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Guillermo Bengoa /
capítulo del libro “Habitares, los croquis de la palabra”, Martinez, C. y Bengoa, G. EUDEM,
Mar del Plata, 2015
Tal vez no sea casualidad que los habitares del deseo sean los más cortos de este libro.
Estamos habituados a confundir el deseo con la necesidad, y dentro de ésta, estamos
totalmente confundidos entre las necesidades reales de un ser humano y las
seudonecesidades impuestas por un increíblemente caro y sobredimensionado sistema
publicitario. Como decía el diseñador industrial Victor Papanek: “Hay profesiones más
dañinas que el diseño industrial, pero sólo unas pocas. Y posiblemente sólo otra profesión
es más falsa: el diseño publicitario que persuade a la gente de comprar cosas que no
necesitan, con dinero que no tienen, con el fin de impresionar a otros a quienes no les
interesa, es probablemente el campo más falso en existencia hoy día. El diseño industrial,
al fabricar las llamativas idioteces pregonadas por los publicistas, entra con un cercano
segundo puesto.”
Deseo, deseo verdadero, no es el deseo de cambiar la funda del celular. Tampoco está
restringido el deseo a la poderosa fuerza del amor y la atracción sexual, que nos mueve
tanto todo el tiempo.
Es posible que los habitares del deseo tengan que ver más con el breve texto de Conti, con
esa vida liviana que transcurre a la vera del río. Liviana no es poco profunda. Deseo no es
sólo consumo
Por ejemplo, en nuestro continente, en Bolivia y Ecuador se habla cada vez más de la
“buena vida”, que, a diferencia de la concepción habitual en Occidente, nunca es la del éxito
individualista. J. Estermann, un licenciado en filosofía de origen suizo pero residente en
Bolivia, dice “Para el sentimiento andino, la “vida” –y por tanto el “vivir bien”– no puede ser
interpretada y transformada a través de la autodeterminación individual y autónoma. El
verdadero "sujeto" y portador de la “vida” es la comunidad (ayllu), que se constituye como
un microcosmos y que, por consiguiente, se preocupa colectivamente por la salud, el
bienestar y la armonía ritual y religiosa.”1
Tal vez, desde otro ángulo, este vivir bien sea vivir la búsqueda, como plantea Kavafis en
el poema que incluimos aquí. No es tan importante llegar a Itaca, la ciudad a donde desea
regresar Ulises, como vivir bien esa búsqueda. ¿Acaso no lo sabía eso el propio Ulises,
que tardó tantos años en volver? ¿O lo sabían sólo los dioses que le tendían las trampas?
1 Estermann, J. “Vivir bien” como utopía políticaLa concepción andina del “vivir bien” (suma qamaña/allin
kawsay) y su aplicación en el socialismo democrático en Bolivia”, en
dcsh.xoc.uam.mx/...nuevoparadigma/archivosNuevoParadigma/Estermann.
el mundo no es factible, materialmente. Bouling, un pensador económico inglés, dice “quien
piense que el aumento de la producción y el consumo de manera infinita es posible en un
mundo finito es un idiota o un economista”
Es en ese aspecto que los habitares del deseo nos tocan a nosotros, practicantes de las
disciplinas proyectuales, arquitectos, diseñadores. ¿Cómo diseñar con menos para más
personas? ¿En dónde trabajar para que nuestra labor contribuya a ese buen vivir colectivo
que proclama la nueva constitución boliviana? ¿Cómo hacer que nuestro proyecto no sea
solamente mercancía?
Hay una última relación a explorar aquí, entre deseo, tiempo y lugar: para Kavafis, Itaca es
el objeto del deseo, y está en el futuro. Para Hobsbawn, el objeto es su Viena de la infancia,
y está en un pasado nostálgico que ni siquiera su racionalidad de historiador puede
endurecer del todo. Para el protagonista de la novela de Kundera cuyo fragmento incluimos,
el deseo está en un presente que huye: el deseo son los hermosos barrios pequeño-
burgueses de Praga, que ya no verá en su pronto exilio en París. Para Conti, el tiempo pasa
igual que siempre en el rio marrón.