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“Los colores olvidados” ha viajado alrededor del mundo

gracias a los 640 patrocinadores que ayudaron a dar vida


este proyecto con éxito en Kickstarter en abril de 2015.

Escrito por:
Silvia G. Guirado
Ilustrado por:
David Garcia Forés
Desiree Arancibia
Marta García Pérez
escritos por:

ilustrados por:

con la colaboración especial de:


Para todos aquellos que alguna vez
olvidaron los colores.

Créditos
Los colores olvidados y otros relatos ilustrados, de Silvia González Guirado
Ilustraciones: David Garcia Forés, Desiree Arancibia y Marta García.
Incluye el relato El guardián de la imaginación (2011), escrito por Silvia González Guirado e ilustrado por David Garcia Forés.

Nos dio las notas musicales (book-trailer) y maquetación: Teo Grimalt


Nos dio movimiento a las ilustraciones (book-trailer): Carlos Ruiz
Dirección de Play Attitude: Efrén Garcia
Nos cubrió las espaldas: Carlos Fort
Nos acompañó en el proyecto: Nuria Salarich, Mercedes Castelló, Montse Ceamanos y Naiara Chaler

www.loscoloresolvidados.com
Diseño web: Francesc Tovar y Alex Kryzhanovskyy

Tercera edición: Marzo 2013


© 2009 PLAY Creatividad S.L.
Historiador Maians, 20 bajos. 08026 Barcelona
Tel.: 93 435 78 88. Fax: 93 456 83 10
E-mail: play@playcreatividad.com
www.playcreatividad.com

Depósito legal: B-3751-2013


El ISBN es 978-84-15149-41-5
Impresión y encuadernación: El Tinter S.A.L.
Impreso en España.

Reservados todos los derechos. Queda prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción
total o parcial, o distribución de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos el tratamiento informático y
la reprografía.
De las ventas de este libro se dona un 10% a la ONGD Educación Sin Fronteras.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con
la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si
necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
Índice
Los Colores olvidados
ilustrado por David
11 Hazme el humor
ilustrado por Desiree
54
Cuento del lunes
ilustrado por David
22 Una historia de princesas
ilustrado por Marta y Desiree
58
Serafín, el desafinado
ilustrado por Desiree
24 Chew Wang
ilustrado por David
64
Riley
ilustrado por David
30 Los pequeños placeres
ilustrado por David y Desiree
68
La alianza
ilustrado por David
34 Futuro perfecto
ilustrado por Marta
70
Amour Fou
ilustrado por Claudia
40 Cuento del Viernes
ilustrado por David
75
Agua
ilustrado por Desiree
46 maginando nuevos Mundos
ilustrado por David
76
No creo en la mala suerte 48
ilustrado por Marta
Diario de Apuntes
ilustrado por David y Marta
87
El guardián de la imaginación 96
ilustrado por David

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Prólogo
ste libro es el primer paso que damos el equipo que hacemos realidad PLAY
ATTITUDE, un proyecto desarrollado desde la agencia PLAY Creatividad. Y por sí
solo, este libro es un éxito.

El principal éxito de este libro, para mí, es haber descubierto a una gran escritora, Silvia, que
llegó a PLAY hace dos años como asistente de cuentas..., y que en alguna reunión me había
comentado: “Efrén, aún no sé cuál será exactamente mi lugar en Play, pero más tarde o más
temprano lo encontraré...” Y así ha sido. Ha hecho el trabajo de escucharse y fluir para acabar
descubriendo, de momento, un gran talento como escritora. ¡Gracias, Silvia, por tu actitud
siempre tan FRESCOLÓGICA!

Tampoco puedo dejar de explicar la anécdota de mi gran compañero, David, que, quién lo iba
a decir... Un estudiante de económicas perfectamente programado por la sociedad para ser un
gran funcionario de Hacienda y que un día descubrió otra manera de vivir. Desde entonces,
nos UNE la ilusión por hacer lo que nos gusta: a él dibujar y a mí crear... Lo que a algunos les
parecía un juego o una pérdida de tiempo, para nosotros era AMOR por lo que hacíamos y nos
gustaba. Y ahora David es un gran creativo reconocido que, gracias a escuchar lo que deseaba,
está haciendo de su vida un ejemplo para muchos.

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La magia de la vida: todo es cambio, todo está en constante movimiento. No hemos de sufrir
por retener lo que tenemos, ni aferrarnos a aquello que nos da seguridad... La única cosa que
tenemos es nuestro presente. Hemos de ser valientes y confiar, y por mi propia experiencia
te puedo asegurar que si escuchas dentro de ti y haces lo que realmente te motiva y te hace
sentir feliz, tendrás aquello que deseas. Es una ley, como lo es la ley de la gravedad: no se ve
a simple vista, pero se puede experimentar, existe. ¡HAZ LA PRUEBA! Nosotros, desde PLAY
Creatividad estamos constantemente trabajando para intentar ser fieles a nuestros ideales,
haciendo realidad nuestros sueños, sin pensar en la seguridad o el éxito. ¡El verdadero éxito es
hacer en cada instante aquello que nos hace vibrar! Y uno de los primeros resultados de esta
filosofía, a la que llamamos FRESCOLOGÍA, es este libro que tienes entre las manos...

Y, cómo no, uno de los propósitos de este libro es compartir contigo los valores que intentamos
aplicar y expandir en nuestro día a día a través de unos cuentos que seguro que te harán sentir.

Gracias.

Efrén Garcia i Artero


Emprendedor de ideas frescológicas.

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Prefacio
uchas veces uno sabe en su fuero interno lo que desea, aquello que de alguna
manera le motiva y le llena de emoción e ilusión. Esto suele suceder cuando aún
somos un poco niños y conservamos esa inocencia que luego, en muchas ocasiones,
vamos perdiendo. Nos han enseñado que hacernos adultos equivale a renunciar a
esas ilusiones. Y, efectivamente, uno se acaba perdiendo en caminos sin sentido.

Hace poco algo provocó que volvieran a despertar en mí esos anhelos. Circunstancias de la
vida: en este caso, una propuesta de Desiree, una amiga y compañera de trabajo, que consistía
en escribir un libro de cuentos, que luego ilustrarían los compañeros. Pero no unos cuentos
cualesquiera, sino unos relatos inspirados en una colección de camisetas que los diseñadores
de la agencia habían realizado previamente.

Y así me lanzaron el reto. Cada camiseta trataba sobre un concepto reducido a su mínima
expresión, es decir, una imagen. Ni que decir cabe que eso es lo más complicado para alguien
a quien le gusta escribir y jugar con las palabras. Reducirlo todo a una imagen. Ahora tocaba
hacer el camino a la inversa. Transformar esa imagen en una historia. Darle una vuelta de
tuerca —o dos, o tres— y añadirle dosis de narración y magia.

Todo este proceso resultó una aventura divertida y extremadamente creativa. Afortunadamente,
los diseños me dieron las primeras pautas para dejar volar la imaginación y recuperar esa parte
infantil a la que todos, absolutamente todos, deberíamos retornar de vez en cuando. Con
la libertad como único instrumento, en los relatos he querido recrear otros mundos, otros
lugares, otros tiempos, y mezclar la fantasía con la realidad. Porque detrás de esas imágenes
que tan bien han interpretado e ilustrado mis compañeros David, Desiree y Marta, los relatos
versan sobre temas universales. Al fin y al cabo, uno es lo que ha visto y vivido y escribe
sobre lo que conoce, así que cualquier anécdota, canción, película, gesto o situación del día

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a día puede ser fuente de inspiración. A partir de ahí, la fantasía ha hecho el resto y ha sido
el recurso utilizado para profundizar en la realidad, extraer la belleza que se esconde en lo
cotidiano y que a veces olvidamos.

Por otra parte, cada uno de los quince relatos ilustrados cuenta con unos protagonistas muy
humanos. Y pongo humanos en cursiva, porque no siempre son personas, sino otros seres a
los cuales se les ha otorgado un carácter muy personal y humanizado y con los que el lector
se podrá sentir identificado. Los primeros protagonistas son Carmesina y un Gato Negro, que
representa la buena suerte y que revelará todo un mundo de posibilidades a la primera.

Y es que, como decía, uno escribe sobre lo QUE conoce, aunque luego le añada gotas de
imaginación y dosis de fantasía. Y es que yo también he tenido la buena suerte de conocer a
un Gato Negro, literal y metafóricamente hablando. Literalmente, un precioso gato que me
acompaña en mis jornadas laborales y enternece mis rutinas. Metafóricamente, ese Gato
Negro de la buena suerte para mí ha sido PLAY Creatividad, el lugar donde trabajo, que me
ha ofrecido la oportunidad de imaginar y escribir estos cuentos y de conocer a diez cabezas
pensantes y creativas pero, sobre todo, a diez compañeros.

Creo que ese Gato Negro, esa buena suerte, llega cuando menos lo esperas y de la forma más
curiosa. A ti, que estás leyendo este prólogo, me gustaría preguntarte cuál ha sido tu Gato
Negro. Y si piensas que aún no te ha llegado, estate atento, porque este gato siempre acaba
llegando aunque se muestre de mil maneras diferentes.

Mientras lo recuerdas, lo disfrutas o lo esperas, te invito a darte un tiempo y sumergirte en


estas historias, esperando que las disfrutes del mismo modo que nosotros hemos disfrutado
creándolas.

Silvia González Guirado

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«Y yo puedo llegar a ser como las personas mayores,
que solo se interesan por las cifras.
Para evitar esto he comprado
una caja de lápices de colores».


El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

armesina nació en el seno de una familia cualquiera en una ciudad triste de un lugar poco
conocido. Vino al mundo en una mala época: los países iban a la deriva y el ambiente de
hastío no era el más indicado para traer niños al mundo. Tal era el desaliento que sin saber
cómo ni por qué hasta los colores empezaron a desaparecer, dejándolo todo de un gris frío
e impersonal. Carmesina fue concebida sin la pretensión de sus padres, que no creían que se pudiera
crear vida, ni mucho menos mantenerla, en aquellos tiempos de estados carenciales. Sin duda, eran
días oscuros, inapetentes y de crisis generales. A medida que el gris parecía extenderse, todo el mundo
sucumbía al desánimo.

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Carmesina a los 6 meses
Por eso, Carmesina, nada más nacer, fue un ápice de esperanza para sus padres y un caso curioso, pues
era la primera niña en muchos años que nacía con los ojos azules en lugar de la mirada oscura del resto
de infantes.

No se sabe si fue por la claridad de su mirada, pero Carmesina siempre mostró un interés desmedido por
los pocos colores que aún restaban en su mundo. Por esa razón, uno de sus primeros regalos fue una caja
de lápices de colores, una de las pocas que quedaban en el mundo. Para su desgracia, el siguiente regalo
fue un parche para el ojo. Sí, Carmesina sufrió un accidente siendo pequeña y se quedó sin la visión de un
ojo. De la manera más absurda, como suelen suceder estas cosas. Mientras una tarde jugaba con los niños
a las canicas oscuras, descubrió que entre todas ellas brillaba una de forma especial.

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Una canica de un rojo intenso, casi púrpura, como no había visto antes. La niña se agachó hacia el
montoncito de canicas para observarla detenidamente. Mientras apoyaba su cabeza en el gris asfalto, otro
niño se dispuso a lanzar su canica hacia el resto. Al instante, un grito, un alarido de dolor de Carmesina.
Su ojo derecho había recibido el impacto del resto de las canicas y otro rojo, diferente al de la canica, se
extendía por el asfalto.

A partir de aquel día la vida de Carmesina cambió por completo. No solo había perdido la visión de un ojo,
sino que sus padres le habían retirado su caja de colores, porque según su madre «el color había traído
la desdicha a su casa». Para colmo de infortunio, el resto de niños la repudiaban, pues nadie quería tener
una amiga con un parche en el ojo. Así pues, no le quedaba nada más que restar apartada y sintiendo
pena de sí misma. Lloraba y lloraba, y el parche se le empapaba de tristeza y desesperanza. Sin embargo,
existía una única cosa que le alegraba la vida: recordar aquel color que había descubierto entre tanta
oscuridad. Sus padres intentaron evitar cualquier nuevo contacto con los colores, pero Carmesina, con
ese recuerdo, incesantemente los buscaba. Mientras caminaba por la calle, mientras observaba los libros
de clase, mientras paseaba por el campo, imaginaba y buscaba con anhelo algún síntoma de color. Pero
cada vez iban quedando menos tonos con los que pintar el mundo.
Un tarde cualquiera, cuando Carmesina me falta un ojo? —le interrumpió Carmesina,
ya era jovencita y estaba buscando un molesta por tanto comentario.
retazo de color, se cruzó por delante de
—No soy ni ciego ni tonto; como mucho, un
ella un gato —como no podía ser de otra
gato repudiado por la buena suerte. Pero
manera— negro. El gato se detuvo y empezó
sí que sé que buscas desesperadamente los
a observarla. Al fin, Carmesina también lo
colores —dijo el Gato Negro. La muchacha,
miró y le interrogó sin esperar respuesta:
extrañada, preguntó:
«¿Por qué me miras tan fijamente, Gato
Negro?». Y sin saber cómo ni por qué aquel —¿Y tú cómo sabes eso?
gato le contestó: «Te observo porque tu —Ya te lo he dicho, hay muchas cosas que
mirada tiene un color que yo hacía mucho desconoces —contestó el gato lamiéndose el
que no veía». pelaje.
Carmesina no podía creer lo que su único —A ver, gato listillo, ¿qué cosas desconozco?
ojo estaba viendo. El gato prosiguió: «Sí, —prosiguió Carmesina.
ya sé que te parece un poco extraño que
—Que el color existe, que es real, pero que
hable, pero es que hay muchas cosas que tú
un día las personas dejaron de creer en los
desconoces. Como que los gatos hablamos
colores y estos empezaron a desaparecer. Pero
y que los colores existen, como sucede en tu
yo sé dónde están —dijo el Gato Negro casi
mirada».
susurrando como si fuera un secreto.
—¿Por qué insistes en mi mirada? ¿Acaso
Carmesina, emocionada, preguntó: «¿Dónde?
eres un gato ciego o tonto, que no ve que
Dime dónde están, que los iré a buscar». Y el

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gato le contestó: «No es tan fácil», a lo que
Carmesina insistió: «¡Pero dime dónde! Yo
decidiré si es fácil o difícil».

—Te puedo asegurar que es complicado...


—prosiguió el animal. Carmesina, cada
vez más impaciente por saber, acabó
acercándose al gato y cogiéndolo por el
pellejo, díjole:

—Venga, listillo, dímelo...

El gato, removiéndose, se soltó y le gritó:


«¡Están dentro de cada uno! ¡Búscalos!».

Y el gato salió huyendo y se perdió entre


la oscuridad de la ciudad. Carmesina se
quedó mirando cómo el gato se confundía
con la negrura de la calle, preguntándose
qué quería decir aquello de buscarlos
dentro de cada uno. Tal vez había llegado el
momento de bucear en su interior y dejar la
autocompasión para dar rienda suelta a la
inspiración. Pero, ¿por dónde empezar?, se
preguntó la niña Carmesina.

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Después de aquella peculiar conversación, la curiosidad de Carmesina se había incrementado, y aquella
misma noche, mientras cenaba con sus padres, Carmesina se armó de valor y se decidió a preguntar:
«¿Por qué no hay colores en el mundo? ¿Desde cuándo sucede esto?».

Los padres se miraron y no contestaron, pero Carmesina insistió, a lo que su madre con desidia explicó:
«Eso es cosa de hace tiempo. A nadie le interesa... ». Carmesina, llevando la contraria, contestó: «A mí sí
me interesa, mamá».

—Hija, has de entenderlo, si nadie habla ya de esas cosas, por algo debe ser... —contestó la madre intentado
obviar las preguntas, a lo que Carmesina no pudo reprimirse:

—¡A nadie le interesa porque la gente está dormida y no quiere despertar!

En ese momento el padre saltó y, golpeando la mesa, gritó: «¡Ya está bien! Te prohíbo hablar de los
colores. Te recuerdo que fue uno de ellos el que te dejó sin un ojo. Aquella supuesta canica roja que viste,
pero que nadie encontró. Desde ese día, aquí nadie más habla de colores. ¡Y mucho menos tú! Así que
ahora deja de preguntar».

