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Willy Thayer

El barniz del esqueleto


(Palinodia, Santiago, 2011)

Por Alejandra Castillo


Quimera, matriz y secreto*

La identidad es efecto y principio de lo Ese antes, señala Thayer, no se refiere a


que la prepara. Sobreescribiendo en la una precedencia cronológica, como si
propia espalda opera como comienzo. Pero
en tal año o hace mucho tiempo la filo-
es la irrupción del límite, como inclusión
que segrega, el acto desencadenante de la sofía y el psicoanálisis se hubieran dado
identidad. cita. Se trataría de una precedencia, por
(Willy Thayer) así decirlo, estructural”.1
Esa anterioridad trataría más bien de
El barniz del esqueleto dice de un en- una ceguera, de la inscripción de un no-
cuentro: del encuentro entre filosofía y saber en el saber que dichos discursos
psicoanálisis. De un encuentro paradó- maestros portan. Anterioridad o cegue-
jico, a decir verdad, puesto que éste no ra de un no-saber que se instituye, en
se daría bajo las señas de la mediación, palabras de Jacques Lacan, en el “vien-
ni del reconocimiento. Este particular tre del Otro” como ficción de totalidad.
encuentro tendría lugar en palabras de Vientre que daría pie, como un mons- 211
Willy Thayer: “antes que en los circuitos truoso caballo de Troya, a un fantasma
de intercambio disciplinar. Antes de que de un saber total”.2 Un no-saber, sin
la institución filosófica y la institución embargo, que a la manera de un enigma
psicoanalítica cristalicen como sendos se expresa siempre a medias.3 Saber qui-
campos de saber, y así cristalizados se mérico como aquél de Edipo que bien
dispongan a un encuentro culturalista. sabe qué es el hombre pero que es, sin
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embargo, ciego a la escena que constitu- también, el reflejo especular de la mi-


ye su propio saber. Un no-saber, en pa- rada masculina en el cuerpo femenino
labras de Thayer, que se establece como constituido como matriz. Esto es, histe-
límite de la escena de su saber que busca ria como saturación y vaciamiento de lo
suplir lapsariamente ese vacío con aso- femenino en tanto “límite y escena” de
ciaciones y balbuceos precisos, ficciones la constitución de la filosofía y el psicoa-
teóricas, escritura. 4
nálisis. Desde este lugar, y siguiendo en
¿Cuál sería este punto ciego que pare- esto a Luce Irigaray, la histeria se figura-
ciera constituir tanto al discurso de la fi- ría, más bien, como el proyecto “meta-
losofía como al del psicoanálisis? Bien se fórico” de la metafísica occidental.
podría aventurar que dicho lugar de en- En una particular lectura del mito de la
cuentro anterior, ceguera y enigma, no caverna, Irigaray nos relata: “unos hom-
es otro que la “histeria”. La histeria es bres residen bajo tierra, en una morada
una palabra envejecida que por acciden- en forma de caverna. Tierra, morada,
te anuda en si las voces de lo femenino caverna, y además y distintamente for-
y la enfermedad. Desde otro espacio de ma, son legibles como casi-equivalentes
definición, Thayer nos recuerda que la de la histeria […] así pues, unos hom-
“histeria, proviene de la palabra griega bres viven en esa caverna desde su in-
útero (usterion) y se refiere a la pérdida fancia. Desde siempre. De ese espacio, o
irreparable de la muerte como totalidad lugar, o topografía, topología, del antro,
sin comunión. Histeria es el desvío del no han salido nunca. Encadenados por
acontecimiento hacia donaires de dis- el cuello y por los muslos, son manteni-
tinción. Histeria es un síntoma de la dos con las cabezas y los sexos en direc-
212 historia. La primera pose que cortó el ción hacia lo que está delante, de frente
vínculo y aisló un nombre, hizo estallar […] y lo único que pueden hacer aún es
la nada en señales de reintegro”. 5
mirar frente a ellos lo que se les mues-
Histeria, entonces, como receptáculo, tra. Inmovilizados por la imposibilidad
corte, separación, totalidad y por sobre de darse vuelta, o volver, hacia el origen,
todo matriz. Suplementariamente, la están obligados a mirar de frente, hacia
palabra histeria se presta para sugerir, el fondo del antro. El proyecto metafó-
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rico del fondo del antro que servirá de ceptos son el resultado de producción,
telón para todas las representaciones ve- es que tales conceptos se erigen en prin-
nideras. Rostros, miradas, sexos, mante- cipios de todas las cosas […] la filosofía
nidos en una dirección recta, inclinados genera para sí, y para sus consumido-
siempre hacia delante, siguiendo una res, la ilusión de constituir un discurso
línea recta. Dirección, línea, tiempo sin genealogía”.8 Mediante esta peculiar
dando la espalda al origen”.6 operación de represión, tachadura e in-
De esta manera, se deja enunciar la versión, el discurso filosófico “impon-
histeria figurada paradójica y metafóri- dría la ley a todos los demás y se cons-
camente en lo femenino: en la matriz. tituiría, de este modo, en el discurso de
Más, sin embargo, y he aquí la paradoja, los discursos”.9
la condición de lo “femenino” siempre Ahora bien, si el discurso filosófico bo-
es vientre de la mirada, de la narración rra su génesis (no quiere saber nada de
masculina. En esta línea de argumenta- ese olvido); bien se podría decir que
ción, Judith Butler ha destacado que lo el discurso psicoanalítico permite ver
“femenino” se constituye sólo a condi- lo que hasta entonces podía funcionar
ción de su indecible figuración: “reali- permaneciendo implícito, escondido,
dad que nunca puede ser representada ignorado (puro deseo de saber). Parece
en los términos de la filosofía pero cuya tentador nominar, como lo hiciera Iri-
exclusión de ese terreno es su condición garay, ese no-saber en tanto lo “femeni-
capacitadora”. 7
no” como un saber liminar, reprimido y
Volviendo visible este olvido en la pro- por reconquistar que en su simple no-
ducción del discurso filosófico, Thayer minación terminaría por hacer desapa-
indica que la operación filosófica, por recer a la Quimera, la histeria, el enigma 213
excelencia, “constituiría en borrar que y el secreto. Nada más equivocado, sin
se escribe, invirtiendo el principio cau- embargo.
sal, a saber: no es la escritura el origen Es preciso destacar, llegados a este pun-
(sin origen) de la verdad, sino la verdad to, que la histeria en tanto matriz (útero,
el origen (sin origen) de la escritura. vientre) se inscribe bajo la ordenación
Sólo a condición de borrar que sus con- de un principio originario/originador
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y formativo mayor que da inicio y sus- segundo, de lo particular concreto. Me


