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1.

Revolución Industrial

3. Factores de la revolución industrial


4. El mundo rural
5. Maquinismo y desarrollo industrial
6. Cambios Sociales
7. Las nuevas teorías económicas: el liberalismo
8. Del capitalismo financiero al capitalismo industrial
9. Consecuencias de la Revolución Industrial
10. Bibliografía
1. Revolución Industrial
El cambio que se produce en la Historia Moderna de Europa por el cual se desencadena el paso desde
una economía agraria y artesana a otra dominada por la industria y la mecanización es lo que
denominamos Revolución Industrial.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra, se detecta una transformación profunda en
los sistemas de trabajo y de la estructura de la sociedad. Es el resultado de un crecimiento y de unos
cambios que se han venido produciendo durante los últimos cien años; no es una revolución repentina,
sino lenta e imparable. Se pasa del viejo mundo rural al de las ciudades, del trabajo manual al de la
máquina. Los campesinos abandonan los campos y se trasladan a las ciudades; surge una
nueva clase de profesionales.
Algunos de los rasgos que han considerado definitorios de la revolución industrial se encuentra en el
montaje de factorías, el uso de la fuerza motriz... además de los cambios que trajo: se pasa de un taller
con varios operarios a grandes fábricas, de la pequeña villa de varias docenas de vecinos a la metrópoli
de centenas de miles de habitantes.
Esta revolución viene a ser un proceso de cambio constante y crecimiento continuo donde intervienen
varios factores: las invenciones técnicas ( tecnología) y descubrimientos teóricos, capitales y
transformaciones sociales ( economía), revolución de la agricultura y al ascenso de la demografía. Estos
factores se combinan y potencian entre sí, no se puede decir que exista uno que sea desencadenante.
Las enormes transformaciones económicas que conocerá Europa (comenzando estos cambios Gran
Bretaña) a partir del siglo XVIII modificarán en gran medida un conjunto de instituciones políticas, sociales
y económicas vigentes en muchos países desde al menos el siglo XVI que suelen denominarse como El
Antiguo Régimen. El nombre fue utilizado por primera vez por dirigentes de la Revolución Francesa en un
sentido crítico: los revolucionarios pretendían terminar con todo lo que constituía ese Antiguo Régimen.
Aquí nos ocuparemos fundamentalmente de los aspectos económicos, aunque dando también las claves
básicas para comprender las instituciones políticas y sociales de esta época.
2. El antiguo régimen
Política y sociedad
En cuanto a la política la forma del estado durante el Antiguo Régimen es
la Monarquía Absoluta http://www.cnice.mecd.es/recursos/bachillerato/historia/rev_industrial/textos.htm -
Absolutismo
Texto. El rey considera que su poder es de origen divino (Dios ha delegado en él) y, por tanto, ilimitado
(sólo responden ante Dios). Los monarcas absolutos concentran en sus manos el poder legislativo, el
ejecutivo y el judicial, mandan sobre el ejército y todas las instituciones del estado. El estado en su
conjunto (incluyendo sus habitantes-súbditos) no son sino una propiedad personal del Rey.
Las sociedades del Antiguo Régimen se caracterizan por tener una población estancada, sometida
periódicamente a las llamadas crisis de subsistencia, Texto y que aún no han conocido la revolución
demográfica que hará crecer la población europea a ritmos nunca antes conocidos. Se trata de una
sociedad formada por grupos muy cerrados: la sociedad estamental.
La sociedad estamental se caracteriza por la desigualdad legal entre los diferentes grupos sociales o
estamentos. De un lado distinguimos el grupo de los Privilegiados, constituidos por la nobleza y el alto
clero, que poseían enormes riquezas provenientes de las rentas de la tierra y gozaba de exenciones
fiscales -estaban excluidos del pago de varios impuestos-, eran juzgados según leyes distintas a las del
pueblo, y se reservaban los cargos más importantes del ejército, la iglesia y el estado.
De otro lado tendríamos al estamento no privilegiado (o tercer estado), que no era un grupo nada
homogéneo, pues cabían en él, desde ricos comerciantes y banqueros (que nada envidiaban a la nobleza
en cuanto a riqueza) hasta el más humilde de los campesinos, pero que tenían en común el hecho de ser
