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Contexto de la ley de Justicia y Paz

El presente texto tiene como objetivo hacer una pequeña contextualización y explicación de
los actores y las acciones que influyen en el marco de la ley de “justicia y paz” o ley 975 de
2005 que buscaba la desmovilización total de los paramilitares y llevar acabo procesos
judiciales que garantizarán la verdad, la justicia y la reparación. Con esto en mente, se
tendrán en cuenta quiénes fueron los paramilitares, qué actos cometieron y dónde. Además,
se explicará qué es la justicia transicional y la ley de justicia y paz; y con ello el marco de
los procesos de desmovilización de los paramilitares. Y por último se examinará su
efectividad a la fecha.
En primer lugar, las estructuras paramilitares se definen como “grupos armados ilegales
apoyados por sectores del ejército colombiano en el marco de la guerra contrainsurgente”
(Medina 1990). Se originan de las denominadas “auto-defensas”, en el marco de leyes,
promulgadas en los primeros años ochenta y mediados de los noventa, que permitían a la
población civil crear grupos armados privados para defender sus territorios de los abusos de
las guerrillas insurgente y comunistas. Por esta razón, es de esperar, que estas autodefensas
fueran apoyadas por las fuerzas militares y por las elites políticas que se encontraban en
descontento con los fallidos procesos de paz con la guerrilla (Betancur y Pastrana) y con el
aumento de hostilidades. Además, los paramilitares comenzaron a tener nexos políticos con
los servidores públicos de extrema derecha, nexos con élites políticas locales que querían
mantener su poder político y nexos criminales con los carteles de la droga que no
soportaban tener que negociar acuerdos monetarios con las FARC-EP para continuar con
sus actividades ilícitas.

De allí que la proliferación de estos grupos llegaran a abarcar los cuatro puntos cardinales
del país; puesto que, consolidada su presencia en el Magdalena Medio (1988-1990) y en
Puerto Boyacá, empieza un proceso de expansión hacia el oriente y el sur del país (Meta,
Caquetá y Putumayo) por medio de masacres, asesinatos múltiples y un régimen de terror;
con Urabá como epicentro del conflicto. De esta manera, los paramilitares pasaron de ser
víctimas a victimarios, asesinando a todo líder político o ciudadano remotamente
relacionado con la lucha “comunista” de las FARC-EP; se convirtieron en organizaciones
de limpieza social que eliminaban a personas non-gratas para la comunidad por ser
drogadictas, alcohólicas o por ser ladrones; y orquestaron diversas masacres (ej: Masacre
de la Horqueta) con la justificación de su lucha “salvadora de la patria” (Carlos Castaño-
AUC).
En segundo lugar, la justicia transicional se define como:

“un campo de actividad e investigación enfocado en cómo afrontan las sociedades los
legados de abusos pasados contra los derechos humanos, atrocidad en masa y otras
formas de trauma social severo, incluyendo el genocidio o la guerra civil, con el fin de
construir un futuro más democrático, justo o pacífico" (Bickford, 2005: 1045).
Así, la justicia transicional es una concepción de justicia asociada a cambios políticos,
institucionales y sociales, a partir de la verdad, judicialización y reparación de los abusos
ocurridos en el pasado. Con esto en mente, la ley 975 de 2005, entrada en vigencia el 25 de
julio de 2005, se inscribe en el marco de la justicia transicional porque tiene como
objetivos:

“facilitar los procesos de paz y la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de


miembros de grupos armados al margen de la ley; garantizar los derechos de las víctimas
a la verdad, a la justicia y a la reparación integral en la búsqueda de la paz y la
reconciliación nacional; y facilitar los acuerdos humanitarios.” (Procuraduría General de
la Nación, 13)

Por ende, la ley beneficia en primera instancia a las víctimas, victimarios y en segunda
instancia a la sociedad y a las instituciones políticas; puesto que propone una rebaja de
penas (5 a 8 años en la cárcel) para toda colectividad o individuo paramilitar que se haya
desmovilizado, dejado las armas, entregado bienes, cesado de actividades ilícitas y colabore
con información; y propone un marco de verdad, justicia y reparación para las víctimas que
merecen conocer las razones del victimario, el paradero de sus seres queridos y la
respectiva reparación simbólica o monetaria por la violación a sus derechos humanos. En
consecuencia, la ley garantizaría un proceso de reconciliación y perdón que permitiría la no
repetición del conflicto, por medio de la intervención estatal, y la exitosa reinserción social
de los desmovilizados.

En tercer lugar, la desmovilización de los paramilitares inicia con el Acuerdo de Santa Fe


de Ralito (15 de julio de 2003); resultado de la ley 782 de 2002 que promovía la
reconciliación entre los colombianos, la convivencia pacífica y el alcance de la paz por
medio de diálogos, negociaciones y acuerdos; en el cual las autodefensas se comprometen a
el cese de hostilidades y a el abandono de toda actividad ilícita de financiamiento por parte
de las autodefensas; requerimientos que el gobierno exigía; y a desmovilizar a todos sus
miembros en un proceso gradual, que empezará antes de finalizar el año 2003 y terminará a
más tardear el 31 de diciembre de 2005. Tiempo en el cuál se desmovilizaron 40 mil
paramilitares. Así mismo, el gobierno radica un proyecto de ley sobre la pena alternativa
(21 de agosto de 2003) que busca reincorporación y contribución para la paz.

Finalmente se puede decir que la aplicación de la ley 975/05 ha logrado la disminución de


la violencia nacional; la desmovilización de paramilitares en las cárceles inscribiéndolos en
el marco de verdad, justicia y reparación; y ha dado reconocimiento a las víctimas dentro
del conflicto. También, ha permitido que las victimas conozcan el paradero de sus seres
queridos asesinados y que se les retribuya económicamente por ello. Sin embargo, la
justicia ha expedido tan solo 15 condenas y en Justicia y Paz hay 2.784 postulados, lo que
sugiere que el sistema judicial tiene una limitada capacidad para atender los casos. Además,
muchos sectores afirman (Semana) que la verdad, la justicia y la reparación han estado
ausentes o han sido satisfechas con la impunidad y con el conocimiento de fosas comunes,
lo cual es poco para con las víctimas. Por último, se encuentra el problema de los
“herederos paramilitares”; que perpetrarían la existencia paramilitar; quienes siguen
delinquiendo en las llamadas BACRIM y siguen ejecutando masacres, ejecuciones,
desplazamientos forzados, violaciones sexuales y extorsión.

Bibliografía
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