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J.J. Moreso1
Y qué del caso, transmitido por la memoria de nuestros padres, en los que
un padre de familia que llega a Roma procedente de Hispania, habiendo
dejado a su esposa embarazada en la provincia, y en Roma se casa con otra
mujer, sin haber enviado comunicación alguna del divorcio a la primera, y
después muere intestado, con otro hijo nacido de esta segunda mujer; surge
entonces un contencioso ordinario, en relación con los derechos civiles del
niño, nacido con posterioridad, y de su madre; puesto que si se juzgara de
un modo estricto el divorcio de la primera no se había producido y la
segunda habría quedado en la condición de concubina.
Romam venisset, cum uxorem praegnantem in provincia reliquisset, Romae alteram duxisset neque
nuntium priori remisisset, mortuusque esset intestato et ex utraque filius natus esset, mediocrisne
res in contentionem adducta est, cum uaereretur de duobus civium capitibus et de puero, qui ex
posteriore natus erat, et de eius matre, quae, si iudicaretur certis quibusdam verbis, non novis
nuptiis fieri cum superiore divortium, in concubinae locum duceretur?
1
y patrimonio o un número determinado de años. Así Amancio Ortega es, sin duda
ninguna, rico y adulto. Estos conceptos tienen casos marginales y dan lugar, por
dicha razón a la conocida paradoja de sorites. Los argumentos sorites tienen la
siguiente estructura:
(2’) Si Amancio Ortega, que tiene 69.2 mil millones de euros, es rico,
entonces, Sempronia que tiene un euro menos, es rica también.
1967:219. Ver también Hyde 2008: 16-19 y la aplicación a los conceptos jurídicos en Nino 1980:
264-266 y Poscher 2012: cap. 9.
6 Véanse las decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos en los años setenta del pasado
siglo, Furman v. Georgia 408 U.S. 238 (1972), Gregg v. Georgia, 428 U.S. 153 (1976).
7 Pese a ello nos extraña la expresión ‘Marry me a little’, que es el irónico título de un famoso
musical de Broadway (de Stephen Sondheim en 1980). Recientemente el matrimonio entre parejas
del mismo sexo ha sido aceptado como un derecho constitucional en Obergefell v. Hodges, 576 U.S.
(2015). En España una ley incluyendo este derecho fue promulgada por las Cortes Generales (Ley
13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer
matrimonio) y el Tribunal Constitucional español ha ratificado su constitucionalidad (STC
198/2012, de 6 de noviembre de 2012).
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El derecho toma en consideración a las personas según su riqueza y su edad,
los castigos crueles, el matrimonio y muchos otros conceptos. Pero el derecho no
maneja estos conceptos del mismo modo y el valor de la precisión, que es
fundamental, cambia dependiendo de cómo los predicados son usados. La precisión
en el derecho es a menudo considerada parte de nuestro ideal del Estado de derecho,
del principio de legalidad.8 Por ejemplo, John Rawls en A Theory of Justice (1971, 239
y 199, 210) plantea la cuestión en los siguientes términos:
Y, es claro, la aplicación del derecho honra y respeta este ideal cuando los
casos individuales son resueltos mediante reglas que contienen predicados que
honran y respetan el ideal del imperio de la ley. Reglas precisas, que tratan los
casos iguales de manera igual y que son aptas para adaptarse a las peculiaridades
del caso concreto, para suum cuique tribuere. En este trabajo voy a tratar de
mostrar, sin embargo, que estos sub-ideales están en tensión y que, para
encajarlos, hay que permitir en algunos casos el sacrificio de alguno de ellos. En el
epígrafe 2, trataré de mostrar que sólo en algunos casos muy concretos es posible
obtener el máximo de las tres dimensiones. En el epígrafe tercero, mostraré cómo
en muchas ocasiones no podemos alcanzar la justicia formal si queremos mantener
la precisión. En el cuarto, mostraré las razones que hacen necesario el recurso a
predicados multidimensionales, sacrificando de este modo, en alguna medida, la
precisión. Y en el quinto concluiré.
2. Law by numbers
8 Uno de los loci classici en Fuller (1969: cap. II). Entre nosotros Laporta (2007).
9 Y, debemos añadir, como Hart (1955: 155) nos recuerda ‘y tratar de manera diferente los casos
diferentes’.