quienes sostenían económicamente el país con su trabajo, y el estado con sus impuestos. El tercer
estado constituía habitualmente 9/10 de la población, de ellos la mayoría campesinos pobres.
La economía
Las economías tienen una fortísima base agraria: dos tercios, incluso tres cuartos de la población se
ocupan de tareas agropecuarias. Se trata de una agricultura en general caracterizada por su
bajísima productividad, por estar dirigida al autoconsumo (el campesino piensa fundamental en
alimentarse directamente el mismo y sus familias con el producto de sus tierras) y no a
la comercialización, y por la utilización de técnicas y herramientas que apenas han conocido cambios en
varios siglos: la utilización del arado romano sigue siendo general en casi toda Europa y
el mantenimiento del barbecho (dejar sin cultivar cada año un tercio o la mitad de las tierras para que esta
recupere sus nutrientes) en la rotación de cultivos como técnica de fertilización de las tierras.
Además en muchas zonas se conservan estructuras del llamado régimen señorial típicas de la Edad
Media: muchos campesinos en teoría hombres libres, debían sin embargo pagar impuestos a su señor
(normalmente algún gran propietario de la zona con un título de nobleza o algún cargo eclesiástico) en
forma de pagos en moneda, en especie (una parte de la cosecha) o personal (trabajando gratis durante
varias jornadas en las tierras del señor). Además estos campesinos debían aceptar la autoridad judicial
del señor y estaban obligados a utilizar (pagando) el molino o el lagar, e incluso a pedir su autorización
para casarse. Todavía en el siglo XVII en muchas zonas de Europa esos campesinos tenían prohibido
moverse de sus tierras y buscar otro trabajo, obligación que heredaban sus hijos. Sin embargo
este sistema señorial se había debilitado con la peste que diezmó la población europea desde fines del
siglo XIV : los señores debieron "aflojar" la presión sobre los campesinos. En los siglos XV y XVI, con la
mayor circulación monetaria muchos campesinos cambiaron sus obligaciones por pagos en dinero.
Además las monarquías absolutas recortaron el poder de los señores, en especial su capacidad para
ejercer justicia y cobrar impuestos. De esta manera, mientras en algunos países del este de Europa el
régimen señorial sigue vigente de lleno, en Gran Bretaña ya casi ha desaparecido, lo que es considerado
por muchos historiadores como favorable para la modernización de la agricultura y de la economía en
general que se producirá en este país a partir el siglo XVIII.
Esta economía agraria atrasada convive en muchas zonas con un importante desarrollo urbano y
comercial dinamizado por los grandes descubrimientos geográficos pues, desde mediados del siglo XV,
exploraciones portuguesas y castellanas revolucionan el conocimiento geográfico y científico en general,
incorporando a la cultura europea nuevas tierras, mares, razas, especies animales y vegetales... Primero
serán las costas africanas, luego el descubrimiento de América, posteriormente las tierras del Pacífico, de
forma que a finales del siglo XVIII apenas quedaban por descubrir el interior de África y las zonas polares.
Pronto algunos países europeos construirán enormes imperios coloniales basándose en su superioridad
técnica (armas de fuego) que servirán, inicialmente, para animar el comercio europeo con inmensas
cantidades de oro y plata (monedas) y ya desde el siglo XVIII se incorporan enormes plantaciones
de tabaco y azúcar, que junto al comercio de especias y a la trata de negros, servirán para enriquecer
enormemente a las burguesías mercantiles de algunos países europeos.
Pero este panorama de cambios hay que matizarlo, destacando, por ejemplo, la pervivencia de los
gremios dentro de las actividades artesanales: los trabajadores de cualquier sector artesanal en una
ciudad (zapateros, tejedores, alfareros...) estaban obligados a formar parte de una organización, el
gremio, que controla toda la actividad que se desarrolle en esa ciudad, de manera que las mercancías
fabricadas en otros lugares no puedan entrar en su ciudad. El gremio fijaba de una forma rígida
horarios, precios, salarios, herramientas, número de trabajadores por taller..., e impedían cualquier
avance técnico u organizativo que pudiese dar ventaja a unos talleres sobre otros. Por estas razones los
