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Prólogo
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NOTA ADICIONAL A LA SEGUNDA EDICION
* *
*
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Capítulo primero
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Teologías sobre la eucaristía
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Teologías sobre la eucaristía
cena», que por muy alejados que estén de los primeros, comparten
por lo menos con ellos la misma callosidad, Los unos, sean todo lo
doctos que se quiera, no son sino los arqueólogos de la liturgia, y
los otros, aun cuando estén convencidos de ser sus conservadores,
no harán sino pastelear con ella o corromperlo. Sólo Dios sondea
las entrañas y los corazones, pero a nadie le está vedado tener sus
impresiones. Por mi parte tengo la convicción de que un Cirilo de
Jerusalén (o el autor de las catcquesis que llevan su nombre), al
igual que un Gregorio de Nacianzo, un san Máximo o un san León,
no son en este punto de aquellos a quienes faltó la gracia, como tam
poco, en los albores de la edad moderna, un cardenal Bona o, más
cerca de nosotros, un Edmund Bishop o un Antón Baumstark,
Confieso que estoy mucho menos seguro de un sano sentido liturgista
de otros personajes del pasado, que han ejercido considerable influjo
en este terreno, por no hablar de modernos o de contemporáneos,
personas todas a las que no se me perdonaría si les asignara nomi
nalmente un puesto en el infierno personal en el que las llevo in
pectore.
Si se me pregunta cómo puedo justificar tal atrevimiento,
responderé que basta con haber comido algunas migajas de am
brosía para descubrir sin dificultad la sobria ebríetas de los unos y
no dejarse engañar por los que han podido poner etiquetas por
todas partes y hasta mancillar todo el mantel con sus dedos sucios,
pero que, habiendo acudido seguramente sin gran apetito al ban
quete del Cordero, no notaron siquiera que los manjares tenían
en él un gusto particular.
No hace todavía mucho que un abad benedictino que me honra
con su amistad me contaba cómo creía haber descubierto lo que es
la liturgia. Siendo todavía novicio había emprendido valientemente la
lectura de toda la obra de Migne, comenzando por el primer tomo,
y había topado de golpe con la liturgia eucarística del libro v m
de las Constituciones apostólicas: repentinamente se le habían abierto
los ojos. En esta confidencia hallé un eco de mis antiguas im
presiones, pues aquél era seguramente el texto que más me había
impresionado en la antigua colección de Ham m ond: aquella aná
fora que parecía haberse propuesto realizar a la letra la famosa
fórmula de Justino sobre el celebrante, que «da gracias tanto como
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Bouycr, eucaristía 2
Teologías sobre la eucaristía
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Capítulo II
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Liturgia judía y liturgia cristiana
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Liturgia judía y liturgia cristiana
5. Cf. la obra ya antigua, pero todavía digna de Iec-rse, de li. T ravf.rs H erfokd,
The Pharisees, Londres 1924.
6. Imposible dar aquí una bibliografía, siquiera elemental, de todo lo que se ha
escrito sobre el problema de las «sectas» judías desde los descubrimientos de Qumrán.
Remitiremos a A. D upont-Sommer, Les Écrits esséniens découverts pres de la Mer Marte,
París 1959, que servirá de introducción general.
7. W .D. D avies, Paul and Rabbinic Judaisin, Londres 1948.
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Liturgia judía y liturgia cristiana
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Liturgia judía y liturgia cristiana
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Liturgia judia y liturgia cristiana
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Liturgia judía y liturgia cristiana
13. C í. S. S inger, The Authorised Daily Prayer Book of thc United Congregations
of the British Empire, with a new translation, Londres “ 1944, e I. A brahams, A Cotnpa-
nion to the Authorised Daily Prayer Book, ed. revisada, Londres 1922 (reeditado en
1966).
14. Cf. R.G. F inch , The Synagogue Lectionary and the New Testament, Londres
1939.
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Liturgia judía y liturgia cristiana
15. Véase en nuestro volumen Le Rite et ¡’Homme, París 1962, el capítulo sobre el
espacio sagrado.
16. Cf. E.L. S ukenik , Ancient Synagognes in Palestino and Grcecc, Londres 1934.
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Liturgia judía y liturgia cristiana
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Liturgia judía y liturgia cristiana
19. Este punto de vista fue sostenido en una exposición en la Patristic Conference
de Oxford, de 1963.
20. W. Bousset, Bine Jüdische Gebetsammlung im siebenten Buch der Apostolischcn
Konstitutionen, en Nachrichten von der Kóniglichen Gesellschaft der Wissenschaften zn
Gottingen, Philologische-Historische K lasse, 1915 (1916) 435-485.
21. Goodenough, op. cit., p. 306ss.
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Liturgia judía y liturgia cristiana
22. De los términos hebreos, árameos o siríacos que aparecerán en este volumen,
hemos procurado dar sencillamente una transcripción que facilite en lo posible la lectura
a quienes no sean orientalistas de profesión.
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Capítulo I I I
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Palabra de Dios y «berakah»
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Palabra de Dios y conocimiento de Dios
2, U na reacción comienza por fin a dejarse sen tir en este punto, de la que es un
signo especialmente confortante la serie de trabajos de P ie r r e G relot , en p articular
La Biblia, palabra de Dios, H erd er, Barcelona 1968, y Biblia y teobgia, H erder, B a r
celona 1968.
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Palabra de Dios y «berakah»
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo y no vuelven allá sin haber
empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente
al sembrador y el pan al que come, así la palabra que sale de mi boca no
vuelve a mi vacía, sino que hace lo que yo quiero y cumple mis de
signios 6.
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Palabra de Dios y conocimiento de Dios
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Palabra de Dios y «berakah»
11. Véanse sobre esta noción las notas de A. N eh ?.*, en L'Essenee du Propkétiswe,
París 195$, especialmente p. lOlss.
12. Cf. las excelentes observaciones sobre la importancia de esta consideración, de
dom J. D upont, Gnosis, ia connoissance religieuse dans les ¿pitres de saint Paul, Lovat-
na . Paría 194-9, p. 51ss.
1$. ICor 13,12, 14. Ani 3,2.
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Palabra de Dios y conocimiento de Dios
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Palabra de Dios y «berakah»
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Palabra de Dios y conocimiento de Dios
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Palabra de Dios y «berakah»
28. Cf. Misnah, tratado Berakoth n , 2 y 106. Los tratados Berakoth, respectiva*
mente de la MÚnah y de la Toseftafv fueron traducidos al inglés con tin comentario por
A. L ukym W illiams , Tractate Berakoth, Londres 1921.
29. Véase H. D uesíserg, Les $ cribes inspirést P arís 1939.
30. Cf. Ecío 24,23.
31. Cf. todo el capítulo 24 del Eclesiástico, donde se dice que la sabiduría mora en
la columna de fuego y de nube y en el tabernáculo.
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Las «berakoth», respuesta a la palabra
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Palabra de Dios y «berakah»
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Las «berakoth», respuesta a la palabra
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Palabra de Dios y «berakah»
39. Éx 18,9-10.
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Las «berakoth», respuesta a la palabra
40. V éase A ace B emtzen, Introductiofi to tke Oíd Testamentj vol. i, Copenhague
1948, p. 14635, y S . M o w INCkel , The Psalms in Israel's Worskip, Oxford 1962.
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Palabra de Dios y «berakah»
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Las «berakoth», respuesta a la palabra
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Palabra de Dios y «berakah»
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Las «berakoth», respuesta a la palabra
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Palabra de Dios y «berakah»
rael entero creerá realizar la promesa del libro del Éxodo, de hacer
de él un pueblo todo él sacerdotal, un reino de sacerdotes, cansa-
gradores de todo el universo a la sola voluntad divina revelada en
la torahu.
Es cierto que con esta visión final que Israel llegó a formarse
de su propio papel pasamos definitivamente más allá del viejo
ritual tomado de Canaán. Sean cuales fueren las transformaciones
de sentido y de contenido que éste hubiera podido sufrir, ahora se
ve ya superado. Y es seguramente por esto por lo que el aniquila
miento definitivo del templo y de sus sacrificios el año 70 de nuestra
era no podrá aniquilar a Israel ni el culto de la torah.
Como ya lo hemos subrayado, esto no solamente no significa
tanto una moralización de los sacrificios como la sacralización de
la moral, o más bien de la «justicia* de la torah, sino que además
sería un error creer que esta religión del último Israel se sustraería
a todo acto ritual particular, y más especialmente a todo sacrificio
definido. Nada es más significativo que observar el nuevo ritual,
que, muy al contrario, surgió entonces como espontáneamente, y
al que darán todo su sentido las comunidades, las haburoth, como
se dirá un poco más tarde, de la esperanza mesiánica “ .- Nos referi
mos al ritual de las comidas, en particular de las comidas en comu
nidad, las tardes de sábado o de fiesta. Para los sacerdotes de Qum-
rán o de Damasco, como para los esenios o los terapeutas, de los
que nos habla Josefo, esta comida acaba por constituir no sólo un
equivalente nuevo de los antiguos sacrificios, sino finalmente el
único sacrificio que subsiste, en la espera de la nueva y eterna alian
za I,a gran berakah pronunciada por el presidente de la asamblea
sobre la última copa, repartida entre todos, invocaría la venida inmi
nente de! Mesías y consagraría, en esta espera, el «resto» fiel al
reino esperado. Con este nuevo sacrificio hemos llegado a la cena
y a la prehistoria inmediata de la eucaristía cristiana.
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C apítulo IV
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Las «berakoth» judías
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Transmisión de fórmulas tradicionales
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Las «berakoth» judías
hace a los detalles de las expresiones. Pero esta libertad está es
trictamente orientada por la conciencia del esquema subyacente y se
mantiene dentro de ciertos límites gracias a las expresiones clave
conservadas religiosamente8. Por otra parte, cuando viene a expe
rimentar la necesidad de una fijación completa de las fórmulas por
la escritura, se conserva siempre, por lo menos durante algún
tiempo, el sentimiento de que tal fijación concierne ante todo al
esquema y a las claves. De esta manera los copistas, en todo caso
hasta la época de la tipografía, y por lo menos en los casos de
textos juzgados en sí mismos más o menos periféricos, no tendrán
nunca escrúpulo en sustituir los detalles de los formularios que
puedan tener ante los ojos, por variantes orales que las hayan
subsistido y a las que estén más o menos habituados.
Así, de un golpe se desvanece una doble quimera, la de la im
provisación primitiva de las oraciones y la de su esclerosis final
en un literalismo rígido. Así las oraciones judías, fijadas o no
en sus detalles, en los orígenes y hasta nuestros días tuvieron
inmediatamente un contenido, una estructura y términos clave per
fectamente definidos. Y hasta en sus fórmulas fijas se presta aten
ción precisamente a estos elementos. Por supuesto, el peligro de
formalismo amenaza constantemente en el judaismo, como en cual
quier otra religión. Pero es vano imaginar que una voluntad de
improvisación perpetua permita escapar a este peligro con más
seguridad que el uso repetido de formularios tradicionales. Todos
los que están acostumbrados a las oraciones «improvisadas», caras
a ciertos medios protestantes, saben con qué facilidad tienden a
convertirse en muletillas, dando vueltas sin cesar en un juego
machacón de clisés repetidos hasta la saciedad. Do que hay que
reconocer, por el contrario, es que apenas si hay religión en la
que los maestros espirituales se hayan mostrado más constantemente
preocupados que en el judaismo por evitar el formalismo que vacía
de sentido sus oraciones. Uno de los temas más constantes en la
predicación de los rabinos respecto al rezo de las oraciones pres
critas es precisamente éste: que tales oraciones carecen de todo
valor y no son siquiera oraciones propiamente dichas cuando se
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Transmisión de fórmulas tradicionales
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Las «berakoth» judías
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Transmisión de fórmulas tradicionales
Bendito eres, Señor, Dios nuestro, rey de los siglos, que nos santificas
con tus mandamientos y nos prescribistes lavarnos las m anos13.
Bendito eres, ... tú que restituyes las almas a sus cuerpos mortales, aso
ciando así el despertar mañanero con las perspectivas de la resurrección.
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Las «berakoth» judias
Se viste y dice:
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Las «berakoth» que preceden al «Semah»
es bueno y nada debe rechazarse, con tal que se tome con bendi
ción (sóyapinría — berakoh), ya que queda santificado por la pa
labra de Dios y por la oración» n. En efecto, la práctica constante
de ias berakoth se convierte en una oración que envuelve total
mente la vida del hombre y del mundo, por la que todas las cosas
son como devueltas a la palabra creadora y corno restituidas a la
bondad original que ésta les había conferido. Así es, dirán todavía
los rabinos, como toda la vida fiel del pueblo de Israel, hasta en
sus ocupaciones aparentemente más profanas, reviste un carácter
no solamente sagrado, sino sacerdotal. Por ello son los israelitas
ese pueblo sacerdote de que hablaba el libro del Exodo, por el
hecho de que toda su vida, envuelta en la red de las berakoth,
reconsagra, mediante la palabra de Dios y la oración, el universo
entero a su amor. Así se comprende que el rabino Trifón, en su
diálogo con Justino, explique a Maiaquías 1,11, sobre la ofrenda
pura ofrecida en todo tiempo y en todo lugar entre los paganos,
diciendo que es eso lo que realizan los judíos de la diáspora, los
cuales no cesan de bendecir a Dios en todas las cosas, entre los
que lo ignoran171819.
Todavía los mismos rabinos, que repetían que la sekinah inora
invisiblemente con todo grupo de judíos reunidos para meditar la
torah, no vacilan en decir que todo judío fiel, al pronunciar las
berakoth sobre todo lo que ve o toca con sus manos, lo convierte
en morada consagrada para esta misma sekinah M.
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Las «berakoth» judías
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Las «berakoth» que preceden al «semah»
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Las «berakoth» judías
Todos responden:
Bendito sea Adonay, que debe ser bendecido por los siglos de los siglos*2930
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Las «berakoth» que preceden al «Semah»
Bendito seas, Señor Dios nuestro, rey del universo, que formas la luz
y creas las tinieblas, que haces la paz y creas todas las cosas; que en
[tu] misericordia das la luz a la tierra y a todos los que moran en ella,
y en tu bondad renuevas la creación todos los dias y sin cesar. ¡Qué nu
merosas son tus obras, Señor! En la sabiduría las hiciste todas, la tierra
está llena de tus posesiones; Rey, único que fuiste ensalzado antes de los
tiempos, alabado, glorificado y ensalzado desde los días antiguos; Dios
eterno, en la abundancia de tus misericordias ten piedad de nosotros, Señor
de nuestra fuerza, Roca de nuestra protección, escudo de nuestra salvación,
i oh t ú ; nuestra protección! El Dios bendito, grande en conocimiento, preparó
y formó los rayos del so l: fue un don que él produjo para gloria de su
nombre. Los jefes de sus ejércitos son seres santos, ensalzan al Todopode
roso, sin cesar declaran la gloria de Dios y su santidad. Bendito seas, Se
ñor, Dios nuestro, en los cielos, en las alturas y sobre la tierra, acá abajo.
Seas bendito, nuestra Roca, nuestro Rey y nuestro Redentor, Creador de los
seres santos, alabado sea tu nombre por siempre jamás, Rey nuestro, Creador
de los espíritus que le sirven. Y todos estos espíritus que le sirven se man
tienen en pie en las alturas del universo, y con temor proclaman a plena
voz a! unísono las palabras del Dios viviente y del rey eterno. Todos son
muy amados, todos son puros, son poderosos, todos cumplen temblando la
voluntad de su Señor, todos abren sus bocas en la santidad y en la pureza,
y alaban y glorifican y santifican el nombre del gran Rey, único poderoso y
temido; santo es él. Todos ellos toman sobre sí el yugo del reino de los
cielos, unos de otros, y se animan unos a otros a santificar a su lenguaje
puro, con una santa melodía se responden todos al unísono eu temor y dicen
con reverencia...
Y los ofanim y los santos hayoth, con ruido de grandes aguas, se elevan
unos frente a otros, alaban y dicen...
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Las «berakoth» judías
B e n d it a sea la gloria d e l S eñ o r , d e s u lu g a r .
Él continúa y concluye:
Con amor abundante nos lias amado, Señor, Dios nuestro, con grande
y sobreabundante piedad has tenido piedad de nosotros, Padre nuestro, Rey
nuestro; por causa de tu gran nombre y por causa de nuestros padres
que pusieron su confianza en ti, y a los que enseñaste los mandamientos
de vida, otórganos también a nosotros esta gracia. Padre nuestro, Padre
misericordioso, ten piedad de nosotros y pon en nuestros corazones que
comprendamos, que escuchemos, que aprendamos y enseñemos, que estemos
atentos para cumplir todas las palabras de instrucción en tu torah. con
amor. Ilumina nuestros ojos para tus mandamientos, apagúese tu torah a
nuestros corazones y estén nuestros corazones unidos para temer tu nombre,
de modo que no seamos cubiertos de confusión y abatidos para siempre,
pues hemos puesto nuestra confianza en tu grande, santo y temible nombre:
regocijémonos y hallemos la felicidad en tu salvación y no nos abandonen
jamás tu misericordia y tu gracia. Y venga sobre nosotros la paz de los
cuatro ángulos de la tierra entera, y haz que volvamos a subir a nuestro
país, pues eres un Dios que salva. Tú nos elegiste de entre todos los pue
blos y de entre todas las lenguas y nos hiciste próximos a tu gran nombre
en la fidelidad. Bendito seas, Señor, tú que elegiste a tu pueblo, Israel, en
el amor®.
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Las «berakoth» que preceden al «semah»
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Las «berakoth» que preceden al «Semah»
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Las «berakoth» judías
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Las «berakoth» que preceden al «Semah»
47. Cf. en nuestra obra L a Bible et I’Évangile, París 21953, el capítulo sobre la
mística jad ía y el relativo al problema del culto.
4S. Cf. infra, p. 9Qs$.
