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Periodo 1925-1973

Este período abarca desde el 18 de septiembre de 1925, fecha en que se promulga y


firma la Constitución Política de 1925, hasta el golpe militar del 11 de septiembre de
1973.
A pesar del orden institucional inaugurado desde la promulgación de la Constitución
de 1925 y hasta la reelección presidencial de Arturo Alessandri Palma en 1932, el
país se ve envuelto en un período de graves convulsiones políticas. En octubre de
1925 se efectúa en Chile la primera elección presidencial directa, siendo electo
Presidente de la República Emiliano Figueroa Larraín. Sin embargo, el gobierno de
Figueroa se ve interrumpido por las tentativas autoritarias del coronel Carlos Ibáñez
del Campo, Ministro de Guerra y de Interior y caudillo de los militares que realizaron el
“Ruido de sables” en 1924. En vista de ello, en mayo de 1927 el Presidente renuncia a
su cargo, llamándose a nuevas elecciones presidenciales. El 23 de mayo de
1927, Carlos Ibáñez del Campo se presenta como candidato único y es elegido
Presidente de la República con el 100% de los votos.
El gobierno de Ibáñez se caracteriza por un acentuado autoritarismo y por la posición
subordinada a la que se ve relegado el Congreso, situación que llega a su clímax en
el denominado “Congreso Termal”, designado por el propio Ibáñez, enajenando así al
Congreso su carácter democrático. A pesar de ello, Ibáñez logra concitar un
importante apoyo ciudadano, en vista de la buena situación económica por la que
atraviesa el país, la que se traduce en un vasto programa de construcción de obras
públicas. Así mismo, hay un importante desarrollo institucional, con la creación de la
Contraloría General de la República, el Ministerio de Bienestar Social, la Dirección
General de Obras Públicas, la Inspección General del Trabajo y el Cuerpo de
Carabineros de Chile. En materia legal destacan la promulgación de la ley de
menores, de cooperativas agrícolas, el Código Sanitario y especialmente, el Código
del Trabajo.
Hacia 1931 y debido a la Gran Depresión, se produce en Chile una grave crisis
económica que afecta la actividad salitrera, por lo cual Ibáñez pierde el apoyo
ciudadano. La debacle económica, sumado al rechazo ciudadano al autoritarismo del
régimen, provoca una oleada de protestas populares que precipita la caída de Ibáñez,
el 26 de julio de 1931. El fin del autoritarismo desemboca en un período de aguda
inestabilidad política, caracterizado por las asonadas y los golpes militares.
Se suceden en el poder Manuel Trucco, en carácter de Presidente interino, y Juan
Esteban Montero, elegido Presidente de la República con un 63,93% de los sufragios.
El 4 de junio de 1932 se proclama la denominada “República Socialista”, que derroca
a Montero y disuelve el Congreso, siendo sucedida por juntas cívico-militares de
diversa composición y orientación política. Destacan aquí las figuras Eugenio
Matte, Marmaduke Grove y Carlos Dávila, quienes gobiernan hasta octubre de 1932.
Posteriormente el general Bartolomé Blanche derroca a Carlos Dávila y, presionado
por la ciudadanía, renuncia a favor de Abraham Oyanedel, gobernante interino que
llama a elecciones presidenciales para el 30 de octubre de 1932.
Efectuadas las elecciones presidenciales en 1932, Arturo Alessandri Palma es electo
Presidente de la República para el período 1932-1938. El Congreso se renueva
íntegramente, reflejando en su composición los cambios políticos ocurridos durante el
convulsionado período 1924-1932. En este segundo gobierno, Arturo Alessandri se
aleja de las posiciones progresistas y populistas de su primer mandato, acercándose
a la derecha política y económica. Sus principales objetivos son los de imponer el
orden institucional emanado de la Carta de 1925 y sanear y reactivar la economía.
Para alcanzar estos fines, Alessandri desarrolla un gobierno de fuerte autoritarismo,
combatiendo duramente al caudillismo militar, a la izquierda marxista y a los
elementos nacionalistas y nacistas. Al mismo tiempo implementa una serie de
