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Lo que se pretende, al relatar los esfuerzos especulativos de los profundizar en ese depósito, con el deseo de asimilarlo plenamente,
principales maestros del pasado y al describir los procesos y desarro- de defenderlo frente a críticas o equívocos, de plasmarlo en obras y
llos a través de los cuales la Teología se ha configurado y evolucio- de trasmitirlo eficazmente a las generaciones sucesivas.
nado, no es —sobre todo en un centro de estudios teológicos o en un Para intentar una periodización de la Historia de la Teología, tal
libro destinado a la docencia en un centro así— ofrecer datos o des- y como se desarrolla a partir del período apostólico, puede, sin duda,
cripciones eruditas, sino mostrar cómo la palabra de Dios —la reve- acudirse a la división ya universalmente consagrada: Edad Antigua,
lación contenida en la Escritura y trasmitida por la tradición— ha Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea. Proceder así
interpelado a los teólogos de cada época. En otros términos: cómo tendría la ventaja de acomodarse a un uso común, pero a la vez un
esos teólogos se han situado ante la palabra revelada, de qué forma grave inconveniente: encubrir el ritmo que ha seguido realmente el
han hecho entrar en diálogo su razón y su fe, por qué vías han inten- proceder de la reflexión teológica. Parece por eso preferible dividir
tado profundizar en las virtualidades contenidas en la verdad cristia- esa historia atendiendo a las tres etapas que, a nuestro juicio, ha
na haciéndolas resonar ante su propia inteligencia y ante la cultura y recorrido esa historia: el período patrístico, el período escolástico y
los hombres de su tiempo. El análisis del proceso histórico de la el período moderno o contemporáneo. Completemos, pues, esta in-
Teología cristiana constituye, por eso, una forma excelente de edu- troducción a la Historia de la Teología marcando los contornos de
car la propia inteligencia al empeño de pensar en la fe y desde la fe, esas tres etapas y señalando, aunque sea brevemente, sus rasgos más
sirviendo así de base para ulteriores desarrollos. En este sentido la característicos.
Historia de la Teología ofrece no sólo unos puntos de referencia his-
tóricos y documentales, sino también, y sobre todo, una verdadera
introducción a la Teología como tal. 1. Período patrístico
gistas, de los primeros escritos antiheréticos y de los primeros inten- El fin de la época patrística coincidió con el declive de la Edad
tos de tratados o exposiciones teológicas ya relativamente cuajadas; Antigua. Suele indicarse como hito último de tal época, por lo que
— los siglos iv y v, verdadera edad de oro de la Patrística, hecha se refiere a la parte oriental del Imperio romano y en consecuencia a
posible por la conjunción de dos factores: la paz de que se disfruta la patrística griega, la figura de San Juan Damasceno (ca.675-749),
desde principios del siglo iv, al cesar las persecuciones, y la madu- si bien debe señalarse que el modo patrístico de teologizar perseveró
ración ya alcanzada por el pensar cristiano; después durante largo tiempo en los ambientes greco-bizantinos,
— la etapa final, que se extiende hasta el siglo vm, en el período aunque con mucha menor creatividad que en los siglos anteriores.
de transición entre la Antigüedad tardía y la Edad Media. En la parte occidental del Imperio y, por tanto, en relación a la pa-
trística latina, el corte histórico fue más neto, ya que el hundimiento
La época patrística debe su nombre a los Padres de la Iglesia, es
de la estructura político-social del Imperio occidental y la implanta-
decir, al hecho de ser un tiempo que tuvo por protagonistas a perso-
ción de los reinos germánicos marcó, ya en el siglo v, una innegable
nalidades (San Atanasio, San Basilio, San Cirilo de Jerusalén, San
ruptura. De todas maneras, la rapidez con que esos reinos asimilaron
Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín...) a las
la cultura romana, alcanzando la síntesis entre lo germánico y lo
que, por la ortodoxia de su doctrina y por la hondura de su santidad,
latino, nos autoriza a extender el período patrístico, también en Oc-
la Iglesia reconoce como padres en la fe, como eslabones que unen
cidente, hasta el siglo vm; parece, en efecto, lícito hablar de una
a los cristianos de todos los tiempos con la generación apostólica y,
literatura patrística gala y visigótica.
