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CURSO DE ESTUDIO BÍBLICO

¿Qué Es la Conversión
Cristiana?

LECCIÓN 8

¿Q ué significa ser convertido? A mediados del siglo 20 centenares


de millones de personas habían sido convertidos políticamente
al ateismo del camino de vida promovido por el Partido Comunista. La
adopción y conversión generalizadas a los ideales políticos y sociales
del comunismo, hicieron de este sistema de creencia uno de los más
poderosos en la historia. Pero la conversión a ese sistema de creencia
alejó a la gente de Dios en lugar de acercarlos a Él.

Esto debe enseñarnos una lección: No todos las conversiones son


inspiradas por Dios. Los seguidores de casi todas las ideologías,
filosofías y religiones, por lo general tratan de convertir a otros a su
propia manera de pensar.

Querer convertir a otros a un camino diferente de vida puede ser una


aspiración noble. Pero ¿quién tiene el derecho o la autoridad de
decidir qué camino de vida es el mejor?

Ese derecho pertenece exclusivamente al Dios Creador. Como nuestro


Hacedor, sólo Él puede determinar las normas que debemos seguir si
es que vamos a vivir en paz y armonía unos con otros.

EL COMPROMISO DE DIOS DE CAMBIAR


NUESTRA NATURALEZA

Dios desea mucho nuestra conversión—que seamos uno de Sus


conversos. Él quiere no sólo que aprendamos, sino que practiquemos
Su camino de vida—que lleguemos a estar sincera y completamente
comprometidos con ese camino de vida. Él promete ayudarnos si
seguimos Sus instrucciones de manera voluntaria. A través de Su
Espíritu Él nos capacitará para “[vestirnos] del nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24,
énfasis agregado). Su propósito es cambiarnos, convertirnos del
interior, del corazón.

Cuando un joven se dirigió a Jesucristo como “Maestro bueno”, Él


respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno:
Dios” (Mateo 19:16-17). Su punto era que Dios es la única fuente de
carácter justo, no que algo estaba mal con el propio carácter de
Jesús.

Si por naturaleza no somos buenos, entonces ¿cómo podemos llegar


a ser justos a los ojos de Dios? Jesús nos da la respuesta: “Los sanos
no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a
llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17).

La Biblia explica por qué la humanidad necesita urgentemente


sanidad espiritual. También explica cómo puede tener lugar esa
sanidad. Revela los esfuerzos de Dios por sanar los defectos de
carácter que generalmente llamamos naturaleza humana. Empieza
por mostrarnos cómo la humanidad se enfermó espiritualmente.
Termina con seres humanos espiritualmente sanados que heredan la
vida eterna como hijos de Dios.
En la Biblia encontramos detalles de cómo Dios está resuelto a
salvarnos del mal espiritual que nos ha afligido a través de la historia.
Explica la fuente de nuestros problemas de comportamiento y
espirituales. Contrasta la naturaleza divina de Dios con nuestra
naturaleza humana y describe Su plan para cambiar algunas de
nuestras actitudes más básicas y la manera como respondemos a las
situaciones de la vida diaria. La Biblia revela el compromiso de Dios—
expresado en Sus “preciosas y grandísimas promesas”—para
hacernos “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).

Hay dos factores principales que conformar todo lo que está mal con
la naturaleza humana. El primero es la debilidad fundamental
inherente en nuestro cuerpo y mente carnal. Nuestros pensamientos
y emociones están directamente vinculados a nuestros impulsos y
deseos carnales. Nacemos con ellos. Pero no nacemos ni con el
conocimiento ni con el poder para manejarlos apropiadamente.

El segundo factor consiste en que nuestros impulsos y deseos


naturales a menudo son afectados y aún manipulados por presiones
externas. Las influencias adversas surgen de muchas fuentes—
familiares, educativas, recreativas, culturales y espirituales, por
nombrar sólo algunas. Pero estas fuentes tienen algo en común:
Tientan nuestros instintos y deseos básicos.

Nuestros padres pueden enseñarnos conocimiento espiritual de gran


valor, especialmente si el entendimiento de ellos está basado en las
normas y en los valores de Dios. Pero únicamente nuestro Creador
puede darnos el poder para manejar correctamente nuestros
pensamientos y actitudes y resistir las tentaciones que nos
bombardean. Por lo tanto el proceso de llegar a ser justos es un
proceso milagroso que requiere de la intervención directa y activa de
Dios.

Primero, Él nos llama abriendo nuestras mentes al entendimiento de


las Escrituras. Después, Él empieza a enderezar nuestras vidas—si
respondemos voluntariamente a Su llamamiento y cooperamos con
Él.

¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN?
La palabra conversión, como la usamos hoy día en los círculos
religiosos, usualmente implica la aceptación de un sistema de
creencias religiosas. Pero el significado bíblico fundamental es
“volver”—usualmente volverse a Dios.
Esto, desde luego, trae a colación una pregunta crucial: ¿De que nos
alejamos cuando nos volvemos a Dios; ¿qué ponemos a un lado
cuando somos convertidos? O, en palabras diferentes, ¿por qué
necesitamos la conversión? ¿Qué nos separa de Un Recordatorio
Dios en primer lugar?
Como sugerimos en las
El profeta Isaías nos da la respuesta: “He aquí, lecciones anteriores, le
alentamos a que
que no se ha acortado la mano del Eterno para busque, en su propia
salvar; ni se ha agravado su oído para oír; pero Biblia, todas las
vuestras iniquidades han hecho división entre referencias
vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han mencionadas pero que
hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” no son directamente
citadas en esta lección.
(Isaías 59:1-2). El apóstol Juan agrega: “Si Las incluimos para su
decimos que no tenemos pecado, nos beneficio, para
engañamos a nosotros mismos...” (1 Juan 1:8). complementar su
Para recibir las bendiciones y la ayuda de Dios, entendimiento de este
primero debemos volvernos a Él—reconociendo y importante tema.
También puede
volviéndonos de nuestros pecados. aumentar su
entendimiento
Jesús comisionó al apóstol Pablo que fuera a los buscando las
gentiles, diciéndole: “Para que abras sus ojos, referencias bíblicas
para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y citadas en esta lección.
Esto le ayudará a
de la potestad de Satanás a Dios; para que
desarrollar el hábito de
reciban, por la fe que es en mí, perdón de aprender cómo se usa
pecados y herencia entre los santificados” cada pasaje en su
(Hechos 26:18). La instrucción que Cristo le dio contexto original. Si
a Pablo nos provee un breve resumen de cómo usted tiene preguntas
que no son
agrega Dios conversos a Su cuerpo espiritual, “la
contestadas en la
iglesia de Dios” (1 Corintios 1:2). Cada nuevo lección, puede
converso debe alejarse de los caminos de contactarnos por
Satanás, volviéndose a los caminos de Dios. correo electrónico o
Cada uno debe aceptar y responder a los por el servicio de
correo postal. Nuestro
términos y condiciones de Dios para el perdón de departamento de
los pecados. correspondencia
personal hará su mejor
En esta lección examinamos el proceso por el esfuerzo para
cual nuestras vidas pueden volverse a Dios—el contestarlas.
proceso de conversión. Aprenderemos lo que Pedro quiso decir
cuando exhortó a sus conciudadanos, “Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados...” (Hechos
3:19). Examinamos cómo, empezando con el arrepentimiento, los
nuevos conversos pueden volverse de una vida de pecado para llegar
a ser siervos del Dios viviente.