drásticas medidas económicas de corte liberal. Si bien Alessandri alcanza los
objetivos planteados por su gobierno, hacia el final de su mandato el clima de
enfrentamiento político se agudiza entre los diversos partidos y agrupaciones que
compiten por sucederlo. En estas circunstancias, el 5 de septiembre de 1938, ocurre
la denominada matanza del Seguro Obrero, en la cual son asesinados un grupo de
cincuenta y nueve estudiantes del Movimiento Nacional Socialista de Chile, que
habían intentado un golpe de estado.
Esta masacre desacredita a Alessandri, a quien se le responsabiliza del hecho,
precipitando el triunfo de la oposición a su gobierno, aglutinada en el Frente Popular,
compuesto principalmente por los partidos radical, socialista y comunista.
Entre 1938 y 1952, Chile será gobernado de manera consecutiva por presidentes
del Partido Radical, a saber: Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), Juan Antonio
Ríos (1942-1946) y Gabriel González Videla(1946-1952). Durante los gobiernos
radicales, este partido entra en alianza con las más diversas fuerzas políticas con el
objeto de administrar el Estado y de conseguir los necesarios equilibrios que le
permitan implementar sus programas gubernativos. Destaca el impulso dado a la
industrialización del país, especialmente tras la creación de la Corporación de
Fomento de la Producción (CORFO), la expansión de la educación pública, el
fortalecimiento de la clase media y la plena incorporación de la mujer a la vida política
al otorgársele el derecho a sufragio en 1949. De este modo, bajo las administraciones
radicales es posible integrar a comunistas, socialistas, demócratas, liberales y
conservadores en las más diversas combinaciones. Esta estrategia política de índole
pragmática, en la que prima la negociación, hace del Congreso una institución de
enorme influencia y de gran poder de decisión. En este período se asumen los nuevos
problemas económico-sociales que enfrenta el país.
El Poder Legislativo, integrado ahora por variados sectores políticos y sociales,
promueve reformas en el ámbito social que favorecen a los sectores más
desposeídos, impulsando una progresiva democratización en el acceso al sistema
político. Sin embargo, la política de transacciones desarrollada por los radicales
comienza a desdibujar las bases doctrinarias de la colectividad. Se les acusa de
inconsecuencia y oportunismo y de profitar del aparato del Estado, dando cabida a la
inoperancia y la corrupción. Esta crítica se hace extensiva a la clase política en su
conjunto, circunstancia que es aprovechada por el general Carlos Ibáñez del Campo,
quien se presenta a las elecciones presidenciales de 1952 con un programa que
critica frontalmente a los partidos políticos tradicionales. Ibáñez promete un gobierno
fuerte y eficiente que elimine la corrupción y de nuevo impulso a la economía
nacional. Esta propuesta alcanza gran aceptación entre la ciudadanía, eligiendo a
Ibáñez Presidente de la República por el período 1952-1958.
Durante su gestión se implementan un importante número de iniciativas tales como la
creación del Banco del Estado, el Ministerio de Minería y la Corporación de la
Vivienda. Desde el punto de vista político una medida de gran trascendencia es la
reforma a la ley electoral de 1958, que establece la cédula única de votación,
poniendo fin al cohecho y al fraude electoral, ampliando el padrón electoral y
extendiendo la ciudadanía hacia los sectores populares. Sin embargo, el programa
gubernativo de Ibáñez se ve afectado por la falta de apoyo político partidario, al
tiempo que fracasa en el ámbito económico. Esto lleva a que su periodo presidencial
acabe sumido en graves huelgas generales y protestas callejeras.
En las elecciones presidenciales de 1958, la ciudadanía se vuelca hacia la
candidatura de Jorge Alessandri Rodríguez, un independiente de derecha, ingeniero
de profesión ajeno a los partidos políticos, quien propone un gobierno de especialistas
y técnicos, “el gobierno de los gerentes”. Durante el gobierno de Alessandri se
implementan programas de fomento de la vivienda y el ahorro, así como una primera