a través de los apóstoles, con Cristo. Se trata de una época que tiene
una especial significación en la historia de la Iglesia y de la Teolo-
gía. En primer lugar, y ante todo, por su proximidad a los años apos-
tólicos. Pero también porque durante ese período la Iglesia se exten- 2. Período escolástico
dió ampliamente, consolidando su estructura, desarrollando su litur-
gia, expresando su fe en fórmulas dogmáticas cuidadosamente Sobre la periodización de la Edad Media hay una gran discusión
elaboradas. Fue también el momento en el que, trascendiendo el ám- entre los medievalistas, según que se preste más atención a la histo-
bito judío en el que había nacido, la Iglesia se enfrentó con la cultura ria de las instituciones, de los pueblos o de las ideas. Sin entrar en
grecorromana, cristianizándola desde dentro y confirmando así con polémicas de detalle, digamos que, desde la perspectiva de la Histo-
las obras la virtualidad de la fe cristiana para informar toda civiliza- ria de la Teología, el cambio de edad se produce con los aconteci-
ción y toda época histórica. mientos ya señalados al describir el fin del período patrístico, y la
Los textos de los Padres de la Iglesia y de los otros escritores nueva situación se extiende hasta mediada la Edad Moderna.
eclesiásticos de este período responden a los diversos géneros litera- Durante los primeros siglos de la Edad Media, es decir, en la
rios usuales en la cultura grecorromana: cartas, homilías, tratados, primera parte del período altomedieval, y, más concretamente, entre
comentarios... Fueron todos ellos obispos, sacerdotes o, en menor los años 750 a 1100, domina, por lo que al teologizar se refiere, la
número, seglares que sintieron con profundidad la vida de la Iglesia teología monástica: una teología nacida en el seno de las escuelas
de su tiempo y colocaron a su servicio su inteligencia y su cultura. monásticas existentes en los monasterios benedictinos, que consistió
Las obras teológicas del período patrístico nacieron de las necesida- sobre todo en un comentario a la Sagrada Escritura; desarrollado al
des pastorales y culturales del momento, aunque no faltaron tampo- modo de una lectio o lectura meditada de los textos bíblicos, apoya-
co intentos de sistematización y exposición de algún modo escolar, da en los autores patrísticos. Las escuelas monásticas surgieron en la
que fueron, no obstante, una minoría. El tono o estilo de teologizar época carolingia, como fruto de la reforma de la orden benedictina
fue profundamente bíblico, con un frecuente recurso al símbolo y a que tuvo lugar por entonces, y constituyeron un foco cultural de ex-
la alegoría para que en el texto bíblico comentado reverberase la traordinaria importancia; Alcuino de York, Rábano Mauro, San An-
totalidad del designio salvífico divino. Los Padres dieron pruebas selmo de Canterbury pueden ser considerados, con plena justicia, los
también, sobre todo en figuras de gran talla intelectual, de capacidad iniciadores de la teología medieval, porque pusieron las bases meto-
de análisis, de finura en la conceptualización, de fuerza argumentati- dológicas de la teología escolástica propiamente dicha.
va; pero la teología patrística sobresalió, especialmente, por el senti- Hacia el 1100 aparecieron en los burgos o ciudades de Occidente
do de la síntesis, por la conciencia de la unidad de la revelación y escuelas catedralicias, es decir, nacidas y desarrolladas en torno a las
por la fuerza con que esa conciencia de unidad alcanzó a expresarse. catedrales. La teología que se comenzó a practicar en tales escuelas
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—de la que son respresentantes Anselmo de Laon y Pedro Abelar- Los desarrollos especulativos, propios del método escolástico
do— significó la introducción de un nuevo estilo teológico, que dio desde sus inicios, constituyen uno de sus mayores méritos, pero tam-
origen a lo que, de modo preciso, designamos como teología esco- bién, cuando se absolutizan, uno de sus riesgos. De hecho fueron,
lástica. Confluyeron en la nueva etapa histórica una amplia gama de con el pasar de los años, no sólo ampliándose, sino complicándose,
factores, como el desarrollo de la sociedad medieval, el aumento del precipitando así la crisis que la Escolástica conoció al final del pe-
nivel cultural del clero secular, la aparición de órdenes religiosas ríodo bajomedieval. Frente a los abusos de esa escolástica decadente
dotadas de mayor movilidad apostólica que la benedictina —es de- reaccionó la teología renacentista propugnando una vuelta a las
cir, las órdenes mendicantes— y la llegada al occidente europeo, a fuentes, que tuvo considerable influjo. El método especulativo se
través de los pensadores árabes, de la filosofía aristotélica, que, mantuvo no obstante en primer plano y, en la escolástica barroca,
uniéndose a la tradición patrística y a la platónica, hizo posible una volvió a ser preponderante, aunque sin olvidar del todo la herencia
nueva y original síntesis. recibida del humanismo. No obstante, al avanzar el siglo xvu la Es-
En lugar de la pura meditación sobre la Escritura apoyada en los colástica dio claras señales de haber entrado en un período de estan-
Padres, que había caracterizado a la teología monástica, la teología camiento. Ese hecho, y sobre todo la profunda crisis espiritual que
escolástica propugnó un método analítico y discursivo que dio un agitó a la Europa de esos años, constituye el antecedente de la terce-
amplio campo a la especulación racional iluminada por la fe. Nacido ra época que cabe distinguir en la historia de la Teología.
