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El siglo XVII fue para España un período de grave crisis política, militar,
económica y social que terminó por convertir el Imperio Español en una potencia
de segundo rango dentro de Europa. Los llamados Austrias menores -Felipe III,
Felipe IV y Carlos II- dejaron el gobierno de la nación en manos de ministros de
confianza o validos entre los que destacaron el duque de Lerma y el conde-
duque de Olivares.
En política exterior, el duque de Lerma, valido de Felipe III, adoptó una política
pacifista y logró acabar con todos los conflictos heredados del reinado de Felipe
II. Por el contrario, el conde-duque de Olivares, valido de Felipe VI, incolucró de
lleno a España en la guerra de los Treinta Años, en la que España sufrió graves
derrotas militares.
La sociedad española del siglo XVII era una sociedad escindida: la nobleza y el
clero conservaron tierras y privilegios, mientras que los campesinos sufrieron en
todo su rigor la crisis económica. La miseria en el campo arrastró a muchos
campesinos hacia las ciudades, donde esperaban mejorar su calidad de vida; pero
en las ciudades se vieron abarcados al ejercicio de la mendicidad cuando no
directamente a la delincuencia.
Galileo Galilei fue uno de los fundadores del método experimental. A partir de
sus observaciones, enunció las leyes de caída de los cuerpos y refrendó la teoría
heliocéntrica de Copérnico. Debido a sus conclusiones, Galileo fue sometido a un
humillante proceso inquisitorial, en el que se le obligó a abjurar de sus
argumentos sobre el desplazamiento de la Tierra alrededor del Sol.
Un arte teatral
Literatura Barroca
El conceptismo
El culteranismo
Entre los rasgos más significativos del barroco literario español resulta relevante
la contraposición entre dos tendencias denominadas conceptismo y culteranismo,
cuyos máximos representantes fueron, respectivamente, Francisco de Quevedo y
Luis de Góngora. Los conceptistas se preocupaban esencialmente por la
comprensión del pensamiento en mínimos términos conceptuales a través de
contrastes, elipsis y otras y otras figuras literarias. Por el contrario, los culteranos
buscaban la delectación de una minoría culta mediante el recurso a metáforas,
giros e hipérboles, con modificación de las estructuras fraseológicas, en busca del
máxismo preciosismo. Característica del barroco hispánico fue también la
contraposición entre realismo e idealismo, que alcanzó su máxima expresión en
la que estaría llamada a convertirse en una de las cumbres de la literatura
universal, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (primera parte, 1605;
segunda, 1615), de Miguel de Cervantes.
En toda la obra poética de la Góngora, figura destacada del culteranismo, se halló
presente el brillante estilo que lo hizo famoso, cargado de neologismos y
complicadas metáforas. Más sencillo en su primera etapa, a partir de los poemas
mayores -Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613)- se
acentuaron sus artificios y el carácter culto y minoritario de su poesía. Fue
ensalzado por unos y ferozmente atacado por otros en su época. Entre los más
sobresalientes seguidores de Góngora se cuentan Juan de Tassis y Peralta, conde
de Villamediana, autor del poema mitológico La gloria de Niquea (1622), y
Pedro Soto de Rojas.
La otra gran figura del drama del Siglo de Oro fue Pedro Calderón de la Barca,
quien comenzó siguiendo de cerca el modelo de la comedia de Lope, pero en su
madurez, aunque sin modificarlo sustancialmente, aportó ciertos rasgos
personales. Su obra se caracterizó por el enfoque más meditado de los asuntos, la
preferencia por lo ideológico o simbólico y la construcción más rígida de las
piezas teatrales. En la técnica escénica alcanzó un virtuosismo notable. Los dos
grupos más importantes de la producción calderoniana son las comedias de
enredo y los dramas, históricos, filosóficos y religiosos, entre los que
destacaron La vida es sueño, El alcalde de Zalamea y El mágico prodigioso.