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en el pensamiento de Hegel
Manuel Jiménez Redondo
Universidad de Valencia
5 BORGES, José Luis, “Pierre Menard, autor del Quijote”, en: Ficciones (1944)
6 KANT, KrV , A 620 ss.
7 KANT, KrV, A 604 s.
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 131
existir, pues si no existiese no sería el ente más grande que el cual nada puede ya
concebirse, pues cabría concebir otro mayor que él, a saber: el que siendo aquello
más grande que lo cual nada puede ya concebirse, además existiese. La crítica
que hace Kant de este argumento anticipa la idea desarrollada en concreto por
Frege y Russell de que la existencia no es un predicado. Cuando decimos que
los unicornios existen, no estamos añadiendo al concepto de unicornio ningún
ingrediente más, del que ese concepto carecería si no hubiera unicornios, al
igual que al concepto que tengo de cien taleros no le añade nada el que haya
monedas o un conjunto de monedas que puedan caer bajo esa denominación,
sino que estamos diciendo que hay entes en el mundo que son unicornios, sin
que ello añada o quite nada al concepto que ya tenemos completo. Igualmente,
cuando nos hacemos la idea de un ente como Inbegriff o suma de toda realidad,
como aquello más grande que lo cual nada puede ya concebirse y en el que
toda realidad tiene su fuente, el que ese ente exista o no, no añade nada a ese
concepto, que ya está completo, exista o no exista ese ente, y, por tanto, no
podemos decir que ese ente, si existe, exista por su propio concepto, al menos
como pretende hacerlo el argumento ontológico. Simplemente la idea de que
algo existe por su propio concepto, no tiene sentido, pues la existencia no es
ingrediente del concepto.
Y después de probar que todo argumento a favor de la existencia de Dios
o bien se refiere al orden del mundo y acaba viéndose llevado a la cuestión
de la relación contingencia-necesidad, o bien empieza por la cuestión de la
relación entre contingencia y necesidad y acaba viéndose llevado al argumento
ontológico, o bien empieza directamente por éste, es decir, empieza intentando
probar que existe un ente necesario por su propio concepto, pero no prueba nada,
Kant concluye que “todo el problema del ideal trascendental, el problema de la
omnitud de realidad concebida como un ser individual necesariamente existente,
se reduce a encontrar o bien un concepto que convenga a la necesidad absoluta,
o bien algo que sea necesario por su propio concepto. Si una de ambas cosas
es factible tiene que serlo también la otra, ya que la razón sólo reconoce como
absolutamente necesario aquello que es necesario por su propio concepto. Ahora
bien, las dos cosas sobrepasan por entero cualquier esfuerzo por grande que
sea, que pretenda dar satisfacción al entendimiento sobre este punto, e incluso
cualquier tentativa para tranquilizarlo en relación con tal incapacidad suya. La
incondicionada necesidad que nos hace falta de modo tan indispensable como
último sostén de todas las cosas constituye el verdadero abismo para la razón
humana. La misma eternidad está muy lejos, a pesar de la terrible sublimidad
con que la describe el poeta Haller, de producir en nuestro ánimo tanta im-
presión de vértigo. En efecto, la eternidad se limita a medir la duración de las
cosas, pero no las sostiene. No podemos ni evitar, ni soportar el pensamiento de
que un ser que nos representáramos como el supremo entre todos los posibles,
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aquello más grande que lo cual nada puede ya concebirse, se dijera a si mismo:
Existo de eternidad a eternidad; nada hay fuera de mí, excepto lo que es algo
por voluntad mía, pero ¿de donde vengo yo? Aquí no encontramos suelo firme;
sino que tanto la mayor perfección como la más pequeña quedan en el aire sin
apoyo ninguno frente a la razón especulativa, a la que nada cuesta hacer des-
aparecer sin el menor obstáculo tanto una como otra”8 y a la que nada cuesta,
por supuesto, hacerse desaparecer también sí misma.
La razón da, pues, consigo como protagonizando ella misma el no-ser de lo
absoluto, como consistiendo ella misma (por lo menos en sentido especulativo)
en el no-ser de lo absoluto y puesta, sin embargo, en el lugar de un absoluto que
ella no puede ser. La razón es un no-ser del absoluto y un no-absoluto que es un
absoluto, un no-ser de lo absoluto, en el que lo absoluto consiste. En el no-ser
de sí mismo no consistir sino en sí mismo: éste es el elemento más básico de la
noción hegeliana de concepto. El concepto, en este caso, en el caso de la razón
ilustrada moderna, se tiene él a sí mismo absolutamente, en su ultimidad. Ésta
es la noción de lo Absoluto de Hegel.