reforma agraria, que si bien es de carácter restringido, implanta la institucionalidad
sobre la cual se desarrollará de forma plena esta importante reforma.
La gestión de Alessandri (1958-1964) se muestra insuficiente para solucionar los
graves problemas que aquejan al país, afectado por el estancamiento económico y
por demandas de cambio político de mayor envergadura. Esto lleva a la ciudadanía a
concebir los cambios políticos, económicos y sociales desde visiones más
revolucionarias. Estas visiones ideológicas de cambio estructural aspiran a dar
soluciones globales a los problemas nacionales, hecho que contribuye a debilitar el
juego político imperante hasta entonces, fundado en la negociación, el compromiso y
el acuerdo y que tiene como espacio privilegiado al Congreso.
Internacionalmente, la política chilena comienza a experimentar influencias de la
Guerra Fría y la Revolución Cubana, procesos que inciden notoriamente en el
comportamiento de los actores sociales y políticos.
En 1964 es elegido Presidente de la República Eduardo Frei Montalva, del Partido
Demócrata Cristiano que desarrolla un vasto programa de reformas estructurales.
Destacan la ley de sindicalización campesina, la chilenización del cobre, el programa
de Promoción Popular y, sobre todo, la Reforma Agraria, iniciativa de enorme
trascendencia que cambiaría de manera radical la estructura social, política y
económica del país. Entre 1964 y 1970, Frei impulsa estas reformas bajo la
institucionalidad en el marco de la implementación de la “Revolución en libertad”,
definida como una opción alternativa al programa revolucionario de la izquierda
chilena, que plantea superar el Estado y el régimen capitalista, creando una sociedad
de corte socialista.
A pesar de las importantes reformas impulsadas por la administración demócrata
cristiana, hacia el fin de su gobierno la población respalda el programa de la Unidad
Popular, alianza de los partidos de izquierda chilenos que encabeza el
socialista Salvador Allende, elegido Presidente de la República para el período que se
extiende entre 1970 y 1976. Allende y la Unidad Popular impulsan un proyecto político
de carácter socialista, que significa profundas transformaciones en la estructura
económica y en la propiedad de los medios de producción, aunque dentro de los
cauces institucionales. Asimismo, ejecuta programas sociales de auxilio hacia los
sectores más desposeídos, impulsa las organizaciones populares de base, profundiza
el proceso de Reforma Agraria y lleva a cabo la nacionalización de la gran minería del
cobre.
Estas iniciativas son muy resistidas por los sectores conservadores de la sociedad
chilena, los que sumados a la oposición de los sectores medios agrupados en la
Democracia Cristiana y a las divisiones al interior de la propia izquierda, desembocan
en una lógica de confrontación política aguda. Desde el segundo semestre de 1972 se
desencadena una profunda crisis económica con altos índices de inflación y
estancamiento industrial.
En este contexto, los intentos de una salida política fracasan y el día 22 de agosto de
1973 el Congreso Nacional, dominado por la oposición, acuerda declarar "el
quebrantamiento institucional y legal de la República", representando dicho acuerdo
"al Presidente de la República y a los señores Ministros del Estado miembros de las
Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros". Entre los meses de julio y agosto de
1973, el diálogo entre el gobierno y la oposición, que intentó poner freno a la crisis
política y económica, terminó en un fracaso.
Así, el día 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas y de Orden llevan a cabo
un golpe de Estado que provoca la muerte del Presidente Allende. El mismo día,
luego de la toma del poder por parte la Junta Militar, se cierran las libertades
democráticas y el Congreso Nacional, inaugurándose una nueva etapa en la historia
política y legislativa chilena.
HISTORIA ECONOMICA DE CHILE
Periodo 1930 a 1970 La Gran Depresión y la intervención activa del Estado

