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18/2/2018 Canino | Sinopsis, crítica, trailer, análisis

Adiestrando a tus hijos... ¿para que


sean felices?
Canino
(Kynodontas). Yorgos Lanthimos, Grecia, 2009
Por Arantxa Acosta
Canino toca tantos temas que puede parecer inabordable y, de hecho, únicamente empiezas a reflexionar sobre ellos una vez has
abandonado la proyección. Y es que, mientras estás en el cine, te sientes tan descolocado por lo bizarra que
es la historia que estás viendo y, no obstante, tan mordaz, como el título... tanto, que llega a ser obsesiva.

La mayor, la menor y el hijo son tres hermanos adolescentes que viven, por decisión de sus padres,
encerrados en su propia casa, rodeados de un muro que les impide ver el exterior. Sólo hay una persona que
les visita, Christina, una guardia de seguridad en la empresa del padre, a la que éste paga para que el hijo
pueda "desfogarse" con ella. El resto del día viven jugando (pueden hacer deporte, nadar, ver vídeos
caseros) o educándose, a través de cintas de cassette que sus padres les graban con las nuevas palabras a
aprender, como "Mar es una butaca de cuero", o "excursión es un material muy resistente con el que se
fabrica el suelo". Compiten por ver quién gana más pegatinas, premio al que ha realizado mejor un ejercicio
impuesto por el padre, y sueñan con que caigan aviones al suelo del jardín, uno de los juguetes más
preciados. Es únicamente cuando Christina hace un regalo del exterior a la mayor, que este mundo paralelo
en el que viven empieza a desmoronarse...

Con este argumento, Canino es, lo menos, inclasificable. No es drama, tampoco terror... En algunos momentos te hace reír por lo infantil
del comportamiento de los hijos; en otros, sufrir por el devenir de alguno de ellos... en la mayoría, estás en tensión. Tensión por no poder
adivinar qué es lo que va a pasar. Porque la referencia es inexistente. Nunca nadie ha vivido, gracias a Dios, nada parecido.

Y es aquí cuando podemos preguntarnos... ¿qué pasaría si esto llegase a ocurrir, y además de forma masiva?, ¿qué puede llevar a un padre
a decidir aislar a su familia... a considerar incluso el incesto antes de que alguien extraño entre en sus vidas? ¿Tan horrible es el mundo en
el que vivimos?

Aquí se mezclan varias de las reflexiones de las que hablábamos al inicio: la primera, cómo un
carácter autoritario como el del padre puede llegar a someter tanto a su mujer como al resto del
la familia. El patriarca decide el futuro de sus hijos, adiestrándolos como si fuesen perros,
obligándoles a comportarse, al fin y al cabo, como animales en busca de su recompensa.
Recompensa que sólo él puede darles, convirtiéndose, entonces, en imprescindible, en superior.
Así, sus hijos son como robots (incluso hablan y actúan como tales), que obedecen sin rechistar y
sin hacer preguntas. Pero, ¡ah!, incluso en los perros el instinto a veces puede superar años de
entrenamiento. Esto es lo que experimenta, poco a poco, la mayor (además, se nos da a entender
que mucho antes hubo otro hermano que consiguió escapar, que siguió también sus instintos):
gracias al "regalo" descubrirá la violencia, el sexo... y, por supuesto, querrá saber más. Y es que, tal y como se hace el paralelismo en el
film con Rex, el perro que quiere llevar a casa el padre pero que está en un centro de adiestramiento, los hijos están en la fase 2..., pero
llegarán, uno a uno, a la fase 5, a estar preparados para salir del centro.