Al principio de su Doctrina de la ciencia de 1794, Fichte se refería a esto
mismo, argumentando que, cuando enunciamos el principio de identidad A =
A, estamos diciendo que, si A, entonces A = A. Pero cuando decimos que yo
= yo, no estamos diciendo que, si yo, entonces yo = yo. Pues esa condición
ha llegado ya siempre demasiado tarde. El yo siempre se ha presupuesto ya,
subyace a esa condición y la sostiene. El yo se subyace, por tanto, a sí como
contingente y subyace a cualquier suposición de contingencia de sí. Es, por
tanto, un absolutamente otro de sí que no es sino él mismo y que subyace
siempre a cualquier condición, siendo, por tanto, incondicionado9. En este no
consistir sino en el absoluto más-allá de sí es donde tanto para Kant, como
para Fichte, como para Hegel radica, por lo demás, la libertad, con el carácter
incondicionado que ésta ofrece.
Pero para entender a Hegel, aparte de mirarlo desde Grecia, desde el
Cristianismo y desde Kant, es igualmente importante mirarlo desde un cuarto
lugar, desde la ciencia moderna. En la Fenomenología del espíritu, que es lo que
mejor conozco de Hegel, están particularmente presentes la Biología naciente
y la investigación biológica y fisiológica en general, que Hegel logra mirar en
la misma dirección en que después se han desarrollado. La afirmación de que
10 Cfr. HEGEL, G. W. F., Fenomenología del espíritu, Valencia: Pre-textos, 2006, sobre
todo la sección final de la primera parte y la sección inicial de la segunda parte del cap. V.
11 LAGRANGE, Joseph-Louis, Théorie des fonctions analytiques (1797), CAUCHY,
Augustin-Louis, Cours d´Analyse a l´Ecole Polytechnique (1921); CAUCHY, Augustin-Louis,
Résumé des leçons sur le calcul infinitésimal (1823); HEGEL, G. W. F., Wissenschaft der Logik
, ed. George Lasson, Hamburgo: Felix Meiner, 1967, tomo I, págs. 278 ss.
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12 Cfr. HOBSBAWM, Eric, Age of Extremes, The Short Twentieth Century, London:
Michael Josehp, 1994.
13 HABERMAS, Jürgen, Pensamiento postmetafísico, traducción de Manuel Jiménez
Redondo, Madrid: Taurus, 1996, págs. 38 ss.
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to). Y lo mismo puede decirse respecto del último rasgo: la inversión de las
relaciones entre teoría y práctica se reinvierte en cierta manera, a la vez que
se confirma, cuando una de las necesidades prácticas más perentorias es la de
buscar orientaciones en una situación en la que se oscurece casi por completo
el sentido de la incondicionalidad con que se presenta la razón teórica y la
razón práctica modernas.
No sucede así con el rasgo (1), es decir, con el carácter posmetafísico del
tipo de pensamiento en el que nos movemos. Y, por tanto, tenemos que, cuando
Hegel retorna, exigiendo ser pensado desde el lugar donde estamos, que es el
de un pensamiento de posguerra desbordado y evanescente, eso que retorna
se diría que no podemos tomarlo en serio. Pues precisamente en el punto en
que la razón moderna destruye la idea de absoluto, en el punto en que Kant
destruye el argumento ontológico y saca las consecuencias de ello, o también
podemos decir: en el punto en que la razón moderna se encuentra a sí misma
convertida en el no-ser del absoluto, Hegel practica una inversión por la que
ese pensamiento que tiene por objeto al absoluto que queda borrado, un pensa-
miento que convierte a la razón en un absoluto si acaso metafórico, se convierte
en un pensamiento que tiene por protagonista a lo absoluto, en el sentido de
que éste, donde precisamente es, es en el no-ser de sí mismo; el absoluto es
negatividad referida a sí misma, pero ya absolute, absolutamente, una absolute
sich auf sich beziehende Negativitat. El retorno de Hegel implica el retorno de
esta metafísica. Y ello discurre decididamente en sentido contrario a todo el
pensamiento contemporáneo, que es el que provoca ese retorno. De modo que,
conforme a ese pensamiento, no hay tal absoluto ni hay tal metafísica, ni tiene
tampoco ningún sentido el vuelco que Hegel da a la borradura kantiana de lo
absoluto. Y ello aun prescindiendo de que la pretensión de incondicionalidad de
la razón ilustrada, pretensión que desde luego buena parte de ese pensamiento
posmetafísico sigue todavía entablando, puede resultar ser también ilusoria,
puede resultar ser una cuestión más de hecho que de derecho14; al pensamiento
posmetafísico contemporáneo le es inherente en todo caso la duda sobre esa
pretensión.
