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Chris Wickham: La lógica de las economías campesinas en la temprana edad media*

[535] Prácticamente no tenemos evidencia directa sobre cómo funcionaban


internamente las economías campesinas en la temprana edad media, y menos evidencia aún
sobre las actitudes de los campesinos hacia ellas. Cuanto más autónomas las sociedades
campesinas, más alejadas vivían del mundo de los textos; sólo Irlanda y, más tarde, Islandia,
nos dan algunas pautas sobre las economías campesinas sobre la base de fuentes escritas
(supra, pp. 360-2, 373-4). Pero, de acuerdo con las afirmaciones que acabamos de hacer sobre
las particularidades del Occidente temprano medieval, vale la pena intentar reconstruir cuáles
debieron haber sido sus parámetros, sobre la base de lo que conocemos y sobre la base de los
paralelismos que pueden ser establecidos con otros sistemas económicos. ¿Qué pudieron
haber hecho los campesinos cuando se dieron cuenta de que podían retener más de su
excedente y que menos extraños intentaban intervenir en sus vidas? A fin de entender esto,
necesitamos emprender la construcción de modelos.
Examinemos en primer lugar, como punto de comparación, las estructuras básicas del
sistema económico normal de los períodos antiguo y medieval, el modo de producción feudal.
En este sistema, los terratenientes extraen un excedente –renta– de sus tenentes, cuya
magnitud está determinada en última instancia por relaciones de fuerza 34. Cuanto más fuertes
sean los terratenientes, en términos de su acceso a hombres armados en última instancia, más
pueden extraer, y viceversa. Sin embargo, la “lucha por la renta” tiene lugar en un terreno
donde las prácticas consuetudinarias tienen un importante papel, y a veces la legislación
pública tiene alguna influencia también, como la atadura del ‘colonato’ tardorromano a la
tierra, como hemos visto recién, o las restricciones de la servidumbre establecidas en la
legislación de la Baja Edad Media35. En este sistema los terratenientes tienen también una
cierta influencia sobre el status local de los campesinos, dado que tiende a estar relacionado
con la condición de tenentes. [536] Por otro lado, en general no tienen control del proceso de
producción agraria, el cual tiende a permanecer en manos de los campesinos. Hay ejemplos de
intensificación del control señorial, tal como lo vimos en el capítulo 5, sobre al menos algunas
secciones de dominios, es decir las reservas, particularmente en situaciones donde existe la
posibilidad de venta de productos a gran escala. Sin embargo, aparte de esta intensificación –
la cual era rara vez sobre más que una mínima parte de la tierra– los campesinos
determinaban cómo iba a funcionar su agricultura, y ante todo querían asegurar que su propia
subsistencia estuviera garantizada. Lo que sí dominaban los aristócratas en el modo feudal, no
obstante, eran las principales líneas del intercambio económico, simplemente porque ellos
eran los principales consumidores, utilizando cualquier producto agrario que no consumían
para comprar otros productos agrarios y, especialmente, artesanales. El ritmo de la economía
aristocrática incluía la posibilidad de acumulación, y el desarrollo de estructuras económicas
aún más complejas. En nuestro periodo y más tarde, la producción artesanal elaborada podía
dirigirse hacia muchos mercados, incluyendo el campesinado, pero dependía principalmente
de la demanda aristocrática –real y eclesiástica– (véase infra, pp. 706-7). La acumulación de
excedentes, y la creación de un mercado lo suficientemente estable para permitir la
especialización artesanal era pues tarea de los señores. En la plena Edad Media, cuando los
señores eran muy poderosos, el intercambio, la especialización productiva y una actividad
artesanal semi-industrial, de hecho se volverían muy complejos afectando incluso a la
agricultura, ya que comenzaron los cultivos comerciales, aunque esto hasta ahora no fue
34
* WICKHAM, CH. “The logic of peasant economies in the early middle ages” en: Framing the Early Middle Ages.
Europe and the Mediterranean 400-800, New York: Oxford University Press, 2005, pp. 535-550
Para el modo feudal, véase Marx, por ejemplo. El Capital, t. III, pp. 917-38 (cap. 47). Kula, Teoria economica;
Hilton Class Conflict, pp 278-94, siguen siendo puntos básicos de referencia.
35
El impuesto estatal era otro elemento en la extracción feudal del excedente –más sistemático y generalizado,
donde existía– antes que un sistema económico diferente.

1
nunca lo suficientemente importante como para socavar la base de subsistencia de las
comunidades campesinas.
Estas observaciones se aplican a la mayoría de las sociedades medievales, y no
necesitan ser desarrolladas en detalle aquí. ¿Cómo pudo haber funcionado, sin embargo, la
lógica económica cuando los campesinos no tuvieron que dar grandes excedentes a señores o
a cualquier otro poder externo? Aquí, para construir las líneas generales de lo que llamaré el
“modo de producción campesino”, he leído principalmente antropología económica, dado que
este sistema económico está menos tratado por los medievalistas: Marshall Sahlins, Ester
Boserup y Claude Meillassoux han sido particularmente útiles 36. El modo de producción
campesino tuvo y tiene muchas formas, pero en tanto tipo ideal puede ser caracterizado a
grandes rasgos de la siguiente manera. Primero, su unidad básica de producción es la unidad
doméstica [537] individual, sólo en raras ocasiones las aldeas controlan en conjunto la
producción agrícola. La unidad doméstica trabaja la tierra que controla directamente
(generalmente heredada independientemente, a veces asignada por la comunidad de la aldea o
por un linaje más amplio). Las unidades domésticas rara vez son unidades igualitarias; las
desigualdades de género pueden hacer que las mujeres trabajen la tierra y a la vez en el hogar
(como en partes de África), o, por el contrario, excluirlas por completo del trabajo agrícola
(como en partes de Europa), puede haber miembros no pertenecientes a la familia en la unidad
doméstica (frecuentemente son no-libres), como por ejemplo, en nuestro período, en
Inglaterra o Escandinavia, que actúan como ayuda doméstica y trabajadores de la granja. Pero
se espera que toda persona sana, en las unidades domésticas campesinas, trabaje por lo menos
parte del tiempo.
Las economías domésticas están vinculadas entre sí para apoyo mutuo. Intercambian
bienes, tanto para cimentar lazos sociales (intercambio de regalos) como para obtener
productos que no producen. Los campesinos intercambian bienes en todas las sociedades,
pero en el modo campesino típico ideal este intercambio es recíproco, está inserto en la red de
relaciones sociales y también se basa en la necesidad. En el modo campesino, los excedentes
no se acumulan fácilmente; luego de la adquisición de bienes esenciales como herramientas y
utensilios, los excedentes generalmente se regalan, como parte de la red social, a parientes
primero, a los amigos luego y a otros vecinos después; o bien se consumen colectivamente en
celebraciones de diferente tipo. Esto también, en cierto nivel, desalienta a cada unidad
doméstica de funcionar económicamente por su cuenta y de ejercer presión para mejorar la
producción, sea incrementando sus horas de trabajo o mejorando su tecnología, dado que sus
miembros terminarán entregando el excendente resultante a la gente menos activa, y por ende
más necesitada, que está a su alrededor; la acumulación sin tal generosidad es demasiado
riesgosa, ya que apartaría a la unidad doméstica de sus vecinos, y en un mal año no recibiría
ayuda de otros. La simplicidad de este sistema también desalienta cualquier tipo de
especialización productiva que no pueda sostenerse dentro de comunidades relativamente
pequeñas como el caso del herrero y del alfarero de la aldea. Ocasionalmente, las aldeas
pueden repartirse las especialidades (una aldea de alfareros, una de carpinteros, otra de
herreros), pero debería existir en este caso una red local estable para que esto se desarrolle.
36
Sahlins, Stone age economics, pp. 1-148 (esp. pp. 74-99); Boserup, Conditions; Meillassoux, Maidens, meal
and money, pp. 6-7, 33-57, 82-8. Godelier, Rationality, pp. 245-319 también es útil. Una versión anterior de
esta discusión se encuentra en Land and power, pp. 224-5. Uso el término modo de producción “campesino” en
la ausencia de cualquier otra clasificación más satisfactoria de sistemas económicos pre-clasistas. Las
principales alternativas “comunal primitivo”, “linaje” o “doméstico” (respectivamente, Marx, Pre-capitalist
economic formations, por ejemplo pp. 142-4; Terray, Marxism and ‘primitive’ societies, pp. 95,162; Sahlins,
Stone age economics, pp. 74 y siguientes) me resultan o muy específicas o muy genéricas. El modo
“campesino” incluiría a todos los agricultores campesinos autónomos asentados, excluyendo por lo tanto a los
pastoralistas nómades y también a los cazadores recolectores, los cuales tienen, afirmaría, sistemas
económicos diferentes, a pesar de las analogías. Pero no debemos tampoco perdernos en definiciones, como
hizo la historiografía de los años ’70; más distinciones no ayudarán al análisis específicamente temprano
medieval.

