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Historia del movimiento psicoanalítico II.

Obesidad.

En el presente trabajo haremos un pequeño recorrido histórico del surgimiento de


la infancia y la obesidad tomado como constructo y síntoma sociales
respectivamente, para encaminarnos a lograr formular algunas hipótesis desde
diferentes posturas teóricas, tomadas a partir de la bibliografía de la materia de
Historia del Movimiento Psicoanalítico II.

La infancia podemos rastrearla en el mundo occidental durante el siglo XIII, los


niños en esta época no tenían espacio en el entorno social, se incluían a la par en
las actividades y relaciones de los adultos como iguales a ellos, sin ninguna
consideración de las capacidades correspondientes a su nivel de desarrollo. A
partir del siglo XVI se toman en consideración las primeras etapas de la vida ya
separadas de la concepción religiosa idealizada en la visión divina (los querubines,
el niño Dios, la infancia de la virgen María, el monaguillo). Se comenzaron a hacer
retratos de los niños muertos para expresar la significación que este había tenido
en la vida de sus padres. Luego se retrataban a los niños vivos junto con sus
padres hasta llegar a separarlos completamente de la escena familiar,
retratándolos individualmente con la intención de conservar la imagen de la
infancia de un sujeto, este es precisamente un hábito del siglo XVIII que hasta hoy
conservamos.

En aquel tiempo en el que se creó la simiente de la concepción del niño, el


infans, había condiciones de vida muy diferentes a las que experimentamos hoy.
Por ejemplo el contacto con la naturaleza era directo haciendo que el ser humano
se percibiera como parte de un todo, de un ciclo que había que repetir una y otra
vez, esto por medio de la familia que también era concebida de una manera
mucho más amplia; se empezó a reducir en la ciudad, en la que nació la familia
nuclear conformada por padre, madre e hijos. Esto dio pauta a una forma de vivir
más íntima, donde lo público se transformo a lo privado, la moralidad, la urbanidad
y la cultura forman parte de esta nueva familia nuclear. Permitiendo que el hombre
volteara a verse a sí mismo y a sus propias necesidades independientemente de
la conveniencia de la familia, centrando su atención en el bien individual y no tanto
en lo colectivo como era en generaciones pasadas. Sabemos ahora que en la
postmodernidad esto ha llegado a su máxima expresión con el individualismo en el
que el sujeto no se interesa por el otro en absoluto, ha llegado a permear incluso
en la concepción que tiene un niño de sí mismo, de su individualidad. Lo anterior,
para las prácticas educacionales ha tenido repercusiones importantes, pues
observamos a niños sin límites, preocupados por la propia satisfacción de sus
necesidades ignorando las reglas sociales, influenciados por las ideas de una
sociedad consumista, hedónica y narcisista. Durante los siglos XVI y XVII existían
practicas pedagógicas que postulaban un reforzamiento del razonamiento frágil de
los niños, que los llevaría a ser adultos pensantes y críticos.

Habría que analizar cómo este pensamiento del siglo XVII se introduce en la
actualidad, porque los niños de ahora no necesitan fortalecer su raciocinio pues
ellos ya cuestionan a los adultos y su forma de criarlos y por ende su autoridad.
Esta forma de pensar de los niños es producto de las ideas mercantilistas, mismas
que proyectan modelos a seguir tanto de padres como de hijos, ideales
inalcanzables que ponen a los padres en una postura impotente, llegando incluso
a la indiferencia, los padres asumen que sus hijos son completamente
independientes. Sin embargo hay expresiones somáticas que demuestran que ese
pequeño humano necesita del otro para existir y construir realidad, el desorden de
las prácticas alimenticias y sus consecuencias (obesidad y desnutrición)
manifiestan de manera explícita la demanda de un otro que atienda a las
necesidades del niño.

Sustentamos esto en la idea de que los alimentos dejan de ser consumidos con un
objetivo nutritivo, para pasar a ser parte de una serie de códigos sociales, como es
bien sabido; en México las maneras de sociabilidad y convivencia se dan mediante
la comida, pues esta juega un rol fundamental que determina la integración de las
representaciones culturales en el infante.
Nosotros creemos que estos mismos códigos pueden ser aprovechados en la
particularidad de cada sujeto para comunicar las dolencias de su existencia, que
no expresan otra cosa que la carencia. Por lo que inferimos que los códigos
culturales se convierten en individuales cuando son tomados por el sujeto en
síntoma, en el que comer demasiado significa más que una necesidad de nutrir el
organismo. Puesto que hablamos de procesos de comunicación, nos referimos a
un emisor, un receptor, en este caso hijo y padres respectivamente, además de un
mensaje que dice ¡Te necesito!

