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La Casa de las Relaciones

Tom Kenyon, M.A., Publicado en 2006

En cierta forma, las relaciones son como las casas. Tienen muchas
habitaciones y desde cada habitación se ve el mundo de una forma única.
Algunas habitaciones tienen ventanas gigantescas para mirar un mundo de
inmensas posibilidades. Cuando vivimos la danza de las relaciones en estas
habitaciones, la vida parece llena de promesas y potenciales ilimitados. El
amor (romántico y de otras clases) puede prosperar en estas habitaciones.

Pero algunas de las habitaciones de la casa dan a paredes de ladrillo.


Algunas son tan oscuras que no hay ni un atisbo de posibilidad de
iluminación o autoconciencia. Son los espacios difíciles en los que a veces
(o tal vez a menudo) nos encontramos en las rela ciones.
En tanto estos espacios incómodos de la casa de las relaciones son por lo
menos un desafío y merecen mucha atención, en el breve espacio de este
artículo me gustaría limitar mi exposición al baño – en realidad al inodoro
– y ser tan específico como pueda, con respecto a qué hacer cuando la
maldita cosa rebalsa.

Ya sé que algunos piensan que una Relación Sagrada está hecha de


maravillosos peluches tibios y arco iris de felicidad. Pero a veces, cuando
menos lo esperamos, el inodoro deja de funcionar y la mierda cae en el
ventilador – por así decirlo.

Mientras escribo esto, recuerdo un incidente que sucedió hace más de 15


años atrás en un taller de crecimiento personal que yo conducía con un
amigo y especialista en rolfing. Era un taller psicológico o rientado al cuerpo
y había una docena de personas que se habían reunido en la casa de mi
amigo. En la primera hora estuvo claro que había mucha mierda psicológica
que sacar, si me entienden lo que digo.

Fue en ese momento que los inodoros de la casa dejar on de funcionar – no


es chiste. Los malditos no soltaban agua. Para un taller de dos días, no
teníamos baños funcionando – una sincronicidad irritante y abrumadora, o
una coincidencia si quieren ser más racionales al respecto. De todos modos,
el último día del taller, a la última hora, escuchamos sonidos raros desde
todos los baños y de repente los inodoros empezaron a eructar. Uno de los
participantes fue en puntas de pie al baño más cercano y de repente, sin
razón aparente, la cosa empezó a hacer correr a gua! Bueno, yo he visto
algunas sincronicidades/coincidencias muy extrañas en mis veintitrés años
de trabajo como psicoterapeuta, pero ésta creo que entró entre los primeros
veinte del ranking.
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Si considero esta rareza de los inodoros desde una perspectiva simbólica,


realmente nos estábamos aferrando a nuestra mierda. Y sólo cuando la
soltamos, psicológicamente hablando, por supuesto, se liberaron los
inodoros.

En la Casa de las Relaciones lo que sucede con los inodoros es que a veces
rebalsan. Y quienes s ostienen relaciones pueden haber notado que estos
tipos de inodoro a menudo rebalsan en los momentos más inconvenientes y
menos apropiados socialmente.

Podría seguir y seguir hablando de esta metáfora porque me encantan los


pasadizos laberínticos que las metáforas abren en nuestras mentes. Pero en
honor a la brevedad, me voy al grano. Lo que generalmente se rebalsa en los
inodoros (de las relaciones) es, ni más ni menos, el resentimiento a la moda
antigua – síp, resentimiento.

Amor, ¿porqué me estás jodie ndo?

Casi cualquiera que haya sostenido una relación suficiente tiempo, ha


experimentado resentimiento de vez en cuando. Viene incluido en el
territorio de las interacciones interpersonales.

A veces nuestros resentimientos son pequeños, como cuando nuest ro amigo


o compañero se come el último bocado de nuestro postre. Recuerdo un
incidente en una mesa cercana de un restaurante hace poco.
El mozo anotaba las órdenes para los postres, y la mujer dijo: “Para mí
nada; yo pruebo un bocado del postre de él.”
“Ni los sueñes”, oí que retrucaba su compañero. “Siempre dices que vas a
probar un bocado y terminas comiendo más postre que yo!” Y sí, los
resentimientos alimenticios ocurren. Pero en general nuestros
resentimientos se centran en cosas más significativas – como prometer
hacer algo y no cumplirlo, o cuando lastimamos los sentimientos del otro.

Estos tipos de resentimientos, y el resentimiento en general, tienen una


vida que yo llamo de encono en el estante. Lo que quiero decir es que un
resentimiento no reconocido puede pasar a la clandestinidad, donde se lo
pone en un estante – como en la alacena de una tía mía donde ella guardaba
frascos con verduras y frutas de su jardín. Quedaban ahí hasta que a ella le
parecía, y entonces ¡voila! sacaba un frasco de fruti llas en medio del
invierno y las mandaba a la mesa.

El resentimiento a veces hace eso. Es un rasgo raro de la naturaleza


humana, que cuando alguien nos entristece o nos hace mal, a veces lo
mostramos y a veces no. Cuando no le expresamos a nuestro compañe ro
nuestros sentimientos auténticos en el momento, sobre todo cuando son de
la variedad resentida, tienden a quedarse guardados, hablando
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psicológicamente. Y cuando menos uno lo espera, nuestro compañero puede


tomarlo de su estante oscuro y presentarlo en la mesa, justo frente a uno.
Rebalsó el inodoro.