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Los mercados para el intercambio externo, comercial, existen, pero son marginales en la
mayoría de las versiones del modo campesino37.
Otra característica de muchas versiones del modo campesino es que, dado que sus
miembros no necesitan dar excedentes a extraños, no trabajan tan duro. Debe destacarse que
esto depende en buena parte de la tecnología agrícola. En los años ’60 Boserup y Sahlins
señalaron por separado que cuanto más simple sea la tecnología, menor será la cantidad de
horas del día que la unidad doméstica campesina trabaje: la menor para los sistemas de largos
períodos de barbecho como la agricultura de tala y quema [slash-and-burn agriculture],
(menos incluso para la caza-recolección), un poco más si la agricultura de arado se ha
desarrollado y los períodos de barbecho se han acortado, y la mayor cantidad si los aldeanos
han desarrollado la agricultura de irrigación. (El pastoralismo es también menos intensivo
[538] que la mayoría de las formas de agricultura, sin embargo no es autosuficiente ya que
depende del intercambio con los agricultores.) Por supuesto, cuanto más compleja la
tecnología, más productiva será la economía; pero esto, para la mayoría de la gente, no
compensa el hecho de que tienen que trabajar más horas. Entonces, ¿por qué las sociedades
desarrollan tecnologías agrarias? Boserup, en oposición explícita a Thomas Malthus,
destacaba la presión poblacional como la causa primaria del desarrollo agrario: sólo si uno
tiene que alimentar a más gente hay un incentivo para mejorar la tecnología. Este argumento
parece ser completamente convincente, por lo menos en la ausencia de otras presiones socio-
económicas, como por ejemplo la extracción de excedente por élites en una jerarquía social
(es decir, la introducción del modo feudal sería un incentivo aún mayor para intensificar la
actividad agraria). De esto se desprende que, para que perdure un sistema agrario menos
intensivo, las poblaciones deberán restringirse en tamaño, sea por matrimonios tardíos o por
control de natalidad y sus equivalentes. Debe agregarse que el modelo de presión poblacional
debería señalar que el cambio agrario puede revertirse, y de hecho lo hace: los colonos
alemanes e italianos en el sur de Brasil, por ejemplo, que se enfrentaron con cantidades
ilimitadas de tierra, a veces abandonaron la rotación de cultivos o incluso la agricultura de
arado, la cual llegó a percibirse como inconveniente por el excesivo tiempo que consumía.
Estos cálculos, sin embargo, que privilegian el tiempo libre por sobre el excedente, también
implican que las unidades domésticas, y las comunidades, pueden estar al borde del abismo al
calcular sus márgenes económicos. No quiere decir que normalmente vivieran mal, ya que no
tenían que dar sus excedentes, pero frecuentemente puede haber unidades domésticas que no
producen lo suficiente y que se vuelven temporalmente dependientes de sus vecinos, o
también puede haber comunidades enteras que corren el riesgo de pasar hambre en el
trascurso de años malos.38
Las sociedades en el modo campesino no son necesariamente igualitarias. La unidad
doméstica generalmente contiene desigualdades internas, tal como ya lo hemos señalado, y
del mismo modo pueden existir dentro de las comunidades. Hemos visto que el excedente de
la unidad doméstica es distribuido generalmente entre las demás unidades domésticas, pero
esto tiene un precio. Los regalos y el financiamiento de festividades colectivas son actos de
poder, tal como han resaltado Marcel Mauss y Pierre Bourdieu, entre otros; la gente negocia
socialmente a través de la reciprocidad, con el objetivo de mejorar su posición local.
Básicamente, la gente que da más de lo que recibe gana status, rango social; tienen mayor
importancia ritual o un mayor liderazgo en la toma de decisiones de la comunidad; pueden
hacer que la gente más pobre responda a sus regalos haciendo cosas por ellos. La gente que
busca obtener ese status local puede, de hecho, elegir trabajar más duro o desarrollar su
37
Para el intercambio, Sahlins, Stone age economics, por ejemplo, pp. 83, 123-9, 185-230. Más general,
Mauss, The gift.
38
Boserup, Conditions, passim; Sahlins, Stone age economics, pp. 1-74 (p. 34 para restricciones demográficas,
pp. 69-74 para una producción muy cercana al mínimo económico). Los cálculos de subistencia normalmente
tienen en cuenta la posibilidad de malos años, como subrayan Hordern y Purcell, The corrupting sea, pp, 270-4.

