos procesos se invierte cuando se pasa del codificador al descodificador.
Estos aspectos diferentes del lenguaje son irreducibles el un al otro, los dos son esenciales y
deben verse como complementarios” (pág. 94). Se podría añadir el feedback como séptimo
elemento del modelo (con sus funciones de regulación, acumulación cíclica y acumulación
didáctica).
No obstante, el modelo de Jakobson, aunque incluye las condiciones sociales de la
comunicación en el contexto, no les da un lugar muy preciso. Durante mucho tiempo, los
lingüistas han ignorado el problema de las relaciones sociales en el estudio de intercambios
lingüísticos y Bakhtine fue un precursor aislado cuando en 1929 recusaba el “objetivismo
abstracto” de Saussure y escribía que “la verdadera sustancia del lenguaje no está
constituida por un sistema abstracto de formas lingüísticas (...) sino por el fenómeno social
de la interacción verbal” (1977, pág. 136).
Esta posición ha sido, al contrario de la anterior, reivindicada por la corriente de la
“etnografía de la comunicación”, de la que D. Hymes fue, junto con J. J. Gumperz, el
pionero y a quien se debe una nueva formalización; el modelo “Speaking”. Mientras
Jakobson se centraba en las funciones lingüísticas implicadas en el intercambio, Hymes
ponía en primer plano el concepto de situación social.

2. El modelo “Speaking” fue presentado por primera vez en un artículo en el año 1962 y
fue modificado en 1972. Propone una aproximación pragmática de los principales aspectos
de las interacciones lingüísticas desplazados a la situación social donde se sitúan.
Hymes aísla ocho elementos en que cada inicial corresponde a las tres que componen
la palabra “Speaking”, de ahí el nombre de su modelo.

27
-Situación (setting): Componente bipolar que engloba a la vez el marco (término que se
aplica “al momento y el lugar donde se desenvuelve el acto de hablar y de una forma
general, a todo lo que le caracteriza desde un punto de vista material” y la escena (“el
“marco psicológico” o la forma en que un acontecimiento se encuentra culturalmente
definido como un cierto tipo de escena”). (D. Hymes, 1980, pág. 140).
-Participantes: Se trata no solamente del destinatario y del emisor, sino también de todos
los que participan en la escena y que influyen en su desarrollo a causa de su presencia.
-Finalidades (ends): Componente bipolar en el que es necesario distinguir los “objetivos-
intenciones” (lo que se desea hacer comunicado y los “objetivos-resultados” (lo que se ha
logrado).
-Actos (acts sequences): Doble componente que expresa a la vez el contenido del mensaje
(los temas abordados) y la forma del mensaje (el estilo en la expresión).
-Tono (keys): Este componente permite moldear el contenido del mensaje mostrando “el
acento, forma, o el espíritu donde el acto se ejecuta, y corresponde en cierto modo a las
modalidades de las categorías gramaticales” (pág. 142); actos idénticos con un mismo
marco pueden diferir por el tono, según sea lúdico o serio, rebuscado o negligente; un tono
que se opone al contenido puede incluso, anularlo, como en el caso del sarcasmo.
-Instrumentos (instrumentalities): Componente bipolar que agrupa los canales y las formas
de la palabra. Escoger un canal “ significa escoger un medio de transmisión de la palabra”
(pág. 143), pero es también indispensable determinar los modos de utilización de los
canales (ya que un canal oral, por ejemplo, podrá utilizarse para cantar, hablar, silbar...).
Para determinar las formas de la palabra, se deben tener en cuenta tres criterios: la,
procedencia histórica del lenguaje (lo que se entiende habitualmente por “lengua” o
“dialectos”); la presencia o ausencia de mutua comprensión (o “códigos”), y la
especialización del uso (llamado generalmente “variedad” o “registro”).
-Normas (norms): componente bipolar que comprende las normas de interacción y las
normas de interpretación. Las normas de interacción agrupan “los componentes
particulares y las propiedades que están ligadas a la comunicación -el hecho de que se tenga
el derecho de interrumpir a los demás o que no se tenga, por ejemplo-” (pág. 144), es decir,
todos los mecanismos de regulación interaccional de la conversación (turnos de palabra,
interrupciones...). Las normas de interpretación “implican el sistema de creencia de una

28
comunidad” (pág. 145) y suponen que los mensajes son transmitidos y recibidos en función
de un sistema de representaciones y hábitos socioculturales.
-Género: “Esta palabra se aplica a categorías como: poema, mito, cuento, proverbio,
adivinanza, plegaria, un discurso solemne, conferencia, letra comercial, editorial, etc. Bajo
un cierto ángulo, analizar la palabra en los actos es analizarla en los ejemplos del género. El
concepto de género supone que es posible identificar características formales que son
tradicionalmente reconocidas” (pág. 145).