La dependencia de las exportaciones de salitre contribuyó a la inestabilidad financiera


del país porque el volumen de gastos públicos dependió de los caprichos del mercado
internacional de este producto. Chile afrontó una severa crisis interna cuando la
prosperidad de salitre se terminó repentinamente durante la Primera Guerra Mundial a
consecuencia de la invención de sustitutos sintéticos por científicos alemanes, a
causa del bloqueo inglés de salitre a Alemania. Gradualmente, el cobre sustituyó al
salitre como la materia de exportación principal de Chile. Usando nuevas tecnologías
que hicieron factible la extracción de cobre de menor ley, las compañías de Estados
Unidos compraron minas chilenas existentes para el desarrollo en gran escala.

Chile al principio sintió el impacto de la Gran Depresión en 1930, cuando el PIB cayó
un 14 %, los ingresos se redujeron un 27 %, y las exportaciones disminuyeron un
28 %. Hacia 1932 el PIB se había disminuido a menos de la mitad de lo que había
sido en 1929, generando un aumento en el desempleo y las bancarrotas
empresariales. La Liga de las Naciones etiquetó a Chile como el país más golpeado
por la Gran Depresión porque el 80 % de los ingresos públicos procedían de
exportaciones de cobre y salitre, que poseían baja demanda.
Influidos profundamente por la Gran Depresión, muchos líderes nacionales
promovieron el desarrollo de la industria local en un esfuerzo para aislar la economía
chilena de futuros choques externos. Después de seis años de medidas de austeridad
del gobierno, que tuvieron éxito en el restablecimiento de la solvencia del país, los
chilenos eligieron durante el periodo entre 1938 y 1958 a una sucesión de gobiernos
de centro y centroizquierda, interesados en la promoción del crecimiento económico
por medio de la intervención pública.

Impulsado en parte por el Terremoto de Chillán de 1939, el gobierno del Frente


Popular de Pedro Aguirre Cerda creó la Corporación de Fomento de la Producción
(CORFO) con el fin de impulsar con subvenciones e inversiones directas, un
programa ambicioso de industrialización de substitución de importaciones. Por
consiguiente, como en otros países latinoamericanos, el proteccionismo se hizo un
aspecto firmemente enraizado de la economía chilena.

La industrialización de substitución de importaciones fue afectada por el advenimiento


de la Segunda Guerra Mundial y la pérdida de acceso a muchos productos importados.
Las compañías estatales de energía eléctrica, acero, petróleo, y otras industrias
pesadas también fueron creadas y se ampliaron durante los primeros años del
proceso de industrialización, sobre todo bajo la dirección de CORFO.

A pesar de que al principio hubo impresionantes tasas de crecimiento, la


industrialización de substitución de importaciones no produjo una expansión
sostenible del sector industrial. Con la industrialización el proceso desarrolló una serie
de restricciones, mandos, y regulaciones a menudo contradictorias. Con el tiempo, las
industrias encontraron que sus mercados eran limitados en una sociedad donde un
porcentaje grande de la población era pobre y donde muchos habitantes rurales
vivieron en los márgenes de la economía monetaria. El modelo económico no generó
una industria de bienes de equipo viables porque las firmas confiaron en
importaciones de capital a menudo anticuadas y bienes intermedios. La supervivencia
a menudo dependía de subvenciones estatales o protección estatal. De hecho, era
debido a estas restricciones de importación que muchas de las industrias domésticas
eran capaces de sobrevivir. Por ejemplo, varios estudios relativos han indicado que
Chile tenía una de las más altos, y más variable, estructuras proteccionarias en el
mundo en vías de desarrollo. Como una consecuencia, muchas, si no las más, de las
industrias creadas conforme a la estrategia de industrialización de substitución de
importaciones eran ineficaces. También, ha sido argumentado que esta estrategia
condujo al uso de producción muy costosa, que, entre otras ineficiencias,
obstaculizaba la creación de trabajo.

Durante el período de industrialización de substitución de importaciones, el cobre


siguió siendo la materia de exportación principal y la fuente del mercado de divisas,
así como un generador importante de ingresos del gobierno. La parte retenida del
gobierno chileno del valor de la salida de cobre aumentó de aproximadamente un
cuarto en 1925 a un 80 % en 1970, principalmente debido a impuestos más altos.
Aunque las mejores políticas proteccionistas aislaron a Chile de los choques
ocasionales de mercados de materias primas mundiales, los cambios de precios
siguieron tomando su peaje.

1950-1970: La industrialización

Entre 1950 y 1970, la economía chilena crecía a niveles marginales. El PIB creció en
un promedio del 3,8 % por año, mientras que el verdadero PIB per cápita aumentó en
un promedio anual del 1,6 %. Durante este período, la interpretación económica de
Chile era la más pesimista en América Latina.