tenta a la relación entre materia y forma gustaría destacar que esta formulación
que permite la descripción de la matriz doble no nos habla, en primera ins-
bajo la morfología de un “útero”. Una tancia, de lo masculino o lo femenino
matriz sobre la otra, en la otra, directa- sino de la posición de un cuerpo y de la
mente sobre la otra se podría decir. Este marca de ese cuerpo en el espacio de las
principio organizador no sería otro que cosas comunes. Sin embargo, es habi-
la diferencia, en tanto, diferencia sexual. tual en el discurso de la filosofía reducir
En sintonía con esta línea de argumen- rápidamente la formulación antitética
tación, Thayer señala que “la sexualidad de la “diferencia sexual” a la fórmula
no es un órgano del cuerpo ni del alma. binaria de lo “masculino/femenino” o
Si lo fuera se hallaría en un individuo al sincretismo “femenino”. Y quizás esta
como los ojos o las manos. No tiene reducción, que ha llegado a ser un mal
lugar, sin embargo, sin un grado de entendido, se deba a que el concepto
materialización. Alma y cuerpo le son de “diferencia” evoca experiencias no
necesario, pero no suficientes. No es signadas por el cuerpo, mientras que el
deducible de las terminales que fijan la concepto de lo “sexual” nos exige, por el
división del trabajo en la reproducción contrario, poner atención sobre la exis-
sexual, ni de las gramáticas identitarias tencia y contingencia de un cuerpo. La
y las compulsiones repetitivas. Pero no particularidad abstracta de la diferencia
sería posible sin el pie forzado de la nos lleva al campo y a las escrituras de la
identidad”. Identidad, que una y otra
10
filosofía, mientras lo sexual nos aleja ha-
vez se inscribe, en tanto origen, en la cia otros dominios, otros saberes, hacia
214 idea diferencia sexual. otras escrituras. El mal entendido que
En este sentido, es posible señalar que subyace a esta singular reducción es re-
el pensamiento de la diferencia sexual se forzado, además, por cierta incapacidad
dice bajo el signo de una formulación del pensamiento dominante de volver
doble que aúna en sí dos conceptos de reflexivamente la mirada sobre sus pro-
distinta índole. El primero, la diferen- pios supuestos.
cia, dice de lo particular abstracto; el Si a la imposibilidad del pensamiento
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dominante (pensemos en la filosofía y se representaría, entonces, como otro


