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PAOLA SYLVA CHARVET
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I

GAMONALISMO
Y
LUCHA CAMPESINA
(Estudio de la sobrev de un sector terra-
teniente: el caso de la p o: 1940-1979).

Estudio realizado du¡ante la


Maestría de Cíencías Sociales en
FI-\,CSO - Sede Quíto ( 1980)

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ED ¡C ION ES
ABYA YALA
1 986
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I PRESENTACION

Las Ciencias Sociales en Ecuador experimentaron d,urante la


décd.a pa^sad,a un notable desarrollo. Nueuos trabajos escritos por jó-
uenes y creatiuos inuestigadores hicieron ualiosos aportes paru eI conoci-
miento de las transformaciones económicas, sociales y políticas asocia-
das desde inicias de siglo con la expansión del capitalismo. La literatu-
ra que trata acerca de la profunda y conflictiua reorganización de l¡,s re-
laciones de clase en el agro es especialmente sustancios y de alta cali-
dad. La uitalidad demostrada por las nueuas inuestigaciones se refteja
en el debate producid.o en torno a los estímulos que propiciarcn el desa-
rrollo capitalista en la sierru. Mientras una uertiente de pensamiento en-
fatiza el rol de los terratenientes modernieantes --nrientados hacia el
mercado y a la incorporación de nueuas tecnologíar- la otra insiste en
la importancia que tuuo el "asedia campesino-indígena,, como factor
decisiuo para el abandono generalizado de relaciones precapitalistas
desde los años de la Segunda Guerra Mundial.

El estudio de Paola Silua acerca de los campesinos y terrutenien-


tes de chimborazo -una prouincia donde la hacienda precapitalista
nbreuiuió hasta los años setenta- representa una importante contri-
bucíón a la nueua literatura y al debate que lo ha impulsad.o. La auto-
ra trasciende efectiuamente eI debate centrando el anólisis en las contra-
d icc ia nes int ernas dSJsrreBis,_hsgtende_prcpqpitsti.sÍa y, co¡Glllite -
f"r. I ¡ rttrJs. rca tr nien te s . al n t e yigr
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las unidodes de pyodyggnn.-E! su perspectiua, la fuerza motriz para
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la transÍormacton capitalista nace a partír de los conflictos deriuados


4€

de los objetiuos contrapuestos de los prtncipales actores: los indígenos


persiguen sostener y expandir sus recursos bósicos mientras que los te-
rratenientes tratan de mantener su estatus socio económico y poder po-
lítico en un momento en que el mercado capitalista ha llegado a ser do-
minante en el desarrollo general de la sociedad. En otras palabras, la
autora centra su andlisis en la lucha de clases durante un momento his-
tórico específico y trata de explicar cómo esta lucha transforma las
clases en pugna.

i CitlTR0 DF |)0cittl¡'1"¡¡n
A ii YA "t,\ r. r
La calmg aparente del agro ecuatoriano -comparatíuamente
con las rebelianes campesinas protagonizadas en otros países andinos-
ha lleuado a algunos estudiosos y polfticos a la enada conclusión de
que Ia resistencia campesina a la dominación terrateniente fue débil o
insignífieonte Entre sus logros. Paola Silra no eoneibe la lucha en tér'
minos hercicos y mas bien analiza Ia resistencia cotidiana del eampesi' f
no y como este desaf rc el control ejercido por los terratenaentes. Lu
aparente negligencia en el trabaio (p. e., deiando una parte de la cose-
cha en las sementeras para que luego sea recogida por los familires)
juega un papel tan importante en su reflexión sobre la lucha de los cam-
pesinos contra la dominación tercateniente como las acciones colectiuas
mós clarumente ofensiuas que se lleuan a cabo en forma de huelgas u
otros esfuerzos de organización contestataria. Mós aún, en este trabaio
que busca conEtantemente tras las apariencías. eIIa descubre que las de-
mandas salariales no representaron la emergencia de una conciencia pro'
letana stno que mas bten fueron uttlizadas por los campesinos como un
mecanismo de negociación para retener o expandir sus "derechos tradi'
cianales", el mós importante de los cuales era el accen a la tierra de la
hacienda.

Las estrategias tenatenientes eran igaalmente uariadas y depen'


dían tanto de los recur*os a los que estos tenían acceso fueru de Ia ha-
cienda como de las condiciones específicas de sus respectiuas unidad.es
de producción (niueles de ganancia. típo de terreno. tamaño de Ia pobla-
ción campesina, excedente que tendlían que expulsar para rucionalizar
la utilaacion de la fuerza de trabalc¡ en la mecanzacion, etc.)' Paola
Silua demuestra por qué la demanda del mercado por sí misma no con'
duce necesariamente a Ia modernización de las prócticos productiuas.
La autora no recl¿rre en su explicación a un sol'o factor causal. La diso-
Iución de la hacienda o su modernización es interpretado coma resulta-
do de un conjunto compleio de interaccianes entre tenatenientes y
campesinos, y de smbos con el mercadct y el sistema poltttc<t nactonal.
En el cas de Chtmborazo, la lucha de los campesinos por retener sus
"derechoE trad.icionales" retardó la transición a relaciones capitalistas
de producción en muchos casos pero, en otros, aceleró su transfor-
mación.
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;
La cowlejidad. de la conformación de las clases en la transición
hacia et capitalismo es aprehendida por Paola silua quien no simplifica
c'on explicacianes unilineales ni recurriendo a un solo factor causal.
Este esun trabajo que resalta por la riqueza de Ia inuestigación empífics
y procesamiento- qué es la que sustenta el conteni-
-fuentes, técntcas
do flexible e innouodor del anólisis.

Liisa Norüh
CERLAC, York Universtiy
I
¡ Toronto, Awust 1985
{

cii'liPo lF cot ""'


¡li !4 -l it
INTRODUCCION
I
En el presente trabajo nos planteamos la necesidad de
desentrañar las complejidades que encierra el proceso de trans-
formación/disolución de la clase terrateniente serrana.

Nos rnteresa trabajar este tema porque consideramos


insuficientes algunas explicaciones que, partiendo de una cierta
evidencia empírica, dan cuenta de una temprana capitalización
terrateniente circunscrita a espacios regionales muy acotados.
Por otro lado, comprendemos que, aunque la Sierra ecuatoriana
presenta características diferenciales bastante marcadas en cuanto
a su estructuración económica y política, la evolución de la clase
dominante agraria no puede entenderse únicamente a partir de la
fragmentación espacial de respuestas unilaterales que determina-
dos miembros de aquella pueden dar frente a estímulos específ i-
cos.

En efecto, el fenómeno de la transformación nos sitúa


en una problemática transicional cuya coherencia explicativa sólo
puede darse a part¡r de la forma como los procesos parciales se
integran al proceso global seguido por la clase en su conjunto.

De ahí que abordar el análisis de la evolución de la clase


terrateniente atrasada - en el sent¡do de que no se incorpora
tempranamente al proceso de capitalización iniciado a f ines de la
década del cincuenta- resulta de fundamental importancia para
comprender la dindmica interna de un fenómeno que escapa a los
intereses inmediatos, económicos, de una fracción y, aún, de toda
la clase.

Atendiendo a estas consideraciones elegimos la provincia


de Chimborazo como área de investigación y centramos nuestra
atención en lo que había sido la evolución (tr:ansformación
capitalista-resistencia a la capitalización y/o desaparición) de la
clase terraten¡ente regional durante cerca de cuatro décadas
(1940-1979). Escogimos dicho espacio provincial porque cons-
tituye, según criterio generalizado, el protot¡po de la región
atrasada en donde, consecuentemente, el fenómeno que nos
interesa detectar debía estar más cristalizado.

1.- Plantcamiento del problema.

Estudiar las transformaciones -declinación y/o sobre-


vivencia- de una clase social nos remite a un contexto de análisis
diferencial según se trate de períodos transicionales principales o,
en su defecto, de etapas de transición menor.

Los primeros se ref ieren a momentos rupt¡¡i5{¿s,


violentos, que marcan el tránsito de un modo de producción a
otro y se caracterizan porque la clase social en ascenso se contra-
pone antagónicamente al viejo régimen de producción, depen-
diendo su triunfo de la destrucción de la antigua clase dominante.
En estos períodos la clase en decadencia pierde capacidad de
transformación porque la eliminación de sus bases de sustenta-
ción son condición previa para la implantación del nuevo régimen.

Por el contrario, las etapas de transición menor no


implican, necesariamente, ruptura violenta en la medida que
ocurren al interior de un mismo modo de producción y general-
mente t¡enden a reforzarlo, readecuando y/o transformando
procesos y clases sociales que aparecen como disfuncionales al
desarrollo de aquel.

Este es el caso, por ejemplo, de las transformaciones


agrarias que se dan en los países de América Latina - excepto
Cuba y ahora Nicaragua-, las mismas que, aunque sumarnente
complejas, no entrañan cambios que alteren la vigencia del modo
de produccion imperante.

Dichas transformaciones, sin embargo, cuestionan


paralelamente la vigencia de las clases dominantes rurales y hasta !
conllevan su desaparición cuando se ven acompañadas de movi-
lizaciones campesinas revolucionarias vgr. México, Bolivia, etc.
No obstante, por lo general los cambios que se operan
en el sector agrario de los pafses latinoamericanos comportan
opciones de capitalización que son asumidas por las mismas
clases agrarias tradicionales. Estas, a diferencia de lo que ocurre
en momentos de transición revolucionaria, no se ven presionadas
t a desaparecer en tanto se transforman en capítalistas; es decir,
en la medida que rwitalizan -no destruyen- el modo de pro-
ducción vigente. Y, aunque el riesgo de desaparecer está estrecha-
mente ligado a las condiciones que el propio desarrollo capitalista
les brinda, su existencia en cuanto clase dominante no atenta
contra la integridad de aquel.

Marcando el espacio transicional menor en el que nos


ubicamos; esto es, una etapa que intenta generalizar la penetra-
ción del capital antes que implantar un nuevo modo de produc-
ción, tratamos de analizar la evolución de una clase social en de-^
cadencia que se resiste a la transformación como mecanismo ds
sobrevivencia.
Desde un punto de vista teórico, interesa esta problemá-
tica ya que nos acerca analfticamente a momentos de transición
en donde las condiciones de sobrevivencia de la clase resultan
más complejas porque la transformación alcanza un punto en
que cuestiona la supremacfa de la clase
-su reproducción no sólo
econémica sino también en la esfera del poder- y, al hacerlo,
la obliga a desarrollar una estrategia defensiva y, en cierto senti-
do, ant i -modern izadora.

La clase en decadencia se defiende de un modo de pro-


ducción no antagónico con su existencia como clase dominante
pero si contradictorio con su capacidad de ejercer poder y de
art¡cularse ventajosamente al desarrollo del capital.

Aquí, la metamorfosis se convierte en un prolongado y


complejo proc€so que no comporta rlnicamente la capitalización
como vfa de sobrevivencia, sino que supone además la resistencia
como mecanismo de atenuar el riesgo de la desaparición. En ese
sent¡do es que se antagoniza -temporalmente- con el modo de
producción imperante y se sintetiza de alguna manera momentos
de ruptura en los cuales la clase en decadencia no encuentra un
lugar, equiparable al anterior, en el nuevo bloque de clases al
que se integra.
Ahora bien, en Ecuador ra articuración de ra crase terra-
teniente serrana a la penetración del capital no se da en forma
homogdnea. En unas zonas la clase agraiia presenta menos resis-
tencias y se capitaliza rápidamente; en otras, el proceso transicio-
nal es más lento porque los terratenientes se sienten amenazados
por el capital.

Lo común es, sin embargo, que dicha clase atraviesa


durante un largo perlodo que llega hasta nuestros dfas por un
pro@so de transformación y/o disolución. Múltiples fenómenog
a nivel nacional, regional y hacendal que tienen que ver con lá
implantación, desarrollo y consol idación del modo de pr oducción
capitalista inciden en este proceso de cambio que tiene aún hoy
a nivel analftico lfmites muy imprecisos de gestación pero que,
a nuestro juicio, se intensifica y se define, por decirlo de algún
modo, particularmente durante el transcurso de la década pasada
cuando se dicta la segunda ley agraria.
Lamentablemente no existe un seguimiento detallado
de la clase en el lapso 1930-1950 durante el cual la estrucrura
agraria, al menos de algunas provincias, se liga estrechamente al
desarrollo capitalista de la Costa sin recibir un impacto moderni-
zador. En los años posteriores, por el contrario, el panorama
económico y político cambia considerablemente; comienza un
nuevo proceso dinamizado por el auge de la exportación bana-
nera que coadyuva a profundizar el desarrollo del capitalismo en
el pafs. Crece el mercado interno, aumenta la producción, se am-
plfa la frontera agrfcola, se expanden las relaciones salariales, se
diversifica la economía (cfr. VELASCO, 197g: b9).
Esta situación plantea un interrogante a la clase terra-
teniente en términos de hasta dónde la renta proveniente de la
sujeción servil de las masas campesinas es mayor que la ganancia
capitalista alcanzable con la transformación del esquema produc-
tivo y las relaciones de producción. Esta interrogante -y es lo
fundamental- va a estar en estrecha relación y sujeto a las con-
diciones epeclficas en que el proceso de reproducción ampliada
de la hacienda se dé y a la coyuntura económica y polftica que
se viva; es decir, a la correlación de fuerzas, a las relaciones inter
e intra class, a los cambios en el sistema polftico, a la transfor-
mación del Estado y, en general, a las posibilidades que brinde
el proceso de acumulación.

lo
El otro polo de la estructura hacendal sobre la cual se
asienta la clase terrateniente serrana
-los campesinos- no puede
ser concebido tampoco dentro de un marco uniforme de situacio-
nes, a pesar de homologarse a través dellvfnculo precapitalista
con la hacienda. Las distintas condiciones demográiicas, ecológi-
cas, culturales e ideológícas confíguran respuesras coyunturalés,
en general dispersas y aisladas, aunque no por ello menos impor-
tantes. Los brotes de violencia y rechazo al sistema de explota-
ción resultan esporádicos, controlables y de corto alcance, excep-
to en aquellos sectores en donde se combina el monopolio de la
tierra y la densidad poblacional. Alrf es donde se hace necesario
estudiar cómo las alternativas de la clase terrateniente se condi-
cionan al conflicto interclasista, en contraposición a lo que
ocurre en aquellas zonas donde la presencia campesina no alcanza
niveles muy agudos y el capital penetra con mayor facilidad.

De todas maneras, la correlación que se crea en el lapso


1960-64 favorable a una ley agraria, la presión proveniente de la
economla urbana en crecimiento y las propias contrad¡cciones
inherentes al sistema de reproducción hacendal, obligan a algunos
terratenientes -{ue luego se constituyen en la fracción capitalista
de la clase- a desarrollar una serie de mecanismos tendientes a
debilitar las bases precapitalistas de la hacienda. Asl, por ejemplo,
desde 1949 se limita el crecimiento del huasipungo, ya iea me-
diante la liquidación legal voluntaria, ya medianie la abolición
de la costumbre de la herencia servil (cfr. VELASCO, 1979: 6G61)
se hace necesario investigar, entonces. si este proceso es factible
de cristalizar sólo en aquellos lugares en donde la presron campe-
sina se presenta menor -ya sea porque las alternativas extra hua-
sipungo (salarios, por ejemplo) son ventajosas, o porque la capa-
cidad de cohesión interna y de presión no son suficientemente
importantes para frenar el despojo- y las posibilidades de acumu-
lación son mayores: calidad del suelo, cercanfa a los más impor-
tantes @ntros de consumo, vfas de acceso, tipo de producción
más rentable. En estos casos se combinan, al parecer, dos elemen-
tos muy importantes: control del conflicto y débil resistencia a la
penetración del capital (posibilidades de acumulación, pérdida
de interés por [a renta en trabajo).

Interesa sin embargo señalar que el pro@so, como.yáfo -\


habfamos enunciado en páginas anteriores, no puede ser'defini-
, cENIR0
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c¡ ,ocu,',¡rrr.,^, \\
ii AByA .yfi, l
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do únicamente a partir de lo que ocurre con la fracción capita-
lista porgue, entre otras cosas, la participación del Estado en la
sanción polftica de la clase (expedición de la primera ley agraria)
es el producto de una interrelación multilateral de factores y de
la presión de un bloque social anti-terrateniente en donde no sólo
part¡cipan las clases subordinadas sino también la pequeña bur-
guesla urbana y algunas f racciones de la clase dominante .

Adicionalmente, la presión sentida en determinadas


áreas que presentan agudos y permarrentes focos de conf licto y
donde el campesinado ha recibido la inf luencia de partidos y
gremios de izquierda con carácIer nacional; y, las perrnanentes
denuncias urbanas (pequeño burguesfa intelectual, part¡dos
políticos, organismos internacionales, fracciones de la burguesía
costeña y otras con un proyecto industrial en perspectiva) sobre
las condiciones de explotación del indígena/ campesino, ponen
en peligro def initivo la existencia de la hacienda precapitalrsta.
El poder onmlmodo y arbitrario de la clase terraten¡ente, como
clase precapitalista, comienza a declinar en benef icio del capital.

Ahora bien, aqu I parece abrirse una disyuntiva :

1- [Jna f racción capitalista que se readecúa tempranantente


a las nuevas condiciones y que logra captar la dirección
del proceso de transformación en función de mantener
sus privilegios (concentración de las mejores ilerras) y de
articularse er) otras f racciones de capital
.)
¿--- El resto de la clase terrateniente que ciemuestra mayor
capacidad de resistencia y continúa ejerciendo domina
crón directa durante algunos años más, allí donde la
renta en trabajo sigue siendo el eje de apropiación de
excedentes, ya sea porque:

a) La interrelacrón entre la hacienda y la economía campe-


srna es mayor;
b) El proceso de acumulación no requiere grandes contin-
gentes de fuerza de trabajo libre ni la ampliación del
mercado interno (escasa diversificación productiva, de-
sarrollo industrial déb¡l orientado básicamente a secto-
res medios y altos) y, por ello, no pone en peligro la

It
estructura precapttal¡sta de la hacienda.
c) Las contradicciones, fruto de la resistencra de los terra-
tenientes a la pérdida del monopolro terrrtorial, de tas
dif icultades para la transformación y de la lucha campe-
sina por la tierra, atentan contra la sobrevivencia de la
clase, aún como f racción capitalrsta.
I
Por qué, entonces, la clase terrateniente de la provin-
cra de Chimborazo?

Acabamos de presentar una vislón muy suscinta de la


problemática a tratar en la cual subyace urra cierta concepcrorl
que fragmenta, por asf decrrlo, a la clase terrateniente serrana,
Según esta concepción, el proceso de transformación/disolución
de la clase es diferenciable regionalmente, así por ejemplo, en
algunas provincias los terratenientes se metamorfosean rápida-
mente en capitalistas, mientras que en otras se mantienen relaga-
dos.

Este acercamiento metodológico, sin embargo, no es


casual; lo aceptamos como instrumento operativo porque interr-
tamos aproximarnos al fenómeno de la transformación tratando
de captar sus múltiples determinaciones y respuestas. En efecto,
nuestro interés teórico es precisamente centrar el análisis de la
clase en aquellas zonas atrasadas que han sido dejadasde lado en
los estudios que privilegian a la fracción capitalista por ser la
que aparentemente marca el ritmo del proceso.

Por el contrario, desde nuestro punto de vista, el análisis


de los terratenientes atrasados revela una multipticidad de ele-
mentos que se cons{ervan arraigados durante rur liapso de tiempo
mayor y gue, por esto misno, hacen posible reconstrui¡ el proce-
so en aquellos lugares donde la transformación, por ser tan rdpi-
da, los ha encubierto.

[\4ientras el margen transicional es menos importante y


la presencia del capital no genera resistencias, la perspectiva de
sobrevivencia de la clase terrateniente es mayor y el proceso
resulta menos complejo porque la discusión aparece ubicada en
un solo plano (económico) Por oposición, siendo la etapa BÁtiíi. '-a*
cional más lenta y dif lcil en la medida que la capitalizaqfntae
\ \:
CEi,¡TRO DE DOCU[Ii¡üTACiOIi

ArJyA,yatA j
cons¡go el debilitamientc y/o la autoeliminación de la clase, el
análisis debe combinar el plano estructural con las instancias po-
llticas que es donde ,los terratenientes estructuran su defensa. Pa'
ralaclase precapitalista que retiene control sobre lasestructuras
polfticas locales (a diferencia de la fracción capitalista cuyo po-
der se relativiza al interior del bloque dominante), el problema
del poder regional se welve importante como eje de resistencia
a la transformación. A este nivel también la posibilidad que los
terratenientes atrasados brindan para integrar en el análisis las
instancias estructurales y superestructurales es más totalizante
desde una perpectiva teórica e histórica.

En el mismo sentido, el conf licto inter-clasista adquiere


una gran relevancia allf donde la estructura precapitalista de la
hacienda y la dominación no consensual de la clase terrateniente
se mantienen vigentes. Por ello,lel estudio de la evolución de es-
ta clase tiene que integrar necesariamente las diversas formas en
que la lucha campesina -violenta u oculta- complejifica la arti-
culación de los terratenientes al ,apital.

Nuestro trabajo se centra, por tanto, en una provincia


-la de Chimborazo- cuyo particular desarrollo permite afianzar
el poder de la clase terrateniente y consolidar el sistema de ha-
cienda como eje de estructuración del espacio regional. Intenta-
mos detectar las respuestas que la clase de una zona enfeudaliza-
da y relativamente pobre en recursos económicos y naturales da
frente al proceso de capitalización.

Clase terrateniente que aunque paradojalmente se halla


ligada estrechamente al desarrollo capitalista de la Costa --€n tan-
to que mercado de alimentos y de fuerza de trabajo- responde
a los estlmulos extra+egionales con el afianzamiento de la estruc'
tura precapitalista y la sobreexplotaciÓn de la fuerza laboral. Ma-
,.s .u*p"rinas abundantes y pauperizadas, vinculadas a la hacien-
oa para'poder sobrevivir. Monopolio territorial y creciente ham-
pro'
bre de ti'erras. Limitado crecimiento de la economía urbana
vinc¡at y subordinación de los pueblos a la hacienda. Estructura
que se
de poder represiva y excluyente; he.ahí las condiciones en
desarrolla la clase dominante agraria provincial que son lqs Oue
van a determinar las formas que adopU la transformación/disolu-
ción posterior.

la
En suma, la provincia de Chimborazo sintetiza admira-
blemerrre los rasgos sobresalientes del atraso regional. En primer
lugar, es una de las zonas serranas en dondeelconfricto intercla-
sista ha sido muy agudo y la estructura de poder local ha perma-
necido casi exclusivamente bajo el control terrateniente. por otro
lado, es una de las provincias con mayor concentración de la pro-
{ piedad: en 1964 el 47.5 o/o de la superficie total de la provincia
está en manos de un O.25 o/o de explotaciones mayores de b00
hectáreas. Además, en ella la entrega ant¡cipada de huasipungos
tiene poca relevancia y, cuando se dd, no alcanza a convertirse en
estrategia de capitalización de la clase. Por último, es una área en
donde los terratenientes resisten la transformación hasta bien
avanzada la década anterior y, adicionalmente, presenta un
interesante cuadro de disolución hacendal.

2.-- I\fetodologfa.

Cómo abordar metodológicamente el fenómeno de la


transformación? Sin pretender solucionar todos los interrogantes
que surgen respecto a este problema, a nuestro juicio resulta equi-
vocado el acercamiento analftico por la vía del proceso de pro-
ducción inmediato y/o de los cambios ocurridos en la unidad pro-
ductiva hacendal.

En efecto, el tratamiento de la reconstitución y/o desa-


parición de la clase terrateniente debe partir del análisis unilate-
ral e interrelacionaclo_ d-e todas aquellas determinaciones que
están por detrás de los alcances y las formas que adopta'el procó-
so.

La transformación y/o la resistencia a la capitalización


de una clase no puede ser explicada en términos de la voluntad
de los sujetos sociales aislados o de sus intereses económicos in-
med¡atos, sino en f unción de un complejo nudo de relaciones en-
tre las instancias estructurales (económicas) que provienen del
proceso de acumulación y las instancias superestructurales (po-
llt¡cas) que dan cuenta de la correlación de fuerzas inter e intra-
clases, de la participación del Estado, del nivel de la lucha de cla-
ses, etc.

Las alternativas que se ofrecen al terra te no sólo


CEl'lTR0 DE D0CUI'lENTACl0l'l

ABYA .YALA
pasan por la forma como éste enfrenta su carácter precapitalrsta
(disolrrcjón de las relaciones serviles) sino por el juego de contra-
d cci ones po1 ft*cas present€s en coy u n tu ras deter m i na das.
i

Por esta razón, en el presente trabajo intentamos una


explicación que evite reducir el proceso ya sea a un hecho estric-
tamente económico o ya, a la capacidad/ incapacidad subjetiva
y unilateral de la clase terrateniente regional para capitalizarse
o perecer.

Hemos trabajado tres etapas que cubren casi cuatro


décadas (1940-1960; 1960-1973 -subdividida en añcs pre re-
forma 1960-1964 y años post reforma 1964-1973; y, 1973-
1979). Abarcamos este largo perfodo para poder establecer un
contraste entre los años en que la clase terrateniente mantiene el
control sobre la estructura precapitalista -al menos parcialmen-
te, como lo veremos- y las décadas del sesenta en adelante cuan-
do se dictan las dos leyes agrarias; se consolida la economía
urbana, centrada sobre todo en Quito y Guayaquil; se vive la
experiencia petrolera y se producen importantes cambios a nivel
estatal, particularmente con relación al reordenamiento de las
clases en el agro.

Const¡r¡cción de l¡ muesh.
Considerando que nos interesa estudiar la transforma-
ción de una clase y no los cambios al interior de la hacienda nues-
tra unidad de análisis es el terrateniente poseedor de predios ma-
yores de quinientas hectáreas. Y, aunque para este tipo de inves-
tigación lo óptimo hubiera sido realizar al menos un estudio
comparativo entre dos o más regiones, las limitaciones de tiempo
nos obligaron a reducir el universo a una sola provincia.

Ahora bien, segrln datos del Censo Agropecuario de


1954 la provincia de Chimborazo tiene aproximadamente ochen-
ta y cuatro haciendas mayores de quinientas hectáreas; conse-
cuentemente y a f in de garantizar la representatividad de la mues-
tra elegimos nueve casos (1 1 o/o del estrato seleccionado) aten-
diendo a los siguientes criterios: superficie hacendal, avalúo
catastral, número de huasipungueros, ubicación. Por otra parte,
dado que algunas de las familias escogidas por nosotros posefan


o aún poseen ,más de un predio, la muestra se vió considerable-
mente incrementada.

Adicionalmente utilizamos información de más de


cuarenta haciendas de distintos tamaños, ubicadas en varios
cantones de la provincia, y una muestra de ciento ocho predios
de familias aristócratas (algunos ex-terratenientes) que compren-
den todos los estratos (desde menos de una hectárea hasta más
de 2.500 hectdreas).

En cuanto a la investigación misma, hicimos uso de


fuentes primarias: Archivo de Tierras del Instituto Ecuatoria-
no de Reforma Agraria y Colonización (IERAC) en Quito y Rio-
bamba; Archivo del Palacio Legislativo; revisión de periódicos
para distintos años y veintisiete entrevistas. La información se-
cundaria la recogimos en función de obtener algún material
estadlstico y bibliográfico: censos agropecuarios, monograflas
provinciales y cantonales, etc.

Los límites más importantes del trabajo son los siguien-


tes: a) imposibilidad de abordar en profundidad el problema cam-
pesino; b) alcance acotado lde las conclusiones;y, c) restricción
de tiempo para completarlo con un análisis mds completo de las
perspectivas actuales de la clase y sus posibilidades de reinser-
ción en otras fracciones de capital
En el primer capítulo presentamos una cierta compleji-
zación del proceso de descomposiciÓn interna de la hacienda pre-
capitalista y la emergencia de una fracciÓn transicional a su
interior.

En el segundo capftulo intentamos insertar la problemá-


tica de la transformación en un contexto más amplio de relacio-
nes estructurales y superestructurales.
En el tercer capftulo señalamos las dif icultades y limita-
ciones del porceso de capitalización para la clase terrateniente lo'
cal.

En el cuarto capltulo desembocamos en el análisis de


las opciones terratenientes en el proceso de transformación/ diso-
lución de la clase,

!7
Y, por tlltimo, en el quinto capltulo adelantamos algu-
nas conclusiones y fundamentalmente tentamos una problema-
tización de ciertos aspectos que tienen que ver con ra compreji-
dad estructural de la clase y su relación con otras fraccionós
oe
capital.

!
I

tt
CAPITUIO I

ALTE RNATIVAS DE DISO LUCION Y T RANSFO RJ\,I ACION


CAPITALTS¡TA HACENDARIA Y ESTRUCTURA
PRECAPITALISTA.

Coincidimos con Maurice DOBB en que el agente princi-


pal de movimiento y camb¡o en las transformaciones esenciales
"lo constituyen el conflicto y la interacción de sus elementos
claves y no el simple crecimiento de un elemento rlnico". (1)
Por ello creemos necesario abordar la problemática de las condi-
ciones de reproducción, por un lado, y de transformación, por
otro, de la hacienda precapital¡sta de la provincia de Chimborazo,
a partir de un doble eje: la relación terrateniente/campesino y el
sistema de dominación local.

En tal virtud, el presente capltulo pretende mostrar


cómo entre los años 1940 y 1960 aproximadamente, la estructu-
ra hacendal precapitalista, fortalecida en los primeros años de
esta etapa por las expectat¡vas de apropiación de renta en trabajo
por parte del terrateniente, su control del poder local y las carac-
terlst¡cas de reproducción de la economia campesina, comienza
a declinar en las décadas subsiguientes como consecuencia, so-
bre todo, de las contradicciones que se gestan a su interior, pro-
ducto de la dinamia intrlnseca a la relación entre las clases.

Asl, por un lado, tenemos a los campesinos cuya prácti-


ca productiva se expresa conflictivamente a través del asedio
cristalizado en distinto tipo de acciones, pero con un objetivo
central que parece girar alrededor de la defensa de una forma
especffica de reproducción propia: laeconomfafamiliarno mer-
cantil (2). Sin embargo, las modalidades que adopta la resistencia
campesina la alejan, progresivamente, de su punto de partida
inicial en la medida que la lucha, a lavez que repele la penetra-
ción del capital, en la prdctica la viabiliza.

l9
En otro lugar, tenemos a la clase terratentente la misma
que enfrenta tanto las compulsiones del proceso de
acumulación,
como el cercamiento ¡nterno por paite de los campesinos.
En
efecto, los cambios que se operan en el país a partir Oel Ooom
bananero, las presiones de una base social urbana cada vez más
amplia, el proceso de transformación del Estado en el contexto
nacional y la readecuación del poder local como sistema político
en conformación van restando poder a la clase a nivel de los ór-
ganos de dominación provincial al mismo tiempo que la obligan
a ref ormular su relación con las masas campesinas en tanto éstas,
con sus demandas crecientes. ponen en peligro la estabilidad
del flujo de renta y la integridad territorial de la hacienda.

Frente a esta situación aparece una forma particular


de transición que combina la progresiva racionarización capitalis-
ta del proceso de trabajo con la conservación del monooolio
territorial y la base social de reproducción precapitalista. sin
embargo, esta primera etapa 1940-1g60 retiene los elementos
Msicos de una fase precapitalista en la medida que es lento y di-
ffcil el proceso a través del cual se produce la ruptura terrate-
nientes/ campesinos; vale decir, monopolio territorial hacendata-
r¡o y sujeción servil de la fuerza de trabajo campesina.

1.- Consolklación del sistema de apropiación rentista

Durante las dos décadas anter¡ores a los años sesenra,


la clase terrateniente local ejerce gran control sobre las formas
de producción precapitalistas y la unidad productiva hacendal
es capaz de auto-reproducirse sin requerir la presencia del capital
como motor central de funcionamiento,

Las formas de trabajo servil siguen siendo el elemento


de reproducciiin de la hacienda tanto por la presencia de un cam-
pesinado abundante y pauperizado, consecue¡cia del monopolio
sobre la tierra, como porque las condiciones de reproducción
de aquel dependen directamente de las tierras de hacienda (3).

En efecto, la existencia de pisos ecológicos por sobre


los 3.500 m.s.n.m. hace posible que la provinciá se caractence
por la producción de ganado lanar, la misma que es atendida
en proporción considerable por los campesinos:

n
" . . . ahora la cria¡rza de la oveja se la hace por lo
común en lugares que se hallan muy próximos a los
páramos, si no en loe páramos mismos ya que los valles
interandinos se lo¡ dedica de una manera especial a la
ganadería lecher¿" (MORENO, 1940: 4).

Durante las décodas analizadas las masas huasipungueras


y aún las nr-¡ huasipungueras -que son las mds- logran const¡tu ír
grandes rebaños de ganado principalmente ovino que, al carecer
de tierras propias, alimentan en los páramos de las haciendas
(Cuadros Nos. 1 V 2l.De ahf que hayan surgido formas de tra-
bajo especfficas como la yanapa o el siti{e en aquellas zonas de
la provincra de Chimborazo c€n caracterlsticas de producción
pastoril (4).

En tal virtud, la disolución de formas de producción


precaprtalistas -y no sólo del huasipungo- pasa necesariamente
por la apropiación por parte de los campesinos de una superf icie
territorial suficiente que permita mantener las caracterlsticas
y las expectativas de la economla campesina, Paralelamente,
mantener el equilibrio familiar campesino puede ser fundamental
para el terrateniente en tanto éste aprovecha las ventajas de la
práctica productiva de aquel para satisfacer los requerimientos
auto-reproductivos de la unidad hacendal. (5). En razón de ello,
la ruptura de la base precapitalista ofrece fuertes resistenc¡as
entre la clase terrateniente la misma que considera que al perder
su ligazón con la fuerza de trabajo servil perderla, a su vez, el
control monopólico del territorio -por efecto de la presión cam-
pesina- y con ello, la base de la auto-reproducción de la hacien-
da.

En efecto, mientras el terraten¡ente dispone de un nú-


mero considerable de campesinos que entregan su fuerza de tra-
bajo en forma regular y casi gratuita le resulta "rentable", por
así decirlo, mantener la propiedad sobre inmensos territorios da-
do que -sin mayores inversiones- puede cubrir ¡mportan-lgs .-
áreas de cultivo y/o pastoreo. Por otro lado, la disponibijFfd de
tierra permite al campesino incorporar su rebaño a las,2bnas de
hacienda lo cual atenúa considerablemente sus demandas. Sin
pred¡o y al campesino acceder a los recursos para su reproduc-
ción, la funcionalidad de la monopolización territorial desapare-
ce con lo cual la sub-utilización de la tierra se hace más evidente
a los ojos del campesino, quien comienza a presionar por acceder
a ella.

Terratenientes y campesinos necesitan del control so-


bre la tierra: los unos para mantener estable y/o acrecentar su
flujo de renta y los otros porque es la única posibilidad para su
reproducción (6).

Por lo demás, el esquema de auto-reproducción que de-


sarrolla la hacienda precapitalista y que genera su propia forrna
de reproducción ampliada dif iculta la penetración del capital en
el proceso de trabajo, mientras el terrateniente obtenga un flujo
regular de renta (7).

La renta que la clase terrateniente extrae de la unidad


hacendal -gran parte de la cual parece haber sido consumida no
productivamente por aquella, de ahf la bajísima composición
orgánica de capital encontrada en los predios de la zona-, pro-
viene de las distintas formas de trabajo existentes en la hacienda,
entre las que sobresale el huasipungo (8). Ahora bien, dichas for-
mas existen en tanto el proceso de despojo territorial al campesi-
no borra fronteras entre lo que serfa la población libre y aquella
sujeta a tierras ajenas.

En efecto, el control monopólico sobre el principal me-


dio de producción de la zona permite al terrateniente incorporar
a la unidad productiva hacendal arln a aquellos campesinos que
fueron tradicionalmente dueños de su propio territorio; esto hace
posible que el terraten¡ente incremente, teóricamente en forma
indefinida, sus niveles de renta sin necesidad de reinvertir una
parte significativa de ella. La clase terrateniente precapitalista
busca extraer márgenes, cada vez mayores, de excedente con
niveles mfnimos de inversión. Esto ocurre por las condiciones
materiales en las que ésta se desenvuelve: el control del espacio
de reproducción campesina favorece ciertas prácticas de produc-
ción basadas más en la incorporación de nuevas extensiones de
tierra que en la elevación de la producción por unidad de superfi-
cie.

22
De esta manera, la elevación de la renta depende de las
facilidades gue ex¡sten para incorporar un conlngenre mayor
de fuerza de trabajo que permita ampliar la frontera de pro-
ducción.

Ahora bien, la mayor disponibilidad de brazos no parece


provenir sólo de la ampliación del número de huasipungueros si-
no más bien de la incorporación parcial de campesinos externos
pero que mantienen un vfnculo precapitalista con la hacienda
(9). Es decir, no se someten a la relación salarial en trabajo.
El terrateniente, asf, a la par que amplía su producción, congela,
por asl decirlo, el crecimiento del capital (constante y variable).

Por lo demás, si bien es cierto que ex¡ste ,una compul-


sión legal para el pago de salarios, constituye una práct¡ca genera-
lizada entre los terratenientes de la provincta el desconocimiento
de dicha disposición, no sólo a quienes reciben d¡rectamente
los derechos sobre ciertos bienes de la hacienda (huasipungueros)
sino también a quienes se contrata a cambio de un jornal pero
que de alguna manera se hallan ligados a la unidad productiva ha-
cendal (arrimados/peones libres) (10). El incremento del capital
variable y la exigencia campesina del pago de salarios parece ser
parte del perlodo de transición, del que hablaremos m¡ís adelante.

En todo caso, a partir de este doble eje: tierra y fuerza


de trabajo servil, el terrateniente es capaz de controlar procesos
subyacentes que forta lecen las caracter lsticas auto-reproductivas
y monopólicas de la hacienda. Así, por ejemplo, en tanto existe
una interdependencia mutua entre economía campesina y unidad
productiva terrateniente, la fertilización del suelo no merma
el volumen de renta vfa compra de abonos, en la medida que
-según ya lo dijimos- son los campesinos fundamentalmente
quienes cubren gran parte de esta necesidad en retribuciÓn por el
uso de los páramos,

Esto, a su vez, limita la frontera agrfcola a aquellos pisos


ecológicos en donde la reproducción natural del proceso produc-
tivo hace posible el desarrollo de determinados cultivos que, al
ser restringidos en volumen, elevan la magnitud de los ingresos
del terrateniente. Al respecto resulta interesante la opinión
de un ex-terrateniente de la zona de Guamote quien considera

23
que el ahorro (es decir, la ausencia de inversión) provenfan me-
nos de la fuerza de trabajo barata que de las caracterfsticas pro-
ductivas de aquella época. Mientras no se habfa generalizado el
uso de abonos qulmicos y, por lo tanto, no podlan incorporarse
nuevas zonas al cultivo, los precios y la rentabilidad alcanzaban
márgenes harto considerables (Entrevista DAVALOS, Gonzalo,
1980).

Por otro lado, las caraterlsticas ecológicas presentes so-


bre todo en algunos cantones: Guamote, Chunchi, Alausí, obli-
gan a desarrollar al interior de la hacienda pro@sos de produc-
ción extensivos, a los que hablamos aludido anteriormente, en
donde la cobertura de grandes extensiones de tierra es ir dispensa-
ble para proteger el humus y mantener buenos niveles de produc-
tividad. Así, el barbecho y la rotación del suelo son técn¡cas am-
pliamente difundidas y entran en contradicción con una tenden-
cia a reducir el tamaño de los predios e intensif icar la producción
debido a que -de optarse por esto último- se requerirían gran-
des inversiones de cap i ta | (ferti lizantes, forestación, tratamientos
especiales) que romperfan el esquema tradicional de reproduc-
ción ampliada. Al respecto presentamos el comentario de un ha-
cendado:

"Pero no eE que no sembraba porque faltaba tiempo o


el dueño era vago. No! Es mentira de los bolcheviquest
No se sembraba porque antes no se conocían los abonoe
(este pafs conoce abonos desde hace no más de 10 años)
y había que hacer descansar un año la tierra para sem-
brar el otro año. porque, nunca, en ninguna hacienda
de la Sierra se ha podido embrar el mismo terreno to-
dos los años' (Entrevista GALLEGOS, Arístides,1gg0).

La cita anterior pone de rnanifiesto la forma como el


terrateniente oculta su propia estrategia productiva mediante la
reversión del argumento: no se sembraba porque no habían abo-
nos, cuando en realidad no habían abonos porque éstos violenta-
ban la forma particular de extracción de rentas que aseguraban
un determinado nivel de ingresos y cuya base era precisamente
el monopolio de la tierra:
"El empobrecimiento en elementos fertilizantes ha traí-
do como consecuencia, necesariamente, el cambio de la
estructura física de los $relos . . . El único mejoramiento
que s€ ha efech¡ado es el empleo de e¡tiórool, púctica
que no ha obtenldo los rezultadoe debidos por falta de
I preparación de este abono" (HIDALGO, 1940:18).

En otro lugar, el sistema a través del cual opera la reali


zación monetar¡a del producto afianza la auto-reproducción de
la hacienda al no requerir dinero por adelantado para cubrir los
gastos de comercialización; antes b¡en, la venta directa de la pro-
ducción en el predio efectrla la conversión mercancíadinero en
menor tiempo dado que el terrateniente recibe parte del valor de
la producción antes de que ésta haya sido cosechada (1 1 ).

Por último, la expresión más acabada de las caracterfs-


ticas rentfsticas de la clase terrateniente es, sin duda, el sistema
de arrendamiento (12). A través de é1, el terrateniente rompe la
ligazón directa con la hacienda y con los campesinos, fijando sim-
plemente un monto de dinero anual que el arrendatario debe
pagar trimestralmente y por adelantado, en la mayor parte de
casos. El sistema comporta un doble movimiento: por un lado,
afianza las caracterlsticas rentlst¡cas del terrateniente -en el
sentido de que éste recibe la renta que le entrega el arrendatario
y se desvrncula de la organización directa de la producción- y,
por otro, se constituye en fuente de monopolización territorial.
Los arrendatarios, por su parte, srguen manteniendo el mismo
esquenla de reproducción -sin afectar el marco precapitalista
de la hacienda- en tanto la fuente de extracción de renta es el
huasipunguero. Los excedentes adquieren, en este contexto,
forma de renta en trabajo y no de renta capitalista.

2.- Conhol del poder local y sistema de alianzas con la es-


tructura pol ítica naci,onal.

La conservación del esquema reproductivo hacendal


-que incluye una determinada forma de organizar la producción
en función deextraer un flujo de renta, la expansión extraterrito-
rial del poder (en el sentido de que no se circunscribe únicamente
a la hacienda) y, por ende, la coacción- supone indudablemente
el control de un sistema de dominación tal que permita manejar

25
las contradicciones que se generan en la base económica.
Deahí
que la clase terrateniente requiera contar con un aparato ideoló-
gico y represivo que, a la vez que garantice su reproducción indi-
vidual, haga posible a la clase en cuanto tal, ejercer la supremacía
a niwl de la provincia (13).

Ahora bien, con la revolución liberal de lggb la clase


terrateniente serrana llega al fin de zu preeminencia ,'sobre el
conjunto de los aparatos centrales y buena parte de los organis-
mos estatales, locales y regionales" (eUINTERO, 1 g7g:gb); óor. trl
motivo, los terratenientes de la provincia de chimborazo necesi-
tan legitimarse a través de su inserción en los aparatos del Estado
capitalista tales como el poder legislativo, y de su alianza con ra
burguesla a nivel nacional. De esta manera logran que el Estado
no desaf le su poder local y, antes bien,los delegue para ejercerlo,
asegurándoles así su funcionamiento como clase precapitalista.

En otras palabras, haber perdido hegemonla al interior


del bloque en el poder a nivel nacional y constatar en el dmbito
provincial que las bases materiales sobre las cuales ejerce su domi-
nación -hacienda/campesinos- están cada vez más sujetos a pre-
siones generadas internamente, como lo veremos más adelanre,
y/o externamente, obligan a la clase terrateniente local a persistir
en.la dominación sobre la base de la represión pero ya no sólo
como forma de mantener el consenso pasivo entre las clases direc-
tamente subordinadas -campesinos- sino también como forma
de establecer un vfnculo entre los campesinos, insertos en formas
de producción precapitalista y carentes de representación propia,
y el Estado capitalista.

Esto es posible, en un primer momento, porque el pro-


ceso de acumulación que se gesta no requiere la destrucción de
la estructura precapitalista que sustenta la producción hacen-
daria. Prueba de ello es que en provincias como la de Chimbora-
zo -relativamente alejadas de los más imoortantes centros de deci-
sión central, y, por ello mismo, capaces de perpetuar formas de
producción no capitalistas hasta bien avanzadoel presente siglo-
operan a su vez de manera efectiva mecanismos tendientes a abas-
tecer, en forma suf iciente, tanto de productos alimenticios como
de fuerza de trabajo a la naciente burguesfa de la Costa (14).

,6
Por otro lado, la vigencia de un sistema político local en
donde el resto de fracciones de la clase dominante -industriales,
comerciantes y las capas medias, aún no han alcanzado una pre-
sencia cuantitativa y cualitativa importante, los terratenientes
aparecen no sólo ante el campesino sino ante el conjunto de la
sociedad local a la que someten, como su único representante
(Cuadro No. 3). De ahf que ejerzan en forma directa y elitista la
dirección de los más importantes aparatos de dominación, sean
éstos administrativos, represivos, culturales, socrales, políticos
e ideológicos. (15).
Esta es, en definitiva, la forma en que se materializa la
coacción extraeconómica que el terrateniente precisa ejercitar
para poder apropiarse de la renta preveniente de un sector de la
población cuya reproducción biológica y social no depende de
aquel (cfr. GUERRERO, 1975: 32-33).

La clase terrateniente asume su representación y la


del resto de la población en forma directa mientras su existencia
dependa del control extra-económico que deba ejercer sobre las
clases subordinadas.

Durante el largo período de dominación polftica de la


clase dominante agraria local -que alcanza hasta aproximadamen-
te la mitad de la década de losañossesenta (16)-el espacio pro-
vincial gira alrededor de la estructura hacendal, la misma que
extiende su inf luencia sobre el sector urbano, alimentado directa-
mente de los excedentes generados por dicha estructura producti-
va (17).
Se mantiene, entonces, un s¡stema de dominación en
donde la clase terraten¡ente, muy poco diferenciada a causa de
la debilidad económica y política del resto de fracciones, ejerce
su poder a través de un escaso número de familias -emparenta-
das entre sf-, las mismas que mantienen control sobre inmensos
territorios (Cuadros Nos. 4 y 5). La casi inexistente separación
entre funciones polft¡cas y productivas y la presencia del terrate-
niente como figura sintetizadora del poder gamonal (18) permi-
ten que, por ejemplo, en el año 1937 la dictadura del general
ENRIQUEZ GALLO "considerando la valía de los hombresque re-
gfan los destinos del Centro Agrlcola, (solicite) .. . sean ellos los
que conformen el ConcejoCantonal . . ." de Riobarnba (19).

27
Por otra parte, l¿r dtvr:rsilir-aciÓn productlva que s€l opera
al rnterror de la clase terrateniente durante las dos décadas anall-
zadas (conversión del hacendado en comerciante, peqtreño
industrial, banquero) viabiliza su inserción en el tncipiente proce-
So de capitalización urbana -lo cual supone también la emergen-
cra de nuevas fracciones de la clase dominante-, y hace posible
que ésta asuma como propios no sÓlo los intereses del campesina-
do -por lo demás nrarginado de la participación electoral- sino
también los de aquellas fracciones de clase a las que se incorpora.

En el Cuadro No. 6 presentamos un pequeño ejemplo


de esta diversificación productiva que se opera al interior de la
clase terrateniente provincial. Al respecto, lo que interesa desta-
car es el hecho de que los hacendados al ocupar el espacio pro-
ductivo urbano al mismo tiempo que ejercen la delegaciÓn del
poder local pueden, de alguna manera, conservar el control del
bloque de poder regional. Es factible suponer que momentánea-
mente la emergente burguesía provrncial que es fracción domi-
nante en el cOntexto de las clases a nivel nacional. se subordina
a los intereses y al poder de la clase terrateniente precapitalista
local.

Cabe recordar, ademds, que la lglesia es para las décadas


que nos ocupan, un aparato del Estado que favorece a la clase
dorninante agraria V sirve de palanca para la dominación de aque-
lla al mantener bajo su tutela ideológico-religiosa a la mayoría
de la población discriminada étnicamente (20). Este hecho facili-
ta, de algún modo, la sobrevivencia de la clase precapitalista y la
prolongación del esquema auto-reproductivo hacendal, aún des-
pués de drctada la primera ley agraria.

lo hemos visto, entonces, el control de la clase


Según
terrateniente de la provincia de chimborazo opera a través
de un doble eje. Por urr lado. la representaciÓn político adminis-
trativa a nivel de los aparatos centrales del Estado (ministerios,
senadurfas, diputaciones, poder judicial; eventualmente los más
altos cargos a nivel del poder ejecuttvo, la direcclón de los partt-
dos polfticos electoralmente más importantes hasta las últimas
elecciones de abril de 1979: conservador, liberal);y, por otro la-
do, la administraciÓn directa del poder local que, a su vez, se
bifurca entre los principales aparatos de dominación de la clase

28
(alcald ía, gobernaciórr, iglesia, prefectura, cen tro agr tcola, med ios
de cor ,unicac¡ón, partidos políticos seccionales, intendenc¡¿r,
jefatura civil provincial, juzgados, organismos públicos) y los me
canismos a través de los cuales se da la relación entre el actor so-
cial concreto V la clase subordinada a su control inmediato;
mecanismos que, a su vez, constituyen la encarnación del poder
gamonal (tenientes polfticos, curas de parroquia, administradores
mayordomos, mayorales, capataces) (Ver Grdf ico No. 1).

Ahora bien, sin confundir la dominación directa, que se


pLrede dar bajo una formación socialdominada por el capitalismo
pero cuya superestructura es heterogénea y significa forma nc.r
consensual de dominación, con la representación directa de los
intereses de una clase -no privativa de los intelectuales políti-
cos provenientes de la misma clase-, creemos que una de las
caracterlsticas de la clase'terr.ateniente de la provincia de Chim-
borazo durante los años que analizamos es la de ejercer directa-
mente la representación polltica. Esta caracterlstica, si bien no
es inherente sólo a los sistemas pollticos precapitalistas, es impor-
tante tomarla en cuenta porque en la provincia que estudiamos
parece estar muy ligada a la perpetuación -no aceptada sino im
puesta- de una élite polftica que es a la vez clase terrateniente
precapitalista. Sin embargo, y como veremos en otros capíturos,
conforme se constituye la sociedad civil dicha clase hace más
complejos sus mecanismos de representación política, abando-
nando progresivamente su nominación directa en los organismos
seccionales.

29
GRAFICO No, 1

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PEov. t)c cflt^iBoRAz
C.ttUvIBORAZA
-fqrlq)
(,ecac-

t0
En todo caso, durante los primeros años de la década del
s€senta las ramificaciones de la clase terrateniente local a
nivel
del aparato estatal, l.or partidos polfticos y de las uttá, árt.r.,
99
de la jerarqula ecresiástica son muy importantes
todavía (cuadro
No' 7); asl mismo, sigue manteniendo'ras más importantes
drgni-
dades polfticas y administrativas de ra provincia
ro'.uai te plrmite
neutralizar el eventuar resquebrajamiento de
su poder a nivel
local (Cuadro No. 8).

En efecto, su capacidad de ejercer influencia


sobre las
instancias primordiales de decisión en materia
agraria _qr, .n
esos años se convierte en er eje centrar de
discusión pár,.tüa- t"
permite detener eficazmente -ra apricac¡on prZi¡ca
via'ra'Égisra_
ción, de los resurtados der debate sobre ra situación
der agro.
Mientras la porftica estatar en materia der sector agrop..r.rio
encuentra aún indefinida
r.
-y esa es precisamente uná ó-lár1ur..,
de la clase- y er modero de acumuración se nutre con ra
fuerza
de trabajo proveniente de ra sobre - pobración rerativá que
exput-
sa permanentemente.ra hacienda, ra crase terrateniente puede
retener durante un tiempo considerable la supremacla
a'nivel
provincial.

Sin embargo, este espacio de negociación que logra a


su
favor resulta de un equilibrio precario en la medid.'qrr,"óor
rn
lado, la lucha de clases se agudiza; y, por otro, la estructura pro_
ductiva sobre la que se asienta su poder ha ido .*p"rl,nlniunoo
lentos pero importantes cambios.

3.-- Asedio campesino y estrategia de transformación en un


contexto precap italista.

Duranre los años 1940-1960 ra homogeneidad aparente


de la estructura precapitalista empieza a quebrarse a partir del
surgim íento de ciertas manifestaciones de inestabi t idad'tians¡cio-
nal; este fenómeno que aparece ya a mediados de los ;ñ;;r;r"n_
ta, ademds de caracterizarse por su lentitud en definir át pá"aro
de transformación, pone de manifiesto fundamentalmlnie la
agudización de las contradicciones interclases.

Lo interesante es advertir cómo ra tensión terratenlen-


tes/campesinós que se expresa en una constar,¡te pugna por
impo-

lt
ner, cada cual, srj propia alternat¡va, va a marcar no únicamente
pero sl fundamentalmente, ras caracterfsticas
básicas de la trans-
formación.

El fenómeno aparece ileno de matices, muchos de ellos


aparentemente contradictorios; sin embargo, arranca a partir de
la orgnnización de las demandas campesinas en torno al pago
de salarios (21). Dichas demandas adquieren progresivamente
cierta regularidad y sistematicidad con lo cual los campesinos
inician -sin que ese sea su objetivo- la ruptura con la base preca-
pitalista de la hacienda.

En efecto, aquellos campesinos ligados a la h.rcienda y


que, en general, han recibido la influencia externa de las migra-
ciones a la Costa o de los gremios sindtcales urbanos y rurales
(Federación Ecuatoriana de Indios, por ejemplo), presronan
por la generación de un fondo de salarios pero sin proponerse
atentar contra el equilibrio de su estrategia econÓmica.

Aunque la lucha por salarios resulta muy importante


desde una óptica política de unificaciÓn de intereses entre los
distintos estratos campesinos, parecerla que saldar las cuentas en
dinero no es el objetivo central de las demandas en la medida que
el salario no resulta la mejor vfa de incorporación campesina a la
circulación mercant¡l y tampoco asegura la reproducción de la
familia en esta misma esfera.

El nivel promedio de remuneraciÓn salarial es bastante


reducido (no más de 0.75 centavos diarios en la década del
cuarenta) mientras que el margen de excedentes que en algunos
casos obtienen con la producción agrícola y pecuaria de su
economía familiar les asegura, de alguna manera, su participaciÓn
en el mercado.

En realidad, no hay una norma que fije el tamaño de


huasipungo entregado. La superficie de éste depende, en general,
de la relación personal que se entabla entre patrÓn y huasipun-
guero o de la capacidad de trabajo de cada campesino. En no po-
cos casos usufructúan parcelas de hasta 30 has, de superf icie en
las cuales emplean fuerza de trabajo adicional (Entrevista THUR
DE KOOS, Pablo, 1980 y BAZANTES, Enrique, 1980).

t
Por otra parte, la disponibilidad de acceso al páramo,
legaliz"da por el Código del Trabajo, les permite mantener un
nivel de producción pecuaria -casi exclusivamente ovina- que
es, a nuestro juicio, el canal más seguro de articulación con el
mercado (22).
En otro lugar, su objetivo tampoco parece ser, al menos
en un primer momento, la abolición del huasipungo y el acceso
a la propredad de las tierras de hacienda (23).

Contamos con alguna información que nos permite afir-


mar que los campesinos aún no alcanzan a objetivizar la necesi-
dad, y, sobre todo la posibilidad, de atentar contra el poder del
terrateniente y por ello excluyen de sus demandas reivindicativas
la lucha DIRECTA por la tierra.
Hablamos de lucha directa porque creemos que en reali-
dad lo que subyace tras la intensificación de las exigencias sala-
riales a mediados de los años cuarenta -además de la reivindica-
ción de un derecho sindical que aglutina a todos los trabajadores
del campo- es la presión, indirecta, por acceder a nuevos dere-
chos al interior de la hacienda que les permita disponer de su-
perf icies adicionales de tierra en función de mejorar las condicio-
nes de reproducción de la economla familiar doméstica (24).

Esta táctica es factible de aplicarse en la medida que los


terratenientes generalmente no cuentan con capitaldinero dis
ponible que les permita solucionar rápidamente el conf licto.

Por lo demás, al escoger perlodos claves del ciclo pro-


ductivo -generalmente durante las cosechas- para suspender
los trabajos, el terrateniente se ve fuertemente presionado a satisl
facer el petitorio en los términos planteados por los campesinos,
so pena de afrontar graves pérdidas y disminuciones considerables
en la magnitud de los ingresos:
"La huelga se produce en la provincia de Chimborazo
por salarios no pagados . . . . Con doscientos i¡rdios les
abríamos el conflicto colectivo; ahl ponlarnos un poco
de pedimentos y los trabajadores adquirlan derechos a
cambio de salarios no pagados. A cambio de sala¡ios
adquirfamos la hacienda. Asf fueron adquiridas todasrr
(Entrevista BAZANTES, Enrique, 1980 ).