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tecnología productiva, ya que las recompensas del status son suficientes para ellos, incluso si
el excedente que produce es comido o [539] consumido de otra manera por otros casi
inmediatamente. Pero en el tipo ideal del modo campesino, el rango no es estructuralmente
permanente. La gente debe trabajar por su poder práctico, sea a través de su generosidad, su
carisma o una capacidad para negociar por otros; si fracasan en esto, o si ellos mismos se
extralimitan y se vuelven opresores, otros les retirarán su apoyo. No pueden dar por sentado
su poder39. Estas sociedades son, entonces, al menos relativamente igualitarias. La posibilidad
de que el apoyo social pueda ser retirado evita que tanto la riqueza como el poder se
acumulen; es realmente un gran salto el hecho de que la diferenciación social se vuelva
permanente, y que no dependa más de la reciprocidad y de las elecciones de otros. Cuando
esto sucede, las élites característicamente darán menos bienes y en cambio esperarán
recibirlos como retribución a formas de servicio menos tangibles, como la protección: uno
puede hablar entonces de diferenciación en clases antes que de rangos y del modo feudal antes
que del campesino.
Estos son, entonces, los principales elementos del modo campesino, al menos como un
tipo ideal. ¿Hasta qué punto, sin embargo, caracterizan la situación en el Occidente temprano
medieval, o por lo menos parte de él? Las respuestas a estas preguntas, inevitablemente, serán
parcialmente especulativas; porque la temprana Edad Media es escasa en documentos, y, tal
como hemos visto, las áreas de Europa en aquel período en donde las elecciones campesinas
determinaban el sistema económico tienden a ser aquellas con la menor documentación. En
un principio, sin embargo, si este tipo ideal fue una caracterización útil, en términos
materiales uno esperará encontrar una ausencia relativa de diferenciación económica así como
también una menor escala y complejidad artesanales. Uno no debería sorprenderse al
encontrar niveles de población relativamente restringidos y quizá tecnologías agrarias
relativamente simples. Estas características, por supuesto, en su mayoría, son rasgos
conocidos de las economías temprano medievales. Frecuentemente han sido interpretadas
como señales del fracaso, de la inferioridad, de la temprana Edad Media; yo preferiría verlas
como funcionales a un sistema económico en buena parte dominado por campesinos más que
por señores, y como signos de una lógica económica tanto campesina como feudal, o
campesina antes que feudal. Esto se adecua, prima facie, a lo que conocemos como
características del Occidente temprano medieval, que fue un período en el que los Estados y la
exacción económica fiscal fueron relativamente débiles, y un período en el cual las
aristocracias fueron en general, globalmente, más pobres, excepto en la Galia, dejando ambos
desarrollos más espacio para las sociedades campesinas. En esta clase de ambiente, por lo
tanto, parece probable que hubiera partes sustanciales de Europa donde este modelo de
funcionamiento del modo campesino caracteriza bastante bien la forma en que la gente se
comportaba en la realidad.
Propondría, sobre la base de las estructuras de propiedad de la tierra y de la sociedad
local discutidas en capítulos anteriores, que hubo dos patrones básicos [540] para una
economía campesina autónoma en la Europa temprano medieval, si bien hubo también
soluciones intermedias. El primero fue el patrón tribal del Norte de Europa, discutido en el
capítulo 6, en el cual la tenencia de la tierra no estaba siempre organizada en los términos
romanos de propiedad exclusiva, y de esta manera, los aristócratas no tenían tantos tenentes
como clientes. Las aldeas de campesinos podían deber obediencia y por lo tanto, tributo, a un
señor externo, o lo que era bastante común, a un rey, pero estos tributos eran pequeños y no
disminuían sustancialmente la autonomía económica de los campesinos, siendo la toma de
39
Para un ejemplo mayor de esto, los 'big men' melanesios, véase Sahlins, “Poor man, rich man, big-man,
chief”; para una teoría más general y otros ejemplos, Runciman, Treatise, t. II, pp. 78-80, 150-2, 185-90. Para
regalos y poder, véase, por ejemplo, Mauss, The gift, pp. 33-46; Bourdieu, Outline, pp. 5-9. La teoría del “Big-
man” ha cambiado mucho desde Sahlins en 1963, sin afectar los elementos del modelo usado aquí: véase
Godelier y Strathern, Big men and great men.

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decisiones a nivel de la aldea el elemento crucial, y la acumulación de excedentes un proceso
excepcional (excepto para los reyes). Un ejemplo de este tipo de aldeas, Malling, fue
discutido en el capítulo 7. Los señores no tenían ningún control de la economía de tales
aldeas, excepto en la situación intermedia que los anglosajonistas llaman “inland” (supra, p.
323), tierra en la cual campesinos no libres tenían obligaciones de rentas y servicios
considerablemente más pesadas –una situación que podría llevar eventualmente a un cambio a
una economía feudal, pero en nuestro período esto sólo habría comenzado a ocurrir. El modo
campesino en su forma tribal habría sido dominante a lo largo de nuestro período en
Inglaterra, Gales, Irlanda y Dinamarca (y en otras partes del Norte también), en Mauritania y
probablemente en partes de España hacia el siglo VIII. En otros lugares, en las áreas boscosas
de Francia e Italia (llamadas forestis o queldus en nuestras fuentes), tierras marginales, pero
no inhabitadas, también encontramos personas que de alguna forma eran dependientes (de los
reyes, hasta que donaron esas tierras en los siglos VIII y IX), pero no tenentes –poseían la
tierra independientemente, incluso si debían obligaciones a señores superiores. Había un buen
número de este tipo de tierras –los Vosgos, la silva Bochonia al este de Hessen, en los
alrededores de Fulda, probablemente en buena parte de los Alpes (aunque la evidencia allí no
es tan buena), en partes de los Altos Apeninos en Italia, entre otras. Podemos denominar
también a sus habitantes ‘tribales’. Pero eran, precisamente, marginales a las sociedades
francas e italianas, islas del modo campesino en su forma europeo septentrional, y estaban
bajo amenaza también hacia el final de nuestro período, dado que los reyes donaron tales
zonas a los monasterios, los cuales querían transformar el señorío tribal en señorío territorial
feudal (infra, pp. 582-3).40 En otras partes de estas regiones, la propiedad de la tierra de tipo
romano continuó; y en aquellos lugares donde predominaba el modo campesino, siguió un
patrón diferente.
En la mayor parte de Francia e Italia e indudablemente también en España, había
grandes terratenientes, en cuyas tierras la lógica del modo de producción feudal prevalecía
generalmente, pero también había áreas en las cuales había grupos sustanciales de propietarios
campesinos, quienes, en principio, pudieron haber favorecido la lógica del modo campesino.
Aquí, donde los campesinos eran propietarios [541] independientes, estos debían poco o nada
a extraños –menos, incluso, que en las sociedades tribales, pero estaban más cerca de las áreas
de poder aristocrático y por lo tanto corrían un riesgo mayor. Supuestamente, la completa
autonomía económica de los campesinos y la lógica a escala completa del modo campesino,
podría haber existido en aldeas puntuales donde no había propietarios externos, pero habría
existido un espectro desde allí, desde aldeas con una pequeña proporción de tierras de
propiedad externa, la cual, al igual que el “inland” anglosajón, no era aun lo suficientemente
grande como para afectar las elecciones económicas, hasta aldeas con proporciones mayores y
así, hasta llegar a aldeas con varios propietarios externos y aldeas con un único dueño. Los
dos últimos tipos, por lo menos, habrían estado dominados por el modo feudal, pero, por otra
parte, exactamente en qué punto de este espectro una aldea dada dejó de ser económicamente
autónoma para pasar a estar sujeta a la lógica del modo feudal es una cuestión imposible de
establecer -e incluso podría haber sido entonces localmente contingente, como veremos en un
momento. Tanto para este patrón como para el tribal, sin embargo, el punto de cambio podría
haber sido cuando los grandes terratenientes fueron lo suficientemente influyentes como para
controlar los términos según los cuales una aldea funcionaba económicamente; es entonces
cuando la aldea podría formar parte de un sistema económico feudal.