De este carácter posmetafísico o antimetafísico del pensamiento contem-
poráneo, totalmente contrario al carácter del pensamiento de Hegel, podemos
percatarnos particularmente bien si reparamos en una de las obras más relevan-
14 Cfr. sobre toda esta cuestión; HABERMAS, Jürgen, Teoría de la acción comunica-
tiva (1981), trad. de Manuel Jiménez Redondo, Madrid: Trotta, 2010, principalmente el cap. II
„Teoría de la racionalización de Max Weber “; también el cap. I „Accesos a la problemática de
la racionalidad“, y asimismo HOLLIS Martin, LUKES, Steven (eds.), Rationality and Relativism,
Oxford: Basil Blackwell, 1982. En un sentido distinto cfr. también HABERMAS, Jürgen, El
discurso filosófico de la Modernidad, Buenos Aires, Madrid: Katz Editores, 2008.
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 137
tes, quizá la más relevante entre las que fueron protagonistas de aquella recon-
sideración de los supuestos de la conciencia ilustrada moderna, que tuvo lugar
en el primer tercio de siglo XX. Me refiero a Ser y tiempo de M. Heidegger.
Ser y tiempo puede muy bien entenderse en este sentido como formando
parte de la herencia kantiana, es decir, como una aclaración conceptual o como
un poner también en primer plano la experiencia central que hace de sí la
conciencia moderna en la Crítica de la razón pura de Kant como razón finita,
como razón sin fondo, como razón que ocupa el lugar de un incondicionado
que ella no puede ser y, por tanto, como un incondicionado que, al carecer de
base, se diría que parece quedar dispuesto para ser absorbido por toda clases
de Condicionados y condicionamientos, por más que el libro de Heidegger
pretenda, quizá impotentemente, señalar en dirección contraria.
Y esta conciencia de finitud que se diría que comporta también a la larga
(eso es al menos lo que se ha visto en el pensamiento del siglo XX) un desha-
cerse o por lo menos un quedar en duda la pretensión de incondicionalidad de
la razón ilustrada, parece que va muy esencialmente ligada también al segundo
rasgo del pensamiento contemporáneo del que habla Habermas, al giro lingüís-
tico por el que se caracteriza casi todo él. Ello es expresamente así en el caso
de Verdad y método de Gadamer, en el que a la conciencia metódica ilustrada
la verdad más importante ha de venirle quizá también de otro sitio15. Ello es
también así, por otro lado, en el giro semiótico que en La voz y el fenómeno
Derrida lleva a cabo de la fenomenología trascendental de Husserl. Y como
es de sobra sabido, en el Tractatus de Wittgenstein la elucidación de la forma
lógica por la que el lenguaje puede pretender ser representación del mundo, se
revela como una pura ilusión en cuanto se hace patente que dicha elucidación
tiene que estar hecha desde un más-allá de ella, esto es, tendría que estar hecha
mediante un decir que precisamente la elucidación de la forma lógica muestra
como imposible. El otro lado del límite no sólo se rehúsa a la conceptuación de
la conciencia finita sino que, al rehusarse, vuelve imposible toda metafísica de la
conciencia finita por la que ésta pudiese dar conceptualmente alcance a cualquier
pretensión de incondicionalidad. Las formas de la razón ilustrada quedan, pues,
entregadas a la contingencia de su propia génesis y devenir históricos. No son
sino juegos de lenguaje que a nosotros nos ha sucedido habitar. Por tanto, el
Tractatus de Wittgenstein y todo lo que de él se sigue y se ha seguido sería la
conciencia reflexiva y bien formada de la completa imposibilidad del tránsito
del capitulo último de la Fenomenología del espíritu a la Ciencia de la Lógica.
No hay la menor posibilidad de que la experiencia histórica de la conciencia
acabe mostrándose como conteniendo una metafísica que dé finalmente alcance
16 Si bien es verdad que en esa ceremonia queda a veces bastante claro que Hegel sim-
plemente no está leído.