33
Ahora bien, las características que adopta er confricto
traen impllcítamente una contradicción porque a ra par que ra
lucha salarial resquebraja la estructura autoreproductiva'de la
hacienda (ya que contar con un fondo de salarios estable supone
racionalizar el uso de la fuerza de trabajo), imposibilita la ruptura
con dicha estructura precapitalista (los campesinos se resisten
a alterar su esquema reproductivo anterior).

Un ejemplo de lo dicho lo encontramos en la hacienda


Totorillas Pasniag. A partir de 194r que el dueño empezó a admi-
nistrar los dos predíos
-el uno por compra, el otro por herenc¡a
de su esposa- los campesinos presentaron un priego de peticio-
nes en el que demandaban el pago de salarios adeudados por el
dueño anterior durante muchos años. En un primer momento el
terrateniente no supo qué hacer pero posteriormente decidió
transformar las relaciones de producción, introduciendo el siste-
ma de salarios, Los campesinos reaccionaron firmemente ante
tal medida y se negaron a aceptarla en los siguientes términos:

"No, nosotros somoE huasipungueros, no somos jorna-


leros. No queremos esa plata!" (Enhevista THUif DE
KOOS, Pablo, 1980).

En realidad se oponlan a abandonar su estrategia pro_


ductiva lo que confirma su persistente negativa u a.rpbi en di-
nero el monto de salarios adeudados y su interés porque el dueño
solucione la demanda con el aumento de las tierras dbl huasipun-
go.

El terrateniente, a pesar de que tuvo que aceptar la im-


posibilidad de la transformación, se opuso tenazmente a trocar
el dinero adeudado por aumento de derechos sobre la tierrá de la
hacienda. Asl, tuvo que acudir a la Inspección del Trabajo en
donde depositaba regularmente el monto correspondiente a los
jornales. Por si esto fuera poco, suscribió además un contrato
a través del cual los campesinos se comprometfan a abonar los
terrenos de la hacienda con la majada de su ganado ovino, por el
pago del uso del pasto de aquellos animales que rebasaban el
número establecido por ley.
Este caso resulta muy ilustrativo para objetivizar la con-
tradicción de la que hablábamos. por un lado tenémos a los cam-

t1
pesinos que sufren la explotación del terrateniente al entregar
diarian,lnte su sobre-trabajo a la hacienda y que deciden enfren-
tar los riesgos de una demanda salarial poniendo en entredicho la
integridad de la estructura del poder terrateniente (25). Esta
demanda, sin embargo, t¡en€ sus lfmites en tanto no cuest¡ona
la persistencia del sistema precapitalista de hacienda, y, antes
bien, lo fortalece. Los campesinos han estructurado una forma
de reproducción biológica V social que se expresa en las caracte-
rlsticas de su economfa y que se halla indisolublemente art¡cula-
da alahacienda. Por ello y porque aún no visualizan su derecho
a cuest¡onar el monopolio territorial, se res¡sten a proletarizarse
aunque, formalmente,lalucha aparezca como una lucha prole-
ta ria.

Por otro lado, el terrateniente intuye el peligro pero


no lo puede evitar. En realidad lo que él quiere es mantener la
sumisión y la dependencia de la fuerza de trabajo a la hacienda
pero limitando al máximo los derechos de los campesinos. En
ese sentido desearfa combinar el despojo de los medios de pro-
ducción, propio del capitalismo, con la sujeción servil, propia
de modos de producción precapitalistas. Y en parte lo logra du-
rante algún tiempo en relación a la población laboral interna
a la hacienda, hasta que las contradicciones que genera esta do-
ble f igura frente a los campesinos termina por destruirlo, como lo
veremos más adelante.

En general, sin embargo, los conflictos se resuelven en


términos de acceso a recursos; en un primer momento ésto resul-
ta factible porque la hacienda dispone de suficiente cant¡dad
de tierra y el terrateniente carece del dinero para aumentar el
capital variable en proporción al número muchas veces consid*
rable de huasipungueros.

La hacienda Galte resuelve asf las frecuentes demandas


que plantean los campesinos, no porque el dueño sea particular-
mente afecto a la relación precapitalista sino por la imposibilidad
de transformarla. En dicha hacienda el elevado número de huasi-
pungueros, su precariedad en términos de condiciones de vida,
la extensión de tierra disponible, las condiciones ecológicas de
la zona y la organización y lucha de los campesinos impide que
en el uso de la fuerza de trabajo. Los campesinos pre-
ef iciencia
sionan por mejores salarios pero el terfateniente no puede mante'
ner una poblaciÓn laboral tan numerosa si no es a través del pago
con recursos de la hacienda.

En otras palabras, la lucha campesina por mejorar las


condiciones de su reproducciÓn supone táticas de presión que
ponen en peligro la renta del terrateniente. La paralización del
trabajo, la limitaciÓn del ingreso de fuerza de trabajo extraña al
predio, etc. impelen al terrateniente a tratar de cambiar su estra-
tegia; sin embargo, los campesinos se niegan al desPojc y con
ello inviabilizan la transformación de las relaciones sociales:

"El señor Víctor Manuel DAVALOS, propietario de la ha'


cienda Sablog Grande, manifestó que la intranquilidad
reinante en esa zona obedece a la instigación comunista'
Diio que ha pagado los iornales a los diez indios de la
hacienda hasta 1968, no habiendo hedro posteriormente
nuevot pagosr por cuanto LOS INDIGENAS HAN
ABANDONADO LA PROPIEDAD, NO HABIENDOSE
PODIDO SEMBRAR NADA Y PEOR COSECHAR. Es
tan gtave la eituación en zu haciendq dlio, gue inclusi'
ve individuoE que nada tienen que ver con ella se han to'
mado por asalto algunos terrenos y los aprovechan como
si fueran propios" (EL COMERCIO, 1961: 12 de
febrero; mayúsculas nuestras).

El aumento del capital variable por parte del terratenien-


te supone, entre otras cosas, eficiencia y selección de la fuerza
de trabajo. Esto no resulta posible dada la estructuración de las
relaciones de producciÓn. Se acentúa, entonces, la tensión entre
demandas canrpesinas y expectativas de producción de la clase
que se resuelven transitoriamente por la vfa de afianzar el esque-
ma de reproducción de la fuerza de trabajo campesina (26).

Llegando al extremo, la deuda por salarios es un factor


de disolución total de la hacienda, atln en aquellos casos en que
los planes de producción tienden a su capitalización (271.

En otro lugar, cabe considerar que la presiÓn reinvindi-


cativa expllcita y muchas veces violenta, no es la única vía de


expresión utilizada por el campesino para conquistar derechos
sobre :as tierras del terrateniente. Existen mecanismos muchas
veces sutiles y sobre todo pacfficos a través de los cuales los
campesinos van socavando las bases estructurales de la hacienda
precapitalista. Para referirnos a uno de ellos, mencionemos el
mecanismo aquel de extensión arbitraria de tierras anexas a los
huasipungos que acusa caracterfsticas de verdaderas tomas de
los terrenos hacendales, muchas veces los mejores y con excelen-
te ubicación respecto al resto de la unidad predial.

La recuperación de las tierras de hacienda es una carac-


terfstica inherente a la economla familiar del campesino y por
ello es consuetudinaria y en muchos casos irrefrenable., El ex-
dueño de la hacienda Totorillas nos cuenta, por ejemplo, el
interés que mostraba el campesino por recibir su huasipungo en
un lugar solitario -generalmente las lomas- desde donde podía
extender sus fronteras por los cuatro costados.

Esta pecul¡aridad calificada como arbitraria es tolerada


en un régimen en donde el aprovechamiento extensivo del suelo
es función de la cantidad de fuerza de trabajo de la que se dispon-
ga, por un lado; y, por otro, en donde se remunere tdcitamente
a dicha fuerza de trabajo por la vla del aumento de derechos.
Sin embargo, resulta anti-económica cuando se ha elevado el
monto de capital variable y la composición orgánica del capital,
porque estimula el desinterés del campesino por el trabajo en la
hacienda, en la medida que sus recursos propios aumentaq,.y
reduce relativamenteel área de producciÓn del predio.

Ahora bien. hay casos en que el proceso aunque indesea-


do, es inevitable principalmente por la magnitud cuant¡tativa de
la población campesina que imposibilita el aumento del capital
variable bajo el mismo régimen de reclutamiento masivo de fuer-
za de trabajo.

En el caso de la hacienda Totorillas, la presiÓn salarialy


las caracterlsticas del asedio interno por la vla del ensanchamien-
to de los huasipungos, obliga al terrateniente a limitar el número
de huasipungueros a lo estrictamente necesario y reducir sus
derechos a niveles de explotación superiores a los experimenta-
dos en otros predios; decimos esto porque los bajlsimos niveles

37
de remuneración existentes en la década de los años cuarenta ya
no pueden compensarse con una mayor libertad para acceder
a los pastos de la hacienda o a la tierra laborable.

El nuevo mecanismo transicional combina, como ya


lo mencionamos, el despojo brutar de ros medios de
óroducc¡on
con la zujeción servil del campesino a la haciendr, p.uprrii¿noolo
y empeorando considerablemente sus condiciones
de vida.

En este sentido, ra rucha de ros campesinos adorece de


una ambigüedad: aunque pretende consoridai su estrategia pro-
ductiva, induce inevitablemente a la proletarización (ó sem¡_
proletarización). En efecto, al incrementar su nivel de presión
reivind.icativa,. exprlcita, en ra perspectiva de arcanzar
melores
condiciones de reproducción, er campesino reduce progresiva-
mente el flujo de renta. Esto pone de manifiesto ras r¡m¡táciones
de las relaciones precapitalistas de producción e induce i-tue et
terrateniente intente buscar una solución que generalmente tiene
que ver con la expulsión sistemática de la población excedente,
la misma que se ve obligada a vender su fuerza de trabajo fuera
del predio y aún del medio rural.

conforme las demandas se regurarizan esto parece ocu-


rrir. Es el caso de la familia cordovez--Dávalos dueña de las ha-
ciendas columbe Grande y chacaza, la primera de las cuales fue
escenario -durante el año 1961- de un violento reclamo campe_
sine ps¡ el pago de salarios adeudados. como respuesta posier¡or,
los terratenientes entregaron ros huasipungos de la hacienda cha-
aza el año 1962 "mediante una liquidaó¡ón hecha a gusto de
los dueños . . . sin haber cumplido con las demás indemni-zaciones
a las cuales los campesinos tenlan derecho,' (lERAC, Archivo
de Tierras, Quito).

En otras oportunidades ra situación no se resuerve con


tanta facilidad. A veces el terrateniente se ve imposibilitado de
evitar la resistencia campesina a la proletarización, tal como lo
veremos a continuación.

La hacienda Tiocajas, patrimonio de los hermanos


Dávalos Valdiviezo, mantuvo durante largo tiempo el esquenra
autorreproductivo hacendal lo que favoreció el crecimiento indis-

3t
cr¡minado de la población campesina a su interior, no sólo en
términos del número de huasipungueros sino en términos de
apropiación de tierras de la hacienda:

"Era diffcil el control porque en aquel entonces yo es-


taba en la Contraloría General de la Naciiln y con esa
idea de que lr hacienda r¡alfa más mientras mayor es el
nrlmero de trabqiadoreE -Irorgue se creía que el trabaja-
dor evitaba la inver¡ión en maguinaria y que se hacfa
lo misuro con br¡zos que lo que se hacía con máquinas
que costaban mucho máe- se les permitió que aumenterr
los terrenos, para asf tenerlos tranquilos" (Entrevista
DAVAIÍ)S, Gonzalo, 1980) (28).

En aquel tiempo esto era posible porque habfa suf icien-


te cantidad de tierra disponible y el flujo de renta se mantenía
estable debido al aumento de la demanda de productos por parte
de la Costa, cuyo principal abastecedor era la provincia de Chim-
borazo.

En efecto, alrededor de las primeras décadas del presen-


te siglo el único vfnculo de unión Sierra-Costa era el ferrocarril
que atravezaba, en la mitad delcamino hacia la Capital, la provin-
cia mencionada.

Esto, unido a las dif icultades para ampliar la frontera


agrlcola de ciertos productos dadas las condiciones rentistas
en las que se movía la hacienda, favorecen el aumento extensivista
de la producción mediante la utilización masiva de fuerza de traba-
jo servil (29).
Posteriormente, cuando la infraestructura vial diversifi-
ca las opciones de abastecimiento para la Ccta y la inversión
se vuelre cada vez más necesaria, al menos para determinados
momentos del proceso de trabajo, la tensión entre campesinos
y terraten¡entes empieza a ponerse en evidencia.

Las soluciones, sin embargo, no logran alterar el patrón


l¡nicial de reproducción en la mediáa que lJdemanda campesina
ha.rebasado las posibilidades de que ello ocurra.

Resulta imposible renovar las relaciones de prociucción

39
a través de la creación de un fondo de salarios mientras persista
un elevado número de población campesina articulada a las ha-
crendas. Por otro lado, las exigencias campesinas por la restitu-
ción de jornales devengados obligan a seguir entregando derechos
a cambio de dinero lo cual antes que solucionar, dificulta aún
más la transformación.

En estas circunstancias, todo ¡ntento por invertir y capt-


talizarse resulta imposible debido a que las masas campesinas
exigen pagar su renta en trabajo como medio de legitimar su pre-
sencia en la hacienda I

"Habfa exceso (de mano de obra) . . . A nosotros no nos


fue beneficiosa la inversión en maquinaria porque no
podlamos tampoco dejar de hacer trabaja¡ a la gente.
Entonces teníamos el gasto de la maquinaria y el de la
gente . . . En la hacienda tenía 280 trabajadores perma-
nentes. No necesitaba tantos pero habfa que hacerles
trabajar ponlue si no lo hacía, por atrí me venía la difi-
cultad . . ." (Entrevista DAVALOS, Gonzalo, 1g80).

En general, sin embargo, estas formas en que se expresa


la lucha de clases crean, a su vez, mecanismos de control que pro-
gresivamente pasan de la represión al ejercicio abierto de ia vio-
lencia, ya sea a través de los órganos especializados del Estado
capitalista -ejército, policla- o ya mediante la creación de un
aparato armado propio de la clase terrateniente
-bandas de ase-
sinos a sueldo, acciones represivas de determinados funcionarios-
(30). Esto contrarresta la acción de los campesinos y permite a la
clase terrateniente resistir por algún tiempo más su transforma-
ción. Sin embargo, resulta innegable la importancia decisiva que
adqu iere el asedio campesino durante estos años; ased io que obli-
ga a determinados sectores de terratenientes a optar por una es-
trategia de transición poniendo de manifiesto el principio del f in
del esquema precapital ista.

Tlansición precapitalista.-

Tal como af irma MURMIS (31), noexiste una correlación


necesaria entre respuesta terrateniente frente a determinados es-

.O
tfmulos de mercado y transformaciÓn de las relaciones de pro-
ducción/ desarrollo de las fuerzas productivas.

Sin excluir las respuestas que pueden darse frente a va-


riaciones significativas en los niveles de la demanda, creemos que
el problema es más complejo y pasa por el análisis de la consisten-
cia interna de la forma de producción hacendal;vale decir, por la
correlación de fuerzas existente en determinado momento que
presione o, por el contrario, fortalezca la estructura precapitalista
de auto-reproducciÓn de la hacienda.

En efecto, ex¡ste alguna evidencia empfrica para la pro-


vincia de Chimborazo que nos permitirfa afirmar que el estímulo
de mercado no se constituye alll en elemento dinamizador de una
respuesta terrateniente que correlativamente cambie las relacro-
nes de producción vigentes. Numerosos testimonios y el hecho de
ser la provincia que con más persistencia mantuvo las caracterfsti-
cas precapitalistas en el agro, apuntan a señalar que la clase terra-
teniente no zufre un resquebrajamiento significativo durante los
años en que el comercio con la Costa fortaleció la capacidád pro-
ductiva de la hacienda (32) (Cuadros Nos. 10, 11,12y 13).
Las expectativas fruto del aumento de la demanda en-
contraron una respuesta terrateniente perfectamente enmarcada
en las modalidades de producción y estructuración de la hacienda
precapitalista. Al
parecer ésta, en términos generales, mantuvo
-con probable inversión en medios de
sus características rentistas
producción auxiliares tales como semillas y fertilizantes- hasta
algunos años más tarde.

Ahora bien, aunque las presiones del mercado no genera-


lizaron el intento de la clase terrateniente por transformarse, es
posible que hayan incidido en la constitución tendencial de frac-
ciones emergentes cuyos alcances transformadores se redujeron,
sin embargo, a estimular ciertos cambios a nivel del proceso de
trabajo que no afectaron los rasgos esenciales de la base precapi-
talista de la hacienda (32).

En efecto, las caracterfsticas que adopta este incipie?prrrrr, \


AB|;".1;T:IACWI
,, .r
\,
\,___ j l,
proceso -aunque conducen progresivamente a un cambio de ló-
gica en el funcionamiento- no generan en un principio contradic-
ciones antagónicas con las relaciones de producción existentes
(33). En este momento trans¡cional el objetivo fundamenut del
proceso de transformación es el mejoramiento de la calidad de la
producción y el aumento del rendimiento, lo cual perfectamen-
te puede darse sobre la base del proceso laboral preexistente
(34), cuyas ventajas -costo menor de reproducción de la fuerza
de trabajo y fertilización casi gratuita (35) -+on aprovechadas
al máximo mientras la estrategia de inversión es todavla limita-
da.

En el Cuadro No. 14 podemos advertir lo afirmado


anteriormente. Allí se evidencia con toda claridad que en aquellas
provincias como la de Chimborazo en donde las dificultades para
la penetración del capital son mayores, el costo de producción
de determinados productos resulta menor lo cual, indudable-
mente, debe incidir en la reducción significativa del interés por la
transformación.

En otro lugar, al terraten¡ente le resulta bastante dif lcil


prescindir totalmente de las relaciones precapitalistas por dos
razones adicionales: las condiciones ecológicas y la resistencia de
los campesinos al desalojo, mencionada ya en páginas anteriores.

La provincia tiene, en su conjunto, serias desventajas de


orden natural que dificultan -por la magnitud de la inversión que
supone - la tecnificación del proceso de producción. Topograf la
irregular, terreno arenoso proclive a la erosión, abundantes pára-
mos, hacen sumamente complicado prescindir de contingentes im-
portantes de fuerza de trabajo, máxime si se mantiene una estra-
tegia de producción mixta, como parece ocurrir con frecuencia,
sobre áreas territoriales monopólicas. En el caso de la hacienda
Totorillas -el más significativo para ejemplificar la etapa transi-
cional de la zona- las caracterlsticas irregulares del terreno redu-
cen signif icativamente el uso de maquinaria; la misma que se ut¡li-
za solamente para arar y rastrar la tierra (36);en ese sent¡do y da-
da la extensión del predio, la disponibilidad de abundante cant¡-
dad de brazos resulta imprescindible para llevar adelante los pla-
nes productivos.

a2
Ahora bien, en argunos casos ros terrateriertes tienden a
especializarse en la producción ganadera a consecuencra de lo
cual se produce un desplazamiento paulatino de las funciones de
los campesinos en la perspectiva de limitar el número de huasi-
pungueros. El caso extremo es la hacienda Guaillabamba la mis-
ma que elimina a través de los años las relaciones precapitalistas
(37), por no requerir cantidades muy significativai de flerza de
trabajo. Sin embargo, es un caso fortuito sin ninguna importan-
cia para establecer generalizaciones dado que la gian mayoría, si
no la totalidad de haciendas, adopta una estrategia mixta.

La resistencia campesina
-a la cual hicimos referencia_
es otro elemento clave para la definición de este perlodo de tran-
sición. A los terratenientes les resulta dif lcil, por decir lo menos,
expulsar indiscriminadamente a los huaspingueros y transformar
las. relaciones de producción vigentes (3g); asf, se ven obligados
a incluirlos en su estrategia productiva, aunque en ra medida.
que se pasa de una lógica de renta a un lógica de ganancia capita_
lista los requerimientos de productividad y, por ende. de eficien-
cia en el trabajo resultan cada vez mayores. Al respecto,el ex-te-
rraten¡ente de la hacienda Tiocajas nos deja entrever que las
caracterlsticas de la relación precapitalista impiden la racionali_
zac.ió.n de la fuerza de trabajo huasipunguera, tal que permita
satisfacer las expectativas productivas de la hacienda. Asf, duran-
te perfodos de cosecha, por ejemplo, los campesinos procuran
recoger la menor cantidad de producto posible, a fin de benefi-
ciar a su familia que viene detrás recuperando el sobrante (3g).

Sin embargo, aunque los volúmenes de producción ha_


cendataria generalmente sufren mermas importantes por en_
de, la renta apropiada- los dueños no pueden optar -y, por otraal-
terna|va en la medida que los campesinos exigen trabajo, como
ya lo vimos, o impiden el ingreso de trabajadores foráneos (40).

En aquellos lugares en donde se opta por restringir la


cantidad de fuerza de trabajo servil se desarrollan, en su l-ugar,
formas de producción que pretenden controrar a ros campesinos
libres a través de su adscripción a la hacienda por el uso de recur-
sos, especialmente páramos (41). De esa manera, aprovechan las
rentas diferenciales de la tierra laborable que hubiesen entrega-
do en huasipungo, a ra par que mantienen el contror sobre ra

4t
fuerza de trabajo que requieren regularmente para grandes exten-
siones de tierra (42). Esto, de todas maneras, supone un aumento
apreciable de capital variable y estimula la selecciÓn paulatina
de mano de obra. Asl, se limita poco a poco la entrega de racio-
nes de tierra a aquellos campesinos cuya eficiencia productiw
amerita dicha concesión y, por otro lado, se reducen progresiva-
mente las zuperficies de tierra regularmente entregadas.

Para terminar, cabe recalcar que conforme las tensiones


interclase se agudizan, a los terratenientes se les hace cada vez
más necesario prescindir del vfnculo precapitalista dado que el
mismo puede poner en peligro el flujo de ingresos: boicot a la
producción, prohibición de ingreso de fuerza de trabajo al predio,
etc. (43). A zu vez, resulta bastante complicado romper el víncu-
lo en la medida que la nueva estrategia de transición terratenien-
te conserva como rasgo esencial la apropiación monopÓlica del
territorio, poniendo en peligro el sistema de reproducciÓn campe-
sino. Ocurre, entonces, un agudizamiento de las contradicciones
que permite un margen adicional de supervivencia del esquema
precapitalista.

Durante las décadas 1940-1960, entonces, aún domina


la escena económica y política la clase terrateniente precapitalis-
ta; sin embargo de ello, la presencia de una serie de factores, en-
tre los que s6bresale el asedio campesino oblign a fracciones
emergentes de la clase a optar por una vla de transición que, en
principio, ret¡ene dos elementos Msicos de la estructura anterior:
el monopolio territorial y las relaciones precapitalistas.

u
CUADRO No. 1

EFECTIVO DE LAS PRINCIPALES ESPECIES DE GANADO


EN LA PROVINCIA DE CHIMBORAZO Y SU UBICACION EN
RELACION CON OTRAS PROVINCIAS

1 941

Ganado Número Ubicación en relación otras prov

Ovino 400.000 Primero


Vacuno 65.000 Ouinto
Porcino 45.000 Ouinto
Mular 1.700 Sexto
Asnal 1.800 Sexto
Caprino 1.700 Sexto
Caballar 2.700 Octavo

FUENTE: Ecuador en Cifras. Dirección Nacional de


Estad ísticas . 1938-1942.
ELABORACION: Paola Sylva.

CUADRO No. 2

RELACION PORCENTUAL DE LA CANTIDAD DE


GANADO OVINO EN CINCO HACIENDAS Y COMUNIDADES
DE LA PROVINCIA DE CHIMBORAZO

Hacienda o/o Ovinos o/o ovinos


Terratenientes campesinos

Galte
Pasniac lq.gq oto
tn Z',2
Totorillas 19.35 o/o 80.65 o/o
Guaillabamba 100 olo
Bisñag 100 olo

FUENTE: OUITO. IERAC. Archivo de Tierra, s.d.


ELABORACION: Paola Sylva.
1S
CUADRO No. B

CAPITAL DE LAS INDUSTRIAS REGISTRADAS EN


LA PROVTNCTA DE CHTMBORAZO (193&1942)

Sucres No. olo Capital olo


Sin capital ? 3.3
Hasta mil 33 36.3 23.250,oo 0.70
Hasta cinco mil 27 29.7 75.618,62 2.30
Hastacincuenta mil 20 22.0 3U.897,21 11.78
Hasta doscientos mil 5 5.5 416.896,41 12.76
Hasta quinientos mil 2 20.30
Hasta un millón _2.2. _662.497,91
Más de un millón 1 1.1 1'7U 7(N',05 52.70

TOTAL 91 100.0 3'267 .%6,20 100 0

FUFNTE: pcuador en cifras. Dirección Nacional de Estadísti-


cas, 1938-1942.
ELABORACION: Paota Sytva

a6
CUADRO No.4

COMPOSICION DE LA CLASE TERRATENIENTE


pRovINcIA DE CHTMBORAZO (1 94G1 960)

Familias aristo- Familias emparen- Familias sin paren'


cratas tadas con aristó- tesco con aristócra-
cratas. tas.

Merino Zambrano Logroño


Dávalos Garc ía Zavala
Larrea Vélez Cabezas
Ch iriboga Cordovez Borja
Mancheno Thur de Koos Didonato
León Gallegos Petrilli
Donoso Salem Merino
Vallejo Banderas
Velasco
Arteta
Ponce

FU E NTE: Castillo, 1942; varias entrer¿istas y documentos


E LABORACI ON: Paola Sylva.
CUADRO No.5

CONCENTRACION DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL


FAIVTILHR PROVIÑCIA DE CHIMBORAZO
1940-1960

Familia Número de hectáreas No.


haciendas

Vélez-Guerrero 20.221.72 6
Garc ía- López + 10.000,oo 2
Dávalos-Valdivieso + 6.500,oo 3
Sáenz- R ivadeneira + 4.500,oo 4
GallegosArau jo 20.000,oo 6
Borja 20.000,oo 2
Salem-Gallegos 20.000,oo I

Cordovez-Dávalos -l- 4.000,oo 2

FUENTE: Entrs/istas, Archivo de tierras del IERAC y mono-


graf ías de la provincia.
ELABORACION: Paola Sylva.

¡lB
CUADR0 tUo.6

TERBATENIEÍÚTES OUE SO]II A LA VEZ INDUSTRIALES,


CoMERCIANTES Y ALTOS FUNCIONARIOS DE LA BANCA
PROVINCIAS DE CHIMBORAZO Y BOLIVAR

Industria Comercio Banc¡ Nombre Terrate- Haciend¡


tenients

ElPrado Carlos
Cordo,¡ez

Telidos de Alfredo Talahua


Cabuya Cordovez y Macajf

Cerámica Pablo E.
Nacional Chiriboga

Embutidos Carlos Rhor Guangopud

La Alemana Hnos. Dávalos Tiocajas,


y Cervecería Valdivieso Atapo
Aleman a Laime

Molinos Rhor Cornelio Llinllín


Dávalos

ndustrias
I Dávalos Hnos. Tiocajas,
Unidas etc.

San Rafael Gallegos Banco Gallegos y El Carmen


y Cía. Central Cía.
1930142

El Fénix Santos Cabezas Galte

Corporaciór Espinoza-Meri-
Nacional de no y Cía.
Comercio Daniel Galleg,os

.l
FUENTE: Castillo, 94ll; Archit'()';, enlr('v¡sl¿s' etc.
ELABORACI6\l' P¿¡¡1.¡ S¡ lr.r
CUADR0 f[o. 7

VIITICUTACION TERRATENIENTE CON EL APARATO POLITICO


Y ESTATAT CEtt¡TRAt

FUNCt0tl ]IIOMBBE PROCEDENCIA


(Aparato estatal y/o
politico)

Vice-presidencia Rep ú-
blica Alfredo Chiriboga pertenece a flias. terra_
ten ientes.
candidato presidencia Ruperto Alarcón F. Director partido con-
de laRepública seryador
Pre-candidato Presi- Fausto Cordovez Ch. Terrateniente
dencia de la Repüblica
Director Parüdo Liberal Pedro Jose Arteta Terrateniente
Jefe Nacional de Abraham Romero Vincurado a los terrate-
ARNE Ca1rera nientes
Diputados provinciales Gonzalo Dávalos Terrateniente
Abraham Romero C. Vinculados a los
Dr. josó V. Ortuño terratenientes

FUENTE : Archivo Palacio Legislativo


Monograf ia Casrillo, 1964
Ent¡evistas, etc.
ELABORACION : Paola Sytva

t0
GUADRo trto.8

CONTROL TERRATENIENTE DEL APARATO POLITICO/


ADMINISTRATIVO DE LA PROVINCIA DE CHIMBORAZO
(Año 1961)

FUNCION NOMBBE PROCEDENCIA

Gobernación Arístides Gallegos Terrateniente


Presidencia Conse-
b Provincial Adriano Brivio Terrateniente
lefe Civil de la Carlos Zambrano M. Terrateniente
Provincia
Intendente Pablo Arturo Herrera D.
Alcalde Bol ívarChiriboga Terrateniente
Centro Agrícola Carlos Arturo León Terrateniente

FUENTE: Varios documentos, entrevistas y Castillo 1.,1964


ELABORACION ; Paola Sylva

3t
CUADRO No. 9

TDNENCIA DE GANADO EN CUANENTA Y SEIS


II\ COMT'NIDAD ATAPI, 8AI\¡TA CRVZ,
TAMIIIAÍ' DE
PABROQUH PALMIRA, CA¡ITION GUAIT|OIS, PROVINCIA
DE CHIMBORAZO

Ovino Forcino Gaball¡r Vacuno

Total de cabezas 5.586 317 87 76


Número máximo de
cabezas por familia 800 't5 8 ?
Número mínimo de
cabezas por familia 13 2 0 ?
Promedio de cabezas
por familia 120.O2 6.89 1.89 1.65

GAÍ{ADO OVIÍÚO SEGUf{ ESTRATOS


(l¡ ml¡n¡ comun¡dad)

ESTRATOS llo. prom. f[o. ovinos Porcent¡is

0- 50 1l 268 4.79 olo


940 't6.82 olo
50 - 100 12
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200 - 300 5 .135
1 2O.31olo
* de30o 2 1.100 19.72 olo

46 5.586 100.oo o/o

FUENTE: FENACLE, Riobamba, s.d.


ELABORACION : Paola Sylva

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CUADRO No. 13

PARTICIPACION RELATIVA
DE LA PROVINCIA DE CHIMBORAZO
RESPECTO AL TOTAL DE PRODUCCION DE LA SIERRA
AñOS lg39-42 y 1946-53

AÑOS CEBADA TRIGO PAPAS MAIZ


olo o/o olo o/o

1939 27,00 12.00 12.50 4.00


1 940 28.00 18.00 10.00 7.00
1941 22.00 14.00 16.00 5.00
1942 2l.00 14.00 16.00 5.00

1946 22.00 15.00 13.50 5.10


't947 22.00 r 5.50 10.00 5.40
1 948 22.00 14.30 11.00 5.40
1949 22.00 r 5.00 13.00 5.60
1 950 23.00 15.00 r 1.00 14,00
1 951 29.00 16.00 22.00 1s.00
1952 30.00 19.00 24.00 1 1.00
1 953 27.0O 21.00

FUENTE: Archivo de la Sección de Estimaciones Agrícolas del Ministerio de


Economra en lnvestigaciones de EstadÍstica Agrícola
(TAMAYO, r956).
Ecuadoren Cifras. Dirección Nacional de Estadísticas, |938-1942.
ELAEORACION : Paola Svlva.
CUADRO No. 14

COSTO PROMEDIO DE PRODUCCION DE UN


QUINTAL DE TRIGO EN
DIFEBENTES PROVINCIAS Y CANTONES DE LA SIERRA
ECUATORIANA: 1962 (en sucres)

Coeúo promedio por quintal

ZONAS DTRECTO (+) . tNDtRECTO ({1) TOTAL

Azuay si. ss.s2 s/. 3e.14 S/ 94.66


Chimborazo:
,,
C. Ríobamba
C. Chunchi y
" 23.90 40.62 @a
,,
Alausí
Bolfvar
"
,,
24.64
31 .07 "
40.79
35.79
L*J
66.85
Cañar " 39.99 " 51.21 91.20
Carchi:
C. Espelo " 39.19 " 34.13 72.31
C. Montúfar y
Tulcán " 33.04 ,, 36.39 ,' 69.43
lmbabura ,, 4'l.gg " 31.04 " 73.03
Cotopaxi ,, 47.69 " 27.17 " 81.75
Loja " 54.59 " 27.17 " 81.7s
Pichincha:
C. Cayambe " 39,79 ,, 40.74 " 90.53
C. Quito ",, 32.49 " 39.14 " 71 .62
C. Mejía 37.99 ,, 4',t.42 " 79.40

FUENTE: EL COMERCIO,1962z febrero 6.

E LABORACION : Paola Sylva

(+) Entre los costos DlREcros se incluye: valor de mareriales y labores,


tales como, semillas, abonos, herbicidas, etc. y arados, rastradas, siem-
bra, abonaduras, riegos, deshierbas, corte, trilla, transporte, etc.

s7
++ I Entre los costos INDIRECTOS tenemos: gastos de mantenimiento, ad-
ministración, arriendo (real o imputado), amort¡zación e íntereses del
capital de explotación.

Como vemos, el cuadro indica que siendo el costo de producción pro-


medio por quintal de trigo de 71 .83 sucres, la provincia de Chimborazo alca¡r'
z¡ el costo mfnimo de producción con 64.42-65.46 sucres el quintal.

3t
NOTAS CAPITULO I

(1) t)OBB, Maurice E¡tudios sobre el desarrollo del capitalismo.


Argentirra, Siglo XXl, 1974, pp.27

l2\ El asedlo es Lrna forrna de lucha carrtpesina -a veces v¡olenta, a veces


pacíf ica- que supone el cercamiento real o f igurado del terratenierrle.
Así, durante un largo periodo el terrateniente se ve impedido de lograr
sus objetivos productivos o de meiorarlos debido a la constante presen'
cia campesina que, de alguna rnanera, t:xige solución a sus probletrlas
reproductivos. Un asedio persisterlte y ca,1a vez nrás conflictivo gene-
ralmente deviene en disolución de la hacienda.

(3) Entendernos por monopolio de la tierra la apropiación privada ,Je las


mejores tierras, de grandes zonas de páramos y de pijst()s nattrrales,
que obliga a los canlpesinos -libres y/o ftuasipungueros' a accecler a
ello¡ a través del ¡istema de hacienda:

"Se estima que la lglesia, la Asistenc¡a Pública y vernte fa-


milias aristocr¿íticas de Riobamba eran dueñas de más del
80 c¡lo de las tierras cr-rltivables de la provincia" (PRONA-
REG,1979:81)
"Para las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta, 9
hacienclas cubrian 71.500 has. de las l01.208 has que
constituyen todo el cantón (Guamote). . . Si se tiene en
cuenta que además de estas t
haciendas gigantes existían
las 48 y 1 .500
43 traciendas nlás . . . que f ltrcttrabarr entre
has., es lógico comprender qtte el recurso tierra estaba ne-
gacio casi en su totalidad a los campesinos" (GANGOTE
NA, 1980: 53-54)

(4) La yanapa es un forma de trabajo que supone la obligación de entregar


deterrninado número de jornadas gratuitas a la hacienda por el dere-
cho a acceder a ciertos recursos de la misma vgr. pastos, leña, agua,
etc.

El sitiaje es otra forma de trabaio similar a laanterior pero se restr¡ri'


ge al uso de páramos para deterrttinado número de cabezas de ganado
(mavor o menor) del rebaño cantpesino.

(5) La hacienda fertilizaba sus carnpos en forrna natural Lrtilizando para


ello el abono orgánico del ganado ovino, el misnro que provenia, ert
un signif icativo porceritaic, del rebaño carn¡resino.

tt
(6) " . . . antes todo lo que no sembraba la hacienda -{ue era la mitad-
tenían para pastar los indios; tanto los que ganaban jornal como los
huasipungueros" (Entrevista GALLEGOS V., Arrltides, 1980)

(7\ Para una explicación más detallada respecto a la reproducción amplia-


da de la hacienda consultar: GUERRERO, Andrés, 1915 52.

(8) Ver una presentación bastante completa de la forma huasipungo de


trabajo en GUERRERO, Andrés, 1965: l2 y SS.

(9) Los yanaperos y sitiajeros, entre otros, entregaban dos o más d r'as de
trabajo a la semana por su derechc¡ a acceder al pasto -jeneralmente
páramo- de la hacienda. Existen muchos ejemplos en nuestra investi-
gación de la forma como las comunidades libres se supeditaban a los
requerimientos productivos de la hacienda.

Por otro lado, según GANGOTE NA, las comun idades sem i- independ ien-
tes proveían de fuerza de trabajo a las haciendas en aproximadamen-
te un 30 o/o de sus necesidades (GAI{GOTENA. 1980)

(10) Los huasipungueros de la hacienda Chacaza declaran t¡ue durante toda


su vida de trabajo en la hacienda, nunca han recibido pagos de jornal
alguno por sus servicios (lE RAC, Archivo de Tierra¡, Ouito).

Los campesinos, ex-huasipungueros de la hacienda Magna, dicen haber


recibido en especie por liquidación anual de cuentas. A fin de año recr-
bian. un quintal de granos y la sentencia del patrón: ,,Esto es suficien-
te para que te mantengas" (Entrevista MAG, 1976).

(11) De nuestros datos de campo podemos colegir quc este sistema fue el
predominante y que reportaba una serie de ventajas al terrateniente;
entre otras, el adelanto de dinero en efectivo y la organización de la
cosecha.

(121 El sistema de arrendamiento ha sido poco estudiado en nuestro país,


pero de acuerdo a las referencias de que disponemos parece no ser tan
esporádico como se podrfa creer.
(13) El problema dedeterrninar qué es clase terrateniente, a qué modo de
producción corresponde y hasta dónde puede hablarse de tal cuando
ha penetrado el capitalismo en la agricultura, resulta harto complejo y
no intentaremos aqui profundizar mucho sobre el tema. Simplernente
deseamos mencionar que estamos de acuerdo con las observacrones
que Guillermo FLICHMANN (1977: 18-19) hacealrespecto cuandodi-
ce que la tierra no puede considerarse capital porque noesun bien pro-
ducido; por lo tanto, aunque actualmente el terrateniente y el capita-
l¡sta se confundan en un mismo sujeto social, no debemos olvidar
que, mientras exista propiedad privada sobre porciones del planeta,
existirá la renta del suelo, en tanto ganancia extraordinaria, capital¡s-

|n
ta; y, por ende, la clase terrateniente. Podemos hablar Lle burgtresia-te-
rrateniente ya que el segundo término indica que el nuevo capitalista
que emerge en el campo, además de percibir una ganancia, se apropia
de aquella parte d€l trabajo social que corresponde al derecho de usar
en forma productiva un medio de producción no producido, escaso y
monopolizable.

(14) Las plantaciones e ingenios costeros lograron nutrirse de fuerza labo-


ral no precisamente proveniente de aquellos campesinos atados servil-
mente a la hacienda, sino de aquellos sectores de campesinos libres V
comuneros cuyas relaciones con el sistema de hacienda eran más bien
secundarias para dicho proceso de reproducción.

En otro lugar, la ap€rtura del mercado interno alimentario costeño in-


centivó la expansión de la producción hacendaria la misma que, man-
teniendo sus esquemas productivos tradicionales, operó via la sobreex-
plotación de las maas campesinas.

(15) Usamos el término elit¡sta en el sentido que le da Rafael QUINTERO


cuando habla de que la clase terrateniente serrana tiene "una determi-
nada concepción de la polltica en que se entrelazan el racismo: sólo
acceden a la acción y comprensión de la pol rtica quienes pertenecen a
la 'raza', los "blancos" y no "los otros" que eran "los indios"; y por
otro lado, el elitismo: sólo pueden acceder a la acción y conrprensión
de la política quienes tienen 'cultura' (OUINTERO, Rafael, 1978:
108).

Cabe recordar, adenÉs, que la provincia de Chinlboraeo fue el asiento


de importantes familias aristocráticas venidas de España cuyo poder
se bascí, desde un principio en el control de inmensos territorios, abun-
dante cantidad de indfgenas y en el comercio de paños y telas con Li-
ma y otros pueblos peruanos.

Julio Castillo JACOME nos dice en su Monograf ía de la provincia que

". en esa época (siglo XVlll), como en ninguna otra


parte de la antigua presidencia de Ouito. se había guarda-
do con asidua religiosidad la pureza de la sangre y la no
bleza del blasón". (CASTILLO, 1%Z62l'.

Un criterio opuesto al presentado lo tiene Hugo BURGOS en su capt


tulo inédito sobre "Historia de las relaciones coloniales".
(16) Al respecto sólo nos referiremos al control y ejercicio directodel po-
der local ya que la influencia real sobre determinadas instancias del
poder nacional y local se prolonga mucho tiempo más.
(17) Ver el artículo de Esperanza PAE.Z sobre la interrelación pueblo-ha-
cienda en Revista de la Universidad Católica, No. 25, abril 1980.

ól
(18) "El término "gamonalismo" -dica MARIATEGUI- no designa sÓlo
u na categor ía social y económ ica: lade los latif u nd istaso grandes propie-
no está
tarios agrarios. Designa todo un fenómeno' El gamonalismo
comprende
iápr.r.n"t.¿o sólo pór los gamonales.propiamente dichos. parásitos'
una larga ierarquía de funóionarios, intermediarios' agentes' prolria ra-
e r'ínóio attáo"to se transforma en un explotado¡
de su
"t..
za porque se pone al servicio del gamonalisrno El factor central del
la hegemonia de la gran propiecla! tey{alen la po-
fenómeno es ¡e-m!
lítica y un et mecaíismo del Estado" (MARIATEGUI' J C Sierr: En
pp 3J\'Ltra'
sayossobretarealidadperuana. Lima r.lrl Amarrta' 1969'
do por GUERRERO, Andrés, 1975
|.oInteresanleCjeIacitaanter¡orestrIr)aenqUeMariátegui'p|arrteaeI
hechomuyciertodeque|atierra_articuIadaarelactonesCJe[)root]C.
ciónprecapitaIistas-espoder.MientraseIterrater}ief)tesr-ñletealos
campesinos,aIapob|aciónurbana,a|atlurocraciaestataIregionaIasu
de eiercitar
doniinación, pone en eviclencia lo qtre sería una forrrra
ese

poder:elgamonaIisrrro,GarnonaIisrno(|Ueconstittlyetodotlrlsistema
politicas pero que tiene
iomote¡o áe relaciones econónlicas, sociales y
como e¡e central la presencia del terrateniente
Riobamba'
(19) Documento oel Centro AgrÍcola clel Cantón Riobamba'
mecanograf iado, 1972.
grandes
(20) La lglesia es, en la provincia cle Chimborazo' urla de las nlás
terratientes. Sólo dos haciendas de la Curia -7-ula
y Monias ('orrall
Tepeyac - sumaban 23.000 has' aproximadatrtcr tltr
prr¡pietario de la lra-
Además, para 194-/ el Colegio San Felipe Neri es
ciendaMolobog-ylaig|esiaParroQuia|cjeChunchide|ahaciendaCa-
llanga.

|21\Apartirdelg3SseirrstituciorraIizanIasIur:hascampesinascotl|aex.
pedición del Código del Trabaio. Ver IBARRA, 1980'
(lue
rrrra {Jran firavur (rc
(221 De los datos de investigaciórr se despren(le
r¿r

famiIiascampesinas,duranteIosprinrerosañostjeIadécar]adeIcest)|l
Un eierrt¡'l¡l ¿¡
ta, tenían un mínimo de 30 cabeeas de ganado ovino'
(Cuadro No' 9)'
respecto es la comuniclad Atapi-Santa Cruz

\23\Esteplantearnientoir.tcluyesc-'loaloscarnpesinossujetosporrelacto-
jornales esta-
r)es precapitalistas a la hacierrrla y a quienes se adeudaba
blecidos por ley. Por ello no sc tolna en cLlenta los litigios Por c1eslrej1l
IBA'
de tierras que lievan a cabo comunidades libres. Al respectover:
RR,A. Hernán, 1980: 54-55

(241 Recordemos que la familia del nuasrpunguero incluye no sólo


el nú-
ientes sino también par ientes, apegados, arr¡ ma-
cleo cónyugesTdescend
clos,amlgos,queelevancc¡nsiderablementeelnúnlerodemiembros
(Al respecto ver GUERRERO, Andrés, 1975: 16 y ss )

62
Según Jorge MACIAS, "los peones sueltos forman una gran mayoria en
-l sindicato campesino . AsÍ misrno las rnujeres tanto en la or-
ganización del sindicato como en las resoluciones de éste cuando ya
está estructurado, son las más decididas y las que empu.jan el movi-
rniento. La reivindicación o aspirac¡ón de los sueltos es convertirse
en huasipungueros, arrendatarios o partidarios " (CIDA, 1965.
pp.92).

Esta cita conf irma plenamente nuestro plantearnientr¡ en el senttoo Oe


que la lucha no es sólo del campesino sino de tc¡da la familia
-de ahi
el apoyo de las rntrjeres- por mantener, mejorar o alr;anzar sus condi-
ciones propias de reproducción doméstica

(251. Ln la provincia de Chimborazo las organizaciones sindicales cle carrr¡re-


sinos se hallan virtualrnente proscritas por los patrones V autor¡dades
locales. La tarea de organizar a los trabajadores es act¡vidacl clandesti-
na dado que los patronos les conminan a dejar la organizaciórr o a
abandonar la hacienda. Por ello, "la huelga en el campo asume carác-
ter de verdadera insurrección" (CIDA, 1965, pp. 92-96)

(261 En el estud io que realiza Juan MA RT lN EZ AL lE R sobre los huacchille-


rosde las haciendas de la Sierra central del Perú, se destaca esta proble-
mática. Allí, los administradores y propietarios de las haciendasdesean
cambiar las relaciones de producción, introduciendo relaciones salaria-
les, pero la resistencia de los pastores a la proletarización impide llevar
adelante dicho cambio. (MARTINEZ ALIER, 197b).

(271 "En la provincia de Chimborazo la gente no pagó salarios


y por no pagar, por la falta de capacidad intelectual. de
sentido común, se quedaron sin hacienda. Casi todos los
pliegos de peticiones eran en el mismo sentido: reclaman
do salarios adeudados de tres, cuatro años y en esa épitca
las tierras no val ían tanto como valen ahora. por estos mi-
licos. Entonces, quién está en capacidacJ Je pagar tres,
cuatro millones que debían a los indios? \' pagaban en tie-
rra . . . " (Entrevista BAZANTES, Enrique, 1980).

(28) Según versiones del señor Gonzalo DAVALOS, la hacienda Tiocajaste-


nía originalmente 6.000 hectáreas de las cuales entregaron 4.000 hec_
táreas por conc€pto de huasipungos.

(291 "Esta zona, mientras el ferrocarril era el único contacto


con la Costa, fue la despensa de la Costa ecuatoriana. Los
años que alirnentó a la Costa significaron con posteriori-
dad la pobreza de los suelos. Entregó toda su fert¡ü¡Jaeten .-. .
aquella época . . . La época de bienestar de la pffincia se \f
refiere también a ese período. Del año 193ff a 1950 la \
agricultura dió grandes fortunas " (Entreüista DAVA. \\
LOS, Gonzalo 1980). Cinipn DE
,,i uiIt;RO nn^,,....,-. -
r,c DOCUITIEiliACIC¡
\11
1

AByA .l,At^ J
ji
(30) El21 defebrerode 1961 VELASCO IBARRA, eneseentoncesPresider¡
te de la República, viala a Riobamba para tratar con trabaiadoresv ha-
cendados el problema del levantamiento indfgena ocurrido en la zona
de columbe'-hacienda columbe Grande- los primeros días de ese
mes. Durant€ la audiencia en la Gobernación, el secretario de dicha
institución, Gonzalo Merino, lee un comunicado firmado por,los dl'
rigerit* campesinos de aquella dpoca en el que se decía que "los h8-
cendados han formado una especie de KU-KLUS-KLAN para la re'
presión del movimiento indfgena". (EL COMERCIO, 1961: 2l defe-
brero l.

(31) "Aún el hecho de una vigorosa iniciativa terrateniente no


tiene por qué llevarnos a pensar en una transformación de
las relaciones de producción en el sentido del desarrollo del
capitalismo ni de la producción hacia una tecnificación y
expansión de las fuerzas productivas. En efecto. una res'
puesta terrateniente puede ser precisamente el endureci-
miento de los lazos feudales o un alejamiento de los terra-
tenientes cle las actividades empresarias" (MU RMIS, 1980:
221.

(321 "Del año 1930 a 1950 la agricultura dió grandes fortunas.


Un quintal de papas se cambiaba con un quintal de arroz.
Y teníamos circulante. porque una de las cosas que ha
afectado a la agricultura de la Sierra es la falta de produc-
tos para traer circulante". (Entrevista DAVALOS, Gon-
zalo. 1980).

" . . .la agricultura es una fuente de riqueza que ha pros-


perado notablemente, proporcionando con su productos
buenos capitales a sus propietarios, quierles abandonando
la inercia y la rutina que habÍa en épocas pasadas y valién-
dose de métodos adecuados han meiorado la agricultura
de manera ef¡ciente y proficua" (MALDONADO y BASA-
BE, Rodolfo. Monograffa de la provincia de Chimborazo.
Riobamba, 1 930. pp. 24).

"El ganado vacuno constituye una de las principales fuen-


tes de riqueza . . . Existen magníficos ejemplares muchos
imoortados del exterior. Se han distinguido en este cam-
po (entre otros). . . los hermanos DAVALOS VALDIVIESO
(hacienda Tiocajas). . . , los hermanos GARCIA (haciendas
Chimborazo/Shóbol). . . el señor Santos Leopoldo CABE-
ZAS (hacienda Galte) y otros. . . Algunos agr¡cultores se
dedican . . . a la exportación de carnes preparadas. La in-
dustr¡a ganadera va tomando en estos últimos t¡empos
gran incremento. Se importan y adquieren soberbios ejem-
plares de fina sangre y cruzados, excelentes productores
de lana, leche y pieles. La mantequilla y los quesos fabri-

u
cados €n esta prov¡ncia gozan de gran fama en el mercado
ecuatoriano.

Sin embargo . . . "pocos son los agricultores que han in-


troducido la motorización. Se cree que ésta es demasia-
do costosa, y el gasto que representa su adquisición y
mantenimiento, no s€ relaciona con el aumento de la pro-
ducción" (CASTILLO J., Julio. opcit., pp.219-221

l32l Utilizamos el término fracción para referirnos de algún modo a diver-


sas tendenc¡as productivas que en la primera etapa que analizamos se
van const¡tuyendo por efecto de la penetración del capital en el cam-
po.

No son, sin embargo, fracciones en sentido estricto. Y esto porque:

a) POULANTZAS (1975) habla de conjuntos socialesque no son per-


ceptibles sólo anivel económico sino que están constitufdos tam-
bién por niveles pollticos e ideológicos y son susceptibles de con-
vertirse en fuerzas sociales que se ref lejan en la práctica política.
b) Un elemento constitutivo de las fracciones es aquel que evidencia
la heterogeneidad de la clase y sus divisiones, a part¡r de las cuales
se generan una serie de contradicciones secundarias (CUEVA,I979:
88).
c) Cuando hablamos de fracción capitalista estamos impl ícitamente
aludiendo a una fracción precapitalista o no capitalista, lo cual es
teórica e históricamente inexacto. Por esta razón preferimos refe-
rirnos al conjunto de la clase terrateniente precapitalista y a una o
varias fracciones que se van desprendiendo de ella.

(33) Recordemos que MARX denominó subsunción formal del trabajoenel


capital precisamente a la subsunción de procesos laborales preerirten-
tes en el capital:

"Si en estos procesos de trabaio tradicionales 1ue han


quedado bajo la dirección del capital- se operan modifi-
caciones, las mismas sólo pueden ser consecuenciar pau-
latinas de la previa subsunción de determinados procesos
laborales, tradicionales, en el capital". (MARX. 1974:
55-56, SubraYado nuestrol.

(34) En esta estrategia se restringen inversiones que pueden provenir de la


economr'a campesina con el fin de amortizar la presión de las masas
articulándolas -mejor- al proyecto de transformación. Adoptando
tal actitud se aseguran, de paso, el monopolio sobre la tierra.

Además. para la coyuntura que se considera, el acceso al crédito es


todavía l¡mitado y, aunque se disponga de fondos propios, resulta de

65
tal Inagnitud la inversión requerida para ¡ncorporar a la produccion
zonas anteriorrnente improductivas -por el control monopólico de la
tierra- que resulta indispensable combinar las ventajas de la estructu-
ra anterior con la capitalización de la unidad productiva.

(35) Elcontrol de fuerza de trabajo externa al predio pero ligada a él por


vinculos precapitalistas vgr. uso de recursos, resulta sumamente be-
nef iciosa oara los olanes productivos del terraten¡ente.

En primer ltrgar, los campesinos su jetos a esta forma de trabajo gene-


ralmente ocupan terrenos marginales -no necesarios al predio- y, en
segundo lugar, asegrrrarr la presencia rr:gular, obligatoria y barata de
fuerza de trabajo.

(36) "En la parte traja, claro, era posible mecaniza', pero en la


parte laderosa era irnprescindible la f uerta hurnana. De r.¡-
sar rnaquinaria sería doble trabajo Va que no se puede arar
inciistintamente sino siguiendo la fuerza de gravedad".
(Entrev¡sta THUR DE KOOS, Pablo, 1980).

(3/) "Desde que GANGOTENA la compró (193C46) no habÍan


huasipungueros. Se abastecr'an de mano de obra contratan-
do peones por el diario; jornaleros. En otras haciendas si
había (huasipungueros) . . . pero esta hacienda fue una ex-
cepción, y se debe a que el sistema de trabajo es sólo
ganadería lo cual requiere menos mano de obra. El no en-
tregó huasipungos".
(Entrevista FALCONI, Guillermo, 1 980).

Parece que aquello de que no habían huasipungos no es del todo exac-


to. No los habían para el año 1964 porque GANGOf ENA los liquidó an-
tes, privándoles de fondos de reserva y el usufructo de los servicios.
(lERAC, Archivo de Tierras, Ouito).

(38) "Despedir a un huasipunguero de cualquier forma costaba


más que comprarle el huasipungo, porque tenía derecho a
vacaciones, derecho a indemnización por despido; tenía
años de haber trabajado y el despido a un huasipunguero,
pagado honestamente, costaba más que el valor de la tie-
rra de su huasipungo". (Entrevista CALISTO, Carlos,
1 980).

(39) "En uno de los años hice una siembra en Atapo y Tioca-
ias de 600 quintales de cebada cervecera. Lo hice con el
ánimo de encontrar máquinas para poder cortar la ceba-
da y trillarla con máquinas. Pero me equivoqué, la inclina-
ción del suelo no permitió meter maquinaria. Se me había
calculado el rendimiento de cebada en un 1B por 1. Metí
gente y apenas, sin calcular los impuestos, sclamente to-

6
Inando en consideración rnano de obra, abonos v semillas.
gané 6.000 sucres en 600 hectáreas.

Es desastroso el ernpleo de mano de obra en la recoleccrión


de productos, por ineficaz. El ntejor método son las má.
quinas". (Entrevista DAVALOS, Gonzalo, I gg0).

(40) cuancJo le faltaba nlano de obra en la hacienda Tiocajas era cuando no


le convenía hacer trabaiar a los huasipunguerosen el predio vgr. cose-
chas, esquilas. etc. Para ello trat'a gente experimentada en esos traba_
jos.

"Al últinlo ya protestaban los huasi¡_rungueros y no cieja-


ban entrar lrente de fuera. Querr'an hacer todo ellos v r,r.r
dejaban que entre nadie y les garroteaban',
(Entrevista [)AVAt OS, Gonzalo, 1980).
(41) En la hacienda ocpote de ra familia GALLEGos ARAUJO tenían de
9a 1 t huasipunguerosporque
". . .papá fue del criterio de tener exclusivamente qente cle
trabajo, p()rque el huasipunguero mandaba .l tábajar a
una longuita o longuito porque él se quedaba trabajando
para ellos. Papá, con un criterio militar, querr'a hacer pro-
ducir el jornal que ganaban y entonces no acostumbraba
a tener huasipungueros".
(Entrevista cALLEGOS V., Arístides, .|980).

Sirr embargo, sabernos Fror otras fuentes qlte en esta hacienda aún se
rnantienen relaciones prr:capitalistas (entrega de renta en traba¡o por
acceso a recursos del predio) Totorillas es otro ejernplo al respecto.

(42l- La familia GALLEGOS, mencionada anteriormente, trasladaba fuerza


de trabajo campesina de la hacienda Ocpotea la hacienda Cañiví, tarn-
bién de sti pro¡.iiedad, dado que en esta última no existían htrasiprrn-
gueros.

(43) Durante los prinreros años de la década del sesenta es frecuente escr¡,
char a los terratenientes de la zona quejarse de que los huasipunqlreros
rro han sembrado, o no les han permitido co*char, etc.

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CAPITULO II
RESISTENCIA TERRATENIENTE A LA PERDIDA DE PODER
LOCAL

En el capitulo anterior tratamos de señalar algunos ele-


mentos que nos permiten comprender cómo, entre las décadas cua-
renta y sesenta, la estructura de la hacienda precapitalista provin-
cial comienza a resquebrajarse internamente.