Uno de los objetivos que perseguía el modelo ISI era que el país disminuyera las
relaciones exteriores para fomentar el crecimiento interno. Pero según datos de la
OXLAD, entre 1950 y 1970 las exportaciones de Chile aumentaron en relación a su
PIB y por lo tanto no se consiguió.

Como en la mayoría de los casos históricos, la estrategia de substitución de


importaciones de Chile fue acompañada por una supervaloración aguda del dinero
doméstico que impidió el desarrollo vigoroso de las exportaciones no tradicionales (es
decir, aquellas que no tuvieran relación con el cobre). Aunque se intentó una reforma
agraria, el gobierno cada vez más recurrió al control de precios agrícolas a fin de
subvencionar el funcionamiento urbano y clases medias. El sector agrícola fue en
particular afectado por la supervaloración del dinero de Chile. El revestimiento de la
agricultura fue, de hecho, uno de los síntomas más sensibles de los problemas
económicos de Chile de los años 1950 y los años 1960. Durante este período la
extracción y fabricación a partir del cobre aumentó considerablemente sus
exportaciones totales.

El modelo de sustitución de importaciones buscaba reducir en un primer momento las


importaciones de bienes de consumo, y posteriormente las de bienes intermedios y de
capital. Sin embargo, los datos de la OXLAD nos permiten ver que tampoco se
consiguió lo que se pretendía. La importación de bienes de consumo aumentó
ligeramente, aunque menos que la de bienes de capital (necesarios para llevar a cabo
la industrialización que buscaba el modelo); y los bienes intermedios perdieron peso
en un primer momento para comenzar a coger importancia otra vez en la década de
los sesenta.

Antes de 1960, la mayor parte de las substituciones fáciles y obvias de bienes


importados habían sido hechas ya; el proceso de la substitución de importaciones se
hacía rápidamente menos dinámico. Por ejemplo, entre el total de 1950 y 1960 la
verdadera producción industrial creció en una tasa anual de sólo el 3,5 %, menos de
la mitad del promedio de la década anterior.
Durante los años 1950, la inflación, que había sido un problema crónico en Chile
desde al menos los años 1880, se hizo particularmente seria; el índice de precios
aumentó y marcó un promedio del 36 % por año durante la década, alcanzando un
máximo del 84 % en 1955. La fuente principal de la presión inflacionista en la
economía chilena era una política fiscal notablemente floja. La historia económica de
Chile ha estado marcada por tentativas fracasadas de contener la inflación. Durante
los años 1950 y los años 1960, se lanzaron tres programas de estabilización
principales, uno en cada administración. El aspecto común de estos esfuerzos era el
hincapié hecho en el abordaje de varias consecuencias de presiones inflacionistas,
como precios, salarios, y aumentos de tipo de cambio, más bien que la causa
primordial del crecimiento de dinero, la monetización del déficit fiscal. A pesar de los
esfuerzos de los presidentes Carlos Ibáñez del Campo (1927-31, 1952-58) y Jorge
Alessandri Rodríguez (1958-64), la inflación tuvo un promedio del 31 % por año
durante estas dos décadas. En 1970, el último año del gobierno del presidente
Eduardo Frei Montalva (1964-70), la tasa de inflación llegó al 35 %.

Durante los años 1960, y sobre todo durante la administración Frei Montalva, fueron
lanzados algunos esfuerzos para reformar la economía. Estos incluyeron una reforma
agraria, una liberalización limitada del sector externo, y una política de
minidevaluaciones que apuntaban a la prevención de la erosión del tipo de cambio
real. Conforme a la Ley de Reforma Agraria de 1962, se creó la Corporación de la
Reforma Agraria (CORA) para manejar la distribución, pero la reforma agraria resultó
ser lenta y cara. A pesar de estos y otros reformas, hacia finales de los años 1960
parecía que la interpretación de la economía no había mejorado en relación a los
veinte años anteriores. Además, la economía aún era fuertemente regulada.

Gobierno de la Unidad Popular

En septiembre de 1970, Salvador Allende, el candidato de la Unidad Popular (UP), fue


elegido presidente de Chile. Durante los siguientes tres años lideró una experiencia
política y económica única. Era una coalición de partidos de izquierda y
centroizquierda dominados por el Partido Socialista de Chile y el Partido Comunista
de Chile, ambos de los cuales buscaban poner en práctica reformas profundamente
institucionales, políticas y económicas. El programa de la UP proponía una "vía
chilena al socialismo" democrática.

