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La acidificación de los océanos

La molécula por excelencia que asociamos a la contaminación es el CO2. Esta molécula


pertenece a un grupo llamado gases de efecto invernadero, junto con el vapor de agua, el
ozono, los óxidos de nitrógeno (NOx), los cluorofluorocarbonos (CFC) y el metano.

Es necesaria la presencia de estos gases en la atmósfera puesto que tienen la función de


“atrapar” los rayos de sol y calentar el planeta, sin su presencia el planeta Tierra sería un lugar
muy frío para albergar vida humana. El problema se presenta cuando se aumenta la
concentración de estos gases debido a la actividad humana principalmente. Al aumentar la
presencia de estos gases, también aumenta el espesor de esta capa de gases lo que impide
escapar a los rayos de sol, atrapando el calor y recalentando el planeta.

Como se dijo anteriormente, el gas más conocido es el CO2 y es sobre el cual os quiero hablar.
No solo el aumento de la emisión de CO2 provoca cambios en la atmósfera sino que también
provoca un cambio en los mares. Para comprenderlo mejor es necesario entender el concepto
de equilibrio químico. En una reacción química tenemos reactivos (material inicial) y los
productos, cuando las concentraciones de las sustancias que intervienen se estabiliza, se gasta
la misma cantidad de reactivo a la misma velocidad que se genera producto, se llega al
equilibrio químico. Pongamos como ejemplo la disolución del gas CO2 en agua.

CO2 + H2O  H2CO3  HCO3 - + H+

Centrémonos en la primera parte de la reacción. El C02 se disuelve en agua dando lugar a ácido
carbónico (H2CO3), que al mismo tiempo se ioniza en HCO3- y H+ (protones). Toda reacción
tiende al equilibrio químico, por lo que si aumentamos la cantidad de un reactivo, el CO2 por
ejemplo, el equilibrio se desplaza hacia la derecha favoreciendo la formación de más ácido
carbónico. La reacción que se ha puesto de ejemplo no es una casualidad. Cuando se aumenta
la concentración de CO2 en el aire, debido a actividades humanas como la combustión, esto
provoca un desplazamiento del equilibrio con el agua fomentando la generación de ácido
carbónico.

De forma natural y como parte del ciclo del carbono, el océano actúa como sumidero para
torno al 25-30% del CO2. Este efecto es a priori positivo ya que reduce la intensidad del cambio
climático, pero parece que nada sale gratis en la naturaleza. Como su nombre indica el
producto de la reacción es el ácido carbónico por lo que su aumento en los océanos provoca la
acidificación de los mismos. Efectivamente, los océanos se vuelven más ácidos. Desde que se
tienen registros, antes de la revolución industrial (s.XVIII) hasta la fecha, el pH marino ha
pasado de 8,179 a 8,104. Puede parecer un cambio pequeño pero hay que tener en cuenta
que el pH es una escala logarítmica y ese cambio supone un aumento del 30% de la
concentración media de protones en el agua marina.

Las consecuencias de este fenómeno son devastadoras. Estos efectos se pueden estudiar ya en
las erupciones volcánicas acuáticas donde las condiciones de estos afloramientos son similares
a las que nos podemos encontrar en un futuro no muy lejano.

La acidificación de los océanos supone una alteración de “las reglas del juego” que rigen la
vida en los diferentes ecosistemas marinos. El efecto más importante parece ser el de la
reducción de la calcificación, por lo que provocará que los organismos marinos conserven sus
conchas protectoras. El efecto más notable y señalado es el del blanqueamiento del coral.
Existen en nuestros océanos inmensas superficies cubiertas por corales, esencialmente en
latitudes tropicales. Las zonas cubiertas por ellos son el equivalente submarino de las selvas
tropicales. Son las zonas donde existe mayor biodiversidad de todo el océano. El blanqueo del
coral es un proceso que sufre el coral cuando está bajo estrés y que puede acabar con su
muerte de mantenerse las circunstancias que lo provocan. Estudios realizados en la isla One
Tree Island en Australia demuestran que en menos de 50 años los corales no serán capaces de
regenerarse con la misma velocidad con la que se destruyen y acabarán extinguiéndose.
Posiblemente nuestros nietos no conozcan la gran barrera de coral australiana.

Claramente la solución pasaría por reducir al mínimo las emisiones de gases de efecto
invernadero. Aun así la ‘inercia’ del dióxido de carbono extra que ya está en la atmósfera y en
las aguas tardaría un tiempo en ser ‘digerido’ por el ciclo de carbono global. Por tanto es muy
probable que el aumento de la temperatura, de la acidez de los océanos y otros efectos que se
escapan a este artículo siguieran aumentando durante al menos unas décadas.

Acabar con la deforestación, la erosión y la degradación de suelos podrían servir a la causa


contra la acidificación, ya que los bosques actúan como sumideros de carbono.

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