En algunos aspectos, el modelo de Hymes recorta el de Jakobson presentando ciertos


matices en relación a él: el concepto de situación no es exactamente el de contexto;
igualmente el concepto de tono se puede acercar a la función expresiva de Jakobson o el de
participante es más extenso que la pareja emisor-destinatario.
Introduce nuevos elementos como las finalidades (más extensas que la función
conativa) y las normas. Precisa también la forma del mensaje introduciendo conceptos de
estilo, registro de palabra, género.
No obstante, se le puede reprochar una cierta suavidad en los conceptos propuestos:
casi sistemáticamente, presenta componentes bipolares que le llevan a asociar elementos
que merecían estar separados y a poner al mismo nivel procesos diferentes; es así en “las
normas de interacción” y las “normas de interpretación” que no introducen los mismos
mecanismos sociales en juego o bien “del canal” y las “las modalidades de la palabra” o “el
contenido” y “la forma” del mensaje que no tienen funciones superpuestas en la
comunicación.
Los modelos lingüísticos como los de Jakobson y de Hymes nos dan una
comprensión, mucho más precisa que la de los modelos técnicos, del proceso de
comunicación, de los elementos que pone en juego, de las diferentes funciones que se
encuentran implicadas.
Pero aunque se esfuerzan en mostrar interacciones concretas, describen en cierta
manera un proceso “ideal”; en efecto, no permiten explicar la mayor parte de las
dificultades que se encuentra la comunicación en la realidad y solamente se refieren a
razones lingüísticas de forma limitada; revelan a menudo causas psicosociológicas, por lo
que parece necesario completar el estudio de la comunicación en este aspecto.

29
3. Los modelos psicosociológicos
Para abordar los factores psicosociológicos de la comunicación se puede partir del modelo
propuesto por Anzieu y Martin (1971).
1. Este modelo es susceptible, según ellos, de suplir carencias de un modelo “formal”
“incapaz de advertir las interpretaciones erróneas, incompresiones paradójicas, lo más
flagrantes contrasentidos, los conflictos más evidentes” (1971, pág. 133). Intenta integrar la
situación de los que hablan y sus campos de conciencia (porque en la realidad “entran en
contacto, no una “caja negra” emisora y una “caja negra” receptor, sino un “hablante” u un
“hablado”, generalmente dos o más personalidades participan en una misma situación
común y debaten mediante significaciones”, pág. 133).
Proponen un esquema que abarca el campo de conciencia de los “que hablan” y señala
los filtros sucesivos que se interponer entre la intención del “hablante” y la recepción del
“hablado”. Este muestra también que la respuesta a los estímulos que constituye el mensaje
del “que habla” puede tomas dos vías: la de una respuesta verbal directa, o la indirecta de
una acción (las dos constituyen el feedback del mensaje inicial):

Respuesta (indirecta, por ejecución de una acción)

Estado
de
F Pérdidas
e Campo de Actitud Campo de
intencional
e Comunicación
d
Actitud
HABLANTE Intencio
HABLADO
nal
b Conciencia
Estímulos Pérdidas Conciencia
a
Pérdidas
c
Selecci
ón de
informa

Respuesta (directa, con los mismos medios)

30
Este modelo incluye también tres elementos importantes que no aparecen explícitamente en
el esquema:
a) En principio, la personalidad de los participantes se caracteriza por “una historia
personal, un sistema de motivaciones, un estado afectivo, un nivel intelectual y cultural, un
marco de referencia, un status social y roles psicosociales (pág. 135). Todos estos
elementos tienen un impacto sobre la comunicación. Definen la identidad de los
interactuantes constituida a la vez por elementos biopsicológicos (como la edad y el sexo) y
elementos psicosociológicos relativos a grupos de pertenencia (geográfica, profesional,
ideológica...) Estos factores identificativos sitúan a cada individuo en el interior de las
relaciones instituidas por la cultura y la sociedad (padre/hijo; joven/adulto; hombre/mujer;
patrón/asalariado; productor/consumidor...). estas relaciones prescriben ciertos tipos de
comunicación y prohíben otros.
b) En segundo lugar, la situación común; ya que “la comunicación hace posible la acción
sobre otros en el interior de una situación definida” (pág. 135). En principio es un medio
para hacerla evolucionar. También depende de los objetivos y de los fines que los
participantes fijan (informarse, convencer, rivalizar, seducir, amenazar, reconfortar,
distraer...), fines que influyen en el contenido y el estilo de la comunicación, es decir, su
necesidad o rechazo, sus características, pueden ser inducidas por la misma naturaleza de la
situación.
c) En tercer lugar, la significación; ya que “los hombres no sólo comunican una cierta
cantidad de información sino que también intercambian significaciones” (pág. 135). Estas
significaciones son el resultado, sobre todo, de símbolos que inducen a asociaciones de
sentido. Las personas comunican mejor cuando se sitúan en el mismo universo simbólico y
tienen los mismos marcos de referencias. Al mismo tiempo, este universo simbólico y el
sistema de valores propio a cada uno, desempeña un rol de “filtro” (que conlleva una
recepción selectiva de la comunicación) y ejerce un efecto inconsciente de “halo”
(“constituido por la resonancia simbólica despertada en el espíritu del interlocutor por la
significación de lo que emite o recibe” y que desencadena una cadena asociativa) (Pág.
136).

