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Martín Fierro es un campeón del derecho que le han arrebatado: el campeador del ciclo heroico

que las leyendas españolas inmortalizaron siete u ocho siglos antes: un paladín al cual no falta ni
el bello episodio de la mujer afligida cuya salvación efectúa peleando con el indio bravo y
haciendo gala del más noble desinterés. Su emigración a las tierras del enemigo, cuando en la
suya le persiguen, es otro rasgo fundamental. Y esto no por imitación, siquiera lejana; sino porque
así sucedía en efecto, siendo muchos los gauchos que iban a buscar el amparo de las tribus, contra
la iniquidad de las autoridades campesinas. (…)
Todavía este mismo personaje, resulta enteramente peculiar en nuestro poema. No es el caballero
insigne, ni el jefe de alta alcurnia que figuran en el Romancero o en la Ilíada; sino un valiente
obscuro, exaltado a la vida superior por su resistencia heroica contra la injusticia. Con ello, tórnase
más simpático y más influyente sobre el alma popular a la cual lleva el estímulo de la acción viril
en el bien de la esperanza.
Lugones, L. (1986) [1916] “Martín Fierro es un poema épico” en: Martín Fierro, cien años de
crítica, José Isaacson (compilador), Editorial PLUS ULTRA: Buenos aires, pp.75-76.

El cantor. Aquí tiene la idealización de aquella vida de revueltas, de civilización, de barbarie y


de peligros. El gaucho cantor es el mismo bardo, el vate, el trovador de la Edad Media, que se
mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y del feudalismo de los campos, entre
la vida que se va y la vida que se acerca. El cantor anda de pago en pago, “de tapera en galpón”,
cantando sus héroes de la pampa perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda a quien los
indios robaron sus hijos en un malón reciente (…). El cantor está haciendo candorosamente el
mismo trabajo de crónica, costumbres, historia, biografía, que el bardo de la Edad Media, y sus
versos serían recogidos más tarde como los documentos y datos en que habría de apoyarse el
historiador futuro (…).
El cantor no tiene residencia fija; su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna, en sus
versos y su voz; dondequiera que se apure una copa de vino, el cantor tiene su lugar preferente,
su parte escogida en el festín. El gaucho argentino no bebe si la música y los versos no lo excitan,
y cada pulpería tiene su guitarra para poner en manos del cantor a quien el grupo de caballos
estacionados a la puerta anuncia a lo lejos donde se necesita el concurso de su gaya ciencia.
Sarmiento, D. F. (1945) [1845] Facundo: Capítulo II, “Originalidad y caracteres argentinos. El
rastreador. El baqueano. El gaucho malo. El cantor.”. Editorial TOR: Buenos Aires, pp.47-48.

El séptimo capítulo de El Payador (1916) de Lugones lleva este título polémico: Martín Fierro
es un poema épico. La suerte del debate variará según la definición que demos de tal adjetivo. Si
lo restringimos a composiciones anónimas que tratan una materia tradicional en la que figuran
héroes, El gaucho Martín Fierro no es épico; si denominamos épico a lo que deja un sabor de
destino, de aventura y de valentía, indudablemente lo es. 128

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