40
Wickham, Studi sulla societa, pp. 18-44; idem, Land and power, pp. 156-68. CDL, II, n. 249 (a. 770) debería
añadirsele un ejemplo de los Apeninos tosco-emilianos. Innes, State and society, pp. 73-7, es la mejor
discusión sobre los ejemplos del centro de Alemania (incluyendo Schwanheim, en Codex Laureshamensis, n.
228 (a. 782), cf. 226-7, junto al bosque de Odenwald pero también muy cerca del río Rin); la mejor evidencia
en el área sigue siendo la de las tierras marginales al este del Rin, esto es, más allá de la frontera romana.

5
Esta segunda forma del modo campesino, característica de las áreas donde sobrevivió
el estilo romano de propiedad de la tierra, habría estado distribuido de acuerdo a un patrón
geográfico similar a la piel de un leopardo, con áreas oscuras (el modo feudal, supongamos),
entremezcladas con áreas claras (el modo campesino), en ciertas zonas predomina lo oscuro –
en la Île-de-France, por ejemplo (supra, pp.398-406)– y en otras lo claro, pero con áreas de
otro color dentro de cada una. A veces debió haber habido una aldea de campesinos
independientes junto a otra de tenentes dependientes. Allí debió haber habido fricción, con los
señores buscando controlar la economía vecina, en ocasiones mediante la fuerza (si estaban lo
suficientemente interesados en la dominación local), con las élites aldeanas de las aldeas
autónomas buscando usar a los señores cercanos como patrones para lograr una autoridad
local más permanente, o por el contrario, con los campesinos dependientes tratando de emular
la autonomía económica de sus vecinos (no es una escena del todo imposible, cuando los
señores eran débiles o estaban lejos). Es también probable, sin embargo, que en cualquier
microregión dada, uno de los modos de producción hubiera sido el dominante, es decir,
hubiera determinado las reglas básicas de funcionamiento del sistema económico en cierto
momento, teniendo incluso, bajo la presión del modo campesino, tenentes dependientes
participando de la economía de la reciprocidad, y, bajo el modo feudal, agrupaciones
autónomas que buscan acumular y participar en la economía de intercambio más amplia.
Estas son, evidentemente, caracterizaciones muy especulativas. No me disculpo por
ello, uno no esperaría evidencia detallada en este período sobre tales asuntos, y, a la inversa,
me parece que el modo campesino es una característica lógicamente necesaria de la economía
temprano medieval, teniendo en cuenta [542] lo que sabemos de ella y, por lo tanto merece
alguna descripción general, aunque sea hipotética. Pero, ¿cuánto de esta descripción puede ser
completado empíricamente? Y, lo que no es menos importante, ¿qué criterios podemos usar
realmente para identificar áreas donde el modo campesino dominaba? Estas últimas, como
hemos visto, son probablemente áreas con documentación excepcionalmente pobre, pero
apenas podríamos postular que cada una de esas áreas fue una zona de economía campesina,
dada la naturaleza notoriamente irregular de la evidencia de la Edad Media en su totalidad.
Empíricamente, el modo campesino en el Occidente medieval no parece haber existido
con frecuencia en un estado ‘puro’: había aristócratas prácticamente en todos lados. Las
comunidades campesinas independientes o bien les pagaban algún tipo de tributo o bien eran
amenazadas por ellos, o las dos cosas. Es decir, había personas ricas en casi todas nuestras
sociedades que podían acumular riqueza sin tener que entregarla en su totalidad; simplemente
no tenían necesariamente tanta riqueza o hegemonía local como para afectar las elecciones de
todos los campesinos. En Europa septentrional en particular, tal como se presentó en el
capítulo 6 y también en la sección “Malling” del capítulo 7, los estilos de vida aristocráticos
en esta situación no eran muy diferentes de aquellos del campesinado, probablemente porque
los aristócratas todavía tenían que dar regalos a los campesinos para ganar su apoyo. El status
estaba mejor definido en Irlanda (y, en menor medida, en Inglaterra), en parte precisamente
como manera de distinguir a las elites que eran económicamente mucho menos diferentes de
los campesinos de lo que serían en cualquier sociedad feudal. Estos aristócratas del modo
campesino no eran elites simplemente por el consenso de los campesinos vecinos, y
seguramente vivían a expensas del trabajo de otros, particularmente, del de los no libres. Pero
aún debían negociar con campesinos libres a los efectos de mantener su legitimidad –eran
señal de desigualdad sin representar aún de forma generalizada sujeción de clase.
Una segunda particularidad empírica de la Europa temprano medieval fue que dentro
de las comunidades campesinas, el rango social parece haber sido más estable en ciertos
aspectos de lo que presenté en mi caracterización típica ideal del modo campesino. Podemos
afirmar que en todas partes los miembros de las elites locales se distinguían por tener más
tierras y otros recursos (como por ejemplo, en Irlanda, el ganado: supra, pp. 356-62) y eso

