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ALGUNOS ASPECTOS IMPORTANTES SOBRE LA SÍNTESIS DE ANTROPOLOGÍA

TEOLÓGICA

Muy en el fondo, hay una equívoca percepción de lo que es ser humano, hay marcados
reduccionismos antropológicos, hay una autoimagen vulnerada como hombres y mujeres, una
crisis de identidad y de existencia. Por eso, después de revisar varios textos especializados,
consultar fuentes eclesiales y repasar apuntes de clase, he obtenido esta síntesis, a través de la
cual desarrollo las cuatro facetas del hombre, entendido en clave de Fe: Hombre que ha sido
CREADO por el amor infinito de Dios. Hombre que vive el drama del PECADO, de la ruptura con
su Creador. Hombre REDIMIDO por Nuestro Señor Jesucristo. Hombre invitado a la plenitud de la
comunión con Dios, el Hombre ESCATOLÓGICO.

- La mujer se describe en hebreo por el vocablo “issah”. En Gén 2,22, el juego de palabras que
relaciona “is” con “issah” , refleja una etimología popular basada en la homofonía. A pesar que se
reconoce que Dios creó al hombre, varón y mujer, en el mundo bíblico para dójicamente era
elogiada como ama de casa6 pero en muchas ocasiones por enfermedad o infertilidad era
despreciada y tratada como un ser inferior.

- Sin embargo, de la antropología veterotestamentaria se deduce que el hombre es un ser social


en su misma naturaleza, cuyas relaciones se fundamentan en el amor y por eso, el hombre en el
paraíso no tiene miedo, camina desnudo, está en paz y en armonía.

- En todo esto hay un drama que pretende analizarse y explicarse: ¿Por qué existe el mal? ¿Por
qué la muerte y la enfermedad? El A.T. indica que todo esto se debe a una ruptura con el Creador
y que el desobedecer su voluntad es causa de muerte y sufrimiento. Por el pecado 7, se produce el
designio divino “tu eres polvo y en polvo te has de convertir” (Gén 3,19). En resumen, antes de
Cristo, el pueblo de Israel gozaba una mentalidad totalmente referida a Dios, con una imagen de
hombre integral, no fragmentada y cuyo mayor fundamento es la dignidad humana por su origen y
destinación divina. El proyecto de vida es cumplir los mandatos del Señor, quien a su retribuirá con
abundancia dicha felicidad.

Es importante anotar que Pablo, poniendo todo su énfasis en Cristo, insiste una vez más en la
referencia última del cristiano al Padre por medio de Cristo. Con estas pistas paulinas puede
hacerse un rastreamiento por los evangelios y las cartas católicas con miras a precisar mayores
elementos antropológicos. La clave fundamental es la visión del hombre como unidad indisoluble,
en la que la redención opera como una “nueva creación”, cuyo centro es el “hombre nuevo”
creado en Cristo, “el segundo Adán”. Finalmente dos anotaciones de interés respecto al eje de
búsqueda en esta síntesis teológica:

- La CREACIÓN que fue sometida a su pesar a la vanidad y que hasta este día gime con dolores
de parto, conserva también la esperanza de verse liberada de la servidumbre de la corrupción
para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Si la condición del trabajo conserva todavía
su carácter penoso debido al pecado que hizo irrupción en el mundo, es revalorizada por la
esperanza de ser transfigurada en la gloria final (Rom 8, 18 – 30). Y cuando el último enemigo, la
muerte, haya sido destruido, el Hijo entregará la realeza a Dios Padre, y así será Dios todo en
todos (1 Cor 15, 24-28)

- La MUJER goza de la misma dignidad ante los ojos de Dios, así Pablo condicionado por su
cultura le asigne unos roles religiosos, sociales, económicos y jurídicos particulares: “Ya no hay
hombre ni mujer: todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). En el Apocalipsis se magnifica a la
mujer coronada de estrellas, aquella que da a luz al hijo varón y se ve perseguida en un desierto
por un dragón, pero que debe triunfar de él por su progenitura (Ap 12). Esta mujer se compara con
la Iglesia, nueva Eva que da nacimiento al Cuerpo de Cristo y tradicionalmente, se asemeja a
María, el prototipo que toda mujer desea íntimamente ser.