31
Es necesario añadir que la significación conduce también a las representaciones
sociales más o menos compartidas por una colectividad (debido a ello, facilitan la
comunicación) y a las ideologías que las organizan.
B. Rimé se une a este punto de vista cuando sostiene él también que la comunicación
frecuentemente no transmite significaciones abstractas y neutras sino que añade a cada
significado un universo de representaciones que mueven, atraen, calman, paralizan y
suscitan en él conjunto de actitudes.
Si estas significaciones están unidas por un lado a representaciones sociales también
están ancladas en la experiencia corporal y emocional del sujeto (“así, lo que trata el que
habla cuando evoca su referente en la comunicación no es ni mucho menos las formas
simbólicas o conceptuales, como se ha considerado generalmente, sino las representaciones
generales que comportan además de estos aspectos simbólicos y conceptuales, importantes
elementos interoceptivos, posturales y motores, rasgos de las motivaciones, actitudes y
estados emocionales experimentados por este sujeto a través de las experiencias del
referente”) (B. Rimé, pág. 435).
Esto subraya el hecho (que no habíamos tenido en cuenta hasta este momento) de que la
comunicación no es solamente verbal sino que también implica gestos, mímica,
movimientos, actitudes posturales; aspectos que se han definido habitualmente por la
expresión de “comunicación no verbal”. Los lingüistas han minusvalorado generalmente
estas manifestaciones y han sido sobre todo los psicólogos quienes las han estudiado de
forma sistemática.

2. El lenguaje del cuerpo aparece entones como una dimensión fundamental de la


interacción. Los especialistas en esta materia como Birdwhistell (1970) y Argyle (1975)
han sostenido que la parte más importante de la comunicación no pasaba por las palabras.
Sin embargo, la expresión corporal ¿constituye un lenguaje al mismo nivel que la lengua?
Si algunos gestos (como mover la mano para decir adiós) pueden actuar como signos, otros
no responden a una intención comunicativa y no transmiten información sino que
transmiten impresiones sobre el estado emocional y afectivo del locutor. Varias
experiencias muestran que la gesticulación que se utiliza hablando no se inscribe en la
lógica del código tal como se expresa en la lengua (Rimé, 1984).
La Escuela de Palo Alto ha diferenciado por su parte dos formas de lenguaje: una
digital (la lengua fundada sobre signos arbitrarios) y una analógica (la expresión corporal

32
fundada sobre signos “motivados” (Watzlawick y otros, 1972). Sin embargo, esta distinción
parece insuficiente para dar cuenta de la complejidad de la comunicación no verbal.
Lo que importa en efecto en el análisis del proceso de interacción, no es tanto el
origen de los signos como la función desarrollada en razón de su naturaleza. Y ya que se
demuestra que ciertas funciones pueden ser aseguradas a la vez por signos verbales y no
verbales, se puede pensar que esta distinción es sin duda insuficiente.
Vale la pena partir de la base de la existencia de una “multicanalización” de
comunicación humana. Este concepto significa “en una interacción cara a cara, por
ejemplo” que cada interactuante emite (y recibe) un enunciado total, heterogéneo,
resultante de la combinación generalmente sinérgica de varios elementos: unos
bucoacústicos, reconocidos como los más antiguos, constituyen la parte verbal del
enunciado (la “verbalidad” estudiada por los lingüistas) y su parte vocal, entonaciones,
timbre, altura, intensidad, acentos, ritmo (...). Otros visuales surgidos de varios códigos que
son o bien estáticos (morfotipos, artificios, adornos) o bien, cinéticos lentos (risas, posturas,
muecas) o bien cinéticos rápidos (mímicas faciales, gestos) (...). Finalmente se pueden citar
lo canales olfativos, táctiles y térmicos...” (Cosnier y Brossard, 1984, pág. 5).
Lo que diferencia las señales es la naturaleza de sus significantes y las relaciones más
o menos “motivadas” que mantienen con sus significados.
Es el fundamento de la categorización que ha establecido J. Piaget (1970) según tres
tipos: Los índices, los símbolos y los signos.
En el índice, el significante o está diferenciado del significado (a parte del hecho de
que el significante tiene una función señalizadora): constituye “una parte, un aspecto o un
resultado causal de este significado”. Los índices son esencialmente corporales (enrojecer,
por ejemplo, es el resultado de confusión o vergüenza). El índice no se emite
voluntariamente en términos generales.
En el símbolo, los significantes están diferenciados de los significados pero todavía
“motivados por una similitud o analogía con sus significados”.3 Supone una elaboración de
expresión, el recurso a un código; es un acto concebido para comunicar. A veces está
formado por la repetición mímica y voluntaria de un índice (por ejemplo, cuando se
gesticula para rechazar alguna cosa con expresión de disgusto); o bien es simplemente
3
Si los indicios funcionan según el modelo de la metonimia; los símbolos actúan bajo el modelo de la
metáfora.