¿QUÉ ES PECADO?
A través de este curso vemos que Dios explica lo que es el pecado.
Pero ahora veremos que las Escrituras nos dan una perspectiva del
pecado aún más amplia de la que ya tenemos. Así que para empezar
esta lección, vamos a examinar los aspectos del pecado más
comúnmente aludidos en la Biblia. Al mismo tiempo aprenderemos
por qué pecamos para tener un mejor entendimiento de la necesidad
del proceso de conversión. Después proseguiremos a los otros
aspectos de arrepentimiento, bautismo y conversión.

¿Cómo define la Biblia el pecado en su forma más directa?

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el


pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).

La ley de Dios define la diferencia entre el bien y el mal, entre el


pecado y la justicia. Como explicó Pablo, “por medio de la ley es el
conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).

¿Qué es el meollo de la ley de Dios?

“Y [Dios] escribió en las tablas... los diez mandamientos que el


Eterno os había hablado en el monte de en medio del fuego, el día de
la asamblea; y... las dio el Eterno [a Moisés]” (Deuteronomio 10:4).

Todos los mandamientos de la Escritura y las otras leyes están


basados en los principios contenidos en los Diez Mandamientos—y los
Diez Mandamientos están basados en los dos grandes aspectos del
amor que reflejan el carácter de Dios (Mateo 22:37-40); comparar 1
Juan 4:8, 16; Romanos 13:9-10).

Pecado es comportarse de una manera que no muestra amor a Dios o


a nuestro prójimo. Daña a otros así como también a nosotros
mismos. Destruye nuestras relaciones unos con otros y con Dios.

(Para una explicación más completa del daño causado por la


trasgresión de los mandamientos de Dios, y los beneficios que
cosechamos por guardarlos, solicite un ejemplar gratuito del folleto
Los Diez Mandamientos.)

¿Qué debemos hacer primero para ser convertidos?

“Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y


guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia,
de cierto vivirá...” (Ezequiel 18:21).

Para ser convertidos—para volvernos del pecado y recibir el perdón


de Dios y el Espíritu Santo—debemos dejar de transgredir Sus leyes y
empezar a desarrollar hábitos de justicia a través de la obediencia a
ellas. “Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se
convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el
impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y
caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá
ciertamente y no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados
que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá
ciertamente” (Ezequiel 33:14-16).

¿Qué tan generalizado está el pecado?

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda,
no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron
inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”
(Romanos 3:10-12; comparar el versículo 23).

La Biblia nos dice que todos hemos cedido a la concupiscencia y el


egoísmo de la naturaleza humana y hemos violado las leyes de Dios.

Consideremos la manera como la Biblia representa varios aspectos


del pecado y, al mismo tiempo, explica por qué pecamos.

¿Son algunos pecados más fácilmente reconocidos que otros?

“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad


sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia,
celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y
envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto
ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21, NVI).

Casi todos entienden que el comportamiento agresivo, hostil y


egoísta es dañino. Pero no todos ven claramente la fuente de tal
comportamiento. Por lo tanto, algunos aspectos del pecado no son
tan obvios como los que Pablo describió a los gálatas.

¿Dónde empieza el pecado?

“Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al


hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos...” (Mateo
15:18-19).

El pecado comienza en nuestras mentes. Empieza con pensamientos,


deseos y actitudes dañinos. Pablo nos dice que “todos nosotros
vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la
voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3; comparar
Romanos 1:28-32; Gálatas 5:24; Colosenses 3: 5-9).
¿Da Jesús ejemplos claros de tales pecados?

“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano,


será culpable del juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano,
será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:22).

“Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros


Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su
corazón está lejos de mí” (Marcos 7:6).

“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,
ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28).

La desobediencia a las leyes de Dios siempre comienza en la mente.


Jesús citó el enojo, la hipocresía y la codicia para ilustrar este
principio. De la misma manera, el apóstol Pedro entendió que el
pecado es el producto de pensar mal. Cuando reprendió a Simón el
mago, Pedro le aconsejó, “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y
ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón” (Hechos 8:22; comparar Salmo 81:11-13).

¿Es un pecado para nosotros contaminar nuestra conciencia?

“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de


corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Timoteo
1:5).

“... Todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23).

Nuestra conciencia es meramente lo que creemos que es correcto o


erróneo, ya sea así o no. Cuando violamos nuestra conciencia,
estamos haciendo algo que pensamos que no deberíamos hacer, y así
estamos transigiendo con lo que pensamos que es erróneo. Pablo
dice que esto es pecado también.

Nosotros enfatizamos que nadie nace automáticamente sabiendo lo


que es correcto y lo que es erróneo. Como ya hemos visto en este
Curso de Estudio Bíblico, el entendimiento de lo correcto y lo erróneo
viene de conocer la ley de Dios. Ese conocimiento se convierte en
parte de nuestra conciencia. Si nosotros actuamos de manera
contraria a ese conocimiento, en la letra o en el espíritu, pecamos. El
apóstol Pablo también advirtió: “Pero el Espíritu dice claramente que
en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a
espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de
mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia” (1 Timoteo 4:1-
2). Si continuamos pecando conscientemente, corremos el riesgo de
“cauterizar” nuestra conciencia y así nos hacemos menos sensitivos al
pecado y nos endurecemos hacia Dios.

¿Es posible vernos a sí mismos como más justos de lo que


somos?

“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban


a los otros, dijo también esta parábola” (Lucas 18:9).

En la parábola que comienza con el siguiente versículo en el


Evangelio de Lucas, Jesús describe a dos hombres, cada uno de los
cuales se ve a sí mismo de manera muy diferente. Jesús ilustra el
punto que es fácil para uno considerarse a sí mismo justo cuando
realmente no lo es. “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era
fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los
otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que
gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos
al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a
mí, pecador” (Lucas 18:10-13).

El fariseo, miembro de una respetada organización religiosa,


observaba los requerimientos externos de la ley. Él aparecía justo a
otros, pero pasaba por alto completamente el propósito general de
muchas de las leyes de Dios—amar y respetar al prójimo de uno. En
su corazón él todavía despreciaba a otras personas. Él señalaba a su
obediencia externa para enaltecerse a sí mismo por encima de otros
en lugar de desarrollar amor verdadero por ellos.

En contraste, el colector de impuestos, miembro de una profesión


despreciada que era notoria por estafar a la gente, podía ver que él
había estado pecando. Él vino ante Dios con arrepentimiento,
buscando Su perdón misericordioso para empezar una vida nueva.
Jesús concluyó Su parábola diciendo, “Os digo que éste descendió a
su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (v. 14).
Únicamente aquellos que se humillan a sí mismos lo suficiente para
reconocer sus actitudes, deseos y motivaciones pecaminosos, pueden
hallar verdadero arrepentimiento. Los que permanecen justos en sus
propios ojos permanecen espiritualmente cegados.

NUESTRA NATURALEZA PECAMINOSA


¿Qué dentro de nosotros nos conduce a pecar?
“La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad
que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es
enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de
hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden
agradar a Dios” (Romanos 8:6-8, NVI; comparar Tito 1:15; Isaías
55:7-8).

Como seres humanos, preferimos hacer las cosas a nuestra manera.


Como resultado de esto podemos desarrollar fácilmente, o consciente
o inconscientemente, resentimiento hacia la autoridad de Dios sobre
nosotros (Colosenses 1:21). Esto es especialmente cierto cuando Sus
instrucciones nos prohíben hacer lo que deseamos.

Entonces se nos hace fácil convertir, usualmente de manera


inconsciente, nuestros resentimientos—nuestra hostilidad hacia lo que
percibimos como la innecesaria interferencia de Dios en nuestros
asuntos—en una activa resistencia a Sus mandamientos.
Simplemente comenzamos a ignorar algunas de Sus leyes o las
reinterpretamos para que se ajusten a nuestros propios puntos de
vista. Así es como nuestra naturaleza pecaminosa, más comúnmente
llamada naturaleza humana, funciona. Estas actitudes erróneas
comienzan en nuestras mentes.