Los receptores del mensaje truncan el circuito de comunicación pues al sentirse


afectados en su capacidad de responder con su saber a las peticiones de los hijos
rompen con la continuidad en el proceso de significación, es entonces que
precisan prolongarlo mediante el saber de un tercero, que podrían ser artículos de
revistas, los medios de comunicación, el médico, el psicólogo o el analista (pero ya
no se acude a la comadre o a la abuela como antaño).

Así observamos como el niño representa al otro en su síntoma, en el cuerpo


(como instancia activa) en este caso, para transmitir un mensaje. A través del
cuerpo podemos manifestar nuestras pérdidas, que han dejado su marca al
momento en que se hicieron presentes por medio de la relación con el Otro.

Creemos poder sustentar una explicación al fenómeno de la obesidad infantil


desde los planteamientos de Freud como eje de este texto comparados con otros
enfoques. Para cumplir este propósito es inevitable comenzar por abordar lo
pulsional que abarca componentes tales como una fuente, una meta y un objeto,
importantes para la constitución psíquica del infante, para la relación con su
mundo interno y su mundo externo. Pondremos énfasis en la fuente oral y anal
involucradas en el proceso alimenticio, que suponemos fungen un papel
predominante en la emocionalidad del niño obeso. Podemos argumentar que a
través de la oralidad el niño intenta integrar en el real del cuerpo las
identificaciones adquiridas mediante sus objetos de amor, los padres. Pero en el
acto también observamos una expresión de la agresividad pues integrar implica
destrucción e incorporación; el acto de masticar para poder incorporar el alimento
al cuerpo alude metafóricamente a las mociones de destrucción del objeto. Estas
mociones son indispensables para la conformación del psiquismo.

Para desarrollar más específicamente proseguimos considerando por separado


las fuentes pulsionales. Una fuente pulsional sobresaliente en el desarrollo de la
emocionalidad del niño es la boca, además de que es evidente que la compulsión
por la comida pone de manifiesto la intensidad de la pulsión puesta en juego en el
fenómeno de la obesidad. Los placeres que se pueden alcanzar mediante la
comida, no solo por el hecho de proporcionar la satisfacción del hambre, si no por
la multiplicidad de sabores, evocan las agradables sensaciones proporcionadas
por los primeros objetos de amor, pasan a ser representaciones de esos objetos y
permiten la adaptación del sujeto al interiorizar a los padres en un proceso de
identificación. Aquí no hay que olvidar la agresividad que interviene en la ingestión
de nutrimentos (ya en los bebés se observa que aun con la encía lastiman el
pezón de sus madres) masticar implica destruir; los dientes desgarran, muelen,
cortan; bien podrían servir como herramientas de ataque.

En base a lo anterior proponemos como posible explicación al fenómeno de la


obesidad desde una mirada psicoanalítica, observarlo como una lucha interna en
la que las armas son los dientes. El comer compulsivo de algunos niños se puede
interpretar como un intento fallido de interiorizar las imagos parentales para la
identificación e independización, al tiempo que refleja una forma de dar trámite a la
agresividad, poniendo el sadismo sobre la persona propia. Más que cualquier otra
cosa, los impulsos sádicos están puestos en juego en la manía de comer. A
continuación explicamos el asunto.

Dentro de la estructura psíquica concebida por Freud encontramos las mociones


de hostilidad hacia los objetos que son tomados por el niño para la conformación
de su ser , como ejemplo de que los objetos no solo pueden ser cosas inanimadas
está el Fort-Da en donde el pequeño niño toma como sustitución del objeto madre
por el carrete y mediante este escenifica la acción de aparecer y desaparecer el
objeto a manera de apoderarse de el para que suceda la acción a voluntad propia,
tomando entonces el control , cosa que no sucede en lo real, sin embargo esto
también nos muestra como el niño en este accionar se venga de la madre porque
finalmente él y solo él decide cuando aparece y cuando se va , ya que al irse la
madre, realmente no le hace porque él es quien la corre y la devuelve. Todo esto
en respuesta al abandono primero de ella.