nuevos regímenes liberales prohibirán la existencia de gremios como organismos incompatibles con
economías basadas en el progreso tecnológico continuo que deriva de la competencia y el libre mercado.
El comercio encontraba numerosos obstáculos a su desarrollo como eran la existencia de multitud
de aduanas interiores o la mala calidad de los transportes terrestres que sólo mejorarán con
la construcción de los primeros ferrocarriles.
3. Factores de la revolución industrial
La denominada Revolución Industrial tuvo su origen en Gran Bretaña desde mediados del siglo XVIII. Uno
de los aspectos más discutidos del estudio de este proceso radica en la explicación de por qué tuvo lugar
primero en Gran Bretaña y no en otros países. Se trata por tanto de pasar revista de una forma sucinta a
los principales rasgos de este país en los momentos del "despegue" del proceso industrializador.
Factores políticos
Un régimen político estable, la monarquía liberal, que desde el siglo XVII es el sistema político imperante
(mientras en otros países de Europa se refuerza la monarquía absoluta), y que se mantiene libre de las
revoluciones que aquejan a otros países europeos.
Las numerosas guerras en las que se vio envuelto el Reino Unido durante los siglos XVIII y XIX no
provocaron daños en territorio británico. La insularidad actuó en este sentido como una barrera de
protección a la que se unía el desarrollo de una poderosa flota de guerra que mantendrá su hegemonía
mundial durante los siglos XVIII y XIX.
La existencia de una moneda estable y un sistema bancario organizado: el Banco de Inglaterra fue creado
ya en 1694. Estas condiciones no se darán en otros países europeos hasta finales del siglo XVIII.
Factores sociales y económicos
Abundancia de capitales, procedentes, en parte, del dominio comercial británico, pues desde el siglo XVII
la marina mercante británica en dura competencia con los holandeses se ha hecho con el control de
buena parte de los intercambios comerciales de otros continentes con Europa. El comercio
de productos como el te o el tabaco, y el tráfico de esclavos, había permitido la creación de enormes
fortunas, en manos de comerciantes y banqueros. Este comercio colonial proporcionaba a Gran Bretaña
materias primas y mercados donde vender sus productos manufacturados.
Incremento sostenido de la capacidad para producir alimentos por parte de la agricultura británica que
está conociendo un importante desarrollo, la denominada revolución agraria, desde la aprobación de
leyes que permiten el cercamiento de las propiedades.
Existencia de una abundante mano de obra. La población británica crece a gran ritmo a causa
fundamentalmente de los cambios en la agricultura: el suministro constante y creciente de alimentos va
terminando con las crisis demográficas. Parte de esa población en crecimiento emigrará a las ciudades y
formará la masa de los trabajadores industriales.
La mayor libertad económica a causa de la debilidad relativa con respecto a otros países de organismos
como los gremios que suponían un freno a cualquier innovación en las actividades industriales. No es
casual que fuese un británico, el escocés Adam Smith, autor de La Riqueza de las Naciones, quien
hiciese la más destacada e influyente defensa de la libertad económica: para Adam Smith la mejor forma
de emplear el capital para crear riqueza es aquella en la cual la intervención de los gobiernos es lo más
reducida posible. La mano invisible del mercado asigna siempre de la forma más eficiente los recursos
económicos de un país.
Abundancia de emprendedores entre los comerciantes y los grandes propietarios de tierra.
Una aristocracia que permite y premia las innovaciones y la creación de riqueza, en contraste con la
nobleza de otros países, más tradicional, apegada a la tierra y que desprecia cualquier forma de trabajo
productivo.
Menor peso de los impuestos al comercio en el mercado interno: en Gran Bretaña el peso de los
impuestos interiores era muy reducido comparado con otros países europeos donde era muy común
encontrarse aduanas interiores cada pocos kilómetros lo que convertía al comercio en una actividad poco
productiva. Puede decirse que en Gran Bretaña existía ya un mercado nacional que en otros países sólo
existirá cuando se eliminen las aduanas interiores y se cree una importante red de ferrocarriles.