Usualmente disfrazamos las actitudes desobedientes y resentidas a


tal grado que nos engañamos a nosotros mismos en creer que no
existen. Como Jeremías observó: “Nada hay tan engañoso como el
corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías
17:9, NVI). Fácilmente nos engañamos a nosotros mismos en creer
que no estamos haciendo nada malo. Es por eso que las Escrituras
nos dicen, “Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que
acaban por ser caminos de muerte” (Proverbios 14:12, NVI). Nos
cegamos a nosotros mismos respecto a la seriedad de nuestros
propios pecados.

Todos deben enfrentar el problema de una mente engañosa,


pecaminosa. No hay excepciones. La resistencia a las instrucciones de
Dios comienza en nuestros pensamientos y actitudes. Todos hemos
pecado. Todos somos culpables.

¿Reconoció Pablo su naturaleza pecaminosa?

“Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente


humano, y estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que
me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora
bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es
buena, pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el
pecado que habita en mí” (Romanos 7:14-17, NVI).
Pablo entendía bien que su naturaleza humana—cuán engañosa podía
ser. Desde su juventud le habían enseñado a hacer lo que es
correcto. En conformidad con el entrenamiento recibido, él era
excepcionalmente sincero. No obstante, cuando Cristo le abrió su
mente y él pudo verse a sí mismo como realmente era, él reconoció
que se había engañado a él mismo acerca de su propia justicia.
Entonces pudo ver que él había pecado en muchas formas, tanto en
acción como en actitud.

Él concluyó: “Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza


pecaminosa, nada buena habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no
soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo
hace sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que
cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal” (vv. 18-21, NVI).

Pablo no había decidido pecar deliberadamente. No obstante, él podía


mirar en retrospectiva su vida y reconocer que muchas de las cosas
que había hecho eran en verdad pecaminosas, aunque en el
momento él no se había percatado de que eran erróneas y contrarias
a la voluntad de Dios. Al describir su ceguera a sus propias acciones
pecaminosas y su debilidad en cuanto a resistir el pecado, él está
describiendo a cada uno de nosotros.

¿Debemos reconoce nuestros pecados y tratar con ellos?

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros


mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le
hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan
1:8-10; comparar Santiago 1:13-15).

Es un gran reto reconocer que a menudo nuestras actitudes y


acciones no son rectas a los ojos de Dios. Podemos convencernos a
nosotros mismos que nuestros propios caminos son buenos y justos.
Pero para ser verdaderamente convertidos—volvernos a Dios de todo
corazón—debemos examinar voluntaria y cuidadosamente nuestros
propios motivos. Debemos reconocer que todos nosotros somos
susceptibles a deseos que canalizan nuestros pensamientos por
caminos de pecado.

Jesús explicó que nuestras prioridades—lo que es más importante


para nosotros—usualmente determinan nuestras acciones. Él citó
como ejemplo el problema común de la avaricia: “Ningún siervo
puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al
otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a
Dios y a las riquezas. Y oían también todas estas cosas los fariseos,
que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: Vosotros sois
los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas
Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen
por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16:13-15).

Aquello que más apreciamos, determina cómo nos comportamos.


Cuando nuestros valores son defectuosos, buscamos la forma de
justificar nuestros puntos de vista y comportamiento, engañándonos
a nosotros mismos (Santiago 1:22-24).

¿Cuál es un auto-engaño común?

“Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros


Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su
corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como
doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el
mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los
lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras
muchas cosas semejantes” (Marcos 7:6-9; comparar Colosenses
2:8).

Tradiciones sin una base sólida en los principios y leyes de Dios a


menudo nos sirven de excusa para pecar. Razonamos de la siguiente
manera: dado que casi todo mundo las practica, ¿cómo podrían estar
equivocados?

Pero muchas veces están equivocados. Jesús mostró que las


tradiciones religiosas comunes, aunque parezcan rectas
externamente, en realidad pueden ser pecado. “Porque Dios mandó
diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o
a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera
que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello
con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su
madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra
tradición” (Mateo 15:4-6).

Una de las razones por las que Cristo murió por nosotros fue para
pagar nuestra pena por seguir las tradiciones contrarias a las
Escrituras. El apóstol Pedro confirma esto. “... Y si invocáis por Padre
a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada
uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la
cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como
oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero
sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:17-19). Es importante
que examinemos las tradiciones que seguimos para estar seguros de
que no estén en conflicto con la Palabra de Dios.
CÓMO SOMOS TENTADOS
Fuera de las tendencias de nuestra carne, ¿qué o quién es más
responsable por tentarnos a pecar?

“Y dijo Pedro: Ananás, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que
mintieses al Espíritu Santo...?” (Hechos 5:3).

“Y esos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra,


pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la
palabra que se sembró en sus corazones” (Marcos 4:15).

“Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás” (1 Timoteo


5:15).

Las Escrituras algunas veces se refieren a Satanás como el “tentador”


(Mateo 4:3). Él es un maestro en el arte de tentarnos a ceder a
nuestras debilidades y deseos egoístas (Efesios 2:1-3).

Pablo les advirtió a los Cristianos, que habiéndose vuelto de la


influencia de Satanás, no volvieran a rendirse a ella. Él sabía que esto
era un verdadero peligro (2 Corintios 11:3). Él escribió, “Por lo cual
también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de
vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro
trabajo resultase en vano” (1 Tesalonicenses 3:5).

¿Cuál es uno de las principales formas de Satanás de seducir a


las personas a pecar?

“Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se


disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el
mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño
si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo
fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:13-15).

Pocas personas entienden el alcance de la influencia de Satanás sobre


las instituciones y prácticas religiosas del mundo. Satanás ha tenido
éxito proveer para las personas toda clase de preferencia religiosa
posible que ellos podrían imaginarse. El resultado es confusión
religiosa. Sólo por medio de leer y seguir las Escrituras
cuidadosamente (2 Timoteo 3:13-17), podemos salir de la maraña de
confusión y engaño religioso. (Asegúrese de leer “El Papel del Diablo
en la Religión”, página 6).

Debido a que este engaño religioso predomina en el mundo, es


esencial que oremos a Dios y pidamos Su ayuda para entender
correctamente Su Palabra y arrepentirnos de nuestros pecados.
Cuando deseamos cambiar nuestras vidas, y de todo corazón
rendimos nuestra voluntad a Dios, Él promete escuchar y responder.
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8). “Y cualquiera cosa que pidiéremos
la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y
hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan 3:22).

Dios usó al profeta Natán para reprender al rey David por haber
cometido adulterio con Betsabé después de hacer arreglos para que
el esposo de ella muriera en batalla (2 Samuel 12:7-9). David
reconoció sus pecados humildemente y se arrepintió delante de Dios
en oración. Asegúrese de leer y meditar en la oración de
arrepentimiento de David registrada en el Salmo 51:1-3, 6-10. Dios
preservó la oración de arrepentimiento de David como un ejemplo de
la actitud que debemos tener cuando pedimos Su perdón.

LA IMPORTANCIA DEL ARREPENTIMIENTO


Ya hemos aprendido que nos arrepentimos cuando dejamos de pecar
y rendimos nuestras vidas a Dios. El arrepentimiento comienza con el
llamamiento de Dios—cuando Él abre nuestras mentes al
entendimiento correcto de Su Palabra. Entonces debemos pedir Su
ayuda en oración y empezar a estudiar las Escrituras para descubrir
qué es lo que necesitamos cambiar. Hacemos esto al comparar
nuestras creencias, comportamiento, costumbres, tradiciones y
pensamientos con la Santa Biblia. La Palabra de Dios es el único
estándar digno de confianza por medio del cual podemos medir
nuestro comportamiento y actitudes.