6
creó un desbalance más permanente, ya que las fuentes de su riqueza eran hereditarias, y a
veces –como en Irlanda– esto estaba apuntalado por distinciones legales también hereditarias,
caracterizadas con precisión. También en la Islandia medieval central, a pesar de que esta
sociedad al menos genuinamente no tuvo aristócratas por mucho tiempo, la posición de goði,
–el líder local político-religioso– era hereditaria y se asociaba normalmente con una riqueza
relativa. No obstante Islandia es una guía sobre cómo tales rangos hereditarios pudieron
haber encajado en un modo campesino, dado que los goðar, fuera cual fuese su status legal,
tenían que ser generosos y negociadores políticos eficientes para mantener cualquier poder
práctico en las zonas de su autoridad teórica. Hay pocos indicios de acumulación de recursos
o apoyo político antes del siglo XIII, tres siglos después de la colonización de la [543] isla. 41
Fue sin embargo un paso considerable, es decir, desde el liderazgo local al estilo del modo
campesino hasta incluso la dominación a pequeña escala. De todos modos, ya que cierto nivel
de riqueza y rango en el Occidente temprano medieval podían heredarse, no fue un gran salto
para algunas sociedades, y el mismo proceso que ocurrió eventualmente en Islandia había
ocurrido independientemente en varias de nuestras sociedades, con cierta anterioridad.42 Quizá
este punto podría estar reforzado por una característica de las sociedades de Europa
Occidental y el Mediterráneo (en ese entonces y ahora): vistas en una perspectiva mundial,
son más violentas que muchas otras sociedades, con un supuesto que constantemente aparece
en leyes, narraciones, sermones, e incluso a veces en documentos: que los hombres
frecuentemente, empujados por la ira, se atacaran entre sí, a menudo con armas. Esta cultura
masculina del carácter firme, la cual parece general a través de todas las sociedades en este
libro, legitimó malos comportamientos, incluso el tipo de comportamiento que opresores
incipientes pudieron haber tenido que usar en cualquier sociedad, o por lo menos, hizo que ese
comportamiento fuera menos inesperado.43
Otro elemento de estratificación son los no libres. Las unidades domésticas
campesinas, como hemos visto, incluían dependientes no libres en varias partes de Europa, y
las regiones donde el modo de producción campesino era más fuerte, como Irlanda, Inglaterra
o Escandinavia, nos proporcionan la evidencia más clara (supra, pp. 361, 430). Como en el
caso de las aristocracias irlandesas y anglosajonas, es difícil simplemente ver esto en términos
de clase; los no libres trabajaban junto a los miembros de familias libres, y su explotación en
este sentido es un continuum con la sujeción de las mujeres libres en las unidades domésticas
campesinas. Esto se convertiría en explotación de clase si los miembros de la familia libre que
controlaban a estos trabajadores no libres dejaran totalmente de trabajar, y simplemente
vivieran del trabajo de los no libres, de la misma manera que los campesinos ricos que
arrendaban algunas de sus tierras dejarían de ser campesinos y empezarían a ser pequeños
terratenientes feudales una vez que tuvieran suficientes tierras para arrendar todo y vivir de
rentas. Se podría suponer que, si una unidad doméstica campesina con dependientes no libres
realmente terminara viviendo de trabajo no libre, entonces lo que emergería sería el modo de
producción esclavista, ya que los no libres no tendrían autonomía económica dentro de la
unidad doméstica, y la diferencia entre explotadores y explotados se definía claramente en los
términos del límite libre/no libre, como había sido en la temprana Grecia y Roma. Es
interesante que esto no sea lo que realmente ocurrió, de todos modos. Aunque estos [544]
campesinos ciertamente algunas veces se convertían en señores, el trabajo no libre doméstico
con el tiempo se fue volviendo uniformemente menos importante tanto en Inglaterra como en

41
Ver en general Byock, Viking age Iceland, pp. 99-140, 341-9, y, para este patrón social en Mailing descrito
en mas detalle, supra, pp. 428-34.
42
Para rangos convirtiéndose en clases, ver por ej. Friedman y Rowlands, “Notes”, una de las más rigurosas de
una importante serie de teorías procesuales, y Mann, The sources of social power, I, pp. 37-40, una buena
investigación crítica.
43
Ver Halsall, Violence and society, particularmente su introducción, Ibíd., pp. 1-37; cf., para periodos tardíos,
Rosenwein, Anger's past. Para una perspectiva comparada, ver en general Roberts, Order and dispute

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Escandinavia. Dentro de la casa, al menos en Inglaterra, estos dependientes tendieron a
convertirse en sirvientes libres, empleados por salarios (usualmente eran los hijos no casados
de vecinos más pobres). En los campos, también, los dependientes agrícolas no libres se
convirtieron en tenentes, cada uno con su propia tenencia, no en esclavos.44 La tenencia es una
vía tan segura de explotar el trabajo de otros que ha sido la opción natural para casi todos los
movimientos hacia relaciones de clase en la historia humana; el modo esclavo ha sido raro; y
quizás dependiente de factores especiales, como la intensidad del intercambio (supra, p. 277).
Es, de igual manera, valioso haber caracterizado brevemente este camino no tomado: el modo
esclavo era una posible consecuencia de la desigualdad de la unidad doméstica, y el hecho de
que no se haya desarrollado en el periodo medieval testifica la sólida fuerza que la
autosuficiencia campesina tenía en el marco de todas las economías medievales locales.
Estos son todos elementos que hicieron a las economías campesinas medievales tempranas
levemente diferentes de aquellas del tipo ideal del modo campesino que establecí sobre la
base de analogías antropológicas. Volveremos a ellas en el marco de un análisis más social en
la próxima sección. Pero yo argumentaría que ninguno de ellos socava los elementos
esenciales del tipo ideal, en particular la normalidad de la reciprocidad entre unidades
domésticas y la ausencia de acumulación económica, debido a la constante necesidad de dar
en devolución por apoyo político y socioeconómico. Y estos elementos esenciales son
también nuestra mejor guía si queremos intentar reconocer el modo campesino en lo concreto,
a través de su presencia más que de su ausencia en la documentación.
La mejor guía para la presencia empírica del modo campesino debe ser la arqueología,
el único tipo de fuente que tenemos que no privilegia la mirada aristocrática o clerical. Sobre
todo, si una estructura de demanda, suficientemente sistemática como para permitir el
desarrollo de tradiciones artesanales elaboradas es un indicador del modo de producción
feudal, como se argumentó en la página 536, entonces la debilidad de estas tradiciones es al
menos un indicador de una aristocracia relativamente pobre, y prácticas artesanales realmente
simples, localizadas, pueden ser vistas como un signo de un campesinado económicamente
autónomo, es decir, el modo campesino. De modo que, como aproximación preliminar, las
áreas donde los bienes artesanales utilitarios (por ejemplo: aquellos suficientemente baratos
para que los campesinos los compren) son particularmente subdesarrollados en su proceso
productivo es más probable que hayan sido dominadas por el modo campesino. Una completa
investigación de los patrones productivos de nuestras regiones será expuesta en el capítulo II,
basado sobre todo en la producción de cerámica, el proceso artesanal más fácil de identificar y
comparar a lo largo de una variedad de sitios. Aquí, voy a anticipar los resultados de ese
capítulo para un puñado de regiones y micro-regiones, para poder [545] mostrar la manera en
que uno podría usarlos para argumentar a favor de sistemas económicos campesinos
autónomos.
Los patrones de cerámica, ante todo, singularizan el norte de Europa como diferente.
El sur y el este de Inglaterra, Dinamarca, el noreste de Irlanda eran todas regiones y sub-
regiones donde la cerámica era hecha a mano y muy localizada en su producción desde el
siglo V como máximo, y hasta el siglo VIII como mínimo, y generalmente por periodos
todavía más largos. Gales y el resto de Irlanda eran acéramicos, y en su lugar contaban con
madera y metal, cuya producción era igualmente localizada. Todas estas son regiones sobre
las cuales se ha postulado que el modo campesino en su forma tribal era dominante en otros
aspectos también, casi universal. Solo el final de nuestro periodo vio algún cambio en estas
pautas, con el desarrollo de una producción e intercambio más organizados (en particular,
pero no solamente, de cerámica Ipswich) en East Anglia y otros lugares en la costa del este de

