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Juan Calvino y la Navidad

Hace algunos días me encontré con un post en Facebook que


afirmaba que Calvino celebraba la navidad y que, para él, cada
iglesia tendría libertad para hacerlo o no. En el post no aparecía
el autor, así que busqué en Google y descubrí quien es el autor
de la cita.

El texto que aparecía en Facebook es parte de un artículo escrito


por Will Graham llamado Lutero, Calvino, Zuinglio Y La Navidad,
publicado por Protestante Digital en noviembre de 2017.

Hablando sobre Calvino, que es la parte que me interesa,


Graham dice:

Como en el caso de la Santa Cena, el que tuvo que mediar entre Lutero y Zuinglio con respecto
a la Navidad fue el refugiado francés Juan Calvino. Aunque Calvino aceptase el principio
regulativo de Zuinglio y no el principio normativo de Lutero, creía que cada congregación local
podía determinar cómo mejor celebrar (o no celebrar) la Navidad. A pesar de que algunos
aseveren que Calvino se opuso a la Navidad, el reformador escribió dos cartas específicas
(enero 1551 y marzo 1555) para aclarar su postura al respecto. En la carta de enero 1551,
explica que las autoridades de Ginebra ya habían abolido la celebración de los días festivos
antes de que él llegara a la ciudad. Y dice en términos explícitos que él mismo –a nivel
personal- sí celebró “el nacimiento de Cristo”. En la segunda carta, Calvino se opone a aquéllos
que critican a ciertas iglesias que deciden conmemorar fechas especiales. Según el francés,
estas cuestiones son “asuntos de indiferencia”. Cada iglesia puede tomar la decisión que sea
después de haber meditado sobre el tema. En otras palabras, una iglesia tiene libertad en
Cristo para celebrar la Navidad o para no celebrarla. Pero no tiene porqué meterse con otras
congregaciones que hacen lo contrario.[1]

Mi entendimiento del pensamiento y la práctica de Calvino es diferente. Creo que el autor saca
algunas frases de las cartas que cita de contexto, del contexto de las cartas mismas y del
momento histórico en el que vivió Calvino.

Pongamos las cartas de Calvino en contexto:

Cuando Calvino llegó a Ginebra en 1536, ese mismo año él fue instalado como ministro de la
ciudad. A pesar de que hoy asociamos tan fuertemente la figura de Calvino con la reforma de
Ginebra, la verdad es que cuando él llegó la reforma ya se había iniciado y desarrollado en esa
ciudad. Farel y Viret fueron pastores de la ciudad antes que Calvino llegara.

El año de la llegada de Calvino también es importante porque en él Ginebra formalmente hizo


una alianza con la ciudad de Berna. Pero la práctica eclesiástica no era igual en ambas
ciudades. En Ginebra, por ejemplo, se habían sacado de los templos todas fuentes bautismales
y eliminado todas las fiestas religiosas en 1536, dejando sólo el Domingo como un día santo.
Las fiestas celebradas por Berna eran la navidad, la circuncisión, la anunciación y la ascensión
de Cristo. Un concilio realizado en la ciudad de Lausanne pidió a Ginebra que estas fiestas
fueran restablecidas, pero los pastores de la ciudad pidieron que sus argumentos, contrarios al
restablecimiento, fuera escuchados en un posterior sínodo. Pero algunos de los gobernantes
civiles de la ciudad, que no estaban de acuerdo con los pastores, consiguieron hacer que
Ginebra adoptara la práctica de Berna. Esto trajo gran tensión entre el gobierno y los pastores,
lo que resultó en la expulsión de Calvino y Farel de la ciudad.

Cuando Calvino volvió a Ginebra, en 1541, tuvo que aprender a convivir con estos cambios.
Sabemos que Calvino era un hombre paciente en cuanto a los cambios que él esperaba en la
iglesia. Una de las peticiones que Calvino hizo cuando llegó a Ginebra, y también cuando
regresó después de la expulsión, fue la de realizar la Cena del Señor al menos todos los
domingos, pero el gobierno civil nunca lo permitió. Calvino murió esperando ver el cambio que
él deseaba.