Este proceso de auto examen es esencial para que nuestro


arrepentimiento sea genuino, y puede tomar un tiempo considerable,
especialmente si no estamos familiarizados con las Escrituras. Ahora
veamos lo que la Biblia dice acerca del verdadero arrepentimiento y
su importancia respecto a nuestra relación con Dios.

¿Enfatizó Jesús la importancia del arrepentimiento?

“No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”


(Lucas 5:32).

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando


el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y
el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”
(Marcos 1:14-15; comparar Mateo 4:17).
Jesús enseñó que nuestra prioridad más importante debe ser entrar
en el Reino de Dios (Mateo 6:33). Desde el principio de Su ministerio
público Él enfatizó que el arrepentimiento es una parte integral de
alcanzar esa meta.

¿Predicaron el arrepentimiento los profetas de Dios de la


antigüedad?

“Y envió el Eterno a vosotros todos sus siervos los profetas,


enviándoles desde temprano y sin cesar; pero no oísteis, ni
inclinasteis vuestro oído para escuchar cuando decían: Volveos ahora
de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras...”
(Jeremías 25:4-5).

¿Debe continuar siendo predicado este mismo mensaje al


mundo entero?

“Y [Jesús] les dijo: ... era necesario que se cumpliese todo lo que
está escrito de mí... Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en
todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:44-47).

Las Escrituras muestran que Dios es consistente. Desde el principio Él


ha enviado a Sus siervos con el mismo mensaje: “Convertíos, y
apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad
causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con
que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo”
(Ezequiel 18:30-31).

¿Deben arrepentirse todos?

“Os digo... si no os arrepentís, todos pereceréis” (Lucas 13:3;


comparar Hechos 17:30; 2 Pedro 3:9).

¡La vida eterna en el Reino de Dios está disponible únicamente para


los que se arrepienten de sus pecados! No hay excepciones, porque
“todos pecaron, y están destituidos de la gloria de dios” (Romanos
3:23).

¿QUÉ ES EL ARREPENTIMIENTO?
A los ojos de Dios, ¿qué le demuestra que nuestro
arrepentimiento es genuino?

“Y [Juan el Bautista] decía a las multitudes que salían para ser


bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a
huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento... todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa
en el fuego” (Lucas 3:7-9).

“Sino que [Pablo] anunció primeramente a los que están en


Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles,
que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas
de arrepentimiento” (Hechos 26:20).

El arrepentimiento genuino produce un cambio en la forma que


vivimos, aun en la forma que pensamos. Los que dicen que se han
arrepentido pero no producen “frutos dignos de arrepentimiento”
(Mateo 3:8), se engañan a ellos mismos. “Profesan conocer a Dios,
pero con los hechos lo niegan...” (Tito 1:16). “Porque si alguno es
oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al
hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se
considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que
mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en
ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será
bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:23-25).

¿Cuál es la actitud de los que se arrepienten verdaderamente?

“Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al


cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí,
pecador” (Lucas 18:13).

“De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me
aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6).

El verdadero arrepentimiento es más que sólo reconocer que estamos


mal. Aun el deseo de hacer mal debe llegar a ser repulsivo a
nosotros. Dios quiere que “[aborrezcamos] el mal” (Proverbios 8:13),
especialmente el mal que llegamos a reconocer en nosotros mismos.

Debemos querer sinceramente que Dios cambie nuestros corazones.


Como el rey David de la antigüedad, debemos pedirle a Dios que cree
un corazón limpio y un espíritu recto dentro de nosotros (Salmo
51:10). Debemos vernos a nosotros mismos como pecadores y
arrepentirnos genuinamente. Debemos reconocer que nuestros
pecados se originan en nuestros pensamientos, a menudo motivados
por nuestro orgullo y egoísmo, enojo y celos, nuestra codicia y
avaricia—en breve, nuestra naturaleza humana.

¿Confirmó Jesús que el pecado empieza en el corazón?

“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos


pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los
hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia,
la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de
dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23).

Algunas de estas características inherentemente humanas pueden


prevalecer más que otras. No obstante, si le pedimos a Dios
sinceramente que abra nuestros ojos para vernos a nosotros mismos
como somos, podremos reconocer en nosotros mismos muchas
actitudes y comportamientos que las Escrituras definen como
pecaminosos. Entonces debemos ir a Dios en oración para el poder
que necesitamos para apartarnos de esos caminos y reemplazarlos
con la naturaleza y el carácter de Dios que Él revela en las Santas
Escrituras.

¿Incluye el arrepentimiento el cambiar nuestra actitud hacia


los pecados de otros en contra de usted?

“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para


que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a
vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco
vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”
(Marcos 11:25-26).

“Mirad por vosotros mismos. Si t hermano pecare contra ti,


repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día
pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me
arrepiento; perdónale” (Lucas 17:3-4).

Dado que la ley de Dios se basa en amarlo a Él y amar a otros como


nos amamos a nosotros mismos (Marcos 12:31-31), perdonar a otros
es una parte significativa de nuestro arrepentimiento. Jesús enseñó:
“Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian”
(Lucas 6:27-28).

BAUTISMO: ¿POR QUÉ LO NECESITAMOS?


¿Qué parte del proceso de conversión sigue al verdadero
arrepentimiento?

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el


nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don
del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus


pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).
Es a través de bautismo que nos comprometemos formalmente a
volvernos permanentemente del pecado y rendir nuestras vidas a
Dios.

¿Bautizaron Jesús y los apóstoles a los que se arrepentían?

“Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir:
Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan..., salió de Judea y se
fue otra vez a Galilea” (Juan 4:1-3).

“Y mucho0s de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”


(Hechos 18:8).

¿Quiere Jesús que Sus siervos continúen bautizando nuevos


discípulos?

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: ... Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20).

Jesús ordenó a Sus discípulos que continuasen bautizando después de


Su muerte y resurrección. Su promesa de estar con ellos hasta el fin
del mundo—lo cual aún no ha ocurrido—muestra que Su intención fue
que el bautismo fuera parte de las responsabilidades de Sus
seguidores a través de todas las épocas, incluyendo la nuestra.

¿Por qué es importante el bautismo?

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado” (Marcos 16:16).

El bautismo tiene que ver directamente con el perdón de Dios de


nuestros pecados y Su don de salvación. A través de Su muerte
Cristo pagó la pena (Romanos 6:23) por nuestros pecados. En la cena
pascual la noche de Su crucifixión, Jesús bendijo una copa de vino y
les dijo a Sus discípulos, “Porque esto es [representa] mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los
pecados” (Mateo 26:28).

Pablo explicó que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Luego Él agregó, “... estando ya justificados en su sangre, por él
seremos salvos de la ira” (v. 9). Pablo también escribió, “Palabra fiel
es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él” (2
Timoteo 2:11).
¿De qué forma morimos con Cristo?

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo
Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Romanos 6:3).

El bautismo es una ceremonia de sepultura—ordenada por Jesús


mismo—a través de la cual aceptamos Su muerte como un sacrificio
por nuestros pecados. “Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3-4).

Pablo también explicó: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos


de la gloria de Dios, siendo justificados [considerados sin pecado]
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre...” (Romanos 3:23-25).

A través de la ceremonia del bautismo nos unimos simbólicamente


con Cristo en muerte. “Porque si fuimos plantados juntamente con él
en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su
resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin
de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:5-6).

¿Qué responsabilidad viene con el bautismo?

“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el


bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”
(Romanos 6:4).