44
Karras, Slavery, pp. 76-9Z, 160-3; cf tambien Pelteret, Slavery, pp. 251-4. Para la diferencia entre “no-
libre” y “esclavo”, ver supra, pp. 261-2

8
Inglaterra, que puede significar que en Inglaterra el fin de la autonomía campesina ocurrió
primero en el este. (Infra, pp. 810-13). Así las sociedades tribales pueden ser asociadas, prima
facie, con niveles muy simples de especialización artesanal, visibles en grandes áreas. La
Inglaterra anglosajona temprana era también una sub-región con una notable debilidad en la
jerarquización del asentamiento, un indicador independiente de una relativa debilidad de las
elites. Aunque había ligeramente más jerarquización en Gales e Irlanda, y mucha más en
Dinamarca – y también en el centro de la Inglaterra sajona – más allá de que la naturaleza
tribal de la sociedad sea menos plausible en las últimas regiones (supra, Capitulo 6), esto sin
embargo nos da una segunda posible guía al modo campesino. En términos generales, yo
propondría que tanto la debilidad de la elaboración artesanal como la debilidad de la
jerarquización de los asentamientos son signos potenciales de autonomía económica
campesina; y donde encontramos ambos, podemos postular su existencia con más confianza.
Esto es particularmente importante en los reinos romano germánicos del continente, en
Francia, la Italia lombarda, y la España visigoda, donde conocemos o suponemos que había
microrregiones de dominación terrateniente, feudal, y otras de dominación campesina,
coexistiendo en el patrón matizado, de “manchas de leopardo”, arriba descripto. Sabemos que,
globalmente, los tipos de cerámica eran más elaborados en el norte de Francia y en el sur de
Italia que en cualquier otro lugar en la temprana Edad Media (infra, pp. 794-8, 736-9);
podríamos suponer que las “manchas” del modo campesino eran más pequeñas allí, y esto
coincide con lo que conocemos sobre la fortaleza de las aristocracias locales también
(supra,pp. 178-95, 206-8) – aunque esto tampoco significa que la autonomía campesina estaba
totalmente ausente. Dentro de las demás partes de estas regiones, donde la cerámica era
menos elaborada, notablemente en partes de España y el centro norte de Italia, podemos
similarmente suponer que las “manchas” del modo campesino eran más grandes, aunque esto,
igualmente, no significa simplemente una dominación campesina – porque sabemos que había
algunos aristócratas en las dos últimas regiones, y las tradiciones artesanales más localizadas
en cada una variaron sustancialmente en su elaboración. Uno [546] tendría que acudir a
análisis arqueológicos más específicos y focalizados localmente para estar más seguro del
asunto. Estos están lejos de ser numerosos, pero hay algunos. Un ejemplo de localización
semejante a lo descripto es la costa de Alicante, al sudeste de España, donde desde fines del
siglo VII hasta el fin del siglo IX la mayoría de la cerámica se hacía a mano, demostrando un
grado de simplificación productiva que es raro en el Mediterráneo postromano, en este caso
también vinculado con una ruptura de la jerarquía de los emplazamientos rurales que era casi
total (supra, p. 489; infra, pp. 749-51). Esta debe haber sido una subregión dominada por el
modo campesino. Contrastaba notablemente con los principales focos políticos y económicos
de España como el Valle de Guadalquivir; éste quizá haya mostrado una implantación más
fuerte del modo campesino que Cataluña también, donde la cerámica era casi igual de simple
para el 700, pero la jerarquización del emplazamiento parece ser más elaborada (supra, pp.
488-9; infra, p.749). Otro ejemplo de este tipo es el sudeste de Chianti, donde la
jerarquización del emplazamiento local parece haberse roto completamente en el siglo VI
hasta el VIII, dejando solamente casas aisladas, desperdigadas a través de las laderas
superiores en las colinas (supra, p. 484). Esta no era un área de tanta simplificación de
cerámica como en los alrededores de Alicante, y una producción a pequeña escala de
utensilios de al menos mediana calidad y utensilios hechos con tornos rudimentarios persistió.
El área estaba, de hecho, tanto política como económicamente asociada con un centro urbano
todavía activo, Siena. De todas formas, el sudeste de Chianti contrasta tan marcadamente con
Valdelsa, el oeste y el norte de Siena, donde asentamientos concentrados y centros domaniales
han sido identificados en Montarrenti y Poggibonsi, que uno podría proponer una micro-

9
región en el sudeste de Chianti, más pequeña que la del área de Alicante, donde el modo
campesino dominaba, en contraste con otras partes del Senese.45
Sugiero que por esta vía podríamos empezar a ser más específicos sobre las
dimensiones de las “manchas” de autonomía campesina en los reinos romanogermánicos. Por
ahora, estos análisis son o muy generalizados (una región entera con cerámica menos
elaborada que otra), o tan aislados que son casi anecdóticos, como en el ejemplo de Chianti;
en el futuro habrá más. Estos darán un contexto material adecuado para las pocas economías
campesinas que pueden ser identificadas en los documentos, porque podemos seguirles el
rastro cuando pierden autonomía a manos de aristócratas en el periodo Carolingio; estas serán
discutidas en mayor detalle en la ultima sección de este capítulo.
Debe ser remarcado finalmente, en este contexto, que aun en regiones de reconocido
poder aristocrático, la dominación del modo de producción feudal no fue necesariamente
completa. La Ile de France estaba en un extremo en el precedente imperio occidental en su
documentación de una poderosa aristocracia viviendo [547] en grandes fincas y en la aparente
marginalidad de las comunidades campesinas autónomas. En cuanto a esto era inusual aun en
el norte de Galia, por haber menos espacio para autonomías campesinas que en secciones de
la región de tenencia más fragmentada, como la zona del Rin, aunque ciertamente también
había grandes aristócratas en la última de estas áreas (véase Capitulo 7, apartado 2 y 3). Y,
aunque en general la demanda de productos artesanales era alta en el conjunto de la región
(infra, pp. 794-805), debe haber habido lugar para algunas economías campesinas
sustancialmente autónomas, al menos en algún lugar del norte de Galia, de lo contrario varias
secciones del Pactus Legis Salicae no tendrían ningún sentido, siquiera para sus autores. No
podemos estar seguros de que la autonomía de la sociedad campesina visible en partes de la
zona del Rin siempre implicara una economía del tipo correspondiente al modo campesino,
dominante siquiera localmente (Dienheim, al menos, parece haber tenido una activa aldea
especializada en vino, presumiblemente para un mercado aristocrático), pero, si una aldea se
pareciera realmente a las caracterizadas en el Pactus, seguramente habría tenido una
estructura económica autónoma de algún tipo.46 Había, al menos, pequeñas “manchas” de
autonomía en el norte de Galia/Francia también, entonces. Contrariamente al Imperio
Romano, con la poderosa fuerza unificadora de su sistema impositivo, el modo feudal del
periodo merovingio no era todavía suficientemente abarcativo para englobar y así socavar los
sistemas económicos autónomos de todas las aldeas de propietarios campesinos, aun en el
corazón del poder aristocrático y real; bien puede haber habido unas pocas aun en la Ile de
France, aunque, si así fue, habrían estado a la defensiva, en un sistema económico general
estructurado sobre lineamientos feudales, y no podrían haber sobrevivido al periodo
carolingio.

