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El Ensayo en Antioquia PDF
El Ensayo en Antioquia PDF
El ensayo
en Antioquia
2 El ensayo en Antioquia/Selección
El ensayo
en Antioquia
Selección y prólogo de
Jaime Jaramillo Escobar
4 El ensayo en Antioquia/Selección
C864.08
E59e El Ensayo en Antioquia : Selección y prólogo
de Jaime Jaramillo Escobar / Antonio Álvarez
Restrepo … [et al] : Medellín : Alcaldía de
Medellín, Secretaría de Cultura Ciudadana
Biblioteca Pública Piloto de Medellín
2003. Vol. 118 Fondo Editorial BPP
534 p. : il.--
© 2003
Primera edición
Alcaldía de Medellín
-Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín-
Concejo de Medellín
Biblioteca Pública Piloto
de Medellín para América Latina
Diseño de la colección:
José Gabriel Baena
Impreso por:
L. Vieco e Hijas Ltda., Medellín
Por el Ensayo
se hace adulta
una literatura.
Javier Arango Ferrer
La publicación de esta obra ha
sido posible gracias u un
convenio entre el Concejo de
Medellín, la Alcaldía de
Medellín, la Secretaría de
Cultura Ciudadana del
Municipio de Medellín, y la
Biblioteca Pública Piloto de
Medellín para América Latina.
Sus 1.000 ejemplares serán
distribuidos de manera gratuita
a bibliotecas públicas, casas de
la cultura e instituciones
educativas oficiales.
Índice de contenido
Prolegómenos 11
to, sin dejar por eso de ser un auténtico Ensayo, que apela
a la forma narrativa para añadir interés a un tema científi-
co con propósito de divulgación.
La expresión Ensayo literario lleva a distinguir el Ensayo
académico, que puede ser científico, sociológico, económi-
co, filosófico, documental, etc., y acepta por tanto forma-
lidades profesionales. El primero se define por Cataño
“como forma dominante de nuestro tiempo, el molde más
afín a las publicaciones masivas dirigidas a un público lec-
tor en rápido crecimiento y cada vez más ávido de materia-
les cortos y de aliento festivo”.
El Estudio es más que el Ensayo, pero menos que el
Tratado, pues éste es definitivo. “En un Tratado, el escri-
tor dice todo lo que sabe; en un ensayo, todo dice lo que el
escritor sabe” (J.A.V.).
Otros géneros que limitan con el Ensayo por algún
aspecto, son en realidad distintos y no deben confundirse.
Tal el Artículo, que se confunde porque muchos ensayos
se presentan como artículos, en columnas de prensa. Pero
el Artículo es menos que el Ensayo. Al respecto escribe
Javier Arango Ferrer: “Sin el ensayo moderno corto no
existiría el periodismo en su urgente misión de plantear
sintéticamente los problemas del mundo contemporáneo”.
Otro género que suele confundirse con el Ensayo es la
crónica, por decirse cronista el columnista del periódico.
Crónicas se llaman los textos periodísticos de Luis Tejada.
Y con la crónica se confunde la monografía, que es muy
diferente. Escribe Juan Gustavo Cobo Borda: “La cróni-
ca, que es hasta cierto punto periodismo, pero que es, ante
todo, buena prosa, oscila entre el Ensayo breve y la digre-
sión aguda, y tiene a Luis Tejada como su más destacado
exponente”. Pero otra cosa son las Crónicas de Indias.
Tampoco el Ensayo debe confundirse con la Tesis, ni
con el Estudio o la Ponencia, como sucede. Ni con la Sem-
blanza o el Compendio, o los alegatos de la Polémica. Ni
El ensayo en Antioquia/Selección 15
De cómo la deslealtad
puede ser modestia
Un joven amigo mío, de vastos recursos pecuniarios e in-
telectuales, abandonó hace unos años sus negocios y sus
excursiones por las ciencias naturales y las matemáticas,
para entregarse en cuerpo y alma, y con una tenacidad de
neófito, al estudio de los evangelios. Ha sido esta transfor-
mación uno de los pocos buenos resultados de la agita-
ción modernista: gentes que apenas habían oído hablar por
referencias de San Lucas y San Mateo, han empezado a
quebrarse la cabeza pensando en las sutiles razones y fun-
damentos que pueden existir para afirmar que unos evan-
gelios son auténticos y otro u otros son tenidos por mate-
ria apócrifa. Bernard Shaw, que no pierde ripio cuando se
trata de cuestiones palpitantes, leyó los evangelios con el
objeto de enterarse y renovar en su clara mente la idea que
se había formado del Cristo. En el prólogo de un volu-
men, aparecido durante la guerra, expuso con su habitual
humorismo lo que le había sugerido acerca del Salvador
del mundo la lectura cuidadosa y desprevenida de los evan-
gelistas. Sólo que los espíritus maleantes, en vez de leer en
esas páginas la vida de Cristo, leyeron con una leve sonri-
sa entre benévola y picante la “biografía de Bernard Shaw,
sacada de los evangelios”. Mi amigo sabe de estos asuntos
lo que se puede saber. Lo que él ignora en punto a la au-
tenticidad de los textos sagrados no vale la pena de ser es-
tudiado.
Días pasados, en un sabroso coloquio de hispanoame-
ricanos, surgió de repente el tema de la deslealtad de San
Pedro con motivo de algún chiste salaz que dejó escapar
inopinadamente uno de los de la reunión. Mi amigo, que
El ensayo en Antioquia/Selección 33
La seriedad
Se reprocha en las esferas diplomáticas europeas y otros
medios políticos menos descabalados, la falta de seriedad a
las gentes de la América Española. A creer en la seriedad
de nuestros censores y en sus compasivas admoniciones,
bastaría cubrir nuestras actitudes y nuestros hechos con
los atavíos de aquella virtud, para que el porvenir fuese
nuestro. Parece, además, que teniendo el porvenir en nues-
tras manos, haríamos de él un uso muy discreto. La serie-
dad construye caminos de hierro, abre canales, deseca pan-
tanos, establece cultivos en escala grandiosa, funda ciuda-
des y las administra en pro de las caras austeras y para la
mayor ventura de sus habitantes.
Empiezan ya los hispano-americanos que viven en
Europa a hacer en todos los tonos y en todos los lugares
donde se acogen, la apología de la seriedad.
“Necesitamos ante todo hombres serios”, dicen con
aire de haber descubierto un nuevo continente en los ma-
res solitarios del pensamiento. Don Fulgencio Tabares ha
venido a España con el objeto de educar a su hijo en todas
las formas de la seriedad.
“Este chico —me decía don Fulgencio hablando de
su hijo— es persona muy seria. Tiene diez y siete años y
no conoce lo que son los juegos de niños. Desde que
aprendió a leer, y ello fue a los seis años, no tiene más
diversión ni entretenimiento que la lectura. Se ha dedi-
cado al estudio de las letras clásicas, y según me dicen sus
maestros, la filología romántica no tiene ya secretos para
él. Aprendió el griego y el latín como jugando. Las len-
guas modernas se las ha asimilado en un abrir y cerrar de
ojos. Para él lo mismo es leer un libro escrito en alemán
que en francés, que en italiano, español o inglés. Se ha
absorbido con una asiduidad y orden admirable las lite-
El ensayo en Antioquia/Selección 39
La frialdad de Santander
Al iniciar, no sin justificada aprensión, mis ensayos
santanderistas, no me propuse nunca probar una tesis, sino
descubrir una realidad. No pretendía encontrar en el gene-
ral Santander las cualidades o los defectos que yo le supo-
nía, los servicios o los perjuicios a Colombia que mi con-
cepto político quería o necesitaba asignarle. Tan sólo que-
ría descifrarme a mí mismo un problema de psicología y
de historia: qué acciones significativas o trascendentes cons-
tituyeron su obra personal en relación con el país; por
qué tantos granadinos en especial y venezolanos también
lo admiraron y respetaron con firmeza, y por qué nume-
rosos venezolanos y granadinos lo detestaron con pasión.
Tal enigma ocupaba el escenario nacional. Ahí se en-
contraba formulado y no resuelto. Talvez cada uno de sus
contemporáneos lo resolvió a su manera; pero quienes se
encargaron de transmitir su solución a las generaciones
subsiguientes, quizá por la misma proximidad, carecieron
de la necesaria perspectiva, o no habían reunido todavía
todos los indispensables elementos de juicio, o las pasio-
nes y los intereses oscurecían el espectáculo y enturbia-
ban la visión; pero es lo cierto que las soluciones propues-
tas o las apreciaciones transmitidas, las más son notoria-
mente incompletas, las otras claramente inexactas, cuan-
do no visiblemente falsas.
Esos modestos pero madurados ensayos míos, habrían
podido ser hechos uno tras otro, en muy corto tiempo. Y
en realidad, cada uno de ellos fue escrito en horas; pero el
acopio de sus materiales y su interna elaboración, han sido
cosa de años, como se echa de ver por sus fechas. Las muy
El ensayo en Antioquia/Selección 43
El juego*
El juego es la actividad que consiste en el empleo ordena-
do de las facultades por el agrado que su ejercicio produce.
El hombre es un ser organizado para la actividad, hacia la
cual le impulsan constantemente los órganos; el reposo es
estado pasajero y temporal, necesario para la recuperación
de fuerzas. El hombre contemporáneo emplea una buena
parte de sus energías en el trabajo, al cual dedica próxima-
mente la mitad de su tiempo de vigilia; la otra mitad, resta-
das las horas de reposo y de refectorio, la dedica usual-
mente al juego; una minoría, variable según el estado de
desarrollo intelectual y económico de cada país, reempla-
za el juego por el ejercicio de algún empeño favorito o
afición, y algunos hombres, ejercen las tres actividades al-
ternativamente, dándole así mayor variedad e intensidad a
la vida.
Fue el juego, indudablemente, la primera actividad del
hombre primitivo; al menos se infiere así del estudio de las
tribus salvajes durante el período histórico. El escaso desa-
rrollo mental, la carencia de recursos artificiales y el con-
tacto inmediato y continuo con la naturaleza, lo inducían
a la caza y a la pesca como medios de ejercitar su actividad,
y a la danza, como medio de entretenimiento social y afec-
tivo; más tarde aparecieron los juegos sedentarios, como
las cartas, ajedrez, etc., propios para distraer las veladas de
invierno o los ocios de la ciudad. Finalmente, de años atrás
* Game en inglés, aunque la idea del autor queda mejor expresada por el
verbo inglés to play, que se emplea ya se trate de juegos de cartas, de
deportes, ejecuciones musicales o representaciones teatrales, etc.
54 El ensayo en Antioquia/Selección
patrones y obreros, esto es, entre los que pueden hallar agra-
do en el trabajo y los que parecían condenados a padecer el
trabajo como pena pura y simple. Si el trabajo fuese para
unos el medio de hacer una carrera y para otros el cumpli-
miento de una condena, la ciencia sería incapaz de llenar su
misión moral, que es la misma de la libertad: generalizar el
goce del privilegio.
La evolución industrial también ha modificado el con-
cepto del trabajo. De hace un siglo a hoy el progreso no
ha sido simplemente material, sino que multitud de nocio-
nes han evolucionado o han sido reemplazadas por otras
nuevas. La asociación, especialmente en la forma de com-
pañías de responsabilidad limitada, va sustituyendo al pro-
pietario particular, lo que permite subdividir así los ries-
gos y asegurar la existencia de las empresas. El jefe de éstas
no es propiamente el dueño de los instrumentos de pro-
ducción, de manera que ya no son sinónimos los términos
“propietario” y “empresario”. Ha surgido un nuevo tipo
de empresario, el cual por sus capacidades de organizador,
de administrador, de conductor de hombres, dotado del
poder de iniciativa que hace de su obra una verdadera in-
novación, es el llamado y el elegido para que conduzca la
empresa, aunque no tenga parte en ella, y es, por lo tanto,
el verdadero fecundador del trabajo en la empresa de su
cargo. En suma, un verdadero especialista en métodos y
recursos de manejo y de organización ha venido a reem-
plazar a los que simplemente eran propietarios o socios.
La empresa misma va evolucionando en el sentido de
convertirse en órgano del servicio público, aunque la pro-
piedad sea privada, como se ve muy claramente hoy en los
bancos centrales de emisión y en los ferrocarriles.
Pero donde se ha efectuado una evolución más pro-
funda es en las relaciones entre patrones y obreros, en que
el concepto de simple colaboración o esfuerzos sumados
en una obra se va reemplazando por el de cooperación,
66 El ensayo en Antioquia/Selección
Santa Fe de Antioquia
Por una feliz coincidencia me fue dado conocer a la
emblemática ciudad de Antioquia en los primeros años de
mi despertar a la vida: estar ante la ciudad reveladora de
leyendas en la edad soñadora de misterios. La emoción
perdura aún, mas apenas podría esbozar ahora el arroba-
miento de mi espíritu ante ese cuadro evocador.
Serían las ocho de la noche cuando nos sentamos a la
puerta del Palacio Episcopal en la plazuela de Chíquinquirá.
La luna llena iluminaba, prodigiosamente nítida, los aleros
de las viejas mansiones vecinas y proyectaba la sombra
ondulante de los cocoteros sobre las calles y la plaza. Casi
insensiblemente mi espíritu fue abstrayéndose de la tertu-
lia familiar para recibir las sugestiones evocadoras de aquel
ambiente nunca por mí antes comprendido, y no pudien-
do resistir a la tentación de contemplarlo en la plenitud del
silencio, fuime por las calles andando lentamente y soñan-
do sueños de tradición y de leyendas. Pavimentos de guija-
rros cubiertos a medias por la grama y el abrojo que brota
en sus junturas, haciendo comprender que el tráfico no les
es frecuente y ofensivo; techos curvados de teja ennegreci-
da por la intemperie de los siglos, aquí y allá cubiertos por
el musgo que ha arraigado entre sus grietas; moradas
señoriles de portones ferrados y crujientes enmarcados en
cal y canto; salas espaciosas que vagamente iluminaban la
luz parpadeante de alguna discreta bujía; amplios patios
embaldosados con bloques grandes de ladrillo rojo; susu-
rro de arboledas que tenuemente agitadas por la brisa aso-
man su follaje por encima de los tejados... Aquí y allá tem-
plos antiguos, casas conventuales, plazuelas en silencio. Y
70 El ensayo en Antioquia/Selección
Elogio de Medellín
Cuando a fines del siglo XIX se instaló el alumbrado pú-
blico de luz eléctrica mediante las grandes bombas del arco
voltaico que se usaban entonces, todos los antioqueños
nos alborozamos hasta los límites dionisíacos del júbilo,
creyendo ver en aquel suceso algo maravilloso en sí y
algo promisorio también de otra era y otros rumbos de
la estirpe.