Cuando Allende tomó posesión del cargo en noviembre de 1970, su gobierno afrontó
una economía estancada y debilitada por la inflación, que alcanzó una tasa del 35 %
en 1970. Entre 1967 y 1970, el verdadero PIB per cápita había crecido sólo el 1,2 %
anual, una tasa considerablemente por debajo del promedio latinoamericano. La
balanza de pagos había mostrado que los excesos sustanciales durante todos
excepto uno de los años a partir de 1964 hasta 1970, y, cuando la UP tomó el poder,
el Banco Central de Chile tenía un stock de reservas internacionales de
aproximadamente 400 millones de dólares.
La UP tenía un número de objetivos económicos a corto plazo: iniciar
transformaciones económicas estructurales, incluyendo un programa de
nacionalización; aumentar los salarios reales; reducir la inflación; estimular el
crecimiento económico; incrementar el consumo, especialmente entre la gente pobre;
y reducir la dependencia económica del resto del mundo. El programa de
nacionalización de la Unidad Popular debía ser logrado mediante una combinación de
nueva legislación, requisiciones, y compra de acciones a pequeños accionistas. Las
otras metas debían ser logradas mediante un impulso a la demanda agregada,
principalmente generada por altos gastos gubernamentales, acompañados de
estrictos controles de precios y mediciones para redistribuir el ingreso.

El programa macroeconómico de la UP estaba basado en varios supuestos clave,


siendo el más importante el hecho de que el sector manufacturero tenía una amplia
capacidad no utilizada. Esto proveyó la base teórica para la creencia de que grandes
déficits fiscales no necesariamente serían inflacionarios. La falta de una utilización
completa fue, en parte, atribuida a dos factores fundamentales: la naturaleza
monopolística de la industria manufacturera y la estructura de la distribución de
ingresos. Basado en este diagnóstico, se creía que el ingreso sería redistribuido entre
los grupos pobres a través de ingresos de salarios y si los precios serían
adecuadamente controlados, lo que redundaría en una expansión significativa de la
demanda y la producción.

En cuanto a la inflación, el programa de la UP culpó a las rigideces estructurales (es


decir, la lenta o nula respuesta de la cantidad suministrada a los aumentos de precios),
y el rol de fijación de precios monopolísticos, y restó importancia al papel de las
presiones fiscales y la creación de dinero. Se prestó poca atención al sector financiero,
dada la orientación económica de los tecnócratas del nuevo régimen hacia la
sustitución de importaciones, que en ese entonces era la filosofía estructuralista de la
Comisión Económica para América Latina. De hecho, el ministro de Relaciones
Exteriores y Vicepresidente de Allende, Clodomiro Almeyda, relata en sus memorias
cómo en la primera reunión post-electoral del equipo económico, dichos tecnócratas
expresaron de manera convincente que la gestión monetaria y financiera no merecían
demasiada atención. Alfonso Inostroza, el presidente del Banco Central de Chile en
ese entonces, señaló a inicios de 1971 que el principal objetivo de la política
monetaria era "convertirla en un instrumento clave... para lograr la movilización total
de los recursos productivos, y su asignación a aquellas áreas a las que el gobierno les
da prioridad..." Esto fue consistente desde el punto de vista de la inflación de quienes
defienden el estructuralismo.

La perspectiva de la UP referente a la economía funcionaba ignorando muchos de los


principios clave de la teoría económica tradicional. Esto se reflejó no sólo en la muy
disminuida atención a las políticas monetarias, sino que también en el desprecio
absoluto del tipo de cambio como una variable clave para determinar el equilibrio
macroeconómico. En particular, el programa de la UP y sus políticas no prestaban
atención al tipo de cambio real como determinante de la posición competitiva
internacional del país. Por otra parte, la UP no reconoció que sus políticas no serían
sostenibles en el mediano plazo y que las limitaciones de capacidad se convertirían
en un obstáculo insuperable para un rápido crecimiento.