Cansada de que nadie le pudiera explicar lo sucedido, pero dispuesta a remediarlo, Carmesina intentó
entender lo que aquel gato le había relatado. Así que decidió buscar por la casa los colores que un día le
quitaron. Intuía que debían estar por allí y, después de mucho buscar, encontró la vieja caja de lápices.
En ese mismo momento volvió a dibujar y pintar, y así Carmesina fue pintando el mundo tal como lo
imaginaba, olvidándose del gris y coloreando los árboles en azul, la tierra en granates, el cielo de color
verde claro y los edificios de diferentes tonalidades. A Carmesina ver todos aquellos colores le dulcificaba
el carácter y la llenaba de entusiasmo. Así puso toda su intención en pintar, a escondidas en su habitación
para no ser descubierta ni ella ni sus dibujos. ¡Qué hubieran dicho sus padres al verla rebelarse!

Una de esas tardes grises, mientras estaba sentada en un banco, volvió a aparecer alguien a quien conocía:
el Gato Negro de antaño. Él se sentó junto a ella y empezó a mirar con interés el cuaderno donde pintaba.
Y el gato comentó emocionado: «¡Es increíble! ¡Pensé que nunca más volvería a ver el mundo de colores!».
Carmesina, sonriente, le contestó: «Sí, es increíble. No entiendo por qué la gente dejó de pintar y creer en
el color, dejándolo todo tan gris y mustio».

El Gato Negro suspiró: «Yo tampoco lo entiendo. Esto es cosa de los humanos, que sois bien extraños.
Muchas veces dejáis de intentar recuperar aquello que os puede dar la felicidad».

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Carmesina prosiguió: «La lástima es que los
colores se me están acabando y no sé cómo
conseguir más». El Gato Negro, al oír aquello,
sugirió a la muchacha: «Tengo una idea.
Empieza a mostrar tus dibujos. Tal vez alguien
te los cambie por colores, de aquellos que se
fueron arrinconando en los altillos y en las
buhardillas de las casas».

Siguiendo el consejo del Gato Negro, Carmesina


colgaba cada día uno de sus dibujos en un árbol
de la plaza central de su ciudad. Algunos se los
encontró arrancados, pero no se entristecía,
porque prefería pensar que quien se lo había
llevado necesitaba el color para volver a
ilusionarse. Otras veces aparecían tal cual y, en
la mayoría de las ocasiones, alrededor del dibujo
había mucha gente observándolo. Viendo que el
consejo del Gato Negro le había funcionado, al
cabo de unos días, junto al dibujo Carmesina
dejó una nota donde solicitaba ayuda: «Si
quieres seguir viendo el mundo de color,
ayúdame a pintarlo. Necesito lápices, pinturas,
cualquier cosa que sirva para dar color». Y así,
cada día aparecía algo: un lápiz, una témpera,
un pincel, una acuarela.

La noticia se fue difundiendo y los dibujos de


colores se fueron haciendo famosos. Entonces
Carmesina, que tenía más colores, pintaba más
y podía regalar más dibujos por su ciudad. La
gente los miraba embelesada y dejaba mensajes
pidiendo más. Escondida entre la muchedumbre,

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Carmesina se acercaba como una ciudadana más para ver la reacción de la gente. Entre ella oyó un
comentario de un niño que le llamó la atención: «Mamá, yo también quiero pintar con colores...». La
madre del niño contestó: «Bruno, es complicado, no tenemos colores». Aquella situación conmovió el
corazón de Carmesina, que los siguió hasta su casa y, en el buzón, les dejó un par de colores con una nota
que decía: «Bruno, pinta tu mundo para que lo único que quede oscuro sea el significado de tu nombre».

Al día siguiente, Bruno se encontró con el regalo y nada más entrar en casa se puso a dibujar con ese
tesoro que le había llegado. Carmesina, sin saberlo, estaba prodigando el color por el mundo y, de paso,
la ilusión que las personas habían ido abandonando.

Al ver tantos colores y dibujos, las personas empezaron a despertar del letargo y todo el mundo quería
hacer lo mismo: pintar. Por primera vez en décadas, la gente recuperaba los colores que había relegado e,
incluso, una fábrica, viendo el futuro mucho más claro, decidió lanzar nuevas cajas de colores. Primero,
los más básicos: lápices verdes, azules, rojos. Poco a poco, aparecerían el resto. Y no solo lápices; también
pinturas, acrílicos, témperas. El mundo parecía ir recuperando su

Siguiendo el éxito, otra empresa aprovechó la ocasión y creó toda una gama de pinturas para edificios y
calles. La gente pasaba sus días festivos pintando las fachadas y los balcones de los colores más estridentes.
Sin duda, aquello estaba transformando los semblantes, y las personas sonreían al ver el color con que su
vecino había pintado el alféizar o la puerta de la entrada.

Los días parecían cada vez menos tristes y más llamativos. Aumentaba la alegría y la esperanza entre las
gentes y, como por arte de magia, hasta los niños nacían con los ojos claros y no, como hasta entonces,
oscuros y pardos.

Incluso los colores más extraños, aquellos más olvidados, fueron recuperados por Carmesina a través
de muchas aventuras que nadie conocía. De aquellos viajes volvía con el añil, el púrpura, el amarillo
limón, el rosa palo bajo el brazo, y así hasta completar todo el espectro de tonalidades. Y entre rescate y
rescate fue pasando el tiempo, mientras Carmesina cumplía años y acumulaba conocimientos y sabiduría
sobre pantoneras, colores y combinaciones. Se había convertido en toda una experta, y ya viejecita recibió
una inesperada visita: el Gato Negro volvió a su vida. Aunque muchas veces había aparecido en ella para
contarle historias y relatos de mundos fantásticos, ahora hacía tiempo que no venía a visitarla.

—¡Pero aún vives, viejo amigo! Creía que los gatos vivíais pocos años, aunque tuvierais muchas vidas.

—¿Ves? Sigue habiendo muchas cosas que tú desconoces...

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—Tienes razón, hay muchas cosas que aún no sé. Aún no he logrado conocer qué rojo era aquel de la
canica. No he conseguido encontrarlo... Lo veo claro en mi pensamiento, pero aún no he sido capaz de
descubrirlo en ningún lugar que no sea mi cabeza.

—Claro que no lo has encontrado porque ese color no existe —dijo rápidamente el Gato Negro.

Carmesina, extrañada, preguntó: «¿cómo que no existe?», y el gato, muy serio, le contestó: «Ese color
nunca existió en la realidad. Ese color solo lo viste tú, desde tu interior. Nunca hubo una canica roja tan
brillante. Fueron tus deseos de ver el color lo que te hizo verlo... Normalmente todas las grandes cosas
empiezan así. No existen, solo son una sensación, una idea, un sentimiento, una promesa latente en cada
uno, y lo único que tenemos que hacer es dejar que salgan hasta convertirlas en realidad».

—Creo que lo entiendo —siguió Carmesina—. Aquel color fue un reflejo de mi interior y de mis ganas de
retornar el color al mundo. Supongo que ahora debo ser capaz de encontrar aquel color que me robó, no
la vista, sino el corazón. Investigaré, viajaré, probaré hasta volver a encontrar aquel color. Y cuando lo
halle, lo llamaré carmesí.

—Me parece una gran idea —contestó el Gato Negro—. Veo que has entendido todo lo sucedido, pero no te
creas que por saber esto no sigue habiendo muchas cosas que tú desconoces...

La viejecita afirmó:

—Sí, como, por ejemplo, de qué color eres tú en realidad.

—Yo soy un Gato Negro, pero podría ser del color que tú quisieras, solo deberías imaginarlo —proclamó el gato.

—Entonces, si te imaginara de otro color, ¿dejarías de ser el Gato Negro que atrae a la mala suerte?
—preguntó Carmesina con curiosidad y picardía.

—¿Ves como hay muchas cosas que tú desconoces? Yo ya fui en busca de la Mala Suerte y, cada vez más,
estoy consiguiendo que las personas no asocien mi negrura con la desgracia. Pero cómo conocí a la Mala
Suerte es otra historia y otro día te la contaré...

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Cuentodellunes
Hoy es lunes, primera hora de la mañana. Con más sueño que
ganas espero el autobús para ir al trabajo.

Bostezo y me quejo, porque preferiría, como la mayoría


de los mortales, seguir entre los brazos de Morfeo.

Para evadirme, imagino otras realidades, otras situaciones,


donde el lunes deja de ser lunes y pasa a ser un eterno
domingo —o mejor, un sábado, que los domingos pueden
parecer deprimentes—. ¡Ay, qué felicidad! Pero es abrir los ojos
y retornar a la realidad, esperando en la parada a que llegue el
autobús que, como siempre, va con retraso.

Pero alguien nuevo ha llegado. Una mujer pasea a su perro.

El animal es el único que parece jovial, jugando y divirtiéndose


con su propio rabo. Persiguiéndolo y persiguiéndose a sí mismo, el
animal ha logrado captar mi atención.

Mirándolo, no dejo de sonreír y de pensar que la felicidad es


ese instante que se esconde tras las cosas más sencillas y, además,
está más cerca de lo que uno pueda imaginar. El perro la
encuentra en su cola y yo al mirarlo a él… Por fin, llega el autobús.

Hoy es lunes, primera hora de la mañana, y con más sonrisas


que sueño entro en el autobús para ir a trabajar.

22
Serafín, el Desafinado, se había sentido diferente desde siempre, pero eso era
algo normal, teniendo en cuenta que su color era especial y que solo tenía
un único ojo, pero esa es otra historia que tarde o temprano os explicaré. El
resto eran rubios y blancos y piaban de una manera dulce y suave. Él era un
pájaro único, con un ojo pardo y de pelaje oscuro y, además, con un trinar
por educar. Y, evidentemente, todo esto le preocupaba porque le dejaba
apartado del resto de sus hermanos y compañeros.

Ya de pequeño no había podido participar en la coral municipal, porque nadie


era capaz de soportar sus trinos desafinados. Poco después, cuando se hizo
adolescente, las féminas pájaras del lugar no se acercaban a él. Creían que
su extraño color se debía a que padecía alguna enfermedad y que no duraría
ni dos días. ¡Qué porvenir les esperaba a las reinas de la casa con un pájaro
enfermo de compañero!

El caso es que Serafín se iba arrinconando y


cada vez se quedaba más solo. Y al final,
le cogió el gusto a aquella soledad y no
necesitaba a nadie más. Se construyó
un nido en una rama apartada, donde
apenas lo vieran y lo oyeran. Y allí
pasaba sus días y sus noches.

25
Una mañana soleada, una garza se posó en su rama. La garza,
sin entender ese exilio, le preguntó:

—¿Qué haces aquí solito, pajarito?

—Es que nadie quiere estar a mi lado —contestó tristemente


Serafín.

—¿Y por qué crees que nadie quiere estar a tu lado? —continuó
interrogando la Garza.

—¿No ves de qué color soy? Mi vida ha sido oscura, tan oscura
como mi plumaje. Ni mi familia me quería —suspiró Serafín—.
Por eso me fui, porque allí no era feliz. Lo he pasado muy mal
y ahora estoy solo para toda la vida.

—Pajarito, ¿no crees que estás exagerando? Creo que no


deberías resignarte ni pensar en el pasado. Tal vez sea el
momento de despegar hacia otros rumbos, y a lo mejor así
serás más feliz que comparándote con los demás.

Serafín se quedó pensativo, pues la Garza le estaba sermoneando con mucha razón. La
Garza concluyó:

—Creo que si tú quieres podrías mejorar tu situación.

Después de aquella conversación con la Garza, Serafín decidió volar del nido familiar y se fue
en busca de un jilguero y gran maestro para que le enseñara a cantar. No podría cambiar el
color de su plumaje, pero sí podría mejorar sus cuerdas vocales. Junto al jilguero, aprendió
a colocar la voz, a trinar desde la nota más baja a la más alta y, después de muchas clases e
intentos, descubrió que su principal virtud con la voz era imitar el piar de cualquier animal.
Estaba claro que no tenía la voz de sus hermanos, pero había descubierto su capacidad
para imitar. Eso era algo único e inaudito en aquel lugar.

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Tan contento estaba Serafín que volvió al nido familiar y se puso a piar. Al hacerlo con tanta
suavidad, todos se quedaron sorprendidos. En principio la gente le alabó por el trabajo
bien hecho, y Serafín se sentía cada vez más orgulloso y, de tanto orgullo, su pecho se le
hinchaba cual pichón presumido. Serafín creía que este era el primer paso para sentirse
integrado, pero aquello duró poco. Los pajaritos seguían sin aceptar el color de su hermano
y se lo comentaron. Serafín, entre rabioso y triste, porque no lo aceptaban, se volvió a ir,
pero esta vez no a la ramita del árbol de al lado, sino a un lugar bien lejano. Serafín se fue
a explorar mundo y viajó por muchos lugares y conoció a muchos animales. Y en su largo
recorrido descubrió a los loros verdes del Amazonas, a los jilgueros canarios, a los pájaros
carpinteros tiroleses, a los subepalos australianos, y así hasta un centenar de especies.
Viajando entre bosques y ciudades, una tarde se encontró con alguien que le resultaba

tremendamente familiar. Serafín le miró fijamente, mientras el otro parecía no inmutarse.


Sorprendido, Serafín, finalmente, le sugirió:

—Perdona, creo que tú y yo nos conocemos.

—Es posible —comentó el pajarito—. Aquí somos muchos iguales y es posible que nos
hayamos visto antes.

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—¿Muchos iguales? —preguntó un Serafín al mundo, para al final, encontrarse a
sorprendido. si mismo justo al lado de donde había
vivido de niño.
—Claro, mira hacia el horizonte.
Serafín se adaptó fácilmente a su nueva
Y de la línea del firmamento aparecieron vida con la familia a la que pertenecía.
decenas, cientos de pájaros, y todos eran Por primera vez se sentía integrado y no
iguales que él. Inocentemente, Serafín un extraño. Por esa razón decidió volver
preguntó a su conocido: a visitar a sus antiguos hermanos.

—¿Es verdad lo que mi ojo ve? ¿Soy igual Al llegar allí, todo el mundo se alegró. En
que vosotros? el fondo, lo habían echado de menos. Los
pájaros rubios y blancos se sorprendieron
—Pajarillo, parece que jamás hayas visto de verlo tan bello. Aquel pajarito negro
un estornino —le contestó el otro pájaro no parecía el mismo al que años atrás
tranquilamente. habían eludido. Ahora lo reconocían
como un auténtico estornino e, incluso,
En ese momento, Serafín cayó en la alguna pájara fémina le revoloteó con
cuenta: interés de algo más. ¡Qué distintas eran
las cosas!
—¿Eso soy yo? ¿Un estornino?
Aquella noche pasó por allí la Garza,
—Pues claro, no creerías que eras un quien le reconoció de años atrás:
jilguero —contestó el otro estornino.
—¿Qué ha ocurrido, amigo, que ahora
El ojo de Serafín se abrió de par en par y ya todos te aceptan e, incluso, alguna
batió las alas en señal de felicidad. Ahora fémina te venera?
ya sabía quién era. Había dado la vuelta
Serafín muy afablemente le comentó:

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—Tenías razón, Garza, no necesitaba compasión ni que me compadecieran. Lo importante
era aceptarme a mí mismo y, en ese instante, encontré mi destino. Cuando entendí y acepté
mi diferencia, los demás aprendieron de ella.

—Me alegro de tus palabras, estornino —contestó la Garza.

Al oír aquel nombre, Serafín le preguntó ansioso:

—¿Estornino? ¿Tú sabías que yo era un estornino?

—Claro, amigo —contestó la Garza con parsimonia—, yo sabía que tú no eras un


jilguero.

—¿Y por qué no me lo dijiste entonces? —le interrumpió con vehemencia—. Todo
hubiera sido más fácil; me hubiera ahorrado muchas calamidades.

—A veces de las dificultades se aprende más que del camino fácil —le dijo la
Garza—. Y hay cosas que solo uno puede descubrir cuando ha vivido lo que
tenía que vivir.

Y Serafín empezó a pensar en el jilguero maestro que le había


descubierto su don para imitar, y en sus viajes, y en sus vuelos
por el mundo, y se acordó de los loros verdes del Amazonas, de
los jilgueros canarios, de los pájaros carpinteros tiroleses, de
los subepalos australianos, y de todos los que le habían
enseñado. Era cierto que solo viviendo aquello podía
haber descubierto quién era.