Ahora queremos presentar el contexto político nacional


y local de los años pre-reforma: 1960 - 1964, enmarcadoel deba-
te agrario alrededor de las necesidades del sistema de dominación
en su conjunto; necesidades que obligan a la clase dominante a
moldear una respuesta tendiente a consolidar su legitimidad fren-
te a las clases subordinadas.

No es, entonces, solamente el problema de la racionalidad


económica de una fracción capitalista de la clase terrateniente que
pretende readecuarse a la nueva situación; nisiquiera lo es del todo
la tensión interclase inherente a la estructura de hacienda. Es, en
parte muy importante, la legitimidad del modelo de acumulación
frente a la amenaza de una base social que se extiende también al
espacio urbano. No queremos decir con esto que la presión popu-
lar llegase al punto de desestabilizar el sistema vigente, pero cree-
mos necesario precisar que dicha presión obligó a la clase domi-
nante a replantear los términos de su domirÍaciÓn. Por ello aunque
las exigencias del proceso de acumulación - requerimientos de
fuerza de trabajo y mercado de alimentos - tienen su base de sus-
tentación real, no resultan suficientes para la definrción de un pro-
ceso que se da como resultado de la interrelación indisociable de
instanc ias estructu ra les y su perestru ctu ra les.

Al mismo nivel se sitúan las presiones externas sobre las


alternativas de un nuevo esquema de dominación. El problema da
la revolución cubana y su influencia directa en el resurgimiento r..n
de la lucha popular, no pasa únicamente por la consideración de ''i,,
y
la estrategia económica. A las transnacionales al imperialisr¡eu'rr,¡IAct0N
L,!A -YA[A lit!
69' //
//
\
les interesa poco que hqyan o no terratenientes que exploten a los
ssctores campesinos a través de formas de producción más o me-
nos capitalistas, porgue ello podría no atentar contra su estrategia
de acumulación. A estas fuerzas externas les importa más acabar
con las fuentes de desestabilízación del poder político y, en es¿r me-
dida, no les queda otra salida que apoyar la expedición de una ley
agraria.

Frente a este contexto, la respuesta de la clase terrate-


niente se da a un doble nivel;por un lado, consenso aparente lide-
rado, indudablemente, por una fracción capitalista gue -aunque
no ha cristalizado como tal en la provincia de Chimborazo- se
viene gestando en la Sierra desde los años cincuenta. a partir de
ciertos cambios que aquella realiza en sus unidades de producción:
supresión directa de relaciones precapitalistas, creciente pasaje a
haciendas ganaderas lecheras, etc. (cfr. BARSKY, 1978b), y que, por
eso mismo, le resulta más fácil comprender el momento político
para intentar capitalizarlo a su favor; por otro, estrategia de so-
brevivencia del resto de la clase precapitalista, mayoritaria a nues-
tro modo de ver, que dada la correlación de fuerzas se ve obligada
a aceptar, como derrota, la sanciÓn superestructural --en tanto que
política- de un proc€so irrefrenable al que accede luego de una
larga batalla librada para retardarlo hasta poder readecuarlo a sus
intereses.

Esto pone de manifiesto, además del proceso de transfor-


macióndel Estado, la resistencia de la clase, como tal, a perder la base
de su dominación, al menos en el ámbito local que es donde, para-
lelamente también, se está gestando un nuevo sistema político.

No es solamente el problema del huasipungo lo que se dis-


cute, porque si asf fuera probablemente la base de apoyo terrate-
niente habría aumentado considerablemente. Es el problema de la
propiedad territorial monopólica vinculada estrechamente a las
formas de reproducción de la familia campesina lo que les preocu-
pa, en tanto se resisten a perderla (1). Por ello manipulan hábil-
mente el debate democrático y obligan al resto de sectores de la
clase a adoptar reinvindicaciones maximalistas que les permita ga-
nar tiempo en función de resolver principalmente el problema
campesino. Y aunque la primera ley agraria recoge los distintos in-
tereses de la clase terrateniente, sin embargo son los hechos los que

?a
viabilizan posteriormente la supervivencia de la clase a part¡r de có-
mo ésta resuelva -al menos a nivel local- el conflicto con los cam-
pesinos.

1.- Conserrso político sobre la necesidad de una reforma en


el agro.

El problema de la definición de una alternativa de rrans-


formación para la clase terrateniente no tiene que ver únicamente
con lo que ocurra internamente con ella sino también con la forma
en que se halle articulada al modo de producción prevaleciente en
la sociedad.

Ahora bien, muchas veces se ha afirmado que la clase te-


rrateniente se moderniza par la compulsión que ejerce el modelo
de acumulación en términos de liberar fuerza de trabajo y elevar el
monto de la oferta de alimentos;esto último exigido por la pobla-
ción urbana ligada al proceso de desarrollo del capital (2).

Sin negar totalmente la importancia de estos factores,


creemos que no son suficientes para explicar la problemática tran-
sicional de la clase antes aludida;en primer lugar, porque la misma
estructura precapitalista hacendal tiene como una de sus caracte-
rísticas la permanente expulsión y proletarización de importantes
cont¡ngentes campesinos (3); más aún, aunque no hubiera habido
expulsión, los mismos huasipungueros habrían estado en capacidad
de migrar temporalmente a la Costa durante el período descenden-
te del ciclo agrícola (4). Al respecto basta revisar el fenómeno mi-
gratorio en el año 1960:

"Las zonas de emigración son, en un cien por ciento, las


zonas nrrales de Sierra y Costa, puesto que éstas son las
más subdesarrolladas. En el caso de la Sierra, esto se debe
al excedente de población existente en las zonÍr6 rurales
agrícolae de la región (MOI-INA, 1961: 3).

Por lo demás, las necesidades de fuerza de trabajo prove-


nientes del proceso de industrializacion incipiente (5) no están en
capacidad ni siquiera de absorber los excedentes de población de la
hacienda, mucho menos de aquella que se desligue del vínculo pre-
capitalista (6).

7l
En lo que respecta a la demanda, la situación es un tanto
diferente, por varias razones. Primero, el fenómeno migratorio
campo-ciudad eleva el nivel de consumo de productos alimenticios
de los sectores urbanos, estén o no incorporados al proceso de in-
dustrialización. Segundo, el crecimiento de la economía y la
mayor disponibilidad de divisas provenientes de la exportación del
banano acentúan, de alguna manera, el crecimiento de los sectores
medios, los mismos que presionan sobre el nivel de la demanda de
productos agrícolas y pecuarios (7). Tercero, el crecimiento vege-
tativo de la población urbana también actúa sobre la erevación de
los requerimientos alimenticios de ésta (8). Sin embargo, sería in-
teresante determinar la magnitud en que aumenta esta demanda y
si ésta efectivamente desfuncionaliza el esquema de reproducción
precapitalista.

Ya hemos visto cómo la clase terrateniente de la provincia


responde exitosamente al estímulo del mercado costeño y satisface
los requerimientos del capital, sin alterar su estructuración básica.

Enltantc se disponga de tierras y de fuerza de trabajo


suf iciente para
ampliar la superf ic¡e de cultivos no necesarramente
se genera una contradicción por el aumento de la oemanda urr¡ana.
Tr¿tdndose de ta especiarizacion pecuana, sin embargo, la situación
puede cambiar principalmente porque la necesidad de fuerza de
trabajo disrninuye considerablemente y el interés por aprovechar
las rentas diferenciales de aquellas tierras de planicie, muchas veces
ocupadas por huasipungueros,,es cada vez mayor, [Jn ejemplo de
abolición de las relaciones precapitalistas como producto de la
temprana especialización pecuaria lo encontramos en la hacienda
Guaillabamba (Ver Nota No.37 del capitulo l).

Pero aún así, no resulta imprescindible para muchos terra-


tenientes terminar con la relación precapitalista en tanto ésta pue-
de ser limitada hasta el nivel en que resulte doblemente funcional
para la estrategia productiva: recuperación de tierras aptas para in-
corporarlas a la produccrón y retención de fuerza de trabajo perma-
nente. Esto parece ocurrir en la hacienda Chimborazo -con una
ubicación privilegiada en la provincia- la nrisma que a partir de
los años cuarenta busca una especialización pecuaria extensiva sin
atentar contra su estructuración precapitalista básica (Entrevista
GARCIA, Patricio, 1 980).

7'
Lo que deseamos relievar es el hecho de que, de nrnguna
mane:-a son las exigencias de orden económico provenientes del
proceso de acumulación de la época, los determinantes únicos y/q
fundamentales para explicar la decadencia de la hacienda precapi-
talista local. Como ya lo habíamos manifestado, en la provincia
de Chimborazo dichos requérimientos no atentan contra la estruc-
turación interna de la hacienda precapitalista y, por otro lado, en
el plano político nacional tampoco generan una contradicción an-
tagónica entre burguesÍa y clase terrateniente.

En efecto, los procesos históricos vividos en distintos paí-


ses, yespecialmente en América Latina, han demostrado feha-
cientemente que el capital penetra en el agro a través dedistintas
vfas -inglesa, prusiana. farmer (9)- las mismas que se incriben en
contextos económicos y políticos propios de cada formación so-
cial concreta. En tal virtud, la burguesía no siempre necesita para
desarrollarse desplazar de la escena económica y política a la cla-
se terrateniente, como ocurre con la vía inglesa señalada por MAR X.
Por el contrario, bien puede ocurrir que el terrateniente no cons-
tituya, al menos en un primer momento, una traba para la expan-
sión del capitalismo en la medida que esta expansión depende, a
su vez, de los centros mundiales de acumulación (caso de lospaí-
ses dependientes); o puede suceder que sea el mismo terratenien-
te quien se transforme en capitalista.

En ambos casos, las contradicciones que se generan entre


burguesla y clase terrateniente no son antagónicas en tanto la pre-
sencia de ésta no atenta contra la folmación y consolidación de
aquella.

Es, a nuestro juicio, en la esfera política


-sistema de do-
minación- donde se van a definir las principales exigencias del
modo de producción imperante; exigencias que, por lo demás,
obligan a poner en cuestionam¡ento las bases del poder terratenien-
te.

En este sentido, la existencia o disolución de la clase te-


rrateniente no es ya función solamente de lo que ocurra en la es-
tructura económica; por ello, no compartimos algunos plantea-
mientos que se han hecho y que apuntan a señalar que son funda-
mentalmente las expectat¡vas de modernización (desarrollo de las

7t
fuezas productivas con cambios en las relaciones de producción)
de una fracciÓn terraten¡ente las que delinean la forma en que el
Estado -a través de la expedición de la ley agraria- da una salida
a la coyuntura 1960-64.

El trabajo más importante desarrollado en relación con


€Bte t{rma es el de Oswaldo BARSKY (1978a; 1978b; 1980). Sin in-
tentar polemizar con su tesiscentral, a saber: que aún antesde ex-
pedirse la primera ley de reforma agraria una fracción avanzada y
modernizante de la clase terrateniente toma la iniciativa para desa-
rrollar las fuerzm productivas y transformar correlativamente las
relaciones de producción, estimulada por la presencia de un impor-
tante mercado para los productos pecuarios -carnes y leche- y
sus derivados; desearíamos simplemente señalar que el autor, al
tratar de descubrir el "factor interno" que propicia la moderniza-
ción de la hacienda serrana, extrema la importancia de elementos
de orden económico siendo que el proceso tiene también un carác-
ter polftico.

Por otro lado, BARSKY hace recaer en forma unrlateral el


peso de la transformación sobre uno de los polos que estructuran
la forma de producción hacendal, olvidando que dicha forma de
producción supone la presencia de dos clases -terratenientes y
campesinos- portadores de intereses antagónicos. Por último, co-
mete el mismo error que pretende superar al asignar al mercado
-en tanto que factor "externol' el papel decisivo en el proceso de
capitalización.

Existe un problema político -de poder- que la clase do-


minante debe enfrentar en función de proteger las posibilidades de
su reproducción; dicho problema, por lo demás, corresponde a una
determinada correlación de fuerzas presente en la sociedad en un
momento dado y se expresa, en este caso, a dos niveles: relaciÓn
intra-clases, por un lado; relación terratenientes y campesinos, cla-
ses dominantes y subordinadas, por otro.

En el período que estamos analizando, años pre-reforma,


el primer nivel es, a nuestro juicio, secundario aunque se pone de
manifiesto también en la generalizada demanda por reformar la es-
tructura agraria. En cuanto a la relación terratenientes y campesi-
nos, la abordamos más en detalle en el capítulo precedente; por es-

7a
ta razón, ahora haremos referencta prtnctpalmente a la relación do-
m Inantcs-subord inados

En efecto, la transformación de la estructura agraria y,


con ello, la supervivencia o disoluciÓn de la clase terrateniente se-
rrana -independientemente de que existan o no fracciones afectas
al desarrollo capitalista o que se adelanten a él oportunamente-
tiene que ver con la forma cómo la clase dominante legrtima su
poder, materializado en el sistema de dominación que impone a las
clase subordinadas.

En este sentido, la coyuntura que se vive a partir de los


últimos años de la década del cincuenta pone de manifiesto, a ni-
vel del bloque dominante, un deterioro en el eierctcto del poder
por parte de la clase terraten iente serrana ( 1O)
Este deterroro proviene del reaparecimiento de la "situa-
crón campesino-indígena" como e¡e alrededor del cual se definirá
el consenso,,del desplazamiento temporal que sufre el agro como
centro de acumulación y de las expectativas que se crean en el con-
Junto de la sociedad alrededor de r.rn proyecto rndustrial que viabi-
lice la solución de los problemas del país.

Por ello. la base social que apoya la transformación agra-


na crece ampliamente incorporando a la bur:guesÍa, fracciones de
la clase terrateniente. pequeña burguesía urbana y el conjunto de
sectores populares.
Para los primeros años de la década del sesenta la situación
económica del país comienza a perder solidez, aunque la crisis de
exportación bananera se dé solamente a partir de 1965 (LARREA,
1981). En efecto, lgs problemas fiscales de una burocracla en
expansión que no cuenta con recuñ¡os cJficientes, la tendencia
deficitaria de las balanzas comercial y financiera y las devaluacio-
nes de la moneda son los efectos locales que marcan llmites el
proceso de acumulación a part¡r de 1959 (GUERRERO y OUIN"
TERO, 1981).
Esta situación sumada a los profundos cambios que pro-
voca sn el reordenamiento de fuezas a nivel continental la revolu-
ción cubana, coadyuvan a estimular la movilización popular -espe'
cralmente campesina- la misma que, ligada a instituciones polfti-
cas de carácter nactonal (Partido Comunista, ConfederaciÓn de

7t
Trabajadores Ecuatorianos, Federrción Ecuator¡ana de Indios, Fe-
deración de Estudiantes Universitarios, Partido Socialista Revolu-
cionario, Unión Revolucionaria de la Juventud Ecuatoriana, etc.),
ponen de manif ieto su descontento frente a las condiciones de ex-
plotac¡ón en quo viven, dando un nuevo y decisivo golpe a la capa-
cidad esutalde la clas terrateniente (11 y 12).

El gobierno no puede sustraerse al debate resp€cto del


problema campesino y de la estructura vigente en el agro. Las múl-
tiples fuentes de presión objetivadas en los intentos por delinear
una ley de reforma agraria y en la denuncia de aquellas fuerzas so-
ciales que difunden permanentemente las condiciones de miseria
en que se debate el indio y el campesino mestizo permiten generar
un consenso al interior de las fuerzas políticas y gremiales, el mis-
mo que se expresa en las diversas instancias del p.oder del Estado y
en los órganos representativos de las clases (Cuadro No. 15) (13).
Por otra parte, el capital internacional, especialmente nor-
teamer¡cano, amenazado por el desaf fo que representa para sus in-
tereses en América Latina la ascensión al poder en Cuba de fuerzas
rwolucionarias, reivíndica el agro como punto nodal de negocia-
ción con las clases dominantes de los países latinoamericanos.

La relativa pérdida de control hegemónico sobre el con-


tinente obliga a las potencias imperial¡stas a hacer concesiones a
los sectores populares de los países en donde extraen excedentes;
de ahf que no se opongan a los intentos por reformar la estructura
agraria y, antes bien, condicionen su apoyo alarealización prácti-
ca de dichas reformas (14).

En suma, independientemente de las ventajas económicas


que la capitalización agraria trajese para las clases dominantes, in-
cluyendo la fracción modernizante de los terratenientes, la ruptu-
ra de la base precapitalista de la hacienda y la declinación de sus
sustentadores " . . . era una necesidad que se iba imponiendo por
la fuerza de las circunstancias. Aunque el campesino no presiona-
ba en forma masiva, pero ya se iba haciendo una necesidad trans-
formar el sistema de tenencia de la tierra y de explotación al indÉ
gena (Entrevista FALCONI, 1980).

'ra
2.- Búsqueda de una solución ventajosa y estrategia de sobre-
vivencia.

Dado que el debate sobre el tema agrario es insoslayable


ya para la clase terrateniente, ésta -a travésde su fracciÓn capita-
lista (15)- coadyuva a delinear un marco jurídico en el cual se ga-
ranticen las características de su vía de desarrollo y se consideren
las distintas alternativas al interior de la clase.

En efecto, a pesar de que la clase terrateniente se halla


¡nternamente fraccionada a consecuencia de las distintas opcio-
nes productivas adoptadas por sus miembros, ésta pone en prác-
tica una táctica maximalista en la medida que incluye para su de-
f ensa a todas las tendencias que la constituyen (16).

Frente a una correlación de fuerzas que favorece amplia-


mente la tesis de la transformación, la clase terrateniente sólo pue-
de tratar de conseguir las mejores condiciones para alcanzar una
solución negociada, tanto para quienes se han adelantado a dicha
tarea como para los que pudieran verse directamente afectados por
ella. A este nivel la clase pretende dos cosas: consolidar la propie-
dad terrateniente (en tanto sólo se aboga por la liquidación de
huasipungos) y garantizar una favorable reinserción de aquellos te-
rratenientes golpeados por el estatuto legal, en otras fracciones de
la clase dominante (17)

No existe, por tanto, una ruptura política al interior de la


clase dominante agraria frente a los imperativos del momento de
transición; aunque tampoco se advierte unidad absoluta de crite-
rios (18). Lo que ocurre es eue la fracción capitalista y el resto de
la clase terrateniente no llegan a formular una alternativa política
clara (cosa que, por ejemplo, no existe en la actualidad cuando
presionan por seguridad, precios, créditos), razón por la cual adop-
tan una actitud defensiva centrada en los intereses más generales
que suponen las bases mismas de existencia de los terratenientes.
Por ello, en ese momento coyuntural no resultan antagónicas las
distintas alternativas económicas por las que optan los miembros
de la clase en tanto se buscan salidas donde tengan cabida unos y
otros. Por lo demás, dicha clase terraten¡ente marca el ritmo del
proceso, retrasándolo hasta donde sea posible y obligando a la
fracción capitalista a excluir de sus propuestas determinados

77
planteamientos que afecten definitivamente su sobrevivencia
(19 v 20).

A nivel de la provincia de Chimborazo la situación se pre-


senta aún más polarizada ya que la oposición de la clase terrate-
niente al proyecto de legislar sobre el agro es casi unánime. sin em-
bargo, tampoco pueden sustraerse al debate y, aunque lo desaprue_
ban, se ven obligados a aceptar a regañadientes y en muchos casos
en términos formales
-en tanto siguen controlando la región y er
Estado no puede penetrar la zona- la inminencia de la expedición
de la ley (21).

Quienes tienen la dirección de ra crase terrateniente local


pierden momentáneamente la legitimidad ante sus bases cuando
aparentemente fracasan en su ¡ntento por representarla (22). En
ello se evidencia, por lo demás, la imposibilidad política de manre-
rrcr intocada la base de sustentación hacendal precapitalista.

A los terratenientes de la zona les interesa prioritariamen_


te retener el control monopólico de la propiedad territorial, base
de su estrategia productiva y del poder político local;en esa medi-
da, todo aquello que lesione los fundamentos de su existencia real
es combatido tenazmente (23). Así por ejemplo, la abolición del
huasipungo no constituye una fuente muy aguda de conflicto dado
que más bien libera al terrateniente de una constante amenaza con-
tra la integridad territorial del predio ylo la establlidad de la pro-
ducción e ingresos (24). No es poco frecuente, entonces, encontrar
haciendas en donde los huasipungueros se han constituído en ver-
daderas trabas para los planes productivos de los terratenientes.
Sin embargo, los límites de este consenso (abolición del huasipun-
go) están dados por la magnitud y profundidad con que se dá la
articulación entre hacienda y economía campesina.

En efecto, dependiendo de cuán ligada se halle la repro-


ducción de la familia campesina a la hacienda seagudiza o atenúa
el ataque contra tal medida. Y esto porque conforme los campe-
sinos avanzan sobre las tierras de hacienda al terrateniente re re-
sulta más dif ícil mantener la integridad de la propiedad ternro-
rial.

Por otro lado, aunque la forma huasipungo de trabajo

7t
constituye un freno para el aumento de los ingresos de los hacen-
dados, al romperlo puede generar en no pocos casos una contradic-
ción inter-clases mucho más grave en la medida que al resquebra-
jarse el equilibrio de la producción campesina se socavan paralela-
mente las bases de la dominación terrateniente.

De ahí que haya una cierta ambigüedad entre el acuerdo


por eliminar el huasipungo que amenaza con tonrarse la hacienda
y/o boicotear la producción y el peligro de romper la estabilidad
que supone la existencia de ese mismo huasipungo (25). En uno
y otro caso, lo que interesa es defender la propiedad, pero en uno
V otro caso aquella está amenazada.

Dos ejemplos interesantes al respecto presentan las ha-


ciendas Totorillas y Tiocajas. La primera quiere abolir el huasi-
pungo a fin de elevar el rendimiento de lafuerza de trabajo y ra-
cionalizar el uso de recursos. Sin embargo, la aplicación de una
relación de estricto orden capitalista entre terratenientes y cam-
pesinos rompe el equilibrio reproductivo de estos últimos y pone
en peligro la unidad territorial de la hacienda y la pervivencia del
terrateniente (Entrevista THUR DE KOOS, Pablo, 1980). La se-
gunda, por oposición, se resiste a admitir la abolición del huasipun-
go porque ello supone desprenderse de aproximadamente dos ter-
cios de superficie de la unidad hacendal (Entrevista DAVALOS,
Gonzalo, 1 980).

En ambos casos la propiedad territorial se ve amenazada;


por ello, la clase terrateniente local presenta un frente de oposi-
ción indirecta (dado que no es posible sustentar abierta resistencia)
tendiente a dilatar la definición y adopción de una política agra-
ria \26]l. En la medida que la clase se da cuenta de que el problema
no se limita ya a tratar de detener el avance del proceso de trans-
formación -a nivel del estatuto legal, por el momento-, el eje
central de su táctica se desplaza a conseguir la extensión del plazo
de negociación, por un lado;y la búsqueda de determinados meca-
nismos que le permitan obtener ventajas acordes con sus intereses,
por otro,

Una de las preguntas que cabe hacerse es aquella de por


qué resulta imposible legislar en períodos de apertura democráti-
ca cuando el fenómeno de la reforma agraria ya ha volcado a su

7t
favor a una amplia mayoría (27). Aunque puede parecer obvia,
la pregunta es pertinente ya que nos sitúa frentea quienesde una
u otra manera inviabilizan la expedición de la ley, y que no son
otros que los representantes de la clase terrateniente en las diver-
sas instancias del poder político y gremial (28).

En efecto, pese a existir una aparente consenso respecto


de los proyectos de ley que se elaboran los que, además, parecen
estar supervigilados por determinados miembros de la fracción ca-
pital¡sta de la clase terrateniente, tenderiamos a creer que, o bien
la correlación de fuerzas inter-clase favorece todavía a la clase pre-
capitalista o bien tampoco a la fracción capitalista de la misma le
interesa agilitar el proceso. No parece existir una tercer.j posibili-
dad, máxime si consideramos que la estabilidad del sistema de do- t
minación depende en gran medida de cómo se resuelva el proble- I
ma agrario. ¡
Resulta, entonces, que la clase en su conjunto o su sector
ntayoritario impiden sistemáticamente la aprobación del estatuto
legal. En el caso provincial, uno de los mecanismos utilizados por
los representantes de la clase terrateniente en el Congreso es man-
tener una oposición silenciosa que intenta posponer las resolucio-
nes ya sea votando en contra de toda moción que atente contra los
intereses que representa, o ya complicando las instancias de discu-
sión del problema (29). A nivel gremial ocurre la misma cosa; los
temas de discusión no se agotan jamás:

"Cada punto se lo discutía y rediscutía. Se presentaban


cifras y experiencias al infinito" (Entrevista THUR DE
KOOS, Pablo,1980).

Ahora bien, los terratenientes sabían que la táctica dila-


toria no podría extenderse indefinidamente y por ello su fracción
capitalista decide partic¡par en la elaboración de un proyecto pro-
pio preparado por los representantes gremiales de las provincias
centro-norte de la Sierra. Durante aquel período (1960-63) los an-
teproyectos, proyectos y borradores de ley se multiplican acelera-
damente.

Priman, sin embargo, aquellos que proponen como único


beneficiario al huasipunguero, dejando en pie -al permitir que

to
subsistan otras formas de extracción de renta en trabajo- la
estructura de relaciones sociales a las que supuestamente piensan
combatir.
Es más, en algunos casos se extrema la intencionalidad te-
rrateniente de atenuar los efectos de la reforma y se elaboran pro-
yectos que como el presentado durante el gobierno de VE LASCO en
1961, prácticamente recrea la forma huasipungo de trabajo bajo la
eufemlstica denominación de "trabajador depend¡ente agrícola"
(30). Por otro lado, se incluyen cuestiones tales como el reasenta-
miento el mismo que, además de desplazar a los campesinos de las
mejores tierras, hace posible reducir el tamaño de los terrenos que
se entreguen.

Esta doble táctica: d ilatoria y part¡cipación activa se


asienta, no obstante, sobre el poder que aún poseen -a nivel del
aparato estatal- aquellos sectores de la clase terrateniente cuyos
intereses están en peligro.

En efecto, durante los primeros años sesenta, la clase te-


rrateniente de la provincia de Chimborazo ejerce directa influen-
cia sobre el poder ejecutivo de distintos gobiernos que se suceden,
especialmente el cuarto gobierno de VE LASCO IBAR RA. Connota-
das f iguras políticas pertenecientes a la clase gozan de singular con-
fianza del Jefe del Estado quien, en forma indirecta, les brinda su
apoyo al declararse carente de poder para legalizar la reforma en el
agro.

En 1961 por ejemplo, es Gobernador de la provincia Arís;


tides GALLEGOS VALLEJO, velasquista, heredero de numerósas
haciendas y con gran inf luencia política en la provincia por la tradi-
ción liberal/terraten¡ente de su familia. Por otra parte, detenta la Vi-
cepresidencia de la Cámara de Diputados Gonzalo DAVALOS VAL-
DlVl EZO, velasquista dueño de Tiocajas-Atapo-Laime y muy vincu-
lado a los centros del poder provincial. lgualmene, en el cuadro No.8
del capitulo I se muestra que en el año 1961 los órganos más im-
portantes de poder local, están en manos de los terratenientee.

A propósito de la presión ejercida por los campesinos de


Chimborazo y que culmina con el levantamiento de Columbe (31),
VELASCO IBARRA comenta en la Gobernación de la provincra:

tl
"Deberíamos meter a l¡ cárcel a todos los que maltratan
a los indios . . . pero me siento ¡mpotente para tomar re-
medios absolutamente rad¡cales como ustedes quieren;
me siento impotente por los honrbres, por el ambiente de
nue¡tro pars" (EL COMERCIO, lg6l: febrero 15, cub-
yado nuertro).

Lo mismo ocurre durante el gobrerno aparentemente


progresista de Carlos Julio AROSEMENA (32). La marcha campesi-
na sobre Quito
-hecho de singular importancia en aquellos momen-
tos- es hábilmente controlada con promesas de agilitar la resolu-
ción de las demandas a través de la formación de comisiones, me-
canismo que resulta idóneo para postergar decisiones siir perder la
base de apoyo popular (33).

En todo caso, la indudable inf luencia política que ejercen


determinados sectores de la clase terrateniente fortalece temporal-
mente las instancias de acceso al poder nacional, que es donde se
va a definir el futuro de la clase, y permite a los directamente afec-
tados posponer por algún tiempo la resolución del problema. Este
margen da lugar a que los terratenientes part¡cipen en la definición
del contenido de la ley, en térm¡nos de atenuar los efectos de la
misma.

La oposición, abierta o tácita, de la clase en su conjunto


pone en evidencia el peligro que supone, para su sobrevivencia, la
legalización de un proceso que de todas maneras constituirá el pri-
mer paso en el ataque a la propiedad territorial monopólica.
3.- Liderazgoterritorial-monopólico.
Si bien durante los años pre-reforma (1960-64) la cues-
tión del poder terrateniente se desplaza hacia las instancias centra-
les del aparato del Estado, dado que ellas son las que van a sancio-
nar jurídicamente el proceso, la resolución de las contradicciones
a nivel local y la forma que adopta la transformación depende del
carácter que la óorrelaciÓn de fuerzas tenga en el espacio regional
(34). Por ello, el juego de poder y el control sobre las instancias su-
perestructurales/ideológicas de dominación serán decisivas poste-
riormente, cuando la estrategia de sobrevivencia de la clase terrate-
niente precapitalista provincial resista la aplicación del estatuto le-
gal agrario (35).

t2
Ahora bien, independientemente de ello. la respuesta de
la clal, dominante agraria de la provincia de Chimborazo durante
los años 1960-64 objetiviza, de alguna manera, el estado transicio-
nal al que hasta ese entonces ha llegado la estructura hacendal pre-
capitalista. Es decir, pone de manifiesto contrad¡cciones intra-
clase que hasta el momento de enfrentar decisiones importantes
-como la inmínencia de la abolición de ciertas formas de trabajo-
se habían mantenido latentes. La correlaciÓn de fuerzas a nivel
nacional permite acceder a la vanguardia de la clase local a un
sector terrateniente que representB un momento de transición
entre el terrateniente rent¡sta y el terrateniente capitalista (36)'
Talvez por primera vez se evidencian divergencias internas en torno
a la política agraria a seguir, las mismas que srrancan de las dis-
tintas alternativas que se abren para la transformación o disolución
de la clase.
Aproximación a una tipología.

A continuación vamos a presentar una tipología que in-


tenta poner de manif iesto tres tipos de situaciones al interior de la
clase terrateniente provincial. Dichas situaciones incorporan ele-
mentos diferenciales tales como la práctica productiva y la articu-
lación -mayor o menor- de la hacienda con la economía campe-
sina.

Para el momento que se discuten los proyectos de ley


(196064) no ex¡ste completa homogeneidad en lo que a la organi-
zación del proceso de producción de la clase terrateniente provin-
cial se refiere; al menos desde este punto de vista aquella ha res-
quebrajado su unidad interna.

En relación a ello hemos podido distinguir, gruesamente,


tres tendencias que parecen emerger en la provincia de Chimbora-
zo como producto de distintos procesos económicos y sociales a
los que se enfrenta la hacienda precapitalista:

+- terratenientes que mantienen un control terrítorial mo-


nopólico.

+terratenientes que persisten en su carácter rentista (37)

-+-terraten ientes/cap ita I i stas (38).

83
a) La primera tendencia -territorial monopólica- es la do-
minante y lidera a la clase durante los años pre_reforma
dado que reúne algunos elementos que le infunden un carácter
transicional: por un lado, el monopolio de la tierra -en el sentido
de control extensivo sobre inmensos territorios (39)- y la renta en
trabajo; por otro lado, cambios en el proceso de producción
inmediato a partir de una inversión mayor de capital que se
traduce en el mejoramiento de la calidad de la producción, en la
introducción parcial de maquinaria y en el aumento del capital
variable para ciertas tareas.

Esta tendencia opera de algún modo cambios a su inte-


rior, los mismos que se acotan un área todavia bastant,, restringi-
da, coexistiendo con rasgos del período precapitalista anterior.
Ouizás precisamente por ello logra consenso entre los distintos sec-
tores de la clase y recibe apoyo tanto de la naciente burguesía te-
rrateniente que se asienta sobre bases más propiamente capitalis-
tas (trabajo asalariado, etc.) y que para la fecha es embrionaria, co-
mo de aquellos hacendados rentistas.

Y, sin embargo de que mant¡ene en lo fundamental su se-


llo precapitalista coadyuva, a su manera, para la progresiva elimi-
nación de algunas formas de trabajo no capitalistas como el huasi-
pungo. Por ello se convierte en nexo entre la problemática regional
y la correlación de fuerzas a nivel nacional.

Puede, al mismo tiempo, recoger la necesidad de una ley


agraria que sirva como válvula de escape de las crec¡entes tensio-
nes que se sienten en el campo, y las expectativas del sector mayo-
ritario de la clase que le pide tiempo para la transformación o que
sólo puede subsistir sobre una base precapitalista porque está im-
posibilitado de romper el equilibrio de reproducción de la familia
camoesina.

El caso más ilustrativo es el del terrateniente dueño de la


hacienda Totorillas, el mismo que lidera la representación de la cla-
se local durante un período decisivo para la definición de su sobre-
vivencia. Es elegido representante por la provincia ante la Cámara
de Agricultura de la I zona y, posteriormente, representante de la
Cámara ante el directorio del Instituto Ecuatoriano de Reforma
Agraria y Colonización (IERAC). Participa activamente en diver-

t¿t
sas comisiones de discusión y elaboración de anteproyectos de ley
y, en calidad de dirigente local de la clase terrateniente, logra
sr.t
combinar su interés personal signado por la estrategia de transfor-
mación que adopta, con los requerimientos más generales de la cla-
se, por un lado, y la relación de fuerzas existente en la sociedad,
por otro,

En efecto, a él le ¡nteresa abolir el huasipungo porque re-


quiere racionalizar el uso de la fuerza de trabajo eliminando los de-
rechos que los campesinos huasipungueros tienen sobre determina-
das áreas de su predio (40);en esto coincide con la fracciÓn capita-
lista de la clase que quiere generalizar las relaciones salariales. Sin
embargo, paralelamente presiona para que dicha transformaciÓn
no elimine por completo las formas de apropiaciÓn de renta preca-
pitalista y, en ese sentido, coincide con los rentistas a quienes tam-
bién representa. Por último, es partidario de la expedición de una
ley agraria y participa activamente en la elaboración de ella, con lo
cual acepta la presión de las fuezas sociales interesadas en la trans-
formación. Es, en suma, el representante idóneo para un momento
en que la clase terrateniente necesita recoger diversos intereses.

b) La tendencia rentista si bien es cuantitativamente nume-


rosa y tan resistente que logra sobrevivir durante más de
una década, como lo veremos más adelante, pierde el liderazgo lo-
cal en tanto se vive una coyuntura de crisis que convierte en social-
mente inaceptable la defensa pública de la estructura precapitalis-
ta (Cuadro No. 16) (41).

Por ello, su oposiciÓn antes que expresarse en la escena


política, se pone de manifiesto durante esta etapa en lo que ya se-
ñaláramos; es decir, la manipulac¡ón soterrada de las instanclas na-
cionales de poder a fin de impedir que éstas den una salida demo-
crática a la transformaciÓn.

Resisten la expedición de la ley en tanto les resulta dif ícil


afrontar los riesgos que trae consigo la inversión de una masa con-
siderable de capital (constante y variable) al carecer de una base
previa de modernización (42l,.

Por otro lado, aunque no mantengan del todo el esquema


de auto-reproducción hacendal, resisten -y esto es lo decisivo-

8t
porque intuyen que la ley lesionará gravemente los fundamentos
básicos de su existencia como clase precapitalista ya que al abolir
los huasipungos no sólo se acabard con esta forma especffica de
trabajo sino que, en primer lugar, se pondrá en peligro la propie-
dad territorial estimulando la disolución hacendaria; en segundo
lugar, se contribuirá a aumentar la presión campesina externa a la
hacienda obligando a ceder importantes extensiones de tierra; y,
en tercer lugar, se propiciará la pérdida de control sobre la tuerza
de trabajo quebrando la viabilidad del monopolio territorial (43).

En todo caso, si bien durante el período se repliegan tác-


ticamente, en la práctica consiguen frenar los alcances del proceso
(441.

c) La tercera tendencia terrateniente capitalista es muy inci-


piente durante los años a los que estamos haciendo refe-
rencia. Diríamos más bien que a partir de la expedición de la pri-
mera le,/ de reforma agraria comienza a gestarse, entre algunos ha-
cendados territorial monopólicos una orientación productiva que
rompe con facilidad la ligazón precapitalista e instaura básicamen-
te relaciones salariales; combate el monopolio territorial por con-
siderarlo, además de poco rentable, un permanente foco de con-
fl¡cto; y, por último, invierte sistemáticamente una masa cada vez
mayor de capital.

Esta tendencia tiene un doble origen: externo e interno


a la clase. A este nivel se advierte la incorporación paulatina de
nuevos sectores extra-agrarios, no aristocráticos, que van a cum-
plir un importante papel en la capitalización del campo. Sin em-
bargo, su evolución es bastante lenta y está sujeta tanto a la solu-
ción del problema campesino como a las condiciones materiales
propicias para la acumulacion: desarrollo infraestructural, acce-
so al crédito, mercados. Se hace cada vez más importante recién
durante los años setenta, razón por la cual no alcanza una posi-
ción de liderazgo durante la coyuntura que analizamos.

Por lo demás, el cambio de las relaciones de producción


y consecuentemente de la estructura precapitalista opera a través
de la participación estatal, vía la ley de reforma agraria; es decir
que, en general, la tendencia capitalista acepta la abolición del
huasipungo y de cualquier otra forma de trabajo precapitalista re-


cién cuando ésta se da y no mediante el sistema de entregas antr-
cipadas.

Dos casos que ejemplif ican esta posición son los de las ha-
ciendas Chimborazo y Jipangoto. La primera pertenece a los terri-
torial monopólicos y sufre un interesante proceso de concentra-
uión/desconcentrac¡ón territorial que está marcado por la evolu-
ción de la estructura agraria durante las últ¡mas décadas. El dueño
recibe en herencia (1941) alrededor de 2.000 has. y posteriormen-
te adquiere 4.000 has. adicionales para iniciar un programa exten-
sivo de producción pecuaria (45). Durante esos años resulta facti-
ble optar por esta práctica porque se dispone de fuerza de trabajo
suficiente y las masas campesinas se hallan articuladas, de una u
otra forma, al sistema de la hacienda. Sin embargo,

"Con el pasar del tiempo el dueño se dió cuenta de que


no justificaba tener una extensión tan grande; que no era,
en primer lugar, rentable, y luego, por problemas políti-
co-sociales iba a desembocar en conflictos . . ." (GAR-
CIA, Patricio, 1980).

El impulso inicíal para la transformación ocurre, en reali-


dad, a partir de la entrega de huasipungos el año 1965, cuando la
fverza de trabajo ligada al predio se desvincula progresivamente de
é1, a la par que recrudecen las demandas campesinas por tierra.

En la hacienda Jipangoto la ruptura del esquema repro-


ductivo precapitalista se da hacia la mitad de la década del sesenta.
En este caso, por oposición al anterior, el acceso a la tierra por par-
te de los campesinos es más fácil por ser zona de colonización y,
consecuentemente, la presión sobre el terrateníente resulta menor.
No obstante, las dificultades para el abastecimiento de fuerza de
trabajo, además del mejoramiento paulatino de las condiciones ge-
nerales para la inversión, inciden en la transformación posterior
del predio. Aunque es interesante resaltar que, aquí también, el
terrateniente implementa un determinado mecanismo (precapita-
lista?) para retener la fuerza de trabajo, pues vende tierras
ta y cinco familias campesinas a quienes obliga a pagar rabajo
el valor de las mismas.
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Para una visualización de la importancia táT,ó Ístt r?pjC/lr r rv rA cr n r
tendencias que analizamos en las diferentes etapas oe sdlLlu6n}¿t¿
ción posterior, ver el gráfico no.2.
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Ahora bien, aunque desconocemos ra rmportancia cuantr-
tativa de las diferencias procJuctrvas que se ponen de manifiesto al
Interior de la clase terrateniente provincral, dado que nos apoya-
mos básicamente en estudios de caso, podriamos qurzás preguntar-
nos la relevancia de aquellas diferencias en la def iniclón de la poli
tica de la clase en momentos de crisis. Nuevamente, a nuestro mo-
do de ver, la respuesta polÍtica de los terratenientes locales duranre
los años pre-reforma (1960-64) se basa menos en tratar de imponer
los intereses de una fracción sobre el resto, que en rescatar lo esen-
cial al conjunto de aquella. Ya hemos dicho que la configuración
poster¡or que adquiere la ley no pretende lesionar def initivamente
los intereses de la clase precapitalista y, en esa medida, corrobora
una intencionalidad favorable a sus Intereses.

Expedición de la primera ley agraria.

En julio de 1963 es derrocado el últrmo gobrerno "demo-


crático" que presenciará la agitación social creada en torno a la pri-
mera ley agraria. Sube al poder una junta militar, de clara orienta-
ción pro-norteamer¡cana y de derecha, pero que se ve obligada, co-
mo requisito para retener el poder, a dar una respuesta a las de-
mandas populares que exigen la expedición de la ley de reforma
agrana:

"Al gobierno militar no le quedaba otra opción para ga-


nar una buena imagen" (Entrevista JORDAN, Fausto,
1980).

Así, un año más tarde se dicta la primera ley de reforma


agraria que centra su atención fundamental en la abolición del hua-
sipungo. Esta ley emerge como una fórmula de transacción entre
fracciones de la clase dominante en tanto no pretende dar solución
al problema campesino (46)

Por el momento sólo lnteresa destacar que a partir de en-


tonces la clase terrateniente provincial absorbe la derrota y despla-
za el ámbito de su estrategia defensiva del plano nacional al local
(47). Esto es importante porque pone de manifiesto una cierta au-
tonom ía del poder político provincial.

En efecto, durante los años en que se expide la primera

t9
ley la clase terrateniente sigue controlando la regrón, en esa medr-
da, el monolitismo de la correlación de fuerzas ñacronar se rompe
ya que en el espacio local el s¡stema político es capaz de reencap_
sularse y detener, de alguna manera, la liquidación brusca de las
raíces precapitalistas, fuertemente arraigadas hasta entonces.

En ese sentido, la provincia arrastra un atraso, una no co-


rrespondencia, entre la coyuntura nacional y la coyuntural local
que es además consecuencia adicional de la inexistencia de una
burocracia estatal capitalista, capaz de dar cumplimiento inmedia-
to a la legislacíón. De ahí que sean ros campesinos quienes ejer-
zan presión para la aplicación de la ley

Cabrfa preguntarse sr luego de expedida la ley ocurren


efectivamente camb ios importantes en las relaciones sociales.
lgualmente, pensamos que es posible encontrar respuestas distintas
de acuerdo a los casos. Sin embargo, en términos generales, parece-
rÍa que la clase terrateniente no encuentra fácilmente una salida
viable que justifique la alteración de las relaciones sociales y por
ello persiste en readecuarse y sobrevivir en función de conservar,
en parte, las formas de trabaio anteriores.

No hay que olvidar tampoco que Chrmborazo es una de


las provincias más densamente pobladas, por un lado, y, con con-
diciones naturales harto desfavorables, por otro, lo cual hace más
dif ícil y largo el período de transición (Cuadro lrlo. f jl
t¿Aj.
En tal virtud, aunque para la liquidacrón de huasipungos
no existe mayor probrema; es más, en algunos casos signifi.a rna
ventaja real como se aprecia en los cuadros No. 1g y lé en donde
observamos que de una muestra de 31 haciendas d'e más de 100
has., un 77.42 o/o entrega huasipungos durante ros primeros años
poster¡ores a la expedición de la ley, un 6.4b o/o
se adelanta al
proceso en forma tal de perjudicar los intereses de los campesinos;
yn^12.o/o se niega a entregar huasipungos, y, por último, un
3.23 o/o carece de huasipungueros al momento de dictarse la ley.
A pesar de ello, decimos, un considerable número de terratenientes
persiste, posteriormente, en mantener formas de apropiación
de
rentas en trabajo con aquellos campesinos que son para entonces.
externos al predio.

to
Esta readecuación de las relaciones precapítalistas puede
ser interpretada como una forma transícional hacía la generalizan
ción de las relaciones de producción capitalista (49); o, como un
mecanismo de sobrevivencia de la clase terrateniente rentista o te-
rritorial monopólica que al persistir en su estrategia agudiza su
contradicción con el campesinado.

Ahora bien, existen diversas razones por las que el terrate-


niente readecúa relaciones de producción precapitalistas en fun-
ción de su práctica productiva. Entre otras, mencionemos dos: a)
las ventajas económicas y b) la solución transitoria al rompimiento
de la econom ía campesina.

En lo que a las ventajas se refiere tenemos, a su vez, algu-


nas diferencias:

- necesidad de controlar permanentemente cierta canti-


dad de fuerza de trabaio.

La hacienda con la abolición del huasipungo -dice el ge-


rente de Agropecuaria Llinllín- "perdió un poco de terreno que
no le hacía falta; que no le afectaba económicamente; pero per'
dió la seguridad de la mano de obra. . . Este fue el gran daño al
agricultor" (Entrevista CALISTO, Carlos 1980) Por ello, muchos
terratenientes optan por enganchar fuerza de trabajo a través de di-
versos mecanismos, uno de los cuales es la venta adicional de terre-
rros, de tal manera de obligarlos "a continuaren la condición de es-
clavos, sujetos al capricho de los patronos" (IERAC: Archivo de
Tierras, Ouito).

- necesrdad de mantener bajos los costos de producción.


Al respecto se dan casos como el de la hacienda Totorillas, donde
el terrateniente obllga a pagar en especie (abono de ganado ovino)
el uso de los pastos. Con esta medida consigue disminuir los costos
de fertilización del terreno y, además, recuperar fuerza de trabajo
gratu ita (50)

-ausencia de inversion Los rent¡stas, aprovechando la


carencia de tierras por parte de los campesinos, desarrollan formas
de apropiación de renta territorial en dinero o en especie. Algunas
haciendas dueñas de grandes zonas de páramos, tal el caso de Cubi-

,r
llín, Bisñag, etc., "tienen como negocio recibir a mesada (bt¡ 6,
bueno porque no invierten medio. Tienen el páramo abandonado
y obtienen dinero sin hacer nada. Vale la oena" (Entrevista FAL-
CON l, Guillermo, 1980).

Dar una solución ar menos transitoria ar desbarance (re ra


economía campesina es otra de las razones clLre irnpulsa al terrate-
nrente a readecuar las forrnas precapitalistas tie trabaju. Err la
rne-
dida que éste sigue controrando er espacio de proclucción y en tan-
to la abolición del huasipungo despola al carnpesino cie úna serie
de ventajas económicas haciendo inminente su proletarización, el
terrateniente -poniendo de manifiesto, además, ra pervivencia del
control ideológico precapitalista. étnico, represrvo, paternal
brinda al campesino pauperizado ra posibilidacl de acceder a-le su
unidad prodr-rctiva a través de diversos mecanrsmos que tienoen a
evitar la ruptura violenta de las formas de subsistencia familiar
campesina y, paralelamente, a retardar la decadencia del esquema
hacendal-latifundista La subsistencia de la llamada aparceria es
el ejemplo más claro (52).

Para terminar, desearíamos señalar que a pesar de que la


provincia de chimborazo es la más conflictiva en lo que a la
reta-
ción interclases se refiere y a pesar de que el terraten¡ente local ex-
perimenta un constante asedio (amenaza contra la inteqridad del
predio) y permanentes dificultades en la apropiación dé un flujo
estable de ingresos, es paradójicamente la que más resiste el pro-
ceso de transformación de las relaciones sociales de producción.
La respuesta a esta aparente paradoja debe buscarse, a nuestro mo_
do de ver, en la dialéctica de la relación economía campesina y
propiedad latifundiaria. De no hacerse así, siempre resultard rnsu-
f iciente y unilateral, por decir lo menos, cualquier
intento oor ex-
plicar la estrategia defensiva de la clase terrateniente que antes que
resistir la transformación como tal, parecería que se ve forzada a
adecuarla a sus condiciones específ icas.

v2
CUADRO No.1ó

PROYEC'I'OS Y PETICIONES DE REFOR}IA AGRARIA


(re40 - 1962)

AÑO PROMOTOR CARACTER ISTICA

1 940 Dip. Pedro Velasco lbarra Proyec to


1 949 Dr. Abel Gilbert Proyecto
1 954 Lic. Jaime Nebot Proyecto
(Min. de Gob.)
1958 Gob. Ponce Enrícruez Proyecto
l958 59 Senadores: Dr. Nicolás Castro Insinuacrón de que se
Benítez y Rubén D. Morales elabore un proyecto.
1 959 Dr. Ricardo Crespo O. Estudio de un proyec-
(Pres. Comisión) to elaborar dicha Co-
misión.
1 960 Comisión de senadores y Elaboración de un
diputados integrada por proyecto de ley que
mayor ía terraten iente/ se presenta el 7 de no-
velasqu ista viembre 1960 y no se
vuelve a discutir. Lo
presenta el H. Vega
Toral.
1960 Conferencia Indigenista (FEl) Proyecto
1961 Velasco lbarra Proyecto
1961 PartidoConservador Proyecto
1962 Carlos J. Arosemena Proyecto
1962 Partido Liberal Proyecto

FUENTE: DIARIO DE DEBATES DEL CONGRESO, varios años


ELABORACION : Paola Svlva

93
CUADRO No. 16

TIPO DE PROPIETARIO

TAIIIAÑO, AREA TOTAL, HECTABEAS PROMEDIO BAJO


cuLTwO, PORCETfTAJE DE AREA BAJO CULTM. ,
PROVTNCIA DE CHIMBORAZO (1961)

las Area Total Tipo de Pro- Has. promedio


Tamaño de Porcentaje de
Propiedades (Has.) pietario baio cultivo área, bajo culti-
vo Iprop. pfl-
vados).

100 - 199 16.200 Colonias I


Privados 120 49.2 32.91 olo

200 - 499 34.500 Públicos 1


Colonias 3
Privados11l 84.95 24.31 olo

500 - 999 25.100 Colonias 2


Privados 36 141.7 18.91 o/o

1000 - 2499 44.000 Públicos 1

Colonias 1

Privados 27 177 .41 '10.14


o/o

2500 80.800 Públicos 2


Colonias 1
Privados 14 207.5 8.3 o/o

TOTAL 200.600 320 15.15 o/o


(todos los prop.)

FUENTE: Estimada de las cifras del Censo Agrícola de 1954


(REDA, 1961)
ELABORACION : Paola Svlva

9t
CUADRO No. 17

DENSIDAD DE POBLACION Y DISPONIBILIDAD DE TIERRA


POR PERSONA EN LA PROVINCIA DE CIINIBORAZO

Concepto 1 954 1968 1972

Superficie total de
la provincia (has.) {< 701.400 701 400 701 400

Población rural (ha-


bitantes) 193.800 281.200 309.300

Disponibilidad de
t|erras por persona
ru ral 3.61 2.49 2.26

* Es necesario indicar que el dato no es homogéneó en dis-


t¡ntas fuentes. GANGOTENA, por ejemplo, habla de
386.270 hectáreas como superf icie total provincial. De
ser exacta la cifra, la disponibilidad de tierras por perso-
na serÍa de 0.5, 0.7 y 0.8 has. por habitante rural, res-
oect¡vamente.

FUENTE: Censo Agropecuario de 1954. Encuesta Agropecuaria


de 1968.

ELABORACION: Junta Nacional de Planificación.

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97
NOTAS DEL CAPITULO il
(1) El control de grandes extensiones de tierra es importante por dos razo-
pro-
nes: cofilo fuente de poder local y como medio de producción no
ducido pero que se valoriza constantemente.
(1979:
t2l Uno de los que plantean lo anotado es Fernando VELASCO
76), quien dice:
"Para el desarrollo industrial es imperativo la ampliación
del mercacio interno, por un lado, y el increnlento de la
capaciclad productiva del campo, a f in de responder más
eficientemente a la demanda urbana de alimentos que cre-
cia rápiclanrente creando presiones inflacionarias que re-
percutían, por cierto, sobre el nivel de salarios Esto supo-
n ía, en def initiva, una rdpida leliminación de aquellas rela-
crones precapitalistas de producción que obstaculizaban
tanto la proletarización del campesinado como un más sig-
nif icativo desarrollo de las fuerzas productivas"'

(3) "La provincia de Chimborazo, por la gran cantidad de


campeslnos prácticamente sin tierras, fue una de las prime-
ras provincias de la Sierra en exportar masivamente mano
de obra temporal hacia las plantaciones de cacao y de caña
oe las reglones costaneras cercanas" (PRONAREG. 1979:
83 84).

(4) "Más bien en este sector lo que se observa (antes de la re-


forma agraria) . . . es la tendencia de ir hacia la Costa La
gente tlene temporadas en que va a recibir mejores sala-
iios en la Costa y ahí perrnanece dos, tres meses" (Entre-
vista DAVALOS Gonzdlo, 1980).

(5) Al recuperarse la prorlucción bananera centroamericana, la colocac¡Ón


del proLlucto y el nivel de precios en el exterior impactan en el com'
poriamiento de las exportaciones ecuator¡anas. En estas condiciones,
ia r.lase dominante se ve presionada para encontrar una salida que le
permita recuperar el ritmo de acumulación. La respuesta se vincula a
Ln pro."ro de industrialización sustitutivo de importaciones que seh-a
rá sentir con mayor fuerza a partir del año l963 (VELASCO' 1979'
70-721.

(6) En 1963 la industria fabril absorbía apenas.3'l .883 puestos de traba¡o


ñoñinno, É75: 221). Mientras tanto, sólo en el caso de la provincia
ü" Lr,¡n.',uoruzo, alrededor de 75.37',¡ personas se hallaban ligadas a la
hacienda a través de vínculos precapitalistas (cosTALES, 1961: 17) .

9t
(7) En las exportaciones totales el peso relativo rlel banano pasa de un
B o/o en 'l 948 a un 53 o/o en 1962. En los años c¡ncuenta el país se
convierte en el primer exportador munclial de la fruta (GUERRER0 y
OU INTE RO, 1981 : 9). Respecto al tema existe abundante literatura, sin
emoargo recornendarnos el trabajo de Carlos Larrea soL¡re el banano
ecuatoriano, FLACSO Ouito, 1980.

(8) En 1950 el 28 olo de la población habita las urbes; en 1962 ésta se


.rleva a un 36 o/o. El crecimiento total de la población en el período
1950-62 fue del 39.8 o/o (CARRON, 1978: 3-36).

Paralelamente el perfil demográfico del país se nrodifica: en 1950 la


Sierra concentra un 58 o/o de la población nacional y la Costa un
40.5 o/o, porcentajes que para 1962 pasan al 51 7 o/o y 46.5 o/o res-
pectivamente (GUERRERO y OUINTERO, 19Bi 1G11).

(9) "Se puede encontrar ejemplos históricos abundantes de cliversos cami-


nos de expansión del capitalismo en el agro. El inglés, con terratenien-
tes que provienen del período feudal. y arrendatarios capital¡stas, es
uno de ellos. Otro es el 'prus¡ano'. donde los terratenientes devienen
capitalistas agrarios. Otra vía es la de un sectorde pequeños campesi-
nos independientes, como en los Estados Unidos" (FLICHMAN,
1977: 57l..
(10) " . . .la primera discusión básica, necesidad o no de la reformaagra-
ria, empezaba a quedar relegada en esa época (1960)" (BARSKY,
1980: 164).
"La reforma agraria planif icada para el fomento de la eco-
nomía nacional no nos asusta s¡no que se ¡mpone en for-
ma rndiscutible", decfa Marco Tulio GONZALEZ, ex-presi-
dente de la Cámara de Agricultura de la I zona, en la se-
sión de Centros Agrfcolas de la I zona (EL COMERCIO,
1961: l2 de abril, cit. por BARSKY, 1980: 164165).
(1 1 ) La violencia explfcita esporádica no puede ser tomada como expresiÓn
unilateral de resistencia campesina. Ya hemos visto los distintos meca-
rrismos a través de los cuales el campesino se expresa contra la clase
terrateniente. Por ello, creemos, que si bien los levantamientos y to-
mas violentas de tierra marcan momentos de agudización de los con-
flictos, la resistencia campesina al despojo de la tierra y su lucha por
lograr rnejores condiciones de reproducción ha sido permanente.

\12\ A propósito del levantamiento indígena ocurrido pro-


vincia de Chimborazo, el 8 de febrero de 1961,
1 49- 1 50 ) comenta :

"Varias personas me han dicho po de disturbios


asusta mucho a los terratenientes 8A[d'Q$¡dtimnue¡i
ABYA.YAI,A
escaparan de la manos y extendieran, cualquiera sabe
donde oodría acabar; talvez en el mismo palacio de go-
bierno".

En otro lugar:
"Es indiscutible que el indio se encuentra todavía suieto a
tratoinjustodepartedeciertosterratenientesentranca
pugna con normas democráticas de la civilización contem-
poiánea, y a este ministerio preocúpale seriamente las con-
secuencias que dicha anomalía pudiera acat(6( al país",
dice el Ministro de Gobierno Dr. Carlos CORNEJO ORBE'
encircu|arenviadaa|osGobernadoresdeprovincias(EL
COMERCIO. 1961: febrero 13).

