EL PAÍS DE LA SEDA

(muerto en el 210 a. C.) hizo construir la Gran Muralla. En el 221,

después de haber conquistado y reunido bajo su autoridad a los principados
feudales vecinos, se otorgó el título de Primer Emperador Augusto:
Shihuangdi, donde huang es el equivalente del Augustus romano (no tiene
Las seis provincias productoras de seda según el Tributo de Yu.

ninguna relación con Huangdi, `el emperador amarillo'). Qin Shihuangdi

se dedicó a unificar, consolidar, defender y regir el imperio chino,
convirtiéndose en un soberano tan temible para sus súbditos como para sus
enemigos. Además de la Gran Muralla, cuya construcción implicó la
participación de un gran número de hombres sacrificados en este arduo y
gigantesco trabajo, se le atribuyen la unificación de la escritura, de las
unidades de medida y de las leyes, la construcción de carreteras y la
destrucción de los libros de la escuela confuciana. Actualmente no se visita su
tumba—se ha identificado el túmulo en los alrededores de la ciudad de Xi'an,
pero no ha sido abierto—, sino el impresionante «ejército de terracota»
enterrado en Lintong, en el mismo sector, y que se ha convertido en uno de
los lugares más visitados de China. En 1974, allí se descubrieron por azar y
se desenterraron seis mil estatuas de terracota de guerreros y caballos, con
casco y acorazados, un poco más grandes que el tamaño natural, todos
diferentes, esculpidos en arcilla y escondidos cerca del túmulo imperial, del
cual son, desde hace veintidós siglos, los guardianes silenciosos.
La Gran Muralla (la «Muralla de los Diez Mil Li»), de la que todavía es
visible una parte, durante mucho tiempo también ayudó a proteger al im-
perio chino de sus enemigos nómadas, con el apoyo de otras dos armas: la
caballería y la diplomacia.
Anteriormente hemos visto que, según la obra en griego de Apolodoro,
el rey de la Bactriana independiente, Eutidemo, en el 220 había dirigido sus
conquistas al este hasta encontrarse cerca de los seres; proximidad muy
probablemente hostil y en la que los intercambios se hacían más bien bajo
forma de incursión, saqueo, tributo, extorsión... Ésta es, pues, una de las
vías por las que los objetos preciosos viajaban, por las buenas o por las ma-
las, como botín. Es reciente el ejemplo famoso de las peregrinaciones del
tesoro de Troya a través de Alemania y Rusia. Las sederías, que son artícu-
N

.1 los preciosos, quizá llegaron en primer lugar de este modo a ojos de los jefes
guerreros y de las cortes vecinas. Si en lugar de haber sido derrotados en
ti

Carras, los romanos hubieran salido victoriosos, seguramente habrían to-

mado todas las insignias partas y habrían decorado con ellas sus propios
templos, palacios y carros de triunfo, y habrían conocido antes esta nueva
y tan magnífica tela exótica.

43

3 ra llas o numerosos
AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR :
LA APERTURA DE LA RUTA HACIA EL OESTE
Según los historiadores chinos, en el siglo u a. C. comenzaron a existir re-
laciones diplomáticas y económicas entre China y los países de Occidente
y fueron «abiertos» (tal es la expresión china) los «Territorios Occidenta-
les» (Xiyu), en concreto gracias a la célebre misión hacia el oeste de Zhang
Qian, durante la dinastía Han, «en el tercer año del período de Qianyuan
del reinado del emperador Wudi», es decir, en el año 138 a. C. El motivo de
esta misión era estratégico: conseguir alianzas militares con los jefes de las
tribus enemigas de los xiongnu para atacarlos por los flancos.
Los xiongnu (aunque hoy en día se ha puesto en duda, durante mucho
tiempo han sido considerados los antepasados de nuestros hunos) se ha-
bían vuelto particularmente poderosos y agresivos en el período que siguió
al reinado de Qin Shihuangdi. A principios de la dinastía Han (fundada en
el zo6 a. C.), una confederación de tribus xiongnu amenazaba de manera
constante, a pesar de la Gran Muralla, la seguridad de China por el norte y
el noroeste, haciendo incursiones relámpago, razias y saqueando las rique-
zas de sus vecinos, agricultores y artesanos sedentarios, de acuerdo con un
esquema que, de hecho, durará hasta la época moderna, desde el mar Cas-
pio hasta Pekín: en inmensos espacios de estepas y semidesiertos, los nó-
madas, cuyos recursos económicos eran, esencialmente, los productos del
ganado y la caza, tenían por vecinos reinos prósperos—grandes reinos o
los pequeños oasis reinos—de agricultores, artesanos y comerciantes, que
habían desarrollado un tipo de vida material y técnico más avanzado y un
nivel cultural y artístico más sofisticado. China, Irán, Rusia y los fértiles oa-
sis irrigados de Asia Central producían aquello de lo que carecen los pue-
blos nómadas: cereales, textiles, productos manufacturados según el pro-
greso técnico de la época y, más tarde, té o armas. Los nómadas son jinetes
y arqueros y practican las incursiones, huyendo a continuación, de manera
casi inalcanzable. Para los pueblos sedentarios, la mejor defensa contra
estos ataques son las fortificaciones: la Gran Muralla de Qin Shihuangdi,
44
AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR
ciudades fortificadas que puedan resistir largos sitios tras sus torres y mu-
fortines que guarden los pasos, las pistas, los desfiladeros
o los puestos aduaneros. Así, a lo largo de Asia Central, como una línea
punteada sobre un mapa, se encuentra una sucesión de fortificaciones, to-
davía en pie o bien en ruinas, en las que cristalizaron los intercambios, ya
sea bajo la forma de comercio y regalos diplomáticos, ya sea bajo la forma
de ataques y pillajes. El imperio chino, los reinos iranizados u helenizados
de Asia Central, el imperio persa y, más tarde, el imperio ruso tienen una
historia marcada por la presencia en su territorio de los pueblos nómadas.