10 Ecos de esta clasificación pueden hallarse en la teoría jurídica: Alchourrón (1961), Alexy (1986:
128-129), Weineberger (1989: 374), Luzzati (1990: 89-91), Moreso (1996), Zuleta (2017).
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comparativos y los métricos. Los conceptos clasificatorios -como caliente y frío,
macho y hembra, próximo y lejano- recortan el mundo para referirnos a los objetos
que contiene, pero no nos dicen en qué medida esos objetos tienen la propiedad
que se les atribuye. A veces debemos conformarnos con ellos y, para que su
funcionamiento sea formalmente adecuado, es suficiente que el dominio al que se
refieren sea distribuido de modo conjuntamente exhaustivo y mutuamente
excluyente. Los conceptos comparativos –un ejemplo recurrente en esta literatura
es el de la dureza de los minerales, de acuerdo con el test del rayado: un mineral es
más duro que otro si puede rayarlo y no puede ser rayado por él- permiten ya
comparar objetos entre sí, son conceptos relacionales que dan lugar a los adjetivos
de comparación. Los conceptos comparativos permiten ya introducir una
metrización y formar una escala ordinal. Una escala que sólo nos dice que un
objeto tiene determinada propiedad más que otro, pero no es capaz de discriminar
cuánto la tiene más que otro. Para ello es preciso introducir escalas cardinales que
sólo son posibles cuando la propiedad en cuestión es aditiva, así sucede con la
masa o con el dinero.11
Como resultará obvio, la mayoría de conceptos usados en el derecho son
clasificatorios (mayor de edad, casado, ciudadano, homicidio, compraventa, por
ejemplo), pero hay un cierto espacio para conceptos comparativos como, por
ejemplo, el concepto de grado en el parentesco: podemos establecer que el nieto
tiene un grado de parentesco de dos con su abuelo, como lo tiene también con su
hermana. Aunque, como ha de resultar obvio, no tiene sentido preguntarse por la
cardinalidad de dichos grados de parentesco, es decir si es más pariente el
hermano o el abuelo.
Sin embargo, hay espacio para el uso de conceptos métricos o cuantitativos en
el derecho. El derecho tributario es el ejemplo paradigmático.12 Así en la ley del
impuesto sobre la renta se correlaciona la cantidad, medida en dinero, que uno
obtiene anualmente (la base imponible que, después de las deducciones
establecidas por la ley, se transforma en la base liquidable) mediante un
coeficiente con la cantidad que debe satisfacerse como impuesto. Hempel (1952:
56-57) nos recuerda las ventajas de este tipo de conceptos: a) hacen posible
distinguir los casos que nuestras clasificaciones ponen juntos, ‘en este sentido un
sistema de términos cuantitativos nos ofrece una flexibilidad y sutileza mayores’,
b) mientras en el caso de los conceptos clasificatorios solamente disponemos de un
número limitado de categorías, aquí tenemos, sin introducir nuevos términos,
infinitas posibilidades, c) ‘una caracterización de los varios ítems por medio de un
concepto cuantitativo muestra su posición relativa en el orden representado por el
concepto y d) ‘mayor flexibilidad descriptiva comporta mayor flexibilidad
descriptiva en la formulación de las leyes generales’.
Aprovechándonos de la ambigüedad de la expresión ‘leyes generales’ podemos
decir que esta ventaja no sólo se aplica a las leyes generales de la ciencia, sino
también a las leyes generales del derecho. Tenemos aquí un modo especialmente
perspicuo de combinar la precisión con la justicia formal. Cada sujeto pasivo del
impuesto paga según sus ganancias con una discriminación que llega hasta el
último céntimo, respetando la precisión y el deber de tratar los casos iguales
11 Por ello no ha de resultar sorprendente que la teoría de la medida haya inspirado las
denominadas teorías graduales de la vaguedad, que asignan grados de verdad a las proposiciones
(Goguen 1969, Machina 1976, y una presentación crítica en Keefe 2000, cap. 5).