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Nací —o, mejor dicho, me hicieron— allá por los años desafinada y mal acompañada por una voz cascada.
veinte, en plena crisis americana, en un taller de
Aquella costumbre de tocar por la calle cuales
Mississippi. Decían que estaba hecha con amor y con
pedigüeños se convirtió en algo normal, hasta que un
el máximo cuidado, de la mejor madera posible, y que
día, un hombre de color que rondaba la cincuentena
mi acústica era increíble. Pero sería porque no había
se acercó a mi dueño y le ofreció dinero a cambio de
dinero o porque la gente no estaba con ánimos para
mí. Mi dueño no quiso saber nada, pero aquel hombre
tocar, que pasaron años hasta que alguien me compró
siguió contándole: era para su sobrino, un niño solitario
y me sacó de aquel escaparate polvoriento, donde
que necesitaba a alguien como yo para sacarlo de su
se encontraban otras como yo, entre trombones y
situación. ¡No, por favor, caer en manos de un chiquillo!
tambores. Yo era una guitarra, pero no una guitarra
Aquello no era vida. Si en aquel momento hubiera
cualquiera, sino una con una larga vida por delante.
podido, me hubiera suicidado y pasado a mejor vida.
No había visto mundo y tenía muchas ganas de viajar
¡Un niño! Solo pensaba en eso. ¡Prefiero estar en la calle
y ser protagonista de conciertos y baladas.
con este hombre que ir a parar a manos de alguien que
Pero qué queréis que os diga, mi primera experiencia no sabría tocarme! Finalmente, mi dueño aceptó el
al ser tocada no fue muy agradable. El hombre que me cambio por un buen fajo de billetes –aunque no tantos
compró, un cantante con poca habilidad y menos tacto, como lo que yo valía.
me rompió varias cuerdas, además de golpearme en
El hombre me cogió en sus brazos y me sonrió. Parecía
varias ocasiones. Si aquello era lo que me esperaba,
feliz de haberme comprado y, sin que él supiera que yo
hubiera preferido quedarme en casa. No hubo
le escuchaba, oí que decía: «Riley, ya tengo tu regalo.
conciertos, ni canciones, ni gente coreando mi nombre.
Estoy seguro de que esto cambiará tu vida». ¿Cómo
Solo hubo celos de su esposa, que no lograba entender
podía creer aquel hombre que un niño podría tocar? Es
que su marido sintiera más pasión por una guitarra
más, ¿cómo podía pensar que yo le cambiaría la vida
que por ella. Entre el poco interés y el poco dinero que
a nadie? Aquella misma tarde, en la que se celebraba
traía a casa, aquella mujer nos acabó echando. Así que
el decimotercer aniversario del chico, el hombre me
ya me veis apoyada en la espalda de aquel hombre,
presentó a su sobrino:
caminando sin destino fijo. ¡Maldita la hora en que
me había adquirido! El hombre, a falta de comida y —Riley, esta es tu nueva amiga. Espero que sea una
trabajo, se puso en una esquina de la ciudad a tocar buena compañía.
la guitarra, pidiendo limosna. ¡A mí, que siempre me
—Gracias, tío —le contestó el niño, mientras le abrazaba
habían dicho en el taller que yo había nacido para
conmigo en medio, entre cuerpo y cuerpo.
triunfar, para ser la protagonista! Ahora me veía en
la calle, reclamando caridad, y encima completamente Riley era el séptimo y último hijo de una familia pobre y

30
nunca había sido un chiquillo trasto, sino
el más sensato. Lo que más le gustaba
no era jugar a trepar árboles ni correr
por los campos, sino que lo suyo era
sentarse en el porche y escuchar a
su tío cantar aquellas letras que
hablaban de tristeza y melancolía.
Adele, la madre de Riley, no era
capaz de entender cómo su hijo
prefería aquellas letanías, que
incidían en la pobreza, a jugar con
sus otros hermanos. Y su madre
no era la única extrañada. En
general, toda la familia estaba
sorprendida, excepto su tío, el que
le cantaba cada noche hasta la
madrugada.
Si ya en su infancia había
sido un niño solitario y raro, en la
adolescencia aquellos rasgos se habían
acentuado. Algo preocupados por su
comportamiento, su tío tuvo la gran idea:
le regalarían una guitarra y se la enseñaría
a tocar. Pensaron que, tal vez, Riley no sería
el mejor atleta, ni el mejor mecánico, ni siquiera
que aquello le fuera útil en su vida —su madre
pensaba cómo le iba a servir una guitarra para
ganarse la vida—. Pero no importaba el precio,
ni el tiempo ni el trabajo extra que costara.
Aquel chaval necesitaba algo que le sacara
de esa soledad que le embargaba. Y así
llegué yo a las manos de Riley.

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El día de su cumpleaños, al caer la noche, Riley y su tío salieron al porche. Yo estaba
temblando por lo que iba a sentir. Riley me cogió con sus brazos jóvenes, mientras
su tío le enseñaba cómo acariciarme y puntearme. Con paciencia y mimo, aquella
noche de mí volvieron a salir algunos acordes para pedir clemencia, pero esta vez
eran para ser escuchados y cantados bajo la luz de las estrellas. La verdad es que la
vida que había llevado no me había permitido cuidarme mucho y, a veces, sonaba
desafinada, pero nunca por el muchacho. En sus brazos me sentí segura, mientras el
muchacho cantaba con emoción. Riley parecía feliz y yo también lo era. Tal vez no
fuera la protagonista de grandes conciertos, ni me corearan para seguir tocando,
pero creía haber encontrado un hogar y aquello era suficiente.
Entre acordes que se transformaban en increíbles melodías, fueron pasando los
años. Pero las cosas siempre pueden cambiar… a veces, a peor. Y así sucedió. Yo,
que había encontrado un hogar, de repente me vi de nuevo en la calle, esta vez
bien acompañada. Riley se largó de casa en busca de aventuras; se fue camino a
Memphis y me llevó con él. Al fin y al cabo, formaba parte de su plan. Su intención:
hacer algunos conciertos y tocar en algunas salas. Nada para tirar cohetes, pero sí
para sacarse las ganas. Aunque lo conseguimos, fueron tiempos complicados, de
mucha calle, mucha hambre y mucho favor. Pero no importó. Riley empezaba a
ser conocido y a sonar en algunas emisoras.
Y es que las cosas siempre pueden cambiar… a mejor. Aunque
el resto de la historia ya no os la voy a contar porque es más
conocida y, además, empiezo a sentirme algo cansada de tanto
hablar y recordar.
Hoy ya soy una guitarra vieja y hablo desde una vitrina.
Después de aquellos inicios difíciles llegaron tiempos mejores.
Mi vida ha sido larga y plagada de éxitos —dicen que él y yo
renovamos el blues—, pero al final del camino, lo importante, lo
que ha quedado, no han sido los triunfos. Lo que más recuerdo
son esos inicios, donde encontré a quien hoy me conserva con
tanto mimo. Juntos hemos hecho vida —incluso me salvó de
las llamas— sabiendo de dónde veníamos y, tal vez, adónde
íbamos. Perseveramos, tuvimos paciencia y todo fue llegando.
Él me dio vida y yo a él le devolví la alegría. Nos entendimos,
nos cuidamos y nos hemos querido. No era cuestión de
necesidad, sino de auténtica amistad. Sí, soy una guitarra y me
llamo Lucille. Ah, y por cierto, a Riley muchos le conocéis como
el famoso B. B. King. Esto es una historia… una historia real, una
historia de amistad.
Hubo una época en que humanos y animales vivían bajo una armonía única.
Existía un vínculo especial y un respeto mutuo por ambas partes,
llegando incluso a mostrar una relación de aprecio y adoración.

Dicen las tradiciones orales que este pacto tácito de amistad se selló en los días en que los hombres convivían
bajo la sabia madre naturaleza. Allí, en las estepas de la más profunda Norteamérica, una tribu de indios
aborígenes enfermó a causa de algo desconocido. El jefe, muy preocupado por el destino de sus hermanos,
preguntó al chamán sobre la posible solución. Después de discernir y consultar los astros, el chamán
concluyó que solo una hierba que crecía al otro lado de la pradera podría salvar sus vidas.

El único joven sano salió en su busca. El camino de ida fue tranquilo. Bajo cielos estrellados recorrió la distancia
a lomos de su caballo. Tras encontrar la hierba que tanto necesitaban, el joven emprendió el camino de vuelta.
Pero el animal empezó a flojear. El peor pronóstico se había cumplido: la enfermedad había atacado a su amado
caballo, y aunque le dio la planta mágica para comer, no hubo nada que hacer. La enfermedad había sido muy
agresiva y el caballo murió, dejando al joven decaído y desorientado.

En el asentamiento, el jefe y el chamán empezaban a inquietarse, pues el joven


estaba tardando mucho en llegar. El jefe envió señales de humo y el chamán
invocó a los espíritus.

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Pero ni las señales fueron oteadas en el horizonte,
ni los espíritus se apiadaron del muchacho.

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Para el joven, el tiempo se había detenido; la voluntad había decrecido y la sed aumentado. Su vida pendía de un
hilo, cuando un animal solitario surgido de la nada se le acercó. Primero pensó que sería para atacarlo, pero
sorprendentemente, solo le olisqueó y le miró de cabo a rabo. El joven, con el poco aliento que le quedaba, tocó
el pelaje recio y suave del animal.

En ese momento la vista se le empezó a nublar,


y cayó desplomado al suelo sumido en una profunda

El animal se acercó y, como si fuera un buen ladrón, le cogió su penacho de piel de toro y plumas

y desapareció...

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Los ojos del joven se entreabrieron, no sin esfuerzo, y pensó que ya habría entrado en el cielo.

Sin embargo, frente a él, el jefe de la tribu y el chamán le escrutaban con felicidad.

Con un susurro de voz, el joven preguntó qué había ocurrido. El jefe respondió: «Has sido un joven muy
valiente. Sorteaste a la muerte y nos trajiste la suerte». Y el chamán continuó: «Pero más valiente
que tú, ha sido el animal que nos condujo a ti.

Tú nos salvaste a nosotros y él a ti».

El joven, sin apenas fuerzas, se irguió y preguntó dónde se hallaba aquel animal,
pues quería agradecerle su fortuna. El jefe y el chamán le ayudaron a levantarse
y caminaron hacia el exterior de la tienda. Fuera era noche estrellada y, junto al
fuego, los niños y adultos jugaban y acariciaban al animal que les había salvado
de su mortal destino.

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Al acercarse, el joven se sorprendió y preguntó al chamán: «Viejo Águila Azul,
¿pero qué animal es el que ven mis ojos?». El chamán contestó: «Podría parecer
un lobo o un chacal, sin embargo, es más noble y más humano que muchos de
nosotros. Los espíritus me han dicho que deberíamos darle un nombre y que tú
eres el encargado de elegirlo».

Aquella era una decisión difícil y el joven respiró profundamente. Miró hacia el
firmamento estrellado y divisó junto a la llamativa constelación de Orión, a la que
llamaban respetuosamente el gran cazador, un grupo de astros muy peculiar:

—Viejo Águila Azul, ¿cómo se llama esa constelación de allí? —preguntó mientras
señalaba el cielo.

—Es el Canis Maior, el constante acompañante del cazador —afirmó el chamán.

—Pues así lo llamaremos: Can —concluyó el joven. Y, en ese momento, el animal se


acercó al joven y aulló.
—Creo que Can acepta su nombre y está dispuesto a ser un fiel
compañero. Tú cuidarás de él y él cuidará de ti. Los espíritus así lo
han querido. Una nueva alianza ha nacido y les rogamos que dure
muchos años —sentenció el chamán.

En ese instante nació ese pacto donde canes y humanos


decidieron compartir su existencia en mutuo respeto.
Y aquella alianza aún continuó por tiempo, y hay
quien incluso hoy en día aún mantiene esa alianza
y, sin embargo, otros que la han olvidado deberían
retornar a ella. Para eso sirven algunas tradiciones,
para recordarnos lo bueno que hicieron nuestros
antepasados y retomar aquel espíritu de antaño.
AmoUR FoU
Darío siempre había tenido el mismo sueño: volar y ver el mundo desde las
alturas. Había probado varias experiencias, como pilotar una avioneta, saltar en
paracaídas, volar en parapente, pero nada era suficiente. Necesitaba encontrar
algo más. Algo que realmente le diera alas para volar. Había quien le tildaba de
loco o paranoico, pero a él no le importaba. No tenía prisa y recorría el mundo
buscando ese algo más.

Una noche, vagando por las callejuelas de París, se acercó al famoso Pont Neuf, y
como las emociones intensas le llenaban de vida, decidió tomar impulso y subirse
a lo más alto del puente. Algún transeúnte le llamó inconsciente, pero desde allí
arriba, bajo la luz de la farola, Darío se sentía gozoso. Desde el otro extremo del
puente una mujer vio la escena y con curiosidad se acercó a Darío y le preguntó:
«Perdona que te moleste, pero ¿cómo has logrado subir hasta allí arriba?».

Darío se sorprendió de la pregunta y la invitó a subirse para que lo comprobara.

—No, lo siento, yo no puedo. No soy capaz —y empezó a gimotear.

Darío, al ver caer las lágrimas de la muchacha, bajó e intentó consolarla:

—¿Qué te ocurre para estar llorando así en una noche tan estrellada?

La mujer, entre sollozo y sollozo, logró balbucear unas palabras:

—Soy equilibrista en el Circo La Folie, pero desde hace un tiempo sufro de vértigo,
y el médico me sugirió que fuera subiendo a los puentes para quitarme el miedo,
eso sí, de noche para no asustar a nadie —Darío escuchaba atentamente las
palabras de la mujer intentando comprender, mientras la mujer continuaba—.
Pero no soy capaz de hacerlo y, por eso, al verte aquí en lo alto, me he acercado
para preguntarte cómo lo lograbas.

Darío continuaba atento a las palabras de ella, mientras le ofrecía un pañuelo. La


mujer se enjugó las lágrimas y, serenando su voz, se disculpó:

—Perdona mi comportamiento. Y ya que me has visto llorar, creo que al menos, me


tengo que presentar: Me llamo Mila. Mila, la equilibrista.

—Yo soy Darío, sin rumbo ni destino, para lo que pueda ayudarte.

—Darío, sin rumbo ni destino, ya que te ofreces, tal vez sí puedas ayudarme
—sugirió Mila.

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Y a partir de aquella noche, Darío y Mila se encontraban cada martes
de madrugada en algún puente de la ciudad. Darío, que no sufría de
vértigo, ayudaría a Mila a recuperar su seguridad. Así, cada vez que
se veían realizaban el mismo ejercicio. Darío subía hasta lo más alto
y tras sus pasos iba ella. Y siempre, con los primeros rayos de sol,
se sentaban en alguna terraza a tomar un buen tazón de café au
lait y croissants o un pedazo de un gâteau au chocolat. Quien los
veía pensaba que estaban locos, pero ellos simplemente hacían
lo que querían. Poco a poco, la equilibrista subía más alto, pero
a medida que su seguridad iba creciendo también lo hacían
sus sentimientos, y es que aquellos encuentros la tenían
aturdida. Darío, el buscador incansable que quería volar,
le había devuelto una parte que ella creía desaparecida:
la ilusión. Pero sabía que aquella magia que se producía
cada martes de madrugada iba a llegar a su fin. Algún
día ella llegaría a lo más alto, y entonces él tornaría a
buscar su destino, mientras que ella volvería al circo.

Así sucedió una noche, en que Mila superó sus


temores sobre las aguas del río. Ya no había
excusa ni motivo para seguir con aquel
sinsentido lleno de razones y emociones.
Como despedida, se regalaron una noche
de loca pasión y de quererse mutuos.
Luego cada uno siguió con su vida.
Él buscando y ella entre aplausos.
Y a cada semana que pasaba,
él añorando los martes y ella
recordando las noches.

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Cuando estaba a punto de finalizar la temporada, en una de las últimas
funciones del circo La Folie, Mila realizaría el más difícil todavía. Pero
para ello necesitaba a alguien más, necesitaba a un espectador ávido
de sensaciones. Y buscando entre ellos, vislumbró un rostro conocido:
el de Darío. ¡Quién mejor que él! Ella le tomó de la mano y le hizo subir
al punto más alto. Delante de ellos se veía la cuerda floja y bajo sus
pies, en lugar del Sena, se extendía una gran red. Mila se deslizó por la
cuerda con maestría aplaudida por los presentes. Pirueta aquí, pirueta
allá acompañadas de oohhhsss y très joli. A continuación fue hacia
Darío, que permanecía en el extremo. Mila le cogió de ambas manos y
le pidió que la acompañara a través de la cuerda. Él se mostraba algo
temeroso, a lo que Mila le susurró: «Confía en ti. Inténtalo. No tengas
miedo, ni intentes buscar el equilibrio con la razón». Y Darío la escuchó
y se dejó guiar por el corazón en lugar de la, a veces, insensata razón.

El silencio inundó la pista, mientras Darío daba sus primeros pasos.


