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Pretensiones desvergonzadas

y preguntas abominables*
La historia intelectual como juicio del pasado

Martin Jay

Universidad de California, Berkeley

El 14 de noviembre de 1956, Theodor W. qué significa el presente cuando se lo con-


Adorno pronunció un discurso en Berlín en fronta a Hegel. […] Toda apreciación de
ocasión del 125º aniversario de la muerte de Hegel falla desde un comienzo por su inca-
Hegel. Empezó con una condena del género pacidad para captar lo serio y lo concluyente
al que se ha dado en llamar “apreciación” de la filosofía de Hegel aplicándole aquello
(Würdigung), donde el orador sintetiza los que éste, con adecuado desdén, llamó una
filosofía de perspectivas.2
méritos perdurables de la figura celebrada.

Expresa la pretensión desvergonzada –acusó Si se tiene que juzgar o no el presente especí-


Adorno– de que como se posee la dudosa ficamente desde la superperspectiva hegelia-
buena fortuna de vivir en una época posterior, na, la del Espíritu Absoluto, es un asunto que
y como se posee un interés profesional por la deseo dejar a un lado, aunque podría ser dig-
persona sobre la que se va a hablar, se puede no de interés. Preferiría responder al reto
asignar soberanamente su lugar al muerto, y planteado a la historia intelectual en su totali-
así en cierto modo elevarse sobre éste. Dicha dad por la crítica adorniana a la “pretensión
arrogancia resuena en la pregunta abominable desvergonzada” de superioridad en virtud de
respecto a qué es lo que en Kant, y ahora en posteridad y la “pregunta abominable” por el
Hegel, tiene significado para el presente. significado del pasado enteramente “para
Incluso el llamado renacimiento hegeliano nosotros”. En otras palabras, ¿es posible evi-
comenzó hace medio siglo con un libro de tar en esta época de política identitaria y posi-
Benedetto Croce cuyo propósito era distin-
ciones de sujeto abiertamente reconocidas la
guir entre lo vivo y lo muerto en Hegel.1
presión de adoptar una historiografía de pers-
pectivas finitas y situadas? ¿Podemos encon-
Proceder de este modo, continuó Adorno, nos
trar una salida que nos aleje de esas arenas
impide hacer la pregunta opuesta:
movedizas que David Simpson llamó el
“posicionamiento, o por qué seguimos dicien-
do de dónde partimos?”.3
* Traducción de Leonel Livchits.
1 Theodor W. Adorno, “Aspects of Hegel’s Philosophy”,

Hegel: Three Studies (trad. Shierry Weber Nicholsen),


Cambridge, MA, 1993, p. 1 [traducción castellana: Tres 2Ibid., pp. 1-2.
estudios sobre Hegel (trad. Víctor Sánchez de Zavala), 3David Simpson, Situatedness, or, Why We Keep Saying
Madrid, Taurus, 1969]. Where We’re Coming From, Durham, 2002.

Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 11, 2007, pp. 153-157


Sin duda, el presentismo narcicista es un sobre el debate de Davos entre Ernst Cassirer
problema perenne en todo análisis histórico, y Martin Heidegger en 1931, hay una tensión
y de un modo u otro no es posible evitarlo del tácita entre el impulso contextual y el impul-
todo. Esto es, las preguntas que nos hacemos so trascendental en la recuperación que hace
y las respuestas que tendemos a considerar el historiador intelectual del pensamiento del
persuasivas no pueden desligarse de las exi- pasado.4 Esto es, estamos escindidos entre,
gencias de nuestra condición actual, si supo- por un lado, entender a éste como un síntoma
nemos por supuesto que existe un “nosotros” de, generado por, o como reflejo indirecto de
colectivo cuyo estado de ánimo posee una –la fórmula siempre es difícil de precisar–
influencia uniforme. No es necesario aclarar algo más vasto o abarcador, que interpreta-
que éste es un presupuesto muy extendido, mos como su contexto histórico y, por otro
pero incluso si desafiamos la concepción lado, encontramos en éste lecciones perennes,
trascendental del observador histórico actual sean de inspiración o de advertencia, así
y nos limitamos a diferentes “nosotros” mul- como recursos aún plausibles para atender a
tiplicados en el presente, cada uno con sus problemas del presente. Las dos visiones no
propios intereses, presupuestos y necesida- se encuentran enfrentadas por completo, pero
des, el poder del presente resulta innegable. no siempre encajan con facilidad.
El giro lingüístico nos ha vuelto a todos sen- En líneas generales, el impulso contextual
sibles a las construcciones narrativas tropoló- está acompañado por una admisión tácita de la
gicas actuales que tiñen nuestras narraciones validez o plausibilidad, o al menos la inteligi-
históricas, sean o no intelectuales. Y comen- bilidad de las ideas en su contexto original, lo
tadores como Dominick LaCapra nos han que implica que se las puede disculpar si no
hecho conscientes también de las proyeccio- están a la altura de estándares posteriores, sean
nes transferenciales que son impedimentos epistemológicos o normativos. Esto es, la con-
inevitables para un vínculo no mediado con textualización y el relativismo de los valores a
el pasado. Éstas implican, o así parecería, menudo forman una pareja muy conveniente.
una dimensión inevitablemente moral en Como sabemos, explicación y perdón a menu-
nuestra reconstrucción del pasado. do van de la mano, al menos si la explicación
¿Pero son éstas tan aplastantes que nos depende de una lectura sintomática de un con-
colocan por completo a su merced a la hora de texto amplio que limita la responsabilidad
responder y aprender del pasado? ¿Y estamos individual. El historiador evita el rol de juez o
inevitablemente forzados a imponer nuestros censor e intenta establecer el máximo lazo de
patrones acerca de qué es lo relevante y lo empatía posible con las figuras del pasado,
vivo en el pensamiento que estudiamos, a cuyos horizontes eran más circunscriptos que
imponer nuestros valores acerca de qué ideas los nuestros, o al menos diferentes.
son “meramente históricas” y cuáles poseen El impulso contrario, la valoración de las
una viabilidad actual, y tal vez futura? implicaciones trascendentales de las ideas,
¿Debemos escribir “apreciaciones soberanas” por lo general denota una voluntad de poner
en las que asignar gradaciones morales, así en cuestión la superioridad del presente res-
como reconocimientos a la vitalidad de la pecto del pasado en términos de solución de
obra que examinamos? Estas preguntas, que
podrían hacerse a toda investigación históri-
4 Peter Gordon, “Continental Divide: Ernst Cassirer and
ca, son particularmente tensas en el caso de la
Martin Heidegger at Davos, 1929 – An Allegory of
historia intelectual. Como argumentó recien- Intellectual History”, Modern Intellectual History, 1, 2,
temente Peter Gordon en su incisivo análisis agosto de 2004.