La visión que los chinos tuvieron de los nómadas y turcos mongoles, con
los que tuvieron contiendas durante toda su historia (hasta el momento en
que fueron conquistados por ellos en el siglo xiii), es la misma visión que
tuvieron los europeos de los hunos y más tarde de los conquistadores gen-
giskánidos: bárbaros incultos y sanguinarios, más próximos a la bestia fe-
roz que al hombre. El miedo que inspiraban ha permanecido en el imagi-
nario de los pueblos de Oriente y Occidente. Las esculturas chinas de la
época Han los representan con un rostro bestial, y los mapas cristianos de
la Edad Media sitúan a los mongoles en lo más recóndito de Asia y los
identifican con los Gog y Magog de la Biblia.
La historia del reinado de Wudi, de las expediciones hacia el oeste, la
extensión de la influencia china en Asia Central y la apertura de China ha.
cia Occidente, tiene como fuentes principales el Qian Han shu o Libro de
los Han anteriores (que cubre el período de la primera dinastía Han, del
206 a. C. al año 9 d. C.), redactado a finales del siglo 1 de nuestra era por
Ban Gu, y el Shiji o las Memorias históricas de Sima Qian, que murió en el
86 a. C.' Según estas fuentes, hacia el año 140 a. C., los xiongnu habían cons-
tituido un reino tan poderoso y tan peligroso para todos sus vecinos, y la
guerra había costado tantos soldados chinos, muertos o capturados en te-
rritorio enemigo, tanta plata y tantos caballos, que el emperador Wudi de
los Han intentó una operación diplomática: enviar a un emisario hasta el
territorio de los yuezhi, otro pueblo nómada al que los xiongnu había ven-
cido en otro tiempo. El jefe xiongnu había matado al rey yuezhi y con su
cráneo había hecho, siguiendo la costumbre de su pueblo, una copa en la
que bebía. Y había expulsado a los yuezhi, obligándolos a emigrar miles de
kilómetros hacia el oeste, hasta los límites del Amu Daria, en el país de Da-
xia, la antigua Bactriana del imperio persa helenizado. Los yuezhi eran,
45
 LA RUTA DE LA SEDA

pues, forzosamente enemigos de los xiongnu; se trataba de obtener una

alianza militar con ellos.
Aprovechando la ocasión, el emisario recogería las informaciones de
los países que cruzara o de los vecinos, establecería contactos y entablaría
alianzas con ellos. No se trataba ni de conquista ni de guerra, sino de di-
plomacia, estrategia e información.
Pero ¿cómo llegar hasta los yuezhi? No sólo el itinerario era desconoci-
do, sino que para alcanzarlos era necesario atravesar los territorios de los
xiongnu, quienes no permitían pasar a nadie. Desde hacía tiempo, éstos se
habían convertido en los dueños de las pistas, hacían reinar la inseguridad,
impidiendo las comunicaciones entre los numerosos pequeños reinos que
se repartían Asia Central, y atacaban salvajemente a los viajeros y comer-
ciantes, asesinándolos y saqueando sus caravanas.
El emperador eligió para la expedición hacia el oeste a un oficial de la
guardia de palacio llamado Zhang Qian, oriundo de Chengguxian, en el
suroeste de Shenxi, un poco al este de Hanzhong. Era un hombre que no
alcanzaba los treinta añcis, muy honesto, con una gran fuerza física, tenaz y
decidido, especialmente dotado para reagrupar a los hombres para una
causa común y que conocía bien tanto a los xiongnu como el estado de
cosas en los Territorios Occidentales. Se le agregaron noventa y ocho hom-
bres, la mayoría oficiales subalternos o simples soldados, y algunos indi-
gentes. En este grupo había un tal Ganfu, arquero muy hábil, que en reali-
dad era un xiongnu que había sido hecho prisionero por los chinos y que
había sido destinado como criado a una familia aristocrática de Shandong.
Teniendo mucho de lo que quejarse sobre su propio país, donde había sido
expoliado, desarrolló un fuerte resentimiento contra los xiongnu; fue libe-
rado y se enroló en el ejército chino. Posteriormente será para Zhang Qian
un colaborador muy seguro y eficaz.

En el año 138 partieron de la capital Chang'an, la actual Xi'an. Esta célebre

expedición ha sido ilustrada por los pintores: uno de los frescos de Dun-
huang en Ganfu, en la cueva número 123 de Mogaoku, muestra a Zhang
Qian despidiéndose del emperador antes de partir hacia el oeste. Esta pin-
tura ha sido reproducida muchas veces en diversas publicaciones.
Enseguida acontece una aventura increíble. Sin embargo, del centenar
de hombres que la protagonizaron, únicamente regresaron dos.
Zhang Qian cabalgaba a la cabeza llevando consigo la insignia de su

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 LA RUTA DE LA SEDA
misión imperial: una vara de bambú, de más de dos metros de largo, a la
que se habían fijado tres mechones de crin de cola de yak. La cola de yak,
cuyas crines pueden llegar a medir dos metros, siempre fue, como es sabi-
do, un emblema de poder en gran parte del Asia continental.
Dirigiéndose hacia el noroeste, pasaron por el sur de Ganfu, atravesa-
ron el río Amarillo y se encontraron en el llamado «corredor del Hexi»
oeste del río'), territorios que se extienden a lo largo de cientos de kilóme-
tros al pie de los montes Qilian y que forman parte de la actual provincia
de Ganfu. Tuvieron que pasar por aquí, según su mapa, para poder alcan-
zar el país de los yuezhi. Pero estos territorios estaban ocupados por los
xiongnu.