No sintió vértigo, ni miedo, sino la adrenalina que le subía. Paso a
paso llegaron hasta la mitad de la cuerda y saludaron. Emocionados
y eufóricos, decidieron hacer el resto del recorrido. De repente, un
traspié y los dos volaron hacia abajo. Los espectadores enmudecieron
y un escalofrío recorrió la sala. Ambos yacían inertes sobre la red y la
gente pensó lo peor, hasta que alguien se rió. Una risa estruendosa y
contagiosa, una risa que pertenecía a Mila. Ambos se levantaron en
perfecto estado y saludaron a los espectadores, que no paraban de
aplaudir. Darío confesó a Mila:

—Ha sido increíble. Por fin he logrado lo que tanto ansiaba: volar. A
partir de ahora me gustaría subir a la cuerda contigo.

Y acto seguido, una emocionada Mila estampó un beso en los labios


a un satisfecho Darío. No un beso cualquiera, sino uno de esos de
película, donde el tiempo se detiene esperando los títulos de crédito.

Después de ese instante no os puedo decir si comieron perdices ni si


fueron felices. Pero si algún día veis que a vuestra ciudad ha llegado el
circo La Folie, id y preguntad. Hay quien dice que solo es una historia
inventada de amour fou, que habla sobre los imposibles equilibrios
entre la razón y el corazón, pero hay quien asegura haberlos visto
subirse juntos y casi volar por el firmamento de la carpa en busca del
más loco y difícil todavía.

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AGUA

Somos agua. Venimos


y nos vamos con ella.
Dicen que, al nacer, nuestro cuerpo
está formado por un 75% de agua, y en
la edad adulta conservamos un 60%. Nuestras
células contienen en su interior miles de gotas de agua.

Cada gota de agua representa miles de posibilidades, y si nuestro cuerpo está formado
por tal cantidad de agua, ¿te imaginas cuántas posibilidades tenemos cada uno de nosotros?
Para demostrártelo, te voy a explicar la historia de una gota. Una simple gota de agua, igual a otras,
sin nombre ni identidad. Una gota más.

Esta gota llegó con una tormenta primaveral, de esas inesperadas, pero que llenan de gozo a la tierra.
Nuestra gota cayó en un estanque y, gracias a ese pequeño detalle, se multiplicaron sus posibilidades y
su vida se diversificó. Al cabo de dos días, un campesino, dispuesto a revivir sus cultivos, se acercó al
estanque, y una parte de esa gota se la llevó en un cántaro. Gracias a esa parte, el campesino vio cómo
su vergel recuperaba su esplendor.

Esa misma tarde, la mujer del campesino también se acercó al estanque avisada por su marido y recogió
más cántaros de agua. Esta vez no era para el huerto de su marido, sino para que ella y su familia se dieran
un buen remojón después de las largas y soleadas jornadas de campo.

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Tras unas semanas se acercó un pastor sediento con todo su rebaño. Al ver aquel rincón, el hombre y sus
acompañantes no dudaron en refrescarse en él. Bebieron y bebieron hasta saciarse no solo el cuerpo, sino
también el alma.

Y justamente cuando el pastor y su rebaño se iban, unas ranitas asaltaron la charca. Salto aquí, salto allá,
y las ranas gozaron de aquel manantial.

Del agua que se había llevado la mujer del campesino una de sus hijas bebió un poco, y una parte de la
gota del principio fue ingerida y pasó a su estómago. Traspasó sus paredes y empezó a formar parte de la
chica. Pero lo que ni siquiera sabía aquella muchacha es que, en realidad, esa gota iba a ser compartida
entre ella y su hija, que en el vientre empezaba su propia vida.

Nueve meses después, aquella niña llegaba al mundo y su madre, al tenerla en los brazos, sintió una
emoción incontrolable. Y, ¿sabéis qué salió de sus ojos? Una lágrima, pero no una lágrima cualquiera, sino
una lágrima formada por aquella pequeña gota sin nombre ni identidad. Pero no creáis que la gota se quedó
ahí. La gota se deslizó cuerpo abajo hasta llegar al pecho de la mujer, donde la niña era amamantada. Y
entre las succiones de leche, la gota de agua fue recogida por los labios de aquella niña, para así seguir la
vida y volver una y otra vez a empezar.

Vuelvo a repetir: si una sola gota de agua es capaz de hacer este recorrido, nosotros,
que estamos formados de miles de gotas de agua, ¿qué increíbles lugares
podemos recorrer y qué maravillosas historias podemos vivir?
Compártela. Disfrútala. Cuídala.

Recuérdalo. Somos agua. Venimos


y nos vamos con ella. El resto del camino,
tú eliges cómo recorrerlo entre las miles de posibilidades.

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No creo en la mala
tú no maldices a nadie. Fíjate bien, simplemente
tienes una fisura en tu cuerpo, y por eso vas per-
diendo tu gracia».

SUERTE
La gente le rehuía cada vez que lo veía. Especial-
mente si era un martes 13. A sus ancestros, allá
El Salero, perplejo, se miró y descubrió que aque-
llo que decía el Gato Negro era cierto.

—¿Y por qué me has venido a buscar, Gato? —le


interrogó el Salero, a lo que rápidamente el gato
le contestó:
por la Edad Media, no solo les rehuían, sino que les
—Salero, me gustaría que me acompañaras en un
perseguían acusándolos de brujería. Incluso allá
viaje para averiguar y desmentir estas supersticio-
por el siglo XIX, un tatarabuelo suyo había sufrido
nes que nos persiguen.
el infortunio de un escritor malévolo, que convir-
tió a uno de su especie en fantasmagórico espectro
El Salero, tembloroso, no pudo evitar preguntar:
que perturbaba los sueños del protagonista. Sí, lo
habéis adivinado, era un Gato Negro. Cansando de
—¿Pero no crees que eso nos traerá más desdicha
cargar con esa tradición a cuestas, decidió actuar
e infortunio?
y averiguar qué podría hacer para desbaratar esa
superstición.

El Gato Negro no sabía por dónde empezar a buscar


una respuesta, pero entonces se le ocurrió pensar

Escritor malévolo
en quién más podía acarrear mala suerte en aquella
ciudad. Y en seguida averiguó que por aquel lugar
también rondaba un salero, que sin pizca de gracia
y muy mal visto por sus enemigos por ir esparcien-
do sal, sufría el mismo infortunio que él.

El Gato Negro se acercó a él y el Salero rápida-


mente le advirtió: «Gato, tú que puedes, vete lejos,
que solo acercarte a saborearme, desparramo mi
gracia y maldigo a quien me vea». El gato, cansan-
do de estas tonterías, se acercó al Salero, quien sin
querer perdía su arena blanca cada vez que se mo-
vía. Al acercarse más a él, el gato vislumbró que el
pobre Salero perdía su gracia por una rendija de su
cuerpo de vidrio y metal. «Salero, no te amargues,

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El Gato Negro, percibiendo el miedo del Salero, le situación lo trates de esa manera? Creía que ha-
animó: bías sentado cabeza.

—No seas desaborido, Salero. ¿Cabe más infortu- En ese momento la escalera destartalada suspiró,
nio que ser perseguido y hostigado por algo que crujió y, suavemente, musitó:
no sabemos quién ha inventado?
—No importa, Gato Negro, son muchos años en que los
El Salero quedó pensativo, para a continuación humanos ni se acercan ni me rozan, que más da uno más.
acercarse al Gato Negro y decirle bajito:
Gato Negro no podía entender aquellas palabras:
—Vámonos, Gato Negro… ¿Pero cuál es nuestro
destino? —No digas eso, Escalera. Nosotros vamos en
busca de una explicación; así, tal vez, podamos
—Iremos en busca de la Mala Suerte —contestó librarnos de esta maldición. Únete a nosotros.
firmemente el Gato Negro.
Salero no estaba muy de acuerdo, pero recapacitó
«Uy, qué miedo», pensó el Salero, pero omitió el y, más por miedo que por convicción, se dio cuenta
comentario para no ser tildado de aguafiestas. de que la unión hace la fuerza y de que si en lugar
de dos se presentaban tres ante la Mala Suerte, tal
Y ambos, Gato Negro y Salero, se fueron calle aba- vez esta no sería tan fuerte.
jo, dejando un rastro sabroso y blanco a su paso.
Y los tres siguieron su camino, un camino largo que duró
Mientras caminaban por las calles, los humanos les muchos días y noches. El pobre Salero, pequeño como
evitaban en la medida de lo posible, y había quien in- era, no fue capaz de seguir el ritmo de los demás y Esca-
cluso les insultaba invocando a sus antepasados. De lera, maternal y amorosa, le cedió un escalón para tomar
camino hacia su destino, Gato Negro y Salero se to- asiento. Salero le devolvió el gesto mostrando su lado
paron con una escalera destartalada, que ocupaba una más salado, contando chistes que amenizaron el trayecto.
acera de una calle olvidada. Gato Negro, con paso fir-
me, cruzó por debajo, pero Salero no se atrevía. Al final del camino, Gato Negro, Salero y Escalera
toparon con una puerta. Entendiendo que habían lle-
—¡Venga, Salero, a qué esperas! No tenemos todo gado a su destino, se disponían a llamar cuando en
el día —le insistió el gato. la lejanía oyeron un grito desaforado. «¡Esperad, es-
perad! —pedía una voz cristalina—. ¡Compañeros!».
—Ay, gato, llámame soso, pero no me gusta pasar
por debajo de las escaleras. Todos miraron hacia el camino, y vieron que se
acercaba un gran espejo. Ninguno entendía por
Gato Negro preguntó a Salero: qué les llamaba, hasta que se percataron de que el
espejo estaba roto. Todos entendieron que él tam-
—¿Cómo es posible, Salero, que a uno en tu misma bién estaba allí en busca de una explicación.

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Después de las presentaciones y las mutuas lamen- que vuestra misión será ir mostrando a los demás
taciones, se dispusieron a llamar a la puerta, pero que, más allá de la razón, existe el corazón. Tal
no hizo falta. En aquel preciso instante, la gran vez así, poco a poco, los humanos se enternezcan
puerta se abrió de par en par y les abocó a una y donde ahora huyen de un Gato Negro perciban
gran oscuridad. Los cuatro, bien juntitos, se acer- una agradable compañía; donde ahora ven siete
caron hasta el final de un pasillo. Un humo muy años de mala suerte vean su reflejo más hermoso;
espeso les impedía ver con claridad, cuando, de donde ahora la sal esparcida es signo de mal augu-
golpe, una mujer vestida de negro y portando un rio vean solo una fuente de sabor, y cuando pasen
paraguas abierto se acercó a ellos. El gato, anima- junto a una escalera sean valientes, tengan fe en sí
do por el negro de su interlocutora, se le acercó y mismos y no piensen que una pobre escalera vieja
le preguntó: puede aguarles la fiesta.

—¿Tú eres la Mala Suerte? Los cuatro comprendieron la conclusión y enten-


dieron que, en aquel momento, una larga misión
—Así me llaman —contestó escuetamente la mu- acababa de empezar. Reunirían a todos cuantos
jer allí presente. estaban sometidos a la superstición y entre todos
conseguirían cambiar la situación. Pero, queridos
Y a continuación, Gato Negro le explicó el motivo amiguitos, como esta historia aún no ha termina-
de su visita. Le habló de sus tormentos, de sus has- do, no podemos escribir un final. Pero tanto Gato
tíos y de sus deseos de cambiar la situación. Negro, como Salero, Escalera, Espejo y la Mala
Suerte tienen la certeza de que algún día volverán
Entonces la Mala Suerte les interrumpió: y protagonizarán este final que aún está por contar.

—¡Ay, sombríos compañeros! Creo que todos for-


mamos parte de lo mismo. No creáis que yo tengo
poder alguno sobre vuestra existencia. Yo, al igual
que vosotros, soy una invención de la humanidad.
Durante siglos y siglos, cuando algo salía mal, los
humanos han buscado en la superstición la mejor
explicación.

Los cuatro, entre perplejos y asustados, enten-die-


ron la explicación y al unísono preguntaron cuál
era la solución. La Mala Suerte soltó un gran sus-
piro:

—¡Ay, sombríos compañeros! La única posibilidad


de salvación es que los humanos se dejen guiar más
por la intuición y abandonen la superstición. Así

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Hacía años que Ella había dejado de ser la muchacha que se pintaba la cara de
blanco y hacía de estatua en el paseo central de su ciudad. También hacía muchos
años que Ella y Él se habían conocido en aquel mismo lugar, un día en que Ella dejó
de ser mimo para empezar a ser normal. Y, de tanta normalidad, las risas y la pasión
primera se convirtieron en seriedad y frialdad cotidiana. Ya no apetecía compartir la
vida y, por no compartir, no compartían ni la cama.

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Ahora que el blanco empezaba a
pintar canas, el peso del tiempo se
arrastraba y la compañía del otro
les abandonaba, Ella se pasaba
muchas noches viendo películas
de Chaplin, al que siempre
imitara cuando era joven. Y,
en esos momentos, todos los
males se esfumaban gracias
a las buenas intenciones
del comediante. Siempre
sucedía así, hasta que una
noche se quedó dormida
ante el televisor.
Al despertar de ese breve
sueño, tuvo una revelación:
junto a ella estaba su
maestro, vestido con su
traje, su bigote y su bastón.
Alucinada de lo que veían sus
ojos, le preguntó qué hacía
allí, pero claro, Chaplin no le
hablaba, solo actuaba con gestos,
pero eso no fue problema. De
mimo a mimo, se explicaron
y comprendieron.

55
Al otro lado de la habitación, Él, sin
poder dormir, escuchaba extrañado
las risas que surgían de al lado. No
entendía cómo en tal situación Ella
podía reír en lugar de penar.

Desde aquel día, Ella cambió su


rutina y volvió al paseo central de su
ciudad para deleitar a los demás con
su actuación. Salía temprano por la
mañana y no regresaba hasta bien
entrada la madrugada. Él no entendía
nada, ni sabía adónde iba, pero no
quería preguntar ni atosigar. Tal vez
había llegado el momento en que
cada uno debía seguir su camino.

56
Cuando la decisión ya estaba tomada, una madrugada Ella, sigilosa, entró en casa
vestida de mimo, al igual que si fuera Chaplin. Él la descubrió y al verla sintió como
si el tiempo no hubiera pasado y como si de repente estuvieran en el paseo. En aquel
momento, Él sonrió y de aquel esbozo de sonrisa salió una risa. Ella también sonrió
al ver la risa del otro y le preguntó el porqué. Empezaron a recordar y, después de
mucho tiempo, volvieron a hablar. Y ¿sabéis cómo acabó la conversación? Con dos
peticiones: Él le pidió a Ella que le hiciera el humor para volver a recuperar su propio
yo. Ella le contestó que le haría el humor, pero a cambio él debía devolverle el favor,
haciéndole el amor. Ambos acordaron que era un trato justo y siguieron riendo toda
la noche. Una vez más, se demostró que el buen humor suele ser la mejor manera
de sobrellevar la cotidianidad, porque cada vez que nos reímos, liberamos nuestros
deseos y ganamos tiempo. Y aquella noche, entre risas, Ella y Él rejuvenecieron para
volver a levantarse en la misma cama, con el blanco pintando canas, pero con la
compañía del ser al que amaban.

57
ella y Griselda nacieron el mismo día, aquel en que el escritor tuvo
la inspiración de narrar un cuento sobre dos princesas, cada una
peculiar y diferente. Y aquel hecho marcó toda su existencia. Bella,
como su nombre indicaba, era primorosa y luminosa. Griselda fue
descrita como sombría y soñadora. En cualquier caso, a ambas les
adjudicaron unos roles que ellas no querían. Para empezar, a Bella no le gustaba
su nombre. ¡Qué mala idea habían tenido en llamarla de aquel modo! La intención
del escritor era que Bella fuera la princesa más hermosa, elegante y fina de todo el
reino. Mientras tanto, a Griselda, de rostro pálido y figura peculiar, le adjudicaron
el papel de la princesa triste que siempre debía penar hasta que algún príncipe
le devolviera la ilusión. Aquel parecía ser su destino, pero como suele suceder
en alguna ocasión en el reino de los cuentos, las cosas pasan al revés, y Bella y
Griselda no eran precisamente niñas de cuento de hadas.

Bella era traviesa e impulsiva, no jugaba con el resto de niñas a acunar a las
muñecas, y ni siquiera suspiraba cuando le leían historias de príncipes azules,
aunque el protagonista fuera la Bestia. A Bella le gustaban las aventuras, trepar
por los árboles y tener niños como compañeros de viaje, pero no como posibles
pretendientes.

