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PUESTA EN ESCENA DE LAS MANIFESTACIONES: CASO DE JUSTICIA ABC

Juan Daniel Montaño Rico

El presente trabajo retoma el marco teórico que ofrece Georges Balandier en su


libro “El poder en escenas”, para analizar para entender el papel de los grupos sociales que se
oponen a la dominación y abuso del poder.

La política se orienta a la fijación de un régimen de certezas en lo instituido, es


decir, las certezas sobre los hábitos, la vida cotidiana naturalizada, la seguridad sobre el
presente y el futuro. Una función del poder es actuar como desactivador de angustias y
miedos, pero, éste ha tenido desplazamientos: en las sociedades actuales, la comunicación
se irgue como un centro de poder que genera relaciones, orden y sentido. Si todo el
universo político es un escenario dónde actúa toda la sociedad bajo la gran trama de las
relaciones de poder, entonces los principales guionistas son los medios de comunicación
sometidos a la lógica del mercado que se benefician de que la vida se reduzca al
espectáculo, porque, como afirma Eduardo Galeano, el espectáculo se convierte en fuente
de poder económico y político; la información se está reduciendo a publicidad, y la
publicidad manda. A esto se agrega que el poder político goza de un lugar privilegiado en
los medios para proclamar su versión de la historia.

En lo general, lo mediático intenta anular lo político, que a diferencia de la política,


lo político es la irrupción, la contingencia de la acción colectiva que trasgrede y rompe los
marcos normativos de la cotidianidad instituida cuando se ponen en juego los límites de lo
tolerable (Benítez, 2010: 42). Sin embargo, hay acontecimientos, momentos de crisis que
rompen con la pasividad, con lo habitual, con el consenso; tiempos de dudas hacia lo
instituido, hacia las certezas y seguridades de la vida; lo que provoca que los espectadores
retomen su papel de sujetos políticos, engendrando movimientos contestatarios con
reivindicaciones democráticas (Balandier, 1994: 125).

El incendio de la guardería ABC el 5 de junio de 2009, fue un acontecimiento que


perturbó la experiencia de lo cotidiano, desatando un fuerte cuestionamiento y oposición
contra las instituciones del Estado, pero también una serie de reivindicaciones sociales que
rápido transitaron a manifestaciones callejeras, conformándose lo que Balandier denomina
contrapolítica, la cual también se hace política de la imagen y la imaginería para producir
efectos y suscitar emociones, utilizando todo cuanto pueda ser soporte de dramatización en
los espacios de la sociedad que le son accesibles (1994: 127).

Estos soportes no son solo técnicos, sino también simbólicos, siendo el ritual uno de
ellos. Para David Kretzer, el ritual es la acción colectiva estandarizada envuelta en una red
de simbolismo que ayuda a tratar con el caos de la experiencia humana y colocarla en un
marco coherente. El ritual tiene importancia política porque, además de vincular al
individuo con la sociedad, i) ayuda a construir organización política; ii) es empleado para
crear legitimidad política, iii) ayuda a crear solidaridad en la ausencia de consenso político
y iv) el ritual moldea el entendimiento de la gente sobre el universo político (Kretzer,
1994:8-11). El movimiento social que desató el incendio de la guardería ABC adoptó el
ritual como herramienta para desplegar sus dramatizaciones en las calles de la ciudad para
poner de relieve los efectos inaceptables de una situación social (Balandier, 1994: 134).

Las noticias de sucesos, por muy impactantes, quedan sometidas a la ley del
espectáculo, cuya repetición debilita la imagen, la vuelve efímera, cediendo rápidamente su
turno en la pantalla, pero la amplitud del Movimiento por Justicia ABC logró forzar su
existencia en los medios. Además, la solidaridad que han demostrado artistas y personas de
relevancia política como el obispo Raul Vera, el padre Solalinde, entre otros, ha ayudado a
mantener al movimiento en el interés noticioso.

La ritualidad de las marchas, desde el 2009 hasta la fecha, además de exigir justicia
y señalar a las instituciones, también son momentos de reclamo de la memoria, de su propia
historia, su versión de los hechos contra la versión oficial, la que apuesta a “verdades
históricas”, incuestionables y dirigidas al olvido como arma pacificadora.

Entre los elementos rituales y simbólicos de las marchas por los aniversarios del
incendio de la guardería, encontramos en primer lugar las consignas ¡ABC nunca más!,
¡Justicia ABC!, plasmados en objetos como camisetas, pancartas, mantas, globos, y demás,
que reflejan los dos objetivos del movimiento: primero, esclarecimiento del caso y castigo a
los culpables; segundo, garantizar la seguridad de la niñez mexicana.