Esta clase de resentimientos cotidianos puede ser difícil de manejar en una


relación, pero hay otro tipo de resentimiento que es mucho más insidioso y,
en cierto modo, mucho más difícil de manejar – porque vive en nuestro
inconsciente. Volviendo a la metáfora de la casa, este resentimiento se va
pudriendo en el sótano, lejos de las otras habitaciones. La mayor parte del
tiempo ni sabemos que está allí. Es recién cuando rebalsa, mal recibido y no
anunciado, entrando en nuestra habitación o dormitorio, que nos enteramos
de que existe, y que además está ofendido.

¡Y qué es este resentimiento del que hablo? Es el que nace cuando nuestro
compañero no está a la altura de nuestra imagen de él, o de lo que
queremos que él sea. Para explicar esta bestiecita, vamos a tener que dar un
paseo por nuestro propio sótano – nuestra mente inconciente.
Eso es peligroso, porque cuanto más baja uno las escaleras, tiende a tener
sueño y olvidar para qué vino hasta allí abajo. Así que antes de descender a
nuestro propio pozo, creo que estaría bueno hablar un poco del tema.

El Andrógino Interno

Aunque les pueda parecer raro a algunos, cada uno de nosotros es dos – al
menos en términos psicológicos. Aquí no estoy hablando de lo que algunos
llaman sub-personalidades, que son aspectos de nuestra personalidad que a
veces pueden tener una vida propia. Virtualmente cualquiera que haya
hecho algún tipo de investigación interna probablemente descubrió la
extraña verdad de que hay más de uno dentro de sí. Tenemos una pluralidad
de yoes, algunos opuestos a otros.

Digamos que decidiste dejar de fumar. Tan pronto estableces una tensión
psicológica como ésta, es como si tuvieras dos yoes. Uno quiere que dejes y
el otro quiere que sigas. Si tienes una imaginación vívida, el que quiere que
dejes puede parecerte un ángel, mientras el otro te parece ya sabes qué.

En tanto las sub-personalidades son un tema fascinante y de importancia


cuando se intenta una auto -transformación, la bestiecita de la que hablo
vive en un nivel más profundo de la psiquis. Para ir al encuentro de ésta y
éste, tendremos que bajar al lugar más oscuro del sótano (oscuro, en este
caso, significa profundamente inconciente). Fíjense que dije “ésta y éste,”
no ésta o éste. Eso es porque la bestiecita es ambas cosas.

En un nivel psicológico y arquetípico profundo, cada uno de nosotros es una


díada inusual. Carl Jung, el psiquiatra, se refirió a esta díada como ánima y
ánimus. Ánima es nuestro yo femenino, en tanto ánimus es nuestro yo
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masculino. Estos dos no están relacionados con el género biológico, sino


que más bien son aspectos psico -espirituales de la consciencia. Por tanto,
todos los hombres tienen un masculino y un femenino interno, y todas las
mujeres tienen ambos aspectos, femenino y masculino igualmente.

Estas formas potentes, ánima y ánimus, generalmente nacen de una


combinación de nuestra esencia espiritual innata y nuestras relaciones
primarias, esto es, nuestros padres y nuestras madres. En algunos casos una
figura significativa o poderosa distinta de los padres puede ser
internalizada también, como una abuela o abuelo fuerte, o alguna otra
persona cercana al niño.

En el turbio caldero que es la psicología humana, es inevitable que ciertos


tipos de hombre representen aspectos de nuestro propio macho
introyectado, en tanto ciertos tipos de mujer representan aspectos de
nuestra propia hembra introyectada. Esto es porque el macho o la hembra
externa expresan cualidades o actitudes que encajan o resuenan con nuestro
ánimus o ánima interna.

La cosa misteriosa de todo esto es que la persona en el mundo exterior


probablemente no tiene ni idea de que está activando el ánima o ánimus del
otro individuo. Pero para la persona cuya ánima o ánimus ha sido activada
por la presencia de un hombre o una mujer, ese hombre o esa mujer tendrá
una cualidad magnética que será de atracción o repulsión. Y esta atracción
o repulsión tiene poco que ver con la persona real, pero mucho que ver con
las fuerzas psicológicas internas de su propia á nima o ánimus.
Voy a ser un poco más específico esperando que el concepto tenga más
sentido.

Bob (nombre ficticio) vino a verme porque estaba teniendo problemas con
su esposa. Era su tercer matrimonio, y al explorar su territorio psicológico,
era claro que el mismo problema había surgido en sus matrimonios
anteriores también. Con sus tres esposas, al principio se había sentido
atraído por su belleza física, y todas eran rubias. Pero a medida que
transcurrían los matrimonios se sentía presionado, criticad o y subestimado.
Aparecieron golfos emocionales y él y sus esposas inevitablemente se
terminaban apartando. Esto era, por supuesto, la versión de Bob.
Karen, su mujer en ese momento (también nombre ficticio) sentía que cada
vez que ella mencionaba algo neg ativo en la conducta de Bob – como dejar
la ropa sucia tirada por todas partes – él se ponía como loco. A ella le
parecía que su pedido era razonable. Pero para Bob era inflamatorio, crítico
y cuestionaba su misma hombría.

Según se descubrió, la mamá de B ob era rubia (como Karen y sus


antecesoras). Su madre era también físicamente hermosa, y de hecho había
sido reina de belleza. Pero en su relación había un elemento tóxico. Ela
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odiaba a los hombres y manifestaba su disgusto por los hombres en general


y por el padre de Bob en particular. Esto ponía a Bob en lo que se llama un
doble compromiso. En otras palabras, estaba jodido. Era un muchacho, lo
que significaba que algún día sería hombre y recibiría la ira de su madre.