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 139
por Heidegger (por lo menos en cierto modo, según vamos a ver). Y entiendo
que en este sentido Ser y tiempo de Heidegger es un texto muy representativo
del pensamiento contemporáneo, un texto en el que este encontrarse de la razón
kantiana queda brillantemente traído a concepto, expresamente contra Hegel
y en dirección se diría que totalmente opuesta a la de Hegel. Y me parece que,
para nosotros, Nietzsche, a través del pensamiento francés, ha venido siempre
más o menos interpretado desde ese texto. El absoluto se reduce a completa
finitud y ésta parece acabar volatilizando o en todo caso amenaza con volatilizar
cualquier noción de incondicionalidad.
IV. Tiempo y concepto: Fenomenología del Espíritu y Ser y tiempo
Heidegger plantea esta expresa discusión con Hegel en forma sobre todo
de una discusión de la relación que Hegel establece entre tiempo y concepto.
Si nos aclaramos sobre esto, podríamos también abordar la segunda cuestión
que he planteado, la relación de ello con el lenguaje, con la palabra, la cual
es, en términos de Hegel, el espíritu ejerciendo su derecho de soberanía17. Es
lo que pensaba hacer en esta ponencia, cuando di el titulo a los organizadores
del presente congreso, pero por razones de tiempo me voy a limitar sólo a esta
primera cuestión, a la de la relación entre tiempo y concepto.
Naturalmente, en relación con esta primera cuestión, no tengo nada que
sentar ni establecer, sino sólo algo que proponer como tema de discusión, como
tesis que se sugiere, pero que se retira en caso de mejor parecer. Y lo mismo
ocurriría con la segunda cuestión.
Pues bien, por entrar sin más en el tema, diré que yo cada vez soy menos
capaz de distinguir, en lo que se refiere a bases, entre la Fenomenología del
Espíritu de Hegel y Ser y tiempo de Heidegger, y he traducido, comentado e
introducido ambas obras, por más que no me dejen publicar la segunda, que doy
ya por convertida en un legado testamentario. Eso quiere decir que cada vez soy
menos capaz de distinguir entre estas dos obras fundamentales del pensamiento
moderno, la segunda de ellas determinante (o en todo caso muy representativa,
así al menos me lo parece) de ese pensamiento contemporáneo, precisamente
en el que Hegel críticamente reaparece hoy. El último parágrafo de Ser y tiempo
es muy breve, lleva por título “La analítica existencial-temporal de la existen-
cia y la pregunta de ontología fundamental por el sentido del ser en general”
(traduzco Dasein por el significado corriente que el término tiene en alemán,
existencia, que en Ser y tiempo no es desdicho por el empleo terminológico
que Heidegger hace de este término en esta obra, sino que al contrario creo
que queda confirmado por él hasta el punto de que en los escritos que forman
el entorno de Ser y tiempo Heidegger recurre al término latino para explicar el
término alemán Dasein). Ni que decir tiene que la analítica de la existencia, la
analítica de este ente para el que en su ser se trata de su propio ser, es decir, de
nosotros mismos, de la existencia que es para cada cual la suya, es la ciencia
de la experiencia que hace de sí la conciencia moderna, es algo así como la
Fenomenología del espíritu, la cual también acaba en la pregunta de ontología
fundamental por el sentido del ser en general que es la Ciencia de la Lógica.
Los papeles que desempeñan la Fenomenología del espíritu y Ser y tiempo en
los respectivos proyectos de Hegel y de Heidegger son paralelos, si bien Ser y
tiempo supone, naturalmente, la Fenomenología del espíritu. Nada tiene, pues,
de extraño que el largo parágrafo penúltimo de Ser y tiempo, lleve por título
“deslinde, Abhebung, o diferencia entre la conexión ontológico-existencial de
temporalidad, existencia y tiempo mundano y la forma en que Hegel entiende
la relación entre tiempo y espíritu.”
Y lo que Heidegger tiene que decir sobre ello es que Hegel, tanto en la
Enciclopedia, como también al final de la Fenomenología del espíritu, en donde
discute la relación entre tiempo y concepto, yerra la temporalidad original, que
es la clave de Ser y tiempo. El concepto de tiempo que Hegel emplea es en defi-
nitiva el concepto vulgar de tiempo, que es un concepto derivado, un concepto
fundado en el concepto de temporalidad original, que Hegel ignora.
Y como conforme al parágrafo final de Ser y tiempo y conforme a todo
el sentido del libro, la cuestión de ontología fundamental, la pregunta por el
sentido del ser en general, va ligada a esa clave que es el tiempo original, He-
gel yerra por completo (al menos de entrada) la cuestión del sentido del ser.