“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos


para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado
en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado
como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a
Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios
como instrumentos de justicia” (vv. 11-13).

El bautismo significa el final de una vida de pecado habitual y el


principio de una nueva vida dedicada a la justicia. “... Renunciando a
la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas
obras” (Tito 2:12-14).
¿Incluye esta responsabilidad vivir una vida de obediencia?

“Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra


que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

“Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer


a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29; comparar 2 Corintios
10:3-5).

Las enseñanzas de la Biblia entera—tanto el Antiguo como el Nuevo


Testamentos—se convierten en nuestra guía para la vida. El Nuevo
Testamento explica cómo debemos aplicar las enseñanzas del Antiguo
Testamento bajo el Nuevo Pacto. El énfasis del Nuevo Pacto está en
la implementación apropiada del espíritu—la intención—de las leyes
de Dios.

Ya no podemos seguir viviendo como nos plazca, ignorando las


instrucciones de Dios. Jesús dejó esto bien claro: “No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace
la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en
aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,
hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23). Debemos vivir en obediencia
a la ley de Dios, no en desobediencia.

¿Por qué fue bautizado Jesús?

Mat 3:13 Entonces Jesús vino de Galilea á Juan al Jordán, para ser
bautizado de él.

Mat 3:14 Mas Juan lo resistía mucho, diciendo: Yo he menester ser


bautizado de ti, ¿y tú vienes á mí?

Mat 3:15 Empero respondiendo Jesús le dijo: Deja ahora; porque así
nos conviene cumplir toda justicia. Entonces le dejó.

Mar 1:9 Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de


Galilea, y fué bautizado por Juan en el Jordán.

Jesús nació para ser un ejemplo perfecto para nosotros como un ser
humano físico. Aunque Él nunca pecó y no necesitó ningún perdón,
fue bautizado para mostrarnos el ejemplo que debemos seguir. Así
como él fue bautizado, así debemos ser bautizados. Él personalmente
nos mostró que el bautismo es el camino que Él estableció para que
nosotros nos unamos con él en muerte para que nuestros pecados
puedan ser perdonados.
¿Deben los niños ser bautizados?

Hechos 18:8 Y Crispo, él prepósito de la sinagoga, creyó al Señor


con toda su casa: y muchos de los Corintios oyendo creían, y eran
bautizados.

Hechos 2:41 Así que, los que recibieron su palabra, fueron


bautizados: y fueron añadidas á ellos aquel día como tres mil
personas.

Hechos 8:12 Mas cuando creyeron á Felipe, que anunciaba el


evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se
bautizaban hombres y mujeres.

El bautismo es para personas suficientemente maduras para


comprender y creer el significado del arrepentimiento y bautismo.
Excepto en raras ocasiones para algunos en sus últimos años de
adolescencia, la mayoría de los niños no tienen la suficiente edad
para evaluar por qué pecan. Ellos simplemente no son lo
suficientemente maduros para entender su propia naturaleza y lo que
está mal con ella.

Los niños son preciosos para Dios. Jesús tomó a los niños pequeños
en Sus brazos y los bendijo (Marcos 10:13-16). Pero en cada ejemplo
específico de bautismo mencionado en la Biblia, vemos que los que
estaban siendo bautizados tenían la edad suficiente y eran lo
suficientemente maduros para entender el arrepentimiento, el
bautismo y la seriedad de su compromiso. Únicamente aquellos que
son lo suficientemente maduros para producir los frutos de
arrepentimiento deben ser bautizados.

¿Es algunas veces necesario rebautizar adultos?

Hechos 19:3 Entonces dijo: ¿En qué pues sois bautizados? Y ellos
dijeron: En el bautismo de Juan.

Hechos 19:4 Y dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de


arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había
de venir después de él, es á saber, en Jesús el Cristo.

Hechos 19:5 Oído que hubieron esto, fueron bautizados en el


nombre del Señor Jesús.

Aunque estas personas habían sido sumergidos por el bautismo de


Juan el Bautista, ello son habían recibido el Espíritu Santo (versículo
2). Únicamente quienes reciben el Espíritu de Dios son discípulos
convertidos de Cristo (Romanos 8:9). Pablo los rebautizó en el
nombre de Jesucristo para que ellos pudieran recibir el Espíritu Santo.
Hoy día muchas personas han sido bautizadas sin haber entendido
qué es pecado o qué conlleva el verdadero arrepentimiento. Ellos,
también, necesitarían ser rebautizados para recibir el Espíritu de Dios
y ser convertidos.

¿Cómo debemos ser bautizados?

Juan 3:23 Y bautizaba también Juan en Enón junto á Salim, porque


había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

Mat 3:16 Y Jesús, después que fué bautizado, subió luego del agua;
y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vió al Espíritu de Dios que
descendía como paloma, y venía sobre él.

Notemos que Juan el Bautista escogió un lugar donde había “muchas


aguas” para bautizar a los que venían a él. Y Jesús “subió... del agua”
cuando fue bautizado. ¿Por qué son significativas estas palabras? La
palabra griega baptizo significa “poner dentro de” o “sumergir”.

Jesús nos dejó el ejemplo de ser completamente sumergido en agua


en un lugar donde había “muchas aguas” para hacer esto posible.
Todos los otros ejemplos de bautismos por los discípulos de Cristo
mencionados en las Escrituras, siguen este patrón. Por ejemplo,
leemos en Hechos 8:38 que “descendieron ambos al agua, Felipe y
el eunuco; y [Felipe] bautizóle”. No existe ningún ejemplo bíblico
de cualquier otra forma de bautismo por agua.

El simbolismo del bautismo, como la sepultura del viejo hombre,


requiere de una ceremonia que represente un verdadero entierro.
Únicamente el bautismo por inmersión cumple este requisito
simbólico. Por tanto, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador,
nosotros también debemos ser sumergidos completamente en agua
cuando somos bautizados, sepultando simbólicamente el viejo
hombre con Él en una sepultura acuática.

LA GRACIA Y EL PERDÓN DE DIOS


Puesto que Dios perdona nuestros pecados en el bautismo,
necesitamos apreciar cuán grande es el perdón. Al mismo tiempo, no
obstante, necesitamos entender que el perdón conlleva obligaciones.
También necesitamos entender que algunos maestros religiosos, que
afirman representar a Cristo, a menudo malentienden y hacen mal
uso de la misericordia y el perdón de Dios.

En las Escrituras el perdón de dios a menudo es asociado


directamente con la palabra gracia, la cual se refiere al favor
inmerecido que recibimos de Dios. Gracia está también
estrechamente relacionada con la palabra don. Usualmente se refiere
a un don o favor inmerecido, tal como los dones de Dios de perdón y
vida eterna. Es esencial que nosotros entendamos el verdadero
significado y propósito de la gracia y perdón de Dios. Los conceptos
están estrechamente vinculados en las Escrituras. Ambos son
cruciales para nuestra salvación.

No obstante, la gracia de Dios es a menudo representada de manera


falsa por muchos maestros religiosos.

¿Cómo es malentendida y usada de manera errónea la gracia


de Dios?

Judas 1:4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente,


los cuales desde antes habían estado ordenados para esta
condenación, hombres impíos, convirtiendo la gracia de nuestro
Dios en disolución...”

Aún en los días de los apóstoles de Cristo, “falsos apóstoles” (2


Corintios 11:13) comenzaron a malinterpretar las Escrituras y las
enseñanzas de Jesús. Ellos representaron de manera equivocada la
gracia de Dios—especialmente en los escritos de Pablo (2 Pedro 3:15-
16)—como licencia para ignorar las leyes de Dios. Esta tergiversación
de las Escrituras, la cual continúa en muchos círculos religiosos,
equivale a permiso para pecar.