Otra reflexión: aunque el carácter del padre sea obsesivo, hay algo en nuestra vida que le empujó
a proteger a sus hijos. En este punto la película nos recuerda mucho a la decisión que toma la
comunidad de El Bosque (The Village; M. Night Shyamalan, 2004), al aislar a sus familias para
que no conozcan el peligro de una sociedad cada vez más violenta. Así, se nos antoja que el padre
tiene verdadero miedo a su entorno, a la sociedad, a un mundo en el que, seguramente, él no
puede ser nadie destacable... y por eso necesita adiestrar a su familia, consiguiendo un doble
objetivo: protegerles de afuera, de lo desconocido, siendo él el centro de sus vidas. Pero claro... si
ellos aprenden de mí, su padre, y quieren escapar... ¿qué he hecho mal? Pues, seguramente, ser
como soy. El control, la imposición de seguir el camino a través de la violencia si se actúa fuera

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de las instrucciones impuestas... eso también existe en los hijos. Un control que se transforma en invención continua para dar explicación
a los sucesos "extraños", que irremediablemente acceden desde el peligroso exterior (la entrada de un gato en el jardín, que mata
agresivamente el hijo sin saber muy bien de dónde le viene esa necesidad, se convierte en la excusa perfecta para designar al inocente
animalillo como una criatura feroz que asesina humanos). Un control que impide ser feliz, aunque sea el objetivo inicial de la creación de
ese submundo aislado. La felicidad truncada por la educación... la educación que puede provocar grandes destrozos en la mente
humana... (¿es esta otra reflexión a tener en cuenta?).

Todo esto nos lo explica el director, Yorgos Lanthimos, en escasa hora y media de metraje,
durante el que, paradójicamente, no es que ocurra gran cosa. Lenta en su desarrollo, nos
sentimos en todo momento espectadores, intrusos en esta narración, pero atrapados, como ellos,
en la casa, observando en la gran mayoría de secuencias, desde un ángulo que nos impide ver las
caras de todos los personajes (la cámara se sitúa a la altura el pecho, un poco por debajo de sus
cabezas). A veces nos hace sentir también como perros que miran lo que sucede sin poder hacer
nada. Otras, nos ayuda a no personalizar lo que está pasando... porque podemos extrapolarlo a
alguna vivencia, si no propia, del conjunto de la sociedad en la que vivimos, o podríamos llegar a
vivir.

Por si fuera poco, el director nos acaba regalando un final abierto. No sabemos qué pasa con la mayor, ni con los otros. ¿Acaso importa?
¿Es necesario concluir su historia, su devenir? La verdad es que no. Ya tenemos suficiente... el final sólo lo sabemos cada uno de nosotros,
lo construiremos con nuestra forma de actuar, día a día, a partir de ahora.

El cine griego está de enhorabuena. Canino irrumpe en las pantallas para hacernos ver que no sólo puede hablarse de la felicidad y de las
costumbres de su país, como en Mi gran boda griega (Joel Zwick, 2002) o Mamma Mia (Phyllida Lloyd, 2008), sino que tienen
mucho más que decir (no en vano se alzó con el premio "Un Certain Regard" en el pasado Festival de Cannes). De obligado visionado para
cualquiera que tenga inquietudes filosóficas sobre el funcionamiento del núcleo familiar, Canino representa el futuro alternativo de
nuestra especie. No dejemos que llegue a ser el real.

Festival y galardones:

Festival de Cannes 2009. Premio Un certain regard.

Festival de Sitges 2009. Sección Oficial. Premio Jurado Carnet Jove Mejor Película Fantàstic.

Festival de Mar de Plata 2009. Competencia Internacional.

Ficha técnica:

Canino (Kynodontas), Grecia, 2009

Dirección: Yorgos Lanthimos


Producción: Yorgos Tsourgiannis
Guión: Yorgos Lanthimos, Efchimis Filippou
Fotografía: Thimios Mpakatakis
Montaje: Yorgos Mavropsaridis
Música: Leandros Ntounis
Interpretación: Anna Kalaintzidou, Aggeliki Papoulia, Christos Passalis

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El Espectador Imaginario 2009 -


ISSN 2013-438X
2014

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