81
£
Las «berakoth» judías
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La «tefillah» de las «Semoneh esreh»
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Las «berakoth» judías
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La «tefillah» de las «semoneh esreh»
SÉ. Se piensa en los «ancianos» del Apocalipsis, que arrojan sus coronas delante de
Dios (+,10),
57, DH, p. 83ss, en cuanto a las tres primeras «bendiciones», y p. 114ss, en cuanto
a la qedusah y su introducción (keter).
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Las «berakoth» judías
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La «tefillah» de las «semoneh esreh»
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Las «berakoth» judías
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La «tefillali» de las «semoneh esreh»
64. D H , p. 96ss.
65, <X X. E lbogeh , Studien su r Geschichte des jüdischen Gottesdienstes, Berlín
1907, p, 55.
66. Núm 6,24-26.
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Las «berakoth» judías
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Las «barakoth» de las comidas
y único sacrificio. Por otra parte, hay que notar que las oraciones
de la comida, y en particular la gran acción de gracias con que
termina, fueron consideradas siempre por los judíos como particular
mente venerables. Los rabinos les atribuyeron una antigüedad
fabulosa,0. Aun cuando haya en esto alguna exageración, estas
oraciones cuentan ciertamente entre los más antiguos ritos judíos
que han llegado hasta nosotros. Louis Finkelstein, que les ha dedi
cado un estudio especialmente sugestivo, observa con razón que
esta liturgia familiar no tuvo menos importancia que el servicio de
la sinagoga para el mantenimiento de la vida religiosa comunitaria
de Israeln.
El preludio obligado de la comida era el lavatorio ritual de
las manos con el que los judíos comenzaban también la jornada,
Luego, en una comida de ceremonia, cada uno que llegaba bebía
a su vez una primera copa de vino repitiendo por su parte esta
bendición:
Bendito seas, Señor, Dios nuestro, rey de los siglos, que nos das este
fruto de la vid7*.
Bendito seas, Señor, Dios nuestro, rey de los siglos, que haces producir
pan a la tie rra 7*.
91
Las «berakoth» judías
92
Las «berakoth» de las comidas
Bendito sea aquel cuya abundancia nos fia alimentado y cuya bondad
nos hace vivir.
93
Las «berakoth» judías
Bendito seas, Sefior Dios nuestro, rey del universo, que alimentas al
mundo en [tu] bondad, [tu] gracia y [tu] misericordia, que das el alimento
a toda carne, porque alimentas y sostienes a todos los seres y procuras su
alimento a todas tus criaturas. Bendito seas, Señor, que das a todos [su]
alimento.
Te damos gracias, Señor, Dios nuestro, por este país deseable, bueno
y vasto, que te plugo dar a nuestros padres, y por la alianza con que marcaste
nuestra carne, la torah que nos diste, la vida, la gracia, la misericordia y
el alimento que nos has otorgado en toda sazón. Y por esto, Señor, Dios
nuestro, te damos gracias y bendecimos tu nombre. Bendito sea tu nom
bre sobre nosotros continuamente y para siempre. Bendito seas. Señor, por
el país y por el alimento.
Ten piedad, Señor, Dios nuestro, de tu pueblo, Israel, de tu ciudad,
Jerusalén, de Sión, morada de tu gloria, del reino de la casa de David, tu
ungido, y de la grande y santa casa que fue llamada con tu nombre. Ali
méntanos, consérvanos, sosténnos, ten cuidado de nosotros, alivíanos pronto
de nuestras angustias y no nos dejes en la necesidad de los dones de los
mortales, porque sus dones son mediocres y su reproche es grande, mien
tras que nosotros hemos esperado en tu santo, grande y temible nombre.
Vengan durante nuestra vida Elias y el Mesías, hijo de David; retorne a su
lugar el reino de la casa de David, reines tú, tú solo, sobre nosotros; díg
nate conducirnos allá, regocijarnos y consolarnos en Sión, tu ciudad. Ben
dito seas, Señor, que reconstruyes a Jerusalén88.
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Las «berakoth» de las comidas
92. Cf. Macksor Vitry, par. 83 (ed. S. H urwitz , Berlín 1923). Lo mismo en
Maimónides; cf, S, B ahr, Seder Abcdat Israel, Jerusalén 1927, p. 555.
93. Cf. DH, p. lSlas.
94. Tratado Berakoth m , 49a, En cuanto al texto, DH, p. 152.
95
Las «berakoth» judías
1*0 notable en este texto es el empleo tan frecuente que hace del
término «memorial», en hebreo sikkaron. Este texto es la mejor
confirmación que se puede imaginar de la tesis tan sólidamente
establecida por Jeremías en su libro sobre las palabras eucarísticas
de Jesús En efecto, el memorial no es aquí simple conmemoración.
Es una prenda sagrada, dada por Dios a su pueblo, que éste conserva
como su tesoro espiritual por excelencia. Esta prenda implica una
continuidad, una permanencia misteriosa de las grandes acciones
divinas, de los mirabilia Dei conmemorados por las fiestas. Porque
es para el Señor mismo una atestación permanente de su fidelidad
consigo mismo. Es, por tanto, la base de una súplica confiada en la
que se pide que la virtud inagotable de la palabra, que produjo
los mirabilia Dei en el pasado, los renueve y los acompañe en el
presente. En este sentido es como la «memoria» de las acciones
divinas que el pueblo guarda fielmente, puede incitar a Adonay a
tener «memoria» del pueblo. Porque nuestra conmemoración sub
jetiva no es sino el reflejo de una conmemoración objetiva, estable
cida por Dios, que atestigua, en primer lugar, delante de él su propia
fidelidad. De ahí esa fórmula de oración, tan característica, que
había además de pasar de la sinagoga a la Iglesia: «Acuérdate de
nosotros, Señor.»
Las expresiones tan llenas de sentido, que piden que «el me
morial de tu pueblo, de toda la casa de Israel, levántese y venga,
llegue, sea visto, aceptado, oído, recordado y mencionado delante
de ti, para la liberación, el bien, la gracia, la compasión y la mise
ricordia en este día...» subrayan el carácter objetivo atribuido
justamente por Jeremías al memorial así entendido. El «memorial»,
prenda dada por Dios a sus fieles, precisamente para que se lo re
presenten como homenaje de su fe a su fidelidad, convirtiéndose
así en base de su súplica, viene a ser así, como lo subraya Max
Thurian, una forma superior del sacrificio, el sacrificio plenamente95
95. Op. cit., p. 23795, Véase también B.S. C im .ns, Memory and Traditien in Israel,
Naperville (Illinois, U S A ) 1962.
96
Las «berakoth» de las comidas
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Las «berakoth» judías
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Las «berakoth» de las comidas
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Las «berakoth» judías
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Las diferentes estructuras de la eucaristía
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Las «berakoth» judías
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Capítulo V
103
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
104
Uso de la «berakah» por Jesús
105
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
le conoce a él. Estos «pequeños» son los que la piedad de los últi
mos salmistas había llamado los «pobres» por excelencias, los que
no tienen nada propio sino la fe, que los entrega sin reserva a este
Espíritu. Tal es el beneplácito, la sú8oxí<x, el designio de amor
gratuito del Padre, que en el Hijo y por el Hijo hallará su realiza
ción en todos los hombres.
Sólo al Hijo, en efecto, es «transmitido» todo; él es la fuente
para todos los demás, al mismo tiempo que el contenido, de la tra
dición suprema. En ésta, el conocimiento que Dios tiene eternamente
de su obra se revela como condensado en un conocimiento único.
Su súSoxía, su entera complacencia reposa en el Hijo, como en el
único Hijo «amado» del Padre. Porque el Padre halla en él solo
ese conocimiento recíproco que es como el «reconocimiento» per
fecto de su amor. Pero este conocimiento que sólo él tiene del
Padre, él nos lo abre, según el designio mismo del Padre. Nos lo
revela glorificando al Padre con su confesión, en la que se realiza
al mismo tiempo la palabra de Dios y la respuesta del hombre...
Harnack dijo muy bien de este texto que aparece en ios sinóp
ticos como un aerolito joánnico 56. No es sólo un sorprendente gustó
anticipado del tono y de la atmósfera propios de san Juan lo que
se tiene en él. Se anuncia ya el tema cuyo desarrollo formará el
núcleo del cuarto Evangelio: la intimidad única entre el Padre y
el Hijo, y el Evangelio, la «buena nueva», cifrada en nuestra in
troducción en esa intimidad7. Sin embargo, uno no puede menos
de extrañarse de que Harnack y sus contemporáneos en general
fueran tan poco capaces de darse cuenta del reverso de esta
analogía.
Este texto de Tucas y de Mateo manifiesta por sí solo, mejor
que ningún otro argumento, el error que se cometió durante mu
cho tiempo al querer buscar el secreto de la cristología joánnica
en una supuesta helenización del cristianismo primitivo. En efecto,
nada hay por el contrario más primitivo, más semítico, más espe
cíficamente judío del judaismo de la sinagoga, que todos los tér-
5. Véase A. Causse, L es pauvres d*lsra'¿!t Estrasburgo - París 1922.
6. Ea una ironía de la historia que el Evangelio joánnico, tenido por el más hele-
nizado por la critica del siglo x ix , hoy nos parezca por lo menas tan judío como el de
Mateo.
7. Cf. en san Juan todo el conjunto de los discursos que siguen a la cena (I3$a).
106
Uso de la «berakah» por Jesús
8. Sería inconcebible que un texto así compuesto hubiera sido producido por cris
tianos hekmzados para ser atribuido por ellois a Cristo.
9. M t 11,28-29.
10. Cf. supra, p. 74.
11. Véanse más adelante las oraciones destinadas al sábado, citadas en las p. 139ss.
12. J n 6,29.
13. Cap. 17.
107
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
108
Sentido del «memorial»
19. V. 22ss.
20. J. J erem ías , The Eiicharistic IVindi af Jesuí, capítulo primerc.
21. Cf, J n 18,28 y 19,31.
22. Cf. M t 26,17ss y paralelos.
23. Le 22,15-16.
24. Op. cit., p. 207ss.
109
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
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Sentido del «memorial»
m
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
112
Sentido del «memorial»
Bendito seas, Señor rey del universo, que haces producir pan a la tie rra 378.
o quizá:
113
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
1. Bendito seas, Señor, Dios nuestro, rey del universo, que alimentas
al mundo entero en [tu] bondad, [tu] gracia y [tu] misericordia.
2. Te damos gracias, Señor, Dios nuestro, porque nos hiciste entrar
en posesión de un país bueno y vasto.
3. Señor, Dios nuestro, ten piedad de Israel tu pueblo,
de Jerusalén tu ciudad,
de Sión, lugar donde mora tu gloria,
de tu altar y de tu templo.
Bendito seas, Señor, que construyes a Jerusalén*1.
114
Sentido del «memorial»
y a esta palabra hay que dar el sentido que tuvo siempre en la li
teratura rabínica, y especialmente litúrgica, de la época ®. No signi
fica en modo alguno un acto psicológico, humano, de retorno sobre
el pasado, sino una realidad objetiva destinada a hacer perpetua
mente actual delante de Dios, para Dios mismo, alguna cosa o a
alguien. Como lo ha mostrado muy bien Max Thurian, esta misma
concepción del memorial tiene sus raíces en la Biblia. En ella no es
d memorial únicamente un elemento ritual esendal de ciertos sacri
ficios, sino lo que da el significado final de todo sacrificio, y del de
la pascua eminentemente 1‘. Es una institución, podemos decir, esta
blecida por Dios, dada e impuesta por él a su pueblo, para perpe
tuar para siempre sus intervenciones salvadoras. El memorial no
sólo dará subjetivamente a los fieles una garantía de su eficacia
permanente, sino que primeramente garantizará ésta, como con
una prenda que ellos podrán y deberán presentarle, como prenda
de su propia fidelidad.423
42, Cf. The Skape of the Liturgy, Londres 1945, p. 55sa.
43, Cf. supra, p. 9Sss.
44, M ax T hur ia n , op. cit., todo el primer capítulo, Véase también N, D a h l , Anam*
néstSj tnfmoire et commémoration dans le christianisme pnm itif, en «Studia Tbeologica»,
Lünd 1948, p. 69as.
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Las «berakoth» judías y la oración de los primeros cristianos
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50. ITes i.
118
Las «berafcoth» judías y la oración de los primeros cristianos
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De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
ha sido confirmado entre vosotros, así que no escaseéis en don alguno mien
tras llega para vosotros ¡a manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que
a su vez os confirmará plenamente, para que seáis hallados irreprensibles
en el día de nuestro Señor Jesucristo. Pues fiel es Dios, por quien habéis
sido llamados a participar con Jesucristo, su Hijo y Señor nuestro 6Í.
Y en la segunda leemos:
54. ICor 1.
55. 2€or 1.
55. FIp 1.
120
Las «berakoth» judías y la oración de los primeros cristianos
Bendito Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con
toda bendición espiritual en los cielos, en Cristo, por cuanto nos eligió en
57. Col 1.
121
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
122
Las «berakoth» judías y la oración de los primeros cristianos
hada nosotros en Cristo Jesús. Pues por la gracia habéis sido salvados me
diante la fe; y esto no proviene de vosotros: es don de Dios, no de las
obras, ijpra que nadie se gloríe. Porque de él somos hechura, creados en
Cristo Jesús para obras buenas, las que Dios preparó de antemano para que
las practicáramos K.
Aquí más que nunca, las instrucciones que van a seguir inme
diatamente forman cuerpo con la berakak hasta tal punto que sus
resonancias se prolongan prácticamente hasta el final de la epístola.
La exposición del misterio de Cristo aparece como llevada por la
ola de la eucaristía, que sólo parece haberse desplegado para reple
garse sobre él.
La confrontación de estos textos, con la progresión que lleva a
la expansión final de las grandes epístolas cristológicas, no es
menos reveladora de la teología que de la oración de san Pablo.
Aquí se pone de manifiesto que esta teología es fundamentalmente
eucarística, en cuanto no es sino una meditación de lo que fue la
materia de la eucaristía cristiana. Por esta razón, procediendo de
la acción de gracias, en la plegaria por la realización del misterio,
no tiende sino a la doxología, a la glorificación de Dios, todo en
todos, Es una teología, en el sentido que tenía esta palabra en la
antigüedad helenística; un elogio, una glorificación en la alabanza
del Dios de quien se habla. Puede decirse que los padres griegos, en
particular los Capadocios, y eminentemente san Gregorio de Na-
cianzo, al que por excelencia se dará el nombre de teólogo, en lo
más fuerte de sus amplificaciones especulativas no perderán nunca
de vista este sentido, esta orientación primera de la teología. Y no
está vedado pensar que la elaboración, que se acababa por entonces,
de las anáforas destinadas a ser clásicas, no contribuyó poco, en
los que fueron sus autores, a conservar también vivo el sentido
de una «ortodoxia», que es a la vez glorificación recta y doctrina
recta5S.
Pero, para volver a los textos paulinos, se ve cómo todos ellos
no son sino una continua vuelta a la berakah por el conocimiento
de Dios, en el doble aspecto de este conocimiento, que es fe y589
58. E f 1 y 2.
59. Este tema, fam iliar a los autores ortodoxos modernos» se basa en un juego de
palabras entre Só£a, en el sentido bíblico de gloría» y 3ó£iz en el sentido clásico de opinión.
123
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Las «berakoth» judías y la oración de los primeros cristianos
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De la «berakah» judía a ¡a eucaristía cristiana
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Las primeras liturgias eucarísticas
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De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
reino tuyo, que has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por
los siglos.
128
Las primeras liturgias eucaristicas
€9, Cf. J . D Am¿LOO, Théotogie du ju dé o-ckris tianis mc, P arís 1958, p. 199ss.
70. M t 22,41-45 y paralelos.
71. ICor 16,22.
129
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
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Las primeras liturgias eucarísticas
131
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
siones como felmoni. Pero al mismo tiempo revela que los judíos
helenizados que trabajaron en estos textos antes que los cristianos,
que habían de volver sobre los mismos para retocarlos (aunque
muy ligeramente), trabajaban sobre fuentes hebraicas. Hasta tal
punto es cierto que no hubo nunca judaismo alejandrino, por hele-
nizado que estuviera, que se hiciera realmente independiente de las
tradiciones de Palestina.
Cuando se conoce el texto de la tefillah palestina o babilónica,
basta con leer estas oraciones para darse cuenta inmediatamente de
que las tres primeras son un equivalente, simplemente más prolijo,
de sus tres primeras bendiciones. La siguiente es una oración para
el sábado, que fue acomodada más tarde (con bastante poca habi
lidad) como oración para el domingo cristiano. Das dos últimas
de la serie son respectivamente una oración que sintetiza las berakoth
14, 15, 16 y 17 de la misma tefillah, y una amplificación de la 18.
Es, por tanto, muy probable que bajo el conjunto se hallara pri
mitivamente una tefillah para el sábado, formada de siete oraciones,
según un esquema, cuya existencia, como ya lo hemos visto,
está atestiguada en la época de los orígenes cristianos. Da séptima,
ligada a la bendición aarónica, debió desaparecer pura y simple
mente de la liturgia una vez cristianizada ésta, corriendo la misma
suerte dicha bendición.
Veamos la primera de estas oraciones, que no es evidentemente
más que una forma de targumismo de la bendición aboth, la primera
de las dieciocho. Nótese que pudo ser empleada por cristianos sin
que hubiera que cambiar o que añadir una sola palabra. En efecto,
la idea que aparece al final, de que Jacob, en la visión de la escala
celestial, había visto anticipadamente al Mesías, se halla ya en
la tradición judia” .
77. C f. L. C bufaux, L a tkéoíogie de VÉglise su iva n t sa in t Paní, P a rís 1942, j». 277o*
sobre la visión del M esías y de la J eru sa lé n escatológica por los patriarcas.