¿Qué ofrecen tales maestros en lugar de la ley de Dios?

2 Pedro 2:18 Porque hablando arrogantes palabras de vanidad,


ceban con las concupiscencias de la carne en disoluciones á los
que verdaderamente habían huído de los que conversan en error;

2 Pedro 2:19 Prometiéndoles libertad, siendo ellos mismos siervos


de corrupción. Porque el que es de alguno vencido, es sujeto á la
servidumbre del que lo venció.

La verdadera meta de los falsos maestros siempre ha sido una falsa


libertad de la autoridad y de las leyes de Dios. Pedro describe a los
maestros que promueven conceptos torcidos de “libertad” como
“aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia é
inmundicia, y desprecian la potestad” (v. 10).

De hecho, ellos han representado mal la gracia de Dios como


independencia de Su ley—la misma ley que define el pecado. Ellos
abogan por una clase de libertad—una liberación de cualquier
obligación de obedecer los mandamientos de Dios—que no es
enseñada en ninguna parte de la Biblia. Ellos son gobernados por su
naturaleza humana, la mente carnal que Pablo describe diciendo que
“no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Romanos 8:7).

No obstante, ellos han tenido éxito en convencer a una parte


significativa de la Cristiandad profesa que la gracia de Dios apoya su
falso concepto. Debemos tener cuidado de no permitirnos nunca el
ser influenciados por ninguna enseñanza que convierta la gracia en
licencia para pecar.

¿Cómo describe Pedro a los que abrazan esta libertad


engañosa?

2Pedro 2:20 Ciertamente, si habiéndose ellos apartado de las


contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y
Salvador Jesucristo, y otra vez envolviéndose en ellas, son
vencidos, sus postrimerías les son hechas peores que los
principios.

2Pedro 2:21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el


camino de la justicia, que después de haberlo conocido, tornarse
atrás del santo mandamiento que les fue dado.

2Pedro 2:22 Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El


perro se volvió á su vómito, y la puerca lavada á revolcarse en el
cieno.

¿Qué clase de libertad enseña la Biblia?

Romanos 6:22 Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos á


Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida
eterna.

Santiago 2:12 Así hablad, y así obrad, como los que habéis de ser
juzgados por la ley de libertad.

Santiago 1:25 Mas el que hubiere mirado atentamente en la


perfecta ley, que es la de la libertad, y perseverado en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este tal será
bienaventurado en su hecho.

Hoy día la enseñanza de que la fe es todo lo que necesitamos para el


perdón y la salvación es popular. Pero, de acuerdo a las Escrituras,
nosotros somos “libertados del pecado” para convertirnos en los
“siervos de Dios”. Debemos ser “hacedores de la obra”. Así que
examinemos lo que las Escrituras realmente enseñan acerca de la
relación entre la fe, las obras y la obediencia a Dios.
¿Revelan las Escrituras que la fe debe ser acompañada por
obras?

Santiago 2:17 Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí


misma.

Santiago prosigue y explica por qué la fe sin obras (acciones que


prueban que nuestra fe en Dios es genuina) es “muerta”—
totalmente inútil.

Santiago 2:20-26 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin


obras es muerta?

¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando
ofreció á su hijo Isaac sobre el altar?

¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue perfecta por las
obras?

Y fue cumplida la Escritura que dice: Abraham creyó á Dios, y le fué


imputado á justicia, y fué llamado amigo de Dios.

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no


solamente por la fe.

Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras,


cuando recibió los mensajeros, y los echó fuera por otro camino?

Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin
obras es muerta.

El punto de Santiago es que nuestras acciones demuestran si nuestra


fe es genuina. Abraham probó que su fe era auténtica por lo que él
hizo. Santiago explica que nosotros necesitamos seguir el ejemplo de
Abraham.

Pablo concluyó su discusión sobre la importancia de la fe enfatizando:


Romanos 3:31 “¿Luego deshacemos la ley por la fe? En ninguna
manera; antes establecemos la ley”. Tanto la fe como la ley de
Dios son componentes esenciales de arrepentimiento—y del
proceso de conversión.

¿POR QUÉ DEBEMOS SER RECONCILIADOS


CON DIOS?
¿Cómo afecta el pecado nuestra relación con Dios?
Isaías 59:1-2 “HE aquí que no se ha acortado la mano de Jehová
para salvar, ni hase agravado su oído para oir:

Mas vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro


Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros,
para no oir”.

¿Cuál es la solución a nuestra separación de Dios?

Isaías 55:6-7 “Buscad á Jehová mientras puede ser hallado, llamadle


en tanto que está cercano.

Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y


vuélvase á Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios
nuestro, el cual será amplio en perdonar”.

¿Cómo podemos ser reconciliados con Dios?

Romanos 5:9-11 “Luego mucho más ahora, justificados en su


sangre, por él seremos salvos de la ira.

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliado con Dios por la


muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos
salvos por su vida.

Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por el cual hemos ahora recibido la reconciliación”
(Comparar 2 Corintios 5:18-20).

¿Espera Dios de nosotros que nos esforcemos por ser sin


mancha después de nuestra reconciliación con Él?

Colosenses 1:21-23 “A vosotros también, que erais en otro tiempo


extraños y enemigos de ánimo en malas obras, ahora empero os
ha reconciliado

En el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos,


y sin mancha, é irreprensibles delante de él:

Si empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de


la esperanza del evangelio que habéis oído; el cual es predicado á
toda criatura que está debajo del cielo; del cual yo Pablo soy
hecho ministro”.

Los que son reconciliados con Dios a través de la fe en el sacrificio de


Cristo deben continuar viviendo “en la fe”—es decir, en armonía con
las creencias fundamentales enseñadas de toda palabra de Dios
(Mateo 4:4).
¿Qué pecados son cubiertos por la sangre de Cristo?

Romanos 3:24-25 “Siendo justificados gratuitamente por su gracia


por la redención que es en Cristo Jesús;

Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para


manifestación de su justicia, atento á haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados”.

En nuestro bautismo Dios perdona nuestros pecados pasados


—“pecados previamente cometidos”—de los cuales nos hemos
arrepentido y hemos dejado de practicarlos. Pero Su gracia y
misericordia nunca nos dan permiso para continuar pecando.
Notemos cómo empezó Pablo su explicación del bautismo: “¿PUES
qué diremos? Perseveraremos en pecado para que la gracia
crezca? En ninguna manera. Porque los que somos muertos al
pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).

Cristo murió para pagar por nuestros pecados y conducirnos al


arrepentimiento. Él nunca intentó que malinterpretáramos la gracia y
el perdón como permiso para ignorar las enseñanzas medulares que
Dios reveló a través de las Escrituras antes de que Él naciera. En
lugar de eso, Él enseñó, como ya hemos leído, que “no sólo de pan
vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4).

¿Por qué necesitamos la gracia de Dios?

Efesios 2:8-10 “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios:

No por obras, para que nadie se gloríe.

Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas


obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas”.

Nada que nosotros hagamos puede ganarnos el perdón y la salvación.


Ambos son dones de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió
Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para
que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es
condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó
en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:16-18).

¿Es la fe en la gracia de Dios a través del sacrificio de Cristo


necesaria para el perdón?
Colosenses 2:11-13 “En el cual también sois circuncidados de
circuncisión no hecha con manos, con el despojamiento del cuerpo
de los pecados de la carne, en la circuncisión de Cristo; sepultados
juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis
con él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los
muertos. Y á vosotros, estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os vivificó juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados”.

2 Tesalonicenses 1:11-12 “Por lo cual, asimismo oramos siempre


por vosotros, que nuestro Dios os tenga por dignos de su
vocación, e hincha de bondad todo buen intento, y toda obra de fe
con potencia, para que el nombre, de nuestro Señor Jesucristo sea
glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro
Dios y del Señor Jesucristo”.