12 El ejemplo es usado también por Endicott 2011a.
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igualmente, puesto que sólo pagarán lo mismo aquellos ciudadanos que tengan la
misma base liquidable. Suponiendo que el mecanismo del impuesto está bien
diseñado también respetará la equidad, aunque eso dependerá, en parte, de que las
deducciones al impuesto sean sensibles a las circunstancias de los ciudadanos.
Es obvio que en otros aspectos de esta legislación pueden plantearse
problemas que la metrización no resuelve por sí sola. Por ejemplo, ¿son pagos en
especies, sujetos al impuesto, los tickets para almorzar en el comedor de una
empresa para sus trabajadores?
Sin embargo, el hecho de que el concepto de ingresos por la renta es
unidimensional y metrizable hace posible esta forma de gravar su obtención.
A menudo se mantiene que la sustitución en la ciencia de los conceptos
clasificatorios por los conceptos métricos es debida al hecho de que los objetos de
nuestra vida ordinaria no tienen límites precisos. Pero, como Hempel (1952, 56)
nos recuerda, este modo de establecer la cuestión es, al menos, engañoso. En
principio cualquiera de las distinciones acabadas de mencionar [Hempel se ha
referido a ‘largo y corto, caliente, y frío, líquido y sólido, vivo y muerto, macho y
hembra’] pueden ser representadas por términos de un esquema clasificatorio,
simplemente mediante la estipulación de límites precisos’. Y esto es relevante
porque es lo que hace el derecho en muchas ocasiones. Pongamos por ejemplo
‘mayor de edad’, el derecho español estipula (el art. 12 de nuestra Constitución)
que la mayoría de edad se alcanza a los 18 años. Pero podría serlo, podría
generarse una escala cardinal con la edad de las personas y atribuir diversos
efectos a ella. Así, el voto por ejemplo de una persona de menos de 18 años podría
valer menos que la unidad en un modo semejante al del impuesto de la renta. Sin
embargo, ya nos damos cuenta, ello comportaría una innecesaria complicación de
nuestras instituciones y perderíamos algo que también valoramos: la estabilidad
de determinadas condiciones jurídicas.
Por ello, debemos ocuparnos ahora de los conceptos clasificatorios de carácter
gradual en el derecho, en los cuales como veremos obtenemos precisión pero
debemos sacrificar la justicia formal.
3. Limes exactus
13Es obvio, como ocurre en otros sistemas jurídicos, que podemos distinguir varias edades para
habilitar diferentes actos jurídicos (16 para viajar, 21 para comprar bebidas alcohólicas, etc.); pero
en España hay una unificación casi completa (aunque la capacidad para contraer matrimonio se
obtiene a los 16 años).
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18 años es mayor de edad, mientras alguien que los cumple mañana no es hoy
mayor de edad. La mayoría de edad no es gradual, llega de sopetón.14
En estos casos podemos decir que, incluso si el límite es arbitrario, lo
importante es tener un límite.15 Los atributos jurídicos son a menudo de este tipo.
Para vivir en un sistema jurídico sostenible es necesario asegurar quiénes son
mayores de edad, ciudadanos, casados, herederos, jueces, propietarios, culpables y
así sucesivamente. Dado que el derecho adscribe a estas condiciones un conjunto
de derechos y deberes es conveniente saber con certeza quiénes poseen una cierta
condición jurídica y quiénes no. Con todo, no todos los conceptos jurídicos de este
tipo son tan precisos como el concepto de mayoría de edad. Muchos conceptos
tienen condiciones negativas, cuya aplicación permite la nulidad de un testamento
o un matrimonio, dejando entonces las personas de ser herederos o casados: por
ejemplo, un matrimonio puede ser anulado porque se contrajo bajo intimidación, y
no es nada difícil imaginar supuestos dudosos de intimidación. Sin embargo, la
vocación de los conceptos asociados con las condiciones jurídicas es evitar los
casos marginales: dichos conceptos están a la búsqueda de límites precisos.16
No obstante, la precisión conspira contra la justicia formal. Ahora, como
sabemos, alguien que hoy es 18 cumpleaños es mayor de edad y, en cambio, otra
persona un día más joven no lo es. El derecho trata los casos iguales de modo
diferente. En el caso de que el más joven cometa hoy un delito, no será perseguido
por la justicia penal ordinaria, sino por la justicia juvenil (en el sistema español) y
mientras el primero podrá jurídicamente adquirir una botella de vino en el
supermercado, el segundo no podrá hacerlo.