En la actualidad, la teología ha recogido aportes de las filosofías personalistas y del método


fenomenológico, logrando condensar una formulación muy brillante, novedosa y pertinente. Según
Lorda, dichos aportes se pueden sintetizar en cuatro principios:

“a) El hombre es imagen de Dios; ése es el fundamento de la persona humana; éste es el punto
de partida.

b) Cristo revela el hombre al hombre; ése es el proyecto para cada hombre; es el punto de
llegada, el destino de la libertad: la identificación con Cristo.

c) En la comunión de las personas humanas hay un reflejo de la Trinidad: éste es el punto de


partida para comprender lo que es una sociedad humana y también su aspiración y su meta.

d) El hombre encuentra su plenitud en la entrega de sí mismo a los demás; éste es el modo


cristiano de concebir la realización personal, y el método cristiano para mejorar el mundo y
construir la sociedad: la entrega que nace de la caridad.

Todavía se podrían resumir estos principios en dos: la imagen de Cristo como meta y
fuente para la realización del hombre; la Trinidad como meta y fuente de la comunión de la
sociedad”.

Esta Verdad sobre el hombre que la Iglesia posee no puede separarse de la gracia. La Iglesia
posee, al mismo tiempo el saber y el poder, la luz del conocimiento y la fuerza de la gracia que es
necesaria para vivir así. Por eso en el esquema de la página siguiente, se propone una relación
entre Dios, hombre, historia de salvación tomando en cuenta las dimensiones del ser humano,
creado, caído, redimido y llamado a la plenitud escatológica con su Creador. En el gráfico se
destaca lo siguiente:

A. Toda la dinámica se explica por el Amor. Dios es una comunidad de amor (Padre, Hijo y Espíritu
santo) que nos creó por amor y nos dio la gracia para que pudiéramos entrar en comunión plena
con El. Es decir, Dios nos creó para sí. Es un misterio de Amor.

B. Dios nos crea a su imagen y semejanza, pero este hombre creado, con semejante dignidad,
cae en el pecado, rompiendo su relación con Dios. Pero, Dios no se queda quieto, le da una nueva
oportunidad al hombre, lo busca, se revelan y esto tiene un momento cumbre con el envío de su
hijo amado. Es el misterio de la encarnación de Cristo para divinizar al hombre, humanizando a
Dios.

C. Jesucristo es la gracia en persona. Todo hombre que encuentra íntima y personalmente a


Cristo, encuentra también sentido profundo a su existencia.

D. Cristo sale al nuestro encuentro y nos recuerda que estamos llamados a la Gloria, a la plenitud
en Dios mismo. Por eso, hay una noción escatológica en esa dinámica de la gracia. Una visión
beatífica de lo que nos espera al recobrar la esencia de nuestra vida.
Hoy por hoy, estamos viviendo una búsqueda de lo esencial del cristianismo y tal como lo expresa
el Papa Juan Pablo en su Carta Apostólica “Novo Millenio Ineunte”: “ ...En el misterio de la
Encarnación están las bases para una antropología que es capaz de ir más allá de sus propios
límites y contradicciones, moviéndose hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la
¨divinización¨, a través de la incorporación a Cristo del hombre redimido, admitido a la intimidad de
la vida trinitaria.....Sólo porque el Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, el hombre puede,
en él y por medio de él, llegar a ser realmente hijo de Dios”

Este planteamiento profético tiene su raíz en las bases antropológicas que aportó el Concilio
Vaticano II y entre las cuales se destacan las siguientes que se han tomado de la Constitución
Pastoral “Gaudium et Spes”:

