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Contiene:

- ARL Domingo XXIII T Ordinario A


- PAGOLA 23 Tiempo ordinario A
- Domingo XXIII del T Ordinario A
- Semana del 10 al 16 de septiembre
- 6 HOMILIAS

ARL Domingo XXIII T Ordinario A


“Si tu hermano comete una falta, ve y amonéstalo, solos entre tú y él...” Es un tema difícil el del
Evangelio de hoy, que habla de la corrección fraterna: un gesto que debe ser, absolutamente, inscrito
en el ámbito de la caridad: “… huyan del mal con horror, -escribe san Pablo a los fieles de la
comunidad de Roma-, apéguense al bien…” (Rom 12, 9); y es precisamente para conseguir este
“bien” que, al interno de una comunidad, en nuestro caso, una comunidad de creyentes, los hermanos
en camino hacia una misma meta, se ayudan iluminándose y exhortándose mutuamente en el caso
que alguno falte, se detenga o se desvíe.
La corrección fraterna no es nunca un discurso simple, de hecho supone que al interior de la
comunidad, grande o pequeña, no importa, esté instaurada y se viva realmente una dimensión fraterna
hecha de estima, de confianza, de respeto y de afecto sincero, y también de una amistad profunda.
Solamente en un tejido comunitario de este tipo es posible un sereno reclamo recíproco que no sea
arrogante, ofensivo, humillante, que no tenga sabor de condena y de juicio sino de solicitud en el bien
y por el bien, del individuo y de todos.
Si nos miramos bien al interior, debemos constatar fácilmente y admitir que nuestra mirada está
propensa a agarrar a nuestro hermano en falta; somos como aquel tal del Evangelio que sin darse
cuenta de tener una viga en el ojo, pretende sacar la paja del ojo del amigo. (Mt 7, 4-5)
Frecuentemente, nuestra mirada es la mirada de quien juzga y que, instintivamente, condena y, a
veces, severamente; sólo hay una mirada capaz de salvar y esta es la mirada de Dios, que libera y
salva; he aquí por qué la corrección fraterna tiene sentido de eficacia solo si nace de un corazón
misericordioso que, antes de medirse sobre el hermano, se mide con el amor sin límites de Dios, el
cual: “No se alegra de la muerte del pecador sino más bien que desista de su conducta y viva” (Ez
18, 23).
Así, la corrección fraterna tiene esta finalidad: iluminar a los hermanos que, con nosotros, dan vida a
una misma comunidad, sea esta la familia, un grupo de amigos, un grupo eclesial, una comunidad
religiosa, o cualquier otro tipo de comunidad, para iluminarles, exhortarles y ayudarles en todas las
formas a recorrer juntos el camino que Cristo nos ha indicado, abandonando los atajos y los caminos
tortuosos que nos ponen en contraste con la ley de Dios y con las enseñanzas de Jesús.
Evidentemente, no se trata de juzgar a quien está a nuestro lado; sabemos bien que el mandamiento
de Jesús es: “No juzguen y no serán juzgados. Porque con la vara que midan serán medidos
también ustedes…” (Mt 2, 1); se trata, más bien, de exhortar con amor fraterno con el estilo que tuvo,
por ejemplo, san Pablo, que propone que se viva como hermanos, sin otra deuda recíproca que no sea
la del amor, y es señal de amor exhortarse recíprocamente en el cumplimiento de la ley de Dios: “De
hecho, -nos dice el apóstol-, el precepto: ‘no cometer adulterio, no matar, no robar, no desear’ y
cualquier otro mandamiento, se resumen en estas palabras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti
mismo’. El amor, pues, no hace ningún mal al prójimo: el pleno cumplimiento de la ley es el amor”.
La corrección fraterna es, entonces, un auténtico gesto de amor.
Por eso, si nosotros primero, recorremos el camino que lleva a la salvación es la obediencia a la ley
de Dios, si nosotros primero, hemos recibido en nuestra vida a Cristo como Maestro y Camino que
conduce al Padre, persuadidos y felices de la bondad de nuestra opción, sabremos bien testimoniarla
y proponerla a los demás, sabremos, conscientes de que no nos salvamos solos, que todos aquellos
que están a nuestro lado y forman con notros un mismo tejido comunitario deben ser tutelados,
ayudados, advertidos: “con amor por la persona, -como dice san Agustín-, y odio solamente por el
mal”.
Cuando hablamos de corrección fraterna, práctica antiquísima de las comunidades cristianas, no
hablamos entonces de una actitud tacaña, mezquina, pedante, rígida, beata, que se hace fácilmente
hipócrita e inhumana; hablamos de algo distinto que exige madurez, inteligencia, prudencia,
delicadeza y tolerancia; hablamos de una vigilancia afectuosa que nace de una confianza recíproca,
de un conocimiento profundo de las personas que nos están cercanas, conocimiento de su historia, del
ambiente social y cultural en que han madurado, de sus capacidades, de sus proyectos y deseos, así
como de sus fragilidades que pueden inducirlos en la tentación de dejarse seducir, hoy más que nunca,
de los falsos ídolos que propone el ambiente corriente.
Dios ha confiado el hombre a los cuidados del hombre, que es su hermano; y también a nosotros, él
puede repetir hoy aquella antigua pregunta: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4, 9). En este sentido, el
texto del profeta Ezequiel enciende una luz para nosotros, cuando refiere la palabra del Señor que
dice: “Hijo de hombre, yo te he constituido centinela para los israelitas; escucharás una palabra
de mi boca y tú les advertirás de parte mía. Si yo digo al impío: ‘impío, tú morirás’, y tú no hablas
para apartar al impío de su conducta, él, el impío, morirá por su iniquidad; pero, de su muerte, te
pediré cuenta a ti. Pero si tú habrás amonestado al impío de su conducta para que se convierta y
él no se convierte, él morirá por su iniquidad, y tú en cambio, serás salvado”.
La corrección fraterna es entonces, una palabra amiga, a veces una palabra fuerte, pero que nace del
corazón, una palabra inteligente y rica de humanidad que se hace eco de la palabra de Dios para
indicar al hermano, al amigo, el camino seguro de la salvación, protegiéndole de las inclinaciones
peligrosas que conducen lejos de Dios.
Puede suceder, sin embargo, por diferentes motivos, que el reclamo al hermano que se equivoca no
encuentre escucha y acogida; y también, la gradualidad de la corrección proporcional obviamente a
la falta; grados que encontramos en las mismas palabras del Señor, que dice: “…si no escuchara,
toma contigo una o dos personas para que todo sea resuelto bajo la palabra de dos o tres testigos.
Si luego, no escuchara tampoco a estos, dilo a la asamblea; y, si no escuchara tampoco a la
asamblea, sea para ti como un pagano y publicano”.
Es el caso extremo de quien aun perteneciendo a un mismo contexto comunitario y, de modo
particular a la Iglesia, atropella constantemente, deliberadamente y de modo grave los principios y
los preceptos, sean los de la fe como los del comportamiento ético y moral; aquel que no se reconoce
más en la comunidad, o en la Iglesia, se pone a sí mismo fuera de ella; esto es lo que significan las
palabras de Cristo que dicen: “sea para ti como un pagano y publicano”.
Esto, sin embrago, no significa que el interés y el amor por quien se ha puesto fuera de la comunidad
deba faltar; la solicitud por la salvación de toda persona es prerrogativa del ser cristiano, por quien,
como Cristo ha venido por los enfermos y por los pecadores, cada uno de nosotros ha de tener vivo
en el corazón el ansia por la salvación de quienes se han alejado y la esperanza de que estos, un día,
revisándose, vuelvan a la comunión con el Padre y con los hermanos.
Y aun cuando la corrección fraterna fallase, la esperanza no debe faltar nunca, ni debe desvanecerse
la caridad, según el modelo sublime que Cristo nos ha revelado en la parábola del hijo pródigo, aquel
joven aventurero capaz de gastarse en breve tiempo un notable capital y sin embargo siempre presente
en el corazón de su padre, imagen de Dios, que desde lejos escruta el horizonte con el deseo de ver,
finalmente aparecer la figura del hijo “perdido”. (Lc 15, 20)
Como él, también nosotros, sin considerarnos mejores que los demás, debemos esperar con la
esperanza, mantenida viva por la caridad, que quien se ha alejado, regrese para gozar del abrazo del
Padre, del grande don de la comunión fraterna y de la felicidad de sentirse nuevamente entre los
hermanos.
Fr. Arturo Ríos Lara, OFM.

ESTÁ ENTRE NOSOTROS

Aunque las palabras de Jesús, recogidas por Mateo, son de gran importancia para la vida de
las comunidades cristianas, pocas veces atraen la atención de comentaristas y predicadores.
Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos”.
Jesús no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San Pedro en Roma.
Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de ellos. No es necesario que esté presente
la jerarquía; no hace falta que sean muchos los reunidos.
Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan
descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”: que escuchen
su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro
de su pequeño grupo.
Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas
comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones,
proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva.
Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de cualquier
manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones religiosas. Seremos
muchos o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por
su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.
Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para
escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu,
para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.
El futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en
nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el Papa
Francisco en el Vaticano. No podemos tampoco poner nuestra esperanza en el puñado de
sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra única esperanza es Jesucristo.
Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de
Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz
de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos
tiempos de incredulidad. La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente.
Los decretos de reformas, necesarios. Pero nada tan decisivo como el volver con radicalidad
a Jesucristo.

José Antonio Pagola.

Domingo XXIII Tiempo Ordinario (A)

El amor es la plenitud de la Ley


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 3, 8-10

Hermanos:
Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya
cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: «No cometerás adulterio, no matarás, no
robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo».
El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.

Palabra de Dios.
ALELUIA 2Cor 5, 19
Aleluia.
Dios estaba en Cristo,
reconciliando al mundo consigo,
confiándonos la palabra de la reconciliación.
Aleluia.

EVANGELIO
Si te escucha, habrás ganado a tu hermano
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos:


Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por
la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si
tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que
desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre
que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre,
yo estoy presente en medio de ellos.

Palabra del Señor.

Guión para la Santa Misa

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario A

Entrada: En la misa Dios nos ilumina para que veamos nuestras faltas y con amor de Padre
nos corrige y nos perdona. La corrección fraterna nace de este amor misericordioso que brota
del sacrificio del altar.

Liturgia de la Palabra

Primera lectura: Ezequiel 33, 7- 9


Advertir al pecador de su mala conducta es una obra de misericordia que no podemos omitir.

Salmo Responsorial: 94

Segunda lectura: Romanos 13, 8- 10


El amor es la plenitud de la ley.
Evangelio: Mateo 18, 15- 20
Jesús enseña a los Apóstoles a corregir al que peca para evitar que se pierda.

Preces:

Confiando en la promesa de Jesús, que nos asegura la benevolencia del Padre si


pedimos en su Nombre, unámonos en la súplica comunitaria.

A cada intención respondemos cantando:

*Por las intenciones del Papa Francisco respecto a su solicitud por las familias y por los frutos
del Sínodo dedicado a ellas. Oremos.

*Para que la Iglesia pueda llegar allí donde todavía no hay comunidades católicas y las almas
puedan recibir la buena noticia del Evangelio y se salven. Oremos.

*Para que la devoción a la Madre de Dios arraigue cada vez más en los corazones de los
cristianos y esta unión con la Virgen Madre les ayude a unirse mejor a Jesús, Verbo
Encarnado. Oremos.

*Por todos los difuntos y por las almas del purgatorio para que por este santo sacrificio
obtengan la dicha eterna de ver el rostro de Dios en el cielo. Oremos.

Señor, que has elegido a los pobres para hacerlos herederos del Reino, ayúdanos a
ser desprendidos y acuérdate de aquellos por quienes te hemos suplicado, por
Jesucristo nuestro Señor.

Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Para celebrar la Eucaristía con una verdadera participación presentamos:

* Alimentos para los más pobres, a quienes Dios ama con predilección.
* Pan y vino que junto con las obras de nuestras manos serán transformados en la Obra de
Cristo: la redención de los hombres.

Comunión: Purifica mis labios y mi corazón, Divino Maestro, para que pueda recibirte
siempre con el alma más encendida en tu santo Amor.

Salida: María, Madre y modelo de caridad, nos enseñe a ser instrumentos de reconciliación
de los hombres entre sí y con Dios nuestro Padre.

Exégesis
José María Solé Roma, C.F.M.
EZEQUIEL 33, 7-9:

Este oráculo de Ezequiel contiene enseñanzas muy importantes:


— Se matiza la función profética. El Profeta es centinela y pastor. No basta con que proclame
los oráculos de Dios. No puede descansar mientras los hombres vayan extraviados. Ha de ir
tras ellos hasta convertirlos y volverlos a Dios (7). Todo Profeta tiene un compromiso de
apostolado.
— Igualmente se acentúa la responsabilidad que atañe a todo Profeta de Dios. Dios le
demandará cuentas de todas las almas que se extraviaron por su negligencia o cobardía (8-
9).
— En la Iglesia se mantiene esta urgencia y responsabilidad apostólica: «La razón de la
actividad misionera se basa en la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres sean
salvos y vengan al conocimiento de la verdad. La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para
ser el sacramento universal del salvación, por exigencias de su catolicidad y obedeciendo al
mandato de su Fundador, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres. Porque
los Apóstoles mismos, siguiendo las huellas de Cristo, predicaron la Palabra de la verdad y
engendraron las Iglesias. Obligación de sus sucesores es dar perennidad a esta obra, para que
la Palabra de Dios sea difundida y se anuncie y establezca el Reino de Dios en toda la tierra.
Se requiere, pues, el ministerio de la Palabra para que llegue a todos elEvangelio» (Ad Gentes
1.7. 20). «El Espíritu Santo inspira la vocación misionera. El llamado debe responder a la
vocación de Dios, de suerte que, no asintiendo a la carne ni a la sangre (Gál 1, 16), se entregue
totalmente a la obra del Evangelio. El enviado entra en la vida y en la misión de Cristo. Por
eso debe estar dispuesto a renunciarse a sí mismo, a anunciar con libertad el misterio de
Cristo, cuyo legado es, de suerte que se atreva a hablar de Él como conviene, no
avergonzándose del escándalo de la cruz. Dé testimonio de su Señor con su vida enteramente
evangélica, con mucha paciencia, con longanimidad, con suavidad, con caridad sincera, y, si
es necesario, hasta con la propia sangre» (ib. 24). En estas orientaciones del Concilio queda
claro que el carisma misionero implica ser profeta, apóstol y pastor.