Poco. tiempo después de haber dejado tras de sí la Gran Muralla, 'se
equivocaron .de dirección y toparon de manera accidental con un fuerte
destacamento de jinetes xiongnu; el combate terminó inevitablemente con
la captura de los chinos, que fueron llevados a la residencia del rey. «El país
yuezhi está al norte de mi territorio—argumentó éste—, ¿con qué derecho
la casa de los Han envía allí a un embajador? Si yo mismo quisiera enviar
un embajador a un país situado al sur de China, ¿la casa de los Han me lo
permitiría?». Y Zhang Qian, después de haber sido gravemente maltratado,
fue destinado como esclavo a una familia de la aristocracia xiongnu, en la
que permaneció once años, encargado de pastorear un inmenso rebaño de
ovejas y bovinos. Durante el cautiverio, se casó con una esclava xiongnu,
con la que tuvo un hijo.
Un día, se presentó una ocasión para huir. Los prisioneros chinos—¿todos?,
¿algunos?; no se sabe—salieron con presteza llevando consigo agua y ali-
mentos secos, y se dirigieron hacia el oeste tan rápidamente corno pudieron.
«Comían al aire libre y dormían en el rocío», según la expresión china, y co-
nocieron el hambre y la sed, y por este motivo, muchos murieron. Por for-
tuna, Ganfu y algunos otros, gracias a su habilidad con el arco y a los frutos
de la caza, consiguieron mantener a la pequeña tropa. Después de un
trayecto dificultoso por montes y valles, orientándose gracias al sol, la luna y
las estrellas, llegaron a orillas de un inmenso lago salado, el lago Lobnor.
Estaban en el antiguo reino de Loulan, por desgracia ocupado por soldados
xiongnu. Cerca del lago, cazaron y repostaron sus provisiones de alimentos
para poder seguir su viaje. Consiguieron informarse acerca del itinerario que
conducía a los yuezhi y bordearon el valle del Tarim por la ruta del norte.
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AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR
El actual Xinjiang estaba entonces dividido en una multitud de peque-
ños principados, algunos de los cuales únicamente estaban formados por
una ciudad fortificada en medio de un oasis. Zhang Qian y sus compañe-
ros pasaron por los reinos de Weili (actual Weilixian, un poco al sureste de
Korla, en el centro de la provincia de Xinjiang), Qiuci (cerca de Kucha, un
poco más lejos al oeste), Shule (cerca de Kashgar) y por algunos otros, en
total ocho principados. Por último, rodeando la cadena de montañas lle-
garon al reino de Dayuan, país dichoso y próspero que entonces contaba
con trescientos mil habitantes, donde fueron bien acogidos. Este país lla-
mado Dayuan no es otro que el valle, o mejor dicho la depresión, de Fer-
gana, rodeada por altas montañas, y situada en el curso superior del Sir
Daria (Narin y Kara Daria), en el extremo sureste de la actual República de
Uzbekistán, ex República Socialista Soviética Uzbeka de la URSS, lindando
con la República de Kirguizistán. En la época musulmana el reino se cono-
cerá con el nombre de Kokand. Valle dichoso, «perla de Asia Central», des-
cubierto por azar por esa misión china de la que no era el objetivo, iba a
desempeñar un papel inesperado en la política exterior china.
China no era desconocida para el rey de Dayuan, el cual sabía que era
un país potente y rico. Zhang Qian permaneció allí durante algún tiempo
y descubrió alimentos hasta ese momento desconocidos por los chinos: la
uva, la zanahoria, que los chinos denominarán «nabo hu» (hu es la palabra
que designará todo aquello que procede de Asia Central), y también el ajo
y el sésamo. Y, sobre todo, descubrió que en Dayuan se criaban maravillo-
sos caballos. Por último, descubrió también que allí se cultivaba una planta
forrajera que constituía la mejor alimentación para estos animales: la
hierba musu, la alfalfa. De estos caballos y de la alfalfa hablaremos larga-
mente a continuación.
El rey de Dayuan tenía la obligación de hacer acompañar a la misión
china hasta el reino de Kangju (más o menos la antigua Sogdiana, entre el
Amu Daria y el Sir Daria); Zhang Qian había llegado allí donde el imperio
de Alejandro Magno se había detenido... A su vez, el rey de Kangju hizo
guiar a los viajeros chinos hasta el país de los yuezhi. Por fin habían llega-
do a su destino.
Los yuezhi, o da yuezhi ((grandes yuezhi'), ocupaban entonces el territorio
de la antigua Daxia, Bactriana. Arrollados y expulsados por los xiongnu, se
habían instalado (¿haciéndose un lugar, a su vez, por la fuerza?) en este país
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 LA RUTA DE LA SEDA
fértil, en el que vivían prósperamente y en paz. Algunos mostraban simpa-
tía por el gobierno chino y sentían nostalgia por su antigua patria: pero
China quedaba demasiado lejos, un ataque en tenaza habría sido imposi-
ble de realizar, y los xiongnu eran demasiado poderosos y estaban dema-
siado cerca. El rey no se decidía. Zhang Qian esperó un año más y, al no ob-
tener la alianza que era el objetivo de su misión, decidió partir.
En el regreso a China, cambió de itinerario. Para rodear por el sur la
depresión del Tarim, pasó al sur de los montes de Kunlun, atravesando
la actual provincia de Qinghai. Sin embargo, los xiongnu estaban verdade-
ramente en todas partes: he aquí que nuestros viajeros volvieron a ser cap-
turados y obligados, con hierros en las manos y en los pies, a cumplir tra-
bajos pesados. Esta vez Zhang Qian pensó que iba a morir. Pero en el año
126 a. C., el viejo rey xiongnu enfermó y su muerte permitió a los supervi-
vientes de la misión china, aprovechando los problemas internos ocasio-
nados por la lucha por el poder, huir de nuevo, esta vez hacia el este. La
mala suerte finalmente les abandonó. Llegaron a Chang'an, aunque no
eran más que tres: Zhang Qian, su mujer de origen xiongnu y su fiel Ganfu,
es decir, un chino y dos xiongnu. De los hijos de Zhang Qian no se dice
nada; de sus otros compañeros, tampoco. Cosa casi increíble, Zhang Qian,
durante sus trece años de peligrosos viajes, había conseguido conservar su
vara de embajador, la vara de las colas de yak.