33
metafórico (como cuando se golpea con el dedo sobre una mesa para convencer a alguien,
como si se quisiese meterle un mensaje en la cabeza). Estas señales son, también, sobre
todo, corporales; pero un comportamiento puede tomar un valor simbólico (como ofrecer
flores para expresar su amor).
El signo tiene un carácter puramente convencional. Recordamos que en la definición
de Saussure sobre el signo, el lazo que une el significante con el significado es arbitrario. El
lenguaje representa la fuente esencial de los signos en la comunicación, aunque la
expresión no verbal también puede contenerlos (son todos los gestos convencionales, como
el apretón de manos o un dedo levantado para pedir la palabra).
La comunicación utiliza el conjunto de estos signos, que pueden intervenir sucesiva o
simultáneamente. Este conjunto dinámico lo utiliza el interlocutor; frente a él reacciona y
responde en función de sus propios códigos y sus propios mecanismos interpretativos.
Vemos que este análisis no estaría completo sin que nos preguntásemos si estos signos son
intencionales o no y si son conscientes o no. Dicho de otra forma, sin que nos hagamos la
pregunta de en qué medida lo que emite es voluntario o se escapa al emisor. Cada señal
(verbal o no) no tiene significado por sí misma y no tiene sentido demás que en su relación
con los otros signos que la preceden, la acompañan o la siguen (por ejemplo, levantarse
tendiendo la mano es señal de apertura comunicativa al principio de una secuencia y de
clausura en los otros casos). Se lo llama generalmente por el término de co-texto a este
entorno verbal o mimogestual de un signo o de una secuencia. Por esto R. Ghiglione
propone el concepto de sistema de comunicación, sistema global en el cual los
interactuantes utilizan, a la vez, palabras, entonaciones, gestos, posturas, comportamientos,
mímicas para construir el sentido. Los significados elaborados y transmitidos resultan “de
interacciones entre diferentes sistemas de signo -estructuralmente compatibles- unidos a
ellos” (1986, pág. 172).
Por otra parte, las diferentes señales asumen diversas funciones en la comunicación:
función expresiva, conativa, referencial (según Jakobson); también de puntuación y
regulación de la interacción, como lo veremos más adelante.
Esto es lo que hace tan compleja la secuencia real de comunicación y hace necesaria
la utilización de un aparato conceptual y modelos teóricos de análisis, para dar cuenta de
ella.

34
3. La perspectiva psicosociológica ha contribuido a enriquecer nuestra comprensión
de la comunicación en muchas direcciones.
a) En principio ensanchando su campo que no sólo está limitado a los intercambios
verbales. Se llega a una concepción de una “comunicación total”, verbal y no verbal, digital
y analógica, implicando varios subsistemas (la lengua, la voz, la mirada, la
mimogestualidad, las posturas, los movimientos...). Todo comportamiento puede tener un
valor comunicativo en una situación de interacción (callarse puede ser también una forma
de comunicarse).
b) Después, el acento se desplazó de la transmisión de información a la elaboración y al
reparto de significados. Comunicar es convocar y organizar un conjunto de
representaciones y esforzarse en transmitirlas. En este sentido, el lenguaje no aparece como
un simple medio de transporte de información sino como una dimensión esencial de la
cultura donde se inscriben la mayor parte de los valores y de las representaciones sociales
que fundan el intercambio y las prácticas colectivas.4
c) la comunicación se ha revelado no solamente como una relación entre un emisor y un
receptor sino fundamentalmente como “el establecimiento de una forma de relación
psicosocial entre dos personas” (Rimé, 1984, pág. 420). Por la relación psicosocial hay que
entender una relación determinada por la identidad social de los interactuantes (su edad,
sexo, rol, status; es decir, un cierto lugar en la estructura y la jerarquía social...) y por la
posición respectiva y el tipo de relación que une estas identidades unas con otras.5
d) En fin, la aproximación psicosociológica permite precisar el concepto de contexto que
tiene, como se ha visto, al menos dos sentidos y designa, a la vez, los hechos del lenguaje y
los hechos sociales.
En el primer sentido, el contexto es un entorno semiótico que puede ser el entorno
lingüístico inmediato de un signo, un enunciado, un mensaje (lo hemos designado como

4
Para dar un ejemplo elemental, ciertas terminologías en francés que designan roles no tienen dos géneros por
lo que se habla de un ministro, un profesor y una empleada de hogar.
5
Varias experiencias muestran, por ejemplo, que cuando existe una relación jerárquica entre interactuantes,
esta relación influye sobre la calidad de la comunicación y a menudo, en sentido negativo. Así, en una
experiencia, los alumnos de bajo nivel instruidos por tutores de nivel bajo comprenden y realizan muy bien la
tarea que les comunicaron, lo que no pasaba cuando estaban instruidos por tutores de alto nivel (Rimé, 1984
pág. 420).