La pérdida de los pequeños es representada con un listón blanco con la leyenda


Justicia ABC escrita sobre él. Este listón se encuentra sobre un fondo negro para mostrar el
permanente luto. Pero son las mismas víctimas, los rostros de las niñas y niños sonrientes,
el símbolo más fuerte, con más peso, cuyas fotografías de gran tamaño siempre se muestran
en alto para enseñarle al poder las vidas que arrancó su corrupción, en lugar de
salvaguardarlas según era su deber. Estos rostros son acompañados de imágenes tiernas,
angelicales y de pequeñas manos, del uso de ropa y globos blancos, para expresar la
inocencia y la pureza de los pequeños, víctimas de la ambición de los empresarios y los
funcionarios.

Las marchas y los actos conmemorativo por el aniversario de la tragedia se han


reglamentado de acuerdo a convenciones precisas, son estandarizados y estructurados de
forma similar cada año bajo el cuidado de los miembros del movimiento, integrada por
padres y madres, familiares, activistas y personas solidarias, quienes tratan de mantener el
orden y control durante estos eventos.

El recorrido elegido para la marcha no es neutral, inicia en las instalaciones de la


guardería ABC, las cuales se encuentran en las condiciones en las que las dejó el incendio,
en forma de cicatriz para la ciudad, con un altar permanente erguido a la memoria de los
pequeños con cruces blancas, juguetes, flores, globos y sus fotografías en gran tamaño
sonriendo a los pasantes. A mitad del camino se hace una pausa frente a la Iglesia San José,
donde se dan 49 campanadas y se sueltan los globos blancos, expresando así una dimensión
espiritual: los globos se eleven al cielo, tal como lo hicieron las almas de las niñas y niños.
Al caer la noche, el contingente es recibido en las escalinatas del Museo y Biblioteca de la
Universidad de Sonora, que sirve de escenario para el programa del acto conmemorativo
que se desarrolla con cantos, música, palabras solidarias y comunicados del movimiento
respecto al desarrollo del caso. El movimiento rechaza efectuar el mitin de cierre frente a
las sedes del poder Estatal, reapropiandose de la universidad, un espacio público siempre en
disputa y escenario histórico de movimiento sociales y estudiantiles.

Otros elementos que aporta Balandier para leer la manifestación callejera se pueden
observar en el caso de la marchas del movimiento ABC: informa y enseña a través de las
consignas, pancartas, manta, gritos, imágenes, discursos y actos performativos; las nuevas
tecnologías le ha permitido crear sus propios medios informativos y redes, además se han
ganado la solidaridad de los medios con más libertad e independencia editorial, llegando
transmitir el programa “informativo 5 de junio” en una radio comunitaria local, así como
empujar a los demás medios a difundir su versión de los acontecimientos.

Su fin no es la subversión puesto que ha renunciado a regresar a su estado salvaje,


como observa Balandier, es decir, a aquellos primeros días en que se gestaba el
movimiento, cuando a través de los padres hablaba el dolor, la rabia, la desesperación con
la cual amenazaban al poder: “si no hay justicia, la haremos por nuestra propia mano”,
gritaban frente a palacio de gobierno. Ahora, a través de la ritualidad, no amenaza al poder
de manera inmediata; pone en escena una contestación controlada (Balandier, 1994: 133),
para demostrarle su capacidad de organización, de convocatoria, de paciencia, unidad y
fuerza.

Pero también la densa simbología de dolor, ausencia, pérdida, rabia e injusticia,


apela, sobre todo, a la solidaridad, para que el grito “no están solos” se siga lanzando al
unísono por miles de voces. Esta solidaridad da fuerza al movimiento para mantenerse
firme ante el laberinto de la justicia mexicana. Además, el movimiento ha inspirado una
amplia y emocional producción artística: libros, poemas, obras de teatro, producción
radiofónica, canciones, murales, entre otros que, me atrevo a afirmar, son producto de la
solidaridad que a su vez genera solidaridad.

Desde su visión de antropólogo político, Georges Balandier ofrece un marco útil de


análisis para entender el papel de los grupos sociales que se oponen a la dominación y
abuso del poder, rompiendo el consenso y reivindicando nuevas demandas democráticas y
de justicia. Pero después de 20 años de que Balandier se impresionase del poder político de
la “telerrealidad”, ahora la “redrealidad” abre nuevas interrogantes, nuevas reflexiones,
posibilidades y retos ante la relación entre gobernados y gobernantes, así como ante los
vicios, males y pesares de la política contemporánea, la política del espectáculo.

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