ROMANOS 13, 8-10:

San Pablo nos da en perfumado ramillete las excelencias de la caridad:


— La caridad es una deuda insaldable que siempre nos urge (8). Con otras deudas luego de
pagadas quedamos en paz. Pero jamás saldamos la deuda del amor. Quien ama más más debe
aún amar.
— La caridad es la síntesis de la Ley (9). Quien de veras ama a Dios y a su prójimo no sólo
nunca hará nada contra Dios o el prójimo, sino que positivamente traducirá su amor en obras
(9b).
— La caridad es la plenitud de toda Ley. Sin ella tenemos formalismo o hipocresía. Hay que
reavivar incesantemente con el latido cálido de la caridad toda observancia exterior de la Ley.
«Cristo es quien nos reveló que Dios es Caridad. Y a la vez nos enseña que la ley fundamental
de la perfección humana es el mandamiento nuevo del amor» (GS 38).La caridad no sólo es
don, sino también presencia del Espíritu Santo. Sólo con ella el carismático es grato a Dios.
La caridad debe, por tanto, embeber todos los carismas,

MATEO 18, 15-20:


En la familia Mesiánica todo debe estar regido por el amor:
— Por amor hay que ir en busca del hermano desviado (15-17). En las instrucciones de Jesús
a sus Apóstoles les intima cómo han de agotar todas las posibilidades de un pastor solícito y
abnegado para retornar al buen camino a las ovejas descarriadas.
— En este contexto del celo pastoral nos pone San Mateo los poderes que Cristo otorga a los
Apóstoles: de perdonar toda suerte de pecados. Poder que ellos deben ejercitar ampliamente
apenas adviertan en el pecador el primer brote de arrepentimiento (18). Cristo deja en la
Iglesia el Sacramento de la Reconciliación o de la Penitencia. Los Apóstoles deben
administrarlo con la máxima generosidad (21-35).
— Y es también en este contexto eclesial donde Mateo inserta la riquísima promesa de Cristo
de estar siempre con nosotros y en nosotros. Es Cristo quien aglutina a toda su Iglesia, a todos
los fieles. Por esto, cuando éstos ruegan y se dirigen al Padre, el Padre los atiende. En Cristo
nos ve y nos ama el Padre (19). «En su Nombre» nos presentamos llenos de confianza ante
el Padre. «En su Nombre» quedamos todos unidos y hermanados. No olvidemos nunca esta
presencia misteriosa de Cristo: «Cristo está siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la
acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, sea
sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de
modo que, cuando alguienbautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su Palabra, pues
cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último,
cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: Donde estén dos o tres
congregados en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» (S.C. 7).
— Jesús promete y garantiza a su Iglesia su «Presencia» pluriforme y eficientísima:
a) Presente en sus ministros cuando éstos ejerzan sus funciones ministeriales (v 18).
b) Presente en cuantos se reúnan para orar (19).
c) Presente a su Iglesia en todas sus vicisitudes (20). Es el «Emmanuel»: «Dios-con-
nosotros» hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).
Esta presencia de Cristo en el corazón de cada fiel y en medio de su Iglesia, valoriza la
persona de los creyentes aun a los ojos del Padre; y asegura la caridad que debe reinar entre
los discípulos de Cristo: «Quien recibiere en mi nombre a uno de los que en Mí creen, por
humilde y pequeño que él sea, a Mí me recibe» (Mt 18, 5). Tan cierto y real es que Cristo
vive entre nosotros y en nosotros. A Él amamos cuando amamos a un hermano en la fe. A Él
ofendemos cuando faltamos contra uno de sus fieles.

SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona, 1979, pp. 236-
239

Comentario Teológico
Gran Enciclopedia Rialp

Corrección fraterna
En sentido estricto, se define como un acto de caridad hacia el prójimo, obra de misericordia
espiritual, que consiste en la advertencia hecha privadamente a una persona para apartarla
del pecado, o de un peligro de pecado. En un sentido más amplio, por c. f. se entienden
también otros medios, no solamente advertencias, mediante los cuales ayudamos a alguna
persona a hacer el bien. Por ej., manifestar disgusto ante una determinada conducta del
corregido, dar buen ejemplo a otros cristianos para ayudarles a salir de su negligencia en vivir
determinadas virtudes, etc. En todo caso, los autores señalan que el fin de la c. f. es siempre
la mejora espiritual y el apartar al prójimo del pecado. Por tanto, la c. hechas por otros
motivos: porque la conducta causa escándalo, porque se está haciendo algún daño material a
terceros, etcétera, no son exactamente c. f. Hay que precisar, sin embargo, que con el hecho
de apartar a alguien del pecado, se suelen alcanzar también, de modo secundario, esos otros
efectos.
La corrección fraterna en la Sagrada Escritura y en la Tradición. En el A. T. se inculca el
deber de corregir al prójimo de sus errores: «Habla a tu prójimo, no sea que no lo haya hecho,
y si lo hizo, que no lo repita. Habla a tu amigo, no sea que no lo haya dicho, y si lo dijo, que
no vuelva a decirlo. Amonesta al prójimo antes de reñirle» (Eccli. 19,13.14.17). Y se indica
también la conveniencia de aceptar bien, con agradecimiento, la c.: «No reprendas al
petulante, que te aborrecerá; reprende al sabio y te lo agradecerá. Da consejos al sabio y se
hará más sabio todavía; enseña al justo y acrecerá su saber» (Prv 9,89). De manera más
precisa, Jesucristo establece el precepto de la práctica de la c. f.: «Si pecare contra ti tu
hermano; ve y corrígele entre ti y él solo. Si te escuchare, ganaste a tu hermano, mas si no te
escuchare, toma todavía contigo a uno o a dos, para que sobre el dicho de dos o tres testigos
se falle todo pleito, y si no les diere oídos, dilo a la Iglesia; y si tampoco a la Iglesia diere
oídos, míralo como a gentil y a publicano» (Mt 18,15 ss.). S. Pablo insiste a Timoteo: «A los
que pecaren, repréndelos en presencia de todos, para que también los demás cobren temor»
(1 Tim 5,21).
En la Iglesia primitiva la c. f. se mantiene en toda su vigencia (cfr. Didajé, 15,3). Más
tarde, S. Agustín ve en el abandono casi total de este deber un motivo principal de la caída
moral de los pueblos y del castigo de Dios (cfr., De Civit. 1,9); y recuerda en la carta a
Felicidad y a Rústico: «¿Acaso no debemos reprender y corregir al hermano, para que no
vaya hacia la muerte? Suele a veces ocurrir que, en un primer momento, se contriste, se resista
y proteste, dolido por la corrección; después, sin embargo, en el silencio de Dios, sin temor
del juicio de los hombres, puede que llegue a considerar por qué ha sido corregido, y empiece
a temer ofender a Dios si no se corrige, y considere la necesidad de no volver a hacer aquello
por lo que ha sido corregido justamente. Así, cuando crece su odio al pecado cometido, crece
más su amor al hermano, que es enemigo de su pecado». E insiste: «Y ¿quién tiene celo por
la casa de Dios? Aquel que pone empeño en corregir todo lo censurable que en ella observa:
aquel que así lo desea, y no descansa hasta lograrlo... ¿Ves a tu hermano en peligro? Deténlo,
adviérteselo, siéntelo de corazón, si es que te come el celo de la casa de Dios» (In Io, 10,9).
Obligación de practicar la corrección fraterna. Viene dada por la obligación general que
tenemos, por ley natural, de amar al prójimo. A esta obligación natural se une el precepto de
ley divino - positiva establecida por Jesucristo, como se ha indicado antes. Para señalar
quiénes están sujetos a esta obligación es preciso tener presente las características
particulares que concurren en la c. f., debido especialmente a que muchas personas no desean
ser ayudadas a liberarse de sus pecados y de sus costumbres, a pesar del daño para su alma.
Esto hace que la c. f. pueda, a veces, ser un acto difícil de cumplir, gravoso e incómodo para
quien desee practicarla; e incluso odioso, para quien la recibe. Hay que tener en cuenta,
además, las posibles consecuencias desagradables y contraproducentes para el fin que se
desea alcanzar; p. ej., indignación, disgusto, pérdida de la amistad, persecución, posibles
venganzas, etc.
Por todo esto, en la teoría y en la práctica se ha ido restringiendo el ámbito de la
responsabilidad para vivir la c. f. Concretamente, se exige sólo a las personas que por su
estado u oficio, están directamente encargadas de la formación de los demás: padres,
educadores, maestros, autoridades. Para el resto de las personas, la obligación de ejercitar la
c. f. viene determinada por las siguientes condiciones: 1) Tener la seguridad moral de que el
prójimo ha caído en un pecado, o bien que está en ocasión próxima de pecar. 2) Considerar
que la c. f. tiene una cierta posibilidad de ser eficaz; esta condición ha deentenderse en sentido
amplio; o sea, que se dé aunque la eficacia no vaya a ser inmediata. Este requisito obliga,
además, al que ha de hacer la c. f. a poner los medios más adecuados para lograr la eficacia:
p. ej., esperar el mejor momento para hacerla, prepararla con la oración y la mortificación,
etc. 3) Que la c. f. sea necesaria para que el prójimo se aparte del pecado, y que el pecador
no pueda salir de su estado si alguien no le corrige. 4) Que la c. f. sea moralmente posible, y
no comporte una grave molestia para quien tiene que ejercitarla (S. Tomás, Sum. Th. 22 q33).
Otros motivos para ejercer la corrección fraterna. Para completar este estudio tratemos
ahora la c. f., no ya desde el punto de vista de la obligación, sino desde el de la comunión de
los santos (v.). «No alimentasteis a las ovejas flacas, ni curasteis a las enfermas; no vendasteis
a las heridas, ni reunisteis a las descarriadas; no buscasteis a las que se habían perdido» (Ez
34,4). Este, y otros textos de Ezequiel (cfr. 33,6), nos sitúan en el verdadero plano de la
obligación de la c. f.: no sólo es de justicia, sino una obligación de amor a los demás, para
ayudarles a que encuentren al Señor. Nadie puede sustraerse a esta obligación de amor, ni
siquiera pensando en su poca experiencia, en su escasa edad o en sus reducidos
conocimientos; sería una infidelidad, una falta contra la fraternidad humana. Así, la c. f. es
una buena forma de compartir las penas de los hermanos, de ayudarles con palabras de
consuelo y de estímulo cuando lo necesiten (cfr. Gal 6,2), y quien la hace recibirá
recompensas (cfr. Sgo 5,19-20).
Por último, digamos que la c. f. es un medio de formación para quien la practica, ya que
el corregir a los demás ayuda a arrancar de nosotros mismos los posibles hábitos que quizá
descubrimos mejor y más claramente cuando los vemos en el prójimo.
Orden y modo de hacer la corrección fraterna. La c. f. ha de hacerse en secreto; y si esto
no produjese ningún efecto, ha de comunicarse a las personas que tengan alguna autoridad
sobre el que está en pecado. Así, no se perjudica la fama que toda persona merece y a la
que tiene derecho. Si el pecado o el mal que se desea corregir es ya público, o su publicidad
es inevitable, no es necesario mantener el secreto o el silencio. Lo mismo puede decirse
cuando el no hacer pública la c. f. produjera daño a terceros o se violaran los derechos de la
comunidad. En cuanto al modo, la c. f. ha de hacerse siempre con caridad y con
mansedumbre, claramente, con humildad y dulzura. Nunca, con espíritu de venganza o con
mala voluntad de humillar al que ha caído en el error.

V. t.: CARIDAD III; FILIACIÓN DIVINA.


BIBL.: S. TOMÁS DE AQUINO, Sum. Th. 22 q33; J. A. COSTELLO, Moral obligation of
fraternal correction, Washington 1949; U. NISIDEI, Correzione fraterna e superbia,
Montegiorgio 1941; I. VIEUJEAN, L'autretoiméme, Tournai 1952; P. PALAZZINI,
Correptio fraterna, en Dictionariummorale et canonicum, 1, Roma 1962, 979981.
E. JULIA DíAZ.
Santos Padres
San Agustín

La corrección fraterna
(Mt 18,15-18)

1. Es consejo de nuestro Señor que no nos despreocupemos recíprocamente de nuestros


pecados; no que busquemos qué reprender, sino que veamos lo que ha de corregirse. Dijo, en
efecto, que solamente quien no tiene una viga en su ojo, lo tiene capacitado para quitar la
paja del de su hermano. Qué sea esto lo voy a indicar brevemente a vuestra caridad. La paja
en el ojo es la ira; la viga, el odio. Cuando reprende al airado quien siente odio, quiere quitar
la paja del ojo de su hermano, pero se lo impide la viga que lleva en el suyo. La paja es el
comienzo de la viga, pues cuando la viga se forma, al comienzo es como una paja. Regando
la paja, la conviertes en viga; alimentando la ira con malas sospechas, la conduces al odio.

