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Lo que se puede esperar

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30/10/2016 02:15 | Actualizado a 30/10/2016 04:30

Mariano Rajoy fue elegido anoche presidente del gobierno de España, gracias a un gesto
de generosidad y responsabilidad del Partido Socialista. Concluye así un periodo de más
de diez meses de interinidad política en el que se han puesto de manifiesto algunas
cosas importantes: la prudencia y profesionalidad del jefe del Estado, la solidez del
cuadro institucional, el desgaste del Partido Popular y las enormes dificultades del
bloque opositor para articularse como alternativa de gobierno, como consecuencia de la
fractura generacional y de la fractura territorial. Estos diez meses de bloqueo político
también han puesto de manifiesto la existencia de lagunas constitucionales en lo que se
refiere a los mecanismos de investidura, lagunas que deberían ser subsanadas.

Rajoy ha conseguido la reelección, y ahora es el momento de gobernar. El jueves se


conocerá la composición del nuevo Consejo de Ministros. ¿Qué se puede esperar de esta
legislatura? En primer lugar, diálogo. Un diálogo del todo imprescindible, puesto que el
nuevo gobierno se hallará en minoría. No es la primera vez que ocurre, pero nunca
desde 1977 el partido gobernante había estado por debajo de los 150 escaños. Ante la
imposibilidad de un gobierno de gran coalición entre populares y socialistas, el gabinete
Rajoy deberá cuidar con esmero las relaciones con Ciudadanos y con el Partido
Nacionalista Vasco –dos formaciones en principio antagónicas en lo que se refiere a la
concepción de España– y de manera primordial deberá mantener la mano tendida a los
socialistas, puesto que el PSOE ocupa un lugar central en la actual geometría
parlamentaria. Sin la abstención del PSOE no habría habido investidura, y sin el
concurso de los socialistas va a ser difícil que se aprueben los próximos presupuestos
generales del Estado.

Después de cuatro años de mayoría absoluta, la nueva situación exige al Partido Popular
un severo cambio de estilo. “Hay que saber ponerse en el lugar del otro”, dijo Rajoy
hace unos días. La composición del nuevo gobierno deberá ser reflejo de esa voluntad
dialogante. Si la cuestión de Catalunya se hubiese enfocado de otra manera, Rajoy
podría contar ahora con valiosos apoyos suplementarios. Puesto que no va a ser así, al
menos durante un cierto periodo de tiempo, la concertación con el Partido Socialista es
la única vía posible para garantizar un mínimo de estabilidad. Puesto que el PSOE se
halla en una situación interna muy delicada, la primera obligación del Partido Popular es
mantener la no injerencia. Todo el mundo sabe que a partir del próximo mes de mayo,
Rajoy podrá plantearse la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas
elecciones, pero no sería nada bueno que el nuevo gobierno echase a andar con esa
amenaza como divisa. De ser así, el país no lograría salir de la dinámica electoralista en
la que se halla sumido desde hace más de un año. ¿Qué cabe esperar? Cabe esperar que
este nuevo tiempo de diálogo sea provechoso y constructivo, como lo fueron otros
periodos en los que fue del todo imprescindible el consenso.

La economía va bien, va estadísticamente bien, pero España sigue siendo vulnerable.


Una subida de los tipos de interés incrementaría dramáticamente los costes de la deuda,
como recordaba hace unos días en este diario el ministro Luis de Guindos. La cadena de
consumo interno aún no se ha recuperado, como consecuencia de la pérdida de
confianza y la evidente disminución del poder adquisitivo de muchas familias. La
bajada de los salarios repercute en las cotizaciones sociales. El fondo de reserva de la
Seguridad Social se está agotando. Habrá que hablar muy pronto de la financiación de
las pensiones, asunto que requiere un amplio consenso político. La concertación es del
todo imprescindible en este tema. La economía española crece, pero España sigue
formando parte de la cadena de debilidades europeas. Hay que cumplir con los
compromisos adquiridos en Bruselas, pero a la vez hay que negociar con Bruselas,
máxime cuando otros países, como por ejemplo Italia, están buscando una mayor
flexibilidad para su déficit y una mayor condescendencia ante los problemas de su
banca. España ha de recuperar peso en el escenario europeo. ¿Qué cabe esperar?
Inteligencia, capacidad de concertación y más brío en la escena internacional.

Catalunya. A diferencia del fallido debate de investidura de finales de agosto en el que


el candidato Rajoy pronunció un discurso totalmente defensivo sobre la cuestión
catalana, en este debate de octubre el lenguaje ha sido distinto, matizadamente distinto.
Rajoy ha reconocido ahora que los actuales mecanismos de “solidaridad interterritorial”
perjudican a la sociedad catalana y ha ofrecido una corrección de estos en el marco de
un nuevo sistema de financiación de las autonomías. Durante el debate, el portavoz del
grupo socialista propuso la creación de una subcomisión parlamentaria para abrir un
debate político en el Congreso sobre Catalunya. Rajoy respondió que debe reflexionar
sobre el “formato” de ese debate. Dirigentes del Partido Popular señalan que el nuevo
gobierno tendrá “agenda catalana”. La reforma constitucional, sobre la que Rajoy no se
ha pronunciado durante el debate de investidura, sigue estando en el horizonte. ¿Qué
cabe esperar? Cabe esperar que la fase del quietismo respecto de Catalunya se acabe
definitivamente.

Durante estos meses se ha construido una auténtica mitología alrededor de la capacidad


del presidente Rajoy para mantenerse quieto ante los más graves problemas, esperando
que el tiempo los solucione. El desenlace de estos diez meses de bloqueo alimentará sin
duda esa mitología. Rajoy sabe, sin embargo, que el tiempo no lo arregla todo. Confiaba
en que la mejora de la economía iba a suponer una mayor mejora del clima político del
país, y no ha sido así. Su partido sufrió un severo descalabro en las elecciones de
diciembre y ha logrado salvar la presidencia por la ausencia de un liderazgo bien
anclado en el Partido Socialista. La economía ha mejorado, pero amplios sectores de la
población, comenzando por los más jóvenes, no lo perciben en su vida cotidiana. El
mero paso del tiempo no lo arregla todo. El quietismo ha contribuido a que cristalizasen
en Catalunya muchos sentimientos adversos a la pertenencia España. Modificar ese
cuadro sentimental será muy difícil. ¿Qué cabe esperar? En primer lugar, cabe esperar
que el nuevo ejecutivo maneje buenas fuentes de información sobre la situación en
Catalunya y no se deje llevar por quienes en el interior de la derecha española abogan
por la confrontación a toda costa.

“Hay que saber ponerse en el lugar del otro”, dijo el presidente hace unos días. Esta
sería una buena divisa para afrontar sin dilación la cuestión de Catalunya, en un lado y
en el otro, así en Madrid, como en Barcelona.

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