Está en la página 1de 5

ACTUALIDAD DE FÁTIMA, SEGÚN MALACHI MARTIN

--Fragmento de la última entrevista que se le hizo a Malachi Martin antes de su muerte, en la


emisión radial The Art Bell Show, el 13 de julio de 1998. Versión original en inglés, y traducción al
italiano, aquí.--

[Luego de excusarse Martin de dar detalles acerca del llamado «Tercer Secreto de Fátima», leído
por él en febrero de 1960 bajo juramento de no revelarlo, el entrevistador -en adelante, A.B.- le
lee una transcripción de aquel que él tiene por el presunto "Tercer Secreto", según le fuera
transmitido. Y dice:]

A.B.: «Una gran plaga golpeará a toda la humanidad. No habrá orden en ninguna parte del mundo.
Satanás controlará incluso los cargos más elevados del mundo, de modo que determinará la
marcha de las cosas. Tendrá éxito en seducir los espíritus de los grandes científicos que inventan
las armas, con las cuales será posible destruir una gran parte de la humanidad en pocos minutos.
Satanás gozará de su poder. Los poderosos que mandan a las personas las espolearán para que
produzcan enorme cantidad de armas. Dios castigará a los hombres más duramente que con el
Diluvio. Será el tiempo de todos los tiempos y el fin de todos los fines. El grande y el poderoso
morirán con el pequeño y el débil. También para la Iglesia será el tiempo de la mayor de sus
pruebas. Los cardenales se opondrán a los cardenales. Los obispos se opondrán a los obispos.
Satanás andará entre ellos. Y en Roma se verificarán cambios. La Iglesia se oscurecerá y el mundo
será sacudido por el terror [Y narra diversas catástrofes telúricas, con océanos desbordados y
víctimas mortales a granel]». Y bien, padre Martin...

M.M.: ¿Sí, Art?


A.B.: ¿Ningún comentario?

M.M.: Te he escuchado, y supongo que la respuesta moderada que debería darte consta de dos
partes, o bien, de dos declaraciones. No es éste el texto que me ha sido dado a leer en 1960. Hay
algunos elementos que sí corresponden al texto.

A.B.: Por lo que, en otras palabras... (estoy tratando de proceder de la manera más cauta posible),
en otras palabras, usted está sugiriendo que esto no es precisamente lo que había leído, pero hay
algunos elementos en aquello que ha escuchado recién...

M.M.: Sí, hay algunos elementos que pertenecen al Tercer Secreto. Ésta es quizás la respuesta más
moderada que puedo ofrecer.

A.B.: Está bien, está bien, no le pediré que me diga más. Pero reteniendo aquello que he apenas
leído, ¿podría considerar que el Tercer Secreto sea tan traumático como lo sugiere cuanto leí, o
aun más?

M.M.: Aun más.

A.B.: ¿Aun más?

M.M.: Sí, más. Mucho más. El... sin... de nuevo... ¿sabes, Art? Procediendo muy cautamente, el
elemento central del Tercer Secreto es terrible. Y no está en ese texto.

A.B.: ¿No está en el texto?

M.M.: No está, gracias a Dios.

A.B.: Ahora, yo imagino que debería preguntarle lo siguiente: comprendo que usted hizo un voto,
pero ¿no ha considerado que el shock que se requiere para cambiar las cosas -aunque sea esto
muy serio- pueda obligar a revelarlo?

M.M.: Estoy plenamente de acuerdo con tu última frase. Tendría que ser revelado, pero esto es
muy difícil, Art. Yo soy un hombre pequeñísimo. No tengo ninguna autoridad pública para hacerlo.
No sé si ésa sería la voluntad de Dios. Y dado que tendría efectos terribles no sólo sobre los
cristianos, sino sobre muchos otros, no puedo tomar esta decisión. ¿Entiendes lo que estoy
tratando de decir?
A.B.: Padre, ¿cómo le ha sido mostrado el Tercer Secreto?