35
co-texto). Puede ser también, más ampliamente, el universo de significaciones, discursos y
representaciones a que se refiere un mensaje (se le llama intertexto).6
En el segundo sentido, se hablará de situación, designando este término el marco y
las circunstancias en las que se desenvuelve una interacción. Se trata sin embargo de un
concepto muy amplio en el que parece oportuno distinguir varios niveles:
-En principio, el marco donde se sitúa el encuentro; es a la vez, el entorno físico, el lugar
donde sucede y la temporalidad en la que se inscribe. Como se verá, el marco no es un
simple entorno neutro, sino una estructura marcada por la cultura que influye en el proceso
de comunicación.
-Después, la escena donde juegan los interactuantes, este concepto incluye la relación que
los une, el “escenario” del encuentro, la dinámica que los impulsa (los motivos que reúnen
a los protagonistas, sus intenciones, esperas, la idea que se hacen los unos de los otros, las
estrategias comunicativas que desarrollan...).
-Hay también, el contexto institucional que determina el rol y status de los interactuantes,
las relaciones, las obligaciones estructurales que pesan sobre ellos.
-Existen finalmente los rituales propios de cada cultura, que proponen un sistema
convencional de reglas que rigen las interacciones sociales (se designa corrientemente
como los usos; las costumbres, la cortesía).
Todos, estos elementos, constitutivos del contexto, influyen según modalidades y
diferentes grados en la comunicación. Sobredeterminan los significados que son
intercambiados entre los interactuantes. Más profundamente, estructuran el proceso de
comunicación y les otorgan sus características específicas que dependen estrechamente de
las que definen la situación.

4. Los modelos interlocutivos


La evolución entre los modelos que se han presentado lleva progresivamente a
destacar la dimensión interactiva y convencional de la comunicación. Este punto de vista
encuentra su más clara expresión en las aproximaciones que introducen el concepto de
interlocución en el centro de su reflexión. Estas aproximaciones se sitúan en el encuentro
entre la lingüística pragmática y la psicología social.

6
Este término indica el hecho de que todo enunciado, todo discurso, es la recepción, interpretación o
transformación de otros discursos anteriores a los que remite su significación y que el lenguaje es, pues,
autorreferencial.

36
1. Proponen la hipótesis de “un hecho relacional irreductible” según la expresión de F.
Jacque (1986, pág. 115) señalando que la comunicación es la primera forma de
reconocimiento entre los hombres y el campo donde se funda la intersubjetividad antes de
toda apropiación personal.
En la palabra, “intercambio” se expresa un principio de reciprocidad que sostiene las
relaciones humanas. Para él, los interlocutores están atrapados en una actividad de
cooperación verbal donde son inseparables; no se trata de una actividad común sino de una
actividad conjunta, ya que el enunciado de cada uno se apoya sobre el enunciado del otro.
F. Jacques muestra, por ejemplo, que “la referencia al mundo no podrá ser adquirida más
que en el espacio lógico de la interlocución”.
Afirmando la irreductibilidad de la reciprocidad relacional, anuncia la imposibilidad
de pensarla a partir de sus componentes; hace de la interlocución el concepto “primitivo”
del que se derivan los conceptos de “locutor” o “hablante” y “al que se habla”
(considerados asociados -en el acuerdo como en el conflicto- a la producción de un solo
discurso).
Su identidad se suscita por y en el dispositivo enunciativo: el “Yo” (je) no se descubre
a él mismo más que en la “alocución” a “Tú”; es en la palabra intercambiada donde el
sujeto se reconoce por la relación con los otros.
La interlocución aparece así como el proceso fundamental donde se fundan, a la vez,
la identidad de los interlocutores, los significados que comparten y la comunicación. “La
palabra -escribe aún F. Jacques- no consiste en un juego de significaciones dadas. Es
necesario continuar pensando en ella en la dirección de una responsabilidad intersubjetiva
(...). Hasta el punto de que no es exagerado afirmar que no existe significación, referencial
incluso, más que por un movimiento reglado que atraviesa todo significado dado”. (1979),
pág. 388).

2. Estas posiciones han inspirado una reformulación parcial de los modelos


psicosociológicos de la comunicación.7 Se expresa a través del concepto de contrato de
comunicación que significa que cuando los interlocutores entablan un intercambio, están de
acuerdo implícitamente sobre los principios y las reglas que constituyen dicho intercambio.