Hegel es, si acaso, para Heidegger el gran representante del tipo de ontología
que Heidegger quiere deconstruir, que Heidegger deconstruyó supuestamente
con éxito, y en los resultados de cuya deconstrucción nos movemos hoy. Si
no, la Fenomenología del espíritu de Hegel y Ser y tiempo vendrían a tener
un significado similar: ambas obras serían introducciones a la Ciencia de la
Lógica, a la ciencia del ser en cuanto ser, en cuanto éste cae en la comprensión
de la existencia, siendo la existencia el ente que se caracteriza y viene definido
por esa comprensión.
Por lo demás, Ser y tiempo es una discusión con Hegel ya desde la primera
frase con que la empieza el libro. El libro da comienzo con una cita de Platón,
de El sofista, que, como sabemos muy bien desde hace algunos años, es una
especie de eco del curso de 1924- 1925 que Heidegger dedicó a lo que desde
el capítulo III de la Fenomenología del espíritu es igualmente el centro del
pensamiento de Hegel, la doctrina del ser de El Sofista de Platón. Y lo mismo
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 141
que Hegel, Heidegger no logra mirar a Platón sin ver en Aristóteles lo más
especulativo de Platón.
Y sobre la base de este recurso a la doctrina del ser de Platón, ya en ese
mismo curso, pero también en el texto de 1922 titulado Phänomenologische
Interpretationen zu Aristoteles y en el curso de 1924 sobre Conceptos fundamen-
tales de la filosofía aristotélica Heidegger recurre desde luego a todo Aristóteles,
pero en lo que se refiere a conceptos que serán determinantes en Ser y tiempo,
recurre en especial a algunas partes del corpus aristotélico. A mí me llaman
especialmente la atención sus referencias a la Ética a Nicómaco y sobre todo las
referencias al libro V de la Metafísica18. De ese libro toma los conceptos de lo
perfecto, de límite, y de “por mor de lo que”, que resultan fundamentales en la
estructura tanto de Ser y tiempo como de la noción de sich auf sich beziehende
Negativität (negatividad que se refiere a sí misma) de Hegel.
De modo que, si entendemos que en el caso de Ser y tiempo de Heidegger la
representación cristiana (tal como Hegel la entiende por oposición a concepto)
viene representada por Kierkegaard y Lutero, de manera semejante a como en
Hegel, naturalmente, viene representada sólo por Lutero o principalmente por
éste, también podemos decir en relación con Ser y tiempo que la representación
cristiana protestantemente radicalizada, que ella misma se ha empujado a ha-
cerse concepto de sí, he ahí la conciencia moderna haciéndose entero concepto
de sí en su finitud, tal como esa conciencia da consigo en la obra de Kant:
como teniendo por centro la borradura de lo absoluto y el estar en el lugar de
lo absoluto. Es el absoluto finito que parece suponer Heidegger.
A decir verdad yo no he visto una diferencia tan grande como la que se da
entre Hegel y Heidegger a la hora de referirse a un mismo fenómeno, o, si se
quiere, al esencialmente no-fenómeno, a la libertad moderna y a la pretensión
de incondicionalidad con la que ésta da consigo misma.
Pero la pregunta es: ¿de verdad hay tanta diferencia?, ¿o no sucede más
bien que la diferencia es tan aparente que no hay ninguna, de modo que Ser y
tiempo no sería sino una repetición muy incompleta del concepto que Hegel
se hace de la finitud de la razón en Kant?
Para ver que no hay tanta diferencia si es que hay alguna, o para ver si la
hay o no, o para ver que quizá no hay tanta, hemos de referirnos a la objeción
de Heidegger de que, precisamente cuando habla de la relación entre tiempo
y concepto, Hegel ignora la temporalidad original que resulta esencial para
la pregunta de ontología fundamental acerca del sentido del ser, de suerte que
Hegel erraría esencialmente esta pregunta, lo que descalificaría su Ciencia de
la lógica, una obra que hoy casi nadie lee, parece ser, pues, que con toda razón.
Tal como lo ve Heidegger, Hegel, igual que Platón, considera el tiempo desde
19 Cfr. HEIDEGGER, Martin, Der Begriff der Zeit (1924), Tübingen: Max Niemeyer
Verlag, 1995.