M.M.: El cardenal que me lo mostró estaba presente en el encuentro mantenido con Juan XXIII en
aquel año de 1960, para hacer conocer a un cierto número de cardenales y prelados lo que
él entendía hacer con el Secreto. Pero Juan XXIII, el papa Juan XXIII, que era el Papa en 1960, no
creía que el Secreto debiera publicarse. En aquel tiempo hubiera comprometido sus negociaciones
en curso con Nikita Kruschev, el líder de todos los rusos. Tenía también otro punto de vista distinto
respecto a la vida, y lo repitió, muy concisamente e incluso con desprecio, en la apertura del
Concilio Vaticano, en la mitad de su discurso del 11 de octubre de 1962 en San Pedro a los obispos
reunidos, convocados para el Concilio Vaticano, y a los visitadores (la enorme basílica estaba
repleta): escarneció con arrogancia, y se opuso a aquellos que llamaba "profetas de desventura". Y
ninguno fue disuadido de que estaba hablando de los tres profetas de Fátima.

[...]

A.B.: Padre, ¿qué peso les otorga a todas las revelaciones de Fátima?

M.M.: Considero que son el evento-clave que explica la fortuna (siempre mayor) de la
organización del Catolicismo Romano, y el evento determinante del futuro próximo de la Iglesia
(del próximo milenio, el tercer milenio). Es el evento determinante. Y héte aquí por qué los
hombres fuertes (y con hombres fuertes quiero decir... sabes, Art, cuando hablamos de hombres
fuertes, lo asombroso en relación a esta habilidad política es que sean personas, personas que
practican el arte de la política, como Casaroli, apenas muerto, o el papa Juan Pablo II; son aquellos
que las personas notan como grandes figuras de la historia, como Napoleón, Hitler, Stalin. ¡Desean
tener un poder indestructible! Y pueden oponerse al compacto deseo de millones de personas y
alcanzan a imponer el propio punto de vista (siquiera sólo hasta un cierto punto, hasta que caen,
hasta que fracasan). De la misma manera, en Roma hay personas que tienen fuertes voluntades.
Viven toda su vida utilizando la propia habilidad política. Se ocupan de macro-gobierno. No es sólo
una religión: es un destino. Ellos están allá, entre los grandes.

A.B.: ¿Cuál es el rol de la Iglesia en relación con aquello que muchos indican como el próximo
gobierno mundial, un único control mundial?

Malachi Martin (1921-1999)

M.M.: Tengo dos respuestas, Art, brevísimas. Una es la que ha sido ya elegida al fin de este
milenio de parte de los líderes, de los manager, de los prelados, del papado; y la segunda es
aquella que, a veces, pensamos será la respuesta de Dios. La respuesta en este momento es ésta
(desde Juan XXIII a Paulo VI, y ahora a Juan Pablo II): déjennos cooperar. Como dijo Paulo VI en su
famoso discurso de diciembre de 1965: «déjennos cooperar con el hombre para construir su
hábitat». Y Juan Pablo II era un ardiente impulsor de la tendencia hacia un gobierno mundial por
razones geopolíticas. Él quiso introducir su tipo de Cristiandad, su estilo de catolicismo, pero está
ciertamente a favor de un gobierno mundial. Cuando se dirigió a las Naciones Unidas, en su
extensa carta, éste fue su saludo: «yo, Juan, obispo de Roma y miembro de la humanidad». Es
cierto, ya no estaban más, digamos, Pío IX o Pío X, el cual, al inicio de este siglo, hubiera dicho: «yo
soy el Vicario de Jesucristo. Si no escucháis mi voz, os condenaréis para siempre. No
participaremos en ningún proyecto gubernativo, en ningún plan político que no reconozca el
Reinado de Cristo». Esto es aquello que está completamente ausente. Ahora hay una política de
cooperación para la Constitución de la Unión Europea, con las Naciones Unidas y el Vaticano [...]
A.B.: Quiero leer de prisa aún otras cosas, padre. Una, de un amigo australiano, que dice: «Hace
algunos años, en Perth, un cura jesuita me ha dicho algo más sobre el Tercer Secreto de Fátima.
Ha dicho, entre otra cosas, que el último Papa estaría bajo el control de Satanás. El papa Juan se
desmayó, pensando que pudiese ser él. Nos han interrumpido antes de que pudiésemos escuchar
el resto». ¿Tiene algún comentario?

M.M.: Sí. Parece que estuviese leyendo o que le hubiera sido revelado el texto del Tercer Secreto.

A.B.: ¡Oh, Dios mío!

Publicado por Flavio Infante en 21:22

También podría gustarte