el psicoanálisis) de nombrarse en tanto nombre para la escritura a contrapelo de
diferencia le agregamos que habitual- la filosofía, escritura nocturna, escritura
mente tendemos a asociar las palabras de los cuerpos femeninos en filosofía.
relativas al sexo a las mujeres (recorde- De ahí que la histeria sea dicha en fe-
mos eso del “bello sexo” o “sexo débil”) menino: esto es, útero.
tendremos que la formulación doble de Restarse a la histeria, restarse de la ma-
“diferencia sexual” quedará, en el mejor triz de la diferencia sexual. Salto fuera
de los casos, reducida al binomio mas- de la matriz que guarda y prolifera ma-
culino/femenino y en el peor reducida teria y forma, que guarda y prolifera la
a los estudios de la mujer o del género. diferencia sexual. La filosofía y el psi-
En esta figuración, la diferencia parece- coanálisis, en su antes, en su ceguera y
ría signar cierto dominio de lo “mascu- su enigma, encontrarán en la diferen-
lino” y lo sexual trazaría sus contornos cia sexual una densa red de identifica-
en la figura de lo “femenino”. Abstrac- ciones que en palabras de Thayer “nos
ción/concreción, idea/cuerpo, inteligi- acuna desde la primera hora en los in-
ble/sensible, masculino/femenino son finitesimales fustazos del ¡¡no!! Que ya
valores antagónicos que anudados en la rumoreaba en los pasos amorosos que
voz doble de diferencia sexual parecen te hacían dormir, los carraspeos, risas
atenuarse hasta ofrecernos un concepto y aplausos, los ojos césiles y los dientes
sin fisuras. El acento recae sobre la uni- celebratorios, el da y quita del afecto en
cidad. Aclaremos que dicha atenuación, ese aquelarre rutinario que rodea al re-
que toma los visos del origen y la uni- cién llegado”.11
dad, sólo es posible por el desplazamien- Restarse a la histeria. Restarse de la ma- 215
to metonímico de la diferencia sexual triz de la diferencia sexual, pues, como
hacia otro concepto, llamado a ocupar se indica en El barniz del esqueleto, nada
el lugar de la totalidad. Desplazamiento se pierde con perder la identidad. “[La
que se universaliza en lo “femenino” y identidad] No contiene más que un
que adquiere las luces de lo particular torrente estrecho de necesidades sin
en la voz “mujer”. La diferencia sexual pausa, policías y cuidados sin cuento.
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Lo que en ella interesa, se encuentra en psicoanálisis (1969-1970), Buenos Aires, Pai-


dós, 2009, p. 33.
cualquiera, Su perpetuación es la rigi- 3
Ibíd., p. 37.
dez inmutable, la invarianza que es la
4
Willy Thayer, El barniz del esqueleto, op. cit.,
p. 55.
ausencia de felicidad. Su cesación es un 5
Ibíd., p. 16.
6
Luce Irigaray, “La histeria de Platón”, Especulo
alivio para la fuerza que la mantiene”.12 de la otra mujer, Madrid, Akal, 2007, p. 223.
7
Judith Butler, “Los cuerpos que importan”,
Cuerpos que importan, Buenos Aires, Paidós,
2002, p. 69.
Notas 8
Willy Thayer, El barniz del esqueleto, op. cit.,
p. 57.
* Presentación del libro de Willy Thayer, El bar- 9
Luce Irigaray, “Entrevista: poder del discurso,
niz del esqueleto.(Santiago, Palinodia, 2011). subordinación de lo femenino”, Ese sexo que no
Texto leído en la Terraza de la Biblioteca de es uno, Madrid, Akal, 2009, p. 55.
Santiago, el día 20 de julio de 2011. 10
Willy Thayer, El barniz del esqueleto, op. cit.,
1
Willy Thayer, El barniz del esqueleto, Santiago, p. 39.
Palinodia, 2011, p. 53. 11
Ibíd., p. 37.
2
Jacques Lacan, Seminario XVII. El reverso del 12
Ibíd., p. 39.

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