En relación a la marcha campesina realizada en Ouito con notivo de la


realización del lll Congreso de la Federación Ecuatoriana de Indios
(FEl)en Ouito, Os¡valdo BARSKY dice:
"La importancia de la concentración, la primera moviliza-
ción campesina serrana de repercusión nacional, fue cui-
dadosamente recogida por los periódicos y permite enten-
der la sacudida que signif icó la presencia en Ouito de cam-
pesinos de la Sierra tradicionalmente aislados de los cen-
tros urbanos importantes" (1980: 148)'

(13) Levantamientos, tomas de tierras y demandas salariales se multiplican


durante estos años (cfr. I BAR R A: I 980).

A nivel del Congreso:


"Debemos abrir las puertas de la propiedad al pueblo si no
queremos que los hábitos de la rebeldía popular derriben
con sangre el castillo feudal levantado por incomprensión
y ceguera de unos pocos" (NARANJO TORO, agente de
la Cía, 1960 aqosto 15).
A nivel del ejecutivo: dos semanas después del levantamiento indigena
Gene-
de Columbe se crea, mediante Decreto Ejecutivo, una Comisión
el plazo de 6 meses, de un proyecto de ley
ár óátá la rádacción. en
que
oi.ná óórnL¡¿n se basa en ta consideración más general de
,rgant" modif icar en forma técnica y evolutiva la anacrónica estruc-
"gr;iá.
"i
iur" Jgt"ri" del pafs (E L COME RCIO, 1961 : febrero 26)' Por otra parte'
áuonie la marcha campesina llevada a cabo el 16 de diciembre de
lg6l,elpresidentedelaRepública,CarlosJulioAROSEMENA,prome
te en su discurso enviar una pet¡ción al Consejo de Economla para
abolir los huasipungos" (EL COMERCIO, 1961: diciembre 17)'
A nivel gremial: el mes de abril de 1961 se reúne la ll Convención
de
Gnirót lgrfcolas de la Sierra y Oriente para plantear la necesidad de

100
que la reforma agraria sea técn¡camente planificada. enmarcada dentro
de las prescripciones constitucionales, orientada con sentido nacional
/ basada en el conocim¡ento real de las condiciones especÍficas de
cada una de las regiones del pafs (EL COMERClO, 1961: diciembre
16).
Por su parte, la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE) y
su Comisión Nacional Campesina llaman a integrar las acciones de uni-
dad obrero-campesina-popular "para hacer de ellas jornadas brillantes
de lucha, en procura de una reforma agraria radical y democrática, que
posibilite el progreso integral del país y el bienestar del pueblo ecuato-
riano" (EL COMERCIO, 1961: diciembre 16)'
A nivel de los partidos pol íticos: el tradicionalista partido Conserva-
dor anuncia nuevos principios que lo modernizarán,luego de su Asam-
blea General realizada en diciembre de 1961. Dice, entre otras cosas,
que la economía estará sólidamente constituida sólo cuando a todos
se procure bienes que la industria y la naturaleza, así como una .iusta
organización social y económica, tienen la posibilidad de producir (E L
COMERCIO. 1969: diciembre 18).
(14) La presión exterior la inician organismos de Naciones Unidas --€spe-
cialmente CEPAL y FAO-y se ve reforzada con la Carta de Punta del
Este que establece la llamada Alianza para el Progreso en 1961 (VE-
LASCO, 1979:85€7).

En otro lugar:
"Estados Unidos está d¡spuesto a f inanciar el progreso de
las naciones de menos desarrollo . . . pero éstas deben em-
peñarse en realizar la reforma agraria y la reforma tributa-
ria y administrativa. De no hacerse esto sería lo mismo
que financiar la 'bolchevización' de estas naciones, dijo el
senador norteamericano Hubert HUMPHREY en su visita a
Ouito" (EL COMERCIO, 1961: noviembre 13).

(15) La dirección de los gremios terratenientes detenta, generalmente, la


fracción capitalista de dicha clase que supo readecuarse a las nuevas
circunstancias e iniciar sin mayor presión el proceso de transforma-
ción. También en el caso de la provincia de Chimborazo ocurre asi
y por ello quien representa a la clase es Pablo THUR DE KOOS, uno
de los más representativos exponentes de la "transición precapitalista"
a nivel local.

(16) En los años pre-reforma 1960-64 la única diferencia que marca a estas
tendenciasJes su mayor o menor acercamiento hacia el capitalismo;
hecho que no logra a nivel de lo político cristalizar en formas de ex-
presión propia que las convierta en conjuntos sociales. diferentes unos
de otros por sus intereses específicos.

r0t
(17) Los gremios de terratenientes pelean por conseguir buenas indemniza'
ciones frente a la expropiaciÓn. Por otro lado, en los proyectos de ley
que se elaboran durante el período 196062 se incluyen importantes
estímulos para la transferencia de capital del sector agrario al indus-
trial. Por ejemplo, en el artlculo 97 del anteproyecto de ley de refor-
ma agraria presentado durante el gobierno de VELASCO IBARRA en
l96l se dice que:
"los bonos de reforma agraria serán redimibles automáti-
camentea|aparcuandosusposeedores|osinviertanen
industrias que impulsen el desarrollo económico del país"'

(lB) Estas divergencias internas se ponen de manifiesto durante el Congreso


de Agriculóres celebrado en Ouito el 19 de enero de 1962 y, especial-
mente, en el momento de adoptar resoluciones. En efecto

". . . las delegaciones no lograban compaginarsus diferen-


tes puntos de vista. Las mayores discensiones se presenta-
ron iustamente en lo referente al problema de la abolición
del iruasipungo, pues aunque un sector mayoritario acep-
taba entregarlo, otro. minoritario, se resistr'a tenazmente
a ello. . . 't(el coMERClo, 1%2: enero 221'

(19) Un ejemplo de este persistente intento por retrasar las decisiones es

el que menciona BARSKY:

"Mientras tanto una comisión de la Cámara (de Agricul-


tura de la I Zona) entrevistará a AROSEMENA y al Conseio
Nacional de Economía pidiendo se demore la discusión
del proyecto de abolición de huasipungos hasta la reali-
:i1"J¿"i:r":JiEt"tr,yi"TJ:"'"':ffi ::i?ttl#l
(BARSKY,l980: 159).

(20) Sobre el contenido del proyecto de la cdmara (de Agricultura), mo-


"es necesa-
d if icatoria del de A ROSEM E NA, los coSTALES comentan:
rio indicar que el Anteproyecto cayó en algunas limitaciones absurdas.
En la 'formá de liqui'dación', 'filáción de los terrenos'. 'las multas'
y ,el tribunal especial" hábilmente introducen ciertas trabas e impe-
dimentos. los cuales irremediablemente permitían un nuevo ernpa-
tronam¡ento del peón agrícola y, lo que es más. impulsaban una semi-
deoendencia . . . La sola idea matriz de la abolición del huasipungo
implicaba una posición totalnlente unilateral, prescindiendo, el con-
greso de Agricultores, con hábil sagacidad, de- las demás formas de
precarismo,- tanto en la Sierra como en la Costa" (COSTALES y
COSTALES, 1971: 80, cit. por BARSKY, 1980: 160)'

121\ El dueño de la hacienda Tiocajas, político velasqu¡sta, tuvo oportuni-


dad de hablar con el Dr. CORNEJO, representantede la cámaradeAgri-

102
cultura para las discr.lsiones antenores a la expedrcrón de la ley de re
forma agraria
" . . v , en realidad de verdad, era ¡ncontenible la cuestión
6sta de la reforma. Se habfa hecho un punto de vista polftico
indispensable. Yo le hice ver que lbamos a comenzar antes
de hora, (pero el asunto) era insostenible. Ya se había he-
cho conciencia en el pueblo ecuatoriano, a través de la
propaganda pol ítica, de que se iba a hacer esto. Y como
quien ofreció fuera el Dr. VELASCO.

l22l "Thur de Koos se equivocó. El dice que no pudo evitar el


que la ley de reforma agraria tuv¡era tremendas consecuen-
cias que se establecieron para la provincia de Chirnborazo.
Yo pertenecía al Centro Agrícola de Riobamba en aquel
entonces y le interrogamos. Cómo ha permitido que se ha-
gan estas cos€rs contra la provincia de Chimborazo? El ma-
nifestó, que había defendido la posición pero que no obs-
tante la defensa de él se había aprobado y que era menos
grave que si se nos aplicaban las otras resoluciones que ha-
bían estado por aplicarse" (Entrevista N.N., 1980).

(23) "Se había mantenido la idea de que la propiedad la defen-


día la Constitución y las leyes. Y el agricultor defendía,
como es lógico, aquello que la ley le estaba garantizando.
Como la ley de reforma agraria, si no era el verdadero des-
conocimiento de la propiedad. si la afectaba -ya era una
propiedad condicionada-, enton@s lógicamente hubo
reacción (Entrevista DAVALOS, Gonzalo 19801.

(24l, A este punto nos referimos ya en el capitulo anterior.

l25l Al respecto veamos el telegrama que envr'a el dueño de la hacienda


Galte al presidente de la República Carlos J. Arosemena:

"Conocimientos datos prensa. resp€tuor¡amente p¡do con-


siderar detenidamente estudio Reforma Agraria. Estamos
acuerdo dar tierras a quienes las trabajan, estudiando si
posible cada caso . . . Creo indispensable dar parcelas a
huasipunguerbs sólo un sector cada hacienda fin tengan
linderaciones claras. concr€t¡rs. para e,,itar diarios distur-
bios ocurrirían. Terratenientqi som6 también ecuatoria-
nos . . . ' (lERAC. Archivo de Tierras, Ouitol.

Posteriormente envía una carta al IERAC en los siguientes términos:

"Cuando la reforma agraria se hizo un imperativo nacio-


nal predicada por tirios y troyanos . . . la esperé como una
solución a los problemas surgidos en la certeza de que el

t03
régimen legal por equivocado que fuese siempre es mejor
que el caótico de la arbitrariedad y el abuso" (IERAC,
Archivo de Tierras, Ouito).

(26) "Al Dr. CORNEJO, en algunas oc¿tsiones que tuve que inter-
venir, le expresé que me parecÍa que debía demorarse (la
expedición de la ley de reforma agraria), hasta rener un
agricultor consciente de la responsabilidad que tenia fren-
te al pafs" (Entrevista DAVALOS, Gonzalo 1990).

(271 "La agitación o fermento social por la abolición del huasi-


pungo alcanza su cl imax. Los partidos pol íticos, aún aque-
llos que hunden sus raÍces en la oligarquía feudal. ceden
posiciones, pronunciándose favorablemente por la tesis
nacional . El ambiente era propicio y favorable, no debien-
do desaprovechar ni el tiempo, ni las circunstancias"
(COSTALES, 1971: 79).

(28) En la práctica no existen posiciones antagónicas entre fracciones de te-


rratenientes. Por lo demás, durante esos años la clase terrateniente pre-
capitalista tiene aún el suf iciente poder para imponer sus intereses a la
fracción capitalista.

La propuesta presentada por las Cámaras Legislativas en .l962

". . no iba más allá de proponerse ciertas tímidas medi-


das destinadas a afectar sólo a los terratenientes más reza_
gados. Como veremos más adelante, ni siquiera éstas fue-
ron instrumentadas ante la contra-ofensiva de las fraccio_
nes terratenientes mayoritarias en el período. . . ,,(BARS-
KEY,1980:151).
l2gl ElH. Abraham ROMERO, diputado porChimborazoy jefenacionalde
Acción Revolucionaria Nacional ista Ecuatoriana. movi miento con ten-
dencias nacional-socialistas, está de acuerdo en que se nombre una co-
misión

". parc que estudie detenidamente las posibles solu-


ciones que deben alcanzar al problema de la distribución
de tierras en el país; que se estudie para que no se encuen_
tre el país en la misma circunstancia en la cual se encuen_
tran otras naciones de América, que comprendieron y sin_
tieron este problema, pero para el cual no han encontrado
todavía soluciones acertadas o han dado soluciones que
después han resultado mds bien perjudiciales.,(.1g60:
agosto 1 5).

(30) Artículo '180: "Paralos efectos de la ley se considerarán corno trabaja-


dores dependientes agrícolas: el asalariado, el arrimado,

r0a
el sitiaiero. Enesta categoría estará también el huast-
punguero, hasta que IERA cumpla con lo dispuesto en
el art.40 de esta Lev.

ArtÍculo 181: "El trabajador dependiente agrícola gozará de toclos los


beneficios pertinentes que le conceden las leyes de trabajo
y además de los siguientes:

a) El derecho de permanecer en la tierra y cultivarla.


b) El derecho de residir con su familia en las tierras que se
le hubiere asignado para su goce.

Art ícu lo 1 89: " La distribución del trabaio . . . se hará según las necesi-
dades del patrono . . el trabajador tendrá las horas de
desc¿nso y para lascomidasal mediodía (excepto) . . en el
caso en que él traba.iador esté ocupado en labores de
emergencia. . ."
Artículo 191 : "El patrono está obligado a rendir cuentas . . . por lo
menos cada año".

(31 ) En el levantamiento de Columbe participaron indigenas de varias ha-


ciendas de la zona: Tiocaias, Sablog. Moyocancha, Galte, Totorillas,
Salarón, siendo el foco del amotinamiento la hacienda Colurnbe Gran-
de (EL COMERCIO, 1961: febrero 13).

(32\ AsÍ opinaba Carlos J. AROSEMENA respecto del problema agrario:

". . . esto de la reformaagraria estan nuevo para miy tan


oesconocido para los que fuéramos a plantear y hacer la
reforma agraria, que va a causar una inquietud tremenda,
y me va a complicar los tres años de gobierno, de manera
que no veo prudente entrar como tú quieres (José M. PLA-
ZA) en la reforma agraria" (Entrevista MAG, 1976, cit. por
BARSKY, 1980: 151).

(33) Prometo -dice C.J. AROSEMENA en su discurso al f inal de la Marcha-

". . . que el lunes próximo enviaréal Consejo de Economfa


una petición para abolir los huasipungos" (EL COMERCIO,
1962: noviembre 17).
(34) "El desarrollo desigual de las contradicciones, no sólo ha-
ce relación a una temporalidad distinta, sino también a
una forma territorialmente distinta de cristalización. En
este sentido, su resolución no es homogrénea. "(VER-
DESOTO, 1980:6).

(35) Hay que tomar en cuenta que en esa época

l05
"L¡ clase torrateniente del Chimborazo era particularmen-
te tradicionalifta y disponfa de fuertes instrumentos polf_
tícos e ideológicos para opon€rse eficazmente a cambios
demmiado brutales,, (pRoNAREG, l gTg: gg:g0).

y gue, en esag circunstancias, aungue se expidiese la ley no se asegura-


ba su o:mplimiento mientras no se dispusiera de los medios para
hacerla efegtlva. Recordemos al respecto que el derecho burgués "na-
da es ¡in un aparato capaz de presionar para la observación de sus nor-
mac" (LENIN, 1960: cit. por OU|NTERO, 'lg7g: lO7).
(36) Hablamos de terratenientes/capitalistas en el sentido mencionado por
M U RM lS; es decir, aquel terraten iente para el que la propiedad de la tie-
rra conserva un papel central, aótuando como un factor significativo
la restricción de la inversión. En suma, "terraten¡ente que sr hace capi-
talista pero en vez de llegar I ser capital¡sta terrateniente adopta una
forma terrateniente capitalista" (1978a: 17, 1978b: 1 b0).

(3711 Rentista, no en el sentido planteado por MARX de aquel terrateniente


que recibe una renta cap¡tal¡sta (excedente sobre la ganancia media)
de manos del arrendatario que es el dueño del capital, sino en el sen-
tido del terrateniente que vive de la renta precapitalista (en trabajo,
productos o dinero) que obtiene de su hacienda pero en la cual, a su
vez, participa de algún modo organizando el proceso de producción.

(38) Establecemos distinción entre tendencias territorial monopólica y te-


rraten¡ente capit¡lista porque las dos tienen un desarrollo pósterior
diferente y suponen, además, momentos de transformación distin-
tot.. Asl, los territorial monopólicos mantienen con más fuerza y
por más tiempo rasgos dé una etapa de transición al conservar,
on su prooeso, elementos propios de un estadio precapitalista. Por
el contrario, los terratenientes capitalistas, embrión de la futura bur-
gu€sl¡ terrateniente, rompen rápidamente la ligazón precapitalista.
(39) Según GANGOTENA (1980: 59-60), lasgrandes haciendasdelcantón
Guamote -cinco propiedades con más de ocho mil hectáreas cada
una- no son afectadas durante la década del sesenta.

(40) "Pablo THUR DE KOOS no tenla el problema de los hua-


sipungos porque los tenla (a los gampesinos) sin que
se salgan una pulgada. Convénzase 'que se le habrán
agrandado (los huasipungosl ,por milímetros pero nunca
como en las demás haciendas. El estaba con plano y es-
taba constantemente midiéndolos. . . "(DAVALOS, 1980).

(41) Esto se expresa también en la pérdida de una base de apoyo que hu-
biese permitido a los rentistas irnplementar una abierta estrategia de-
fensiva. Al respecto veamos lo que opina el dueño de Tiocajas:

l(b
"Si la tierra hubiera estado produciendo normalmente,
imagfnese Ud. la revolución que habrfa provocado la re
forma agraria. Ud. ve'que ágta ce ha hecho con la tranqui-
lidad m& grand6".

(421 "En les regionec peors (por eiemplo en la provincia de


Chimborazo) la observaclón de los hechos hace llegar a
la conclusión de que la tendencia general del hacendado
es obtener trabajo gratuito" (FERNANDEZ y FERNAN-
DEZ, 1961 : 7 los paréntesis son del autor).
(431 La reacción ante la inminencia de la expedición de la primera ley agra
ria les llevó a reunirse varias veces:

"En esas reuniones se planteaba la dificultad de la reforma


agraria. Lo que nos iba a traer la reforma agraria. El que
iban a haber unas fincas que se expropien por presión de-
mográfica, que iban a haber otras que no estaban debida-
meñte cultivadas, que todo lo que estaba cultivado volvía
al Estado. Que esto iba a ser motivo de reuliación de los
trabajadores, tofque todos iban a decir qu€ no estC traba-
baiadb. Y, entonc6, im4fnese lo grarre que con la ley
qu-e se promulgó, que iba a ser la situación de losagricul'
tores. De manera que todas estas cosas se plantearon pero
sin eco" (Entrevista DAVALOS, Gonzalo, 1980).

(44) "La ley de 1964 obedeció a la presión de las Cámara de


Agricultura para que hiciesen las cosas sólo hasta donde
era necesario o hasta donde soportaba una débil inserción
para un cambio de estructuras en la tenencia de la tierra"
(Entrevista JORDAN, Fausto, 1 980).
(45) En las 5.00O hectdreas de pdramos tenfa en 1944, aproximadamente
600 cabezas de ganado vacuno. 1.000 cabezas de ganado ovino, 500
de ganado caprino y 200 de ganado caballar en estddo salvaje. (Entre
vista GARCIA, Patricio, 1980).
(46) Precisamente porque no soluciona las principales demandas campesi-
nas de tierra y porque no elimina todas las formas precapital¡stas de
trabajo, el conflícto va a agudizarse a partir de ese momento, forzando
la expedición de leyes poster¡ores.

(47]' De ser un problema nacional -+xpedición de la ley- pasó a ser un


problema local: su aplicación práctica. En este sentido, se abre un
margen importante para que los terraten¡entes traten de atenuar al má-
ximo los efectos de la misma. aprovechando el control que todavía tie'
nen sobre los aparatos de poder local yel hechodeque lasuperestructu-
ra precapital¡sta de dominación campesina sigue subsistiendo. Mientras
pueden influir sobre las decisiones de los organismos agrarios locales
el proceso de ruptura es menos violento y más prolongado. Esto se
explicita en el siguiente comentario:

107
"Al principio comenzó la reforma agraria en forma un tan'
to tranquila. A los primeros que se los tomó, la reforma
agraria fue una cosa benigna, fue una ley que no molesta'
ba a nadie, una ley que dejó las cosas más o menos como
estaban" (Entrevista DAVALOS, Gonzalo, 1 980).

(48) En la década del cincuenta el porcentaje de tierra erosionada para los


cantones de la provincia de Chimborazo eta el siguiente:
Alausí 87 olo
Guamote 90 o/o
Colta 90 o/o
Riombamba 90 o/o

FUENTE: KATEKIL, 1957, cit. por CIDA, 1965: 277.

(49) En el caso de Rusia, luego de la reforma de 1861, LENIN advierte


oue. . .
"no pudo surgir de golpe la economía capitalista; la basa-
da en la prestación personal no pudo desaparecer de un
mooo súbito. El Único sistema de economía posible era,
por lo tanto, uno de transición, que reuniese rasgos del
sistema de prestación personal y del capitalista" (LENlN,
1973: 201 ).

(50) A partir de la entrega de huasipungos en 1965, el dueño dió a los cam-


pesinos 900 has. de potreros (páramos) para que hiciesen pastar allí
a sus animales. Seis meses debían abonar ios terrenos de la hacienda.
Además hasta 'l 973 el hacendado cobraba uno o dos dias en trabajo
durante cinco meses al año, por el uso del páramo (IERAC: Archivo
de Tierras, Ouito).

(51 ) Meeada: determinada cantidad de dinero que el campesino paga men-


zualmenté al dueño de la hacienda por cada cabeza de ganado mayor
o menor que pasta en sus páramos.

(52]l "En una hacienda de la parroquia Pungalá ya se están const¡tuyendo,


aparte del grupo de los ex-huasipungueros, un grupo de trabajadores
"libres" completamente ligados a la hacienda por la casa, la parcela,
el oastoreo. El efecto de la liberación de los ex-huasipungueros pa-
ra el pastoreo no se ncta en esta hacienda: ellos mismo se llaman
"conciertos propios" y manifestaron un apego atrasado al "ta¡tam¡to,
papacito" (MARTINEZ/DUBLY: 1967). Al respecto ex¡sten muchos
ejemplos presentados por COSTALES (1971 : 21 2 y ss.)'

l0t
CAPITULO UI

CRISIS DE LA DOIvIINACION POLITICA LOCAL

En el presente capt'tulo nos interesa destacar las dificulta-


des que enfrenta la clase terrateniente provincial para articularse
al proceso de capitalización, después de dictada la ley de Reforma
Agraria (1964-1973); dificultades que, en muchos casos, la obligan
a mantener muy poco alteradas las relaciones sociales.

La falta de homogeneidad al interior de la clase incide en


la aceptación diferenciada del advenimiento de la ley agraria. .En
este sentido la abolición del huasipungo opera, bien como traba,
bien como estímulo para la capitalización.

El problema de la transformación aparece no sólo como


producto de las ventajas individuales de los terratenientes particu-
lares sino también como parte de un fenómeno más amplio que
tiene vinculación con el proceso de acumulación en su conjunto;
de tal manera que la celeridad o lentitud con que se da la capitali-
zación está en función de las posibilidades que el desarrollo capita-
lista brinda para llevarla a efecto.

Por otro lado, comienzan a operarse cambios en el sistema


político, los mismos que aunque no muy significativos desde el
punto de vista de la participación de las clases subordinadas, de
todas maneras expresan la pérdida progresiva de la supremacía de
la clase terraten ¡ente.

Carentes ya de poder preponderante, sin control total


sobre una fueze de trabajo regular y gratuita y, enfrentados a
condiciones ecológicas desfavorables, es natural ". . . que muchos
propietarios se arruinen bajo el peso de esas contradicciones,'
(LENlN, 1973: 2O2l.Todos ellos
-nos dice LENTN- son fenóme-
nos propios de un período de transición.

Paralelamente, en la Sierra la fracción capitalista se forta-


lece lo cual coadyuva
-indirectamente- a debilitar ra posición de
la clase terraten iente precapitalista

r09
Tanto ésta como la fracción capitalista, sin embargo, con-
vergen en su objetivo central de alcanzar las mejores condiciones
de negociacion. De manera que el problema ya no se sitúa sólo en
relación con la defensa de una estrategia productiva tal en donde
tpriman, por ejemplo, vínculos precapitalistas, sino en relación con
las mejores alternativas de capitalización, en unos cascs, y de mo-
netarización de la renta territorial, en otros. que el Estado a través
de sus leyes o los campesinos a través de sus demandas por tierra
puedan ofrecer.

1.- Aceptación compulsiva de la ley agraria.

Hemos mencionado reiteradamente que la homugeneidad


de la clase terraten¡ente de la provincia de Chimborazo se resque-
braja progresivamente a partir de los años cuarenta como conse-
cuencia de las contradicciones internas a la forma de producción
hacendal, en un primer momento;y, posteriormente, como conse-
cuencia de las ventajas naturales y sociales inherentes a las distin-
tas zonas y a los distintos predios de la región.

Con la expedición de la ley agraria, la abolición del huasi-


pungo incide en términos de diferenciar resultados al interior de la
clase terrateniente local. En algunos casos, rompe el equilibrio pro-
ductivo entre gran hacienda y economia campesina (1) conducien-
do -generalmente, aunque no siempre- a la desaparición del terra-
teniente; en otros casos est¡mula la capitalización del predio. Tal
perspect¡va nos coloca frente a las dif icultades que enfrenta la pe-
netrac¡ón del capital en el campo, antesque frente a la pervivencia
de la hacienda precapitalista, la misma que entra con gran resisten-
cia en proceso de decadencia.

Cuando se liquida el huasipungo se pone a prueba la capa-


cidad de la hacienda para sobrevivir y readecuarse a la capitaliza-
ción ilrogresiva. Este proceso, además de darse en forma lenta a ni-
vel local (toma más de dos décadas: 1964-1979), abre algunas al-
ternativas que ya se habían desdibujado anteriormente pero que
ahora se irán cristalizando de acuerdo a las condiciones materiales
propias de cada unidad productiva.

Si nos atenemos a los datos proporcionados por los espo-


sos COSTALES (1971 ) y el I E RAC, resultaque el procesc deliquida-

lr0
ción de huasipungos en la provincia opera en forma poco ágil. En
el Cuadrc No. 20, por ejemplo, vemos cómo la entrega anticipada
de huasipungos, lue es una de las estrategias de la fracción capita-
lista en la Sierra norte, no tiene importancia en el contexto local.

Desgraciadamente carecemos de información lo suficien-


temente desagregada que nos permita comparar diferencias inter-
cantonales en el proceso de adjudicación. Sin embargo, no por ello
deiamos de advertir que, o la estimación del número de huasipun-
gueros (21.406) para el año 1958 hecha por COSTALES (1961:
16) es exagerada y, por lo tanto, en la práctica no llegan a cuatro
mil; es decir, una sexta parte de la cifra dada por el autor men-
cionado; o las haciendas expulsan gran cant¡dad de huasipungue-
ros y/o los cambian de categoría (de huasipungueros a arrendata-
rios, por ejemplo) o bien, tanto campesinos como terratenientes
se resisten, en gran número, a abolir dicha forma de trabajo (2).

Sea como fuere, este lento proceso de entrega pone de


manif iesto dos cosas: la importancia relativamente poco signif icati-
va del régimen huasipunguero, en términos de espacio territorial
desmembrado de las haciendas, y la resistencia terrateniente/cam-
pesina a abolirlo en función de no alterar su equilibrio reproducti-
VO:

"En algunos casos ha habido que demandar, que pelear


para que puedan entregarles los huasipungos" (Enhevista
FALCONI, Guilleuno 1980).

En otro lugar:
"En algunas provincias como la de Chimborazo, no se ha
liquidado el huasipungqie porque los huasipungueros se
han negado a aceptar el beneficio" (COSTALES, 1971:
146).
Ahora bien, en términos generales, nosotros sostenemos
que a la clase terrateniente local le conviene en principio, la entre-
ga de huasipungos, primero porque la extensión de tierra adjudica-
da resulta poco significativa en relación a la totalidad del predio;
segundo, porque con su liquidación no desaparecen otras f
de control regular de la fuerza de trabajo; y, tercero, p
ella se tiene la ventiija de limitar los derechos de los pesrn os
sobre usos y servicios de la hacienda.
C[iviR0
Dt D0f ijiiti t^.ti]üi
ABlA.l,r! I
Sin embargo, en la provincia de Chimborazohay resisten-
cia a la entrega. Esta resistencia parece tener un triple origen: su-
perficie predial, número de huasipungueros y problema financie-
ro. En el primer caso tenemos que la extensión territorial de la ha-
cienda no puede afrontar el desmembramiento de un sector de la
misma que representa, a veces, casi la mitad de lasuperficie total.
Paradojalmente son las haciendas medianas y pequeñas las que ma'
yor resistencia presentan a l¡a aboüción dado que ésta efectivamen te
atenta contra la supervivencia hacendataria (3). Y es lÓgico, pues
los grandes latifundios no pierden -en la adjudicación- sino pe-
queños sectores de tierra marginal que poco o nada alteran su
magnitud anter¡or.

En el segundo caso, la poblaciÓn interna al predio es tan


numerosa que la entrega de huasipungos en condiciones ventajosas
resulta imposible; los terratenientes fracasan en sus intentos por
reasentar a los campesinos en lugares menos productivos, menos
extensos, adyacentes a las zonas marginales y, al hacerlo, reducen
sus posibilidades de sobrevivir. Este es el caso de las haciendas
Galte, Tiocajas y Pul. Las tres, si bien no se niegan a la liquida'
ción, si se oponen al reasentamiento y exigen respeto por la
extensión del huasiPungo.

La hacienda Galte, con más de diez mil hectáreas, puede


fácilmente resolver la adjudicaciÓn -a ciento cincuenta familias-
de mil trescientas veinte has., que representan el 13 o/o de la su-
perficie total de la misma. El dueño considera además que la aboli-
Ción es la única solución para terminar con la penetración campe-
sina en la hacienda, tal como lo señala en lanota No.25del capí-
tulo anterior.
Sin embargo, los huasipungueros no desean la reubicación
en terrenos de inferior calidad y superficie de los quevenían usu-
fructuando; y, dado que dichos lotes se hallan en la parte baja di-
vidiendo a la hacienda en dos cuerpos, el intento de aplícar la ley
es el comienzo de la disolución del predio. La resistencia da lugar
a un largo período de lucha legal que culmina luego de ocho años
con el triunfo de los indigenas.
El dueño no dÓlo que fracasa en reubicarlos, sino que
también pierde toda la hacienda, su status de patrón y su adscrip-
ción de clase.

tt2
Tiocajas es otro ejemplo. Los doscientos huasipungueros
de la hacienda han extendido sus fronteras de cinco has. originales
a un promedio de veinte en donde trabajan sus familias ampliadas
de hasta quince miembros.

De allÍ que resulte imposible trasladar a una población de


aproximadamente tres mil campesinos a las áreas marginales de la
hacienda.

El dueño, por oposición al anterior, intuye el desenlace y


por ello se opone reiteradamente a la expedición de la ley. La apli-
cación poster¡or de la misma le significa la entrega de las doster-
ceras partes del predio -cuatro de seis mil hectáreas- en favor de
los campesinos y, años más tarde, la disolución total de la unidad
hacendal (Entrevista DAVALOS, Gonzalo, 1 980).

En el tercer caso, los terraten¡entes no cuentan con capi- -


tal-dinero suficiente para liquidar las cuentas atrasadas y el valor
correspond¡ente a fondo de reserva y vacaciones. Por ello, general-
mente se ven obligados a desmembrar un gran sector de tierras
-muchas de ellas productivas- hecho que puede convertirse en
causa de una futura disolución.

En la hacienda Pul, 124 huasipungueros son reubicados


en terrenos marginales de aproximadamente 6.04 hectáreas prome-
dio. Sin embargo, la crecida deuda del terrateniente por salarios no
pagados le obliga, diez años después, a dejar sin efecto los reasen-
tamientos y a colocar a los huasipungueros en sus asentamientos
tradicionales. Paralelamente entrega más de 550 hectáreas de te-
rreno laborable y 5.300 hectáreas de páramo para el pastoreo del
rebaño campesino, con lo cual sus perspectivas de sobrevivir se ha-
cen prácticamente nulas (Entrevista BAZANTES, 1980; IERAC.
Archivo de Tierras).

No debemos olvidar que con respecto a la superficie agri-


cola de las haciendas, el porcentaje de tierra entregada a los huasi-
pungueros resulta generalmente considerable, motivo adicional pa-
ra que los terratenientes resistan la liquidación.

De cualquier forma lo importante del proceso de aboli-


ción no es tanto lo que representa en términos redistributivos

I l3
(1.99 o/o de la superficie agraría de la provincia) sino en términos
del proceso que desata: para unos est¡mula la capitalización
(transformación ) ; para otros su pone la desintegraci ón (d isol uci ón ).

Esto naturalmente en un lapso que cubre cerca de dos décadas y


que aún hoy parece no haber conclu fdo.

Esta respuesta diferencial que se observa nos remite a ana-


lizar tres factores que, a nuestro juicio, son fundamentales en los
prímeros años post-reforma (1964-1973): las rentas diferenciales,
las dificultades que trae consigo el proceso de acumulación y la
ruptura del equilibrio productivo entre unidad terrateniente y
econom ía campesina.

a.- En efecto, la provincia presenta marcados contrastes en-


tre zonas de arenales y desiertos (cantón Guamote), terre-
nos con topograf ía harto irrregular (cantones Chunchi y Alausí) V
áreas de tierra con riego y sumamente fértil (cantón Riobamba, es-
pecialniente las parroquias de Chambo y San Juan, cantón Colta,
parroquia Pallatanga, etc.).

En una región como la analizada, elementos tales como la


calidad del suelo y la ubicación altitudinal, la distancia a los merca-
dos y las condiciones sociales que rodean a la hacienda, resultan
muy importantes cuando la inversión de capital se vuelve una prác-
tica regular.

Si nosotros comparamos la situación de la hacienda Guai-


llabamba (parroquia de Chambo) y la de la hacienda Galte (parro-
quia de Guamote) advertimos que la provincia cuenta con áreas
ecológicas m uy heterogéneas.

En el cantón Guamote de 101.000 has. de extensión ape-


nas un 1.5 o/o cuenta con riego. El resto es páramo, desierto o tie-
rra arenosa. De ahí que Galte, como parte de dicho cantón, sea
una hacienda cordillerana de secano con riego suficiente para se-
senta hectáreas de pastos cultivados, lo que cubre sólo el 0.6 o/o
de su superficie total.
Del análisis de suelos efectuado por el IERAC se despren-
de que un 70 o/o del área predial corresponde a páramo bajo de
tipo arenoso y seco. En las partesaltas lossuelos mejoran y contie-

l14
nen algo de humedad; sin embargo, para aprovecharlos el propte-
tario debe realizar prácticas adecuadas y utilizar fertilizantes, ade-
más de iniciar un plan de forestación para el área de páramo e in-
troducir cambios en el manejo de pastos (lERAC, Archivo de Tie-
rras),

Según el heredero de Santos CABEZAS, ex-dueño de Gal-


te, todo lo mencionado implica una fuerte inversión de capital cuyos
resultados están sujetos básicamente al régimen de lluvias, lo cual
es de suyo un criterio técnicamente obsoleto:

"La verdad es que si Ud. pone abono en las cantidades re-


comendadas por la técnica y no hay un buen régimen de
lluvias, pierde semilla y pierde abono. De manera que Ud.
no puede darse el lujo, en esas haciendas cotdilleranas, de
hacer muchas reformas porque eB una lotería eso de cose-
chartt.

"El costo de mantener era muy grande . . Se hizo un


gran esfuerzo pam modernizarla; po4pe rinda como ti
ft¡era una hacienda moderna. La tierra no respondió, el
clima no respondió. Pero se hicieron inversiones como pa'
ra que se comportara como una hacienda modernS, con
un criterio modernot'.

"La campaña contra la erosión era muy cara. Si Ud. siem'


bra sin la debida protección un bosque de pinos o eucalip'
tos en grandes extensiones y hay mucho ganado pastando
a los al¡ededores, es imposible. Se necesitaría mucha pla'
ta, mucho cuidado y un regimen favorable de lluvias has'
ta que la plantita crezen" (Entrevista, CABEZAS, Rodri'
go,1980).

La hacienda Guaillabamba, por oposiciÓn, está ubicada en


la parroquia Chambo que es conocida como zona de riego y posee-
dora de tierras n"ruy fért¡les (4). El predio, dividido en dos partes,
tiene una superficie de 4926.5 has. cuya topograf ía marca dos es-
pacios completamente diferenciados: el primero, de relieve plano
con una variación en la pendiente de 1 a 3 o/o; el segundo, de re-
lieve accidentado y pendientes que fluctúan entre 50 y 60 o/o. La
constituc¡ón edáfica forma, en la parte baja, grandes abanicos alu-

n5
viales cuya característica principal es la profundidad del suelo; y,
en la parte alta, se encuentran sr.¡elos misceláneos (lE RAC, Archivo
de Tierras).

La disponibilidad de agua de riego ha permitido al dueño


dedicar todo el predio a la formación de potreros en donde cría,
sin ninguna dificultad, aproximadamente 1.500 cabezas de ganado
Holstein. Las inversiones, en proporción a lo que obtiene, no son
mayores dado que aprovecha bdsicamente la fertilidad natural del
suelo que sólo requiere el uso de abono orgánico proveniente del
mismo ganado de la hacienda.

Y si los pisos altitudinales son importantes para la deter-


minación de las características productivas y el esquema de pro-
ducción a seguir, hemos podido observar que el páramo
-presente
en casi todas las haciendas de la provincia- no siempre resulta
desventajoso como determinados terratenientes pretenden hacer-
nos creer. por eiennplo, la hacienda Galte _tan detcrioracia uesde el
punto de ,,,ista ecológico- ten ía 200 hectáreas sembradas con pire-
tro y, según CABEZAS NARANUO, dió "muy buena rentabilidad
ese neEocio porque la cantidad de piretrina que se obtuvo en Galte
era tres veces mayor que la cantidad que se obtenía en otras zonas.
Las tierras eran muy buenas para piretro" (Entrevista CABEZAS,
Rodrigo, 1980).

Por su parte, la hacienda Totorillas producía papas hasta


los 3.600 m.s.n.m. de la variedad "uvilla" de excelente calidad. a
taf punto que el dueño recibía de cinco a diez sucres adicionales
por quintal (5). En la hacienda Pul, igualmente, se han producido
papas "hasta los 4.000 m.s.n.m., de excelente sabor, porque toma
más tiempo madurar" (Entrevista THUR DE KOOS, pablo, 1gB0).

Esto nos demuestra que la altitud, si bien es un elemento


que genera rentas diferenciales, no es necesariamente desventajosa
(6); antes bien, la altura puede ser aprovechada adecuadamente de
acuerdo a sus cualidades naturales específ icas (7). por ello, pensa-
mos que el argumento de las dewentajas naturales esgrimido por
los terratenientes obedece, en no pocos casos. a una intencionali-
dad cuyo objetivo es ocultar una práctica productiva extensivista-
ren tista.


La localización respecto del mercado, si bien no es decisi-
va en la zona dado que carece de un mercado interno importante y
los productos son generalmente enviados a la Costa o a Colombia
(lo cual homogeneiza la distancia para todos) puede incidir en la
determinación de los precios y en la orientación de la producción.
En el primer caso, los comerciantes que acceden a sitios muy aleja-
dos y con dif íciles vías de comunicación, adquieren el producto a
un precio menor, en razón del aumento del costo del transporte.
Volvamos a la hacienda Galte:

"Nosotros nunca vendÍamos en Guayaquil o en Rio.


bamba. Era mucho más cómodo guo venga el compra-
dor y compre en el predio. Se evitaba el problema del
transporte con tan malos caminos . . .La sacada del pro-
ducto, por el problema de las dunas, era muy difícit en
determinada época del año. Los camiones se quedaban
enterrados en la arena . . ." (Entrevista CABEZAS, Ro-
drigo, 1980).

Sin embargo, esto es muy relativo porque a veces se com-


pensa con una mejor calidad del producto, tal como en la hacien-
da Totorillas.

En el segundo caso, la facilidad de acceso al mercado


puede definir los planes productivos del predio. La hacienda Jipan-
goto, ubicada a la orilla de la carretera Riobamba-Pallatanga-Bu-
cay, es un buen ejemplo al respecto. Su dueño mantuvo el predio
en condiciones productivas bastante deficientes hasta que la aper-
tura de la vía de acceso le facilitó la vinculación con el mercado
costeño. A partir de entonces inició el proceso de capitalización de
la unidad productiva en la perspectiva de convertirla en productora
de ganado de carne (Entrevista MERINO, Arnaldo, 1980).

El contexto social o la determinación de zonas de conflic-


to, es un elemento muy importante a considerar en la medida que
la provincia presenta áreas localizadas en donde las tensiones inter/
clase son más agudas respecto de otras en las que la presión sobre
la tierra se advierte menor.

Múltiples elementos de carácter social, económico, cuttu-


ral, ecológico, poblacional, deben estar presentes en la configura-

rt7
ción de estas áreas cuya caracterísitca central parecería estar dada
por la presencia mayor o rnenor del conflicto inter-clasista (B).

Aunque hemos detectado algunos espacios particularmen-


te conflictivos, cuyo caso extremo resulta el cantón Guamote --en
donde el asedio campesino juega un importante papel en la diso-
lución de la clase terrateniente local- nos atreverÍamos a adelan-
tar, que la localización puntual de áreas de conflicto resulta cada
vez menos relevante en tanto las tensiones interclase se generali-
zan, o pueden generalizarse, progresivante (9).
En fecto, la demanda por tierras es tan grande que inclusi-
ve si no se desatarán conflictos en torno a ella, los precios que los
campesinos están dispuestos a pagar (15.000 sucres la h:ctárea de
tierra de mala calidad, según Pablo Thur de Koos) estimulan al
terrateniente a deshacerse de su hacienda. En todo caso, por el
momento basta con indicar que el terrateniente local subordina sus
expectativas económicas y políticas a la seriedad que revista la pre-
sión campesina sobre las tierras de hacienoa.

En suma, la presencia de estas venta.ias económicas y so-


ciales, que pueden devenir en rentas diferenciales durante el proce-
so de transformación, inciden posteriormente (digamos que a me-
diados de la década del setenta)en la configuración de distintas al-
ternativas que, en principio, se advierten fundamentalmente a nivel
económico.
Durante los primeros años post-reforma (1964-70) predo-
mina todavía, muy fuertemente, el control territorial monopólico,
la producción extensivista y la capitalización parcial de la hacienda
(s aprovechan aún las ventajas naturales de la relación precapita-
lista que no desaparece: el abono del rebaño campesino, la utiliza-
ción de las herramientas del trabajador, etc.).

b.- Ahclra bien, la resistencia a aceptar la ley agraria --€n tan-


to ésta limita la estructuración precapitalista anterior-,
proviene también de una serie de condiciones objetivas que vive la
región y que dificultan el proceso de acumulación. Mencionemos,
entre otros, la precariedad de fuentes de financiamiento y la ausen-
cia de una base infraestructural adecuada.

En los años sesenta la zona carecra de fuentes adecuadas

IF
de financiamiento (10). Aparte del Banco Nacional de Fomento
con un magro presupuesto anual de alrededor de veinte millones
de sucres (cantidad que ahora se gasta en menos de una semana, se-
gún criterio del Dr. Arnaldo lvlerino) y de algunas agencias y sucur-
sales de bancos privados que otorgaban créditos comerciales (no
favorables para el agricultor), el acceso limitado a las fuentes de f i-
nancramiento constituia un obstáculo para la capitalización en una
zona donde las inversiones resultan proporcionalmente más altas
por las caracter ísticas ecológicas ya mencionadas ( 1 1 ).
Tal parece, además, que el Estado -a través de la política
del Banco de Fomento- dificultó, ya desde los años sesenta y aún
antes, la situación de la clase dominante agraria en la medida que
favorecía indiscriminadamente líneas de crédito para un solo cul-
tivo, saturando el mercado y provocando dos graves consecuen-
cias: bala del nivel de precios y disminución de ingreso de los terra-
ten rentes.

"La política del Banco de Fomento ya venía hostilizando


al agricultor y procurando que la tierra no sea productiva
para los dueños de aquel entonces. Indiscriminadamente
se daba crédito para un cultivo y había ocasiones en que
había que vender en Guamote, bajando las papas desde
los cerros, a doce sucres la barrica (150 libras), con una
pérdida tremenda. A todo el mundo le daban crálito pa-
ra papas y entonces al concurrir se¡ iuna oferta enonne,
Ios precios bajaban tremendamente; al extremo de no po-
der caVar totalmente las sementeras porque no era nego-
eio cavarlas" (Entrevista DAVALOS, Gonzalo, 1980)
(L2).

Por otra parte, la ausencia de una base infraestructural, el


aislamiento vial de la mayor parte de zonas de la región respecto
de los centros de consumo: Guayaquil, Colombia, Ouito, Azuay y
Cañar (13); la carencia de un mercado interno representativo que
est¡mulase el desarrollo de la agro industria (14); la carencia de
centros de acopio y la falta de una política de comercialización
adecuada, impeclían también que los sectores rnás atrasados de la
clase se incorporan a la corriente de transformaciÓn.

Por último, la ruptura del equilibrio produgÉÑo entre uni-


dad terraten iente y econom ía campesinaps quizás uno de

rw
Á,.f
_ ""$,
los factores más importantes para definir la opción de la clase agra-
ria, en tanto destruye el esquema reproductivo anterior.

El tránsito de un proceso auto-reproductivo hacendat cu-


ya base esla renta en trabajo a otro en donde la ganancia está
medida por la inversión, el riesgo y la rentabilidad, no se da sino
a través de una serie de etapas progresivas que suponen transfor-
mar radicalmente la organización de la producción y la utilización
de la fuerza de trabajo. Esto provoca serias dificultades no sólo de
orden económico sino de manejo empresarial en diversos sectores
de la clase; además genera una contradicción insoluble entre los
requerimientos y disponibilidades de capital y la mantención de
grandes superficies, muchas de ellas con graves problernas ecoló-
gicos.

En otro lugar, con la abolición del huasipungo comienzan


las dificultades para disponer de fuerza de trabajo ya que se produ-
ce progresivamente un despoblamiento, en cierto modo ficticio,
de mano de obra por parte de algunas haciendas.

La res¡stencia del campesino a reincorporarse a las tierras


de hacienda y particularmente a aquellas a las cuales se hallaba li-
gado con anter¡oridad, es cada vez más frecuente. Este fenómeno
es part+jndudable de la transformación que se opera con la libe-
ración de la fuerza de trabajo de las ataduras precapitalistas y tie-
ne un fuerte componente cultural, propio, en el campesino.

En efecto, el acceso a la propiedad reinvindica una de sus


máxiníás aspiraciones de convertirse en dueño de un pedazo de tie-
rra y, al hacerlo, se autonomiza del tutelaje brutal y represivo del
terrateniente. Se rompe, entonces, un elemento medular que ha-
cía posible la coacción extraeconómica y el campesino busca reen-
contrarse sobre la base de poder defender lo conquistado de un po-
sible despojo por parte de su antiguo amo, aunque ello sea también
un resultado natural del desarrollo del capitalismo:

"Luego de la liquidación, el campesino experimenta una


natural resistencia a trabajar en la finca anterior y siempre
esüá con el temor de que aquellos tenenos que le fueron
entregados gratuitamente pueden ser quitados en cual-
quier momento. Este es uno de los motivos por loe cuales

1,20
los campesinos en la provincia de Chimborazo hacen lo
posible por no trabajar en las fincas de las cuales recibie-
ron su respectiva parcela, y tratan de ir a trabajar en otros
sitios" (Entrevista Ir'lERINO, Arnaldo, f 980).

De la inforrnación recogida podemos af irmar que este fe-


nómeno se repite con casi absoluta regularidad. Los terratenientes
se ven obligados a viajar unos cuantos kilómetros en busca de fuer-
za de trabajo, aunque la tengan en abundancia en zonas aledañas
a la hacienda, porque los campesinosse n¡egan a trabajar aún cuan-
do por ley deban hacerlo para poder acceder a los páramos de la
hacienda. En muchos casos, aunque usufructúan de los oastos del
terrateniente resisten su obligación de trabajar para éste; y, cuando
lo hacen, su rendimiento es tan bajo que entra en conflicto con las
expectativas productivas de la hacienda.
En este sentido, la ruptura adquiere también un carácter
ideológico y cultural que va más allá de las propias conveniencras
económicas del campesino; por ello, muchos terratenientes no lo-
gran comprender cómo estos prefieren trabajar con remuneracio,
nes inferiores antes que seguir vinculados a la hacienda, tildando
de irracional o primitivo dicho comportamiento.
Adicionalmente a este factor ideológico ocurre que las ex-
pectativas por mejores salarios y un trabajo regular -no estac¡onal
como en la agricultura- atrae a la fuerza de trabajo campesina. Por
otra parte, una vez liquidado el huasipungo, muchos miembros de
la familia ampliada vgr. los arrimados, pierden el ¡nterés por el tra-
bajo agrícola dado que desaparece el estímulo que representaba
para ellos la posibilidad de acceder a la tierra como una retribución
del terrateniente luego de los años trabajados para la hacienda.

En todo caso, este desabastecimiento de fuerza laboral


quiebra los planes productivos del terrateniente quien entra en
contradicción nuevamente con su tendencia territorial monooóli-
ca. Poco a poco, entonces, la disyuntiva se va definiendo: o man-
tiene un esquema transicional articulando formas precapitalistas de
trabajo que le permitan retener fuerza de trabajo, o limita la pro-
piedad de la tierra. Esto hace que muchos de ellos resientan los al'
cances de la política agraria, especialmente aquellos integrantes del
sector territorial monopólico que, para esos años, resulta ser el más
avanzaoo

t2l
La hacienda Totorillas es, nuevamente, el ejemplo más tI
prco:

"No se podía cultivar toda la tierra del predio porque no


había el penonal suficiente par¡ ese trabajo. Habiendo
terminado el huasipungo,los campesinos eran libres y el
patrón no podía obligarlos a trabajar. Entonces el progra-
ma productivo estaba limitado por em razón. Las móqui-
nas (y las tenía para todo) no podían suplir la fuerza de
trabajo humana en tenenos laderosos. A toda la agricultu-
ra de la Sierra afectó la abolición del huasipungo. Con el
huasipunguero Ee podía prlogramar el trabajo. Se sabía
con cuantos huasipunguerot s¡e contaba, los mismos gue
debían entregar seis día de trabajo a la hacienda . . .
Cuando el jefe de familia no podría asistir al trabajo . . .
tenfa que reponer el día. . . 6ea como sea. No habÍa mul'
tas ni panes fritos . . . Entonces, con esos miles de gente
Ud. podía formular un programa de trabajo: esta gente
por aquí; esta máquina por allá.

Después del 64 ya no quisieron seguir obedeciendo . . .


Los "camaradast' indujeron a la gente diciéndoles que
eran dizque libres, que se acabó la tutela y eran libres de
disponer como querían. . ."
Lo interesante es observar que aunque los terratenientes
trataron de asegurarse, a nivel del estatuto legal, la provisiónde
fuerza de trabajo mediante disposiciones que obligaban al campe-
sino a contratarse en aquella hacienda en donde pastacen sus ani-
males, la realidad resulta otra;a tal punto que TH U R DE KOOS, uno
de los fervientes defensores de la aboliciÓn del huasipungo, com-
prende que ese fue el primer paso para la disolución posterior de
su hacienda:

"Talvez no pensé en ese desequilibrio que nos iba a p¿rsar,


en esta supresión del trabajador obligado".

Por otro lado, este desequilibrio no sólo hace relación a la


fuerza de trabajo disponible sino también al hecho de que los cam-
pesinos ven -abruptamente- limitados sus derechos y, por ende,
las posibilidades para su reproducción. Corr el huasipungo tenía

t22
cómo ampliar la superficie usufructuada; además existía el sistema
de rotación de tierras, de tal suerte que cuando la fertilidad del
suelo disminu ía por el uso cont¡nuado e intensivo, el terrateniente
les permitía su reubicación en zonas más productivas. Elacceso al
páramo era prácticamente indiscriminado, pudiendo engrosar sus-
tancialmente el rebaño campesino, especialmente de ganado me-
nor; la leña y el agua eran, también, facilitadas para las necesidades
domésticas. En fin, en términos puramente económicos, las condi-
ciones db reproducción campesina podian fdcilmente resultar me-
jores que las actuales. Por ello, la súbita limitación de estos recur-
sos, indispensables para la sobrevivencia campesina, provoca una
reacción muchas veces violenta, que se agudiza significativamente
en determinadas zonas donde persiste el monopolio de la tierra
unido a condiciones naturales sumamente deterioradas.

2.- Segunda instancia del asedio campesino.

Una vez roto el equilibrio de su economía familiar, las


reivindicaciones de la masa indígena campesina se transforman. De
la lucha por el pago de salarios atrasados en función de mejorar sus
condiciones de reproducción, pasan a la lucha por la tierra como
medio de sobrevivir y resistír a la proletarización (15). Parecería
darse, a este nivel, una especie de retraso históricoen las luchas rei-
vindicativodemocráticas de los campesinos en tanto estos no pre-
sionan por la tierra en forma oportuna, lo cual les obliga posterior-
mente a acceder a zonas marginales, una vez que con la ley los te-
rratenientes tienden a monopolizar las áreas productivas.
En todo caso, el siguiente paso a la pérdida del control so-
bre su esquema de reproducción familiar anterior, es el asedio y la
toma de facto de los páramos de una gran cantidad de haciendas
en donde estos son cond ición de sobrevivencia (1 6).

Esta forma de lucha resulta posible porque en la mayoría


de haciendas los campesinos mantienen aún relaciones precapitalis-
tas de producción. En Chunchi, por ejemplo

". . . se puede obsen¡ar que es la aparcería el sistema de


producción más empleado en las haciendas y que las ca-
racteriza . . . el tenateniente aporta la tierra a cambio de
una renta en trabajo o en productos, que paga el campe-
sino.

r23
Otro sistema de producción que utüiza frecuentemente la
hacienda, aunque menot que el anterior, es el ACUDE,
que consiste en entregar al hacendado una renta en traba'
jo a cambio de la utilización de pastos, caminos, agu4 le-
ña, etc.

El sistema de producción asalariado es escasamente utili-


zado en las haciendas. . ." (VALLAIO, 1978: 5657).

Esta prolongación de la hacienda precapitalista permite


transitoriamente amortiguar los efectos de la ruptura pero, a la
vez, estimula las demandas de los campesinos quienes progresi-
vamente se niegan a devolver las tierras ocupadas. En la hacienda
Totorillas, por ejemplo, los ex-huasipungueros -nucleados en
comunas de reciente const¡tución- reciben 900 hectáreas de po-
treros para que alimenten allí a sus an¡males. Seis meses deben
abonar los terrenos de la hacienda y el resto del tiempo mantener-
los fuera de las áreas productivas del predio. Sin embargo, en 1966
los comuneros y ex-huasipungueros no quieren devolver los potre-
ros por lo que el dueño los desaloja con la presencia de la fuerza
pública. Como resultado ocurre la muerte de los animales, de un
ind lgena y dos heridos (l E RAC, Arch ivo de Tierras) :

"Creyeron que todo era gratis -dice THUR DE KOOS-


y desde entonces no han pagado por Ia alimentación de los
animales; ni abonaban, ni pagaban. Dieciseis años usufruc'
tuando de los pastos de las haciendas,libres. Engordando
sus animales, cogiendo lana, vendiéndolos y el que tenía
que pagar los impuestos que era el patrón no recibió ni
un medio día de trabajo. Con manadas grandotas no pa-
gabanmedio..."

"Este problema sutge ya no con respecto a tierras sino


con respecto a pastoreo. Ellos quieren seguir teniendo
el usufmcto de los pastos ajenos" (Entrevista TIIUR t)E
KOOS, Pablo, 1980).

En el ejemplo anterior, cabe resaltar el hecho de que la


posición del terrateniente está ceñida a los requerimientos de una
relación capital¡sta; entrega pastos a cambio de abono (dado que
los campesinos se negaban a pagar en dinero y a él le resultaba con'

t24
veniente ahorrar en la cornpra de abono) Y es desde esa perspectt-
va que pretende hacer cumplir tanto su contrato firmado en los
años cuarenta como todo aquello que est¡pula laley agraria al res-
pecto.

Sin embargo, la situación campesina no puede ajustarse al


derecho burgués que brinda protección al terrateniente capitalista,
porque está de por medio una cuestiÓn no resuelta: la redistrlbu-
ción de tierras. En esa medida los campesinos, en general, optan
por desconocer las normas de funcionamiento capitalista aunque, a
la vez, recurren a la legalidad para acceder a las tierras mediante
juicios, transacciones, compras. Este mecanismo resulta algo pos-
terior y recrudece recién a part¡r de los años sesenta (17).

En otro lugar, se desarrollan varias vias de presiÓn campe-


sina a través de una serie de mecanismosde hostlgamiento que no
son otra cosa que formas diversas en las que se expresa la lucha de
clases. Y es que con la aboliciÓn del huasipungo antes que ampliar
los derechos de los campesinos se los restringe a limites intolera-
bles, resultado de lo cual éstos se niegan a abandonar prácticas
consuetudinarias (18). Estas diversas formas de lucha campesinaes-
tán relacionadas fundamentalmente con un intento permanente
por recuperar la tierra. El hostigamiento, el cercamiento, el boicot,
el abigeato, buscan desvincular al terrateniente de su hacienda y
presionarlo para que se deshaga de ella. En este contexto, la de-
manda por salarios -como el cumplimiento de la remuneración
monetaria únicamente- no es un objetivo primordial ni único de
la movi I ización campesina.