132
Las primeras liturgias eucarísticas
los santos su esperanza. El Padre de los sin reproche, el que escucha a los
que le invocan con rectitud y conoce hasta las súplicas tácitas, pues tu
presciencia se extiende hasta las entrañas de los hombres, y por la con
ciencia sondeas el pensamiento de cada uno, y en toda región de la tierra
asciende a ti el incienso en oraciones y palabras; ¡oh tú, que estableciste
el siglo presente como el estadio de la justicia y abriste a todos la puerta de
la limosna, tú que mostraste a cada uno de los hombres, con un conocimiento
innato y un juicio natural, y según la expresión de [tu] ley, que la posesión
de la riqueza no es eterna y que no dura la belleza de una apariencia agra
dable, que la fuerza física se disipa fácilmente y que todo [esto] no es
sino humo y vanidad, mientras que sólo la conciencia de una fe sin fraude
pasa a través de los ciclos, donde, elevándose con la verdad, recibe [de tu]
diestra las delicias fu turas; al mismo tiempo, y aun antes de recibir la
promesa de la resurrección, el alma exultante se regocija de ella. En efecto,
desde los orígenes, cuando nuestro antepasado Abraham se aplicaba al ca
mino de la verdad, tú lo condujiste con visiones y le enseñaste lo que es
este siglo, de modo que tu conocimiento despejó e! camino a su fe; la fe
siguió al conocimiento y la alianza siguió a la fe. Tú dijiste, en efecto: «Haré
tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena en las orillas del
mar.» Pero además, habiéndole otorgado el don de Isaac y sabiendo que
éste se conduciría igualmente, te llamaste también el Dios de éste diciendo:
«Yo seré tu Dios y el de tu posteridad» w. Y como nuestro padre Jacob se
iba a Mesopotamia, le hablaste por el Cristo que le mostraste, y le dijiste:
«He aquí que estoy contigo: yo te aumentaré y te multiplicaré abundante
mente» 7879801 Y a Moisés, tu fiel y santo servidor, le hablaste también en la
zarza ardiente: «Yo soy el que es, ése es mi nombre eterno y mi memorial
para las generaciones de las generaciones» !0. Defensor de la raza (ysvou¡;)
de Abraham, tú eres bendito por los siglos®1.
133
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
verenciado. Dios altísimo, que obras misericordia, que posees todas las cosas,
que te acuerdas de las piadosas acciones de nuestros padres y enviarás un
redentor a los hijos de sus hijos, por tu nombre, en el amor: bendito seas,
Señor, escudo de A braham 8S!.
Bendito eres, Señor rey de los siglos, que por el Cristo hiciste todas
las cosas y por él al principio ordenaste el caos, que separaste las aguas de las
82. Cf- supra, p„ 83.
83. Cf- DH, p. 85.
84. Cf. supra, p* 84.
134
Las primeras liturgias eucarísticas
135
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
tadas las oraciones que siguen. Pero los préstamos de este género,
sobre todo los tomados del estoicismo vulgarizado, no faltan tam
poco en san Pablo, por muy palestino que sea su judaismo 86.
I^a tercera parte es para nuestro estudio la más interesante de
la serie. A la tercera berakah de las semoneh esreh, con la qedusah
que, como hemos dicho, la precedía en la oración pública, incor
pora la sustancia de la oración, por la cual era introducida la
qedusah, la oración keter («corona»), tan notable por su insistencia
en el reinado divino. Por primera vez hallamos aquí en la qedusah
la fórmula los cielos y la tierra (y no la tierra sola), que pasará
a las conciencias cristianas. Viene evidentemente de la oración
ydzer y se halla ya en los targumes litúrgicos. Hay que su
poner que los judíos alejandrinos la habían incorporado ya al
texto8J.
Otro rasgo significativo de esta tercera oración del libro vn
es la manera como incluye igualmente la recitación, si no del sema}i,
por lo menos, de un texto que le es equivalente, tomado del primer
libro del Deuteronomio. Parece que tenemos aquí una confirmación
suplementaria de la tesis común de los comentadores judíos,
según la cual el puesto primitivo de la qedusah habría sido inmedia
tamente antes del semah, de modo que la qeduSah de la tefillah ven
dría de una transposición ulterior de la qedusah de yózer. En efecto
— como lo vemos aquí—, la qedusah, al ser transpuesta, arrastró
consigo al semah, lo cual prueba que le estaba ligada primitiva
mente
Para facilitar la comparación, veamos una vez más la oración
keter, la qedusah que lleva consigo, y la tercera berakah, tal
como 1as tenemos en el Seder Amram Gaon para ser recitadas una
tras otra por el hazzan
(Keter) Una corona te será dada por las multitudes de lo alto, como
por las asambleas de aquí abajo; todos concordes te repetirán la alabanza
santa, según fue dicho por tu profeta: «Y clamaban unos a otros diciendo:
Santo, santo, santo es el Señor sabaoth, la tierra entera está llena de
su gloria.» Entonces, con un ruido de grandes aguas, poderoso y fuerte,
136
Las primeras liturgias eucarísticas
dejan oír sus voces y elevándose hacia ti dicen: «Bendita sea la gloria del
Señor, de su lugar.* De tu lugar resplandece, ¡oh Rey nuestro!, y reina
sobre nosotros, pues nosotros te aguardamos. ¿ Cuándo reinarás ? Reina
pronto en Sión, en nuestros días, y permanece en nuestras vidas. Seas glo
rificado y santificado en medio de Jerusalén, tu ciudad, a través de todas
las generaciones y por todos los siglos. Y vean nuestros ojos tu reinado,
según la palabra dicha en los cantos de tu poder por David, el ungido de
tu justicia: «El Señor reinará para siempre, tu Dios, Sión, por todas las
generaciones. Aleluya.»
(Qedusat ka-sem) De generación en generación tributad homenaje a
Dios, pues sólo él es [muy] alto, y santo, y tu alabanza, ¡oh Dios nuestro!,
jamás se apartará de nuestra boca, pues tú eres un rey grande y santo.
Bendito seas, Señor, ¡ oh Dios santo! w.
137
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
92. Dt 4,39, Como lo hizo notar Baunistark, es notable que este versículo precis
mente, y no 6,4ss, fuera, utilizado por la liturgia de los SRmaritanos. Este último hecho
hace suponer que debía suceder así en las formas arcaicas de la liturgia sinagogal y
que a ellas, y no a un retoque cristiano se debió esta presencia en un texto distinto del
temah, pero de sentido equivalente.
138
Las primeras liturgias eucarísticas
sante, cuya eucaristía es eterna, por guien te es debida una adoración digna
de ti, por parte de toda naturaleza racional y santa93.
139
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
que tú creaste: como, por causa nuestra, consintió en nacer de una mujer,
se manifestó en la vida, mostrándose en el bautismo como Dios y hombre:
sufrió por causa nuestra por tu permisión, murió y resucitó por tu poder.
P or esto, celebrando el domingo la fiesta de la resurrección, nos regocijamos
por razón de aquel que venció a la muerte y sacó a la luz la vida y la
incorrupción. Por él, en efecto, condujiste a ti a las naciones, para hacer
de ellas el pueblo que te adquiriste, el verdadero Israel, el amigo de Dios,
el que ve a Dios. Porque tú, Señor, sacaste a nuestros padres del país de
Egipto, los libraste del horno de hierro, del lodo, y de los ladrillos que
tenían que amasar, los rescataste de la mano del faraón y de sus súbditos
y los condujiste a través del mar como a pie enjuto y los hiciste morar
en el desierto gracias a tus beneficios de todas clases; tú les hiciste el don
de la ley, es decir, del decálogo, que tu voz pronunció y que tu mano es
cribió, tú les prescribiste el sábado, no como pretexto para la ociosidad, sino
como ocasión de piedad, para el conocimiento de tu poder, para impedirles
hacer mal, rodeándolos de una santa barrera, para instruirlos y regocijarlos
de la semana. P or esto [estableciste] una semana, siete semanas, el séptimo
mes y el séptimo año y, a su séptimo retorno, el jubileo, el año quincuagésimo,
para el perdón, de tal forma que los hombres no tuvieran excusa alguna
para paliar su ignorancia; [la ley] les prescribió descansar cada sábado,
de tal modo que nadie ose siquiera proferir una palabra de cólera el día del
sábado. El sábado es, en efecto, el reposo de la creación, el acabamiento
del mundo, la búsqueda de la ley, la alabanza eucarística a Dios por los
dones que ha hecho a los hombres. Pero el domingo rebasa todo esto en
cuanto manifiesta al mediador mismo, al providente, al legislador, al principio
de la resurrección, al primogénito de toda [la] creación, al Dios Verbo, y
al hombre engendrado por María, único [que lo fue] sin concurso del hom
bre, al que vivió santamente, fue crucificado bajo el poder de Poncio
Pilato, murió y resucitó de entre los muertos. Por esto el domingo, ¡oh
Señor!, [nos] invita a ofrecerte la eucaristía por todas las cosas ( tocvtüív);
porque ella misma es la gracia que viene de ti y cuya grandeza ha recubierto
cualquier [otro] beneficio81.
140
Las primeras liturgias eucarísticas
(TefiUah) Oye nuestra voz, Señor, ten piedad de nosotros y acepta nues
tra oración en [tu] misericordia y [tu] favor, porque tú eres un Dios
atento a nuestras oraciones y a nuestras súplicas; de tu presencia, ¡oh Rey
nuestro!, no nos despidas vacíos, porque tú escuchas la oración de toda
boca. Bendito seas. Señor, que escuchas la oración.9567
95. D H , p. 151.
96. Cf. supra, p. 86.
97. CA v il, 37; F iínk, op. cit., p. 436ss.
141
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
142
Las primeras liturgias eucarísticas
143
De la «berakah» judía a la eucaristía cristiana
Una vez más, las diferencias están, sobre todo, en las enumera
ciones detalladas, que sustituyen a las fórmulas globales que pre
valecieron en las oraciones judías. Como hemos podido observar
en las oraciones precedentes, cada vez nos hallamos con esos elogios
exhaustivos, tradicionales en los escritos sapienciales, con los cuales
está evidentemente emparentado el judaismo alejandrino de nuestras
fórmulas. Estos elogios que se hallan igualmente en la epístola a los
Hebreos, proporcionan a los utilizadores cristianos un punto de
inserción final, lo más apropiado para la inserción de Cristo y de su
obra.
Con estas oraciones, por muy judías que sean todavía debajo del
barniz cristiano, pero de las que partes enteras entrarán en bloque
en la oración eucarística, de factura francamente cristiana, del
libro vin, como no tardaremos en comprobar, vemos formarse
la oración cristiana como en el interior de la oración judía. Cuando
quede despejada, aparecerá como la cosa más natural que se com
pusiera, no sólo en su molde, sino también de su sustancia.103
144
C a p ít u l o V I
145
La eucaristía patrística
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Constitución de los formularios tradicionales
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La eucaristía patrística
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Constitución de los formularios tradicionales
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La eucaristía patrística
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Constitución de los formularios tradicionales
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La eucaristía patrística
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Constitución de los formularios tradicionales
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La eucaristía patrística
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Supervivencia de un tipo más antiguo: Adday y Mari
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La eucaristía patrística
I. Es digno de ser glorificado por todas las bocas, confesado por todas
las lenguas, adorado y ensalzado por todas las criaturas, el nombre adorable
y glorioso de la Trinidad gloriosa, del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo,
que creó el mundo por su gracia, y a sus habitantes por su clemencia, que
salvó a los hombres por su misericordia y nos hizo una gran gracia a nos
otros, los mortales.
II. Tu grandeza, Señor, la bendicen y la adoran millares de seres
de lo alto y miríadas de miríadas de ángeles santos; ejércitos de seres es
pirituales, servidores de fuego y de espíritu, glorifican tu nombre con los
santos querubines y los serafines espirituales, que aportan la adoración a
tu grandeza, claman y glorifican, y se responden unos a otros diciendo:
«Santo, santo, santo es el Sefior poderoso. El cielo y la tierra están llenos de
sus alabanzas, de la naturaleza de su esencia y de! resplandor de su gloriosa
grandeza. Hosanna en las alturas y hosanna al Hijo de David. Bendito sea
el que viene y vendrá en el nombre del Señor. Hosanna en las alturas.»
III. [Y con estos poderes celestiales] te alabamos, Señor, [también]
nosotros, tus servidores frágiles, débiles y flacos, porque tú nos diste una gran
gracia por la que no se puede dar nada a cambio. Porque tú te revestiste de
nuestra humanidad para vivificarnos con tu divinidad; tú elevaste nuestra
humildad y nos levantaste de nuestra caída; tú resucitaste nuestra mortalidad,
perdonaste nuestras faltas y remitiste nuestros pecados. Tú justificaste la
culpabilidad de nuestros pecados. Tú iluminaste nuestra inteligencia y con
denaste al enemigo, Señor Dios, e hiciste triunfar a la pequenez de nuestra
débil naturaleza por las misericordias abundantes de tu gracia. Y por todos
tus auxilios y tus gracias para con nosotros te damos alabanza, honor, con
fesión y adoración, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
IV. Señor, Dios poderoso, recibe esta oblación por toda la santa Igle
sia católica, y por todos los padres piadosos y justos que fueron agradables
a tus ojos, y por todos los profetas y apóstoles, por todos los mártires y
confesores, por todos los que lloran y están afligidos, por todos los que
son pobres y maltratados, débiles y perseguidos, y por todos los difuntos
que partieron y nos dejaron, por este pueblo que aguarda y espera tu miseri
cordia, y por mi inconstancia y mi debilidad.
156
Supervivencia de un tipo más antiguo: Adday y Mari
18. &ERNAKD B otte , probiémes de l’anophore syrienne des apotres Addai et Mari,
en «L’Orient Syrien*, vol. x, fase. 1 (1965), p. 89ss. E l texto está traducido en las
p. 91ss, según el M is sale Urmiense, Roma 1906.
157
La eucaristía patrística
158
Supervivencia de un tipo más antiguo: Adday y Mari
... él, que con sus apóstoles, la noche en que fue entregado, celebró
este misterio (en siríaco: roso) grande, tremendo, santo y divino: tomando
pan, lo bendijo, lo partió, lo dio a sus discípulos y dijo: Esto es mi cuer
po, partido por vosotros en remisión de los pecados. Asimismo el cáliz: dio
gracias, se lo dio y dijo: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, derra
mada por muchos en remisión de los pecados. Tomad, pues, todos, comed de
este pan y bebed de este cáliz, y hacedlo así todas las veces que os reunáis
en memoria m ía20.
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La eucaristía patrística
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Supervivencia de un tipo más antiguo: Adday y Mari
161
La eucaristía patrística
1. Es digno de ser glorificado por todas las bocas, confesado por todas
las lenguas, adorado y ensalzado por todas las criaturas, el nombre adorable
y glorioso que creó el mundo por su gracia, y a sus habitantes por su cle
mencia, que salvó a los hombres por su misericordia y nos hizo una gran
gracia a nosotros, los mortales.
2. Te alabamos, Señor, nosotros, tus servidores frágiles, débiles y fla
cos, porque tú nos diste una gran gracia por la que no se puede dar nada a
cambio. Porque tú te revestiste de nuestra humanidad para vivificamos
con tu divinidad; tú elevaste nuestra humildad y nos levantaste de nuestra
caída; tú resucitaste nuestra mortalidad, perdonaste nuestras faltas y re
mitiste nuestros pecados. T ú justificaste la culpabilidad de nuestros pecados.
T ú iluminaste nuestra inteligencia y condenaste al enemigo, Señor Dios, e
hiciste triunfar a la pequeñez de nuestra débil naturaleza por las misericor
dias abundantes de tu gracia. Y por todos tus auxilios y tus gracias para
con nosotros te damos alabanza, honor, confesión y adoración, ahora y
siempre, y por los siglos de los siglos. Amén,
3. Nuestro Señor Jesucristo, con sus apóstoles, la noche en que fue
entregado, celebró este misterio grande, tremendo, santo y divino: tomando
pan ¡o bendijo, lo partió, lo dio a sus discípulos y dijo: Esto es mi cuerpo,
partido por vosotros en remisión de los pecados. Asimismo el cáliz: dio
gracias, se lo dio y dijo: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, derra
mada por muchos en remisión de los pecados. Tomad, pues, todos, comed de
este pan y bebed de este cáliz, y hacedlo así todas las veces que os reunáis
en mi nombre. Y también nosotros, Señor, tus servidores frágiles, débiles
y flacos, que estamos reunidos en tu nombre y estamos presentes ante ti en
este momento, hemos recibido, según la tradición, el ejemplo que viene de
ti, regocijándonos, glorificando, ensalzando, conmemorando y celebrando este
misterio grande, tremendo, santo, vivificante y divino, de la pasión, muerte,
sepultura y resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, para el
perdón de las faltas y la remisión de los pecados, para la gran esperanza
de la resurrección de entre los muertos y la vida nueva en el reino de los
cielos, con todos los que fueron agradables a tus ojos. Y por toda esta
economía (siriaco: indabranutha), grande y admirable, te alabamos y te
glorificamos sin cesar en tu Iglesia rescatada por la sangre preciosa de tu
Cristo, en voz alta y con el rostro descubierto, dirigiéndote alabanza, honor,
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f
La «Tradición apostólica» de san Hipólito
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24. Por lo demás, F.X. F unk había añadido en 1905 a su edición de las C onstituí
ñones apostólicas (vol. n , p, 72ss) otro texto griego, al que a veces se ha llamado
Constitución pof Hipólito, aunque este título no aparece en el texto mismo sino en la se
gunda parte, y actualmente se le llama mas bien Epitome (es decir, «resumen») de las
Constituciones apostólicas. De hecho, en esta segunda parte, en el caso de una oración
de la consagración episcopal se reproduce efectivamente en esta compilación, no el texto
de las Constituciones apostólicas, sino el de la hipotética Constitución- de la Iglesia egip
cia, tal como lo tenemos en la versión etiópica, corroborada por el texto latino de Verona.
Asimismo, para la ordenación del lector no prescribe, como estas mismas fuentes, otra
cosa que la entrega del libro.