- El hombre es imagen de Dios, ha sido creado con capacidad de conocer y amar inteligentemente
a su Creador; es también, un ser social que no puede comprenderse a si mismo sin entrar en
relación con los demás; es una síntesis del universo material pero goza de una superioridad sobre
éste, basada en la espiritualidad y la inmortalidad de su alma. La libertad verdadera es signo
eminente de su imagen divina y de igual forma, la conciencia es el núcleo más secreto, el sagrario
donde el hombre se encuentra a solas con Dios. Es decir, el hombre disfruta la gracia de ser
criatura y su máxima vocación es la de entrar en comunión plena con Dios.(Cf GS 14-19)

- Sin embargo, el hombre comprueba su inclinación al mal y de desliga de su fin último, rompiendo
las relaciones vitales con su propia persona, con los demás y con el resto de la creación. Por eso,
su vida se torna dramática, una pugna entre el bien y el mal. “Pero el Señor vino en persona para
liberar y vigorizar al hombre, renovándolo interiormente y expulsando al príncipe de este mundo,
que le retenía en la esclavitud del pecado” (Cf. GS 13).

- Hombre creado, hombre caído, Hombre redimido, Hombre escatológicoglorificado: Esa es la


dinámica interna de autocomprensión de la razón última de la existencia humana y es desde allí
que surgen principios normativos para plenificar la vida, haciendo el bien y evitando el mal, en
todos los ámbitos de la historia.

- Por tal razón, G.S. n. 25 afirma: “El sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe
ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta de vida social”. Esto
explica que desde el escenario familiar hasta el macroámbito de la comunidad internacional, la
norma de vida invite a construir lazos de hermandad, en justicia, armonía y paz. (f. GS 32, 52, 65,
69, 83 entre otros)

- Hay en síntesis, una primacía del valor de la vida. Es un valor sagrado porque proviene de Dios.
El respeto a la persona humana es una nota característica de la moral cristiana. “Todo cuanto
atenta contra la vida – homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo
suicidio deliberado-; cuanto viola la integridad de la persona humana....cuanto ofende a la
dignidad humana....son totalmente contrarias al honor debido al Creador·” (GS 27)

- La conciencia moral del Hombre se fundamenta en esa gracia divina comunicada por el amor de
Dios: “Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles. Por
Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos
envuelve absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida,
para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu:
¡Abba! ¡Padre!” (GS 22)
“EL REDENTOR DEL HOMBRE, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia. A Él se
vuelven mi pensamiento y mi corazón en esta hora solemne que está viviendo la Iglesia y la
entera familia humana contemporánea. En efecto, este tiempo en el que, después del amado
Predecesor Juan Pablo I, Dios me ha confiado por misterioso designio el servicio universal
vinculado con la Cátedra de San Pedro en Roma, está ya muy cercano al año dos mil. Es difícil
decir en estos momentos lo que ese año indicará en el cuadrante de la historia humana y cómo
será para cada uno de los pueblos, naciones, países y continentes, por más que ya desde ahora
se trate de prever algunos acontecimientos. Para la Iglesia, para el Pueblo de Dios que se ha
extendido —aunque de manera desigual— hasta los más lejanos confines de la tierra, aquel año
será el año de un gran Jubileo. Nos estamos acercando ya a tal fecha que —aun respetando
todas las correcciones debidas a la exactitud cronológica— nos hará recordar y renovar de
manera particular la conciencia de la verdad-clave de la fe, expresada por San Juan al principio de
su evangelio: «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros», y en otro pasaje: «Porque tanto
amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino
que tenga la vida eterna» En este párrafo inicial de la encíclica “Redemptor Hominis”, la primera
del Pontificado de Juan Pablo II, en la que se destaca la centralidad en JESUCRISTO en el
misterio del hombre y su relación con la gracia.