2. Grande es la diferencia entre el pecado del que se aíra y la crueldad del que odia. Aunque
nos airamos hasta con nuestros hijos, ¿dónde se encuentra uno que los odie? Incluso entre las
mismas bestias, a veces, la madre airada aleja con su cabeza al ternerillo que mama y le causa
cierta molestia, pero lo envuelve en sus entrañas de madre. Parece que le causa fastidio
cuando lo arroja; pero si le falta, lo busca. Ni es otra la forma como castigamos a nuestros
hijos, es decir, airados e indignados; pero no los castigaríamos si no los amáramos. No todo
el que se aíra odia; hasta tal punto es cierto, que a veces el no airarse aparece como prueba
de que existe odio. Suponte que un niño quiere jugar en el agua de un río, en cuya corriente
puede perecer; si tú lo ves y lo toleras pacientemente, lo odias; tu paciencia significa para él
la muerte. ¡Cuánto mejor sería que te airases y lo corrigieses, que no el dejarlo perecer sin
indignarte! Ante todo, pues, ha de evitarse el odio; ha de arrojarse la viga del ojo. Cosas muy
distintas son el que uno, airado, se exceda en alguna palabra, que borra después con la
penitencia, y el guardar encerradas en el corazón las insidias. Grande es, finalmente, la
distancia entre las palabras de la Escritura: Mi ojo está turbado a causa de la ira. De lo otro,
¿qué se dijo? Quien odia a su hermano es un homicida. Grande es la diferencia entre el ojo
turbado y el apagado. La paja turba; la viga apaga.

3. Persuadámonos, pues, en primer lugar de esto para que podamos realizar bien y cumplir
lo que se nos ha aconsejado hoy: ante todo, no odiemos. Sólo entonces, cuando en tu ojo no
hay viga alguna, ves con claridad cualquier cosa que exista en el ojo de tu hermano, y sufrirás
violencia hasta que arrojes de él lo que ves que le daña. La luz que hay en ti no te permite
descuidar la luz de tu hermano. Pues si odias y deseas corregir, ¿cómo corriges la luz tú que
la perdiste? Dice también esto con claridad la misma Escritura allí donde escribe: Quien odia
a su hermano es un homicida. Quien odia, dice, a su hermano, está en tinieblas hasta ahora.
El odio son las tinieblas. No puede suceder que quien odia a otro no se dañe a sí mismo antes.
Intenta dañarle a él exteriormente y se asola en su interior. Cuanto nuestra alma es superior
a nuestro cuerpo, tanto más debemos procurar que no sufra daño. Daña a su alma quien odia
a otro. ¿Y qué puede hacer al que odia? ¿Qué ha de hacerle? Le quita el dinero; ¿acaso
también la fe? Lesiona su fama, ¿acaso también su conciencia? Cualquier daño es exterior.
Considera ahora el daño que se hace a sí mismo. Quien odia a otro, en su interior es enemigo
de sí mismo. Mas como no es consciente del mal que se hace, se ensaña contra otro, viviendo
tanto más peligrosamente cuanto menos siente el mal que se hace, pues con su crueldad
perdió incluso la sensibilidad. Te ensañaste contra tu enemigo; con tu crueldad él quedó
desnudo, pero tú eres un malvado. Grande es la diferencia entre uno desnudo y un malvado.
Aquel perdió el dinero, tú la inocencia. Examina quién sufrió mayor daño. El perdió una cosa
perecedera, y tú te hiciste perecedero.

4. Por tanto, debemos reprender con amor; no con deseo de dañar, sino con afán de corregir.
Si fuéramos así, cumpliríamos con exactitud lo que hoy se nos ha aconsejado: Si tu hermano
pecare contra ti, corrígele a solas. ¿Por qué le corriges?¿Porque te duele el que haya pecado
contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si lo haces por amor
hacia él, obras excelentemente. Considera en las mismas palabras por amor de quien debes
hacerlo, si por el tuyo o por el de él. Si te escuchare, dijo, has ganado a tu hermano. Hazlo,
pues, por él, para ganarlo a él. Si haciéndolo lo ganas, no haciéndolo se pierde. ¿Cuál es la
razón por la que muchos hombres desprecian estos pecados y dicen: «Qué he hecho de
grande; he pecado contra un hombre»? No los desprecies. Pecaste contra un hombre; ¿quieres
saber que pecando contra un hombre pereciste? Si aquel contra quien pecaste te hubiese
corregido a solas y lo hubieres escuchado, te habría ganado. ¿Qué quiere decir que te habría
ganado, sino que hubieras perecido si no te hubiera ganado? Pues si no hubieses perecido,
¿cómo te hubiera ganado? Que nadie, pues, desprecie el pecado contra el hermano. Dice en
cierto lugar el Apóstol: Así los que pecáis contra los hermanos y herís su débil conciencia
pecáis contra Cristo, precisamente porque todos hemos sido hechos miembros de Cristo.
¿Cómo no vas a pecar contra Cristo si pecas contra un miembro de Cristo?

5. Nadie diga: «No pequé contra Dios, sino contra un hermano, contra un hombre; pecado
leve o casi nulo». Quizá dices que es leve porque se cura rápidamente. Pecaste contra el
hermano; repáralo y quedarás sano. Con rapidez cometiste la acción mortal y con rapidez
también encontraste el remedio. ¿Quién de nosotros, hermanos míos, va a esperar el reino de
los cielos, diciendo el Evangelio: Quien llamare a su hermano «Necio» será reo del fuego
de la gehena? Pánico grande; pero advierte allí mismo el remedio: Si presentares tu ofrenda
ante el altar y allí mismo te acordaras de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda
ante el altar. No se aíra Dios porque tardasen presentar tu ofrenda; Dios te quiere a ti más
que a tu ofrenda. Pues si te presentares con la ofrenda ante tu Dios con malos sentimientos
hacia tu hermano, te responderá: «Perdido tú, ¿qué me has ofrecido?» Presentas tu ofrenda y
no eres tú mismo ofrenda para Dios. Cristo busca más a quien redimió con su sangre que lo
que tú hallaste en tu hórreo. Por tanto, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete a reconciliarte
antes con tu hermano, y cuando vengas presenta la ofrenda. Mira cuan pronto se desató aquel
reato de la gehena. Antes de reconciliarte, eras reo de la gehena; una vez reconciliado,
presentas confiado tu ofrenda ante el altar.

6. Los hombres tienen facilidad para propinar injurias y dificultad para buscar la concordia.
«Pide perdón, dijo, al hombre que ofendiste, al hombre que heriste». Responde: «No me
humillaré». Si desprecias a tu hermano, escucha al menos a tu Dios: Quien se humilla, será
exaltado. ¿No quieres humillarte tú que caíste? Hay gran diferencia entre el que se humilla y
el que yace. Yaces ya en el suelo, ¿y no quieres humillarte? Con razón dirías: «No bajes», si
no hubieses querido ya derrumbarte.

7. Esto es, pues, lo que debe hacer quien cometió una injuria. ¿Qué debe hacer quien la sufrió?
Lo que hemos escuchado hoy: Si tu hermano pecare contra ti, corrígele a solas. Si descuidas
el hacerlo, peor eres tú. El hizo la injuria y con ella se hirió con grave herida; tú, ¿desprecias
la herida de tu hermano? Le ves perecer o que ha perecido, ¿y lo descuidas? Peor peca contra
nosotros, sintamos gran preocupación, mas no por nosotros, pues es algo digno de gloria el
olvidar las injurias; pero olvida la injuria que te hizo, no la herida de tu hermano. Corrígele,
pues, a solas, con la vista puesta en la corrección, respetando su vergüenza. Quizá a causa de
ella comience a defender su pecado y al que querías hacer mejor lo haces peor. Corrígele,
pues, a solas. Si te escuchare, has ganado a un hermano, pues hubiera perecido de no haberlo
hecho. Si, en cambio, no te escuchare, es decir, si defendiera su pecado como algo justo,
lleva contigo a dos o tres, porque en el testimonio de dos o tres testigos Se mantiene toda
palabra. Si ni a ellos escuchare, dilo a la Iglesia; si ni a la Iglesia escuchare, sea para ti
como un pagano y un publicano. No le cuentes ya en el número de tus hermanos. Más no por
eso ha de descuidarse su salvación. Pues aunque no contamos entre los hermanos a los
étnicos, es decir, a los gentiles y a los paganos, sin embargo, siempre buscamos su salvación.
Esto lo escuchamos de boca del Señor, que así nos aconsejaba y con tanto esmero nos
mandaba que, a continuación, añadió esto: En verdad os digo, todo lo que atéis en la tierra
quedará atado también en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado
también en el cielo. Comenzaste a considerar a tu hermano como a un publicano: le atas en
la tierra; pero atento a atarle con justicia, pues los lazos injustos los rompe la justicia. Una
vez que le hayas corregido y te hayas puesto de acuerdo con tu hermano, le desataste en la
tierra. Una vez; que le hayas desatado en la tierra, quedará desatado también en el cielo.
Mucho concedes no a ti, sino a él, porque mucho dañó, no a ti, sino a él.

8. Estando así las cosas, ¿qué significa lo que dice Salomón, según hemos escuchado hoy en
la primera lectura: Quien dolosamente hace señales con los ojos, acumula tristeza para los
hombres; quien, en cambio, censura abiertamente, engendra la paz? Si, pues, quien censura
abiertamente engendra la paz, ¿cómo manda: Corrígele a solas? Hay que temer que los
preceptos divinos se contradigan. Hemos de advertir, sin embargo, la suma concordia que
existe allí y no pensar como cierta gente vana que en su error opina que los dos Testamentos
de la Escritura, el Antiguo y el Nuevo, están en contradicción, de forma que juzguemos que
son contrarios porque un testimonio está en el libro de Salomón y otro en el Evangelio. Por
tanto, si algún ignorante y calumniador de las Sagradas Escrituras dijere:«He aquí que los
dos Testamentos se oponen; dice el Señor: Corrígele a solas; y Salomón: Quien censura
abiertamente, engendra la paz...» Entonces, ¿no sabe el Señor lo que mandó? Salomón quiere
golpear la frente del pecador; Cristo tiene consideración con el pudor de quien se avergüenza.
Allí está escrito: Quien censura abiertamente, engendra paz; aquí, en cambio: Corrígele a
solas, no en público, sino en secreto y ocultamente. Tú que tales cosas piensas, ¿quieres
conocer que los dos Testamentos no se contradicen aunque en el libro de Salomón se
encuentre aquello y en el Evangelio esto? Escucha al Apóstol. Ciertamente el Apóstol es
ministro del Nuevo Testamento. Escucha, pues, al apóstol Pablo que manda y dice: Censura
a los pecadores en presencia de todos para que los demás sientan también temor. No es ya
el libro de Salomón, sino la carta del apóstol Pablo la que parece estar en lucha con el
Evangelio. Sin hacerle injuria, dejemos un poco de lado a Salomón; escuchemos a Cristo el
Señor y a su siervo Pablo. ¿Qué dices, Señor? Si un hermano tuyo pecare contra ti, corrígele
a solas. ¿Qué dices, oh Apóstol? Censura a los pecadores en presencia de todos para que
los demás sientan también temor. ¿Qué hacer? ¿Escuchamos esta controversia en calidad de
jueces? En ningún modo; más aún, puestos bajo el juez, llamemos y pidamos que nos abra;
huyamos bajo las alas del Señor Dios nuestro. No dijo nada contrario a su Apóstol, porque
era él mismo quien hablaba en éste, según demuestran estas palabras: ¿O queréis tener una
prueba de que Cristo habla en mí? Es Cristo quien habla en el Evangelio y en el Apóstol;
Cristo dijo lo uno y lo otro; una cosa por su propia boca, la otra por la de su pregonero. En
efecto, cuando un pregonero dice algo sobre un tribunal, no se escribe en las actas: «Dijo el
pregonero», sino que se escribe que lo dijo aquel que mandó al pregonero decirlo.

9. Escuchemos, hermanos, estos dos preceptos en forma de comprenderlos y situarnos en


plan de paz entre uno y otro. Pongámonos de acuerdo con nuestro corazón, y la Escritura
santa no aparecerá discorde en ninguna de sus partes. Son totalmente ciertas; una y otra cosa
son verdaderas, pero debemos discernir cuándo hemos de hacer una cosa y cuándo otra; a
veces hay que corregir al hermano a solas, y otras veces hay que corregirlo en presencia de
todos para que los demás sientan también temor. Si una vez hemos de hacer esto y otra
aquello, tenemos la concordia de las Escrituras y, llevándolo a la práctica y obedeciendo a
los preceptos, no erraremos. Pero me dirá alguien: «¿Cuándo he de comportarme de una
manera y cuándo de otra, no sea que corrija a solas cuando tenga que corregir en público, o
que corrija en público cuando deba corregir en secreto?»