y desarrollado en el interior de instituciones académicas —las escue-
las catedralicias y, posteriormente, las universidades y, en ellas, las
Facultades de Teología—, el teologizar escolástico fue evolucionan- 3. Período moderno y contemporáneo
do, dando origen a desarrollos especulativos cada más amplios y de
mayor profundidad teorética, hasta constituir, en más de un punto,
El siglo xvn representa, en muchos aspectos, un momento de
una cumbre en la historia general del pensamiento. La exposición
fuertes cambios, tanto en lo político como en lo cultural. Señala, de
académica, con sus exigencias no sólo científicas sino didácticas,
una parte, con la paz de Westfalia (1648), la desaparición definitiva
impulsó hacia la elaboración de síntesis, provocando la aparición de
de la relativa unidad política que había existido durante los siglos
las Summae, que son, sin duda alguna, una de las expresiones más
medievales y consagra, en su lugar, la figura de los estados naciona-
características de la producción teológica de los siglos medios.
les; al mismo tiempo, el eje del poder político y de la influencia
La Escolástica propiamente dicha tuvo de hecho una larga histo- cultural pasa de España e Italia, es decir, de la zona mediterránea a
ria, dentro de la que pueden distinguirse varias fases o subperíodos: la centroeuropea. La escena intelectual, ocupada hasta entonces so-
— la Alta escolástica, que va del 1100 al 1300, período en el que bre todo por la tradición escolástica, empieza a ser dominada por
se sitúan las figuras más importantes y representativas: Pedro Lom- otras líneas de pensamiento, particularmente el racionalismo de ori-
bardo, Alejandro de Hales, San Buenaventura, San Alberto Magno, gen francés y el empirismo de proveniencia anglosajona. Las ten-
Santo Tomás de Aquino y el Beato Juan Duns Escoto; dencias escépticas o naturalistas, aparecidas en épocas pasadas pero
— la Baja escolástica, del 1300 al 1500, época en parte creadora hasta este momento muy minoritarias, se hacen más fuertes, favore-
y en parte de decadencia, en el que la reflexión se escinde en dispu- cidas por la crisis de conciencia nacida de la dura experiencia repre-
tas entre escuelas y, en ocasiones, se pierde en disquisiciones aleja- sentada por las guerras de religión que agitaron la Europa de esos
das de los núcleos centrales de la fe; años.
— la Escolástica renacentista, de comienzos a mediados del si- Se preparó así una ruptura espiritual e intelectual que se hizo
glo xvi, caracterizada por la incorporación al método escolástico de patente en el siglo xvm: la población europea siguió siendo mayori-
las preocupaciones literarias e históricas provenientes del humanis- tariamente cristiana, pero en las capas intelectuales se difundió, has-
mo renacentista, tal y como lo testimonian la obra, entre otros, de los ta predominar, una clara predisposición a la increencia o, aunque no
dominicos Tomás de Vio y Melchor Cano; se llegara a ello, al escepticismo y al indiferentismo religioso. La
— la Escolástica barroca, que se extiende desde mediados del Iglesia y la Teología se encontraron así en una situación radicalmen-
siglo xvi hasta el siglo xvn, en el que —después de algunas figuras te distinta de las conocidas en épocas anteriores: su contexto cultural
relevantes, como Domingo Báñez y Francisco Suárez— se inicia un no era ya ni una sociedad sustancialmente cristiana, como la existen-
período de fuerte decadencia. te en el período final de la Edad Antigua, en la Edad Media y en lo s
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inicios de la Edad Moderna; ni tampoco un paganismo que no había de a partir de la razón y la experiencia humanas, interrogándose so-
oído hablar de Cristo, como en los inicios de la era cristiana, cuando bre ellas y buscando explicaciones, fundamentaciones y respuestas.