En el siguiente párrafo, SS Juan Pablo II hace una síntesis de la fuerza y valor de la Encarnación y
su sentido de Salvación:
También nosotros estamos, en cierto modo, en el tiempo de un nuevo Adviento, que es tiempo de
espera: «Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por
ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo...», por medio del
Hijo-Verbo, que se hizo hombre y nació de la Virgen María. En este acto redentor, la historia del
hombre ha alcanzado su cumbre en el designio de amor de Dios. Dios ha entrado en la historia de
la humanidad y en cuanto hombre se ha convertido en sujeto suyo, uno de los millones y millones,
y al mismo tiempo Único. A través de la Encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión
que quería dar al hombre desde sus comienzos y la ha dado de manera definitiva —de modo
peculiar a él solo, según su eterno amor y su misericordia, con toda la libertad divina— y a la vez
con una magnificencia que, frente al pecado original y a toda la historia de los pecados de la
humanidad, frente a los errores del entendimiento, de la voluntad y del corazón humano, nos
permite repetir con estupor las palabras de la Sagrada Liturgia: «¡Feliz la culpa que mereció tal
Redentor!»

San Gregorio de Nisa lo había explicado de la siguiente forma: “Nuestra naturaleza enferma exigía
ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión
del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que llegara
la luz, estando cautivos esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un liberador.
¿No tenían importancia esos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de
hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana par visitarla, ya que la humanidad se encontraba
en un estado tan miserable y desgraciado?” Más adelante, en la Encíclica el Papa retoma el Plan
de Salvación para ubicar allí el sentido de la gracia como una invitación a plenificar el amor. “Al
reflexionar nuevamente sobre este texto maravilloso del Magisterio conciliar, no olvidamos ni por
un momento que Jesucristo, Hijo de Dios vivo, se ha convertido en nuestra reconciliación ante el
Padre. Precisamente Él, solamente Él ha dado satisfacción al amor eterno del Padre, a la
paternidad que desde el principio se manifestó en la creación del mundo, en la donación al
hombre de toda la riqueza de la creación, en hacerlo «poco menor que Dios», en cuanto creado
«a imagen y semejanza de Dios»; e igualmente ha dado satisfacción a la paternidad de Dios y al
amor, en cierto modo rechazado por el hombre con la ruptura de la primera Alianza y de las
posteriores que Dios «ha ofrecido en diversas ocasiones a los hombres». La redención del mundo
—ese misterio tremendo del amor, en el que la creación es renovada— es en su raíz más
profunda «la plenitud de la justicia en un Corazón humano: en el Corazón del Hijo Primogénito,
para que pueda hacerse justicia de los corazones de muchos hombres, los cuales, precisamente
en el Hijo Primogénito, han sido predestinados desde la eternidad a ser hijos de Dios y llamados a
la gracia, llamados al amor. La Cruz sobre el Calvario, por medio de la cual Jesucristo —Hombre,
Hijo de María Virgen, hijo putativo de José de Nazaret— «deja» este mundo, es al mismo tiempo
una nueva manifestación de la eterna paternidad de Dios, el cual se acerca de nuevo en Él a la
humanidad, a todo hombre, dándole el tres veces santo «Espíritu de verdad». Este proceso de
vuelta a la comunión con Dios requiere de la conversión que es obra de la gracia, en la que el
hombre debe hallarse plenamente a sí mismo. Finalmente, destaco el siguiente apartado la
esencia espiritual de la vida humana que no es otra cosa que vivir en la gracia de Dios: “Esta
unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio, del que nace el «hombre nuevo»,
llamado a participar en la vida de Dios, creado nuevamente en Cristo, en la plenitud de la gracia y
verdad. La unión de Cristo con el hombre es la fuerza y la fuente de la fuerza, según la incisiva
expresión de San Juan en el prólogo de su Evangelio: «Dios dioles poder de venir a ser hijos».
Esta es la fuerza que transforma interiormente al hombre, como principio de una vida nueva que
no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna. Esta vida prometida y dada a cada
hombre por el Padre en Jesucristo, Hijo eterno y unigénito, encarnado y nacido «al llegar la
plenitud de los tiempos» de la Virgen María, es el final cumplimiento de la vocación del hombre.
Es de algún modo cumplimiento de la «suerte» que desde la eternidad Dios le ha preparado. Esta
«suerte divina» se hace camino, por encima de todos los enigmas, incógnitas, tortuosidades,
curvas de la «suerte humana» en el mundo temporal. En efecto, si todo esto lleva, aun con toda la
riqueza de la vida temporal, por inevitable necesidad a la frontera de la muerte y a la meta de la
destrucción del cuerpo humano, Cristo se nos aparece más allá de esta meta: «Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí... no morirá para siempre». En Jesucristo crucificado,
depositado en el sepulcro y después resucitado, «brilla para nosotros la esperanza de la feliz
resurrección..., la promesa de la futura inmortalidad», hacia la cual el hombre, a través de la
muerte del cuerpo, va compartiendo con todo lo creado visible esta necesidad a la que está sujeta
la materia. Entendemos y tratamos de profundizar cada vez más el lenguaje de esta verdad que el
Redentor del hombre ha encerrado en la frase: «El Espíritu es el que da vida, la carne no
aprovecha para nada». Estas palabras, no obstante las apariencias, expresan la más alta
afirmación del hombre: la afirmación del cuerpo, al que vivifica el espíritu” La realidad de la
existencia humana sólo adquiere verdadero sentido desde Jesucristo, quien nos libera del pecado
y desata los lazos de la muerte. Por eso, una gran síntesis de la vida cristiana es la posibilidad de
trascender hacia la divinidad pese a la desobediencia y rebeldía que constituyen el “pecado
original”. Es en esta realidad, la del hombre pecador, el hombre “caído” en donde adquiere toda su
dimensión la creaturalidad y se comprende el infinito amor de Dios para redimir al hombre a través
de su hijo que se hace hombre. Al respecto el Catecismo Católico trae bastantes precisiones sobre
la relación entre el pecado original y el plan salvífico divino realizado en Cristo Jesús:

390. "El relato de la caída [Gn 3 .] utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un
acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre. La
Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el PECADO
ORIGINAL libremente cometido por nuestros primeros padres."

404. "¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Todo el
género humano es en Adán 'sicut unum corpus unius hominis' ['Como el cuerpo único de un único
hombre'] [Santo Tomás de Aquino]. Por esta 'unidad del género humano', todos los hombres están
implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin
embargo, la transmisión del PECADO ORIGINAL es un misterio que no podemos comprender
plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia
originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva
cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán
en un estado caído. Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es
decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia
originales. Por eso, el PECADO ORIGINAL es llamado 'pecado' de manera análoga: es un pecado
'contraído', 'no cometido', un estado y no un acto."

405. "Aunque propio de cada uno, el PECADO ORIGINAL no tiene, en ningún descendiente de
Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero
la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas
naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado
[esta inclinación al mal es llamada 'concupiscencia']. El Bautismo, dando la vida de la gracia de
Cristo, borra el PECADO ORIGINAL y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la
naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual."

407. "La doctrina sobre el PECADO ORIGINAL -vinculada a la de la Redención de Cristo-


proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el
mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el
hombre, aunque éste permanezca libre. El PECADO ORIGINAL entraña 'la servidumbre bajo el
poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo'. Ignorar que el hombre posee
una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación,
de la política, de la acción social y de las costumbres."

602. "En consecuencia, san Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio divino de
salvación: 'Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo
caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla,
Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa
de vosotros' [1Pe 1,18-20]. Los pecados de los hombres, consecuencia del PECADO ORIGINAL,
están sancionados con la muerte. Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo, la de una
humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado, 'a quien no conoció pecado, Dios le
hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él' [2Co 5,21]." En
resumen, el bien y la plenitud del hombre no es algo distinto de Dios mismo. Como decía San
Ireneo: "Gloria enim Dei vivens homo, vita hominis visio Dei" (El hombre es la manifestación de la
gloria de Dios en cuanto vive, es decir, en cuanto ve y conoce a Dios, mediante la revelación de
Jesucristo).

