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En 1913, Menéndez Pidal afirmaba que el componente fundamental del carácter del Cid
poético es la mesura. La mesura es una virtud retórica, de la palabra, pero en el Cid se extiende
a su comportamiento, que revela un carácter sensato. Ni en los peores momentos, como en su
destierro, pierde la compostura.
A diferencia de otros héroes épicos, el Cid lucha contra un mal de dimensiones humanas (los
infantes de Carrión), y su heroísmo también presenta estas dimensiones. No trama una
venganza sangrienta contra los infantes ni se rebela contra el rey durante su destierro: su
heroísmo se manifiesta en la lealtad, la generosidad y la legalidad. Por eso, la restitución de su
honor se dará por medios jurídicos: el rey Alfonso X convoca las cortes de Toledo para reparar
la afrenta hacia el héroe de Castilla.
El Cid no es un héroe imposible para su auditorio medieval, sino verosímil, y se convierte así en
un modelo al que se podría imitar.
Te los paso porque en base a esta lectura es que llega a la construcción del héroe.
El teatro isabelino
El teatro isabelino surgió durante el reinado de Isabel I en Inglaterra (1558-1603). Isabel fue la
última reina de la dinastía Tudor, que ocupó el poder desde Enrique VII (1457-1509). EL
SUCESOR, Enrique VIII, rompió la relación con el papado y fundó la iglesia anglicana, según la
cual el rey era reconocido como jefe supremo de esta institución en Inglaterra. Su hijo Eduardo
VI (1548-1553) consolidó la escisión con la iglesia romana y su sucesora. María Tudor 81553-
1558), pese a ser católica, no pudo recomponer el catolicismo en Inglaterra.
Los dramaturgos isabelinos produjeron gran parte de sus obras durante el reinado de Isabel I
(la era isabelina incluye el reinado de Jacobo I, sucesor de Isabel, que murió en 1625).
Después de William Shakespeare, Christopher Marlowe y Ben Jonson fueron los más
destacados dramaturgos de este movimiento. En relación con los monarcas, Shakespeare le
dedicó a Jacobo I algunas de sus obras principales, escritas para celebrar el ascenso al trono
del soberano, como Otelo (1604), El rey Lear (1605), Macbeth (1606, homenaje a la dinastía
Estuardo).
Estos aspectos expuestos dan cuenta del carácter particular del teatro isabelino por su ruptura
con el teatro clásico y por su incorporación de nuevos temas, elementos y modos de poner en
escena los textos.
Macbeth