La reapropiación contínua de las tierras de hacienda y el


robo de ganado son otras tantas prácticas de los campesinos para
despechar alterrateniente. La primera supone no solamente la ocu-
pación de los páramos asignados por el dueño de las tierras sino la
invasión de aquellas zonas utilizadas por la hacienda. En efecto,
poco a poco los rebaños de ovejas, especialmente, van ganando im-
percept¡blemente terreno a tal punto que, en algunos casos, forzan
al propietario a deshacerse del ganado:

"Las ovejas de los campesinos que iban "Offi*t ";X*


número se ponían a pastar donde me iban q¡{iúando a mí.
No había para mí, pero. . . !
Las oveJar de hacienda lae tuve que vender porque era im_
posible el control ; había morüalidad tremenda'i (Entrwis-
ta DAVALOS, Gonzalo, lg80).

En otros casos, los campesinos se niegan a permitir que el


patrono utilice las tierras a ellos asignadas en programas producti-
vos aJenos a su interés inmediato. Hay arguna eviáencia óe qu" en
varias haciendas donde se quiso desarrollar planes de arborización,
por ejemplo, los campesinos reclamaron la posesión sobre esas
áreas como parte de un derecho ya adquirido y der cuar er patrono
no podría prescindir en el futuro (1g).
El abigeato es uno de los mecanismo más efectivos para
presionar sobre las decisíones del terrateníente. Este adopta un
sin-
número de distintas formas, desde el robo directo de reses, ovejas
o cualquier otro animal hasta prácticas consuetudinarias de sus-
tracción del ganado hacendal como aqueila de destetar anticipada-
mente a la crh para que no siga a la madre o simular la muerte de
los animales.

No creamos, sin embargo, que esta mult¡plicidad de meca_


nismos utilizados por los campesinos en su lucha cerca fácilmente
al terrateniente, obligándolo a abandonar el predio. No! La lucha
emprendida por las masas indígenas adopta características de ma-
yor radicalidad en la medida que el aparato represivo precapitalista
-propio del terraten¡ente: matones a sueldo, bandas armadas- y
capitalista -policía, ejército- es más brutal y violenta.

De ahí las huelgas prolongadas en las que participan cam_


pesinos de varias haciendas y que constituyen verdaderos desaf
íos
al poder gamonal del terrateniente (20). La paralización del rraba_
jo en períodos claves de siembra y/o cosecha. la toma de los cami-
nos de acceso a la hacienda con el fin de impedir el ingreso de fuer-
za de trabajo externa, debilitan considerablemente ia imagen del
terrateniente, obligándolo en muchos casos a tranzar.
Al respecto podríamos mencionar al menos dos huelgas,
de las más importantes; la una iniciada el año 1g6g en las hacien-
das Pul, Tiocajas, Galte, Tiprh, fundamentalmente; la otra (se des_
conoce la fecha) dura dos años y participan campesinos de las na-
ciendas Shilishul, Sablog (chico y grande), Columbe Grande, Rosas,
Tiocajas y otras (Entrevista BAZANTES Enrique, 1gg0).

126
La huelga del 68 se inicia en la hacienda Pul' Loscampe-
sinos liden que se salden cuentas de salarios pendientes V Se resti-
tuvan los huasipungos en extensiÓn y lugar de origen Posterior-
mente Se declaran huelgas solidarias en las otras haciendas, parali-
zando más de la mitad de la producción cantonal'

Como consecuencia de esta medida de hecho, los terra-


tenientes se movilizan para recabar apoyo de los poderes del Es-
tado. CurSan comunicaciones a los representantes de la provincia
y de la clase terrateniente en el Congreso; envian telegramasa los
Minirtro. y Subsecretarios. Los gremios de la clase se pronuncian
presionando al Ejecutivo para que reprima la osadia. Todo resulta
inttit. Los campesinos -excepto en las haciendas Totorillas/Pas-
niac (21)- se mantienen firmes y aprovechan para plantear las de-
mandas concernientes a cada predio. En la hacienda Galte, por
ejemplo, los campesinos "obstaculizan el ordeiio de las vacas, la
cosecha de papas, cebada y floresde piretrocon lo cual no sÓlo se
está perjudicando la producciÓn de este año, sino también compro-
metiend-o la prorJucciÓn del año venidero" (lERAC, Archivo de
Tierras).

Y, si bien la movilización no se generaliza a toda la pro-


vincia, alcanza proyecciones importantes en aquellos cantones con
mayor densidad de población campesina:
..Problema lejos haberse solucionado, estos días (septiem-
bre 1968) presenta caracteres agudizamiento pues perso'
naresPonsableactualesdesafueros,dicenagricultores,
amplía zona de Alausí y Guamote ' ' ' Por tanto encare'
cidamente solicito a ud. enviarme inmediatas instmccio-
nes, así también fuerza pública necesaria, fin contener
desmanes de atacantes propiedades privadas", dice el Go'
bernador de laprovincia, Sr. Alfonso LOZArentelegrama
enviado al sub'secretario de gobieino, Dr' Luis Alberto
ARAUZ (IERAC, Archivo de fienas).

AlEstado,atravésdelgobiernocentral,yanolelnteresÓ,
detener la lucha campesina contra el monopolio territorial; por
ello, la presión que ejerce la clase dominante agraria no surte nin-
gún efecto. La correlación de fuerzas desfavorece a la clase terra-
ieniente; ésta ha perdido capaciclad estatal y en cierta nredida no

r27
puede imponer su vía de transformación porque está sujeta
a las
condiciones impuestas por los campesinos.

Este hecho ejemplifíca claramente una de las formas que


adopta la disolución de la clase terrateniente a nivel local; y, aun-
que existen otras -fraccionamiento y lotización voluntaria, por
ejemplo-, durante los años venideros será una práctíca común la
recuperaciÓn de tierras por parte de los campesinos aunque no re-
vistan, siempre, caracteres de violencia.
Respecto a la segunda huelga conocemos muy poco. En
todo caso, parece que también tuvo éxito y las demandas de los
campesinos fueron atendidas (Entrevista BAZANTES Enrique,
1e80).
Este largo proceso no puede ser entendido a cabalidad si
no hacemos referencia a la participación de organizaciones polfti-
cas y gremiales {Partido Comunista y Federación Ecuatorlana de
Indios, casi exclusivamente) en la conducción de las masas campe-
sinas. En efecto, a partir de 1g4b
-luego de la lucha contra AR Ro-
Y9 DEL RlOy la revolución de mayo de 1g44 que eleva a VELAS-
co por segunda vez al poder y permite al partido comunista exten-
der su influencia- se organizan los primeros comandos políticos
entre los campesinos de las distintas haciendas:

"Llegamos a tener hagta cuarenta y siete organizaciones


bien disciplinadaa, en cada una de las cuales había un co-
mando político . . .En 1968 (primera huelga en la hacien-
da Galte) nogotros dimos una gmn batalla. En aquella
época todavía vivía un indígena que se üamaba Ambrosio
Iaso. Bqjo la dirección y disciplina que él había impuesto
se seguÍan agmpando todas las haciendas con un ablo fin,
de reivindica¡ a la clase campesina de Chimborazo" (En-
trevista BAZAIfIES, Enrique, l gB0).
Sin profundizar demasiado en las caracterfsticas y la tácti-
ca implementada por el Partido Comunista durante esos años, es
pertinente indicar que la movilízación del campesinado de la pro-
vincia se halla estrechamente vinculada con el proyecto político
que en esos momentos impulsa dicho partido.

E, independientemente de los errores cometidos durante


esos y posteriores años, su presencia resulta sumamente importan-

l2t
te en la medida que cuestiona y desaf ía la dominaciÓn terratenien-
te; denrrncia las arbitrariedades de la clase, impulsa a los campesi-
nos para que las combatan, concientiza a las masas indígenas sobre
sus derechos y las dirige contra la existencia del latifundio.

Más aún, a nivel nacional no sólo representa la lucha con-


tra un modo de producción anterior sino que pone en peligro -a
juicio de las clases dominantes- la estabilidad del sistema capitalis-
ta. De ahí los temores de dichas clases y del imperialismo durante
los años sesenta; lo que les preocupa no es tanto el desaf ío que los
campesinos hagan del sistema precapitalista de hacienda, sino más
bien que la potencialidad de lucha que se advierte en aquel sea
orientado en térm¡nos de desestabilizar el modo de producción im-
perante:

"En esa época (1960) crefa que podía hacerse la guerra


con los campesinos de cualquier parte de la Sierra . . . Ese
era el único camino de tomar el poder. No había otro. . ."
(Entrevista ITODRIGUEZ, Carlos, 1980).

Hasta fines de la década del sesenta la direcciÓn del con-


flicto campesino permanece en manos de la FEI y del Partido Co-
munista; poster¡ormente se organizan otros gremios (Federación
Nacional de Organizaciones Campesinas, Ecuarrunari, etc.) que
coadvuvarán a representar los intereses del campesinado de la pro-
vincia en la perspect¡va de articularlosa una lucha por la organiza-
ción del poder de las clases subordinadas l22l.

3.- Progresiva des-elitización del poder local.

Concomitantemente con la descomposición del régimen


hacendatal precapitalista, la clase terrateniente local experimenta
un primer aflojamiento de su representación directa en el sistema
político local que, si bien no altera sustancialmente determinadas
expresiones del poder provincial, como por ejemplo la discrimina-
ción étnica, constituye una manifestación de crisis en la vigencia
de las superestructuras políticas precapitalistas de las que nos ha-
bla OUINTERO (1980).

Ahora bien, el problema de la dominación y de la forma


en que la región se articula al Estado a través de superestructuras

r29
capital¡stas re$llta harto complejo y poco pert¡nente para el pre-
sente trabajo; s¡n embargo, conviene plantear el hecho de que la
disolución de formas ideológicas y políticas precapitalistas es par-
te de un proceso que toma más tiempo aún en consolidarse que los
cambioe que se operan en la base económica y que tal como lo he-
mos visto son muy lentas.

La despersonalización de las relaciones capitalistas de pro-


ducción demora en producirse en aquellas zonas donde el control
ideológico -basado en criterios tales como la superioridad étnica
y cultural, o la aceptación conformista de un ,,arreglo divino,,_ es
mayor. Por ejemplo, en la provincia de Chimborazo aunque la li-
gazón con la hacienda se ha roto, el terrateniente sigue siendo el
patrón al que hay que saludar con la cabeza gacha y de quien no
se exige un trato ígualitario.

En la provincia, entonces, intervienen factores adicionares


-especialmente de carácter étnico- que complejifican y retardan
la universalización del " conjunto de instituciones hegemónicas a
través de las cuales se da la mediación entre una reaüdád de doni-
nio económico de la burguesía -clase económicamente dominan-
te- y la superestructura política,, (OUINTERO, 1990: 60, sub-
rayado del autor).

Por ello, es necesario tomar en cuenta ras diversas instan-


cias en las que se mueve elcontrol polÍtico de la clase terraten¡ente
precapitalista local. Por un lado, las masas indrgenas adscritas la
a
hacienda pero que comienzan a desarticular sistemáticamente el
armazón productivo-ideológico-político de aquella. por otro lado,
el crecimiento de la ciudad capital provincial, Riobamba, y de las
actividades económicas urbanas: artesanía, comercio, transporte;
y culturales tales como la educación, amplían las démandás por
generar consenso el mismo que
-al no existir un proyecto histó-
rico de nuevo tipo- va a ser progresivamente asumido por las ins-
tituciones hegemónicas que son el puente para el establecimiento
de la dominación indirecta, propiamente política.

La clase terrateniente local ya no puede seguir represen_


tándose directamente, como hasta entonces, porque
-a nivel de la
hacienda- las condiciones que justificaban la coerción extra-eco-
nómica se hallan resquebrajadas (23);y, en la ciudad, las clases su-

130
bordinadas ya no aceptan el gobierno de una élite política, econÓ-
mica V social que no cumple con la tarea burguesa de representar
el interés general.

En tal virtud, a nivel de lo políticose inaugura, también,


una etapa de transformaciones que va desde una forma de repre,
sentaciÓn directa, no consensual, hacia la consolidaciÓn de la he-
gemonfa. Veamosesto con un ejemplo: en 1962 por primera vez
en la aristocrática tradiciÓn del poder terrateniente de la provin-
cia de Chimborazo, un hombre de extracción popular (hijo de ar-
tesanos) accede a la alcaldia de la ciudad:

"Dra la primera vez en la historia de esta tierra que un


verdadero hdo del pueblo, sin preponderancia de cuna
ni de apellidos caducos . . . fue llevado a la máxima re-
presentación del Cantón, a la alcaldía; fue un verdadero
paso decidido y revolucionario el que dio el pueblo de
I.tiobamba; se terminaba de una vez por todas con aquel
estigma de que sólo servían los que habían nacido, por
los azares de la vida, con dinero y con un apellido ¡rada
más que sonoro.. (CASTILLO, 1962).

Ahora bien, este hombre -lng. Abraham ROME RO CA-


BRERA- era, a su vez, jefe nacional de uno de los movimientos
pol íticos que de mejor manera expresaban los intereses de la clase te-
rraten ¡ente serrana, Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoria-
na (ARNE), con fuerte influencia en la provincia de Chimborazo
+ (241.

ü
Qué nos indica este hecho aparentemente contradictorio?
En primer lugar, que la clase terrateniente ya no puede ejercer su
propia representación política; tiene que delegarla a sus interme-
diarios y, en esa medida, que se des-etiliza el poder local. En
segundo lugar, pone de manifiesto el tránsito hacia formas indi-
rectas de dominación política, propias del capitalismo.

Por otro lado, este tránsito no signif ica en manera alguna


que la clase dominante provincial pierda el poder real en la medida
que sigue controlando ciertas instancias estatales que se inclinan
abiertamente en favor de sus intereses (25); lo que ocurrqés que la \
forma de ejercer la dominación comienza a transfornlaise, tal co- \
_ .LN:R0 DE D0CUlltE¡¡IACt0|l\
ll ABYA _yA[A j,
\\\ r3r il
\\ //
\.:.-É_ '"{
mo sucede a nivel de la base económica. por ello encontramos que,
aunque los aristócratas dejan de ocupar puestos claves del gobier-
no local, poco a poco van siendo reempiazados por ra-tiacclon
ca-
pitalista -de origen noagrario- cuya presencia es regitimada
auto-
máticamente al no provenir de la élite tradicional. Este es et caso
del Dr. Arnaldo MERINo Muñoz, actual Alcaldede Riobamba por
la lzquierda Democrática y propietario de la hacienda Jipangoto,
quien a partir de 1964 ha ocupado todos los cargos públicos pro-
vinciales imaginables " excepto el de Reina de Riobamba,,según
expresión suya. Este nuevo terrateniente, que inicia el proceso de
capitalización hacendal desde los años setenta, es el prototipo del
representante actual de la clase dominante agraria provincial (26).

considerando que esto recién se advierte en ros úrtimos


años de la década pasada, no debemos olvidar sin embargo, que la
clase terrateniente precapitalista puede resistir la transfórmación
durante tantos años precisamente porque aún retiene capacidad
para ejercer control sobre el aparato estatal local:
.2

I
"Recién sé que ha sido nombrado para Subintendente de r.
r
ese sector ( Alausí) el señor Alejandro Ortiz Guerrero, he-
redero de la hacienda Shilishul. Este señor ha hecho de es. ;

te cargo la gnn plataforma para evadir el cumplimiento


de las leyes vigentet" (Carta dirigida por Enrique BAZAN-
TES al Goberaador Miütar de la Provincia de Chimborazo,
18 de abril l9?4).

4.- Fortalecimiento de una posición anti-monopólica.

Paralelamente a lo que ocurre a nivel local, al interior de


¡
la clase terraten¡ente serrana se consolida la dirección de la frac-
ción capitalista, hecho que coadyuva
-indirectamente- a debilitar
la posición de la clase precapitalista que resiste el proceso de trans-
formación.

Frente al movimiento social desatado por efecto de la


abolición del huasipungo, la ruptura del equilibrio productivo y los
intentos de capitalizar el agro, la fracción capitalista decide propi-
ciar una política que, a la par que amortigüe las contradicciones en
el campo, viabilice su proyecto de inversión. Así, plantea en deba-
tes ¡nternos la conveniencia de "procurar la adhesión total de las

tt2
masas campes¡nas y obreras a nuestras tes¡S (consenso), antes de
que, por derivación lÓgica, sea el comunismo el que capte la lngus-
tia colectiva que bien conocemos que existe" (CRESPO PAREJA
1966: agosto).

Por otra parte, consideran que la única agricultura que


tiene posibilidad de permanecer en un mundo fuerte de competen-
cia económica, es aquella que Se asienta sobre bases racionales;es
decir, buena tierra y mecanizable. De ahí que propongan alentar la
transacción directa o indirecta -a través del Estado- de tierras en
favor del campesino.

Esto, a nuestro juicio, resulta de la paulatina consolida-


ción de la fracciÓn capitalista, la misma que va a contradecir la pre-
sencia del latifundio en el campo en tanto éste resulta poco funcio-
nal para las necesidades de acumulación.

Paradojalmente, sin embargo, cuando en los debates de la


Asamblea Nacional del año 1967 la Dra. lsabel ROBAL|NOyotros
inician una discusión en torno a la necesidad de reformar algunos
artículos de la ley agraria -los mismos que tenderían a favorecer la
eliminación de aquellas formas precapitalistas de producciÓn no
contemp|adasendicha|ey-e|representantefunciona|por|os
terratenientes serranos, Patiicio cRESPO PAREJA, asume la direc-
crón de la oposición a dicho intento gue, por lo demás, resu lta cohe-
rente con los planteamientos que éste realizaal interior de la Cámara
de Agricultura de la I zona.

Esto pone en evidencia un rasgo propio no sÓlo de la cla-


Se terrateniente ecuatoriana sino aplicable al resto de la clase
do-
decir, su adherencia permanente a una prác-
minante nacional;es
tica política maximalista, que extrema las demandas para ampliar
considerablemente el margen de negociación, ganar ventaja
y, por
ende, hacer pocas concesiones.
Noobstanteelboicotde|osrepresentantesgremia|esse-
rranos, apoyados por lOs representantes provinciales,. laS reformas
(f_áV Oti CLI son aprobadas, aunque meses más tarde la clase te-
iratániente logra que se dicte una norma especial para aparceros
re-
ferente al cómputo del plazo fijado para que proceda el.pedido de
expropiaciOn, á través del cual propician una amplia política de de-

r33
salojos. El año 1968, sin embargo, durante las sesiones de octubre
de la Cámara de Diputados, se aprueban nuevas adiciones realiza-
das al proyecto de reformas a la ley mencionada, en las que rees-
tablecen los derechos de los aparceros.

Dentro del inexorable proceso de pérdida de supremacía,


ila clase terrateniente ejecuta maniobras dilatorias y opone resisten'
cia para darse un espacio que le permíta encontrar una salida ven-
tajosa.

No debemos olvidar que hasta antes de la expedición de


la segunda ley agraria la existencia de la gran propiedad, inexplo-
tada y monopólica, tiene vigencia (27). Como tiene vigencia tam-
bien la articulación a ésta de formas de producción precapitalis-
tas. De ahí que la defensa que en el plano político pueda surgir
por parte de los representantes de los terratenientes proviene de un
hecho real que responde, como lo hemos intentado señalar, a las
dificultades que, en algunas Zor-r¿¡ corno la de Chimborazo, genera
la ruptura con la base precapitalista de la hacienda.

Corrobora lo dicho el virale que sufre la política es-


tatal agrarra a partir del interinazgo de Orto AROSEMENA GOMEZ
(1967), precisamente en momentos en que el Instituto Ecuatoria-
no de Reforma Agraria y Colonización (IERAC), organismo ejecu-
tor de la abolición de huasipungos, plantea intensificar el proceso
redistributivo bajo la dirección del econoniista Fausto JORDAN,
quien es obligado a presentar su renuncia por haber publicado un
comunicado a nombre del Comité Ejecutivo criticando el discurso
del Presidente Otto AROSEMENA del 1 1 de diciembre de 1966:

"Ahora nos encontrarnos con que, mientras la Cámara de


Agricultura y los Centros Agrícolas proyectan un respal-
do al Presidente de la ltepública y se aprestan a discutir
una nueva política agraria, el Comité Ejecutivo (del
IERAC) toma el no'nbre de la Institución para combatir
al jefe de Estado", dice Julio Prado Vallejo en sesión del
Consejo f)irectivo del IEllAC, de 20 de diciembre de
1966, presentado como documento a la Asamblea Nacio-
nal el 12 de enero de 1967 (DIARIO DE DEBATES,
1967) (28).

134
Por su parte, el economrsta Abdón CALDE RON MUÑOZ,
representante de la fracción caprtalista costeña pide a la Asamblea
Nacional se pronuncie a favor de que el Ministro de Agrtcultura,
Homero ANDRADE ALCIVAR, se presente ante ella a rendir cuen'
tas. CALDERON MUÑOZ consrdera necesario llamarlo pues las
declaraciones v actuación del Ministro han interrumpido elproceso
cJe reforma agraria, corriendo el peligro de que "los latifundistas
vuclvan a destrozar con sus garras la legislaciÓn existente". Miles
de campesinos -dice- "están a la expectativa desde el momento
en que el Presidente (Otto AROSEMENA)dijo que se terminaba la
reforma agraria y se entraba a una política de colonizaciÓn como
corolario de la cual el señor Ministro de Agricultura lespide la re-
nuncia a los ejecutivos del IERAC" (DlARlO DE DEBATES,
1967 rnayo 4).

La red¡stnbución parctal de las trerras altas, la particrpa-


ción estatal en la capitalizaciÓn agraria, la modernizaciÓn de los
procesos productivos, la eliminación de las relaciones precapitalis-
tas de producción apenas ha comenzado;pero, desde el Estado, no
existe aún una pólítica agraria coherente y continua y, por ello,
la segunda mitad de la década de los sesentas sufre un retroceso en
lo que a la dinámica del proceso en las áreas rurales se refiere.

Paralelamente se está operando un cambio en la matriz de


acumulación a nivel de la formación social Entre los años 1965-69
se asiste a un crecimiento tmportante de nuevas empresas indus
triales, cambia la estructura de las tmportaclones, aumentan las in-
versiones extranjeras, Crece el endeudamientO externg Los recur-
sos petroleros a inicios de la década siguiente facilitan los medios
oue esta nueva matriz requiere'

Mientras tanto. los terralenlentes serranos que aún tienen


deudas pendientes con las nuevas condiciorles de producciÓn que
Se van creando demuestran tener sufir;terrte rntluencta todavía
pa-
ra manipular las altas esferaS de poder etr favor de una causa que
seqrlrante¡te ellos tanlbién la cOnslderan trremtsiblemerrte perdi'
da

135
CUADRO No. 20

NT,JMERO DE HUASIPUNGUEROS BENEFICIARIOS Y


NIIMERO DE HESfAREAS ENTREGADAS EN LA
PROVINCIA DD CHIMBORAZO
(1e54 - 1975)

A ñ O S No. Beneficiarios Has. Entregadas o/o (t)


1954- 64 134 1 16.16 0.63
1964-67 3.376 9.684.00 15.76
1967 -71 339 1.060.00 1.58
1971 -75 74 673.66 0.35
3.923
i r*r, i::_
(+) Este porcentaje está calculado en relación con el número de
huasipungueros existente en la provincia de Chimborazo en el
año 1958 que era de 21.406 (COSTALES, 196 j: 16).

FUENTE: COSTALES, 1971.


IERAC, 1971;1975 (citado por CAMtNO, 1979: 18b).

E LABORACION: Paola Sylva.

t3ó
NOTAS DEL CAPITULO NI
(1) Con pelna razón -dice Lenin- A. ENGELHARDT en sus Cartas desde
el.Campo

". . . señala que la economía basada en la servidumbre fue


en cierto modo un sistema ordenado y acabado, cuyo ad-
ministrador era el terrateniente; éste proporcionaba tierras
a los campesinos y les asignaba uno u otro trabajo" (LE-
NlN, 1973: 198).
(21 Hay una cierta evidencia de que la primera observación es la correcta,
sin desconocer que las otras puedan también influir de diversas mane-
ras. En el cantón Guamote. por ejemplo, GANGOTENAy otros (1980:
23) detectan cincuenta y dos haciendas entre 48 y 13.000 hectáreas,
para fínes de los años c¡ncuenta. Sin embargo, los esposos COSTALES
(197'l : 140) declaran que entre octubre de 1964 y noviembre de
1967, cincuenta y seis haciendas entregan 4.135.43 hectáreas de tierra
a 947 beneficiarios, desconociéndose si las cincuenta y seis represen-
tan el universo cantonal o sólo parte de é1.

(3) En el año 1972 habían 43 haciendas en el cantón Chunchi con un pro-


medio de 400 hectáreas cada una. Estos 43 predios pertenecían a 29
familias lo cual supone aproximadamente 1.48 haciendas y alrededor
de 600 hectáreas por jefe de familia. Estas cifras parecen no haberse
alterado significativamente desde el lapso que comprende los ocho
años inmediatamente anteriores 11964-19721 , por dos razones funda-
mentales:

a) De haberlo hecho se hubiera operado una considerable redistribu-


ción de tierras, cosa que no sucedió hasta fines de la década de los
sesenta.
b) Recién a mediados de los años setenta las grandes haciendas del
cantón entran en proceso de desintegración.
La información la hemos tomado de la tesis de Rodrigo VALLEJO
(1978) v del trabajo realizado por Delf fn TENESACA, citado poraquel,
de tal manera que resu lta leg ítimo pensar que el control terrateniente in-
dividual no excedió las 1.000 hectáreas en el sector. Esto unido a la
resistencia que presenta la clase terrateniente local a la entrega de huasi-
pungos, conf irmaría nuestra hipótesis.

Por otro lado, existen algunas evidencias adicionales en el cantón Gua-


no, parroquias Penipe y El Altar; en el cantón Riobamba, parroquia de
OUIMIAC, etc.

t37
(4) Julio CASTILLO JACOME (1942: 266) dice de la parroquia Chambo.

"Situada a 2.815 ms.n.m., tiene extensos y fértiles cam-


pos de verduras. Clima benigno, carnpos bellos, territor¡o
rico. Las más productivas haciendas de ganadería pertene-
cen a esta parroquia. Produce hortalizas en gran escala
(zona de regadío) . . ."

(51 Pablo THUR DE KOOS afirma que mientrasmásalto esel pisoenel que
se siembre, el tiempo de maduración es mayor pero la calidad del pro-
ducto compensa el retraso.

(6) Remitimosal lector al trabajo de GUERRERO ('t977:60ys.). Enét,el


autor explica que al hablar de rentas diferenciales está hacienda uso
de lo que MARX entiende por renta diferencial l; esdecir, deaquellas
diferencias que resultan de la "fertilidad" y la "situación topográfi-
ca" de las tierras. Este tipo de renta -nosdice GUERRERO- "existe
'aún en los modos
o formas de producción precapitalistas. En la
hacienda precapitalista la renta diferencial I hay que situar con res-
pecto al uso de las tierras destinadas a cultivo para el mercado (sien-
do realizada, por lo tanto, monetariamente) y con respecto a su asiE-
nación a las familias huasipungo para la obtención de la renta en trá-
bajo (MARX. Libro lll, cap. XXXIX).

En términos diversos, la renta diferencial debe ser ubicada aquí con


respecto, por un lado a las relaciones de producción de la renta en
trabajo y, por otro, a la inserción de la hacienda en las relaciones de
ci rculación mercanti ".
1

(71 La hacienda Pul -nos dice Enrique BAZANTES- aunque se halla ubica-
da en un piso altitudinal mayor que la hacienda Totorillas (más de
4.000 msnm. en algunos lugares), es la mejor hacienda de la provin-
cia -y talvez del país- pues tiene una capa de metro y medio apro-
ximadamente de tierra negra. Esto permitió a la familia Vélez producir
dos y medio millones de sucres al año cuando la papa valía veinte su-
cres.

(8) Las haciendas Guaillabamba, J¡pangoto, Chimborazo, por ejernplo, lo-


gran neutralizar eficazmente y por distintos medios la derlanda de tie-
rras y retienen, así, el control sobreaquellas con renta diferencial rnás
alta. La característica común a estos casos es la ausencia de un conflic-
to permanente y la no agudización de la lucha de clases, a pesar de
que -at menos en las haciendas Guaillabamba y Chimborazo- se ad-
vierte la presencia de organizaciones gremiales campesinas (la Federa-
ción Nacional de Organizaciones Campesinas, FENOC, por ejemplo).

Un elemento que, adernás de los otros atinentes a las condiciones de


reproducción de la familia campesina, parece haber incidido para ello
rls a(tLrel que tiene que ver con las formas en que se eiercitó la dorl]ina-

138
ción sobre las masas campesinas. Porque, prectsamente en las ¿onas
en donde la represión violenta y sistemática fue menor (torturas, en-
carce lamiento arbitrario en la propia hacienda, f lagelamientos, multas,
castigos, aumentos de la jornada de trabajo, etc.) ya sea porque el con-
tacto con las comunidades aledañas no existía o era esporádico, la
reacción campesina poster¡ora la reforma fue menos radical y por ello
menos peligrosa para la sobrevivencia de la clase terrateniente. Por
oposición, en aquellos lugares, famosos por las crueldades que los te-
rratenientes cometían con los campesinos se desata con persistencia la
lucha -apoyada en organizaciones gremiales y políticas de izquierda-,
ya no sólo por la tierra sino por la destrucción de la f igura del terrate-
niente. El cantón Guamote y parte del cantón Colta son ejemplos ilus-
trativos que serán desarrollados más ampliamente en el siguiente capí-
tulo.

A continuación transcribimos textualmente la versiólr del indígena y


líder de los campesinos de la hacienda Pul, Segundo Manuel LASO, so-
bre el trato que recibían por parte del terraten¡ente:

"En tiempos de Nicolás VELEZ GUERRERO trabajábamos


cinco días a la semana sin ningún jornal, con el siguiente
horario: de dos de la mañana a cinco de la tarde y nos te-
nlan como a un animal y pegaban como a Jesucristo. Los
mayordomos, mayorales y alcaldes era en la misma forma;
maltrataban una lástima y a los longos guaguas de doce
años en ivez de ponerles a la escuela ponían a la doctrina
que era dos d ías a la semana, botando nrajada, deshierban-
do canteros de hierba y, además, en ese tiempo se pagaba
diezmos y primicias y a las cinco de la mañana teníaque
ir a rezar y el que se atrasaba la azotaban y el momento de
pegar daban por los ojos, por la cara y en veces reventaban
los ojos y mucho hemos sufrido " (Entrevista MAG.
19/6).
(9) Esta opinión la comparten otros investigadores y ademds se apoya en
algunas observaciones empiricas. La hacienda Llinllín es un buen
ejemplo ya que durante los años conflictivos de la década del 60 logró
sortear las tensiones porque parece que el terrateniente ejercÍa la
dominación consensualmente y permitr'a que los campesinos accedie-
ran a las tierras de hacienda. Posteriormente, la situación cambia; se
rompe el esquema reproductivo campes¡no, las necesidades de capitali-
zación del predio estimulan el desalojo, etc.; se inicia así el proceso de
disolución hacendataria.

(10) claro que lo que ocurría muchas veces era que los terratenientes soli-
c¡taban grandes préstamos -que les eran concedidos- (ningún entre-
vistado se quejó de su acceso al crédito cuando lo solicitabgü y los ¡ias-
taban en consumo suntuario, no productivo De ahíqu¡a4uando vino
la lev aqraria, se escondiesen por temor a ir a la cárcet.iJado el monto
de las deudas pendientes. Esto nos estaria indicando queel problema
de los res¡rsos necesarios para la acumulación resulta relativo en tér-
minoo de descubrir la "racionalidad" del terraten¡ente pre-capitalista.

(1 1 ) En la zona de cumbayá, provincia de pichincha, por ejemplo, no se re-


quiere una inversión mayor en potreros por la fertiÍidaá del suelo y
las facilidades de riego que existen. En la provincia de chimborazo
-zonas de páramo- lncorporar tierras sin riego al cultivo de potreros
requiere desde obras de infraestructura para regadío artificial, etc.
nzl Es de observar, sin embargo, que de lo que nos habla DAVALOS no es
de una polftica de hostilización al agricultor, en general, sino a quienes
estaban acostumbrados a actuar dentro de un régimen no capitalista
de funcionamiento. Es, precisamente, la penetración del capitalismo
en el campo la que provoca el hundimiento de aquellos terratenientes
que no pueden competir en el mercado. En este sentido el descalabro
lo provocan las propias leyes de funcionamiento del modo de proouc-
ción capitalista.

(13) Hasta f ines de la década del 70 la provincia, además del ferrocarril, só-
lo contaba con la Panamericana (sin asfaltar), la Cajabamba-pallatan-
ga-Bucay (en construcción) y la Urbina-Cajabamba; esto a nivel desu
conexión con las otras provincias.

A nivel interno la situación no era menos dramática:

". . . la mayor concentración del sistema se localiza en er


área norte (cantones Riobamba y Guano), como conse-
cuencia de su mayor crecimiento económico y el acentua-
do proceso de ocupación poblacional. La situación de la
zona sur (cantones AlausÍ y Chunchi) es precaria puesto
que su sistema. a más de presentar un extenso recorrido
(debido a la barrera topográfica), muestra condiciones
técnicas muy poco satisfactorias. El ¿írea central, muy es-
pecialmente el extenso territorio del cantón Guamore y
parte de Cajabamba, dispone de un sistema de carreteras
francamente deficiente', (JUNApLA, 1 973).

(14) Aún hoy el mercado es sumamente restringido para determinados pro-


ductos. La hacienda Guaillabamba, por ejemplo. produce mantequilla
para venderla en Guayaquil porque en Riobamba es imposible realizar
monetariamente el producto.
(151 ' . . en el indio el amor a la tierra era muy grande; es un
asunto sentimental. Nosotros no lo sentimos muy fuerte
como en el indio. Habían casos en que no queríanel rea-
sentamiento (de los huasipungos) porque tenían tantos
recuerdos: la estaca donde amarraban la vaca; donde había
muerto la vaca. el burro; su pondo de agua o de chicha,
etc., (Entrevista BAZANTES, Enrique, 1980).

140
(16) Las 14 comunidades indígenas de la parroquia de ouirlrlac, cantón
Riobarnba, pelean hasta conseguir los páramos (Entrevistas MAG,
1 976)

(17) De las 60 sentencias dictadas por el IERAC hasta fines de la décacia


pasada, un 50 o/o fue producto de demandas presentadas ruego
de ex-
pedida la segunda ley agraria. De 30 casos revisados por nosotlros, ape-
nas los campesinos de la hacienda Galte inician el proceso de afecta-
ción a partir del año 68; el resto lo hace durante los años 70.

(18) "Hoy día el patrón sacó con el IERAC el mejor terreno y


lo botó (al indfgena) acá a los 3.b00 m. de aliura. cerradá
ya, como el patrón le quitó la leña, le quitó la paja, le qui_
tó el mejor huasipungo, qué hace et partZ. .. háy'necesi-
dad que el IERAC violentamente adjudique los páramos o
un programa organizado para la cría de ganado de carne y
pastos, por un lado; entonces que vuelva el campesino
aplastado . , ." (Entrevista MAG, 1g76).

"Desde el año pasado, los indígenas ex-huasipungueros,


sus familiares y otras gentes más, han venido invaá¡en¿o
otros terrenos de aquellos señalados por mí en 196b y
también han invadido secciones de tierra que constan ej_
pecificamente en el contrato de Consorcio Forestal, lo
que impide que la Dirección de Bosques siga haciendo las
plantaciones pinur.radiata que debe hacer, según el con-
trato" dice pablo THU R DE KOOS en una solióitud gue er!
vía el 6 de diciembre de lg70 al Director fjecutivJ dét
tERAC. Ing. Francisco CANEpA (tERAt, Rrón¡vo de Tie-
rras,.
(1e) "Ouería reforestar unas doscientas hectáreas pero fueron
los indígenas a decir que les quitaba los sitios de pasto de
los animales y se detuvo la cuestión,, (Entrevista DAVA-
LOS, Gonzato.l980).

(201 Estos desaf Íos tamb¡én recibían la represión brutal de los aparatos del
Estado. Así, duiante las huelgas que se producen en la zona de Gua_
mote, el Gobernador envía. poricías para que vioren a ras mujeres cam-
pesinas; una de ellas "tenia pedaceadas ias costillas
v
violación". En una segunda ocasión que ros poriclas'quisieón
l.
"rtrágoiJ"
rracei
lo mismo aprovechando ra ausencia de los varones que ée hailaban res-
guardando los páramos, las campesinas indias

". . . les cogieron, les amarraron, les bañaron, ya morían


esas gentes; se orinaron las indias y les dieron de beber,,
(Entrer¿ista BAZANTES, enrique, I ó801.

Q1l "Cuando el "amigo" BOLAñOS (abogado defensor de la

l4l
FEI) comenzó a hacer huelgs en Pul y Galte, también
ouiso incluir a Totorillas v se encargó de hacer todo lo po-
sible porque este THUR DE KOOS -que era el únicoqueno
obedecÍa- no pudíera trabaiar. Entonces, los campesinos
se sentaban con palos en las lomas a esperar a los que que-
rían trabajar para meterles una paliza. Tuve que ir al Go-
bernador, a la policía y al Ministerio (de Gobierno) para
que me presten policías para poder sembrar y cosechar"
(Entrwista THUR DE KOOS, Pabto. 1980).
(22l- Mucho se ha escrito acerca del potencial revolucionario del campesi-
no, de sus €racterísticas conservadoras, de su acentuada ideología
pequeño burguesa, etc. Existen diversas opiniones respecto a las for-
mas en que el campesino puede responder polfticamente frente a si-
tuaciones coyunturales; sin embargo, parec€ ser un hecho histórica-
mente comprobado que el campesino es incapaz de repr,)sentarse a
sf mismo a nivel del Estado. Y carece, a su vez, de una estrategia que
le permita visualizar la transformación rwolucionaria de la sociedad.
Por ambas razones compartimos el criterio de que "su liberación de-
finitiva sólo lo logrard en tanto se alíe pol íticamente al proletaria-
do" (VELASCO. 1980; 133).
(231 Recordemos que estamos hablando de las tendencias que emergen en
un período de transición y, por lo tanto, no niegan la persistencia de
ciertas formas precapítalista de trabajo en el terreno empírico.

l24l Esta información proviene de una investigación en curso a cargo de


RafaelQUtNTERO.

(25) Los terratenientes eiercen inffuencia abierta en organismos claves como


el Banco de Fomento y el IERAC, cuyos directivos pasan por alto ex-
presas disposiciones legales a fin de benef iciarlos.

Los dueños de Cañiví, por ejemplo, consiguieron de un Director Eje-


cutivo del IERAC autorización para vender un sector de las haciendas
Zaguán y Ocpote, a pesar de que sobre ellas pesaba prohibición de
enajenar (lERAC. Archivo de Tierrasl.

Otros terratenientes de la provincia, así mismo, tratando de adelantar-


se a la expropiación de sus haciendas han "saqueado" el Banco de Fo-
mento. con la perspectiva de hipotecar los predios para que el lE RAC
tenga que pagar los créditos si intenta re,alizar la expropiación. Esto ha
ocurrido a pesar de las indicaciones dadas por el organismo agrario a
los directivos del Banco en el sentido de que no se entreguen créditos
sin previo conocimiento de aquel (Entrevista VINUEZA. Humberto
l9B0l.
(26) Una vez que c¡ertos terraten¡entes se nucle€n alrededor de urr partido
político y logran expresión propia de sus intereses, puede hablarse de
que se han cristalizado como fracción.

t12
t27l "Se estima que en el 25 olo de la tierra cultivada se hacen
buenas prácticas de labores, fertilización, controles fito-
sanitarios y empleo de semillas fertilizadas; pero es indu-
dable que el 75 olo restante no practica nuevos metódos
de cultivo, por lo cual no se logran buenos rendimientos
ni en cantidad ni calidad de grano" (E L COMERCIO, 1970
febrero 26).
(28) El economista JORDAN es reemplazado en sus funciones por el Ing.
Eduardo BURNEO, de clara tendencia pro-terrateniente. Posteriormen-
te accede al cargo el Ing. agrónomo Jaime DIAZ MORENO (1980), in-
dustrial de la provincia de Bolfvar y pro-terrateniente y en el año 1970
lo hace el Dr. Ricardo IZUR IETA MORA BOWEN, agro industr¡al, pro-
norteamericano. vincu lado con ¡ntereses terraten ientes.

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TiAPITIJLO tV: TRANSFORMACION Y DISOLUCION DE
LA CLASE TERRATENIENTE DE LA PROVINCIA
DE CHIMBORAZO.

En el oresente capttulo trataremos la etapa 1973-1979


en la que, a nuestro juicio, sevisualiza con toda claridad la trans-
formación ocurrida en la estructura agraria de la provincia de
Chimborazo. Para ello confluyen una serie de factores que tienen
que ver, por un lado, con el proceso de acumulación y la partici-
pación del Estado, fortalecida -esta última- a partir de la explota-
ción petrolera;y, por otro, con la resolución parcial del conflicto
interclasista

Esta nueva situación, como lo veremos más adelante,


conf igura el reordenamiento económico y político de las clases y,
particularmente, de la clase terrateniente provincial la misma que
se ve presionada a optar por una alternativa radical: transformar-
se o perecer.

Esta alternativa es radical en la medida que los cambios


mds importantes que se advierten en la provincia en lo que a te-
nencia de la tierra y prácticas
productivas se refiere ocurren rela-
tivamente en forma rdpida durante la década del setenta.

Como ya hemos visto, la clase terrateniente provincial


intenta retardar al máximo el plazo de la transformación, pero la
nueva correlación de fuerzas que se genera con la discusión esta-
tal sobre la reforma agraria y el flujo de la movilización campesi-
na prwincial, hace que las opciones de dicha clase se reduzcan a
dos: transformarse en capitalista o quedar sujeta a la intervención
de las masas campesinas. A partir de la expediciÓn de la segunda
ley agraria resulta casi imposible, en la provincia de Chimborazo,
poseer en propiedad tierras no cultivadas directamente por el
dueño.

Lo relevante del proceso radica en que las opciones de


la clase terrateniente se ven continuamente limitadas por la pre-
sencia de las masas campesinas; de ahí que aunque las condicio-

145
nes materiales para la capitalización de la hacienda sean cada
vez
mayorcs, nc srempre resurtan suficientes para asegurar la super-
vivencia de crertos hacendados en determinadas áreas en
donde
la lucha de clases ha alcanzado niveles de ruptura; es decir, nrve-
les en los cuales la readecuación de los terratenientes, vr'a la capr-
talización, ya no garantiza su sobrs/ivencia.

Por lo demás, durante esta etapa también se notan im_


portantes cambios en la superestructura, los que aparecen como
consecuencia lógica de las descomposición de ia estructura preca-
pitalista de la hacienda, antaño eje del sistema de dominación
provincial.

En efecto, con ia difusión cada vez rnayor der capitaris-


mo en el campo el cor'rrol político directo de la clase terratenien-
te -como mecanismo regulador del abastecimiento de la fuerza
de trabajo, de la auto reproducción hacendal, de la articulación
espacial de las instancias extra-hacienda, de la organización del
sistema regional- prerdevigencia en la medida que láscondiciones
de reproducción de la clase ya no dependen solamente de los re-
cusos que ésta maneje -tierra y fuerza de trabajo campesina- si-
no de las políticas que emanen del Estado para facilitarel proceso
de acumulación en el agrovgr. créditos, precios, comercialización,
inf raestructura.

En tal virtud, a los terratenientes ya no les.interesa tanto


ejercer la dominación en forma directa porque ésta ha deiado de
ser condición de sobrevivencia; les interesa más trasladai su in-
fluencia polrtica hacia aquellas instancias del aparato estatal que
les aseguren una tasa de ganancia acorde con sus intereses.

En otro lugar, la posición de algunos sectores progresis-


tas de la lglesia local, la diversificación económica de la claie do
minante provincial la emergencia de una incipiente burguesr'a in-
dustrial de origen no agrario, coadyuvan también a desplazar de
la escena política y del poder regional a ra crase terrateniente pre-
cap ita lista.

Paralelamente, durante esta etapa se visualiza con mavor


nitidez la consolidación de la fracción capitalista; este hecho se
s/idencia, entre otras cosas, en el reclutamiento de muchos de sus

l{6
antiguos miembros en part¡clos políticos de claro srono burgués, ta-
les como ia lzquierda Democrática o er partido Demócrata.

1.- Coyunfura de bonanaa y consolidación cle un nuevo


moddo de acumulación (1)

La década del setenta, en contraposición con la anterior,


encuentra al pais en conoiciones de convertirse en república pe-
trolera, hecho que va a incidir decisivamente en la coyurrtura de
cambios que vive el agro serrano a partir de 1973.

Por oposición a los años anteriores, el problema de la


transformación ya no se define en función primordiar de resorver
un conflicto de orden politico que asegure el consenso a las clases
dominantes.

Las medidas que se proponen para el agro vienen tamiza-


daspor las necesidades que tienen las clases dominantes y el Es-
tado como su representante de consolidar un nuevo eje de acu-
mulación cuyas bases de sustentación fueron edificadas durante
los años sesenta, pero cuya viabilidad de desplazar al agro como
puntal del proceso de reproducción ampliada, y a la fracción
agro-exportadora como dominante, es viable únicamente a partir
de la exportación de los primeros barriles de petróleo.

De ahÍ que muchos hacendados abandonen voluntaria-


mente la actividad agricola y de que el proceso de reordenamren-
to y capitalización emprendido discrimine en cierto modo a las
unidades productivas extremas en favor de los estratos compren-
didos entre las 1 0 y las 100 hectáreas (2).

Esto, de alguna manera evidencia un intento por limitar


la propiedad territorial y racionalizar la producción agrrbola por
la vía de la intensificación del uso del suelol(Cuadro No. 21).

La aparente redistribución territorial en favor de una


propiedad de tamaño medio resulta, sin duda, insuficiente en
términos de incorporar a la producción vastas zonas aún mo-n-epo-. -.-_-
lizadas por la clase terrateniente que permitan sntisfac1fta'de- \
manda creciente de alimentos -además de los consumidós por las \f
clases dominantes, de aquellos que requieren obrerq¡lüO
D¡rhOcuurur,^,^,)l

w{!!j
proletaríos que son cada vez más numerosos- producto del boom
poblacional urbano, no sólo de Quito y Guayaquil sino también
de las ciudades intermedias (cfr. CARRON 1978) (3).
Nuevamente, durante el gobierno militar del general RO-
DRIGUEZ LARA (19721, se abre un espacio de discusión agraria
que aunque sumamenterestringidoen sualcance, de todas manerases-
timula la mor¡ilización campesina en algunas regiones del pafs (4).
A partir de esc años el Estado se convierte progresivamente en
el eje central del desarrollo capitalista en el campo; primero, co
mo reorganizador de algunas dreas particularmente conflictivas:
se declara a la prwincia de Chimborazo como zona prioritaria
para la aplicación de la reforma agraria y se delegan funcionarios
progresistas a su jefatura regional, mientras en otros lugares en
donde la presión campesina es menor la lev tiene muv poca tras-
cendencia.
Posteriormente, como intermediario de la capitalización
agraria - a través de políticas estatales específ icas - que ya no
incluye una estrategia de reestructuración de la propiedad territo-
rial sino más bien crédito, precios, infraestructura, servicios para la
población campesina, comercial izaorón.
En 1973 se expide una segunda ley de reforma agraria,
la misma que va a responder a una presencia estatal reforzada que
intenta estimular el desarrollo capitalista en el agro. En efecto,
con dicha ley se pretende básicamente coaccionar la eficiencia y
eliminar los rezagos precapitalistas en el campo, sin poner limi-
tes a la propiedad.

Así, se dictan disposiciones tales como el famoso artícu-


lo 25 en donde se advierte que se expropiarán aquellos predios
que para el prímero de enero de 1976 no se hallen cultivados al
menos en un 80 o/o. Por otro lado, se intenta redistribuir la tierra
entre las personas que genuina y directamente la trabajen, asi co-
mo entre las empresas, cooperativ¡s, asociaciones y otras orgarri-
zaciones agropecuarias, en base a rrnifl¿fle5 económicas rentables
que permitan consclidar urr empre,rsariado rural mrrdio capaz de
satisf:rcer las necesid.ldr,s c[r lit r.lerlanrja, lrir t¡¡"a"r ,.r rnercado
iftterr;o, detener la inilai:rrirr c irn¡lulsar los []royeirtos rle desarro-
llo.
,-)¡¡.;1,':,. irrrlrlit. llrtl¿l la !t,y, ,ri .¡nll, r rltr: i1t .;r.li,,¿r:ión cre-
'r ,rirrir(, r rit f .)! lti/r s,ttlLJit(.l r,z.il l iijs (.ontt¡t(Jt!(.i(Jf ',)iir,tltte

i48
el proyecto del gobierno militar y los intereses de la clase terra-
teniente, la misma ctue se opone frontal y monolÍticamente a
dicho proyecto.
Quienes durante el Congreso de Agricultores celebrado
en Portoviejo el año 1969, planteaban rodear de garantt'as, seguri-
dad y esl'mulos a la actividad agropecuaria eficiente -básicamen-
te lo que dicta el artrbulo 25-, cuatro años mds tarde lo impug-
nan hasta lograr la renuncia del Ministro de Agricultura, Guiller-
mo MALDONADO LINCE, luego de una intensísima campaña de
prnesa a la que se unen industriales, comerciantesy f inancistas invo-
cando la necesidad de devolver la confianza al productor y ase'
gurar la propiedad privada sobre la tierra.

Esta aparente ambigüedad que se advierte en los plantea-


mientos de la clase responde, a nuestro juicio, a dos objetivos dis-
tintos que se persiguen en diferentes coyunturas.

En la primera se pretende defender el monopolio de la


tierra, amenazado por los intentos de limitar la propiedad. Se
mantiene la posición extrema a la que plegan todas las tenden'
cias.

En la segunda se pone de manifiesto, por un lado, una


mayorr'a que busca defender la gonancia capitalista, la misma que
estd determinada por un nivel de eficiencia muy zui géneris que
resulta de la relación que el terrateniente capitalista establece
entre mdxima rentabilidad posible y capital desembolsado y no
de una elevación paralela de la composición orgÉnica de capital,
de un aumento del rendimiento o un mejoramiento de la produc-
tividad (cfr. FLICHMAN, 1977: 53).

De ahí su temor a la calificación de la eficiencia ya que


ésta puede en determinados casos entrar en contradicción con la
ganancia capitalista (5).

Junto a esa mayorr'a tenemos a los irreductibles y deca'


dentes que aún pretenden en forma anacrónica y ahistÓrica man-
tener sus privilegios coloniales (6).

En todo caso, y pese a las presiones que ejercen sobre el


qobierno para la paralización del proceso, en el campo se vive un

149
ambiente de agitación que mueve a los campesinos de sierra y
costa a llenar las oficinas del TERAC con una serie de pedidos de
expropiación. Durante el año 197t: el nivel de la lucha alcanza su
punto culminante. Lm poloo de conflícto se localizan en las pro-
vincias del Carchi, Chimborazo, El Oro, Los Ríos, Guayas y pi-
chincha. La movilización combativa produce el efecto de agilitar
la aplicación de algunos artt'culos de la ley y, sobre todo, lá pró-
rroga del Decreto 1001 que favorece a los precaristas de las zonas
arroceras de la costa. Este efecto movilizador que ejerce la legis-
lación sobre el campesinado, acelera enormemente el proceso de
disolución/ transformación terrateniente (7)

2.- Coyuntura local.


A nivel provincial, los cambi<¡s operados dentro de un
nuevo esquema de acumulación tardan en llegar. Sin embargo, ros
recursos petroleros y la expedición de una nueva ley agraria esti-
mulan la resolución de dos problemas básicos: la concentración
de la propiedad territorial y la capitalización de la haciencla (Cua-
dro No. 22).

En efecto, luego de conocida la nueva legislación co-


mienza una importantl'sima etapa de movilización campesina en
la provincia a partir de la cual se pasa de la toma de los pdranros
a la recuperación efectiva de ellos, vl'a la afectación, expropiación
o transacción. Hasta ese momento, el accesoa la tierra como rei-
vindicación esencial del campesinado se mantiene vigente en la
medida que los cambios ocurridos se han r¡isto restringidos a la
entrega de huasipungos y a la parcelación voluntaria por parte de
aquellm terratenientes que no quieren o no pueden encarar el re-
to de la transformación.

Sin ernbargo, con la apertura de un espacio juridico que


respalda su acción, los gremios campesinos: FEi, FEñOC y ECUA_
RRUNARI, impulsan la liquidación de cuentas atrasadas con ros
terraten¡entes de la zona. con esta oportunidad brota a la super-
f icie. la estructura precapitalista hacendal, aún presente en la pro-
vincia. Por doquier se encuentran grandes exiensiones de treri.a
sub-utilizada o directamente abandonada por sus dueños los mis-
mos que, sin embargo, se resisten violentarnente a entregarla a los
campesinos. El caso extremo es el de la hacienda cañivÍ La Vir-
qinia de la familia Gallegos Vallejo.

lfi
Esta hacienda de aproximadamente 8.000 hectáreas te-
nr,a en el año 1962 apenas 153 cabezas de ganado menor,
49ca'
ganado vacuno y siembras en una extensión que repre-
bezas de
uno por mil de la superficie total del predio.
sentaba rñ.nor del
cuatro años más tarde, en 1966, el rebaño ovino se había redu-
cido en un 54 o/o y la manada de ganado vacuno en un 83 o/o;
lm sembríos, por su parte, disminuyeron hasta alcanzar volÚme-
nes de producción irrisorios: cinco quintales de papas; 4 quintales
de meliocos; 8 quintales de ocas. Parte del predio lo ocuparon si-
tiajeros que pastaban alreded or de 24 cabezas de ganado ma-
yo,. ".n.ontrándose toda la hacienda en completo abandono"
(l E RAC, Archivo de Tierras).

El 27 de agosto de 1966 el IERAC envr'a of icio al Mayor


Benigno GALLEGOS, padre de los hnos. GALLEGOS VALLEJO'
mediante el cual le notifica que una unidad mÓvil de la InstituciÓn
se presentará en el predio a fin de liquidar lasformasprecapitalistas
de trabajo. Aquel no se interesa y aunque los funcionarios de la re-
gional deciden enviarle un ultimatum so pena de expropiar el
jO o/o de la superficie de la hacienda, dos años despuésel terra-
tenlente sigue reacio a entregar tierra a 1 1 ex-arrlmados que viven
asentados en las tierras astgnadas por el IERAC.

ElTdeagostodelg6SIaRegionaICentroorientetiene
todo listo para iniciar el trámite de expropiaciÓn de la hacienda
y dos meses después el Director Ejecutivo del IERAC, Ing. Jaime
ótnz H¡onENo, agro industrial de la provincia de Bolívar, cor|trni-
ca a la delegación regional que la familia GALLEGOS VALLEJO
y
quienes tienen relaciones de trabajo "están en
los campesinos con
completo acuerdo para realizar una parcelaciÓn de iniciativa pri-
vada" lo cual favorece a la Instrtución dado que ésta "no pLtede
entrar en negociaciones de bonos" (lBlD)'

Dicho pr()yecto, sin ctllbargo, tarnpoco se lleva il la


práctica. En nlarzo del 69 parte del predro ha sido invadido por
campesinos sin tierras y otras cooperativas agropectlarias s'¡ f or-
man en funciórr de solicitar la reversión de al menos el 50 0/o de
la extensión de la hacienda Cañivi. A partir del año 1973 st'irrl
cia nuevamente el trdmite de afectación por parte de varlos lf afla
jadores agrrtolas y huasipitngueros quienes reclanran se les arlitrcli'
rrue los lolets qile lrasla !a fecha vielrlen trabajatlrJo; y, atlll(ltl{) ('r}

rlt
1975 eljefe regional declara la afectación total de la haciencra, el
Comité Regional de Apelaciones recién confirma la sentencia el
31 de mayo de 1978.

Durante catorce años la familia GALLEGOS logra conser-


var el monopolio territorial sin ningua perspect¡va dec,aoitalización
de la unidad hacendal. Forman parte de aquella vieja élite de te-
rratenientes que, aunque por un lado se capitalizan y liquidan
formas de trabajo precapitaristas en aqueilos predios con venta¡as
de orden natural, social (fueza de trabajo),'mantienen pór otro
lado, vastos territor¡os, como forma de retener poder, y posibre-
mente también como táctica dilatoria que permita mejorar las
condiciones de valorización de la tierra.

De ahf su resistencia a ceder parte de sus propiedades


en beneficio de los campesinos; el hacerlo, además de'conlrevar ra
transformación radicar
-en términos técnico€conómicos, por íti-
cos y superestructurales- de un modo de producir y de ejercer
dominación, supone la pérdida del territorio como fuónte dó ren-
ta especulativa (cfr. FLICHMAN, 1977\.

En fin, este es uno de los tantos ejemplos que, como ve_


remos a continuación, se dieron en la provincia durante los años
en que el ataque a la estructura hacendal precapitalista se intensi-
f icó.

La provincia con mayor población campesina pauperi-


zada y explotada no podr'a sostener más una estructura hacendal
én donde -para 1975- rezu.ltaba común encontrar aparceros,
arrendatarios, huasipungueros; tierras incultivadas, páramos
abandonados, ausentismo; ocupación de páramos por parte del
ganado a cambio de una renta en trabajo, (Entrevista VINUEZA.
Humberto, 1980).

