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Hasta ahora se suponía que la película de guerra más importante era Rescatando
al soldado Ryan, la obra maestra de Steven Spielberg que por razones
inexplicables no se llevó el Óscar en 1999. Desconcertó al mundo que ganara el
premio Shakespeare in Love, una producción que no se compara con la
complejidad de una historia llena de soldados, tanques, balas, cañones, aviones y
hasta pueblos enteros destruidos. Aun así, Spielberg ganó el premio al mejor
director, su filme recibió otros cuatro reconocimientos y al final recaudó más de
480 millones de dólares.
De ese modo ocupó el trono por casi 20 años. Sin embargo, ahora entró a
competirle Dunkerque, la nueva película de Christopher Nolan, que revive el
escape de 400.000 soldados británicos acosados por los alemanes al comienzo de
la Segunda Guerra Mundial. En su semana de estreno recaudó, solo en Estados
Unidos, casi 51 millones de dólares. No es la primera vez que la Operación
Dinamo, ejecutada en 1940 en las playas del norte de Francia, llega a la pantalla
grande: Dunkerque (1958), Fin de semana en Dunkerque (1964) y De Dunkerque
a la victoria (1979) también cuentan cómo las tropas expedicionarias huyeron de la
bestia nazi por el canal de la Mancha.
Y es que el tema de la Segunda Guerra Mundial no pierde vigencia por los efectos
devastadores que dejó su paso: 55 millones de víctimas, una Europa destrozada y
sobrevivientes sin nación ni identidad. En este panorama, el cine rescata el rostro
de la tragedia y “genera procesos de concientización –y de memoria social– a
partir del reconocimiento de hechos que hoy parecen inauditos e imposibles de
llevar a cabo”, sostiene Carolina Andrea Montoya, doctora en Filosofía de la
Pontificia Universidad Católica de Chile.
De este periodo –el más oscuro del siglo XX– no pasa desapercibido el
Holocausto que cobró la vida de 6 millones de judíos. Por la singularidad del caso,
muchos realizadores encontraron grandes historias en shtetls (aldeas judías),
guetos y campos de concentración. Así surgieron personajes como Wladyslaw
Szpilman, de El pianista (2002), Saul Ausländer, de El hijo de Saúl (2015), y,
desde luego, Oskar Schindler, de La lista de Schindler (1993).
De los frentes de batalla también hay películas y sobresalen, entre otras, las
rusas, las japonesas y las francesas. En el caso de la Unión Soviética es famosa
Stalingrado (1993), sobre la batalla por esa ciudad, la más sangrienta de esa
guerra, y Ven y Mira (1985), de Elem Klímov, filmada con motivo de los 40 años de
la victoria soviética sobre la Alemania nazi. Así también, Adiós a los niños (1987)
es una obra que se desarrolla en el marco de la ocupación alemana en Francia y
cuenta cómo Jean Bonnet, un niño judío, busca refugio en las puertas de un
internado católico. Por su parte, Masaki Kobayashi dirige la trilogía de La
condición humana (1959-1961) y retrata en ella la vida de los prisioneros
japoneses en los campos de concentración en Manchuria y su trágico final en
Siberia.
Pero hoy los alemanes se preocupan por expiar sus culpas como lo hizo
recientemente La conspiración del silencio (2014), en la que su protagonista, un
joven fiscal, se propone desarchivar documentos del pasado nazi que sus
superiores no quieren destapar.
Y es muy común también que algunas películas usen la guerra como telón de
fondo de sus historias. Ese es el caso de Ser o no ser (1942), de Ernst Lubitsch,
que cuenta cómo los actores de un teatro en Varsovia trabajan para infiltrarse en
el cuartel general de las SS. Y Casablanca (1942) narra una historia de amor en el
marco del conflicto y la persecución.
Otros directores se atrevieron a usar la comedia para reflejar lo que el Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán provocó en Europa. Chaplin es uno de ellos y
su cinta El gran dictador (1940) satiriza la figura del Führer y de otros
simpatizantes como Mussolini. Asimismo, La vida es bella (1997) también relata
con humor todo lo que Guido Orefice, un judío italiano, debe hacer para salvar a
su hijo. Algunos como Quentin Tarantino, por el contrario, usan la sangre y las
escenas crudas para contar lo que sucedió sin muchas ataduras. Y aunque su
película Bastardos sin gloria (2009) tuvo gran acogida, muchos criticaron la
venganza judía que allí relata.
Algunos grandes del cine pasaron por la guerra y esto incluye a directores de
Hollywood que batallaron por sus países con sus cámaras al hombro: Frank Capra
con Por qué luchamos (1942), John Ford con La batalla de Midway (1942) y John
Huston con Let there be light (1946) demuestran la importancia de dejar un
testimonio.