La precisión conspira también contra la equidad. Pensemos en las normas que
establecen plazos: un plazo de veinte días para contestar la demanda, un plazo de
treinta días para solicitar la admisión para un concurso de profesor en la
universidad. Si el escrito correspondiente se presenta fuerza de plazo no será
admitido, y ello con independencia de si es por negligencia del solicitante o es
porque tuvo un accidente y estuvo unos días en coma. Algunas veces la precisión y
resbaladiza (slippery-slope argument) –conectado con sorites, vd. Moreso 2015): el segundo es
precisamente el argumento del resultado arbitrario en el cuál la línea que detiene la pendiente es
aceptable, aunque sea arbitraria.
16 Tal vez podemos decir que estas condiciones jurídicas expresan propiedades con el
comportamiento lógico de lo que Ross (1956-57) llamó palabras Tû-Tû. Palabras que conectan
ciertos hechos condicionantes con las consecuencias jurídicas, en el ejemplo de Ross referidas a la
tribu de los Noît-cif (en las Islas Noilsulli del sur del Pacífico). Si alguien se encuentra con su suegra,
o si un tótem es sacrificado, o si alguien come los alimentos preparados para el jefe, entonces está
tû-tû y debe ser sometido a una ceremonia especial de purificación. Ross considera que estas
palabras son vacías de significado, pero no es necesario adoptar esta consecuencia semántica tan
extrema para comprender la importancia de estos términos como nodos de conexión en el derecho.
Es suficiente con el reconocimiento de que en los sistemas jurídicos hay leyes que no son normas
(en el sentido de prescripciones), sino que mantienen relaciones internas con normas en el sentido
de que afectan la existencia o la aplicación de las normas jurídicas (vd. Raz 1970, 169), como en el
caso de definición de ‘tû-tû’ o de ‘mayor de edad’. Son reglas conceptuales o constitutivas, como son
las reglas el ajedrez.
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la estabilidad institucional que comporta están en condiciones de superar los
beneficios de la justicia formal y, también, los que produce la equidad.
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años, sin tener servidumbre alguna sobre ellos, porque dichas actuaciones harían
totalmente inhabitable la vivienda y el demandado las toleró por más de treinta
años. El Tribunal, en este punto, da la razón al actor y casa la sentencia de la
Audiencia Provincial de Girona en sentido contrario. Y lo hace aplicando la
doctrina del retraso desleal en el ejercicio de un derecho, que admite tiene el
demandado, una doctrina que considera una especificación del principio de buena
fe y honradez en los tratos, que permite ‘dar solución desde el punto de vista de la
justicia material a soluciones excepcionales’. Y lo permite, sostiene la sentencia,
porque dicho principio (‘como sostiene la mejor doctrina’ acota): ‘supone dar
entrada en el ordenamiento jurídico a las normas sociales que fijan las reglas o
estándares de conducta que definen los límites normales del ejercicio de los
derechos, así como las consecuencias de las actuaciones que por las circunstancias
que concurren pueden calificarse como desleales’.
Veamos cómo se comporta dicho principio en otra jurisdicción. En Bhasin v.
Hrynew, 21 la Corte Suprema del Canadá establece dicho principio como un
principio informador de todo el derecho de contratos en el Common Law. En dicho
caso, una empresa dedicada a planes de ahorro educativos a través de minoristas,
que funcionaban en un régimen semejante al de franquicia, realizó un contrato con
Bhasin en 1998 por tres años, renovable automáticamente salvo preaviso de al
menos seis meses de antelación. Hrynew era otro minorista, competidor de Bhasin
en la misma zona, que deseaba capturar su nicho de negocio y que le propuso una
fusión en varias ocasiones, que Bhasin siempre rechazó. La empresa favoreció a
Hrynew de varios modos, entre los cuales nombrándole coordinador provincial
con la capacidad de revisar y auditar la actividad comercial de Bhasin. Cuando éste
se negó a permitir que su competidor auditara sus informes, la empresa le
amenazó con finalizar el contrato, a pesar de no haberle advertido previamente de
sus planes reales, y en mayo de 2001 le informó de la no renovación.