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La «Tradición apostólica» de san Hipólito
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La «Tradición apostólica» de san Hipólito
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La eucaristía patrística
173
La eucaristía patrística
Ahora, movidos por la caridad para con todos los santos, hemos llegado
a lo esencial de la tradición que conviene a las Iglesias, a fin de que los
que están bien instruidos guarden la tradición que ha subsistido hasta el
presente, según la exposición que nosotros hacemos de la misma y, tomando
conocimiento de ella, se vean consolidados, por causa de la caída o del error
que se ha producido recientemente por ignorancia, y (por causa) de los
ignorantes, y el Espíritu Santo confiera la gracia perfecta a los que tienen
una fe recta, a fin de que sepan cómo deben enseñar y guardar todas
(estas) cosas los que están a la cabeza de la Iglesia41.
174
La «Tradición apostólica» de san Hipólito
42. J.M . H anssens, L a iiturgie d’Hippotyte, Roma 1959. Cf. el juicio de dom B otte
en la introducción a su edición de la Tradttio, de Müoster, p. xvi,
43 . L en a in de T il l e m o n t , Ménwires {oar servir á l*Histoire eCCÍé$i<LStiquef t. m ,
París 1701, p. 674
175
La eucaristía patrística
176
La «Tradición apostólica» de san Hipólito
mientras sufría para librar del sufrimiento a los que tienen confianza en ti.
Mientras se entregaba al sufrimiento voluntario, para destruir la muerte
y romper las cadenas del diablo, hollar al infierno, conducir a los justos a
la luz, fijar la regla (terminum) y manifestar la resurrección, tomando pan,
te dio gracias y dijo: Tomad y comed; esto es mi cuerpo, partido por
vosotros.
Asimismo el cáliz, diciendo: Esto es mi sangre, que es derramada por
vosotros. Cuando hagáis esto, hacedlo en memoria de mi.
Acordándonos, pues, de su muerte y de su resurrección, te ofrecemos
este pan y este cáliz, dándote gracias por habernos juzgado dignos de pre
sentarnos delante de ti y de servirte como sacerdotes,
Y te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa
Iglesia. Al reunir(los), otorga a todos los que participan en tus santos
(misterios) (que participen en ellos) para que se vean llenos del Espíritu
Santo, para la consolidación de (su fe) en la verdad, a fin de que te alabe
mos y glorifiquemos por tu H ijo Jesucristo, por quien (sea) a ti gloria y
honor con el Espíritu Santo en la santa Iglesia, ahora y por los siglos de
los siglos. Amén **.
177
La eucaristía patrística
178
La «Tradición apostólica» de san Hipólito
todo dom Botte, que en un principio había sostenido que, aun cuan
do ia forma dada por el Testamentum Domini fuera primitiva, no
por ello dejaba de ser el equivalente de una epiclesis (lo cual, re
pitámoslo, parece un abuso de lenguaje), cambió luego de parecer,
creyendo descubrir la huella de la epiclesis de la Tradición, no en
esta frase final de la oración del Testamentum, sino en una fórmula
anterior1*. A primera vista hay que reconocer que ésta no ofrece
nada que se le parezca. Pero hay que seguir paso a paso a dom Botte
en una demostración, que es quizá la obra maestra de ingeniosidad
de este sabio tan perspicaz.
Veamos primeramente el texto en que se basa su análisis y su
reconstrucción. Sigue inmediatamente a la anamnesis y Rahmani
la traduce a s í:
179
La eucaristía patrística
étá, venir, forma causativa [aytóy], que significa, por tanto: haz
que venga. Pero lo notable es que el yod que termina esta forma
indica que el sujeto es femenino: espíritu es femenino en siríaco.
Si traducimos al griego, nos hará falta un imperativo' en segunda
persona del singular; pero en griego no tiene importancia el género
del sujeto. Podremos traducir por Ttépjjov o por un compuesto de
7tlp.i|jov. Potum hunc et escam hanc, como no hay casos en siríaco,
el complemento determinado del verbo va precedido de la partícu
la l; pero esta misma partícula l tiene también valor de preposición
que indica movimiento. El texto siríaco equivale, por tanto, a un
acusativo, precedido o no de iní. Esto nos d a : [éxí] toutov t&v
ttÓtov y.al vaÚT^v tyjv JSptoaiv. Sanctitatis es un idiotismo. El nombre
precedido de la partícula d, nota del genitivo, es el equivalente del
adjetivo. Debemos, por tanto, suponer áyto?, que concuerda natu
ralmente con la última palabra: tocúttjv tyjv ppwcfiv tíjv ayíccv.
Tuae: en siríaco tenemos de nuevo la partícula d, con el pro
nombre personal de segunda persona, de nuevo con la forma fe
menina. Es el equivalente de oou, que se refiere a potum et escam,
y no a sanctitatis. Si reunimos los elementos analizados, obtenemos:
xúpie TtvsCpa «ytov 7tép4ov [éitl] toutov tóv uotov xal [sitl] TaÚTrjv
(ipücriv tyjv áyíav oou 81.
Esto no es todavía suficiente para que tengamos una epiclesis,
y sobre todo queda en el aire el comienzo de la frase. Pero, repi
támoslo, esa fórmula trinitaria en que se invocaba primero al Hijo,
parecía sospechosa. Pongamos, pues, un punto después de Trinitas
y supongamos que seguía luego: Domine Pater Domini lesu Christi,
etcétera, fórmula que se halla en una anáfora etiópica, igualmente
dependiente de Hipólito. Admitamos que el traductor siríaco, una
vez más, se confundió y tendremos finalmente una epiclesis com
pletamente satisfactoria:
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La «Tradición apostólica» de san Hipólito
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La eucaristía patrística
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La eucaristía patrística
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La eucaristía patrística
hecho son los cristianos los únicos que pueden responder plena
mente a tal vocación, por la eucaristía de Cristo Jesús °®.
Pero aquí parece que hemos dado ya un paso más. Sin excluir
una referencia a todo el pueblo de Dios, que celebra unánimemente
la eucaristía, parece que en estas palabras hay que ver ya una alu
sión más precisa al ministerio del que pronuncia la oración euca-
rística, en nombre de todos eilos, pero en virtud de una misión,
de una consagración particular, que viene del Cabeza de todo el
cuerpo. En otros térm inos: en esta oración que — no lo olvide
mos — es sugerida a un obispo recién consagrado para la eucaristía
que celebra como conclusión de su consagración, las palabras «ser
virte como sacerdote» se aplican sin duda, todavía no en sentido
exclusivo, pero eminente, en el interior del cuerpo y para todo el
cuerpo, al que, presidiendo la eucaristía, aparece en ella como
el representante del «cabeza» en medio de los suyos.
En la eucaristía de Hipólito hay otro rasgo que la opone a la
de Adday y de Mari, pese a su estrecho paralelismo. Esta diferencia
puede parecer a primera vista puramente literaria. Sin embargo, de
hecho anuncia una mutación en la eucaristía, que debía revelarse
mucho más sustancial que la aparición de una terminología sacri
ficial, la cual no hacía sino traducir realidades ya presentes en otra
expresión, y portadoras ya del significado que esta terminología
se limita a hacer más explícita. Como lo ha revelado dom Botte,
la eucaristía de Adday y de Mari es fundamentalmente semítica,
por cuanto es evidente que su fórmula no es una traducción del
griego al siríaco, sino una composición realizada directamente en
un idioma semítico. En efecto, en ella se desarrolla un juego cons
tante de paralelismos, del que no hallamos equivalente alguno en el
texto propuesto por la Tradición apostólica. Pero esto no es todo.
La eucaristía de Adday y de Mari está calcada sobre las berakotk
judías de las comidas, hasta el punto de form ar todavía, como éstas,
no una sino tres oraciones, cada una de las cuales tiene su conclu
sión propia (la segunda va incluso marcada con un Amén). En
cambio, la eucaristía de Hipólito, por muy fielmente que siga el
plan de Adday y de Mari con el desarrollo de los temas que se suce-58
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La «Tradición apostólica» de san Hipólito
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La eucaristía patrística
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Transformación de la anamnesis y nacimiento de la epiclesis
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La eucaristía patrística
190
Otros testimonios
Otros testimonios
Es digno y justo, equitativo y justo, que te demos gracias por todas las
cosas, Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que [por la luz]
de tu incomparable bondad te dignaste brillar en las tinieblas, enviándonos
a Jesucristo como Salvador de nuestras almas, el cual, humillándose por
nuestra salvación se sometió hasta la muerte, de modo que restituyéndonos
la inmortalidad que había perdido Adán, nos hizo sus herederos y sus hi
jos. No podemos dar dignamente gradas a tu gran misericordia ni alabarte
por tal bondad, pero pedimos a tu amor grande y compasivo que aceptes este
sacrificio que te ofrecemos, presentes ante tu divino amor, por Jesucristo
nuestro Señor y nuestro Dios, por quien pedimos y suplicamos...
192
Otros testimonios
193
B ouyer, eucaristía 13
Capítulo V II
195
La eucaristía alejandrina y la romana
3* V éase sobre todo esto el artícu lo de dom C abuol sobre el ccin&Ji romano, en efl
D ictionnaire d’archéohgie chrétiewne e t de liturgie.
4. W altes H . F rere , T h e Anaphora o f great E ucharistic Prayer, Londres 1938.
5. A. J uncmantí, E l sacrificio de la misa, BA C, Madrid *1965.
6. T h . K lauser , The Western L it u r g y and its History, Londres 1952.
7. Citemos únicamente, como un ejemplo entre muchos, un artículo de L eo M aiion ,
publicado en «Commonwealth», 1965, p, 590ss, que califica desdeñosamente el canon ro
mano de «popurrí galicano», «llegado tarde a la misa romana», y propone que sea pura
y simplemente descartado. No menor fantasía sería desmontarlo y volverlo a motilar
conforme al plan sirio occidental.
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I
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La liturgia alejandrina
La liturgia alejandrina
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La eucaristía alejandrina y la romana
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La liturgia alejandrina
10. Véase sobre estas liturgias I.M . H ansseüís, Instituciones íitutgicae de ritibus
crierttaiibus, tomo m , parte n , Roma 1932, p. 632ss. Para completar la bibliografía,
J.M . S auget, Bibiiographie des ¡iturgies orientales, Roma 1962, p, 32ss y S2ss,
201
La eucaristía alejandrina y la romana
1
que se reanuda en 4) para rematar en el sanctus. Esta acción de
gracias pasa, como 37a hemos solido verlo, del tema de la creación
al de la redención. El hombre hecho a imagen de Dios, caído, pero
levantado por la encarnación redentora de Cristo, calificado de
sabiduría y de luz, forma el centro de las perspectivas, lo cual es
muy alejandrino, como prolongación en el cristianismo, de la línea
.sapiencial que hemos observado en las oraciones judías del libro vn
de las Constituciones apostólicas). Cuando se reanuda la acción de
gracias, se concentra en el nombre divino — según otro tema con
el que estamos ya familiarizados —, glorificado por encima de todos
los «poderes», en el siglo presente y en el siglo venidero. Esto da
lugar a la invocación del culto angélico y al sanctus.
Veamos el texto de san Marcos, tal como lo presenta Brightman:
202
La liturgia alejandrina
Una vez más, este texto, por sus referencias sapienciales, tiene
particular afinidad con las oraciones judías del libro vii de las
Constituciones apostólicas, mientras que su humanismo «lógico»
es muy característico del cristianismo alejandrino, así como es típi
camente egipcio en la evocación de la creación, la insistencia en las
aguas, las fuentes, los ríos y los estanques. Pero su origen primero
es indubitable: es una refundición cristiana de las berakoth sinago-
gales asociadas al sanctus. Notemos aquí que la qedusah es presen
tada sin el versículo de Ezequiel, que bendice la presencia divina
en el lugar de su morada. Esta omisión se debe sin duda al hecho
de que los cristianos que utilizaron esta oración comprendían toda
vía que se trataba allí de una bendición por la presencia divina en el
santuario jerosolimitano, privado ya de objeto. Más tarde la
sustituyeron por otra bendición, que significaba que para ellos la sc-
kinah estaba entonces establecida en la humanidad del Salvador.
Es también muy interesante, y típica del cristianismo patrístico,
la referencia el «sacrificio puro» ofrecido a Dios en todo lugar
entre las naciones. Como ya lo hemos hecho notar, esta cita de
Malaquías 1 era, según san Justino, invocada por ios rabinos
como aplicada a las berakoth que eran elevadas a Dios por los judíos
de la diáspora. Pero el mismo texto opone a esta interpretación
la de los cristianos : este «sacrificio puro» ofrecido entre todas las
naciones es más bien la eucaristía cristiana1*.
Pasemos a las intercesiones y conmemoraciones. En todas las
liturgias orientales tuvieron estos textos tendencia a desarrollarse
y hasta a inflarse progresivamente. Pero en el caso presente de la
liturgia de san Marcos tenemos pruebas, como lo veremos en seguida,
de que el texto de su eucaristía, aun habiendo sufrido amplificacio
nes progresivas, se mantiene en esta parte sustancialmente fiel a uti
esquema muy antiguo.
203
I
204
La liturgia alejandrina
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La eucaristía alejandrina y la romana
206
Anáfora de Der Balizéh
... [Es digno y justo, etc.],., celebrarte día y noche, a ti, que hiciste el
cielo y lo que se halla en el cielo, la tierra y lo que hay en la tierra, el mar
y los ríos y lo que en ellos se halla, a ti que creaste a! hombre segtin tu
imagen y semejanza: tú dispusiste todas las cosas por tu sabiduría, luz
verdadera, tu H ijo único, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. P o r lo cual,
dándote gracias, con él y el Espíritu Santo, te ofrecemos este culto razonable
e incruento, que te ofrecen, Señor, todas las naciones, desde la salida del
sol hasta su ocaso, del norte hasta el mediodía, porque tu nombre es santo
entre las naciones, y en todo lugar se ofrece el incienso a tu nombre, en un
puro sacrificio, en ofrenda e inmolación.
Te rogamos y te suplicamos: acuérdate de la santa y una Iglesia católica,
de todos tos pueblos y de todas las greyes. Otorga la paz celestial a todos
los corazones y concédenos también la gracia de la paz en el transcurso de
207
La eucaristía alejandrina y la romana
nuestra vida; y del rey de la tierra; sean sus designios, designios de paz,
para con nosotros y para con tu santo nombre.., w.
208
Anáfora de Der Balizéh
otros para remisión de los pecados. Cada vez que coméis de este pan y
bebéis de este cáliz anunciáis mi muerte, proclamáis mi resurrección, ha
céis memoria de mí.
El pueblo:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección y oramos..........
... A nosotros, tus siervos, otórganos el poder del Espíritu Santo, la con
firmación y el acrecentamiento de la íe, la esperanza de la vida eterna que
viene, por nuestro Señor Jesucristo, con el que a ti, Padre, es la gloria,
con el Espíritu Santo, por los siglos. AménIV.
17, Cf. C.H. R oberts y B, C apelle , A n early Euchologium, The Dér-Boliseh papy-
rus eniarged and reedited, Lo vaina 1949.
18. Véanse los himnos de éste en la edición de N. T erzac. h i , Roma *1949.
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Bouyer, eucaristía 14
La eucaristía alejandrina y la romana
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Anáfora de 13er Balizéh
cogido para que fuera uno, asi reúne tu santa Iglesia, de toda raza, de
todo país, de toda ciudad, de todo poblado, de toda casa, y haz de ella
la Iglesia una, viva y católica.
Y te ofrecemos este cáliz, figura de la sangre, porque el Señor Jesu
cristo, habiendo tomado un cáliz después de la comida, dijo a sus discípulos:
Tomad, bebed, esto es la nueva alianza, esto es mi sangre, derramada por
vosotros en remisión de los pecados. P or lo cual nosotros ofrecemos este cáliz,
figura de la sangre.
Dios de verdad, venga tu santo Logos sobre este pan, para que el pan
se haga el cuerpo del Logos, y sobre este cáliz, para que el cáliz se haga la
sangre de la verdad. Y haz que todos los que participan de él reciban el
remedio de vida, para la curación de toda enfermedad, para la confirmación
de todo progreso y de toda virtud, y no para su condenación, Dios de verdad,
ni para su vergüenza o su confusión.
Te hemos invocado a ti, el Increado, por el Hijo único, en el Espíritu
Santo. Úsese piedad con este pueblo, sea hallado digno de progreso. Que
Sos ángeles que asisten al pueblo triunfen sobre el Maligno y edifiquen la
Iglesia.
Te rogamos también por los que reposan y de los que hacemos memoria.
Santifica estas almas, pues tú conoces a todas. Santifica a todos los que
se durmieron en el Señor.
Ponlos en el número de tus santas potestades. Dales un puesto y una
morada en tu reino.
Recibe también la acción de gracias del pueblo. Bendice a los que han
aportado las oblaciones y las eucaristías.
Otorga salud, integridad, gozo y todo progreso del alma y del cuerpo a
todo este pueblo, por tu Hijo único, Jesucristo, en el Espíritu Santo, como
era, es y será, de edad en edad y por todos los siglos. A m én1*.
211
La eucaristía alejandrina y la romana
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Anáfora de Der Balizéh
213
La e u c a r is t ía alejandrina y la romana
214
A n a m n e s is y e p ie te s is e n la litu r g ia e g ip c ia
Acepta, ¡oh Dios!, los sacrificios de los que ofrecen [sus] ofrendas, [sus]
eucaristías en tu altar santo, celestial y espiritual (vospdv) en las alturas
de los cielos, por la liturgia arcangélica, de los que han ofrecido mucho o
muy poco, en oculto o en público, de los que querrían, pero no tienen nada
que ofrecer, las ofrendas de hoy, como aceptaste los dones del justo Abel, el
sacrificio de nuestro padre Abraham, el incienso de Zacarías, las limosnas
de Cornelio y los dos óbolos de la viuda, acepta igualmente sus eucaristías y
dales, a cambio de las [realidades] corruptibles, las incorruptibles; de las
terrestres, las celestiales; de las temporales, las eternas.. . M.