Por esta razón,los campesinos


-representados por tede_
raciones con vinculaciones urbanas- radicalizan posiciones. En
la parroquia de ouimiac piden la entrega de los paíramos e indi-
can que "están por sublevarse V pensar de la única manera para
librarse del yugo feudal que aún persiste... Están indignados
y listos a hacer una revolución y a hacer una transformación
denrro del campesinado" (Entrevista MAG, 1976). En el cantón

152
Chunchi, por otro lado, la agudización del conflicto inter-clmes
"comienza a expresarse últimamente casi en toda el área de una
forma estructurada y fuerte" (VALLEJO, l97B: 4g). Ejemplo de
ello son los conflictos de lltuz que reclama tierrasarrebatadas por
los antiguos propietarios de la hacienda Magna y que culmina en
1971; de Tuculay que a part¡r de 1969-70 inicia la lucha por
las tierras pertenecientes a la hacienda Magna; y, de Toctezi-
nin que en 1973 comienzan su demanda por salaric justos y
la tierra que venían trabajando como precaristas en el predio d+
nominado Almidón-Pucará (VALLEJO, 1978).

'ú Aunque la movilización campesina no tiene caracteris-


ticas de insurrección, ni se generaliza en toda la provincia, sí al-
canza todas aquellas micro-regiones en donde la clase terratenien-
te monopoliza la propiedad de la tierra. Lo que ocurre es que no
en todas partes logra niveles de ruptura, en el sentido ya expues-
to, sino que muchos conflictos se solucionan por la vr'a de la
coex istencia.

Durante esos años, una de las manifestaciones de la ge-


neralización de la lucha campesina contra el monopol¡o territo-
rial es el elevado porcentaje de solicitudes de afectación que se
tramitan en el IERAC recién a part¡r de 1973. De 60 haciendas
intervenidas por dicha Institución -total o parcialmente- duran-
te un lapso de quince añc (1964-1979), el 32 olo corresponde
a solicitudes de organizaciones demandantes que iniciaron los
juicios respect¡vos una vez publicada la segunda ley (Cuadro
No. 23). Además, aunque el proceso se hubiese iniciado en la dé-
cada anterior, casi la toulidad de qonflictos pendientes se resuel-
ven hacia la mitad de los años setenta, en mucho casos por pre-
sión directa de los campesinos. Así, por ejemplo, el mes de no-
viembre de 1976 alrededor de 600 campesinos invaden once ha-
cienda ubicadas en lm cantones Riobamba, Chunchi, Guamote,
Guano y Colta, hecho que deja como saldo una campesina muer-
ta:

L.os campesinos aducían ". . . que la jefatura regional del


IERAC con sede en Riobamba. hasta el momento no re-
suelve las demandas presentadas por ellos en diferentes
fechas, encaminadas a conseguir que se declare la afec-
tación de dichas tierras por encontrarse def icientemente

t{l
cultivadas en la mayor parte de estos predios o pidiendo
otros la entrega de huasipungos o expropiación,, (EL CO-
MERCIO, 1976: noviembre 18).

Por otro lado, no hay que olvidar -como lo dijimos ya-


que las demandas campesinas se resuelven mediante transacciones
que aunque no están registradas en los cuadros estadfsticos elabo-
rados por el IERAC, sin embargo elevan considerablemente la su-
perficie de tierra efectivamente entregada en manos de los campe-
sinos durante estos años (8).

Esta etapa de flujo de la lucha campesina, a pesar de


haber sido estimulada por la iniciativa del Gobierno que dicta
la ley y luego no puede -o no quiere- controlar sus efectos,
r
es muy importante a nivel local ya que sanciona la ruptura defi- ,
nitiva entre campesinos articulados a la hacienda en forma oreca-
pitalista y terratenientes monopólicos y rentistas.

De ahÍ en adelante, las familias de la clase terrateniente


ven desprenderse de su patrimonio miles de hectdreas de tierra rn-
culta con lo cual desaparece, paralelamente, la necesidad de con-
servar formas no capitalistas de trabajo (g). A su vez, aquellos
carnpesinos organizados a través de comunas, cooperativas, aso-
ciaciones que reciben tierras, ya no precisan mantener su vrhcuro
con la hacienda; no obstante, quienes quedan fuera del proceso
de redistribución territorial -quizds la mayon'a- se ven lanzados
a condiciones de reproducción aún peores dado que el terrate-
niente se niega a recibirlos porque ya no los necesita y los pdra-
mos se encuentran ocupados por sus nuevos dueños:

"Con la ley no nos dan nada nien arriendo, nial partido


y nosotros queremos trabajar . . . El IERAC hizo daño al
no permitir la aparcerr'a". dicen los campesinos ex-huasi-
pungueros de la tlacienda Piñancay, cantón Chunchi
(Entrevista MAG, 1 976).

En resumen, podrr'amos asegutar que el monopolio te-


rritorial de la clase terrateniente local se rompe durante estos
años, a tal punto que actualmente la única hacienda de 4 000
hectáreas que existe en la provincia es la hacienda Guaillabamba.

t54
"Guaillabamba es la única hacienda grande que queda
en|aprovinciayfuelaprimeraenso|icitarcertificado
de in'afectabilidad" (Entrevista FALCON l, Guillermo'
1980).
Concomitantemente con la decadencia de la gran pro-
piedad, los recursos disponibles para la capitalizaciÓn de las ha-
ciendas -muchas de ellas reducidas a los núcleos de tierra más
productiva y con regadrb- se incrementan sustancialmente. Des-
graciadamente no contamos con información muy detallada al
respecto, pero de todas maneras se pueden establecer compara-
ciones interesantes para las décadas del sesenta y setenta'

En pdginas anteriores habr'amos mencionado que el Ban-


co de Fomento no disponr'a de más de 20 millones anuales para
préstamos en los primeros años dela década del sesenta. A partir
cie 1974 esta cif ra se incrementa progresivamente hasta duplicar'
se en el año 1978. Por otro lado, los recursos provenientes del
Banco Central y de los bancos privados permite disponer de un
monto que para el año 1978 asciende a 211'622.000 de sucres
aproximadamente; es decir, cerca de 18 millones mensuales
(Óuadro No. 24). Ahora bien, aunque el incremento experimenta-
do resulta aún insignificante para satisfacer la gran demanda cre-
diticia provincial, sobre todo proveniente del sector campesino,
desde el punto de vista de la clase terrateniente ésta se ha visto
Sumamente beneficiada pues actualmente casi nO encuentra pro-
blemas para disponer de medios que le permitan cumplir con sus
planes productivos agrícolas y pecuarios. Al respecto veamos el
Cuadro No. 25.
Si, por ejemplo, comparamos el promedio pot^hectárea
que recibe ui profi"tario de la hacienda Jipangoto (6.593.64 su-
(551.7 su-
cres) con el promedio calculado para toda la provincia
cres), podemos advertir que éste se beneficia con mucha ventaja
del aumento de los recursos crediticios ocurrido a partir de los
años setenta. Por ello, aunque en general estos resultan insuficien-
tes para toda la región, las condiciones para la capitalización de la
hacienda han meiorado sustancialmente (1 0).

Frt otro lLtgar, ei desarrollo del equipamiento infraes-


tructural err l() c¡rre a vr'as de conlunicaci órr y obras de regadio se
ref icre. lra avarrzarlo err f c.rma lenta pelro prOgrtlsiva. Actr:alnlerlte
Chimborazo se halla unida con las dos prwincias más importan-
tes del país -Pichincha y Guayas- a través de carreteras de pri-
mer orden: la Panamericana norte y la carretera Cajabamba-palla-
knga-Bucay. Y, aunque la red interna que une cantones y parro
quias rurales es todavr'a deficiente, últimamente se han contrata-
do estudios y obras viales por un valor de 319'279.700 sucres
que serán invertidos para incorporar a los cantones Alausf, Chun-
ihi y Guamote a los centros de actividad económica más impor-
tantes de la provincia (E-L COMERCIO, 1980: marzo2l.

Por otro lado, si bien es cierto que hasta el año 1979


apenas 27.000 hectáreas 14.7 olo del área total) se hallaban bajo
sistemas de riego, hoy están en estudio doce proyectos que incor-
porardn 15.500 hectdreas adicionales con un valor de 770 millo-
nes y en un periodo de cinco años de construcción (MAG: 1979).

De igual manera, la difusión de la asistencia técnica por


parte del lNlAP, el Ministerio de Agricultura, la Politécnica del
Chimborazo, ha aumentado considerablemente, facilitando la ca-
pacitación profesional de los terratenientes capitalistas.

El caso de la hacienda Jipangoto es ilustrativo al respec-


to porque su transformación aparece estrechamente vinculada
con el mejoramiento de las condiciones para la acumulación que
se da en la provincia a partir de los años setenta.

En efecto. cuando hace aproximadamente veinte años el


dueño actual recibió la hacienda ésta se conectaba con Riobamba
únicamente a través de un camino de herradura; la carencia de
una vfa de comunicación adecuada convertía en dif rbil y costoso
el transporte de los productos en la medida que se hacr'an cerca
de 12 horas a caballo desde el predio al mercado provincial.

Por otro lado, en esos años se carecr'a de información


técnica suficiente que permitiese mejorar el rendimiento de los
cultivos y, además, la asistencia crediticia resultaba en extremo
limitada. Por lo demds imperaba la estructura precapitalista de
reclutamiento de la fuerza de trabajo y la auto-reproducción ha-
cendal.

Sin embargo, una vez liquidado el huasipungo la situa-

l5ó
ción se tornó bastante dif icil en cuanto al reclutamiento de fuer-
za de trabajo debiendo, en su caso, optar por la capitarización
del predio. Seis años después de expedida la primera ley agraria el
lerrateniente de Jipangoto inicia er proceso de transfoimación
de su unidad hacendal; para esos años contaba ya con una carre-
tera asfaltada que lo vinculaba directamente con el mercado de la
provincia del Guayas.
Esto, a su vez, transformó la fisonomía del lugar (Palla-
tanga) incentivando la presencia de una unidad del Ministerio de
Agricultura provista de veterinarios, agrónomos, especialistas en
suelos, en bosques, en frutales, con locual se facilitaba la tecnifi-
cación de la producción. Paralelamente, el Estado inició una polf-
tica de capitalización del Banco de Fomento que le permitió
mecanizar y mejorar la calidad de la producción.

En suma, durante los años setenta la hacienda precapi-


talista monopólica enfrenta una nueva correlación de fuerzas la
misma que, por un lado, vigoriza la presencia estatal en el campo
a través de una cierta reorganización territorial y productiva (se-
gunda ley de reforma agraria) que afecta aquellos espacios en
donde la clase terrateniente resiste con mds fuerza la transforma-
ción hacendal; y, luego, mediante el drenaje de recursos que favo-
recen la transformación, no sólo de los terratenientes, sino de
aquellos estratos campesinos que, a partir del proceso de diferen-
ciación, tienen posibilidades de acumulación (cfr. LENIN, 1973).

El proceso de acumulación impele al terrateniente a in-


vert¡r capital mientras que el Estado le facilita las condiciones
para ello aunque, paralelamente, le coacciona a racionalizar el
proceso productivo aprovechando al máximo las tierras que
arrojan mayores rentas diferenciales.

Por otro lado, y en parte como consecuencia de la pre-


sencia estatal, el resurgimiento de la lucha campesina que al
menos en el caso de la provincia de Chimborazo es la que hace
posible que la ley se aplique, presiona al terrateniente a deshacer-
se de aquellos excedentes anteriormente sub-utilizados. Esto no
obstante no altera la caracterÍstica esencial de la clase dado que
actualmente monopoliza las mejores tierras y el riego de la pro-
vincia, salvo en aquellos sectores donde se impuso la vr'a campesi-
na.

t57
Cambio a nivel del poder tocal.-

Dentro de la coyuntura que analizamos es importante


anotar que en Chimborazo el proceso de transformación hacendal
viene acompañado también por aigunos camb¡os en el sistema de
dominación, de los cuales es quizá el más relevante aquel que
ocurre con la ruptura expllcita de la alianza entre clase terrate-
niente y aparato eclesiástico local. Este hecho que se opera recién
a fines de los años sesenta cuando Monseñor Leonidas Proaño,
obispo de la diócesis de Riobamba, decide vincular zu acción pas-
toral con los intereses del campesinado, resulta crucial en el con-
texto local porque conf irma la ruptura de una alianza que hacía
posible la cohesión de la ciase agraria y el ejercicio de la coacción
extra económica sobre las masas campesinas.

Con la entrega de las dos hacrendas de la Curia, Zula y


Tepeyac, que suman veinticuatro mil hectáreas en total, la igle-
sia local deja de ser uno de los más poderosos propietarios de la
provincia y, con ello, coadyuva a desarticular el aparato estatal
regional en tanto sienta un precedente decisivo para el ocaso de la
hacienda precapitalista y de la dominación directa de la clase te-
rraten ¡ente.

Esto es muy importante si tomamos en cuenta que prác-


t¡camente coincide con el resurgimiento de la lucha campesina y
la emergencia de nuevas organizaciones que buscan presionar
sobre las instancias estatales locales y nacionales, a través de un
trabajo coordinado con otras provincias, para conseguir la des-
trucción del monopolio territorial de la clase dominante agraria.

En las transformaciones operadas a nivel del sistema de


dominación hay que considerar también las modificaciones ocu-
rridas en la composición clasista a nivel de la provincia. En efec-
to, durante las dos últimas décadas éstas han diversificado nota-
blemente sus filas desplazando a terraten¡entes y campesinos co-
mo las dos únicas clases alrededor de las cuales giraba y se alimen-
taba la región local urbana.

No de otra manera se explica el resultado del proceso


eleccionario ocurrido en abril de 1979, diciembre de 1980 y enero
de 1984 que, además de consagrar el triunfo político de tendencias

t58
centristas (concentración de Fuezas Populares --Democracta
ói¡stia,,a e lzquierda Democrática), pone de manifiesto el forta-
lecimiento local de partrdos pollticos de clara filiaciÓn popular
(Unión Democrática Popular- Frente Amplio de lzquierda y
üovimiento Popular Democrático) (Cuadros No. 26 Y 27l''
Es decir que un número representativo de votantes pro-
venientes de los sectores populares y pequeña burguesía de la
provincia no sólo rechazan a los representantes polrtrcos de la cla-
se terrateniente tradicional sino que van más allá al dar su voto
por la izquierda que recibe el 1B o/o V el14.4 o/o de la votación
para la elección de representantes provinciales, consejeros y con-
cejafes, convirtiéndose en la tercera fuerza electoral de la provin-
cia (11)

Este significat¡vo cambro en el comportamtento de las


masas votantes -fundamentalmente urbanas, dado que una
mayort'a campesina se mantiene aún al margen de la participaciÓn
eleccionaria- es producto de un proceso que viene gestdndose
muchos años atrás y que ahora simplemente se ha visto cristali-
zado con el retorno al régimen de derecho.

Durante toda la década anterior y posiblemente mucho


antes se crean las condiciones que hacen posible el surgimiento de
una pequeña burguest'a urbana adscrita al magisterio o al aparato
estatal cuya importancia aumenta durante esos años
Se fortalece también una nueva burguesía comercial
frente a las expectativas
-intermediarios, mayoristas- e industrial
de la creación del parque automotriz que pretendió incluir la
producciÓr-r de carros Volks,,'uagen coqo parte de la programación
automotriz asignada al Ecuador por el Pacto Andino

Porotro|ado,e|accesode|campestnoaIatierraagudi.
za el proceso de diferenciación facilitando la entrada regular y
signifitativa de un sector con posibilidades de acumulaciÓn'a la
esfera de circulación mercantil.

Esto es relevante porque flextbtltza el comportamlento


el¡tista de las clases dominantes, antaño acostumbr -'
derar al campesino como ser rnferior rrtcapaz de re< Lln trato
\.
rgualitarro en térmtnos de las relactones capltallstas;
(]EliIR0
0E 00cijtl,ltx r¡
c¡nr
ABYA.y¿[{
r5e
.tl
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ta
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Por lo demás, la presencia de movimientos y partidos
pol fticos, agrupaciones religiosas, agencias
de desarroltb,' ¡nstitu-
ciones sociales de todo tipo, influyé de alguna manera Ln ra in-
corporación incipiente, parcial y diferencíada de las masas cam-
pesinas al hecho polftico.

En fin, el conjunto de elementos presentados ha ido


configurando una nueva realidad polrtica local donde tienen cada
vez menos cabida los representantes de aquella vieja aristocracia
terraten¡ente monopolista y donde el consenso resulta esencial
para el ejercicio de la dominación. Sin embargo, no es que
los
hacendados hayan perdido ínfluencia en la tomá de decisiones de
los órganos de poder local; lo que ocurre es que, altransformarse
a nivel de la base económica, han cambiado su forma de ejercer
poder, se han junkerizado políticamente (cfr. eUINTERO, 1-gg0).
Por ello, no es de extrañar que aunque ya no ejezandominación
directa puedan manipular las instancias estatales locales en su
beneficio vgr. IERAC, Banco de Fomento, MAG, Consejo pro_
vincial.

3. - Disyuntiva: transformarse o perecer (12).

Al contrario de lo que sucedl,a en la etapa anterior, du_


rante los años 1973-1979 las opciones de la clase terrateniente se
reducen a sólo dos alternativas: transformarse o perecer. La pri-
mera -que es la que al final se impone- implica consolidar ra
tendencia capitalista de ra ddcada der sesenta y, ra segunda, supo-
ne la liquidación de las tendencias rentistas y territorial monopó-
licas.

En efecto, a lo largo de la etapa anterior, la clase terrate_


niente se escinde en rentista, territorial monopólica y capitalista,
recibiendo -con la expedición de la segunda ley agraria en 1g73-
el impacto de la redistribución terriiorial que tn pocos años
elimina casi totalmente del espacio provincial a las dos primeras,
consolidando a la fracción capitalista e imponiendo en algunos
sitios la vía campesina.

lóo
Disolución de la crase te*atenienüe y emergencia de una
vía campesina (13)

La segunda ley de reforma agraria se dicta en un mo-


mento en que la gran mayorr'a de haciendas de la provincia de
chimborazo mantiene articuladas a sus tierras
-de páramo y/o
pastoreo- a las comunidades colindantes de campesinos. De ahí
que en la zona haya sido posible recuperar las tierras altas con
sólo reclamar la posesión de lo que se venl'a usufructuando.
Terratenientes rentistas :

Es sorprendente la frecuencia con que a mediados de la


década pasada se encuentran haciendas cuyos dueños persisten
en mantener el esquema de auto-reproducción. De 29 predios
sujetos a juicio de afectación en el IERAC, quince (52 o/o) te-
n r'an las siguientes caracter ísticas:

. áreas no cultivadas en más de un 80 o/o


. inexistencia total de infraestructura productiva
. pervlvencia de formas precapitalistas de trabajo (aún
hasta de huasipun gueros)
. ausencia total de mecanización
. hato ganadero en liquidación
. posesión campesina de las tierras altas (Cuadro No. 2g).
Ahora bien, aunque en general caracterizamos como ren-
tistas a los terratenientes dueños de tales haciendas es necesario
hacer algunas observaciones que, de alguna manera, complejifican
el problema. En primer lugar, encontramos que un mismo terrare-
niente puede tener mds de una hacienda en donde aplica prdcti-
cas productivas y mantiene relaciones de producción diversas. Asi
por ejemplo, en un predio puede haber liquidado las relaciones
precapitalistas de producción y en otro seguirlas manteniendo; o,
en zu defecto, puede mejorar las condiciones de producción en
una hacienda y mantener inexplotada una segunda. De tal suerte
que aunque la hacienda sub-utilizada desaparezca no necesaria-
mente tiene por qué hacerlo el terrateniente.

Este es el caso de la familia GALLEGOS VALLEJO. D¡


cha familia tiene -durante los años setenta- un juego de cliico ha, \..
ciendasentrelascualesseencuentrantanagudasdiferenciasqueper- \
- "c'iiR0
"c,'tiR0 nnnllmcu,,
DF D0CUltf
0E ^,^..
E|\IIACIO¡J
\.\
r:1

i ABYA -yA LA i:

\ ¡ó, ,l/
\*r**---*-t"t''
las tres tendenclas
feCtamente Se pOdría inscrrblr a sus dueños en
existentes.Enefecto,sonrentistasen.lahaciendaCañiví;territo-
y El za'
riat monopóticm ,^'ó.p",. cusanchi, La clementina
gu¿n;y, capitalistas terratenientes en El Rosario. Por ello, aunque
ella no
ü nacienOá Cañivr'desaparece, los propietarios de patrimonro. lo ha-
cen porque dicho predio sólo constituye parte de zu

Esto les permite inscrrbirse en aquella f racciÓn que pos-


teri or me nte sob rev ive.
Sinembargo,notodosIosIlamadosrentistasseres|Sten
que
al proceso de capitálizactón; son más bien las condiciones en
que aqu€l proceso
sus predios se hallan inmersos los que impiden
ocurra.

Tal es el caso de las haciendas Galte y Tiocaias, presenta-


<1o en capítulos anteriores, en donde sus
dueños se ven impoibili-
iados de lls¿ar adelante la transformación, por la
presencia del
reproducti-
asedio que somete al terrateniente a las necesidades
vas de la tamilia camPesina.

La hacrenda Galte, por ejenrplo, fue adquirida en 1951


por un ex-comerciante de la provincia en la suma de dos millones
y medio de sucres. Para el pago de parte de su valor el nuevo te-
incremen-
irateniente hizo dos préstamos que pensaba recuperar
tando la producciÓn de la hacienda y eler¿ando el nlvel de ingre-
sos de la misma.
que
Necesitaba, sin embargo, mano de obra disciplinada
jornadas de sobretraba-
hiciera posible aprovechar al mdximo las
jo áejacjas por el huasipunguero en los terrenos de la hacienda'

Suprimeramedidapara|ograrIosobjetivostrazadosftle
expulsar treinta y nueve de ciento quince huasipungueros'
acu-
el terrateniente queria
sáÁdolos de rebótdr'a. Presumiblemente
deshacerse paulatinamente de la fuerza de trabaio
huasipunguera
peligro para la integridad territorial de las
óói i.prur"ntar ésta un escasas' y por-
i¡erras aprovechables, que eran compaiativamente
que deseaba reemplazar aquella, poco productiva' con mano
de
obra asalariada que resultaba más eficiente'

El desalojo zuscitÓ una serie de reclamos por parte del

162
resto de campes¡nm qu¡enes, para aquel entonces. se hallaban li-
derad<.¡ por Lln indÍgena conoctdo como el Coronel Ambroslo
Laso, mien¡bro del Partldo Comunista desde 1946 y muy cono-
cido y respetado por los indl'genas debido a su temer¡dad y fir-
meza para enfrentar el poder terrateniente (14)

La expulsiÓn resultÓ impcible; antes bien, la pobla-


ción huasipunguera siguió creciendo y con ella las demandas
por salarios no pagados, las denuncias de maltratos, etc. El te-
rrateniente, a su vez, se negaba a remunerar a una poblaciÓn
tan grande que, además, iba extendiendo sus derechm al interior
de lá hacienda. Esto agudizó contradicciones a tal punto que
el boicot a la producciÓn por parte de los campesinG se volvió
práctica corriente e impmrbrrlitÓ todo Intento de modernización.

Por último, luego de expedida la ley de reforma agraria


el año 1964, el hacendado creyó que la soluciÓn a zus problema$
habr'a llegdo ya que con el reasentamiento lograrr'a recuperar las
tierras pr-oductiuut e iniciar la transformaciÓn del predio. Sin em'
bargo, los campesinos se negaron terminantemente a ser ubica-
doJen sitios altos, erosionadoc;, sin agua, hasta que luego de ocho
años de lucha el terrateniente hubo de ceder y en el año 1972
vendió las tierras al IERAC.

En algunos casos, entonces, es la resistencia campesina


la que subyace a las dificultades para la transformación hacendal;
aquella se convierte en elemento anti-modernizador y, por ello,
contradictorio con la acumulación (al menos por un tiempo has-
ta que el acceso a la propiedad de la tierra transf orma el conteni-
do del problema camPesino).

Noobstante,engeneral,losterratenientesrentistasson
aquellos que no liquidan progresivamente las relaciones precapi-
talistas de producción y extraen de las unidades hacendales sólo
aquello que la relación precaprtalista -vl'a la renta en trabajo o en
especies- es capaz de proporcionar. Es decir. son aquellos cuya
práctica auto-reproductiva se basa en la existencia de mano de
obra adscrita al predio a través de formas precapitalistas de traba-
io.

Por esta ratÓn' cuando el huasipurrgc; es abolido dtchos

ró3
terratenientes persisten en conservar otras formas de
rectuta-
miento para evitar la constitución de un fondodesalarios atavez
que asegurar la presencia de una tuerza laboral casi gratuita.
De esta manera, cuando se dictan desde er Estado iotiti..,
tendientes a reforzar ra fracción capitalista, estos
terratén¡óntás-
se encuentran sin ninguna base prevía que les permita
sobrevivir.
Además, como consecuencia de ras piácticas'prrofit.tirtas
oe
conservación de ra fuerza de trabajo, ros campesinos pueden
con
mucha mayor faciridad recramar ra afectación de rai
ii.rrá, pr"o
to que las han venido trabajando ininterrumpidamente.

Por lo demás no todas las haciendas que se vieron


en-
vueltas en juicios de afectación desaparecen; algunos predios
de
una u otra manera, habr'an iniciado er proceso de capitarización
y contaban
-unos más, otros menos- con cierta infraestructura-
que les permitla sortear ros efectos de ra rey.
De cuarquiermane-
ra, sin embargo, estas haciendas perdieron todo excedente
de
tierra. ocupado por lc campesino y sus dueños.o*pránJi.ron
que de ahf en adelante sóro podrr'an conservar
ra superficieen ra
cual hubiesen invertido capital.

A pesar de ello y de la complejidad que encierra la diso_


lución creemos que, en la provincia Oé CnimOoürá, ,ór"tlu,"
nutrió fundamentalmente de la tendencia rentrsta.

Vía campesina

Por su parte, la vl'a campesina impuesta en algunas áreas


de la provincia no se alimenta únicamente de aquellaJhaciendas
cuyos dueños son rentistas; es decir, de aquellas haciendas oue
por carecer de un manejo empresarial eficaz, se ven expuestas a ra
presión campesina interna y externa al predio.

En realidad, la via campesina en la provincia se halla me-


diatizada, no sólo por el proceso de capitalización, sino por tas
condiciones de la lucha de clases. De aht'que, por elemplo, ra
fracción territorial monopólica, en esencia ca¡ritalista, se vea le-
sionada por el proceso y desaparezca progresivamente, demos-
trando asi el carácter transicional de una vr'a de desarrollo oue
pretendr'¿r corni)irtar el latifundio con la capitallzación (1b).

161
Las haciendas Llinllín y Totorillas ejemplifican clara-
mente nuestro planteamiento. La primera es bastante grande
-4.500 hectáreas- y en 1965 liquida alrededor de 120 huasi-
pungueros los mismos que posteriormente siguen usufructuando
de los páramos de la hacienda. La topograf r'a laderosa del predio
obliga a los dueños a ocupar gran cant¡dad de fuerza laboral que,
luego de la abolición del huasipungo, generalmente migra fuera
de la región.

En el afán de conservar a los trabajadores y, además,


como una práctica consuetudinaria de "buen patrón" el terra-
teniente cede una importante sección del predio en favor de los
campesinos. Esto permite que campesinos y trabajadores sean
"extraordinariamente bien llevados por siglos", según dice el
actual gerente de la Empresa Agropecuaria Llinllín, Carlos CA-
LISTO:

"Hace 14 o 15 años hubo alrededor de la hacienda Llin-


llin un malestar indr'gena serr'simo. Mataron policr'as,
con una beligerancia tremenda. Pero los campesinos de
Llinllin defendieron la hacienda. Es decir, era una posi-
ción tan diferente hace pocos años. Protegieron y escol-
taron a los dueños -que eran los anteriores a los actua-
les- por voluntad propia, contra sus hermanos indtge-
nas, para que no les falten a los buenos patrones, a los
oue ellos consideraban en ese entonces bondadosos
hombres con los que tenr'an buena relación" (Entrevista
CALISTO, Carlos, 1980) (Creemos que CALISTO se re-
fiere al levantamiento de Columbe ocurrido en febrero
de 1961 ).

En 1977 , sin embargo, los herederos de Cornelio DAVA


LOS y su hermano Bernanrdo deciden formarunacompañía lintrta
da "para lograr hacer lo que la agricultura del par's necesita. ern-
presas agrr'colas en,vez de agricultores".

Además, siendo ocho los herederos de la mitad de la ha


cienda, la subdivisión resulta económicamente perjudicial. Se
emprende asr', la capitalización del predio y, con ello, la progresi-
va racionalización en el uso de los recursos. Poco a poco se trans-
forman las áreas de cultivo y de pastoreo, se invierte dinero en \\
'i;"iil"ryi'f
,,
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\ \\ t6s
,'i0,.'!'
\ .¿./
\..r-. -- -'lfin
mejorar el hato ganadero y se adquieren algunas cabezas de gana-
do de lidia español; se expanden las áreas de pasto cultivados, se
tecnif ica la siembra y cultivo de papas, se construyen corrales;en
fin, comienza un acelerado progreso de cambios en la unidad ha-
cendal. Concomitantemente, se mant¡ene en tierras de la hacien-
da a las comunidades campesinas, las mismas que proveen regular-
mente de fuerza de trabajo a las tareas pr"oductivas del predio. Al-
rededor de 400 campesinos constan en los roles de la empresa pe-
ro conforme la masa de capital invertido es mayor se va haciendo
evidente las "costumbres monstruosas de la zona y del período
de transición que estamos viviendo".

Los campesinos "...vienen a trabajar dos dr'as a la se-


mana un buen grupo, tres días muy pocos, cinco dr'as
los que están ganando a mensual. . Hay trabajadores
que en quince años han trabajadosiete dias y están en el
rol de pagos y hay que pagarles alguna vez" (Entrevista
CALISTO, Carlos, 1 980).
Por otro lado, el crecimiento del hato ganaderoeleva la
necesidad de pastos que muchas veces se encuentran ut¡lizados
por el rebaño campesino. A su vez, las familias campesinas crecen
en número y aquellos que hace veinte años eran niños ahora de-
mandan incorporarse a los páramos de la hacienda. Las tensio-
nes se acumulan irremediablemente. Al igual que en Totorillas,
a los terratenientes les interesa conservar el acceso a una fuente
regular de mano de obra pero, paralelamente, intentan limitar los
derechos de los campesinos al interior de la hacienda.

En esto resultan más brutales y opresivos que el resto


de terratenientes porque pretenden combinar la sumisión que
les significa salarios por debajo de la ley, servicios gratuitos y,
por ende, ahorro en los costos de producción con el despojo.

Las ex igencias aumentan pero no v ienen acompañadas del


cumplimiento de las leyes laborales; de ahi que resulta irónico
-por decir lo menos- la extrañeza que manifiestan los dueños
por el cambio en la actitud de los campesinos quienes pasan del
sometimiento -alimentado, por el paternalismo del dueño ante-
rior- a la rebelión.

En octubre de 1978, durante el cave de papas, comien.

lóó
za una huelga de "brazos cardos" que cuesta a la hacienda alre'
dedor de 14.000 quintales del producto'

"No trabajaron ni dejaron trabajar' Hubo trabajadores


de la misma zona que si quisieron trabajar pero no les
dejaron entrar en forma beligerante " (Entrevista
CALISTO, Carlos, 1980).

PosteriormentesiguenIosenfrentamientosinstiqados
-a juicio de los dueños- pbrel Secretario General de la FEl, Es-
tuaido Gualle. I ntentan entregrles 900 hectáreas de páramo pero
en una zona de litigio con la hacienda Sabloc-Grande, ante lo cual
el IERAC se opone terminantemente, hecho que es calif icado por
cALlsTo como inoperancia que impidió efectivizar la donación a
t¡empo.

Sin lograr una soluciÓn al problema, a f inesdelaño 1979


alrededor de 1.500 campesinos se lanzan a una nueva huel$. Esta
dura cuatro meses al cabo de los cuales el Tribunal de Conciliación
y arbitraje del Ministerio del Trabajo decide un fallo que fue
"ventajosísimo para el lado patronal porque resulta casi' casi
peti-
baratoí,. De los dieciseis puntos constantes en el pliego de
y
ciones, se aceptó uno: pago reIiquidación de sa|arios e| mismo
que, según parece y por acuerdo mutuo, se lo hará con tierras de
la hacienda.

Apartirdelasolucióndelconflicto,noobstante'laem-
presa entra en liquidaciÓn:

"Llinllín con el problema que tiene no plantea trabajar


ni prosperar. Plantea solucionar los problemas de explo-
sión demográfica en lo que a Llinllrh le toca' En el fon-
do, es la liquidación de la emPresa.

No se puede trabajar despues de un malestar de la índole


oue se ha creado. Actualmente la hacienda no estd pro-
duciendo. Sólo se ordeña leche en tanto no se puede evi-
tar que las vacas produzcan diariamente' No se ha sem-
brado ni se sembrará un grano más de producto agrt'cola'
Primero, vamos a pagar todo lo que establezca la liquida-
ción; segundo, venderemos todo el ganado, toda la ma-

167
qutnaria; y, después, toda la hacienda, a ellos mismo o a
otros. No se puede asi. para trabajar en el campo se ne-
ces¡tan dos cosas: estar a gustoy tener confianza,,. (En_
trevista CALISTO, Carlos, 1gB0).

En la hacienda Totoriilas, a pesar de que er terrateniente


pugna durante muchos años hasta lograr las
mejores condicrones
de monetarización de la renta territoriar, ocurre'atgo simirai este
resulta ser uno de los más avanzados de toda ra piovincia y para
la zona en que se encuentra con una serie de dewentajas
nr,uru-
l9s. por vencer, arcanza ra carif icación de eficiencia
oiórguo. po,.
el Ministerio de Agricuttura. por eilo, THUR DE Koós
tenaz resistencia; en los años setenta él ha invertloó-vá
Ji*.. tun
mucno
capital -traducido en ganado vacuno y ovino de raza,'maquina-
ria agrr'cola, semiilas mejoradas, aprovechamiento máx¡má oet
suelo de acuerdo a ras condiciones del terreno y a su interés
de
maximizar la ganancia- y se resiste a perderro tan fácirmente.
Para é1, merecen desaparecer aquellos rentistas quienes, po'-
no
pa.gr sa.larios, poco se han preocupado de controlar ei
creci-
miento indiscriminado de la poblacibn indígena al interior de ra
hacienda.
Ahora bien, el problema -tanto de Llinllin como de To-
torillas/Pasni¿rc- no es de carácter económico sino de carácter so-
cial y politico. En ambos casos, aunque han riquidado formas de
trabajo precapitalista como el huasipungo, no pueden erimrnar
del todo mecanismos de recrutarniento áe ra fuerza de trabalo
que hagan posible satisfacer ros múrtipres requerimientos
de ma-
no de obra; de allí que deban ceder tierras de hacienda en favor
de los campesinos.

Sin embargo la tógica de funcionamiento capitalista que


obliga a una contínua renovación de métodos de trabajo, de utili-
zación del suelo, de mejoramiento y aurltento del ganado, entra
en contradrcción, cadavez más aguda, con Ia conservación de for-
mas no capitalistas de trabajo. Por un lado, tecnrf icación, raciona-
lización en el uso del suelo, difusión de relaciones salariares que
eleven la productividad de la fuerza de trabajo; pero, por otro la-
do, utilización de abono orgínico, por ejemplo, que implica se-
guir recibiendo renta territorial en especie.

En efecto, en el caso de Totorillas. el terrateniente obli-

tó8
ga a los campesinos que utilizan los páramos del predio a dejar su
rebaño de o¡inos en terrenos de la hacienda durante cuatro meses
al año, con lo cual se crea un primer frente de conflicto. ya en
1966,THUR DE KOOS recibe una comunicación de su administra-
dor en la cual le informa que "la gente de Totorillas-Yacupamba
estd sacando todo el ganado ovino que abona la hacienda"; aquel
contesta la misiva dando la orden de que paguen o salgan (lERAC,
Archivo de Tierras).

Desde el punto de vista del terrateniente, la fertilización


del terreno como pago del uso de sus tierras es una transacción
como cualquier otra que no deberia implicar nada más que la re-
lación impersonal entre el que brinda un servicio y recibe su re-
muneración correspondiente. Y, posiblemente, es así. Sin embar-
go, para los campesinos t¡ene otro significado pues dicha prácti-
ca reproduce las viejas relaciones de dependencia personal con
respecto a la estructura hacendal. De ahÍsu resistencia a cumplir
con lo estipulado en el contrato firmado con el dueño; resisten-
cia que, por lo demás, se ve fuertemente estimulada por la inten-
sificación de las luchas campesinas en las haciendas vecinas.

Esta forma transicional, intermedia, que combina de un


modo ideal -para el terrateniente- el monopolio territorial (renta
especulativa y diversas formas de renta en trabajo) con la transfor-
mación capitalista, no llega a cristalizar como vfa de desarrollo y
finalmente desaparece (generalmente cuando el terrateniente opo-
ne resistencia) o se transforma (cuando el terrateniente cede el ex-
cedente de tierra).

Por lo demás, la presencia del monopolio territorial


=rentista o no- intgnsifica el proceso de movilización campesina
que a mediados de los años setenta sacude, en la zona de Guamote
principalmente, las estructuras mismas de la hacienda.

Prácticamente todos los predios -grandes y medianos-


ceden ante la persistencia del asedio campesino. Los indfgenas de
la hacienda Galte son los primeros en alcanzar la victoria luego de
una huelga que dura más de dos años. Posteriormente les siguen
los campesinos de la hacienda Pul, Tiocajas, Sablog, Chacaza, Chi-
po, Bisñag, lshbug, Atapo El Carmen, Atapo Lote 2, San Antonio
de Pasniac. La hacienda Totorillas va quedando sola en medio de

ló9
una ser¡e de comunidades campesinas que sf- reclaman su
derecho a la tierra.
-ahora

Paralelamente a la descomposición de ia hacienda preca_


pitalista, la división al interior de la clase terrateniente local se ha-
ce más evidente cuando el Estado, a través de una polftica diferen-
cial, se erige en reestructurador de la clase dominánte agraria. Las
fracciones se definen en relación con lo que ocurre en el IERAC;
es decir, quienes tienen problemas graves de tierras que resolver
-rentistas o territorial monopólicos- forman parte de la clase en
decadencia que termina por desaparecer; mientras que aquellos
que aparentemente han resuelto el conflicto inter/clase
se ubican
dentro de la fracción ascendente. Este fenómeno se po re en evi-
dencia durante la "toma" terraten¡ente de las oficinas del IERAC
regional ocurrida el año 1976.

En aquella oportunidad, los hacendados se acercan a la


Institución agraria para reclanrar airadaryrente por la parcializa-
ción de ésta en favor de los campesinos y exigir la reestructura-
ción inmediata de sus cuadros directivos. presidé este hecho la cla-
se en decadencia y su intención fundamental es la de impedir la
aplicación del artículo 2b que ya habfa movilizado a los campesi-
nos de la región alrededor de una serie de medidas de boicot a la
producción y recuperación de tierras. Sin embargo, conforme
avanza la reunión se ponen de manifiesto las diferencias existentes
entre ellos y el aíslamiento en que queda dicha clase.
"Habla entre ellos dos sectores, el que tenfa problemas
y el que había ido de manera solidaria. . .En un momen-
to el grupo de terratenientes se dividió entre aquellos in-
cursos en presunto precarismoo abandono, inexplotación
de los predios, etc. y aquellos que no tenían ese tipo de
problemas, a tal punto que en determinado momento
(estos últimos) se despidieron y abandonaron la Institu-
ción dejando solos a los otros" (Entrevista VINUEZA,
Humberto, 1980).
Por lo demás, es de advertir que desde que se inició el
primer conflicto importante en la hacienda Galte, se puso en evi-
dencia el desinterés estatal central para apoyar la conservación
terraten¡ente de inmensos territorios que podrían eventualmente
convertirse en puntos nodales de conflicto.

t70
Es asf como, en lg65 el Contralmirante Ramón Castro Ji-.
Jón envfa una comunicación al Director Ejecutivo del IERAC en
Quito, proponiendo la inmediata expropiación de la hacíenda Gal-
te, vfa decreto supremo, por sr la mejor muestra de concentra-
ción latifundista y por constituir "el foco principal de agitación
social en esa región estratégica de la agricultura interandina". Es-
ta sug€rencia es rechazada por la Instítución en tanto escapa a las
disposiciones presentes en la ley de reciente expedición (lERAC,
Archivo de Tierras, Ouito).

Prácticamente igr,ral cosa ocurre cuando las tensiones lle-


gan a un clfmax en la hacienda Totorillasyel MinistrodeGobier-
no "de hace años" le dice a THUR DE KOOS:

a'Usted y zu familia er uno. Claro que Ud. da la más alta


producción y productividad de toda la zona. Pero piense:
la hacienda Galte está kla, h hacienda h¡l e¡üi ida,la ha-
cienda fiocqias está mal, loe Atapoe también. Sólo usted
se estó quedando. Y decir NO, contra viento y matea de
miles de perronas que quieren las tiena¡ esas; no puede
el gobierno decir que siga el señor allí y los otros que si-
gan ahí, porque cada dÍa Ee va a volver máe fuerte y como
ya han pasado tantos ataques (muertos, heridos, etc.), el
gobierno crefa que había que llegar a algún acuerdo" (En-
trevista TIIUR DE KOOS, Pablo, 1980).

Adicionalnrente, los nrecanisnlos tradicionales rle ejercer


presión en las instancias de decisión central comienzan a no dar
resultado. Prueba de ello es que a pesar de lc;s reiterados pedidos
elevados al Ministro de Agricultura, CABREFA SEVILLA, y al Di-
rector Ejecutivo del IERAC, LARREA CAÑIZARES -qu
tanrpoco sc caracterizar()n por rnantener urra actitud
favor de los campesinos- les resttlta irnposible I'erlrove óe la jef a
tura regional al lng Hutttlrer to Vinueza el nlismo qrle rp l€jrr0n te
üiNrR0
intenta aplicar lo que drcta la lcy en todas sus partes. Dt ,orrrrnur,o^
i
AB!A.YAIA J
Por rlltimo, ni siquiera los gremios de terr r ientes re-

sultan eficaces ya para defender a dicha fracción (16).


cendados que se habfan transforrr¡ado no se muestran
con la terquedad de quienes se niegan a reducir el tanraño
posiciones (Totorillas/Pasniac), ni con aquellos que no intentan

t'l I
cap¡talizarse (rentistas). De ahf que las presiones de la cámara de
Agricultura de la I zona y del centro agrfcola son -desde la ópti-
ca de los afectados- totalmente irrela¡antes:

'Er muy diffcil que lor rgricultorer (tetratenientee) apo


yen cuando uno tlem conficto¡. No bay unión en el gnr-
po . . . Si hubiera más unión ya re habría formado el par-
tHo agrario . . . Lo¡ agricultorer no &)n ¡olid¡rlos y, aun-
que m9 vi¡itaron muchos amigoe durante el coniicto,
no pasó de eso. . . ', (EnhevistaTHUR DE KOOS, pablo,
1980).
*Los agricultores
de ra provincia no tienen poder. Los te
legramas, cartas y eolidaritad de los Centros Agfíeolas, de
l¡ Asociación de Centros furÍcolas ae U pLvincia de
Chimborazo y de la Cámara de Agricultores de la I Zona
que nos dieron gran respaldo, no ha serr¡ido para nada
ante el gobierno, ante la ley. Somos víctimas de una
tomadura de pelo que nos hemos ganado los agricultores
como tales. Somos tan desunidos, disglegados, poco
consecuentes con nuestro modo de vida que nos pasa lo
que nos pasa. Hemos dejado legislar sin gritar, sin oponer-
nos; y, cuando ha habido oposición ésta ha sido mínima".

"Cr¡ando fuve los problemas no fuí a pedir que me a!ru-


den porque no quise deber nada a nadie. En realidad no
habría sido sino agitar el problema, porgue estos Eeñores
lo que hacen es coger diez o doce automóviles a pasearBe
por lor camino¡ de las haciendas, exasperaneto má¡. Eaa
era la colaboración que daban eeoe señores" (Entrevieta
N.N.,1980).

Para rezumir, la vfa campesina de desarroilo der capitaris-


mo se impone allf donde las fracciones rentista y territorial mono-
pólica son dominantes y, por tanto, estimulan una resistencia más
radicalizada que termina por destruirlos como clase (17). por opo_
sición, en aquellos lugares donde los terratenientes ponen menos
trabas al proceso de transformación, aceleran la modernización de
la hacienda y ceden parte de su territorio a los sectores campesi-
rf'roS, so consolida la fracción capitalista.

t72
Constitución de una burguesía-terrateniente

La emergencia de esta nueva clase no es sino el producto


de la consolidación de la tendenc¡a terrateniente/capitalista que,
como lo hemos visto, viene gestándose mucho tiempo atrás con la
participación ya sea de aquellos hacendados que se metamorfosean
en capitalistas o ya de nuevos sectores de origen no agrario.

Por un lado, no todos los terratenientes que enfrentan de-


mandas campesinas desaparecen; es más, muchos de ellos resuelven
con prontitud cualquier conflicto en función.de reconstruir la uni-
dad predial sobre una nueva base de relaciones sociales y de prác-
tica productiva. Tampoco ocurre que sólo a partir de las exigen-
cias campesinas los hacendados decidan optar por la transforma-
ción; en no pocas oportunidades esta base de capitalización ya
existe razón por la cual al terrateniente le resulta mucho más fá-
cil imponer su alternativa.

Por otro lado, no toda la burguesía terraten¡ente que se va


configurando proviene de la vieja tradición de propietarios agra-
rios. Muchos de ellos se han formado a part¡r de la apertura de zo-
nas de colonización, antaño inexplotadas o, también, como pro-
ducto del proceso de desconcentración herencial avalado por el de-
recho de sucesión ¡mperante en nuestro paÍs (18). Usufructuarios
de esta suerte de "reforma agraria terrateniente", como la denomi-
nó alguno de nuestros entrevistados, han sido tanto campesinos
como comerciantes mayoristas asentados en los centros cantonales
de la provincia; los segundos, más que los primeros han devenido
con el tiempo en burguesía terrateniente cuyo objetivo es maximi-
zar la ganancia que obtiene en relación al capital invertido. Por ello
se preocupan de intensificar los ritmos de producción, elevar la
productividad, etc.

En otros casos, la sola entreg8 de huasipungos supone la


desintegración de la unidad predial en la medida que la superficie
sobrante luego de la liquidación resulta ant¡-económica para el te-
rraten¡ente. Aquf también, los compradores son campesinos indÉ
genas o gente de los pueblos (cfr. GANGOTENA,
'1980: 60; P AEZ,
1980: 90-91).

t73
Dentro de este mosaico de posibilidades de capitalización
terraten¡ente vamos a tratar de inteErar en lo posible todos aque-
llos factores -o al menos los que a nuestro juicio son fundamen-
tales- que viabilizan, en cada caso, la consoiídación de la burgue-
sfa terrateniente ( 1 9).

a.- Entrega compulriva del excedente territorial

Como hemos dejado entrever a lo largo de todo el traba-


jo, las opciones que se abren a la clase terrateniente local se hallan
casi siempre estrechamente ligadas a lo que ocurre con el polo
campesino. Ahora bien, la situación campesina no presenta un cua-
dro homogéneo al interior de la provincia de Chimborazt.¡. En unas
zonas, más que en otras, los requerimientos de tierra son mayores;
asl mismo, en c¡ertas áreas específicas de la región las oportunida-
des de acceder en condiciones favorables al mercado de trabajo
despiertan las expectativas de los campesinos quienes se dewincu-
lan más fácilmente de su relación con la tierra. En fin, podenros
detectar ciertos espacios en donde el conflicto inter clase es muy
agudc y otros en donde, aunque no inexistente, es al menos con-
trolable. Ratifica lo dicho la constatación empirica de la solución
parcial de muchos juicios de afectación de tierras y permanencia
desafiante de algunas haciendas en el contexto províncial (Cuadro
No.29).

Sin embargo, el asedio carnpesino -presente con grada-


ciones ¡mportantes de intensidad de sitio en sitio- constituye con
mucha frecuencia un elemento desestabilizador que amenaza la in-
tegridad territorial de la unidad productiva y la sobrevivencia del
terraten¡ente; por esta razón, el hacendado busca una solución par-
cial a través de la desmembración de aquellas tierras con rentas d¡-
ferenciales más bajas y que exceden sus posibilidades de capitali-
zación presente. Este es el caso del juego de haciendas ubicadas en
la parroquia San Juan del cantón Riobamba y que hace cerca de
medio siglo perteneció a un solo dueño.

Las condiciones de reproducción hacendal y campesina


en la parroquia de San Juan son bastante particulares: cercanla a
la más importante ciudad-mercado de la provincia: Riobamba; pre-
sencia de la fábrica de cemento Chimborazo que empieza a reclu-
tar fuerza de trabajo a partir de la década del cincuenta; tierras

t7a
fórtiles y de regad fo aptas para la ganaderfa; poresto último, necesi-
dad rclativamente menor de articular a la hacienda un significati-
vo número de población campesina. En fin, cond¡c¡ones específi-
cas que hacen posible que esta micro-regiÓn presente meng! trabas
a la penetración del capital y acorte el momento de transición.

Contrariamente a lo que sucede en el cantÓn Guamote,


aquí la hacienda capitalizada logra afianzarse rápidamente, al mis-
mo tiempo que la economfa campesina se ve fuertemente debilita-
da por un proceso cada vez mayor de semi'proletarizaciÓn'

Paralelamente, la estructura de poder parroquial asentada


sobre el control del terrateniente sufre una serie de cambios que
independizan tempranamente -en relaciÓn a otras zonas de la pro-
vincia- tanto a los campesinos como al pueblo de San Juan respec-
to de los aparatos de dominación precapitalistas (20). Por esta ra-
zón, creemos, las tensiones inter-clase, aunque presentes, no alcan-
zan niveles de ruptura y pueden ser controlados finalmente por la
clase dom inante agrar¡a.

Así por ejemplo, la hacienda Chimborazo de propiedad


de la familia GARCIA DIAZ -descendiente de uno de los másgran-
des terratenientes de la zona- logra asimilar las demandas campe-
sinas dando una salida inmediata que le beneficie y que, a su vez,
neutralice los alcances del conflicto.

Esta hacienda se halla rodeada por una serie de comun¡da-


des, sin vínculos de trabafo con los terraten¡entes pero articuladas
al predio a través del acceso a los páramos. Aunque la poblaciÓn
campesina interna a la unidad productiva no es mayor (alrededor
de 2O huasipungueros, ordeñadoras y aparcerm), los requerimien-
tos externos de campesinos libres enfrenta a la unidad hacendal a
una serie de demandas de afectación (Cuadro No. 30).

Ahora bien, luego de la liquidaciÓn de huasipungos los


terraten¡entes conservan la práctica de permitir el uso de las tierras
altas para el pÍtstoreo del rebaño campesino,razón por la cual casi
no tienen problemas hasta aproximadamente la década de los años
stenta. Sin embargo, la donación gratuita de 125 hectáreas a
determinado númeio de campesinos predilectos y las reformas a la
ley agraria tendientes a liquidar otras formas precapitalistas de tra-
" r.¡r,riUlEl{TACl0}l

¿BYA,YALA
t7s
bajo, dadas a conocer a los campesinos por act¡v¡stas de las nuevÍN
organizaciones gremiales que $¡rgen en la provincia vgr. CEDOC,
estimulan a partir de esos años las demandas por tierra.

Sin embargo, y como se aprecia en el Cuadro No. 2b, una


vez agudizadas las contradicciones, el terraten¡ente
-ant€siQus
resistir la_entrega de sus excedentes territoriales- propicia la tran-
sacción. Esto le permite, además de atenuar el conflicto, imponer
precio, plazos de pago, extensión y calidad de tierras; aunqüe, pa-
ralelamente, le obliga a redefinir sus objetivos de producción y a
liquidar prácticas anteriores vgr. crla de ganado ovino, fertilización
del zuelo con abono orgánico, etc.

En este caso, la transformación opera por la vía de la pre-


sión/transacción. Al contrario de lo que ocurre en zonas donde la
movilización campesina se enfrenta a la resistencia del terratenien-
te, aquf las demandas -mediatizadas por mecanismos que liberan
tensión- no ponen en peligro la pervivencia de la hacienda, aun-
que sí estimulan su transformación.

b.- Escasez ficticia de fuerza laboral

En otro lugar, la escasez ficticia de fuer¿a de trabajo a la


que habíamos aludido en páginas anteriores y que en zonas como
la de San Juan se haen más apremiantes por la cercanía de la fá-
brica de Cemento, de la ciudad de Riobamba y por las minas de
caf, impele al terrateniente a capitalizarse y a generalizar la meca-
nizrción del proceso productivo.

Esto ocurre también en la hacienda Chimborazo. A partir


de la liquidación de huasipungos se comienza a sentir la escasez de
mano de obra sobre todo para las tareas agrícolas. El predio
reduce progresivamente las áreas de producción de papas y cebada,
centrándose fundamentalmente en la ganadería que requiere
menos personal y, por otro lado, comienza un acelerado proceso
de mecanización en todas aquellas tareas susceptibles de ser
mecanizadas:

Loe campeeinos de la provincia "vienen acareando desde


añoe de año¡ atrás algo que es prejuicio, . . que no les de-
ja desarrollar. Es un prejuicio acerra del cunpo; no quie.

t16
ren trabqiar en el ca¡npo. Me refiero al campesino de aquí
de [¡ zon¡ y, en general al campeeino de lr provincia . . .
Preñeren ganar menos, vivir en condiciones infrahumanr¡,
pero prefieren estar o en la Costa o en la ciudad. Conside-
ran, h mayor parte, que el tnbqjo en el campo ee un tra.
bqfo denigrante . ." (Entrevista GARCIA, Patrieio,
1980).

Paralelamente, la escasez que est¡mula la mecanización re-


percute, a su vez, en la transformación de las práct¡cas productivas
de la hacienda en tanto involucra la inversión de una masa de capi-
tal sumamente ¡mportante que tíene que ser recuperada rápida-
mente; esto supone la necesidad cada vez mayor de contratar fuer-
za de trabajo cuyo rendimiento y calificación cumpla determina-
dos parámetros de eficiencia. Consecuentemente, la hacienda capi-
talizada experimenta, también desde esta perspectiva, un transito-
rio desabastecimiento de fueza laboral en tanto aquella de la que
podría disponer arrastra prácticas de trabajo heredadas de la rela-
ción precapitalista que resultan disfuncionales en el momento ac-
tual:

"Adiestramos a este personal con toda paciencia; les ense-


ñamos este sistema Duevo. Lo captaron divin¡mente. Pa-
samoE un año, pasamos dos añoe, hasta mediado¡ del año
pasado en que ya la eituación ¡e volvió insoportable por-
que empezaron los problemas de orden dirciplinario, de
responsabiüdad. Ya se cansaron del trabajo . . . Estaban
con crratro mil zucres menmales. Sue padreq por ejem-
plo, estaban ganando como mil quinientor sucres men-
euales . . Nada de esüo les llega El mayor de ello¡ empezó
a querer ir a trab4iar a la ciudad . . . e¡rtonces empezaron
a faltar . . . Llegaba el dfa ¡óbado a l¡ mañan¡, me m8n-
daban un tecado: que no pueden venir. . . Emplezan a to-
mar, vienen bo¡racho¡ al ordeño; y, al venir borrachor,
en una coea eimple pero muy dirclplinadar muv pt€ci!¡,
puer empezamor con problemer con lo¡ anim¡lee O te fa'
ll¡ban el nto menor penrado rin decirtc nade y cre mo-
mento tenfa¡ que improvisar todo. Enüoncer, toda h c-
ganlzación quc nos habfa llevado año¡ . . . cmpezó r ¡c&
barre: Fmpe:zsr'on problemar con tnlmale¡r empgzüon
muert¿s con t¿tnero¡, empezó cn ¡e¡lid¡d, un de*qulll.

t77
brio total por le falta de rerponrabiMad de l¡ m¡no de
ob¡a . . . Tt¡ve que empezar ¡ bu¡car perronal por otror
lador, al norte . . . Todo cl perronal (¡ch¡at) . . es de Pf-
llalo" (Entrcryi¡ta GARCIA Patriclo, f98O).

Por oposición, este mismo pro@so que cede paulatina-


mente a las necesidades de acumulación y consecuentemente de
elevación de la composición orgánica de capital, provoca en el
corto plazo el fenómeno inverso: es decir, la expulsión sistemática
de fuerza de trabajo interna a la hacienda que se convierte en
un fenómeno regular y propio de las contradicciones que emergen
con elcapitalismo.

En un primer momento, entonces, el tránsito de una for-


ma de producción que retiene coercitivamente, fuena de trabajo,
a otro que la libera, obliga al terrateniente a dar una respuesta que
generalmente conduce a la transformación hacendal por la vfa de
la inversión de una masa regular y considerable de capital cons-
tante.

c.- Reforma aga¡ia terrateniente.

Retomando, sin embargo, los factores de capitalización


hacendal, mencionemos aquel que tiene que ver con el fracciona-
miento interno de la unidad productiva como consecuencia de las
sucesivas herencias.

GANGOTENA nos menciona que entre los años 1936 y


1959 se da, en el cantón Guamote, un proceso de disolución ha-
cendal oor efecto del derecho sucesorio:

". . . a la muerte del dueño de la propiedad loe hijos no


la mantienen con un solo cuerpo; se da una división de la
propiedad buscando más una igualdad monetaria de las
haciendar, que tratando de mantener unidades producti-
vas" (1980: 68).