Calvino sabía que cambios rápidos tendrían como resultado la protesta del pueblo. Eso fue lo
que pasó cuando en 1544, cuando el gobierno cambió nuevamente la práctica de los días
santos. A partir de ese año, dijeron los gobernantes, sería feriado por las mañanas los días de
fiesta, pero durante las tardes el pueblo debería volver a trabajar. Esto resultó en constantes
protestas. En 1550 Calvino pidió al gobierno hacer algo para frenar las protestas. Calvino
estaba dispuesto a volver a la práctica de Berna, de celebrar los días, sin embargo el gobierno
decidió prohibir estas celebraciones. Lo que produjo aún más protestas.

Es en este contexto, del problema con Berna, que debemos leer las cartas citadas por Graham.
De hecho, las dos cartas están dirigidas, de alguna manera, a arreglar este problema. La
primera carta, de 1551, a uno de los pastores de la ciudad, y la segunda, de 1555, a sus
gobernantes civiles.[2]

El 2 de enero de 1551 Calvino escribió la primera carta a la que hacer referencia Graham
dirigida a John Haller, amigo de Calvino y pastor en la ciudad de Berna. En esta carta Calvino
explica lo acontecido en Ginebra por causa de los días de fiesta, lo que él llama un “abrupto
cambio entre nosotros”. Calvino le expresa que ha estado orando por él, por algún problema
que no es explícito en la carta, y le explica lo que pasó en Ginebra por causa de la prohibición.
En Berna, porque conocían la opinión de Calvino, se le acusaba a él, de haber promovido la
prohibición. Lo cual Calvino niega. “Puedo testificar solemnemente que esto fue realizado sin
mi conocimiento ni mi deseo”, dice Calvino. “Antes de que yo entrara a la ciudad no había
festivales sino el Día del Señor”, explica. “Aquellos [festivales] que ustedes celebran fueron
aprobados por el mismo decreto público con el que Farel y yo fuimos expulsados; y fue así más
por la extorción de la violencia tumultuosa de los impíos, que por el decreto del orden de la
ley”, continúa. Calvino reconoce haber guardado con moderación el día del nacimiento de
Cristo desde que volvió a Ginebra, pues hacerlo era obligatorio, y según el pensamiento de
Calvino, “La diversidad no debía tolerarse en una iglesia rectamente constituida”.

Calvino, entonces, celebró la navidad durante algún tiempo, no porque esa fuera su
convicción, sino para dar ejemplo y evitar las protestas que podrían traer un perjuicio para la
Reforma. Su convicción, contraria a la celebración, es clara cuando dice “aunque no he
impulsado ni instigado esto, sin embargo, ya que ya ha pasado, no estoy molesto por ello.”

Aún más claro es en su carta a los señores de Berna, de 1555. En esta carta Calvino defiende
las reformas introducidas en Ginebra. Aquí Calvino nuevamente afirma que en Ginebra ya no
se celebraban los días de fiesta cuando él llegó desde Francia, pero ahora él hace una defensa
de este hecho: “quienes buscaban su abolición no actuaron con un espíritu de contención o
despecho, sino solamente por el deseo de abolir las supersticiones que han tenido prevalencia
en el Papado.” Es cierto que Calvino dice que “una iglesia no debe ser despreciada o
condenada por observar más días de festivales que las otras”, pero claramente la convicción de
Calvino es que esto no debe realizarse. Calvino ofrece dos consejos a los señores de Berna, en
el primero de ellos dice: “cuando creemos que estamos sirviendo a Dios al observar ciertos
días, somos culpables de una superstición contraria a su Palabra.”

Esta idea, de que la iglesia no debe celebrar fiestas como navidad, está basada, como bien dice
Graham, en la doctrina del principio regulador del culto. Esta doctrina afirma que todo aquello
que Dios no haya mandado, como un medio por el cual adorarle, está prohibido. Esta idea se
encuentra en Calvino, por ejemplo, en su libro La Necesidad de Reformar la Iglesia, donde
leemos afirmaciones como:

Que en estas cosas consiste la adoración verdadera y sincera que Dios solo aprueba y en la que
Él sólo se agrada, lo enseña el Espíritu Santo a través de las Escrituras, […] Además, la regla que
distingue entre una adoración pura y una adoración corrupta se aplica universalmente, a fin de
que no adoptemos ningún artificio o invención que nos parezca apropiada, sino atender a los
mandatos de Aquel que solo tiene derecho en prescribir. […] Sé cuán difícil es persuadir al
mundo que Dios desaprueba toda manera de adoración que Él no ha establecido
explícitamente en su Palabra. Antes bien, la posición contraria que se apega a invenciones
humanas (que están arraigadas, como si fuese, en sus mismos huesos y médula) es que
cualquier cosa que ellos hacen, tienen ellos en sí mismos autoridad suficiente, siempre y
cuando exhiban algún tipo de celo a favor del honor de Dios. Pero como Dios no sólo considera
como inútil, pero que también abomina abiertamente cualquier cosa que se hace por un celo a
Su adoración, si está en desacuerdo con su mandato, ¿qué ganamos haciendo lo contrario? Las
palabras de Dios son claras y manifiestas, «Obedecer es mejor que sacrificio». «Pues en vano
me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.» (1 Sam. 15:22; Mat.
15:9).[3]

Una clara aplicación de este principio con relación a los días santos o de fiestas lo encontramos
en el comentario de Calvino a Gálatas 4:10, donde dice: “Cuando ciertos días son
representados como santos en sí mismos, cuando un día se distingue de otro por motivos
religiosos, cuando días santos son reconocidos como parte de la adoración divina, entonces
esos días son observados impropiamente.”[4]

Comentando el versículo 11 Calvino afirma

en lo que concierne a la obligación de la conciencia, ellos [los católicos romanos] imponen el


observar días con no menos severidad que la impuesta por Moisés. Consideran los días santos
como parte del culto divino, tal como lo hicieron los falsos apóstoles, e incluso los conectan
con la noción diabólica de mérito. Los Papistas deben, por lo tanto, ser tan condenados como
los falsos apóstoles, y con esta agravante, que mientras los primeros [falsos apóstoles]
proponían guardar aquellos días que habían sido ordenados por la ley de Dios, los segundos
[Papistas] imponen días, estampados con sus propios sellos, para ser observados como más
santos.[5]

Es por esto que Calvino afirma en las Ordenanzas para la Supervisión de las Iglesias en el País,
de 1547, que “aquellos que observan las fiestas o ayunos papistas deben ser sólo
amonestados, a menos que sean obstinados en su rebelión.”[6]

El 25 de diciembre de 1551 Calvino percibió que se habían presentado al culto más personas
de lo normal y comenzó su sermón sobre Miqueas 5:7-14 con las siguientes palabras:

Ahora, veo aquí más gente que la que estoy acostumbrado cuando doy un sermón. ¿Por qué
será? Es día de navidad. ¿Y quién les dijo esto? Pobres bestias. Ese es un adecuado eufemismo
para todos ustedes que han venido aquí hoy a honrar a Noel. ¿Pensaban que estarían
honrando a Dios? Consideren qué tipo de obediencia a Dios vienen mostrando. En sus mentes,
están celebrando un día santo para Dios, o convirtiendo el día de hoy en uno. Pero ya de eso.
En verdad, mientras frecuentemente han sido amonestados, es bueno apartar un día del año
en el cual recordamos todo lo bueno que nos ha ocurrido a causa del nacimiento de Cristo en
el mundo, y en el cual escuchamos la historia de su nacimiento, el cual sería el domingo. Pero
si piensan que Jesucristo hubo nacido hoy, están tan locos como bestias salvajes. Porque
cuando elevan un solo día para adorar a Dios, lo han convertido en un ídolo. Es verdad, insisten
que hacen esto por el honor a Dios, pero es más para el honor al diablo.