Crisis económica y golpe de Estado

1970-1971

Después de asumir el poder en noviembre de 1970, la UP rápidamente comenzó a


poner en práctica su programa. En el área de reformas estructurales, dos medidas
básicas fueron inmediatamente comenzadas. Primero,la reforma agraria fue
enormemente intensificada, y un número grande de granjas fue expropiado. Segundo,
el gobierno propuso cambiar la Constitución Política a fin de nacionalizar las grandes
minas de cobre que fueron conjuntamente apropiadas por firmas grandes de los
Estados Unidos y el estado chileno.

Los gastos del gobierno se ampliaron enormemente, y en 1971 los salarios reales y
los salarios en el sector público aumentaron un promedio del 48 %. Los salarios en el
sector privado crecieron aproximadamente el mismo promedio. También, el empleo
del sector público entre 1970 y 1972 creció un promedio del 11,4 % anual.1 En los dos
primeros cuartos de 1971, el egreso industrial aumentó un 6,2 % y el 10,6 %
comparado con los mismos períodos en el año anterior. Las ventas industriales
crecieron en promedios aún más grandes: el 12 % durante el primer cuarto y el 11 %
durante el segundo cuarto.

En general, el comportamiento de la economía en 1971 pareció justificar a los


economistas de la UP: el PIB real creció en un 7,7 %, los salarios reales aumentaron
en promedio un 17 %, el consumo agregado creció en una tasa real del 13,2 %, y la
tasa de desempleo bajó debajo del 4 %.1 También, y más importante para los líderes
políticos de la UP, la distribución de ingresos mejoró considerablemente. En 1971 la
parte de trabajo del PIB alcanzó el 61,7 %, casi diez puntos porcentuales más alto que
en 1970. Todo esto creó un sentido de euforia en el gobierno.

El 11 de junio de 1971 el Congreso Nacional aprobó unánimemente una enmienda a


la constitución que nacionalizaba las grandes minas de cobre. Como consiguiente, la
reforma del sistema bancario y las grandes firmas industriales era más difícil porque el
gobierno careció de los medios institucionales de poner en práctica la nacionalización.
Al principio, este obstáculo fue aliviado porque el gobierno compró bloques de
acciones, sobre todo acciones bancarias, en precios altos. Estas adquisiciones en
parte fueron complementadas por un proceso de requisición o la expropiación de
compañías de propiedad extranjera basadas en un antiguo, y hasta entonces olvidado
Decreto Ley promulgado durante la corta existencia de la República Socialista de
Marmaduke Grove Vallejo de 1932.

Todo siguió bien en la economía en 1971. Las políticas macroeconómicas de la UP


generaban rápidamente una situación de inflación reprimida. La alta tasa de
crecimiento del PIB era en gran parte el resultado de un aumento de casi el 40 % de
importaciones de bienes intermedios. El déficit fiscal había saltado del 2 % del PIB en
1970 a casi el 11 % en 1971. El precio en el cual la oferta de dinero creció el 100 %
excedido en 1971. Como consiguiente, las reservas internacionales heredadas por el
gobierno de Allende fue reducida en más de una mitad sólo en aquel año. Una
reducción rápida de inventarios fue otro factor importante en la extensión de consumo.

Hacia finales de 1971, las presiones inflacionistas se habían hecho evidentes. La


economía experimentaba las consecuencias de una demanda agregada de bienes y
servicios bien arriba el suministro agregado en precios corrientes. Este desequilibrio
fue agravado por una serie de disputas de trabajo en muchos establecimientos
grandes que causaron a la entrada en funciones de aquellas firmas por sus
trabajadores. De hecho, este procedimiento se hizo el camino institucionalizado del
cual el gobierno agarró un número grande de firmas.

1972

Durante 1972 los problemas macroeconómicos siguieron aumentando. La inflación


superó el 200 %, y el déficit fiscal superó el 13 % del PIB. El crédito interno al sector
público creció en casi 300 %, y las reservas internacionales cayeron por debajo de los
77 millones de dólares. Los salarios reales cayeron un 25 % en 1972.1

La economía clandestina y el "mercado negro" crecieron a medida que más y más


actividades se retiraban de la economía oficial. Como resultado, muchas fuentes de
ingresos fiscales desaparecieron. Se inició un círculo vicioso: la inflación reprimida
alienta a la economía informal, lo que reduce los ingresos fiscales y provoca un
aumento de los déficits y una inflación aún mayor. En 1972 dos programas de
estabilización se llevaron a cabo, ambos sin éxito.