Factores geográficos
Abundancia de hierro y, sobre todo, de carbón. El hierro se encontraba en los Montes Peninos, mientras
que el carbón abundaba tanto en Inglaterra como en Gales y Escocia. De hecho, después de tres siglos
de explotación, Gran Bretaña sigue teniendo enormes reservas de carbón. En las proximidades de las
minas de carbón se concentrará gran parte del potencial industrial británico en especial con el nacimiento
de una fuerte industria siderúrgica básica para proporcionar metales baratos para la construcción
de máquinas, ferrocarriles, infraestructuras.
Fácil y constante suministro de agua como fuente de energía, pues el clima, lluvioso, superando de
promedio los 1.000 mm anuales y sin estación seca, proporciona corrientes de agua numerosas y
constantes. La energía hidráulica desempeñará un importante papel en los años previos a la difusión de la
máquina de vapor.
El factor "insular": abundancia de puertos que facilitan el comercio nacional e internacional. Este factor
unido a la existencia de muchos ríos navegables (y canales que se construirán) favoreció la creación muy
temprana de un mercado nacional con las ventajas que supone contar con un mercado de gran tamaño a
la hora de acometer inversiones.
4. El mundo rural
Los sistemas tradicionales
La formación de las aldeas fue especialmente activa en Europa durante la Edad Media. El emplazamiento
se elegía en función de la cercanía a las vías de comunicación y, generalmente, a los cursos de agua.
Deforestado el bosque, las tierras cultivadas se extendían alrededor de la aldea, formando un anillo, más
o menor regular, condicionado por el relieve del terreno. Divididas en parcelas, se sembraba en ellas
cereal y legumbres fundamentalmente, base de la alimentación campesina. Más allá de los campos de
cultivo, se extendía un segundo cinturón formado por montes, donde pastaba el ganado, y el bosque,
fuente muy importante de recursos, del que se obtenían leña y madera, miel y cera, frutos secos y la
caza. Este segundo anillo –montes y bosque- constituía las tierras comunales, que eran explotadas
colectivamente por toda la aldea, de modo que el terreno no estaba parcelado.
En los cultivos predominaba la agricultura de temporal, puesto que la de regadío, especialmente
importante en los países del sur, se reducía a las zonas inmediatas a los ríos. La explotación requería el
acuerdo de los vecinos y se hacía de la manera siguiente: se dividía todo el terreno cultivable en grandes
espacios llamados hojas y en cada una de ellas cada vecino debía tener, al menos, una parcela. En una
de estas hojas se sembraba cereal en invierno (trigo o cebada), en otra cereal en primavera (avena o
centeno), quedando la tercera sin cultivar, es decir en barbecho. Recogida la cosecha de trigo en agosto,
se introducía el ganado de la aldea en los campos.
Allí pastaba aprovechando los tallos secos del cereal cosechando (rastrojos), y abonaba el terreno. En la
hoja donde se había sembrado en primavera (avena o centeno) se sembraba en invierno (trigo), ya que la
tierra no había sufrido tanto desgasto. Para completar el circulo, en los campos que habían descansado
se sembraba en primavera. De este modo, trigo, barbecho y avena iba rotando, alternándose en las tres
hojas. Esto permitía por una parte, regenerar el suelo y, por otra, complementar la dieta al añadir
productos ganaderos (leche y grasas, sobre todo).
Como consecuencia de este tipo de explotación (rotación trienal) las parcelas estaban situadas de
manera dispersa y eran de tamaño reducido tras las sucesivas divisiones de generación en generación.
Además, el rendimiento de la tierra era bajo, puesto que cada parcela daba sólo dos cosechas cada tres
años.
La reforma agraria y la revolución agrícola
A partir del primer tercio del siglo XVIII, los sistemas de explotación tradicional fueron modificándose
como consecuencia de la aparición paulatina de innovaciones técnicas y de cambios en la distribución de
la propiedad. Estas novedades se experimentaron por primera vez en el este de Inglaterra (en el condado
de Norfolk) y se difundieron después a los países de mediterráneos, las innovaciones fueron más tardías
y consistieron, sobre todo, en una mejora, diversificación y ampliación de los regadíos.
En la Europa septentrional, el barbecho fue sustituido por la rotación de cultivo complementarios. Los