la Iglesia comenzó a extenderse a través del Imperio romano; sino La Teología procede a partir de la palabra de Dios, esforzándose por
un mundo que, habiendo sido cristiano, dejaba de serlo, y que mira- poner de relieve su contenido y su riqueza, a fin de iluminar desde
ba, por tanto, al cristianismo como a una realidad superada o, al ella la totalidad de la existencia humana. Los itinerarios y los modos
menos, en curso de superación. de proceder son, pues, distintos, pero los temas y, lo que es más, las
A la Teología se le planteaba, en consecuencia, un considerable preocupaciones últimas coinciden en gran parte. De ahí que una y
reto, que reclamaba, en primer lugar, salir de la decadencia en que, otra historia se entrecrucen, no sólo porque en algunas épocas histó-
como ya hemos dicho, se encontraba en aquellos momentos, y, des- ricas —la patrística y la medieval— la distinción de fronteras no
pués, ir a la raíz de la fe para conseguir mostrar, con fuerza nueva, resulta clara y los mismos pensadores practican ambos itinerarios
su vitalidad y su verdad. De ahí una historia aún no concluida, por- —sólo a partir del siglo xvn se establece una neta distinción meto-
que nos encontramos todavía en esa coyuntura histórica en la que dológica y académica entre Filosofía y Teología—, sino también, y
cabe distinguir las siguientes etapas: más radicalmente, porque hay una comunidad temática y de fondo.
— la continuación del proceso de decadencia del pensar teológi- El filósofo, al interrogarse sobre lo real, no puede por menos de
co, que se extiende a lo largo de todo el siglo xvm; preguntarse por la religión y, en consecuencia, al menos en la civili-
— el inicio de un proceso de renovación en el siglo xix, que zación occidental, también por el cristianismo; si es creyente, su fe,
procede, no sin polémicas y tensiones, a través de tres líneas funda- que aporta respuesta a muchas de las cuestiones últimas, no dejará
mentales: la vuelta a las fuentes bíblicas y patrísticas, la recupera- de repercutir, en uno u otro grado, en su filosofar, orientándolo o, al
ción de la tradición escolástica tal y como se había manifestado en menos, impulsándolo. El teólogo, al reflexionar sobre la fe, reflexio-
su momento de esplendor —es decir, en los grandes maestros pleno- na a la vez sobre la experiencia humana, en la que esa fe se inserta
medievales—, y el diálogo con algunas corrientes del pensamiento y a la que esa fe ilumina; realizará —o podrá realizar—, en conse-
moderno, particularmente en su versión idealista y romántica; cuencia, obra válida no sólo teológica, sino también filosóficamente.
— la plenitud de tal renovación, que cabe situar en torno al Con- La Historia de la Filosofía y la Historia de la Teología son, en suma,
cilio Vaticano II, punto decisivo de referencia para la valoración del disciplinas distintas, pero relacionadas y que deben estar atentas la
precedente desarrollo de la Teología y para el juicio sobre la situa- una a la otra. Lo que, ni que decir tiene, se ha procurado tener en
ción actual y su historia futura. cuenta en la presente obra.
Sin olvidar, de otra parte, que la consolidación de las comunida- Por su importancia para la vida y el pensamiento cristiano, los
des cristianas, nacidas por la expansión misionera de los siglos ante- Padres de la Iglesia han sido, desde antiguo, objeto de especial estu-
riores, y la facilidad de comunicaciones internacionales, han amplia- dio, hasta surgir una disciplina científica formalmente dedicada a
do considerablemente el horizonte de la cultura y, por tanto, de la ellos. Esta disciplina se designa con dos nombres, Patrología o Pa-
Teología: en los siglos pasados la Teología era una realidad casi trística, entre los que hay alguna diferencia de matiz —al hablar de
exclusivamente europea; hoy ya no lo es y las aportaciones teológi- Patrología se quiere subrayar la vertiente doctrinal; y al hablar de
cas provenientes de América, Asia y África están destinadas a ser Patrística, más bien la literaria—, aunque con gran frecuencia se
cada vez más importantes y significativas. usan como sinónimos.
Como puede advertirse por todo lo dicho precedentemente, la
Patrología y la primera parte de la Historia de la Teología versan
III. HISTORIA DE LA TEOLOGÍA, HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, sobre el mismo período histórico. Sin embargo, las perspectivas son
PATROLOGÍA Y PATRÍSTICA diversas, ya que la Patrología contempla a los Padres de la Iglesia,
ante todo, como expresiones y testigos de la tradición cristiana,
Antes de cerrar esta introducción, conviene señalar la distinción mientras que la Historia de la Teología los considera como teólogos,
y relaciones de la Historia de la Teología con otras disciplinas aca- analizando cómo han concebido y desarrollado la tarea de teologi-
démicas relativamente próximas. zar. Eso no quita, sin embargo, que las personas y las obras que
En primer lugar, con la Historia de la Filosofía. Entre Filosofía y ambas disciplinas tienen en cuenta sean de hecho las mismas y, en
Teología hay, a la vez, diferencias y conexiones. La Filosofía proce- consecuencia, que un tratado de Patrología y un tratado de Histo-