Bhasin demandó a la empresa y a Hrynew. La Corte Suprema aceptó la
demanda contra la empresa, aunque absolvió a Hrynew, arguyendo que la buena fe
es uno de los principios del derecho de contratos en el Common Law y que dicho
principio comporta la honradez en los tratos y en las relaciones contractuales.
La Corte mantiene que ‘hay un deber general de honradez en la práctica
contractual. Esto significa simplemente que las partes no deben mentir ni tampoco
confundir deliberadamente a la otra parte acerca de cuestiones directamente
conectadas con la ejecución del contrato. Este deber no impone un deber de lealtad
o de transparencia ni requiere a las partes revelar las ventajas que surgen del
contrato’. Dicho deber, por otra parte, no deriva hacia decisiones ad hoc ni a la
justicia del cadí. Y concluye enunciando un principio general de buena fe y de
honestidad en los contratos que produce, dice, ‘certeza y coherencia en esta área
del derecho de un modo consistente con las razonables expectativas del comercio’.
Y añade: ‘un principio de organización establece en términos generales un
requerimiento de justicia del cual pueden derivarse doctrinas jurídicas más
específicas. Un principio de organización, por lo tanto, no es una regla autónoma,
sino más bien un estándar que da apoyo y se manifiesta en las doctrinas jurídicas
más específicas y puede tener un peso diverso en las diversas situaciones’.
Esta decisión se considera un reconocimiento explícito de la buena fe y la
honradez en los tratos en el derecho de contratos en todo el ámbito del Common
8
Law (vd. Bertolini 2017). Per más allá del impacto en el Common Law de esta
decisión, es importante caer en la cuenta de que el modo de justificar el principio
de las dos sentencias, del Tribunal Superior de Justicia catalán y de la Corte
Suprema canadiense, discurren por senderos diversos.
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña se refiere, para explicar el
comportamiento del principio en su argumentación, a que este permite la entrada
de las normas sociales en el razonamiento de los jueces. Es decir, es porque hay
ciertas prácticas contractuales en la sociedad, en su caso, la no aceptación de las
consecuencias del retraso desleal en el ejercicio de los derechos; que el principio
de la buena fe y la honradez en los tratos es aquí de aplicación. 22
La Corte Suprema del Canadá, en cambio, se refiere a este principio como un
requerimiento de la justicia, convocándonos –por lo tanto- a razonar en dichos
términos, en los términos de la mejor teoría moral y política que de cuenta de
dicha dimensión de la justicia. La Corte cita a Ronald Dworkin en este contexto, el
mayor defensor de la necesidad interpretativa de lo que denomina the moral
reading.23
Por lo tanto, según la primera concepción lo que los jueces deben hacer en
dichos casos es una indagación empírica, de carácter sociológico tal vez, a la
búsqueda de los estándares que están en vigor en su sociedad determinada. Según
la concepción de la Corte Suprema del Canadá, en cambio, los jueces deben
embarcarse en un razonamiento moral para tratar de encontrar los principios de
justicia que subyacen al derecho de contratos o a todo el derecho privado y el lugar
que en ella ocupa el principio de la buena fe y la honradez en los tratos.
Es pertinente aquí recordar que, en su polémica con Lord Devlin (Devlin
1961), H.L.A. Hart –refiriéndose a una distinción de los utilitaristas- nos dijo que
cuando nos referimos a la moralidad es preciso aclarar si nos referimos a la
moralidad social o positiva o a la moralidad crítica (Hart 1963, 20). Mientras la
primera consiste en ‘la moralidad realmente aceptada y compartida en un grupo
social determinado’, la segunda remite a ‘los principios morales generales usados
en la crítica de las instituciones sociales existentes, incluida la moral positiva’.