Las aventuras y peligros de los que regresaba el enviado chino habían con-
mocionado la capital. Cuando en el palacio imperial Zhang Qian presentó
su vara de embajador al emperador para restituírsela, Wudi, muy emocio-
nado, le concedió un rango de alto dignatario y también recompensó a
Ganfu con un título honorífico.
Lo que Zhang Qian explica en su relato acerca de todo lo que había vis-
to ❑ aprendido en los Territorios Occidentales interesó vivamente al empe-
rador, quien le interrogó una y otra vez. ¡Se trataba de alianzas bien incier-
tas! La misión de Zhang Qian había hecho mucho más: había abierto a
China toda una parte del mundo y muchísimos reinos, con sus produc-
ciones útiles y curiosas... La realidad superará los sueños del emperador
Wudi, que no podía ni imaginar que un día el imperio chino llegaría hasta
el Pamir y el Karakorum, para él todavía desconocidos. Por ello no es ex-
traño que Zhang Qian sea actualmente uno de los grandes héroes nacio-
nales más conocidos por el pueblo chino.
AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR
Su nombre también se asocia a lo que hoy se denomina «la ruta de la
seda»: en efecto, como resultado de su misión nacerá una importante co-
rriente de intercambios transcontinentales en los que la seda tendrá, du-
rante mucho tiempo, el papel principal.
Regresemos al año 126. Para alcanzar aquellos países lejanos y trabar con
ellos relaciones comerciales y alianzas, en primer lugar era necesario, evi-
dentemente, encontrar una ruta que no estuviera bloqueada por los xiong-
nu. Ahora bien, durante su estancia en Daxia, Zhang Qian había visto en el
mercado «telas de Shu y bambúes de Qiong», dos producciones típicas de
Sichuan y perfectamente reconocibles para un chino. El reino ❑
prefectura de Shu cubría la región central y el suroeste de la actual
provincia de Sichuan. Qiong todavía es el nombre de un macizo
montañoso situado al oeste y al suroeste de Chengdu, la capital de Sichuan,
en el corazón de esta provincia. ¿De qué manera estas dos producciones
chinas habían llegado tan lejos de su lugar de origen, separado de
Bactriana por enormes cordilleras, ríos gigantescos, decenas de reinos,
fronteras y aduanas?
A esta cuestión, la gente del país respondió a Zhang Qian que sus mer-
caderes (¿puede creerse siempre a los mercaderes?) iban a comprarlas a
Shengdu, nombre que los chinos daban a la India del Norte, un país situa-
do a muchos miles de li" al sureste de Daxia. Allá lejos no había más que
tierras bajas, cálidas y húmedas, donde abundaban los elefantes. Pero Da-
xia está a 12.000 h de Chang'an; por la ruta que Zhang Qian había seguido
estaban los xiongnu; si la tomaban más al sur, saliendo de la capital china,
encontraban otros pueblos hostiles, los giang, que ocupaban el actual
Qinghai; y además estaban los desiertos. En la ruta desde Daxia hasta Si-
chuan no hay ni xiongnu ni tampoco bandidos, y la ruta es practicable, le
aseguran. ¿Practicable? De Bactriana a la India, sí. Esto es lo que puede
leerse en el capítulo 123 del Shiji. Pero ¿y de China a la India pasando por la
provincia de Sichuan? Lo intentaron. Se organizó una expedición encabe-
zada por Zhang Qian; los chinos alcanzaron con bastante facilidad Yibin,
en el centro-sur del actual Sichuan; un poco más al sur, en el sector entre
Yibin y Kunming, que está en el actual Yunnan, no consiguieron encontrar
la ruta; hicieron más de diez tentativas, siempre infructuosas; pasaron allí
más de un año; finalmente, se juntaron otras dificultades, renunciaron y
 LA RUTA DE LA SEDA
regresaron a Xi'an. Esta ruta no era la adecuada. Al menos, para los chinos
del norte, de la capital, de Gansu; aunque si las comunicaciones se revel a,
ron imposibles o arriesgadas entre el norte y Sichuan, en cambio estaban
activas, desde hacía largo tiempo, entre Sichuan, Yunnan, Birmania, Asan
y la India, y esta última tenía relación con numerosos países de Asia Ce ll,
tral y de Occidente. Pero dejemos por un tiempo las «telas de Shu» y los
«bambúes de Qiang».
En el año 115, Han Wudi envió a Zhang Qian en misión por tercera vez, con
trescientos hombres; en esta ocasión, siguiendo un itinerario que pasaba al
norte de los montes de Tianshan, se dirigió hacia el territorio de los wusun,
un pueblo que vivía al sur y al este del lago Baljash, en la región del Ili. Una
vez más se trataba de una operación estratégica: persuadir a los wusun,
pueblo que en otra época también había sido expulsado por los xiongnu,
para que regresaran a sus antiguos territorios y «cortar así el brazo dere-
cho» a los xiongnu. Pero en esta ocasión la alianza china tampoco parecía
una garantía suficiente contra estos últimos: para ellos, China también es-
taba demasiado lejos y los xiongnu, demasiado cerca.