Por mi parte sé decir que nunca olvidaré la primera vi-
sión que tuve de ello en mis años infantiles. El Alto de
Medina es la cumbre de una loma que da al frente de
Medellín, veinte kilómetros adelante por el viejo camino
que conducía a las poblaciones del Norte. Y fue desde esa
cima, cuando al caer de una tarde y hacerse gris opaca y
fría la leve niebla azul que arropaba la llanura remota, sur-
gió a mis ojos como un pardeado de chispazos la plena
iluminación de la ciudad, allá lejos. A esa hora de mi vida y
en aquella edad de civilización incipiente en nuestro hogar
antioqueño, ver surgir ese parque de luz en la apacible lon-
tananza del valle fecundo, tenía a mis ojos un no sé qué de
prodigio aladinesco.
Y era, en verdad, otro mundo el que nacía. Treinta años
antes José María López de Mesa había promulgado el acuer-
do inicial sobre alumbrado público medellinense: se en-
cenderán sendos faroles en las cuatro esquinas de “la pla-
za”, excepto, “naturalmente”, en las noches de luna.
Era un signo y un símbolo de aldea, sin duda. Más no
debemos apresuramos en admitirlo así, que otra cosa, y
muy altisonante, pensaban los hijos y habitadores de aquel
poblado entonces naciente. Epifanio Mejía y Gutiérrez
González lo dijeron en estrofas insignes, y tal lo sentían
todos corazón adentro: era joya del patriotismo, era la
76 El ensayo en Antioquia/Selección
Segismundo Freud
El mes pasado, septiembre de 1939, murió en Londres
octogenario y desterrado, Segismundo Freud: huyó de
Austria, lugar de su nacimiento, cuando el hitlerismo la
invadió, y murió, simbólicamente, ahora cuando Hitler
parece que va teniendo éxito en sus intentos brutales.
Decimos “lugar de su nacimiento”, porque era hebreo
y grande hombre, y por ambos conceptos su patria era el
universo.
Vamos a intentar un ensayito acerca de él; ensayo como
para nosotros los enamorados de las cosas pequeñas, pe-
queño sermón, pequeña vergüenza y mujer pequeña. El
estudio grande y que no leerán lo dejaremos para López
de Mesa, que es virgen y bobo.
El hombre es instrumento del Estado, de quien recibe
la verdad: tal es la tesis de los totalitarios: Dios es Mussolini,
Hitler o Stalin; “Alemania es Hitler y Hitler es Alemania”.
El hombre es diosecito, microcosmos, sello divino, y
en sí mismo, trabajando, orando o meditando encuentra
la verdad eterna: tal es la otra tesis, y desde 1918 va siendo
derrotada; parece que la gente sintiera la necesidad de un
régimen de estupidez; parece que la humanidad estuviera
cansada del espíritu y atraída por el antiguo animal. Por-
que después de todo abuso de la espiritualidad viene el
hastío:
Mon coeur que tout irrite
Excepté la candeur
De l´antique animal…
(Baudelaire)
82 El ensayo en Antioquia/Selección
***
Freud y Gandhi… En ambos llegó a culminar el abuso
de las facultades espirituales y en ambos principia el hastío
de los hombres y su entrega en brazos del renunciamiento
a la voluntad individual. Mejor dicho: ellos son los últimos
individualistas.
Gandhi fue de 1900 a 1932 el “Mahatma” o alma gran-
de, el hombre en quien vimos encarnada, actuando, la doc-
trina hindú.
Freud fue el doctor Fausto, el sabio europeo en quien
vimos hechos libros, y doctrinas y exámenes todos los
El ensayo en Antioquia/Selección 87
***
Gráficamente podríamos decir que para Freud la psi-
quis humana es como un océano cuyas aguas están riza-
das por vientecillo, en un atardecer; los rayos solares
argentan las crestas de las olas: el sol sería la conciencia; las
crestas del oleaje, los hechos de conciencia, y la sima inde-
finible de las aguas, la subconsciencia, la cual se compone
de instintos, complejos, pasiones y reacciones cuyo traba-
jo se cumple fatalmente, en el sentido de que allí sucede
todo de acuerdo con la fatalidad, bajo el imperio de la ley.
Por eso, para Freud, la conciencia es apenas
epifenómeno, pero epifenómeno evolutivo, como todo:
irá creciendo e iluminando los subfondos anímicos, poco
a poco… ¿Hasta dónde? Indefinidamente: es como
neoplasma invasor, es el último evento de la evolución
biológica.
¿Y la superconciencia? Ésta no hace parte del freudis-
mo; pertenece más bien a la doctrina espiritualista hindú.
Freud es biólogo: considera la vida bajo el aspecto del
fatalismo causal.
Para los espiritualistas (cristianos, hindúes, greco-egip-
cios, etc.) la psiquis humana es fenómeno indefinido, cuya
cima es la superconciencia, en el medio está la faja indeter-
minada y variable de la conciencia, y el fondo inmenso y
profundo lo constituye el subconsciente. Por la primera,
el hombre tiene relaciones misteriosas con el infinito; en
virtud de ella se explican los profetas hebreos, los éxtasis y
El ensayo en Antioquia/Selección 89
***
El ensayo en Antioquia/Selección 91
Terapéutica psicoanalítica
El médico, en su laboratorio, una especie nueva de con-
fesonario, le inspira confianza al enfermo y le hace hablar
en absoluta libertad, de modo que el ancestro pueda salir,
y así, sabiamente guiado, va sacando el complejo que le
causa inhibición, el cual, al hacerse consciente, al agarrar-
lo el psicoanalista y exponerlo a la luz de la conciencia del
enfermo, deja de molestar en el interior del hombre. La
enfermedad, fobia, manía, aberración, etc., es, en resumi-
das cuentas, un complejo hereditario rechazado hacia la
obscuridad del subconsciente. Toda energía se manifiesta
directa o indirectamente: en esta frase se resume la sabidu-
ría del nuevo clínico.
Una parte de la actividad de Freud, la primera, se dedi-
có a perfeccionar su método de cura psicoanalítica; él y
sus incontables discípulos formaron sabios tratados de diag-
nosis y terapéutica.
92 El ensayo en Antioquia/Selección
Teoría de la libido
Libido es el instinto sexual. Indudablemente que en toda
la escala biológica encontramos de común en todos los
seres el amor y el hambre; entre los minerales también, en
forma de atracción molecular y de cicatrización de los cris-
tales. De esos dos instintos primarios vienen los demás.
Por ejemplo, el miedo, que a primera vista parece fenó-
meno primario, bien analizado resulta que se reduce al
hambre o instinto de conservación. En el hombre, animal
“espiritual”, hallamos el miedo en forma de instinto crea-
dor, independizado ya, fuente de las religiones, en cierto
sentido.
El hombre tiene de común con los otros seres la libido y
el hambre; posee instintos propios, pero que en resumidas
cuentas proceden de aquéllos. Parece muy a propósito aquí
intentar una definición del hombre: como diferencia especí-
fica encontramos en él el miedo religioso o sentimiento de
inmortalidad y la sonrisa: Definiremos así al hombre:
94 El ensayo en Antioquia/Selección
***
Nos hemos atrevido a este ensayo porque ahora, con
la muerte de Freud, aquí en Suramérica han escrito dos o
tres insultos a su memoria; pero lo que nos movió a ello
principalmente fue el ver que tales insultos se hacían en
nombre del cristianismo católico, o mejor, usurpando ese
nombre.
El ensayo en Antioquia/Selección 95
El sentido pesimista
en la obra de Rendón
En la obra del maestro inolvidable no he encontrado el
alegre humorismo con que la califican espíritus simplistas.
Una especie de conceptismo satírico orienta las fórmulas
rendonianas y al estudiar sus revelaciones gráficas ataja la
expresión de nuestra sonrisa el sentido doliente de muñe-
cos-hombres vistos por un pesimista que más que en la
delineación de los cuerpos se detuvo en el descubrimiento
y delación de los espíritus.
El procedimiento seguido por Rendón en la composi-
ción de sus caricaturas atiende más a la deformación del
alma que a la de la figura. La concisión, sequedad y dureza
de su técnica, la independencia de los trazos y la negligen-
cia en los detalles, corresponden a su concepción pura-
mente espiritual, a su falta de fe en todas las cosas, a la
magna observación de hechos y seres que él veía bailar en
la cuerda de los intereses mezquinos y vulgares.
Nacido en tierras rebeldes que guardan con misticismo
recuerdos revolucionarios y anarquizantes, en un clima
de estepa, el maestro Rendón sintió siempre la influencia
de esos dioses tutelares y peregrinó por el mundo con la
decadente sorpresa con que lo hubiera hecho un
Savonarola en una sociedad comunista. Aislado en su re-
flexiva soledad sólo permitía que se le acercaran espíritus
selectos como el gran poeta León de Greiff o el ancho psi-
cólogo y novelista José Restrepo Jaramillo, con quienes
guarda semejanza en la uniformidad de sus emociones, en
El ensayo en Antioquia/Selección 99
Elogio de la guerra
Es interesante y conmovedor ver los esfuerzos enormes
que hacen los hombres en todas partes, por aparecer paci-
fistas, por amar y realizar ese sueño absurdo e inexplica-
ble que se llama la paz. Pero en la íntima realidad, en la
realidad profunda y subterránea del corazón, ningún hom-
bre logra ser pacifista verdadero; aun bajo la capa gruesa
de carne del burgués más burgués y más gordo, queda una
divina chispa bélica, una partícula del instinto supremo de
la guerra, que no han logrado apagar definitivamente ni las
alucinaciones locas de la razón ni la influencia de una vida
regalada y soñolienta.
Y es que el hombre es, al fin y al cabo, un animal noble
y fuerte dotado de poderosa vida interior; para alimentar
su alma insaciable tiene que eliminar lo externo, que ab-
sorber lo circundante; mientras más alma se tenga, más
potente es el instinto de la absorción; podría decirse que,
después del combate, los vencedores se han asimilado el
alma de los muertos, la han incorporado a su vida interior,
acrecentándola; por eso sin duda los ojos de los vencedo-
res son tan luminosos y sus piernas tan ágiles y tan vitales.
Pero, por una singular contradicción, el hombre se aver-
güenza de la guerra. Es verdad que, generalmente, el hom-
bre se avergüenza de todo lo que pudiera enorgullecerlo.
Del amor, por ejemplo; sin embargo, el amor, como la gue-
rra, es una sed infinita de alma; un abrazo y una estocada
son dos maneras distintas de vigorizarse, de duplicarse inte-
riormente, eliminando o queriendo eliminar a otro ser. El
hombre se avergüenza de ambas cosas, quizá por la secreta
y misteriosa afinidad que hay entre ellas. En todo caso, el
116 El ensayo en Antioquia/Selección
El maestro Rendón
Un grupo de amigos que quieren y admiran a Ricardo
Rendón, le ofreció ayer una alegre comida campestre con
motivo de haber llegado a los 29 años.
Con esa discreta displicencia tan suya, sin amor a la
gloria y sin odio a la gloria, sin demasiada esperanza y sin
demasiada desilusión, sin pose, sin premura, sin artificio,
sin esa ansia de popularidad que lleva a la mayoría de los
artistas a cortejarla coquetamente o a conquistarla con
efímeros golpes de efecto, sino de una manera sencilla y
natural, Rendón culmina hoy en su vida, y en su arte; qui-
zá no ha realizado todo lo que su genio hubiera podido
realizar, pero indudablemente ha realizado más, mucho
más de lo que podría esperarse en un medio incipiente y
sin tradición como el nuestro; su obra es entre nosotros
un fenómeno espontáneo, sin ninguna vinculación artísti-
ca al pasado ni al presente; nació madura, es decir, encerra-
da dentro de cierta cuerda corrección clásica, que sólo asu-
mirá nuestro ambiente artístico, en ese ramo, dentro de
algunos años de selección ascendente, de evolución pro-
gresiva; la etapa artística, que lógica y cronológicamente
debía haber precedido y preparado el advenimiento de
Rendón, marcha hoy paralelamente a él; por eso puede
observarse la circunstancia singularísima de que ningún
otro caricaturista lo ha superado, ni igualado, ni siquiera
se ha aproximado a él, entre nosotros, en la perfección y
pureza de su arte.
Y es que nosotros estamos todavía en un período pri-
mitivo del dibujo, que podríamos llamar arcaico, por la
inmovilidad, rigidez y entumecimiento que lo caracterizan;
apenas vamos a alcanzar el período clásico, que entraña la
línea perfecta, la naturalidad absoluta, con toda la soltura,
El ensayo en Antioquia/Selección 119
De palmera en palmera
las mirlas cantan,
los arroyos murmuran
entre las ramas
¡Dulce hija mía,
duerme siempre al concierto
de aguas y mirlas.
Gallinetas reales
de canto dulce
guardan en la hojarasca
huevos azules...
Perlas del bosque...
que lleva a sus altares
la gente pobre.
Siete-cuernos, uvitos
y amarrabollos
de botones y flores
visten sus copos,
de ramo en ramo
los cupidos del aire
vuelan libando.
.........
