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HEGEL)
INTRODUCCIÓN
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Ambas tienen la verdad por objeto y precisamente en el sentido más elevado [de esta
palabra], a saber, en el sentido de que Dios es la verdad y él solo lo es. Ambas tratan
además de la región de lo finito, de la naturaleza y del espíritu humano, de su
referencia mutua y de su referencia a Dios en cuanto verdad suya. La filosofía puede,
por tanto, suponer desde luego una cierta familiaridad con sus objetos; es más, debe
suponer esa familiaridad, así como un cierto interés en aquellos objetos; y esto por la
simple razón de que la conciencia se hace representaciones de los objetos antes (en el
tiempo) de hacerse conceptos de ellos, hasta el punto de que el espíritu que piensa
solamente pasando por el representar y aplicándose sobre él, avanza hasta el
conocimiento pensante y el concebir.
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La filosofía puede determinarse, para empezar y en general, como contemplación
pensante de los objetos. Si por otra parte es verdad (y se verá desde luego que lo es)
que el ser humano se distingue del animal por el pensamiento, resulta entonces que lo
humano es humano por ser causado por el pensamiento y sólo por esto. Sin embargo,
siendo la filosofía un modo peculiar de pensar, un modo mediante el cual el pensar
llega a ser conocer y precisamente conocimiento concipiente, este pensar de la filosofía
mantendrá una diversidad respecto de aquel pensar que actúa en todo lo humano, es
decir, del que causa la humanidad de lo humano, por bien que siendo también [el
pensar filosófico] un pensar idéntico a éste, hay en sí sólo un pensar. Esta distinción
enlaza con que el haber humano de la conciencia, fundado por el pensar, no aparece
en primer término bajo la forma del pensamiento, sino como sentimiento, intuición o
representación, formas que hay que distinguir del pensamiento en cuanto forma.
Que el ser humano se distingue del animal por el pensamiento es algo que se da por
sabido desde antiguo hasta el punto de haberse hecho trivial; puede parecer trivial
[desde luego], pero debería también parecer extraño que hubiera necesidad de
recordar esa antigua creencia. Y sin embargo puede tenerse como una necesidad
[recordarlo ahora] ante ¿"prejuicio de nuestro tiempo que separa de tal modo
sentimiento y pensamiento que los opone, y tan enemigos deben ser, que el
sentimiento, especialmente el religioso, se mancha y pervierte por el pensamiento; es
más, se aniquila, de tal modo que [según este prejuicio] religión y religiosidad no
tienen esencialmente su raíz y su lugar en el pensamiento [sino en el sentimiento]. Al
hacer esa separación se olvida que sólo el ser humano es capaz de religión; al animal,
por el contrario, [a pesar de tener sentimientos] le compete tan poca religión como
derecho y moralidad.
Puesto que la religión, como el derecho y la moralidad, sólo le competen al ser humano
precisamente por ser éste esencia pensante, es por lo que el pensamiento no deja
nunca de actuar en lo religioso, en lo jurídico y en lo ético, sea ello sentimiento y
creencia o representación. La actividad y los productos del pensamiento están ahí
presentes y ahí están contenidos. Sólo que no es lo mismo tener sentimientos o
representaciones, determinados y penetrados por el pensamiento, que tener
pensamientos sobre ellos. Los pensamientos engendrados por el pensar reflexivo
aplicado a aquellos modos de la conciencia son lo que se comprende como reflexión,
raciocinio u otros términos semejantes, incluso filosofía.
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El contenido que llena nuestra conciencia, sea de la clase que sea, constituye la
determinidad de los sentimientos, intuiciones, imágenes, representaciones, fines,
obligaciones, etc., y [también] de los pensamientos y conceptos. Sentimiento,
intuición, imagen, etc., son, por tanto, las formas de aquel contenido que permanece
uno y el mismo al ser sentido, intuido, representado, querido, tanto si es meramente
sentido, como si es sentido, intuido, etc., con mezcla de pensamiento o también si es
pensado sin mezcla alguna. Bajo cualquiera de estas formas, o en la mezcla de varias,
el contenido es el objeto de la conciencia. Pero dentro de esta objetividad también las
determinidades de las formas compiten para llegar a contenido de manera que bajo
cada una de las formas parece surgir un objeto particular y lo que en sí es lo mismo
puede parecer un contenido distinto.
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El reflexionar sirve en cualquier caso, por lo menos, para transformar en
pensamientos los sentimientos, representaciones, etc.
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