Zhang Qian dividió entonces su tropa y envió encargados de misión a
cada uno de los otros reinos anteriormente visitados: Dayuan, Kangju,
Yuezhi y Daxia. Poco más de un año después, todos ellos enviaron embaja-
dores a la corte de los Han y a partir de este momento todo se convirtió en
un ir y venir regular de misiones oficiales. El mismo Zhang Qian entró de
nuevo en Changan, con la ayuda de guías wusun, trayendo consigo una
pequeña embajada del soberano wusun, acompañada de varias decenas de
bellos caballos corno presente para el emperador. Zhang Qian y los dife-
rentes encargados de misión trajeron productos nuevos e informaciones
sorprendentes sobre los lejanos paises desconocidos, tal como veremos
más adelante. Zhang Qian murió hacia el 104 o 103 a. C., cuando contaba
con unos sesenta años, treinta de los cuales los había pasado en penosos y
peligrosos viajes, sin contar la ingratitud de los príncipes. Hacia el año 123
cayó durante algún tiempo en desgracia por haber sufrido una derrota mi-
litar contra los xiongnu. Finalmente, el emperador lo colmó de nuevo de
honores y la posteridad lo guarda como modelo del guerrero, diplomático
y explorador que «abrió» la ruta hacia Occidente.
Las misiones hacia el oeste habían mostrado a los chinos la existencia
de varios grandes reinos, tales como: Anxi (Persia; la palabra Anxi po-
AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR
dría designar la dinastía parta de los arsácidas), el país más cercano de Da-
xia, donde Zhang Qian había permanecido un tiempo; Shengdu (la India);
T
° z h(uni país de Oriente Medio que localizaremos mejor más adelan-
Y a n cai (un país que se ha identificado con el pueblo de los alanos, que
tei)a;
en otros textos aparecerán como los habitantes del norte del Cáucaso); por
el más lejano, Lijian, que designaba, ❑ bien el conjunto de territo-
rios romanos, o bien los más orientales de éstos. Esta es la primera apari-
ción del mundo romano en la historia escrita china. Una simple palabra
bajo la cual todavía no puede ponerse nada.
Cuando Zhang Qian había pasado un tiempo en Daxia, durante su prime ra
misión, el rey de Anxi lo había invitado a visitar su reino. Sin embargo, no
fue hasta un poco más tarde, entre el 115 y el 105, cuan-do una delegación
china, dirigida por uno de los encargados de misión destacado por Zhang
Qian a partir del país wusun, aceptó tal invitación. El soberano parto, con
exceso de honor o gran prudencia, envió a un general acompañado de
veinte mil soldados para recibirlo en la frontera. Por lo demás, el encuentro fue
beneficioso; se sucedieron envíos recíprocos de embajadas e intercambios
materiales. De igual manera que con los otros reinos de Asia Central atra-
vesados por las misiones chinas, «los enviados [chinos] traían sus cartas
credenciales y las sederías como presente».
Es así como las sederías chinas empezaron a llegar a los paises occiden-
tales, ya no como un hecho excepcional sino de manera continuada, en
cantidades cada vez mayores y a un ritmo cada vez menos espaciado. Tam-
bién es necesario tener en cuenta las exigencias de la ruta: según los testi-
monios contemporáneos, el viaje de ida y vuelta entre China y los Territo-
rios Occidentales representaba, según la distancia, entre tres y ocho años.
El «presente» era siempre respondido con otro presente; los obsequios, con
otros obsequios. Es lo que nosotros denominamos «intercambios». Toda-
vía no puede hablarse de comercio en el sentido que actualmente atribui-
mos al término. ¿En qué momento los «presentes» entre soberanos se con-
vierten en intercambios económicos entre naciones? ¿En qué momento los
valores de uno y otro son iguales? ¿En qué momento hay trueque, es decir,
intercambios en especie? ¿Cuándo se pasa al estadio del comercio propia-
mente dicho? ¿Cuándo hay intercambios de mercancías cuyo valor se cal-
 LA RUTA DE LA SEDA
cula en monedas? Y ¿cuándo la diferencia eventual del valor entre las ex-
portaciones de las dos partes se resuelve en monedas, primero metálicas,
después símbolos económicos cuyo valor facial está garantizado por la na-
ción que los ha emitido?
En la época de Zhang Qian, este flujo de mercancías que empieza a cir-
cular entre China y Persia, en ambos sentidos y alimentando a su paso a
muchos otros reinos, es designado por los historiadores chinos con el tér-
mino de «presentes» entre soberanos; será algunos decenios más tarde
cuando empezará realmente la conquista china de Asia Central y cuando
varios reinos se considerarán vasallos o protectorados y sus envíos serán
denominados «tributos». De ello resulta lo que se ha denominado el «sis-
tema del tributo», concepción china según la cual el emperador, centro del
mundo y eje cósmico, padre de sus súbditos y de sus vasallos por el Man-
dato del Cielo, recibe de ellos el tributo que expresa esta relación. El mismo
ideograma gong designa el impuesto debido al soberano por las provincias
chinas, en la época arcaica del Tributo de Yu (Yu gong) y lo que nosotros
denominarnos específicamente «tributo», un canon entregado por un
soberano extranjero. Durante largo tiempo, el término gong designará
ambas cosas; posteriormente, los impuestos nacionales y los cánones
extranjeros se diferenciarán en el vocabulario.
Sin embargo, es importante subrayar que durante los casi veinte siglos
que dura teóricamente el «sistema del tributo», éste no debe entenderse
como una entrega unilateral, a modo del tributo que Roma recibía de los
pueblos vencidos. El emperador chino remitía a cambio al embajador del
país tributario diversos «presentes» para su soberano, con un valor que era,
cuando menos, igual que el del tributo recibido. Estos intercambios poco a
poco se fueron codificando, tanto en lo relacionado con el contenido como
con el ceremonial que acompañaba a todos los actos oficiales inherentes a
la embajada. El tributo es, oficialmente y en esencia, un símbolo político.