Entre cedros y robles
de verdes copas
el yarumo levanta
las blancas hojas:
Patriarca anciano
que en trono de esmeraldas
vive sentado.
............
Oasis escondidos
bajo las palmas
olorosos jardines
152 El ensayo en Antioquia/Selección
de mis montañas:
para mi esposa,
para mi dulce Emilia,
tejed coronas.
*
Desde aquel día en adelante, nuestro diálogo se prolon-
gó por varios meses en pláticas cuotidianas. Conocía él la
literatura francesa de todos los tiempos, la primitiva, la clá-
sica, la romántica, la moderna, con una minuciosidad pas-
mosa, y se paseaba por ella con la seguridad de un exper-
to. Nada quedaba por fuera de sus pesquisas. Su charla
viva e ilustrada abrió mil caminos a mi curiosidad y su
magisterio fue de aquellos que dejan honda huella por toda
una vida. Santos era en la intimidad de su propia existencia
un intelectual puro, uno de aquellos espíritus selectos que
después del ajetreo exterior a que los han empujado las
circunstancias, se repliegan sobre sí mismos y buscan en
el sosiego de la lectura reposo para sus mentes fatigadas.
No he oído nunca a otra persona que hablase con mayor
propiedad sobre literatura ni he conocido una informa-
ción más amplia que la suya. Escuchándole uno se hacía
estas preguntas: ¿Cuándo ha repasado este hombre tantos
libros, cuándo ha podido acumular tanta información, tan-
tos hechos, tantas teorías, tantas tesis? Mas no sólo eso.
Lo increíble era su capacidad certera para justipreciar lo
que leía, su refinamiento espiritual para escoger aquellos
que tenían valor y poner de lado lo accidental. Amaba la
prosa tersa, sencilla pero profunda, la que fluye sin
estridencias ni gran brillo y nos lleva de la mano como si
fuese una música encantada. Alguna vez le dije de mi admi-
ración por Claudel, aquella musa de profeta bíblico que
llenó cincuenta años de la vida poética de Francia con el
vigor de sus apóstrofes homéricos.
“No, -me dijo-. Lo mejor de la poesía francesa está en
la intimidad, en los matices delicados, en la frase discreta.
Antonio Álvarez Restrepo
158 El ensayo en Antioquia/Selección
*
En la prosa de sus mensajes, de sus editoriales, de sus
discursos apenas sí dejaba adivinar una mínima parte del
fondo de su cultura. Una cita discreta del Conde Lucanor,
una máxima de Gracián, un pensamiento de Marco
Aurelio. El fondo de sus lecturas estaba allí, en el ritmo de
su prosa discreta, en la nobleza de su pensamiento expre-
sado con sobriedad deliberada. Él, que se había paseado
por todas las literaturas, bebía como dijo el clásico, en su
propia copa y eludía deliberadamente la ostentación y el
brillo que prestan las joyas ajenas. Sus lecturas lo llevaron
a adoptar ante la vida y ante los hombres una posición de
discreto escepticismo, a no perder el equilibrio por las de-
bilidades de muchos y a comprender, con una sana filoso-
fía, que el hombre es mudable, diverso y contradictorio,
como en el poema de Barba Jacob.
FÉLIX ÁNGEL VALLEJO
Borges:
su idioma sencillo y sobrio
Al referirnos al estilo de Borges queremos recordar una
cita que de él ya hicimos, tomada del libro Diálogos Borges -
Sábato, y que dice así: “Y aquí hay algo curioso, uno al
principio cuando comienza a escribir es barroco,
vanidosamente barroco, después quizá puede lograr esa
secreta complejidad. No la sencillez, sino una secreta com-
plejidad…”.
O sea que su estilo es sólo el resultado de un severo,
lento y complejo proceso de meditación, depuración y
refinamiento estético. Por eso lo primero que se advierte,
al leerlo, es que tanto su prosa como su poesía son el sazo-
nado fruto de una muy esmerada, erudita y paciente ela-
boración. Lo que a veces parece que le restara temperatu-
ra a la obra. O que la dosis de tan vital esencia le fuera
suministrada en tan leve cantidad, que la hiciera casi im-
perceptible, deteriorándola, si no fuera por la singular su-
peración que ella alcanza con su hondura metafísica y su
secreta música interior.
De modo que para poder llegar a esa profunda claridad
y desnudez de expresión, sin que se le advierta el trabajo,
Borges debió necesitar buenos años de meditada y cuida-
dosa brega por libertarse del formalismo, uno de los más
graves e inveterados vicios de la casi totalidad de los escri-
tores de lengua castellana. Y aún más difícil la tarea si se
tiene en cuenta que la mayoría de los lectores está habitua-
da tradicionalmente a la abundancia decorativa de las
160 El ensayo en Antioquia/Selección
El éxodo campesino
La actividad nacional ha encauzado sus energías hacia la
solución del problema de la vivienda urbana. Y claro está
que las ciudades se encuentran ante un problema de pro-
porciones gigantescas, que excita sin tregua la inconformi-
dad de las clases trabajadoras. Basta asomarse a los barrios
obreros de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, etc., para
que una simple ojeada muestre la tremenda realidad que
clama por solución inmediata. Pero al lado de ese angus-
tioso problema se halla el no menos grave de la vivienda
campesina. Quien tenga ocasión de viajar por Boyacá,
Nariño, Huila, y en general por el país, advertirá, al paso
de su vehículo, la magnitud y gravedad del problema y las
implicaciones que produce sobre todas las actividades na-
cionales.
El éxodo del campesino obedece a varias causas, entre
ellas a la inseguridad y la violencia; pero en mucha parte lo
estimula la falta de vivienda higiénica y la esperanza de re-
solver ese problema domiciliándose en la ciudad. Claro,
como casi toda la fuerza de los recursos se dedica a resol-
ver el problema de la vivienda urbana, la ciudad establece
contra el campo una competencia imposible de contrarres-
tar, y que a su turno vuelve cada día más grave el proble-
ma de la vivienda urbana, pues es natural que a medida
que se presenta el aumento del éxodo campesino crezca el
de las necesidades de viviendas urbanas
De lo dicho resulta sencillo deducir que para evitar el
crecimiento anormal de las ciudades es preciso destinar
parte de los recursos a la vivienda rural, o hacer un plan
especial para cubrir tan imperiosa obligación. El abando-
no del campo produce efectos devastadores en la econo-
mía, y al mismo tiempo situaciones urbanas sumamente
172 El ensayo en Antioquia/Selección
El burro laborioso
Contra lo que piensa el común de los humanos, el burro
es un animal inteligente. Se domestica con sencillez, traba-
ja hasta la fatiga y hasta longevo, es sufrido, resignado y
guapo.
En hartas comarcas del mundo los hombres han podi-
do llevar a cabo prodigiosas empresas, gracias a los servi-
cios del burro, porque es factor de progreso y barato ins-
trumento de trabajo.
Tiene muchos usos esa “herramienta” de producción,
que así como solventa apremiantes necesidades del hom-
bre, labora soportando largas abstinencias, duras hambres,
fuertes latigazos, atroces aguijadas.
Sorprenden la paciencia del burro, su natural inclina-
ción al sufrimiento, su inestimable capacidad de soportar
hambre y sed, y su paciencia, que solamente aflora en ra-
bia por excitantes crueles, cuando está por medio el instin-
to de conservación.
En numerosas comarcas los hombres han podido so-
correr, sus apremios de agua, gracias a los “burroductos”.
En ese campo harto les debe la vida humana, porque allí
han cumplido jornadas memorables, que no podríamos
olvidar meramente porque el progreso use ahora nuevas
formas de aprovisionamiento del imprescindible líquido.
Recuerdo las largas filas de pequeños burros que via-
jaban del pueblo de Sincelejo a los sucios manantiales ve-
cinos -que a tantos enriquecieron- a cargar agua. Los re-
cuerdo cumpliendo esa tarea en todas las regiones secas
de la Costa colombiana, y también recuerdo que como el
agua era tan cara, los pobres burritos sentían la sed mor-
diendo cruelmente sus entrañas resecas, y la padecían es-
cuchando sonar el agua que a otros habría de saciárselas,
El ensayo en Antioquia/Selección 183
La universidad y la
responsabilidad intelectual
El tema de la responsabilidad intelectual es todo él una
cuestión de nuestro tiempo. A Sócrates no se le ocurrió
plantear ante los sofistas este problema. Se discutía enton-
ces un asunto más radical, es a saber, si la inteligencia (o la
razón), puede alcanzar el ser de las cosas. Los sofistas no
eran unos irresponsables intelectuales: muy al contrario,
eran gente seria, pues seriedad implica el decir que el ser es
inaccesible, y que sólo debemos ocuparnos de las cosas
mismas, en cuanto prácticas, en cuanto pragmáticas. El
triunfo de Sócrates no fue contra la charlatanería de los
sofistas sino contra su escepticismo. ¿Habrá algo menos
irresponsable que un utilitarista? Pues, bien, en el fondo
esta era la posición de los sofistas1.
Así como la responsabilidad moral y la penal y la eco-
nómica son temas relacionados íntimamente a un posible
abuso en el orden moral, o en el penal o en el económico,
de igual manera la responsabilidad intelectual es una cues-
tión que sólo se suscita cuando se presenta el abuso de la
inteligencia. Y este abuso de la inteligencia no fue conoci-
do ni en la antigüedad ni en la Edad Media; tampoco en los
primeros siglos de la llamada Edad Moderna. Corresponde
quizás a la última centuria que llevamos de vida histórica, es
1 Cf. W. Jeager, Paideia, t.II, p.127 y ss. (vers. esp., México, 1944); Julián
Marías, Introducción a Platón, en la trad. del Fedro, p.57 y ss. (Ed. Revista de
Occidente, Argentina, B. Aires, 1948); Ernst Hoffman, Griechische Philosophie
bis Platon, p.109 y ss. (F.H. Kerle, Heidelberg, 1951).
186 El ensayo en Antioquia/Selección
Generaciones colombianas
(Un capítulo)
Colombia nace biológicamente en el año de 1760;
socialmente en 1790 y políticamente en 1819.
He distribuido, el nacimiento biológico de los hombres
representativos y el que pudiera llamarse nacimiento social,
es decir, cuando empiezan a emitir vigencia, al cumplir trein-
ta años. De ahí que las zonas biológicas generacionales abar-
can las siguientes fechas de a 15 años: nacidos de 1760 a
1775. De 1775 a 1790. De 1790 a 1805. De 1805 a 1820. De
1820 a 1835. De 1835 a 1850. De 1850 a 1865. De 1865 a
1880. De 1880 a 1895. De 1895 a 1910. De 1910 a 1925. De
1925 a 1940. De 1940 a 1955. De 1955 a 1970. Es decir los
nacidos dentro de esas fechas y cuya vigencia se contará
treinta años después de nacer. Y las zonas de vigencia, a
partir de 1800 que son de 30 años normalmente, excepto en
las aceleraciones que tienen menos años.
Para comprender el sistema hay que tener en cuenta
que la influencia sobre cada período la hacen tres genera-
ciones a partir de los 30 años de edad de sus miembros
que, hasta los 45 hace su entrenamiento. Esto es lo que
Ortega y Pinder llaman la iniciación. En los 15 años subsi-
guientes, es decir, hasta que lleguen los 60, consolidan su
período de predominio, y la generación de relevo la de los
que pasan de los 60 años. Coexisten así, a un mismo tiem-
po, emitiendo vigencia social, tres generaciones simultá-
neas: la que ha alcanzado a los sesenta años, la que va de
los 30 a los 45 años y la de los que tienen de 45 a 60 años.
200 El ensayo en Antioquia/Selección
Anacronismos nacionales
De ahí la dificultad de clasificar un período según la
nomenclatura perpetua de la generación más antigua o de
la más reciente. Yo he preferido cubrirla con la nomencla-
tura de la más reciente porque es realmente la que suele
tener el poder decisorio universal, aun cuando no lo tenga
institucionalmente. Estos son los períodos de anacronis-
mo nacional.
Este sistema va a permitir una claridad más grande en la
dirección auténtica y objetiva del movimiento de emanci-
pación. Sin el prejuicio doctrinario que permite adjudicar-
le a posteriori un programa a la historia, va a permitir tam-
bién, por comparación con otros países similares al nues-
tro, los hispanoamericanos, determinar en qué generación
se detuvo un proceso, en que líneas se adelantó a esos otros
países, y, finalmente, en cuáles líneas hemos sido
204 El ensayo en Antioquia/Selección
Parálisis de movimientos
Hay, por lo demás, problemas de gravedad insospechada
que puedan plantearse a generaciones más desprevenidas
de las actuales para que las encaren con objetividad y de-
El ensayo en Antioquia/Selección 205
Raza en formación
La indolencia hay que centrarla, pues, en la carencia de
apetito y, por tanto, a lo innecesaria de toda actividad que
lo satisfaga, así sea material o espiritual. El que es víctima
del hambre ya no tiene apetito para alimentarse, es decir,
no tiene necesidad de nutrirse, y ocurre lo mismo en el
orden cultural. El que no tiene apetito por la cultura no
tiene necesidad de esa nutritiva satisfacción del espíritu.
De ahí que sea tan válida la tesis de Ortega y Gasset que,
desventuradamente, no desarrolló como prometió hacer-
lo, cuando, al desgaire, en uno de sus radiantes ensayos,
habló de la cultura del ocio como la característica de la
estirpe ibérica.
Era la oposición a la llamada cultura de la abundancia,
de la pobreza, de la miseria, del bienestar, etc. Hay que pe-
El ensayo en Antioquia/Selección 211
Alimentación desequilibrada
Los nutricionistas han establecido experimentalmente
cómo el bajo contenido de proteínas y la exagerada abun-
dancia de carbonos en la alimentación de las clases sociales
más pobres, así como la parasitosis, eliminan el apetito.