215
La eucaristía alejandrina y la romana
216
Anamnesis y epiclesis en la liturgia egipcia
cristo; míranos y envía sobre estos panes y sobre estas copas tu Espíritu
Santo, a fin de que los santifique y los perfeccione como Dios todopoderoso
que es, y haga de este pan el cuerpo (Amén del pueblo) y de esta copa de
sangre de la nueva alianza, de nuestro Señor y Dios, salvador y gran rey
Jesucristo mismo, a fin de que sean para todos los que de ellos participamos,
[fuente de] fe, de vigilancia, de cuidado, de pnidencia, de santificación, de
renovación del alma, del cuerpo y del espíritu, para la comunicación de la
bienaventurada vida eterna e incorruptible, para la comunicación de tu
nombre santísimo, para la remisión de los pecados, a fin de que, en esto y en
todo, tu nombre santísimo, precioso y glorificado, sea glorificado, cantado con
himnos y santificado, con Jesucristo y el Espíritu Santo, como era, y es, y
será de generación en generación y por todos los siglos de los siglos. Amén
217
La eucaristía alejandrina y la romana
... Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, anunciáis mi
muerte y confesáis mi resurrección y mi ascensión, hasta que yo venga.
218
Anamnesis y epiclesis en la liturgia egipcia
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La eucaristía alejandrina y la romana
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Parentesco de las eucaristías egipcia y romana
221
La eucaristía alejandrina y ia romana
... Que los ángeles que asisten al pueblo triunfen del Maligno y edi
fiquen la Iglesia.
Te rogamos también por los que reposan y de quienes hacemos aquí
memoria.
Santifica estas almas, pues tú conoces a todas. Santifica a todos los que
se durmieron en el Señor.
Ponlos en el número de tus santas potestades. Dales un puesto y una mo
rada en tu reino.
Recibe también la acción de gracias del pueblo. Bendice a los que han
aportado las oblaciones y las eucaristías.
Otorga salud, integridad, gozo y todo progreso del alma y del cuerpo
a todo este pueblo, por tu H ijo único...
222
P a r e n t e s c o d e la s e u c a r i s t í a s e g i p c i a y r o m a n a
223
L a e u c a r is t ía a l e j a n d r in a y la r o m a n a
trasladando con él a ésta el Semah, lo que por otra parte parece jus
tificar a los liturgiólogos judíos que piensan que su recitación en
conexión con el semah es la más antigua. En Roma, donde había
de haber una fuerte proporción de judíos alejandrinos, es probable
que las sinagogas utilizaran juntamente con la versión de los Se
tenta, una liturgia traducida al griego, como en Egipto. Los cris
tianos, que utilizarían allí a los Setenta, antes de que este texto
sirviera de base a las viejas versiones latinas, construirían, pues,
allí su propia liturgia a partir de la misma versión de los textos
litúrgicos judíos usada en Alejandría. Así se explica la comunidad
originaria de las liturgias cristianas alejandrina y romana, que el
constante vaivén entre las dos capitales mantendría a través de todo
su desarrollo hasta el siglo IV, en que la liturgia romana (como las
otras liturgias de Occidente) pasaría del griego al latín.
Pero la presencia de buen número de judíos orientales, y en
particular palestinos, en Roma, había mantenido aquí un conserva-
tivismo mayor que en Alejandría. Se conservaba, pues, la qedusah,
con el Semah que la seguía, en su puesto primitivo, antes de la tefil-
lah y no en la plena mitad de ésta. De tal uso debió resultar la única
diferencia notable en la estructura de la eucaristía, en Roma y en
Egipto.
Sólo nos queda por examinar el problema que plantea el puesto
primitivo de las menciones del altar celestial, con los ángeles que
son llamados a trasladar allá nuestro sacrificio, y la mención subsi
guiente de los sacrificios anteriormente aceptados, de «Abel el jus
to» y de «nuestro padre» o «patriarca» Abraham. Esta cuestión,
mínima en apariencia, suscita todo el problema del sentido y del
contenido de la epiclesis, o más bien de las epiclesis primitivas. El
testimonio de Alejandría coincide con los tomados de las más anti
guas refundiciones de las eucaristías más arcaicas, para mostrarnos
que hay una epiclesis, si ya no primitiva, por lo menos relativa
mente antigua, a continuación de la anamnesis. Pero esta epiclesis,
incluso cuando la vemos dirigida ya al Espíritu Santo, no es en un
principio sino un desarrollo aportado a la conclusión de la anam
nesis, que siempre, y ya en el. judaismo, había pedido que el objeto
del «memorial» tuviera su realización en los que lo celebran, ya se
tratara de la construcción escatoiógica de la Jerusalén eterna, ya
224
P a r e n t e s c o d e la s e u c a r i s t í a s e g ip c ia y r o m a n a
225
Bouycr, eucaristía 15
L a e u c a r is t ía a l e j a n d r in a y la r o m a n a
226
P a r e n t e s c o d e la s e u c a r i s t í a s e g ip c ia y r o m a n a
29. Cf . S * 25,9.40.
30. De este punto hay que decir lo mismo que de la glorificación de Dios en la
tierra y en los cielos (cf. supra, p. 136).
227
L a e u c a r is t ía a l e j a n d r in a y la r o m a n a
trate del Logos O del Espíritu, estaba en la línea más natural del
pensamiento cristiano primitivo, como del pensamiento judío de
donde procedía, invocar a este fin el ministerio angélico, es decir,
de los espíritus cuya característica es precisamente la de ser envia
dos para establecer el enlace entre el cielo y la tierra, y viceversa.
Se comprende muy bien que a una teología más evolucionada le
pareciera necesario destinar a esta consagración de la eucaristía
una intervención directamente divina, y que la petición de envío de
los ángeles fuera sustituida por la de una misión del Logos o del
Espíritu. Por el contrario, si tal petición hubiera sido primitiva,
sería completamente incomprensible que se hubiera retirado su men
ción de la liturgia romana para sustituirla por la de una misión
angélica.
Esto nos lleva a decir unas palabras sobre una discusión que
agitó vivamente los espíritus hace algunos años. Dom Cagin, y
luego el padre De la Taille sostuvieron que el ángel de la epiclesis
romana no era efectivamente sino una figura para designar al Es
píritu o al V erbo31. A esto replicó justamente dom Botte que el
texto conocido por san Ambrosio debía mencionar no un «enviado»
particular, sino a los ángeles en general32. En todo caso, el hecho
de que en este lugar hable de los ángeles muestra que para él se
trataba en este texto de un ministerio angélico, exactamente como
en el texto de la liturgia de san Marcos.
Sin embargo, la idea que parece haberse abierto camino en el
siglo iv, de invocar especialmente al Logos y luego al Espíritu
Santo, no debe oponerse simplemente a la idea, que debe ser mucho
más antigua y hasta muy próxima a los orígenes, de invocar la mi
sión de los ángeles. Como se ve en el texto de Malaquías 3, que
hemos citado, y como es un hecho general de la Biblia cuando en
ella se habla dd «ángel del Señor» ni el Antiguo Testamento ni el
judaismo antiguo establederon jamás una distinción tajante como
la que ha venido a ser la nuestra, entre presencia de los ángeles y
presencia de Dios mismo. El «ángel» hace a Dios presente local
mente, aunque salvaguardando su trascendencia. Esta concepción
228
P a r e n t e s c o d e la s e u c a r i s t í a s e g ip c i a y r o m a n a
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L a e u c a r is t ía a l e j a n d r i n a y la r o m a n a
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L a e u c a r i s t í a a l e j a n d r i n a y la r o m a n a
232
E str u c tu r a del can on rom ano
233
L a e u c a r is t ía a l e j a n d r in a y la r o m a n a
podía tomar praefari en sentido de proclamar en voz alta y que el término pudo, por
tanto, aplicarse en un principio en este sentido al canto de la eucaristía. Pero, como
veremos más adelante, en la liturgia galicana el término praefaUo designaba, por otra
parte, una especie de comentario inicial de una celebración que iba a seguir. Es posible
que este sentido se deslizara a nuestro «prefacio» romano cuando éste pasó, con la
liturgia de que formaba parte, a las regiones galicanas, lo cual explicaría que se haya
considerado como un simple preludio al canon.
46. Esta tesis fue particularmente desarrollada por G regory D ix en The Shape of
the Liturgy,
234
E str u c tu r a d el can on rom an o
235
La eucaristía alejandrina y la romana
236
Estructura del canon romano
estos presentes, estos santos sacrificios sin manclta que te ofrecemos primera
mente por tu santa Iglesia católica: dígnate darle la paz, protegerla, re
uniría en la unidad y gobernarla por todo el orbe de la tierra; y también
por tu siervo nuestro papa N., nuestro obispo N., y por todos los que,
fieles a la ortodoxia, guardan la fe católica y apostólica.
Acuérdate, Señor, de tus siervos y siervas N. y N. y de todos los cir
cunstantes, cuya fe y devoción te es conocida [por quienes te ofrecemos o]
que ellos mismos te ofrecen este sacrificio de alabanza por sí y por todos
los suyos, por la redención de sus almas, por la esperanza de su salud e in
columidad, y dirigen sus votos a ti, Dios eterno, vivo y verdadero.
Reunidos en una misma comunión y celebrando el santísimo día de la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la carne, veneramos en pri
mer lugar la memoria de la siempre virgen María, Madre de nuestro Dios
y Salvador Jesucristo, y la de los bienaventurados apóstoles y mártires, Pedro
y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Felipe, Bartolomé, Mateo, Si
món y Tadco; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Comelio, Cipriano, Lorenzo,
Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y todos los santos, por cuyos
méritos y ruegos concédenos que en todo seamos fortalecidos con el auxilio
de tu protección, por el mismo Cristo nuestro Señor. [Amén.]
He aquí, pues, ¡a ofrenda que te presentamos tus siervos y con nosotros
la familia entera, también por los que te has dignado regenerar can el agua
y con el Espíritu Santo, concediéndoles la remisión de los pecados; acép
tala, Señor, con benevolencia; ordena nuestros días en tu paz, líbranos de
la condenación eterna y cuéntanos en la grey de tus elegidos, por Cristo
nuestro Señor [Amén].
Esta ofrenda, ¡ oh D ios!, dígnate bendecirla, aceptarla, aprobarla plena
mente, hacerla espiritual (rationabilem) y digna de tu agrado y [hacer]
que se convierta para nosotros en el cuerpo y sangre de tu H ijo muy amado,
nuestro Señor Jesucristo...
237
La eucaristía alejandrina, y la romana
48. Cf. las variantes aducidas por doin Jüotte en la p. 32 de Le Canon de la Messe
romaine.
49. Cf. L ’ordinaxre de la Messe romainet traducción francesa d e dom ííe r n a r d U o t t e
y de Chjristini M qhrmann, París 1953.
238
Estructura del canon romano
239
La eucaristía alejandrina y la romana
240
Estructura del canon romano
241
Bouyer, eucaristía 16
La eucaristía alejandrina y la romana
242
Estructura del canon romano
243
La eucaristía alejandrina y la romana
244
E structura del canon romano
245
La. e u c a r i s t í a a l e j a n d r i n a y la r o m a n a
246
C a pítu l o V IH
Su carácter tardío
247
L a e u c a r is tía s i r ia o c c id e n ta l
24S
S u c a r á c te r ta r d ío
249
L a e u c a r is tía s ir ia o c c id e n ta l
250
S u c a r á c te r ta r d ío
251
L a e u c a r is tía s i r ia o c c id e n ta l
252
L a e u c a r i s t í a d e la s « C o n s t i t u c i o n e s a p o s t ó l i c a s »
253
L a e u c a r i s t ía s ir ia o c c id e n ta l
254
L a e u c a r i s t í a d e la s « C o n s t i t u c i o n e s a p o s t ó l i c a s »
255
La eucaristía siria occidental
256
La eucaristía de las «Constituciones apostólicas»
257
Bouyer, eucaristía 17
La eucaristía siria occidental
semejanza, y domine sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo.
Por esto lo hiciste de un alma inmortal y de un cuerpo destructible, la una
a partir de la nada, y el otro, de los cuatro elementos, y le diste según el
alma el discernimiento racional, la facultad de distinguir entre la piedad
y la impiedad, de observar lo justo y lo injusto, y según el cuerpo le otorgaste
los cinco sentidos y el movimiento. Porque eres tú, Dios todopoderoso, quien
por el Cristo había plantado el paraíso en Edén, en Oriente, lo habías ador
nado con todos los vegetales de que es posible alimentarse, y los habías
introducido en él como en un hogar bien abastecido, y al hacerle a él habías
implantado en él la ley de modo qne tuviera en sí mismo y por sí mismo las
semillas del conocimiento divino (0eoYvwolae). Y al introducirle en aquel
jardín de delicias le habías conferido autoridad sobre todo para que
se aprovechara de ello, sin vedarle gustar sino de una sola cosa en la espe
ranza de bienes mejores, de modo que si hubiera guardado este precepto
habría tenido la inmortalidad en recompensa. Pero cuando despreció este
precepto y gustó del fruto prohibido, por la seducción de la serpiente y de
común acuerdo con la mujer, aunque lo arrojaste justamente del paraíso, no
te desviaste completamente de él en su perdición, gracias a tu bondad, porque
era tu obra, sino que, habiéndole sometido la creación, se la diste para
que sacara de ella su sustento con sus sudores y su trabajo, porque de ti
viene la germinación, el crecimiento y la madurez; con un juramento lo
llamaste a revivir una vez que se hubiera dormido brevemente y le prome
tiste que soltarías la atadura de la muerte para la vida de la resurrección.
No contento con esto propagaste en una muchedumbre numerosa sus des
rendientes y glorificaste a los que se adherían a ti, mientras que cas
tigabas a los que se desviaban de t i : tú aceptaste el sacrificio de Abel,
como el de un justo, mientras que rechazabas el don de Caín, el homicida,
como impío, y tras ellos viniste en ayuda de Set y de Enós y trasladaste
a Henoc. Porque tú eres el creador de los hombres y el corega de la vida,
el que satisface su necesidad, el dador de las leyes, el remunerador de los
que las observan y el vengador de su transgresión, tú que trajiste el gran
diluvio sobre el mundo por causa de la multitud de los impíos y libraste
del diluvio en el arca al justo Noé con ocho almas vivas, término de los
hombres pasados, comienzo de los que nacerían, tú que inflamaste el fuego
terrible contra la pentápolis de Sodoma y que de una tierra fértil hiciste
una salina por causa de la malicia de sus habitantes, mientras que libraste
al justo Lot de los tormentos. Tú eres el que libró a Abrahatn de la im
piedad de sus antepasados, lo estableciste heredero del mundo y le hiciste
ver anticipadamente a tu Cristo; consagraste a Melquisedec como sumo
sacerdote de tu culto; a tu servidor Job, en su gran prueba, lo sacaste ven
cedor de la serpiente, principio del mal; hiciste a Isaac hijo de la promesa,
a Jacob padre de doce hijos y de una multitud salida de ellos y los con
dujiste a Egipto en número de setenta y cinco almas. Tú no volviste la espalda
a José, sino que, en recompensa de la prudencia que le habías otorgado, le
258
La eucaristía de las «Constituciones apostólicas»
259
L a e u c a r i s t í a s i r ia o c c i d e n t a l
que haya que suponer con él que se haya perdido una parte del
texto. En la segunda parte serán evocadas a su vez las vicisitudes ul
teriores de la historia de Israel, con las intervenciones de los
profetas. Pero parece ser que todo esto, en la interpretación del
autor de la oración, no es tanto la continuación de la antigua
alianza como el esbozo progresivo, dentro del marco establecido
por ésta, de la nueva alianza que se consumaría en la encarnación
redentora.
Predomina el tema del conocimiento, como en la berakah judía
que conducía a la qedusah. Pero en este texto se ve desarrollado
en un ambiente netamente sapiencial (como ya en las oraciones
judías del libro vil). También como en éstas, se hace a este propó
sito la introducción de C risto: el «Hijo único», el «Dios Logos»
es identificado con la «sabiduría viva», al mismo tiempo que procla
mado «primogénito de toda la creación, ángel del designio mara
villoso, sumo sacerdote, rey y señor». En la expresión «ángel del
designio» se reconoce de paso una influencia de Hipólito.
El tema de la creación, todavía como en las oraciones judías,
sigue inseparable del de la providencia activa, que mantiene en el
ser y da ser en el bien (sú elvai). De ahí una gran visión de toda
la creación, descrita desde el comienzo como tendiente hacia el
hombre y acabándose con la aparición de éste, creado a imagen
divina, en un diálogo entre el Padre y la sabiduría, e introducido
en el paraíso «plantado por el Cristo, en Edén, en Oriente».
Esta descripción, con la fusión de reminiscencias de los pri
meros capítulos del Génesis y deí salmo 104, sigue de cerca y com
bina las tres primeras oraciones de la tefillah judía helenística que
hemos hallado ya en el libro v i i . Sigue siendo muy judía, aunque
de un judaismo evidentemente helenizado, por su insistencia en la
distinción radical del Creador y de la criatura, en la gratuidad
de la creación. La conclusión del relato en la mención del árbol
del bien y dd mal proporcionará la ocasión para pasar del tema del
conocimiento al de la vida, y más concretamente de la inmortalidad,
que había sido preparada por la afirmación de la creación del
hombre como alma individual en un cuerpo perecedero.
Así pasamos también de la creación a ¡a historia del pecado y de
la redención primera, en la primera alianza. Desde el comienzo
260
L a e u c a r i s t í a ríe las « C o n s t i t u c i o n e s a p o s t ó l i c a s »
261
La eucaristía siria occidental
262
La eucaristía <lc las «Constituciones apostólicas?,
263
La eucaristía siria occidental
17. Cf. la homilía (n.° 38) de san Gregorio N aciancejío sobre la natividad del
Señor, PG, 36f col. 312ss.
