«El mundo literario de Jiménez Ure es un espacio en el que la
conjunción de lo propio y lo heredado es una apretada amalgama cuya fisonomía se hace identidad, sincretismo narrativo, carta de presentación y cartera de disímiles posibilidades para el abordaje de la realidad y de la fábula» Por Ricardo GIL OTAIZA En el 2010 preparé para ALEPH Universitaria y las ediciones del Vicerrectorado Administrativo de la Universidad de Los Andes, un pequeño tomo que reúne parte de los textos críticos que publiqué en la prensa regional y nacional en torno a la figura y la obra del gran escritor venezolano Alberto Jiménez Ure (Tía Juana, 1952). Hace pocos días hallé en la Web una nueva versión (pero esta vez digital) del citado libro, y esto me llevó a acercarme de nuevo a la obra de este iconoclasta de las letras venezolanas. Ratifico en toda su connotación epistémica y literaria todo lo que en estos textos afirmé y sostuve, no sólo porque lucen vigentes a pesar del paso del tiempo, sino porque cada día me convenzo de la impronta de originalidad e impacto de un autor que ha roto a todo lo largo de su carrera (más de cuatro décadas) lo establecido en el denominado canon del cuento, la novela y el ensayo. Pareciera un tremendismo afirmar que un mismo autor rompa con lo establecido dentro de tres distintos géneros, pero la naturaleza de la vasta obra de nuestro autor no deja lugar a dudas para ello, y nos sumerge en un denso mundo de posibilidades estéticas que buscan azuzar los sentidos, estremecer al lector, generar una honda reflexión de carácter filosófico que deja huella, que nos lacera, que indaga en los más profundos intersticios de la razón hasta alcanzar elevadas cimas de realización. Los textos jimenezureanos escapan de cualquier categorización, rompen esquemas, no sólo desde la temática (el otro lado de la moneda de la naturaleza humana), sino desde el lenguaje, que en este autor constituye por sí mismo un aporte morfosintáctico y gramatical, que en permanente búsqueda se interna en los disímiles territorios de la generación de nuevos vocablos (neologismos), en el giro inesperado de las palabras comunes, en el uso de términos compuestos que indagan sin rubor en ignotos territorios hasta perderse en el desvarío. Sus personajes son espectrales, escapan de cualquier definición, se hacen esperpénticos en la medida en que cada uno de ellos se deslinda de la mano de su creador hasta hacerse autárquico, rebelde y parricida. Las historias que hallamos en sus cuentos y novelas (o noveletas, ya que la mayoría de ellas se encuentran a medio camino entre el relato breve y la novelística) narran mundos desaforados, abyectos, perversos, monstruosos y crueles, recordándonos a maestros de dichos géneros como Poe, Chesterton, Chéjov, Borges, Cortázar, Fuentes y Horacio Quiroga. Empero, en Jiménez Ure denotamos un estilo propio y depurado, que a ojos cerrados nos lleva a la absoluta conclusión de que su mundo literario se cierra sobre sí mismo, es autárquico, busca, tal como lo prefiguraba Cortázar y el mismo Fuentes: un círculo, un orden cerrado. El mundo literario de Jiménez Ure es un espacio en el que la conjunción de lo propio y lo heredado es una apretada amalgama cuya fisonomía se hace identidad, sincretismo narrativo, carta de presentación y cartera de disímiles posibilidades para el abordaje de la realidad y de la fábula. Alberto Jiménez Ure ante mi prosa crítica es un amplio abanico de posibilidades en el que se muestra la versatilidad del autor, su diversidad temática, su compleja tesitura estilística anclada a una visión que rompe la cuadratura de lo establecido, para internarse en un permanente desafío al lector, en un revisitar a cada instante la naturaleza de lo humano (pero desde el ángulo de lo posible), para desde allí desvelar ante sus ojos nuestra multidimensionalidad y ambivalencia, así como la permanente y continua búsqueda de los caminos extraviados para una urgente hominización. @GilOtaiza rigilo99@hotmail.com
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