CUADRO DE SÍNTESIS SOBRE ANTROPOLOGÍA TEOLOGICA

Desde la Teología BIBLICA


Desde la Teología DOGMATICA
Desde la Teología MORAL
Implicación PASTORAL

HOMBRE CREADO
En los primeros capítulos del Génesis, en los Salmos y en la literatura judía de influjo helenista.
Somos hijos de Dios. Creados a su imagen y semejanza por amor.
La vida humana es sagrada.
Todos somos hermanos y hermanas. Hay igualdad de derechos y oportunidades.
HOMBRE CAIDO
En el Génesis con el relato del paraíso, en el pecado denunciado por los profetas y en la
experiencia del dolor y la muerte (Job) El drama del pecado es una realidad. Somos frágiles y
mortales, tendemos a la concupiscencia El pecado abunda en nuestra sociedad. Con misericordia
lo reconocemos y tratamos de redimirlo por Cristo Jesús nuestro Señor Reconocernos pecadores
es camino de humildad y renovación. No a la soberbia y la prepotencia.

HOMBRE REDIMIDO
En la literatura paulina, los evangelios, hechos y las cartas católicas, Jesús es el Cristo, el Nuevo
Adán, el Mesías, el que nos salva y redime, constituyéndonos en una nueva creación: El hombre
nuevo Cristo es nuestro Salvador. El es el Hijo de Dios que se hizo hombre. Feliz culpa que
mereció tal redentor. Cumplir la voluntad del padre, implica un comportamiento adecuado,
respondiendo a la ley moral fundamentada en la caridad Vivir es Cristo. No son rituales vacíos.
Misericordia quiero que no sacrificios. La ley es el amor.

HOMBRE ESCATOLÓGICO
Jesucristo es el Hombre, el nos muestra el camino para llegar al Padre. Cristo es nuestra Paz y
nuestra esperanza. El es el auténtico camino de realización. Por las virtudes nos vamos
configurando en Cristo para que El viva en nosotros. Recuperar la esperanza y el optimismo
cristiano. Al final Dios triunfará.

CITAS CLAVES DEL NUEVO TESTAMENTO

En referencia al Dios Creador (Cita texto análisis)

Hechos 17, 24 – 31
24 «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no
habita en santuarios fabricados por manos humanas, 25 ni es servido por manos humanas, como
si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. 26 El creó,
de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando
los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, 27 con el fin de que
buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se
encuentra lejos de cada uno de nosotros; 28 pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como
han dicho algunos de vosotros: "Porque somos también de su linaje." En la predicación de los
primeros cristianos, hay una explicitación del poder creador de Dios y una invitación a ser parte de
su pueblo elegido.

1 Cor 8,6
5 Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que
hay multitud de dioses y de señores, 6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del
cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son
todas las cosas y por el cual somos nosotros. Pablo predica en un ambiente politeísta, la
originalidad de un solo Dios.

Heb 1, 2-3
1 Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los
Profetas; 2 en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero
de todo, por quien también hizo los mundos; 3 el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta
de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la
purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 con una
superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado
La predicación del apóstol es Cristocéntrica, en quien se cumple el designio divino de salvación
sobre todo lo creado.

Jn 1, 1-10
1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella
estaba en el principio con Dios. 3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
4 En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no la vencieron. Para los cristianos nuestro único referente es Cristo. La creación se
entiende no desde Génesis sino desde Juan.

Col 1, 15-20
15 El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, 16 porque en él fueron creadas
todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las
Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, 17 él existe con
anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. Cristo es la cabeza de todo lo creado, el
alfa y el omega. A partir del misterio de Cristo es que podemos darle sentido a lo creado y a la
tarea de los hombres dentro del Plan de 18 El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: El
es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, 19 pues
Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, 20 y reconciliar por él y para él todas las
cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.

En referencia al misterio del hombre

St 1, 17-18
17 toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en
quien no hay cambio ni sombra de rotación. 18 Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra
de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas. Todo es gracia.

Ef 1,3-14
4 por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados
en su presencia, en el amor; 5 eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio
de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia con
la que nos agració en el Amado. Dios nos escogió por amor.

Ef 4, 22-23
20 Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, 21 si es que habéis oído hablar de él
y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús 22 a despojaros, en cuanto a
vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las
concupiscencias, Estamos llamados a nacer de nuevo en Cristo Jesús 23 a renovar el espíritu de
vuestra mente, 24 y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad
de la verdad.