tubérculos (nabos, papas) y los forrajes (trébol), para alimentar el ganado, podían ser introducidos en las
rotaciones sin agotar la tierra, intercalándose con el cereal, según el siguiente ciclo: trigo-nabos-cebada-
trébol. De este modo, la tierra se regeneraba sin necesidad de dejar de producir.
Junto con la papa, otros productos originarios de América, y ya conocidos con anterioridad, se difundieron
en este periodo. Es el caso del maíz, empleado como forraje, o los pimientos, cultivados en huertas.
La supresión del barbecho supuso la desaparición del sistema de explotación colectiva, basada en la
división de hojas, y también del ganado que pastaba en los rastrojos. Éste fue sustituido por
la ganadería en establos, alimentada ahora con el forraje cosechado.
Simultáneamente, se produjo una reforma de la estructura de propiedad de la tierra. En Gran Bretaña, el
parlamento aprobó las leyes de crecimiento ("Enclosure Acts", por las que se legalizaron múltiples
apropiaciones realizadas por los grandes terratenientes ("gentry") en las tierras comunales – montes y
bosques– para su presunta mejora o puesta en cultivo. En Francia o España, las tierras de la Iglesia
fueron expropiadas, subastadas y adquiridas por la nobleza y la burguesía (venta de bienesnacionales o
desamortizaciones). Se produjo así una concentración parcelaria, que permitió ampliar el tamaño de las
parcelas y hacer rentable de este modo la mecanización de las explotaciones.
La sembradora de Jethro Tull (17301 permitía ahorrar semillas y mano de obra. La segadora de
Mackormirck (1830), tirada inicialmente por caballos, realizaba el trabajo equivalente de un elevado
número de personas provistas de las tradicionales hoces y guadañas. La trilladora de Turner (1831)
quitaba el trabajo a decenas de jornaleros, separando eficazmente la paja del grano. Su introducción en
los campos ingleses provocó en la década de los treinta una serie de revueltas campesinas que, entre
otras ocasiones, llevaron a la destrucción de estas máquinas.
El conjunto de innovaciones perjudicó notablemente a los campesinos, sobre todo a jornaleros y
pequeños propietarios. Suprimidas las zonas comunales de pastos, reducido el bosque, incapaces de
hacer frente a la competencia de las máquinas, sus posibilidades de subsistencia eran mínimas. En
muchos casos, la única solución posible era la venta de propiedades a los terratenientes y el éxodo rural
hacia las ciudades, es decir, su proletarización. Éste fue el precio de la modernización de las
explotaciones.
Los campesinos eran conscientes del perjuicio que les acarreaban los cercamientos y presentaron quejas
a los tribunales de justicia, que no fueron admitidas porque las leyes del parlamento defendían los
intereses de los grandes propietarios. Encontramos un ejemplo de ello en 1797 en la aldea de Raunds, en
el condado de Northampton, situado a unos 70 Km. al norte de Londres.
La figura del propietario se asimilo a la de un empresario rural (burguesía agraria) al invertir en la compra
de tierras, la mecanización o la mejora de los terrenos, como por ejemplo el drenaje de zonas
pantanosas. El resultado fue el aumento de la producción (rendimiento) y la producción (rendimiento) y la
productividad (menor número de trabajadores y mayor volumen de cosecha), la especialización de los
cultivos, cuyo precio se abarato notablemente, y la orientación de la producción hacia el mercado, en
lugar del autoabastecimiento tradicional. Por último, la libertad de contratación hizo descender
el salario de los jornaleros, en tanto que el importe de los contratos o arrendamiento se debía pagar en
metálico y no en especie como antes, con lo que los campesinos se vieron atrapados por la caída de los
precios, que les impedía reunir el dinero suficiente para hacer frente a la renta fijada.
5. Maquinismo y desarrollo industrial
Uno de los elementos sustanciales de la mecanización y modernización industrial fue la aplicación de un
nuevo tipo de energía: el vapor, cuya producción requería carbón. La máquina de vapor del escocés
James Watt (1782) se convirtió en el motor incansable de la Revolución Industrial.
El sector algodonero
La introducción de máquinas automáticas, movidas por la fuerza expansiva del va por, para la fabricación