En realidad, ocurrió que la relación entre soberano y vasallo ya no fue más
que ficción, si bien, en cambio, los intercambios de tributos y presentes cu-
brían una importante realidad comercial. Expliquemos el posible escena-
rio, ya que se ha podido verificar para períodos algo menos antiguos: lo
que llegaba a Chang'an iba al Tesoro imperial, que conservaba una parte
para el emperador y la corte y vendía el resto a los mercaderes, quienes, a
su vez, lo difundían entre su clientela en China. En cuanto a lo enviado por
la corte china, si era seda, por ejemplo, podía proceder directamente del
impuesto que el gobierno chino percibía en especie de sus súbditos o po -
AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR
día haber sido comprada por el Tesoro para las necesidades ya aludidas de
«presentes» para reyes extranjeros. Desde el punto de vista chino se trata-
ba, en definitiva, de gran comercio, estrictamente controlado por el Esta-
do. Pero como los textos históricos privilegian los acontecimientos políti-
cos y militares o los hechos y gestas de la corte pero no el comercio, que se
considera una actividad poco noble, casi no mencionan de qué manera
circulaban los productos importados o exportados hasta llegar al nivel del
consumidor individual. Más tarde, concretamente con la dinastía Tang, los
textos mencionarán sin equívoco el cuerpo de los mercaderes, pero no hay
duda de que el comercio exterior continuó estando, y siempre ha estado,
fuertemente reglamentado y controlado por el gobierno imperial.
Igualmente es posible que a las caravanas oficiales se unieran, para be-
neficiarse de su protección armada, mercaderes de uno u otro reino, auto-
rizados para comerciar con ciertos artículos sin interferir con ello en los
intereses de los gobiernos en cuestión. Esto se ha hecho siempre en entor-
nos geográficos semejantes y particularmente en toda Asia Central.
Durante la época de Wudi, China no puede jactarse de tener por vasallos a
los reinos de Xiyu. Sin embargo, hay un indicio claro: según la información
contenida en los anales, los pequeños soberanos por donde pasaban Zhang
Qian o sus colaboradores enviaban a sus hijos a la corte imperial. En esta
época, pues, ya se había desarrollado esta práctica destinada a bloquear las
relaciones entre los reinos extranjeros: atraer a los hijos, o a uno de los hi-
jos del soberano, a la corte de Changan, no sólo para que se impregnaran
de la civilización china, sino también como testimonio de la buena amis-
tad de su padre, por no decir como rehenes. ¿Era de manera totalmente vo-
luntaria como estos reyes dejaban a sus hijos, durante años, en manos de
un soberano tan poderoso? En sentido inverso, las princesas chinas pedi-
das en matrimonio por los reyes «bárbaros», y que podían concederse o
no, con el fin de sellar la amistad entre dos pueblos, fueron también, aun-
que quizá de manera menos peligrosa para ellas, rehenes. Algunas desem-
peñaron un papel particularmente importante en la difusión de las técni-
cas artesanales y las creencias religiosas. Hablaremos de ellas muy pronto
en el presente escrito.
La presencia china se afirma de esta manera en los Territorios Occi-
dentales, lo que lleva al gobierno, con el fin de mantener la vía libre, a esta-
blecer puestos fortificados, comenzando por las prefecturas de Jiuquan y
 LA RUTA DE LA SEDA
Wuwei (fundadas en el 121 a. C), Zhangye y Dunhuang (fundadas en el ni).
Finalmente, en el 59, se creará la encomienda o protectorado de los Terri-
torios Occidentales, con un gobernador general llamado «protector gene-
ral» (Duhu), asistido por dos comandantes militares.
Más allá, al oeste, el reino de Anxi (Persia) parecía el más importante y
el más poderoso. Por este motivo, un enviado chino había ido para contac-
tar con su soberano, tal como se ha mencionado anteriormente; hubo, a
cambio, una embajada parta que debió de llegar al palacio de Wudi entre
el no y el loa a. C. Según Sima Qian, esta embajada entregó al emperador,
entre otros presentes, cinco hábiles prestidigitadores (¿o acaso juglares?)
de Lijian.
Ciertamente, es difícil establecer los límites de Lijian, tan vagamente
descrito en los textos de la época. Se ha sugerido Petra (bajo su otro nom-
bre, Rekem), Siria y el Oriente romano, así como Hircania o una Alejandría
de Asia Central; Paul Pelliot y Homer Dubs, y también muchos otros des-
pués de ellos, se inclinan por la Alejandría de Egipto. Más tarde, los histo-
riadores chinos considerarán, de manera retrospectiva, que la palabra Lijian
había sido utilizada para designar el mundo romano, o bien únicamente su
parte oriental; otras palabras designaron en chino al imperio romano.
¿Qué llevó el enviado parto? Probablemente un tipo de mandolina de
caja casi esférica, cuyo nombre ha sido transcrito en chino como pipa. Se
puede suponer que había músicos que acompañaban al instrumento. En
cualquier caso, China la adoptó y más tarde Japón hizo lo mismo.
Este intercambio de embajadas entre China y el reino parto de los ar-
sácidas tuvo lugar durante el reinado del rey parto Mitrídates II (124-91).
Los partos, cuyo origen quizá esté en relación con las migraciones de este a
oeste, de las que hemos visto ejemplos con los yuezhi y los wusun, habían
reunido bajo su dominio al imperio seléucida dislocado. Parece que el rei-
nado de Mitrídates II estuvo marcado por las luchas defensivas contra los
nómadas en el este; esto concuerda con lo que nos indican los datos chinos
sobre la omnipresencia agresiva de los xiongnu y sobre el establecimiento
de los yuezhi en la antigua Bactriana. Una alianza con el imperio chino po-
día resultar útil para neutralizar a un enemigo común, lo que precisamente
intentaba conseguir la diplomacia china.