Pero no tenía que esperar a ser homb re para transformarse en el blanco de


su madre. Ella lo criticaba constantemente y lo disminuía por las cosas más
pequeñas. El resultado neto es que él internalizó las críticas maternas. Su
ánima, que por naturaleza hubiera sido la fuente de intuición e
interconexión, estaba envenenada. Ella (el ánima de Bob) llevaba el veneno
de su madre. Como Bob no se había dado cuenta de esto, no se había
tomado la tarea psico-espiritual de transformar su propia negatividad
femenina interna; en vez de eso, la había proy ectado hacia afuera.

Cuando Bob iniciaba una relación con una mujer, era con la esperanza
inconsciente de que ésta, esta hermosa diosa de la que se había enamorado,
lo redimiría. Ella no sería la madre tóxica con la que había crecido. Ella
sería la hembra amorosa que lo abrazaría como él había anhelado. Por
desgracia, su agenda psicológica rara vez hacía juego con la realidad. La
hembra amorosa eventualmente, en la mente de él, se volvía una harpía
criticona. En la realidad, Bob actuaba como un idiota y no se hacía
responsable de las conductas que ocasionaban las críticas de sus esposas.
La amarga ironía es que ellas no estaban cuestionando la hombría de Bob ni
criticando su ser. Simplemente querían que levantara su maldita ropa sucia!

Este es un pequeño ejemplo de cómo un ánima o ánimus no asumido puede


causar una catástrofe en las relaciones. Los mismos principios se aplican,
por cierto, a las mujeres en sus relaciones con los hombres. Si la relación
padre/hija estuvo desequilibrada, una mujer pueden enc ontrarse
proyectando el arquetipo del hombre perfecto: digamos el Caballero de
Brillante Armadura, o el Hombre-Dios que Todo lo Sabe, o alguna otra clase
de pavada igualmente ridícula, sobre el hombre real con quien se relaciona.
Y si el padre la criticaba, ella se va a sentir subestimada y criticada por su
compañero. En casos extremos sentirá que no tiene derechos – que lo que el
hombre quiere y necesita es la cosa más importante, eclipsando sus propias
necesidades – una creencia que es desdichadamente sos tenida como
verdadera por una gran parte de la humanidad hasta hoy día. Una mujer
que ha sido psicológicamente envenenada por su padre, o en algunos casos
por su madre, debe transformar esta negatividad antes de poder ingresar en
su propio sentido de poder personal.

Igual que en las relaciones heterosexuales, los temas no resueltos con el


propio padre o madre pueden afectar las relaciones con el mismo sexo. La
dinámica es muy similar ya que, como dije antes, nuestra ánima y ánimus
no están relacionados con el sexo biológico, sino con aspectos universales
de la consciencia humana. Las proyecciones psicológicas por lo tanto no
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están confinadas a las relaciones sexuales tampoco. Las relaciones con el


mismo sexo pueden ser víctimas de la misma dinámica.

Hasta en algunos casos he conocido individuos que pensaban que eran gays
y descubrieron que en realidad estaban proyectando su ánima o ánimus no
asumido sobre su compañero del mismo sexo. Por ejemplo: un hombre
puede interpretar mal su atracción por otros hombre s. Ésta puede no ser
sexual en absoluto, sino más bien psicológica. Podría estar proyectando su
ánimus no asumido, o podría estar intentando llenar el vacío emocional
creado por un padre que no estuvo presente para él. Lo mismo puede pasar
con las mujeres. Quiero aclarar que no estoy diciendo que todas las
relaciones homosexuales sean resultado de este tipo de proyección
psicológica, sino que algunas lo son.

En la obra de Jung, una de las tareas primarias es llevar la propia ánima o


ánimus a un estado de igualdad como para que las capacidades inherentes a
ambos se puedan usar para vivir una vida psicológica equilibrada.
Ustedes podrían preguntar, entonces, qué tiene que ver todo esto con las
relaciones personales. Mucho, realmente. ¿Qué es lo que nos atrae de
alguien? Aun cuando los gustos personales y las personalidades juegan sin
duda un papel, también tienen peso las fuerzas invisibles del ánima y del
ánimus.

Un hombre puede sentirse atraído por una mujer con alguna cualidad
particular porque está proyec tando esa cualidad desde su propia ánima
sobre alguien exterior a sí mismo. Esto a menudo pasa porque es incapaz de
ver su propio lado femenino, y por eso lo busca afuera para completarse a sí
mismo, según el dicho, estando en presencia de una mujer que te nga esas
cualidades.

También podría estar intentando llenar un hueco psicológico propio debido


a una relación negativa y dependiente con respecto a su madre (o a una
figura femenina central de su infancia). En tal caso, podría
inconscientemente obtener inspiración y fuerza de vida de las mujeres con
quienes se relaciona porque, sin ellas, cree él, no puede sobrevivir
psicológicamente. Este tipo de relaciones son inherentemente agotadoras
para la compañera sobre quien se está proyectando y también
inherentemente frustrantes para ambos, ya que estos tipos de agujeros
psicológicos no pueden ser llenados por el otro. Es una tarea hercúlea e
imposible.

A veces aparece una dinámica similar en mujeres atraídas por hombres. Una
mujer puede fácilmente proyectar su propio ánimus sobre una figura
masculina y desear relacionarse con él. Por desgracia, si la proyección es
suficientemente fuerte, ella puede enamorarse de su propia proyección y no
ver el carácter del hombre real. Algunas mujeres se involucran con parejas
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inadecuadas porque “ven” el potencial de la persona deseada para su


relación, en tanto descartan convenientemente las señales de peligro de la
conducta real del compañero. Creo que es vital para esas personas
comprender claramente que uno no puede tener un a relación real y
satisfactoria con un potencial. Las mujeres que se enamoran de las
proyecciones de su propio ánimus pueden descubrir que su hombres se
vuelven como fantasmas – enigmáticos y tal vez atractivos, pero no tienen
sustancia real.