264
La eucaristía de las «Constituciones apostólicas»
265
La eucaristía siria occidental
las minas, por los que están prisioneros, por los que navegan o viajan, ríe
modo que proveas a las necesidades de todos, siendo su socorro y su defensor.
Te invocarnos también por los que nos odian y nos persiguen por causa
de tu nombre, por todos los que están fuera [de la Iglesia] y que se lian
extraviado, de modo que los conviertas al bien y suavices sus sentimientos.
Te invocamos también por los catecúmenos de la Iglesia y por los que
son probados por el enemigo, y por nuestros hermanos penitentes, a fin de
que perfecciones a los unos en la fe, purifiques a los otros del poder del
Maligno, aceptes la penitencia de estos últimos y ¡es perdones, como a nos
otros mismos, los pecados.
Te lo ofrecemos también por la salubridad del aire y la abundancia de
los frutos, a fin de que, participando sin cesar en tus bienes, cantemos
constantemente al que da a toda carne su sustento.
Te invocamos también por los que están ausentes por motivos justos,
a fin de que nos guardes a todos en la piedad y nos reúnas en el reino de
tu Cristo, Dios de toda naturaleza consciente e inconsciente, rey nuestro,
sin temor, sin ofensa y sin reproche.
Porque a ti [pertenece] toda gloria, honor y eucaristía, temor y adora
ción, al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos, sin cesar y sin fin. A ménIS.
266
La eucaristía de las «Constituciones apostólicas?,
267
L a e u c a ristía siria o ccid en ta l
268
Síntesis final de la eucaristía de Santiago
pide al mismo que lo procuró; venida del Espíritu Santo sobre los
dones que él nos ha otorgado, para que nosotros mismos y todo él
universo en nuestro derredor le seamos presentados para alabanza
de su gloria: todo esto, decimos, se puso en su sitio con una
maestría y una delicadeza tales, que constituyen uno de los mayores
triunfos de la claridad del espíritu helénico aplicada al misterio
de un cristianismo completamente bíblico y judío en sus orígenes.
269
La eucaristía siria occidental
270
Síntesis final de la eucaristía de Santiago
271
La eucaristía siria occidental
272
Síntesis final de la eucaristía de Santiago
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La eucaristía siria occidental
274
I
275
La eucaristía siria occidental
216
S í n t e s i s f i n a l d e la e u c a r i s t í a d e S a n t i a g o
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L a e u c a r istía siria o c cid e n ta l
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S í n t e s i s f i n a l d e la e u c a r i s t í a d e S a n t i a g o
277
La eucaristía siria occidental
278
I
Síntesis final de la eucaristía de Santiago
I 279
La eucaristía siria occidental
280
Capítulo IX
281
La forma clásica de ¡a eucaristía bizantina
282
La liturgia antioquena de los doce apóstoles
283
La forma clásica de la eucaristía bizantina
284
Liturgia de san Juan Crisóstomo
285
La forma clásica de la eucaristía bizantina
Con ellos también nosotros, Señor de las potestades, que amas a los
hombres, proclamamos y decimos: T ú eres santo y totalmente santo, así
como tu Hijo único y tu Espíritu Santo; tú eres santo y totalmente santo, y
majestuosa es tu gloria, tú que tanto amaste al mundo-, que le diste a tu
H ijo único, a fin de que quienquiera que crea en él no perezca, sino que
tenga la vida eterna [tu Hijo,] que vino y, habiendo cumplido toda la eco
nomía instituida por nosotros, la noche en que él mismo se entregó, tomó
pan en sus manos santas, puras y sin mancha, dio gracias, lo bendijo, lo
partió y lo dio a sus santos discípulos y apóstoles diciendo: Tomad, co
med, esto es mi cuerpo para vosotros; igualmente el cáliz, después de haber
cenado, diciendo: Bebed todos de esto, esto es mi sangre de la nueva
alianza, derramada por vosotros y por muchos para remisión de los pe
cados. [Ei pueblo responde: Amén.]
Haciendo, pues, memoria de ésta su saludable prescripción y de todo
lo que tuvo lugar por nosotros, de la cruz, de la sepultura, de la resurrección
al tercer día. del retorno a los cielos, de la sesión a [tu] diestra, de la
segunda y gloriosa parusía, ofreciéndote lo que es tuyo, de lo que es tuyo,
en todo y por todo...
[£1 pueblo continúa:] ...T e cantamos, te bendecimos, te damos gracias,
Señor, y te rogamos, ¡ Dios nuestro!5.
4. B right MAíí, op. cit., p. 321ss. El texto seguido es el del Codex B atberini, de
comienzos del siglo ix .
5. B rightmax, op. cit., p. 324ss.
286
Liturgia de san Juan Crisóstomo
287
La forma clásica de la eucaristía bizantina
238
Liturgia de san Basilio
289
B ouyer, eucaristía 19
La forma clásica de la eucaristía bizantina
viaje que hizo a este país) en su forma primera, debía poco después,
seguramente ya bajo una forma más larga, ser transportada a Cons-
tantinopla, probablemente por un obispo también originario de
Capadocia y que muy bien habría podido ser su amigo, san Gre
gorio Nacianceno. En todo caso es cierto que se estableció allí mu
cho antes que la anáfora atribuida a san Juan Crisóstomo. De allí
se propagaría a todo el Oriente antes de verse, poco a poco, su
plantada por esta última.
Es probable que la eucaristía de Basilio, al igual que la de ios
doce apóstoles, fuera primero la condensación de un texto más co
pioso, pero que parece haber sido más afín que el de Santiago al del
libro v m de las Constituciones apostólicas. Exactamente como su
cedió con el texto llamado de los doce apóstoles, esta fórmula breve
sufrió, sin embargo, a su vez un proceso de ampliación que había
de rematar en la forma recibida hoy día en la liturgia bizantina.
Pero, ya en su forma breve y a través de sus sucesivas ampliacio
nes, parece haber respondido a un designio consciente de producir
una eucaristía de factura lo más bíblica posible. Ya la eucaristía
del libro vxii de las Constituciones apostólicas y más aún la de San
tiago habían incorporado a su texto más de una cita bíblica. Pero
parece que san Basilio fue eí primer redactor de una oración euca-
rística que tratara de emplear únicamente fórmulas literalmente
bíblicas. No podría hallarse mejor confirmación de la ley, paradó
jica sólo en apariencia, sentada por Baumstark: cuando un texto
litúrgico reproduce textualmente fórmulas bíblicas, esto es señal,
no de antigüedad, sino de elaboración tardía5.
El hecho es que todos los textos litúrgicos antiguos, en la me
dida en que son contemporáneos, si no de la redacción, por lo me
nos de la canonización de los textos del Nuevo Testamento, no ma
nifiestan la menor tendencia a atarse a sus expresiones, y ni si
quiera a citarlos ocasionalmente. Con las primeras grandes liturgias
sirias occidentales — y esto es una confirmación de su fecha rela
tivamente tardía— se insinúa el primer esfuerzo por inspirarse
literalmente en los textos bíblicos. Pero para hallar una eucaristía
que no pase de ser un mero centón bíblico, hay que llegar a san9
290
Liturgia de san Basilio
291
La forma clásica de la eucaristía bizantina
maravillas en todo tiempo? Señor de todas las cosas, Señor del cielo,
de la tierra y de toda criatura visible e invisible, tal como está» sentado
en un trono de gloria y que penetra con tu mirada basta los abismos,
sin principio, invisible, incomprensible, indescriptible, inmutable, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, del gran Dios y Salvador de nuestra esperanza,
que es la imagen de tu bondad, la impronta (crtppaySs) igual a su modelo,
que te muestra en sí mismo a ti, el Padre; [que es él] Logos viviente,
Dios verdadero antes de los siglos, sabiduría, vida, santificación, poder,
luz verdadera, por el que (rrocp’o!>} fue manifestado el Espíritu Santo, el
Espíritu de verdad, el don de la filiación, la prenda de nuestra herencia
futura, primicia de los bienes eternos, el poder vivificante, la fuente de la
santificación, por quien (7tap’o3) toda criatura racional (Xoyixf]) y espi
ritual es hecha capaz de darte culto y te tributa la glorificación eterna,
porque todas las cosas están a tu servicio. Porque a ti alaban los ángeles,
los arcángeles, los tronos, las dominaciones, los principados, las auto
ridades, las potestades y los querubines de múltiples ojos; te rodean
los querubines, de los que cada uno tiene seis alas, con dos de las cua
les se cubren el rostro, con dos los pies y con dos vuelan, claman los unos
a los otros con bocas que no se fatigan, en doxologías que no callan,
clamando, proclamando, gritando el Himno de victoria y diciendo: Santo,
santo, santo, Señor sabaoth, el cielo y la tierra están llenos de tu gloria.
Hosanna en los lugares altísimos. Bendito el que viene en el Nombre
del Señor. Hosanna en los lugares altísimos.
Con estas potencias bienaventuradas, Señor que amas a los hombres,
también nosotros, pecadores, gritamos y decimos: ¡Cuán santo (ócyioq)
y totalmente santo eres tú!, y no hay medida para la majestad de tu
santidad, y [tú eres] santo en todas tus obras, porque todo lo dispusiste para
nosotros {bar¡yayzc, t¡[üv) en la justicia y en el juicio verdadero. En efecto,
habiendo hecho al hombre tomando polvo de la tierra, y habiéndolo
honrado con tu imagen, lo habías colocado en el paraíso de delicias
prometiéndole la inmortalidad de la vida y el goce de los bienes eternos
en la observancia de tus preceptos. Pero cuando te hubo desobedecido
a ti, Dios verdadero que lo había creado, y hubo sido seducido por el
engaño de la serpiente y murió en SUS propias transgresiones, lo expul
saste en tu justicia, ¡oh Dios!, del paraíso a este mundo y lo hiciste volver
a la tierra de donde había sido sacado, disponiendo (ohcovag&v) para él
la salud [que vendría] de la resurrección (jraXiyyevsoíag) en tu Cristo
mismo : Porque no repudiaste para siempre tu obra, que tú habías hecho
en tu bondad, y no olvidaste la obra de tus manos, mas la visitaste de
múltiples maneras por las entrañas de tu misericordia, tú le enviaste [los]
profetas, realizaste milagros por tus santos que te fueron agradables en
todas las generaciones, nos hablaste por la boca de tus servidores, los
profetas, anunciándonos anticipadamente la salud venidera, tú diste la
ley para socorrernos, estableciste los ángeles para guardarnos. Pero cuan-
292
Liturgia de san Basilio
293
La forma clásica de la eucaristía bizantina
11. V éase B rigktman , op. cit., p. 3 2 lss., por lo que hace al texto Cf. H . E ngrer-
ding , op. cit., en cuanto a la separación de los diferentes estratos, así como p a ra el texto
alejandrino presemtado pot R e n a u d o t , op. cit., t. i, p. 64ss. Sobre el texto alejandrino de
san Basilio, cf. la bibliografía de S avget, op. cit., p. 82-83.
L as referen cias bíblicas son, en cuanto a lo esen cial:
Sal SO (seguimos aquí la num eración de los S eten ta), 19; Rom 12,1; cf. Rom 2,20;
Sal 25,7; D an 3,55; lT im 1,11; H eb 1,3; J n 14,8; l j n 1,1; J n 1,9; Rom 8,15; E f 1,14;
Sal 118,91; S a l 144,17; cf. Sal 88,15; G én 2; G en 3; Rom 8,10; G én 3,23; Gén 3,19;
H eb 1,1; G ál 4,4; H eb 1,1-3; F lp 2,6; B a r 3t3S; F lp 2,7 y 3,21; Rom 8,29; Rom 5,12;
J n 1,18; Rom 8,3; J n 17,3; IP e 2,9; Rom 7,14; Act 2,24; A ct 3,15; iC o r 15,20; Col
1,18; H eb 1,3; etc.
294
Liturgia de san Basilio
duras tardías con que se recargó la epiclesis. Pero nótese que el in
ciso «cambiándolos por tu Espíritu», que hemos reproducido, apa
rece ya como una interpolación (tomada sin duda del texto pre
cedente), que en nuestro texto hace violencia a la gramática.
En cambio, si nos referimos a la forma más antigua del texto,
ilama la atención por su sobriedad (notable principalmente en la
parte que precede al sanctus), pero también ya por la riqueza bí
blica de su mismo esquema. Todo el drama dél pecado y de la reden
ción está resumido en la enajenación del hombre producida por el
pecado, que viene la muerte a acusar, y — gracias al «intercambio»
en que consiente C risto— en la reconstitución de la humanidad
en un pueblo que sea el suyo y que recobre la vida por esta recons
titución. El bautismo se ve así evocado en conexión con la obra
redentora, y el Espíritu se ve introducido como aquel que, en el
misterio sacramental, nos comunica el efecto de lo que se realizó
en Cristo mismo. L,a epiclesis, en su forma elemental, introducirá
de nuevo al Espíritu como aquel que, «presentándonos» el cuerpo
y la sangre de Cristo bajo los «antitipos» del pan y del vino, nos
unirá unos con otros en un solo Espíritu (el texto egipcio puntuali
zaba : «en un solo cuerpo y en un solo Espíritu»),
Esta tan notable continuidad del desarrollo, ya completamente
bíblica, y particularmente paulina, no quedará en modo alguno
esfumada por las amplificaciones aportadas por san Basilio. La an
tología de citas bíblicas que insertará el santo no hará sino dar su
relieve a cada una de las personas divinas. De aquí resultará una
eucaristía no menos expresamente trinitaria que la de Santiago,
pero que se sustraerá al simplismo excesivamente lógico de ésta:
Padre-creación, Hijo-redención, Espíritu-santificación. Muy al con
trario, la principal amplificación de san Basilio se introducirá desde
la primera parte o acción de gracias por la creación, de manera
que muestre cómo al principio de todas 'las cosas están unidos inse
parablemente el Padre y el Hijo con el Espíritu Santo, aun en su
misma distinción. Uniendo la epístola a los Hebreos, el prólogo de
san Juan y los grandes textos cristológicos de san Pablo, se alaba
aquí ai Hijo como imagen viva del Padre, el Logos, en el que todo
él se expresa, la sabiduría vivificante que nos santificará y nos ilu
minará. Viene a nosotros por sí mismo, según la enseñanza de los
295
La forma clásica de la eucaristía bizantina
12. C f. F lp 2,5ss.
13. C f. G ál 4,4,
14. Cf. Rom 5,12ss.
296
Liturgia de san Basilio
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La forma clásica de la eucaristía bizantina
29S
Liturgia de san Basilio
299
La forma clásica de la eucaristía bizantina l
300
Liturgia de san Basilio
301
S u p e r v iv e n c ia s ir ia en la fo r m a la r g a d e A d d a y y d e M ari
302
Forma larga de Adday y Mari
303
La forma clásica de la eucaristía bizantina
304
F o r m a la r g a d e A d d a y y M a r i
305
La forma clásica de la eucaristía bizantina
306
Forma larga de Adday y Mari
307
L a f o r m a c lá s ic a d e la e u c a r is t ía b iz a n t in a
308
G e n e a lo g ía y g é n e s i s d e la e p ic le s is
309
L a f o r m a c lá s ic a d e la e u c a r i s t í a b iz a n t in a
310
Genealogía y génesis de la epiclesis
311
Capítulo X
1. Sobre la litu rg ia galicana, véase W .S , P okter , The GaJliean R ite, L ondres 1958,
y particularm ente la bibliografía, añadida por F .L . C r o ss , p. 57ss. É sta se puede com
pletar con el capítulo de A . K ín g , en Liturgias of the Past, L ondres 1959, p. 77$s y el
volumen de E. K owalevsky , L e Canon euckaristigite de P a n d en rite des Gautws, P arís
1957.
2. C f. el capítulo de A. K ing , en L itu rg ia s o f the Prim atial Sees, Londres 1957,
y la bibliografía dada por A. B a u m s t a r k , L itu rg ie comparéc, p. 225ss.
3. B ibliografía sobre el rito ambrosiano en B aumstaRK, op. cit., p. 226-227. Véase
también. A. K ing , L itu rg ies of the Prim atial Sees, p. 28óss.
313
La eucaristía galicana y mozárabe
314
S u parentesco con el tipo sirio occid en tal
315
La eucaristía galicana y mozárabe
316
Su parentesco con el tipo sirio occidental
317
La eucaristía galicana y mozárabe
318
Su parentesco con el tipo sirio occidental
119
La eucaristía galicana y mozárabe
El postmysterium concluirá:
320
Su parentesco con el tipo sirio occidental
12. Edición F érotik del Líber sacramentorum, col. 379; cf. edición M oklbe &c del
Missaie góthtcum, p. 45.
13. Cf. Gregory D ix, The Shape o f the Liturgy, p. 541.
321
La eucaristía galicana y mozárabe
322
Su parentesco con el tipo sirio occidental
Muchas pueden serlo, pero hay otras muchas que tienen tanta o
más probabilidad de ser arcaicas, En primer lugar, a veces se
invoca sencillamente al Espíritu, como en la Tradición apostólica
o en la liturgia de Adday y de Mari, para que produzca en los
participantes todo el fruto de la eucaristía. Tal es ei caso de la misa
dominical dei Missale gothicum, que hemos citado, como también
el de la 6.a de las misas de Mone. Otras veces se le invoca sencilla
mente para que haga que la eucaristía sea legítima, sin más pun-
tualización. Notemos a este propósito que la frecuencia de esta
expresión en nuestras colecciones, aunque pudiera ser introducida
tardiamente aquí y allá para reemplazar otras expresiones venidas
a ser molestas para la teología que se enseñaba, hace inverosímil la
suposición de que no perteneciera a su más antiguo vocabulario.