Ahora bien, este fenómeno -a nuestro juicio- pone de


manifiesto la predominancia, en esos años, de la estructura hacen-
dal precapitalista, hecho que impide a los terratenientes visualizar
los lfmites que la misma legislación impone a la sobrwivencia de la

t7E
que. busca
Clase. COntrariamente a esto, la fracción capitalista
ve presionada, por asf decirlo'
afianzerse con la transformación se
a fin de defender la propiedad
a detener el proceso de subdivisiÓn
ieir¡tor¡at ,n principio y asegurar la ganancia y la práctica
renta terri-
"n
iái¡ut, posteriormente. be atrf qul se haya vuelto una co-
ii
*f,n formación de compañías limitadas, casisiempre familiares,
que tienden a proteger la pervivencia de la clase y promueven su
capitalización.

Nuevamente,e|casode|ahaciendaChimborazopuede
pen-
¡lustrar nuestra afirmaciÓn y, aunque se trata de un ejemplo,
samos que resulta generalizable -a cierto nivel- para toda la sie-
rra ecuatoriana.

EIaño1967e|señorVíctorManue|GARCIAdonaasus
ocho hijÁ la hacienda chimborazo que, para la.fecha,.tiene 800
Áás. oe i¡rrra, bajas con riego y 5.699 has. de
páramo. Las ventas
a
sucesivas de tierrás altas a loi campesinos de la zona desmembran
ia ñuci.nOa las b.688 has. y dejan disponible únicamente la superfi-
al
i.tiunt" ta rnismá que, áe náOerse b¡v¡d¡do, hubiese convertido cada
"¡" ocho unidad'es productivas de atrededor de 100 has.
;;ai;; el inte-
Lna, sujetas a su vez a una nueva subdivisión' Sin embargo'
rés de conservar un patrimon¡o territorial
que amenazaba con desa-
p.i".ar, cOnduce a sus dueños a asociarse en una empresa de res-

bónoOíf ¡Oud limitada. Posteriormente,


y una vel que
-a^quella
está
que
lonstitufda, se procede a capitalizarla a partir del año 1975 en
uno de los herederos asume la direcciÓn.

Lanecesidaddeconservarlatierracomomed¡odepro-
ducción que asegure paralelamente la adscripción de clase de algu-
no, t.rrai"nientés .ubyrc", igualmente, como factor de ca.pitaliza-
y
ción en la medida que detener la fragmentaciÓn territorial cons-
de las prácticas pro-
tituir empresas trae consigo la racionalización
ductivas.

d.- Ausencia del asedio campesino'

En otras zonas, a diferencia de las presentadas hasta el


momento, la opciÓn de capitalizaciÓn está menos mediatizada por
el conflicto campesino, sl mismo que no deviene en factor de com-
pulsión para la transformaciÓn. En estos casos, antes que como re-

r79
sultado de una respuesta inmediata a una situación local de con-
flicto inter-clasista, la ompresa patronal se const¡tuye menos suje-
ta a los perigros de expropiación y más en función'de
aprovechar
ciertas ventajas de orden natural y'r.onOriao.

Este es el caso de las haciendas Guaíllabamba


y Jipango-
to, ubicadas en cantones.diferentes pero con
una experiencia simi-
lar en cuanto a ras condiciones en qu'e se da ra tranrtórr."ion.

En efecto, tanro J¡pangoto como Guaillabamba


se en_
cuentran ubicadas en áreas de ra provincia
-parroquiás ia-ttatanga
y chanrbo, respecrivamente- en donde ra presión
la tierra no es muy.sigriificativa y, por ero, no "árnplrin. ,ouru
ha sido ésta ra que
marque el ritrno del proceso. Pallatarrga, por
ser zona de coloniza-
ció.n, ha arraigado menos ras caracter''ri¡.u, de ra
hacienda precapi-
talista: monoporización der territorio, razos de ¡nterdete;dencia
entre la economía campesina y ra unidad hacendar. griolrin'orou,
ha facilitado er acceso a ra tierra por parte de
ros campesinos y,
conmitantemente ha proporcionado al terrateniente
un elemento
de seguridad, muy importante para la inversíón.
CframUá,-por su
parte, parece que fue. menos afectada por
el proceso Oe eniága oe
tierras, ya sea por la inexistencia de qrándes hacienJas _iru.tion.
das por efecto de u'a parceración temprana-,
o ya por ra inexis-
lencia de r-¡na numero'" masa campesina que presione.
En todo ca-
so, el denominador común en ambos predios es ra
arsencia Jer ase-
punto que ta hacienda Gual,abamo., poiuluinórá,
9ig, u tat u, lu
única de ta provincia que aún tiene una superfiiie ¿e'q.áb0
i-,as. v
una de las pocas que logró frenar cualquier intento Oe
e"prop¡a-
ción parcial a través der certificado de inafectabiridad (21i. -

Las rentas diferenciares provenientes de ras condiciones


ecológicm que rodean a ras dos haciendas han estimurado
también
la transformación en,ra medida que ra inversión o..uóñur
ó,araar-
canzar niveles considerables de rentabilidad resulta compárativa-
mente rnenor que en otras zonas.

En efecto, la caridad der suero, ra disponibiridad de riego,


la altitud, la temperatu.ra, ra pruviosidaá, son iodos
erementos que
favorecen o dificultan ra capiiarización. Fongamos
un e¡án,p-to r*-
trafdo de nuestras entrsristas:

rt0
HACIENDA COSTO POR HA. DE PASIOS CULTIVADOS
(1e80)
Llinllín 100.000 sucres
Jipangoto 30.000 "
Guaillabamba 10.000 "
Aunque pensamos que el dato para la hacienda Llinllfn es
sumamente exagerado, de todas formas sus costos resultan muy
por encima de las otras dos haciendas lo cual evidentemente debe
traducirse en niveles de rentabilidad distintos:

"La rentabilidad eE muy variable de acuerdo con lo¡ culti-


vo6, pero un rendimiento entre un 10 y un 20 o/o sobre
la inversión, considero muy adecuado. Esto depende de
las zonas. Hay zonas donde la rentabiüdad es menor y vi-
ceverEa" (Entrevista MERINO, Arnddo, 1980).

Adicionalmente, el aprovechar rentas diferenciales puede


conducir a que el terrateniente no invierta ¡ntensivamente en su
predio sino que se contente con la diferencia de ingresos que reci-
be por el ahorro en los costos de producción. En general, tal pare-
ce que la fracción capitalista de la provincia tiende a priorizar la
minimización de costos antes que la maximización del rendimien-
to, al hacer su cálculo económico. Y si a la tendenc¡a a reducir los
costos añadimos las venuias naturales tendremos un terrateniente
poco preocupado por elevar la productividad y los rendimientos en
tanto la inversión realizada maximice sus ganancias.

Tanto Jipangoto como Guaillabamba definen sus prácti-


cas productivas en función de los costos más que del rendimiento.
En el primer caso, además, se define la gpnancia en relación a las
rentas diferenciales lo que, en cierta medida, torna al predio en
aparentemente eficiente. En efecto, a juicio de muchos terrate-
nientes entrevistados, la hacienda Guaillabamba produce en el mo-
mento actual por debajo de su capacidad. Tan sólo combinando el
empleo de abono orgánico con el uso de abono qufmico -cosa que
actualmente no hace el dueño, posiblemente por no elevar sus cos-
tos de producción- el rendimiento de los pastos se elevarfa y, por
ende, la producción pecuaria de leche y carne.

Sin embargo, tal parece que al terrateniente capitalizado

Itl
no le pr€ocupa €levar la productivldad y er rendimiento en
tanto h
invenión rer,lizd,a maximico sr,¡s ganancias; de ahf que ev€ntual-
mento,e,meria cono contrad¡cción la relación eficiencia/9anancia.
como bien lo anou BARSKy el desarrollo de formas cJpitalistas
de producción no implica necesariementd un erarado desarroflo
de las fuezas productivo; en tal vlrtud, fa cepitalización de la ha
clenda €mprecl puede s€r, a su vez, intensive inversión de c*
pital y recnologfa d3 "punta"- o extensiva -alta
-inversión de capital
rn€nor e introducción de tecnologfa tendiente a reemplazar irer.
za de trabajo y a reducir costoq-, dependiendo de la práctica que
el terrateniente adopte para optimizar sus ingresos (cfr. BARSKy.
1978b).

En otro lugar, esta opción de capitarización tiene que ver


con las caracterfsticas del terraten¡ente; o bien se halla ligaáo a la
fracción capitalista que ridera el proceso de transformaci-ón de la
Sierra. o bien es parte de un sector emergente, más bien desvrncu-
lado de la tradición aristocrática-terratenlente de la provinc¡a. gn
tal v¡rtud, la penetración del capital se opera con mucha mayor fa-
cilidad en tanto no ex¡ste de por medio una lenta metamorfósis de
rentista o territorial monopólico a capitalista.

En el caso de Guaillabamba, el terrateniente compra la


hacienda en la década del cuarenta cuando ésta ya es ganadera; se-
gún entrevistado, nunca tuvo huasipungueros ni otras formas
9l de
trabajo precapitalista (nosotros cre€mos embargo- que sf los
-sin
tuvo pero los liquidó en el año 1962 incumpliendo la entregadel
pedazo de tierra y el pago de fondos de reserva y vacaciones que
a f
los .trabajadores ten fan derecho ) y la interdepenáencia terraten ¡en- !

teVcampesinos fue menor.

Por otro lado, el dueño de Guaillabamba, Arturo GAN_


GOTENA EScuDERo, es propietario
-a su vez- de otras dos ha-
ciendas ubicadas en las provincias de cotopaxi y pichincha; y per-
tenece a la elite económica y política de la fracción capitalista que
emergió tempranamente en la sierra y de la que da cuenta BARSKy
{1978a; '!97S9, etc.). Todos estos elementos hacen posible que et
hacendado infcie la transformación en forma rápídá y rin ,ryo,
dificultad con lo cual.se. asegura
-de paso- que er Esiado proteja
sus intereses y la propiedad sobre la tierra.

t12
En el caso de Jipangoto, por el contrario, el propietario
e3 parte de aquelloe nuwos burguess para quienes la tlerra, antes
quá frrnt de poder/prestigio, es un medio de producciÓn delque
hry qu" extraer el máximo-beneficio posible, adecuando a este ob-
modo de v€r, el tlpo de
¡etivo la práctica productlva. Es, a nuestro
lirrgu¿J ierrateniénte con meiores perspectivas de afianzamiento
;; it prñ¡nc¡a y el que mayór confianza tiene en zu sobreviven-
c¡a futura.

Estaopcióndecapiulización,comolohemosvisto'estó
que ver
menos sujeta al asedio campesino y., qor esta razÓn, tiene
,á, ías condlciones generales de la acumulación; condicioltes
"on alrededor de lo que ocurre con su situación prodr.rctiva
creadas
óuiiúufri, con ta fracción capitalista en un contexto extra-regio-
;;l t .* rr participación del Est¿do como sustentador financie-
ro del desarrollo en el agro serrano.

La presentación de estos factores, a los que se podrfa aña-


dir los ya mbncionados en relación con la coyuntura nacional y lo-
cal, no supone lerarquización u ordenamiento cronológico entre
ellos. Son, cr@mos, elementos que han sido aislados analfticamen-
i. fines exposiiivos pero que en la realidad se presentan imbri-
"ón y formando un solo todo cuyo eie lo constituye la alterna-
cados
tiva particu lar de transformaciÓn terraten ¡ente'

Ene|gráficoNo.2encontramosUnaslntesisde|proceso
cle disolución/tiansformaciÓn hacendal ocurrido en las tres
etapas
(1973-791 puede resumirse
ánuiiiuOát. Lo referente a esta última
como sigue:
. tendencia rentista: en decade¡rcia; desapalece por efecto
de un¡ prolongada y radical prerión campesha

.tendenciaterritorialmonopóüca:ent¿nto.quetransl.
cional, no pemratrente, entra en descomposiclón y ee
bifu¡ca hacia la tr¡nsformación capitalista o bacia la di-
rclución hacend¡L Alimenta la vfa burguesa y la vfa carn'
pedna.

. tendencia capitalista: se convbrte en dominante y se nu'


tre tanto de la tendenci¡ territoúl monopóllca como de

rt3
sectorcs emergentee Se caracterba por haber logrado
controlar el a¡edlo campedno o, rimplemente, porque ér.
te no ha estado prcsente c,omo factor de preeión.

En resumen, la década del setenta, a nuestro modo de ver,


define el reordenamiento del mapa agrario de la provincia. Mien.
tras por un lado, la declinación de la clase terrateniente ocupa un
margtsn temporal considerable, la consolidación de la fracción
capitalista se da con relativa celeridad. Presencia estatal fortaleci-
cta, movilización campesina radicalizada (en el sentido de que se
reivindica el derecho a la propiedad de la tierra y no sólo su
posesión), crecimiento de la economía urbana, cambios en el
sistema de dominacion local, influyen decisivamente en el proceso
de transformación capitalista el mismo que, a la par que desplaza
a la clase precapitalista abre un espacio de existencia, a nuestro
juicio temporal, de dos vías de desarrollo: burguesa y campesina.

Surge, entonces, el interrogante: hasta dónde el desarro-


llo del capitalismoasegura la sobrevivencia de la nus/a clase regio-
nal; hasta dónde es posible para sus miembros recrearse como cla-
se dominante en otras fracciones; qué ocurre con aquellos terrate-
nientes que pierden su base material de reproducción: la hacienda.

El futuro de la clase dominante agraria provincial y la re-


inserción de algunos de sus miembros en otras fracciones de capital
son fenómenos que se vinculan estrechamente con la problemática
de la constitución de las clases dominantes -no sólo locales. sino
nacionales-. En las siguientes páginas intentamos una problemati-
zación; un acercamiento reflexivo, antes que una constatación em-
pfrica, de algunos elementos que podrían privilegiarse en el trata-
míento de los fenómenos mencionados y que, a nuestro juicio, son
importantes como corolario del presente trabajo.

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CUADRO No.22
NI,'MENO Y SI.NERFTCIE DE PREDIOS FOB ESTRAT1O PARA EL
PEBIODO INTERCENSAL 1964 .1974. PROVINCIA DE CHIMBORAZO

1954
Estratos Número olo Superficie olo

Sin tierras
MenosdelaShas. 28.625 86.10 59.300 16.60
5- l0
has. 2.550 7.70 17.700 5.60
10 - 20 has. 936 2.80 12.100 3.80
20 - 50 has. 585 1.80 18.800 6.00
50 - 100 has. 205 0.60 14.100 4.50
100 - 5@ has. 236 0"70 50.700 16.00
-
500 1000 has. 38 0.10 25.100 8.00
1.000 has. y más 46 0.20 124.000 39.50
100.00 100.00

197 4
Estratos Número c¡lo Superficie olo

Sin tierras 688 1.61


Menosdela5has. 22.522 81.06 60.035 15.98 (-)
5 - 10 has. 2.887 6.98 20.271 5.40 (-)
10 - 20 has. 3.142 7.60 39.910 10.62 (+)
20 - 50 has. 622 1.50 18.340 4.88 (-)
50 - 100 has. 216 0.52 14.502 3.86 (-)
1O0 - 500 has. 218 0.53 43.835 1r.67 (-)
bbo - looo has. 41 0.10 26.1 60 6.e6 (-)
1.000 has. y más 41 0.10 152.707 40.64 (+)
r 00.00 100 00
FUENTE:ARlAS, Manuel: Estructura Agraria del Ecuador
EC, I I Censo Agropecuario de 1 974
I N
ELABO RACION : Paola Sylva

NorA: La comparación no es muy confiable dado que la información proviene


& dos censos con coberturas distintas.

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It8
CUADRO No.25

PRESTAT,TOS OTORGADOS POR EL BANCO DE FOMENTO,


SUCURSAL RIOBAMBA, A DETERMINADOS TERRATE.
NIENTES (tgZE en adelaote)

HACIENDA PRESTAMOSB.N.F. D EST I NO

Shobol I 2',527.200 Ganaderfa bovina de carne


Shobol ll 1',344.590 ,, ,a ,, a,

Shobol lll 842.000 ,, a, ,, t,

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Guabug 934.400
Chimborazo 2'.132.900 Ganadería bovina de leche
Jipangoto 3',M3.200 Ganadería bovina de carne
Santa Rosa
a, ,a ,,
Chuquipogio 1',023.200
aa ta
Z,M.H. 3',346.000 ,,

,a ,, a,
D.C.G. 2'093.280
tt ,a tt
M.C.H. 3'280.220

FUENTE:B.N.F.

E LABORA.CIOt\ : Paola Sylva

t89
CUADRO No. 26

RDSUTTADOS ELECTOBALES PARA REPRESENTANTES


PROVINCIALES
PROVINCIA DE CHIMBOR AZO, abdl29'1979

PARTIDOS Representantes olo TENDENCIAS


POLITICOS Provinciales
No. de votos

Conservador 5.909 11.30 f


Liberal 3.164 6.10
I
P-o
Social-cristiano 2.598 4.97 olo terrateniente
tradicional
c.t.D. 1.982 3.80 1,,
Partido Nacionalista I

Revolucionario 1.259 2.41


A.P.R.E. 1.964 3.80 t
c. F.P. 12.020 23.00 Pro burguesia
t.D. 9.571 18.30 emergente
"," (urbana Y
Socialista 4.427 8.50
t. rural)

U.D.P.. F.A.D.I. 5.265 10.10


lzqu ierda
M.P.D. 4.137 7.90 {,u ","
TOTAL 52.296 100.00

FUENTE: Estadlsticas del Tribunal Supremo Electoral

ELABORACION: Paola SYlva


En las últimas elecciones para elegir diputados nacionales efec-
tuadas en enero de 1984 la tendencia pro terraten¡ente tradicio-
nal alcanzÓ el 24.63 o/o <le los votos; la tendencia pro burguesía
el 50.93 o/o de los sufragios, mientras que la izquierda represen-
tada en sus dos partidos - FADI y MPD - increnlentó su elec-
torado al recibir el24.M o/o del favor popular.

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193
CUADRO No. 29

AFEqIACION PARCIAL DE HACIENDAS DE LA PROVINCIA


DE CHIMBORAZO

PREDIO Superficie Has. Has. Afectadas

Llactapamba 398.27 79.12


Shilishul 953.80 31 1.30
Llipig 800.00 Reversión a partir de
los 3.800 m.s.n.m.
Maguazo 2.318.02 306.00
Guasán 2.407.06 Se entrega una parte
de páramos pero hoy
está nuevamente en
problemas.
La Pacffica 775.62 331.b9
Pasniac ¿tS9.30 i74.SO
San Antonio de
Ocpote s61.00 3b9.90
Cocha-Corral 68.20 Inafectable
Tablillas 1b0.00 Entregan el páramo
Las Mercedes .1bb.00 52
1

Llullushi 13.00 Inafuctable


El Rosario 100.00 Inafectable
FUENTE: IERAC, Región Centro-Oriente; DTNAC

ELABORACION : Paola Sylva

lt4
CUADRO No. 30

TRAMITES DE AFECTACION SOLICITADOS POR


Etl RELACION CON LA HACIENDA
CAI\ÍPESINOS
cHIMBORAZO (1968 - 19?6)

Fecha Solicitud Solución


1968 Denuncian que el dueño quiere 125 has. en favor de
entregar tierras a los huasiPun- 29 ex-huasipungueros
gueros en terrenos ProPiedad Co-
muna Chimborazo.

1969 Comuna Chimborazo


compra 50 has. de pá-
ramo.

1970 Coop. San Fco. desea adquirir Acta transaccional.


300/400 has. Venta de 2O7 has.
(51.750 sucres pagade-
ros al contado).

1972 Sindicato Agrario Santa lsabel Venta 80has. (1@.200


(adscrito a la CEDOC) solicita sucres pagaderos en 3
ra/ersión de 250 has. cuotas sin interés).

1972 Un campesino pide expropíación Venta de 300 has. de


de 24 has. por ser precarista. páramo a 25 ex-traba-
jadores, arazón de 250
sucres la ha., sin int.

1975 Coop. San. Fco. demanda expro- Venta de 300 has. de


piación de un sector llamado Ru- páramo.
mipamba.

1975 Venta de 140 has. por


100.000 sucres.

t95
Fecha Solicitud Solución
1975 Venta a la Asoc. Ya-
guarcocha - Caspitotora
1000 has. en 180.000
sucres, sin interés.
,
1975 Venta voluntar¡a del
páramo Totorillas
(3.500 has.)

FUENTE: IERAC, Riobamba

ELABORACION : Paola Sylva

t96
NOTAS DEL CAPITUI,O ry
(1) Utilizamos modelo de acumulación en un sentido histórico; es decir,
como una forma especffica que adopta el proceso de reproducción
ampliada en una etapa de desarrollo del capitalismo. En nuestro caso
se habla de un nuevo modelo de acumulación por cuanto el Estado y
las clases dominantes desplazan temporalmente el eje del procco de
reprodución ampliada de la agricultura -básicamente aquella de agro-
exporlación- a la economfa urbana: comercio e industria sustituti-
va de importaciones.

(21 A nivel de la provincia de Chimborazo esta tendencia no aparece muy


clara para el año 1974 debido. fundamentalmente, al hecho de que la
evolución de la superficie de los predios de más de 100 has. es casi
insignificante comparada con lo que ocurre a nivel de la Sierra. En
efecto, en Chinlborazo los predios de más de 100 has. ocupaban una
superficie de 2@.600 has. en 1954 y de 187.100 has. en 1974; es de-
cir que durante el lapso de dos décadas dicho estrato predial perdió
apenas 13.500 has. lo que representa, en térm¡nos relativos, un
6.73 olo de variación. Por oposición, en la Sierra el cambio fue ma-
yor. ya que en 1954 la superficie ocupada por predios de más de 100
has. era de 1'944.300 has. y en 1974 se habfa reducido a 1'322.100
has., registrándose una disminución de 622.2ñ has. que representa
un 32 o/o de variación (PRONAREG, mayo 1979: 84).

(3) Dicho boom se da, entre otras causas, como producto retardado del
prooeso migratorio ocurrido en la década de los sesenta, así como
tambión por las oleadas -temporales, intermitentes, estacionales,
etc.- de fuerza de trabajo proveniente del campo: pauperización de
las maas campesinas intensificada a ralz de la abolición del huasi-
pungo; expectativas de mejores salarios y una relación menos depen-
diente entre patrono y trabajador; creación efectiva de nuevas fuen-
tes de trabajo vgr. sector de la construcción, etc.

t4l El alcance es restringido porque el gobierno militar resulta incapaz


de dictar una norma que ponga fronteras a la propiedad. A partir
del año 1973 los debates al interior del gobierno en torno al conte-
nido de la ley dan lugar a la elaboración de un anteproyecto un poco
rnás radical que se propone frenar las ambiciones de los terratenien-
tes. Dicho proyecto no alcanza mayorfa y es finalmente desechado en
favor de una línea, más desarrollista, que favorece la capitalización
sin límites a la propiedad.

Parece que. entre otros, este fue un elemento que estuvo presente en
la renuncia dc Guillermo MALDONADO LINCE como Minisrro de
AqricirltLrra el ailo 1974

t91
{5) A nu€ctro luicio, la lucha contra el artlculo 25 de la segunda ley de re-
forma agraria (expropiación de aquellos predioo qu€ no se hallen efi-
cienternente cultivadoo) no radica únicamonte -como afirman los te
rratenientes- en la luctra @ntra la inseguridad de la tenencia de la tie-
rra dada la subjetividad que encierra el término eficiencia; esta luct¡a
va m& allá en el sentido de que tiende a protq¡€r una determinada
tendencia, que habiéndose transformado en capitalista es básicamente
íneficiente, en tanto no es capaz de utilizar la tierra en forma intensi-
va, elwar la relación producción/productividad, sat¡sfacer la demanda,
generalizar el proceso de agro-industrialización. Por ello, en la Ley de
Fomento y Desanollo Agropecuario, expedida el 6 de nnrzo de lg79
por el triunv¡rato. militar y basada en las propuestas prE$ntadas por
las Cámaras de Agriolltura, aparece una forma tal de computar b bf¡-
ciencia que prácticamente reduce a oero la posibilidad de expropia-
ción, sin crear ninguna exigencia adicional para que el terratóniente
mejore su unidad productiva. Al respecto ver losartfculos 92 y g3 de
la mencionada ley.

(6) Esto ocurre asl en la provincia de Chimborazo en donde prácticamen-


te h6ta el día de hov no concluyen proceso iniciados muchos -
de ellos- a partir de 1974, prec¡samente por la existencia degrandes
lunidades hacendales conservadas en forma precaria e improductiva por
parte de los terratenientes.

t7l "A la fecha del C¡nso Agropecuario en 1974, la distribu-


ción de la tierra segula muy tradicional y ieprcentat¡-
va de la situación característica de la Sierra hace unos
20 años, con casi b0 o/o de las explotaciones inferiores
a 5 ha. En realidad, la situación ha wolucionado rápida-
mente desde 1974. Las categorías de explotaciones,infe,
rioresa l0 has. han crecido hasta llegar, a lo mejor, a
25 olo de las superficies totales. Las exftotaciones db más
de 2.000 has. han iniciado un pro€so gue culminará en
pocc años a su casi desaparición en beneficio principal_
mente de la categorías incluídas entre l0O y l.O0O has.,,
(PBONAREG, mayo 1979: 91).

(81 En fa provincia de Chimborazo el IERAC ha intervenido. en el lapso


de quince años, alrededor de 124.937.23 has, que representa el
32.32 olo de la superficie total de la provincia (según GANGOTINA,
Chimborazo tiene alrededor de 386.270 has.). óe éstas, apunas un
4? glq h.a Ogqado ya.a manos de loe campesinos; el resto esiá en pro-
piedad del IERAC (28.5 o/ol o se halla en trámíte de afectación
(29.3 olol. Aunque el porcentaje resulta bajo
-considerando adem&
que apenas un 30.5 o/o de la tierra de la provincia resulta apta para la
agricultura-, éste seguramente se eleva si tomamos en cuenta las múl-
tiples transacciones individuales que se realizar¡ vgr. parroquia de San
Juan en donde priícticamente todos los @amos f¡an pado a manc
de los carnpesinos.

l9t
Por otro lado, aunque la cifra no resulta muy significativa en términos
de la provincia, sin embargo en algunas áreas como el cantón Guamo-
te, casi toda la tierra ha pasado a manos de los campesinos, transfor-
mando la estructuración económica y polftica de dicha micro'región.

(9) Tomemos el mismo caso de la familia Gallegos Vallejo. Esta ten ía, has-
ta la década del setenta, las siguientes haciendas:

hedio Superñcie Afectación Vent¡ En trá¡¡rite de afectac.


Cañiví 8.000 has. total
Clementina total
Páramo
Yavirac total
Ocpote-
Cusanchi
(páramo) 561 has. has.
202 359 has.
Zaguán parcial Parcial
El Rosario

FUENTE: IERAC, Archivo de Tierras y entr€ /istas.

Como vemos, de los seis predios sólo uno, que según el mismo dueño
es bastante pequeño, ha podido sobrevivir a la lucha contra el mono-
oolio territorial desatada durante la década pasada'

(10) Calculamos el promedio de sucres por hectárea para la hacien^da Jipan-


dicha hacienda recibe 3',443.200 sucres
ñtá ¿" la sigúiente manera:Fomento
én préstamoJdel Banco de y tiene una superficie de 522.2
freci¿reas, según datos del DINAC. Haciendo el cálculo resultan
6.593.64 sucies por ha ', monto que puede elevarse si tomamos en
cuenta el área de bosques y sectores no utilizados por el
propietario.

Ahora bien, si comparamos los 40'274.000 sucres otorgados en


prés-
provincia, con
tanlos por e| Bancode Fomento en ]978 para toda |a
las 73.000 has. sembradas (MAG, 1979) tenemos un promedio
por
que
hectárea de 551.7 sucres que resulta casi doce veces inferior al
recibe un terrateniente particu lar'

(11)EIFAD|.UDPobtuboen19795.265votosyg|.MPP4.137.'locua|da
un total de 9.402 votos que, frente a los 52.296 de la provincia, repre-
pro-
senta el 1B o/o. Ahora bien, aunque la elección de representantes
presidencial, va'
vinciales no es directamente cote¡able con la elección
mos a ¡ntentar establecer una comparación Con el comportamiento
de 1968. En eseaño, el candidato presidencialpo'UDP-GA-
"teCtoral
L LEGOS- alcanzó una votación de apenas 842 votos
respecto de u n to-
i"t ¿" 38.0b9, lo que significa un escftso 2.2 olo en relación con los
otrcn candidatos.

r99
l12l P...o lr presentación de esh unidad temática vamos
a utilizar informa-
ción de los nueve c6os €stud¡ados (aunque a argunos no ros mencione
mos explfcitamente), adem& de material adic'ionáir"iri"r,t.
."r*
de cuarenta haciendas de distintos tarnaños. "
(131 Entendemos por vfa campesina n-o aquella forma irruptiya, violenta,
ruptur¡sta_ que acompañó las transformaciones agrarias áe pafses como
México Bolivia o cuba (este último inmerso en un proc€so ;ár;;-,
olio de construcción sociaristai:;sino más bien ra."".ip"r*¡án progre-
siva -aunque no por elro exenta de violencia- de las tierüs antaño
monopolizadas por el terraten¡ente.
Es el resultado de un pro@so en el cual las contradicciones inter-clases
se h-an agudizado hasta un llmite en que determinados terráiénientes
rentistas se ven_presionados por ros campesinot ántr"gaiüiiérr",
a través der TERAC, sea en transacción directa," r rrio*iiriÁarse
,o
v oe
la zona en donde tal vía se impone.

(141 Ambrosio Laso fue un dirigente campesino tan importante en las déca_
das cuarenta-sesenta que ros terfatenientes, aunque re temfan,
respeta-
ban su poder de movilización.

como nota anecdót¡ca, incluímos el siguiente hecho: durante la inau-


guración der congreso Extraordinario ie centros Á¡rf""r;;;ieoraoo
en Riobamba en marzo de rggo, er actuar presidenté oer cáná agrÉ
cola de dicho cantón _Heriberto MERINO_ al comenzar ,, á,r.urro
inaugural dió ra bienvenida a ros presentes en er sentido oe que
estos
hablan llegdo a ra tierra de Madonado, Verasco, ,,poi
v
"t". "n"i¡o'
qué no decirlo, también a la tierra del Coronel Laso,,.

(151 Entendemos por latifundio aquel predio que, por su extensión y


carac-
terfsti*, no €s a.provechado totar y directamente por su propietario,
razón por la cr¡ar está sujeto casi iiempre a la prásenó¡a'¿"L"tor"s
campesinos que se articuran a ér en caridád de sitiájeros,;ó"i*i*, ,n"-
saderos, etc.

(16) S*rpr por referencias fidedignas que ra porítica de ra cámara de


Agricultura de ra I zona frente á confiictos d'e tierras .. oá ró ,¿u pü
dente. sus dlrectivos se limitan a enviar un teregrama ali pr"sio"n"¡,
de la Repriblica y a ve."s se entrevistan con er -Min¡stro d'e Ágricur-
ture. No les interesa, parece, intervenir en est€ tipo de probt"r."s
so-
bre todo cuando hay de por medio vioraciones f¡Arr"t; lü'r"v po,.
parte de los tenaten¡entes.

(171 En el cantón Guamote cerca de bo.oOo hc. han pasado manos


a de ros
campesinos. Esta_superficie representa el 4g o/o áá l"
tot"l
del cantón y er r 3 o/o de toda ra provincia. Rctuarmeñtá"^t"rrion
solo puru¡u"n
tas pequeñas unidades prediares que fructúan
entre b0 v go f,"r lcaN-
GOTENA, 19BO:22_231


(18) Los herederos de SabtogGrande, por ejemplo:

". . . al no ten€r
un fuerte interés en mantener la unidad
productiva hacendaria, inician la venta de lot€s de terreno
al mejor postor o a las personas que de alguna fnanera
mantuv¡eron vfnculos laborales con ellos,, (GANGOTENA,
1980: b9).

lgual cosa ocurre en las parroquias de Flores y Licto del cantón Rio-
bamba.señatada por BURGOS (19771y pRONAREG (1979).

(19) Hablamoo de burguesfa terraten¡ente y no de burguesla agraria porque


considoramos que dicha fracción -€unque se capitaliza- no piárdszu
carácter de tal mientras sigue detentando la propiedad sobre la tierra
que es un medio de producción no producido.

Este hecho le confiere cierta particularidad en la medida que el terra-


ten¡ente -ya transformado- no sólo sa apropia de la pluwalfa produ-
cida sino también de una rents que proviene de los intereses qué aquel
imputa al capital dinero que invirtió en la tierra. "Estos interbses -di-
ce FLICHMAN- no son otra cosa que una fqrma transfigurada de la
renta agraria".

Para una argumentación más detallada en torno a este tema ver: FlcH-
MAN, 1977; MURMtS. 1978a - 1978b; BARSKY, 1978b.
(20) Al respecto hay un interesante artlculo de CASAGRANDE en dondeel
autor presenta los cambios ocurridos en la estructura de poder parro_
qulal desde la década del veinte hasta el año ,|969.

En este artfculo se advierte la celeridad, respecto de otros sitios, con


que campesinos y gente del pueblo de San Juan se desarticulan del po_
der que tradicionalmente ejercfan el hacendado, ol clrm y el teniente
pol ítico (CASAG RANDE, 1 969).

l21l En 1967 los trabajadores de las coop€rat¡va San Antonio y san Fran-
cisco desean adquirir por compft¡ una extensión de páramo qu€, a su
juicio, estaba subutilizado. Sin embargo, el director del departarnento
de Reforma Agraria les indica que por estar la hacienda considerada
como una de las mejores empresas pecuarias de la provincia, no sería
sujeto de expropiación. Ese fue el primero y rlltimo intentocampci-
no que, por lo demás, no les permitió acceder a ningún sector de la
hacienda (lERAC, Archivo de Tierrasl.

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CAPITULO V

A MODO DE CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FINALES

l.- Dificultades de algunoe terratenientes para la reinserción


en otras fraccioneg de la cla¡e dominante.

En los cuatro capftulos anter¡ores hemos tratado de pre-


sentar algunos de los elementos que ¡ntervienen en el complejo
proceso de decadencia de la clase terraten¡ente precapitalista pro-
vincial. Asf, se han visto las contradicciones intemas que enfrenta
la hacienda y que, desde los años cuarenta, coadyuvan a su decli-
nación poster¡or. Por otro lado, se ha puesto de manifiesto la ne-
cesaria afticulación entre las esferas estructurales y superestructu-
rales en la definición estatal del problema agrario y la influencia de
las diversas coyunturas económicas y políticas en la evolución de
la clase terrateniente. Por último, ha quedadp señalado que dicha
clase en su proceso de transformación capítalista, sacrifica en el
camino a muchos de sus miembros por la vfa de la disolución ha-
cendataria.

Ahora bien, la caracter¡zación de la clase, su interrelación


con otras esferas de actividad económíca, el peso de la misma fren-
te a las exigencias de un proceso de acumulación que tiende a pri-
vilegiar al gran capital desplazando y debilitando el poder econó-
mico y polftico de aquella; todo esto da lugar a una problemat¡za,
ción que plantea mrlltiples interrogantes relacionados, en primer
lugar, con la configuración harto compleja de la clase agraria local:
variadas fuentes de origen, ramificaciones hacia otras fracciones de
capital; luego, con el peso relativo de aquella al interior del bloque
domínante; y, por último, con su partic¡pac¡ón cualitativa en la
gestación de la burguesfa urbana.

Las siguientes reflexiones intentan marcar algunos aspec-


tos de esta problemática que, de ser profundizada, podrían consti_
tuir un aporte para la clarificación de las interconexiones entre la

203
clase dominante rural/urbana y la relación de fuerzCI en el terre-
no de la lucha de clases,

Detengámonos un poco, entonces, en la presentaciÓn de


algunos elementos que intentan dar cuenta de las ramificaciones
y el origen múltiple de la clas terrateniente y sus problemas pa-
ra insertarse en el proceso de acumulación capitalista.

Diversifieación económica (1940 - 1960) (1)

En tanto la hacienda precapitalista serrana cuenta con su


propia forma de reproducción ampliada, gracias a la monopoliza-
ción de grandes extensiones de tierra y a la utilización de volúme-
nes significativos de fuerza de trabajo prácticamente gratuita, la
renta apropiada por el terrateniente no es aprovechada al interior
-vfa la reinversión- sino en otras act¡v¡dades econÓmicas, espe-
cialmente la industria textil, la banca y el comercio (cfr. GUERRE-
RO, 1975).

En efecto, tal parece que el excedente es s¡stemát¡camen-


te acumulado en varios sectores vgr.lla industria textil, considerada
por TR UJ ILLO (1979) como la rama manufacturera más tradicional
y que, para comienzos de siglo, constituye una actividad estrecha-
mente vinculada a los terratenientes.

Dicha industria -nos dice TRUJILLO- se desarrolla en


base a la exp lotación de las f ormas precap ita I istas hacendarias; es de-
ci r, uti I izando la fuerzade trabajo dispon ible al interior de sus hacien-
das y aprovechando al máximo la presencia de recursos tales como
las caídas de agua y las materias primas provenientes del ganado la-
nar.

Por otro lado, el comercio importador de productos agro-


pecuarios, de artfculos de consumo urbano, y la banca pas¿¡n a ser
fuentes adicionales de acumulación y de inversiÓn de excedentes
generados en el sector agrícola. El señor Jaime ALZAMO RA VE LA,
en su estudio del año 1939 sobre el crédito agrario en el Ecuador, se-
ñala como uno de los problemas más gri¡ves el hecho de que "el
agricultor deposita sus ahorros en los bancos comerciales de los

2U
grandes centro urbanos: Ouito y Guayaquil, donde se van acumu-
lando iodos los capitales del país, capitales que . . . van a fecundi-
zar cualquier operación financiera menos la agricultura . . ."

Entre 1900 y 1930 se crean en la Sierra siete entidades


bancarias y dos sucursales:

"Los verdadero¡ benefrciarios de la intensa actividad ban-


caria rezultaron, I la postre, los tenatenientes, principa-
les gestores e impulsores de algunos bancos y que desem-
peñaron además importantes funciones al interior de la
adminishación y gerencia de l¡e entidades banca¡ias. En
eate sentido, bien se puede considerar que el lugar último
de la transf€rcnci¡ e invenión de la renta agraria fue sin
lugar a dudas la actividad bancaria antes
-apeculadora
que financiera- lo que imprime a la clase terrateniente se-
rrana el caráctcr parasitario que lo consenará en los pe-
ríodos siguientes" (TRUJILLO, L97 9: 292).

A este respecto, sin embargo, cabrfan algunos interrogan-


tes: qué porcentaje de participación tienen los terratenientes en di-
chas actividades; es decir, qué monto del paquete accionario les
corresponde. En segundo lugar, crlal es la magnitud del capital in-
vertido y la importancia cualitativa de-las ramas a donde éste se di-
rige, respecto al conjunto de la economfa; y por último, quétipo
de terrateniente invierte en otras esferas de actividad de la clase
dominante.

Aunque sin contestar en detalle los interrogantes plantea-


dos, se puede anotar, sin embargo, que el volumen de capital incor-
porado a estas actividades es siempre sensiblemente menor al de la
Costa, lo cual incide decisivamente en la supeditación posterior del
capital y de la clase terrateniente serrana a la burguesfa y clase te-
rrateniente costeña (cfr. TRUJILLO. 1979).

Sin embargo, e independientemente de ello, parece que


fueron precisantente aquellos miembros de la clase que temprana y
sistemáticamente transfirieron rentas a otros sectores, los que pos-
teriormente logran sobrevivir a la transformación del agro serrano
o reinsertarse victoriosamente al interior de otras fracciones de la
clase dom¡nante. En el Cuadro No. 31 presentamos una pequeñísi-

205
ma muestra de esta cr¿Ne terraten¡ente que se recrea
como domi-
nante en otras fracriones de capital.

En efecto. pensamos que si bien ra inversión de ra renu


en otras esferc económicas no es una práctica de clag;es decir,
de
todos los terratenientes, es un hecho válido al menos paiaalgunos
c¿¡sos en los cuales se constata, paralelamente,
una primera dificul-
tad. Por un lado tenemos que se da una interielacién sectóriat que
complica la adscripción de clase del terraten¡ente (en la medida
que t¡ene.que reproducir diversas prácticas productivas y,
. u*"r,
defender intereses contrapuestos) el mismo que puede dewincular-
se progresivamente del agro (en tanto su reproducción cJepende
más de las otras fracciones.a.las que o, en su defecto,
responder a los conf I ictos in terseótoriaF.articula)
bl in tenói t¡ óin d;si' carácl
ter agrario. Por otro lado tenemos gue esa diversificación repercu-
te en la capacidad terrateniente para transformar las bases de la
producción hacendataria. Asf, aquella puede impulsar
una respues-
ta que tienda a romper paulatinamente con el esquema de auto-re-
producción de la hacienda, sobre todo su relación al proceso pro-
ductivo (fracción transicional territorial monopólica).

Ahora bien, ra afirmación anterior se matiza si considera-


mos las distintas ramas a las que se incorporan los terratenientes.
En el caso de la producción textir, por ejbmpro, es muchó á¿, t¿-
cil encontrar que el terraten¡ente tiansfiére iu i"nta sil alterar la
base precapitalista hacendal y, antes bien, se sirve de etta jara
re-
producirla en la manufactura. El caso extremo es la fábrica
de chi-
llo Jijón, ubicada en el Valle de los chillos, provincia de pichincha,
en donde "el conde" Manuer JrioN
-su propietario- ra mantiene
operando con una bajfsima composición'oryánica de cápitá1, pro-
ducto de la abundante y semi-gratuita fuerla de trabajo dá la que
proveen sus haciendas (2). Este es un ejemplo tfpico del
terrate_
n!9nte cuyo predio conserva su propia forma de réproducción am-
pliada (basada en el aumento de brazosl, de la cuál .r poiibt",r-
traer una renta y destinarla a otros fines, sin alterar la óase preca-
pitalista.

En general, sin embargo, aquellos terratenientes que se di-


versifican ponen menos trabas a la transformación hacend'á|, sobre
todo en lo que respecta al proceso productivo, o ar menos fbrman
parte de la tendencia transicional territorial-monopólica, parcial-
mente modernizada.


En las provincias de Chimborazo Y Bolívar hemos en-
contrado dos ejemplos ilustrativos: la familia CORDOVEZ BUSTA-
MANTE y la familia GALLEGOS BANDERAS.

Las dos -de origen terraten¡ente- transfieren la renta


desde la tiena hacia el comercio, la industria, la construcción, des-
vinculándose progresivamente de su adscripción a la clase domi-
nante agraria -€n tanto se definen más como fracciÓn industrial o
comercial- pero conservando la propiedad de la tierra.

No conocemos en detalle lo que ocurriÓ en la esfera agra'


ria pero la hacienda Talahua de la familia CORDOVEZ BUSTA-
MANTE, por ejemplo, podría ser clasificada en los años cuarenta
dentro de la tendencia territorial-monopólica:

"Es una de las máe importantes haciendas de este sector.


Su propietario¡ . . . la han modernizado en forma que tu
producción ha obtenido un msgnlfico y eorprendente au'
mento . . . fiene una maguífrca dehe¡a de ganado vacuno
con animalea de pura sangre Hereford, cuyos padres fue
ron importados de la Argentina. . . " (CASTILLO, t942:
2781.

Actualmente, los heredercs además de ser accionistas de


una serie de empresas y de mantener vinculaciones con altas esfe-
ras gremiales y políticas, conservan el predio aunque ya no por
mucho tiempo más desde que a principios del año 1981 se susci-
taron gra/es incidentes por la acciÓn de numerosos grupos camp+
sinos que han empezdo una larga y tenaz lucha por la recupera-
ción de una parte de las tre¡nta mil has. de la hacienda (3).

Por su parte, la familia GALLEGOS BANDERAS inicia


al rededor de 1 920 la importación de veh ícu los, repuestos, etc., y, así
nlisnlo, se desvincula de sus haciendas a las que, según parece,
fraccíona progresivamente hasta convertirlas en pequeñas fincas
(con un total de 150 has. aproximadamente) en donde se produce
intensivamente. En este momento uno de ellos es directivo de la
Cámara de Comercio y, aunque aún conservan la tierra, se repro-
ducen como clase al interior de la fracción comercial.

Estos dos casos distintos, aunque no muy representat¡vos,

207
nos ¡ndican el desarrollo de ciertas tendencias que pueden ser im-
portantes. El hecho de que unas cuantas familias de terraten¡entes
hayan logrado sobrevivir con ventaja respecto al resto de su clase-in-
clu fda poaiblemente la fracción capitalisu-, a trayés de su articu-
lación con $ctores extraagrar¡os, nos wgiere que la transferencia
pudo actuar como palanca de transformación agraria, al menos a
nivel del proceso de producción, ya que no a nivel del monopolio
territorial; entre otras cosas, porque el terraten¡ente, al participar
de otras fracciones de capital está en posibilidad de financiar la
modemización y tecnificación parcial de la hacienda.

Esto, sin embargo, es relativo. Podrfa ser que en muchos


casos, una vez operada la diversificación temprana, al terraten¡ente
que depende más de lo que ocurre en la esfera de producción y cir-
culación cap¡talista, le interese menos defender la tierra como po-
der que como medio de producción;pero es perfectamente posible
que la influencia, convert¡da en práctica ideológica, actúe en senti-
do contrario. Al respecto, cabe reflexionar si no es la rah precapi-
tal¡sta la que está por detrás de la tendencia de la clase terraten¡en-
te a invertir la renta agraria en la actividad bancaria especulativa,
durante las primeras décadas de este siglo, al contrario de lo que
propone TRUJILLO, o de la actual burguesía industrial en quiebra
que ha sido declarada ineficiente y derrochadora cuando la situa-
ción hace crisis?

Hemos visto cómo la clase terrateniente se ramifica arti-


culándose a otras fracciones de la clase dominante. A su vez, sin
embargo, aquella se nutre constantemente con nus/os miembros
cuyo centro de acumulación inicial es el comercio, la manufactu-
ra, etc.

En el Cuadro No. 6 del capftulo I presentamos algunos


casos de terratenientes cuyos orígenes son diversos y cuya diversi-
ficación económica opera en sentido contrario: desde o hacia el
agro. Leopoldo Santos CABEZAS y Carlos RHOR, por ejemplo, son
pequeños industriales que deciden invertir parte de sus ganancias
en comprar tierras. En la década del cuarenta, sin embargo, adqui-
rir una hacienda no es una inversión de estricto orden económico,
como lo es actualmente. En esos años, la adquisición de un patrí-
monio territorial puede ser un signo muy importante de prestigio
que posibilita el acceso a los cfrculos de influencia y poder regio-

2(ts
nal controlados por los terratenientes. Y, en ese sentido, la incor-
poración de sujetos de origen no agrario, no necesariamente cons-
tituye factor de transformación ha.cendal aunque, en general, cree-
mos que de alguna manera su presencia la debe haber estimulado.

Divenifrcación como signo de poder (1960 - 19?9)

Mientras la hacienda precapitalista es dominante en la es-


tructura agraria, serrana, resulta más fácil para algunos miembros
de la clase terrateniente ramificarse hacia otras esferas económicas.
Esto es así porque los requerimientos de la acumulación capitalis-
ta son menores y, consecuentemente, lo son también las trabas
que los industriales, comerciantes y/o financistas pueden poner al
ingreso de capitales agrarios. Por otro lado, como la inversión y los
costos de producción que se precisan son muy bajos (comparati-
vamente con los actuales) resulta factible distraer la renta hacia
otras actividades económ icas.

Sin embargo, conforme la base precapitalista se resque-


braja en favor de la penetración del capital, se vuelve muy diffcil
para el terrateniente insertarse, al mismo tiempo, en otras fraccio-
nes de la clase dominante. La ganancia que ahora percibe tiene que
ser reinvertida en el predio cuando la hacienda píerde su capacidad
de auto sustentación y pas¿¡ a depender del capital para su desarro-
llo. En la actualidad, además, las expectativas del burgués terrate-
niente giran alrededor de la semielaboraciÓn de su propia produc-
ción agropecuaria, lo cual va a absorber gran parte del capital que
se reinvierte. Por otro lado, el capital requerido para realizar
inversiones es mayor que en las décadas anteriores y mientras gran
parte de los ingresos estén destinados a amortizarlo y a am-
pliar las actividádes, es poco frecuente que un hacendado pueda
ser, a la vez, un importante accionista de una empresa o un banco
(4). Por último, con la penetración de capital en el campo la tasa
de ganancia en el sector agropecuario serrano ha quedado por deba-
jo de la de otros sectores, al menos durante la segunda mitad de la
década pasada (5); esto, además de restarles poder les ha impedido
apropiarse de un margen de ingresos tal que les permita compet¡r
en otras fracciones de capital.

"El tener haciendas no eigniffca ser rico. Pudo haber sig-


nificado cuando el gran capital era tener tieras. . . Desde

209
hace 60 a¡1os la agriculhrra de la Sierra se viene yendo pa-
ra abajo. Qué agricultor de la Sierra puede parecérsele a
Juan MARCOS? Los hombres más ricos con bienes agíco-
las de Pichincha y Gtimborazo cuánto valen? Orál agi.
cultor hay que sea realmente heredero de haciendas y que
solo se dedique a la agricultran y que sft¡a siendo rico to-
davía:" (Entrevista CALISTO, Carlos, 1980).

De ahf que encontrar terratenientes/capitalistas serranos


que paralelamente ejerzan control sobre actividades externas al
agro, además de poco frecuente es una característica de quien ha
logrado articularse exitosamente a la penetración del capital.

Y, quienes tienen entonces mayores probabilidades de di-


versifícarse y sobrevivir a través de otras fracciones de la clase do-
m¡nante, son aquellos terratenientes que se han visto favorecidos por
una diversificación temprana, por ciertas rentas diferenciales o por
la pertenencia a la élite terrateniente.

En efecto, desde nuestro punto de vista, logran construir


una base de acumulación en esferas extra-agrarias aquellos terrate-
nientes que transfieren rentas en la etapa precapitalista y que du-
rante las transformaciones de las décadassesenta y setenta ya t¡enen
consolidada su posición en otras fracciones de la clase dominante.

No parece que lo contrario haya ocurrido; es decir, que


como producto del desarrollo capítalista -{ue $Jpone acumula-
ción y progresiva centralización del capital (6)- la burguesía te-
rrateniente, o un número significativo de sus miembros, intente ex-
tender su control sobre otras esferas de actividad económica. Esto,
además, por las dificultades que deben enfrentar quienes tratan de
incorporarse a otras fracciones: estructura oligopolizada, concen-
tradora y excluyente que deja poco margen de posibilídades ¡rara
el pequeño capital.

Ahora bien, la cuestión puede variar cuando la base de su


adscripción -la hacienda- desaparece ya sea por expropiación o
por transacción voluntaria. En este caso sÍ, podrían encontrarse
ejenrplos que muestran cómo elex-terrateñiente se articula --gFrne-
ralmente corno accionista-- en otras fracciones, vgr. financiera, in-
dustrial, comercial.

210
De no darse la diversificación temprana o la disolución
hacencial, es preciso que el terrateniente se vea fatorecido con g8-
nancias extraordinarias -distancia al mercado, calidad de suelos,
altitud -que hagan posible la apropiación de un margen adicional
y permafiente de ingresos. O bien, que ciertas venta¡as tales como
la ubicación del predio respecto del perfmetro urbano aumenten
territorial (7).
sus expectativas de monetarización de la renta

En la provincia de Chimborazo, por ejemplo, e indepen-


dientemente del proceso urbanístico, este fenÓmeno es cada vez
más importante debido a la altfsima demanda por tierras:

"Ahora el que más compra tbrras ea el antiguo huasipun-


guero. Los indiecitos Bon los que más compran tierra por'
que ellos invierten todo lo qr¡e vbnen gan¡ndo fuera" en
üerras y pag¡n precba altos por la tierra Pe¡o solo los in'
dioe . . . los cam¡reinoe, así no sean indios. Loe demáE
no pueden; no ganan lo que ellos deben. Tod¡ l¡ tiena
está volybndo a m¡nos del campesbo, indio o cholo. Y
múe los indfotcitoo.

Loe propietarios han convertido e¡to en buen qocio. Er


to eslo que han hecho los pmpbtarüos, vender a lo que
lea propongan. Vendm y esa plrta invierten en .. hsciu-
dadee, eryecürhente en vivienda, dcputamentoe - . .Aho-
r¡ Bon loe que eeüán comprándooe cataE conshrryendo de'
partameotoe, que eela meJor inversÍin en d momento ao
tud' @ntr,evista FAI¡ONI' Gttilletrro, f 98O).
'Achr¡lmente hay mucha geote que vendfti ru hrienda y
tbne nr cdiñcio o zus rsionee en el banoo . . ." (Entrwb'
ts CALIS'IO, Carloe, fgEO).

Aún si existen ventajas respecto a la d¡stancia al mercado


la reinserción es dudca, salvo a ravés de la agrojndustria (deriva
dos de la producción pecuaria y avfcolal. Resr¡lta diffcilencontrar
casos lo suficientemente representat¡vos que apunten a demos-
trar una tendencia m& o menos imporante a la diversificación ac-
tual de ta clase, máxime si en aquell¿ls zonas en donde las rentas di-
ferenciales pueden ser muy significativas -valles húmedos y extra
ordinariamente fértiles como elde Machachi- la gran propiedad s

2tl
ha fraccionado, dando paso a la unidad productiva
media (cfr. AR_
cHETTt, 1979) (8).

Por último, es factibre también considerar que existe una


élite terraten¡ente cuya descendencia es preparada prófesionalmen-
te para enfrentar la capitalización agraria. y, aunque los hijos de
grandes hacendados no siempre se vinculan como piincipales'accio-
nistas de bancq o empresas, lo hacen a los más alios niveles g€ren-
ciales o de gobiemo de tal manera de convertirse en los intelectua
les orgánicc de las fracciones a las cuales se adscriben (g).

veámos el gráfico No. 3 que ejemprifica ra evorución de


una familia de terratenientes desde los áños cuarenta, cuanJo ésta
propietaria de cinco haciendas que sumaban alrededor
91a aú¡ de
15.000 has. En él se obsrva que actualmente la mayorrá oe oes-
cendientes son profesionales incorporados a la emprása privada o
priblica como funcionarios del capital.

Este es el caso también del economista Arturo GANGO-


TENA, hacendado y Gerente General del Banco de los Andes, quien
sin ser uno de los principales accionistas de la institucíón bancaria
está vinculado al capital financiero como organizador ténico. o del
sr. Rodrigo GUARDERAS cHlRlBOGA, asesor delex-ministro de
Finanzas, César ROBALI NO.

Por oposición a la diversificación, con alguna frecuencia


ocurre que el terrateniente se dewincula parcialmente de la agricul-
tura para articularse a la pequeña producción comercial e indus-
trial o a la burocracia como una forma no ya de invertir sus exce-
-
dentes de capital proveniente de la agricultura- sino de completar
los ingresos para conservar su stah¡s y su adscripción de clases

"No hay ningr¡n trabajó mrás mal pagado . . . que la agri-


culüura Yo dejé la agricultura porque no pude seguir
perdiendo más dinero en ella . . . Ach¡almente hay mu-
choe agricultores que ya no viven de la agricultura por-
que tienen que ir cermndo la puerta al mal negocio. por-
que tienen que vivir de algo que produzca . . .porque no
hay mris remedio por la precaded4d de la situación de la
agriculhrra" (Entrevista CALISTO, Cados,l gg0).

212
Al igual que en la diversificación, el terrateniente se ad-
hiere p:ogresivamente a la clase de la cual depende principalmente
para sil.r reproducción pero, contrarianrente a lo que ocurre con
aquella, el terrateniente "en decadencia" se resiste más a la pérdi-
da de la supremacfa regional porque, con ello, pierde la base de
su poder como clase dominante:

tt. . . etl numerosossectores de la clase media vinculada,


por su origen, al sector terrateniente, no existe una verda'
dera actitud anti-feudal. Al tener zu origen muchos de
ellos más bien en el descenso de la clase tenateniente, que
en el ascenso de otros sectores, no ven en aquella clase un
serio escoüo penna¡rente, que amalga y pulveriza sus as'
piraciones sociales" (CIDA' 1966: 107).

Tendeneias limitaclas a la diversificación a nivel provincial

La evaluación siguiente tiende a ser más cualitativa que


cuantitat¡va e intenta una primer aproximación a la determinación
de la capacidad de la clase terrateniente provincial para rearticular-
se a otras fracciones de la clase dominante (10).

Podríamosafirmarque,engeneral,enlaprovinciade
Chimborazo se ponen de manifiesto las tendencias que advertimos
para la clase terrateniente serrana. Sin embargo cabe añadir que en
iüfra prov¡ncia --en parte como consecuencia de la mayor res¡sten-
destruc-
;i; qr; opone la estiuctura precapital¡sta ante su eventualpasado
á¡én- los aristócratas terratenientes de fines del siglo su-
irrr, -u lo largo de las etapas que hemos analizado- alteraciones
,n ,u aornpoS¡ó¡ón ¡nterna las mismas que, en muchos casos, signi-
fican decaóencia y pauperización para familias de abolengo.