7
Véanse los estudios de R. Ghiglione (1986), A. Trognon (1981). C. Chabrol (1985)...

37
“Comunicar es co-construir una realidad con la ayuda de sistemas de signos,
aceptando un cierto número de principios que permiten el intercambio y un cierto número
de reglas que lo rigen”. (R. Ghiglione, 1986, pág. 102).
Los principios invocados aquí son los siguientes:
a) El principio de pertenencia que permite a los individuos reconocerse como interlocutores
potenciales (en consideración a su competencia lingüística, discursiva, comunicativa...).
b) El principio de contraactualización que marca el paso de una situación potencialmente
comunicativa a una comunicación real y efectiva.
c) El principio de reciprocidad (ya evocado) que marca el reconocimiento del otro como
interlocutor efectivo.
d) El principio de influencia que remite al hecho de que todo intercambio comunicativo es
portado de un “juego” en el que cada interlocutor busca asegurarse el dominio compitiendo
con su pareja.
En cuanto a las reglas, son a la vez discursivas (las reglas que presiden la
construcción del discurso y el intercambio) y situacionales (las que se derivan del status,
roles y rituales socioculturales).

3. Esta perspectiva lleva a definir el concepto de interlocutor ya a concebir la comunicación


como un encuentro dialéctico entre dos procesos: un proceso de expresión donde un “Yo
(je)-enunciador” se dirige a un “Tú-destinatario” y un proceso de interpretación donde un
“Tú-interpretante” se construye una imagen del “Yo (je)-enunciador” (según la
terminología de P. Charaudeau, 1983). Así la comunicación entre dos interlocutores aparece
de hecho como un intercambio entre cuatro personajes.
Del lado de “Yo” (je) hay “el sujeto comunicante”, el que actúa y se expresa; pero
existe también el “Yo (je)-enunciador” que se presenta con su propia palabra (“Yo os digo
que yo no estoy de acuerdo”) y que expresa sus intenciones; visto del lado del “Tú”,
representa la imagen construida de lo que es la intencionalidad del “Yo(je)-comunicante”,
realizado en el acto de expresión.
Del lado del Tú, existe el “Tú-destinatario” que es el interlocutor “fabricado por el
“Yo” (je) como destinatario ideal, adecuado a su acto de enunciación” (y pro el que el “Yo
(je) piensa que su intención con la palabra es transparente como lo es para él mismo.) Pero

38
está también el “Tú-interpretante” que es un ser activo (independiente de la imagen
construida por el “Yo” (je) que se sitúa en relación a ella, confirmándola o rechazándola); la
interpretación que se hace del “Yo (je)-enunciador y de sus intenciones no corresponde
necesariamente con las del “Yo” (je) (Charaudeau, 1983, págs. 39-42).
Este desdoblamiento del “Yo” (je) del “Tú” ayuda a comprender ciertas dificultades
en la comunicación que tienden a la separación entre la intención del anunciador y la
interpretación del destinatario, entre el sujeto enunciante y el sujeto tal como se introduce
en su propio discurso, entre el interlocutor imaginado y el real.
La interlocución une a los sujetos comunicantes, a la vez, por un contrato (que marca
su aceptación de las reglas del juego comunicativo) y por estrategias (que son la expresión
del “juego” y de los efectos que cada uno persigue en la comunicación).
Por consiguiente, desde los modelos técnicos a los modelos interlocutivos hemos
llegado a precisar progresivamente las relaciones entre comunicación e interacción; la
perspectiva interaccional está claramente expresada en esta reflexión de Birdwhistell: “Un
individuo no comunica, sino que forma parte de una comunicación donde él se convierte en
un elemento(...). En otras palabras, no es el autor de la comunicación sino que él participa.
La comunicación como sistema no debe ser concebida bajo el modelo elemental de la
acción y la reacción. En tanto que sistema, debe abordarse como un intercambio” (citado
por Y. Winkin, 1981, pág. 75).

39
Universidad de Buenos Aires
Facultad de ciencias Sociales
Carrera de Ciencias de la Comunicación
Documento de la cátedra Mangone, Comunicación I
“CRONOLOGÍA”
Los momentos culminantes en el desarrollo de los sistemas de comunicación, usos
de las tecnologías y relevamiento de los efectos culturales tendría que tener en cuenta: 1)
las invenciones que ahorran esfuerzo y energía;2) las que mejoran la productividad y la
velocidad de las tareas;3) aquellas que aumentan la capacidad de archivo y almacenamiento
y 4)las que mejoran, a través de la miniaturización y del carácter ambulante y portátil las
posibilidades de uso continuo.

