La primera vez que entré en la Sainte Chapelle hacía sol.
Contemplé cómo toda la luz del mundo
quería entrar por los vitrales del templo y eso me produjo un estremecimiento brutal. Cuando observé a los turistas, pasmados como yo, sentí llenarse de paz la selva dormida que todos llevamos dentro. En ese momento nació la idea de esta novela.