Tanto desde la perspectiva Junguiana como desde la alquímica, una de las


tareas más difíciles y cruciales es frenar el proceso de la proyección
psicológica y asumir responsabilidad personal por su propia ánima y
ánimus, lo que nos regresa a la Casa de las Relaciones. A veces vemos a
nuestra pareja con tanta claridad que nos quita el aliento. Otras veces, sin
embargo, apenas vemos a nuestra pareja a causa de la niebla hipnótica de
nuestras propias proyecciones.

Este tipo de niebla suele instalarse cuando estamos psicol ógicamente


desesperados, asustados o amenazados. Si alguna acción de nuestra pareja
se parece de algún modo a acciones o actitudes que nos recuerdan las
relaciones de nuestra infancia, habrá suelo fértil para que surja la
proyección psicológica.

Lo que dispara todo este enredo es el shock de una mala junta entre los
efectos hipnóticos de nuestras proyecciones y la realidad del momento.
Volvamos la atención por un minuto hacia Bob y Karen.

Cuando Karen le pedía a Bob que recogiera su ropa sucia, ella est aba
haciendo un pedido que era muy simple y razonable a su entender. Pero
para la mente de Bob, el escenario era muy diferente. Cuando él le pidió a
Karen que se casara con él, no fue a Karen que se lo estaba pidiendo. Fue a
la diosa todo-amor que él proyectaba sobre ella. La verdadera Karen estaba
perdida en el neblinoso, romántico e ilusorio mundo de la proyección de
Bob. Para no quitarle todo mérito a Bob, creo que él sí veía aspectos de
Karen, la persona real, honesta y buena, y los valoraba. Pero eso l levaba
mucha proyección mezclada. Y así la escena estaba dispuesta para el tercer
acto de su tragedia.

¿Se dan cuenta? En el curso de un día de la vida real y cotidiana, Karen sólo
señalaba la necesidad de que Bob fuera un poco más prolijo. Pero él
internalizaba los comentarios de Karen como críticas y degradaciones. En
esos momentos, cuando se ponía “loco”, según palabras de Karen, ya no
estaba viendo a su esposa – estaba viendo a su madre. En otras palabras, el
veneno que la madre había inyectado en su s er cuando niño contaminaba su
relación con Karen.
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El ánima de Bob estaba perturbada y si no extirpaba esta madre tóxica,


nada lo liberaría a él, ni a su ánima, ni a su mujer de esta esclavitud.
Como parte de la terapia, empezamos a trabajar con su ánima y ánimus a
través de una forma de imaginería transformacional profunda llamada
Psicosíntesis.

Este tipo de trabajo es muy eficaz para tratar fuerzas psicológicas


conflictivas a través del uso de imágenes internas y luz espiritual.
Pero mientras esto se dirigía a su mundo interno, Bob necesitaba enfrentar
su realidad externa también – esto es, la dinámica de su relación con Karen.
En primer lugar, tenía que empezar a recoger su desparramo en la casa.

Esto era simplemente cuestión básica en una relación, y a mí me asombraba


que 
 Bob pudiera ser tan inteligente para algun as cosas y tan estúpido en
otras. Pero eso suele suceder en lo tocante a nuestros propios líos
emocionales.

Y ya que tocamos este tema, he de mencionar que a Bob le demandó


trabajar tanto en su mundo interno de pensamiento y sentimiento, como en
su mundo externo – su conducta – para resolver los problemas entre él y su
esposa. Aclaración: si quieres verdaderamente transformarte a tí mism o,
deberás trabajar tanto en lo interno como en lo externo. No puedes sólo
pensar en el problema, tienes que hacer algo real al respecto.
Bob y Karen aprendieron nuevas estrategias para comunicarse uno con otro
sin culpar y sin desbarrancarse hacia conduct as irracionales. Esta parte de
la sanación fue tediosa, por así decirlo, pero se hizo más fácil al repasar los
principios básicos de las relaciones interpersonales.

No es intención de este artículo repasar esos fundamentos, pero si estás


luchando con tu pareja con respecto a comunicación, podrían echar una
mirada al libro de Harvel Hendrick “Getting the Love You Want” (Obtener
el Amor que Quieres). Este libro es básico, y su simplicidad puede hacer que
no lo tomes muy en cuenta. Pero siempre digo que es bu eno a veces ir a
repasar lo básico – especialmente si nunca lo aprendiste.

La triste verdad es que una mayoría de personas carece de estas habilidades


básicas, y sin ellas las relaciones tienen poca esperanza de evolucionar
hacia lo que podrían ser – una fuente de nutrición mental, emocional y
espiritual. En vez de eso, la mayoría de las relaciones parece deteriorarse
eventualmente hacia una telenovela de la tarde en TV. Muchas relaciones
podrían salvarse, creo, de ese destino, con un poco de entendimiento básico
sobre cómo hablar con el otro y cómo escucharlo.
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La Cocina de la Esperanza y la Desesperación

En algún lugar de la Casa de las Relaciones está la cocina. Aquí es, por
supuesto, donde preparamos lo que nos nutre. Conozco a un psiquiatra de
Nueva York que tenía una cocina en su consultorio. Después de una sesión
de terapia, llevaba a su paciente a la cocina y le convidaba un poco de sopa
que él mismo había preparado, de una receta secreta que había
perfeccionado a lo largo de años. Creía firm emente que su psicoterapia era
más eficaz porque sus pacientes recibían una nutrición física que había sido
preparada con amor y a conciencia.