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 143
Ser y tiempo consta, por así decirlo, de tres rondas analíticas. La primera
(§§ 11-38) es el análisis del ser-en-el mundo, con tres polos. El primero es el
análisis del mundo como entorno y de la mundanidad del mundo con base en
la significatividad (§§ 11-18) y en el contraste de ello con el análisis cartesiano
20 Cfr. HEIDEGGER, Martin, Kants These über das Sein (1961), en: HEIDEGGER,
Martin, Wegmarken, Frankfurt: Wittorio Klostermann, 1978, págs. 439 ss.
21 Cfr. FICHTE, Johann Gottlieb, Vierter Vortrag der Wissechaftslehre (1805), J. G.
Fichte-Gesamtausgabe, II,9, Stuttgart: Friedrich Frommann Verlag, 1993.
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del mundo como res extensa frente a la res cogitans (§§ 19-21), y a propósito
de eso sigue un análisis de la espacialidad de la existencia (§§ 20-24). El se-
gundo polo es la consideración de la existencia como con-ser (Mit-sein) (§§
25-27). Y el tercer polo es el análisis del ser-en como tal (§§ 28-34), con dos
momentos: el primero es el de dar la existencia consigo echada en el ente que,
siendo ella, ella no lo ha puesto, un ente, cuyo estar en sí sin coincidir consigo,
consiste en haber de serse, en dar cumplimiento a posibilidades de sí en las que
él se entiende o no se entiende, y precisamente éste es el segundo momento
del ser-en, el momento que consiste en ser la existencia entender y proyecto.
Este ser-en del ser-en-el-mundo es caracterizado por Heidegger como iectata
proiectio, como geworfener Entwurf. La articulación de ese entender es die
Rede, el discurso, y la Herausgresprochenheit der Rede, el quedar ahí fuera
el discurso, el constituir éste the space of reasons, el espacio de la razones y
las contra-razones, el hacerse el discurso espíritu existente, es el lenguaje. Y
una posibilidad señalada del lenguaje es el lenguaje enunciativo, el quedar así
descubierto el ente no sólo en lo que respecta a su significatividad en una red
de medios y fines en el estarse entendiendo la existencia en alguna posibilidad
de sí, sino el quedar expresamente descubierto el ente en su haberlo (el árbol
existe), en su ser de esta o aquella manera (predicación, el árbol es verde) y en
su ser él mismo en sus distintos modos de darse (identidad). Es la primera vez
que aparece en Ser y tiempo el es como es del enunciado. Sobre la importancia
de esta aparición se ha expresado muy bien R. Brandom en su libro Tales of
the Mighty Dead22.
La segunda ronda analítica (§§ 39-44) consiste en tratar de apresar el todo
estructural del ser-en-el-mundo como tal todo, pues hasta ahora lo tenemos
un tanto disperso en el análisis que en la primera ronda se ha hecho de sus ele-
mentos. Después de plantear en el § 39 de qué se trata en esta segunda ronda:
de la cuestión de la totalidad original del todo estructural que es la existencia,
Heidegger pasa en el § 40 al análisis del encontrarse básico que representa la
angustia frente al miedo, análisis relacionado tanto con la Retórica de Aris-
tóteles como sobre todo con el análisis que Aristóteles hace de la andreía en
el libro III de la Ética a Nicómaco, andreía o valentía que en Ser y tiempo se
convierte en resolución (Entschlossenheit). Es precisamente en el contexto de
una referencia a este análisis aristotélico en el curso Los conceptos fundamen-
tales de la filosofía aristotélica donde Heidegger introduce por primera vez
la noción de Sein zum Tode, el ser acerca de la muerte, si bien inicialmente
como una ocurrencia que Heidegger empieza tomándose a broma, y que sólo
se le consolida cuando más tarde entra en análisis de conceptos del libro V de
22 BRANDOM, Robert B., Tales of the Mighty Dead, Historical Essays in the Metaphysics
of Intentionality, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2002, págs. 298 ss.
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 145
23 Cfr. HEIDEGGER, Martin, „¿Qué es Metafísica ?“, trad. de Xavier Zubiri, Madrid:
Cruz del Sur, 1963.
24 GRACIÁN, Baltasar, El Criticón, ed. Santos Alonso, Madrid: Ediciones Cátedra, 1980,
„Crisi nona: Moral anatomía del hombre“, pág. 201.
Palabra, tiempo y concepto en el pensamiento de Hegel 147
ἣν ἄνευ τῶν συγκειμένων οὐκ ἔστι νοῆσαι (ese ser o no ser no es un signo de
una cosa real, ni aun si dices meramente lo que es, por sí mismo no es nada sino
que añade el sentido de una cierta composición que no puede pensarse sin los
componentes, pues que acaba rezumándose en ellos, en el quedar ellos a la vista
como constitutivos de la cosa).