Josué de Castro afirma en la Geopolítica del Hambre
que, “no es que en los climas tropicales haya un mayor
gasto de vitamina B1, como se pensó durante mucho tiem-
po, ni que se produzca una pérdida exagerada de ese prin-
cipio nutritivo a través de la transpiración abundante, sino
simplemente que la exagerada carga de hidratos de carbo-
no al ser metabolizada, exige mayor ingreso de vitaminas”.
Concluye diciendo que no existe esa famosa apatía tropi-
cal como consecuencia del clima, sino falta de salud por
las consecuencias aniquiladoras del hambre.
Más adelante agrega: “El organismo adormecido por el
hambre, se sumerge en una especie de letargo fisiológico,
214 El ensayo en Antioquia/Selección
Facilismo cultural
Sin ánimo de trascendentalizar, vale la pena señalar
cómo toda la anterior psicología de la indolencia ha gene-
rado en mucha gente la expansión de un facilismo de la
cultura, mediante el cual se pretende eliminar todo esfuer-
zo de adquisición, desde los bienes materiales hasta los
culturales. La frivolización de la vida rechaza todo esfuer-
zo, en condiciones tan significativas como la de aquel em-
pleado de una agencia distribuidora de máquinas sumado-
El ensayo en Antioquia/Selección 215
El tiempo esotérico
Hemos permitido a la literatura que use los recursos de la
imaginación para ayudarnos a revelar el misterio del tiem-
po: no propiamente para conocerlo, sino para sentirlo.
No hemos podido comprender el esfuerzo que hacen al-
gunos en la interpretación de las obras de arte como si
fuesen un mensaje escrito en un lenguaje especial, traduci-
ble por diccionarios, explicando que aquel color represen-
ta para el artista un momento de dolor, aquellas líneas cru-
zadas la voluntad de lucha y, finalmente, las grandes masas
de carne que surgen entre los pliegues de los ropajes y se
expanden por el lecho hasta llegar al suelo, es el triunfo del
amor... Sin duda la obra de arte suscita en el espectador
sentimientos que pueden ser semejantes a los que vivía el
artista en el momento de su creación, pero no importa
que sean otros. Jung dedicó sus últimos días de vida a diri-
gir un precioso libro titulado. “El hombre y sus símbolos,
donde se aplican los criterios psicoanalíticos de interpreta-
ción del alma humana a la pintura y quisiéramos creer que
este lenguaje del arte sea algo más que el lenguaje de los
sueños inventado (¿descubierto?) por Freud.
De cualquier manera que sea, la literatura nos abrió los
horizontes para sentir el tiempo y en este capítulo vamos
a escuchar las voces de otros visionarios que creen haber
descubierto caminos ocultos en la percepción de los fenó-
menos temporales, sin abandonar nuestra posición de
relatores o notarios imparciales.
Teósofos, astrólogos, brujos, magos, adivinadores, her-
méticos, espiritistas, esotéricos, parapsicólogos.
metapsíquicos, y novelistas de ciencia-ficción nos han des-
224 El ensayo en Antioquia/Selección
Vargas Vila
y su obra literaria
(Capítulo de El divino Vargas Vila)
Numerosa, cual la de ningún otro escritor americano, sal-
vo don José Toribio Medina, escritor chileno quien llegó a
la centena de libros publicados, es la obra de José María
Vargas Vila, el cual, según nuestro censo sobre ella, deja
112 volúmenes; 108 publicados, 4 obras inéditas y sus
memorias, estas últimas, según Carlos García Prada, en
poder del Gobierno mejicano, sin que se sepa el por qué
de ello.
Es por esto, por lo que encontramos muy natural, la
envidia de algunos escritores colombianos y como conse-
cuencia de ella, la campaña de silencio que en torno al es-
critor se ha hecho en su suelo natal. ¿Y cómo, no? pues si
los dómines de la literatura colombiana, ninguno de ellos
llega a las dos docenas de libros publicados y cuando pa-
san de la primera docena, comienzan los “recalentados” o
“refritos”, es decir a repetirse lastimosamente sin poder
volver a escribir nada nuevo, dedicándose a hacer colchas
de retazos de sus mismos libros.
¿La obra de Vargas Vila es toda uniforme y buena? No,
imposible sería. Un escritor tan polifacético y tan prolífi-
co como fue éste, dejó mucho ripio, como es natural, pero
dejó una OBRA monumental e inigualable por el núme-
ro. En cuanto a la calidad, no toda es buena, cómo ya lo
dijimos, pero de ella se salva un 50%, que ya es mucho
decir.
El ensayo en Antioquia/Selección 239
1 Diario íntimo de 1900 a 1918. como Del alba al cenit, sus memorias de 1860 a
1900, están incorporadas al llamado Tagebuche que terminan en 1930 y que
por su expresa voluntad no las publicó en vida. Su secretario vitalicio,
ejecutor testamentario y heredero, universal, Ramón Palacio Viso, jamás
dio razón de ellas. Aun cuando algunos aseguran están depositadas en
custodia al Gobierno de México.
El ensayo en Antioquia/Selección 251
La continua tragedia
colombiana
La continua tragedia colombiana, más insoportable y
amarga para cada nueva generación, tiene sus endémicas
procedencias en los punzantes desequilibrios económi-
co-sociales -cada día crecientes por desgracia- entre las
ínfimas minorías montadas con insaciado egoísmo sobre
abundancia de riquezas, influencias y poder superabun-
dantes, de los cuales abusan en su agresivo afán de acapa-
ramiento y deslumbrante ostentación, y las desoladas
mayorías acorraladas por las necesidades, sin más espe-
ranzas que las de organizarse como multitudes actuantes
para irrumpir pacífica, pero incontenible y
revolucionariamente, como mayoritaria organización
política para ganar el poder gubernamental y dejar atrás
los partidos y regímenes plutocráticos de oscuros falsa-
rios e injustos contubernios liberales-conservadores, tan
certeramente, fustigados por William Ebenstein cuando
acusa fulminantemente: “...los dueños del capital emplean
su ilimitado poder sobre sus empleados y el público...”.
Esto reafirma la urgencia de los cambios, pero no parcia-
les, ni tímidos, ni externos, ni alcahuetes, sino audaces,
con las repercusiones y alcances satisfactorios a la con-
quista de los derechos, al bienestar negado con tanta ter-
quedad, ojalá con tranquila fraternidad, pero los magna-
tes deben rememorar la historia para ver, como en un
espejo, en un límpida fuente, o en un panorama tan am-
plio que se dilata por milenios, que los desnutridos, ra-
El ensayo en Antioquia/Selección 253
La coma
Empecemos con la coma, y vamos a ver hasta dónde
llegamos hoy.
La coma tiene dos usos principales:
1. Separar los elementos semejantes de una serie.
2. Separar los elementos que tienen carácter explicativo
en la frase.
Estudiemos el uso número 1 con ejemplos, que es como
mejor se aprende a usar el idioma. Irán separados con co-
mas los elementos de las siguientes listas:
a) Sustantivos: Pedro, Juan, Diego y Santiago. (Aquí
vemos que la conjunción y remplaza la última coma).
Campana, pelota y flor.
b) Adjetivos: Rodrigo está cansado, enfermo, aburrido
y furioso.
c) Verbos: corre, salta y vuela.
d) Adverbios: anteayer, hoy y mañana.
264 El ensayo en Antioquia/Selección
El punto y coma
Se emplea el punto y coma en cuatro casos principales:
1. Cuando un período consta de varias frases que ya lle-
van una o varias comas, se separan estas frases con punto
y coma.
Ejemplos: “Me acompañaban un condiscípulo, que iba
para su casa; un cadenero, que me iba a ayudar; dos
gamines, que se nos juntaron…”
“Cada uno de los compañeros consigna sus recuerdos:
Juan Vélez, el ingeniero, nos habla de los planos que se
levantaron; Héctor Gómez, con sus conocimientos de
aviación, nos describe el aeropuerto; José Mejía, por su
parte, nos cuenta la llegada del primer avión.”
2. En las oraciones formadas por varias frases seguidas que
tienen un solo sujeto.
Ejemplo: “Bolívar fue primero embajador en Londres;
luego vino a iniciar la guerra en Venezuela; pasó en segui-
da a Cartagena, donde le suministraron tropas; y después
emprendió la campaña del Magdalena.”
3. Delante de pero, sin embargo, no obstante, y otras ex-
presiones adversativas semejantes, cuando separan fra-
ses de alguna extensión.
Ejemplos: “Yo quisiera contarte todo lo que pasó; pero,
desgraciadamente, me tengo que callar muchas cosas.”
“Como hacía tan poco tiempo que nos habíamos vis-
to, resolví no saludarlo; no obstante, al poco rato me lla-
mó la atención extrañado.”
El ensayo en Antioquia/Selección 269
Interrogación y admiración
Ni en inglés, ni en francés, ni en general en otros idio-
mas se emplean los signos de abrir interrogación y admira-
ción. Esto “ha” hecho que muchos -especialmente los re-
dactores de textos de publicidad- los hayan suprimido en
español. Esto es un error que debe evitarse. Nuestro idio-
ma es el único que los emplea y es necesario usarlo, pues
muchas veces ocurre que, “si no” se emplean, sólo se da
272 El ensayo en Antioquia/Selección
La necropsia de Gardel
El 24 del pasado mes de junio, y de esto hace cuarenta y
cinco años, en fatal accidente de aviación perdió la vida
Carlos Gardel, una figura destacada de la música folclórica
a quien se le llamaba el Rey del Tango. Como decía Carlos
E. Serna en admirable crónica recordatoria de este insuce-
so, en El Colombiano del 22 de junio, “Gardel fue el hombre
que le dio fuerza arrolladora a esa inconfundible canción
del suburbio del puro arrabal”.
Sinceramente es de presumir que sobre Gardel todo
está dicho. Lo que sí se omite, en cada aniversario,
involuntariamente desde luego, es cuántos murieron en la
fecha, los nombres de los que perecieron en ese choque
brutal de dos aviones cuyas causas aún se desconocen, y
las diligencias de rigor que para el reconocimiento de los
cadáveres se practicaron ese mismo día. Según el boletín
No. 1 del vol. 2 del Comité de Historia de la Medicina,
órgano de la facultad de Medicina de la Universidad de
Antioquia, las diligencias fueron practicadas por el Dr. Luis
Carlos Montoya Rodríguez. Y según la enumeración que
en ellas hace, los muertos fueron: Juan Castillo, Guillermo
Escobar Vélez, Estanislao Zuleta Ferrer, Ángel Domingo
Riverol, Lester W. Alleck Strauss, Jorge Moreno Olano,
H Fuerst, Hans Thomas, Carlos Gardel, Celedonio Pala-
cios, Henry Swartz, Ernesto Samper Mendoza, (el avia-
dor), William B. Foster, Alfredo Le Pera, y Guillermo
Desiderio Barbieri; parece que ningún otro más.
Pero lo que se pretende hacer constar con este artícu-
lo, es que antaño se ponía especial interés a las necropsias,
porque en verdad, el levantamiento de un cadáver, y la
diligencia de necropsia, son puntos claves en la investigación
de un delito. Y hoy ambas diligencias se hacen a la topa
276 El ensayo en Antioquia/Selección
El alma de España
En agosto de 1942 se cumplió uno de los sueños dorados
y pertinaces de mí vida: conocer a España.
Procedente de Roma, cabeza de la latinidad y de la
catolicidad, entré al solar de España por la frontera catala-
na de Port Bou. Y la España que entonces me fue dado
conocer fue la mediterránea del norte: Ampurias, con sus
reliquias y prestigios de mercadería helénica; Gerona, ciu-
dad vetusta, engastada en campos verdes y jugosos; Barce-
lona, metrópoli europea, circundada de fábricas; el medi-
terráneo, mar azul, mar bello y jocundo, que parece invi-
tar siempre a la vida y a la alegría.
De Cataluña me habían repetido que era la región de
los comerciantes despiertos, en donde la bolsa sona y por
eso es bona. Años después comprobé que en Cataluña,
además de la bolsa, suena la lira, y que si es tierra de fabri-
cantes y de millonarios, lo es también de Verdaguer, de
Maragall y de Rubió y Lluch, el gran humanista amigo de
Colombia. Por lira entiendo la música y la poesía, la sardana
con su melodía y su danza multisecular, y el cultivo de la
lírica en cantidad y calidad superior a muchas otras pro-
vincias de España.
Sólo en 1944 pude internarme en España y llegar a
Castilla. Sin saberlo imité a los hombres de la generación del
98 que desde la periferia, desde sus nativos rincones provin-
cianos, avanzaron hacia Madrid a tomarse por asalto el co-
razón y las preocupaciones de su agridulce España.
A Madrid me dirigí, para allí arraigar por años largos y
felices, en plena estación veraniega. Implacable es el sol
estival de Castilla; pero creo que es la estación más apro-
284 El ensayo en Antioquia/Selección
En su barbechera adusta,
Cid o espiga, todo grana.
De su raza, austera y justa,
es la frase más augusta:
no me da la real gana...
Alcalde de Zalamea:
tu real gana flamea
contra la real persona.
Toda Castilla garbea
en su alcalde sin corona.