En la cocina de las Relaciones los ingredientes con que hacemos nuestra


sopa son el cómo nos hablamos uno a otro, cómo nos tocamos, y cómo
hacemos los miles de pequeñas cosas por el otro – o en contra del otro.

Compartimos esta sopa cada día que pasamos con otra persona. Y las
emociones y formas de pensamiento que experimentamos uno con otro se
metabolizan como parte de nuestra fisicalidad tal como los nutrientes de la
comida que comemos. La tonalidad emocional de nuestras relaciones puede
elevarnos, mantenernos atascados en lo mismo de siempre, o tirarnos abajo.
Así nuestra manera de ver la vida y a nosotros m ismos se ve directamente
afectada por la esperanza o la desesperación que diariamente comemos
emocionalmente.

Hombre Versus Mujer

Hace unos meses ví una calcomanía en un paragolpes.


Decía : Las Mujeres son de Venus, los Hombres son Idiotas.
Imagino que la dueña de la camioneta azul había terminado de una vez por
todas con sus compañeros masculinos. En verdad, las relaciones hombre -
mujer pueden ser un gran desafío, aunque no sea más que por pura
biología. Nuestros cerebros trabajan en forma diferente y nue stras
hormonas son diferentes – todo lo cual significa que vemos y
experimentamos el mundo en forma radicalmente distinta.

La etnobióloga Terrence McKenna, ya desaparecida, dijo una vez que la


testosterona (hormona dominante en los hombres) realmente tien e sólo tres
preguntas. Cuando un hombre conoce a alguien, su biología más profunda
pregunta: ¿Lo puedo coger? Si no lo puedo coger, ¿lo puedo comer? Y si no
lo puedo comer, ¿lo puedo matar?

Se entiende que esto es una super simplificación, porque no todos los


hombres encajan en esta descripción, pero tiene algo que recuerda a la
conducta masculina. Para colmos, muchos hombres parecen tener un
profundo deseo de inseminar a tantas hembras como les sea posible. Esto va
en violento contraste con lo que generalmente desean las hembras, un
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macho único con quien anidar. Y todo esto, al menos según los biólogos,
data de nuestras raíces evolutivas.

Yo creo que algo esencial para los hombres y mujeres que sostienen
relaciones es entender que de veras experimentan el mundo en forma
distinta. Y muchas de estas diferencias tienen origen en su biología peculiar
– en el aparato, por así decir.

Ahora bien, algunas de las diferencias entre hombres y mujeres s on algo


difusas cuando se trata del tema naturaleza versus nutrición – cuánto de
nuestra diferencia se debe a la biología y cuánto a la forma en que nos
socializan. Todavía no se alcanzó un veredicto, pero los psicólogos de niños
han hecho algunas observaciones interesantes.

A un grupo de nenas y nenes de menos de dos años, que no hablaban aún y


se presume que tenían poca socialización, los dejaron frente a un televisor a
ver dibujitos. Por alguna razón que no era conocida para los niños, los
dibujitos desaparecieron y la pantalla quedó vacía. Las nenas gatearon
hasta el televisor y trataron de hacerlo funcionar, pero al fallar en sus
esfuerzos casi todas se ponían a llorar.

Cuando los nenes se acercaban al televisor y no lo podían hacer funcionar,


se ponían a pegarle y patearlo. Parecería que hay alguna diferencia
inherente entre los sexos cuando se trata de manejar frustraciones.

También hay diferencias fundamentales en la forma en que nuestros


cerebros manejan la información. Algunos neurólogos han esti mado que
una mujer promedio (vaya a saber qué será eso) tiene 23% más conexiones
en el corpus callosum que el hombre promedio (de nuevo, se ignora qué es
eso). Lo que nos quieren decir es que las mujeres tienden a tener más
canales de comunicación abiertos entre los dos hemisferios cerebrales. Un
efecto de esto es que tienen mayor capacidad que los hombres (en general)
para comunicar sus sentimientos a través del lenguaje.

Sin embargo creo que algunas de las diferencias entre hombres y mujeres
son el resultado de la socialización. Recuerdo una tarde de verano hace
años cuando mi hijo menor, que tenía entonces siete años, había venido
conmigo en canoa. Al volver al muelle y bajar, se cayó y se golpeó la pierna
contra la reja con un fuerte ruido. Se tomó la p ierna e hizo un gesto de
dolor. Se le cayeron unas pocas lágrimas de los ojos por la intensidad del
dolor, pero no dijo una palabra. Verlo me sacudió. Aunque yo nunca le
había dado un mensaje de que los chicos grandes no lloran, por lo visto de
algún lado lo había recibido.

Hay unas pocas leyes masculinas que están implícitas entre hombres. No
llorar y no mostrar vulnerabilidad son por cierto dos de las más
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importantes. Pero esta renuencia innata (o a veces incapacidad) de los


hombres de mostrar sus sentimientos y su vulnerabilidad es problemática
en las relaciones entre hombres y mujeres. Por un lado, las mujeres – y esto
es una generalización amplia – tienden más hacia la interconexión en su
relación. Compartir los sentimientos y la vulnerabilidad emocion al que a
veces traen, es un marcador importante para validar la relación. Los
hombres, por el otro lado, tienden más hacia la autonomía, y pueden sentir
que la vulnerabilidad emocional es amenazante – según haya sido la
experiencia de vida de ese hombres e n tales cuestiones.

Es una súper-simplificación decir que los hombres confían más en el


pensamiento que en el sentimiento, en tanto las mujeres confían más en el
sentimiento que en el pensamiento. Pero algo de verdad hay en ello – lo que
no estoy seguro es cuánta. Como psicoterapeuta, diré que ha sido muy
común que mis pacientes femeninas se quejen de que sus parejas están
siempre en lo mental y que se niegan a sentir o no pueden hacerlo. Esta
falta de acceso al sentimiento, en general presentaba problema s en la
relación.