Prehistoria: algunos momentos fundamentales para el desarrollo de las comunicaciones y


para el desarrollo cultural.
* Deshielo: desplazamientos de regiones.
* Salida de la caverna: aumento del campo visual, contacto con otros grupos gregarios.
* Consumo de carne animal: aumento proteico y desarrollo cerebral.
* Dedo oponible: posibilidad de manipulación de instrumentos
* Señales y gestos: formas primitivas de comunicación y anticipo del lenguaje articulado.
* Trabajo: modificación de la naturaleza en provecho humano.
* Actitud gregaria: desarrollo de comunidades y primeros contactos entre culturas.
* Fuego: aparición de la comida cocida, se transmite la experiencia y se cohesiona una
cultura.
* Pinturas rupestres: aparición del arte con funciones prácticas y mágicas
* Grafitis en las piedras, caminos, muros
* Uso del hierro: dominio sobre los animales y mejora de las construcciones

40
Historia
* Rueda: un mecanismo que ahorra esfuerzo muscular y aumenta la capacidad de traslado.
* Escritura: archivo y transmisión de la experiencia y la cultura. Aparece el concepto de
civilización.
* Brújula: orientación en el espacio. Posibilidad de garantizar viajes largos a lugares
desconocidos
* Reloj: orientación el en tiempo, permite la organización de la jornada de trabajo y en el
futuro de ocio.
* Máquina de vapor: aumenta la productividad en la elaboración de manufacturas y en el
desarrollo de los transportes. Motor de la Revolución industrial.

Fechas importantes para los sistemas de comunicaciones

1448: Imprenta: aumenta la capacidad de archivo de transmisión de documentos.


1690: Guillaume Amontons: comunicación por semáforos
1770: Circulación de coches al galope Mejoras de carreteras.
1790: Primer censo en Estados Unidos.1801 En Inglaterra y Francia
1793-94: Telégrafo óptico: constitución geográfica del Estado Moderno.
1794: Telégrafo Chappe
1800: Volta: invención de la pila
1814: Imprenta mecánica
1825: Primera línea ferroviaria importante en Gran Bretaña
1826: Primera fotografía conservada de Niepce.
1830-1840: Estandarización de la producción industrial : de piezas a productos.
1833: Primer número de New York Sun.
1835. Creación de la agencia de noticias Havas.
1836: Prensa de masas: con publicidad y folletines.
1837: Telégrafo eléctrico: desarrolla la información financiera y comercial.
1838: Primer daguerrotipo (Daguerre)
1840: Código Morse: a partir de la secuencia de una señal larga y una señal corta.
1840: Creación de la primera agencia de publicidad en Filadelfia. Estados Unidos (Palmer)

41
1840: Invención del sello postal adhesivo (estampilla).
1845: Primer cable transatlántico. Hasta 1866 no se consolida su uso.
1848: Creación de la agencia norteamericana de noticias AP (Associated Press).
1850: Fotograbado: mejora la ilustración de las revistas.
1855: Exposición Universal de París. Primera gran demostración d elos logros del
industrialismo, la técnica y el diseño.
1861: Cable submarino Francia-Inglaterra. Creación de la agencia Reuter.
1865: Rotativa: aumenta la posibilidad de edición gráfica
1866: Primera máquina de escribir.
1869: Apertura del Canal de Suez.
1869: Fotografía en colores
1870: Aparece el "silencio" en el teatro y en los bares. Cambia la vida cotidiana y algunos
espectáculos.
1870: "Hogar dulce hogar". Las clase medias de la ciudades y suburbios buscan una
residencia propia. Empieza a desmembrarse la parentela familiar.
1876: Graham Bell: "Sr.Watson venga aquí lo necesito". Prueba del futuro teléfono.
1877: Explotación comercial del teléfono por la Bell Telephone Company.
1877: Edison: grafófono
1878: Plan de electrificación de Nueva York.
1878: Primera central telefónica de abonados en Estados Unidos.
1878: Fonógrafo
1880: Teatrófono. Uso del teléfono para escuchar óperas desde la casa. No tuvo éxito ante
la aparición del fonógrafo.
1884: Adopción del tiempo universal (Meridiano de Greenwich)
1884: Tarjeta perforada: prototipo anticipado de la era cibernética.
1886: Invención de la linotipia (Mergenthaler)
1888: Fundación del Financial Times.
1888: Kodak: máquina personal fotografía y revelado comercial, permite su uso
aficionado. Lema de Eastman, su creador:"Apriete el botón, nosotros hacemos el resto"
1888: Gramófono o aparato de discos
1890: El diario Le petit journal alcanza un millón de ejemplares.