Por lo demás, es una fórmula del más arcaico latín cristiano, atesti
guada ya por san Cipriano (en el sentido de una eucaristía plenamente
conforme con el designio de su institución por Cristo)
Pero hay también otros casos, en los que la transformación
de los elementos se pide formalmente, mas sin atribuirse por ello
al Espíritu- Se atribuirá, por ejemplo, a la «venida de la plenitud
de la majestad divina» 15, o a la «venida de la bendición» 11, o de la
«virtud» divina*18. Pero tenemos también casos en los que se
aguarda expresamente de la venida del Verbo. Un ejemplo llama
tivo lo proporciona el postpridie de la 3.a feria post Vigésima del
sacramentarlo de Toledo:
Envía tu Verbo del cielo. Señor, para que nuestros pecados sean borra
dos y nuestras ofrendas santificadas19.
323
La eucaristía galicana y mozárabe
324
Su parentesco con el tipo sirio occidental
325
La eucaristía galicana y mozárabe
Rogárnoste, Señor, mires con favor a estos sacrificios que son colo
cados delante de ti, en los que no se ofrece ya oro, incienso y mirra, sino que
se ofrece, se sacrifica y se recibe lo que estos dones manifestaban...2526.
Por él, Dios, Padre todopoderoso, te rogamos que así como guardamos
la obediencia del santo misterio, su virtud celestial actúe en nosotros para
protegernos, por Cristo, nuestro S eñor...25.
326
Su parentesco con el tipo sirio occidental
327
La eucaristía galicana y mozárabe
tan efímera. En segundo lugar, que sería muy inverosímil que las
autoridades mismas, suponiendo que la hubieran querido y obtenido,
hubieran destruido, casi inmediatamente, por una nueva variabilidad
la uniformidad impuesta.
De hecho, 'los documentos dan una impresión completamente di
ferente. La improvisación misma, mucho antes del siglo v, y hasta
antes del siglo iv, dio pronto lugar a textos escritos, primeramente
para uso de los mismos que los escribían. Luego, una vez puestos
en circulación, fueron utilizados por los que estaban francamente
menos dotados para aquel género de composición. Y aun esta utili
zación, como hemos visto, irá todavía acompañada de sucesivas
reélaboraciones. Cuando la autoridad, en particular para reaccionar
contra la herejía arriana y sus prolongaciones, se preocupe de dar
textos seguros, las más de las veces recurrirá, a lo que parece, a
canonizar composiciones que ya, por el prestigio de sus autores (ver
daderos o supuestos), y sin duda todavía más por su interés intrín
seco, tendían, si no a imponerse, por lo menos a generalizarse. Pero,
no obstante no pocas prescripciones reiteradas de prelados indivi
duales o de concilios, la aceptación a la letra, de las colecciones así
compuestas y teóricamente impuestas, no llegará a imponerse sino
en fecha muy tardía y sólo parcialmente. La repetición misma de
las prescripciones en este sentido es un reconocimiento de las refun
diciones, de las combinaciones y de las adiciones que durante muy
largo tiempo no se tendrá reparo en practicar. El Oriente bizantino,
no obstante su cesar opapismo, no logrará jamás imponer en todas
partes, en su propio dominio, los dos formularios (e'1 de san Juan
Crisóstomo y el de san Basilio) que pretenderá canonizar exclusi
vamente. Ni siquiera llegará jamás a ñjar su texto definitivamente.
El Oriente sustraído a la jurisdicción de Bizancio, convertido en
nestoriano o monofisita, no' cesará de crearse nuervos formularios
sino cuando el islam llegue a sofocar progresivamente la cultura
cristiana. Donde no se produzca esta estrangulación, como en Etiopia
o entre los maronitas, la creación de los nuevos formularios se
proseguirá a través de toda la edad media.
En Occidente, Roma y las Iglesias incluidas en su órbita adopta
ron en fecha temprana una forma fija en cuanto a la mayor parte
de los elementos de la eucaristía que seguían al sane tus. Aunque, por
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De la improvisación a los formularios impuestos
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La eucaristía galicana y mozárabe
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De la improvisación a los formularios impuestos
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La eucaristía galicana y mozárabe
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La «oración de los fieles» y las intercesiones de! canon
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La eucaristía galicana y mozárabe
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La «oración de los fieles» y las intercesiones del canon
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C a p ít u l o XI
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Bcuyer, eu caristía 22
La edad inedia: desarrollo y deformación
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Exuberancia de formularios tardíos
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La edad media: desarrollo y deformación
340
L a e u c a r is t ía d e N e s t o r io
La eucaristía de Nestarlo
141
L e e d a d m e d i a : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
Señor, fuerte, tú que eres eterno, Dios Padre todopoderoso, que eres
siempre lo que eres, es digno, conveniente y justo que te alabemos, que
te confesemos, que te adoremos, que te ensalcemos siempre y en todo tiem
po. Tú eres, en efecto, el Dios verdadero, incomprensible, infinito, inexpli
cable, invisible, simple, no perceptible por los sentidos, inmortal, sublime
y por encima del pensamiento y de la inteligencia de todas las criaturas, tú
que estás en todo tugar y no cabes en ningún lugar, tú, y tu H ijo úni
co, y tu Espíritu Santo. Tú mismo, Señor, danos la palabra para que
abramos la boca en tu presencia y te ofrezcamos, con corazón contrita y
espíritu humillado, los frutos espirituales de nuestros labios [nuestro]
culto racional: tú eres, en efecto, nuestro Dios y el Padre de nuestro
Señor y salvador Jesucristo, nuestra esperanza, en quien fueron escondidos
todos los tesoros de sabiduria y de la ciencia, y por quien nosotros reci
bimos el conocimiento del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que procede
de ti, j oh P ad re!, y es de la naturaleza oculta de la divinidad. Por él todas
las naturalezas racionales, visibles o invisibles, son fortalecidas, santificadas
y perfeccionadas. Y a ti, a tu H ijo único, y a tu Espíritu Santo, ofrecen
en todo tiempo alabanzas perpetuas, porque todas son obra tuya. Porque tú
nos produjiste y ordenaste de fa nada a la existencia. Nosotros pecamos
y caímos; mientras nosotros perecíamos en nuestra decadencia tú nos re
novaste, levantaste y rescataste, tú no cejaste hasta visitarnos a todos en tu
gran solicitud, a fin de hacernos subir al cielo y de darnos por tu misericor
dia tu reino venidero. Y por todos estos beneficios para con nosotros te
damos gracias en verdad, Dios Padre, así como a tu Hijo único y a tu
Espíritu vivo y santo, y te adoramos por todos estos beneficios que nos
has otorgado, por los que conocemos y por los que ignoramos, por los
manifiestos y por los ocultos. Te damos gracias también por este ministerio,
suplicándote lo recibas de nuestras m anos: ¿quién, en efecto, bastaría para
narrar los milagros de tu poder y para hacer oir todas tus alabanzas?
Aunque todas las criaturas fueran una sola boca y una sola lengua, no
bastarían, Señor, para hablar de tu majestad. Porque delante de tu Trinidad,
Señor, están mil millones y diez mi! miríadas de ángeles: todos juntos
volando sin cesar y para siempre, con voz alta y que no se calla alaban,
exultan, gritando uno a otro, diciendo y respondiendo:
Santo, santo, santo, Señor fuerte, de quien están llenos los cielos y la tierra.
Y con estas potencias celestiales también nosotros, Señor bueno y
Dios misericordioso, gritamos y decimos: tú eres verdaderamente santo,
verdaderamente digno de ser glorificado, exaltado, sublime, tú que a tus
adoradores que están en la tierra los hiciste dignos de ser asimilados a
los que te glorifican en los cielos. Santo es también tu H ijo único, nuestro
Señor Jesucristo, con el Espíritu Santo [tu Hijo] que coexiste contigo
desde toda la eternidad, como quien participa de la misma naturaleza, y
autor de todas las criaturas. Bendecimos, Señor, el Dios Verbo, al Hijo
oculto, que procede de tu seno, que siendo semejante a ti e imagen de tu
342
L a e u c a r is t ía d e N e s t o r io
sustancia, no tuvo como una presa ia igualdad contigo, sino que se ano
nadó a sí mismo y tomó la semejanza de esclavo, hombre perfecto de
alma racional, inteligente e inmortal, y de cuerpo humano mortal, que unió
a si mismo y !o asoció en la gloria, poder y honor, siendo como era pasible
por naturaleza, él que fue formado por la virtud del Espíritu Santo para
la salvación de todos, hecho de una mujer, sometido a la ley, para rescatar
a los que estaban bajo la ley y vivificar a todos los que habían muerto en
A dán; destruyó el pecado en su carne y destruyó la ley de los preceptos
por sus preceptos; abrió ios ojos de nuestros espíritus cegados y allanó
para nosotros el camino de la salvación, y nos iluminó con la luz del cono
cimiento divino. A los que le recibieron les dio, en efecto, el poder de
ser hijos de Dios; nos purificó e hizo la expiación por nosotros por el
bautismo de agua santa, y nos santificó por su gracia en el don del Espí
ritu Santo. A los que fueron sepultados con él por el bautismo los resucitó,
los levantó y los trasladó al ciclo consigo, según su promesa. Y habiendo
amado a los suyos en este mundo, los amó hasta el fin, y habiéndose ofrecido
en nuestro lugar a la pena debida por el pecado de nuestra raza, por la vida
de todos se dio él mismo por todos a la muerte que reinaba sobre nos
otros y a cuyo poder estábamos sujetos habiéndole sido vendidos por nues
tros pecados, y por su sangre preciosa nos rescató y salvó, y descendió a
los infiernos, y deshizo las ataduras de la muerte que nos devoraba. Pero
como era justo que no fuera retenido en los infiernos por la muerte el
príncipe de nuestra salvación, resucitó de entre los muertos al tercer día
y vino a ser las primicias de los que duermen, a fin de ser el primero en
todas las cosas; y subió al cielo, y se sentó a la diestra de tu majestad, ¡olí
D io s! Y nos dejó un memorial de nuestra salvación, este misterio que
hemos ofrecido en tu presencia. Porque cuando llegó el tiempo en que era
entregado por la vida del mundo, después de haber cenado, en la pascua
de la ley de Moisés, tomó pan en sus manos santas, inmaculadas y sin man
cha, lo bendijo, lo partió, lo comió y dio de él a sus discípulos y d ijo ;
Tomad, comed de él todos vosotros, esto es mi cuerpo, partido por vos
otros para remisión de los pecados. Asimismo mezcló el cáliz de vino y de
agua, bebió de él, dio de él a sus discípulos y d ijo : Bebed de él todos
vosotros, esto es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por
muchos para remisión de los pecados, y haced esto en memorial- de mí
hasta que yo venga. Porque todas las veces que comiereis de este pan y
bebiereis de este cáliz, anunciaréis mi muerte hasta mi parusía. Así a
quienquiera que se acerque, con verdadera fe, para participar, séanle, Se
ñor, para remisión de los pecados, para gran esperanza de la resurrección
de los muertos, y para la vida nueva en el reino de los cielos9.
343
L e e d a d m e d i a : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
344
L a e u c a r is t ía d e N e s t o r io
345
L a e d a d m e d ia : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
Nosotros, pues, Señor, tus siervos inútiles, débiles y flacos, que está
bamos lejos de ti, pero que por la muchedumbre de tus bondades nos hiciste
dignos de comparecer y de desempeñar en tu presencia este ministerio
tremendo, glorioso y excelente, suplicamos a tu divinidad adorable y que
restaura todas las criaturas: Venga, Señor, la gracia del Espíritu Santo,10
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L a e u c a r is t ía d e N e s t o r io
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La e u c a r is tía a r m e n ia
1.a grada, el amor y la virtud divina del Padre, del H ijo y del Espíritu
Santo estén con vosotros y con todos.
E l coro: Y con tu espíritu.
348
L a e u c a r is t ía a r m e n ia
y osar unánimemente, con los serafines y los querubines, clamar con se
guridad, exclamar y decir : Santo, santo, santo. Señor Dios de las potestades.
Santo, santo, santo, Señor Dios de las potestades. Los cielos y la tierra
están llenos de tu gloria: bendición en los altos lugares. Bendito eres
tú, que viniste y que vendrás en el nombre del Señor. Hosanna en los
altos lugares.
349
i
L a e d a d m e d i a : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
ció del canon, que pronto vendrá a ser universal. Volveremos sobre
esto. Notemos más bien por ahora la introducción del tema de la
Iglesia, desde las primeras palabras de la eucaristía sacerdotal,
después de la mención de la oración y de la caída. Va a desarrollarse
magníficamente en la idea, presente igualmente en el texto de Nes-
torio, de la unión de la tierra al culto angélico. Pero aquí no vemos
todavía la menor tendencia a replegar por ello la eucaristía en subje
tivismo alguno: se abre, por el contrario, a nosotros la visión más
objetiva del misterio, viniendo a ser la tierra el cielo e integrándose
la humanidad en los coros celestiales.
Una consecuencia curiosa de esta visión parece reflejarse en la
fórmula del sanctus, Mientras la antigua qedusah judía sólo hablaba
de la tierra, llena de la gloria de Dios, y los primeros sanctus cris
tianos (por lo demás, inspirados, como hemos dicho, en los tar-
gumes) le añadían éi cielo, en el sanctus armenio sólo queda el cielo.
I,a bendición seguida, pero no precedida, del Hosanna se abre a su
vez a la visión apocalíptica de aquel «que vino y que vendrá».
El sacerdote continúa en voz baja, mientras el coro canta este
sanctus:
350
La eucaristía armenia
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La edad media: desarrollo y deformación
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La eucaristía armenia
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B ouyer, eucaristía 23
La edad media: desarrollo y deformación
la liberaste por la santa cruz; otórgale una paz bien establecida; acuérdate,
Señor, en tu piedad de bendecir a todos los obispos ortodoxos que en la
santa doctrina nos distribuyen la palabra de la verdad (en voz alta) y par
ticularmente a nuestro archiprelado, el venerable patriarca de los arme
nios N .; consérvalo largo tiempo en la sana doctrina.
354
Anáforas sirias tardías y anáforas etiópicas
355
La edad media: desarrollo y deformación
mar, la luz de los perfectos, el H ijo del Dios viviente. Irradia sobre nos
otros por tu gracia inmutable el establecimiento y el consuelo de nuestra
confianza, la sabiduría y la eficacia de una fe indeclinable y de una espe
ranza inquebrantable. Otorga a nuestra humildad la inteligencia del Espiritu,
para que te sirvamos siempre en pureza y rectitud, Señor, y para que
todos los pueblos te alaben...
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Prefacio, «communicantes» y «haiic igitur»
357
La edad media: desarrollo y deformación
358
Prefacio, «communicantes» y «hanc ígitur»
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La edad medía: desarrollo y deformación
360
Prefacio, «conimunicaiites» y «hanc igitur»
25. Cf. G elasio i, Lettre contre ¡es Lupercales et X V I I I mcsses dt> sacramettluiiri?
Monien, ed. F omarés ( « S o u r c e s chrétiennes», n.° £5), París 1959, y A. C h avase ,
M e s s e s dtí- Pape V ig i le dans le Sacramentaire léonien, en «Ephemcrides liturgicae*,
vol, 64, 1950, p. lólss.
26. E d i c ió n F e l t o e , p, 1 8 ; M o h l b k r g , p . 20.
361
La edad media: desarrollo y deformación
362
El silencio del canon
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La edad media: desarrollo y deformación
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El silencio del canon
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La edad media: desarrollo y deformación
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El silencio del canon
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La edad media: desarrollo' y deformación
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E l s ile n c io d el can on
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L a e d a d m e d i a : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
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E l sile n c io del can on
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L a e d a d m e d i a : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
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E l s il e n c i o d e i c a n o n
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L a e d a d i n e d i a : d e s a r r o llo y d e f o r m a c ió n
374
E l silen cio del ca n o n
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L a e d a d m e d i a : d e s a r r o llo y d e fo r m a c ió r i
por tu pueblo y las ovejas de tu pasto, por lo cual doy gracias a tu nom
bre y ofrezco la adoración a tu majestad, Señor de todos38.
376
C a p ít u l o X II
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L o s tiem p o s m o d e r n o s: d e sc o m p o sic ió n y reform a
378
F o rm u la rio s e in te r p r e ta c io n e s no tra d icio n a les
Sin ir hasta estos casos extremos, hay que reconocer que en los
mejores comentarios de la misa producidos para uso de ¡os sacer
dotes a lo largo de la edad media, como el de Inocencio m 567, o más
tarde en el de Gabriel Biels, en el que se formará Lutero en la pie
dad eucarística, apenas si se halla ya más que vestigios del sentido
primitivo de la eucaristía como acción de gracias por los mirabilia
Dei, o de la anamnesis como presencia sacramental del misterio
redentor. I,a acción de gracias se reduce a un agradecimiento por
el don de Dios recibido en la comunión o aguardado de la cele
bración.
La actualidad sacramental del sacrificio cede el. puesto a la con
sideración de los «frutos» que se esperan de él y que no se cesa
de enumerar. Pero las más de las veces no tienen gran cosa en co
mún con la antigua visión, expresada tan magníficamente por san
Agustín, de la Iglesia entera que se consuma en su participación
común en el único sacrificio redentor.
En la piedad de los mejores aparece la misa como una «repre
sentación» del sacrificio, no en el sentido sacramental que podía
adoptar la palabra, por ejemplo, en un Tertuliano, sino a i el sentido
de una piadosa dramaturgia. Debe excitar, mediante su evocación
figurada del Calvario, los sentimientos de compasión y de compun
ción que la presencia inmediata, tangible de éste habría podido des
pertar en almas piadosas. Entre las fórmulas del canon, la espiri
tualidad, al igual que la teología, sólo se fija en las palabras de la
institución, que le parecen resucitar este espectáculo, para el alma
que las medita, en el instante en que renuevan la presencia real del
cuerpo partido, de la sangre derramada por nuestros pecados.
Francis Clark, S.I., ha tratado recientemente de convencer de
error a los historiadores protestantes o anglicanos {...o incluso ca
tólicos), culpables de haber señalado estas deformaciones. Para ha
cerlo ha espigado algunas bellas fórmulas en las que sobrevive,
hasta fines de la edad media, algo de la antigua tradiciónT. Es obvio
que ésta no podía morir enteramente en la Iglesia, pero de lo que se
5. INOCENCIO l l l , De sanctissitno aliaris mysterio, PL 217.
6. G&brieHs Biel Caitanis Missae expositio, inspirado en su m aestro E geling Jí e Cxf.k,
y que tiene g ran difusión a p a rtir de sü publicación b a jo el nombre de Jíiel en 1486'.
