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Pilus
Pilus
Pilus usaba sólo botas vaqueras. Un pañuelo café en el cuello y una pajita
siempre colgando de su boca. Cuando hablaba, lo hacía entrecerrando los
ojos y mirando de reojo por debajo del ala de su sombrero. Cada frase que
decía, era de alguna película o serie de la televisión. Debe ser porque Pilus
nació y se crió al lado del televisor. Ahí, nadie lo vio jamás, nadie se dio
cuenta de que nuestra mascota miraba programas de televisión y se
aprendía los diálogos. Debe ser porque Pilus es un virus. Un virus
microscópico como todos pero además de microscópico es un poco más
bajito que lo normal. Un virus microscópico bajito.
Algunas noches, Pilus dormía con alguno de los niños. La Amelia ponía una
luz rosada muy suave para que Pilus no tuviera miedo y Emilio lo dejaba
jugar videojuegos hasta bien tarde en la noche.
Menos mal que encontramos comida para virus donde un amigo que
trabaja en un laboratorio de esos donde se hacen experimentos. No se
veía muy apetitosa, la verdad, pero creo que los virus no son muy
mañosos. El sabor a damasco se lo dimos diluyendo un poco de jugo en
polvo sabor damasco, obviamente.
Al pasar del tiempo, Pilus había aprendido muchas cosas que los niños le
enseñaron. Sabía andar en patines, tocar la batería, jugar videojuegos,
tocar el metalófono y hacer muffins, eso sí, sin encender el horno porque
eso debe hacerlo una persona grande.
Un día que los niños salieron conmigo, a recorrer plazas, decidieron llevar
a Pilus. Se veía bien elegante con su correa azul. Como era primera vez
que andaba en auto, se fue todo el camino mirando por la ventana. Se
entretenía mirando los autos pasar y los extraños edificios tan diferentes a
los que hay en su pueblo natal. Cuando el brillo de los rayos del sol se
colaba por entre las ramitas de los árboles y llegaban hasta su cara, Pilus
cerraba los ojitos rápidamente para no encandilarse. Esto le daba una risa
tan divertida que contagiaba a los niños.
¡Un monstruo, un monstruo! Gritaba Pilus como loco. Los niños trataron
de calmarlo mientras Raúl se fue a mi lado del vidrio muy enojado porque
en su vida de insecto jamás lo habían tratado de monstruo. Le habían
dicho “bicho”, “bicharraco”, “insecto molestoso” y hasta lo habían
perseguido más de una vez con un matamoscas por varias cuadras para
darle muerte. Pero nunca, nunca le habían dicho “monstruo” y eso lo
enfadó mucho. ¿Qué se habrá creído ese virus de porquería? Nos dimos
cuenta con los niños que estos dos no serían amigos tan fácilmente.
Cuando se calmó Pilus, Emilio le explicó que Raúl era un amigo muy
querido que siempre viaja con nosotros. Que no es un moustruo, que se
puede entender que para un virus, un insecto puede parecer pero no es,
definitivamente un monstruo y que si se disculpa, podría tenerlo como
amigo y hasta podrían salir juntos de fiesta o de vacaciones, si es que los
virus tienen o conocen lo que son las vacaciones.
Desde que Pilus y Raúl dejaron atrás sus diferencias, se hicieron muy
buenos amigos. Jugaban todos los días y reían mucho, sobre todo cuando
jugaban al futbol y Pilus quedaba aplastado y pegado a la pelota.
Entonces, Raúl volaba lo más rápido que podía, tratando de no darse
demasiados porrazos debido a los ataques de risa que le daba ver a su
amigo rodando pegado a la pelota. De todos modos, Raúl también tenía
problemas cuando se enredaba en la hélice del helicóptero de control
remoto que tenía Emilio: Pilus controlaba la aeronave y hacía carreras de
vuelo contra Raúl pero las hélices provocaban una corriente de aire que lo
atraía y Raúl se enredaba, daba como mil vueltas y salía disparado para
quedar aplastado contra la pared. ¡Como reían los dos amigos!
Cuando me llamaron para contarme, les sugerí que bebiera harta agua
para… ya saben para qué. Pero no les pareció una idea muy limpia y
además Pilus no sabe nadar. Es cierto, les dije y desechamos la idea.