En este doble no-ser consisten, pues, el haber mundo y la existencia del
lenguaje, es decir, de este doble no-ser depende la existencia de la clase de
ente que somos.
Y después de esta discusión se diría que acaba Ser y tiempo, pues es hasta
aquí hasta donde el libro hoy se lee. Las interpretaciones hoy más serias de
Heidegger, las hechas desde la hermenéutica, por un lado, y, por otro, las he-
chas desde la conexión entre pragmatismo americano y filosofía analítica, es
decir, desde la tradición de pensamiento proveniente de Quine, llegan hasta
aquí, no se adentran en la tercera ronda analítica que se inicia en el § 45 de
Ser y tiempo.
VII. La estructura de Ser y tiempo: tercera ronda analítica
La tercera ronda analítica de Ser y tiempo, que es, a mi juicio, la más
importante del libro, como bien se indica en el propio título de él, se inicia
con una pregunta muy escolar (§ 46), a saber: nos preguntábamos por el ser-
en-mundo como tal, por el todo estructural del ser-en-el-mundo como tal todo,
cuyos elementos habíamos analizado en la primera parte, y, basándonos en ese
señalado encontrarse elemental que es la angustia, hemos supuesto que en ese
encontrarse la existencia quedaba ante sí misma como un todo y se huía. La
existencia quedaba delante de ese todo que es ella misma. Pero ¿de verdad ese
todo se ha quedado alguna vez delante a sí mismo? Pues en la primera ronda,
en el análisis del momento del ser-en que es el entender, se ha dicho que la
existencia era proyecto, estar siempre en algún asunto a vueltas con las cosas,
consigo misma y con los demás como estando en algún poder-ser de sí misma.
La existencia consiste en un Sein-können, en un poder-ser, en estar siempre en
algún poder-ser o haber-de-ser suyo, en estar a vueltas con posibilidades de
sí. Y en la segunda ronda se ha dicho que la existencia es un por-delante-de sí.
Y la cuestión es cuándo está completo un ser que consiste esencialmente en
posibilidades de sí y en estar o ir por delante de sí. Porque mientras ese ente
existe, nunca está completo, pues siempre le quedan posibilidades por realizar,
no ha llegado al cabo de sí, e incluso puede suceder que esas posibilidades no
sean las más irrelevantes de él. Y cuando ya no le queda ninguna posibilidad
por realizar, no es que esté completo, sino que ya no está, pues es un ser que
precisamente consiste en posibilidades de sí. La existencia, mientras es, no está
acabada. Y cuando está acabada, cuando ya está entera y completa y no hay
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más, es que ya no es. Luego nunca podemos tenerla delante como un todo que
consista en estarse siendo.
Pero sí la teníamos delante como ese todo que se está siendo, como un todo
que es en cada caso el mío. Porque si la existencia consiste esencialmente en
posibilidades de sí, la existencia ha dado siempre ya con una posibilidad de
sí que en cierto modo la delimita y la acaba, que es ese acabamiento que tiene
que ver con lo más elemental de la apertura en que consiste. La existencia da en
la angustia con la apertura del mundo como más allá de todo ente, como nada
del ente, como nada de sí. Es decir, en cuanto consistiendo en posibilidades
de sí, la existencia da consigo en la angustia como posibilidad de también no
ser, de también no serse. Esta posibilidad, por así decir, circunscribe su esencia
(es su límite, su peras que la convierte en un todo acabado teleion). Es, por
supuesto, este poder no serse el que, ni que decir tiene, está también a la base
de la libertad, del poder optar por ser algo o no serlo. A la vez que, tratándose
de un ser que consiste en posibilidades de sí, la existencia es siempre la posi-
bilidad e inminencia de quedar cancelada en este más allá de sí en el que ella
consiste25.
Y, si embargo, en su darse la espalda, en su huida de aquello en lo que
propiamente consistía, en el ocultar la angustia y el hastío que subyace siem-
pre en el fondo de la existencia, la existencia se está siempre estructuralmente
llamada a quedarse ella misma referida a ese más-allá de sí misma en que ella
elementalmente consiste, sólo desde el cual –piensa Heidegger- puede haber
algo importante en la existencia, puede estar ésta en su centro.