Al oeste, Mitrídates I, a finales de su reinado, había extendido su dominio
hasta el Éufrates y Armenia; su dominación tropezó con la de Roma, que
56
AVENTURAS INCREÍBLES DE UN DIPLOMÁTICO EXPLORADOR
entonces controlaba toda Grecia y casi toda Asia Menor, dominaba el mar
en el Mediterráneo oriental y se había instalado en Siria, que pronto sería
provincia romana. Con Roma se sucedieron fases de guerra y tratados pro-
visionales.
Cuando tiene lugar la Batalla de Carras, Persia y China mantienen re-
laciones regulares desde hace cincuenta o sesenta años, lo que significa que
las sederías y las otras producciones chinas han tenido mucho tiempo para
introducirse en la vida material de Irán.
En Sima Qian puede encontrarse una descripción sucinta del reino de
Anxi, situado varios miles de h al oeste de los «grandes yuezhi», país de
agricultores sedentarios que cultivaban el arroz, el trigo y la vid, y que con
la uva hacen vino. Es un gran Estado, que se extiende a lo largo de varios
miles de li y que posee algunos centenares de grandes y pequeñas ciudades.
Es también un país de mercaderes, que, por vía acuática o por vía terrestre,
despachan sus mercaderías entre las naciones vecinas, incluso a muchos
miles de li de distancia. Usan una moneda de plata sobre la que se repre-
senta el rostro del soberano; a la muerte del rey, se refunde la moneda con
la imagen del nuevo. Escriben en sentido transversal, sobre pergamino.
A muchos miles de ti al oeste de Anxi, según las informaciones traídas
por los misioneros chinos, se encuentra el país de Tiaozhi, «próximo al
mar Occidental; el clima es caluroso y la tierra, húmeda; cultivan arroz; allí
se encuentran huevos de ave grandes como una jarra». La brevísima des-
cripción de este país, que parece tener una importancia nada menospre-
ciable, termina con estas curiosas informaciones: los habitantes son hábiles
prestidigitadores, y se añade que «los viejos de Anxi dicen que en
Tiaozhi se encuentran el ruo shui y Xiwangmu, pero que ellos no los han
visto jamás».
¿Los viejos de Anxi estaban pues al corriente de la historia mitológica de
Xiwangmu, la Madre Reina de Occidente? ¿Y qué era, en el siglo n a. C.,
Tiaozhi? Más tarde, podrá ser situado: Mesopotamia, Mesina, poco más o
menos la parte del actual Irak que da al golfo Pérsico e incluye el curso in-
ferior del Tigris y del Éufrates. E. Chavannes sugería el reino de Characene,
es decir, Susiana, en Persia, al este del Tigris. Como ocurre con muchos
otros nombres de países, varios siglos después se utiliza la misma palabra,
aunque no siempre designa exactamente el mismo territorio, ya que las
fronteras políticas de los estados son, coma es sabido, cambiantes.
57
 LA RUTA DE LA SEDA
En cuanto al ruo shui, la segunda palabra designa el agua, quizá más
exactamente un río; la primera palabra significa, o bien 'débil', o bien 'muer-
te. En el siglo xix, el padre Hyacinthe Bitchourine tradujo esta expresión
como `el agua muerta'; E. Chavannes, a principios del siglo xx, corno 'el río
débil. Nosotros reencontraremos un poco más tarde estos términos miste-
riosos a propósito de otro «país de Occidente».
Los informes de los enviados chinos nos describen otros muchos paí-
ses, y para algunos, estos informes son los únicos documentos precisos y
fechados de que disponemos, aunque por lo general son breves. Algunos
de ellos reaparecerán en la historia de los intercambios, en lo que más o
menos se ha convenido en denominar la o las «rutas de la seda».
Pero el hecho es que esta historia tiene desde el principio un hilo con-
ductor evidente: la guerra. La misión enviada hacia el oeste para establecer
alianzas militares comportará caballos para hacer la guerra, seda para ob-
tener en intercambio los caballos y soldados para obtener los caballos por
la fuerza.
Los otros intercambios vendrán, de manera indirecta, de esta triste
causa primera, ya sea por la compasión de los dioses o, quién sabe, ya sea
por la inteligencia de los hombres. ¿Acaso no sabemos ya desde Homero
que los dioses a veces juegan un doble juego?
58
4
EL PODER DE UN REINO RESIDE EN SUS CABALLOS
De su tercera misión, hacia el año 105 a. C., Zhang Qian había regresado
con bellos caballos del país de los wusun, y él mismo o sus coenviados ha-
bían traído del valle de Fergana granos de alfalfa y «granos» de vid (sin
duda uva o pepitas de uva, porque, ¿cómo imaginar que las plantas de vid
hubieran podido soportar un viaje como aquél?), así como otras muchas
cosas. Las novedades más importantes eran la alfalfa, los caballos y la in-
formación, ya transmitida en su regreso de la primera misión, de que en
Fergana existía una raza de caballos excepcionales que podría renovar la
caballería china y ayudar poderosamente a dominar a los xiongnu y a todos
los enemigos nómadas que amenazaban a China y que significaban un
obstáculo para las comunicaciones en el oeste.
En las fuentes históricas clásicas—por ejemplo, el Libro de los Han an-
teriores y el Shiji—,' el espacio dedicado a los esfuerzos realizados por el
gobierno chino para obtener caballos es significativo; por otra parte, ello es
igualmente válido para toda la historia premoderna de China, imperio
siempre amenazado por agresores cuya fuerza residía en la caballería, agre-
sores que criaban ellos mismos los caballos, disponiendo así de una venta-
ja importante en este ámbito.