Etapas de la filosofía
en la historia intelectual
colombiana
Para que en un país exista una tradición de pensamiento
filosófico no se requiere que la producción haya sido vo-
luminosa en el número de escritos, ni que quienes hayan
cultivado este tipo de saber brillen por su originalidad en
la historia del espíritu. Lo indispensable es que siempre, y
en cada momento, un grupo de hombres cuya influencia
se hace sentir en el contorno social haya mantenido el con-
tacto con el saber filosófico de su tiempo y con el saber
filosófico del pasado. No importa para este efecto el con-
tenido mismo de ese saber. Ha existido en Europa activi-
dad filosófica continuada durante más de dos milenios,
aparte de las consideraciones que puedan hacerse sobre
las escuelas, tendencias o tesis que han predominado en
las diversas épocas. Del diálogo, crítica y negación de sus
diferentes corrientes vive y se hace fecundo el pensamien-
to. Cada etapa de su historia presupone otra antecedente
de la cual parte toda nueva actividad, no importa, muchas
veces, que dicho antecedente sea pobre o equivocado a
juicio de quienes lo han recibido y se han hecho cargo de
la misión de mantener el saber filosófico, de enriquecerlo
y hacerlo más apto para explicar los enigmas del universo
o para resolver los problemas de la vida espiritual propios
de una cultura o de una generación. Desde este punto de
vista es que todo saber –y en primer lugar el saber filosó-
El ensayo en Antioquia/Selección 305
LA ÉPOCA COLONIAL
La Escolástica
Los colegios, seminarios y universidades coloniales (Si-
glos XVII y XVIII), basaron su enseñanza filosófica en la
Escolástica. Hubo, sin embargo, dentro de la orientación
escolástica por lo menos tres matices. La Universidad
Tomista de los padres dominicos y el Colegio Mayor de
Nuestra Señora del Rosario, siguieron las huellas de Santo
Tomás y de los comentadores tomistas como Cayetano,
al paso que los jesuitas de la Universidad Javeriana se aco-
gieron a Suárez, y los franciscanos a Escoto1. Pero el mé-
todo de trabajo y enseñanza era común a todos. La última
ratio eran los autores consagrados por la tradición. Los
textos de Aristóteles decidían en última instancia las du-
das, no sólo en metafísica sino en física. Cuando el profe-
sor de la Academia Javeriana José de Urbina S.J., en su
curso de Física dictado en 1647, se pregunta a qué cosas
convenga el concepto de naturaleza, dirá: Esta dificultad
quedará dilucidada respondiendo a las siguientes dificulta-
des previas: 1. Si a la materia primera convenga la razón de
naturaleza; respuesta afirmativa con Santo Tomás (2, de
los físicos, text. 2); con Suárez (Methphys. Disp. met. 15,
sect. 11); y es común entre los autores2. Ni la experiencia
1 Sobre la Universidad colonial V. Fray José Abel Salazar, Los Estudios
Eclesiásticos Superiores en el Nuevo Reino de Granada. Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, Madrid, 1946.
2 Juan David García Bacca, Antología del Pensamiento Filosófico en
Colombia, Biblioteca de la Presidencia, Bogotá, 1955, p.120.
El ensayo en Antioquia/Selección 307
Influencias de la Ilustración
En la segunda mitad del siglo XVIII, tanto en España
como en las colonias, surgió un espíritu renovador que
allá como aquí debió gran parte de su impulso a la obra de
9 Vida y Escritos del Dr. José Félix de Restrepo, publicados por Guillermo
Hernández de Alba, Bogotá, Imprenta Nacional, 1935, pp. 137-138.
10 Algunas de esas materias –dice uno de sus discípulos refiriéndose a las
matemáticas, la lógica, la metafísica- nos las enseñaba el doctor Restrepo
por la edición latina de la obra del profesor alemán Cristian Wolff. Juan
Francisco Ortiz, Reminiscencias, Biblioteca Popular de Cultura
Colombiana, Bogotá, 1946, p. 82.
11 Oración para el ingreso de los estudios, pronunciada en el Colegio
Seminario de Popayán, octubre de 1791. Vida y Escritos del Dr. José Félix
de Restrepo, ed. cit., p. 146.
El ensayo en Antioquia/Selección 313
15 Ibid., p. 140.
El ensayo en Antioquia/Selección 317
LA EPOCA REPUBLICANA
Bentham y la reacción antibenthamista
La generación que siguió a la Independencia se alimen-
tó de dos fuentes filosóficas: el utilitarismo de Bentham
en la ética y la teoría de la jurisprudencia y el sensualismo
de Destutt de Tracy en la teoría de las ideas, es decir, en
la teoría del conocimiento. Ezequiel Rojas fue la figura
de mayor relieve en este período de nuestra historia de
las ideas. Como casi todos los colombianos que a comien-
zos del Siglo XIX habían leído las primeras obras de Au-
gusto Compte (p.e. José Eusebio Caro en su primera ju-
ventud) estigmatizó como “teológico” y “metafísico” todo
lo que no fuera explicar las formas y funciones del pen-
samiento como resultado de una combinación de sensa-
ciones. Repetía incansablemente la afirmación de Destutt
de que la primera función del hombre era sentir, y recha-
zaba toda ética y todo derecho basados en un principio
diferente al de la mayor felicidad para el mayor número,
como rezaba la regla benthamista. En los años compren-
didos entre la primera presidencia del General Santander
y 1870, aproximadamente, el benthamismo y la filosofía
sensualista de Tracy se mezclaron en forma abigarrada
con las más diversas doctrinas: el eclecticismo de Victor
Cousin (p.e. en Manuel Ancízar), ideas románticas como
la de armonía de la naturaleza y otras como la de la evo-
lución, progreso indefinido, etc. El auge del pensamiento
liberal en política y economía creaba un ambiente propi-
cio para el desarrollo de estas tendencias que en general
venían a suministrar una base filosófica a las ideas de li-
bertad, equilibrio espontáneo de la sociedad e inutilidad
del Estado, idea esta última que en forma abierta o su-
brepticia proclamaban las corrientes románticas del me-
dio siglo. Contribuyó a popularizar el utilitarismo y el
318 El ensayo en Antioquia/Selección
El Siglo XX
He aquí las grandes líneas de las orientaciones que ha
seguido el pensamiento filosófico en Colombia desde la épo-
ca colonial hasta fines del Siglo XIX. En las primeras déca-
das del Siglo XX se continúan las tendencias del Siglo XIX.
El Colegio de Nuestra Señora del Rosario sigue siendo el
centro de irradiación del neotomismo. El positivismo de tipo
spenceriano es todavía la más atractiva corriente de ideas
para quienes aspiran a dar una solución científica a los pro-
blemas de la sociedad o para quienes consideran que las pre-
guntas referentes al origen del mundo o la constitución de la
materia son las propias de la filosofía. Es decir, para quienes
en alguna forma identifican filosofía y ciencia.
Será necesario esperar hasta la década comprendida
entre 1930 y 1940, para que, gracias sobre todo al estímu-
lo de Ortega y Gasset, las nuevas generaciones comiencen
a orientarse hacia tipos más depurados de pensamiento fi-
losófico y a captar con mayor precisión los problemas
auténticos de la filosofía. Particularmente hay que otorgar
parte muy considerable de la paternidad de este nuevo
impulso a las obras de Edmundo Husserl, con quien la
filosofía del Siglo XX volvió a ser lo que en esencia había
sido en sus mejores momentos: pensamiento del pensa-
miento o reflexión sobre el pensar. Del desarrollo de los
gérmenes aparecidos a raíz de este contacto es del que po-
demos esperar resultados fecundos en el futuro. A la di-
rección señalada por Husserl se agregará sin duda un ma-
yor sentido histórico. Pensando sobre los problemas de
siempre de la filosofía, los nuevos amigos de la sabiduría
volverán a tomar el hilo del pasado. Y así, por caminos
diferentes, se encontrarán con quienes entre nosotros
mantuvieron vivo el interés por los problemas del pensa-
miento en las dos centurias anteriores.
Febrero de 1960
ANTONIO PANESSO ROBLEDO
Pornografía:
un lío insoluble
¿Quién me dirá si un huevo es de
torcaza o de víbora?
(Guillermo Valencia, Anarkos).
Autorretrato (Fragmento)
En un lugar de Antioquia, en una fecha de la cual no quie-
ro acordarme, “nació” (según decía el periodiquito local)
un hermoso niño cuyos padres Juan Antonio Restrepo
Ruiz y María Luisa Peláez García bautizaron con el nom-
bre de Pedro Pablo. Fueron sus abuelos -paternos- Anto-
nio María Restrepo Velilla y Juana María Ruiz Londoño.
Maternos; Félix Peláez Mejía y Amelia García Uribe.
El niño Pedro Pablo fue el doceavo hijo de una familia
de quince, algo muy común por aquellos tiempos en que
no se usaba jugarle sucio a la inseminación. La familia es-
taba dividida en ocho varones y siete hembras, todos ellos
normales física y mentalmente. (Al menos eso pienso yo,
quizás por un arrebato de egoísmo filial).
El lugar de nacimiento de tan numerosa prole fue en la
parroquia de San José de los Andes, provincia de Suroes-
te, departamento de Antioquia. Allá contrajeron matrimo-
nio mis padres, allí corrieron los avatares de su pulcra vida
y allí descansan sus cenizas en el cementerio local, bajo la
cruz en la cual creyeron ciegamente.
Andes fue fundado a mediados del siglo pasado por
Pedro Antonio Restrepo Escobar, padre del presidente
Carlosé, quien se había aventurado por aquellos riscos en
la búsqueda de minas de oro. El pueblo está situado en
una de las estribaciones de la cordillera occidental y es y
ha sido rico en agricultura, especialmente en café.
En la época en que nací, Andes era una verdadera joya
del colonial antioqueño. Con una topografía agresiva y
rodeada por el río San Juan y la Quebrada la Chaparrala;
su plaza principal empedrada -lo mismo que todas sus ca-
340 El ensayo en Antioquia/Selección
León de Greiff
Con la edición de Obras Completas de León de Greiff1, Al-
berto Aguirre ha entregado al público colombiano y ex-
tranjero la producción del más grande de nuestros poetas
vivos. De uno de los más intensos poetas de la lengua es-
pañola.
A pesar de ello, León de Greiff es un poeta mal conoci-
do. Porque una buena parte del público letrado tiene de él
una impresión desfigurada. Se le considera poeta de van-
guardia, poeta hermético, escritor ininteligible. Y nada más
falso. Desgraciadamente, la crítica colombiana todavía no
nos ha dado el estudio fundamental y acertado sobre su
obra. Sólo conozco un magnífico ensayo de Sanín Cano
al comentar la publicación de Variaciones al redor de nada2 y
otro de Hernando Téllez3. Lo demás son comentarios de
ocasión.
El que se tome el trabajo de leerse íntegra la obra poéti-
ca de León de Greiff, fuera de que en ese trabajo encontra-
rá la recompensa, verá que nada hay en toda ella que la
acerque a las escuelas de vanguardia. A lo que hace cuaren-
ta años se viene llamando vanguardismo. Ni el hermetis-
mo ni la depuración de la poesía pura, pues se trata de un
poeta desaforadamente sentimental. Ni la oscuridad onírica
de los suprarrealistas, ya que la razón no deja de estar pre-
Tergiversaciones
En este su primer libro, publicado cuando el autor tie-
ne treinta años pero que contiene composiciones muy
anteriores, vemos al gran poeta surgir de en medio de va-
rias influencias. No falta la del primer Juan Ramón Jiménez,
tan extendida por esos años:
ni el recuerdo de Darío:
Libro de signos
En esta segunda obra encontramos el mismo humor
sarcástico y la misma sensibilidad romántica de Tergiversa-
ciones, pero con más intensidad y logro estético. Y encon-
tramos también dos elementos nuevos: uno formal y otro
temático.
La métrica del primer libro, a pesar de sus audacias,
estaba todavía dentro de las normas del modernismo. Ahora
De Greiff intenta lograr un verso libre en el que la medida
de las silabas y la colocación de los acentos no respondan
El ensayo en Antioquia/Selección 351
Forma poética
1. Lo que primero llama la atención del lector es su
increíble riqueza verbal. Y en ella radica la no muy acerta-
da acusación de oscuridad:
Contenido poético
Si De Greiff no fuere más que lo que he intentado des-
cribir y analizar, sería ya una alta figura de nuestras letras.
Pero ocurre que esa riqueza formal recata a uno de los más
intensos poetas, por su alto humor, por su sentido racial y
por su profundidad y variedad líricas.
Desde las primeras páginas de Tergiversaciones aparece un
ironista sardónico y un poco amargo, como en su descrip-
ción de la Villa de la Candelaria. Pero en sus mejores mo-
mentos logra las cimas del verdadero humor, al unir la son-
358 El ensayo en Antioquia/Selección
Bajaron al corredor,
subieron a las hamacas.
Ahora llegó el recuento
balance de la jornada:
mientras sirven el condumio
gozosamente se parla:
mientras se parla se fuma;
se bebe mientras se yanta;
se conversa en hiperbólico
cuasi mentir, mientras canta
la marmita en el fogón,
mientras sueña la montaña
sueño de ceibos robustos
y de esbeltísimas palmas14.
Y el segundo:
Reflexiones
sobre la sencillez
Si mal no recordamos, fue Mallarmé quien en una ocasión
feliz y por demás oportuna, se empeñó en acumular sesu-
das palabras acerca de la sencillez, haciéndonos ver en for-
ma suasoria que infinidad de escritores, por ejemplo, no
paran mientes en oscurecer sus escritos, en volverlos un
verdadero galimatías, a fuer de aparecer interesantes.
En realidad, existe un equívoco bastante generalizado,
tremendamente estúpido, en virtud del cual solemos dar
inusitada importancia a todas aquellas obras del intelecto
por su difícil comprensión, la cual en manera alguna atri-
buimos a nuestras exiguas capacidades, sino a la sabiduría
del autor.
Sin embargo, en las más de las veces no ocurre precisa-
mente lo que nosotros pensamos, esto es, insuficiencia
mental para comprender lo que leemos, sino que lo que se
opera es el “milagro” de que nos hablara Mallarmé, es de-
cir, el escritor deseoso de singularizarse, de volver abstru-
so e incomprensible aquello que se pudiera decir en forma
diáfana, elemental si sé quiere, se ha salido de quicio, y no
estaríamos del todo equivocados si afirmáramos que al fin
de cuentas ni el mismo autor logra comprender aquellas
horribles cosas escritas en momento desafortunado.
Hemos de aclarar, a pesar de todo, que muchísimos
han podido y pueden darse el lujo de ostentar un orgullo a
veces exagerado en el campo de las letras.