¿Debe nuestra fe en el perdón de Dios afectar nuestra


conciencia?

Hebreos 10:19-22 “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar


en el santuario por la sangre de Jesucristo,

por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es,
por su carne; y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los
cuerpos con agua limpia.

Una vez que nuestro “viejo hombre” es sepultado a través del


bautismo, Dios quiere que dejemos atrás todos los sentimientos de
culpa por pecados pasados. Él quiere que sigamos adelante con la
confianza de que nuestros pecados han sido perdonados por Él.
Debemos comenzar una nueva vida olvidando el pasado.

Pablo describe la actitud de una conciencia limpia que Dios quiere


para nosotros. “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haber lo
ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome á lo que está delante, prosigo al
blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.
Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos...”
(Filipenses 3:13-15).

¿ES IMPORTANTE NUESTRA CONCIENCIA?


¿Debemos esforzarnos por mantener una conciencia limpia
después de ser bautizados?

“Pues el fin del mandamiento es la caridad nacida de corazón limpio,


y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5).

“Por lo cual es necesario que le estéis sujetos, no solamente por la


ira, mas aun por la conciencia” (Romanos 13:5).

“Porque esto es agradable, si alguno á causa de la conciencia delante


de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente” (1 Pedro 2:19).

¿Nos perdonará Dios si pecamos después del bautismo?

“HIJITOS míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si


alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, á
Jesucristo el justo; y él es la propiciación por nuestros pecados: y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”
(1 Juan 2:1-2; comparar 1 Juan 1:7-9).

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos


perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad” (1 Juan
1:9).

Debemos esforzarnos diligentemente por no pecar, especialmente


después de ser bautizados. Pero todavía no somos seres perfectos.
Como Pablo dijo: “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo
ya alcanzado” (Filipenses 3:13). Por tanto, cuando nos arrepentimos
genuinamente de pecados cometidos después del bautismo, Dios nos
perdona igual que como lo hace en el momento del bautismo.

La clave radica en una actitud de un corazón arrepentido. Después de


haber corregido a los miembros de la iglesia de Corinto por ciertas
actitudes de pecado (1 Corintios 3:1-4), Pablo los alabó por haberse
arrepentido. “Porque aunque os contristé por la carta, no me
arrepiento, bien que me arrepentí; porque veo que aquella carta,
aunque por algún tiempo os contristó, ahora me gozo, no porque
hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para
arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para
que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.

“Porque el dolor que es según Dios, obra arrepentimiento saludable,


de que no hay que arrepentirse; mas el dolor del siglo obra muerte.
Porque he aquí, esto mismo que según Dios fuisteis contristados,
cuánta solicitud ha obrado en vosotros, y aun defensa, y aun enojo, y
aun temor, y aun gran deseo, y aun celo, y aun vindicación. En todo
os habéis mostrado limpios en el negocio” (2 Corintios 7:8-11).
¿Cuán grandes son la misericordia y el perdón de Dios?

“Venid luego, dirá Jehová, y estemos á cuenta: si vuestros pecados


fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren
rojos como el carmesí, vendrán á ser como blanca lana” (Isaías
1:18).

“Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, Y grande en


misericordia para con todos los que te invocan” (Salmo 86:5).

El rey David oró: “De los pecados de mi mocedad, y de mis


rebeliones, no te acuerdes; Conforme á tu misericordia acuérdate de
mí, Por tu bondad, oh Jehová” (Salmo 25:7). En otros salmos él alabó
a Dios por la bondad y misericordia que Él le había mostrado. De las
palabras de David nosotros, también, podemos apreciar el abundante
amor, misericordia y perdón de Dios.

David escribe: “Bendice, alma mía, á Jehová, Y no olvides ninguno de


sus beneficios.

Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus


dolencias;

el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y


misericordias” (Salmo 103:2-4).

“Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en


misericordia.

No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo. No


ha hecho con nosotros conforme á nuestras iniquidades; Ni nos ha
pagado conforme á nuestros pecados. Porque como la altura de los
cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le
temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de
nosotros nuestras rebeliones” (Salmo 103:8-12).

David continúa: “Como el padre se compadece de los hijos, Se


compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra
condición; acuérdase que somos polvo. El hombre, como la hierba
son sus días, florece como la flor del campo. Que pasó el viento por
ella, y pereció: Y su lugar no la conoce más. Mas la misericordia de
Jehová desde el siglo y hasta el siglo sobre los que le temen, y su
justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y
los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra”
(Salmo 103:13-18)
Tan grande es la misericordia de Dios que nosotros también
debemos decir, “ALABAD á Jehová, porque es bueno; porque para
siempre es su misericordia” (Salmo 118:1).

FE, DECISIÓN Y COMPROMISO


¿Cuál debe ser nuestra principal prioridad una vez que nos
arrepentimos y somos bautizados?

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia...” (Mateo


6:33).

“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).

“Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y


amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis
servir á Dios y á Mammón” (Mateo 6:24).

Dios quiere que nuestra obediencia a Él y nuestra búsqueda de Su


justicia y Su Reino estén por delante de cualquier otra cosa en
esta vida. No obstante, nuestro compromiso de servirle de todo
corazón, puede ocasionarnos el tener que hacer decisiones
difíciles. Pablo explica: “...Todos los que quieren vivir píamente en
Cristo Jesús, padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). Por tanto,
debemos evaluar, por anticipado, cuán fuerte es nuestro
compromiso con Dios para estar preparados para hacer las
decisiones que Él quiere que hagamos.

¿Promete Dios ayudar a los que confían en él cuando


enfrentan decisiones difíciles?

“No os ha tomado tentación, sino humana: mas fiel es Dios, que no


os dejará ser tentados más de lo que podeís llevar; antes dará
también juntamente con la tentación la salida, para que podáis
aguantar” (1 Corintios 10:13).

Dios nos dice que “muchos son los males del justo; mas de todos
ellos lo librará Jehová.” (Salmo 34:19). Un excelente ejemplo de
cómo Dios libra a sus fieles siervos de una crisis aparece en el
recuadro titulado: “Un Emotivo Ejemplo de Fe”. Asegúrese de leerlo.

¿Cómo responde Dios a quienes rehúsan confiar en Él?

“Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de


Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión
mía: comerán pues del fruto de su camino, y se hartarán de sus
consejos. Porque el reposo de los ignorantes los matará, y la
prosperidad de los necios los echará á perder. Mas el que me oyere,
habitará confiadamente, y vivirá reposado, sin temor de mal”
(Proverbios 1:29-31).

Nuestro compromiso con Dios es necesario (Marcos 8:34-38). Él nos


dice, “Mas á aquél miraré que es pobre y humilde de espíritu, y que
tiembla á mi palabra” (Isaías 66:2). Su respuesta a nosotros depende
en gran parte en si confiamos en Él, en si nuestra fe en Él es sólida.
(Asegúrese de leer el recuadro “¿Qué tan importantes son nuestras
decisiones?”.

PORQUE NECESITAMOS EL ESPÍRITU SANTO


¿Podemos, por sí mismos, cumplir nuestro compromiso con
Dios?

“Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues
es don de Dios” (Efesios 2:8).

“Entonces Jesús dijo á sus discípulos: De cierto os digo, que un rico


difícilmente entrará en el reino de los cielos. Mas os digo, que más
liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que
entrar un rico en el reino de Dios. Mas sus discípulos, oyendo estas
cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá
ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para con los hombres
imposible es esto; mas para con Dios todo es posible.” (Mateo 19:23-
26).