Fue reeditado por H e ik o A . Q bürmak y W illiam J . C o u r teíía y , W iesbaden 1965.
7. F kanCis C lark, Ruchan Stic Sacrifice att d thc. Reformaron, Londres 1960.
379
L o s tiem p o s m o d e r n o s : d e sc o m p o sic ió n y reform a
380
La «Formula Missae» y la «Deutsche Messc» de Lutero
10. Cf. í». A ulée, Christus Victor, 1949, torio el capítulo sobre Lulero,
381
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
382
La «Formula Missae» y la «Deutsche Messe» de T.utero
383
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
14. JLu t h e r D, R e e d , The Lutkeran Liturgy, FiladelJIa 2J960, i>. 71ss, y Jim.
Cf.
l ig t h cit., p. 114ss. Lo que dice Lutero sobre el mantenimiento de la elevación,
, op.
sobre todo donde Jos fieles hayan sido instruidos sobre su significado, quiere decir que
no ha de ligarse al sacrificio, sino a la sola adoración de la presencia. Puede decirse que
redujo la misa a una «bendición con el santísimo sacramento» un siglo antes de que los
católicos mismos inventaran esta ceremonia (1).
3f¡4
La «Formula Missae» y la «Deutsche Messe» de Lutero
385
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
386
La «Formula Missae» y la «Deutsche Messe» de Lutero
387
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
388
La eucaristía no eucarística de los reformadores
...S e nos dio como alimento, de modo que como el venció al mundo,
nosotros, alimentados de el, podamos a nuestra vez vencer al mundo...
Otórganos, pues, ¡oh Padre misericordioso!, por Cristo, tu Hijo, nuestro
Señor, por quien tú das la vida a todos y renuevas y sostienes todas las
cosas, que podamos manifestarlo en nuestra vida de suerte que sea recobrada
la semejanza que perdimus en Adán. Y para que asi sea, otórganos efectiva
mente a todos los que participamos en el cuerpo y en la sangre de tu Hijo,
que tengamos un solo espíritu y un solo fin, y que nosotros mismos seamos
unos en él, que es uno contigo.
389
L o s tie m p o s m o d e r n o s : d e s c o m p o s ic ió n y r e f o r m a
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L a e u c a r is t ía n o e u c a r ís t íc a d e lo s r e f o r m a d o r e s
21. Cf. B & i m o t h , op. cit»i p. 1 7 5 S S , y sobre todo J. C a d i e f , Le, doctrine caiviniale,
de la Sai-nte-Chie, en Études théolotjiques et reiigieuses, Montpellier 1951.
22. Cf. lÍHiLiOTH, op. cít., p. 172ss. La Maniere el fasson, atribuida a F arel, fue
impresa en Serriéres (cerca de Neuchatel) en 1533.
391
L o s tie m p o s m o d e r n o s : d e s c o m p o s ic ió n y r e f o r m a
392
L a lit u r g ia s u e c a
393
L o s tiem p o s m o d e r n o s : d e sc o m p o sic ió n y reform a
394
La litu rg ia su ec a
395
Los tiempos modernos: descomposición y reform a
396
L a lit u r g ia s u e c a
retorn o puro y sim ple al can on rom an o, sin o una tentativa, quizá
m ás in g en io sa q u e lograda, de rein serta r a lg u n o s de su s elem entos
d eja d o s de lado en el esq u em a de la m isa de O laus P etri, sin m o d i
ficar p or ello su estru ctu ra, h eredad a de la Formula Missae de
L utero. T o d a v ía h ay q u e añ ad ir a esto un e s fu e r z o , esta vez indu da
ble, p or in sp ira rse en las litu rg ia s o rien ta les. U n a fr a se del nuevo
fo rm u la rio , tom ada literalm en te d e la litu rg ia de san Juan C risós-
tom o, es su ficiente para a testig u a rlo . A d em á s, el rey m ism o había
ju stifica d o an ticip ad am en te su re fo r m a litú rg ica an te ¡a asam blea
del clero en E s to c o lm o el a ñ o 1574, b a sá n d o se en la n ecesid a d de
v olver a lo s m o d e lo s a n tig u o s de las litu rg ia s de S a n tia g o , de san
B a silio , de san Juan C risó sto m o , d e san A m b ro sio y d e san G r e
g o rio . La lectura del n u ev o te x to c o n v en ce e fe c tiv a m e n te sin
dificultad de que si las litu rg ia s o rien ta les que O lau s P etri había
in v o ca d o ya en fa v o r de su co m p o sició n , habían p o d id o se r alegad as
p or él con toda con fian za, ah ora no su ced ía y a ciertam en te lo m ism o .
A l igual que en la litu rg ia de U au ren tiu s P e tr i (su e g r o d e Lau-
rentiu s P etri G o th u s), a los a n tig u o s p r e fa c io s p ro p io s, com o al
p r e fa c io de O laus, o al p r e fa c io com ú n (d ad o co m o fó rm u la d e re
cam bio añadida a éste para los d o m in g o s y lo s d ías o rd in a rio s) se
ligan las palabras de la co n sa g ra ció n p o r m ed io de la fórm u la :
«E l m ism o, para q ue n o o lv id á ra m o s ja m á s su s b en eficios, la n o ch e
en que fu e en tregad o, e t c .,.» D esp u é s de la co n clu sió n trad icional
d e lo s a n tig u o s p r e fa c io s se canta o se reza el sanctus. P er o ,
m ien tra s se canta en la m isa so lem n e, o d esp u és de recitad o en la
m isa rezada, añade el sa cerd o te una a n a m n esis y una ep ic lesis, de
la q ue hasta en to n ces n o ten ia n ada eq u iv a len te n in g u n a litu rg ia
lu teran a, ni siq u iera las m á s co n se rv a d o ra s. E sta s o r a c io n e s para
fra sea n en fo rm a m u y in teresa n te el unde et memores, el supra quae
y el sup fdices del can o n ro m a n o :
1576. C f. también Y eí.verton, op. c;t., p. ?8ss, Que cree equivocadamente ser el primero
que reproduce este texto.
39 7
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
29. L eer™, np, cit., p. 142-143; cf. Y ki.vkrtoií, op. cit. , j>. IOCss.
398
L a lit u r g ia s u e c a
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
400
L a litu rg ia su e c a
401
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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Cranmer y la eucaristía anglicana
403
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
404
Cranmer y la eucaristía anglicana
33. Véase G begory D ije , The Simpe of the Lif.trgy, p. 648ss, y S tella E koom,
The Ltmguage of the Book o f Cotnmon Prayer, Londres 1965.
405
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
406
Cramuer y la eucaristía anglicana
Esta eucaristía inglesa parece haber sido muy mal acogida por
los laicos, que en general no deseaban entonces, en modo alguno,
que se abandonase la liturgia latina, que les había sido siempre
familiar. Pero es incontestable que la masa del clero con un barniz
de humanismo, por muy adicto que se mantuviera todavía a las
doctrinas católicas, no vio inconveniente en servirse de estas fórmu-
■ las anglicizadas más bien que del canon de la misa romana. El
obispo Gardiner, un poco más tarde, se apoyará en dos pasajes de
este texto para sostener, contra el mismo Cranmer, la legitimidad34
407
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
408
Cramner y la eucaristía anglicana
sino una metáfora que significa creer (a la vista dei pan y del vino,
aunque también sin ello) en los beneficios de la cruz que la sola
palabra del Evangelio nos da a conocer. No se podría pedir más
claridad en este punto.
Lo mismo, y con más razón, se aplica a las expresiones sacrificia
les de que puede servirse en su oración eucarística. El «sacrificio de
alabanza y de acción de gracias» se opone, todavía en su Defence,
al sacrificio propiciatorio por el que Jesucristo nos reconcilió
con Dios.
Es «otra especie de sacrificio que no nos reconcilia con Dios, pero
que hacen los que están reconciliados con Dios para dar prueba
de nuestros deberes para con Dios y mostrarnos agradecidos con él,
por lo cual tales sacrificios se llaman sacrificios de alabanza y de
acción de gracias. La primera especie de sacrificio fue ofrecida por
Cristo a Dios por nosotros; la segunda la ofrecemos nosotros mis
mos a Dios por Cristo. Y por la primera especie de sacrificio nos
ofreció Cristo a nosotros también a su Padre, y por la segunda
nos ofrecemos nosotros mismos y todo lo que tenemos a él y a su
Padre. Y este sacrificio, en general, es toda nuestra, obediencia a
Dios, guardando sus leyes y sus mandamientos.»
Asi, no sólo son completamente distintos el sacrificio pro
piciatorio ofrecido por Cristo solo, y nuestro sacrificio de puro
reconocimiento y de obediencia, sino que no se puede siquiera decir
que Cranmer deje la vía abierta a una presencia cualquiera en la
eucaristía, del sacrificio del Salvador, para que éste venga a ser
la fuente de nuestra acción de gracias obediente. Para él no hay
en la eucaristía presencia alguna de ningún sacrificio fuera de este
último. «En esta manducación, en esta acción de beber, en este uso
de la cena del Señor, no hacemos de Cristo un nuevo sacrificio
propiciatorio para la remisión de los pecados. Mas la humilde con
fesión de todos los corazones penitentes, su conocimiento de los
beneficios de Cristo, su acción de gracias por esto mismo, su fe y su
consolación en Cristo, su humilde sumisión a la voluntad de Dios
y a sus mandamientos, constituyen un sacrificio de alabanza (laúd
and praise), no menos acepto y agradable a Dios que el sacrificio
del sacerdote.» En otras palabras : según él, en punto a sacri
ficio no hay sino los solos sentimientos de reconocimiento de los
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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Cranmer y la eucaristía anglicana
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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Cranmer y la eucaristía anglicana
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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Redescubrimiento de la tradición entre los calvinistas anglosajones
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
41. Ibtd., p. 6.
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Redescubrimiento de la tradición entre los calvinistas anglosajones
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
Este pan y este vino puestos aparte y consagrados para este santo uso
por orden de Dios, no son ya pan y vino comunes, sino sacramcntalmente
el cuerpo y sangre de Cristo.
El cuerpo de Cristo fue roto por nosotros y ofrecido una vez para siem
pre para santificamos: he aquí el Cordero de Dios sacrificado, que quita
los pecados del mundo.
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Restauración de la eucaristía anglicana
Espíritu Santísimo, que procede del Padre y del Hijo, por quien el
H ijo fue concebido, por quien fueron inspirados los profetas y son cali
ficados y llamados los ministros de Cristo, tú que moras y operas en todos
los miembros de Cristo, a los que santificas a imagen y para el servicio
de su Cabeza y a los que consuelas para que puedan publicar sus alabanzas:
ilumínanos para que, por la fe, podamos ver al que nos es representado
aquí. Funde nuestro corazón y humíllanos por nuestros pecados Santifí
canos y vivifícanos para que podamos gustar el alimento espiritual y nutrir
nos de él para alimentarnos y crecer en la gracia. Derrama en nuestros
corazones el amor de Dios y atráelos a amarlo. Llénanos de reconocimiento
y de santo gozo, y de amor de unos a otros. Consuélanos testimoniando que
somos hijos de Dios. Confírmanos para una nueva obediencia. Sé la prenda
de nuestra herencia y séllanos para la vida eterna. A m én434.
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
45. A Reíation of a Conference between William L aúd... and Mr. Fisher the Jesuit,
e n L aúd , Works, vol. 2, p. 339&s.
46. Texto en J a h d in e G risbkooke, op. cit,( p. I77ss.
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Restauración de la eucaristía anglicana
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JvOS tiempos modernos: descomposición y reforma
Toda gloria sea a ti, Dios todopoderoso, Padre nuestro celestial, porque
en tu tierna misericordia diste tu H ijo único, Jesucristo, para que sufriera
la muerte en la cruz por nuestra redención...
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Restauración de la eucaristía anglicana
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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De Osterwald a Taizé
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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De Osterwald a Taizé
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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De Osterwald a Taizé
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
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La eucaristía de la Iglesia unida de la India
431
Los tiempos modernos: descomposición y reforma
El pueblo responde:
El «presbítero* continúa:
El pueblo:
El «presbítero* :
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L a e u c a r i s t í a d e la I g l e s i a u n i d a d e la I n d i a
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L a e u c a r is tía de la I g le s ia lu te r a n a de A m é r ic a
434
L a e u c a r i s t í a d e la I g l e s i a l u t e r a n a d e A m é r i c a
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Los tiempos modernos: descomposición y reforma
*
* *
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La eucaristía de la Iglesia luterana de América
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Capítulo X III
RENOVACIÓN
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Renovación
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Renovación
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Renovación
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I
Renovación
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Renovación
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*
* *
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Renovación
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección,
i Ven, Señor Jesús !
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Renovación
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* *
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Renovación i
Santo eres en verdad, Señor, y con razón te alaban todas las creatinas, ya
í]ue por Jesucristo, til Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo,
tías vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca
en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Por eso. Señor, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos
dones que liemos separado para ti, de manera que sean cuerpo y sangre de
Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
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Renovación
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando
gracias te bendijo, to partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y
comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo y lo
pasó a sus discípulos diciendo: Tomad y bebed todos de él, porque éste es
el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada
por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced
esto en conmemoración mía.
449
Renovación
los equívocos y las objeciones más graves que mantienen los pro
testantes que recelan de la doctrina tradicional.
Junto con tus elegidos: Con María, la virgen madre de Dios, los apóstoles
y ios mártires, san N. y todos los santos, por cuya intercesión confiamos
obtener siempre tu ayuda.
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R e n o v a ció n
*
* *
451
Renovación
Te alabamos, Padre santo, porque eres grande, porque hiciste todas las
cosas con sabiduría y amor. A imagen tuya creaste al dombre y le encomen
daste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara
todo lo creado. Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abando
naste al poder de la m uerte: sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca. Reiteraste, además, tu alianza a los
hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación.
Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse Ja plenitud de
los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. El cual se encarnó
por obra del Espíritu Santo, nació de M aría la virgen, y así compartió en
todo nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los
pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos (moestis carde) el
consuelo.
P ara cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte, y, resucitado,
destruyó la muerte y nos dio nueva vida. Y porque no vivamos ya para
nosotros mismos, sino para él, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre,
desde tu seno al Espíritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de
santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en el mundo.
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Renovación
Que este mismo Espíritu Santifique, Señor, estas ofrendas, para que, sean
cuerpo y sangre de Jesucristo, nuestro Señor, y así celebramos el gran
misterio que nos dejó como alianza eterna.
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Renovación
Porque él mismo, llegada la hora en que había de ser glorificado por ti,
Padre santo, habiendo amado a los suyos que estaban en el tnundo, los
amó hasta el extremo. Y mientras cenaba con sus discípulos, tomó pan, te
bendijo, lo partió y se lo dio diciendo: Tomad y comed, porque esto es
mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Del mismo modo, tomó el
cáliz lleno del fruto de la vida, te dio gracias, y lo pasó a sus discípulos
diciendo: Tomad y bebed, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la
alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los
hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.
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Renovación
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Renovación
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* *
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Renovación
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CONCLUSIÓN
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Conclusión
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Conclusión
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C o n c lu s ió n
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C o n c lu s ió n
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Conclusión
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Conclusión
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C o n c lu s ió n
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Conclusión
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Conclusión
vida del judío piadoso o del cristiano fiel, con una actitud constante
mente reanudada, de oración y de sacrificio eucarísticos. Toda
nuestra vida, en efecto, y todas las cosas con nosotros deben ser
consagradas por la eucaristía a la gloria de Dios, en Cristo, por el
poder del Espíritu Santo.
La eucaristía ideal no tiene una forma única en la tradición,
sino formas complementarias que se iluminan mutuamente. El
modelo sirio es más sistemático que el modelo romano y alejan
drino. Ilustra la unidad profunda de la oración eucarística. Pero
difumina un tanto los elementos primeros, que superpone y fusiona
con peligro de que se borre el relieve original. Éste, por el contra
rio, queda intacto en Roma como en Alejandría.
La eucaristía completa es siempre una confesión de Dios como
creador y redentor, por Cristo, y más particularmente una glorifi
cación de Dios que nos ilustra con su conocimiento, nos vivifica con
su propia vida, en el don supremo de su propio Espíritu. Es al
mismo tiempo súplica con que se implora que el misterio celebrado
tenga en nosotros, en la Iglesia consumada en todos sus miembros,
toda su realización. Concluye con la presentación a Dios del mate
rial de este misterio sagrado, en la invocación que consiguiente
mente se le dirige para que consagre nuestra unión al sacrificio
de su Hijo y la lleve a su perfección escatológica por la virtud
del Espíritu. Así todos juntos, unos en el Ünico, glorificaremos
eternamente al Padre con las potencias angélicas. Esta invocación
suprema condensa en sí misma todas nuestras súplicas por el creci
miento de la Iglesia, cuerpo de Cristo, y por la salud del mundo,
y corona la súplica que resumía todas las demás: que el Padre
acepte, en el memorial de su Hijo, todas las oraciones y todos los
sacrificios que le presenta su pueblo, convertidos en una sola ora
ción, en un solo sacrificio, la propia eucaristía de Cristo y su pro
pia cruz,
Esta oración es una oración totalmente sacerdotal, es decir, que
no puede ser pronunciada sino en nombre de la Cabeza, por el que
le representa en medio de todos, obispo o sacerdote. Pero se pro
nuncia por todos nosotros y debe arrastrar a todos los miembros
tras su Cabeza a la presencia inmediata del Padre, en el santuario
celestial. Esto supone normalmente que los fieles se asocian a ella
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C o n c lu s ió n
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C o n c lu s ió n
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Conclusión
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