industrial se produjo por primera vez en Inglaterra, en el sector textil del algodón En los años anteriores a
la Revolución Francesa, ya se ha habían puesto a punto las principales innovaciones que afectaron a las
dos operaciones básicas del sector: hilado y tejido.
El hilado de lana o algodón se había realizado hasta entonces con la rueca. En 1764 la "Jenny", de
Heargraves, desarrollaba un mecanismo aprovechando el movimiento de una rueca, accionada mediante
una manivela, para obtener simultáneamente varias bobinas de hilo, con lo que se multiplicaba la
producción. La "waterframe" de Arkwnght (1769), sustituía la energía humana por la hidráulica. La rueda
que accionaba la máquina se movía como una hélice, impulsada por un chorro de agua.
El desarrollo de la hilatura del algodón estimuló la modernización del telar.
El telar manual tradicional constaba de un entramado de hilos por el que se hacía circular un lado a otro.
La bobina se pasaba de mano a mano por lo que la anchura de la tela quedaba limitada a la envergadura
del tejedor. En 1733, J. Kay ideó un procedimiento automático para lanzar la bobina, la "lanzadera
automática", lo que permitía fabricar piezas más anchas, y se ahorraba la mitad tiempo. Por fin, en 1781,
Cartwright aplicó el movimiento de vaivén de la máquina de vapor a vanos telares, con lo cual nació el
"telar mecánico".
Hacia 1815, los telares mecánicos, aún en frase experimental, eran minoría frente a los telares manuales.
Sólo había 2400 en toda Inglaterra. Durante la década de 1820, la cifra se multiplicó por diez. En 1850
había unos 250 000 telares, y, de ellos, unos 200 000 eran mecanizados.
El hecho de que las novedades señaladas correspondiesen a la industria de algodón, y no a la de la lana,
que era la más difundida hasta entonces, pudo deberse a la mayor resistencia y elasticidad de la fibra
vegetal. Además existía algodón abundante y barato en las colonias de Norteamérica debido al trabajo
esclavo y, más tarde, en India.
Desde de 1701 quedó prohibida en Inglaterra la importación de tejidos estampados de algodón en India.
Hasta 1750 la supremacía de las telas de este origen era incuestionable, pero se vendían como productos
de lujo para gente rica. En esa época, del total de exportaciones inglesas, el 46% era de lana y el 26% de
cereales. En 1800 el 28.5% era de lana y el 24% era de algodón. En 1810, los tejidos de algodón habían
superado a los de lana. Por fin, a principios de la década de 1830, las exportaciones de algodón no sólo
superaban cuatro veces a las de lana, sino que además constituían la mitad del total de las exportaciones
británicas.
Los talleres artesanales no reunían las condiciones necesarias para albergar las máquinas. Éstas se
concentraron en grandes naves destinadas exclusivamente a la producción: las fábricas.
La industria algodonera fue el primer sector en el que se invirtieron los capitales obtenidos en el comercio
y la agricultura. Además, dio lugar a la mecanización industrial, cuyos efectos positivos y negativos se
dejaron sentir rápidamente.
Las exposiciones universales (desde la de Londres de 1851) se convirtieron en e1 escaparate de todas
las novedades, lo que agilizó la difusión de las nuevas máquinas. La multiplicación de la producción
redujo considerablemente los costos: en 1812, los costos de producción de hilo de algodón eran una
décima parte de los de 30 años después. La consecuencia inevitable fue el abaratamiento de los precios y
la extensión de las ventas.
Sin embargo la supervisión de los telares automáticos, para lo que no se requería fuerza, pasó a ser
realizada por niñas, cuyas pequeñas manos podían desenvolverse bien para limpiar y engrasar entre los
engranajes de las máquinas. Los salarios que se les pagaba eran mucho más reducidos y las jornadas
más largas, a la vez que el ritmo de trabajo era marcado por las pausas obligatorias de la máquina.
El sonido de la sirena fue otra de las aplicaciones de la máquina de vapor.
Los grandes beneficios obtenidos buscaron pronto otros objetivos. La industria algodonera sirvió de motor
para el desarrollo de la industria química: blanqueado (lejías, detergentes a base de cal y sales), tinturas,
fijadores, no ya de origen vegetal o animal como se utilizaban anteriormente, sino a partir de
combinaciones de elementos minerales tratados convenientemente.