En el mundo antiguo, de China a Grecia y de Mongolia a Persia, el caballo
es, en efecto, la base no sólo del poder sino también de la pervivencia de un
Estado. El hombre, habiendo logrado «adiestrar», controlar y hacer actuar
al caballo a su manera, y tomando la fuerza y rapidez de éste, domina el
tiempo y la distancia: originariamente con el carro enganchado (conocido
en la China antigua al igual que entre los griegos), y después de manera
universal con la caballería, el hombre con su caballo se transforma en una
máquina de guerra móvil, ultrarrápida, susceptible de llevar muchas ar-
mas, una armadura, provisiones para subsistir varios días... Aquel que dis-
59
 LA RUTA DE LA SEDA
pone de los caballos más rápidos y más resistentes (a la fatiga, a los diferen-
tes tipos de terreno y clima, etc.) juega con clara ventaja en un conflicto.
En consecuencia, el pueblo que cría y tiene caballos, que posee los se-
mentales y las yeguas de las mejores razas, buenos pastos y buen clima y
también el arte de criarlos, dispone de una baza importante. Y, al contra-
rio, un gran país que se considera poderoso, o que únicamente pretende
evitar ser conquistado por otro, pero que no posee esta baza, debe encon -
trar los medios para hacerse con este eje de la guerra. Esto lo conseguirá,
como ocurre con el resto de las cosas, a través de los intercambios, por las
vías del comercio, los compromisos o los acuerdos entre soberanos, o bien
con astucia o por la fuerza.
China, país de agricultores que consagran sus tierras al cultivo de cereales
y pobre en pastos, no ha sido nunca un productor importante de caballos y
siempre tendrá que importarlos.
Antes de estas expediciones hacia el oeste, China disponía principal-
mente de ponis de gran cabeza y pelo muy largo en invierno, cuyas pezu-
ñas se desgastaban rápidamente y que no eran aptos para la montaña ni
apropiados para largos trayectos. En estos pueblos que no usaban herra-
duras para los caballos, parece ser que la cuestión de las pezuñas tuvo un
papel importante en la historia de la raza caballar de Dayuan. En efecto,
ésta tenía unas pezuñas muy duras y que se desgastaban poco, mientras
que en las operaciones militares chinas era necesario dejar descansar a los
animales durante largo tiempo, por períodos, para que sus patas se recu-
peraran del desgaste y restablecieran la sustancia córnea. Se necesitaba,
pues, un contingente de caballos bastante considerable, y ello incrementaba
el coste de la guerra. Ahora bien, en los años 121-118, después de las cam-
pañas contra los xiongnu, que para los chinos habían supuesto la pérdida
de más de cien mil caballos, la situación era peligrosa. Eran necesarios tres
remedios: obtener de manera inmediata caballos de la raza mejor adaptada
a la guerra contra los nómadas; importar sementales y yeguas para organizar
la cría en los acaballaderos imperiales y desarrollar el cultivo de la alfalfa
para alimentar este ganado. Este último punto era seguramente el más
fácil. De manera muy rápida se consiguió el nuevo forraje, que era el
mejor que existía—así lo aseguraban—y al que los chinos denominaron
«musu», palabra que sin duda alguna tomaron prestada de la lengua del
reino de Dayuan—vocabulario turco, mongol o iraní—o incluso procedía
6o E L
PODER DE UN REINO RESIDE EN
SUS CABALLOS
del lugar de origen de la planta, sin duda Media, antiguo nombre de una
región de Irán situada justo al sur del mar Caspio y en la parte noroeste del
actual Irán. Los griegos, que conocieron la alfalfa muy pronto, desde el si-
glo v a. C., la denominaron «médiké poia», <hierba médica, nombre que ha
pervivido en el italiano moderno corno erba medica y en su nombre cien-
tífico como Medicago sativa. Pasando de un país a otro con los distintos
nombres que jalonan las incursiones militares o pacíficas de los caballeros
de nuestra historia—de la misma manera que los sucesivos visados de un
pasaporte revelan el itinerario y las escalas del viajero—, esta planta provi-
dencial alcanzó el Mediterráneo oriental, desde donde los jinetes árabes la
expandieron hasta España, y los conquistadores españoles, hasta Améri-
ca... En China fue introducida, aclimatada y cultivada gracias al celo del
emperador Wudi, que había obtenido las semillas a través de Zhang Qian.2
Obtener los caballos era otro asunto.
El emperador Wudi, repiten los historiadores, era un amante apasionado
de los bellos corceles. Un día, mientras practicaba la adivinación según los
libros antiguos, vio que los trigramas le revelaban la llegada de caballos di-
vinos procedentes del noroeste (divinos en el sentido de «sobrenatural»,
«divinidad», «espíritu», «genio»). Envió, pues, una embajada al rey de los
wusun, que en efecto residía al noroeste, al sur del lago Baljash, para pedir-
le caballos. El rey, por dos veces, le envió mil. El propio emperador probó
muchos de estos caballos y quedó fuertemente impresionado por sus ca-
pacidades: escalaban montañas, saltaban por encima de barrancos, corrían
corno si estuvieran volando... Se les llamó «caballos celestes», tian ma. Uno
de los envíos de mil caballos dirigidos al emperador Wudi, en el año 109 a.
C. (aparentemente guarda relación con la estancia de Zhang Qian junto al
rey de los wusun), acompañaba una solicitud de alianza matrimonial: el
rey pedía la mano de una princesa de la familia imperial Han. La obtuvo;
volveremos a ello más adelante.
¡Los caballos de los wusun eran una maravilla, pero todavía mejores
eran los caballos de Dayuan que Zhang Qian había descubierto aún más al
oeste! No sólo sus pezuñas se desgastan poco, sino que estos caballos son
más grandes y más resistentes que los habituales del ejército chino, pueden
sostener jinetes pesadamente armados, pueden recorrer «mil 1i al día» y
tienen una «doble columna vertebral», es decir, en realidad, dos hileras de
músculos a ambos lados de la espina dorsal, lo que, según se dice, es más
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