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LECTURA TOMADA DEL LIBRO FISICA EN PERSPECTIVA (EUGENE HECHT)

Debería ser fácil mantener una cosa en la mano y saber qué es materia; es el material, la sustancia, el aspecto material del universo.
Es el constituyen te de las mariposas y las colillas de cigarrillos lo que compone, lo que forma todo lo tangible, todo lo sensible.
Pero en el fondo, tanto el lenguaje como las imágenes nos fallan cuando intentamos ir más allá de nuestro sentido intuitivo, si
queremos contestar a la pregunta: «¿Qué es en realidad la materia?» La materia no puede definirse satisfactoriamente, al menos no
en términos de nociones más fundamentales.
No es ni mucho menos suficiente decir tan sólo que la materia es aquello que es perceptible (pasando por alto lo ilusorio); la luz es
sensible, pero también es algo más - no materia, sino energía -. Tampoco es la materia solamente aquello que posee masa (o,
alternativamente, lo que posee inercia). La trayectoria de la luz puede doblarse por la influencia gravitacional de una estrella y, en
este sentido, se comporta como si tuviera masa.
Aunque la luz no tiene masa en reposo, puede transferir masa de un sitio a otro. «Un haz de luz transporta energía - dijo Eínstein, y
la energía tiene masa.»

De hecho un pastel de manzana caliente tiene una masa en reposo mayor que uno frío, e incluso ejercerá una atracción gravitacional
mayor, ¿significa esto que tiene más materia?

Excluyendo la «nada», todo es materia o energía, y veremos que ambas están relacionadas como las caras de una moneda son lo
mismo y a la vez diferentes.
Este es un punto crucial. La distinción aparentemente clara entre materia y energía no está, después de todo, tan clara. En realidad,
el neutrino, la diminuta partícula sin carga y de masa en reposo cero, parece recorrer la línea entre la materia y la energía. Todas las
definiciones sencillas fracasan sin excepción.

La señora Buckley, mi profesora de sexto grado, solía decir que la materia era «lo que era impenetrable y ocupaba espacio». Y
siempre apostillaba este pequeño dogma con la frase «La materia no puede crearse ni destruirse». No era la única que decía esto; su
opinión era la de la física clásica, la creencia más generalizada antes de este siglo, que debería haber sido barrida hace mucho
tiempo, pero que aún subsiste. Sabemos ahora que la materia no ocupa espacio en ningún sentido ordinario. Las menores partículas
son cosas vibrantes y elusivas que retroceden de su localización como espirales de humo.
La idea de partículas indivisibles e impenetrables de materia sólida es un antiguo espejismo.

En realidad, si aceptamos la imaginería de la teoría de la relatividad, la materia y el espacio son lo mismo, e incluso la noción de
«ocupación» pierde todo significado.
El teórico puede crear una representación matemática del cosmos y salmodiar desde su interior que la materia es una irregularidad
Iocal en un espacio-tiempo cuatridimensional.
Pero eso dista mucho de ser una sopa de pollo que le guste a todo el mundo.
La querida señora Buckley debería haber sabido que la creación y destrucción de materia se lleva a cabo a diario en laboratorios y
plantas de energía nuclear de todo el mundo.
La materia. se desvaneció sin dejar rastro en Hiroshima y Nagasaki. Las partículas que supuestamente ocupan espacio pueden
hacerse desmaterializar, evaporar en bocanadas de energía.
Fragmentos de lo que los diccionarios dicen que es espacio lleno, partículas de materia, pueden hacerse desaparecer, y con ellos se
va toda esperanza de dar una definición sencilla.
Como para complicar más las cosas, hay una sustancia llamada antimateria. Cuando la materia se une a la antimateria en el abrazo
definitivo, ambas, lo que quiera que sean, desaparecen.

En lugar de esforzamos por definir la materia, sin embargo, la afrontaremos de la mejor manera posible. Podemos describir sus
propiedades y especular sobre su estructura; todo lo demás sería presuntuoso. en general no habrá dificultades en reconocer la
materia. por lo menos en las cantidades que se presentan en la vida cotidiana.
Si es tangible, es materia, independientemente de su definición.
Las masas de materia, cualquiera que sea su composición, aparecen en cuatro fases: sólida, líquida, gaseosa y plasma.
Existen unos cien materiales básicos o primitivos conocidos como elementos (oxigeno, hierro, carbono, etc.), que se combinan para
formar todas las demás sustancias desde el ADN al TNT y LSD.
Creemos que cada uno de dichos elementos está compuesto de diminutas entidades microscópicas conocidas como átomos.
Cada elemento no es más que un cúmulo de partes idénticas, átomos de un tipo particular, y hay unas cien clases diferentes de
átomos. Estas piezas de construcción universales, a su vez, están formadas por diversas disposiciones de materia subatómica:
electrones, protones y neutrones.
E incluso las dos últimas de estas diminutas partículas pueden estar compuestas por otras aún más fundamentales los elusivos
quarks.
Nuestra imagen contemporánea del átomo fue elaborada en este siglo en medio de una conmoción intelectual conocida como física
moderna.
La más antigua de las nuevas concepciones presentaba al átomo como si fuera un diminuto sistema solar.
Una pequeña y densa concentración el núcleo compuesto de protones y neutrones conforma el centro mismo de cada átomo.
Enlazados mediante fuerza eléctrica atractiva a este denso núcleo de carga positiva, estaban los electrones atómicos negativos
rotando en delicadas órbitas cerradas.