Por otro lado, he conocido muchas mujeres que tenían el mismo problema,
que eran incapaces de sentir, y vivían sus vidas emocionales en lo mental.
Estas mujeres, aunque biológicamente femeninas, demostraban claramente
rasgos masculinos sesgados desde la cultura. Por eso pienso que esto de
pensamiento versus sentimiento tal vez no esté tan arraigado en el género
como suponen muchos.

Creo que esto señala uno de los muchos desafíos en el área de la conducta
basada en el género, especialment e que nuestros filtros culturales juegan su
papel. Esperamos que los hombres se comporten de cierto modo y las
mujeres de otro. En tanto esto a veces es así, a menudo no lo es. Confinar a
alguien a estereotipos sexuales estrictos es esencialmente un tipo d e prisión
mental y social. En la realidad, algunos hombres actúan como mujeres
(desde nuestra perspectiva socialmente sesgada) en tanto algunas mujeres
actúan como hombres .Esto podría resultar de muchos factores, entre ellos,
de su ánimus y ánima personal es, como ya lo dijimos antes. Cualesquiera
sean las razones, cuando una persona en un relación interpreta el mundo
solamente a través del pensamiento y la otra lo hace solamente a través del
sentimiento, se establece un terreno fértil para los problemas en la relación.
Los hombres en general tienen problema en sus relaciones con las mujeres
por varias causas. En principio, como ya dijimos, tienden a evitar la
vulnerabilidad emocional y por tanto no disfrutan de hablar de sus
sentimientos. Esto es problemáti co para la mujer, porque ella, en general,
usa los sentimientos como un barómetro para saber dónde está su relación.

Otro desafío en las relaciones hombre -mujer es que los hombres tienden a
buscar soluciones cuando aparecen los problemas emocionales. Lo h e visto
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una y otra vez en las parejas que vienen a terapia. Cuando la mujer trata de
compartir algún material emocional difícil, invariablemente el hombre
entra en pánico.

Los hombres tienden a ser autónomos y orientados hacia la acción. Cuando


sus parejas están desesperadas, ellos quieren hacer algo para arreglarlo.
Pero a veces, tal vez muy a menudo, cuando la mujer está compartiendo sus
sentimientos no quiere que su pareja haga algo para arreglarlo. Lo que
quiere es que la escuche, que la comprenda, y que sus sentimientos se
validen en lugar de descartarse.

Negación y Orgullo

Casi nadie quiere admitir que hizo algo mal. Cuando a uno lo descubren
haciendo algo que uno sabe que no debería hacer, suele mentir.

Recuerdo un incidente hace varios años, con mi suegra anterior. Ella era
diabética y no debía comer golosinas, hábito que nunca pudo dejar. Una
tarde, esperando un taxi, noté que hábilmente deslizaba algo desde la
cartera hasta la boca. El marido la enfrentó diciendo “¿Otra vez estás
comiendo dulces?”

“¡No!” dijo ella, con la voz distorsionada por el tamaño del bombón que
tenía en la boca. Él tomó la cartera y la abrió, descubriendo una colección
que hubiera hecho feliz a un niño en noche de Halloween.

Muchos, y me incluyo, funcionamos con lo q ue llamo el factor Merlín. No


me refiero al Merlín famoso como mago, sino a nuestro perro de la casa.
Merlín era un canino de razas mezcladas, parte San Bernardo, parte Gran
Danés, parte sabueso y parte mastín. En su mejor época, Merlín pesaba
cerca de 80 kilos y medía un poco más de dos metros del hocico a la cola.

Si uno lo dejaba, trataba de acomodarse en el regazo. También le gustaba


mirar TV con la familia en la sala. No exagero: se sentaba en el sofá con las
patas delanteras apoyadas en el piso. Así de grande era Merlín.

Pero su posición favorita era desparramarse en el sofá, a nuestro lado,


detrás de nosotros y por encima de nosotros, cosa que desalentábamos,
porque, bueno, era en parte sabueso y el olor de su cuerpo podía ser
abrumador. Especialmente después de revolcarse en bosta de ciervo, cosa
que adoraba hacer en los bosques que rodeaban la casa.

Esto era un ritual que teníamos que soportar varias veces por semana. Es lo
que me hizo pensar que tal vez la psicología de la negación tenga raíces
caninas. Verán: Merlín pensaba que si él no nos podía ver, entonces
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nosotros no podíamos verlo a él. De mod o que desarrolló el método de


escabullirse hacia el sofá, a lugares que sabía que no debía ir. Se trepaba al
sofá hacia atrás; sí, iba hacia atrás. Y miraba para otro lado mientras lo
hacía, como si ese truco lo hiciera invisible. Invariablemente, uno de l os
miembros de la familia decía “MERRRLIN” en el tono reprobatorio que los
perros casi siempre entienden. Él nos miraba con cara de incredulidad –
¿cómo me vieron?

Creo que la negación en los humanos es así. Si simulamos no notar algo, tal
vez los que nos rodean tampoco lo noten. Aunque esto pueda ser cómico a
veces, en una relación es un verdadero problema, sobre todo en una
Relación Sagrada.

En algunas relaciones la negación funciona. De hecho, sin ella algunas


relaciones se harían pedazos. Pero una Rel ación Sagrada se construye sobre
un cimiento de confianza mutua y verdad. Si no hay honestidad entre los
dos, la Relación Sagrada no puede existir. De modo que la negación es una
especie de toque a funeral para esta clase de relación.