A otros, por el contrario, apenas sí les es dable rastrear
por lo mas abrupto, pues de intentar cosa distinta, de salir-
364 El ensayo en Antioquia/Selección
jes para darle una sombra de ruido a sus silencios. Las es-
cenas trágicas y cómicas son inexorablemente mudas.
Hablan los ojos (hemisferios verdes de ira, hemisferios azu-
les de pasión); hablan las manos crispadas en raíces de es-
panto; habla mudamente la boca en muecas de grandeza o
de ridículo”.
En definitiva, el verdadero encanto de la vida se halla
en aquella palabra no proferida, en aquella frase que ha
permanecido inédita para no quebrar con sus estridencias
la oquedad de nuestro silencio, el placentero disfrute de
ese ambiente grácil en el cual los hombres resultan más
generosos y amables.
No existe la menor duda de que cuando aprendamos a
callar, cuando nuestras palabras alcancen la exacta dimen-
sión del silencio, seremos inmensamente felices y dicho-
sos, porque entonces, sólo entonces, habremos conquis-
tado esa paz espiritual que todos soñamos a cada hora, a
cada minuto, para hacer menos penoso nuestro cometido
existencial.
HÉCTOR ABAD GÓMEZ
El subdesarrollo mental
El subdesarrollo mental no es sólo consecuencia del subde-
sarrollo económico y social sino que es una de sus principa-
les causas. La educación colombiana tiene por productos
mentes subdesarrolladas, de estrecho criterio, fanáticas reli-
giosas, económicas y políticas, que no han contribuido prác-
ticamente con nada a la cultura universal. Al estudiante y al
profesor colombiano se les atemoriza si piensan libremen-
te, y se desestímula su creatividad y su independencia. Los
maestros y profesores tienen que ser conformistas y some-
terse al sistema si quieren sobrevivir. Este es un criterio con-
servador dé la cultura y de la educación. Debemos rescatar
a la educación colombiana de este lastre que está impidien-
do nuestro desarrollo económico, cultural y social.
El liberalismo colombiano debe proclamar valientemente
la libertad de enseñanza y la cátedra libre y liberar a la edu-
cación de toda tutela religiosa o política. La educación pú-
blica debe ser apolítica y arreligiosa. Los padres pueden edu-
car a sus hijos como a bien tengan, pero el Estado no debe
imponer criterios políticos o religiosos en la educación pú-
blica. Esto es esencial para el avance científico, cultural y
social del país. La ciencia no puede tener partido o religión.
La ciencia y la investigación deben ser absolutamente libres,
sin más limitación que la ética humana.
Al estudiante debe enseñársele que debe buscar el bien
por el bien mismo y no por un pretendido bienestar so-
brenatural. Al estudiante debe infundírsele patriotismo y
hermandad entre los hombres, no porque esto lo procla-
me ninguna religión, sino porque la humanidad ha llegado
en su desarrollo a aceptar esto como un más alto nivel
ético. Sólo con plena libertad de conciencia puede desa-
rrollar el hombre su creatividad y puede salirse de los lími-
tes artificiales que le impone un pasado de fanatismo y de
378 El ensayo en Antioquia/Selección
Antioquia
en busca de sí misma*
1. El subsuelo histórico
Haríamos a Antioquia el mejor homenaje si, aprovechan-
do que estamos entre antioqueños, aplicáramos sinceridad
al repaso de nuestro presente, al fin de indagar si seguimos
siendo los mismos y continuamos guardando el compás,
para de allí extraer alguna lección útil a nuestro futuro.
Ante el país aparecemos como un Departamento líder,
poseedores de un patrimonio cultural amasado con viejas
virtudes y guardianes de una tradición hazañosa de esfuer-
zo y de grandeza.
Examinada a fondo la realidad, nosotros más conscien-
tes y mejor versados en nuestros propios asuntos que el
resto de nuestros compatriotas, vemos descarnadamente,
sin embargo, que en este diagnóstico hay una superposi-
ción de imágenes: sobre la realidad de nuestros días, flota
el velo de un pasado rico en realizaciones, tan prestigioso
que puede plantear un riego de engaño y tergiversación.
Lo que importa es, entonces, separar del primer man-
to de nuestro subsuelo histórico, los fenómenos contem-
poráneos, y ver fríamente los problemas de hoy con ópti-
ca realista.
6. Cultura paisa
Un Carrasquilla, un Rafael Uribe, un Efe Gómez o
Tulio Ospina, un Pedro Nel Gómez, un Fernando
González, un Barba o un León de Greiff, hablando del
cuerpo increíblemente vivo de nuestra cultura paisa, tan
profundamente antioqueños todos, son esencia de la
esencia de los antioqueños, de las virtudes recónditas
que quedan aún pero que hoy están asediadas por el
cosmopolitismo.
No son esas virtudes literarias, o artísticas, o filosóficas
o políticas. No, no son eso sólo: dimanan de allí mismo,
de donde vienen los capitanes de empresa, los pioneros de
nuestra industria, los organizadores de nuestra abundan-
cia. Se palpa que sus páginas y sus cuadros están hechos
de la misma greda de que están hechos los productos de
nuestros telares, ¡del fruto de la tierra!
De la misma capacidad que hoy anda desparramada por
todos los lugares, a los cuatro vientos; a donde hay que ir
a recogerlos y a mostrarles el camino que restablezca la
comunicación y coherencia de sus afanes frustrados, con
la empresa común de crear un idioma compartido de solu-
ciones vitales para el común de nuestros conciudadanos.
Los españoles de la era romana sentían que, si bien
no podían dar nada en impuestos, entregaban, sin em-
bargo, el caudal de sus grandes hombres, de sus unidades
más egregias.
384 El ensayo en Antioquia/Selección
7. Larga investigación
Estos son temas para una larga investigación, para in-
vocar en su apoyo todo el laboratorio de los datos y de las
estadísticas.
No dejo, por eso, de mencionarlos, ya que vinimos aquí
a dejar semillas y preocupaciones; porque, a lo mejor, pue-
da cada cual rememorar en forma rápida algunas eviden-
cias que indiquen que no todo anda tan bien, y que debe-
mos ponernos a la tarea de detectar nuestras deficiencias y
a buscar cuáles son, concretamente, las medidas aconseja-
bles para llegar a un golpe de timón y a una corrección de
rumbo.
Volvemos sobre Antioquia amorosamente, y es bue-
no enunciar algunas ocurrencias, pensando que quizá re-
sulte oportuno llamar nuevamente la atención, por ejem-
plo hacia la necesidad de reivindicar en los programas y en
las metas de la administración, el papel y la importancia de
nuestra periferia.
El espíritu descentralista es tanto más respetable cuan-
to responda mejor a una filosofía: la de que debe irrigarse
la corriente de los recursos de todo orden en toda escala,
para que no haya centro ni subcentro, ciudad o pueblo,
que pretenda absorberlo todo, sin dar adecuada participa-
ción a las zonas más alejadas, y en la medida que se alejan
de los mecanismos de acción, y de capacitación y consu-
mo de recursos.
Antioquia debe llevar a sus últimas consecuencias su
lema descentralista: aplicarlo internamente y volcarse,
como un apremio de la hora, a reconstruir los canales de
su vitalidad provinciana, si no quiere ver a Medellín con-
vertida en un vampiro que la succiona para rodearse de
espectros.
8. La vida municipal
Mi conclusión consiste en que hay que revivir la vida
municipal y comarcana. Que hay que propugnar por de-
volverle su autonomía y su propia capacidad, la plenitud
de sus medios, a la angostada vida provinciana.
Antioquia fue siempre municipalista. Los fueros natu-
rales de las localidades eran siempre un postulado que no
venía de la teoría ni de los manuales de la buena adminis-
tración o de la buena política, sino de las implicaciones de
la realidad y de su más genuino contexto. Era un saber
innato, una exigencia visceral y entrañable, que se levanta-
ba en todos los puntos cardinales para reclamar la ubicui-
dad del buen gobierno y de la buena providencia pública.
Si Antioquia volviera a tomar ante el país esta bandera
hoy a media asta, pero que sigue izada desde lo más hondo
de nuestra idiosincrasia, aunque ya con asomos de amarga
desilusión; si Antioquia se empinara con este gesto, ha-
bríamos de ver entonces cuántas voces en coro se levanta-
rían para secundarla, sintiéndose interpretadas y capitanea-
das en un impulso de indudable emergencia.
9. Reforma constitucional
Quiero agregar que en estos campos hay mucho por
hacer desde todos los extremos: lo que requiere una refor-
386 El ensayo en Antioquia/Selección
La velocidad,
signo del presente
I. Preámbulo
¿Cuál será la característica que podemos determinar como
distintiva de la edad contemporánea, como la que la sintetiza
y define? Quizás esta inquietud, esta actitud inquisitiva no
quede satisfecha con despachar una respuesta apretada en una
palabra o al menos en una frase corta sino que habrá de
desentrañarse el complejo de la modernidad posiblemente con
varias hipótesis y verificaciones para hallar la contestación al
abrumador interrogante. Y de todas formas el empeño que
ella suscita tiene la dimensión de toda una empresa intelectual
tan vasta como presumiblemente múltiple en sus resultados,
si es que puede llegar a conclusiones rigurosas y ciertas o ape-
nas acotar el espacio donde se mueven mil sugestiones que
dejan de ser respuestas para tornarse en otras tantas pregun-
tas. Pensemos por lo demás, que todas las tentativas estarán
marcadas con la ondulación de cada pensamiento filosófico,
científico o sociológico donde ellas toman peso, y las diferen-
cias en las respuestas serán más acentuadas que sus semejan-
zas o coincidencias con distancias tan grandes como las que
van del existencialismo, el marxismo, la física de los cuanta,
de la relatividad a las concepciones cristianas, idealistas, a una
sociología behaviourista, al pensamiento estructuralista.
De lo que no cabe duda es que si la velocidad no es la
respuesta concluyente, totalizadora, sí se manifestará como
una de las raíces con inmensas ramificaciones que susten-
tan nuestro mundo de hoy.
El ensayo en Antioquia/Selección 389
IV. Continuación
Esta condición de urgida apetencia ha hecho del hom-
bre un técnico. Posiblemente para subvenir de inmediato
la necesidad natural o para atenuarla cuando se presente o
evitarla en lo posible, si es el caso, todo sin afrontar direc-
tamente la lucha cuerpo a cuerpo con ella, sino creando
los medios, la técnica, la estrategia que obren por él. Los
inventos y descubrimientos no tendrían razón de ser si la
eficacia de sus virtudes y propiedades no alejaran al hom-
bre de la pelea, inerme, por la vida. La técnica es la
escafandra del hombre en su buceo vital con lo que trata
de evitar trabajo, riesgo y lograr rapidez hasta donde más
le sea posible.
Sería muy dispendioso calzar el pie primitivamente. La
imaginación crea mil procesos, todos ellos más o menos
complicados y más o menos pesados para hacer un calza-
do hace tres mil años de los mismos que por entonces se
usaban. Cazar el animal de buen cuero, separárselo, mace-
El ensayo en Antioquia/Selección 395
Tal vez ya dije que leí María cuando tenía sólo dieciséis
años. Era una buena edad para esas cosas, para comenzar
esta pasión de la literatura. En casa había unas cosas de mi
abuelo, entre ellas algunos libros. Recuerdo La Imitación de
Cristo, de Tomás de Kempis: “Ha mucho tiempo que es-
toy enfermo,/ ha mucho tiempo que vivo triste—/ y es
por el libro que tu escribiste”— dijo Nervo. Y pensar que
aquellos místicos de verdad, humanos y vitales, se perdie-
ron para siempre sustituidos por catecismos y reglas. Y al
lado de Kempis y el Quijote estaba María. La había traído
el tío culto de la familia, que fue magistrado, en uno de sus
viajes desde Bogotá. Era hermano de mi padre. Recuerdo
que siempre llevaba en las alforjas de viaje las prosas de
Rufino J. Cuervo y otros libros, para leer a caballo o en
las fondas en momentos de descanso. Estamos hablando
de 1930 aproximadamente. Entonces yo tenía siete años y
conservo frescos aquellos recuerdos de los libros que traía
en sus viajes mi tío el magistrado. Uno de aquellos libros,
María fue el que leí varios años más tarde, cuando me co-
menzó la soledad. Venía en una edición hermosa, llena de
flores y con el dibujo de una mujer hermosa en el centro.
¡Como una muñeca, caramba! Aún veo aquel rostro ro-
deado de flores, de pétalos. En realidad, ahí estaba presen-
te el lenguaje de las flores de que antes hablé. Y en la mitad
de aquellas flores parlantes la imagen de María. Se trataba
de una edición bogotana, o mexicana, no lo sé exactamen-
te. Porque las ediciones de María se contaron casi por mi-
les en América. Alguien me aseguro un día que sólo en
México circularon cerca de doscientas diferentes. Y pen-
sar que don Jorge Isaacs nunca recibió un peso por todo
aquello y que murió en la miseria. A él no le importaba.
Escribía porque quería, y punto. Por supuesto, es impor-
tante que los escritores reciban dinero por su trabajo, pero
tampoco se trata de volver eso un negocio. No es para
tanto. Escribir, en sí mismo, constituye un gesto románti-
420 El ensayo en Antioquia/Selección
nes limpias como decir: “me has hecho mucha falta”, “es-
toy muy solo”. Tal vez por eso volver a María sea tan alec-
cionante, es una novela de lo tierno, de lo galante, de lo
sincero de verdad, de la vida austera e inteligente. María
retrata a su autor. Porque Isaacs fue todo esto en su pro-
pia vida. No un llorón, como podría creerse, sino un sa-
bio y un guerrero limpio, inteligente y desprevenido. Un
romántico, ya lo hemos dicho. Y modesto como nadie.
Isaacs supo en vida que la crítica literaria de su tiempo lo
consideraba el mejor novelista en lengua española. Pero él
insistía en recorrer los caminos del pavor y las trochas,
adquiriendo fiebres, trazando ferrocarriles, descubriendo
minas y participando en nuestras revoluciones políticas.