Con esto podemos ejemplificar como es que existe esas mociones hostiles hacia
los objetos que proporcionan cuidados al niño, pero que en determinado momento
se siente atacado o abandonado también por ellos, sin que esto sea de manera
intencional por parte del adulto. Este fenómeno podemos identificarlo en la etapa
sádico-anal según la propuesta freudiana; estos acontecimientos están ligados
íntimamente con la manera es que el niño expresa sus hostilidades y todo aquello
que lo conduzca a lo destructivo, pues como también Freud lo postula, la
constitución psíquica del niño se da mediante identificaciones con las imagos
paternas de las que se desprenderán odios que conduzcan al deseo de
destrucción de los padres no necesariamente como su muerte, pero si como
ausencia, que para el caso del niño con obesidad si se presenta está ausencia de
los padres que no sólo actúa en el campo de la representación si no también en la
realidad fáctica, pues estos infantes parecen ser escuchados y vistos, aunque no
deben engañarnos las apariencias.

La necesidad que se manifiesta de los padres por parte del niño, es puesta en
juego en las comunicaciones que este hace, pero no tienen un receptor por lo que
en el afán de integrar estas representaciones a su estructura de manera que
sirvan para construir y forjar tanto su propio psiquismo como las maneras
relacionales en las que participará como miembro activo (no como actualmente de
espectador), pero además de perseguir este objetivo también nos encontramos
con la parte que cobra significación para este niño en forma vengativa como en el
Fort-Da, pues el infante hace caso a sus impulsos sádicos y cuando come también
tritura la imago paterna, la hace pedazos en retribución a lo que ha sido afectado
en él , de esta manera se venga de todas las avenencias que han sido puestas en
su persona y por otra parte también da cuenta de un replegamiento de sus
impulsos dirigidos a otros en la persona misma, ya que la manera en cómo se
alimenta pone de manifiesto aquella imago destruida que ha sido puesta en su
cuerpo y que al mismo tiempo desvaloriza su persona. Esto puede ser explicado a
partir del narcicismo. Freud propone que en el niño existe una sustitución de
objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo, es por esto que nosotros
exponemos que un niño que padece de obesidad sustituye los recuerdos que tiene
de su madre, quien es la que procura su alimentación, por el exceso de comida,
sustituyendo así a su madre por la comida en exceso, es una forma de introyectar
a la madre en sí, a través del alimento. Esto puede ser a causa de una rebaja en
el sentimiento de sí, donde proponemos que un niño en estas condiciones tiende a
querer introyectar aún más a la madre, o a la imagen parental como objeto de
amor. Es así como el niño con obesidad sustrae la libido del mundo exterior y la
conduce al yo.

Proponemos, entonces, que la obesidad existe a partir de un mecanismo de


defensa yoico que busca evitar el displacer en el niño.

Freud expone en Introducción al Narcisismo:

“Hemos discernido a nuestro aparato anímico sobre todo como un medio


que ha recibido el encargo de dominar excitaciones que en un caso
contrario provocarían sensaciones penosas o efectos patógenos. La
elaboración psíquica presta un extraordinario servicio al desvió interno de
excitaciones no susceptibles de descarga directa al exterior, o bien cuya
descarga directa seria indeseable por el momento.”

Existe por tanto en un niño con obesidad un empobrecimiento libidinal, a causa del
rechazo que recibe por su condición física, un niño con una constitución gruesa,
puede percibirse como torpe, ya que por obvias razones quizá se perciba de una
edad mayor a la que es, y en relación a los cuerpos estéticos esta condición
también es desfavorable, estas razón exponen al niño a un rechazo que es
notorio. “Tenemos sabido que mociones pulsionales libidinosas sucumben al
destino de la represión patógena cuando entran en conflicto con las
representaciones culturales y éticas del individuo”.
Es por esto que el niño busca en la comida un sustituto, la obesidad infantil es un
proceso de sustitución, mediante la formación del síntoma, ya que el niño no
quiere dar cuenta del displacer que le produce el rechazo, existe pues una rebaja
en el sentimiento de sí, un empobrecimiento del yo que se busca aliviar a través
de la comida.

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