10. Pronto verá vuestra caridad cuándo ha de hacer una cosa y cuándo otra; pero ¡ojalá no
seamos perezosos en el obrar! Poned atención y ved: Si un hermano tuyo, dijo, pecara contra
ti, corrígele a solas. ¿Porque pecó contra ti. ¿Qué significa «pecó contra ti»? Sólo tú sabes
que pecó; puesto que fue en secreto cuando pecó, busca en secreto el momento de corregir
ese pecado. Pues si sólo tú sabes que pecó contra ti y quieres censurarle en presencia de todos,
no eres ya un corrector, sino un traidor. Advierte cómo un varón justo, sospechando en su
mujer tan gran pecado, lleno de benignidad, la perdonó, antes de saber de quién había
concebido, pues la había visto embarazada y sabía que no se había acercado a ella. Quedaba
en pie cierta sospecha de adulterio, y, sin embargo, dado que sólo él lo había notado, que sólo
él lo sabía, ¿qué dice de él el Evangelio? José, sin embargo, siendo varón justo y no queriendo
delatarla. Su dolor de marido no buscó venganza; quiso ser provechoso a la pecadora, no
castigarla. No queriendo, dijo, delatarla, quiso abandonarla ocultamente. Cuando estaba
pensando estas cosas, se le apareció en sueños el ángel del Señor y le indicó de qué se trataba,
que no había violado el lecho del marido, puesto que había concebido del Espíritu Santo al
Señor de ambos. Pecó, pues, tu hermano contra ti; si sólo tú lo sabes, entonces pecó
verdaderamente sólo contra ti. Si te hizo una injuria oyéndola muchos, también pecó contra
ellos, a los que hizo testigos de su maldad. Digo, hermanos amadísimos, algo que podéis
reconocer también vosotros en vosotros mismos. Cuando en mi presencia alguien hace una
injuria a mi hermano, lejos de mí el considerar ajena a mi persona aquella injuria. Sin duda
alguna me la hizo también a mí; más aún, es mayor la hecha a mí, a quien pensó que agradaba
lo que hacía. Por tanto, se han de corregir en presencia de todos los pecados cometidos en
presencia de todos. Han de corregirse más en secreto los que se cometen más en secreto.
Diversificadlos momentos y concuerda la Escritura.
11. Obremos así; de ese modo se ha de obrar no sólo cuando se peca contra nosotros, sino
también cuando peca cualquier hombre, en forma que su pecado sea desconocido a los demás.
Debemos corregir y censurar en secreto, no sea que queriendo hacerlo en público delatemos
al hombre. Nuestra intención es censurar y corregir; ¿y si el enemigo desea escuchar algo
que le lleve al castigo? Suponeos que el obispo, y sólo él, sabe que alguien es un homicida.
Yo quiero corregirlo públicamente, pero lo que tú buscas es ponerle en la lista de los
acusados. Ni lo delato, ni me desentiendo de él en ningún modo; lo corrijo en secreto, le
pongo ante los ojos el juicio de Dios; lo aterrorizo con la conciencia manchada de sangre; le
persuado a que haga penitencia. De esta caridad hemos de estar imbuidos. Por lo cual, a veces
nos echan en cara los hombres el que apenas corregimos; o juzgan que no sabemos lo que en
realidad sabemos, o piensan que callamos lo que sabemos. Pero quizás lo que tú sabes lo sé
yo también, aunque la corrección no la hago ante ti, porque quiero sanar, no acusar. Los
hombres se convierten en adúlteros en sus casas, pecan en secreto; con frecuencia nos
informan de ello sus esposas, casi siempre por celos, pero a veces buscando la salvación de
sus maridos. Nosotros no los delatamos en público, pero los censuramos en secreto. El mal
debe morir donde se cometió. No descuidamos, pues, aquella herida; como primera cosa
mostramos al hombre enredado en tal pecado y cargado con una conciencia manchada, que
aquella herida es mortal; cosa que, a veces, llevados de no sé qué perversidad, desprecian
quienes lo cometen. E ignoro también a donde van a buscar testimonios vanos y sin autoridad,
para decir: «Dios no se preocupa de los pecados de la carne». ¿Dónde queda lo que hemos
escuchado hoy: Dios juzga a los fornicarios y adúlteros? Pon atención, por tanto, quien
quiera que seas el que sufres tal enfermedad. Escucha lo que dice Dios, no lo que te dice tu
alma alimentando tus pecados, o tu amigo atado como tú con la misma cadena de la maldad
o, mejor, enemigo tuyo y suyo. Escucha, pues, lo que dice el Apóstol: Sea honrado el
matrimonio en todos, e igualmente el lecho inmaculado, pues Dios juzga a los fornicarios y
adúlteros.

12. Ea, pues, hermano; corrígete. ¿Temes caer en la lista de tu enemigo y no temes el juicio
de Dios? ¿Dónde queda la fe? Teme mientras hay tiempo para temer. El día del juicio está
ciertamente lejano, pero el día último de cada hombreen concreto no puede estar muy lejano,
puesto que la vida es breve. Y como la misma brevedad es incierta, desconoces cuándo te ha
de llegar tu último día. Corrígete hoy, pensando en el mañana. Sé ate de provecho, incluso
para ahora, la corrección que recibes en secreto. Hablo en público, pero censuro en secreto.
Llamo a los oídos de todos, pero llamo a juicio a las conciencias de algunos. Si dijera: «Tú,
adúltero, corrígete», quizá comenzase hablando sin conocimiento de causa; quizá se tratase
de una sospecha, de algo creído temerariamente. No digo: «Tú, adúltero, corrígete», sino:
«Quienquiera que en este pueblo sea adúltero, corríjase». La corrección es pública, perola
enmienda secreta. Estoy seguro de que quien sienta temor se corregirá.

13. No diga en su corazón: «Dios no se preocupa de los pecados de la carne». ¿No sabéis,
dice el Apóstol, que sois templos del Espíritu Santo y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros? A quien violare su templo, Dios lo destruirá. Que nadie se lleve a engaño. Pero
quizá diga alguien: «Templo de Dios es mi alma, no mi cuerpo, pues añadió también este
testimonio: Toda carne es heno y todo el esplendor de la carne, como flor del heno».
¡Desdichada interpretación! ¡Pensamiento digno de castigo! Se compara a la carne con el
heno por que muere; pero ¡cuídese de resucitar manchado con crímenes lo que muere en el
tiempo! ¿Quieres ver explicada allí mismo esa sentencia? ¿No sabéis, dice el mismo Apóstol,
que vuestros cuerpos son en vosotros templo del Espíritu Santo que recibís de Dios?
Despreciabas el pecado corporal; ¿desprecias el pecado contra el templo? Tu mismo cuerpo
es el templo del Espíritu Santo en ti. Mira ya qué has de hacer con el templo de Dios. Si
eligieses cometer un adulterio en la iglesia, dentro de estas paredes, ¿quién habría más
criminal que tú? Ahora bien, tú mismo eres templo de Dios. Cuando entras, cuando sales,
cuando estás en tu casa, cuando te levantas, eres templo. Mira lo que haces; procura no
ofender al que mora en él, no sea que te abandone y te conviertas en ruinas. ¿No sabéis, dijo,
que vuestros cuerpos—y hablaba de la fornicación, para que no despreciasen los pecados
corporales—son en vosotros templo del Espíritu Santo, que recibís de Dios, y que no os
pertenecéis? Habéis sido comprados a gran precio. Si desprecias tu cuerpo, considera tu
precio.

14. Yo sé, y conmigo lo sabe todo hombre que lo haya considerado con un poco más de
atención, que, entre los que temen a Dios, sólo quien piensa que ha de vivir más todavía no
se corrige bajo el peso de sus palabras. Eso es lo que mata a muchos; mientras dicen:
«Mañana, mañana» su boca se cierra repentinamente. Permaneció fuera con voz de cuervo,
porque no tuvo el gemido de la paloma. «Cras, cras» (mañana, mañana),es la voz del cuervo.
Gime como una paloma y golpea tu pecho; herido con esos golpes, corrígete, para no dar la
impresión de que no hieres tu conciencia, sino que con los puños pavimentas tu mala
conciencia y la haces más sólida, nomás correcta. Gime, pero no con un vano gemido. Quizá
te dices a ti mismo: «Dios me ha prometido el perdón para cuando me corrija; estoy tranquilo;
leo en la divina Escritura: En el día en que se convierta de todas sus maldades y obre con
justicia, yo olvidaré todas las maldades del malvado. Estoy tranquilo; cuando me corrija,
Dios me perdonará todos mis males». ¿Qué puedo decir yo? ¿He de reclamar contra Dios?
¿Voy a decirle: «No le concedas el perdón»? ¿Podré decir que no se halla escrito eso, que
Dios no prometió el perdón? Si esto dijera, diría una falsedad. Dices bien, dices la verdad;
Dios prometió el perdón a tu corrección; no lo puedo negar. Pero dime, te lo suplico; estoy
de acuerdo contigo, te lo concedo; reconozco que Dios te prometió el perdón, pero ¿quién te
ha prometido el día de mañana? En el texto en que lees que has de recibir el perdón si te
corriges, léeme cuánto tiempo has de vivir. «No lo leo», dices. Ignoras, por tanto, cuánto has
de vivir. Corrígete y estate siempre preparado. No temas al último día como a un ladrón que,
mientras tú duermes, abre un boquete en tu pared; al contrario, estate en vela y corrígete ya
hoy. ¿Por qué lo difieres para mañana? Supón que la vida sea larga; sea buena, aunque larga.
Nadie difiere una comida larga y buena, ¿y quieres tener tú una vida larga y mala?
Ciertamente, si es larga, mejor que sea buena; si es breve, cosa buena ha sido el hacerla
buena. Así pasa con los hombres; descuidan su vida y sólo a ella la quieren tener mala. Si
compras una villa, la quieres buena; si quieres tomar esposa, la eliges buena; si quieres que
te nazcan hijos, los deseas buenos; si tomas prestadas unas cáligas, no las quieres malas; ¡y
amas una vida mala! ¿En qué te ha ofendido tu vida para que sólo a ella la quieras mala, de
forma que entre todos tus bienes sólo tú seas malo?

15. Por tanto, hermanos míos, si quisiera corregir a alguno por separado, quizá me hiciese
caso; a muchos de vosotros corrijo en público; todos me alaban; ¡que alguno me haga caso!
No amo al que me alaba con la boca y me desprecia en el corazón. Si me alabas y no te
corriges, te conviertes en testigo contra ti mismo. Si eres malo y te agrada lo que digo,
desagrádate a ti mismo, porque, si siendo malo estás a disgusto contigo, una vez corregido te
agradarás a ti mismo, cosa que dije, si no me engaño, anteayer. En todas mis palabras presento
un espejo. Y no son mías, sino que hablo por mandato del Señor, por cuyo temor no callo.
Pues ¿quién no elegiría callar y no dar cuenta de vosotros? Pero ya aceptamos la carga que
ni podemos ni debemos sacudir de nuestros hombros. Escuchasteis, hermanos, cuando se leía
la carta a los hebreos: Obedeced a vuestros superiores y estadles sometidos, porque ellos
vigilan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta de vosotros, para que lo hagan
con gozo y no con tristeza, pues no os conviene a vosotros. ¿Cuándo hacemos esto con gozo?
Cuando vemos a los hombres progresar por el camino de la palabra de Dios. ¿Cuándo trabaja
con alegría el labrador en su campo? Cuando mira al árbol y ve el fruto; cuando mira la
cosecha y ve la abundancia de fruto en la era. No fue vano su trabajo, no dobló los riñones
en vano, no fue inútil el que sus manos estén encalladas; no resultó inútil el frío y el calor
soportado. Esto es lo que dice: Vara que lo hagan con gozo y no con tristeza, pues no os
conviene a vosotros. ¿Dijo acaso: «No les conviene a ellos»? No, sino que dijo: No os
conviene a vosotros. Pues a los superiores les conviene entristecerse a causa de vuestras
maldades; la misma tristeza les resulta provechosa; pero no os conviene a vosotros. No
queremos nada que nos convenga a nosotros si no os conviene también a vosotros. Por tanto,
hermanos, hagamos el bien al mismo tiempo en el campo del Señor, para que disfrutemos
juntos de la recompensa.