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problemas, aprendizaje de lecciones morales la desconstrucción marxista o el postestructu-
o tolerancia de las diferencias. También pue- ralismo de izquierda. Aunque se resistan a
de estar más inclinado a buscar un patrón his- adoptar una narrativa tan imponente como la
tórico ascendente, leyendo el relato que del desarrollo racional y dialéctico hegeliano,
incluye ambos puntos en el tiempo dentro de comparten no obstante una identificación con
una totalidad significativa, un proceso de el árbitro emplumado de Minerva que juzga
ilustración o de educación o acumulación de los resultados tal como los ve. Los más pro-
un saber de la experiencia. En ocasiones, esto minentes en este grupo son Tony Judt, Mark
significa el abandono de esperanzas falsas y Lilla y Richard Wolin. Identificados con una
el rechazo de sueños utópicos antes que una versión del liberalismo ilustrado que estuvo a
fe en su realización, pero aun así implica pri- la defensiva durante el apogeo de dicha moda,
vilegiar el presente sobre el pasado. se vengaron de un grupo de pensadores cuyos
A Hegel, volviendo a nuestro punto de juicios políticos resultan ahora más dudosos
partida, se lo puede ubicar e veces en ambas de lo que parecían una generación atrás, y
posiciones. Esto es, su insistencia en que la cuyos ataques a las piedades del pensamien-
verdad en cierto modo se manifiesta menos to liberal burgués pueden ser responsabiliza-
en todos los momentos previos del gran rela- dos por sus errores políticos. En obras como
to de la historia le impide sostener que el Past Imperfect, The Reckless Mind y The
pasado está enteramente sumido en la igno- Seduction of Unreason han acusado a estos
rancia y es moralmente deficiente. La teodi- intelectuales de haber sido, en el mejor de los
cea temporalizada en su actitud respecto del casos, escandalosamente irresponsables, e
error y la parcialidad significa que comparte inocentes tiranófilos seducidos por el atractivo
con los contextualistas un rechazo por el jui- del poder en el peor.5 No quiero ahora refutar
cio basado exclusivamente en estándares ac- sus lecturas o hacer una defensa extendida de
tuales, en oposición a la idea de que la ilus- las figuras a las que me acerqué con mayor
tración sólo alcanza a quienes tenemos la frecuencia en mi propia obra. De hecho,
suerte de vivir en el presente. Pero, a la inver- muchas de sus conclusiones son dignas de
sa, también está dispuesto a contar ese gran atención, al menos para quienes hoy deseen
relato en modos que le infunden un significa- dar forma a una política que aprenda de los
do trascendental, lo que otorga al búho de experimentos del pasado. Más bien, lo que
Minerva la sabiduría especial de la retrospec- quiero es concentrarme en un asunto mayor:
ción, y evita así el relativismo a que induciría el supuesto de que los historiadores pueden
un historicismo contextualizador muy insis- emitir juicios morales acerca de su objeto, lo
tente. Por tanto, si la historia universal es el que les permitiría hacer las “preguntas abo-
tribunal universal, según la famosa frase que minables” y tener las “pretensiones desver-
tomó de Schiller, somos el juez y el jurado, al
menos hasta ser reemplazados en el estrado 5 Tony Judt, Past Imperfect: French Intellectuals, 1944-
por una generación posterior. 1956, Berkeley, 1992 [traducción castellana: Pasado
En los últimos tiempos ha habido una imperfecto. Los intelectuales franceses 1944-1956
voluntad manifiesta de adoptar este papel (trad. Miguel Martínez Lage), Madrid, Taurus, 2007];
Mark Lilla, The Reckless Mind: Intellectuals in
exaltado por parte de ciertos historiadores de Politics, Nueva York, 2003 [traducción castellana:
las ideas angloamericanos, quienes reaccio- Pensadores temerarios. Los intelectuales en la política
naron con un placer apenas disimulado ante (trad. Nora Catelli), Barcelona, Debate, 2004]; Richard
Wolin, The Seduction of Unreason: The Intellectual
el abandono de una moda cultural y política Romance with Fascism from Nietzsche to Postmoder-
que, en líneas generales, puede denominarse nism, Princeton, 2004.

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gonzadas” que tanto disgustaban a Adorno en perimentar, revivir o volver a poner en esce-
las “apreciaciones” arrogantes sobre Hegel a na la experiencia o los pensamientos pasados
las que intentó resistirse. de alguien. Más bien se trata de
Un modo de responder a esta pregunta es
explorar el estatus de la experiencia en el pen- una de las muchas variantes del éxtasis, una
samiento histórico, algo que me propuse hacer experiencia de la verdad dada al ser humano
en mi libro reciente Songs of Experience.6 […] el objeto de esta sensación no son los
Después de ocuparme de Dilthey y de Col- seres humanos individuales, ni las vidas
lingwood y de sus intentos finalmente infruc- humanas o los pensamientos humanos en la
tuosos por conceptualizar la principal tarea medida en que éstos poseen contornos dis-
del historiador como una re-experimentación cernibles. No se puede denominar imagen a
o puesta en escena del Erlebnis de actores del lo que la mente forma o atraviesa en este
caso. En la medida en que adopta alguna for-
pasado, atendí al debate más reciente entre
ma nítida, esta forma es compuesta y vaga
Joan Scott y John Toews acerca de las impli-
[…]. Este contacto con el pasado, acompaña-
caciones del giro lingüístico que conciernen do por la convicción absoluta de autenticidad
al tema de la experiencia. En el final hago un y verdad plenas, puede ser provocado por
breve comentario sobre la defensa de Frank una línea en una crónica, un grabado o unos
Ankersmit a lo que denomina, para citar el sonidos de una canción antigua. No es un ele-
título de su libro reciente, “la experiencia his- mento que el autor que escribió en el pasado
tórica sublime”.7 En oposición a lo que haya puesto en su obra de forma deliberada.
entiende como el trascendentalismo lingüísti- Está “detrás” y “en el interior” del libro que
co presentista de Hayden White y Richard el pasado nos dejó.8
Rorty, constructivistas que privilegian el con-
texto cultural actual o la imposición tropoló- Para Ankersmit, la idea un tanto embrionaria
gica de recursos narrativos del historiador de Huizinga sobre una iluminación súbita del
sobre un pasado indefenso y pasivo ante su pasado precipitada por un encuentro inespe-
mirada soberana, Ankersmit busca a su vez rado con algún rastro o residuo de otredad
evitar el viejo y desacreditado objetivismo radical proporciona un modelo para la expe-
según el cual es posible acceder al pasado tal riencia histórica que no está dominada por el
como ocurrió. En cambio, busca liberar una presente ni puede reducirse por entero a la
noción de la experiencia histórica mucho más recuperación de una experiencia del pasado
afín a la estética que a las diversas formas de recapturable. Está más cerca del presenti-
la epistemología, una noción que inspiró al miento de algo imposible de representar,
gran historiador holandés Johan Huizinga, el aquello que la estética de lo sublime intenta
autor de El otoño de la Edad Media. captar o al menos hacia lo que señala. Se
Para Huizinga, la imaginación histórica resiste a la domesticación y al dominio de lo
reconstructiva en el presente se complemen- otro, no puede representarse mediante la his-
ta con lo que llama una “sensación histórica” torización completa de los restos en un con-
del pasado, que no está relacionada con reex- texto cómodamente fluido que los reduce a
ejemplos o síntomas de una era a la que se le