La industria textil algodonera se concentraba en el noroeste de Inglaterra, alrededor del condado de
Lancaster (Lancashire), en ciudades como Leeds, Manchester o Chester y el puerto y centro comercial de
Liverpool, una zona bien comunicada y dotada de ríos, necesarios para mover las hiladoras que se
empleaban en el siglo XIX. La mecanización textil se difundió en el continente –Francia, Bélgica, la
Confederación Germánica o España (Cataluña)– desde 1830, a medida que iban caducando las patentes.
Mientras que en Inglaterra el telar mecánico se impulso entre 1834-1850, en el resto de las zonas no lo
hizo hasta 1870, coexistiendo hasta entonces con el manual.
La Revolución de los transportes: el ferrocarril, el barco de vapor y el desarrollo siderúrgico
El ferrocarril, es decir, los vagones que circulaban sobre unas vías de hierro, eran utilizados ya en el siglo
XVIII para la extracción minera.
En 1825 Stephenson aplicó la maquina de vapor capaz de desplazarse (locomotora) como fuerza de
tracción para arrastrar
estos vagones. que antes eran tirados por caballos y personas. La idea de desplazarse así por vía
terrestre supuso la aparición del ferrocarril moderno, como medio de transporte para mercancía personas.
El ferrocarril permitía transportar materias pesadas con una rapidez antes impensable de 32 a 40 Km.
(debemos tener en
cuenta que 40 Km. era la distancia que solía recorrer un caballo en una jornada). La revolución de
la velocidad acorto extraordinariamente el tiempo de los desplazamientos y permitió vertebrar el comercio
interior, escasamente desarrollado hasta entonces. El volumen de los intercambios se multiplicó.
Hacia l870 ya habían construido dos tercios de la red ferroviaria británica, la más extensa y densa de
Europa. En el continente, los más desarrollados eran los ferrocarriles de Bélgica y Holanda, favorecidos
por su condiciones orográficas: no existía en sus trazados un solo túnel. El caso opuesto era el de Suiza,
cuyos túneles alpinos dificultaban la construcción. El resto, Alemania e Italia en sus albores como
naciones, Francia o España, alianzaban sólo un tercio de la extensión de la red que tendrían en vísperas
de la Primera Guerra Mundial. En Estados Unidos, el final de la Guerra de Secesión, en 1865, marco el
punto de gran expansión ferroviaria, que le llevaría a destacarse como la red más extensa del mundo.
La fuerza del vapor se empleó también en la navegación. Los experimentos transoceánicos iniciados
hacia 1840 sufrieron algunos percances. Las hélices tenían dificultades para adaptarse al oleaje. Como
consecuencia, los vapores de rueda trasera se desarrollaron para la navegación fluvial, mientras que para
el tráfico marítimo se empleaban buques mixtos, dotados de dos grandes ruedas laterales movidas a
vapor, pero conservaban la estructura de mástiles y velas que les permitía, además, desplazarse
impulsados por el viento. Simultáneamente, y a pesar de los contratiempos, se van acorazando con hierro
o, incluso, se fabrican totalmente de hierro, lo que permite aumentar el tonelaje y la velocidad. No
obstante, durante todo el siglo los nuevos barcos a vapor coexistían con los grandes veleros ("clippers").
La aparición del ferrocarril y del barco de vapor estimuló extraordinariamente la demanda de hierro. La
fabricación de vías, locomotoras, vagones y barcos disparó definitivamente la industria siderúrgica.
Además, la siderurgia y la aplicación del vapor a la industria incrementaron las necesidades de carbón. Su
explotación masiva abarató el precio, con lo que se fue extendiendo para el uso doméstico (cocinas y
calefacción). Las innovaciones introducidas a lo largo del siglo XVIII se realizaron en dos campos: la
mejora de la combustión en el carbón y la mayor calidad del producto final en el hierro. En cuanto al
primero, se consagró como combustible un tipo de carbón, "coque" (hulla refinada), capaz de producir
elevadas temperaturas. La combustión se avivaba con la inyección de aire caliente. En cuanto al
segundo, se ideó la técnica del "pudelado" (1784), consistente en batir la masa de metal incandescente,
con lo que se obtenía un hierro más maleable. Mediante el "laminado" (1783), la masa de hierro fundido
se transforma en barras al pasar por unos rodillos, lo que facilita su utilización industrial.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos12/revin/revin.shtml#ixzz57baPDbzS