SAN AGUSTÍN, Sermones (2º) (t. X). Sobre los Evangelios Sinópticos, Sermón 82, 1-15,
BAC Madrid 1983, 467-83

Aplicación
P. Gustavo Pascual, I.V.E.
La corrección fraterna
Mt 18, 15-20

El domingo pasado escuchábamos el relato de la reprensión que hace el Señor a


Pedro y la necesidad de tomar la cruz para ir detrás de Jesús, para ser su discípulo.
En éste domingo se nos enseña la corrección entre hermanos. Jesús enseña la
corrección fraterna, sin embargo, Él no siguió su enseñanza en la corrección a Pedro. No lo
corrigió a solas sino que lo corrigió delante de todos[1]. Lo corrigió delante de todos porque
el escándalo que Pedro puso a Jesús es el escándalo más difícil de sortear a todo el que quiera
ser como Jesús. Es un escándalo, podríamos decir, general, público y Jesús corrige a Pedro
en público y advierte del escándalo a sus discípulos. Jesús corrige como Maestro y no hace
en este caso corrección fraterna.
Jesús es el Enviado del Padre y enseña lo que el Padre le manda y enseña para
todos los que quieran llegar al Padre. El camino es Él mismo que cumple en todo la voluntad
del Padre e imitarlo es caminar por Él y el que así lo haga llegará infaliblemente al Padre.
Jesús enseñó con su doctrina y con su vida el camino, y sus seguidores tienen la misma
misión: guiar a los hombres por ese camino, ser los atalayas de la Iglesia para trasmitir la
enseñanza, para advertir, para corregir. Jesús advirtió a sus discípulos del peligro de rechazar
la cruz y sus discípulos deberán hacer lo mismo en la Iglesia, si quieren ser fieles a su misión.
Los que se desentienden de esta misión corren el riesgo de morir[2] y no son atalayas sino
perros mudos[3].
La corrección que deben hacer los pastores de la Iglesia es fundamental pero
también la corrección que debemos hacernos entre hermanos. ¿Por qué? Porque las ofensas
de un hermano a otro lesionan la caridad fraterna y la caridad fraterna es lo que da solidez a
la Iglesia. La caridad fraterna es “vínculo de perfección”[4] y es la plenitud de la ley[5]. La
Iglesia, edificio espiritual, se construye con muchas piedras unidas entre sí por la caridad. Si
no hay caridad no hay solidez en la construcción y por tanto nadie quiere permanecer en ella.
Nadie quiere entrar y todos quieren salir de un edificio que no tiene solidez porque corren el
riesgo de morir[6]. Si no hacemos la corrección fraterna somos peores que el que peca.
Nos advierte el Señor que no debemos despreciar nuestros pecados, ni buscar lo que debemos
reprender, sino ver lo que debemos corregir: debemos corregir con amor, no con deseo de
hacer daño, sino con intención de corregir; si no lo hacéis así, os hacéis peores que el que
peca: éste comete una injuria, y cometiéndola se hiere a sí mismo con una herida profunda:
despreciáis vosotros la herida de vuestro hermano, pues vuestro silencio es peor que su
ultraje[7].
La caridad fraterna es una obra de misericordia espiritual: corregir al que yerra. Es
la advertencia (con la palabra, con un gesto, etc.) hecha al prójimo culpable (especialmente
si lo es por ignorancia o negligencia) en privado y por pura caridad, de hermano a hermano,
para apartarle del pecado, sea sacándolo de él o evitando que lo cometa.
Es obligación grave, ya que no sólo debemos ayudar al prójimo en sus necesidades
materiales, sino también en las espirituales. Es un mandato del Señor como hemos escuchado
en el Evangelio. Esta corrección se refiere a los pecados mortales ya cometidos y a los
veniales, que por su frecuencia o consecuencias, pueden llevar al pecado mortal. Y los
pecados materiales cometidos con ignorancia invencible hay que corregirlos si producen
escándalo, si hay peligro de contraer malos hábitos o si afectan al bien común. Debe hacerla
todo el que tenga caridad y un recto juicio racional, aun cuando sea un pecador. Y de
ordinario se hace a los iguales o inferiores, aunque a veces también a los superiores, sin
olvidar en el modo que son superiores.
Para que sea conveniente y obligatoria debe ser sobre materia cierta, y presentada manifiesta
y espontáneamente; debe haber necesidad, previendo que el prójimo no se corregirá sin ella;
debe ser útil, es decir, no ser contraproducente ni dudarse del éxito probable; debe ser posible,
o sea, que pueda hacerse sin grave molestia o perjuicio del corrector, a menos que por oficio
o piedad familiar deba hacerla; y, finalmente, debe ser oportuna, sopesando cuidadosamente
tiempo, lugar y modo.
En el modo debe ser:
Caritativa, buscando sólo el bien del corregido y extremando la dulzura y suavidad
de la forma: “Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales,
corregidle con espíritu de mansedumbre”[8]; paciente, aunque no se obtenga enseguida
resultados positivos, hay que volver una y otra vez, hasta que suene la hora de Dios, como la
gota de agua que lenta y perseverante horada la piedra; humilde, considerando siempre cómo
lo haría Cristo en mi lugar, sin presunción ni altanería; prudente, elegir el momento y la
ocasión, difiriéndolo si el culpable está turbado o delante de otros, encomendándolo a otro si
lo haría mejor, evitando en lo posible humillarlo; discreta, no corregir todos los defectos, ni
hacerla a cada momento y a propósito de todo. No hay que ser inquisidores de la vida ajena,
evitando el celo indiscreto; ordenada, salvar la fama, en lo posible siguiendo el orden del
Evangelio. Primero, en privado; luego, ante uno o dos testigos; y finalmente, a la autoridad.
Si se duda de su efectividad, o el pecado afecta al bien común, puede y debe invertirse este
orden[9].
La corrección fraterna puede, a veces, ser un acto difícil de cumplir, gravoso e
incómodo para quien desee practicarla; e incluso odioso, para quien la recibe. Hay que tener
en cuenta, además, las posibles consecuencias desagradables y contraproducentes para el fin
que se desea alcanzar; p. ej., indignación, disgusto, pérdida de la amistad, persecución,
posibles venganzas, etc. pero es peor no hacerla. No corregir al prójimo por caridad destruye
la comunión, sea en la familia, en una agrupación, entre amigos, entre vecinos, en un pueblo,
en una ciudad. San Agustín ve en el descuido de esta obligación un motivo principal de la
caída moral de los pueblos y el castigo de Dios[10].
A veces, buscamos atajos a la corrección fraterna, y estos atajos son: la crítica, la
murmuración, la indiferencia, la indignación, el resentimiento, atajos que no ayudan al
prójimo ni a mí y sí producen perjuicio; al prójimo, porque faltamos a la justicia con él y lo
dejamos en el pecado y a nosotros mismos porque nos desentendemos de una obligación y
sumamos a esto, muchas veces, injusticias y faltas de caridad, produciendo en vez de
concordia, división.
Busquemos en la corrección fraterna siempre el bien del prójimo.
Por tanto, debemos reprender con amor; no con deseo de dañar, sino con afán de corregir. Si
fuéramos así, cumpliríamos con exactitud lo que hoy se nos ha aconsejado: Si tu hermano
pecare contra ti, corrígele a solas. ¿Por qué le corriges? ¿Porque te duele el que haya pecado
contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si lo haces por amor
hacia él, obras excelentemente. Considera en las mismas palabras por amor de quien debes
hacerlo, si por el tuyo o por el de él. Si te escuchare, dijo, has ganado a tu hermano. Hazlo,
pues, por él, para ganarlo a él. Si haciéndolo lo ganas, no haciéndolo se pierde[11].

P. Ervens Mengelle, I.V.E.

IGLESIA APOSTÓLICA

Queridos hermanos, este párrafo del evangelio que hemos escuchado pertenece al
cuarto de los grandes sermones de Jesucristo que refiere el evangelio de san Mateo, el
llamado “sermón o discurso eclesiástico”. En él, Jesucristo da indicaciones acerca de lo que
debe ser la vida en su Iglesia, cuál relación rige entre sus miembros, relación que, como
saben, está marcada por la caridad. Al mismo tiempo, como oímos, Jesucristo establece un
orden jerárquico. Ello para que la vida de su Iglesia no degenere en un caos y sea realmente
vivificada por la caridad. Profundicemos este aspecto de la Iglesia.

1 – Jesús – Apóstoles – Obispos

Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, llamó a los que
él quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar (Mc 3,13-14). Desde entonces, serán sus enviados [es lo que significa la palabra
griega apostoloi]. En ellos continúa su propia misión: Como el Padre me envió, también yo
os envío. Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: Quien a vosotros
recibe, a mí me recibe, dice a los doce (Mt 10,40).
Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: así como el Hijo no puede hacer
nada por su cuenta, sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a
quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él de quien reciben el encargo de la misión y
el poder para cumplirla. Los apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por
Dios como ministros de una nueva alianza, ministros de Dios, embajadores de Cristo,
servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. (858-859)
En la misión que Cristo les encomienda hay un aspecto permanente, Cristo les ha
prometido permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos. Esta misión divina confiada por
Cristo a los apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que tienen
que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los apóstoles se preocuparon
de instituir sucesores (860).
Para que continuase después de su muerte la misión confiada a ellos, encargaron
mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y
consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño
en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios.
Nombraron, por tanto, de esta manea a algunos varones y luego dispusieron que, después de
su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el ministerio (LG 20; Cf. Cartas a
Timoteo y a Tito).
Por ello, así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, el
cual es hoy ejercido por el Papa, de la misma manera permanece el ministerio de los apóstoles
de apacentar la Iglesia, que es ejercido por el orden sagrado de los obispos. “Por eso, la Iglesia
enseña que por institución divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de
la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a
Cristo y al que lo envió” (862).
En el evangelio de hoy hemos escuchado la frase empleada por Cristo: lo que atéis en la
tierra quedará atado en el cielo, lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Esta frase está tomada del vocabulario jurídico rabínico e indica el poder de la autoridad
legítima de una sociedad de establecer normas que deben ser respetadas por todos los
miembros de esa sociedad. Por eso, al decir eso, Jesucristo está señalando al mismo tiempo
la función y tarea de los apóstoles en la Iglesia.

2 – Iglesia Apostólica

Esto es lo que reconocemos cuando confesamos, en el Credo, que la Iglesia es apostólica,


“porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:
- fue y permanece edificada sobre el fundamento de los apóstoles (Ef 2,20), testigos
escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo.
- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza,
el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles
- Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo
gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, a los
que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia”
(857).
Toda la Iglesia es apostólica, entonces, mientras permanezca, a través de los sucesores de
San Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen (863). Ya en los
Hechos de los Apóstoles leemos que el creer en Cristo implicaba unirse a esa comunidad
inicial creada por Cristo en los apóstoles (cf. He 2,41s.47): lo que hemos visto y oído os lo
anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros y nosotros estamos
en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1Jn 1,3)
Pero también “toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es enviada al mundo
entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este
envío. La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Se
llama apostolado a toda la actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el Reino de
Cristo por toda la tierra… Pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la
Eucaristía, que es como el alma de todo apostolado” (863-864).
Aquí se ve la relación con la primera parte del evangelio. Jesucristo nos dice: si tu
hermano peca contra ti, ve y dile… etc. Debemos tener presente, para entender correctamente
lo que dice Jesús, algunos presupuestos: 1) la unión es establecida por la caridad; 2) no se da
auténtica caridad si no es sobre la base de una verdadera fe; 3) nuestra preocupación respecto
del hermano es más bien en orden a él y no a nosotros.
Detengámonos en esto. Jesús dice: si tu hermano peca contra ti… ¿Qué significa
esto? Al decir peca (gr. hamartése) está dando a entender que comete una acción injusta en
la cual el damnificado soy yo (sea que falte a la justicia en los bienes materiales, en los
morales, en los espirituales o en lo que sea). Lo que Jesús nos enseña es a buscar ante todo
no la reparación de nuestro propio daño, lo cual puede ser justo, sino la salvación del que ha
pecado. Se entiende que nos debe mover más la caridad por el bien del prójimo que el anhelo
de justicia para con nuestro propio bien. O sea, Jesús nos está pidiendo que seamos como él.
El que peca se ex-comunica, se ex-comulga, se aparta, como consecuencia inevitable de su
pecado, de la comunión con Cristo, es decir de la Iglesia que Cristo ha establecido, por propia
decisión, sobre los apóstoles (el término ekklesía indica una comunidad estable, lo cual
implica vínculos estables de comunión). Precisamente, el otro de los sentidos de la expresión
“atar-desatar” en el lenguaje rabínico es declarar quién está ligado, o sea en comunión, y
quien está des-ligado, des-vinculado. De allí que cuando alguno peca es necesaria la
intervención del ministro legítimo para re-ligar lo que se ha separado por el pecado.
En síntesis, queridos hermanos, en este discurso Jesús nos manifiesta la naturaleza profunda
del misterio de la Iglesia, que es comunión, y cómo debemos, en consecuencia, actuar
nosotros para insertarnos cada vez más profundamente en ese misterio, viviendo la caridad
con nuestro prójimo, manteniendo la unidad en la fe y en la oración con toda la Iglesia de
Dios.

3 – Apostólica, es decir, Una

O sea, en última instancia, es la condición apostólica la que asegura la Unidad de


la Iglesia Católica en la Santidad. De allí que estos cuatro atributos (una, santa, católica,
apostólica) existen “inseparablemente unidos entre sí [e] indican rasgos esenciales de la
Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu
Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a
ejercitar cada una de estas cualidades” (811).
Es verdad que para reconocer que esos cuatro atributos proceden de Dios es
necesaria la fe, pero no es menos verdadero que las manifestaciones históricas, es decir
concretas en nuestro mundo, son también signos que hablan a la razón humana. Y por eso el
Concilio Vaticano I señaló que “la Iglesia por sí misma es un grande y perpetuo motivo de
credibilidad y un testimonio irrefutable de su misión divina a causa de su admirable
propagación, de su eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de bienes, y
de su unidad universal y de su invicta estabilidad” (812).

4 – Conclusión

“La Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y última,


porque en ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos el Reino de los cielos, el
Reino de Dios, que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el
corazón de los que le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces
todos los hombres rescatados por él, hechos en él santos e inmaculados en presencia de Dios
en el Amor (Ef 1,4), serán reunidos como el único pueblo de Dios, la Esposa del Cordero, la
Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios, y la muralla de la
ciudad se asienta sobre doce piedras que llevan los nombres de los doce apóstoles del
Cordero (Ap 21)” (865).