6 Martin Jay, Songs of Experience: Modern American


and European Variations on a Universal Theme, 8 Citado en ibid, p. 120 [traducción castellana: Johan
Berkeley, 2005. Huizinga, “Problemas de historia de la cultura”, en El
7 F. R. Ankersmit, Sublime Historical Experience, concepto de la historia y otros ensayos (trad.
Stanford, 2005. Wenceslao Roces), México, FCE, 1946].

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suprimen las complejidades y las contradic- explícitos, un presente en el que paradójica-
ciones. Sin embargo, tampoco los juzga con mente no podemos evitar tener creencias
los parámetros del presente ni los entiende como si no fueran más que meras expresiones
como meras proyecciones de necesidades de nuestros propios horizontes limitados, y
ideológicas o retóricas actuales. Por el con- finalmente, 3) y tal vez la más escurridiza, la
trario, atiende a su misterioso efecto sobre experiencia de un pasado radicalmente incon-
nosotros en tanto objetos que producen nue- mensurable que desafía tanto la contextuali-
vas experiencias en vez de confirmar sólo las zación tranquilizadora dentro de una totalidad
que ya hemos tenido. cultural coherente y anticuada, a la que se
Hay mucho más para decir acerca del puede reconstruir cómodamente, como la
intento de Ankersmit por validar la experien- desestimación igualmente sencilla de acuer-
cia histórica sublime y mantener a raya los do con parámetros de verdad o valor actuales
interrogantes epistemológicos inevitables, a los que se considera superiores. Esto es, per-
que no pueden dejar de lado por completo los turba el supuesto de que se pueda hacer una
historiadores que quieran evaluar las narra- contextualización narrativa plena del pasado,
ciones que escribimos cuando las sensacio- así como que el presente posea la autoridad
nes históricas de Huizinga han pasado y nos para juzgar el pasado en lugar de, como insi-
sentamos a transmitirlas a otros de un modo núa Adorno para el caso de Hegel, ser juzga-
significativo. Lo que su visión de la expe- do por éste. Dichas experiencias, sean o no
riencia histórica nos permite comprender, en sublimes, nos recuerdan que accedemos a la
términos generales, es que la alternativa que historia para ser arrancados de la complacen-
plantea Peter Gordon entre un presentismo cia del presente, no para confirmar nuestra
trascendental y un historicismo contextuali- superioridad mediante el presupuesto con-
zador tiene que complementarse con un ter- descendiente de nuestra capacidad para
cer vínculo con el pasado. Esto es, nos alerta “apreciar”, esto es, juzgar desde nuestra pro-
acerca de la posibilidad de que estemos ubi- pia perspectiva. En términos de la historia
cados en una constelación de tres polos: 1) el intelectual, esto significa abrirnos a la posibi-
pasado como contexto englobador y quizás lidad de que incluso los errores aparentemen-
coherente que podemos volver a captar y lue- te más burdos de pensadores previos cuyas
go emplear para situar y volver significativa locuras creemos haber dejado atrás aún pue-
la producción intelectual que podemos no den tener algo que enseñarnos, sólo si apren-
encontrar plausible según parámetros con- demos a abrirnos a la alteridad de un pasado
temporáneos; 2) el presente como el lugar que se resiste a la domesticación tanto por
donde inevitablemente nos ubicamos y del parte de las fuerzas del historicismo contex-
que emanan nuestros juicios, implícitos o tual como de la moralización trascendental. 

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