Tal vez algunas ideas de John Rawls pueden ser útiles para averiguar el
lugar que corresponde a dichos principios.24 Como es sabido, con arreglo a la
teoría rawlsiana, la adecuación a la justicia de un determinado orden social
depende del grado de cumplimiento de dos principios que serían elegidos por
seres humanos racionales en unas circunstancias especiales e hipotéticas, que
comportan la ausencia de información acerca de las características particulares de
la sociedad para la cual eligen los principios y del lugar que dichos seres humanos
han de ocupar en ella –el velo de la ignorancia–, circunstancias conocidas en la
teoría como la posición original. Los dos principios, en su última formulación, son
los siguientes:25
22 Apelar a las normas sociales en estos casos es lo que en los últimos años hace cierta literatura en
el ámbito de Law and Economics, véase McAdams, Rasmusen (2007). Una posición que se halla
contenida en la influyente obra de Cardozo (1921).
23 Véase por ejemplo la introducción a Dworkin (1996).
24 En esta presentación de estas ideas rawlsianas me valgo de la presentación que se halla en
9
esquema de iguales libertades básicas plenamente adecuado, que sea
compatible con un esquema equivalente de libertades para todos.
(Segundo principio): Las desigualdades económicas y sociales han de
satisfacer dos condiciones: primera, que estén adscritas a cargos y posiciones
accesibles a todos en condiciones de equitativa igualdad de oportunidades; y
segunda, que redunden en el mayor beneficio de los miembros de la sociedad
más desfavorecidos (principio de la diferencia).
26La idea de los principios de nivel medio procede de Sidgwick (1909: 8) que nos urge a
permanecer tanto como sea posible en la ‘region of middle axioms’, la región de los principios
prima facie rossianos (aunque véase también Ross 1939, 21, 69), con algunas peculiaridades, sobre
media axiomata. Una interesante reconstrucción de todo ello y un enfoque muy plausible de los
principios de nivel medio en Audi (2004: 80-83).
10
de cien años, introdujo su distinción entre Begriffskern (el núcleo del concepto) y
Begriffshorn (el halo del concepto): ‘Un núcleo de significado determinado rodeado
por un halo de significado atenuado gradualmente’. La conclusión de Hart para
estos casos de legislación administrativa es la siguiente (Hart 1961: 128): ‘En estos
casos es claro que la autoridad reguladora debe ejercer su discreción, y no hay
posibilidad de tratar la cuestión surgida de varios casos como si hubiese una única
respuesta correcta para ser hallada, como algo distinto de una respuesta que sea
un razonable compromiso entre muchos intereses en conflicto’.
Sin embargo, esta no es la doctrina de los conceptos jurídicos
indeterminados. Por ejemplo, en una decisión del Tribunal supremo español
acerca de la validez jurídica de la imposición de una multa a una empresa
inmobiliaria se arguye:27
Se trata de una doctrina que procede del Derecho público alemán en los
años cincuenta del siglo pasado28 y ha sido ampliamente aceptada en la mayoría de
países de la Europa continental. En el más que merecidamente más prestigioso
manual de Derecho administrativo en nuestro país, Eduardo García de Enterría y
Tomás-Ramón Fernández lo dicen del siguiente modo29
Fernández, (1991). Algunas objeciones a la separación tajante entre discreción y uso de los
conceptos jurídicos indeterminados en Parejo Alfonso (1993) y Sánchez Morón (1994). Una
evaluación general y perspicua del debate en Atienza (1995).
30 En Moreso (2017) se halla un intento de fundar esta idea en determinados enfoques de la
filosofía del lenguaje acerca de la vaguedad, así en las concepciones contextualistas (por todos
Burns 1991) y superevaluacionistas (por todos Keefe 2000). Una convincente propuesta,
ligeramente distinta a los dos enfoques, en Kölbel 2010.
31 Se trata de un ejemplo de un filósofo del lenguaje, Cappelen (2008), que se vale de él para
11
puede ser precisada por el contexto: aconseja retirar una mochila abandona en una
zona desértica de un aeropuerto, y no retirarla si apoyada contra un árbol frente a
un autobús escolar, mientras los niños juegan a la espera de la partida.
Son conceptos cuya aplicación no es automática, requiere de nuestro juicio.
Cuando Farnsworth (2007: 164) introduce su distinción entre reglas y estándares
lo hace del siguiente modo: ‘Hay una diferencia general entre una regla y un
estándar: las consecuencias de la regla se activan una vez hemos establecido los
hechos, un estándar requiere un juicio acerca de los hechos antes de operar con él’.