(MENGELLE, E., Dios Padre y su Reino, IVE Press, Nueva York, 2007. Todos los derechos
reservados)

Semana del 10 al 16 de septiembre de 2017 – Ciclo A

Domingo 10 de septiembre de 2017


Domingo 23º Ordinario
Nicolás de Tollentino (1305)

Ez 33,7-9: Si no hablas al malvado, te pediré cuentas


Salmo 94: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor
Rom 13,8-10: Amar es cumplir la plenitud de la ley
Mt 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad


comunitaria. La fe, o más ampliamente dicho, nuestra vida espiritual, es un asunto personal, una
responsabilidad absolutamente intransferible, pero como humanos que somos –seres simbióticos al
fin y al cabo– la vivimos en el seno de una comunidad. Por eso, también, todos somos de alguna
manera responsables de la vida de cada hermano.

Ezequiel es profeta del tiempo del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. Otros
profetas han utilizado también esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un
rasgo de los profetas. Estar atento a lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo. Y estar siempre
atento también a escuchar la Palabra de Dios. Leer los acontecimientos de la historia y
interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le
llame en nuestro medio, está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es
responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos del pueblo.
Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar esa interpelación profética. Lo que no está bien es
pasar por alto y no darse cuenta del peligro.

Pablo en la carta a los romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base
del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a
cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de
precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica.
Ciertamente, no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama
auténticamente no quiere hacer daño a nadie; por el contrario, siempre buscará la forma de
ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo
de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se
traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación,
tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la


corrección fraterna. El texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos
encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el
problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral.
Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas
importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero
tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el
término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales
siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista
quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo
de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora
bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento... entonces sí
la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona
misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y


comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto
por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico.
Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el
compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al


interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación
que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros
hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que
aten ustedes en la tierra será atado en el cielo...». Puede ser una oportunidad interesante para hablar
tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia,
como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria. Véase al respecto el libro de
Domiciano Fernández que comentamos más abajo.
El evangelio de hoy no está dramatizado en la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ
VIGIL. Puede irse a la página de la serie (www.untaljesus.net) y escoger algún capítulo oportuno.

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo (cinco minutos de
«entrevista a Jesús en su segunda venida a la Tierra») sobre «¿Sacramento de la confesión?»
[http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=130040], sobre uno de cuyos fundamentos habla el
evangelio de hoy.

Para la revisión de vida


Para muchos de nosotros, el perdón, por nuestra forma de ser, nuestro carácter, la educación
recibida o la falta de educación recibida para perdonar, nos resulta difícil, incluso muy difícil.
¿Cómo está la actitud de perdón en mi vida? ¿Hay personas a las que no he perdonado todavía en
mi corazón?

¿Guardo una relación correcta entre el «perdonar» y el «no olvidar»?

Para la reunión de grupo


-El tipo de Iglesia que presenta Mateo en su evangelio es una “asamblea” de hermanos, a quienes
la fe en Jesús ha hecho romper los criterios mundanos de diferencia de clases sociales
económicas, prejuicios, privilegios, autoritarismos… y se reúnen fraternal/sororalmente en una
comunidad igualitaria y participativa ejemplar. Comparar este ideal con la situación actual de la
iglesia. Elencar las deficiencias que la Iglesia de hoy tiene a este respecto. ¿Qué podemos hacer
en este sentido?

- Yo les digo: todo lo que aten en la tierra, el Cielo lo tendrá por atado. El evangelio de Mateo
parece poner la facultad del perdón de los pecados en la comunidad eclesial: es a la comunidad
eclesial a la que según Mateo Jesús estaría otorgando esa facultad; es la comunidad cristiana la
que puede perdonar y manejar el perdón. Comentar esto en el grupo. [Una forma tradicional de
entender esto ha sido que esa facultad de la comunidad la ha recogido y expresado el ministerio
sacerdotal; pero esa forma no es exclusiva; es, simplemente, la forma sacramental oficial actual.
Respetado eso, la comunidad cristiana tiene derecho a utilizar otras formas adicionales de
expresar y manejar el perdón: puede organizar libremente celebraciones comunitarias de la
penitencia, que no pretenderán ser «oficialmente sacramentales» –eso está regulado de otra
manera», pero que obviamente tendrán un valor sacramental o para-sacramental. Lo mismo cabe
decir de la misa como forma oficial sacramental pero no única ni exclusiva de realización del
mandato de Jesús («hagan esto en memoria mía»); la misa es una, y está reglamentada, pero hay
o puede haber muchas otras formas adicionales de celebrar la memoria de Jesús...].

- Se dice ya con frecuencia que el rito actual del sacramento de la “confesión” está hace tiempo
en una crisis de la que parece que va a ser difícil, si no imposible, recuperarlo. Recomendamos
encarecidamente leer el estudio de Domiciano Fernández, “Dios perdona sin condiciones.
Celebración comunitaria de la penitencia” (que se puede recoger en la biblioteca de Koinonía,
http://servicioskoinonia.org/biblioteca) y comentar las razones históricas, dogmáticas y teológicas
que da a favor de la celebración de la reconciliación comunitaria sin confesión oral individual.
Comentar en grupo esas razones, y deducir consecuencias –incluso más allá de las que el autor
deduce, que son verdaderamente revolucionarias–.
Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que sea una comunidad que trabaja esforzadamente por la reconciliación
entre personas y sociedades, desde la justicia, la igualdad y la fraternidad. Roguemos al Señor.

- Por la comunidad mundial de naciones, para que favorezca la concordia entre los pueblos.
Roguemos…

- Por la familia humana, para que encuentre el camino de la paz, sin militarismos, terrorismos,
fundamentalismos ni violencias de ningún tipo. Roguemos…

- Por las familias, para que faciliten el entendimiento entre padres e hijos y favorezcan la armonía
entre sus miembros. Roguemos…

- Por todas las personas, para que no veamos el perdonar y ser perdonados como signo de
debilidad sino como forma de crecer en unas relaciones más humanas y profundas. Roguemos…

- Por todos nosotros, para que no seamos remisos a la hora de practicar la acogida y el perdón
unos con otros. Roguemos…

- Para que perdonemos y sepamos aprovechar todas las mediaciones por las que Dios nos da su
perdón. Roguemos…

Oración comunitaria
- Oh Dios que por Jesús nos has dicho: “todo lo que aten en la tierra, el Cielo lo tendrá por
atado”; haz que tu Iglesia sienta sobre sí la responsabilidad de ser generosa como Tú, y de no
imponer a tus hijos, nuestros hermanos y hermanas, “más cargas que las necesarias”,
haciéndoles experimentar que “donde está tu Espíritu está la libertad”. Por Jesucristo nuestro
Señor.

Lunes 11 de septiembre de 2017


Mártires Carmelitas (1792)

Col 1,24–2,3: Dios me ha nombrado ministro de la Iglesia


Salmo 61: Dios es nuestra salvación y nuestra gloria
Lc 6,6-11: Acechaban para ver si curaba en sábado

Jesús restituye el valor del día de descanso al sanar a este hombre enfermo de su mano
recordando que el sábado también es un día para hacer el bien. Cierto que los maestros de la ley no
pensaban que el sábado fuera para hacer el mal, sin embargo para Jesús no hacer el bien era ya un
mal. Los días son para estar al servicio de la misericordia. Enseña Jesús que debemos respetar la
ley y por lo tanto el sábado, sin embargo Dios y su acción tienen siempre la primacía y si respeta la
ley respeta más todavía a la persona y su dignidad, al ser humano y su sufrimiento. Seguidores del
Maestro, somos exhortados a tomar conciencia que el servicio al prójimo que se encuentra en
grave necesidad debe constituir la prioridad en nuestros criterios de vida. Trabajemos por el Reino
de Dios y su justicia comenzando por no dejar pasar un día sin hacer una obra buena.

Martes 12 de septiembre de 2017


Guido de Anderlecht (1012)

Col 2,6-15: Dios nos dio vida en Cristo


Salmo 144: El Señor es bueno con todos
Lc 6,12-19: Escogió a doce y los nombró apóstoles

El saber tomar decisiones correctas nunca será fruto de la casualidad. Son decisiones
pensadas, maduradas, puestas en la balanza que piden tiempo y espacio suficientes para realizarlas.
Jesús nos enseña como al subir a la montaña entabló un silencio para escuchar a su Padre, orar le
ayudó a dialogar con El sobre a quienes convendría elegir. Seguramente muchos de nosotros no
estaríamos de acuerdo con esos elegidos porque con facilidad veríamos sus defectos y
limitaciones, sin embargo, Jesús y su Padre ven más allá de lo que las apariencias muestran, toman
en cuenta no sólo las cualidades sino también las posibilidades de error y sobre todo lo que más
valoraron fue que todos tenían la capacidad de dar un SÍ generoso al Señor. Sabemos que todos
perseveraron excepto uno ya que el Señor llama y en nosotros está la respuesta, libre voluntad para
tomar decisiones, no es que el Señor se haya equivocado. Todos los días busca momentos de
silencio y oración.

Miércoles 13 de septiembre de 2017


Juan Crisóstomo (407)

Col 3,1-11: Han muerto con Cristo


Salmo 144: El Señor es clemente y misericordioso
Lc 6,20-26: ¡Dichosos ustedes…Ay de ustedes!

El ser humano sólo puede tomar dos caminos. El engañoso camino de lo que brilla y nos
dicen que es el éxito: el placer, el dinero y el poder. Este camino Jesús lo lamenta porque aunque
nos motiva y lo deseamos a toda costa, con el tiempo, nos damos cuenta de que no es capaz de
ofrecernos lo que esperábamos, y la experiencia lo demuestra. El otro camino es el que Jesús ha
recorrido y nos invita a vivirlo siendo fieles a su proyecto del Reino que es el camino del amor,
centrar nuestros esfuerzos y “éxitos” en acompañar al otro, a quienes vemos como hermano.
Personas que no han permanecido egoístamente aferrados a su propio yo; que no esperan nada del
mundo, sino que lo esperan todo de Dios; que con su existencia subrayan la actitud de servicio, de
disponibilidad amorosa porque confían plenamente en que Dios los consolará, los saciará. Las
bienaventuranzas son una promesa de felicidad y vida eterna.
Jueves 14 de septiembre de 2017
Exaltación de la Santa Cruz

Núm 21,4-9: Quedarán sanos


Salmo 77: No olviden las acciones del Señor
Flp 2,6-11: Dios lo exaltó sobre todo
Jn 3,13-17: Ha de ser elevado el Hijo del hombre

Celebramos la fiesta de la Santa Cruz. Las lecturas del día y el prefacio de esta fiesta nos
recuerdan que Dios “puso la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que de
donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol (Satanás en el
libro del Génesis), fuera en un árbol vencido (por Jesús en la Cruz)”. Jesús clavado en la Cruz nos
revela la verdad y hondura del amor de su Padre y nuestro Padre y del mismo Jesús. “Tanto amó
Dios al mundo, que entregó a su Hijo único…” Nadie ama tanto como el que da su Vida, por los
que ama. Esta iniciativa de Dios puede ser aceptada con la Fe o rechazada con la incredulidad. El
Señor no ha venido a juzgarnos pero el juicio se realiza en el aquí y ahora por la actitud del ser
humano ante la oferta de vida.

Viernes 15 de septiembre de 2017


Ntra. Sra. de los Dolores

Heb 5,7-9: Se convirtió en Autor de salvación


Salmo 30: Sálvame, Señor, por tu misericordia
Jn 19,25-27: Ahí tienes a tu Madre

La liturgia, después de celebrar la exaltación de la Cruz, trae a la memoria a María que


estuvo hasta el final “al pie de la cruz” acompañando a su Hijo, fiel a la misión encomendada por
Dios a pesar de las dificultades y el dolor que esto supuso. María, Madre del Redentor, padeció
con su Hijo las consecuencias del pecado del mundo. Nunca debemos celebrar y menos exaltar el
sufrimiento. Lo que celebramos es la fidelidad, en fe y esperanza, aunque haya sido dolorosa y
difícil. Recordar a María, la Virgen de los Dolores, es entender que el amar duele y que nos
acompañan momentos siempre difíciles cuando se quiere ser fiel a ello, sin embargo Ella nos ha
mostrado que ese camino es posible y es el mejor porque es el camino que nos mostró y vivió
Jesús. Esforcémonos por no ser motivo de sufrimiento para los demás, amando sin límites. María
nos invita a vivir la vida con la misma fortaleza.

Sábado 16 de septiembre de 2017


Cornelio y Cipriano (253/258)

1Tim 1,15-17: Vino para salvar a los pecadores


Salmo 112: Bendito sea el Señor ahora y para siempre
Lc 6,43-49: El árbol se reconoce por sus frutos
Seremos dichosos si escuchamos la Palabra de Dios y la ponemos en práctica, hablar y
actuar coherentemente es la tarea primordial de la vida pues el grave problema en nuestro tiempo
es que se fomenta el consumo, el bienestar a costa de otros, el egoísmo en máxima elevación
trayendo una ruptura en la relación íntima que debe existir entre el centro de la persona y, que el
evangelio llama corazón, y el comportamiento externo. Oculto a la mirada de los demás pero no de
Dios, en nuestro corazón se juega la felicidad o infelicidad de nuestra vida cristiana pues de allí
proviene el amor o el odio; la verdad o la mentira; la justicia o la injusticia; la paz o la violencia.
Se recuerda que el criterio para discernir la vida del creyente está en sus frutos, en su calidad y su
procedencia. Poner en práctica la Palabra es el fundamento más sólido del creyente para mostrarse
como verdadero discípulo. Pongamos en práctica las palabras de Jesús.