Ser claro y honesto con respecto a todo, cada uno con el otro, puede
requerir humildad. También puede ser bastante molesto, les confieso. Que
nuestro compañero o uno mismo sea confrontado con una actitud o
conducta que no sirve a la relación, es encontrarse cara a cara con el propio
carácter – o más precisamente con los propios defectos de carácter.

Nunca olvidaré un comentario de una amiga que ya estaba en los ochenta


años. “Todos tenemos defectos fatales; lo importante es qué hacemos con
ellos. Eso es lo que cuenta.”

Una Relación Sagrada requiere una honestidad y una impecabilidad que


pueden poner rápidamente al descubierto nuestras fallas ocultas y defectos.
En tanto este tipo de auto -conocimiento es difícil de manejar, sin él no
puede haber crecimiento psicológico y espir itual auténtico – al menos es mi
opinión.

Para muchos de nosotros el problema es que ver nuestros defectos y fallas


puede ser tan desalentador que simulamos que no existen y, si nos fuerzan a
verlos, recurrimos al orgullo.

No estoy hablando del tipo de o rgullo que tiene que ver con la autoestima
positiva. Hablo del orgullo que esquiva los problemas. Cuando no hay más
remedio que afrontar la conciencia de las propias fallas, a menudo el
orgullo ayuda a zafar. Tal vez la palabra arrogancia sería mejor, aunq ue
ambos vocablos pueden intercambiarse según el diccionario de mi
computadora. La arrogancia aleja a la otra persona; crea una separación
inmediata, y ante esa actitud los demás suelen darse por vencidos e irse.
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Personalmente, encontré que me sirve ponerl e apodos a mis diversas


personalidades arrogantes. Uno de ellos es Charles Thomas. Esos eran los
nombres de mi padre y mi propio ánimus (aspecto masculino internalizado)
lamentablemente tiene algunas cualidades negativas, como la terquedad,
por ejemplo. También tengo otro aspecto que es el del avestruz. Ya sabrán
que los avestruces muestran una conducta peculiar ante una amenaza o un
peligro. ¡Meten la cabeza en un hoyo en el suelo! Esta debe ser su versión
de Merlín, el perro de mi familia, del que antes l es conté.

En todo caso, dar apodos a estos aspectos de nuestra psicología ayuda a


desactivar algo de la carga emocional. Pruébenlo. La próxima vez que uno
de estos desagradables y mañosos yoes surjan de sus submundos
psicológicos, escandalícenlos poniéndo les un apodo.

Ofrezco esta pequeña sugerencia porque cualquiera que intente una


Relación Sagrada necesita conservar su humor. Necesitamos todos los
recursos que podamos reunir. Y cuando surge un aspecto de uno mismo que
no sólo es mañoso sino directamente negativo en sus efectos, es mejor que
lo enfrentemos rápido. Los aspectos negativos propios pueden causar
catástrofes en una relación, de modo que mi consejo es enfrentarlos
directamente, y nada funciona tan rápido como el humor.

Quienes intentan vivir el experimento de una Relación Sagrada, lo hacen sin


ayuda de mapas o de comprensión por parte de la cultura. Es, de hecho, la
ruta menos transitada. Así que, de un viajero a otro, ofrezco este simple
consejo práctico: la negación, el orgullo y la arroganc ia pueden ser nuestros
enemigos peores y más escurridizos. Pueden saltar en el momento más
inesperado y cuando lo hacen, mi sugerencia es mirar hacia adentro
profundamente. ¿Qué estás tratando de evitar y porqué?

Reflexiones Finales

Si hay un consejo que podría compartir con quienes vivimos en la Casa de


las Relaciones, es buscar genuinamente comprenderse uno a otro sin
proyectar nuestros deseos no asumidos sobre el otro. Y necesitamos
celebrar las diferencias entre ambos. Después de todo, es nuestra
característica única la que hace interesante la vida. Una relación que
prospera no requiere que los dos hagan las mismas cosas, que vean o
experimenten el mundo del mismo modo – siempre que haya aceptación,
aprecio y respeto mutuos.

Finalmente, sepan que, de vez en cuando, el inodoro va a rebalsar. Lo que


esto significa es simplemente que uno o los dos han tragado demasiado
resentimiento (mierda) y ha llegado el momento de arreglarlo. Se entiende
que es más fácil y menos sucio arreglar los resentimientos cuand o son
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pequeños, pero si uno perdió la oportunidad de hacerlo y el inodoro ya no


descarga como solía, es hora de actuar.

Se asombrarían de saber cuánta gente piensa que es señal de abandonar la


Casa si hay problemas de cañerías o si las cosas se ponen emocionalmente
difíciles. Para estas personas tengo tres pequeñas palabras: consíganse una
vida. Asuman algo de responsabilidad. Sostengan una conversación con su
pareja de corazón a corazón. Háganle saber lo que sucede, sin culpar, sin
manipular y sin avergonzar.

Ahora bien: a veces puede ser su mejor opción irse de la Casa, poner pies en
polvorosa y no volver nunca más. Si tu pareja te amenaza físicamente o si te
abusa emocionalmente, harías bien en buscar la manera de salir huyendo.
Algunas relaciones no merecen que se luche por sacarlas adelante. Algunas
son tóxicas y deben abandonarse. Desgraciadamente, no tengo ninguna
regla mágica que pueda indicar si tu Casa merece ser salvada o no. Sólo tú
puedes decidir eso. Pero si tu pareja no quiere ni hablar s obre tus
sentimientos respecto a la relación, e insiste en que todo está bien como
está, cuando tú sabes en lo hondo de ti que no está bien, bueno, yo diría que
es señal de que hay que hacer las valijas o, si no es posible irse, al menos
encontrar formas de cuidarse, en sentido psicológico. En otras palabras, no
dejes que una relación negativa socave tu propio sentido de ti mismo o tu
autoestima.