58
59
Mientras tanto, Griselda, que debía ser la más sombría del lugar, era la niña más
vivaracha y feliz, capaz de reunir a los demás a su alrededor. Aunque no era la
más agraciada, su carácter espontáneo y vital ponía en ridículo los remilgados
ademanes de las demás. Y así fueron creciendo, siendo ellas mismas y no lo que
les decían.

Cuando el escritor se enteró de que las princesas Bella y Griselda se habían


apartado de su destino y no eran la más hermosa y elegante ni la más sombría
y triste, las castigó con el peor de los castigos, y las condenó no solo a no tener
pretendientes, sino que las amenazó con encerrarlas en un torreón por cientos de
años. A Bella y a Griselda no les importaba no tener pretendientes, pero no podían
tolerar ser encerradas en el torreón a ver pasar la vida, mientras un supuesto
caballero venía a rescatarlas. Tan claro lo tenían, que escaparon de aquel cuento
donde el escritor las había imaginado. Y como el único lugar al que podían viajar
era a la realidad, a nuestro mundo vinieron.

Así se infiltraron en nuestro mundo, eso sí, con la carga a cuestas de ser Bella, la
princesa más hermosa, y Griselda, la más sombría y triste. Pero ellas aprovecharon
este viaje a las tierras de la realidad y decidieron disfrutar de su libertad. A partir
de aquel momento no serían ni sometidas ni anuladas, cual Caperucita. Tendrían
opinión y decisión propia, y si alguien debía comerse al Lobo sería Griselda, pero
solo si estaba buenorro, porque Bella había descubierto que ella amaba a las
féminas. No esperarían a que ningún príncipe las invitara a un baile o viniera a
pedir su mano. No harían como otra Bella, la Durmiente, que esperó dormida
durante años un beso mientras dejaba escapar un montón de vivencias. Y tampoco
dejarían que su felicidad pendiera de la varita de un hada madrina. No querían ni
madrastras, ni hermanastras, ni hadas madrinas que les coartaran su libertad; ellas
llegarían pasada la medianoche si el plan era lo suficientemente divertido.

60
61
CIPE AZU
PR IN L

IPE VALIE NT
ÍNC E
PR

CO RO NAS ¡¡q ue no te
S
ENRREDAPELO engañen ,
destiñe!!

¡¡Y además IDO HO RT ER


! ST A
super fuete! VE

ESPEJO
¡ Chivato !
TORRES ALTAS
¡¡ Demasiadas escaleras !!

I NO D E L A
DIV MU
TO E R
PA

TE
ZA

CABALLO BLA NC
¡Se tiene que la O
ÁS NO POD
ER ! var a menudo
¡ iNCÓMODO
AM !

62
En definitiva, decidieron ser aquello que realmente eran,
no princesas sino personas: Bella, la impulsiva y luminosa,
y Griselda, la muchacha más vivaracha. Para dar ejemplo,
fueron contando su propio cuento a niños y adultos,
y explicando que las mujeres no han de esperar ser
¡Demasiado suavizante!
PELO SUPER LARGO

princesas y, por ende, que los hombres no han de luchar


ni rescatar a ninguna de ellas. Para princesas ya están las
de los cuentos y las de papel cuché. Como nos relatan
nuestras protagonistas, cada una ha de ser tal como desea
y no como le han contado, porque en esa diferencia y
autenticidad es donde reside la unicidad y la belleza.
Porque, al fin y al cabo, lo importante es ser protagonista
de tu propia historia, no la que escribe un autor, ni nadie
M A NZ A N A del exterior, sino la que una misma se va construyendo,
sin príncipes, ni ataduras, ni imposiciones, sino en libertad
y con deseos de mejorar. Y sin más, esta es la moraleja del
cuento que os hemos contado, Bella y Griselda, las chicas
que no querían ser princesas.

¡ TRAIDO RA ! Bella y Griselda


Autoras de su propia historia

PD: Y de esta gran historia cotidiana alguien más aprendió.


Y fue el escritor, que entendió que era mucho mejor la
libertad. Así, él también la usó, y a partir de aquel momento
dejó de escribir cuentos de príncipes y princesas, que era
para lo que le habían dicho que servía, y se arriesgó con
otros géneros menos pomposos y sí más eróticos.

63
C
uenta la leyenda que Chew Wang empezó a sentir algo silencio de la soledad, sus interro-
hace miles de años, en extraño. En su pecho el corazón se gantes fueron disipándose. Chew
un país muy lejano, allá aceleraba y el estómago se le enco- Wang dejó de pensar y, sin quererlo,
por Oriente, donde los gía. No entendía qué era aquello, consiguió llegar a un estado de paz.
ojos rasgados y la piel amarilla son pero después de mucho analizarlo,
lo más habitual, un gran guerre- comprendió que, por primera vez, Una noche de intensa tormenta, el
ro sufrió por primera vez miedo. estaba sufriendo el miedo. dragón Shenlong se le apareció. Sur-
El gran guerrero, apodado Chew cando los cielos tras ráfagas de llu-
Wang, era el más admirado. Su for- Con la energía cercenada y el mie- via y viento, el dragón se acercó a
taleza era envidiada por los hom- do cargado a las espaldas, decidió Chew Wang, quien al verlo no sintió
bres, su valentía era deseada por los huir. Desfallecido y desanimado, se temor ni pudor en explicarle su si-
pequeños, y su atractivo era requeri- fue a las montañas altas, donde las tuación. El dragón Shenlong no dijo
do por las damas. En aquel lugar na- nieves eran perpetuas y las nubes nada, solo escuchó. Aquella retahíla
die le podía detener, nadie se atrevía claras. Estando allí muchas veces se de palabras sirvió al guerrero para
a plantarle cara. Sus movimientos preguntó: «¿Qué me ocurrió? ¿Por tomar conciencia de sus propios
eran precisos y contundentes, crean- qué sentí miedo y no fui capaz de miedos y del origen de estos. Chew
do coreografías jamás vistas. Por eso enfrentarme a aquel rival?». Medio Wang concluyó que no existían te-
él siempre tenía la certeza de que arrepentido de su decisión, pensa- mores reales ni físicos, que todo ha-
podía ganar a cualquier rival. ba: «Podría haber seguido luchando, bía sido fruto de su falta de fe en sí
podría haber seguido siendo el me- mismo. A la mañana siguiente, sin
Hasta que un día llegó un guerre- jor guerrero, podría haber llegado saber si aquello había sido real o un
ro del país vecino. Aquel guerrero donde yo hubiera querido, pero no. sueño, Chew Wang, asumiendo su
venía precedido por la fama de po- Algo me pasó; el miedo se me aferró pasado, entendió que era el momen-
seer las más altas cualidades, es- y la ilusión se me perdió». to de regresar a la ciudad. Aquella
pecialmente con la espada, que lo visita había sido una señal de que
convertían en el rival ideal. Tanto Pasaron muchas primaveras, ve- debía volver a luchar.
se oía hablar de aquel guerrero, que ranos, otoños e inviernos, y con el

* Chew Wang : en chino significa fuerte como una montaña


y deseoso de esperanza.

* Shenlong: es un dragón espiritual chino y japonés que


controla la lluvia y el viento.

64
Con la mente despejada y la ilusión despertada, pensó: «Es el momento de recuperar mi posi-
deshizo el camino de años atrás y con la prima- ción». Y decidió retar a aquel rival. Pero nada
vera regresó a la ciudad. Vuelta a la vida. La más invitarle a luchar, Chew Wang empezó a
gente le recordaba, pero su fortaleza envidiada sentir nuevamente aquella extraña sensación.
ahora había sido sustituida por músculos más El pánico volvía a atenazarle el cuerpo y la
jóvenes, su valentía deseada había sido des- voluntad. Aunque perdido, esta vez decidió
bancada por los nuevos héroes infantiles, y su pedir ayuda al más anciano del lugar. El hom-
atractivo para las damas había desaparecido. bre de larga cabellera blanca, sentado sobre su
cojín, empezó a acariciarse pausadamente los
Sin embargo, había gente que aún lo recordaba bigotes que le caían sobre las barbas. Después
y, nada más llegar, le explicaron que un nue- de una larga pausa, el anciano le dio el siguien-
vo guerrero había ocupado su lugar. Entonces te consejo:

«Cuando estés frente a él, no antes ni después,


y le mires a los ojos, no sientas temor.

Vívelo como la oportunidad


de demostrarte que eres capaz.
La vez anterior el miedo te atenazó,
sentiste el peligro y decidiste huir.
Ahora, tal vez sea el momento de ver
en esta situación una oportunidad.

Tras cada miedo siempre hay


una limitación que superar».

66
Con el consejo integrado y el miedo olvidado,
se presentó a la lucha. Frente a él estaba aquel
guerrero más joven, más impetuoso y podero-
so. Cada uno, vestido para la ocasión, tomó su
posición. Uno frente al otro con el sable entre
las manos, Chew Wang sintió por un momen-
to pánico, pero justo en ese instante miró a su
contrincante, tal como le había indicado el an-
ciano. El tiempo se detuvo; solo estaban su
rival y él. Chew Wang, mirándole directamen-
te a los ojos, no sintió nada, solo paz, la misma
paz que había percibido en las montañas. Su
mente estaba clara y su corazón tranquilo. En-
tonces arrojó su sable al suelo y gritó que no
quería luchar. En aquel momento comprendió
que no quería más competición, ni reclamar
su posición. No hacía falta nada más. Se había
demostrado que era capaz de superar aquello
que le había hecho huir. Ahora no huía, sino
que aceptaba y decidía tomar un nuevo rumbo
en su vida.

Siguiendo su corazonada, decidió aplicar su


sabiduría en las artes marciales para otras fi-
nalidades. Desde entonces, cuenta la leyenda
del guerrero Chew Wang que aquella crisis
consiguió transformar la lucha en algo más, en
la oportunidad de crear una nueva filosofía,
una nueva manera de entender la vida. Chew
Wang dejó de ser el guerrero para pasar a ser
el maestro y, a partir de aquel momento, mu-
chas personas se convirtieron en sus discípulos,
incluso algunos de sus contrincantes, a los que
enseñó el cambio y la evolución.

Ante aquella decisión la gente no se quejó ni la


criticó. Comprendieron que todo tiene su tiem-
po, y que lo que fue no tiene por qué ser. Como
afirma una sentencia zen: en cada crisis, como
en cada primavera, pueden florecer nuevas
ideas. Solo es cuestión de querer verlas.

67
Mario y Bastián han sido amigos toda la vida y hace muchos años
se prometieron mutuamente que, si llegaban a cumplir 80 años, lo
celebrarían a lo grande. El día acordado, Mario y Bastián se encontraron
en el restaurante y, aunque no debían, se pidieron una buena botella
de vino. Entre copa y copa recordaron su niñez y adolescencia, y miles
de anécdotas más hasta la actualidad.

El joven camarero que les atendía, en cuanto veía que el contenido de


la copa disminuía, se acercaba a rellenarla. En una de las ocasiones,
Mario tapó la copa con la palma de su mano, impidiendo que la llenara:

—Joven, agradezco el detalle, pero ¿por qué me llena la copa?

El camarero, solícito, le contestó:

—Señor, porque la tiene medio vacía y mi trabajo es servirle.

—¿Tú cómo la ves, Bastián? —preguntó Mario.

—Pues es curioso, porque yo la veo medio llena —contestó Bastián.

El joven camarero no entendía nada. A continuación, Mario tomó


la copa y la apuró de un solo trago. Y a continuación, dirigiéndose
nuevamente al camarero, le preguntó:

—Y ahora, ¿cómo la ve?

—Completamente vacía, señor —contestó el camarero, algo


sorprendido de la pregunta.

Mario comentó:

—Curiosamente, yo la veo llena.

Y acto seguido, Bastián prosiguió:

—Claro, está llena de posibilidades, por ejemplo, de acoger más vino.

68
Mario sentenció:

—Todo depende de cómo quieras verla.

El camarero sonrió, porque ciertamente aquellos viejos tenían razón:

—Entonces, si está llena de posibilidades, ¿ahora sí aceptarán la


posibilidad de que les llene la copa de vino?

Mario retiró la mano, invitando a ser servido.

—Recuérdelo, joven, siempre véala llena, aunque no lo parezca. El


mérito es verla medio llena cuando está completamente vacía y no
medio vacía cuando en realidad se desborda.

El camarero afirmó:

—Señor, tomaré nota de su comentario.

Y cuando el camarero acabó de servir las copas, acabada de llenar la


suya, Mario se la bebió de un sorbo. Entonces el camarero le dijo:

—Disculpe, señor, y perdone mi osadía, pero sería mejor que


disfrutara del vino a sorbos pequeños, pues los placeres se han de
prolongar todo lo que se pueda. Además hay que ir con cuidado, o de
tanto beber a grandes sorbos uno se puede emborrachar y dejar de
disfrutar —el camarero se quedó pensativo unos minutos—. Es mejor
saborear la vida detenidamente para apreciar todo su valor.

Mario y Bastián se miraron y, a continuación, Bastián le contestó:

—Joven, tiene usted toda la razón. Hoy he aprendido dos grandes


lecciones: disfrutar poco a poco de los pequeños placeres y que un
joven también puede dar grandes consejos a un par de viejos, a los
que solo les queda el último sorbo de la vida.

El joven camarero sonrió y acabó diciendo:

—Sí, pero ya saben lo que dicen, que el último trago siempre es el


mejor…

Los ancianos rieron la osadía del comentario y brindaron por aquellas


copas llenas de vino y de intenciones, y por los pequeños placeres
que nos enseñan más de la vida que cualquier teoría o filosofía.

69
Año 2045. Una ciudad futurista cualquiera. Rascacielos, —Porque la gasolina se agotó y creyeron que con los
lluvia y una espesa niebla. Una niña de apenas siete cereales podían crear algo similar para que los coches
años corre hacia la cocina de su casa domotizada, funcionaran y pudieran correr y volar.
robotizada y totalmente aséptica.
La niña estaba cada vez más extrañada.
En la cocina, la madre le ofrece un extraño desayuno:
dos píldoras de colores. La blanca es un vaso de leche; —Entonces, mamá, ¿le dan de comer mis cereales a los
la amarilla son diversos nutrientes reducidos a su coches?
mínima expresión.
La madre la mira sorprendida, sin saber muy bien qué
—Venga, tómate tu desayuno, que llegaremos tarde. decir:

La niña, en lugar de comerlas, juguetea con ellas. —Me parece que sí.

—Mamá, mamá, ¿por qué ya no como cereales para —Pues no lo entiendo, mamá. Esto parece el mundo al
desayunar? revés.

—Ya sabes que ahora tomamos estas pastillas porque Madre e hija salen de casa y suben a un automóvil
los cereales se utilizan para otras cosas. ultrasónico y ultrarrápido. Mientras se dirigen a la
escuela, la niña mira atentamente por la ventanilla.
—Mamá, mamá, ¿y por qué se utilizan para otras Todo cemento, todo tierra.
cosas?
—Mamá, mamá, ¿por qué solo veo edificios y casas y
—Porque hace algunos años unos hombres con mucho no hay ningún árbol?
dinero y poder convirtieron los cereales en gasolina
para nuestros coches. —Porque ya hace tiempo que no existen.

—Mamá, ¿y por qué hicieron eso? —Mamá, ¿y por qué no existen?

70
Pues no lo entiendo, mamá.
Esto parece el mundo al revés.

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—Estás tú muy preguntona esta mañana —la mira La niña mira a su madre con cara de indiferencia.
su madre, complaciente—. Los árboles no existen
porque nuestros padres, abuelos y tatarabuelos fueron —La próxima vez que vea al abuelo le preguntaré por
talándolos y acabando con la naturaleza. qué no evitó que hicieran eso.

—¿Y por qué hicieron eso? Tras unos minutos, llegan al colegio y la madre
acompaña a su hija al aula. Los demás niños ya están
—Porque cada vez éramos más personas y las ciudades sentados en sus pupitres, frente a sus ordenadores,
crecían y crecían, y necesitábamos más espacios para mientras sacan de sus mochilas un pendrive con los
nuestras casas y más madera para construir. Y además, deberes, un netbook como agenda y una tableta para
como cada vez el clima era más extraño, los árboles no dibujar. Nada más entrar, saludan a un robot.
supieron adaptarse a las necesidades de los humanos.
—Buenos días, señorita.
—Entonces, mamá, ¿nunca podré jugar a trepar a un
árbol como hacía papá? El robot le devuelve el saludo con voz mecánica y
hueca.
—Me temo que no —la mujer se queda pensativa—. Pero
siempre podrás escalar montañas, bucear en el mar y La niña tira de la chaqueta de su madre, quien se
trepar a los árboles y palmeras con los juegos de realidad agacha. La niña le susurra al oído:
virtual de la Comodorex 2500 que tienes en casa.