Y el juicio que requiere la aplicación de los estándares es, me parece, un
juicio moral. Requiere acudir al balance de las razones, a favor y en contra, de
llevar acabo determinada acción. Por lo tanto, los conceptos jurídicos
indeterminados son conceptos con vaguedad combinatoria, multidimensional, que
remiten a la argumentación moral, porque solo pueden ser aplicados evaluando su
adecuación en el balance de razones.
No es esta una posición incontrovertible. Se objetará, con el argumento de la
remisión a las normas sociales, que los jueces únicamente han de averiguar qué
normas sociales están en vigor en una sociedad en este tipo de casos. Pero, como la
sentencia de la Corte suprema canadiense pone de manifiesto, podría haber
normas sociales contrarias a la ‘honradez en los tratos’ y entonces deberían,
parece, ser apartadas a favor del principio.
Obviamente, aceptar la doctrina de los conceptos jurídicos indeterminados
comporta atenuar el sub-ideal de precisión en la aplicación del derecho, pero
favoreciendo de este modo el ideal de la justicia formal y, sobre todo, el ideal de la
equidad. La introducción de defeaters en el derecho pretende restaurar la equidad.
32 He usado esta expresión en diversos lugares para expresar mi aceptación de la denominada tesis
de la incorporación, conforme a la cual cuando las fuentes del derecho –la Constitución, la
legislación, la jurisprudencia- usan conceptos evaluativos y multidimensionales, entonces la
identificación del derecho aplicable remite al uso del razonamiento moral. Véase, por ejemplo,
Moreso (2013).
33 74 U.S. (7 Wall.) 482 (1869).
12
opresión, o a absurdas consecuencias’ han de ser evitadas y que ‘la razón de la ley en
tales casos debe prevalecer sobre su tenor literal’.
El segundo caso (que traen como ejemplo de lo que denominan lagunas
axiológicas, Alchourrón y Bulygin 1971: 112), tal vez más controvertido, es el de la
absolución de un médico que había practicado un aborto a una mujer alemana que
había desarrollado una aversión tal al hecho de estar embarazada, que le producía
tendencias suicidas y había cometido varios intentos de suicidio. Aunque el código
penal alemán del momento contenía (en el art. 218) una represión genérica del
aborto y (en el art. 54) el estado de necesidad sólo era contemplado cuando
comportaba un peligro inminente para el autor del hecho o para un pariente, cosa
que a todas luces no se daba en el caso del médico, el 11 de marzo de 1927 el
Reichsgerichts decidió que en este caso era aplicable lo que la doctrina alemana
llama, significativamente, una causa extralegal de justificación, un estado de
necesidad justificante para el médico.34
En los dos casos los defeaters sirven para restaurar la equidad. Algo
semejante sucede en Bhasin, en donde la Corte Suprema canadiense restaura la
equidad concediendo una indemnización al actor porque el demandado no actuó
honradamente al esconderle determinada información relevante para sus
intereses, en el ámbito de la ejecución de su contrato.35
Termino con una conjetura. En la teoría del derecho contemporánea, al
menos a partir de la crítica dworkiniana a la teoría hartiana de las reglas (Dworkin
1977: cap. I) se acostumbra a presentar una imagen del derecho con arreglo a la
cual el derecho está integrado por dos niveles: el nivel de las reglas, que operan en
el razonamiento práctico como razones protegidas, como razones de primer orden
para realizar aquello que las normas prescriben y razones de segundo orden para
no obrar de acuerdo con las razones de primer orden contrarias a las reglas
jurídicas;36 y el nivel de los principios, integrado por pautas que no son perentorias
ni opacas a la razón que las justifica y que requieren el juicio para ser aplicados. 37
Pues bien, la conjetura es la siguiente: esta imagen de dos niveles debe ser
sustituida por una imagen con un solo nivel en el que habitan las reglas, pero en
este nivel hay también defeaters, que funcionan como conductos, como gárgolas si
se quiere, por el que el razonamiento de aplicación del derecho, principalmente el
razonamiento judicial, puede acudir al razonamiento moral. Este es el modo en el
cual el derecho trata de preservar el ideal del imperio de la ley, articulando la
precisión, con la justicia formal y la equidad.
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