Rom 6, 8-11
8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, 9 sabiendo que Cristo,
una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío
sobre él. 10 Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir
para Dios. 11 Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en
Cristo Jesús
Rom 8, 21-25
20 La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la
sometió, en la esperanza 21 de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en
la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el
presente y sufre dolores de parto. 23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias
del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro
cuerpo. 24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es
esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? 25 Pero esperar lo que no
vemos, es aguardar con paciencia. La creación también está llamada a la plenitud en Cristo

Gal 19,20
19 En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado:
20 y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la
vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.

1Co3,16.17
16 ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? 17 Si
alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es
sagrado, y vosotros sois ese santuario. 18 ¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree
sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; 19 pues la sabiduría de este
mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: = El que prende a los sabios en
su propia astucia. = 20 Y también: = El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos = de los
sabios. 21 Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es vuestro: 22 ya sea Pablo,
Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; 23 y vosotros, de
Cristo y Cristo de Dios. La dignidad humana integral proviene de nuestra condición de hijos en el
Hijo.

APLICACIONES PASTORALES

Es hermoso constatar la solidez de la doctrina enraizada en una historia de amor de Dios


por su creación. Nuestro Dios se ha revelado como el Dios de la Vida que le da sentido a todo lo
que existe. Considero que la iglesia, Madre y Maestra brinda una profunda y sabia carta de
navegación de lo que significa ser cristiano en el mundo. El gran dilema y a la vez, la gran decisión
de todo hombre y mujer es si construye un proyecto a la luz del evangelio o de espaldas a el. Las
diversas formas de ateísmos, la crisis de la humanidad con sus aristas económicos, políticos,
sociales, religiosos, ecológicos y ambientales reflejan la profundidad de la crisis moral del hombre.
En esta perspectiva, la tarea pastoral tiene un eje en la valoración de la vida como don de Dios y
en cierta forma, la reinvindicación de una autoimagen de los seres humanos rica en alegría y
esperanza por estar sellados con la dignidad de hijos, creados por amor, salvados por amor,
llamados a la comunión plena por amor. Especialmente en el ámbito de la academia, la ciencia ha
caído en una gran aridez. Es fundamental retomar el enfoque del Concilio Vaticano II para
responder a los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo. Hay
que abordar la dimensión antropológica para reencontrar el camino hacia la divinización, pues
Dios mismo tomó la iniciativa para hacerse hombre y mostrarse como el Camino, la Verdad y la
Vida. Esto, implica volver la mirada hacia los gritos y clamores de la gente de nuestro tiempo,
partir de dichas realidades, confrontarlas con el querer de Dios y disponer estrategias para hacer
opciones morales que conduzcan al bien común. Es el Amor lo que perdura, lo que salva y
transforma. El desafío moral pasa por aprender a amar de nuevo. Parece obvio y sencillo, pero es
el principio y la experiencia fundante de la iglesia. Nosotros como diáconos también estamos
llamados a ser profetas del amor, sacramentos de la vida en abundancia, mensajeros de la paz, la
justicia y la comunión eterna con el Creador. En este contexto, el Documento de Santo Domingo,
presenta ámbitos en donde debemos inculturar el evangelio y anunciar con hechos y palabras la
buena nueva del Señor:

- Los Derechos Humanos (DS 164-168)


- Ecología (DS 169 –170)
- La tierra: Don deDios (DS 171 –177)
- Empobrecimiento y solidaridad (DS 178 –181)
- El trabajo (Ds 182 –185)
- La movilidad humana (Ds 186 –189)
- El orden democrático (DS 190 –193)
- Nuevo orden económico (DS 194 –203)
- Integración latinoamericana (DS 204 –209)
- La familia: santuario de la vida (DS 210 –215)+
- El dialogo intercultural (DS 231 – 286)

Todos estos ámbitos son propicios para evangelizar desde lo cotidiano, poniendo en marcha una
moral social cristiana. En forma especial, son campos en los que los diáconos permanentes
podemos dar testimonio de servicio y contribuir a hacer realidad las directrices de la Iglesia.

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