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Así pues, hay casi mil posibles parejas en toda la ciudad. Eso,
a mi modo de ver, es mucho más probable.
Pero hay otra cuestión.
Si Backus pudiera ser un poco más flexible respecto a algunos
A simple vista, es posible que tenga sentido. Puede que unos ojos
demasiado separados o excesivamente juntos no se ajusten a la defi-
nición de belleza de la mayoría de la gente. Y aplicar el número
áureo a los rostros humanos sí da resultados aparentemente convin-
centes. El cirujano plástico Stephen Marquardt incluso ha elabo-
rado una máscara conforme al número áureo en la que se basa para
perfilar las intervenciones quirúrgicas de los pacientes cuyos rostros
le plantean mayores retos. La máscara ha tomado como referencia
los rostros de mujeres famosas por su belleza como Angelina Jolie y
Elizabeth Taylor, todas ellas consideradas poseedoras de las carac-
terísticas que dan forma a la máscara.
Vincular la belleza al número áureo es una teoría ingeniosa que
se puede encontrar en muchos blogs y vídeos de YouTube sobre el
tema. Sólo tiene un problema: no es ciencia seria.
En la verdadera ciencia hacemos todo lo posible para refutar
nuestras propias teorías. Cuanto más nos esforzamos, y más fraca-
samos, en el empeño de demostrar que nos equivocamos, más
pruebas tenemos de que lo que decimos es correcto. Aunque cier-
tamente me gustaría que la belleza pudiera definirse con un único
número, me temo que rebuscar entre miles de rostros y medir cada
posible proporción hasta encontrar algo que confirme nuestra
teoría simplemente no es ciencia.
El problema de usar el número áureo para definir la belleza
humana es que si uno se esfuerza lo suficiente en buscar una pauta,
casi con toda seguridad la encontrará, sobre todo si está dispuesto
a ser un poco laxo con las definiciones. ¿Cómo se puede decidir
dónde «empieza» una oreja, o el lugar exacto en el que «acaba»
claramente una nariz? ¿Y cómo se hace eso con un grado de preci-
sión de cinco o más decimales en la medición del número áureo?
Tal vez llegue el día en que alguien sí encuentre una buena razón
por la que puede aplicarse este número al cuerpo humano. Pero hasta
Preferencias personales
Pero todavía no es necesario salir corriendo a la consulta del ciru-
jano plástico. Aun con estas reglas aparentemente universales,
todavía queda mucho espacio para las preferencias personales. Y
pese a todo lo que hemos dicho sobre la simetría y las hormonas,
a veces las personas que se apartan de la norma son aquellas que al
final consideramos más guapas.
Por ejemplo, al parecer, las reglas de la simetría sólo son aplica-
bles en realidad a los retratos de las caras de las personas. En la vida
real, muchas personas también se sienten atraídas por las caracte-
rísticas asimétricas. Éstas no sólo reflejan más personalidad, sino
que además se percibe a las personas que las poseen como más
sinceras. Cuando hablamos, el 76 por ciento de las personas presen-
tamos un movimiento más acusado en el lado derecho de la boca.
Es posible que no os deis cuenta si no os fijáis, pero, por lo visto, la
gente percibe subconscientemente que la asimetría en la expresión
es mucho más natural y, por lo tanto, más atractiva.
Tampoco es verdad que cuanto más masculina o femenina sea
una cara, tanto mejor. Todos preferimos ciertos rasgos de perso-
nalidad en nuestra pareja, y —aunque aquí no se trata precisa-
mente de fisonomía— hoy día existen pruebas que indican que las
* Véase, por ejemplo, In Your Face de David Perrett para un resumen exhaustivo y muy
bien escrito.
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