En la primera ronda analítica la existencia se revelaba como ser-en-el-
mundo. Y en la segunda ronda el todo estructural del ser-en-el-mundo se
revelaba como cuidado. Ahora en la tercera ronda tenemos que el cuidado se
revela como un estar referida la existencia a la posibilidad más radical suya
que circunscribe su esencia, a la posibilidad de su no-ser, que es a la vez un
estarse llamando siempre la existencia a abrazar esa posibilidad desde la que
la existencia se pone someramente en su propio centro. Y vemos, por tanto,
que, dado que, por lo menos ya desde la segunda ronda analítica, estábamos
considerando a la existencia desde aquí, la existencia se nos estaba revelando
ya siempre como tiempo, como un venir que no es sino un abrir lo que ya
siempre se era siéndose así presente: una nada que se recuerda desde nada y
viene a sí desde nada, quedando así a la vista la apariencia del mundo o apa-
riencia de la positividad, el fugaz brillo del mundo y de sí, el fugaz brillo del
26 Aprovechando que en alemán el participio pasado gewesen (sido) del verbo Sein (ser)
tiene aspecto de infinitivo de un verbo, Heidegger forma el participio de presente (gewesende)
correspondiente a ese infinitivo (en alemán el participio de presente del verbo lieben, amar, es
liebender, amante, el que ama). Es como si en castellano, con el participio pasado (sido) del
verbo ser formásemos un participio de presente y dijésemos “sidente” (gewesend)
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lizada, sino sustituida por una apropiación bastante intuitiva de los conceptos
dichos del libro V de la Metafísica de Aristóteles, muy determinada quizá por la
voluntad de Kierkegaard de sustraer la representación religiosa a estos conceptos
de Hegel, de poner la representación por encima del concepto, cosa que creo
que no logra. Esos pasajes de Heidegger, más que análisis, son reproducción
de ese pathos de Kierkegaard. El análisis de los ingredientes de ese pathos está
más bien en Hegel. Los referentes tanto de Hegel como de Heidegger son casi
los mismos, si no simplemente los mismos.
Y esto que digo no es remedio a ningún nihilismo, al nihilismo contempo-
ráneo, que es nihilismo de lo absoluto, como muestra Beckett. Pero sí que pone
el nihilismo en relación con las representaciones religiosas de la autokenosis
de lo absoluto28, con el libérrimo darse de lo absoluto como negación en el
arte, y con el carácter incondicionado que pretende para sí la libertad absoluta
moderna. El concepto de lo absoluto es la hoguera del Sinaí, perenne, cuyo
tenerse ella ante sí misma es un quedar quemado en ella todo, en la que nada se
ve, de modo que la libertad no tiene más remedio que buscarse constantemente
representaciones de ese su carácter absoluto, pero que ella sabe que sucumbirán
a esa quema, a la quema definitiva que ella misma es como no-ser del absoluto
que es el Absoluto. La mejor descripción de ello está en el libro segundo de la
Ciencia de la lógica de Hegel, en la Lógica de la esencia.
Hegel podría, por tanto, muy bien decir que la existencia se caracteriza
por una comprensión del ser. Y podría también decir que lo abierto que esta
comprensión del ser implica, lo hemos estado entendiendo ya siempre en su
estructura de concepto (en su estructura de lo que Heidegger llama temporalidad
original). Y, por tanto, puede decir que el horizonte de toda comprensión posible
del ser es el concepto, como infinitud precisamente, en el sentido que tan bien
entendido quedaba para Hegel en el modo en que en los conceptos matemáti-
cos del cálculo diferencial se entendían la infinitud y la finitud. Con lo que me
parece, y esto es lo que yo quería decir, que el planteamiento de Heidegger (el
horizonte de toda posible comprensión del ser es el tiempo), paradigmático de
un rasgo del pensamiento contemporáneo que se entiende como un pensamiento
que nada tiene que ver ya, que deja detrás el pensamiento de lo absoluto, se
revela como rezumándose en pensamiento de lo absoluto, como no siendo sino
repetición del pensamiento de lo absoluto, del pensamiento de Hegel.
28 Por así decirlo, en muchas ocasiones ello ya ocurre de por sí, internamente, como es el
caso de algunas interpretaciones místicas de esas representaciones (véase, por ejemplo, el libro
de San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo). También ello ocurre de por sí (y, por cierto,
de forma muy próxima a la conceptuación de Hegel) en el contexto de la „teología dialéctica“
de Karl Barth, de Rudolf Bultmann o del discutido Friedrich Gogarten. Véase, por ejemplo, el
libro de este último: GOGARTEN, Friedich, Die Frage nach Gott, eine Vorlesung, Tübingen:
J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), 1968.
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