Un verdadero ejemplo de vida. Hizo una casa y le puso
iluminación, porque él conocía la ciencia y la técnica que
le permitían hacer eso. Don Jorge Isaacs sabía perfecta-
mente que su obra era una obra maestra, reconocida como
tal por la crítica de su tiempo. Una obra sobre el amor,
asunto difícil.
¿Qué Efraín y María lloraban? Pues si. ¿Y qué? ¿No es
acaso humano el elevado sentido del llanto por amor, por
dolor de vivir?. Ahora el ron y el humo del fuego me ayu-
dan a ver de nuevo a María. Ella mueve sus pestañas, sus
labios, y siento que los cuerpos suenan extrañamente al
caer. Qué ojos tan grandes, me digo: parecen almas. ¡Ahí
tienen ustedes a la novia de América!
SAMUEL SYRO GIRALDO
La adhesión popular
al régimen federal
A partir de los primeros días del pasado mes de febrero
(1972), después de varios años de estudio y de cuidadoso
análisis en torno a las características del régimen federal,
decidí empezar a escribir y a hablar sobre la conveniencia
de adoptar dicho sistema para Colombia. En tan corto
período se han producido hechos de significación, los cua-
les me confirman en la opinión que desde un principio me
había formado, consistente en que existe entre nosotros
un ambiente propicio para estudiar con serenidad, con
interés y con altura un asunto de tan singular importancia
para el futuro del país.
Los colombianos, en su gran mayoría, estamos con-
vencidos de la ineficacia de la actual estructura centralista
de nuestra Constitución, la cual hace imposible el desarro-
llo equilibrado de las regiones, fomenta el crecimiento gi-
gantesco de la burocracia en la capital de la nación, ha traí-
do consigo el tráfico de influencias y la corrupción admi-
nistrativa, eliminó en las provincias toda clase de estímu-
los para la formación de nuevos equipos de dirigentes pú-
blicos, implica un peligroso alejamiento entre los gober-
nantes y los ciudadanos, ha determinado que la mayor parte
de nuestros ingresos públicos se destine a gastos de fun-
cionamiento y es permanente factor que amenaza la con-
servación de la libertad y la plena vigencia de las institucio-
nes democráticas.
Los hechos nuevos a que me refiero, producidos entre
los primeros días de febrero y la fecha actual, son en sínte-
El ensayo en Antioquia/Selección 427
La novela en Colombia
(Un capítulo)
Aproximadamente un millar de novelas, calculadas “a ojo
de buen cubero”, se han escrito en Colombia hasta ahora.
La cifra es baja si se tiene en cuenta el prestigio de buenos
letrados de que dispone el país, prestigio que no conviene
someter a reexamen para arriesgar llevarse un buen chas-
co. Ese mismo millar es de calidad bastante desigual. Entre
nosotros ha sido más fácil -más fácil y por consiguiente,
más abundante-, escribir en verso que escribir en prosa,
por paradójico que ello parezca. En todo colombiano si-
gue habiendo un versificador que no se atreve -o que está
resuelto- “a mostrar lo suyo”. Para colmo de males, los
novelistas inéditos, los que sufren por experiencia propia
aquello de que en la literatura dar a luz no es necesaria-
mente darle vida a algo, son también legión. Quién sabe si
por ahí en el fondo de muchas gavetas o en los entrepaños
de cualquiera modesta biblioteca familiar, no haya nove-
las susceptibles de dejar muy atrás sobre las cuales ha caí-
do como el premio gordo de una lotería literaria, la abru-
madora garantía del prestigio.
Escasa, pues, en cantidad y ligeramente superior a lo
modesto en calidad, la novela colombiana -aunque mejor
sería decir la novela que se hace en Colombia, puesto que
todavía no existe de manera específica una novela colom-
biana-, es una entidad orgánica algo desarticulada que ha
llevado una vida a tumbos y a porrazos. No existe una
tradición de prosa novelística como sí existe por ejemplo,
una tradición poética. O histórica. Aquí también el verso
El ensayo en Antioquia/Selección 433
La Antioquia
de nuestros amores
Antioquia es gesta popular y campesina. Brotó en los sur-
cos de los sembradores al mismo tiempo que se forjaba en
las fraguas de los pueblos, se iba hilando por los caminos,
brillaba en las manos de los mineros y se arrumaba en las
tiendas y almacenes vivanderos y cambistas. Había un es-
píritu comunal, que tenía raíces en cada pedazo de terrón
y en cada teja de los aleros. La organicidad, la vivacidad, la
contextura de esta empresa fueron algo increíble, allí mis-
mo nunca jamás repetido. La solidaridad y la mística reco-
rrían todo el mapa físico y todo el orden espiritual como
la savia al árbol: sin dejar de visitar puntualmente, la mis-
ma, cada renuevo, cada hoja, cada nudo sarmentoso, para
llamarlos a la vida.
¿Quién convocó a esta romería? ¿Quién concertó esta
marcha verdaderamente sinfónica? Sin la connotación de
ciertas peculiaridades étnicas, el fenómeno resultaría inex-
plicable. Ellas fueron las que pusieron en movimiento este
inmenso molino en el cual iban siendo reducidos a polvo,
uno a uno, los diques de las adversas circunstancias. Y ello
aquí y allá y en todas partes. Con la participación del peón
y del patriarca. Había alegría, francachela. El trabajo era
una fiesta. La vida se repartía en espigas de igualdad, de
altruismo, de bienandanza. Los jefes eran máximas explo-
siones de energía; habían surgido de la gleba. Las jerarquías
eran naturales. Había un ritmo humano en la marcha; los
frutos iban de casa en casa. No humillaba la pobreza, ni
fatigaba la labor, ni desengañaba la lucha. Había un ideal
442 El ensayo en Antioquia/Selección
La ciudad y el poeta
A Camilo y Patricia
La ciudad nocturna me reconcilia con los hombres. Si de
día me espanta su presencia, de noche me arrodillo ante ese
milagro que ha fabricado en sus manos. La ciudad es sagra-
da. Mi adoración no es para rezarle, sino para bendecirla.
Si me preguntaran qué es lo que más me admira de este
mundo, diré que una ciudad iluminada, de lejos. Esta ad-
miración no es pura, no es feliz, está llena de terror. Me
anonada el poder del hombre, su loca voluntad de ser y de
permanencia. Pues la ciudad es como un campo de honor
donde el hombre se cita con el destino. Allí afirma su amor
a este mundo, su fuerza, su poder de dominio, su horror al
aniquilamiento. Allí testimonia su ser efímero que se niega
a morir; se arraiga desesperadamente a la tierra, se anuda
con lazos de amor y de terror a la eternidad.
Sí. La ciudad es la gloria pasajera del hombre, su gran-
deza, su miseria, el botín de su victoria contra la muerte, la
dignidad de su combate, la historia que le sobrevive. Por
eso la admiro más que al cielo estrellado; más que al mar
inmenso; más que al desierto con sus oasis y dunas móvi-
les; más que a las montañas coronadas de relámpagos; que
a los cráteres de fuego; que a las selvas vírgenes, casi como
a Dios...
Toda ciudad es una aventura religiosa. El hombre le-
vanta su morada para el amor, el trabajo y los sueños.
Frente a su morada funda un templo para orar a sus
dioses y consagrarles sus ilusiones o sus terrores. En tor-
no a este templo crecen nuevas moradas, infinitud de mo-
452 El ensayo en Antioquia/Selección
del amor. Pero hasta donde sé, los que sufren de amor no
son pacientes del psicoanálisis.
En mí, la relación entre el amor y los celos es la misma
que hay entre causa y efecto. Y si pensara “curarme” de
los celos tendría primero que “curarme” del amor.
Incluso, pienso que unos celos “razonables” son salu-
dables al amor, son parte de su naturaleza irracional, y no
hay en esto nada de morboso ni anormal. Sinceramente,
no creo que el amor exista si no paga su tributo a los celos,
esa punzada fascinante y secreta que hace las veces de cen-
tinela del corazón, que tiene la clave del tesoro.
Sucede que los celos no gozan dentro de nuestras con-
venciones sociales del prestigio de los sentimientos. Ellos
están catalogados en la categoría siniestra de los “bajos ins-
tintos”, y en torno a ellos resplandece una aureola negra y
maldita. Pero esto es culpa de una moral idealista que aspi-
ra despojar al amor de su carácter animal. Esa moral con-
dena los celos como una aberración vergonzosa, como una
inquietud del corazón. Pero yo pregunto: ¿dónde está esa
escala de valores científicos en que la fidelidad está consa-
grada como una virtud elevada y los celos como un instin-
to innoble?
(Si existe, seguramente fue redactada por un célibe, por
un fraile, por un filósofo eunuco, o por un psiquiatra que
estaba de atar).
En general estos científicos del corazón son unos char-
latanes, unos curanderos doctorados por la vanidad del
racionalismo moderno. Presumen alumbrar todos los mis-
terios de la vida con un catálogo de hipótesis de fórmulas a
priori elaboradas por una mente sorda y especulativa. Pero
la vida los desborda infinitamente con sus arcanas verda-
des, vedadas a los teóricos y moralistas.
Hace ya un siglo que un poeta iluminado y demente,
Arthur Rimbaud, dijo que la moral es la debilidad del cere-
bro. Yo digo, un siglo después, que los celos son la fuerza
El ensayo en Antioquia/Selección 459
Homenaje al silencio
Hoy puse fin a dos meses de errancia por el mar. Todavía
mi alma se estremece con el júbilo del trópico y mis ma-
nos sudan el recuerdo de amigos y mujeres que amé.
Volver a este cuarto forrado de soledad y silencio es
morir para aquel mundo de sensaciones en que el acto vi-
tal más puro era olvidar que somos razonables y que un
día moriremos. Pues somos animales que participamos de
la naturaleza de la flor y del fruto con esa fidelidad del ár-
bol a la raíz, del ave al imperio del aire: “el hombre es un
árbol invertido, sus raíces están en el cielo”.
Abro la ventana para contemplar la ciudad embalsa-
mada en luz y niebla y la tarde que agoniza. El frío es pun-
zante, de cuchillo, pero mi piel se defiende con la coraza
dejada por el sol y el mar. La tristeza de este atardecer es
romántica, y un viento atracador deshoja los árboles del
parque; los pájaros emigran lejos de cláxones y ruidos ha-
cia el silencio.
No me atrevo a despertar de la felicidad reciente que
hoy me parece un sueño. Sería una inmensa desdicha sa-
ber que ese sueño ya no existe. Y sin embargo, era necesa-
rio que terminara. ¿Cómo rendir los ardores del verano en
el seno de esta tarde melancólica sin ser sacrílego?
En la nostalgia de esta palpitación del sol que se extin-
gue, el perfume del cerezo y la onda de luz que me acaricia,
comprendo que la felicidad no es mi reino, que existe algo
mejor que la felicidad: el suplicio de ser creador.
Todo aquello que amé y viví hasta el delirio me oculta-
ba en su esplendor mi verdadera vocación: ésta de no po-
der vivir sino forjando mis sueños en el yunque de la sole-
dad. Mi alma. sin duda trágica, debe gozar secretamente los
deleites sutiles del sufrimiento. No soy consciente de esta
El ensayo en Antioquia/Selección 463
Primera frustración
El choque primigenio entre la estructura indígena preco-
lombina y la del pueblo español, tronchó el desarrollo del
estadio natural de los Catíos, sustituyó el sistema indígena
que apenas se proyectaba en la búsqueda de la sedentariedad
colectiva y lo reemplazó por un “Feudalismo importado”.
Los valores nativos fueron cambiados coercitivamente por
otros valores del continente europeo. En esa primera frus-
tración desaparece el culto por la naturaleza y es reempla-
zado por la explotación irracional de la minería en la épo-
ca colonial y principios de la República. El culto a los bos-
ques es eliminado por el uso irracional del hacha, para for-
mar las primeras dehesas de ganado en zonas aledañas a
Medellín y a las vertientes del oriente antioqueño, lo cual,
con el tiempo, permitió la caracterización de una ganade-
ría regional.
Esta destrucción de los bosques de las tribus indígenas
antioqueñas, y su reemplazo irracional por la minería,
466 El ensayo en Antioquia/Selección
Segunda frustración
El afán mercantilista por el oro, aportó desde la Co-
lonia el sistema esclavista negrero del Africa, con cuya
mano de obra tampoco se resolvieron las necesidades
de la época. Este afán llevó a muchos gobernantes al
extremo de pensar que se hacía indispensable cambiar
el cauce de los ríos o secar las aguas para extraer el des-
lumbrante metal que posteriormente arruinó a España.
Nos encontramos en presencia de una nueva frustra-
ción: “Frustración del Mercantilismo en América”, que
impidió el desarrollo de nuestras fuerzas telúricas. De
una parte vemos la sustitución paulatina del trabajo in-
dígena asalariado por la mano de obra gratuita de los
esclavos, conformando una yuxtaposición de sistemas
en donde el feudalismo importado coexistió en las insti-
tuciones esclavistas, produciendo en América el desa-
rrollo de un proceso social peculiar, que se aparta de la
evolución lineal del sistema social europeo. Por otra
parte, el intercambio del oro, creó tendencias mercanti-
les que dificultaron el desarrollo de un capitalismo in-
dustrial, puesto que generaron en la práctica simples
relaciones de comercio, so pretexto de la vocación na-
cional por la producción de materias primas, en oposi-
ción a la creación de la industria metal-mecánica.