Estos son, en mi visión, los patrones básicos de los diversos sistemas económicos del
Occidente medieval temprano. Otra implicancia es mas problemática, y es la demografía.
Discutiré algunos de sus aspectos bastante rápidamente aquí, porque me parecen lejos de estar
resueltos en el presente. Debería primero notarse que un elemento de la economía medieval
temprana que visiblemente no se simplificó fue la tecnología agraria. La agricultura del arado
no fue abandonada; el uso de molinos de agua incluso se extendió (inclusive en regiones
claramente de modo campesino como Irlanda), y eran accesibles para la mayoría de los

45
Valenti, Carta archeologica, I, pp. 360-3, 401-5; cf. Francovich y Valenti, 'La ceramica'; y Cantini, Le fasi,
para Siena; para Valdelsa, supra, p.484, infra, pp. 734-5. Nótese que el este de Chianti el área disputada entre
Siena y Arezzo en 714-5 en adelante, en el cual incluso dependientes de magnates de Senese apoyaban a
Arezzo (supra, pp. 392-3), un signo quizás de una efectiva autonomía en otros niveles también.
46
Pactus, cf. 2-9, 27, 34, 37, 45, me parece que reflejan las presuposiciones de la economía del modo
campesino. Cf., Wickham, Land and power, p. 213, y supra, pp. 512-14.

10
campesinos en el norte de Francia en el periodo carolingio. 47 En conjunto, el campesinado
temprano medieval, por autónomo que fuera, generalmente mantenía prácticas agrícolas
relativamente intensivas, a diferencia de algunas sociedades de modo campesino en otros
lugares (supra, pp. 537-8), y las [548] condiciones materiales para la estratificación en clases
nunca estuvieron ausentes. Pero es también necesario reconocer que la población parece haber
declinado en este periodo de manera claramente general, y había partes del Occidente en las
cuales la agricultura intensiva se retrajo geográficamente. Estos fenómenos son generalmente
vistos, mas bien vagamente, como parte del paquete de eventos que llevo a la crisis del
Imperio Romano, o, más precisamente, como siendo causados por desastres externos como la
peste bubónica. Vale la pena considerar cómo encajan en la lógica del modo campesino.
El primer punto es sobre la incidencia de la peste. La epidemia de los siglos VI al VIII
comenzó en nuestras regiones en los años 541-2 en Constantinopla, y es gráficamente
descripta por Procopio; Juan de Efeso y Evagrios dan claras cuentas de esta etapa y otras más
tardías, y se repite en fuentes árabes también –siendo las fuentes narrativas orientales en
general más explicitas que las occidentales, con la notable excepción de Gregorio de Tours.
¿Mató a mucha población? Debe ser reconocido que es difícil definir el impacto de la plaga
en la arqueología oriental, y es casi invisible en la documentación de papiros de Egipto. 48 Es
significativo, de hecho, que la mejor evidencia sobre el declive de la población no es oriental,
sino occidental. A Italia y a África se ha atribuido un declive a mediados del siglo VI, aunque
esto podría ser resultado tanto de la guerra como de la plaga (cf. infra, pp. 723-730) Sin
embargo, el casi 50% de declinación de los sitios, que puede rastrearse tanto en el norte de
Galia como en el este de Inglaterra, representa datos relativamente firmes de un tipo que no
pueden ser fácilmente igualados en otros lugares (Supra, pp. 312, 507). El problema es que
este declive, cualquiera sea su causa, no puede ser atribuido a la plaga, porque comenzó en el
siglo V, no en el siglo VI, y el fin del siglo VI muestra (de hecho) el inicio de la estabilización
de nuestra evidencia arqueológica en esas sub-regiones, las bases para el futuro lento
crecimiento demográfico desde, quizás, el siglo VII en adelante. De haber habido una
disminución demográfica general visible desde mediados y hacia el fin del siglo VI en todas
las regiones, la plaga podría haber sido, por supuesto, la causa más plausible de aquél, como
la Peste Negra lo fue a fines del siglo XIV. (Esto no es, uno debería notar, lo mismo que el
“declive” económico, que no puede ser atribuido tan fácilmente a la Peste Negra. 49) Pero no es
un patrón uniforme de declive demográfico, precisamente, lo que encontramos. Yo concluyo
que la plaga del siglo VI, aunque dramática en consecuencias locales, fue un evento marginal
en la [549] historia demográfica de nuestro periodo. Las caídas poblacionales que vemos, en
una variedad de diferentes periodos, deben haber tenido causas locales.50

47
Para molinos, ver p.ej Lohrmann, 'Le moulin a eau'; Champion, Moulins et meuniers (Para la Francia
Carolingia); Rynne, 'The introduction' (Para Irlanda), además de los artículos clásicos de Bloch, republicados en
Melanges historiques, II, pp. 800-21. los rendimientos (cosechas) de la temprana edad media permanece
incierto; los vigorosos ataques de Delatouche sobre el excesivo pesimismo de autores tempranos, 'Regards sur
l'agriculture', aunque atractivos en muchas maneras, no son concluyentes, como las notas de Toubert (Dalla
terra, p. 140).
48
La imagen básica esta presentada en Biraben and Le Goff, 'La peste'; Sarris, 'The Justinianic: plague', y la
investigación bibliográfica en Stathakopoulos, 'Plague and pestilence', da guías para recientes trabajos.
Dauphin, La Palestine byzantine, pp. 510-18, provee un relato muy catastrófico del impacto de la plaga allí;
Liebeschuetz, The decline, pp. 390-2, confiere a la plaga un lugar protagónico en su evaluación del declive
urbano. Tate, Les campagnes, p. 338, sin embargo, no encuentra mucho impacto de la plaga en las rocas
macizas (Limestone Massif) en el norte de Siria. La mejor critica del impacto de la plaga en el Oriente
permanece en Durliat, 'La peste du VI siecle'; la evidencia traída a la luz posteriormente no mina sus
argumentos. Para Inglaterra, Maddicott, 'Plague', resalta la importancia de la plaga del siglo VII, pero en mi
opinión exagera su incidencia y sus efectos.
49
p. ej. Dyer, Making a living, pp. 293-362.
50
Este argumento también funciona contra la última teoría del Gran Desastre que se ha extendido en la
comunidad académica, the Dust Veil of 536; por una buena investigación critica y bibliografía, ver Arjava, 'The
mystery cloud'.