Consideremos lo que nuestro Señor tiene que decir sobre el asunto. ¿No fue la intención de
Saúl de adorar a Dios cuando perdonó a Agag, el rey de los amalecitas, junto con sus mejores
bestias y ganado? Él dice tanto: “Quiero adorar a Dios”. La lengua de Saúl fue llena de
devoción y buena intención. Pero ¿cuál fue la respuesta que recibió? ¡Adivino! ¡Hereje!
¡Apóstata! ¡Dices estar honrando a Dios, pero Dios te rechaza y desaprueba todo lo que has
hecho! (ver 1° de Samuel 15:8-9). Consecuentemente, lo mismo es la verdad de nuestras
acciones. Porque no hay un día superior a otro. No importa si recordamos la natividad de
Nuestro Señor en un miércoles, jueves, u otro día. Pero cuando insistimos en establecer un
servicio de adoración basado en nuestros caprichos, blasfemamos a Dios, y creamos un ídolo
aunque lo hayamos hecho en el nombre de Dios. Y cuando adoran a Dios en la ociosidad de un
espíritu de día santo, ese es un pecado pesado de llevar, y uno que atrae a los demás al
respecto, hasta que llegamos a la altura de la iniquidad. Por lo tanto, pongamos atención a lo
que Miqueas dice aquí, que Dios no debe solamente despojar cosas que son malas en sí
mismas, sino debe también eliminar todo que pueda fomentar la superstición. Una vez que
hayamos entendido eso, ya no más encontraremos extraño que Noel no es guardado el día de
hoy, pero que en el domingo celebremos la Cena del Señor y recitemos la historia de la
natividad de nuestro Señor Jesucristo. Para aquellos que apenas conocen de Jesucristo, o que
debemos estar sujetos a él, y que Dios quita todos estos obstáculos que nos previenen de
llegar a él, esta gente, digo, van a apretar sus dientes. Vinieron aquí a la espera de una
celebración con una intención equivocada, pero se irán con una total insatisfacción.[7]

Con todo esto, es claro que la posición de Calvino no es que la celebración de la navidad y
otros días santos sea algo indiferente sino que él es contrario a estas celebraciones, sin
embargo, por el bien del progreso de la Reforma, él era capaz de tolerarlas. Pero estas
celebraciones no caben en la teología de Calvino ni en la de aquellos que nos llamamos
calvinistas.

Claramente la cuestión de si debemos celebrar la navidad no se acaba cuando descubrimos la


posición de Calvino. Nuestra única regla de fe y conducta no son los escritos de Calvino sino
que la Biblia. Pero debemos ser honestos y afirmar que en la historia de las iglesias calvinistas
o, más específicamente, las presbiterianas, encontramos que la celebración de los días santos
estaba prohibida.

Concluyo haciendo una invitación a ser cuidadosos al analizar lo que nuestros antepasados
teológicos creían y tomar en consideración sus argumentos a la luz de la Escritura sin
rechazarlos simplemente porque hoy no vivimos en el siglo XVI o argumentos de ese tipo.

Notas
[1] GRAHAM, Will, ‘Lutero, Calvino, Zuinglio Y La Navidad’, Protestante Digital, 2017
<http://protestantedigital.com/magacin/40910/Lutero_Calvino_Zuinglio_y_la_Navidad&gt;
[Accesado el 21 de Diciembre de 2017]
[2] Ambas cartas pueden ser encontradas en Bonnet, J., Dr. (2009). Letters of John Calvin. Vol.
I-IV. Reprint of the ed. published in Edinburgh by T. Constable (v. 1-2) and in Philadelphia by
the Presbyterian Board of Publication (v. 3-4), 1855-58.; Translated from the original Latin or
French mss. by D. Constable (v. 1-2) and M. R. Gilchrist (v. 3-4) (2:275). Bellingham, WA: Logos
Research Systems, Inc.
[3] CALVINO, Juan, La Necesidad De Reformar La Iglesia (Edmonton: Landmark Project Press,
2009)
[4]Calvin, J., & Pringle, W. (2010). Commentaries on the Epistles of Paul to the Galatians and
Ephesians (124). Bellingham, WA: Logos Research Systems, Inc.
[5]Calvin, J., & Pringle, W. (2010). Commentaries on the Epistles of Paul to the Galatians and
Ephesians (125). Bellingham, WA: Logos Research Systems, Inc.
[6]Reid, J. K. S. (1954). Calvin: Theological Treatises (80). Louisville, KY; London: Westminster
John Knox Press.

[7] John Calvin, Sermons on the book of Micah, trans. and ed. B. W. Farley (1551; Phillipsburg,
2003), pp 302-04.

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