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SÉPTIMO ARTE | 8/5/2017 10:15:00 PM

El horror de la Segunda Guerra


Mundial contado por el cine
El éxito de ‘Dunkerque’ confirma que muchas de las mejores historias del cine son
sobre la Segunda Guerra Mundial. Cada país la cuenta a su manera.

Hasta ahora se suponía que la película de guerra más importante era Rescatando
al soldado Ryan, la obra maestra de Steven Spielberg que por razones
inexplicables no se llevó el Óscar en 1999. Desconcertó al mundo que ganara el
premio Shakespeare in Love, una producción que no se compara con la
complejidad de una historia llena de soldados, tanques, balas, cañones, aviones y
hasta pueblos enteros destruidos. Aun así, Spielberg ganó el premio al mejor
director, su filme recibió otros cuatro reconocimientos y al final recaudó más de
480 millones de dólares.

De ese modo ocupó el trono por casi 20 años. Sin embargo, ahora entró a
competirle Dunkerque, la nueva película de Christopher Nolan, que revive el
escape de 400.000 soldados británicos acosados por los alemanes al comienzo de
la Segunda Guerra Mundial. En su semana de estreno recaudó, solo en Estados
Unidos, casi 51 millones de dólares. No es la primera vez que la Operación
Dinamo, ejecutada en 1940 en las playas del norte de Francia, llega a la pantalla
grande: Dunkerque (1958), Fin de semana en Dunkerque (1964) y De Dunkerque
a la victoria (1979) también cuentan cómo las tropas expedicionarias huyeron de la
bestia nazi por el canal de la Mancha.

Y es que el tema de la Segunda Guerra Mundial no pierde vigencia por los efectos
devastadores que dejó su paso: 55 millones de víctimas, una Europa destrozada y
sobrevivientes sin nación ni identidad. En este panorama, el cine rescata el rostro
de la tragedia y “genera procesos de concientización –y de memoria social– a
partir del reconocimiento de hechos que hoy parecen inauditos e imposibles de
llevar a cabo”, sostiene Carolina Andrea Montoya, doctora en Filosofía de la
Pontificia Universidad Católica de Chile.

De este periodo –el más oscuro del siglo XX– no pasa desapercibido el
Holocausto que cobró la vida de 6 millones de judíos. Por la singularidad del caso,
muchos realizadores encontraron grandes historias en shtetls (aldeas judías),
guetos y campos de concentración. Así surgieron personajes como Wladyslaw
Szpilman, de El pianista (2002), Saul Ausländer, de El hijo de Saúl (2015), y,
desde luego, Oskar Schindler, de La lista de Schindler (1993).

No solo sobre las víctimas hay historias. Durante la guerra (1939-1945), el


ministerio de propaganda nazi les pidió a las empresas cinematográficas producir
películas con contenido antisemita. Leni Riefenstahl fue una de las directoras
clave en ese proceso, y todas sus producciones comienzan con la misma escena:
bajo el cielo nublado de Núremberg, vuela el avión del Führer y en la tierra todos
levantan la mano derecha para saludarlo. Mario Sinay, experto en el Holocausto,
dice que “esa imagen emula la figura de un mesías que libera a sus fieles”. Estos
filmes eran los ‘taquillazos’ de la época y más de 30 millones de alemanes vieron
El triunfo de la voluntad, El judío errante y El judío sucio, antes de que las
censuraran.

De los frentes de batalla también hay películas y sobresalen, entre otras, las
rusas, las japonesas y las francesas. En el caso de la Unión Soviética es famosa
Stalingrado (1993), sobre la batalla por esa ciudad, la más sangrienta de esa
guerra, y Ven y Mira (1985), de Elem Klímov, filmada con motivo de los 40 años de
la victoria soviética sobre la Alemania nazi. Así también, Adiós a los niños (1987)
es una obra que se desarrolla en el marco de la ocupación alemana en Francia y
cuenta cómo Jean Bonnet, un niño judío, busca refugio en las puertas de un
internado católico. Por su parte, Masaki Kobayashi dirige la trilogía de La
condición humana (1959-1961) y retrata en ella la vida de los prisioneros
japoneses en los campos de concentración en Manchuria y su trágico final en
Siberia.

Pero hoy los alemanes se preocupan por expiar sus culpas como lo hizo
recientemente La conspiración del silencio (2014), en la que su protagonista, un
joven fiscal, se propone desarchivar documentos del pasado nazi que sus
superiores no quieren destapar.

Estados Unidos no podía quedar afuera. “Inmediatamente después de la guerra, el


cine identificó dos bandos: uno muy malo, con los nazis, y otro muy bueno, con los
gringos”, dice el escritor Azriel Bibliowicz. En esa dinámica, Hollywood izó su
bandera en películas como Los 12 del patíbulo (1967), sobre una misión en una
fortaleza nazi, El día más largo (1962), en relación con el desembarco en
Normandía, y Pearl Harbor (2001), en sintonía con el ataque del 7 de diciembre de
1941.

Sobre el rol de la industria estadounidense en la representación de la Segunda


Guerra Mundial, el historiador británico Antony Beevor le dijo SEMANA que “las
necesidades de Hollywood y las de una buena historia son totalmente
incompatibles”. Agrega que los cineastas suelen distorsionar el discurso por
‘razones dramáticas’ y que eso es irrespetuoso con los hechos. Desde su punto de
vista, sacan la cara Rescatando al soldado Ryan, pero solo sus 27 primeros
minutos en los que recrea el desembarco en Normandía, lo mismo que las dos
películas de Clint Eastwood: Cartas desde Iwo Jima (2006) y Banderas de
nuestros padres (2006).

Y es muy común también que algunas películas usen la guerra como telón de
fondo de sus historias. Ese es el caso de Ser o no ser (1942), de Ernst Lubitsch,
que cuenta cómo los actores de un teatro en Varsovia trabajan para infiltrarse en
el cuartel general de las SS. Y Casablanca (1942) narra una historia de amor en el
marco del conflicto y la persecución.
Otros directores se atrevieron a usar la comedia para reflejar lo que el Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán provocó en Europa. Chaplin es uno de ellos y
su cinta El gran dictador (1940) satiriza la figura del Führer y de otros
simpatizantes como Mussolini. Asimismo, La vida es bella (1997) también relata
con humor todo lo que Guido Orefice, un judío italiano, debe hacer para salvar a
su hijo. Algunos como Quentin Tarantino, por el contrario, usan la sangre y las
escenas crudas para contar lo que sucedió sin muchas ataduras. Y aunque su
película Bastardos sin gloria (2009) tuvo gran acogida, muchos criticaron la
venganza judía que allí relata.

Algunos grandes del cine pasaron por la guerra y esto incluye a directores de
Hollywood que batallaron por sus países con sus cámaras al hombro: Frank Capra
con Por qué luchamos (1942), John Ford con La batalla de Midway (1942) y John
Huston con Let there be light (1946) demuestran la importancia de dejar un
testimonio.

Algo que el general y expresidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower pidió


cuando estuvo frente a los campos de concentración, que los Aliados liberaron en
1945: clamó para que la mayor cantidad de soldados fueran a ver con sus propios
ojos las huellas que dejaron los nazis. Y les dijo a los fotógrafos y a los
camarógrafos que registraran todo, con el fin de recordar y no repetir esta historia
jamás. Así se ha hecho.

Fuente: Revista Semana

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