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ALBERT EINSTEIN (1879 – 1955)

La primera historia sobre Einstein va dedicada a todos aquellos que lo han pasado
mal en el colegio, y a todos los padres preocupados por si sus hijos son capaces
de salir adelante.

El niño que crecería para ser ampliamente reconocido como el mayor científico
del siglo XX, comenzó a hablar tarde y se le consideró un lento aprendiz. Se cuenta
que hasta que no tuvo siete años decía para sí mismo las frases antes de
pronunciarlas en voz alta. Aunque ojeaba los libros de matemáticas y ciencias en
casa y sus notas eran buenas, sus profesores no lo encontraron un estudiante
destacado.

Cuando Einstein era adolescente, sus padres se vieron obligados a ir a Milán en


busca de trabajo, y lo ingresaron en un internado para que completara su
gymnasium (lo que hoy en día seria el bachillerato). Sin decírselo a sus padres,
abandonó los estudias un año y medio antes; aunque finalmente recibió su
merecido al tener que presentarse a un examen de calificación para acceder al
instituto Federal de Tecnología de Zúrich. Einstein sobresalió en la parte de
matemáticas y ciencias pero suspendió en la sección de letras. Podemos
imaginarnos la frustración familiar y la preocupación se sus padres cuando
tuvieron que enviarlo a Aarau, Suiza, para que acabar el bachillerato (1896). En
esta época –a los dieciséis años- , Einstein renunció a su ciudadanía alemana
porque se negó a realizar el servicio militar, tal y como requería la ley.

Incluso tras graduarse, la vida de Einstein avanzó a trompicones, y al principio fue


incapaz de encontrar trabajo. Dos compañeros de graduación pudieron conseguir
puestos de profesores, pero nadie estaba interesado en contratar a Einstein.
Finalmente el padre de un compañero de clase lo ayudó a conseguir trabajo como
examinador técnico ayudante en la Oficina de Patentes Suiza. Aunque pudo
mantener el empleo, en 1903 le negaron un aumento hasta que “dominase
completamente la tecnología de las máquinas”
Más tarde, Einstein no se centró en sus contratiempos pasados. Dicen que
recordaba dos hechos importantes de su educación. La primera es una lección de
buena paternidad: los padres de Einstein lo estimulaban con aquello que captaba
su interés. El padre de Einstein, un antiguo vendedor de plumas para camas que
más tarde dirigió una fábrica electroquímica, le regaló una brújula que consiguió
dejarlo totalmente absorto con cinco años. Le fascinaba que algo en un espacio
“vacío” hiciese reaccionar a la brújula. La madre de Einstein le dio otro regalo
durante estos años: lo animó a que tocara el violín, una ficción que Einstein
persiguió toda su vida.

Y, en lo que podría interpretarse como un mensaje contra agobiar a nuestros hijos,


se dice que Einstein atribuyó su desarrollo de la teoría de la relatividad a su
lentitud, diciendo que al pensar sobre el tiempo y el espacio más tarde que la
mayoría de los niños pudo aplicar al problema un intelecto más desarrollado.

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