6 HOMILIAS
1.- LA CORRECCIÓN FRATERNA

1.- Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos… Si no te hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace c
comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Nos parece evidente, y ha sido una práctica común en tod
que la educación supone necesariamente la corrección fraterna. Los padres tienen la gravísima obligación de corregir a
algo que no es correcto, los maestros deben corregir a sus discípulos, las autoridades tienen la obligación de corregir a s
incumplan la ley. Y todos debemos corregirnos mutuamente cuando hacemos algo mal, si nos amamos de verdad. Pero
necesaria como difícil de practicar. En la corrección fraterna lo primero y último de debemos buscar es el bien del próji
propio, o el bien de la sociedad, aunque, por supuesto, también debemos tener en cuenta estos aspectos. Si la corrección
bien al hermano, la corrección resulta, al menos en parte, inútil. Hasta las mismas cárceles tienen como función primera
encarcelados; si no consiguen esto, pierden su principal misión. En el evangelio de hoy según san Mateo se habla direc
cristiana: corregir al que se desvía o peca contra la fe cristiana. La corrección fraterna cristiana es necesario que se haga
exclusivamente por amor a la persona que peca contra la fe. Si la Iglesia cristiana lo hubiera hecho siempre así se habrí
dolorosas y muchísimos castigos injustos. Los que mandan y gobiernan dentro de la Iglesia, de cualquier manera que se
amor y de sana pedagogía. Y no olvidemos que es toda la comunidad cristiana, como tal comunidad, la que tiene la obl
mismo Papa cuando corrige lo hace en nombre de la comunidad y por el bien de la comunidad. En fin, que, como leere
de san Pedro a los Romanos, todo lo que hagamos los cristianos debemos hacerlo por amor y con amor.

2.- A nadie le debáis nada más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. San Pablo siempre
hechos, porque sabía que hablaba y obraba impulsado por el Espíritu Santo. Para un judío de su tiempo era muy fuerte
en el amor. Los fariseos y autoridades judías decían que lo primero es cumplir la ley. Incluso ahora, nosotros solemos v
religiosa de una persona por su cumplimiento de la ley. Pero san Pablo nos dijo en muchas ocasiones a los cristianos qu
malos cristianos no era el cumplimiento de la ley, sino el amor que poníamos en todo lo que hacíamos. Su famoso “him
es maravilloso en este sentido: sin amor no soy nada. Yo creo que san Agustín cuando escribió su famosa frase: “ama y
pensando que no decía otra cosa que lo que dice, en varias ocasiones, san Pablo. Que “uno que ama a su prójimo no le
cumplir la ley entera”. Por supuesto, que para que esto sea cierto hay que entender siempre la palabra <amor> en un se
como lo hacían san Pablo y san Agustín. Hoy se usa la palabra <amor> en sentidos que no tienen nada que ver con el a
de esta palabra.
3.- Esto dice el Señor: Si yo digo al malvado; “Malvado, eres reo de muerte”, y tú no hablas… el malvado morir
pediré cuenta de su culpa. El verdadero profeta sabe que él es centinela de Dios, para anunciar a la sociedad los peligr
Como vemos, el profeta Ezequiel insiste en el tema de la primera lectura: la corrección fraterna. El profeta Ezequiel no
nadie se desentienda de los demás. Todos los que vivimos dentro de una comunidad, por muy amplia que esta sea, som
manera los unos de los otros. Todos los cristianos podemos ser en algún momento mensajeros de Dios para ayudar a lo
mejores. Con nuestra palabra, o con nuestro ejemplo. Siempre que actuamos con verdadero amor cristiano estamos sien
mensajeros y profetas de Dios. Sólo actuando así seremos verdaderos discípulos de Jesús de Nazaret.

2.- LA CORRECCIÓN MUTUA

La Palabra de Dios de este domingo nos propone hasta cinco temas de reflexión: la corrección fraterna, el amor al próji
mandamientos, la facultad de perdonar los pecados, la eficacia de la oración en común y la presencia del Señor en med

1.- La corrección fraterna, un deber del cristiano. La necesidad de la corrección fraterna aparece en la primera lectu
evangelio de Mateo. Ezequiel recibe el mandato del Señor: “pon en guardia al malvado”, pues si no lo haces “a ti te ped
después de tu advertencia él no quiere cambiar de conducta, al menos “has salvado tu vida”. Por tanto, la puesta en prác
no sólo ha de ser posible, sino también es algo necesario y obligatorio en la vida del creyente. Jesús en el Evangelio no
manera de realizar la corrección mutua. Primero debes hablarlo personalmente con el hermano antes de que sea demasi
definitivamente. Pero, ¿cómo hacerlo? No lo dice Jesús, pero se deduce de su mensaje: con amor y humildad. Si vas co
tú eres perfecto en todo y solo el otro es el que se equivoca, tu misión no tendrá éxito. Tu hermano lo tomará como una
buena intención. Hay que emplear también buena dosis de prudencia, es decir saber encontrar el momento oportuno pa
conoces de verdad a tu hermano sabrás también como va a reaccionar y qué tono tienes que emplear: enérgico, suave o
todo, decía San Agustín, “si corriges, corrige con amor”. Jesús nos dice, además, que si no te hace caso a ti, solicita la a
sea más eficaz la corrección. Y que el otro vea que lo haces porque le quieres, no porque te regodees en la crítica negat
mucho tiento, pues hay cosas personales que no es necesario airear por ahí. Si no os hace caso a los dos, debes reunir la
consejo y la ayuda de todos, pueda recapacitar y recuperar la senda correcta. Es más fácil evadirse, decir “no es mi prob
es cristiano.......Es difícil llevar a cabo la corrección fraterna, pues también requiere humildad por parte del que recibe l
los niños suelen estar “hiper-protegidos” por los padres. Si alguien le dice a un padre que su hijo ha hecho una gamberr
reaccione mal, retirándole el saludo o respondiendo con malas palabras. Sin embargo, los padres inteligentes, que saben
aceptar bien la crítica y ponen remedio a la mala conducta de su hijo.

2.- Regalar el perdón. No hay nadie que esté sin pecado, todos tenemos fallos y por eso lo mejor es aceptar lo que nos
nuestro bien. A lo corrección fraterna yo la llamaría “corrección mutua”, porque todos somos perdonadores y perdonad
relación con lo prohibido y lo permitido. Jesús lo aplica al perdón. Lo dice a todos sus discípulos, pues todos en un mom
regalar el perdón, aunque haya algunos ministros que son servidores del perdón de Dios en el sacramento de la Reconc

3.- “Amar es cumplir la ley entera”. Son palabras de San Pablo en la Carta a los Romanos. El que ama al prójimo com
los mandamientos. San Agustín nos dejó una sentencia definitiva: “Dilige, et quod vis, fac”, es decir “ama y haz lo que
invitación al desmadre, o a que cada uno haga lo que le dé la gana. Fijémonos en la primera palabra “Ama”, pero ama d
amó, de forma gratuita y desinteresada. El que tiene como norma de su vida el amor auténtico, no podrá hacer nunca da
realice tendrá la impronta de la buena intención. Si uno ofende o se porta mal, en el fondo no ama de verdad. Pero es ne
todos con ojos de hermano. Cuentan que un niño de 9 años tuvo que abandonar la aldea donde vivían porque la guerra
padres habían muerto. Con otros muchos hombres y mujeres buscaba refugio donde poder huir de la tragedia. Con él, s
hermano de 4 años. Después de varias horas de camino, un hombre se le quedó mirando y le dijo: “Me admira cómo pu
ese niño a cuestas”. Pero nuestro héroe contesto: “No me pesa, es mi hermano”. Esta es la clave, considerar siempre al
propia sangre. Este mismo amor es el que demostró esa madre peruana que protegió de las llamas con su propio cuerpo
avión ocurrido la semana pasada ¿Cabe más amor?

4.- Jesús nos anima a pedir. Ya en una ocasión nos dijo “Pedid y se os dará”. Ahora nos recuerda que si esa petición e
Es lo que hacemos en la Eucaristía cada domingo. La oración universal es llamada también “oración de los fieles”. Nos
personal, asumiendo los problemas e inquietudes de todos nosotros y de la humanidad entera. ¡Qué bonito es cuando al
familiar y todos juntos oramos por su intención!

5.- Jesús está con nosotros. Notamos de verdad la presencia de Jesucristo en medio de la comunidad cuando nos reuni
prometido que siempre estará en medio de nosotros cuando “dos o más se reúnen en su nombre”. Más de dos personas,
de ellos jóvenes, dedican sus vacaciones a trabajar en campos trabajo solidarios o como misioneros. He tenido la gracia
este verano en la misión de los PP. Agustinos de Tolé (Panamá). Los 9 jóvenes que compartieron esta experiencia conm
Allí estaba presente Jesucristo, allí se palpaba la fuerza del Espíritu, que nos impulsa a auténtica revolución del amor. E
campesinos e indígenas pudimos apreciar la alegría del evangelio que da sentido a nuestra vida. Cuando oramos juntos,
los sufrimientos de los débiles, cuando vemos su generosidad y acogida nos damos cuenta de que allí está el Señor.

4.- EL SEÑOR ESTÁ PRESENTE ENTRE NOSOTROS

1.- ¡CENTINELA, ALERTA! El Señor le dice al profeta Ezequiel que lo ha puesto como atalaya, como torre de centi
el horizonte, para avisar con tiempo la llegada del enemigo. Centinela alerta que dará, en el momento preciso, la voz de
a los defensores de la fortaleza. Pieza importante en la batalla, acción decisiva que dará la victoria o provocará la derro

Por eso, en muchos casos, el centinela que se duerme durante la guardia es reo de muerte. Y es que todo está en sus ma
guardia. Todos confían en él y duermen tranquilos porque sabe que hay quien vela y vigila.

Un centinela hay que ser en la propia fortaleza del alma, siempre con la guardia montada, ojo avizor, pendiente de las a
También en esas pequeñas escaramuzas, que nos pueden parecer sin importancia... Centinela alerta. Siempre. Lo dijo e
cuándo sonará la hora. Y también dice san Pedro: Sed sobrios y vigilad, que vuestro adversario el diablo, como león ru
a quien devorar. Resistidle firmes en la Fe.

Centinela alerta también en beneficio de los demás. No podemos pensar sólo en nosotros mismos. No es lícito olvidarse
ellos, contentarse con salvarse a sí mismos, abandonando en el peligro a los demás. El "sálvese quien pueda" no es nun
a la doctrina de Cristo.

Por eso hoy nos dice el Señor: "Si yo digo al malvado que es reo de muerte, y tú no le hablas poniéndole en guardia, pa
malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero si pones en guardia al malvado, para que cam
él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida".
Está claro. No podemos vivir tranquilos, pasar de largo ante quien se hunde en la miseria, en el peor de los cenagales, e
pecado... Centinela, alerta. Con la guardia bien montada, dispuestos a romper el silencio de la noche con nuestro grito d
y salve la situación.

2.- IGLESIA JERÁRQUICA.- "Si tu hermano peca, repréndelo a solas...", dice hoy el evangelio. Refleja el mensaje s
hombre no puede desentenderse de su prójimo. Considera que todos somos hermanos y que nadie puede pensar tan sólo
ajenos no pueden dejarnos tranquilos, lo mismo que no podemos eludir las necesidades ajenas, si está en nuestras mano
alguien obra mal, tenemos la obligación de corregirle, de advertirle de su error. Y eso hecho por amor y con amor, busc
nuestra propia satisfacción o vanagloria. Ha de ser una corrección de hermano a hermano, a solas y con prudencia, sin h
Con el deseo sincero de levantar a quien ha caído, persuadidos de que también nosotros podemos caer.

El pasaje evangélico de hoy nos habla, además, de la Iglesia y de su constitución jerárquica. De esas estructuras visible
mediante las cuales se lleva a cabo la misión salvadora que Dios le ha encomendado. Para ello dio el Señor a Pedro y a
de atar y de desatar. Es decir, el Colegio Apostólico, formado hoy por los obispos en comunión con el Papa, ha recibido
regir a la Iglesia y a cuantos formamos parte de ella. Es una realidad que, por voluntad de Cristo, persiste a través de lo
puedan cambiar.

El Señor está presente entre nosotros que, sin duda, estamos en la Iglesia en nombre de Jesús. Su promesa no falla. Hem
permanecer muy unidos entre sí. De este modo daremos un testimonio evidente que atraerá a los que están fuera de la I
oración será escuchada de modo más seguro si oramos unidos. Así lo ha prometido Jesús y así será. En este sentido rec
excelencia es la que tiene lugar en la Santa Misa, en la celebración de la Eucaristía, cuando Jesús mismo se ofrece com
como intercesor eficaz ante Dios nuestro Padre

5.- ¿SOMOS EXPLORADORES O DESCUBRIDORES DE CRISTO?