En efecto, |as contradicciones inherentes a |a c|ase misma


(grandes familias cuya descendencia.aspira a reproducir la base pre-
hacendal; desconcentración territorial producto de las
sutesiuas herencias; inadecuada formación y educación de
"ápltut¡rtu los hi-
interno de formas de
los) V, posteriorrnente, el resquebrajam¡ento
iaUaio precapitalistas, incapacitan 9 muchos miembros de
para readecuarse a las nuevas condiciones:

"Aquí en la Provincia de
GRAFICO No.3

NIETOS:

. profecional (COFIECI
. proferlcnal (Ag¡¡a Potablol
. proferlonal (Gerente Financiero
Banco Preüsora)
tl hlio - omdodo ost8trl . profe¡lonal (CornpañÍa Constructora)
. empleado Banco de Amdrica

2) h¡io - profesbnal y . dlplomático


polftico . empresario -fábrica de parquot
(burguorfa industriall
. profesional (Compañfa de Segurosl
. profesional
. ingeniero agrónomo - futuro hacen.
dado (clase terraten¡en-
telcapitalista)
Gran terrato-
nlenb ducño
de cinco ha 3l hüo - brrateniente/ . mádico
cisnda¡ csp¡tali¡t6 . ingeniero - indu¡trial
(l5.O0O has.l

4l hüa - crada con elan. . profilbnsl


cr¡tirro dol Ban@ . proferional
Pichinch¿ . prole¡¡onal
. arüid¡anto
. srtud¡anto

5l hiia - profesional . profeora de esc¡cos r€curso¡ ecorú-


lrcltoral { micos (pequeño burguesfa)

6l hiia - carda @n exSu- , ostud¡anto


f
perlntendentc de f . o.tud¡anto
Compañfa y ac- t . $tud¡anto
turl as$or del
Banco de América.

211
cendadoe, la gente pudiente, aalÍa de Riobamba y se iba
mucho fuera de Riobamba. Esa gente acabó zus forüunas
afuera y ahora están de empleados, ha¡ buscado trabajos
y otros ban rn¡elto . . . mucha gente que antes era rica se
quedó pobre. Ahora hay los nuevoE ricos y la clase me-
di¡.. .

Especialmente en la provincira de Chimborajzo se ha dado


este fenómeno de que la gente pudiente ha vendido sus
haciendas, o ha ido anendando, o viviendo de la renta de
las haciendas y en un momento dado se vieron endeuda-
dos y les embargaron, les remataron o tuvieron que ven-
der a como dé lugar" (Enürevista FAL¡CONI, Guillenno,
1e80).

En el Cuadro No. 32 presentamos una muestra de 108


familias aristocráticas de la provincia, escogif,as al azar en diez di-
ferentes parroquias del cantón Riobamba. Eñ él se observa, pr¡me-
ro, que la superficie territorial ocupada por ellos (2}.O42.42has.1,
antaño pudo haber constituído el patr¡monio de una sola persona
(ver Cuadro No. 5 del capítulo l); hoy en día, el promedio por fa-
mrlia para la muestra considerada no excede las 185.6 has. Por
otro lado, aunque todavía se advierte una alta concentración de la
propiedad (cinco familias acaparan el 62 o/o de la superficie) es
irnportante notar que apenas el 4.6 o/o tiene propiedades mayores
de 1.000 has. (casi todas, por lo demás, sujetas a trámites de afec-
tación) en tanto que un 66.7 o/o de aristócratas no alcanzan a po-
seer predios mayores de 50 hectáreas. Esto, evidentemente, mues-
tra un cambio muy importante en la composición y las caracte-
rísticas internas de la clase que, con seguridad, debe repetirse en
otros cantones de la provincia.

Mientras nrás enfeud¿rlizad¡i está la regiÓn y los carnbios


en la estructura de la hacienda son rnás lerttos, mejor se reprodu-
cen prácticas propias del rentista, casi totalmente dewinculado del
proceso productivo y, por ello nrismo, incapaz de responder en
un momento de transición- a la lÓgíca de funcionarniento del ca-
pital:

"Porque, en mi concepto, una de las cosas que ha perjudi


cado al Ecuador es la forma en que se nos ha educado. No

2r5
se noE h¡ en¡eñ¡do a hacer las cosas en fotma pnáctica
Vea Ud., por ejemplo,los cuencanos. Habfa el Dr. tal, ho-
jalatero; el Dr. taln sombrerero; el [lr. tal, ebanista, carpin-
tero. Con eda evolución, todoe e¡os han parado a ¡er los
ejecutivos de las gtandes empresas de primer ordm, por
la condición en que h¡ egtado esa gente. A más de obte-
ner un doctorado sabían qué hacer con las manos y se de-
fendlan.

En cambio acá, nunca nos han preparado debidamente.


De manera que el Dr. hojaletero hoy día es el represen-
tante de la OMEGA, de alguna fábrica así . . . " (Entre-
vista DAVALOS, Gonzalo, lgg0).

Antes que una recreación exitosa en otras fracciones de


clase se advierte una tendencia muy marcada a la decadencia de
aquellas familias antaño representantes de la clase terrateniente
precapitalista de la provincia:

"En el fondo yo encuentro que el criterio que se tiene del


agricultor en parte se debe a su situación. Este general-
mente vive endeudado en los bancos y, püa que no le eje-
cuten, tiene que salir a hablar de las cosechas que va a ha-
cer.

Yo tengo el ejemplo de un amigo. dueño de una de las ha-


ciendas cercanas a la mía. Vivía, asimismo, en Riobam_
ba Nos encontrába¡nos en el Club. yo había observado
las sementeras de él y eran inferiores a laE mías. Estaba en
pésima sih¡ación Sin embargo, era de oirle levantar la
voz y decirme: este ario tergo cuatro o cinco miüones, eó-
lo en papas. Además tengo cebada No es cierto? me
decfa a mí.

La gente oye y cree que en realidad esas son verdades. pe-


ro lo característico del agricrrltor ha sido estar tras la ba-
rra. . ." (Entrevista DAVALOS, Gonzalo,lg80).

- Este proceso de selección de los más aptos, ha rescatado,


sin embargo, a quienes s articularon oportunamente a otras frac-
ciones de capital:

2t6
"He tenido un molino y he sido indu¡hi¡l;he tenido una
tbnda y he sido comerciante y soy ag¡icultor. Y en todo
me he tratado de tecnificar y de ver b r€alidad. Por eso
no me he cafdo' Porque hay ag¡iorltorcs que les quitan
l¡ tierra y ae quedan e¡¡ nada Y hay rgricrrltoree que lee
quitan el zana¡ro y las eryuela¡ y no pueden deeempe
ñar un¡ secnetarlq peor una gerencia" (Entnevist¡ GA'
LLEGOS, Arfstides, 1980).

En los Cuadros No. 33 y No. 34 presentamos una muestra


de las ramificaciones que se observan entre aquellos terratenientes
que se articularon a otr6 esferas de actividad' Y, a pesar de que no
conocemos la magnitud de su participaciÓn accionaria al interior
de cada empresa, podemc quizás adelantar algunos comentar¡os
que surgen de la lectura de los cuadros (1 1).

En primer lugar, los gremios -que son importantes apara


tos de dirección de la polftica de las distintas fracciones- tienen
una escasa representación de terraten¡entes o ex-terratenientes de
la provincia de Chimborazo. En veinte año6, apenas tres han acce-
dido a vocallas en el directorio de la Cámara de lndustriales de Pi-
chincha; durante dieciocho años, cinco a la Cámara de la Construc-
ción -uno de ellos ha ostentado por dos períodos la presidencia-';
y, dos a la Cámara de Comercio, elegrdos para el período 1980-81
(12). Cabe destacar la presencia del señor Luis PONCE MARTINEZ,
cuyos ante@sores fueron terratenientes de la próvincia de chimbo-
razo, no sólo como dirigente de la f racción comercial importadora
a la que representa contínuamente, sino como uno de los más im-
portantes líderes de los gremios empresariales del país.

Las veinte y cuatro industriasdonde se han orientado


los capitales de terratenientes o ex-terratenientes de la provincia,
tienen las siqu ientes características:

. Un 54 o/o de ellas produce bienes f inales;el resto elabo-


ra insumos de escasa complejidad
. El 33 o/o de las empresas -aunque no todas son agroln-
dustrias- guardan íntima relación con la producción
agropecuaria: manteca, aceite, cuero, té, madera, harina,
licores, balanceados.
. El 63 o/o de las industrias tiene un capitalque fluctúa en-
tre los diez v los cincuenta millones de sucres'

217
De lo presentado, tal parecería que los terratenientes de
la provincia no se ubican en las empresas ejes de la acumulación de
capital, sino más bien en los estratos medios de la fracción indus-
trial. Si además consideramos la posiblidad de que no ejerzan con-
trol mayoritario sobre el paquete accionario de las distintas empre-
sas, la situación se complica aún más pues esto les restaría capaci-
dad para imponer decisiones y poder al interior del bloque domi-
nante.

En la fracción comercial la situación varía, aunque el


número de empresas en las cuales participan terratenientes es me-
nor. La actividad en este sector se restringe básicamente a la im-
portación de licores, electrodomésticos, automotores y repuesros.

Desconocemos la magnitud de los capitales pero, al pare_


gel, en ro que a ricores respecta, ras famirias DAVALos, coRDo-
vEZ y. ROMAN ejercen un considerabre contror de ra impoitación
en todo el país (13). por otra parte, de las 11 empresas
cJmerc¡ar.s
de que tenemos conocimiento, er 36 o/o son de prop
ieáa¿Je rá tam¡
lia GALLEGOS BANDERAS y et bb o/o tiene
parentesco entre sí. Esto, de arguna manera, puede "i";l*i";;;';;
conferirrr;s un
cierto margen de negociación ai interior de la fracción
comercrar,
al menos a nivel de la Sierra.

En el sector f inanciero
-la banca concretamente_ los te-
rratenientes de la provincia de chimborazo, a diferencia de hacen-
dados de otras provincias, no alcanzan una participación de al me-
nos un 10 o/o del paquete accionario en ninguno de los veintidós
bancos nacionales existentes en el país. Sin embargo cabe conside-
rar que aunque la capacidad de controlar el capital financiero sea
reducida, las posibilidades para acceder a fuentes de crédito se am-
plían enormemente para quienes tienen acciones o ejercen funcio-
nes ije dirección en el sistema bancario por ollo, aunque la articu-
lacrón de Ios terratenientes locales a la fracción financiera se res-
trinja a los directorios o a la ocupación de cargos gerenciales, su
capacidad f inanciera puede aumentar considerablemente

En el sector construcción, aunclue en número no muy


rcativo, se advierte en 1961 la presencia drr la constrLrcto-
srqnif
ra CORDOVEZ BUSTAMANTE
-dueños de ta hacienda Tatahua-
que consigue el contrato para la construcción cle la carretera caia-

2rt
bamba-Pallatanga-Bucay; y, en la actualrdad, la proliferaciÓn
de grar¡des edificios construídos por la empresa de arquitectos VE-
LEZ-CALISTO, descendientes de los dueños de lahacienda Pul, ade-
más de unos cuantos profesionales -terratenientes, ex-terratenien-
tes, hijos de terratenientes- en varias empresas y negocios co-
nexos.

En lo que hace relación al transporte, la información nos


indica que la adscripciÓn terrateniente es poco importante.

Los elementos arriba presentados nos permiten plantear


una cierta problematización respecto a las limitaciones que enf ren-
ta la clase local para su reinserción en otras fracciones de capital.
A nuestro juicio, la articulaciÓn de algunos terratenientes de la
provincia en otras esferas de actividad dependerá de las condicio-
nes que brinde el proceso de acumulación.

En efecto, el desarrollo del capitalismo plantea sittracio-


nes diversas que bien pueden fortalecer o debilitar las posibilida-
des de reinserciÓn de unos u otros sectores de terratenientes. En
rrl caso particular de Chimborazo, dicho desarrollo pone al des-
cubrerto una restringida capacidad de acumulaciÓn por parte de la
clase dominante agraria. Por ello, cuando la reinserción se da, és-
ta resulta exitosa más desde una perspectiva individual -terrate-
niente que logra sobrevivir con ventaja en relaciÓn a otros- que
respecto al conjrrnto de la clase dominante. En términos generales,
la magnitud cuantitat¡va y cualitativa de la reinserción, no es lo
suficientemente significativa para asegurar a dichos sujetos una
cuota importante de poder al interior de las distintas fracciones de
capital.

Disolución / Reinserción.

t rt el acáprte attterior hicimos tefererlcia a aqtrellos terra-


ten¡entes locales que se diversif ican tempranamente o que volun-
tar¡amente pierden su adscripción de clase y colocan sus capitales
en ()tras esferas de actividad. Cabe mencionar. brevemente, algo
acerca de las posibilidades que tiene hoy la clase terrateniente ca-
pitalrzada para destinar parte de sus gananóias a la inversión extra-
aQraila.

219
Al parecer, una buena proporción de hacendados carecen
de fondos propios para solventar sus requerimientos productivos,
razón por la cual acuden al crédito como fuente de f inanciamien-
to. Por otro lado, el monto de dinero que los bancos les otorgan
digamos tres y hasta cuatro millones no representa un capital cuan-
titativamente importante para iniciar una inr,ersión y, aunque los
terratenientCI.distrajesen los fondos creditlcios de su objetivo espe-
cífico, no alcanzarfan sino a adquirir algunos bienes tales como
casas, edificios, automóviles, fincas, acciones, que de ninguna ma-
nera los coloca en situación económica favorable frente a otras
fracciones de la clase dominante (14).

De los casos estudiados por nosotros, al meno,; dos, las


haciendas Jipangoto y Chimborazo, que son las que se perfilan
como representativas de la nueva clase terrateniente capitalizada-
no tienen ninguna posibilidad inmediata de trasladar parte de sus
excedentes a otros sectores de la economfa, por dos razones fun-
damentales: primero, las inversiones se intensifican recién a par-
tir de la década pasada y consecuentemente ésta es una fase de
amortización del capital crediticio; segundo, las perspectivas de
semi-elaborar la producción pecuaria: pasteurizar la leche, em-
pacar la carne, impide que los terratenientes distraigan los fondos
de reinversión agraria.

En definitiva, tenderíamos a pensar que las limitaciones


respecto a la disponibilidad de capital dinero y las perspectivas de
procesar la producción agropecuaria impiden, igualmente, que la
burguesía terrateniente se bifurque, en la actualidad, hacia otras
esferas de actividad:

"Usted no encuentra mayor número de agricultores que


sean ricos. Les llaman ricos porque en realidad esa es la
idea pero no porque tengan verdaderamente dinero. Los
ultimos ricos no son los agricultores, son comerciantes;
son gente que han tenido negocios con el gobierno. Esos
son los ricos. Pero, dígame usted, un número grande de
agricultores multimillonarios, usted no encuentra" (En-
trevista DAVALOS, Gonzalo, 1980).

De otra parte, en la provincia de Chimborazo también re-


sulta f recuente -al igual que en otras zonas de la Sierra- encontrar

220
que la unidad productiva, antes que fuente de excedentes, deja de
ser eje de reproducción de la familia terrateniente; v, en muchos
casos, hasta obliga a sus miembros a buscar otras actividades com-
plementarias, no ya como inversores sino más bien como funcio-
narios subalternos del capital vgr. profesionales de menor nivel,
funcionarios estatales de segundo y tercer orden. Poco a poco es-
tos terratenientes en franco proceso de decadencia, pierden su oe-
recho a pertenecer a la clase dominante y se articulan cEda vez más
a sectores de la pequeña burguesía. En el Cuadro No. 3b presenta-
mos algunos ejemplos de esta progresiva pérdida de adscripción
por parte de una buena parte de descendientes de familias gran
terraten ¡entes.

Por último, para aquellos terratenientes que desaparecen


por efecto de un proceso compulsivo
-asedio campesino, afecta-
ción del predio- generalmente resulta dif fcil la reinserción (1S),
salvo en aquellos casos en que la suma recibida es considerable
vgr. Pablo THUR DE KOOS que recibe 33 millones de sucresporla
expropiación de las haciendas Totorillas/Pasniac, o cuando los t+
rratenlentes lienen una base de acumulación orevia en otras esfe-
ras económicas.

En el Cuadro No. 36 se advierte el destino de algunos te-


rratenientes que desaparecen o están en proceso de hacerlo. Mien-
tras que algunos pasan a engrosar las filas de la pequeña burguesfa,
otros se recrean como comerciantes e industriales menores o como
accionistas en algunas empresas pero, en ningún caso pasan a for-
mar parte del gran capital.

Sin dejar de pertenecer a la clase que detenta en propie-


dad los medios de producción no logran, sin embargo, integrarse
a la fracción dominante.

2.-- Algunas líneas de reflexión final.

A lo largo del trabajo hemos presentado una serie de te-


mas que, aunque restringidos a un espacio regional especffico, pue-
den servir de punto de partida para una reflexiÓn más amplia que
intente repensar las características complejas de configuraciÓn de

22r
la clase terrateniente serrana y su participación en proceso
er de
acumu lación capital ista.

una primera rínea de discusión que se desprende de ra rec-


tura de los capítulos iniciales del libro pretendería desentrañar
las múltiples determinaciones der proceso de decadencia
de la crase
terrateniente precapitalista, dando particular importancia
a la des-
composición interna de la estructura hacendal. Se trata
de superar
una visión imprecisa que derega a determinaoos tactóiás
mente desvincurados der proceso de producción der sistemá -generat-
de ha-
cienda- el peso fundament¿r en er juego de contradicciones que
finalmente provoca ra transformacióÁ de ras bases materiares
sobre
las que se asienta dicha clase.

La hacienda -como forma de producción que incluye


un
sistema de estructuración económica, porftica
v ,o.iur-0" ,Á .rpr-
cio reg.ional dado- genera contradicciones que van desgastando
ros
mecanismos de su auto-reproducción ar vorverse ineii.aces
para
mantener estable el flujo de renta apropiado por el terrateniente.
No es, entonces, ar menos en er niver regionai estudiacJo, un
estr-
mulo proven¡ente der sector de acumuraiión
-u.ono,.,.,iá'riou,,u_
e.l elemento explicativo fundamentar der proceso
de capitarización
de la clase terrateniente. Más aún, a pesar de ra estrecha reración i
I

mantenida por la provincia con er desarroilo capitarista ii


de ra costa
-fue.rza de trabajo y arimentos-, debido a su ubicación estratégica I
en el centro del cailejón interandino y ar nexo obrigado que se
es-
tablece entre ouito y Guayaquir a través der ferrocárrir, rá hacien-
da precapitalista no sufre mayores transformaciones eÁ sus bases
de estructuración fundamental; antes bien, la renta en triba¡o
se
mantiene como mecanismo angular de extracción de
excedentes
en la unidad productiva y aqueila sigue siendo er eje urtl"rr.oo,.
de todo el sistema regional.

sin embargo, ra agudización de ras tensiones inherentes al


funcionamiento interno de la reproducción hacendal
-campesinos
que luchan por lograr mejores condiciones de sobreviv.n.ia y te-
rratenientes que resienten ra caída progresiva de la magnitud de
la
renta a causa de la ineficacia de los sistemas de trabajo-, presiona
la transformación que en ra región estudiada corporia estád¡os
¡n-
termedios, transicionares, en tanio buscan adapiarse a una situa-

222
ción muy compleja donde la ruptura con la tradiciÓn precapitalista
resulta dif fcil y sumamente lenta.

El tránsito hacia la capitalizaciÓn supone solucionar, al


menos en parte, el problema campesino. Pero, a su vez, la supervi-
vencia de h clase depende de la conservaciÓn del monopolio terri-
torial; entre otras cosas, porque las condiciones que impone el
proceso de acumulación ponen en seria desventaja a loS terrate-
nientes frente a otras fracciones de capital. En esas circunstancias,
retener tierra es retener poder y resistir las dif icultades de la trans-
formación; además, es una forma de asegurar una reinserción más
favorable en esferas econÓmicas diversas por la vfa de la renta es-
peculativa. De ahí la solución transicional que dornina durante la
primera coyuntura de crisis (1960-1973).

Lo importante aquíes el movimiento de la clase que no


es eliminada por el capital pero que encuentra limitaciones para ar-
ticularse a él como fracción dominante. Decadencia de un sistema
de producir y de ejercer poder que empieza a resquebrajarse bajo
el peSo de sus propias contradicciones pero, a la vez, resistencia a
la transformación como mecanimos de sobrevivencia. Es, antes que
una incapacidad para responder a las exigencias del capital, una
forma de preservarse como clase, una vía coherente.que intenta la
coexistencia -al menos temporal- de dos formas de producir di-
ferentes; que se sirve de aquella en decadencia para negociar su
reinserción en la esfera del capital.

Desde esta perspectiva, entonces, no podrfa hablarse de


atraso en el sentido de limitación histÓrica para la capitalización
(aunque muchos terratenientes Son eliminados en el proceso);
la clase vive una etapa de transición desde los años cuarenta;bus-
ca formas de transfbrmarse porque se ve forzada a ello por las li-
mitaciones crccientes que le impone el mismo sistema de auto-re-
producción. Lo que ocurre es que opta por una alternativa par-
ticular que, aunque fracasa parcialmente en años posteriores, abre
un espacio de reconstitución que facilita luego la consolidación
de la f racción caoitalista.

Estapro|ongaciónde|períododetransiciÓn-adiferen.
cia de otras áreas en donde la penetración del capital resultó más
fácil- desplaza la defensa de los intereses de la clase del plano eco-

223
lóry.o al plano porítico y de ras esferas nacionales a las regiona-
les.
En efecto, mientras la fracción capitalista acusa requer rmrentos
económicos cuya satisfacción depende de las instaniias estatales
centrales-crédito, infraestructura, comercialízación-, la clase te-
rrateniente que adopta formas intermedias y que se ni'ega a ser de-
bilitada por el capital, retarda ra transformación a travéi cje ra ma-
nipulación política del espacio regional y de ciertos aparatos na-
cionales. consigue la deregación uér podei por parte dér Estado y
se encapsula en la provincia cuya base de reproducción sigue
oe-
pendiendo de la hacienda; de esta manera, mientras
conreiuu po_
der el terrateniente se da tiempo y logra desfasar la correlación
de fuerzas nacional a la región con roiuar prolonga por a-lgunos
años más el plazo de su declinación.

Resulta evidente, pues, que ra crase terratenignte rocar im-


plementa su estrategia defensiva a partir de las
estructuras políticas
regionales porque es allí donde conserva mayor poder; pore,
con_
trario, la fracción capitalista presente en otras zonas de la sierra,
se consolida a partir de su vinculación con el aparato estatar
cen-
tral en la medida que sus requerimientos son otros, por un lado,
y de que ha perdido importancia como articuradora der sistema po-
lítico local al que se adscribe, por otro.

. Una segunda línea de trabajo bien puede derivarse del


cuestionamiento de la crisis actual por la que atraviesa el agro se-
rrano. Resulta común atribuir aquella a la persistencia precaf,italis-
ta de la clase terrateniente (decimos clase y no fracción porque
las fracciones se constituyen a partir de la vigencia del capiialismo
y referirse a una fracción precapitalista sería conceptualmente
rnexacto. Por ello, preferimos hablar de clase terrateniente y
de
fracción capitalista de esta clase). Además, se acostumbra delimi-
tar área^s en donde aparentemente el fenómeno resurta aún más
evi-
dente. se sigue creyendo que er nudo de contracl¡cciones er er agro
contrapone -como principal- ra estructura precapitarista (concen-
tración latifundiaria de la tierra, esquema autoreproductivo, reclu-
tamiento no capitalista de la fuerza de trabajo . . . )a la penetra_
ción del capital, cuando en rearidad en provincias como ra de
chimborazo -tipif icadas como atrasadas- el eje de contradicciones
actual apunta más bien hacia las formas que ádopta y tai iefercu
ciones que trae el proceso de transformación.

2U
Entonces, no es que la crisis provenga del atraso de la cla-
se dominante agraria; proviene, entre otras cosas, de la incapacidad
de la clase -ya transformada- para organizar eficazmente la agri-
cultura. Proviene de las caracterfsticas estructurales del modo de
producción i mperante cuya clase terraten iente capital izada privi le-
gia la renta especulativa y el aumento incesante de la ganencla
frente a la satisfacción de la creciente demanda urbana.

En el primer sentido se incluye el fenÓmeno de la reduc-


ción del área cultivable por efecto de las expectativas cada vez me'
jores de monetarizar la renta territorial. El elevado precio cte la tie-
rra despierta la codicia del terrateniente quien no repara en des-
truir la unidad productiva si aquello trae consigo un ventajoso fon-
do de capitalización. Por otro lado, preserva la caracteríSt¡ca terra-
teniente de la clase agraria en la medida que la tierra se valorrza
constantemente y, además, sigue siendo fuente de renta.

En el segundo sentido, la capitalizaciÓn se mueve en una


dialéctica costos rentabilidad estrechamente vinculada a la búsque-
da de las mejores condiciones para la acumulaciÓn;ahora bien' el
proceso de acumulación y la defensa de la ganancia entran, gene-
ralmente, en contradicción con el mercado de alimentos para las
clases subord i nadas, especial mente.

Oue existen terratenientes capitalistas cuya eficiencia es


aparente, no lo dudamos; el propio gerente del Banco de Fomen-
to, ligado a los intereses de la clase dominantes, los calificÓ de ine-
ficientes. Sin embargo, son ineficientes pero no por ello dejan de
ser capitalistas. Es más, porque se mueven en la lÓgica del capital
y porque se subordinan a sus leyes es que contribuyen a la agucli-
zación de la crisis: desplazamiento de la inversión hacia la pro-
ducción pecuaria, elevación constante de la composiciÓn orgánica
de capital por reducciÓn de los requerimientos de 'tuerza de trabajo
antes que por una alta tecnificaciÓn de la producción;consecuen-
temente, expulsiÓn sistemática de excedentes de poblaciÓn campe-
sina cuya demanda por tierras se incrementa paralelamente; or¡en-
tación de la producción a un mercado selecto y concomitante
encarecimiento de los bienes salarios por efecto de una reducciÓn
sistemática de la oferta, la misma que es suplida cada vez más por
la importación de alimentos, paulatina espectalizaciÓn agrícola de
la producción campesina la que enfrenta, además de la insuf iciente

225
presencia estatal en cuanto a recursos económicos y
técnicos, y
do la transferencia de sus excedentes a la economfa'urbana (pue-
blgr y grandes ciudades), las limitaciones de la lógica de produc-
ción familiar de autoconsumo, aún vigente; presión por un aumen-
to regular de los precios y deterioro de ta calidad del producto en
fa perspectiva de minimizar costos y maximiza, ganan.ius.

En suma, la transformación capitalista de la clase y no ta


persistencia de estructuras precapitalistas, es la que subyaó en la
base de la crisis. son los requerimientos del capital y laicondicio-
nes de la acumulación las que articulan los procesos agrarios, tan-
to desde la perspectiva terrateniente como desde lasilternat¡vas
campesinas. Por ello resultan anacrónicas ciertas tesis que actual-
mente persisten en dicotomizar a la clase dominante agraria en
función de su articuración con instancias precapitaristas.

Una tercera línea, y quizás la que más desarrollo y trabajo


d.e investigación requiere, es aquella que tiene que uer con la con-
sistencia, por así decirlo, de la clase terrateniente capitalista.

En efecto, y restringiéndonos al plano regional del cual


podemos hablar con más solvencía, no se visualizan con demasia-
da claridad las perspectivas de la clase cuya transformación, nue-
vamente, engendra contradicciones con el polo campesino al no
haber dado una solución estructural al problema de la tierra.

Cómo sino entender, por un lado, las tensiones que se


acumulan por una no correspondencia cada vez mayor entre los es-
easos requerimientos de fuerza de trabajo por parte de la unidad
productiva terrateniente y la imposibilidad de insertar a la pobla-
ción excedente en otras esferas de actividad; y, por otro, la áon v¡-
gente demanda campesina en respuesta al deterioro de las condi-
ciones de vida de una gran masa que no fue favorecida por et re,
parto de tierras y que resiste a la proletarización.

Esta tensión latente


-y puesta de manif iesto por algunos
terraten¡entes a los que entrevistamos- encierra nuevas dificurta-
des para la clase recién consolidada porque vulnera ra seguridad de
la propiedad sobre el territorio y la debilita tanto en ef contexto
de la acumulación capitalista como al interior del bloque dominan-
te.

226
En regiones como la de Chimborazo no puede preverse,
a medrano plazo, el futuro de la clase. Una serie de factores difi-
cultan su consolidación definitiva en el marco del modo de pro-
ducción capitalista. Por una parte, el eventual resurgimiento del
conflicto campesino -factible de producirse por las propias limi-
taciones que encierra la entrega comunal; diferenciaciÓn campe-
sina acelerada, desplazamiento de fuerza de trabajo, aumento
cuantitativo de campesinos sin tierra, deterioro de sus condicio-
nes de vida-antes que forUlecer, vuelve precaria la alternativa capi-
talista recién implantada. Por otra parte, la misma transformación,
al incentivar el mercado de tierra por la vía de la elevación de los
precios, despierta la expectativa de los terratenientes capitalizados
y, al hacerlo, se convierte en traba adicional para la pervivencia de
la clase.

Una cuarta perspectiva de análisis tiene que ver con el pa-


pel fundamental de las masas campesinas en el proceso de transfor-
mación de la clase terrateniente. Hasta el presente no ha sido rein-
vidicada adecuadamente la participaciÓn multifacética y muchas
veces "oculta" de los campesinos serranos en ese proceso porque
se ha partido equivocadamente de que la insuficiencia cuantitativa
de movilizaciones explícitas no justif ica la presencia campesina en
la definición de los cambios en el agro.

Sin embargo, no es ahí donde se debe ubicar el aporte de


la lucha campesina. Esta forma parte de la relación cuotidiana con
la hacienda y es una respuesta a la tensión que se crea entre las ne-
cesidades de la economfa campesina y las expectativas de los terra-
tenientes por elevar la renta Ylo la ganancia capitalista.

Desde esta perspectiva, entonces, la dialéctica inter-clase


tiene que ser mirada no sólo en función de la lucha abierta -tomas
de tierra, movilizaciones, huelgas- sino en términos de las formas
concretas a través de las cuales la relación campesinos-terratenien-
tes refuerza o atenta contra la vigencia de la estructura precapita-
I ista.

Los campesinos luchan por su derecho a no ext¡nguirse y,


al hacerlo, unas veces frenan la transformación (cuando demandan
la posesión de la tierra) y otras la aceleran (cuando pueden conver-
tirse en propietarios).

227
En uno y otro caso, sin embargo, condicionan el proceso,
aunque no por ello trascienden los llmites que ímpone el desarro
llo del capital.

Una quinta problemática, muy reciente, aludiría al viraje


que sufrirá a corto plazo el modelo de acumulación por efecto del
ingreso a la era post-petrolera. Hasta hace dos años resultaba dif fcil
predecir las enormes dificultades por las que atravesarfa la indus-
trialización sustitutiva como eje de la reproducción ampliafla. Hoy
os evidente que los llmites al crecimiento industrial, tal como este
fue concebido en los años setenta han sido alcanzados. paralela-
mente, sin embargo, se han fortalecido tanto el comerci¡ como el
sector bancario-financiero, a la vez que la producción agropecuaría
serrana se ha visto fuertemente incentivada por una vigorosa polÉ
tica estatal de revisión sistemática de precios; creación del bono
agropecuario como una nueva modalidad crediticia y del seguro
agropecuario; capitalización incesante del Banco de Fomento; Oe_
sarrollo infraestructural ; asistencia técnica, etc.

Esta nueva situación


-reorientación de la industria susti-
tutiva y fortalecimiento del sector agrario- van a replantear a cor-
to plazo el papel de la agroindustria y de la burguesla terrateniente
en un futuro cercano. Aquellas perspectivas dé procesamiento de
la producción que se advertfan como las Íneas de acción futuras
más sólidas a seguir por la clase capitalizada, emergen como salidas
oportunas que van a incidir fuertemente en la reubicación de la
fracción agraria en el conjunto de la crase dominante. Las desven-
tajas relativas referidas a una tasa de ganancia menor en relación a
otros sectores puede estar cambiando aceleradamente lo que, asi-
mismo repercutirá en la dinámica de la clase agraria en su conjun-
to.

Por último, a la clase terrateniente caracteriza una consti-


tución extremadamente compleja, no solo en reración a sf misrna
sino también con respecto a las influencias que ejerce en otras frac-
ciones de la clase dominante.

En efecto, la diversificación temprana; los orígenes no ho-


mogéneos de los terratenientes, las distintas alternativas de trans-
formación capitalista, las dificultades diferenciales para la reinser-

27A
ción, además de mostrarnos la imagen de una clase agraria con una
estructuración múltiple, vuelve drfusos los | ímites intersectoriales
y hace menos transparente, por así decirlo, la conf iguración de las
distintas fracciones de la burguesía ecuatoriana. Paralelamente el
sistema político se complejifica porque absorbe lasdificultadesde
la interdependencia mutua entre las clases dominantes y hace más
complicado aún el acercamiento de la economfa a la política. Las
raíces agrarias están presentes detrás del andamiaje clasista ecuato-
riano. "Son las mismas familias", como diria exagerando algún li-
terato contemporáneo ecuatoriano. Y esto ya no solo en cuanto a
su composición sino también en cuanto a que han logrado transmi-
tir una cierta práctica ideológica que posiblemente pueda explicar-
nos mejor la ineficiencia endémica de la burguesía criolla.

Es evidente, entonces, que el estudio de las características


de la clase terrateniente resulta incompleto si se halla restringido a
lo que ocurre en la esfera agraria. Tanto desde una perspectiva his-
tórica como en una óptica de análisis actual, la clase terraten¡ente
presenta importantes ramificaciones extra-agrarias que deben ser
profundizadas dentro de una línea que se oriente al análisis desu
situación en el contexto de la acumulaciÓn capitalista.

rri n:P.0 D[ 00CUl$[NiI0r0\

AB\ A -Y ALA

729
CUADRO No. 3l
DTVEBSIFICACION TEMPRAT.TA DE ALGUNOS
TERRATENIENTES SEBRAT.IOS EN OTRAS FRACCIONES
DD CAPITAL

Fa¡rilin¡ Origen Base de ru repre


ducción
Ponce Matheus Terraten iente Especulación f inan-
ciera
Ponce Yépez Terraten iente Cía. lmportadora de
maquinaria agrícola
Ponce Martínez Terraten iente lmportación, indus-
tr ¡a.
CordovezBustamante Terrateniente Comercio; accionis-
ta de empresa.
Cordovez Zegers Terrateniente Comercio, industria.
banca
Cordovez Pareja Terraten iente Industria
Chiriboga Cordovez Terraten iente Industria
Pérez Bustamante Terrateniente Industria, banca
Pérez Arteta Terraten iente F inanc iera
Pérez Pallares Terraten iente F inanc iera
Pérez Serrano Terraten iente F inanciera lt
Bustamante Muñoz Terraten iente F inanc iera
Arteta Cárdenas Terraten iente lndustria, f inancie-
ras
Avellán Arteta Terrateniente Industria
Chiriboga Valdiviezo Terrateniente Industria
Chiriboga Gangotena Terrateniente Industria
Chiriboga León Terrateniente F inanciera
Guarderas Chiriboga Terrateniente Asesoría Ministerio
F i nanzas
Valdiviezo Cueva Terraten¡ente F inanciera
ValdiviezoGangotena. Terrateniente F inanc iera
Valdiviezo Malo Terrateniente Financiera
RibadeneiraEspinoza Terrateniente F inanciera
Espinoza Falconí Terrateniente Industria
Espinoza Zaldumbide Terrateniente Industria
Acosta Espinoza Terrateniente Industria
Gallegos Salem Terrateniente Industr ia

230
Famitias Origen Base do cu replo
ducclou

Gallegos Banderas Terrateniente Comercio


Cordero Borrero Terraten iente lmportación
Cregpo Cordero Terraten iente Financiera
Crespo Pareia Terraten iente Banco
Arízaga Toral Terrateniente lndustria
Vallejo Araujo Terraten iente Comercio

FUENTE: Ouién es quién, 1951; Entrevistas; Recortes de prensa,


Trabajo de campo.
-rtl-,r-.--=-?\*...,
'tlih,
ELABORACIoN: Paola Sylva . !',1 .'q

CUADRO No. 32

NUMERO Y SUPERFICIE OCUPADA POR FAMILIAS


TERRATENMNTES ARISTROCRATAS DE LA PROVINCIA
DE CHIMBORAZO (1970"1975)

Estratos Número o/o Superficie olo Promedio


(has.) (has.)

Menos de t ha. 8 7.4 3.99 0.02 0.5


1- 5has. 18 16.7 66.80 0.30 3.7
5- 20 has
10 has. I 8.3 102.71 0.50 11.4
10- 18 16.7 321.04 1.60 18.0
20 -- 50 has. 19 17 .6 1]75.52 5.90 62.0
50- 100has. 10 9.3 773.48 3.90 77.O
100 - 500 has. 18 16.7 3.051.68 15.20 170.0
500 - 1000 has. 3 2.8 2.099.50 10.50 700.0
1000 has. y más 5 4.6 12.447.70 62.00 2.489.54
TOTAL 108 1 00.0 20.042.42 100.0 185.60

FUENTE:DINAC
ELABORACION : Paola Sylva.

23r
CUADRO No. BB
BEINSEBCION DE LA CLASE TEBBATENIENTE DE LA PROVINCIA
. DE CHIMBORAZO EN LA FRACCION INDUSTRIAL
Directivos "
Gremiales Nombre ,a1pr,6í_-.
(en sucr€s)
;;;" producción
(1960'80) C.A. Ecuatoriana
de g3 millones artículos cerámicos para
-r-^^ Cerámica
lres ENDESA piso y pareo
34 millones madera contrachapada
ALES lb2millones manteca, aceite, jabón,
ALFESA 2 miuones itli..nu
Cía. Industrial b1b.000sucres artículos de cuero: bi-
Nacional Ltda. lleteras, portadocumen-
tos, etc.
PLYWOOD ECUATO- 31 miltones madera
RIANA S.A.
Cemento Chimborazo cemento Portland y pu-
zolánico
ECUANDINA licores
TéZulay 37 millones té
Molinos Puyol- harina de trigo y afre-
Perdomo S.A. ch illo
TESA 34 millones hilos y tejidos de algo-
dón
ECUATORIANA DE ch icles
CH ICLES
RECIAL (Guayaquit) 23 millones reparación de llantas
LA INTERNACIONAL tejidos
El Campeón (Guayaquit) balanceados para aves
INCA KOLA 10 mi'llones gaseosas
AGA 22 millones ox ígeno
EDESA 60 millones porcelana
Cerámica Andina 48 millones cerámica
Siderú rgica Ecuatoriana 48 millones cerám ica
FECSA 6 millones cerracluras
SEGURO 13 millones cerradu ras
Ind. Oro Cía. Ltda. 3 millones filtros de aceite, aire y
comb.
Ind. Forestal Cayapas tableros contrachapados
FUENTE: Anuario Industrial, 1977, I 978, 1979; Entrevisras.
ELABORACION:Nuestra.

232
CUADRO No. 84
REINSERCION DE LA CI,ASE TERRAIE¡nENTE DE LA PROVINCIA
DE CHntBoBAzo EN LAs FRAocIoNEs coMERcIAL, FINANCIERA,,
DE LA CONS"TRUCCION Y EL TRANSPORTE

COMERCIO BANCA CONSTRUCCION TRANSPORTE


(1980-1e8r)
(1e62-1980)
Corporación Auto- En ningún banco Arq. Velez/Calisto ENETSA
motores S.A.
-
del país los terrat. (Constructora)
(Ambato) de la prov. alcanzan
a tener al menos el
10 o/o de acciones.
G IMSA-Gallegos
Ind. metalmecán¡- Inmobiliaria
ca S.A. (Ouito) ORVI Cía. Ltda.
Flota Mercante
Grancolombiana Inprecid CÍa. Ltda.
- Comercial Vallejo SEMCO C.A.
Araujo
Max Tomaselli PROMACO
lmportador
lmportación de Materiales de Construcción
licores Cordovez, Dávalos S.A.
Román, Dávalos
(jit'iTR0 DE 00CU|tlli'lTACl0r t
lmportación de el ructora Cordovez- Busra-
trodomésticos AI'YA -YALA nte
Auto Pichincha lm ORMEC (15 miltones)
tadora S.A. (Ouito)
C ía. Gallegos C.A. de
Riobamba
Sociedad Cordovez-Bus-
tamAnte.
FINCAM
FUENTE:
Entrevistas; trabajo de campo;varios documentos; prensa Anuario Industrial
1977-78-79.
ELABORACION : Paola Sylva.

2tt
CUADRO No. 85

PERDIDA DE ADSCRIPCION DE LOS DESCDNDIENTES


DE FAIUILIAS TERRATENIENTES. PROVINCIA
DE CHIMBORAZO

Ilacienda Ocupación de la descendencia

Galte Profesionales; empleados públicos


Tiocajas Distribuidor de cerveza; accionista en pe-
queña industria; empleados
Cañiví Profesionales de nivelgerencial y profesiona-
les adscritos a la pequeña burguesía (Profeso-
res)
Moyocancha Empleado público
Guaillabamba Profesionales nivel gerencial
Jipangoto Profesionales y empleados públicos
Chimborazo Profesionales y pequeños comerciantes
Llinllín Pequeño comercio de importación de elec-
trodomésticos; técnico y empleado de em-
presa
Totorillas/Pasniac Profesional y vendedor

FUENTE: Entrevistas, trabajo de campo etc.


ELABORACION: Paola Sylva.

2t4
CUADRO No. 86

DESTINO DE LAS FAI\{ILIAS TERRATENIENTES


QUE DESAPARECEN POR UN PROCESO COMPULSM
Ilacienda Destino de las familias terratenientes

Galte Vivía de las rentas de sus molinos


Fénix en Riobamba y Corona en Quito
Tiocajas Atraviesa por una situación econórnica dif í-
cil. Necesita al menos 1 millón de sucres para
ampliar su fábrica de gaseosas.
Totorillas/Pasniac Acciones en varias empresas. Vive de rentas
- Llinllín Pequeño comercio de importación de elec-
trodomésticos
t, Pul EmPresa Construcción
Chacaza Funcionario y tal vez accionista del Banco
del Pichincha
Cañiví Una de ellas empleada en un Colegio.
Pequeña burguesía.
Columbe Vive de las rentas

FUENTE: Entrevistas, Archivo de tierras del IERAC, etc.


ELABORACION : Paola Svlva.

235
NOTAS DEL CAPITULO V

(1) Entendemos por diversificación económíca la capacidad de determi-


nados miembros de la clase terrateniente para extender, paralelamen-
te, sus inversiones a otros sectores económicos: la industria, el comer-
cio, la banca.

(21 Para una visión más detalrada de la fábrica chillo Jijón en donde
se
pfantea que sólo la huelga de los obreros ocr¡rridá en 1g72pudo
rom-
per con las relaciones precapitalistas de producción imperantes y con
la prosperidad de la fábrica, ver VILLAMARIN. 197b.

{3) La hacienda de Talahua está ubicada en la provincia de Bor ívar, parro-


quia Simiatug. Su enorme superficie une con facil idad áreas ecológicas
de Sierra y Costa. En 1967 un grupo de campesinos trabajadores y ve-
cinos presentan demanda de reversión. En 1g6g el IERAC revierte al
Estado las tierras de la hacienda. En 1g71 se suscribe un acta transac-
cional mediante la cual la familia coRDovEZ BUSTAMANTE recu-
pera 28.870 has. Las dos mil has. que se entregan deben pasar
a manos
de los campesinos.
Ante una concentración monopóiica tan grande numerosos grupos de
indígenas invaden, durante los primeros meses de 1g81. algunaszonas
de la hacienda. Inmediatamente el terrateniente se sirve de aquellos
campesinos cuyos terrenos están prácticamente vendidos para conver-
tirlos en fuerza de choque y de desalojo de los supuestos invasores.

@l En todo proceso hay, naturalmente, excepciones. La del Sr. patricio


cRESPO PAREJA, ex-presidente de ra cámara de Agricurtura de ra I zo-
na y ex-senador f u nciona I por la agricu ltu ra de la S ierra, actua I importa
n
te accionista del Banco der Azuay. La der Dr. Jorge pE R EZ sE R RANO,
hacendado y financ¡sta; la del Dr Marco Tulio GONZALEZ. hacenda-
do e industrial, son ejemplos de ello.

(5) En algunas entrevistas se evidencia este problema que, nuestro


a luicio,
está tomando otro cariz con ra actuar crisis der modero industriar
sus-
titutivo, la devaluación der sucre y ra porítica de fomento de ras expor-
tac¡ones agro-industriales.
Es así como, si bien es verdad que hasta hace tres
o cuatro años ros
hacendados serranos se hailaban en cJesventaja respecto
a otras frac-
ciones de capital, er enorme frujo de r".ur.oÁ crediticios y ros
conti-
nuos rncentivos por parte der Estado vía reaiuste de precios,
mocrif ica-
ron la realidad pasada hasta el año 19g1.

236
tot Entendemos por centralización de capital la integración horizontal de
varias empresas que se unen pero que operan en distintas ramas. Esta
es una caracterlstica del gran capital transnacional y del desarrollo ca-
pitalista en su fase monopólica.

(7) En Cumbayá (provincia de Pichincha, ubicada dentro del perímetro


metropolitano que rodea a Quito), la urbanización La Primavera del
matr¡omonio ANDRADE-ACOSTA vendió lotes de terreno a ouinien-
tos sucres el metro cuadrado, en 1980 lo quequiere decir 5 millones
de sucres por hectárea. Hay otras 2 urbanizaciones, la una de propi+
dad de un señor PALLARES y la otra de propiedad de uno de los ma-
yores accionistas del Banco de Préstamos, señor Alfredo ALBORNOZ,
en la misma situación ventajosa (Entrevista CALISTO, Carlos, 1990).

Para un terrateniente dueño de hacienda en Cumbayá ésta resulta la


mejor alternativa de monetar¡zar su rentalterritorial y reinsertarseen
otras fracciones de la clase dominante.

(8) Esta unidad productiva media, sin embargo, ha sido adquirida por
algunos comerciantes intermediarios de los pueblos que forman parte
de la clase dominante regional en ascenso. Habría que estudiar su ca-
pacidad económica y su poder político al interior de las f racciones do-
minantes, para poder determinar su importancia a nivel nacional.
.
(e) PORTELLI en su libro sobre GRAMSCI y el bloque histórico. nos di-
I
ce
"A cada modo de producción corresponde una clase fun-
damental y, por lo tanto, un tipo de ¡ntelectual" (1979:
101).
y citando a GRAMSCI en su ensayo sobre la cuestión meridional dice:

"La industria ha introducido un tipo nuevo de intelectual:


el organizador técnico, el especialista de la ciencia aplica-
da" (1979:101).

(10) Aunque estamos conscientes de que recurrir a los directorios de las


Cámaras de la Producción y de las empresas no es lo más acertado de
bido a que la información que se obtiene es imprecisa e incompleta
(por ejemplo no nos indica'cuestiones importantes tales como quiénes
ejercen control sobre el paquete accionario de bancos y empresas cG
merciales e industriales), nos hemos visto obligadas a hacer uso de esas
fuentes por las dificultades que ex¡sten en este pafs para acceder a
otro tipo de documentación más específica.

2t7
(11) cabe indicar que partimos del hecho de que los terratenientes de ra
provincia de chimborazo no invierten en proporciones considerables
en su provincia de origen y tienden, más bien, a ubicarse ya sea en
Ouito o en Guayaquil (dificultades para la acumulación en la provin-
cia de Chimborazo, migración en busca de mejoreducación y de con_
tactos con los centros de poder económico y polftico). por esta razón,
el análisis de la diversificación no puede restringirse al plano regional
sino que tiene que centrarse en aqueilos rugares hacia donde fruyen
los capitales terraten¡entes. En otro lugar, la determinación der peso
de los terraten¡entes en la dirección de los organismos gremiales de las
d¡st¡ntas fraccic¡nes de capital también habrá de hacerse en función de
lo que ocurre en las cámaras de la producción de las provincias más
importantes. Para el caso presente, y dado que se trata de ,.rna aproxi-
mación reflexiva, hemos tomado como punto de referencia únicamen-
te los gremios de la provincia de pichincha.

(12l. Hasta el momento parece que es en esta organización gremial donde


los terratenientes de la provincia han logrado mayor influencia.

(13) Según el historiador de la Revista Nueva. Jorge Núñez, las familias te-
rratenientes y ex-terratenientes de Riobamba ya mencionadas son una
de las pocas que se dedican a ra importación de licores. La comperen-
cia proviene únicamente de las empresas comerciales Industrial Moli-
nera de Luis NOBOA y la de Roberto DUNN BARREIRO, ex-Minis-
tro de Gobierno del régimen del abogado ROLDOS.

(14) un ejemplo de la distracción de créditoses la de Gualberto GAI-LE-


GOS, hacendado de la provincia de Chimborazo, quien solicitó un cré-
dito del Banco de Fomento (porque tenía de gerente a un terratenien_
te amigo) para supuestamente comprar ganado; al final no lo compró
pero se construyó una casa en ouito con losg0o.0o0 sucresque reci_
bió en cali,crad de préstamo (Entrevista vINUEZA, Hurnberto, lgg0).

(15) Resulta dif ícil la reinserción, entre otras cosas porque el dinero que re-
ciben como indemnización -cuando tienen derecho a ella es poco
-
significativo. Por ejemplo, er dueño de la hacienda Galte obtuvo oor
ella tres millones de sucres, la nlitad de los cuares tuvo que pagar al
Banco de Fomento y el resto lo recibió en bonos que a ra final se con-
virtieron en no más de 800.000 sucres.

2:lt
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1980: El Comercio. 2 d,e marzo.
1980: El Comercio, 30 de diciembre.
l98 l : El Comercio, 7 de noviembre.
198 I : El Comercio, 8 de diciembre.

DOCI.JMENTACION DE ARCHIVO :

Archivo de Tierras del rERAC de euito y Riobarnba: juicios de haciendas para varios
años.

Archivr del Palacio Legislativ. <.lc euito: Diario dc Debates. Añ<¡s r940, 1960-196g.
Archivo personal del Sr. Enrique Bazantes de Riobamba.

ztA
MATERIAL DE VARIAS INSTITUCIONES:

Biblioteca del Palacio Legislativo: todt¡s los anteproyectos de ley de ReformaAgraria


elaborados durante el período 1960-1963.
Cámara de Agricultura de la Primera Zona, Quito: documentos y cartas, 1965-1969.

Cámara de Comercitl de Quito: Registro de miembrt¡s.

Cámara de la C<.¡nstrucción de Quito: Registro de afiliados.

Cámara de Industriales de Pichincha: Inftlrmes Anuales.

Centrt¡ Agríc<lla de Riobamba: documentos y actas, 1960-1979.

Bancg Naci<¡nal de Fomento, Matriz y Sucursal Riobamba; estadísticas sobrelvolúnte-


nes de crédito otorgados a los propietarit¡s de tierras.

Dirección Nacional de Avalúos y Catastros: Información predial de varir¡s cantones'

FENACLE. Riobarnba. Estadísticas sobre producción ovina en comunidades cam-


' pesinas.

', ttnisterio de Agricultura y Ganadería, oficinas de Riobamba: documentos y planes

1 uperativos 1978'1979.

Registro de la Pr<lpiedad, Riobamba: Información de compra-venta de tierras, varios


años.

euién es Quién. Vademécum de importantes personajes políticos y económicos del


Ecuador. Quito, 195 l.

ENTREVISTAS

1. Enrique Bazantes Larrea, ex-dirigente campesino de la provincia de


Chimborazo.

2. Edelberto Bonilla oleas, ex alcalde de la ciudad de Riobamba

3. Rodrigo Cabezas Naranjo, hijo del Sr. Leopoldo S' Cabezas, ex'
dueño de la hacienda Galte.

2at
1- Csrüú Calisto Cabezas, gerente de Agropecuaria Llinllln.

6. ooütrro Dávalos valdivieso, ex-dueño de ras haciendas Tiocajas-


Lrims-¡¡.t..
6. Gui[errno Falconí, asesor jurídico del sr. Arturo Gangotena Escude-
ro, dueño de la hacienda Guayllabamba.
't. Me¡cedes Frías, promotora de FoDERUMA para la provincia de
Bolívar.

8. Arístides Gallegos vallejo, ex-heredero de la hacienda cañiví La


Virginia.'

9. Elena Gallegos vallejo, ex-heredera de la hacienda cañiví La vir-


ginia.

10. Francisco Gangotena, ex-profesor del Departamento de Antropolo-


gía. Trabajó más de dos años en la zona de Guamote. ..

11. Cecilia García Díaz, condueña de la hacienda Chimborazo. t

L2. Patricio García Díaz, gerente de la hacienda Chimborazo. Y

13. Fausto Jordán, ex-director de C.E.S.A. (Central Ecuatoriana de Ser-


vicios Agrícolas).

14. Edgar Mancheno, funcionario del I.E.R.A.C. para el plan de To-


torillas, 1980.

15. Arnaldo Merino Muñoz, dueño de Ia hacienda Jipangoto, y ex dipu-


tado por Chimborazo por actual Atcalde de Riobamba.

16. Holguer lrlorales, dirigente campesino de ra provincia de Bolívar.

t7. Segundo Moreno, etno-historiador, profesor del Departamento de


Antropología de la P.U.C.E.

18. Jorge Núñez, analista político de la revista NUEVA.

7#
19. Esperanza Páez, egresada del Departamento de Antropologla. Ha
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trabajado durante años en la zona de Guamote.
I
20. Diego Pólit, ibid.

2L. Monseñor Leonidas Proaño, ex-obispo de la diócesis de Riobamba.


22. Carlos Rodrfguez Paredes, ex-dirigente campesino en la provincia
de Chimborazo.

23. Julio Salem Rivas, dueño de la hacienda Santa Lucfa.

24. Delfín Tenesaca, ex-párroco del cantón Colta.

25. Pablo Thur de Koos, ex-dueño de las haciendas Totorillas/Pasniac.


26. Edgar vásconez, ex-directivo.de la regional centro-oriente del IERAC.

27. Humberto Vinueza, ex-jefe regional del IERAC centro-oriente.

28. Varias entrevistas. Riobamba, MAG, 19?6.


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1 INDICE GE RAL
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€¿I INTRODUCCION -v
...........7
l.- Planteamientodelproblema .........g
: 2.- Metodología ...........15
Construccióndelamuestra ......................... 16

CAPITULO I:
ALTERNATIVAS DE DISOLUCION Y TRANSFORMACION
CAPITALISTA HACENDARIA Y ESTRUCTURA PRECAPITALISTA
l.- Consolidacióndelsistemadeapropiaciónrentista ..............2019
2.- control del poder locar y sistema áe aüanzas con la estructura porítica
nacional
3.- Asedio campesino y estrategia de transformación en su contexto....'',.....'.',.25
precapitalista
j.. 'vi" Transición precapitalista
........ 3l
l'c ............ 40
t1 CUADROS CAPTTULO I ..............
................. 45
¡ NOTASCAPITULOI ..................59

t* ;
CAPITULO II:
RESISTENCIA TERRATENIENTE A LA PERDIDA DE
PODER LOCAL ..... 69
li Consensopolítico sobre lanecesidadde unareformaen elagro
P'
1.-
2.- ............... 7l
Búsqueda de una solución ventajosa y estrat€gia de sobrevivéncia
¡ ............ 77
I
¡..
3.- Liderazgo tenitorial -monopólico ................ g2
+

Aproximación a una tipología ...... g3
tl Expedición de la primera ley agraria
I ................ g9
r! CUADROSCAPITUL,OII.............. ................. 93
rt NOTAS CAPITULO II .............
Í ..... 98
tt CAPITULO III:
It CRISIS DE LA DOMINACION POLITICA LOCAL
109
rl
,itl
l.- Aceptación compulsiva de la ley agraria
ll0
t
i

219
2.- Segunda instancia del a¡;edio campesino r23
3.- Progresiva des-+litización del poder local 129
4.- Fortalecinüento de una posición anti-monopólica .......... 134
CUADROS CAPI'|ULO Iil ,,.......... 136
¡
NOTAS CAPITULO III 137 f
t
;
CAPITULO IV:
TRANSFORMACION Y DISOLUCION DE LA CLASE rr
145
TERRATENIENTE DE LA PROV. CHIMBORAZO
t47
v
1.-Coyuntuladebonanzayconsolidacióndeunnuevomodelodeacumulación t:
150
2.- Coyuntura local Ft
Cambios a nivel del poder local'"""" 158 I

160
3.- Disvuntiva: t¡ansformarse o perecer
una vía campesina ..... r61 i
Disolución de la clase terrateniente y emergencia de
-ferratententes renusuts 161

Vía campesina
r&
r73
Consútución de una burguesía terrateniente
r't4
a) Enrega compulsiva del excedente territorial
r76
b) Escasez ficticia de fuerza laboral
178
c) Reformaagruiaterrateniente
170
d Ausencia del asedio camPesino
185 ,{
CUADROS CAPITUL.O IV ....."..... 'II i

NOTASCAPNULOIV
r9'7 $l
IF
t?
-f
CAPITULO V:
203
A MODO DE CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FINALES
1.-DificuludesdealgunostenatenientesparalareinserciónenoEas n
dominante
fracciones de la clase "' 203 ti
DiversificaciÓneconómica(1940-1960) """""2U
Diversihcaciones como signo de poder (1960-1979) """" "' 209
Tendencias limitadas a laáiveniñcación anivel provincial ..................213
reinserción
Disolución / "" " "" " 219 $
+
2.- Algunaslíneasdereflexiónfinal """"""""221 *
CUADROSCAPnULOV '.....'..... """"""""232 tr
NOTAS CAPITUTO V """""""' 236
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
239 i
2M F
OTRAS FUENTES l
v
*I
a
I
:

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250 i

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