La primera y más profunda de las nuevas revelaciones fue que la energía no es continúa, como se había creído siempre, sino más
bien que, igual que la materia, la energía existe en cúmulos o cuantos. Apartir de esto se desarrolló todo un formalismo teórico que
se conoce como mecánica cuántica, que considera en especial aquellos fenómenos en los que la granularidad de la energía resulta
altamente significativa el dominio del átomo

Con el tiempo, la teoría cuántica produjo una descripción matemática muy poderosa del comportamiento atómico. Junto con la
relatividad, esta teoría es una de las piezas claves de la física moderna.
Los electrones atómicos todavía se conciben circulando alrededor de un núcleo positivo, pero ya no se ven conjuntos de delicadas
órbitas pequeñas. Ahora los paisajes atómicos se calculan en función de las estructuras donde es probable que residan los
electrones.
El interés se ha desplazado del descubrimiento de los detalles de las órbitas electrónicas individuales hasta las descripciones de las
distribuciones nebulosas donde los electrones pasan su tiempo, moviéndose cautivos del núcleo

La mecánica cuántica es una teoría estadística, una teoría que trata de la probabilidad de que tengan lugar acontecimientos
atómicos no debido a la inadecuación, sino porque la certeza absoluta en la naturaleza es en sí misma una ilusión.
Esta es también una profunda noción contemporánea de enorme importancia filosófica. La mecánica cuántica es nuestra guía en
todos los aspectos del funcionamiento interno de la materia.

Apartir de esta concepción ha florecido una riqueza tecnológica que lo incluye todo desde láseres hasta chips de circuitos de
computadores.
Nosotros mismos, al igual que los átomos que nos constituyen, estamos casi vacíos, «sin rellenar». De hecho, el núcleo central del
átomo, donde reside prácticamente toda la masa, es un grano minúsculo. Alrededor de ese núcleo flota la distante, tenue y
relativamente sin masa nube electrónica.

A esa escala, existen grandes extensiones de vacío que separan estas diminutas concentraciones de masa entre sí.
Las distancias entre los núcleos de átomos adyacentes son comparativamente inmensas, incluso en el interior de los densos objetos
que inconscientemente llamamos sólidos.
Si usted pudiera probar la porción del crecimiento de Alicia y crecer hasta que el tamaño del núcleo de un átomo de su cuerpo fuera
el de un hueso de cereza, su altura sería de unos 1200 millones de kilómetros, y la mayor parte de ese enorme volumen de carne,
tendones y huesos estaría vacío, con cientos de metros de espacio separando las concentraciones de materia del tamaño de un
hueso.
Nosotros somos una acumulación de millones de trillones de átomos, enlazados entre si, como, aproximadamente, unos 60 litros de
agua, casi 14 kg de carbono, quizá kilo y medio más de oxígeno, hidrógeno y calcio, algo más de nitrógeno, 700 g de fósforo,
aproximadamente 200 g de potasio y azufre, 85 ó 100 g de sodio y cloro, 29 g de magnesio, algo de hierro, yodo, silicio y flúor, y
pequeñas trazas de muchos otros elementos que para bien o para mal adquirimos en nuestro ir y venir

Somos el agregado en cambio constante de átomos casi eternos, creados hace miles de millones de años. Las células vivas son
bastante recientes, aunque casi sin excepción los átomos que forman sus manos son al menos tan viejos como el sistema solar y
probablemente mucho más.

Estos átomos han circulado a través de peces, aves, árboles, estiércol y hamburguesas, volviendo al suelo y ahora, de momento,
están en su cuerpo. Inspire, y una porción del escape de un coche que pasa llenará sus pulmones con un destilado de dinosaurio,
100 millones de años de antigüedad.
Formado probablemente en el fuego termonuclear de una estrella, los átomos que usted «come» en el desayuno extienden su linaje
hasta los albores de la Creación, Somos polvo de estrella, prestatarios en el viejo ritual de «cenizas a las cenizas».

Texto tomado de la FISICA EN PERSPECTIVA Capítulo materia


Para fines educativos. Adecuado por
Humberto Mosquera V profesor de física, Montelíbano Colombia.
2015

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