Para los que elegimos quedarnos en la Casa de las Relaciones y encontrar el


coraje y la gracia para permitir qu e cada uno de los dos sea quien realmente
es, el resultado suele ser mágico. Los compañeros que han estado ocultos
uno de otro por sus proyecciones psicológicas y sus resentimientos, de
pronto descubren que se ven uno a otro claramente – a veces por primera
vez.

Esas habitaciones de la Casa que estaban tan oscuras, de pronto se iluminan


con la luz preciosa y duramente ganada de la conciencia de sí. Y las
habitaciones cuyas ventanas daban a paredes de ladrillo, de repente se
llenan de luz y sol, porque las paredes que nos separaban a uno del otro y
del mundo simplemente se disuelven.

El Simbolismo Alquímico de Ánima y Ánimus

En algunas tradiciones alquímicas, especialmente las de Europa, el


equilibrio entre Ánima y Ánimus se llama El Andrógino Sagrado y se
representa por un hermafrodita – mitad hombre y mitad mujer. En algunas
tradiciones esta figura se llama el Hermafrodita Sagrado, palabra que
resulta de la unión de Hermes y Afrodita, rostros masculino y femenino de
lo divino.
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En la iconografía alquímica, la figura del Andrógino a menudo se presenta


saliendo de un horno o de una hoguera, a veces con el sol y la luna sobre su
cabeza. El fuego representa los fuegos alquímicos de la purificación
requerida para lograr la piedra filosofal – un estado elevado de consciencia
espiritual (al menos en las formas esotéricas de alquimia interior). En las
formas exotéricas (o exteriores) de la alquimia, se creía que la piedra
filosofal era un agente catalítico que podía convertir el plomo o los metales
bajos en oro.

En la alquimia esotérica, el sol y la luna sobre el hermafrodita representan


el equilibrio de los aspectos solar y lunar de la consciencia. Alquímicamente
hablando, el sol representa lo masculino (ánimus) y el espíritu, en tanto la
luna representa lo femenino (ánima) y la materia. La obra sagrada de la
alquimia es equilibrar el sol y la luna para producir el Andrógino Sagrado o
Hermafrodita, para obtener acceso a los reinos más altos de la percepción
espiritual.

Esto está muy relacionado con la tarea de la p sicología junguiana, aunque


en la forma alquímica el contexto es espiritual. En la obra de Jung el
contexto es psicológico – o tal vez psicoespiritual.

El uso del hermafrodita de la iconografía alquímica aparece también en


otras tradiciones. Hay una forma de Shiva que es altamente andrógina.
Shiva es el Señor de la Muerte, así como el Protector de los yogis, y en su
forma andrógina está fundido con Shakti (el poder femenino del cosmos).

En su forma de Ardhanarishwara, Shiva es un hermafrodita, tanto macho


como hembra, y se lo representa con genitales de ambos sexos. Este
simbolismo inusual nos habla de uno de los secretos alquímicos más
profundos del yoga tántrico – el gran poder espiritual que se gana cuando el
masculino y el femenino interiores se conjun tan en equilibrio.

Este equilibrio de las propias energías internas es por cierto la tarea de


algunos tipos de yoga. De acuerdo a la anatomía yóguica, tenemos tres
canales sutiles que corren por nuestra columna vertebral hasta la parte
superior de la cabeza. El canal central se llama sushumna y es el camino de
Kundalini Shakti (que se representa como una serpiente enroscada de
energía de vida y es de naturaleza femenina). Cuando ella se eleva por la
columna, entra en la cabeza y se une con Shiva produciend o la iluminación
o liberación.

A cada lado del sushumna hay dos canales. Uno se asocia con el sol interno
(o el aspecto masculino de la consciencia), en tanto el otro se asocia con la
luna interna (o aspecto femenino de la consciencia). El canal solar se llama
pingala y el camino lunar se llama ida. Cuando las energías de ida y pingala
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están en equilibrio, el yogui puede captar una visión del Ser trascendente
siempre presente.

El tema de equilibrar los aspectos masculino y femenino de la consciencia


también aparece en el Budismo Tibetano, en la forma de Kalachakra, que
describe la unión de deidades masculinas y femeninas en el acto de éxtasis
sexual y espiritual. Desde el punto de vista del Kalachakra, este punto de
equilibrio de masculino y femenino es la raíz de toda la existencia y de toda
creación, ya sea humana como sobrehumana.

Si pasamos nuestra atención de las tradiciones orientales a la judeo


cristiana, vemos el tema del Hermafrodita Sagrado que se repite en una
ubicación sumamente insólita.

El Evangelio de Tomás es un manuscrito que estuvo perdido hasta la mitad


del siglo veinte, cuando se lo descubrió en Egipto formando parte de lo que
después se llamaron textos de Nag Hammadi.

En este Evangelio se cita a Jesús diciendo algo que tiene sorprend ente
parecido con el Sagrado Andrógino de la alquimia clásica y también con la
forma Ardhanarishwara del Señor Shiva.

“Cuando consigas que los dos se vuelvan uno, cuando hagas lo interior como
lo exterior y lo exterior como lo interior, y lo de arriba sea como lo de
abajo, y cuando hagas que la hembra sea una y lo mismo, de modo que ni el
macho sea macho ni la hembra sea hembra, … entonces entrarás (en el
reino)”

No creo que este pasaje tenga nada que ver con la androginia física sino
más bien que el reino es un estado mental de consciencia despierta que se
obtiene cuando uno logra equilibrar los aspectos internos masculino y
femenino de la consciencia.

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