72
—Mamá, ¿por qué tengo a esta profesora?

—Hija, porque es la que te toca.

—Mamá, quiero decir que por qué tengo un robot por


profesora. ¡Tú tenías a una persona!

—Porque alguien creyó que sería mejor, porque los


robots no se ponen tristes, ni se deprimen ni se
estresan, ni piden la baja.

La niña, sin entender algunas cosas, se queda


pensativa, da un beso a su madre en la mejilla y le
vuelve a susurrar al oído:

—¿Sabes qué, mamá? Si pudiera, me gustaría volver


atrás, cuando aún comían cereales para desayunar,
cuando había bosques para pasear y árboles para
trepar y profesores de verdad. A lo mejor así les podría
explicar que es mejor cuidar aquello que tienen que
dejar el mundo tal cual está ahora…

A la madre, los ojos se le tornan acuosos, y una


lágrima aflora de uno de ellos.

—A lo mejor sí, hija,… a lo mejor sí.

—Mamá, no llores, que ya sabes que no se puede


llorar, porque si no te vendrán a buscar y te multarán.

La madre suspira y retiene las lágrimas. Sale de la


clase pensando en lo que le ha dicho su hija. Se siente
extraña. Tiene la sensación de que la inocencia de
los niños es más sabia que el raciocinio de todos los
adultos. Ellos se dejaron engañar por los intelectuales
y políticos, quienes les vendieron una mentira para
obtener más poder y beneficio. Si pudiera volver
atrás, si aún estuviera a tiempo de evitar este futuro
imperfecto…

73
Cuentodelviernes
Hoy es viernes, última hora de la tarde, y vuelvo a estar en la pa-
rada del autobús, esta vez con destino al fin de semana.

Miro el reloj impaciente, casi con ansia, porque me esperan dos


días repletos de acontecimientos. De hecho, la semana ha pasado
sin ser vista ni apreciada, solo haciendo planes para el fin de se-
mana. El lunes ya estaba pensando en lo que haría hoy viernes.
El martes quedé con un amigo para el sábado por la mañana. El
miércoles me invitaron a una fiesta para el sábado por la noche y el
jueves me comentaron que el domingo había celebración familiar.

Haciendo listas mentales y citas imaginarias, se me ha ido la se-


mana. Me siento esclava del tiempo repleto de obligaciones y
planes. Y, encima, el autobús va con retraso. En ese momento miro
el libro que llevo entre las manos, el libro que hace semanas que
arrastro, y lo abro. Mis ojos resiguen las líneas de letras impresas,
cada vez más inmersa en el Oriente del guerrero
Chew Wang, y más alejada de la realidad.

Al fin llega el autobús, pero yo no quiero volver a la cotidianidad.


Así que lo dejo pasar, ya llegará otro, y me quedo aquí, espe-
rando. No importan las obligaciones ni las citas, el tiempo es
mío. Me aplico aquello del carpe diem de los clásicos,
sin estrés ni obligaciones, solo viviendo el momento.

Hoy es viernes, última hora de la tarde, sigo estando


en la parada del autobús, esta vez simplemente
disfrutando de mi tiempo.

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76
«¿Cuántos deseos puedo formular?

Tantos como quieras… cuantos más, mejor, Bastián.


Tanto más rico y variado será Fantasía».

La Historia Interminable, Michael Ende

77
ran tiempos grises, una mala época de esas que no parecen tener fin. Los países iban a
la deriva y el ambiente de hastío era común entre los mortales, dominados por los entes
poderosos que controlaban el todo. La imaginación y la esperanza parecían anuladas,
los colores olvidados y, en esta situación, los personajes de los cuentos parecían caer en
desgracia. En aquellos estados carenciales, a nadie le apetecía contar leyendas, ni leer cuentos, ni
siquiera escribir historias. ¡Aquello suponía el fin de la humanidad y de los personajes inventados!
Y es que, a falta de imaginación, algunos míticos protagonistas de cuentos de toda la vida habían
empezado a desaparecer de la memoria de las personas. Ante tal preocupación, algunos personajes
de cuento se reunieron con la intención de cambiar la situación. Fueron convocados por quien escribe
esta historia, pues, obviamente, alertada por el contexto general, veía peligrar a sus congéneres, la
humanidad, y con ello sus aspiraciones de seguir contando historias para entretener a los demás.

Los primeros en presentarse fueron los viejos octogenarios que temían no llegar a tiempo, pues
para ellos este apremiaba. Un poco más tarde lo hicieron el Gato Negro y su escudero, el Salero,
acompañados por el niño Riley y su guitarra Lucille y Serafín, algo más afinado. Poco después se
presentó el joven muchacho indio con su perro Can, que llegaron al mismo tiempo que Darío y Mila
haciendo equilibrios. Detrás, joviales e independientes, accedieron a la reunión Bella y Griselda, que
no dejaban de fijarse en el místico Chew Wang. Entre los últimos aparecieron Él y Ella, seguramente
porque entre tanta carantoña recuperada habían perdido la noción del tiempo. Una vez estuvieron
todos los convocados, la escritora de esta historia les habló del oscuro destino que les esperaba, en
un mundo que iba perdiendo la esperanza y el colorido. Como si de un gran oráculo se tratara, les
relaté lo siguiente:

—He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto ciudades inhóspitas de metal donde llueve todo el
día, campos áridos sin un solo árbol para cobijar; por ver, he visto hasta unos robots que se encargaban
de cuidar y de enseñar a las futuras generaciones, y a unas personas a las que no se les permitía llorar.
Todos esos momentos acabarán llegando si no somos capaces de solucionarlo —sentencié.

Tras aquella visión devastada del futuro, la preocupación se tornó en miedo, y entonces empezaron
a debatirse las soluciones.

78
El Gato Negro y su escudero, el Salero, propusieron ir en busca de la Mala Suerte y preguntarle qué
es lo que sucedía y qué solución podían encontrar. Ellos ya la habían visitado y su consejo había
sido muy adecuado. Sin embargo, el joven indio no estaba muy de acuerdo con esta afirmación. Él
confiaba más en las estrellas y en su chamán para resolver la situación. A este comentario, Bella y
Griselda se levantaron en armas y pidieron a coro que también se hiciera caso a la intuición femenina
y no solo a la masculina. Al clamor se unieron Darío y Mila, que insistían en mantener el equilibrio
para encontrar la solución. Por su parte, Riley, que no sabía otra manera de expresarse, cantaba
un blues donde daba a conocer su incertidumbre y su tristeza mientras, por contraste, Él y Ella
reivindicaban el humor como la única opción. Las voces eran cada vez más altas, y allí nadie parecía
entenderse, hasta que Chew Wang, que se había mantenido meditando, pidió silencio con voz grave
y templada. Y aquella solicitud pareció surtir efecto, porque en aquel momento toda discusión acabó
y el mundo calló.

—Todas vuestras propuestas son muy sabias, porque cada uno propone lo que le han enseñado y le han
transmitido. Cada uno expone sus propias creencias y religiones. Sin embargo, para encontrar la solución,
debemos dejar nuestras diferencias y hallar aquello que tenemos en común —afirmó Chew Wang.

Y al llegar a aquella conclusión, rápidamente, entendieron qué era lo que compartían: su deseo de
retornar la ilusión y la imaginación al mundo de los humanos y, así, que el color volviera a brotar
por todos los rincones del planeta. De aquella manera, los humanos volverían a creer y a confiar en
ellos mismos y en la magia de los cuentos. Apartando aquello que les distanciaba, Serafín propuso
la gran idea:

—¿Y si emprendemos un viaje en busca de la solución, ya que aquí no somos capaces de hallarla? Tal
vez en otros mundos encontremos la clave, y si no es así, siempre podríamos emigrar hacia nuevas
tierras donde todo sea más colorido y seamos bien acogidos.

Aquella idea le parecía brillante a la mayoría, aunque siempre había a quien se le antojaba insuficiente.
Sin embargo, por el bien común, siguieron adelante.

79
Así que todos juntos emprendieron viaje en un barco volador que surcaba los cielos al ritmo de
los vientos. Cuando el viento soplaba del sureste, se plantaban en las frías tierras de las estepas
sorteando tempestades de hielo y nieve. Cuando el viento soplaba del nordeste, el barco pasaba
por desiertos cálidos y claros. Sin embargo, llevara donde les llevara el viento, no hallaban ninguna
señal que les ayudara a desvelar la respuesta a sus súplicas. Transcurrieron soles y lunas, y el tiempo
apremiaba. Algunos personajes de cuento ya habían comenzado a desaparecer cuando la desgracia
se cernió en los viajeros del barco. Los octogenarios, tal como habían predicho, no llegaron a tiempo
y desaparecieron. La pena no encontró consuelo en sus compañeros de viaje, y apenas se estaban
recuperando cuando siguieron el mismo camino hacia la nada Él y Ella y, más tarde, Riley y su
guitarra. Aquella situación no se podía prorrogar y, sobreponiéndose a las pérdidas, volvieron a
convocar una asamblea para decidir qué harían.

—Hemos de reconocer que en nuestra búsqueda no hemos hallado la respuesta que tanto ansiamos
—dijo el joven indio, lo que su perro Can confirmó con un ladrido.

—Por el camino hemos perdido a nuestros amigos... Admitámoslo… Nos hemos equivocado —afirmó
Serafín, no muy entonado a causa de la tristeza.

Todos al unísono confirmaron las palabras del pájaro. Incluso a Griselda, emocionada, le cayeron las
lágrimas.

81
—No debemos lamentarnos ni preocuparnos más, sino ocuparnos —afirmó Chew Wang—. Hemos
recorrido este mundo y otros, y no ha habido respuesta. Por eso, creo que la solución es buscar en el
interior lo que no hallamos en el exterior. Esto es lo que debemos aprender nosotros y los humanos.
Si conseguimos que las personas se den cuenta de que cambiando la actitud se puede cambiar el
mundo, creo que podremos solucionar la situación.

—¿Y cómo lo lograremos, maestro Chew Wang? —preguntaron muy ansiosas Griselda y Bella.

—Creo que lo mejor será plantar una semilla interior para que, al florecer con su belleza y su fuerza,
pueda transformar la realidad —sentenció el maestro oriental.

Todos miraron al maestro sin entender una palabra. El gato, que por viejo también era sabio,
interpretó las palabras de Chew Wang:

—El maestro quiere decir que si solo una persona es capaz de ver de nuevo los colores, tal vez esa
persona pueda inocular de nuevo la ilusión a los humanos.

—Ahhh… —se oyó un gran suspiro de comprensión—. ¿Y quién será? —se preguntaron todos al unísono.

Nadie supo qué contestar, pero el Salero, que parecía el más inquieto, articuló unas palabras:

—¿Y si encontráramos a alguien con la fuerza suficiente, tal vez un niño, para transformar aquello
que los adultos no son capaces de cambiar? Los niños suelen tener más valentía y no tantos miedos
acumulados.

—Tienes razón, Salero —dijo el Gato Negro, emocionado—. Por fin has olvidado tu sosería y te has
animado a hablar y a exponer tu verdad. Estoy de acuerdo con Salero y yo me ofrezco voluntario para
buscarlo.

—Creo que es acertado buscar la semilla en alguien que aún está creciendo, pues su capacidad para
imaginar e ilusionarse aún está intacta —intervino Chew Wang—. Lo importante es que los humanos
vuelvan a imaginar, porque imaginando serán capaces de llevar a cabo sus sueños más íntimos y
mejorar el mundo con ellos. Pero para lograrlo hemos de transformar en primer lugar la actitud. Así
lo hice yo y así está escrito.

Los pocos personajes de cuento que aún quedaban parecieron compartir aquel pensamiento. Sabían
que era una tarea difícil, porque el mundo era muy grande y el tiempo escaso, pero confiaron en el
Gato Negro, que había sido capaz de visitar a la Mala Suerte y salir indemne.

82
Con el barco volador surcaron los cielos navegados y volvieron a su mundo, donde los humanos
seguían sumidos en la gris rutina. El Gato Negro buscó y buscó, mientras la gente le rehuía cada
vez que lo veía, hasta que encontró a alguien un tanto especial: la única niña de ojos claros que
había nacido en mucho tiempo. Bueno, mejor dicho, la única niña que había tenido los ojos claros,
pero de los cuales ahora solo conservaba uno. Y al verla, entendió que allí residía aquella semilla
de la que Chew Wang había hablado. Sin embargo, las dudas le asaltaron: ¿podía una niña cambiar
el destino de la humanidad? Tal vez, el gato, aunque no lo creyera, estaba prejuzgando, pues era
absurdo dudar cuando es sabido que los niños son portadores de una buena parte de la verdad.
Ante las dudas del Gato Negro, esta escritora se vio de nuevo en la obligación de intervenir. En el
momento en que el Gato Negro se sentía más inseguro, pues no confiaba en su propia opinión y
valor, le recordó la historia de Serafín y de cómo solo cuando confió en sí mismo logró encontrar su
destino. Le insistí en que es necesario dejar los prejuicios a un lado, para escoger con claridad lo que
la intuición nos susurra. Debo decir que el Gato Negro es algo obstinado y necesité mucha palabrería
para convencerle, pero finalmente siguió su propio impulso y apostó por aquella niña tan extraña.
Años después, el Gato Negro se sinceró y me agradeció que le recordara el valor de la intuición por
encima de los prejuicios, el miedo o la cerrazón.

El Gato Negro habló con aquella niña y su primer encuentro fue algo extraño, pues tal vez la aún niña
no acababa de comprender las palabras del gato. También hay que entender que no es muy habitual
que un animal se presente y te hable como si fuera un humano. Sin embargo, a partir de aquel
primer encuentro, en la niña se despertó la inquietud por devolver los colores al mundo. Y sucedió
que aquella niña creyó en sus propias intenciones y estas se fueron transformando en realidades. El
color fue pintando el mundo y con él regresó la ilusión al corazón de los humanos. Los personajes de
los cuentos volvieron a aparecer: los octogenarios, Él y Ella, y Riley y su guitarra, y la gente continuó
inventando historias, nuevos personajes fueron creados y, por ende, a esta escritora nunca le faltó la
imaginación ni quien le leyera.

Un nuevo mundo se había ido formando. Un mundo construido desde una nueva actitud, con la
esperanza como bandera y la imaginación como máximo poder. Pero eso ya es otra historia, y si
queréis saber cómo sucedió solo tenéis que recordar o volver atrás y releer la historia de Carmesina
y los colores olvidados.
? ?
85
86
Diario de apuntes:
carmesina
Este diario lo he ido escribiendo a lo largo de los años.
En él he ido apuntando, dibujando y guardando todos
aquellos pequeños detalles y recuerdos, especialmente de mis
viajes en busca de los colores.
Aquí os dejo una pequeña muestra.
Si queréis más, me tendréis que buscar en:

www.loscoloresolvidados.com.
R u t a o r n it
o l ó g ic a p o
el centro r
de Europa
¡E n A u s t r .
ia r e s c a t é
e l c o l o r ve
r d e b os q u e
!
Siempre ha
bía pensad
y, en gener o que Sera
al, los esto fín
de un solo rninos era
ojo, pues a n pájaros
sí me los
mi amigo el describió
Sin embar Gato Negr
go, en uno o.
de mis via
que en rea jes descub
li d a d los rí
d os o jos y e s to r n in os te n ía n
q u e e l Ga
a q u e ll a h is to Ne g r o m
to r ia p a ra e c o n tó
q u e m e s in
id e n ti fi c a d ti e ra m á s
a . ¡Q u é p il
A q u í os d lu e lo e s te g a
ib u jo los to !
e s to r n in os
p á ja r os q u y o tr os
e h e id o d
e s c u b r ie n d
ta l c o m o o,
s o n e n la
r e a li d a d .

-Neuf
l Pont
áculo del Circo La Folie.
fía de

Entradas para ver el espect


a Mila y Darío, los
Finalmente, no pude conocer
a

historia de amor... Pero, a


Fotogr

protagonistas de esa loca


también me enamoré...
88 pesar de ello, en París, yo
la) -250 gr. de choco
Mi late para darse un
est i l o
-4 huevos, a ser po a alegría
(Al sible, de gallinas
-100 gr. de manteq felices
uilla de vaca suiza
-100 gr. de azúcar
para endulzar el d
-75 gr.de harina, ía a día
la justa para espo
-1 paquete de levad njar la vida.
ura para subir las
energías

En un cazo al fuego, deshacemos el chocolate con un poco de agua.