“Ayudad a los hombres a descubrir la verdadera estrella que indica el camino: ¡Jesucristo! “ Lo dijo el Papa Be
aquellas famosas Jornadas Mundiales de la Juventud y, el Papa Francisco, recientemente nos ha dicho: “Un cris
ente mundo” (Jornada de os Catequistas)

1. Atar en la tierra, con los nudos de Jesús, muchas veces conlleva la crítica y no, precisamente, el aplauso fácil. Desata
estrategias que nos acosan y nos uniforman, pueden llevarnos a ese olvido de Dios, del cual también hablaba a los jóve
Iglesia, sigue siendo esa atalaya desde la cual se puede divisar todo lo, mucho y bueno, que la fe ofrece y todo lo que D
hombre.

Es cómodo dejarnos llevar por una religión a la carta (cojo lo quiero y cuando quiero) pero las consecuencias pueden se
turbación y de crisis. El Evangelio de este domingo es una llamada a la esperanza a esta iglesia a la cual pertenecemos.
hasta Dios, ha de ir también alimentado por un clarificar las conciencias de los hombres de hoy y por un despertar las e
parece vivir montada en el caballo de su propia autosuficiencia y arrogancia.

2. El perdón es una actitud evangélica, y un medio terapéutico que libera al que lo otorga y reaviva al que lo recibe. En
comentaba a su maestro lo difícil que le resultaba perdonar. Que siempre, junto a ese afán, en su mente, se le cruzaban
amor propio que le impedían dar ese paso hacia la reconciliación. El maestro espiritual le respondió: qué poco esfuerzo
arriba, es Dios quien es perdonado por ti en el hermano.

Un psicólogo norteamericano, Robert Enright, afirmó que las personas que han sido profunda e injustamente heridas pu
perdonando a su ofensor. El insigne fraile dominico Henri Lacordaire dijo: "¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Q
Perdona".

3. Los cristianos, y volviendo al principio, hemos de enseñar a descubrir la estrella de la fe con aquello que es peculiar
con amor. Acostumbrados a vivir en una sociedad que todo lo airea, distorsiona y todo lo pregona, el mensaje cristiano
totalmente nueva: hazlo con amor y…perdona.

La urbanidad, en las formas y en los modos, no es precisamente la tónica dominante de la realidad que nos rodea. Jesús
en el sentido de recuperar y potenciar el sentido de hermandad que debe existir entre aquellos que llevamos el distintivo

Es bueno leer el evangelio de este domingo desde dos dimensiones: la iglesia de hermanos (que se quiere y se perdona)
vive, siente y se edifica con la presencia del Señor).

4.- ¡TENGO TANTO MIEDO, SEÑOR!

De invertir tiempo, ideas y sudor,

esfuerzo e ilusión, y como respuesta

encontrar sólo el vacío o la incomprensión.

¿Por qué me has dado tanto, Jesús?

Con menos talentos divinos,

se vive la vida más fácilmente y mejor

Con más comodidad y sin tantos riesgos

¡TENGO TANTO MIEDO, SEÑOR!

De no estar a la altura que Tú me marcas

de no dar la talla en el campo de batalla:

en la familia, o en el trabajo

en la enfermedad o en la salud

en la palabra o en la obra
¡TENGO TANTO MIEDO, SEÑOR!

De gastar por el camino lo que Tú me has dado

aquello que pienso que es mío y no tuyo

De quemarme por brindarme y ofrecerme

o cansarme de sembrar sin recoger nada a cambio

¡TENGO TANTO MIEDO, SEÑOR!

De que regreses y, tu fortuna, la encuentres mal empleada

por mi falta de valentía o audacia

por mi cobardía o desinterés

por mi timidez o mi falta de seguridad

¡CUÁNTO MIEDO TENGO, SEÑOR!

De no invertir mi vida como, Tú en la cruz, lo hiciste:

con silencio, grandeza y dolor

con perdón, humildad y sacrificio

con fe, esperanza o misericordia

¡CUÁNTO MIEDO TENGO, SEÑOR!

De mirarme a mí mismo,

y viendo lo mucho que me has dado

creer que no merece la pena arriesgarlo todo:

por Dios y por el hombre

por la Iglesia y por el mundo


por mis hermanos y por mí mismo

¡CUÁNTO MIEDO TENGO, SEÑOR!

Que vengas…y me pilles con el pie cambiado

lejos de tus caminos y, con mis talentos,

sin haberlos utilizado a fondo.

6.- NO ESTAMOS SOLOS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Tenemos una gran responsabilidad sobre la salvación de nuestros hermanos. Todos, absolutamente todos. No es una
curas y de otros hermanos consagrados. A todos nos afecta y nos obliga. Una de las formas de procurar la salvación del
Palabra de Dios. Y no es el templo el único lugar donde debe aparecer la Palabra. Esta Palabra –sin duda— toma espec
celebración litúrgica ante la asamblea de fieles. Es el caso de nuestra misa dominical donde hemos proclamado, con ale
necesaria solemnidad, la Palabra del Señor.

2.- Decíamos que no es el único medio, ni el lugar exclusivo. Hay otros de gran calado y eficacia como pueden ser los q
renovadas, tecnologías: Internet, radio, televisión por satélite, etc. Y por supuesto aquellos más clásicos como los perió
modo imprescindible y más emocionante es aquel que se dirige al interlocutor cercano, al amigo próximo, a quien cont
fragmentos de la palabra divina que le van a comunicar vida. Podría ser que el hermano no atienda –o no respete— la P
contraria será observada por todos y tendrá un doble efecto negativo. Primero, para el mismo que transgrede la Palabra
desmoralizador para quienes observan tal conducta. La Palabra, en definitiva nos marca el camino e indica la conducta
salen de esa palabra.

3.- ¿Dónde está la solución? El Señor Jesús con todo el amor, pero con una certera precisión nos dice: "Si tu hermano p
los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto
dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo
publicano". No está pues nada oscuro el procedimiento del Salvador para mantener la necesaria coherencia interna en l
parecería que choca con el perdón permanente que Jesús pide para todas las ofensas. No marca nuestro Maestro las vec
perdón, señala, la insalvable actitud de quienes no quieren ese perdón. Hay un punto de máximo interés en esas palabra
una advertencia a tiempo a nuestro hermano porque este podría quedar ignorante de su propia falta. Callar sería ejercer
quien la hace.

3.- En la primera lectura, del capítulo 33 del Libro de Ezequiel, se dice muy claramente y lo hace con las mismísimas p
malvado: '¡Malvado, eres reo de muerte!', y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta
culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre." Aquí el pecado de omisión es verdaderamente grave.
4.- ¿Cuáles son los límites de la corrección fraterna? Pues los que inspira el amor. La religión cristiana es una observan
Dios y del reflejo de este mismo amor dirigido al prójimo. Si amamos a nuestro hermano nuestras advertencias ni serán
injustas. San Pablo en la Carta a los Romanos lo dice de manera muy clara: "Uno que ama a su prójimo no le hace daño
ley entera". Y si bien la frase de Pablo es válida para todas las circunstancias, lo es especialmente significativa para aqu
en el ministerio de la Iglesia, tienen que ejercer la acción de reprender y educar.

5.- No hay que olvidar, por otro lado, que esa acción educadora es patrimonio especial de la Iglesia y que en ella está p
Jesús, que comunica profunda eficacia espiritual a dicha labor. "Os aseguro –dice Jesús— que todo lo que atéis en la tie
todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo". La Iglesia no es una realidad humana alejada de lo transc
cuerpo y todo junto forma esa Iglesia que supera la dimensión estrictamente terrenal o humana.

6.- Los dos últimos párrafos del capítulo 18 del Evangelio de San Mateo que leemos hoy nos marcan una realidad fehac
con Dios. Leámoslos otra vez: "Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir
cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Si nos ponemos de acuerd
lo va a dar. Además, si dos o tres nos reunimos en nombre de Jesús, Él vendrá a nosotros. Es algo muy emocionante y l
en la oración comunitaria, en la oración de la familia, en ese rosario de atardecer que se reza en muchos lugares de Esp
además, marca lo comunitario como consustancial con la religión cristiana. No es, pues, una religión de solitarios. Deb
promesas de Cristo respecto a su presencia al lado nuestro. Está esperándonos en la Eucaristía. Nos promete venir a nue
reunimos a rezar en su nombre. No vivimos pues esperando a un Dios lejano. Está siempre muy cerca si somos capaces
esperanza.

Para la confección de los correspondientes comentarios homiléticos puede consultarse también la Carta del Edit
página.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

DENUNCIA PROFÉTICA

1.- Cada uno de nosotros tiene defectos que le inclinan a obrar mal. Cada uno a su manera y de acuerdo con su talla. Qu
compararse con los criminales nazis y que, si así lo pensase un día, antes que de asesino, pecaría de orgulloso. Cada un
muy suyos, y siempre nos parece que los de los demás son mayores que los nuestros, como cuando conduce de noche,
los otros, deslumbran más que los propios.

2.- Dicho esto, hay que advertir que el consejo que a veces se da: no te metas con los demás, olvida sus faltas, sé comp
como es, cállate… tampoco es el correcto. Tal proceder ensucia a la sociedad y a la misma Iglesia. Tal conducta es recr
misa de hoy. Antes de continuar debo advertiros, mis queridos jóvenes lectores, que profeta es aquel que actualiza el co
preceptos, más bien restaura con oportunidad el lenguaje, sin modificar su esencia, de acuerdo con la coyuntura que se
rodean, fiel a su esencia, es decir, fiel por completo a Dios y a su programa y nunca lo hace por capricho.

3.- En la Biblia aparecen diversos profetas. Elías y Eliseo son los de más categoría, aunque nada escribieran. Los otros,
clasifican de acuerdo con la extensión de lo que nos legaron. A cuatro se les llama mayores y a los doce restantes, meno
categoría personal. Pero si este es el nomenclátor que les da el Canon bíblico establecido, no es a la función exclusiva d
los textos litúrgicos de este domingo. Ezequiel, recibe y comunica el encargo de Dios dirigido a los que ocupan un luga
denunciar procederes incorrectos y animar o exigir la conversión de quienes, de cualquier manera, infringen la Ley. El
puede renunciar el mismo profeta.

4.- Pienso que tal situación, equivalente responsabilidad, correspondería ahora entre vosotros a un delegado de curso, o
a un voluntario de la Cruz Roja. En otro nivel, en el que también podéis estar incluidos, incumbiría a periodistas o aque
ofrecen a recoger firmas en favor de una causa justa o a aceptar aportaciones económicas para fines benéficos. A vosot
muchos más ejemplos. Es más fácil complacer, sonreír, aceptar, buscar quedar bien con todo el mundo, ponerse siempr
calienta”, chaquetear si conviene, que atreverse a publicar y denunciar comportamientos notoriamente malos.

5.- Ser profeta, evidentemente, incomoda. Es una vocación a la que hay que ser fiel, tenga uno la edad que sea. Que una
escuchó en su interior mensajes, les dio crédito y obró en consecuencia, en poco tiempo consiguió acabar una guerra qu
100 años. Leal al deseo de Dios, como siempre proclamó y comportándose personalmente de acuerdo con su Ley. Me h
Juana de Arco. Otro ejemplo, este masculino, es el Daniel protagonista del juicio de la casta Susana, como se cuenta en
nombre.

6.- El contenido de la lectura evangélica del presente domingo, se mueve en un ámbito más personal, reservado, íntimo
dice “tu hermano”, tú debes entender compañero, amigo o colega. Con él, con el que obra mal, próximo a ti, no pases d
ignorar su mal comportamiento. Resulta siempre incómodo, pero hay que reprochar discretamente su proceder. Si no te
compañía de otros, tal vez condiscípulos o miembros del mismo equipo. Se cauto y no te precipites, pero tampoco te ev
éxito. Ahora bien, si no modifica su conducta, debes reprocharle su ignominia, dándole la publicidad de que dispongas.

7.- Tal vez no sea tu amigo o camarada, tal vez no esté íntimamente relacionado contigo, pero si estás seguro de su ma
pública de la que habla el Maestro. A lo mejor, más que a la autoridad pública, o a un juez, te tocará redactar una “carta
leída. Os he explicado estas cosas, mis queridos jóvenes lectores, porque yo mismo me veo obligado a veces a obrar co
que digo no caerá bien, que resultaré antipático, que perderé prestigio, pero no puedo ignorar una realidad que otros ya
y que perjudica a l comunidad desorientándola. Si me callara “por caridad” engañaría y sin el silencio fuera auténtica C

8.- Pero sin que sea explícitamente enseñanza de hoy no os puedo ocultar ciertas conductas que invalidan las exigencia
que protestan, acusan y condenan a todo el mundo. Que se valen de la sátira punzante o de la ironía caústica, para humi
Que saben usar su simpatía y cierto don de gentes, para hacer quedar mal a quien deseen, principalmente si gozan de al
labor que están haciendo. Son personas de aparentes cualidades, capaces de llamar la atención, se expresan bien y no de
desprestigiar y desacreditar a quien esté a su alcance. Lo peor es que su proceder se reduce a esto: a imputar, a reprocha
demás, sin que, en acabando su imputación acusadora, sean capaces de hacer algo positivo, algo a favor de la comunida
descubre su mezquindad o que se cansan, abandonan, huyen y caen en los vicios que habían estado condenando anterio
entregarse a algo positivo, sin saber ya qué hacer. Uno piensa que los tales, el desprestigiar a los demás, es su deporte f

9.- La segunda lectura es muy oportuna. Ciertamente la esencia del mensaje de Jesús, de su doctrina, es el Amor. Pero a
día, la gente se atreve a llamar amor, de aquí que sea oportuno advertir que amar implica cumplir los mandamientos, qu
se mencionan sucintamente. No me alargo

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