En el bautismo comprometemos nuestra vida a Dios. Pero, de sí


mismos, no poseemos ni el poder ni la fe para guardar ese
compromiso como debemos. Necesitamos desesperadamente el
poder divino para que nos ayude a cumplir el maravilloso
llamamiento de Dios. Esa fuerza viene como un don de Dios.

¿Cómo recibimos el poder de Dios?

“Mas recibiréis la virtud [el poder] del Espíritu Santo que vendrá
sobre vosotros...” (Hechos 1:8).

Como explicó Pablo: “…Dios es el que en vosotros obra así el querer


como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Él también
escribió, con gran confianza, “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Filipenses 4:13).

Al igual que el bautismo, ¿es necesario recibir el Espíritu de


Dios para ser convertido?
“Y Pedro les dice: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en
el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere


de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es
nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es” (Juan 3:5-6).

¿Cómo y cuándo da Dios Su Espíritu?

“Y los apóstoles que estaban en Jerusalén, habiendo oído que


Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron á Pedro y á
Juan: los cuales venidos, oraron por ellos, para que recibiesen el
Espíritu Santo; (Porque aun no había descendido sobre ninguno de
ellos, mas solamente eran bautizados en el nombre de Jesús.)
Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo”
(Hechos 8:14-17).

Las Escrituras, a manera de ejemplo, muestran que Dios


normalmente da el Espíritu Santo a quines son bautizados cuando los
verdaderos ministros de Cristo oran por ellos conforme les imponen
las manos (Hechos 8:14-17; 19:5-6). En Hebreos 6:1-2 la
“imposición de manos” se encuentra en la lista de “la palabra del
comienzo de la doctrina de Cristo” que constituyen las doctrinas
fundamentales de la Iglesia—lo cual muestra que es un procedimiento
que debemos practicar todavía.

¿CUÁNDO DEBEMOS SER BAUTIZADOS?


¿Qué tan pronto fue bautizado Pablo después de que Dios lo
llamó?

“Ahora pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate, y lava tus


pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).

Después de que Cristo se le apareció a Pablo en el camino a


Damasco, Él le envió a un hombre llamado Ananás quien habló las
palabras de arriba para que Pablo pudiera recuperar su vista, fuera
bautizado y fuera lleno del Espíritu Santo (Hechos 9:17-18). Pablo
fue bautizado inmediatamente.

Algunas veces las personas retrasan el bautismo porque piensan que


primero deben llegar a ser perfectos. Otros piensan que no han
aprendido lo suficiente. Pero tal razonamiento es incorrecto. Las
Escrituras registran muchos ejemplos de personas quienes, cuando
oyeron la explicación de la verdad de Dios, vieron la necesidad de ser
Puntos a Considerar

El propósito de estas preguntas


es servir como una ayuda de
estudio, para que usted
profundice en los conceptos
bautizadas inmediatamente (Hechos discutidos en esta lección y para
2:41; 8:12, 26-38; 16:30-33; 18:8). ayudarle a aplicarlos en su vida
personal. Le sugerimos que tome
El ser bautizados y recibir el Espíritu el tiempo para escribir sus
Santo son el principio de una nueva respuestas a estas preguntas y
las compare con las escrituras
vida en Cristo. Debemos solicitar el dadas. Por favor siéntase en
bautismo tan pronto como sea posible libertad de escribirnos con
después de arrepentirnos. Una vez que cualesquiera comentarios o
entendemos que nuestra anterior forma sugerencias, incluyendo
de vida necesita ser cambiada y preguntas acerca del curso o de
esta lección.
sinceramente queremos cambiarla, ¿Cómo define la Biblia el pecado,
debemos tener la ayuda de Dios para y qué tan esparcido está el
seguir adelante. Recibimos esa ayuda al pecado? (1 Juan 3:4;
ser bautizados y al recibir Su Espíritu. Deuteronomio 10:4; Mateo
22:37-40; Romanos 3:10-12, 20,
23).
¿Con quién debemos consultar para
el bautismo? ¿Son algunos pecados obvios
mientras que otros están
“¿Cómo, pues invocarán á aquel en el escondidos dentro de nosotros?
cual no han creído? ¿Y cómo creerán á
aquel de quien no han oído? ¿Y cómo (Gálatas 5:19-21; Marcos 7:20-
oirán sin haber quien les predique? ¿Y 23; 1 Timoteo 5:24).
cómo predicarán si no fueren enviados?
 ¿Qué hay dentro de
Como está escrito: Cuán hermosos son nosotros que nos
los pies de los que anuncian el conduce a pecar?
evangelio de la paz, de los que ¿Qué debemos
anuncian el evangelio de los bienes!” hacer para tratar
con el auto engaño
(Romanos 10:14-15).
y vencerlo?
(Romanos 8:6-8;
Ya que el bautismo es el paso más Jeremías 17:9;
importante que podemos tomar en esta Proverbios 14:12;
vida, debemos estar seguros de 1 Juan 1:8-10).
consultar con un ministro que es  ¿Qué influencias
fuera de nosotros
verdaderamente “enviado” por Dios—un mismo pueden
ministro que fielmente enseñe y guarde tentarnos a pecar?
todos los mandamientos de Dios y (Hechos 5:3;
entienda correctamente las enseñanzas Marcos 4:15, 18-
de las Escrituras. 19; Mateo 13:20-
21; Efesios 2:1-3).

¿QUÉ SIGUE DESPUÉS?  ¿Es la ayuda de


Dios necesaria aun
para comenzar a
Está más allá del alcance de esta arrepentirnos del
lección cubrir todo lo que Dios hace por pecado y volvernos
nosotros a través de Su Espíritu. En la a Dios? (Juan 6:44;
siguiente lección, no obstante, Hebreos 4:15-16;
examinaremos cómo Dios, a través del Romanos 2:4).
Espíritu Santo, obra en aquellos que se
 ¿Deben
arrepentirse todos?
(2 Pedro 3:9;
Hechos 17:30;
Lucas 13:1-3).

 ¿Qué es el
han arrepentido y son bautizados para transformar su carácter para
que refleje Su carácter santo y justo. Examinaremos los detalles de
cómo Dios continúa el proceso de conversión después del bautismo,
creando, en Sus siervos, Su propia naturaleza divina.

Mientras tanto, sugerimos que usted separe tiempo para estudiar


cuidadosamente el Evangelio de Lucas. Este relato de las buenas
noticias de Jesucristo está enfocado de manera particular en Sus
enseñanzas acerca del arrepentimiento y la conversión. Sugerimos
que usted comience cada período de estudio con oración. Pídale a
Dios que le dé entendimiento. Pídale que le ayude a poner en práctica
en su vida lo que usted lee. Después de que usted haya terminado de
estudiar Lucas, le sugerimos que repase lo que ha aprendido en esta
lección.

Si usted desea consultar personalmente, puede comunicarse a


nuestra oficina más cercana y pedir información sobre cómo
entrevistarse con un fiel ministro de Jesucristo que esté encargado de
su área. Todos los ministros que recomendamos guardan los
mandamientos de Dios y están bien entrenados en el entendimiento
de la Biblia. Ellos residen en muchas áreas en todas partes del
mundo. Usted puede consultar con ellos gratuitamente y sin ninguna
obligación de su parte.

Para mayor información sobre los temas cubiertos en esta lección,


asegúrese de solicitar los siguientes folletos gratuitos:

Nuestro Asombroso Potencial Humano

El Camino Hacia la Vida Eterna

Usted Puede Tener una Fe Viva

La Iglesia Que Edificó Jesucristo

Los Diez Mandamientos

Para recibir estos folletos gratuitamente, por favor comuníquese a la


dirección de nuestra oficina en su país que aparece enseguida.

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