Al evaluar los problemas que enfrentaba la economía, los economistas de la UP


generalmente señalaban que las autoridades no habían impuesto controles
adecuados para ejecutar el programa de Allende. Esta visión guio al primero, aunque
débil, intento de estabilizar la economía que fue lanzado en febrero de 1972. Los
controles de precios fueron el principal ingrediente del programa. A mediados de 1972
era evidente que el programa de estabilización de febrero fue un fracaso. La
economía clandestina se extendía, la producción había comenzado a decaer, la
inflación alcanzó una tasa anual del 70 % en el segundo trimestre, las reservas de
divisas eran muy escasas, y el valor de la moneda en el mercado negro estaba
cayendo rápidamente. Las elecciones parlamentarias previstas para marzo de 1973
hicieron que la situación se tornara particularmente difícil para la UP. En agosto de
1972, un nuevo programa de estabilización fue lanzado bajo el monitoreo político del
Partido Comunista de Chile. Esta vez, no sólo los precios estaban controlados
oficialmente, sino que los canales de distribución serían asumidos por el gobierno, en
un intento por reducir la expansión del mercado negro.

A diferencia del plan anterior, el programa de estabilización de agosto de 1972 se


basó en una devaluación masiva del escudo. El gobierno esperaba que el resultado
fuera una disminución de las crecientes presiones sobre la balanza de pagos. El
programa también incluía dos medidas básicas para contener las presiones fiscales.
En primer lugar, nacionalizó las empresas que estaban autorizadas a aumentar los
precios como medio para recubrir las necesidades de financiación, especialmente de
los recientemente nacionalizados sectores manufacturero y agrícola (grandes
empresas manufactureras y granjas que habían sido expropiadas arbitrariamente). La
devaluación y un gran número de incrementos de precios resultaron en tasas de
inflación anualizadas de 22,7 % en agosto y 22,2 % en septiembre.

A mediados de 1972, el gobierno anunció que había redactado una nueva política
salarial basada en un aumento de los salarios públicos y privados en una proporción
igual a la tasa de inflación acumulada entre enero y septiembre. Además, la nueva
política señalaba ajustes salariales más frecuentes.

Al mismo tiempo, Estados Unidos realizó una campaña para profundizar la crisis de la
inflación.2 El economista chileno Jacobo Schatan escribe, "Está claro que la escasez
ha sido manipulada por razones políticas, para crear un clima favorable tanto para el
golpe de Estado y, posteriormente, el cambio total del sistema económico".3

1973

Durante el primer trimestre de 1973, los problemas económicos de Chile llegaron a


ser extremadamente graves. La inflación alcanzó una tasa anual de más de 120 %, la
producción industrial declinó cerca de un 6 %, y las reservas de divisas en poder del
Banco Central estaban apenas por encima de los 40 millones de dólares. El mercado
negro abarcaba una variedad cada vez mayor de las transacciones en divisas. El
déficit fiscal continuó aumentando como resultado de la espiral de gastos y la rápida
desaparición de fuentes de tributación. Para ese año, el déficit fiscal finalizó sobre el
23 % del PIB.

La profundidad de la crisis económica afectó seriamente a la clase media, y las


relaciones entre el gobierno de la UP y la oposición se volvieron cada vez más
confrontacional. El 11 de septiembre de 1973, el gobierno de la UP llegó a un
repentino final con el golpe militar y la muerte del presidente Allende.

Cuando los militares tomaron el poder, el país estaba dividido políticamente, y la


economía era un desastre. La inflación era galopante, y las distorsiones de precios
relativos, derivadas principalmente del control masivo de precios, eran endémicas.
Además, las actividades del mercado negro eran rampantes, los salarios reales
habían caído drásticamente, las perspectivas económicas de la clase media se habían
oscurecido, el sector exterior se enfrentaba a una grave crisis, la producción y la
inversión estaban cayendo marcadamente, y las finanzas del gobierno estaban
completamente fuera de control.

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