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El otro aspecto significativo del declive demográfico occidental es que fue en su
mayor parte interno en áreas de agricultura continua, que sólo retrocedieron un poco: con el
fin de la ocupación de tierras más pobres, particularmente en áreas montañosas, y, en general,
el desplazamiento de asentamientos hacia valles fluviales y fuera de las mesetas entre los
mismos. Esto no necesariamente significa que las tierras más pobres no fueran usadas nunca
más, pero probablemente fueron usadas a menudo para formas más extensivas de agricultura,
como el cultivo con barbecho prolongado y el pastoreo rudimentario. En tierras más ricas, hay
pocas áreas de gran abandono agrícola, como los análisis de polen empiezan a mostrar. (Para
todo esto, supra, Capitulo 8.) Lo mismo está implícito en la supervivencia regular de
microtoponímicos romanos a lo largo de grandes áreas de Francia e Italia, como así también
los patrones romanos de campos centuriados de Italia o Túnez, y el único patrón de cultivo
premedieval ligeramente menos regular de ciertas partes de Inglaterra. Estos son argumentos
en contra de catástrofes agrarias sistémicas de todo tipo, y, como se ha mencionado en otros
lados en este libro, contra todas las imágenes de despoblamiento generalizado; el declive
demográfico fue interno a las sociedades campesinas, y probablemente relativamente lento.
Si uno observa las diferentes fechas de aparentes caídas demográficas en la temprana
edad media, se descubre que lo que las correlaciona más directamente son crisis políticas: en
el siglo V en el noroeste, en el VI en el Mediterráneo central, en el VII en las tierras
Bizantinas, en el VIII o más tarde en Siria. Esto puede por cierto hacerle a uno sospechar,
porque la datación de horizontes arqueológicos ha sido frecuentemente distorsionada por
fáciles suposiciones sobre qué periodos son prósperos y qué periodos sufrieron guerras, y así
sucesivamente; y las crisis políticas pueden afectar la disponibilidad de productos avalados
arqueológicamente, independientemente del cambio demográfico. De todas formas, la crisis
política a menudo produjo estructuras estatales y aristocracias más débiles, y así más
campesinado independiente, como hemos visto. ¿Podría el declive demográfico ser asociado
con la lógica del modo campesino? Los campesinos en el este de Gran Bretaña en el siglo V
en general se encontraron teniendo que pagar sustancialmente menos en renta e impuestos que
antes; aun en el norte de Galia, donde la aristocracia permanecía, había áreas de autonomía
campesina donde casi lo mismo podría haber sido el caso. ¿Cómo reaccionarían los
campesinos? Sin lugar a duda comerían más, pero hay límites para ello. Podrían gastar más en
productos artesanales, pero la crisis en el intercambio visible al menos en Gran Bretaña habría
hecho esto difícil. En el modelo del tipo ideal del modo campesino, trabajarían menos, y esto
me parece enteramente posible; esto explicaría inmediatamente el fenómeno del abandono
[550] del cultivo de tierras más pobres, que producen menos para el esfuerzo realizado para
trabajarlas. La lógica del modo campesino también hace posible la elección de restringir
nacimientos, como vimos antes (p. 538), para prevenirse de la presión económica, y, una vez
que uno empieza a operar estratégicamente para mantener las familias pequeñas, la caída
poblacional a largo plazo es el paso siguiente. Los argumentos anti-Maltusianos de Esther
Boserup nos ayudan, aquí, a superar lo que puede parecer el aspecto más contra intuitivo del
modelo: que una población campesina puede restringir sus nacimientos a fin de lidiar, no con
un límite maltusiano y la hambruna resultante, como a comienzos del siglo XIV, sino con la
relajación de las presiones económicas.51
Este modelo encaja en Gran Bretaña casi exactamente. También encaja en partes
marginales de Siria y Palestina, que enfrentaron periodos de “disminución”, cuando la
agricultura intensiva fue remplazada por economías pastoriles parciales o completas, a
menudo con poblaciones sustancialmente menores, en el contexto de la relajación de las
presiones políticas, aunque generalmente no hasta nuestro periodo (supra, pp. 457-9). Encaja
en menor medida con la situación del norte de Galia, porque las áreas donde las caídas
demográficas han sido identificadas más claramente aquí para el periodo alrededor del 500
51
Boserup, Conditions, pp. 28-55.

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están en y alrededor de la Ile de France, que, ex hypothesi, debió haber sido la sub-región de
todo el Occidente que permaneció más claramente bajo dominación aristocrática, y por tanto
no sujeta a la lógica campesina que acabo de delinear. ¿Es esto porque hubo una caída al
menos en la intensidad de la explotación de la tenencia? ¿O porque había al menos algunas
áreas de economía de modo campesino incluso en la Ile de France? Estas sugerencias, no
obstante, podrían ser vistas muy fácilmente como mecanismos de defensa, para preservar la
viabilidad del modelo contra una demostración empírica adversa al mismo. Este es un
problema para el que es difícil ver una solución fácil. Pero debería notarse que, aun en la Ile
de France, uno puede ver una intensificación de la explotación aristocrática en los polípticos
de comienzos del siglo IX, con el desarrollo del sistema de mansos, en el contexto de un
incremento en el intercambio (supra, pp. 287-93); y es precisamente en los polípticos donde
tenemos nuestra evidencia temprano medieval más clara de un renovado incremento de
población local, como ha sido mostrado por Jean-Pierre Devroey para algunos de los
dominios de St-Germain-des-Pres, y también, en el sur, por Monique Zerner para Marsella. 52
Aquí, incremento poblacional e incremento de la explotación van juntos, y continuarían así en
el Occidente hasta el siglo XIII. Es de esta manera concebible que podamos encontrar el
proceso opuesto en el periodo precedente, aun en la Ile de France. Pero sus dimensiones
completas quedan por explorar.
Traducción: Germán Bernasconi y Federico Andrade

52
Devroey, 'Les methodes d'analyse demographique'; Zerner, 'Enfants et jeunes'. Cf. también para el
Languedoc los argumentos basado en análisis de polen para el despeje de tierras del siglo IX de Aline Durand:
infra, Cap. II n. 105. Ver en general, 'The Carolingian moment', pp. 384-8; Verhulst, Carolingian economy, pp.
23-8; Devroey, Economie rurale, I, pp. 63-75, todos debidamente precavidos pero en acuerdo sobre la
tendencia hacia arriba.

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