A continuación, retiramos del fuego y le añadimos la mantequilla, la
yema de huevo, el azúcar, la harina y, por último, la levadura.
Se mezcla todo muy bien para evitar los grumos.

la mez cla ant erio r.


cla ra de hue vo se bat e a pun to de nie ve y se aña de a
La se aña de la
ent e, en un rec ipie nte unt ado en ma nte qui lla o ace ite
Fin alm
s apr oxi ma dam ent e.
mez cla y al hor no 30 min uto

Et voi là: c’es t fin i!! El


Gâ tea u au cho col at list o
para pro bar .
n
Otoño e Au tén tica rec eta , pru eba a

parís
hac erl a.

Obviamente, aquel año


rescaté el color
marrón chocolate
89
e a
Primavera, viaj s
Estados Unidde olos cherokee, me
u
A m ér ica, en la trib yah,
Esta n d o en
o ri a : la d el platero Sequo
gran hist que
explicaron una si la b a ri o pa ra esta tribu
do todo un los de aquello
s
que había crea if er en te s pu eb
entre los d lecer algo
se universalizó n a qu e quiere estab
tod a per so los, pero
estados. Como tr ó co n muchos obstácu
h se en co n momento,
nuevo, Sequoya in ter es ó y, desde aquel
mauga se dura.
la tribu chicka je es cr it o qu e aún hoy per
e lengu a labario:
se expandió est qu e fo rm a n parte del si
s símbolo s
Aquí dibujé lo

okee observé el cielo


Sentada entre los indios cher ión
cual es la famosa constelac
estrellado y me mostraron a
«perro pequeño». Ésta es un
Canis Minor, que significa
dernas y está formada por
de las 88 constelaciones mo
la Proción con Betelgeuse
una línea que une la estrel a
is Major). Ahora os invito
(Orión) y con Sirio (Can
iendo los puntos.
descubrir su forma resigu
constelación!
¡Sorpréndete con la famosa

90
Verano,
Nueva York
“ El h u m o r
también
incrementa
nuestro se
ntido
de supervi
vencia
y salvagua
rda
nuestra co
rdura”

Charles Chaplin
“Historias de mi vida”
(biografía)

Al conocer a Ella y hablarme constantemente de


su adorado Chaplin, empecé a ver sus películas y mi
preferida es “El chico” (1921), aunque sea en blanco
y negro y yo prefiera el color.

Incluso, una vez soñé que era la protago


nista y que Charles
Chaplin me mostraba como era un rod
aje. O, tal vez, no fue
un sueño sino un deseo… o una realidad
...

91
é
S u r encontr
l
En e
s c a r l a t a, pero,
el color
e nte,
a f o r t u nadame
des rmesí.
a e l c olor ca
no er

Aquí
está la
d i s c os portad
fa v o r i t a de u
B. B. os , “ T no de
King... a ke i t mis
¿ Os rec h o m e ”, de
efectiva uerda
mente, a l
canción c ómo m g o? Sí
. Me e enca ,
inspiré n t a esta
ilustra en ella
r la h para
del fam i storia
oso ca
ntante
.

Way down Sou


th there’s
a clear stream
running
In the night I
feel my heart tu
I’m feeling som rning
e day I’d like
Back to the pl to come
ace I started fr
om
Take it home
Country night
with the stars ab
Way down ther ove me
e with the ones
who love me
Mother,
Sister, Fa
They mea ther, Son
n more t
han anyo
Take it h ne
ome
(Fragmen
to de la
“Take it canción
home” de
B.B Kin
g)
92
Primavera
Verano, O ,
toño,
Invierno.
Tambi
én me
que la explica
palabr ron
japoné a crisi
s está s en
dos gr formad
af í a s q a por
e peligro ue sign
ng rig y opor ifican
e n l o Cuenta tunida
Sh
agón lluvia
y n que d.
El d r , l a del ma fue un
a idea
nto do
el vie , b e n efician para e
estro C
hew W
ubes gún l
a xplicar ang
las n o , s e la dua
mp l. de cóm lidad
al ca a o rienta o se p
uede
og í interpr
mitol etar u
na mis
situaci ma
ón.

mbién
r O ri en te fu e tan largo ta
po lor
Como el viaje «r o jo de China» o co
descu b ri r el
tuve tiempo de za en
co n o cer éi s porque se utili
otros lo es el
bermellón. Vos . A d em á s, según el Tao,
llos chin os
las lacas y se d a y la eternidad
.
colo r d e la vi

Cuentan que el famo


so guerrero Chew W
un seguidor muy espe ang tuvo
cial llamado Chen W
Dicen que a través angting.
de los preceptos de
fue capaz de crear de su maestro,
los movimientos de la
todo un arte marcia lucha
l para meditar y ejer
energía vital al que cit ar la
hoy llamamos taichí.

93
Falsos mitos
de la Mala Suerte.
Todos estos mitos me los explicó
mi amigo
el Gato Negro después de ir
a visitar a la
Mala Suerte. Aquí os los dej
o para que
vosotros tampoco creáis en esa
s historias.

Gato Neg
ro:
Arrastra
la leyend
a de la m
decían qu ala suert
e acompa e porque
Edad M ñ a ba a las
edia. En b r u jas en la
conflicto realidad,
que enton e l m it o surge d
y los cul ces existía el
tos pagan e n t r e la Igle
os. Y com sia
o siempre
recibir al , le tocó
más débil
en este ca ,
so el pob
re gato.

Escalera:
inado
r de ba jo de ella está dictam
Pasar po e nada
al fa ri o. Y to do esto no tien
como m amente,
ic o, si m pl em en te es que, antigu
de esotér sponían a
s, cuando se di
en los patíbulo de
gu ie n co lo ca ba n una escalera
ejecutar a al r por debajo
cu al pe nd ía el cuerpo. Pasa
la mo una
se interpreta co
de una escalera nde antes
rd a m an er a de colocarse do
absu
to.
estaba un muer

94
Espejo roto:
El falso mito prov
iene de la Venecia
del siglo XV. Allí
se realizaban
los mejores espejos
y, por tanto,
también los más ca
ros. Las señoras,
para evitar que su
s criados los
rompieran, les adver
tían de que
romper uno de ello
s equivalía a
siete años de mala
suerte.

Salero:
al
también está m
Derramar sal o
superstición. Est
visto según la
la sal era un
responde a que
cesario y en
producto muy ne
uir,
gu nos lu ga re s difícil de conseg
al dio
ponía un dispen
y derramarla su
permitir. Por
que no se podían
que maldecir a
eso, nada mejor
de las manos,
quien le cayera
pobre salero.
diabolizando al

95
A todos aquellos que utilizan la imaginación en su
día a día porque hacen de este mundo algo mejor.

Para Loli y Candi

oy los años me pesan casi tanto como los párpados en esta hora ya tardía, donde
la luna plateada ya se perfila en el cielo oscuro. Rodeado de libros y con el tintero
desgastado de tanta palabra escrita, los pensamientos se pierden, se vuelven
turbios y confusos en mi mente ya anciana. Sin embargo, no quiero dejar de
relataros una historia que sucedió hace tiempo cuando el mundo aún era gris.

En aquel entonces, yo no era el que soy hoy. Era una marioneta a merced de la bruma en la que el
mundo parecía imbuido hacía años. Un mundo donde los colores habían ido desapareciendo porque

96
la gente había dejado de imaginar. Como si se tratara de un decreto, autocensurándose, todo aquel
que tenía un sueño o fantaseaba sobre una idea, debía guardarla, depositándola en una caja de madera,
cerrarla con llave y dejarla en el portal de su casa. Y yo, entonces el guardián de la imaginación, noche
tras noche me dedicaba a recoger aquellas cajas y guardarlas bajo vigilancia. Y sin pensar en nada ni
plantearme mi oficio, al caer el sol, cogía mi bicicleta e iba depositando las cajas dentro de mi saco en
una insulsa rutina. Advertí con los años de oscuridad que los sueños disminuían y las cajas también. A
veces lo único que recogía eran unos pequeñísimos cofres que pertenecían a los sueños de los niños,
que eran los únicos que conseguían fantasear con otra realidad.

Así sucedían mis jornadas en la soledad nocturna de mi bicicleta desgastada. Lo más asombroso
es que mientras pedaleaba ni siquiera pensaba. Y al amanecer, después de recoger todas las cajas,
llegaba al gran almacén, donde nadie me vigilaba, nadie me controlaba, porque yo sabía cuál era mi
misión y la efectuaba con firme decisión. Numeraba cada una de las cajas y las colocaba en largas
y altas filas que nunca se acababan. Pero ni siquiera aquella estampa despiadada me conmovía.
Era inmune a cualquier duda o interrogante.

Sin embargo, algo empezó a acontecer en la ciudad. Una sensación diferente empezó a invadir las
calles, una brisa nueva se filtraba por las casas: ¿qué significaban aquellos dibujos de colores que
anónimamente colgaban en árboles y edificios? Nadie sabía qué eran ni quién los dejaba, pero a quien
los veía se le dibujaba una sonrisa y se le despertaba un cierto brillo en la mirada.

A raíz de oír hablar sobre aquellos dibujos, mis noches empezaron a ser diferentes. Ahora, mientras
hacía mi recorrido nocturno, también buscaba aquellas láminas. Una vez habías vuelto a sonreír, no
podías olvidar el cosquilleo de las mejillas ni los pellizcos en el corazón. Y así, entre recogida y recogida,
buscaba con ilusión aquellas láminas. Y entonces una pregunta surgió: ¿no debería yo también guardar
aquella ilusión en una cajita y dejarla en el almacén? Y así procedí. Guardé aquella ilusión -o eso creí-
en el interior del almacén de la imaginación.

Pero a pesar de guardar aquella sensación, cada noche mantenía la esperanza de encontrar alguno
de aquellos dibujos. Y no solo eso, sino que también me empecé a preguntar quién estaría tras ellos.
Entonces no sé de dónde, de qué rincón olvidado de mí, me llegaban respuestas de lo más extrañas:
imaginaba a duendes que en algún lugar subterráneo de la ciudad escondían colores y pintaban las
láminas. Luego la deseché e imaginé que eran unas musas aladas que llegaban desde el cielo e, incluso,

97
98
por imaginar, imaginé que podrían ser obra de algún mortal enloquecido por sus propios deseos
y sueños, por no haberlos guardado en la caja de madera... Entonces me di cuenta de que aquello no
tenía mucho sentido. Estaba volviendo a imaginar tantas cosas que ya ni siquiera cabían en mi cajita de
madera, y empecé a acumular cajas ante la sorpresa de mi mujer, que andaba preocupada por mí. Sin
embargo, no lograba deshacerme de ellas y las dejaba en casa. Tal era mi extrañeza por todo aquello
que suscitaba mi imaginación que, por primera vez en mi vida, un día, al llegar al gran almacén, me
cuestioné con cierta desolación cuántos sueños se habrían perdido allí guardados.

Las fantasías iban a más, no podía detenerlas y uno de aquellos días en que no había dormido nada
pensando en el origen de los dibujos, tomé la decisión: lancé todas las ideas en varias cajas, que casi ni
se podían cerrar de lo llenas que estaban, con la intención de dejarlas en el almacén por siempre jamás.
Las coloqué en el saco y me las llevé en mi bicicleta para la ronda nocturna. Me fijé en la ciudad
y en cómo el color ya la empezaba a inundar. Sin embargo, yo debía seguir mi trabajo, no debía
imaginar tanto, no me estaba permitido, aunque cada vez tenía menos claro quién me lo negaba.
Y estaba pensando en esto cuando oí una voz infantil tras unos matorrales de un jardín: ¿una niña a
aquellas horas tan tardías en la calle? Con sigilo para no asustarla me acerqué al matorral y lo que vi
allí cambió todo mi porvenir. Allí, tras el ya verde de los árboles, una niña colgaba una lámina de dibujo.
Estaba a punto de llamarla, cuando de repente la niña habló, pero no sé dirigió a mí:
-¿Has visto, Gato, como la ciudad está cambiando y todo vuelve a tener un color más natural?

Y un gato negro que estaba agazapado tras las sombras, ante mi sorpresa, contestó:

-Ciertamente, Carmesina, pero ya sabes que aún hay mucho por hacer, que hay muchas cosas
que tú desconoces…

-Sí, pero no me podrás negar que he vencido a la gris oscuridad. Ya nada puede volver a traer la negrura
a la humanidad.

-Ay, Carmesina, Carmesina, no seas tan ufana. Lo que hoy es rosa mañana puede ser naranja y lo que
mañana es naranja pasado puede volver a ser negro… A veces, cuando uno menos lo espera, regresa
la oscuridad. Y tendrás que estar preparada…

En aquel momento, la voz se me ahogó en la garganta. Aquella niña, aquella simple muchacha

99
había sido la que había colgado los dibujos, la que había despertado los colores entre las personas.
Pero no solo aquello, sino que la fantasía tenía cabida en nuestro mundo real, pues si no, ¿cómo
un gato podía hablar? Me restregué los ojos, abrí bien los párpados y puedo jurar y perjurar que
aquello no fue un sueño. Con el mismo sigilo con que me había acercado, retrocedí y cogí conturbado
mi bicicleta en dirección al almacén de la imaginación. Una vez allí, saqué mis cajas del saco.
Estaba a punto de numerarlas y guardarlas cuando la imagen de la niña y el gato me invadió.
En aquel momento cogí las cajas y las destruí lanzándolas al suelo, haciendo añicos la madera y dejando
volar la imaginación. A continuación, seguí con el resto de cajas que habían estado allí apiladas años
y años. Algunas las abrí, otras las destruí, pero al llegar el nuevo día, la mayoría de sueños habían sido
liberados y yo, agotado, me dormí.

En realidad no sé qué sucedió después, pues dormí una eternidad, y desperté en otro lugar. Desde
aquí vi como la ciudad seguía pintándose de colores e imaginación. Hubo quien la utilizó para crear
una nueva fórmula científica. Otros la utilizaron para crear útiles inventos y otros, unos pocos como
yo, al romper las cajas, dejamos fluir las historias que se agolpaban en nuestra mente y empezamos
a escribir historias, a relatar cuentos a los demás, a inventar personajes con la única intención de
seguir despertando sonrisas y emoción. Desde entonces, muchas letras he escrito, mucha tinta
ha rodado por el blanco papel desde que descubrí que la imaginación también tiene su lugar en la
realidad. Y hoy, que ya formo parte de este mundo de los cuentos y la imaginación, quería explicar
esta historia para recordar que es mejor liberar y dejar volar la imaginación para transformar
situaciones, para hacer de la realidad algo mejor.

Y ahora os dejo para seguir escribiendo bajo esta luna plateada, mientras brindo con una copa de vino
por los pequeños placeres, por las historias que escribí y por las que aún tengo que contar.

100
101
El origen de todo
Cuando leemos una novela, un cómic o vemos una película, muchas veces podemos pensar de dónde surge
esa historia que nos están contando o que estamos viendo. Pensamos y le damos vueltas al origen incierto de
todo ello. ¿Aquella narración se habrá inspirado en una vivencia personal? ¿Aquel cuento tendrá su simiente
en una historia explicada a un niño mientras duerme? ¿Existirán en la realidad esos personajes que veo en
la pantalla del cine? Creo que todos nos hemos preguntado esto en alguna ocasión. Por eso, os voy a explicar
el origen de este libro. Porque merece ser contado, porque es una de esas curiosidades que no deben pasar
desapercibidas.

Podría deciros que los cuentos empezaron por una palabra recogida al azar o por una anécdota vital, pero
el origen es más peculiar. La mayoría de estos cuentos están inspirados en una colección de camisetas de
la marca Play Attitude. El diseño de cada camiseta es una reflexión en torno a lo que acontece en nuestro
mundo. Siempre, bajo una visión positiva, refleja una manera de pensar y una determinada actitud. En un
principio, los cuentos iban a ocupar poco más de ocho líneas y formarían parte de unos puntos de libro que

102
acompañan las camisetas. Pero, claro, aquellos conceptos daban para escribir un cuento y así fue cómo surgió
este experimento. De una imagen se desgranaron miles de palabras hasta crear cada historia. Se le añadió
dosis justas de reflexión, imaginación, fantasía y, sobre todo, poesía. Y aquellos diseños tomaron vida, como
buen ejemplo de convivencia entre imagen y palabra.