Siglo XIX[editar]

Batalla de Copenhague en 1801.

El 2 de abril de 1801 se produjo la primera batalla de Copenhague contra una


flota británica al mando del almirante Sir Hyde Parker y Vice-Almirante Horatio Nelson. Años
más tarde, fuerzas de tierra británicas sitiaron Copenhague en agosto de 1807 y una fuerza
expedicionaria británica bombardeó la ciudad desde el día 2 de septiembrehasta el 5 de
septiembre. El motivo del ataque fue impedir la entrega de la flota de Dinamarca a Napoleón.
La ciudad sufrió grandes daños, alrededor de 300 casas fueron destruidas y las bajas
ascendieron a unas 1600 personas. La devastación fue tan grande debido a que la defensa de
Copenhague estaba basada en armas antiguas, mientras que la artillería británica que produjo
ese bombardeo tenía un mayor poder de fuego.

Las secuelas políticas del conflicto hicieron estragos en la política de la ciudad y la


nación. A pesar del apogeo que acompañó los últimos 25 años a la ciudad, los siguientes 25
años se convirtieron en un período de pobreza. Sorprendentemente, fue el momento en que
la ciencia, la literatura y el arte florecieron. Tras la Revolución de julio de 1830 el movimiento
liberal y nacional danés cobró impulso y, después de las revoluciones europeas de 1848,
Dinamarca se convirtió en una monarquía constitucional el 5 de junio de 1849. El 1 de
enero de 1840, la Copenhague municipal obtuvo una nueva constitución, que pronto se amplió
el 4 de marzo de 1857.
Copenhague alrededor de 1888.

Aproximadamente al mismo tiempo, se abrieron las murallas de la ciudad para


permitir la construcción de nuevas viviendas, edificadas alrededor de los lagos ("Søerne"), que
limitan con el antiguo sistema de defensa hacia el oeste. Este espectacular aumento del
espacio era necesario desde hacía tiempo, no solo porque la antigua muralla utilizada como
sistema de defensa había quedado desfasada, sino también debido al mal saneamiento de la
ciudad vieja. La zona que quedaba en el interior de las murallas tenía una población constante
desde el reinado de Christian IV, pero la población se había cuadruplicado, los edificios se
habían convertido en talleres y sus habitantes vivían en menos espacio. Mediante la
flexibilización de la línea de demarcación presente a causa de la construcción de una defensa
completa, se dio libertad para la construcción fuera de los lagos en 1852.

Este hecho causó un considerable crecimiento en los barrios de Nørrebro, Vesterbro y


Frederiksberg. Un nuevo barrio surgió entre 1861 y 1877 en la isla de Holmen Gammelholm,
utilizada como base naval que anteriormente estaba en Nyholm, y en gran parte de Nyboder,
que cambiaron el perfil para ser residencias ordinarias. En 1868 se decidió eliminar las
murallas y en 1872 se ampliaron las zonas residenciales. En 1894 se construyó un nuevo
puerto en Frihavn y se fundó el barrio que se extiende hacia Hellerup.

Tras la Segunda Guerra de Schleswig en 1864, cuando Dinamarca perdió un tercio de


su superficie, se decidió el reemplazo de la vieja muralla por una nueva Fortificación de
Copenhague.

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