42
1890: Se apagan las luces de la sala teatral y solo se ilumina el escenario.
1890: Uso público y comercial de los fonógrafos como medio de ocio. Anticipo del
pasadiscos comercial.
1893: Antena radioeléctrica (Popov)
1894: Primeros comics en los periódicos de Hearst y de Pulitzer.
1895: Proyección cinematográfica de Lumiere: "Los objetos vienen".
1896: Marconi desarrolla la adecuación de la frecuencia entre emisor y receptor, es decir la
sintonía. Se acerca la radio.
1896: Impresión en color de los comics. De allí el rótulo de amarillismo para los periódicos
que los incluían.
1896: Primeras exhibiciones cinematográficas en Madrid, Londres Nueva York y en
capitales latinoamericanas.
1897: Radio
1900: Las obras de teatro comienzan a desarrollar sus conflictos en escenografías
hogareñas.
1900: Una cuarta parte de los habitantes de Estados Unidos y Gran Bretaña tienen piano
propio.
1901: Primera transmisión telegráfica sin hilo por el Atlántico, experimentaciones de la
radio de Marconi.
1904: Impresión gráfica en el sistema Ofset.
1906: Transmisión de la voz humana por radio.
1907: Uso generalizado del teléfono en la zona rural norteamericana.
1910: Con la figura de Mary Pickford se inaugura el start-system (estrellas de cine).
1912: El Titanic se hunde. Se percibe la necesidad de la radio como socorro. Se impone en
la navegación.
1913: Hollywood se convierte en un barrio separado de Los Angeles y se transforma en la
Meca del cine.
1914: Inauguración del Canal de Panamá.
1917: Actas en Estados Unidos para regular la información pública acerca del Estado.
1920: Lanzamiento en la república de Weimar en Alemania de las primeras revistas de
actualidad.

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1920-1930: Experimentación y desarrollo de la aviación deportiva y militar.
1922: Primeras emisiones regulares de radio. Comienzo del fordismo.
1925: Primeros estudios de mercado en los Estados Unidos.
1926: Comienzo del cine sonoro. Primera radio de noticias en red: Network en Estados
Unidos. La radio es servicio (BBC de Londres)
1926: Experimentación con la imagen televisada
1927: El actor de jazz primera, película sonora. "El público parlante del cine mudo se
convirtió en el público mudo del cine sonoro".
1928: Primeros intentos de teorizar sobre las relaciones públicas.
1929: Las radios soviéticas comienzan a transmitir hacia el extranjero en onda corta.
1930: Concentración de la producción cinematográfica en manos de las cinco grandes
productoras.
1932: Reforzamiento de la censura en la Unión Soviética.
1933: Edwin Armstrong logra inventar la Frecuencia Modulada (FM)
1933: Acceso al poder de Hitler. Creación de un Ministerio de "Propaganda e ilustración del
pueblo".
1935: Aparición de la televisión como sistema comercial. Se interrumpe su desarrollo por la
Segunda Guerra.
1936: Primer cable coaxil Nueva York- Filadelfia
1936: Aparece el magazine Life. Primeros sondeos de Gallup en una campaña política.
1939: Desarrollo del concepto de "guerra psicológica"(rumores e informaciones falsas con
propósitos de desmoralización militar)
1945: Terminación del último gran calculador ENIAC concebido bajo secreto militar.
1947: Creación de la CIA (Central de Inteligencia Americana). Aparece el disco a 33
revoluciones.
1948: Aparición del concepto de Industria Cultural (Escuela de Frankfurt).
1948: Invención del transistor. Permitirá los medios portátiles y miniaturizados.
1949: Aparece el disco de 45 revoluciones y el tocadiscos.
1950: Primera formulación cibernética de la empresa como sistema en los Estados Unidos.
1954: Primera radio de transistores fabricada en Estados Uidos. La recepción radial móvil e
individual.

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1955: "Rock alrededor del reloj" de Bill Haley. Empieza la segmentación de los consumos
musicales.
1956: Primera cable telefónico submarino a través del Atlántico.
1957: Primer satélite artificial, el Sputnik soviético.
1959: IBM pone a punto el primer ordenador de transistores.
1959: Magnetoscopio. Grabador de voz
1960: Desarrollo del proceso de digitalización 1960-1970
1960: Desarrollo del videotape. Posibilidad de archivar las imágenes en formato televisivo.
1964: Satélite geoespacial. Televisación vía satélite de los primeros juegos olímpicos
globales de Tokio.
1964: Creación del Intelsat (satélites de para uso comercial). La URRS lanza su primer
satélite de comunicaciones.
1969: Alunizaje: Apolo XI
1970: Difusión del casette, sustituto del disco de vinilo como archivo musical
1970: Fibra óptica
1971: Microprocesador
1978: Digitalización de la imagen televisiva. Aumenta la posibilidad de los efectos
especiales. Se desarrolla la estética del Videoclip.
1979: Se crea el walkman en Japón, la "burbuja comunicacional".
1981: Primer ordenador personal de IBM
1982: Guerra de Malvinas. Armas inteligentes y desinformación periodísticas .
1985: Aparece la difusión del teléfono celular
1985: Escalada de fusiones en al industria de la información y del entretenimiento.
1990: Guerra del Golfo. La CNN se vuelve la red global de la información.
2000: Explosión del desarrollo de la Internet
2001: Mapa del genoma humano. Desarrollo de la información genética.

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