Ahora que conocéis un poco más sobre la inspiración de este libro, os invito a descubrir la camiseta que
pertenece a cada cuento. Encontraréis al Gato Negro de la Buena Suerte, a Serafín posado en su árbol, al
dragón Shenlong de Chew Wang y otros conceptos escondidos en los cuentos de Hazme el humor, Los pequeños
placeres, Futuro perfecto, El cuento del lunes y del viernes. Y para aquellos relatos que aún no tienen camiseta,
paciencia, que seguro que esta vez el camino será al revés y del cuento pueden llegar a surgir otros diseños
para futuras colecciones. ¡Y es que Carmesina reclama su protagonismo en una de las camisetas!

www.playattitude.com

103
OTROS LIBROS DE LA COLECCIÓN:
La inspiración dormida. Regreso a los colores olvidados
es una novela ilustrada, continuación del primer libro,
Los colores olvidados, donde retomaremos a una de
sus protagonistas, Carmesina, para adentrarnos en
un viaje al mundo de los cuentos y la imaginación
en busca de la inspiración perdida. A través de este
viaje, revisitaremos a personajes y lugares del primer
libro, y descubriremos a otros nuevos, con el objetivo
de vencer nuestros rincones oscuros y darle color a
nuestra vida y a la de los demás.

Para todos aquellos que se atreven a despertar e ir en


busca de sus propios colores.

LA INSPIRACIóN DORMIDA.
Regreso a los colores olvidados
Escritora: Silvia González Guirado.
Ilustradores: David Garcia Forés, Desiree
Arancibia y Marta García Pérez.
Número de páginas: 188
También disponible en:

104
El despertar es una novela gráfica que recupera a Bella y
Griselda, las protagonistas de Una historia de princesas,
(Los colores olvidados) que cansadas de su existencia,

EL DESPERTAR
decidirán tomar las riendas de su vida y arriesgarse
a cambiar su destino… Aunque solo sea por un día y
medio. Una historia de amistad entrañable, divertida y
rebelde para toda aquella persona que quiera despertar,
liberarse de estereotipos y tópicos y darse cuenta que
somos mucho más que las princesas y príncipes que
nos inculcaron en los cuentos infantiles y que nos siguen
vendiendo en nuestro día a día.

EL DESPERTAR
Escritora: Silvia González Guirado.
Ilustradora: Marta García Pérez.
Número de páginas: 111

También disponible en:

105
LA MOCHILA ECOLÓGICA DEL LIBRO
Consumo eléctrico kW/h: 3,09 Información Ambiental
Play Attitude publica este libro en El Tinter SAL
(empresa certificada con ISO 9001, ISO 14001,
EMAS y Cadena de Custodia FSC (Número de
licencia: C016706)) fomentando los criterios
Materia prima en kg: 1,02 de ecoedición y de impresión sostenible.
LOS COLORES OLVIDADOS Y OTROS RELATOS
ILUSTRADOS se ha impreso con planchas de trama
estocástica (que ahorran tinta) y tintas elaboradas con
Residuos generales en g: 146,41 aceites vegetales. El papel certificado con sello FSC®,
proviene de una gestión forestal responsable. Esto
implica un sistema de control de la producción papelera
que garantiza una gestión social, económica y ambiental
Consumo H2O en L: 6,01 responsable con el lugar originario de los bosques.

Peso papel por libro en g: 702,10

Huella de carbono de este libro


El total de emisiones contabilizadas en material y en el
Cantidad de ejemplares: 2.000
proceso de impresión por ejemplar es de 1,53 kg de CO2.
(Se incluye la emisión del transporte hasta la distribuidora.)
El embalaje para el transporte se ha realizado
con cajas de cartón reciclado, con el distintivo
correspondiente para facilitar el reciclaje.
1,53 kg de CO2
No lo abandonéis. Haz correr este ejemplar. Si
lo queréis dejar a otras personas, podéis donarlo CO2 CO2
a una biblioteca, dejarlo en algún lugar público o
inscribirlo en Bookcrossing.

1 libro 8,98 km

106
LA EDUCACIÓN ES LIBERTAD
Porque imaginamos nuevos mundos construidos en la igualdad de oportunidades y en una educación que
fomente valores, donamos un 10% de las ventas de este libro a la ONGD Educación Sin Fronteras.
Educación Sin Fronteras es una organización no gubernamental de desarrollo (ONGD) creada en el año 1988.
ESF es un espacio de reflexión y análisis para quienes quieren participar de forma activa y altruista en el
enorme reto de lograr un mundo más justo y solidario en el que primen los valores de la equidad, la democracia
y el respeto a la diversidad.
ESF impulsa proyectos de Cooperación Internacional en América Latina y de Educación para el Desarrollo en
España.
Actualmente 75 millones de niñas y niños no pueden ir al colegio –te invitamos a que te unas a luchar por
esta causa.
http://www.educacionsinfronteras.org/sumate y ¡súmate para restar!

En la lectura de estos cuentos se pone de manifiesto la posibilidad de cambiar el mundo a partir de opciones
personales que son fruto de la reflexión crítica. Aunque a veces parece que va a ser muy complicado avanzar
siempre existe algún camino por recorrer que te va a llevar a nuevas experiencias.

Ser persona, ser tú misma, ser tú mismo, implica no dejarse llevar por la corriente, por opciones mayoritarias,
por supersticiones. Construir en el convencimiento de la posibilidad de cambio, de la aceptación a la diferencia,
dando valor al esfuerzo, cuestionando las imposiciones, alejándose de la resignación, en el respeto a los
demás, desde el diálogo y el pacto… Estos y otros mensajes aparecen en los relatos con la voluntad de
estimularte a construir un mundo más justo y solidario.

107
Agradecimientos
A mis padres, Manoli y Joaquín, porque fueron los primeros en A mis padres, Hernán y Fermina, por su apoyo en mi mundo
mostrarme el espectro general de colores y me apoyan en mi artístico, a mis hermanos, Oliver y Hernán, por estar siempre
propia aventura por rescatar el resto de tonos vitales. cerca, a mi abuelo “el nenucho” que me protege desde el cielo,
A Diego, por descubrirme mi propio azul y creer en él de manera a mi compañero, pareja y confidente David, a mi gato gordo
incondicional. “Don Vito,” por aguantar mis “achuchones” y descargas de
estrés y a mis dos grandes “comadres”, Milena y Ximena.
A Mayka, Gianella y Glòria, por enseñarme el verde esperanza
y el violeta espiritual. A mi amiga Claudia Blin, por colaborar con nuestro libro de
forma desinteresada y a Efrén, por confiar en nosotros y llevar
A Rosa Fragua por leerse y comentarme con rosa estima los
a cabo nuestros proyectos y locuras.
cuentos y a mi prima Dori, por su dorada sabiduría al ayudarme
con las expresiones en francés. A María Inés Gómez, por escucharme cada miércoles y por
ayudarme a ver la vida con diferentes “gafas”.
A Desiree, Efrén, David, Montse y al gato Play, por demostrarme
que el negro no tiene por qué ser un color oscuro y tenebroso, Y un especial agradecimiento al gatito Play, que me ha
sino una opción llena de posibles tonos. enseñado que los gatos negros dan buena suerte.
Y al resto de personas con las que he compartido vida y retazos ¡Gracias a todos por aguantarme todos estos años, espero que
de colores, porque cada una, aunque no lo sepáis, habéis sean muchos más! Os quiero.
aportado la pincelada necesaria para que este libro se haya Desiree
escrito y publicado. Gracias.
Silvia

Agradecer a toda la gente que apostó por mí y dedicárselo a


A Papá, por iniciarme en el fantástico mundo de los tebeos. todas las personas que han pensado que comprar este libro es
A Mamá, por quererme como solo una madre sabe hacerlo. una gran idea. ¡Olé!
A Fanny, por estar aquí a pesar de estar muy lejos. A Carlos, Marta
por compartir tantos blocs de dibujo de pequeños. A Álex, Edu,
Óscar y Sergi, por ser buenos amigos, que no es poco. A Olga,
por enseñarme a amar a los gatos, entre otras cosas. A Mª
Jesús, por acompañarme en el viaje al centro de una cebolla.
A Efrén, por soñar juntos… y hacer los sueños realidad. A Gracias a todos aquellos que alguna vez formaron parte de
Silvia, por regalarnos estos cuentos. Y como no, a mi pequeña, PLAY y dejaron su granito de arena. Somos lo que somos
gracias a vosotros: Albert Martínez, Jordi Pla, Berta Segura,
Desiree, por ser como eres y querer compartirlo conmigo.
Carles Marsal, Claudia Dakhil, Gemma Valls, Héctor de Miguel,
Y a todos los que alguna vez me dijisteis aquello de: “Oye, que Iván Caño, Jose María Rodríguez, Marçal Serrate, Mireia
bien dibujas”… mirad lo que habéis conseguido. Gimeno, Tomás García, Vanesa Morales, Vero, Ivannis Suarez,
David y Ferran Puig.

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Gracias a:
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Aaron C. | Aaron T. | Adelaida | Adrianna Diaz | Alana Stubbs | Albert Cua · Lady Tinuviel | Lars Nygaard Witter | Laura Aponte-Blizzard | Laura Chi Hood ·
Aleb | Alec & Mereoni Vuibeqa | Alen Šalamun | Alessandro Rizzolli | Alex Brem · Laura Hernández | Laura Osorio | Laurian Bot | Layne M. Allen | Lee | Lee A. ·
Alexandra | Alexandra Haahr | Alexandra Herzog | Ali Clements | Alison Searcy · Lenaldo B. Rocha | Liliana Ritzmann | Lisa Alapick | Lisa Redpath | Liz Cornett ·
Allen Crimmins | Álvaro Sánchez Gómez | Amanda Bell | Amanda Johnson · Liz Shannon | Logan J. Conner | Luis Cesteros | eeeeeaóaeeeeee
Amanda L. Singletary | Amber Schumacher | Amelia Smith | Ana Anguiano · M. Phelps | Mª Ángles Dominguez | Maggie Allen |Maggie Gaitanis | eaóae
Ana María Briseño García | Andreas Linnert | Andrew Lohmann | eeaóae Mainon A. Schwartz | Marcus J. Ellinger | Maria Bement | Marie Goursolas ·
Andrey Novoseltsev | Andy Clark | Andy Rutland | Angelica J. Starkey | aóa Marisa Manzanedo Pérez | Marissa Frattini | Mark Hirschman | Mark Powell ·
Angelina Andrea Cisternas Droguett | Angeline C. Burton | eeeaóaee Martijn Rensen | Martin Graham King | Mat Turner | Matt | eeaóaee
Antonio Ulysses Delgado | Armond Netherly | Arron Mitchell | Aurenn | aó Matthew Pihodnya | May Thurnherr | Melanie and Sid Meilleur | eaóae
Bae | Barbara Soto | Bartosz Kiera | Bea Ruski | Bear Weiter | eeaóaee Melinda Olson | Melissa Fahlstrom | Merce Marsal | Michael & Jack Petersen ·
Beatriz Martínez Ríos | Blanca Vielva | Bob Michiels | Bradley Munn | eaóae Michael Grießinger | Michael Hartmann | Michael V. Shaw, Jr. | Michelle Ferrara ·
Braedon de Grasse | Breanna Redmon | Brett Schellenger | Brian Carneiro | aó Michelle Meracis | Miguelón & Belencita | Mike Skolnik | Mikina | eaóae
Brian Horstmann | Brittany Eifler & Draven Wilson | Brittany Riles | eeaóae Mollie Bomer | Morten Mobrenna | eeeeeeeeaóaeeeeeeee
Brookelynn Gore | Bruce Guthrie | eeeeeeeeaóaeeeeeee Nancy Puente | Naor Tabiv | Natalia | Natalie M. Becker | Nathan Brown | aóa
C. S. Buckley | Camilla Barrett | Candace Lauren Ostler | Carlos Correia | eaóa Nerea Samblás Adell | Nevan Himmelberg | Nicholas J. Quinn | Niki Coppola ·
Carly Painter & April Watkins | Carolyn Brajkovich | Carsten D. | Castle Joe Books · Nikki Jeske | eeeeeeaóaeeeeeeaóaeeeeeeaóae
Cat Cristofaro | Catherine Killigrew | Cathy Franchett | Chante Nelson | eaóa Olga M. G. | Olga Vilasánchez Seoane | Olivier Horvath | Ooi Shien Lung | eó
Charlotte A. Churchill | Charlotte Sorensen | Chelle Destefano | Chelsie Dawn Sales · Óscar “Mr Wolf“ Recio Coll | eeeeeeaóaeeeeeeaóaeeee
Chely Rodríguez Díaz | Cheryl DF09 | Chris C. | Chris Call | Christian Melançon ·
Pablo T. | Paco Quilis | Pamela O’Farrell | Pankaj Gupta | Patrick Riley | aóa
Christina Shirley | Christopher Fisk | Christopher Ta | Colleen Rose Thompson ·
Patrick Senay | Paul D. Jarman | Paul Johnson | Paul Koerber | eeaóaee
Cristina del Pozo García | Cristina Letón | Crystal Denton | Cynical Felidae | aóa
Penny & Allen Lanese | Peter Thew | Philip Kurian | Philip Sant | eeaóaee
Dale Allen | Dan Bechtold | Daniel Goldberg | Daniel Hallifield | Daniel Vasquez ·
R. K. Bookman | Rae Kersley | Raphael Semchechen Neto | Rebeca Alvarado ·
David Greenberg | David Vergara | Dennis Dockx | Desirée Rivero | Dianne Chen ·
Rebecca Mutton | Regina P. Wade | Remy Zin Crumpler | Revek | Reyna Gruner ·
Domenico Commisso | Don, Beth & Meghan Ferris | Doug Eckhoff | eaóae
Rhel ná DecVandé | Richard C Helfer | Robert D. Portwood | Roche Levett ·
Eden Sondern | Edgar Ivan Jaramillo | Elaine M. Cassell | Eli Scripps | eaóae Rocío Navarro | Rod Mearing | Ron Rose | Rosa | Russian Kabakoff | Ryan Curtis ·
Elisa Merino Cuesta | Elise M. Gross | Eliza Park | Elly Cockcroft | eaóae Ryan Schmidt | eeeeeeaóaeeeeeeaóaeeeeeeaóa
Emily Donovan-Landis | Emily Omizo Whittenberg | Ephraim Mallery | Eric W. ·
Sacha Rombouts | Sander Beekmans | Sandra Bullough | Sara Kasari | Sarah G. ·
Eric Wells | Eric Welsby | Ernesto Cisternas | Essie Bee | Eva Fernández Nieves ·
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Sergio Jimenez | Sergio Mompart | Shannon L. Haltiwanger | Sheree Cobernus ·
Familia Caihuelas Rodríguez | Familia Echarri-Terán | Felipe Soriano Soriano · ShowbizSean Canning | Si Barnes | Sierra Ritzel | SilentInAWay | Sim Page ·
Fernando Calheiros | Fernando R. | Finbarr Farragher | eeeeaóaeee Simon Weller | Solange Morales | Stacey Hale Hankins | Staci Burlingame ·
Francisco José García Francés | Fred Leggett | Frederik Bruneel | eeaóae Stacie Bullough | Stacie S. | Stacy | Stan the Mighty | Stephanie Hart McDonald ·
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Gary Graybill | Genevieve Johnston | Gerardo “Jerro“ Hernández González · Steven K. C. Lee | Steven M. Zachary | Stew “Chocobo Sage“ Sizer | aóa
Glen Jenkins (Australia) | Graeme Rigg | Gregory Krieg | eeeaóaeee Suraya Mattocks | Susan R. Grossman | Susanne Doherty | Susiboy (from South
Harald Demler | Heidi Berthiaume | Helen Frost | Hetkala | Holly Iossa | eaóa Korea) | Suzanne Samson | Sylvia Vargas Hopp | eeeeeaóaeeeee

Ignasi Gorina | Imogen Lola “Velocity“ Doumani | Indigo Pohlman | eaóae Tahmina & Ben Yusuf | Tania Cabañas Tardajos | Tara Wyman | eeaóaee
Isaac ‘Will It Work’ Dansicker | Ivanova Eggins | Ivy Joy Knight | eaóae Tasha Turner Lennhoff | Team Denson | Teel & Mandy McClanahan | aóa
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Jussi Myllyluoma | eeeeeaóaeeeeeeeeeaóaeeeee
Kaelyn Takata | Karen Brigitta Goetz | Karen Feldman | Karen Ong | aóa
Karen Wong | Kat McGaw | Katherine Newman | Kathleen Hanrahan | aóa
Kathryn L. Harvey | Kellie Ramirez | Kevin Koperski | Kevin Rick | eaóa
Krista DeRhodes | Kristiane Anderson | Kristina | Kristina Leipoldt | eaóae

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