Tercera frustración
En el año de 1781, con el mulataje de blancos y negros y
el mestizaje de blancos e indios, los mazamorreros y
Jaime Sierra García
Fotografía Hernán Vanegas. El Mundo
468 El ensayo en Antioquia/Selección
Cuarta frustración
Estamos en la época de la Independencia, la cual ade-
más de la financiación inglesa, recibe la participación de
antioqueños libres, enriquecidos por el intercambio del
oro, de arrieros comerciantes, que de fonda en fonda, de
vereda en vereda, habían hecho fortuna al comunicar una
agricultura naciente, con la industria minera existente en
la Colonia. En esta época es cuando sobreviene el derrum-
bamiento del sistema chapetón español que es sustituido
por las ideas burguesas importadas, inspiradas en el libera-
lismo formal característico de la época. Hubo declaración
de los derechos inalienables del hombre y de las libertades
que le son connaturales, propósito que José Félix de Res-
trepo puso de presente en el Congreso de Cúcuta, abo-
gando por la libertad de los esclavos. Se consagraron, pues,
las libertades políticas, pero no se pusieron ni la educa-
ción ni los medios económicos que en la práctica conduje-
ran a hacerlas efectivas. Si la libertad se entiende como una
470 El ensayo en Antioquia/Selección
Quinta frustración
A fines de la Colonia y a principios de la República, el
pueblo antioqueño emprendió la colonización del Viejo
Caldas; es un movimiento espontáneo popular de clases
medias, que a la postre cambia las exportaciones de oro de
los aluvionales ríos por una economía de vertientes de
parcelas en donde el latifundista señorial de la Colonia es
reemplazado por los colonos libres de la República. Las
tierras realengas adjudicadas a los Villegas, Aranzazus y a
los Palominos, y no sé a cuántos más señores que nunca
las trabajaron, pasan a ser ocupadas por los colonos li-
bres del pueblo antioqueño.
La revolución del Viejo Caldas es uno de los primeros
pasos hacia la democratización de la tierra por parte de los
colonos y labriegos que ocuparon los departamentos de
Caldas, Valle y norte del Tolima; fue una incipiente “re-
forma agraria” que permitió a los grupos cafetaleros aho-
rrar divisas para financiar posteriormente la revolución de
la industria. Aparecieron la industria de consumo y la in-
dustria textilera del Valle de Aburrá, cuyo objetivo no es
el de producir máquinas paras nuevas empresas, sino bie-
nes de consumo inmediato para el resto del país. Además,
sus materias primas indispensables no se encuentran en el
departamento. Es la quinta frustración: la de la industria
de invernadero, así llamada por la precariedad a la que la
someten su aprovisionamiento foráneo de materias primas
y su ninguna producción de bienes de capital que le den
trascendencia.
El ensayo en Antioquia/Selección 471
El juglar destruido
Uno podría pensar, de pronto, que Tartarín aún vive. Pero
nadie podría imaginar que un alma como la suya fuese ca-
paz de aguantar tanta ofensa, durante tanto tiempo. En
contra de lo que se dice, uno se muere cuando le hace fal-
ta. Al final de sus días y para disimular la flacura y palidez,
se ponía dos cauchos entre la boca y se untaba polvo de
ladrillo. Y uno se fija o recuerda, y cae en la cuenta de que
el sombrero lo llevaba ladeado hacia la izquierda, cuando
lo usual era que se llevara ladeado hacia la derecha. Alguna
vez, por eso de mirar siempre hacia arriba, se cayó a una
zanja. Un transeúnte le preguntó: “Te caíste, Tartarín?” Y
él respondió; “No hijueputa, yo nací aquí”.
Impugnaba pues la vida buscándole a la vida un ripio de
sentido. Ya su seudónimo lo indica: se asume el despropósi-
to, para que el dolor que nace de toda impugnación pueda
darle algún sentido a la existencia. En ese sentido su
escogencia del fracaso se contrapone a los valores del éxito
económico. Se contrapone su gesto, su oficio, a lo que va a
denominarse como la normalidad y la virtud. Porque surgía
entonces -año de 1936 en adelante- un concepto de la vida
típico de toda economía mercantilista; irrumpen como cla-
se los comerciantes, los industriales. Ciertos apellidos pasan
a ser sinónimo de aristocracia. Medellín, comienza a absor-
ber la vida de los pueblos que hasta entonces, tuvieron una
vida propia. Y en los pasillos y oficinas, en los claustros
universitarios, esta galería de próceres del cambalache, em-
pieza a figurar como la nueva galería de patricios. Como los
ejemplos a seguir en un camino donde la marrulla, el agio,
se convierten de repente en las “virtudes de la raza”
474 El ensayo en Antioquia/Selección
Estravagario 1978
JORGE YARCE
La sociedad permisiva
Desde la Revolución Francesa las sociedades occidentales
optaron por un tipo de libertad que las lleva hoy por ca-
minos difíciles y amenaza su configuración democrático-
liberal. Poco a poco surge la llamada sociedad permisiva
opuesta en apariencia a la sociedad represiva de los Esta-
dos totalitarios. Huyendo de un extremo –la represión–
se toca con otro –el permisivismo–, cuando sus mecanis-
mos de organización y poder se apartan de las finalidades
éticas de la persona y de la sociedad.
Crisis de la democracia
La crisis de la sociedad permisiva es una crisis de fon-
do, que revela crisis parciales. Por ejemplo, la del liberalis-
mo individualista a través del capitalismo económico, o la
del colectivismo marxista, a través del revisionismo sobre
la tesis del poder y del Estado o del internacionalismo co-
munista. Ambas posiciones ideológicas –de idéntica raíz
idealista– llegan por caminos diferentes a una negación de
la ética del Estado, al subjetivismo moral, y a la elabora-
ción de una nueva ética basada en el Estado mismo. Uno y
otro reflejan, a su manera, las contradicciones actuales de
la sociedad que pretenden construir.
Sociedad permisiva que hace gala de diálogo, apertura,
coexistencia y espíritu democrático. Envuelve en sí la con-
testación y la rebeldía –expresiones liberalizadoras– con la
más firme protesta ante el peligro inminente en que se en-
cuentran los valores fundamentales de la vida humana: la
salud amenazada por la contaminación, la paz por la gue-
482 El ensayo en Antioquia/Selección
Permisivismo y política
El frente de las ideologías y de los partidos políticos es
muy poco claro a este respecto. Como parte de la socie-
dad democrático-tecnológica, sufren la crisis de permisivi-
dad asumiendo sus factores a un nivel más práctico que
teórico. Ofrecen un gran vacío de pensamiento y de ver-
dad social. La insatisfacción de la juventud no halla una
El ensayo en Antioquia/Selección 485
Ética y Política
Por este camino la democracia liberal –permisivismo
de derecha– concluye en la separación de la ética de los
asuntos del Estado. Su máximo logro es el orden público
y el bienestar económico. La democracia colectivista
–permisivismo de izquierda– concluye en la necesidad de
una nueva ética creada por el Estado y al servicio de la
política. Por tanto, sin principios permanentes acordes con
el ser del hombre. Estamos ya en el materialismo. Por dos
vías distintas llegamos a lo mismo: negar la ética objetiva y
trascendente. Damos paso a un nuevo totalitarismo de tipo
científico–pragmático, con una moral vitalista, cuyo ex-
tremo más cercano es la liberación sexual. El liberalismo
naturalista de Rousseau coincide con el socialismo sexual
de Marcuse. ¿No será que está naciendo un nuevo indivi-
dualismo de signo antidemocrático?
Otra manifestación del permisivismo democrático es
la fallida promesa de libertad. Ocupa su lugar la manipula-
ción del hombre por las técnicas psicológicas y sociológi-
cas, por los medios de opinión, por los partidos y gobier-
nos. Flavio Capucci sintetiza así esta cesión constante de
los valores morales, que evidencia la pérdida de libertad
personal y social: “Divorcio de política y virtudes civiles,
reducción de la democracia a su acepción puramente for-
mal de conteo de votos como medida de la verdad, corrup-
ción de las costumbres, invasión del erotismo y de la por-
nografía, negación de la indisolubilidad de la institución
natural del matrimonio, legalización de prácticas
infrahumanas como el aborto, recurso a la violencia como
el instrumento más seguro para dirimir los conflictos so-
ciales: desviaciones y pecados capitales tolerados en espíri-
tu de obediencia a los nuevos tabúes a los cuales el
permisivismo inmola la dignidad del hombre”.
El ensayo en Antioquia/Selección 487
ble ningún orden ético ni, por ende, político. Las utopías
que piensan que la capacidad de mal termina con las nue-
vas leyes de la producción o con el bienestar igualitario,
están fuera del ámbito realista de la libertad. Lo mismo
pasa con quienes separan derecho y política de la moral,
aunque sean órdenes distintos.
La sociedad permisiva se limita a asegurar “formalmen-
te” los derechos. Una sociedad y un Estado que no ayu-
dan a realizar fines éticos objetivos, los imponen de una u
otra manera, siempre en sentido contrario a la libertad. Se
trata del consabido juego democrático de la liberación
inauténtica –dejar hacer– y de la represión disfrazada de
permisividad. Una de las razones del desinterés por la polí-
tica –en muchas personas– es porque no encuentran vesti-
gios de actitudes basadas en la conciencia. Pero su “contes-
tación” de lo presente no se resuelve positivamente. Arries-
ga ser una aceptación del orden de cosas o una reacción en
la misma dirección permisiva y regresiva de la sociedad que
critican.
En dónde estamos
Para iniciar mi especulación sobre el futuro próximo,
que mezcla inevitablemente deseos, intuiciones y los me-
canismos más elementales de predicción, debo apoyarme
en primer término en lo más sencillo: lo que probable-
mente seguirá ocurriendo como ha venido ocurriendo. Es
necesario subrayar algunos de los aspectos que me pare-
cen más significativos de la sociedad actual colombiana.
a) La sorprendente estabilidad de los procesos de de-
sarrollo económico, que mantienen casi irremediablemen-
te un modesto pero seguro ritmo de desarrollo, claramen-
te distinto a la experiencia latinoamericana. Varios facto-
res influyen en mi opinión en esta estabilidad, como la
descentralización relativa en la localización de los agentes
económicos, la dispersión del poder económico, gremial o
sindical, la debilidad del Estado y su incapacidad para in-
fluir demasiado lo que pasa en la realidad, la gran variedad
de condiciones, culturales, sociales y de recursos de dife-
rentes sectores y lugares de la geografía económica del país.
Estos aspectos refuerzan la capacidad de decisión empre-
sarial de amplios sectores de población, por un lado, y por
el otro han impedido al Estado iniciar cualquier clase de
El ensayo en Antioquia/Selección 495
Bohemia,
antibohemia y regresión
En un artículo sobre Poe publicado en 1855, Baudelaire
hace un retrato patético del artista bohemio que coincide,
guardadas las proporciones de genio, tiempo y lugar, con
el del más conspicuo de nuestros borrachos: el poeta, vio-
linista y cantante Julio Flórez: azares, belleza física,
esteticismo, miserias. Y cascadas de alcohol.
Flórez no fue el único poeta bohemio en la historia de
la literatura colombiana. Sería injusto excluir del olimpo
de nuestros despilfarros a Barba-Jacob, que disputa con
Flórez el campeonato de los malos ejemplos entre noso-
tros, porque no era hermoso. A Eduardo Castillo, que
paseaba por la Bogotá de su tiempo una enorme nariz de
pájaro carroñero en letargos de morfina. A Darío Lemos,
que consagró una mitad de la vida a construir su idea del
dandy moderno y la otra a la impasibilidad de degradarla
con precisión de relojero.
Baudelaire adoraba las ciudades como refinamientos del
espíritu. A Poe le fascinaban los mobiliarios y el lujo, aun-
que declaró al mismo tiempo que debemos vivir al aire li-
bre para ser felices. Flórez acaba en la remota Usiacurí.
Barb- Jacob, ciudadano de América, padece a todo lo largo
de su vida el martirio incurable de los espíritus errantes: la
nostalgia de los paisajes de la aldea natal. Eduardo Castillo
fue ave urbana a su modo, aunque fuera en una ciudad
precaria cómo la capital de Colombia entonces. Y Darío
Lemos no soportaba la ciudad. Ni el campo.
504 El ensayo en Antioquia/Selección
lombiano del siglo XIX (1956), está catalogado como uno de los
veinte estudios más sobresalientes en el XX, según informe de
la revista Semana (1999 – 03). Escribe Silvio Villegas: “Puede
afirmarse que con él se inicia a fondo el estudio de la cultura
colombiana”.
ANTONIO PANESSO ROBLEDO. Sonsón 1918. Di-
rector del diario El Correo, Medellín. Obras: La espada en el
arado (Tercer Mundo 1975). Torre de marfil (Colcultura 1979).
RENÉ URIBE FERRER. Medellín 1918 – 1984. Jurista,
teólogo, catedrático, escritor. Historiador y crítico, no criti-
cón. Miembro de las academias de la lengua y de jurispruden-
cia. Desempeñó con decoro importantes posiciones públicas.
Entre sus libros se cuentan Modernismo y poesía contemporánea, La
crisis del arte contemporáneo, Antioquia en la literatura y en el folclor, Proble-
mas fundamentales de la Filosofía. Se incluye su ensayo sobre León de
Greiff por ser éste uno de los temas importantes de la literatura
antioqueña.
PEDRO RESTREPO PELÁEZ. Andes 1919. Pintor y
escritor. Viajero, no turista. En ambas profesiones obtuvo un
éxito parejo, no resonante pero sólido. Estudió pintura, restau-
ración e historia del arte en diversos países de América y Euro-
pa. Estableció su última residencia en una casona del barrio La
Candelaria en Bogotá, entre selectas amistades. Su discreción no
mermaba su señorío, propio del carácter antioqueño en casi todas
sus regiones antes del descalabro a fines del siglo XX.
JOSÉ GUERRA. Medellín, ca. 1920. Obras publicadas en
1945: Visión del mundo. Por los caminos de Latinoamérica. En la solapa
de éste, con retrato a pluma, se lee: “Pertenece a la más recien-
te generación de autores antioqueños. Su producción, abun-
dosa y felizmente lograda, lo exhibe como uno de los ensayis-
tas más afirmativos dentro de las letras nacionales de la presen-
te época”. Su lugar de nacimiento y fecha se dan sin confirma-
ción.
532 El ensayo en Antioquia/Selección